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ACIMED

versión impresa ISSN 1024-9435

ACIMED v.14 n.6 Ciudad de La Habana nov.-dic. 2006

 

Página del editor

Actividad biblioteco-informativa basada en la evidencia: un compromiso con la investigación en la práctica bibliotecaria

Lic. Rubén Cañedo Andalia1

Copyright: © ECIMED. Contribución de acceso abierto, distribuida bajo los términos de la Licencia Creative Commons Reconocimiento-No Comercial-Compartir Igual 2.0, que permite consultar, reproducir, distribuir, comunicar públicamente y utilizar los resultados del trabajo en la práctica, así como todos sus derivados, sin propósitos comerciales y con licencia idéntica, siempre que se cite adecuadamente el autor o los autores y su fuente original.

Cita (Vancouver): Cañedo Andalia R. Actividad biblioteco-informativa basada en la evidencia: un compromiso con la investigación en la práctica bibliotecaria. Acimed 2006;14(6). Disponible en: http://bvs.sld.cu/revistas/aci/vol14_6_06/aci01606.htm [Consultado: día/mes/año].

Desde la publicación de los artículos titulados “Evidence-based librarianship: an overview“,1 de J. D. Eldredge y “The informationist: a new health profession?"2 de F. Davidoff y V. Florance V en el año 2000, se aborda, cada vez con mayor frecuencia, sobre todo, en los medios bibliotecarios del sector de la salud temas como la medicina basada en la evidencia –posteriormente, cuidados de salud basados en la evidencia y práctica clínica basada en la evidencia-, los servicios de información diseñados para sustentar una clínica basada en la evidencia, los bibliotecarios informacionistas -quienes proveen estos servicios- y finalmente, sobre una bibliotecología basada en la evidencia, una extrapolación del referido paradigma clínico al campo bibliotecario, en especial, al área de las bibliotecas clínicas, pero, que poco a poco, ha comenzado a extenderse otras esferas.

La primera referencia a una bibliotecología basada en la evidencia no alcanza aún la década de realizada. Sin embargo, las discusiones sobre el tema se han extendido tanto, que a finales del año 2005, se celebró en Australia, la “3th International Evidence Based Librarianship Conference”,3 donde se anunció la realización de una cuarta en el año 2007. Otro tanto ha ocurrido en la Medical Library Association, donde en varias oportunidades se ha convocado a la comunidad norteamericana de bibliotecarios para analizar los asuntos relacionados con las nuevas necesidades curriculares derivadas de las nuevas propuestas en el campo bibliotecario y los cambios ocurridos en la filosofía para la práctica clínica.

Y no es para menos, de una práctica clínica basada en la evidencia -algo que, por demás, hubiera parecido lógico desde siempre, pero que se descubrió hace solo unas décadas que no era así-, se pasó a una medicina y otras varias especialidades basadas en la evidencia, surgió una bibliotecología clínica basada en la evidencia, que más tarde, se convirtió en una bibliotecología basada en la evidencia y, en general, puede afirmarse que existe un movimiento de muchos campos o disciplinas, sobre todo, prácticos proclives a basarse en la evidencia.

El conocimiento de las evidencias existentes – y que sustentan la actividad que se realiza-; así como el nivel que presentan las disponibles, permiten determinar la firmeza del camino sobre el que se transita; ellas, cuando son sólidas, ofrecen confianza a quienes desempeñan una actividad cualquiera: cuanto más elevado sea el nivel de evidencia mayor confianza existirá en cómo orientar una acción, sobre todo en las condiciones de un mundo cada vez más competitivo -aunque nunca sea posible alcanzar un ciento por ciento de confianza.

Todos, como es lógico, desean sustentar su actividad en evidencias, vivimos en una sociedad altamente competitiva y profesional, donde la información sólida y confiable es la base de la subsistencia y del desarrollo, del éxito de las organizaciones y de los individuos.

Y como se conoce, desde las crisis de la década de los años setenta del siglo xx, cada vez son mayores las exigencias que imponen los gobiernos y la sociedad en general sobre las organizaciones y los individuos, sobre todo, en el sector de la administración pública, para que justifiquen sus actividades y gastos.

Aunque la medicina en muchos países, presenta grandes sectores privados, los gastos generados en materia de salud, son un centro de interés importante de toda la sociedad. Por demás, las preocupaciones de recibir, por ejemplo, un tratamiento médico sobre el que no existe ninguna prueba de su utilidad, inutilidad o efecto perjudicial, son inherentes a todos los individuos en una sociedad con acceso a los servicios de salud.

Estas razones, sin descuidar la honestidad de millones de profesionales de la salud en el mundo, comprometidos con hacer de la medicina una ciencia bien constituida, son suficientes para entender la popularidad y la aceptación de una filosofía que predica la obtención de evidencias suficientemente sólidas como para justificar previamente cada intervención realizada en salud.

En el campo bibliotecario de la salud, sobre todo el perteneciente al sector público, cuestionado también tras la mencionada crisis – en este caso, alcanzó hasta las bibliotecas clínicas-, la introducción de una práctica clínica basada en la evidencia ha marcado un punto de giro radical en el desarrollo de la bibliotecología clínica, una de las más cambiantes en el campo de la salud.

Esta revolución, como tal, parece una respuesta muy lógica al cambio ocurrido en el sector médico-clínico, se habla de una medicina basada en información, en información que debe identificarse, seleccionarse, analizarse y sintetizarse cuidadosamente, según parámetros de calidad consensuados, a fin de introducirse en los cuidados de la salud de los pacientes, lo cual es además, el resultado de un movimiento que se inició entre médicos y epidemiólogos preocupados por la situación de incertidumbre existente en el campo clínico cuando se necesita realizar alguna intervención. Cómo podría ser de otra forma, si se habla de información en salud y siempre hemos estado convencidos de que cuando se habla de información, se habla de nosotros los bibliotecarios.

Así las cosas, los currículos de formación para los bibliotecarios clínicos han experimentado cambios dirigidos a actualizar las competencias necesarias ante las nuevas exigencias derivadas de los cambios en la práctica clínica. Necesitamos informacionistas, un nuevo escalón, desde el punto vista cualitativo, en la rápida evolución sufrida por el bibliotecario clínico, una creación apenas nacida en la década de los años ochenta. Pero, ¿qué es un informacionista?

Un informacionista, según sus creadores es un bibliotecario clínico con una sólida formación bibliotecaria, capaz de identificar, seleccionar, analizar y sintetizar información médica según las tendencias actuales, pero, que a la vez, posee una comprensión profunda del área del conocimiento a la que sirve. Para esto, debe dominar un núcleo básico de conceptos médicos, los principios de la epidemiología clínica, la bioestadística, la evaluación crítica de la literatura científica y la gerencia de la información.2

Esta formación, acompañada de una actividad intelectualmente más exigente, constituye una oportunidad excelente para un avance y un cambio de imagen profesional.

Hasta el momento, hemos abordado fundamentalmente una primera transformación, la que tiene lugar actualmente como respuesta a la necesidad de cambios en la formación y en el desempeño de los bibliotecarios clínicos para responder a la adopción de nuevo paradigma de la práctica clínica –que seguramente pronto enfrentaría nuevos y más profundos cambios- pero el objetivo de esta contribución, se centra en un segundo cambio, esbozado antes, y es la introducción de una bibliotecología basada en la evidencia, consecuencia de la extensión del movimiento por la evidencia y, en especial, del paradigma clínico al campo biblioteco-informativo.

Como se ha podido apreciar, se trata en todos los casos de una práctica basada en la evidencia. Cada sector de la actividad en una sociedad tiene una parte práctica y otra teórica –pueden aparecer entremezclados en ciertos sectores. Esto se cumple muy bien en las especialidades clínicas donde cada disciplina presenta una mayor o menor proporción de una u otra parte y también en el campo de las ciencias del complejo bibliológico-informacional, en el cual unas disciplinas sustentan la teoría, otras la práctica y algunas ambas.

Tal vez, para precisar nuestro objeto de estudio a los lectores en Cuba, debamos recurrir a un término casi en desuso -por la desaparición de nuestra admirada escuela soviética de información-: el de “actividad científico-informativa”. Este término como el de “clínica” sirve para designar la actividad médico-práctica, que indicaba la actividad práctica en el campo biblioteco-informativo. Entonces, se tratará a continuación de una actividad biblioteco-informativa basada en la evidencia (ABIBE)- tal vez debería expresarse “en pruebas”, porque evidencia no significa lo mismo en inglés y en español. Es evidente que encontrar un término en español que se avenga mejor desde el punto de vista fónico al concepto que el inglés (evidence) será algo difícil pero lo importante es que nuestros lectores se sitúen bien en el objeto de estudio que abordaremos.

Algo sí ha quedado claro: la evidencia, en la medicina y en la actividad biblioteco-informativa, busca sustentar científicamente la práctica de una profesión y de una ciencia, busca establecer el nexo necesario, y muchas veces perdido, entre el campo de la investigación y la práctica.

La actividad biblioteco-informativa se produce sobre la base de un ciclo -habitualmente llamado de la información-, que comprende el estudio de los usuarios, sus necesidades y las del entorno, la identificación, evaluación, selección y adquisición, la organización (procesamiento), el almacenamiento, la búsqueda y recuperación, y el suministro de los documentos y la información -entrega y respectiva retroalimentación- a los usuarios. Como es lógico, cada fase del ciclo debe buscar realizar su actividad sobre la base de métodos, procedimientos, tecnologías y estrategias probadas que aseguren su ejecución de la mejor forma posible según las condiciones particulares de la entidad.

La actividad biblioteco-informativa basada en la evidencia

Este tipo de actividad (ABIBE) constituye una filosofía de trabajo que busca basar toda la actividad de una institución de información en las mejores prácticas científicamente probadas, que son útiles a las condiciones, objetos y objetivos de la entidad. Es una filosofía de la calidad que enfatiza en el valor de la búsqueda de la información y en la investigación para mejorar la práctica en cualquier campo. Estimula la búsqueda de información y la investigación, cuando son necesarias, e introduce en cada fase del ciclo, experiencias y resultados, cuya efectividad se ha probado para determinados objetos y objetivos en condiciones similares. Sobresale, por tanto, la importancia de la investigación para mejorar la calidad de la práctica, por eso, se engrana consistentemente con la filosofía de la calidad. Insta al cuestionamiento, a preguntarse por qué, a determinar la consistencia y el nivel de solidez científica que presentan las bases y principios sobre los que se sustenta una actividad.

Como consecuencia, contribuye significativamente a la profesionalización de una actividad –arte y ciencia- que por siglos fue eminentemente empírica; imagen que aún prevalece. Ofrece entonces, un camino para la realización científica de la actividad biblioteco-informativa y puede convertirse en un factor de éxito esencial para el desarrollo y organización de la investigación y de la práctica en cualquier disciplina científica.

Retos de una ABIBE

La ABIBE adopta sus características esenciales de la práctica clínica basada en la evidencia. Su herramienta de investigación más poderosa es el ensayo aleatorio controlado. En la medicina clínica, este método se emplea para determinar relaciones causales con un mínimo de sesgos. La integración de los resultados de múltiples ensayos aleatorios controlados realizados con poblaciones similares conduce a la obtención de un máximo de evidencia para una cuestión clínica determinada. La ABIBE busca adaptar al campo bibliotecario los diseños de investigación rigurosamente probados en el campo de la salud, particularmente en la medicina clínica.1

Sin embargo, hasta muy recientemente, la actividad bibliotecaria en el sector de la salud se desarrolló bajo la influencia de los diseños de investigación propuestos por las ciencias sociales, del comportamiento y de la administración, donde el ensayo aleatorio controlado se emplea poco. Otros enfoques teóricos, propios de la filosofía y la historia han influido también en el campo bibliotecario.1

Un ejercicio de ABIBE comenzaría con una interrogante, probablemente sobre el servicio bibliotecario, la colección, la comunidad de usuarios o una biblioteca determinada. Después de este primer paso, la formulación de una interrogante específica, clara y que sea posible responder con precisión, el bibliotecario procede a identificar las evidencias locales y las restricciones sobre los tipos de estudios que han de recolectarse.4

La evidencia a recolectar por excelencia, según los postulados de la clínica basada en la evidencia serían los ensayos aleatorios controlados, que muestren la efectividad del servicio bibliotecario –o la adecuación de la colección-, pero estos son clases de estudios sumamente raros en la investigación bibliotecaria. Y si rara es su frecuencia de aparición más raro es que no exista esta clase de estudios en este campo, cuando es un método por excelencia para la investigación causal –¿por qué?-, para explicar, y explicar constituye el centro esencial de la investigación científica; tal vez si existieran más ensayos de esta clase, tantos no se cuestionarían si la actividad bibliotecaria es una ciencia. Asimismo sucede con las revisiones sistemáticas.

Debido a la carencia actual de ensayos aleatorios controlados y de estudios sistemáticos en el campo de la actividad bibliotecaria, puede ser difícil de aplicar estrictamente un modelo como el que se utiliza en la práctica clínica en el campo bibliotecario.

Aunque estén ausentes los referidos ensayos y las revisiones, cualquier investigación que se pueda generalizar, por haberse realizado adecuadamente puede considerarse como aceptable, si posee cierto nivel de evidencia.5 Los estudios que emplean controles para reducir los efectos de los sesgos locales son más recomendables que los estudios orientados hacia las actividades de una biblioteca particular.1

Tal vez, esto se constituya en otro problema; la investigación bibliotecaria se caracteriza frecuentemente por el aislamiento y la fragmentación, por la localidad de los resultados y por la imposibilidad de extrapolar los resultados de los estudios realizados de un sitio a otro. Además, abundan los estudios descriptivos y cualitativos, escasean las evaluaciones de efectividad y los estudios cuantitativos para responder a muchos “porqués” de la actividad. Tampoco abundan los estudios multi-institucionales, ni los colectivos en los sistemas regionales o sectoriales de bibliotecas, en los que cada una aporte sus datos.

No existen muchos ensayos aleatorios controlados realizados que demuestren la efectividad de una intervención en la actividad biblioteco-informativa.

En general, existen pocos tipos de servicios bibliotecarios que dispongan de la cantidad de estudios publicados necesarios como para permitir una combinación que produzca evidencias útiles y significativas.4

Y puede que algunos se pregunten a estas alturas: ¿por qué no existe en el campo bibliotecario un cuerpo de literatura fuerte como en la medicina? En el campo de la medicina, existen médicos prácticos e investigadores. Ambos grupos contribuyen al cuerpo de la investigación, si los médicos prácticos se encuentran muy ocupados como para escribir, la producción se mantiene a un ritmo aceptable. En las bibliotecas, sin embargo, el radio de bibliotecarios/investigadores bibliotecarios es muy diferente. Los investigadores dedicados completamente a la investigación escasean y muy pocos bibliotecarios contribuyen significativamente al cuerpo de la literatura. Son entonces pocos los contribuyentes y las contribuciones. Sin la existencia de un gran número de bibliotecarios que contribuyan a la investigación, el cuerpo de la investigación será insuficiente como para posibilitar una bibliotecología basada en la evidencia.4

El proceso continua con el análisis de los estudios recopilados. Idealmente, se combinan los resultados de cierto número de estudios realizados en forma similar para producir evidencias.1,4

Tal vez, en la integración de los resultados, radique uno de los retos fundamentales de un modelo de acción basado en la evidencia para la medicina y mucho más para la actividad bibliotecaria; la normalización de la intervención es un factor crítico, porque, debido a las diferencias de recursos, poblaciones, políticas, en los establecimientos de salud y de información, aun para poblaciones similares, las intervenciones pueden ser distintas. Esto constituye un reto formidable para combinar resultados de estudios diferentes.

Además, debe recordarse que un principio clínico dice muy sabiamente: “hay enfermos, no enfermedades”; y pudiéramos extrapolar: “hay usuarios, no necesidades”.

Otro problema es que los resultados de los estudios, a menudo, se expresan en forma de agregados; ocasionalmente, los datos originales se encuentran disponibles pero frecuentemente solo puede accederse a los resultados en forma de agregados. Cuando se accede a los resultados de estudios realizados en diferentes bibliotecas, si estos son agregados, que se crearon por medio de métodos estadísticos diferentes, su combinación podría resultar difícil, imposible o inútil. Idealmente, quienes escriben estos informes de investigación pueden proveer los datos originales. En realidad esto no sucede a menudo. Algunos investigadores prefieren retenerlos, debido al tiempo y esfuerzo que emplearon en recolectarlos, el temor al escrutinio público o a ciertas razones de privacidad, entre otras causas.4

Normalizar los modelos, los medios, los métodos y medidas para evaluar la efectividad de los servicios bibliotecarios se constituye en una prioridad ante un enfoque de trabajo orientado a la evidencia. Sin ella, es imposible agregar, o construir resultados colectivos.

Puede afirmarse entonces que el cuerpo de investigación necesaria para una ABIBE confiable no es lo suficientemente fuerte en la actualidad.

La minería de datos

Como se refirió, el estado actual de la investigación bibliotecaria constituye un reto para reunir evidencias verdaderas. Sin embargo, a partir del empleo de estándares comunes para la recolección de datos, las bibliotecas pueden trabajar juntas para construir almacenes de datos compartidos que permitan realizar investigaciones para potenciar la toma de decisiones.4 Se trata de un proceso de minería de datos aplicable en las bibliotecas.

La minería bibliotecaria de datos es la combinación del almacenamiento de datos (data warehousing); la minería de datos y las técnicas métricas para comprender los servicios bibliotecarios –y la dinámica de las colecciones. La minería de datos se inicia con la recolección de datos de diferentes fuentes: sistemas bibliotecarios automatizados, fuentes de información demográficas, registros de los servidores o sistemas de préstamo entre bibliotecarios. El almacén de datos provee un recurso para el hallazgo de evidencias a partir de la realización de diferentes exploraciones y estudios. Los datos pueden interconectarse, por ejemplo, por medio del número de identificación del usuario.5

En el proceso de minería de datos, la interrogante sobre los usuarios, el servicio o los recursos, guía la recolección de los datos, posibilita identificar cuáles son útiles y los límites para su procesamiento. La información obtenida le permite al investigador determinar qué otras evidencias necesita. El investigador reúne datos adicionales y los integra con los disponibles en el almacén de datos. Las técnicas que ofrecen la estadística, la minería de datos y las técnicas métricas posibilitan descubrir patrones de comportamiento en los datos. Estos patrones proveen evidencias para la toma de decisiones y para nuevas exploraciones.4

La idea es crear un almacén de datos común para varias bibliotecas, un grupo o un sistema de ellas. Esto permite que una biblioteca examine los datos recolectados por las demás o explorar todo el conjunto. Este almacén múltiple de datos es un medio de incalculable valor para responder distintas interrogantes propias de la actividad bibliotecaria. El uso de los datos almacenados por bibliotecas con poblaciones similares puede proveer a una biblioteca de las evidencias necesarias para una toma de decisiones correcta. Sin embargo, crear este almacén colectivo de datos puede ser un gran reto, debido a que con frecuencia, las bibliotecas utilizan diferentes sistemas automatizados, servidores y sistemas de recolección de datos.4

La creación y empleo de estándares similares para los servicios bibliotecarios propicia la creación de redes para compartir información para la toma de decisiones y el desarrollo. Estos estándares aún no existen. Actualmente, es improbable que las bibliotecas puedan compartir sus almacenes de datos, por la ausencia o escasez de estándares para su creación, manejo y uso.4

Las posibilidades de realizar exploraciones en los almacenes de datos de las bibliotecas, y, por tanto, de tomar decisiones sobre la base de evidencias, se reduce sin la posibilidad de combinar datos: vuelve a ser objetivo de orden la estandarización como lo fue para el hardware y el software cuando se inició el trabajo de las redes automatizadas. La posibilidad de compartir datos sobre la base de un formato común es esencial para la minería de datos; sin un estándar es imposible agregar y crear evidencias.4

En este sentido, Internet puede tener una influencia positiva al facilitar el uso de colecciones y servicios comunes, aunque las diferencias entre instituciones e individuos continuarán: presupuesto para adquirir suscripciones en línea, acceso a la red, etcétera.

La minería de datos aplicada a la investigación bibliotecaria puede ayudar a suplir, en cierta medida, la carencia de una base sólida de investigaciones originales que sustente la introducción de una ABIBE. En lugar de comenzar con los informes de investigación, se comienza con los datos originales. A partir de ellos, es posible crear entonces informes de investigación originales agregables. Su empleo puede sustentar la realización de investigaciones o ensayos amplios que se puedan generalizar, agregar y revisar sistemáticamente.4

Aunque la herramienta utilizada para recolectar datos para sustentar la toma de decisiones en la actividad biblioteco-informativa es diferente a las utilizadas por la práctica clínica basada en la evidencia, los resultados pueden ser más potentes y flexibles que los que puede generar actualmente una sistematización de los estudios existentes sobre la efectividad de una intervención bibliotecaria con el propósito de responder ciertas cuestiones inherentes a la actividad bibliotecaria.4

Cuando existen medios automáticos para la captura de datos, es posible recolectar los datos de un conjunto más completo de usuarios. Así se eliminan los sesgos que introduce el agregado de los resultados de diferentes estudios. Muchas veces, los autores seleccionan un método para agregar los datos que los provea de la mejor evidencia posible para justificar sus argumentos. Todos los métodos de agregación generan sesgos, pero contar con los datos originales permite manejarlos más apropiadamente.4

Los almacenes de datos, si disponen de los datos necesarios, también, favorecen la ejecución de un análisis rápido para la toma de decisiones. Tal vez, la desventaja fundamental de esta opción es la carencia de patrones comunes para la integración de datos procedentes de distintos almacenes.4

Incluso, hasta cuando existan informes de investigación que suministren las evidencias que se buscan para responder a cierta interrogante en el campo bibliotecario, el uso de los datos disponibles en los almacenes puede ser muy útil. La práctica de una ABIBE necesita considerar, tanto los estudios previos como los datos recolectados durante la operación de los servicios de la biblioteca con vistas a una toma de decisiones mejor fundamentada.4

Un reto para los bibliotecarios es hallar el tiempo necesario para recolectar y analizar los datos. La minería de datos asiste al bibliotecario en la realización de investigaciones en un corto período de tiempo. Esta opción posibilita aumentar el número de proyectos de investigación y, por tanto, el número de publicaciones para potenciar una ABIBE. No solo constituye una alternativa a una ABIBE con vistas a una toma de decisiones mejor fundamentada, sino que potencia su aplicación a corto plazo a partir del incremento del cuerpo de la literatura necesario para permitir su introducción en su forma original. La ABIBE y la minería bibliotecaria de datos se complementan para facilitar a los administradores y gerentes de las bibliotecas las evidencias necesarias para una toma de decisiones certera.4

Las evidencias

El área de aplicación de la ABIBE es la práctica; por eso, se excluyen de las evidencias todos aquellos estudios cuyo objetivo no sea la evaluación de la efectividad de una intervención –la adquisición de una revista, el arrendamiento de una base de datos, la introducción de un software , la prestación de un servicio, etc.- en la práctica bibliotecaria o de información. Quedan fuera, por tanto, los resultados de la investigación teórica, del la innovación-desarrollo, entre otros. Los resultados de estas investigaciones se introducen en la práctica bibliotecaria en la medida en que encuentran espacio para su aplicación, y todos finalmente se orientan a la elevación de la efectividad del servicio. Los diseños de investigación considerados, por tanto, corresponden solo a los tipos de estudios que se realizan en esta esfera; los niveles de evidencias se corresponden, asimismo, con la solidez de los diseños de investigación utilizados.

Cuanto mayor sea la probabilidad de la adecuación de los resultados de un estudio a la realidad y menores sean las probabilidades de introducción de sesgos -que distorsionen esa realidad- mejor será el diseño de investigación utilizado. Cuanto mejor sea el diseño y su aplicación mejor será la evidencia generada bien para su sistematización o para iniciar nuevos trabajos relacionados con el tema.

Cuanto mayor sea la solidez metodológica de un estudio y el nivel de confianza de sus resultados, mayor será su nivel en la escala que valora las evidencias. Las evidencias en los niveles más altos se recopilan por medio de la sistematización e integración de los resultados de los informes de investigaciones originales orientados a la práctica; por eso, sin una investigación original fuerte es imposible generar altos niveles de evidencias. En la búsqueda de niveles más altos de evidencias no se trabaja directamente con las intervenciones, sino sobre la base de los informes realizados a partir de los resultados de esas intervenciones en organizaciones o en ambientes cuyas condiciones son similares, y sus objetivos también afines.

La calidad del diseño de investigación y la rigurosidad de su aplicación es decisiva para alcanzar un alto grado de evidencia hasta el punto en que un estudio con estas características puede desplazar a otro con una población mucho mayor, pero con un diseño y una ejecución pobres.

Según se refirió anteriormente, existe una manifiesta carencia de estudios causales y valorativos en el campo de la actividad biblioteco-informativa; sin embargo, abundan los estudios descriptivos como los análisis métricos, capaces de representar ciertos patrones de comportamiento en la actividad bibliotecaria, muy útiles para gestionar correctamente un servicio o una colección.

Las características de la investigación en la práctica bibliotecaria, con patrones muy diferentes a los que presenta la investigación clínica, sin dudas, crea la necesidad de realizar ciertos ajustes al modelo de la práctica clínica basada en la evidencia antes de su introducción en el contexto actual de la práctica bibliotecaria mientras se logra un mejoramiento de la calidad de la investigación en esta esfera, algo que es obviamente incierto, debido a las características históricas que ha mostrado su comportamiento.

Esto no quiere decir que sea imposible cambiar esta situación pero costará mucho esfuerzo. Acercarse -no quiere decir igualar, porque la práctica clínica difiere con mucho de la práctica bibliotecaria-, a un modelo de trabajo como el propuesto por la ABIBE es una formidable oportunidad para sentar sobre bases científicas una disciplina con un comportamiento histórico empírico y para “organizar el caos” que frecuentemente caracteriza a la casa intelectual de las ciencias bibliotecarias.

Tal vez, será necesario cambiar los diseños de investigación utilizados regularmente, los tipos de estudios más frecuentes, mejorar el uso de las estadísticas, estandarizar la recolección de datos, los modelos y medidas de evaluación, establecer la fuerza real de cada diseño de investigación utilizado… con vistas a poder determinar la firmeza, la solidez, la consistencia, la confiabilidad de la información que empleamos para la toma de las decisiones inherentes a la práctica bibliotecaria cotidiana.

Un primer paso en este sentido, es la realización de un inventario sobre los diseños utilizados con mayor frecuencia para la investigación práctica, de la tipología de la investigación en esta área del conocimiento, con el objetivo de crear una tabla de niveles de evidencias, organizados de mayor a menor, según la fuerza o solidez de la metodología empleada, útil para clasificar las evidencias disponibles actualmente en la literatura de la rama. Son múltiples los tipos y diseños de estudios empleados en la investigación de la práctica bibliotecaria, la mayor parte de ellos, procedentes de las ciencias sociales, del comportamiento, etcétera.

Y, tal vez, esta clasificación no se asemeje a las propuestas por la práctica clínica basada en la evidencia, porque indudablemente existen notables diferencias entre una esfera de la investigación y la otra.

En el campo bibliotecario práctico, existen muchas clases de estudios y muchos criterios para clasificarlos: estudios de observación, de explicación, de innovación y desarrollo, de opinión, de mercado, teóricos, de evaluación, económicos (costo, eficacia, costo-efectividad), etcétera.

En una tabla de clasificación como la indicada, se excluirán todos aquellos estudios cuyo objetivo central no fuera la evaluación de la efectividad de una intervención en la práctica bibliotecaria. Con eso, quedaría fuera la mayor parte de la literatura generada en este campo. Los estudios cualitativos, sin controles, no extrapolables, ocuparían los niveles más bajos de evidencia. Los estudios cuantitativos, con controles, extrapolables, que evalúan los resultados de una intervención se ubicarían en los niveles medios. Las sistematizaciones, realizadas, según las recomendaciones actuales ocuparían los niveles más altos; las revisiones tradicionales hechas en forma narrativa, se integrarían al nivel de los estudios cualitativos, entre los últimos.

Ahora bien, debido al estado actual de la investigación en la práctica bibliotecaria, la mayor parte de los estudios aparecerán en el último nivel y su número descenderá geométricamente -y no progresivamente- en la medida en que se ascienda por la pirámide de los niveles de evidencia.

Los estudios que describen comportamiento son comunes en todo el ciclo de la actividad científico-informativa. Los explicativos –que buscan causas- son más frecuentes en la fase de recuperación y de entrega. Y los de evaluación, en las fases de procesamiento, recuperación y entrega.

Los estudios descriptivos, causales y evaluativos también pueden ser cualitativos y cuantitativos.

Los estudios descriptivos pueden ser cualitativos, cuantitativos y cuanti-cualitativos: informes estadísticos, análisis métricos, estudios de necesidades. Los estudios cuantitativo-cualitativos incluyen el análisis de los expertos sobre las posibles causas del fenómeno que describe el estudio. Precisamente, una de las debilidades más frecuentes de los estudios métricos –de productividad, de frecuencia de procesamiento, de citas, etc.- es la presentación de un fenómeno sin una explicación probablemente cierta de sus causas.

Los estudios explicativos, que buscan causas, son infrecuentes, sobre todo, en el orden cuantitativo.

Los estudios de efectividad son más frecuentes que los de costo efectividad.

Algo que deberá volverse un hábito entre los autores, y una exigencia entre los árbitros y editores en el campo de la información, será la presencia -en estudios que propongan nuevas intervenciones- de los elementos necesarios para que el lector pueda discernir acerca del valor, y de la efectividad de la intervención sugerida.

Tal vez una interrogante en el aire sea: ¿es posible aprovechar de alguna forma todo el resto de los estudios realizados y por realizar en el campo bibliotecario que no se ajusten a los parámetros establecidos con vistas a crear evidencia para valorar la práctica bibliotecaria? Otra pudiera ser: ¿cómo introducir los estudios descriptivo-cuantitativos, como los estudios métricos, los estudios de necesidades y otros similares en la evaluación de la práctica bibliotecaria?

Son muchas más las interrogantes, pero ellas no deben debilitar el esfuerzo por adoptar una ABIBE.

Consideraciones finales

La limitación actual más importante para la aplicación de una ABIBE es la carencia de artículos de investigación apropiados, desarrollados en forma similar, como para posibilitar su combinación con vistas a crear evidencias fuertes para la toma de decisiones en la actividad biblioteco-informativa.

Este hecho conduce necesariamente a un tema esencial: si se desea lograr una ABIBE en el campo bibliotecario, es necesario rediseñar, fortalecer y orientar la investigación original en la esfera práctica de forma que esta resulte útil a los efectos del nuevo modelo de acción. Sin dudas, la introducción de una ABIBE transformará en forma decisiva la investigación para la práctica en el campo bibliotecario.

Con una reorientación de la investigación, sus bases metodológicas y el tiempo podrá contarse en el campo bibliotecario con una base de evidencias más apropiada.

Mientras, será necesario desarrollar herramientas metodológicas alternativas que estimulen tanto la investigación original como la introducción de una ABIBE.

Debido a las diferencias existentes entre los patrones de la investigación clínica y bibliotecaria, la introducción de una ABIBE deberá adecuarse a las características de un entorno diferente sin perder su valor.

Referencias bibliográficas

1. Jonathan D. Eldredge. Evidence-based librarianship: an overview. Bull Med Libr Assoc 2000;88(4):289-302. Disponible en: http://www.pubmedcentral.nih.gov/articlerender.fcgi?artid=35250 [Consultado: 23 de agosto del 2006].

2. Davidoff F, Florance V. The informationist: a new health profession? Ann Intern Med. 2000; 132 ( 12 ):996-8. Disponible en: http://www.annals.org/cgi/reprint/132/12/996.pdf#search=%22The%20informationist%3A%20a%20new%20health%20profession%3F%20%22 [Consultado: 23 de agosto del 2006].

3. 3rd International Evidence Based Librarianship Conference. Disponible en: http://conferences.alia.org.au/ebl2005/ [Consultado: 23 de agosto del 2006].

4. Nicholson S. Approaching librarianship from the data: Using Bibliomining for evidence-based librarianship. Library Hi-Tech 24(3). Disponible en: http://64.233.161.104/search?q=cache:gwfyKQaDUGAJ:bibliomining.com/nicholson/nicholsonpdfs/approach.pdf+Approaching+librarianship+from+the+data:+Using+Bibliomining+for+evidence-based+librarianship.&hl=es&gl=cu&ct=clnk&cd=1 [Consultado: 23 de agosto del 2006].

5. Sackett DL., Rosenberg WM, Gray JA, Haynes RB, Richardson WS. Evidence based medicine: what it is and what it isn't. British Medical Journal. 1996;312 (7023):71-2. Disponible en: http://www.cebm.net/ebm_is_isnt.asp [Consultado: 23 de agosto del 2006].

Recibido: 29 de agosto del 2006. Aprobado: 5de septiembre del 2006.
Lic. Rubén Cañedo Andalia. Red Telemática de Salud en Cuba (Infomed). Centro Nacional de Información de Ciencias Médicas-Infomed. Calle 27 No. 110 entre N y M, El Vedado, Plaza de la Revolución, Ciudad de La Habana, Cuba. Correo electrónico: ruben@infomed.sld.cu

1Licenciado en Información Científico-Técnica y Bibliotecología. Centro Nacional de Información de Ciencias Médicas-Infomed.

Ficha de procesamiento

Términos sugeridos para la indización

Según DeCS1

BIBLIOTECOLOGÍA; CIENCIA DE LA INFORMACIÓN; TEORÍA DE LA INFORMACIÓN; MEDICINA BASADA EN EVIDENCIA; INVESTIGACIÓN.

LIBRARY SCIENCE; INFORMATION SCIENCE; INFORMATION THEORY; EVIDENCE-BASED MEDICINE; RESEARCH.

Según DeCI2

BIBLIOTECOLOGÍA; CIENCIA DE LA INFORMACIÓN; TEORÍA DE LA INFORMACIÓN; INVESTIGACIÓN.

LIBRARY SCIENCE; INFORMATION SCIENCE; INFORMATION THEORY; RESEARCH.

1BIREME. Descriptores en Ciencias de la Salud (DeCS). Sao Paulo: BIREME, 2004.

Disponible en: http://decs.bvs.br/E/homepagee.htm

2Díaz del Campo S. Propuesta de términos para la indización en Ciencias de la Información. Descriptores en Ciencias de la Información (DeCI). Disponible en: http://cis.sld.cu/E/tesauro.pdf