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ACIMED

versión impresa ISSN 1024-9435

ACIMED v.17 n.6 Ciudad de La Habana jun.-jun. 2008

 

PÁGINA DEL EDITOR

Bibliotecarios, quijotes de hoy: un libro puede cambiar el mundo

 

Librarians, today's Quixotes: a book can change the world

 

 

María del Carmen González Rivero

 

 


Según creemos, somos la única especie del planeta que ha inventado una memoria comunal que no está almacenada ni en nuestros genes ni en nuestros cerebros. El almacén de esta memoria se llama biblioteca.

CARL SAGAN



Evento nacional de ASCUBI.

¿La cita?: Matanzas, del 24 al 28 marzo de 2008.

Las bibliotecas públicas están representadas por personas que trabajan la promoción de la lectura en la comunidad, algunos bibliotecarios o no. Llevo conmigo el equipaje, experiencia, proyecto, deseos de conocer....

Nadie supone que desde Matanzas estaré viajando por lugares que tal vez no se dibujen en el mapa, pero que guardan ricas historias, de las que cualquier cineasta obtendría una obra digna de premio.

En las bibliotecas públicas cubanas hay guardada tanta historia... empiezo a descubrirla. Pero se habla de años. ¿Cómo es posible?; cómo se puede estar hablando de esta profesión sin referirse a estas personas que trabajan por transformar lo sucio en oro; por mostrar la maravilla que guarda un libro; por eso, alguien canta: "solo el amor convierte en milagro el barro".

Comienzo de pronto a recordar esta frase: "lo esencial es invisible a los ojos…", así lo dijo el autor de El Pequeño Príncipe. ¿Será que está ocurriendo así en el mundo bibliotecario?

Me doy cuenta en este momento de que las bibliotecas públicas de Cuba están representadas por un grupo de personas que en el anonimato son brigadistas, trabajadores sociales, purificadores de ambiente, poetas, artistas, creadores, instructores de arte, lectores de tabaquería…; otras llegan a las prisiones porque confían en el ser humano, y con toda seguridad alguna vez se preguntan: "…si un hombre roba, después da la vida ¿qué hacer…?".

Comienza la exposición de trabajos. Como puedo imaginar lo que estoy viendo, escuchando, asombrada me hago una pregunta: ¿por qué la prensa no publica historias como las que allí se cuentan; experiencias vividas por esas personas que prefieren salvar la comunidad con la lectura de algún libro? Insisto, no veo; pero nadie las ve en la televisión. Me hago otra pregunta: ¿Por qué las bibliotecas públicas no tienen el aprecio que merecen?

Propongo que cuando se hable de promoción de lectura en Cuba se cuente con todas estas personas y se reconozca el trabajo de las bibliotecarias y bibliotecarios públicos. Están en ellos realmente los nuevos alfabetizadores del siglo XXI, donde la información se mueve por un mouse al llamado de un clic. En muchos lugares no llega aún esta tecnología; pero el libro impreso sí existe y camina desde muy temprano y llega a manos de distintas edades, diferentes costumbres, creencias, ideologías, etcétera.

Le pregunto ahora: ¿acaso sabe usted que hay una bibliotecaria en Ceiba Mocha quien a través del teatro arrastra a su comunidad hasta el más encantador cuento, hasta la poesía más sublime de un autor, hasta ese día desconocido? Cuánto privilegio para esa población rural, que tiene una mujer dueña de la más humilde y digna profesión de servir sólo con libro, personajes e historias.

Qué decir de las prisiones que se llenan de amor, aventuras, poesía, cantos…; ni las rejas pueden con tanta libertad de creación, salida del amor de jóvenes y no tan jóvenes bibliotecarias que renacen esperanzas en aquellos que un día la perdieron.

En aquel salón matancero descubro, en voz del pequeño "gran hombre": Tomasito, "…que muchos hoy sólo repiten historias que comenzaron los bibliotecarios en 1963 cuando las prisiones en Cuba recibían bibliotecarios con la luz del saber, con el libro bajo el brazo, tal vez una Biblia o un libro de Martí…", porque premisa para los bibliotecarios es que un libro puede cambiarlo todo.

Todavía no salgo de mi admiración. Viajo ahora por la historia: cuando en este mundo la tecnología enloquece a muchos, llega una sencilla mujer a contar de su trabajo como lectora de tabaquería. Hace tanto me hablaron de esa actividad en los libros de historia, que imaginaba estaba en La Habana colonial... Pero cuánta tradición defiende Juana con ese libro en manos que cada mañana sale en busca de oídos que ya reclaman su lectura. La imagen queda grabada en mí; aquel olor a tabaco; Juana leyendo historias de la Edad de Oro; hombres y mujeres escuchan por primera vez las travesuras de Meñique; la valentía de Los tres héroes

Sigo increíblemente mi recorrido; todo ha sido planificado por los que dirigen este encuentro. Muchos dijeron: "por fin llegamos a Granma".

Muchos trabajan para niños y ancianos. Cuando en sus mentes y corazones existe el aburrimiento, ahí esta el bibliotecario público; cuando escucho tantas buenas maneras de dar aliento, de recordar que existen personas que necesitan, viene a mi mente esta frase: "A un niño... le daría alas; pero le dejaría que él solo aprendiese a volar. A los viejos les enseñaría que la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido…". Por eso, en muchas de nuestras comunidades nace cada día el amor de un bibliotecario, que alimenta con su libro el corazón de muchos que ya creen fueron olvidados.

Me enorgullezco de la convivencia que tuve con las reinas del oriente. Aprendí desde el primer día con la reconocida bayamesa Rebeca Brull, Dama de la experiencia. ¿Qué decir de la auténtica Diosa guantanamera y doble profesional santiaguera, docente y bibliotecaria, Daima? Ya voy entendiendo por qué toda la historia de nuestro país nació por esa zona del caimán.

Les pregunto a todas las que, gracias al evento de ASCUBI, pude conocer ¿cómo hacer tanto sin esperar nada a cambio? Ustedes escriben todos los días, con su obra bibliotecaria, las mejores historias de amor, las que nadie publica, las que nadie divulga, las que nadie graba. Ya les dije que me sentía obligada a divulgar, por la sencilla razón de que estos hombres y mujeres hacen historias inéditas por montes y ciudades.

Nuestra profesión tuvo la demostración más humilde y sencilla de amor cuando del Segundo Frente Oriental llegó la Esperanza para los que allí viven, porque tienen una bibliotecaria de la nueva generación, que bien lleva su nombre: Esperanza, quien trajo en sus manos un minidiccionario sobre medio ambiente, creado por ella misma, para todos los niños de esa zona rural. Cuánta creación. Ni ella misma sabia cómo tan lejos, sin mouse, sin pantalla plana, sin conexión a Internet, pudo llegar a hacer algo tan grandioso. Si para José Martí los versos más grandes los llamó Sencillos, cómo no llamar a esta obra la creación sencilla.

Siempre digo que el bibliotecario es una persona que decide abandonar su mundo, sin renunciar a él, e incursionar en el servicio a los otros. Su entrega en este oficio es similar a la que requiere el médico. Este cura el cuerpo; aquel el alma; porque el bibliotecario no es otra cosa que un
médico del alma; el intermediario que lleva el alimento del espíritu a los otros. Su servicio va más allá de esas actitudes ancilares, porque el fin último del servicio bibliotecario es ayudar a construir la vida de los otros.

El bibliotecario guarda en su corazón una metáfora sólo develada a unos pocos: es la única profesión que ayuda a la gente a crearse y transformarse en otros mediante la lectura. Es por eso que la facultad de dar servicio a los demás es un sedimento divino más relacionado con el misterio que con la condición humana. El bibliotecario, al servir, no hace más que compartir una arenilla divina con sus semejantes. Entonces su finalidad última es el bien; un bien sencillo y humilde...

Ya pasa la semana, todos regresamos a nuestras labores, la comunidad espera a sus duendes. Por ahora no hay nada aquí; sólo unos días que se aprestan a pasar; una tarde en que se puede respirar; un diminuto instante inmenso en el vivir. Después mirar la realidad. Y nada más.

Ahora me parece que hubiera vivido un caudal de siglos por viejos caminos. Desde donde escribo estas líneas, desde esta inmensidad que llaman tiempo, en esta inmensidad donde vivimos, encontré colegas, amigas; encontré personas que aman su profesión bibliotecaria. Todavía no entiendo cómo fue tanto tiempo.

Son los bibliotecarios los quijotes de nuestros campos y ciudades que en horas de desaliento llevan su cantar.

Escuchen mi grito, háganme un sitio en su montura, y llévenme a su lugar, que yo también quiero batallar...