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ACIMED

versión impresa ISSN 1024-9435

ACIMED v.15 n.1 Ciudad de La Habana ene. 2007

 

Artículos

La literatura bibliológica-informativa en Cuba. Parte I. Reflexión histórica1

MSc. Nuria Esther Pérez Matos*

Resumen

La producción literaria en Cuba en el ámbito bibliológico informativo se ha investigado en diversos trabajos a partir del estudio de las principales publicaciones que la representa o de flujos documentales especializados en el tema. Se investiga, a partir de la mayor muestra compilada hasta el momento de dicha literatura, las diversas etapas por las que ella ha transitado durante todo el siglo XX y se exponen para cada una de ellas, las condiciones sociales, históricas y económicas que han interactuado en la formación y consolidación de esta literatura en Cuba. En esta primera parte, se realiza un estudio histórico de los principales factores que incidieron en la actividad bibliotecaria en Cuba desde sus inicios y que condicionaron la aparición de la literatura que la representa, incluida la formación del profesional y los eventos.

Palabras clave: Literatura bibliológico - informativa, publicaciones, ciencia bibliotecaria, historia, Cuba

Abstract

The literary production in Cuba in the environment informative-librarian has investigated in diverse works through the study of the main publications that represents it or of documental flows specialized in the topic. The present work investigates starting from the biggest sample compiled until the moment of this literature, the diverse stages in that it has walked during the whole XX century characterizing for each one of them the social, historical and economic conditions that have participated in the formation and consolidation of this literature in Cuba . In this first part I expose a historical study of the main factors that they impacted in the activity librarian in Cuba from their beginnings and that they are elements in the appearance of this literature.

Key words: Literature bibliological informative, publications, Library Science, History , Cuba .

Copyright: © ECIMED. Contribución de acceso abierto, distribuida bajo los términos de la Licencia Creative Commons Reconocimiento-No Comercial-Compartir Igual 2.0, que permite consultar, reproducir, distribuir, comunicar públicamente y utilizar los resultados del trabajo en la práctica, así como todos sus derivados, sin propósitos comerciales y con licencia idéntica, siempre que se cite adecuadamente el autor o los autores y su fuente original.

Cita (Vancouver): Pérez Matos NE. La literatura bibliológica-informativa en Cuba. Parte I. Reflexión
histórica. Acimed 2007;15(1). Disponible en: http://bvs.sld.cu/revistas/aci/vol15_1_07/
aci03107.htm
[Consultado: día/mes/año].

La nueva era de la información y del conocimiento, con los correspondientes cambios tecnológicos en el mundo de las comunicaciones, impone un estudio del comportamiento de las disciplinas que se ocupan de estudiar la transferencia de información y sus instituciones.

El presente estudio se realiza ante la necesidad de compilar la literatura de las diferentes disciplinas informativas en Cuba, debido al grado de dispersión en que se encuentran. Incluye, además de trabajos bibliotecológicos, los correspondientes a otras disciplinas específicas del sistema de conocimientos bibliológico-informativos, propuestos por Setién y Gorbea: la Bibliografía y la Ciencia de la Información.

La Biblioteca Nacional José Martí, como miembro del proyecto internacional INFOBILA, se dio a la tarea de responder a esta necesidad y con el uso de dicha base, los manuales de usuarios de la base y su Tesauro Latinoamericano en Ciencia bibliotecológica y de la información (TELACIBIN), utilizado para indizar la documentación, compiló la literatura necesaria e investigó el flujo documental de forma mucho más completa que en los intentos anteriores, con vistas a obtener resultados concretos que contribuyan al perfeccionamiento y desarrollo de estas ciencias en Cuba.

La base de datos cubana compila los artículos aparecidos en las revistas especializadas incluida la Revista de la Biblioteca Nacional José Martí, por ser interés específico de la institución; registra los libros publicados en Cuba sobre la temática, las ponencias de una muestra de eventos y los trabajos que se desprenden de la formación profesional como los diplomas de los estudios superiores, las tesis de maestría y doctorado, así como los proyectos de grado e informes de la práctica preprofesional de la Escuela Nacional de Técnicos de Biblioteca.

La investigación realiza un recuento histórico de los antecedentes que existieron en la formación y creación de esta literatura desde el siglo xviii y concluye con un estudio bibliométrico del comportamiento cronológico, tipológico y temático del contenido de las diferentes disciplinas, para el que tomó como punto de partida, la información contenida en la base de datos correspondiente al siglo xx . El presente artículo constituye la primera parte de la investigación.

Antecedentes para una definición

En Cuba, desde la primera noticia conocida por medio de un testamento del presbítero don Nicolás Estévez Borges en 1665, sobre su biblioteca privada, hasta la actualidad, el estudio de estas instituciones y el trabajo desplegado por ellas, así como la literatura que se desprende de la disciplina que le es propia, fueron investigadas y compiladas por diversos historiadores, bibliotecarios y especialistas.

La primera inquietud que existió por compilar esta literatura especializada se enmarca en el proyecto latinoamericano sobre la literatura bibliotecológica, formulado en 1947, por la Primera Asamblea de Bibliotecarios de América, reunida en Washington del 12 de mayo al 6 de junio. Para ello, se estructuró un Comité de Bibliografía Bibliotecológica Latinoamericana, integrado por un representante de cada país, que en el caso de Cuba, fue Fermín Peraza. Es así como surge la Bibliografía bibliotecológica cubana de 1948 a 1955 del propio Peraza y Elena Vérez.

No se conocen otros intentos en el plano nacional ni internacional de reanudar estos esfuerzos hasta 1985 en que la Biblioteca del Centro Universitario de Investigaciones Bibliotecológicas (CUIB), de la Universidad Nacional Autónoma de México, decide compilar la literatura especializada en bibliotecología, información y archivonomía producida en América Latina. y sobre ella Así surgió la base de datos INFOBILA (Información y Bibliotecología Latinoamericana) que se da a conocer como proyecto en el Segundo Coloquio sobre Automatización de las Bibliotecas, efectuado en la Ciudad de México en 1986 y su presentación formal se realizó en las XVII Jornadas Mexicanas de Biblioteconomía celebradas ese mismo año en la ciudad de Puebla.

Por otra parte, se encuentran trabajos precedentes en la investigación de la literatura bibliotecológica cubana. El propio Setién, junto con los especialistas Víctor Manuel García y Marta Llorente, presentaron conclusiones al respecto en su artículo titulado Bibliotecología Cubana y actividad científico-informativa en el que analizaron el comportamiento de la literatura bibliotecológica en publicaciones periódicas especializadas y en ponencias expuestas en eventos profesionales, a partir de las cinco disciplinas clásicas de la bibliotecología socialista: Bibliotecología general, Fondo bibliotecario, Servicios bibliotecarios, Trabajo con los lectores y Organización de bibliotecas.1 Margarita León en su artículo: Las revistas bibliotecológicas en Cuba retoma el tema en la década de los años 90 con dos revistas de la época, Bibliotecas y Ciencias de la Información, sobre la base de las cinco especialidades estudiadas previamente.2 Existen también trabajos de diploma que compilaron y estudiaron el comportamiento de la literatura bibliotecológica en los libros ( Vega Hernández C. La bibliotecología en Cuba en los fondos de la Biblioteca Nacional José Martí. [Tesis para optar por el título de Licenciado en Bibliotecología y Ciencias de la Información] La Habana: Facultad de Comunicación. Universidad de La Habana; 1999).

Las instituciones que atesoran los materiales literarios, independientemente del tipo de literatura que sea, son las bibliotecas. Si bien es cierto que estas instituciones milenarias, desde la antigüedad, son depositarias del acervo literario mundial y que hoy tienen funciones muy diversas a las de hace tan sólo medio siglo atrás, las bibliotecas han desarrollado una actividad interna que, a pesar de tener tantos años de labor, no generó una literatura bibliotecológica hasta la aparición de la ciencia y el inicio de los tratamientos teóricos de lo que hasta el momento era simplemente actividad bibliotecaria. Valenzuela plantea que el primero en nombrar la ciencia de la biblioteca fue el ex benedictino alemán M. Schrettinger, a comienzos del siglo XIX, quien la denominó Bibliothekswissenschaft. Su obra se publicó en 1808 y tuvo una segunda edición en 1829. Su mérito estribó en conferir categoría y estructura científica a lo que hasta entonces era un conjunto de conocimientos sobre la actividad bibliotecaria.

La literatura bibliotecológica no es más que los escritos, sean académicos o científicos, sobre bibliotecología. Actualmente, la evolución que presentan las ciencias que se ocupan del tratamiento informativo, ubicadas en el centro de una profunda revolución tecnológica, que ha creado una incipiente cultura digital –y la aparición de la denominada sociedad de la información- y las nuevas funciones que desempeña al profesional de la información, han contribuido a la aparición de un marco teórico, conceptual diferente donde las disciplinas informativas, inmersas en este nuevo fenómeno, han ampliado su universo y esclarecido sus leyes, principios, objetos de estudio, actividades y estructura. Todo esto ha condicionado que no sólo se hable de literatura bibliotecológica como aquella referente a la actividad bibliotecaria sino de literatura bibliológico-informativa, donde se incluyen los escritos de las disciplinas que la componen, estas son: Archivología, Bibliotecología, Bibliografía y Ciencia de la Información.

La literatura bibliológico-informativa es, entonces, una literatura especializada en las disciplinas específicas del sistema bibliológico-informativo. Dicho sistema fue desarrollado en diversos trabajos por el Dr. Emilio Setién y otros autores. Una de las características de esta literatura, como sucede con gran parte de las ciencias en el mundo moderno, es que se genera fundamentalmente en documentos no publicados, sean ponencias, tesis, informes de investigación, etcétera. Existen igualmente revistas especializadas en el tema, muchas de ellas pertenecientes a bibliotecas, asociaciones o grupos profesionales y, en menor cantidad, libros.

La literatura bibliológico-informativa constituye la producción escrita como hecho social, no como escritura individual, de temas bibliotecarios, archivísticos, bibliográficos e informativos, que por abarcar estas disciplinas afines, es una literatura muy amplia que ha respondido a las condiciones sociales en que se desarrolla. Como toda literatura es una expresión de la conciencia social y sus rasgos distintivos no pueden aislarse de ese contexto sociocultural en que se produce. Es por eso que, para poder hablar de la literatura bibliológico-informativa cubana del siglo xx, es necesario remontarnos a las primeras instituciones de información en Cuba, al momento en que se institucionalizó la producción literaria en el país que, de hecho, es la causa más significativa del desarrollo de estas instituciones y de la actividad interna desplegada por ellas hasta llegar a la formación de la ciencia bibliotecaria y, posteriormente, al sistema bibliológico- informativo.

Inicios de la actividad informativa en Cuba

Históricamente, de modo universal, se reconoce una primera etapa del trabajo bibliotecario, denominada etapa erudita. En los tiempos de la Biblioteca de Alejandría, el bibliotecario erudito ordenaba los fondos documentales, destinados fundamentalmente a la conservación y a su consulta por los investigadores de la época. Este carácter erudito domina el trabajo bibliotecario hasta principios del siglo xix , cuando las transformaciones sociales y las tendencias democráticas llevaron al surgimiento de las bibliotecas públicas que, en su evolución, centraron especial interés en la atención al lector, por lo que se puede hablar del paso de la etapa erudita a la etapa de los servicios, aunque estos no faltaron, en forma reducida, en épocas anteriores.

Estudiar la fundación de las primeras instituciones informativas es de alguna manera vincularlas con la enseñanza, la comunicación, el papel del libro y la difusión de los conocimientos de manera general. Durante los dos primeros siglos de la colonia “ no se descubre en Cuba la menor traza de una institución de enseñanza ”.3 No obstante, en el siglo xvi e inicios del xvii la Iglesia tuvo una importancia fundamental en diversas esferas de la sociedad, fundamentalmente en la enseñanza. Los franciscanos, jesuitas y dominicos, como órdenes religiosas, centralizaban la enseñanza y controlaron la producción impresa: los libros.

Durante el transcurso del siglo xviii, se notaba en Cuba una incipiente actividad archivística y bibliotecaria, determinada principalmente por la creación de algunos archivos en distintas dependencias del gobierno integrados por las ordenanzas del propio gobierno, y por la existencia de escasísimas bibliotecas particulares en manos de los religiosos, con pocos volúmenes, en su totalidad extranjeros y de temas religiosos. Por otra parte, el movimiento editorial de la Isla brotaba con impresos en otros países de autores cubanos o de temas relacionados con Cuba. La obra bibliográfica de Trelles de los siglos xvii y xviii, asienta como primer libro de su trabajo, de Juan Aréchaga y Casas, la obra en latín titulada Disertaciones improvisadas sobre temas sacados a la suerte con motivo de cátedras en la Universidad Salmantina , de 1662. Del siglo xviii, enumera alrededor de catorce documentos que constituyen en su mayoría oraciones fúnebres, sermones o documentos históricos como el publicado por Diego Varona titulado Historia de las invasiones piráticas, especialmente de las de Morgan, de 1668, al que Trelles reconoce como el primer historiador cubano.4

Sin embargo, en este siglo, tuvieron lugar varios acontecimientos que marcaron la identidad nacional en el plano editorial y de la enseñanza. Se reconoce la introducción de la imprenta en Cuba, con la prueba del primer impreso en 1723 de la Tarifa general de precios de medicina, editada en La Habana por Carlos Habré. Con respecto a la introducción de la imprenta, existe diversidad de criterios entre los bibliógrafos e historiadores. El propio Trelles coincide con lo consignado por Bachiller y Morales de que la primera producción tipográfica de Cuba es el folleto de González Alamo. Trelles menciona al Dr. González Alamo como el primer fisiólogo que hubo en Cuba y uno de los primeros médicos cubanos. Enseñó Medicina en el Convento de San Juan de Letrán -, impreso en La Habana en 1707, y citado por Beristai, bibliógrafo mexicano.

Lamentablemente, dicho documento no se ha podido encontrar, su título es Disertación médica refiere que las carnes del cerdo son saludables en la isla de Barlovento. El impreso de la Tarifa general de precios no aparece asentado en la bibliografía de Trelles de la época. El propio Trelles hizo referencia también a la obra del bibliógrafo chileno José Toribio Medina, titulada La imprenta en La Habana (1707-1810), publicada en Santiago de Chile en 1904, que como sus años indican, reconoce al igual que otros bibliógrafos de la época, la aparición de la imprenta en Cuba a inicios del siglo xviii.

El impulso editorial y el nuevo movimiento bibliográfico que se observaba coinciden con la aparición de la primera publicación de índole literaria e informativa, el Papel Periódico de la Habana , fundado por el benemérito y gobernador Don Luis de las Casas el 24 de octubre de 1790. Cuando surgió esta publicación, se había editado ya el primer periódico de la Isla, la Gaceta de La Habana, que Trelles asentó en su bibliografía de los siglos xvii y xviii . Fue fundado por el Conde de Ricla en mayo de 1764 y salía los lunes con algunas noticias políticas, comerciales y varias disposiciones del gobierno.

Otros acontecimientos en el plano de la enseñanza en Cuba fueron la fundación de la Universidad de San Jerónimo de La Habana en 1728, la que indiscutiblemente, en sus quehaceres, tendría que auxiliarse de una biblioteca para cumplir los objetivos de la enseñanza, y la fundación del Seminario de San Carlos y San Ambrosio el 14 de agosto de 1763, que amplió la carrera netamente eclesiástica a otras materias científicas y humanísticas. Uno de los alumnos de este seminario fue el presbítero Félix Varela.

Cuba contaba hasta entonces con cuatro imprentas, una publicación periódica, la Universidad, el Seminario de San Carlos y cierta riqueza económica, debida al auge de los precios del azúcar en Europa a partir de 1755 y el crecimiento azucarero de fines del siglo XVIII. Todo esto trajo consigo el surgimiento de instituciones en las cuales se hablaban los problemas económicos relativos al comercio y la producción. Julio Le Riverend afirma que se trataba de instituciones renovadas y esta renovación se debió fundamentalmente al progreso ocurrido entre 1780 y 1795.5 Como algo novedoso, esas instituciones incluían la participación de los ciudadanos como particulares en su creación y su sostenimiento y formaron parte de ellas representantes de los nuevos grupos sociales más que los representantes de la aristocracia tradicional de la colonia. Las dos instituciones básicas en el aspecto económico surgidas en el siglo XVIII fueron la Real Sociedad Económica o Sociedad Económica de Amigos del País y el Real Consulado de Agricultura y Comercio de La Habana.

La Sociedad Económica de Amigos del País surgió después de un artículo aparecido en el Papel Periódico de La Habana el 4 de septiembre de 1791 y después, también, de una solicitud al Gobernador de las Casas al respecto. Sus intenciones eran la promoción del comercio, la agricultura, las industrias y la producción económica en general, además de la educación e instrucción de la juventud. En junio de 1793, inauguró su biblioteca, que es la primera biblioteca pública fundada en Cuba. Fue su primer director por breve tiempo José Arango, le sucedió Antonio Robredo, quien cedió su casa a la naciente biblioteca. Las primeras colecciones contenían setenta y siete volúmenes comprados con los fondos del Papel Periódico de La Habana y otros cedidos por Don Luis de las Casas . Inicialmente, los servicios se brindaron a los miembros de la Sociedad, y es en junio de 1794 cuando su presidente, el Capitán General Don Luis de las Casas propuso abrir las puertas de la biblioteca a toda persona interesada ( Martínez Gutiérrez K, Reyes León R . La Sociedad Económica de Amigos del País. Su incidencia en la Bibliotecología Cubana. [Tesis para optar por el título de Licenciado en Bibliotecología y Ciencias de la Información] La Habana: Facultad de Comunicación. Universidad de La Habana; 1997).

Por otra parte, al fundarse el Real Consulado de Agricultura y Comercio de La Habana, se propuso la formación de un archivo para la conservación de los documentos del centro; era obligación del archivero ordenarlos y hacer cédulas de los papeles que expresaran de forma breve su contenido. Por Real Orden del 9 de mayo de 1797 se fija para las búsquedas en el archivo, el pago de tres reales para los 10 papeles buscados de años anteriores al corriente, y dos reales por cada uno de los que pasaran este número. Estos pagos fueron en numerosas ocasiones incumplidos pero contribuyeron al orden del propio archivo en tanto limitó la entrada de los “curiosos” y de las personas que no les interesaba lo que solicitaban.6

Ambas sociedades representan un antecedente para estudiar los inicios de la actividad informativa en Cuba, tanto la bibliotecaria como la archivística. A pesar de que el trabajo era incipiente y muy rudimentario, el hecho de que el origen de estas actividades esté fundamentalmente vinculado a sociedades económicas le imprime una característica peculiar. Los siglos xvii y xviii fueron de creación de bibliotecas nacionales en toda Europa. Las instituciones bibliotecarias se vieron favorecidas, de una forma u otra, porque se incrementaron y sus colecciones resultaron beneficiadas por la formación de las disímiles sociedades. Lo interesante de la primera biblioteca pública en Cuba es que su surgimiento vino en momentos en que la metrópoli se desarrollaba en el mismo sentido, para ubicar la Isla como una de las colonias más avanzadas en ese aspecto. A comienzos del siglo XVIII, año 1712, Felipe V creó la Biblioteca Real que fue el origen de la Biblioteca Nacional de España.

En Cuba, en los albores del siglo XIX, no hubo muchos cambios en el trabajo informativo. La Biblioteca de la Sociedad Económica, durante las primeras cuatro décadas, se nutrió en lo fundamental de donaciones aunque hizo esfuerzos para ampliar sus fondos mediante la compra. En 1838, José de la Luz y Caballero tomó la dirección de la Sociedad y brindó gran ayuda a la colección de la biblioteca. El trabajo del bibliotecario en aquel entonces, a partir de las experiencias de esta institución, consistió básicamente en la organización y representación de los documentos. El bibliotecario debía confeccionar el catálogo general, por orden numérico consecutivo y alfabético por autores.

También se abrieron otras bibliotecas que impulsaron el movimiento bibliotecario cubano. El trabajo desplegado en todas ellas era eminentemente empírico en la organización de sus colecciones y el enriquecimiento de estas por medio de las donaciones y compras. Una preocupación fundamental de la época consistía en el alojamiento de los fondos que poco a poco crecían y requerían nuevos locales, por lo cual la Biblioteca de la Sociedad Económica se trasladó en dos ocasiones, en 1842 a una parte del extinto Convento de San Felipe y en 1856 a una casa en Dragones número 308. De igual forma, existía especial interés por los reglamentos del trabajo bibliotecario. La Biblioteca de la Sociedad Económica establecía reglamentos para su trabajo que variaban, sobre todo con los cambios de dirección. La Biblioteca de la Universidad Pontificia de San Jerónimo de La Habana, a comienzos de 1859, publicó su reglamento, muy parecido al que había publicado la Biblioteca de la Sociedad un año antes.

El desarrollo de la producción editorial en Cuba en el siglo xix mantiene un aumento paulatino que el especialista Ambrosio Fornet describió en su trabajo titulado: El libro en Cuba.7 Las propias estadísticas que muestra nos lo confirman (tabla , figura ):

Tabla. Distribución de libros y folletos

Década

Libros

Folletos

Títulos

1800-09

 

15

15

1810-19

2

7

9

1820-29

6

33

39

1830-39

25

25

50

1840-49

64

33

97

1850-59

69

35

104

1860-69

88

27

115

1870-79

59

34

93

1880-89

92

43

135

1890-99

68

36

104

Fig. Producción literaria siglo XIX.

Si bien es cierto que el movimiento bibliotecario en este siglo avanzó con la fundación de varias bibliotecas que lograron extenderse al resto de las provincias, la producción editorial cubana se desarrolló igualmente de forma paulatina con la creación de nuevas imprentas, la aparición de la figura del editor y la transformación tecnológica de los talleres. Lo anterior produjo una crisis desde el punto de vista estético, esto es, al hacerse relativamente asequible la posibilidad de publicación, la imagen del escritor sufrió frente a la crítica en tanto la calidad artística decrecía. Fornet plantea que muchos autores consideran que esta crisis era el resultado de la explosión periodística de entonces. La aparición de los folletines contribuyó a que todo el mundo escribiese sobre cualquier cosa.7 Esta explosión editorial condicionó el desarrollo de un movimiento bibliográfico que impulsó la historia de nuestra producción intelectual.

Siglo XX

Durante todo el siglo xx, las principales actividades informativas: actividad bibliotecaria, archivística y bibliográfica, se desarrollaron paulatinamente, condicionadas por su propio comportamiento. Se conoce que en el siglo xix, sobre todo a finales de la centuria, la propia producción editorial en Cuba condujo a un movimiento bibliográfico que se desvinculó del trabajo bibliotecario como propiamente dicho, como sucedió en épocas anteriores en otras latitudes, porque la actividad bibliográfica tiene su propia identidad. Por otra parte, las bibliotecas continuaron el desarrollo de técnicas de recuperación y enfatizaron en problemas referentes a sus edificios y en el almacenamiento del gran cúmulo de documentos. Pero no es hasta las décadas de los años 30 y el 40 del siglo xx que se inicia el tratamiento teórico de los problemas bibliotecológicos en Cuba.

Muchos fueron los factores que confluyeron para que en esta etapa se desplegara este tratamiento. Primeramente, se contaba ya con una Biblioteca Nacional que, a pesar de todos los contratiempos, siempre ha funcionado paradigmáticamente en las cuestiones bibliotecológicas cubanas. Es también en esta etapa que se inicia la publicación sistemática de literatura de la especialidad con la edición del Boletín Bibliotécnico (1938-1941) primero y con la aparición sucesiva del Boletín de la Asociación Cubana de Bibliotecarios (1949-1959) y el de la revista Cuba Bibliotecológica (1953-1960). Asimismo, del Anuario Bibliográfico Cubano (1937-1958), que incluye distintos trabajos teóricos sobre Bibliotecología.

Por otra parte, un grupo de profesionales bibliotecarios interesados por la superación lograron organizar el primer curso de la Escuela de Servicio de Biblioteca, que fue el resultado de toda una serie de proyectos que nunca vieron luz y de continuos intentos aislados de cursillos y conferencias para tratar de establecer la educación sistemática de la bibliotecología cubana. Del mismo modo, en la década del 30, se efectuó la Asamblea Nacional Pro-bibliotecas en los Salones de la Biblioteca General de la Universidad de La Habana, durante los días 17, 18, 19 y 20 de noviembre. Se eligió como presidente al Director de Cultura, Dr. Chacón y Calvo, quien estuvo acompañado de destacadas personalidades, entre ellas, María Teresa Freyre de Andrade como vicepresidenta y Lorenzo Rodríguez como secretario.

El movimiento bibliotecario cubano, a partir de 1959, reflejó todos los cambios sociales y políticos que acontecían en la nación. Es por esto que, en lo adelante, experimenta un desarrollo acelerado la investigación científica sobre la actividad de las bibliotecas en Cuba, que comienza a desarrollarse institucionalmente a partir de 1981, año en que esas investigaciones se incorporaron a problemas supervisados metodológicamente por la Academia de Ciencias de Cuba. Hoy, la rama bibliotecológica, al igual que la bibliográfica, la archivística y las propias ciencias de la información cuentan con un departamento de Investigaciones en la Biblioteca Nacional, que atiende el movimiento de investigaciones científicas sobre las ciencias bibliológico- informativas en el sistema de bibliotecas públicas de Cuba. Este departamento hasta hace pocos años fue dirigido por el propio Dr. Emilio Setién, difusor y teórico de dichas ciencias.

En Cuba, la política nacional de educación establecida impulsó un conjunto de acciones en la evolución y consolidación profesional en bibliotecología y ciencias de la información a pesar de ser esta última una especialidad muy joven. En la década de los años 80, se creó el Centro de Adiestramiento Técnico (CAT), subordinado al Instituto de Documentación e Información Científica y Técnica, actualmente Instituto de Información Científica y Tecnológica (IDICT). Este centro es el elemento principal para lograr un mayor avance de la ciencia de la información en el país y pone en práctica diversos mecanismos con el objetivo de difundir y profundizar en esta especialidad. Con el mismo fin se creó el Centro de Estudios y Desarrollo Profesional en Ciencias de la Información (PROINFO), una división encargada de la actividad investigativa y desarrollo profesional en el sector.

En la década de los años 80, se inicia por parte de un grupo de bibliotecarios dirigidos por el Dr. Emilio Setién, en respuesta al programa de investigaciones de las bibliotecas del Ministerio de Cultura y en virtud del trabajo conjunto que desarrollaban por entonces los países socialistas, un análisis detallado sobre las definiciones existentes de las disciplinas relacionadas con la transferencia de la información y sobre todo acerca de su estructura y su carácter científico. Según Setién , existe una tendencia a considerar a las ciencias de la información como la disciplina que incluye a la archivología, la bibliografía y la documentación. El propio autor plantea que en medio de estas disquisiciones algunos autores son de la opinión de incluir en dichas disciplinas, encargadas de transferir la información, al periodismo, cuando este se “ ocupa esencialmente de transformar hechos en información ” en tanto la archivología, la bibliografía, la bibliotecología y la documentación se “ ocupan de la información y sus portadores ”.8 Por ello el departamento de Información Científico-Técnica y Bibliotecología de la Facultad de Filología en aquel entonces de la Universidad de La Habana, decidió denominar al conjunto de disciplinas descritas como disciplinas biblioteco-informativas.

La investigación realizada se apoyó en el análisis y síntesis de la literatura especializada, realizado con el objetivo principal de delimitar el contenido de las disciplinas biblioteca-informativas y los elementos que le dan el carácter científico. Así se distinguieron los tipos de documentos, de demandas informativas, los productos fundamentales que satisfacen esas demandas y el modo de obtenerlos, así como la relación existente entre las demandas y los productos fundamentales, y entre estos y las etapas del ciclo de circulación social de la información.

Setién y Pérez señalan: “ Finalmente, y como se desprende de lo expuesto, el sistema de conocimientos bibliológico-informativos comprende al grupo de disciplinas específicas que denominamos: Bibliografología, Archivología, Bibliotecología y Ciencia de la Información. Estas disciplinas clasifican en el sistema como específicas en tanto se ocupan de forma especializada de los fenómenos bibliológico-informativos. Pero han de considerarse, además, como disciplinas contiguas, porque como se expresó, todas estudian fenómenos que corresponden a la transferencia de la información e intercambian sus contenidos frecuente e intensamente”.9

Actualmente, las investigaciones referentes a la actividad informativa en el sistema de bibliotecas públicas y en otros trabajos de investigación descansan en el sistema bibliológico-informativo, en el que uno de los tratamientos es el bibliotecológico, pero no el único; los archivos y su actividad archivística; así como los productos de archivo, la bibliografía como actividad y como producto y la disciplina más joven, la ciencia de la información, se tratan igualmente y reúnen un cuerpo teórico que la respaldan en el ámbito científico.

De lo publicado

En Cuba no se puede hablar de edición de libros sobre las disciplinas que integran el sistema bibliológico - informativo hasta que se materializa, a pesar de la inconstancia en sus inicios, la enseñanza profesional del bibliotecario y se organizan actividades profesionales tanto nacionales como internacionales que contribuyen a la creación de asociaciones profesionales. En particular en los siglos xviii y xix , la edición de libros y folletos en estas temáticas se destinaron en particular al tratamiento bibliográfico. Trelles menciona que fue sobre el año 1750 exactamente que se tuvo noticias de los primeros trabajos bibliográficos en la Isla con la obra del Fraile José Fonseca, que le envió al bibliógrafo mexicano Equiara su Noticia de los Escritores de la Isla de Cuba. En 1831 Felipe Poey escribió un artículo sobre la historia de Cuba en la época del descubrimiento que viene a ser el “ primer trabajo de bibliografía hecho en la Gran Antilla siglo XIX ”.10

Trelles relacionó un total de ochenta y una publicaciones bibliográficas en el apéndice titulado Bibliografía de la Bibliografía Cubana, de las cuales siete aparecieron en la Revista de Cuba, en la Revista de España y en las Memorias de la Sociedad Económica y el resto son ediciones de libros publicados en Cuba y en otros países por autores cubanos o extranjeros.

A principios del siglo xx los libros y folletos publicados sobre estos temas se desarrollaron también en temas bibliográficos, como por ejemplo la Bibliografía de Rafael M. Merchán de Domingo Figarola Caneda en su segunda edición (1905); la Bibliografía de la Revolución de Yara de Luis Marino Pérez (1908); la Bibliografía de Luz y Caballero de Domingo Figarola Caneda (1915); la obra de Trelles, Bibliografía cubana del siglo XX, etcétera. A partir de la década de 1930 se comenzó la publicación de cierta literatura en folletos sobre las diversas actividades de las instituciones informativas con intenciones didácticas, divulgación de sus experiencias, homenajes y reglamentos. Así encontramos de Fermín Peraza, Notas sobre un plan de fomento, reforma y organización de las bibliotecas, museos y archivos cubanos (1934); de Herminio Portell Vilá, La Biblioteca y el libro cubano 1934; Memoria de los trabajos realizados por la Biblioteca Municipal de La Habana 1935; de Luis Mariano Rodríguez Rivero , El centenario de la biblioteca pública de Matanzas, ensayo histórico bibliográfico (1935), entre otros.

A finales de la década de 1940 varios acontecimientos marcaron la edición de libros en temas bibliológicos-informativos. Por una parte, la creación de la Asociación Cubana de Bibliotecarios en 1948 por iniciativa de María Teresa Freyre de Andrade en una reunión celebrada en el Lyceum en honor a Miss Marietta Daniels, de la Biblioteca del Congreso y, más adelante, durante la Convención Anual de la American Library Association en New Jersey aceleró la creación de una junta provisional en aras de que su presidente viajara a Estados Unidos para poder redactar los estatutos de dicha organización, lo que llevó a la aparición en 1948 del folleto titulado Reglamento de la Asociación Cubana de Bibliotecarios. A finales de esa década se continuaron los trabajos bibliográficos como la Bibliografía Martiana de Fermín Peraza y la Bibliografía del Padre de las Casa de Berta Becerra (1949).

Igualmente, durante la Primera Asamblea de Bibliotecarios de América, reunida en Washington del 12 de mayo al 6 de junio de 1947, se acordó la creación de la Bibliografía bibliotecológica latinoamericana, que constituye el antecedente de esta compilación, al igual que la emprendida por el CUIB-UNAM, en la que Cuba participa, pero en ningún caso se puede considerar una investigación como la que ahora se presenta. Fueron sus compiladores Fermín Peraza y Elena Vérez. Ambos crearon una obra que reunió tanto en libros y folletos, como en artículos de revistas todo lo publicado en Cuba sobre Bibliotecología de 1948 a 1955. Uno de sus principales aportes, limitación de la actual investigación, es la compilación de materiales bibliotecológicos en publicaciones periódicas como los aparecidos en la sección bibliotecológica del periódico El Mundo desde 1941 y que tanto contribuyeron a la divulgación del trabajo bibliotecario en aquel entonces. Una revisión de esos años muestra una gran cantidad de artículos noticiosos en diversos periódicos como El Diario de la Marina; Letras Antillanas-La Defensa, periódico independiente y de información general; El Pueblo, diario de información político independiente de Ciego de Ávila; El Alba , publicación quincenal y periódico literario de Artemisa; La Voz del Sindicato, órgano del ramo de la alimentación, La Tribuna, periódico independiente, El Siglo, etcétera. Sin embargo, la edición de libros es muy limitada y se centraba solamente en folletos que respondían a una situación específica de acontecimiento bibliotecológico o con fines educativos.

En este segundo aspecto, es decir, en la edición de libros y folletos para la educación, se percibieron inquietudes editoriales en la época, cuando la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación publicó en 1941 los fascículos 1 y 2 de Clasificación y Catalogación pertenecientes a las Cartillas del aprendiz, editados por José Antonio Ramos, quien era en aquel entonces asesor técnico de la Biblioteca Nacional. Al año siguiente publicó Organización e Índice de materias y María Teresa, El servicio de referencia y la adquisición de libros en una biblioteca. El desarrollo de la educación profesional del bibliotecario cubano se desarrolló en otro acápite más adelante, pero es bueno destacar que a partir de la década de 1940 y en particular durante la de 1950 y hasta finales del propio siglo xx , los libros publicados estuvieron dirigidos fundamentalmente a la superación profesional y, en muchos casos, se hicieron ediciones sólo para estos fines. Así encontramos el Manual práctico de clasificación y catalogación de bibliotecas de Jorge Aguayo de 1943, con una segunda edición en 1951; Los cursos de técnica Bibliotecaria en la Escuela de verano de la Universidad de La Habana de Jorge Aguayo (1950); Modelos de fichas para servir de guía a los catalogadores de la Biblioteca general de la Universidad de La Habana , también de Aguayo (1949); y más recientemente, durante los años 70, las traducciones de los autores soviéticos Mijailov y Guiliarevski con su Curso introductorio sobre informática/documentación (1972); Capacitación para bibliotecarios escolares, primer, segundo, tercer curso y la serie estudios dirigidos de la editorial Pueblo y Educación (1974); entre otros.

El desarrollo de estas disciplinas y su tratamiento científico en la edición de libros se concretó en la segunda mitad del siglo xx . Una revisión a la Bibliografía Cubana, compilada por el Departamento de Investigaciones Bibliográficas de la Biblioteca Nacional José Martí de 1966 a 1982, incluye en los epígrafes utilizados dentro de la clase de Obras Generales los de Bibliotecas, Archivos, Museos y Sistemas de información. En la Bibliografía de 1983, los epígrafes utilizados en la sección de Libros y Folletos, en la parte de Ciencias Sociales y Humanísticas, se incluyeron como denominación de disciplinas: Bibliotecología, Archivología, Informática; esta última incluyó los documentos relacionados con la actual ciencia de la información, la computación y su tecnología. El hecho marca cierta madurez en el tratamiento científico de estas disciplinas y coincide con la década del desarrollo teórico del sistema propiamente dicho.

La escasa edición de libros sobre estas disciplinas específicas no es una característica única de Cuba, sino que se extiende a otros países. La autora Marta Añorve , en un estudio similar con respecto a la edición de libros en temas bibliotecológicos o informativos en América Latina planteó: “En el caso de la edición de libros en América Latina, incluido México, la edición es muy pobre a pesar del incremento de profesionales en el área. Generalmente, la producción de obras se ha limitado a traducciones de material extranjero, porque tenemos serios problemas con nuestros estudiantes de licenciatura en la comprensión y traducción del inglés, idioma en que generalmente se encuentra la literatura de nuestra disciplina. Por otra parte, existe una seria deficiencia en la difusión de los pocos libros que producimos. Estas observaciones se basan en la búsqueda realizada en Libros en venta en Hispanoamérica y España y en Libros latinoamericanos, en relación con el catálogo del CUIB. De la producción del centro, reflejada en las obras anteriores, se encontró que de 59 obras reportadas en uno de sus últimos catálogos, sólo 20 están en Libros en venta y ninguno en Libros latinoamericano y, buscando conocer lo que de México se reporta en Libros en venta sobre Bibliotecología, se encontró con que de 81 obras, solamente 20 son mexicanas”.11

Carlos Víctor Penna, en su trabajo: La bibliotecología latinoamerica na afirma que la producción de libros de texto, obras de consulta y ensayos bibliotecarios asume características bien definidas.12 Gran parte de ellas, responde a los requerimientos de las escuelas de bibliotecarios; sin embargo, existen varios trabajos que enfatizan la necesidad de este tipo de documento en la esfera bibliotecaria. Y señala además, la tendencia que este tipo de documento presenta en la época: “La producción de obras de aliento, entre cuyos autores se destacan Aguayo, Buonocore, Finó, Sabor, Albani, Ruiz, Rovira (excluimos aquí a los españoles, sin olvidar a Lasso de la Vega, Goicochea y otros) comienza a caracterizarse de manuales de carácter enciclopédico, para abordar temas específicos, desarrollándolos en todos sus detalles”.12

Muchos autores coinciden en que fue en la década de 1930 cuando se inició el tratamiento teórico de las disciplinas bibliológico-informativas con la aparición de la primera revista especializada en el tema y la publicación sistemática de esta literatura en otras revistas que surgieron a partir de entonces. Aunque fue en esta época que se comenzó el tratamiento de estas disciplinas en revistas especializadas, si vamos hablar de publicaciones periódicas referidas a estos temas, tenemos que señalar que la primera revista con esa intención fue la Revista de la Biblioteca Nacional . La revista apareció siete años después de haberse fundado la institución y sus objetivos concretos eran representar la institución como centro docente y difusor de conocimientos bibliográficos y biblioteconómicos. Fue su director Domingo Figarola-Caneda, el director de aquel entonces de la institución.

En 1936, surgió la Revista Bibliográfica Cubana , que en su corto tiempo de vida (1936-1939) también difundió la actividad bibliotecaria y específicamente la bibliográfica. Fue su director Lorenzo Rodríguez Fuentes, administrador J. López González y entre los redactores se encontraban Dulce María Borrero Luján, Francisco de Paula Coronado, José María Chacón y Calvo, Félix Lizaso, Fermín Peraza y Carlos Manuel Trelles, todas personalidades de renombre de la cultura cubana. En medio de un panorama cultural vacío, donde el analfabetismo crecía desenfrenadamente, sobre todo en la población rural, y la “ indiferencia absoluta ” por parte del gobierno hacia la educación y la cultura, surgió esta revista que, como el mismo Lorenzo Rodríguez describió en sus palabras iniciales, es una revista “ dirigida a los que viven en compañía de los libros ”.13

En condiciones similares de la situación social del país, apareció en febrero de 1938 el Boletín Bibliotécnico , como iniciativa de un grupo de intelectuales amantes de las bibliotecas. Fue su director Antonio Alemán Ruiz y sus redactores Julio Villoldo, Enrique Gay Galbó y el propio director. En la contraportada del Año 1, No. 1 dice: “ Abogaremos por: Más bibliotecas. Mejores bibliotecas. Adecuada preparación del personal de bibliotecas. Estrecha colaboración entre cuantos se interesan por las bibliotecas en Cuba. Ofreceremos: Trabajos sobre temas biblioteconómicos y bibliográficos. Estudios sobre todas las necesidades de las bibliotecas en Cuba. Crónica del movimiento bibliotecario en Cuba. Información sobre los progresos de las bibliotecas en otras naciones ”.14

La revista, no sólo publicó artículos sino también reseñas y bibliografías. Fue eco de la organización y desenvolvimiento de la Asamblea Nacional Pro Bibliotecas, la primera de su tipo en Cuba, además de difundir diversas actividades en esta rama como la creación de la Subcomisión de Bibliotecas, Archivos y Bibliografía y de la Junta General de la Asociación Bibliográfica Cultural Cubana, entre otras.

En 1949 nació el Boletín de la Asociación Cubana de Bibliotecarios , que tuvo un período de vida de diez años. Fue su directora la Dra. Rosina Urquiza García y los editores auxiliares Acacia Alvarez, Carmen Bisbé, José Manuel Castellanos y José Rivero Muñiz. Respondía a los intereses de la Asociación Cubana de Bibliotecarios de la cual pretendió hacerse eco: “ este boletín reflejará las actividades de nuestra Asociación y tenderá a cumplir sus fines por todos los medios a su alcance ”.15 Su primer artículo se tituló “ El principio raíz de la profesión de Bibliotecario” por Jorge Aguayo, y es meritorio destacar el artículo de Berta Becerra de León titulado “ Nuestra Ciencia” donde en forma de ensayo repasa el conjunto de conocimientos que debe poseer un bibliotecario y aborda la bibliología y la bibliotecología de forma exhaustiva y distingue el alcance de cada una de ellas.

Cuba Bibliotecológica (1953-1960) fue el órgano oficial de la Asociación Nacional de Profesionales de Bibliotecas. Se creó seis meses después de aparecer la Asociación. Con frecuencia trimestral, buscaba una proyección hacia el exterior. Su objetivo era llegar a todos los bibliotecarios cubanos; así como a los colegas de otros países. Culminó su primer año con la organización de las Primeras Jornadas Bibliotecológicas Cubanas y se inclinó hacia la colaboración con la UNESCO en el hemisferio y la atención de la escuela de bibliotecarios anexa a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de La Habana.

Después del triunfo de la Revolución, las publicaciones seriadas sobre literatura bibliológico informativa se vieron representadas en dos importantes revistas que actualmente siguen saliendo a la luz. En 1963, se fundó la revista Bibliotecas, como órgano oficial de la Dirección General de Bibliotecas del Consejo Nacional de Cultura. En estos momentos es la revista más antigua en la rama bibliológico-informativa en Cuba y en Latinoamérica. Aunque su tema principal es el bibliotecológico, Bibliotecas ha repasado temáticas archivísticas, bibliográficas y de la ciencia de la información. Entre 1968 y 1973 se editó Actualidades de la Documentación, denominada más tarde Actualidades de la Información Científica y Técnica (1973-1990) y que desde 1991 se titula Ciencias de la Información y refleja en el presente el desarrollo de la actividad científico-informativa del país. A diferencia de Bibliotecas, y como ambos nombres indican, la revista Ciencias de la Información se dedica con mayor amplitud a la disciplina con igual nombre, lo cual no significa que no asuma artículos de corte bibliográfico, archivístico y bibliotecológico.

Es bueno señalar que en período similar y como respuesta al amplio interés y desarrollo que se vieron sometidas las bibliotecas con las transformaciones sociales del ‘59, las bibliotecas escolares impulsaron también su literatura con la aparición del Boletín de las Bibliotecas Escolares (1966-1968, 1970-74), que ya no se edita. Representó un apoyo trascendental en el marco de este tipo de bibliotecas. Editado por el Departamento de Bibliotecas Escolares de la Unidad de Orientación y Divulgación a las Bibliotecas Escolares del Ministerio de Educación Superior, distribuyó en sus diversas secciones, actividades y orientaciones que marcaban el trabajo bibliotecario y que auxiliaban metodológicamente tan importante tarea en la esfera educativa. De igual forma se convirtió en una obra de apoyo bibliográfico para los maestros primarios.

No podemos hablar de revistas especializadas en la divulgación de las actividades informativas sin mencionar al vocero del quehacer científico de los profesionales del Sistema Nacional de Información de Ciencias Médicas (SNICM). Nos referimos a la revista Acimed.16 Se trata de un “ producto informativo, fruto del empeño creador de un grupo de profesionales con experiencia dentro de la actividad informativa en el campo de las ciencias médicas, que se publica con fines científicos, informativos y educacionales. Su objetivo es divulgar los resultados de las investigaciones de aquellos trabajadores de la información que directa o indirectamente trabajan relacionados con los servicios de salud en Cuba, así como propiciar el intercambio de experiencias entre todos los que en Iberoamérica o el resto del mundo trabajan en este sector ”.17

De lo no publicado

Pero las ciencias actualmente generan una cantidad de documentos que no se publican y su difusión y uso caracterizan el estado de ellas. En el trabajo antes citado de los especialistas Setién, García y Llorente, se relacionó el porcentaje de documentos publicados y no publicados, como sigue:1

Especialidad
Literatura publicada
Literatura no publicada

Bibliotecología general

15%
5%
Fondos bibliotecarios
3%
15%

Sistemas de catálogos

13%
6%

Trabajo con los lectores

9%
19%
Organización de bibliotecas
3%
12%

Total

43%
57%

El 57% de la literatura de las ciencias bibliotecológicas en el país, que son resultados científicos, constituían documentos no publicados en aquel entonces. Hoy día la proporción es aún mayor, como se podrá apreciar en este trabajo. La compilación y procesamiento de los documentos no publicados, o literatura gris, es una tarea de difícil control, aún con las ventajas que aportan las tecnologías de la información. Las ciencias bibliológico-informativas no escapan a este comportamiento generalizado.

Existen dos fuentes fundamentales de creación de literatura gris en las ciencias bibliológico-informativas. La primera son los estudios de la profesión, sean de nivel medio o nivel superior, a los cuales nos hemos referido en anteriores trabajos.18 La segunda son los eventos profesionales que tienen una función trascendental en el acontecer de dichas ciencias.

Para hablar de los primeros eventos bibliológico-informativos, que en sus inicios trataron en Cuba las cuestiones netamente bibliotecarias, nos remontamos a 1938, cuando el doctor Antonio Alemán Ruiz comenzó a editar el Boletín Bibliotécnico . En el número 3 de dicha publicación, que corresponde al mes de mayo de ese año, se planteó la interrogante de por qué no efectuar en noviembre una asamblea de amplitud nacional con todos los interesados en lograr, a la mayor brevedad posible, que se estableciera en el país un buen servicio bibliotecario. Esta iniciativa halló eco en la revista Cervantes y su director, Rafael Pérez Lobo, propagandizó el proyecto y lo nombró Asamblea Nacional Pro-bibliotecas; éste encontró apoyo en muchas personas distinguidas, pero en pocos bibliotecarios. El doctor Jorge Aguayo, Subdirector de la Biblioteca General de la Universidad de La Habana, ofreció sus salones como sede de la asamblea y sugirió la idea de transformarla y ampliarla en un congreso. Esta proposición fue rechazada por el doctor Alemán , quien argumentó que en esta primera ocasión se debía realizar una sencilla reunión de contacto e intercambio de impresiones y no un congreso propiamente dicho, porque la realidad cubana se caracterizaba por la falta de bibliotecarios y, de los que existían, sólo un pequeño número se dedicaba a los problemas de la técnica bibliotecaria.

La asamblea se celebró durante los días 17, 18, 19 y 20 de noviembre. Se eligió como presidente al Director de Cultura, doctor Chacón y Calvo, quien estuvo acompañado de destacadas personalidades como María Teresa Freyre de Andrade, como vicepresidenta; Lorenzo Rodríguez, como secretario general y Bienvenido Rumbaut, como vicesecretario, entre otros. En esta asamblea se llegaron a formular tres acuerdos: primero, crear un patronato de bibliotecas; segundo, establecer la necesidad de la preparación técnica de los bibliotecarios; tercero, la necesidad de un organismo que uniera a las bibliotecas. También quedó constituida una comisión permanente para continuar esta obra y preparar futuras reuniones.

Años después, como iniciativa de la doctora Berta Becerra de León, vicepresidenta de la Asociación Cubana de Bibliotecarios, se presentó un proyecto para celebrar en La Habana, el Primer Congreso Nacional de Bibliotecarios y se propuso invitar a algunos bibliotecarios extranjeros como huéspedes de honor. Se hizo una convocatoria a todos los bibliotecarios del país para exhortarlos a participar. El congreso se celebró en marzo de 1949.

Las Primeras Jornadas Bibliotecológicas Cubanas, que se realizaron en La Habana del 15 al 18 de abril de 1953, tuvieron una importancia crucial en el desarrollo bibliotecario cubano. Entre los temas tratados estuvieron la biblioteca, el bibliotecario y la comunidad, destinado al estudio de los factores que condicionan las relaciones entre estos tres elementos; así como la necesidad de una conciencia bibliotecaria en el país y los medios para crearla y desarrollarla. Se abordó también la formación profesional del bibliotecario, las exigencias en los planes de estudio de las escuelas cubanas de bibliotecología y los problemas que existían con la preparación del personal para bibliotecas populares y especializadas. Se discutió sobre el incumplimiento de lo dispuesto en la legislación correspondiente a la planificación, medios, necesidades y exigencias para desarrollar el servicio de bibliotecas públicas. Se planteó la necesidad de establecer normas nacionales para la catalogación y clasificación, así como la forma de aprovechar en Cuba, los beneficios del programa de la UNESCO y su acción en la actividad bibliotecaria.

Una característica singular de dichas jornadas se refiere a los participantes. Estos se dividieron en activos, oyentes y observadores. Los activos fueron bibliotecarios en ejercicio de su profesión, con o sin título, y egresados de las escuelas de bibliotecarios aunque no ejercieran la especialidad; los oyentes fueron alumnos de las escuelas de bibliotecarios y, los observadores, delegados de las instituciones relacionadas con el libro con excepción de las bibliotecas. Como recomendación general, se acordó que las asociaciones y escuelas de bibliotecarios desplegaran una actividad conjunta basada en la colaboración y unión de las fuerzas de la bibliotecología cubana para que, con el esfuerzo común, llevaran a la profesión a un plano más elevado y se situaran los servicios bibliográficos y bibliotecarios al nivel de exigencia necesario para el desarrollo cultural de la nación.

Otro evento que marcó la labor bibliotecaria en el país fue el primer Seminario sobre Canje Nacional e Internacional de Publicaciones, organizado por la Asociación Cubana de Bibliotecarios con la cooperación del Centro Regional de la UNESCO, que tuvo lugar en La Habana entre el 2 y el 12 de diciembre de 1953. Sus objetivos fueron estudiar los problemas relacionados con el canje nacional e internacional de libros, folletos y publicaciones periódicas y formular un plan de acción para intensificar las actividades en Cuba. Se trataron temas relacionados con los antecedentes nacionales e internacionales del canje de publicaciones, la situación del canje existente en ese momento en Cuba, los acuerdos y tratados suscritos por el gobierno sobre el tema, las bibliotecas e instituciones que disponían de publicaciones para canje y los interesados en ese proceso, las actividades de la UNESCO, la OEA y otras organizaciones en el campo del intercambio, así como el plan de organización y funcionamiento de un centro cubano de canje de publicaciones. El seminario fue presidido por Berta Becerra y se recomendó finalmente la creación de un comité coordinador permanente que sería el encargado de dar forma legal y administrativa al proyecto para la creación de un centro cubano de canje. También, se propuso que el gobierno de Cuba realizara acuerdos bilaterales de canje con diversos países, fundamentalmente de América.

Las Jornadas Bibliotecológicas continuaron y así las Segundas Jornadas Bibliotecológicas tuvieron lugar en mayo de 1954. Fueron presididas por el doctor Fermín Peraza y se acordó dedicarlas al estudio de las bibliotecas en los centros de educación. El propósito fue reunir a profesores y maestros para que, en colaboración con los bibliotecarios, tomaran parte en los debates que se produjeran alrededor de los trabajos de base con el fin de despertar el interés de los maestros hacia las actividades de las bibliotecas. Se establecieron cuatro comisiones que dictaron diferentes recomendaciones sobre los temas tratados, relacionados con las bibliotecas de las escuelas primarias, secundarias y especiales, así como las bibliotecas de los cursos de educación superior.

Las Terceras Jornadas Bibliotecológicas Cubanas fueron auspiciadas por la Universidad de Oriente con la colaboración del Centro regional de la UNESCO en el hemisferio occidental. Se efectuaron durante los días 10, 11, 12 y13 de octubre de 1956 en los salones de la biblioteca general de dicha universidad. Tuvieron por objeto lograr la reunión de bibliotecarios, alumnos de las escuelas de bibliotecología y observadores de instituciones relacionadas con el libro para que tomaran parte en los debates basados en los trabajos presentados, y llegar así a un intercambio de ideas sobre la preparación del bibliotecario en nuestro país y sobre cómo lograr un mayor auge y desarrollo en las bibliotecas cubanas. Se analizaron entre otros temas la situación de las bibliotecas en Cuba, los problemas que confrontaban las bibliotecas en Oriente, la preparación del maestro bibliotecario y el plan orgánico para un servicio de bibliotecas escolares.

En ese mismo año de 1956, pero en el mes de enero, se había celebrado el Congreso Internacional de Bibliotecas Nacionales , organizado por la Junta de Patronos de la Biblioteca Nacional José Martí (BNJM) con la cooperación del Centro Regional de la UNESCO en el hemisferio occidental. Se le dio una proyección internacional e invitó a personalidades de otros países como el Director General de la UNESCO, directores de bibliotecas nacionales de América y algunos especialistas destacados de todo el mundo. Entre sus objetivos estuvo aclarar conceptos y establecer planes de trabajo que no sólo fueran de utilidad para la Biblioteca Nacional de Cuba, sino también para las restantes bibliotecas de América Latina. Se trataron temas como la historia de la Biblioteca Nacional José Martí, sus servicios, aspectos de cooperación con el Centro de Canje Nacional e Internacional de Publicaciones, así como los deberes y responsabilidades de las bibliotecas nacionales en la era actual.

Después del triunfo revolucionario, las bibliotecas tomaron en sentido general un valor mayor incluida la labor de su máxima exponente, la Biblioteca Nacional de Cuba. Se empezó a desarrollar un amplio programa de promoción de la lectura, se continuó la realización de eventos para llegar a la unificación de las ideas de especialistas, lo que contribuiría a fortalecer esta rama. Además, el nivel de analfabetismo quedó muy reducido y se hizo mayor el interés por adquirir conocimientos y cultura. El progreso alcanzado por nuestro país en las ramas educativas y científico-técnica hace que las bibliotecas y los centros de información, adopten tareas de carácter más concreto que respondan a los cambios que acontecen.

Si en la época republicana los eventos se realizaban de forma esporádica y las bibliotecas se concentraban en lograr su crecimiento y despliegue por toda la nación, hoy día existe una Red Nacional de Bibliotecas Públicas que cuenta con bibliotecas provinciales y municipales en todas las divisiones político-administrativas del país y sucursales en muchas otras comunidades. Existen además una Red Nacional de Bibliotecas Médicas, una Red Nacional de Bibliotecas Universitarias y otra de Bibliotecas Escolares, así como un gran número de bibliotecas y centros de información especializados.

Como característica de este siglo, las bibliotecas y centros de información han ampliado su función social y participan directamente en decisiones económicas, por lo que la gestión de información alcanza los marcos de las empresas y la profesión se introduce en nuevos campos que provocan cambios de visión para el bibliotecario y los profesionales de la información de manera general.

Si habláramos de eventos bibliológico-informativos en Cuba durante la etapa revolucionaria, a pesar de la diversidad de los que se han efectuado y el alcance internacional asumido por muchos de ellos, tenemos que referirnos por obligatoriedad a tres de los más importantes: los Encuentros Científicos Bibliotecológicos, los Talleres de Bibliotecas Universitarias de América Latina y el Caribe y los INFO.

Los Encuentros Científicos Bibliotecológicos son, hasta el momento, los eventos de mayor profundidad en la rama de la bibliotecología en Cuba, celebrados después del triunfo de la Revolución, y el marco propicio para divulgar las investigaciones y aplicaciones sociales de la bibliotecología cubana. Se efectuaron un total de seis encuentros, organizados por la Dirección Nacional de Bibliotecas Públicas. El último se celebró en el año 1989 en Matanzas, cuando la Dirección de Bibliotecas se fundió con la Biblioteca Nacional.

Los Talleres de Bibliotecas Universitarias de América Latina y El Caribe surgieron con carácter internacional y propiciaron el intercambio de experiencias entre los países de estas áreas, además de mostrar el desarrollo alcanzado por las bibliotecas universitarias del país, la formación de los especialistas y de los usuarios, así como otros aspectos de interés. Se han efectuado hasta el momento 6I talleres, el último en 2003, que tomó el nombre de Taller de Bibliotecas Universitarias de Iberoamérica e incluyó el I Encuentro Nacional de Bibliotecas Universitarias.

Si bien es cierto que los Encuentros Científicos Bibliotecológicos fueron eventos que favorecieron el desarrollo de la bibliotecología cubana, y los t alleres fueron el marco para difundir la labor de las bibliotecas universitarias, los INFO constituyen el evento más representativo de la Ciencia de la Información. Este planteamiento no significa que en los anteriores no se hayan desarrollado el resto de las disciplinas bibliológico- informativas, pero sí es un hecho que hoy, la bibliotecología ha perdido uno de sus principales escenarios de representación, condición que la ubica en cierta crisis en materia de intercambio de ideas entre profesionales.

En el trabajo de diploma de las autoras Soto y Reyes, estas declaran sobre la productividad de cada uno de los eventos analizados lo siguiente: “ estos tres eventos han arrojado un valor promedio de 83,45 ponencias anuales. Para el caso de los Encuentros Científicos Bibliotecológicos en los 9 años que se llevaron a cabo, arrojó como promedio unas 64,55 ponencias anuales. Los INFO en sus 6 años han arrojado un total de 130,5 ponencias anuales como promedio y los Talleres Universitarios un promedio de 55,30 ponencias anuales en sus 10 años de sesión. Cabe destacar que de todos estos eventos indiscutiblemente los INFO arrojan una mayor productividad de ponencias, y es de los tres eventos, el que menos tiempo tiene hasta el momento, lo que lo ubica como uno de los eventos bibliológico-informativos más importante y de mayor participación y cobertura ( Reyes Hernández B, Soto Encinosa I. Comportamiento del flujo documental de ponencias presentadas en eventos celebrados en Cuba. Estudio de una muestra. [Tesis para optar por el título de Licenciado en Bibliotecología y Ciencias de la Información] La Habana: Facultad de Comunicación. Universidad de La Habana; 2001).

Conclusiones

Durante el período colonial surgieron y se desarrollaron en Cuba los fenómenos archivístico, bibliotecario y bibliográfico. Este último condicionó la aparición de los primeros documentos que se pueden considerar como parte del flujo informativo de la literatura bibliológico-informativa, en tanto sus productos fundamentales, las compilaciones bibliográficas, son parte integrante de ese flujo. Su existencia determinó el comportamiento de la tipología documentaria de esa literatura durante los siglos XVIII y XIX e influyó en las primeras décadas de la República.

En la década de 1930 aparecieron las primeras revistas totalmente especializadas de la profesión y algunos folletos de igual índole, en el marco de las transformaciones impulsadas a raíz de la Revolución del 30, que influyeron en la organización del movimiento bibliotecario cubano y en la aparición de los primeros intentos de formación profesional.

Estos movimientos prosiguieron en las dos décadas siguientes, estimulados por el precepto constitucional de 1940 referido a la creación de bibliotecas por los gobiernos locales, que originó la aparición de nuevas bibliotecas y la fundación de asociaciones profesionales, la inclusión de cursos de formación profesional en los planes de estudio de la Universidad de La Habana, la creación de la Escuela de Bibliotecarios de la Sociedad Económica de Amigos del País, la publicación de algunos libros y folletos con fines docentes, en particular, nuevas publicaciones especializadas y, felizmente, a la construcción del edificio destinado a la Biblioteca Nacional.

Algunas de esas asociaciones y publicaciones llegaron hasta 1960 cuando, como consecuencia del triunfo de la Revolución, se operaron transformaciones radicales reales en el país y, consecuentemente, en el movimiento informativo profesional. Se fundaron redes de bibliotecas públicas y escolares; crecieron las bibliotecas universitarias con la creación de nuevos centros de educación superior; la revolución científico-técnica favoreció el surgimiento y desarrollo de bibliotecas especializadas y de centros de información y documentación; la formación profesional se estableció por primera vez a nivel medio y se consolidó la universitaria en forma de carrera; se crearon nuevas publicaciones periódicas especializadas y se expandió la publicación de libros de texto para la formación de profesionales en ambos niveles. Asimismo proliferaron los eventos especializados y se mantuvo la constancia -aunque incompleta- de los trabajos presentados en ellos; se institucionalizaron las investigaciones en el sector y se otorgaron las primeras categorías de investigadores y los primeros grados científicos a los profesionales de la información. Estos factores determinaron que este último período se caracterice por la consolidación de la tipología documentaria existente y por el florecimiento de la literatura gris.

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Recibido: 24 de enero de 2007. Aprobado: 25 de enero de 2007.
MsC. Nuria Esther Pérez Matos. Departamento de Investigaciones Histórico-Culturales, Bibliográficas y Bibliotecológicas. Biblioteca Nacional “José Martí”. Ave. Rancho Boyeros y 20 de Mayo, Plaza de la Revolución. Correo electrónico: cesar.matos@infomed.sld.cu

*Se publica en dos partes. Es una versión ampliada de la ponencia presentada por la autora bajo el título “ La literatura bibliológica informativa en Cuba. Siglo XX” en el Congreso INFO 2004.
Disponible en: http://www.congreso-info.cu/ UserFiles/ File/Info/ Info2004/ Ponencias/196.pdf
1Máster en Bibliotecología y Ciencias de la Información. Investigadora agregada. Profesora Asistente Adjunta de la Universidad de La Habana. Departamento de Investigaciones Histórico-Culturales, Bibliográficas y Bibliotecológicas. Biblioteca Nacional “José Martí”.

Ficha de procesamiento

Clasificación: Artículo histórico.

Términos sugeridos para la indización

Según DeCS1

CIENCIAS DE LA INFORMACIÓN; INVESTIGACIÓN; PUBLICACIONES; CUBA.

INFORMATION SCIENCES; RESEARCH; PUBLICATION; CUBA.

Según DeCI2

CIENCIAS DE LA INFORMACIÓN; PRODUCCIÓN CIENTÍFICA/Tendencias; BIBLIOGRAFIA RETROSPECTIVA/análisis; INVESTIGACIÓN; CUBA.

INFORMATION SCIENCES; SCIENTIFIC PRODUCTION/trends; BIBLIOGRAPHY, RETROSPECTIVE/analysis; RESEARCH; CUBA.

1BIREME. Descriptores en Ciencias de la Salud (DeCS). Sao Paulo: BIREME, 2004.

Disponible en: http://decs.bvs.br/E/homepagee.htm

2Díaz del Campo S. Propuesta de términos para la indización en Ciencias de la Información. Descriptores en Ciencias de la Información (DeCI). Disponible en: http://cis.sld.cu/E/tesauro.pdf