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ACIMED

versión impresa ISSN 1024-9435

ACIMED v.16 n.6 Ciudad de La Habana dic.-dic. 2007

 

 

Febrero 18 de 1881. Anuncio de la existencia de un agente intermediario transmisor de la fiebre amarilla

Lic. José Antonio López Espinosa1

En 1858, apenas tres años después de graduarse de médico en el Jefferson Medical College de Filadelfia, el sabio cubano Carlos J. Finlay Barrés (1833-1915), se empezó a dedicar al estudio de la etiología de la fiebre amarilla. Desde sus primeros experimentos en este sentido presintió que el origen del trastorno se podía atribuir al exceso de alcalinidad en la atmósfera, lo cual se correspondía con las ideas de la época, que achacaban a los factores atmosféricos y a las emanaciones de los cuerpos corrompidos la aparición de las enfermedades infecciosas.

Durante algunos años Finlay mantuvo esta ruta equivocada, hasta que, a fuerza de profundos análisis, llegó al convencimiento de que las alteraciones fisicoquímicas de la sangre y las lesiones vasculares son rasgos característicos de esta afección. En virtud de ello consideró errónea toda hipótesis que sostuviera como factores causantes de la fiebre amarilla las influencias atmosféricas o la falta de higiene y pensó en la posibilidad de la existencia de un agente capaz de transmitirla por inoculación, con lo cual dio un giro de 180 grados a sus criterios anteriores. Por otra parte, cuando se percató de que, durante los tiempos de epidemias, los amarílicos residentes en un conjunto de casas en una o varias cuadras no se hallaban siempre en locales inmediatos, discurrió que ello se podía explicar con la intervención de un pequeño organismo viviente.

En principio pensó en los animales microscópicos; pero después comprendió que ese agente intermediario no podía mantenerse de forma homogénea extendido como una nube en el aire pues, de ser así, los enfermos se localizarían en locales adyacentes. Así fue como llegó a la conclusión de que la transmisión tenía lugar por medio de un insecto chupador de sangre con un hábitat propio de los países afectados por la fiebre amarilla.

En la búsqueda de un insecto con esas características, halló en el mosquito diurno de La Habana, al cual llamó Culex mosquito (conocido actualmente como Aedes aegypti) ciertas peculiaridades en la puesta de sus huevos y en la prontitud con la que volvía a picar apenas había terminado de digerir la sangre ingerida previamente. Estos rasgos parecían distinguir al Aedes aegypti de otras especies y lo hacían especialmente apto para la propagación de una enfermedad en forma de epidemia. En la continuación de sus estudios, Finlay descubrió que este insecto se entumecía y no podía picar a 15 grados centígrados de temperatura; que en New Orleans, Río de Janeiro y La Habana habían cesado las epidemias de fiebre amarilla, justamente al bajar la temperatura a esa cifra; y que al mantenerse un tiempo dentro de una atmósfera enrarecida, donde no es posible transmitir la enfermedad, el mosquito perdía gran capacidad para perforar la piel.

Apenas comenzado el año 1881, el Gobernador General de la Isla seleccionó a Finlay para que integrara la delegación de Cuba y Puerto Rico ante la Conferencia Sanitaria Internacional, que se debía celebrar en Washington el 18 de febrero. Dada la rapidez con la que tuvo que prepararse para participar en esa reunión, no le alcanzó el tiempo para hacer los experimentos que justificaran su teoría. En ese evento, un representante de España, el doctor Rafael Cervera, se pronunció a favor de realizar investigaciones sobre la enfermedad, momento que aprovechó el cubano para exponer por primera vez en público los resultados de sus estudios. Sin mencionar al mosquito, ofreció indicios bastante firmes, cuando declaró que para la propagación del mal se debían cumplir tres condiciones, a saber: 

  • La existencia previa de un caso de fiebre amarilla en un período determinado de la enfermedad.
  • La presencia de un sujeto apto para adquirirla.
  • La presencia de un agente cuya existencia sea del todo independiente, tanto de la enfermedad como del enfermo, pero indispensable para transmitirla de un individuo enfermo a otro sano. 

Aunque ya estaba convencido de que el agente misterioso era un mosquito, no dio más detalles en esa reunión acerca de su genial descubrimiento. Su modestia y su ética científica le impusieron la obligación de demostrar su hipótesis con hechos. Por ello se limitó a referirse en la tercera condición a “la presencia de un agente cuya existencia sea del todo independiente, tanto de la enfermedad como del enfermo”.

El 18 de febrero de 1881 fue pues la fecha memorable, en la que el cubano Carlos J. Finlay anunció por primera vez la existencia de un agente intermediario transmisor de la fiebre amarilla.

Referencias bibliográficas 

1. Finlay CJ. Alcalinidad atmosférica observada en La Habana. An Acad Cienc Med, Fis, Nat Habana. 1872;9:183-92.

2. ___. Memoria sobre la etiología de la fiebre amarilla. Gac Med Habana. 1879;1:161-165, 177-81.

3. ___. Memoria sobre la etiología de la fiebre amarilla. Gac Med Habana. 1879;2:7-9, 20-3, 33-5, 53-9.

4. ___. Extracto de las deliberaciones de la Conferencia Sanitaria Internacional de Washington. An Acad Cien Med Fis Nat Habana. 1880;17:449-95.

5. ___. Método para extirpar la fiebre amarilla, recomendado desde 1899. Rev Asoc Med Farm Isla de Cuba. 1903;3:179-85.

6. ___. ¿Es el mosquito el único agente de transmisión de la fiebre amarilla? Rev Asoc Med Farm Isla de Cuba. 1903;3:245-50.

7. ___. Conferencia Sanitaria Internacional de Washington. Protocolo 7. Sesión del 18 de febrero de 1881, página 34. En: Obras completas. T1. La Habana: Academia de Ciencias de Cuba. 1965.p.197-8.

1Licenciado en Información Científico-Técnica y Bibliotecología. Investigador Agregado. Universidad Virtual de Salud. Centro Nacional de Información de Ciencias Médicas-Infomed. Ciudad de La Habana. Cuba.