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ACIMED

versión impresa ISSN 1024-9435

ACIMED v.17 n.6 Ciudad de La Habana jun.-jun. 2008

 

ARTÍCULOS


El pragmatismo en la bibliotecología cubana de la República



Pragmatism in Cuban library science at the time of the Republic




Maylín Frías GuzmánI; Zoia RiveraII

IMáster en Bibliotecología y Ciencias de la Información. Asistente. Departamento de Ciencias de la Información. Facultad de Ciencias de la Información y la Educación. Universidad Central "Marta Abreu". Las Villas. Cuba.
IIMáster en Comunicación. Profesora Auxiliar. Facultad de Comunicación. Universidad de La Habana.

 

 


__________________________________________________________________________________________
RESUMEN

Se estudia la influencia de la escuela de pensamiento pragmático en el campo bibliotecológico cubano. Se examinan las características de la filosofía pragmática en relación con el contexto en que surge y se desarrolla, así como su penetración en diversas esferas de la vida de la sociedad, incluidas las bibliotecas públicas norteamericanas. Se analizan las similitudes de estas con las creadas en Cuba en el período republicano y se muestra la presencia del pragmatismo, tanto en estas instituciones como en los planes de formación del personal bibliotecario a distintos niveles de enseñanza.

Palabras clave: Bibliotecología, pragmatismo, Cuba.
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ABSTRACT

A study is made of the influence of the school of pragmatic thought on the Cuban library science. The characteristics of the pragmatic philosophy in relation to the context of its origin and development are examined; as well as its presence in diverse areas of the society's life, including the American public libraries. The similarities of these with their Cuban counterparts in the republican period are analyzed, and the presence of pragmatism in these institutions, as well as in the library personnel training plans at different teaching levels, is shown.

Key words: Library science, pragmatism, Cuba.

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…los arroyuelos que forman el manantial del río del pragmatismo es fácil remontarlos hasta casi la antigüedad que se desee…

CHARLES PIERCE


El siglo XIX fue testigo del nacimiento de la bibliotecología como ciencia de la biblioteca. Su desarrollo estuvo condicionado por factores socioeconómicos, políticos, culturales e intelectuales en cada contexto geográfico.

El acelerado progreso de los Estados Unidos en este período favoreció la consolidación de una práctica bibliotecaria que constituyó un patrón a seguir en el mundo. Coincide en este período el surgimiento de una corriente filosófica propia de Norteamérica: el pragmatismo, que implantó un modelo de pensamiento que perdura en la génesis del ciudadano norteamericano y trascendió a múltiples campos del conocimiento. La bibliotecología se apropió de algunas de sus ideas y las hizo manifiestas en múltiples de sus concepciones y prácticas cotidianas.

La constitución en Cuba de una República dependiente de los intereses estadounidenses a principios del siglo XX, propició la penetración foránea en la economía, la cultura y la ideología de la isla caribeña. El pragmatismo llegó, con los nexos existentes entre ambas naciones, en el período republicano. La bibliotecología cubana reprodujo en múltiples casos los modelos norteamericanos y reveló la asimilación de preceptos pragmáticos; sin embargo, el pragmatismo, trasplantado al terreno nacional en el campo bibliotecológico, es un tema poco estudiado. Su mención se reduce a breves comentarios.

Emilio Setién, en algunos de sus escritos, identifica las tendencias filosóficas presentes en el pensamiento bibliotecológico latinoamericano y cubano, y plantea al respecto la existencia en el siglo XX de dos escuelas de pensamiento: la positivista y la marxista, aunque no niega la existencia
de otras con efectos más reducidos.

Los estudios históricos sobre las bibliotecas cubanas se refieren a la incidencia del modelo de la biblioteca norteamericana; sin embargo, ninguno de ellos se dedica al análisis del traspaso al terreno cubano de las filosofías que sustentaban el desarrollo de dichas bibliotecas.

En las investigaciones realizadas bajo la tutoría de Zoia Rivera se encuentran ideas que de alguna manera aluden al tema. La importancia de la escuela de pensamiento pragmático para el campo de la ciencia de la información en nuestro contexto particular es subrayada por Radamés Linares en sus trabajos.

La necesidad de cubrir los vacíos de conocimiento que existen sobre las bases teóricas de la bibliotecología cubana motivó la formulación de la siguiente interrogante: ¿qué incidencia tuvo el pragmatismo en el desarrollo de la bibliotecología cubana en el período republicano? Y ella llevó a la formulación de los siguientes objetivos:

- Revelar la incidencia del pragmatismo en el desarrollo de la Bibliotecología cubana en el período republicano.

- Caracterizar el pragmatismo en el momento histórico-social en que surge y se desarrolla.

- Exponer la incidencia del pragmatismo en la bibliotecología norteamericana del siglo XX.

- Examinar la penetración del pensamiento filosófico pragmático en el contexto cubano de la neocolonia.

- Demostrar la identificación de las figuras más importantes del mundo bibliotecario cubano con principios pragmáticos.

- Determinar la presencia de preceptos pragmáticos en la concepción de los programas de asignaturas de la especialidad.

- Analizar la incorporación de las ideas pragmáticas en la práctica bibliotecaria.


MÉTODOS

Se trata de una investigación histórica. El apoyo en fuentes documentales determina que también se realice una investigación de tipo documental. La técnica empleada fue esencialmente el análisis documental.

FUENTES

Social Science Citation Index, LISA y EBSCO.

Actualización: 2006.

PROCEDIMIENTOS

Se realizaron búsquedas:

1. En Social Science Citation Index, con las siguientes estrategias:

- Pragmatism.

- Pragmatism and philosophy.

- Librarianship and philosophy.

- Pragmatism and librarianship.

- Pragmatism and information science.

- Pragmatism and library science.

- Pragmatism and knowlegde organization.    

2. En LISA y EBSCO:

- Pragmatism.

Posteriormente se:

a) estudió la relevancia de los registros recuperados.

b) analizaron estadísticamente los registros almacenados en las bases de datos consultadas.

c) buscaron y revisaron publicaciones seriadas nacionales:


Especializadas en filosofía:

Revista Cubana de Filosofía.

Revista de la Federación de Doctores en Ciencias y en Filosofía y Letras.

Pensamiento Crítico.

Revista Cubana.

El Ideal: revista filosófica.

Revista de los estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de La Habana.


No especializadas:

Revista Bimestre Cubana.

Islas.

Revista de la Universidad de La Habana.


Especializadas en bibliotecología y ciencias de la información:

Boletín de la Asociación Cubana de Bibliotecarios.

Bibliotecas.

Ciencias de la Información.

Acimed.


d) exploraron catálogos nacionales y extranjeros.

e) localizaron y revisaron fuentes documentales: monografías, artículos, informes de investigación, libros, tesis de licenciatura, maestría y doctorado, atesorados en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, la Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana, la Universidad Pedagógica «Félix Varela», la Universidad Pedagógica «Enrique José Varona», el Instituto de Filosofía de la Academia de Ciencias de Cuba, la Cátedra de Filosofía de la Universidad Central «Martha Abreu», de Las Villas, y el Centro de Estudios de los Estados Unidos.


EL PRAGMATISMO NORTEAMERICANO: UNA APROXIMACIÓN A SU ESENCIA

COORDENADAS SOCIOECONÓMICAS, POLÍTICAS Y CULTURALES DEL SURGIMIENTO DEL PRAGMATISMO

Las manifestaciones socioeconómicas, políticas y culturales de finales del siglo XIX condujeron al florecimiento, en el plano ideológico, de una filosofía propiamente norteamericana. La aparición del pragmatismo se sobrevino en una época en la que se comenzaba a gestar y consolidar el poder de la joven nación.

Estados Unidos comenzó a emerger a partir de 1860 como una de las grandes potencias capitalistas fuera de Europa. Durante el período comprendido entre 1860 y las primeras décadas del siglo XX norteamericano se sucedieron, de forma vertiginosa, un conjunto de transformaciones socioeconómicas que permitieron tal prosperidad.

El territorio norteño poseía grandes extensiones de tierra y valiosos recursos naturales sin explotar que constituyeron el punto de partida del progreso de la nación. La concesión y venta de parcelas a campesinos y emigrantes precipitó la expansión hacia el oeste, el afianzamiento rural y la generación de materias primas para la industria. El ganado, el algodón, el hierro, el carbón, el cobre y otros minerales establecieron las bases de las más importantes industrias manufactureras.

La introducción, adaptación y el perfeccionamiento de las maquinarias inglesas impulsó el origen del sistema fabril en el país. Todo esto constituyó el preámbulo de la segunda revolución industrial de la cual Estados Unidos fue su principal protagonista. La unificación de los estados de la unión sobre una misma plataforma económica y social, tras la guerra civil norteamericana (1861-65) desencadenó su inevitable apertura.

La inteligencia norteamericana produjo innovaciones que beneficiaron todas las esferas económicas y la vida cotidiana. La prosperidad tuvo como uno de sus pilares fundamentales la aplicación de métodos científicos derivados del intenso trabajo de grupos de investigadores especializados.
Con la creación en 1847 de la American Association for the Advancement of Science se consolidó el movimiento científico que se gestaba. El gobierno reconoció a la «ciencia» como un elemento cardinal para el progreso de la nación, y la asistencia de filántropos capitalistas coadyuvó a su desarrollo.

Para finales de siglo se introdujo la desmotadora de algodón, el sistema de hilado y el tejido mecánico Waltham, la hiladora continua de anillo, la máquina de coser, el telégrafo, la bobina de inducción para cambiar de onda en la telegrafía y la telefonía, el acero de corte rápido para herramientas, aparatos de aviación, las resinas sintéticas, el tubo audión, la embotelladora automática, el filamento iluminador de tungsteno y el motor de corriente alterna, entre otros.1

La rotativa, armas (Colt, Remington, Winchester), la máquina de coser, destiladoras, desnatadoras, el ascensor, el coche-cama (George M. Pullman, 1864), la máquina de escribir, el celuloide, la lavadora, la leche condensada, el tractor de gasolina (1892), el teléfono (Alexander G. Bell, 1876), el fonógrafo, el micrófono, las bombillas incandescentes (los tres, patentados por Thomas Edison), el ventilador eléctrico, las cajas registradoras, las calculadoras, el papel carbón, la sacarina, el papel-película (George Eastman, 1885), la bakelita, el cristal pyrex, la linotipia (Ottmar Mergenthaler, 1886) y la ametralladora fueron, entre otros muchos productos, invenciones norteamericanas de los años 1860-1914….2

La agricultura enfrentó una modernización tecnológica encabezada por la introducción del arado, la cosechadora y la trilladora mecánica. Después de la referida contienda bélica se desencadenó otra oleada de invenciones. Aparecieron la cultivadora, la agavilladora, el arado sembrador y la segadora mecánica.

El desarrollo de los transportes constituyó un factor esencial en la evolución agrícola e industrial del país por medio de su empleo en la producción. La electricidad y el petróleo reemplazaron la fuerza animal y el vapor como fuentes de energía. La expansión del ferrocarril transcontinental, el auge de los tranvías eléctricos, la aviación comercial, los vehículos motorizados sobre la base de la gasolina, la gradual efervescencia del transporte fluvial y la construcción de canales permitió el aumento del flujo de materias primas, mercaderías y personas.

Como resultado de las transformaciones tecnológicas, la economía norteamericana experimentó un acelerado crecimiento. Las producciones agrícolas e industriales se incrementaron de forma sustancial, aunque las segundas superaron progresivamente a las primeras. La base agraria cedió su lugar a la industria. Sobre esta transición Faulkner señaló:

Hasta la década de 1880, la agricultura constituyó la principal fuente de riqueza, pero el censo de 1890 reveló que la manufactura había pasado a ocupar el primer puesto, y diez años después el valor de los productos manufacturados duplicaba con creces al de los agrícolas.1

Al finalizar el siglo XIX, la producción manufacturera duplicó la de Gran Bretaña y representó la mitad de la producción europea.1 Las industrias siderúrgica, minera, química, alimenticia, textil, de calzado, petrolera, eléctrica, entre otras, se afianzaron y muchas alcanzaron renombre en el exterior. Los productos alimenticios y manufacturados estadounidenses invadieron los mercados mundiales. El país, fuente de materia prima hasta entonces, diversificó sus exportaciones y alcanzó la total independencia económica de Gran Bretaña, su exmetrópoli.

La introducción de modernas maquinarias en la industria encarecieron las inversiones. Esto permitió el paso gradual de la libre competencia de pequeñas industrias a la de grandes monopolios empresariales. La banca fue un elemento esencial en la consolidación de las fusiones y agrupaciones de empresas comerciales.

El capitalismo estadounidense arribó el siglo XX caracterizado por la concentración del capital y el desarrollo de su fase monopolista. Aunque existieron períodos de crisis, el ascenso de la economía ocurrió a pasos agigantados. La participación en la primera guerra mundial fortaleció su despegue como potencia económica y política.

La política imperialista de expansión, ya no territorial, sino de penetración política, económica y cultural, se consolidó con la teoría del Destino manifiesto y la Doctrina Monroe. De esta forma, se justificó estratégicamente el dominio de territorios y nuevos mercados en el Caribe, el Pacífico y el Lejano Oriente. Desde finales del siglo XIX a principios del XX, el capital norteamericano se invirtió más allá de las fronteras. La presencia de intereses norteamericanos en Canadá, México, Europa, América del Sur y Cuba mostró la dilatación del poderío financiero de la nueva potencia capitalista.

El extraordinario avance económico convirtió a los Estados Unidos en el destino de millones de emigrantes de diferentes latitudes. Entre 1860 y 1920 arribaron al país 28 500 000 extranjeros.1 La fe de hacer fortuna movió a grandes masas a la entonces llamada «tierra de los superlativos». Muchos emigrantes lograron convertirse en reconocidos magnates capitalistas por medio de la inhumanidad, la fraudulencia, el carácter emprendedor y la astucia en los negocios. La inmensa mayoría pasó a ser mano de obra asalariada.

La población se concentró preferentemente en comunidades urbanas situadas en las más importantes zonas industriales del Noroeste. New York, Chicago, Filadelfia, St. Louis, Boston, Cleveland, Baltimore, Pittsburgh, Detroit y Buffalo fueron las urbes más densamente pobladas. La primera alcanzó la primacía como capital financiera y comercial del país.

La vida en las ciudades proliferó en correspondencia con el desarrollo de la industria, las comunicaciones, el comercio, la electrificación, los servicios comunales y el transporte público. Afloraron construcciones emblemáticas como el puente de Brooklyn (1883), la Estatua de la Libertad (1886) y el metro (1904). La arquitectura urbanística se alzó con los representativos rascacielos.

Las diferentes manifestaciones artísticas intentaron expresar los cambios, tensiones, pasiones, aspiraciones, el dinamismo y la mezcla de culturas. El arte se movió constantemente desde el romanticismo hacia un realismo objetivo por medio de la sátira, las interpretaciones y evaluaciones pragmáticas y naturalistas del hombre y su destino. Ilustró los conflictos, las añoranzas y las inquietudes de las diferentes clases sociales.

La sociedad, amparada por el desarrollo científico-técnico y la libre determinación del ideal democrático, promovió la educación con vista a proporcionar el beneficio espiritual y material. La instrucción constituyó un recurso para alcanzar puestos de trabajo bien remunerados o un reconocido lugar en la escala social. La comprensión de las máquinas y el dominio de habilidades y destrezas a tener en los diferentes oficios y ocupaciones fueron primordiales para obtener mejores resultados y, por tanto, mayores ganancias.

El sistema nacional de educación se adaptó a las necesidades sociales desde los niveles primarios hasta los más elevados. Las empresas, las iglesias, el gobierno federal y los gobiernos estatales auxiliaron el proceso de organización que se produjo. La educación superior se diversificó en colegios privados, universidades públicas, universidades privadas, institutos tecnológicos, escuelas profesionales y colegios comunitarios. Las instituciones bibliotecarias fueron consideradas parte del sistema. Su inclusión en los programas de educación de adultos desencadenó un movimiento sui géneris en la América anglosajona.

Las necesidades de información de un heterogéneo público lector, así como la aglomeración documental que generaron los conocimientos científicos y el perfeccionamiento de los procesos, las técnicas y la tecnología editorial trazaron pautas para la presencia de la biblioteca. La fundación de la American Library Association (ALA) respaldó el avance del pensamiento bibliotecológico. La constante preocupación por la normalización de los procesos de organización de la información y por la educación de los usuarios dirigió el intelecto hacia la confección de herramientas de búsqueda y recuperación y el diseño de nuevos servicios bibliotecarios. La bibliotecología estadounidense experimentó un avance que influyó en todo el desarrollo posterior de este campo de conocimiento a nivel mundial.

 

EL PRAGMATISMO: UNA FILOSOFÍA NORTEAMERICANA

Con el desarrollo del capitalismo premonopolista el pensamiento filosófico burgués racionalista se convirtió en pensamiento obsoleto. La ideología racionalista, enarbolada bajo las consignas de libertad, igualdad y fraternidad desde el siglo XVII, desapareció. La vuelta al empirismo idealista subjetivo desarrollado en Inglaterra en el siglo XVIII por Berkeley y Hume se hizo presente con una fuerza inusitada. La ciencia y su saber social fueron cuestionados o desarrollados desde esta perspectiva. El irracionalismo, la subjetividad y el pesimismo de un futuro incierto y de un presente sin futuro prendieron en el análisis del hombre en el mundo de la plusvalía, la ganancia y la explotación.

En los Estados Unidos, la clase dominante empleó la filosofía teológica o religiosa para someter a los esclavos en el Norte y los campesinos agricultores en el Sur. Establecidas las condiciones del desarrollo industrial y del proletariado a finales del siglo XIX, su sustituta debía ser la forma, que sin obviar los cánones religiosos y morales, se ajustara a los cambios de entonces.

El positivismo de Comte, Spencer y Stuart Mill penetró como un movimiento de avanzada que desataba los lazos eclesiásticos y ensalzaba el progreso científico. Tuvo varios seguidores; en estos años su figura más representativa fue Chauncy Wright. Esta corriente no respondió a las expectativas de la clase en el poder; pero sobre muchos de sus principios se erigió la primera expresión filosófica propia de los Estados Unidos: el pragmatismo.

Su aparición se produjo en la década de los años 70 del siglo XIX. La depresión y el desconcierto tras la guerra animaron a un grupo de jóvenes intelectuales en Cambridge, que pretendieron convencer a las personas que son ellas mismas las responsables de su propio destino. Charles S. Pierce, Chauncy Wright, Oliver Wender Holmes, Joseph B. Warner, Nicolás St. John Green, John Fiske, Francis Eleengwood Abbat y William James conformaron el llamado Club metafísico, un espacio de intercambio profesional de donde emergió el pragmatismo. Para Jhon L. Childs son cuatro las fuerzas motrices que propiciaron su surgimiento:

1. "…la metodología de la ciencia experimental que enlaza el pensamiento con la acción y que confiere autoridad definitiva a los procedimientos empíricos…

2. "…la aceptación de la teoría de la evolución orgánica, con su ineludible corolario de que el hombre y la cultura emergen de un natural proceso biosocial…"

3. "…la expansión de la democracia, con su insistencia sobre la soberanía del pueblo y el derecho de este a determinar los fines para los cuales va a vivir y el carácter de las leyes e instrumentos bajo las cuales va a vivir…"

4. "…la aparición de un orden industrial interdependiente, con su desafío a las afirmaciones del individualismo económico y a la jactanciosa nación-estado…".3

Childs partió de la influencia positivista. El desarrollo triunfal de la ciencia en los siglos XVII y XVIII confirió a los métodos experimentales un carácter paradigmático. Los elementos o pasos seguidos por la investigación experimental constituyeron la norma de todo pensamiento válido. El positivismo fue la expresión filosófica que se manifestó al respecto y de la cual el pragmatismo es una variante.

Fueron varios los autores que le confirieron a la Teoría de la evolución de las especies de Charles Darwin su aporte en la formación del pragmatismo. Según Richard Bernstein, Darwin significó desde la perspectiva pragmática, cambio, continuidad natural con el resto de la naturaleza, apertura, ausencia de distinción entre ciencia y filosofía.4

Dewey destacó su relevancia en 1909 cuando escribió La influencia del darwinismo en la filosofía. La evolución implicó una visión de la realidad como proceso natural, dinámico, continuo y transformador donde ciencia y filosofía convergen. El hombre se convirtió en el principal protagonista de su escenario. La magnitud de sus actos fueron determinantes en el intercambio con la naturaleza y sus semejantes. En su adaptación al medio desarrolló los hábitos y formó actitudes. La fuerza, la inteligencia, las habilidades, el poder y el oportunismo aseguraron la sobrevivencia.

El otro factor anotado por Childs se refiere a la vigencia alcanzada por los postulados de democracia y libertad en la sociedad burguesa norteamericana. Sus referentes datan de las ideas latentes en la Constitución de los Estados Unidos y en la Declaración de los derechos del hombre de la Francia de 1798. Los pragmáticos consideraron el orden democrático como principio básico de la vida social o de grupo y exigieron respeto por el niño como ser humano.

Diversos criterios coinciden en que el contexto industrial en los Estados Unidos secundó la gestación de la filosofía pragmática. El escenario ofreció la oportunidad de ascender económicamente a múltiples individuos con el empleo de cualquier recurso. A su vez, la voluntad, el talento y la riqueza oriundos se dispusieron a favor del progreso de la nación que enarboló el bienestar humano como premisa esencial de su avance.

Otros razonamientos sitúan las reminiscencias históricas del pragmatismo en las reflexiones epistemológicas de Aristóteles. El pensamiento renacentista antiespiritual es considerado también parte de su trasfondo. Su orientación estuvo condicionada por la Reforma protestante que exaltó el individualismo y el poder de la inteligencia humana para transformar la naturaleza y determinar su destino. Convergen en él, la atención al desarrollo de las ciencias naturales, la estimulación de los viajes de descubrimiento, así como la transformación del mundo sideral producto de la obra de Copérnico.

Para Jorge Mañach, el pragmatismo en sus umbrales se debatió entre dos elementos de la idiosincrasia norteamericana: el puritanismo y el espíritu de frontera. Al respecto señaló: "El espíritu de frontera da de sí la voluntad de dominio y el puritanismo cierta hipocresía…".5

El puritanismo fue la doctrina espiritual heredada por Estados Unidos de la metrópoli inglesa. Frenó todo impulso natural humano, todo sentimiento profundo, sano y sincero para desatar la sordidez, la mediocridad, la vulgaridad y la doble moral. Desde su posición, se excusa el empleo de la falsedad y el engaño para alcanzar cualquier propósito en detrimento de la cordialidad social.

El espíritu de frontera fue considerado como el "…principio ideológico que refleja la capacidad de la nación norteamericana para polarizar las actividades individuales en un sentido de progreso, de manera que el desarrollo del capitalismo y la construcción de la nación se identificaron en la conciencia de las masas populares…".6

Esta ideología formó la convicción patriótica del pueblo norteamericano de crecer como nación y de llevar más allá de sus fronteras su hegemonía a cualquier precio. Cristalizó en una doctrina esencialmente política que justificó la usurpación de riquezas y la anexión de territorios.

Morales Camellar ofreció otro elemento cuando expresó:

El pragmatismo tiene sus raíces en la razón práctica de Kant; en la exaltación sphopenhauriana de la voluntad; en la noción darviniana de que los más aptos y por consiguiente también la idea más apta y verdadera son los que sobreviven; en el utilitarismo, que hacía de la utilidad la medida de lo bueno; en las tradiciones empíricas e inductivas de la filosofía inglesa y finalmente en las sugerencias del escenario americano (Morales Camellar EGA. John Dewey: el patriarca de la pedagogía contemporánea [Tesis de Doctorado]. La Habana: Universidad de La Habana. Facultad de Educación; 1954).

Según el propio Williams James "…conviene con el nominalismo en apelar siempre a las particularidades; con el utilitarismo en hacer hincapié en los aspectos prácticos; con el positivismo, en su desdén por las soluciones verbales… y las abstracciones metafísicas".7

Las diferentes reflexiones sobre la génesis del pragmatismo nos permiten arribar a la conclusión de que esta estuvo determinada por circunstancias económicas, científico-técnicas e intelectuales en el devenir histórico-social.

Si se considera que «pragma» significa acto, acción, el pragmatismo es entendido como la filosofía de la acción. Para esta corriente, el proceso cognoscitivo se desarrolla a partir de la actividad práctica y la experiencia. El hombre en su intercambio con la realidad conforma sus explicaciones, ideas e interrogantes sobre los fenómenos que le rodea. En la premisa anterior radica el carácter empírico del pragmatismo.

El afán por alcanzar el conocimiento verdadero promueve la aplicación del método científico. La precisión y confiabilidad de los conocimientos empíricos estarán determinados por el empleo de procesos metodológicos y los análisis racionales que plantean las ciencias experimentales. Para el pragmatismo, conocer es un proceso deliberado, sistemático, objetivo y controlado. Es decir, el pensamiento reflexivo del hombre en su cotidianeidad seguirá los mismos pasos que sigue el de un investigador en un laboratorio o en el avance de un proceso científico investigativo. Al mismo tiempo, los pragmáticos criticaron el reductivismo científico y prestaron atención a las dimensiones intersubjetivas, sociales y comunales de la experiencia, el lenguaje y la investigación.8

Si bien el individuo construye su sabiduría según sus fines, esta se conformará con aquellas proposiciones que le produzcan beneficios en la vida. Serán válidos los conocimientos que ofrezcan utilidad práctica y los medios que permitan arribar a ellos de acuerdo con el criterio individual. Del sujeto depende la construcción de la realidad. Es precisamente en esta idea donde radica el subjetivismo pragmático. Existir depende del criterio que avale el éxito en la acción y, por lo tanto, del sujeto que lo emite. No existe el mundo material objetivo; todo es creación del sujeto. Derivado de estas propuestas es que para algunos la esencia pragmática se reduce a la frase: "existir es ser útil". Desde el punto de vista marxista, el pragmatismo es concebido como «la filosofía del imperialismo». Justifica el pensamiento burgués y el sistema capitalista.

Al respecto, Howard Selsam señaló:

el pragmatismo es la filosofía distintiva del imperialismo, la filosofía del gran garrote, de la completa conveniencia, de la práctica sin teoría, del movimiento sin dirección, de la improvisación, de la ganancia y de lo esencial en el credo del negocio norteamericano; nada más exitoso que el éxito.9

Y enumeró los siguientes rasgos distintivos:

1. La negación de una realidad objetiva existente con independencia de cualquier experiencia humana y reflejada en nuestra mente por medio de nuestros sentidos.

2. La consecuente negación de una necesidad objetiva, de una casualidad, de una explicación que señale ante, tales o cuales hechos, algo así como una continuación o sucesión necesaria.

3. La negación de todo conocimiento o verdad objetiva y, en consecuencia, la imposibilidad de una predicción o control de cualquier fenómeno natural o social.

4. La afirmación de que la realización exitosa de cualquier aspiración, propósito o intención es la única prueba de la validez de una idea o principio y que constituyen el único significado de su "verdad".9

Wells caracterizó esta filosofía como una teoría y un método en la medida que:

El método pragmático es empirista puro; relega los fines sobre los medios improvisados, convenientes y oportunistas. La teoría pragmática es idealismo subjetivo del tipo del positivismo. Es un punto de vista subjetivista, oscurantista y creador de ficciones. Asimismo, el pragmatismo es un arma de clase en la apología de la brutalidad, la ignorancia y la superstición. En el método y la teoría es lo opuesto al materialismo dialéctico y está dirigido contra la clase obrera y sus aliados en su lucha por la liberación.9

Esta mirada al pragmatismo ofrece elementos sustanciales. Sin embargo, no se debe reducir su interpretación a la connotación de la expresión American way of life y a las posiciones políticas inmorales del estado norteamericano. Los pensadores pragmáticos han adoptado posturas liberales y han criticado sin reserva los excesos de su sociedad.

Para el grupo de instructores y profesores de la Universidad de Harvard fue un intento de cambiar la manera de pensar de los americanos y proponerles un nuevo modo de ver el mundo. Muchas de sus concepciones hoy forman parte de la idiosincrasia del pueblo norteamericano.



PIERCE, JAMES Y DEWEY: LOS TRES CLÁSICOS DEL PRAGMATISMO NORTEAMERICANO

Charles S. Pierce es considerado el fundador del pragmatismo. En sus artículos La fijación de la fe y ¿Cómo hacer claras nuestras ideas?, expuso los principios fundamentales de esta filosofía.

Pierce le otorgó al pensamiento la función de elaborar creencias, las que determinan la acción del sujeto.9 La verdad o certeza de estas creencias, así como de los métodos para alcanzarla, está determinada por su incidencia en la práctica. Las ideas o conceptos que se forman las determinan los resultados prácticos.

Para "fijar la creencia" o el estado de opinión, Pierce propuso tres métodos: el voluntarismo es el primero. Consiste en creer con tenacidad algo de forma que su constante reiteración la convierta en un hecho para nosotros. La voluntad de creer complementa el segundo método, el de la autoridad. Esta doctrina impone la voluntad del estado sobre la del individuo. El "método de la ciencia", tercero y último, recurre a la influencia de los fenómenos externos independientes del pensamiento humano como fuente de generación de nuestras creencias. Sobre la base de estos tres métodos, los pragmatistas formularon las ideas que sustentan esta corriente hasta nuestros días.

Las tesis piercianas sobre semiótica fueron otros de los méritos del lógico matemático. Las desarrolló paralelamente a su objeto de estudio original. Describió el proceso semiótico o del pensamiento como un proceso de interpretación de signos en el que se establece una relación triádica entre signo, objeto e interpretante. Definió el signo como algo que representa a un ente para alguien, y estableció una tipología minuciosa de este. El objeto no es más que lo representado. El interpretante es otro signo que traduce y explica el signo del cual partimos. La asignación de significados a las cosas del mundo real va a estar determinada por el conocimiento a priori y la cultura que se posea. Esto indica que un acto de semiosis va a estar precedido y sucedido por otros.

Con el término acuñado por Pierce y muchas de sus ideas, William James desarrolló su variante pragmática. Sus postulados, recogidos en su obra, Pragmatismo, señalaron el origen del primer gran movimiento de pensamiento propio de los Estados Unidos.

Para James "el pragmatismo es (…) primeramente un método y, en segundo lugar, una teoría genética de lo que se entiende por verdad". Es el procedimiento de actuar motivados por los frutos y las consecuencias prácticas. Es concebir la verdad como especie de lo bueno. En palabras de James, "una idea es verdadera en tanto que creerla es beneficioso para nuestras vidas". Afirma que "la verdad en la ciencia es lo que nos da la máxima suma de satisfacciones, incluido el gusto". Para él, la verdad es sinónimo de útil, éxito o ventaja.7

En su tesis de la voluntad de creer plantea que el pensamiento no debe inhibir aquellas creencias necesarias, sean verdaderas o no, que contribuyen a la satisfacción y a la acción humana eficaz. El placer y bienestar que proporciona la credulidad certifica su utilidad y, por consiguiente, su existencia. Es por medio de esta tesis que James justifica la fe religiosa. Tanto la ciencia como la religión constituyen guías de acción y regulan la conducta humana.

A finales del siglo XIX y principios del XX, John Dewey elaboró y difundió su versión del pragmatismo, el instrumentalismo. A la luz de la nueva situación no dejó de analizar la ciencia y el método científico como las formas que garantizan el bienestar humano en el mundo, del cual es imposible tener conocimiento objetivo.

Para Dewey " …las cosas surgen en el proceso de conocimiento y son objetos de la investigación científica creados por este proceso (…) Ser significa ser objeto de investigación…".10

Los conceptos, teorías, ideas y leyes que se obtienen en el proceso del conocimiento son instrumentos que el hombre elige según su utilidad en una situación determinada. Así es que para el filósofo, los principios morales son también herramientas aplicables a una situación problémica moral particular.

El pensamiento es un método de enfrentarse a las dificultades mediante la formulación de planes o la acción directa. Sus objetivos son incrementar la experiencia y resolver los problemas de un modo satisfactorio. Desde este punto de vista, las ideas y el conocimiento sólo son procesos funcionales, es decir, sólo tienen importancia en la medida en que sean elementos útiles durante el desarrollo de la experiencia.

Cuando Jhon Dewey llegó a la Universidad de Chicago en 1894, se prestó a desarrollar la teoría pragmática aplicada a la educación que vio la luz por primera vez en 1899 con su libro La escuela y la sociedad. Entre su pedagogía y filosofía existió una relación de interdependencia.

Según Jorge Manach, a Dewey se debe "…el cambio de una pedagogía dominada por el autoritarismo y el memorismo a una didáctica experimental basada en los intereses del alumno, del aprendizaje por medio de la experiencia activa y de la comunicación con el medio social".5

Al respecto, el filósofo norteamericano expresó:

"A la imposición desde arriba se contrapone la expresión y el cultivo de la individualidad; a la disciplina externa, la actividad libre; al aprendizaje por textos y maestros, el aprendizaje por la experiencia; a la adquisición de habilidades y técnicas por medio de ejercicios, su adquisición como medios para alcanzar los fines que representen una instancia vital directa (a direct vital appeal); a la preparación para un futuro más o menos remoto, el aprovechamiento máximo de las oportunidades de la vida presente; a los objetivos y materiales estáticos, la familiaridad con un mundo que cambia".5

Dewey concibió al alumno como un ente activo a partir del cual se despliega el proceso de enseñanza. Si el sujeto debe integrar el pensamiento y el cuerpo en la acción para adquirir conocimientos, la actividad es fuente generadora de experiencia. Sobre esta base descansó la tesis Learning to doing, que el ideólogo promovió con tanta firmeza. Su repercusión en la enseñanza norteamericana favoreció el incremento de escuelas científicas y técnicas sustentadas en la experimentación.

Sobre esto apuntó:

"Debemos concebir la labor de labrar la madera y el metal, de tejer, coser y cocinar como métodos de vida y de enseñanza, no como estudios expresos".10

Y agregó más adelante:

"La introducción de las ocupaciones activas, del estudio de la naturaleza, de la ciencia elemental, del arte, de la historia, la relegación de lo puramente simbólico y aparente a un lugar secundario; el cambio en la atmósfera moral de la escuela, en la relación entre alumnos y profesores de disciplina; la introducción de factores más activos, expresivos y dotados de dirección propia, todo esto son simples accidentes, son necesidades de la mayor evolución moral".10

La escuela estuvo llamada a reproducir las condiciones del ámbito social donde los alumnos deberían realizar sus labores cotidianamente. La "escuela laboratorio" o "escuela experimental" prepararía a los individuos para una vida útil.

Otro de los aportes del filósofo lo constituyó el estudio de la educación infantil desde la perspectiva científica. En este sentido, se expresó contra el viejo sistema educacional para establecer lo que él definió como Revolución copernicana, donde cambia el centro de gravedad del maestro al niño, específicamente hacia los instintos del niño. La educación se va a subordinar a "las actitudes impulsivas instintivas y actividades del niño".

La posición hegemónica del maestro desaparece en la imposición de contenidos. La afloración de deseos, intereses e ideas en cada período de crecimiento del niño va a determinar qué variedad y proporción de materias serán introducidas en el proceso de aprendizaje. La educación va a estar dirigida a enseñar el medio adecuado en función del despliegue de esos intereses. Se guiará al niño a reconocer la necesidad de asegurarse los métodos y el conocimiento que lo ayudarán a alcanzar los resultados por sí mismo.

El medio será la materia de la educación, por lo que el conjunto de asignaturas de un curso se dispondrá atendiendo a las etapas de manifestación de los instintos. No será cualquier medio el objeto de enseñanza, sino aquel que sea útil, que conduzca al fin propuesto. Los pasos, "reglas de acción" que lleven al éxito, formarán parte del aprendizaje. El cómo se establece la relación medio-fin es la materia a impartir, el porqué no es importante.

La educación pragmática ejercita la experiencia y la acción. A la educación mediante la instrucción opone la enseñanza por la acción. Para ella, sólo la acción promueve la experiencia y acentúa el alcance y desarrollo de la personalidad.

Con posterioridad a los tres principales clásicos del pragmatismo, de manera paulatina, el pensamiento filosófico dejó de versar en torno a la experiencia y centró su atención en el lenguaje como objeto y método. Este cambio, conocido como giro lingüístico, establece para muchos una línea divisoria entre las tres figuras y sus seguidores:

"…Olvidan el papel de Peirce como iniciador del linguistic turn, al ser el primero en reflexionar de forma sistemática sobre los signos y la comunicación y acuñar una teoría filosófica de los signos o semiótica… En esta misma línea irán las reflexiones deweyanas en La experiencia y la naturaleza (1925) sobre el lenguaje como comunicación, como forma de coordinación y control de la conducta" (Rodríguez Espinosa G. Consecuencia del neopragmatismo: el aspecto crítico de Richard Rorty [Tesis de Doctorado]. Ciudad: Universidad de la Laguna. Departamento de Historia y Filosofía de la Ciencia, la Educación y el Lenguaje; 2003).

Todo el pensamiento pragmático posterior a Pierce, James y Dewey partió de sus postulados y hoy cubre una amplia variedad temática que acentúa la presencia de sus principios.

 

EL PENSAMIENTO PRAGMÁTICO EN LA PRODUCCIÓN CIENTÍFICA

CUBA EN LA REPÚBLICA

Las investigaciones sobre el pragmatismo en Cuba en la etapa de la República fueron escasas. Las que constan se encuentran dispersas en publicaciones periódicas especializadas y no especializadas, en las compilaciones de las obras de algunos filósofos o estudiosos del tema y en tesis de grado de universidades e institutos de investigación.

La primera referencia que se tiene sobre el tema se le adjudica a la tesis doctoral de Martha Castro: Estudio crítico de las ideas pedagógicas de Jhon Dewey de 1939.11 Sin embargo, el trabajo titulado William James y el pragmatismo, de Luis Díaz Baralt, data del año 1914.

Posteriormente aparecieron los trabajos: Williams James y el pragmatismo, de Sergio Cuevas Zequeira; El pensamiento de Dewey y su sentido americano, de Jorge Manach John Dewey y Dewey y la educación, de Medardo Vitier; El pragmatismo, de Gustavo Torroella; Teorías pragmáticas, de Mariano Aramburu; John Dewey, de Máximo Castro, y La crisis filosófica: Nietzsche, Bergson, James, de Luis Díaz Baralt.

La filosofía americana tuvo uno de sus mejores exponentes en el pedagogo Alfredo Miguel Aguayo. Su obra analizó, criticó y desarrolló los preceptos pragmáticos en la educación.

Los libros Pedagogía Científica, Didáctica de la escuela nueva, La escuela primaria como debe ser, Problemas generales de la nueva educación, Educación para la democracia y Educación en la posguerra se refieren, de una u otra forma, a los pensadores o las tesis representativas de la corriente filosófica norteamericana que nos ocupa.

En la esfera educacional cubana tuvo atención en las tesis de grado de la entonces Facultad de Educación de la Universidad de La Habana a partir de 1940. Precisamente este año marcó el inicio de la introducción paulatina de transformaciones escolares en nuestro sistema de enseñaza. Su desarrollo desencadenó el Movimiento de la Escuela Nueva en el país con una marcada influencia de la filosofía pragmática deweyiana.

La presencia de trabajos en los primeros años de la década de los años 50 muestra la maduración de las posturas al respecto y coincide con la revitalización del movimiento filosófico que se produce en el país a partir de la creación de la Sociedad Cubana de Filosofía y su órgano oficial, la Revista Cubana de Filosofía (tabla 1) Este acervo documental refiere el tema desde diferentes aristas.

Las tesis de Esperanza Villar Besones y Andrés Avelino Espinosa y Pedroso teorizan de manera general sobre la aplicación del modelo pragmático en la educación. Meruelo Torriente, Delgado Domínguez y Morales Camellar realizan su análisis sobre la base de la caracterización de la vida y obra de John Dewey. La connotación de esta figura en nuestra enseñanza es examinada por Velásquez Barrenechea, Rivas Rivas y en los estudios específicos sobre Alfredo Miguel Aguayo de Cabrera Torres, Albert Gutiérrez, Sánchez Toledo, Acosta Jiménez y Benítez Riech. Otros estudiosos en el ámbito educativo fueron Diego González, Silvio de la Torre, Caridad Regina García y Mariluz Mejías Herrera. Justo A. Chávez Rodríguez menciona el tema en su Bosquejo de las ideas educativas en Cuba.

Algunos trabajos de Pablo Guadarrama, Miguel Rojas Gómez y Humberto Piñera Llera dedican líneas al análisis de manifestaciones de la filosofía pragmática en Cuba. Antonio de Armas Vázquez " …dedicó una parte de su vida intelectual al estudio del pragmatismo y a su manifestación en Cuba…".11 Sus artículos y tesis doctoral examinaron la evolución de la corriente pragmática en nuestro país. El libro titulado El pragmatismo en Cuba es la continuación y el más acabado intento de estudio sobre el tema. Según Armas Vázquez, la tradición pragmática en las ciencias cubanas tuvo especial presencia en la psicología, la sociología y la educación.

Panorámica de la producción científica a escala mundial desde la década de los cincuenta

El análisis de la producción científica sobre la filosofía pragmática a partir de la consulta del Social Science Citation Index contribuyó a constatar los criterios establecidos sobre la vigencia y asimilación de esta filosofía desde su surgimiento hasta el presente. El análisis posibilitó contrarrestar la opinión de teóricos del tema y orientar el estudio del pragmatismo, desde los clásicos hasta las fuentes y figuras más representativas actualmente.

A partir de Pierce, James y Dewey la línea de pensamiento pragmático incorporó una extensa lista de figuras. Sobresalen entre ellos: Josiah Royce, Horace M. Kallen, Alain L. Locke, Clarence I. Lewis, Willard van Orman Quine, Hilary Putnam, George Herbert Mead, Ella Flagg Young, Jane Addams, James Hayden Tufts, Addison Webster Moore, James R. Angell, Edward Scribner Ames, Charles W. Morris, Sidney Hook, Herbert W. Schneider, John Herman Randall, Jr Joseph L. Blau, William Heard Kilpatrick, Boyd H. Bode y John L. Childs.

El término pragmatism se mencionó indistintamente en 2 678 referencias bibliográficas incluidas en publicaciones de la corriente principal. La alusión al tema es insignificante en las décadas de los años 1950, 1960 y principios de 1970 (tabla 2). De un promedio de 6,7 referencias por año entre 1956 a 1974, en los 18 años posteriores la media alcanzó las 38,7. En la década de 1990, se aprecia otro incremento que corresponde con el creciente interés de la intelectualidad por el asunto, según el criterio de varios autores.

Se plantea que el pragmatismo en Norteamérica cedió su espacio a la filosofía analítica a partir de la segunda guerra mundial y volvió a ser objeto de debates filosóficos desde finales de la década de los años setenta y principios de los ochenta. Sobre su marginación y persistencia Bernstein señaló:

Después de la segunda guerra mundial, durante un período de rápido crecimiento de las universidades americanas, la filosofía académica en los Estados Unidos se transformó completamente (salvo por algunas bolsas de resistencia). Virtualmente, todo departamento graduado respetable se remodeló en el nuevo espíritu de la tenaz filosofía analítica. Los pragmatistas clásicos americanos fueron marginados, quedando relegados al arcón polvoriento de la historia. Hasta el punto en que, de ser estudiados, lo eran primariamente en los programas de Estudios Americanos y no en los departamentos de filosofía. Aún cuando ocasionalmente algunos filósofos profesionales alababan de palabra la tradición pragmática, había un sentir prevaleciente de que un filósofo serio no tenía mucho que aprender de los pragmatistas. Desde aquel entonces hasta el día de hoy, la mayoría de los estudiantes de filosofía de las escuelas graduadas «prestigiosas» ni se han molestado en leer los trabajos de los pragmatistas clásicos… Recientemente las cosas han empezado a cambiar de un modo dramático. No sólo hay un resurgir de temas pragmáticos y un interés creciente en los pragmatistas clásicos que va más allá de los límites de los departamentos de filosofía académica, (sino que) se están dando los comienzos de una narrativa de filosofía más sutil y compleja en América, que expone la continuidad y persistencia del legado pragmático.8

La distribución según tipología de las contribuciones indica a los artículos como los mejor representados, ya que la base de datos registra principalmente publicaciones seriadas (tabla 3).

El porcentaje de reseñas de libros ilustra la amplia manufactura editorial de textos a nivel mundial; revela la importancia que se concede al asunto y armoniza con el aumento de editoriales que lo incluyen en sus líneas temáticas principales.

El sitio Web The Pragmatism Cybrary, auspiciado por la Internacional Pragmatism Society, promueve las más significativas: Continuum, Cornell University Press, Editions Rodopi, Fordham University Press, Indiana University Press, Penn State University Press, Prometheus Books, Rowman and Littlefield, Southern Illinois University Press, SUNY Press, Thoemmes Continuum, University of Chicago Press, University of Illinois Press, Vanderbilt University Press.12 La mayoría se ubican en universidades que se corresponden con las más productivas, según presenta el Social Science Citation Index (tabla 4).

La tradición filosófica pragmática formó sus raíces en las universidades de Harvard, Columbia y Chicago y trascendió por medio de sus discípulos a otras instituciones académicas. La productividad corporativa aún está a cargo de universidades, la mayoría estadounidenses, en las que Chicago y Harvard mantienen el protagonismo.

En estos recintos académicos se evidencia una atención especial hacia la filosofía pragmática a partir del desarrollo de algunos proyectos organizativos y centros de estudio.

La Universidad Estatal de Pensilvanya cuenta con la Penn State University Press, editorial, que incluye esta filosofía en su producción y publica la Journal of Speculative Philosophy y la Philosophy & Rhetoric. A esta institución académica pertenece Vicent Colaprieto, octavo en la lista entre los autores más productivos (tabla 5).

En la Universidad de Texas radica el Institute for Studies in Pragmaticism. De la Universidad de Temple en Filadelfia son la Journal of Aesthetics and Art Criticism, la Journal of Social Philosophy y el reconocido académico Richard Shusterman.

La Universidad de Helsinki no se encuentra dentro de las primeras, pero a ella se debe en parte la posición de Finlandia dentro de los 10 países más productivos. Este centro cuenta con valiosos recursos de información dispuestos en su red institucional organizados por el Virtual Centre for Pierce Studies at the University of Helsinki. En su claustro ejerce Sami Pihlstrom, séptimo en la relación.

Las instituciones académicas se relacionan por medio de su claustro con asociaciones que fomentan el estudio del pragmatismo. Estas sociedades promueven y apoyan una amplia producción de libros, artículos, páginas Web, así como otros recursos bibliográficos. Sus publicaciones seriadas e investigaciones centran el análisis en la vida y obra de los clásicos americanos, y de sus seguidores. Las más representativas son la Williams James Society, la Charles S. Pierce Society, la Intenational Pragmatism Society, el Institute for Studies in Pragmaticism, la John Dewey Society, el Virtual Centre for Pierce Studies at the University of Helsinki, el Centro de Estudos em Filosofía Americana e Pragmatismo y La Sociedad para el Avance de la Filosofía Americana (SAAP). El Grupo de Estudios Pierceanos es otra asociación de reconocimiento que vincula el pensamiento pragmático norteamericano con figuras del pensamiento hispánico. Resaltan en este grupo Gregory Pappas, de Texas A & M University, y Jaime Nubiola de la Universidad de Navarra.13

En resumen, universidades y asociaciones aglutinan el eje de autores más referenciados. A partir de 25 referencias anónimas, encabeza la lista con 16 artículos Richard Rorty. Este es un indicador que contribuye a respaldar el criterio de muchos que lo consideran el más importante filósofo norteamericano y revitalizador del pragmatismo en la actualidad. Bernstein le confiere a él y a los trabajos de Quine el ascenso del pragmatismo en la escena mundial de los años 70 del siglo XX. Rorty y Jim Garrinson, noveno entre los más productivos, contribuyen a darle a la University of Virginia una cuarta posición entre las universidades más representativas del tema.

Sandra B. Rosenthal, con 15 referencias, es intérprete de una meritoria labor desde su posición como profesora de filosofía de la Universidad de Loyola. Se ha incorporado a asociaciones filosóficas de suma importancia. Fue presidenta de la Charles S. Peirce Society y de la Society for the Advancement of American Philosophy. Ha figurado en el comité editorial de revistas como Transactions of the Charles S. Peirce Society, Journal of Speculative Philosophy, y otras. Sus trabajos analizan todo el espectro relativo a la filosofía americana, el pragmatismo americano, los procesos metafísicos, la filosofía del conocimiento y la ética de los negocios.

Fins JJ ha publicado 11 artículos sobre el tema. Este profesor de psiquiatría de la Cornell University recrea su punto de vista pragmático desde el ámbito de la ética y la educación, vinculadas con las ciencias médicas.

Con 10 registros le siguen Wesley Robbins J y Richard Shusterman. El primero, profesor emérito de filosofía de la Indiana University Souht Bend y quien ofrece su visión a partir del estudio de la religión y las corrientes naturalista y humanista. Por su parte, Shusterman se interesa por la estética, la literatura y la cultura. Este último es considerado una de las figuras recientes que promete debates interesantes. Sami Philstrom analiza la herencia filosófica pragmática y sus actuales manifestaciones. Sigue la relación con siete trabajos. Con seis artículos, Jim Garrison, Cheryil J. Misak y Vicent Colapietro completan los 10 más productivos. Los estudios sobre educación, de Garrison, los políticos y éticos, de Misak, y los análisis de teoría literaria, semiótica y estética, de Colapietro, manifiestan la variedad temática en que irrumpe el pragmatismo.

La Transactions of the Charles Pierce Society, primera revista especializada en la historia de la filosofía americana, ostenta la supremacía sobre otras no menos importantes (tabla 6). En Estados Unidos emerge y se consolida el pragmatismo como filosofía propiamente norteamericana. No es de extrañar que se distinga en el tratamiento del tema en relación con otros países si se considera que este movimiento tuvo dificultades para extenderse más allá de las fronteras americanas.14

Según los datos que pueden observarse a continuación, la expansión extraterritorial del asunto parte de Inglaterra, cuna de la civilización anglosajona, y arriba a otros continentes más distantes (tabla 7).

La producción alemana corrobora el planteamiento de Bernstein, que anota su influencia en el pensamiento de muchos autores germánicos como Karl Otto Apel, Jürgen Habermas, Hans Joas y Ernst Tugenhat.

Según Shusterman, el pragmatismo en Francia no tuvo una recepción próspera y sustancial. Fue considerado más reaccionario que progresista y símbolo de la democracia mercenaria de la cultura americana. No obstante, este país se sitúa en una posición más avanzada, según su tratamiento, con respecto a la de otros.

España es un caso a considerar en su décima posición. Los estudios en este país se han incrementado a raíz de la instauración a cargo de intelectuales españoles del Grupo de Estudios Pierceanos. La asociación aglutina varios autores europeos e hispanoamericanos, ocupados en difundir y estudiar la influencia del pragmatismo en el mundo hispanohablante. Este es uno de los factores que inciden en que el idioma español aparezca en el cuarto lugar, según su frecuencia, después del inglés, el alemán y el francés (tabla 8). Jaime Nubiola, director del mencionado grupo, defiende la existencia de una tradición de disertaciones en Hispanoamérica y ejemplifica con los casos de México, Argentina, España y Brasil.

El idioma más frecuente, como era de esperar, es el inglés, con 88,83 % de las contribuciones identificadas. Precisamente, Estados Unidos, Inglaterra y Canadá encabezan la lista, según la producción por país; pero no se puede obviar que en estas cifras influye la preferencia de la base de datos por el procesamiento de trabajos escritos en idioma inglés. Le siguen el alemán con 3,65, el francés con 3,58 y el español con 1,12 %. Los restantes están por debajo del 1 %.

Desde sus años fundacionales, el carácter multidisciplinar de esta filosofía americana favoreció la presencia de juristas como O.W. Holmes y J. Grant, biólogos como Green y Fiske, teólogos como Royce y Niehbur y críticos literarios como Trilling y DuBois. Charles H. Cooley y George Herbert Mead desarrollaron la vertiente pragmática, conocida como interaccionismo simbólico, desde una visión sociológica.

La filosofía, la economía, la religión, el derecho, la historia, la sociología, la psicología y la educación fueron los campos del saber en los que se expresó inicialmente el pragmatismo. Actualmente, su aplicación de extiende hacia la literatura, la lingüística, la filosofía de la ciencia, la teoría de la comunicación, la antropología, la política, la mercadotecnia, la teoría feminista y la teología, entre otros. Varios autores afirman la influencia de los clásicos en campos como la astronomía, metrología, geodesia, matemáticas, lógica, teoría e historia de la ciencia, semiótica y econometría (tabla 9).

Este es un indicador de la variedad de disciplinas o esferas del conocimiento desde las cuales el pragmatismo se trata. Es de esperar que su análisis como doctrina netamente filosófica le confiera un mayor porcentaje. Su influencia persiste en las ciencias políticas, el derecho, la ética, la sociología, la historia y la educación en mayor cuantía como en la época en que se erige.

En el ámbito de la bibliotecología y la ciencia de la información, el Social Science Citation Index registró 28 referencias. Hoy es difícil separar la Information Science y la Library Science, aunque existen autores que asumen este criterio.15 En el marco temporal estudiado, aún la ciencia de la información no había aflorado como tal y Estados Unidos y Cuba mantenían una arraigada tradición bibliotecológica. Sin embargo, no quisimos prescindir de los análisis que se hacen desde el punto de vista de la ciencia de la información. La mayoría parten del basamento bibliotecológico presente en los fundamentos epistemológicos de la más joven de las disciplinas informativas.

La representación del tema demuestra la creciente preocupación por buscar explicación desde el punto de vista filosófico y epistemológico a los fenómenos informativos. La diferencia de registros evidencia el despliegue que en este sentido ha mantenido la ciencia de la información desde sus orígenes en contraste con la bibliotecología. Las estrategias utilizadas para este caso produjeron los siguientes resultados:

- Pragmatism and library science (5): Los registros pertinentes tienen la autoría de Olor Sundin y Jenny Johannisson, Richard P. Smiraglia, Biger Hojrland y Bill Crowley.

- Pragmatism and information science (23): Los registros pertinentes tienen la autoría de Olor Sundin y Jenny Johannisson, Biger Hojrland con la coautoría de Pedersen KN y Albrechtsen H indistintamente, Burke ME, Richard P. Smiraglia y Bill Crowley.

- Pragmatism and librarianship (3): Un solo registro con la autoría de Bill Crowley.

La recurrencia de los autores con la aplicación de diferentes estrategias revela la relación interdisciplinaria existente. El autor más productivo al respecto es Birger Hjørland, de la Royal School of Library and Information Science en Copenhague, Dinamarca, con tres artículos. Llama a la necesidad de examinar las teorías del conocimiento implícitas o explícitas que fundamentan la ciencia de la información. En el amplio espectro que sus trabajos logran abarcar, apunta reiteradamente que la base epistemológica de la bibliotecología y la ciencia de la información tiene fundamentos pragmáticos. Define a la filosofía americana como método necesario a aplicar en las investigaciones referentes a la organización del conocimiento y en el entendimiento de los procesos que comprende esta disciplina.

Bill Crowley, de la Graduate School of Library and Information Science de la Dominican University, irrumpe en el tema con dos artículos. Cita la influencia de ciertas escuelas filosóficas, entre ellas la pragmática, en la formación del profesional de la información. Los demás sólo tienen un trabajo al respecto.

Sundin y Johannisson aluden a las bases del pragmatismo y su repercusión en la bibliotecología y la ciencia de la información, a partir del análisis de la corriente neopragmática, representada por el filósofo Richard Rorty. Consideran la perspectiva sociocultural y los principios epistémicos pragmáticos válidos para la interpretación y solución de problemas prácticos y de investigación. Para los profesores de la Swedish School of Library and Information Science de la University Colleges of Boras, sus efectos se presentan en las áreas temáticas de la organización del conocimiento, recuperación de información, bibliotecas públicas, política cultural, políticas de información y uso de la información.

El profesor Richard P. Smiraglia, de la Long Island University, también examina la corriente filosófica norteamericana como una de las posiciones epistemológicas desde la cual partió el discurso teórico de la organización del conocimiento. Presenta, a manera de ejemplos, las herramientas creadas por Pannizi, Cutter y Dewey como ejes conductores del diseño de los modernos sistemas de recuperación de información en línea.

Burke ME, de la Universidad Metropolitana de Manchester, en Inglaterra, considera al pragmatismo como una de las perspectivas filosóficas que contribuyen al entendimiento de los diseños organizacionales y al procesamiento de la información. Parte de una visión general de las ideas concernientes a la teoría del conocimiento propuestas por el empirismo y el racionalismo, así como su relación con las teorías epistemológicas del historicismo y el mismo pragmatismo.

La consulta de la base de datos LISA con el término pragmatism arrojó 32 referencias bibliográficas. Las pertinentes coincidieron con las que desglosamos anteriormente como resultado de la búsqueda en el Social Science Citation Index. Sólo difiere el trabajo de Torkild L. Thellefsen y Martín M. Thellefsen, el cual presenta una aproximación a la filosofía que sustenta la organización del conocimiento. El autor sitúa la doctrina de Pierce como fuente básica para entender el desarrollo de esta rama.

El pragmatismo, como filosofía propiamente norteamericana, surgió condicionada por las circunstancias socioeconómica, política y cultural de finales del siglo XIX en Estados Unidos. Sus seguidores partieron del legado de los clásicos y propusieron principios creativos adaptados a los nuevos tiempos. La producción científica sobre el tema evidencia la presencia de los fundamentos pragmáticos en las bases epistemológicas de múltiples disciplinas científicas. La bibliotecología no es ajena a su influencia.



EL PRAGMATISMO Y LA BIBLIOTECOLOGÍA NORTEAMERICANA

LOS MEDIOS Y FINES DE LA BIBLIOTECOLOGÍA NORTEAMERICANA

Es significativo el salto dado por la bibliotecología en su sistematización disciplinar en menos de un siglo. Descabellado sería atribuirle al pensamiento pragmático su causa; sin embargo, en medio de factores circunstanciales se encuentra latente el espíritu práctico y utilitario del pueblo norteamericano.

El siglo XIX fue testigo del nacimiento de la bibliotecología como ciencia social en Alemania. La ciencia de la biblioteca se concibió como "…el conjunto del conocimiento y de la habilidad necesaria para la gestión de la biblioteca".16 En sus inicios, la ausencia de un campo teórico conceptual impidió la explicación del conjunto de fenómenos, acontecimientos, conceptos e interacciones de este espacio. El grueso de las reflexiones en torno a su fundamentación se centró en la función o papel de las bibliotecas, así como en las técnicas para el trabajo bibliotecario.

En las postrimerías del siglo, la bibliografía adquirió un papel esencial en la sistematización, y aportó las bases organizativas y el control de la creciente producción científica. La documentación como campo de saber, surgida como respuesta a la proliferación de nuevos soportes de información, rivalizó con la "ciencia de la biblioteca" hasta bien avanzado el siglo XX.

Estados Unidos mostró un fuerte arraigo hacia la tradición bibliotecológica en las últimas décadas del siglo XIX y primeras del XX. La bibliotecología norteamericana se desarrolló a partir del "culto popular a la educación universal y del autoperfeccionamiento…".16 No excluyó la atención a las nuevas necesidades de información y soportes, nacidos producto de la sociedad industrial. Estableció un sistema de bibliotecas delimitado funcionalmente para evitar la repetición de tareas y colecciones. Se agruparon en él bibliotecas escolares, de condado, especializadas, universitarias, de liceos y asociaciones, entre otras variantes y denominaciones.

Cuando Pierce enunció sus ideas en 1871, en el mundo de habla inglesa, se produjo un profundo movimiento en el campo de las bibliotecas públicas que repercutió a nivel mundial. Inglaterra lo encabezó, pero Estados Unidos de Norteamérica no demoró en convertirse en el líder.

Una de sus principales contribuciones radicó en la creación de un modelo de biblioteca pública que prevaleció desde entonces como patrón a imitar. Al respecto, Carnovsky declaró:

La biblioteca pública surgió para hacer frente a una necesidad típicamente americana. No había modelo que imitar y por tanto se desarrolló de manera original, algunas veces ruda y tosca, pero siempre constante y progresivamente.17

Según Hipólito Escolar, varias fueron las causas que propiciaron su surgimiento: el avance económico, la creciente urbanización, la disposición de fondos monetarios públicos para su sostén, la acción benefactora de renombrados capitalistas, la influencia del desarrollo bibliotecario europeo, el aumento de la producción editorial con la reducción de los precios, la instauración de la educación pública y la fe del pueblo norteamericano en el perfeccionamiento humano por medio de la enseñanza, el libro y la lectura.

Este último fundamento se convirtió en la máxima que lideró el florecimiento de las bibliotecas. En defensa de la aprobación legislativa que permitió a los ciudadanos de una comunidad sostener monetariamente una biblioteca pública,18 John B. Wight expresó:

Cuánto vicio se reformará, cuánto talento adormecido despertará, cuánto talento despertado será ayudado y se volverá eficiente, cuánto logrado para hacer a muchos inteligentes en alto grado, bien informados, ciudadanos respetables y útiles, y para corregir, mejorar y elevar el carácter general de toda la comunidad en cinco, diez, en veinte, en cincuenta, en cien años.19

En las actas de la Conferencia de Bibliotecarios de 1853 y en la Primera Conferencia de la American Library Association (ALA), en 1876, quedó explícitamente expresada la idea del libre acceso a los libros como derecho fundamental en una sociedad democrática.19

Las bibliotecas públicas fueron desde sus inicios instituciones comunitarias bases para la cultura y la educación creadas por visionarios. Reflejaron el ideal de democracia americano. La libertad intelectual fue el principio de la biblioteca pública. Proveer el acceso a la información y el conocimiento fueron sus funciones primarias.

Sobresalen en los discursos nociones que encauzaron objetivamente la creación de las bibliotecas norteamericanas. Estas instituciones fueron concebidas para formar "talentos eficientes" y «ciudadanos útiles» para el bien social. Tras el principio democrático se escudó otra razón.

El movimiento se sustentó además en el interés capitalista de contar con obreros calificados para operar las tecnologías y con un electorado instruido. La obra de filántropos, como el millonario Andrew Carnegie, legó edificios, becas, colecciones, entre otros beneficios. Las acciones se realizaron en beneficio público sin ir en contra de los intereses de la clase acaudalada; al contrario, esta se vio favorecida.

La biblioteca y su bibliotecario fueron instrumentos eficaces de los cuales se sirvió la burguesía para alcanzar sus fines con respecto a la superación de la mano de obra que necesitaba y la construcción de la sociedad capitalista. Desde una mirada pragmática al asunto se fundamentó la existencia incuestionable de la biblioteca.

La actividad bibliotecaria en estos recintos se ocupó de seleccionar, comprar, ordenar, catalogar, promover, inventariar, encuadernar y reparar libros, limpiar estantes, acondicionar el edificio donde se albergaban, así como cumplir y hacer cumplir las leyes y reglamentos establecidos.

La atención recayó en el perfeccionamiento de las rutinas de trabajo y la solución de los problemas de organización interna que el crecimiento de la literatura y la aparición de materiales no librarios ocasionó.

Entre los principios de organización y administración de la biblioteca, concebidos por la bibliotecología en sus inicios, estuvo el referido al acondicionamiento físico del edificio donde radicaría la institución. Las bibliotecas norteamericanas hicieron gala de amplias salas de lectura, confortables departamentos de procesos, depósitos a prueba de incendios y robo, fácil acceso a sus locales y una disposición armoniosa de mesas, sillas, estantería, ficheros y luminarias. Para conservar y brindar acceso a los documentos, se recurrió al empleo de materiales de construcción apropiados, a diseños arquitectónicos prácticos y al oportuno ordenamiento del mobiliario. La edificación y distribución espacial de los locales estuvo dirigida por un sentido utilitarista. Monumentales edificios fueron erigidos para dar cabida y promoción al saber, en los que se mezclaban armoniosamente la estética arquitectónica, el arte decorativo y la funcionalidad. El desarrollo de las técnicas para la organización de la información fue otra de las preocupantes en el ámbito bibliotecológico estadounidense.

Según Carnovsky:

los bibliotecarios norteamericanos de 1870 a 1900 fueron organizadores, clasificadores del saber humano, artesanos de catálogos de fichas y grandes compiladores de referencias bibliográficas.16

Con el objetivo de extender el conocimiento a todos los grupos sociales, editaron listas de los mejores libros de novelas, de cuentos y de disímiles materias de interés para niños, madres, maestros, comerciantes, obreros, técnicos, intelectuales, investigadores y empresarios. Publicaron catálogos de importantes bibliotecas como los de la Universidad de Harvard y la de Chicago. La Biblioteca del Congreso de Washington inició la venta y distribución de sus fichas catalográficas en el país y hacia el extranjero, gracias al empeño del bibliotecario neoyorquino George Herbert Putnam. Si Alemania se había mantenido durante todo el siglo XIX a la vanguardia del movimiento bibliográfico, Estados Unidos lo convirtió en una floreciente industria.20

Todos sus esfuerzos comenzaron a aunarse a partir de la creación de la American Library Association en 1876. Este mismo año, la primera conferencia de la organización sentó las bases para la estandarización de los procesos técnicos. La eficiencia de estos debía corresponder al cumplimiento de la función social de la biblioteca.

Al respecto, Carnovsky comentó:

Las decisiones en la clasificación y catalogación de libros están bajo la influencia de la nueva responsabilidad de la biblioteca hacia su más numeroso público. Los procesos serán juzgados, en el futuro, según el grado de ayuda que presten a los lectores para que estos entiendan y utilicen adecuadamente los recursos de la biblioteca.16

Las labores bibliotecarias en esta esfera se realizaron según los principios pragmáticos. La confección, perfeccionamiento y unificación de reglas y procedimientos para hacer más eficientes estos procesos constituyeron las áreas principales de entonces. El intelecto se dirigió hacia el diseño y elaboración de sistemas de clasificación, sistemas de catálogos y sus manuales, listas de epígrafes, repertorios bibliográficos y otras obras de referencia.

Los repertorios bibliográficos y el sistema de catálogos establecidos en las bibliotecas facilitaron el acceso a los documentos y su ordenación. Estos instrumentos constituyeron un medio para alcanzar los fines propuestos por bibliotecarios y usuarios, cada cual en su contexto particular. Con el propósito de hacerlos cada vez más eficaces se desató un movimiento avocado a su perfección. La racionalidad y el sentido práctico primaron en su concepción. Se promovió hacer invisible todo proceso técnico y llegar al libro mediante términos familiares.

Ernesto Nelson afirmó:

para el bibliotecario de la América Sajona, el sistema de clasificación es un medio, no un fin….21

Deberá, por tanto:

suprimir todo requisito que engendre una resistencia por parte del lector; ocultar a este toda convención complicada, todo precisismo técnico; procurar que el catálogo hable su lenguaje y lleve al libro por caminos ideológicos ordinarios.21

Para Smiraglia, el principio de utilidad de los catálogos diseñados se basó en el intento de representar, mediante el lenguaje, un documento de la manera más exacta posible y que el usuario pudiera buscar un documento bajo el término más popularmente conocido en su cultura.

Las reglas de Cuter permitieron al catalogador aplicar el juicio profesional que resultara más útil para los usuarios. La contribución de Melvin Dewey fue dar a los usuarios la posibilidad de encontrar documentos relevantes tratados de la misma forma en cualquier biblioteca. Ambos insistieron en el papel fundamental de los juicios del catalogador, el criterio de conveniencia de los usuarios en la recuperación de lo que fue solicitado y el conveniente ordenamiento de las entidades bibliográficas.

En el empeño de acortar la distancia entre el libro y el lector, la biblioteca y con ella sus servicios se propusieron llegar hasta los lugares más inverosímiles y abarcar la amplia gama de usuarios existentes. Los servicios de referencia, circulante, interbibliotecario y de extensión expusieron una organización metodológica e instrumental que trascendió hasta nuestros tiempos. La noción de estantería abierta proporcionó al usuario la libre determinación de pasear entre los estantes de acuerdo con sus intereses y de constatar en la realidad elementos del fondo que el catálogo no ofrecía.

Las bibliotecas sucursales, viajeras, los clubes o círculos de lectores, las exposiciones y las publicaciones constituyeron la solución práctica para prestar el mayor servicio al mayor número de personas.21

La biblioteca, llamada a descubrir y orientar las necesidades, intereses y hábitos del niño, fue la manifestación fidedigna de los principios de Jhon Dewey. Las salas infantiles y juveniles ofrecieron ambientes hospitalarios, así como mobiliarios adecuados para la enseñanza acorde con las etapas de desarrollo del individuo. Sobre la importancia concedida por los estadounidenses a este espacio, el noruego Stéemberg AS manifestó:

Lo que se advierte en las bibliotecas públicas norteamericanas es el cuidado que se dedica a la sección de los niños, tanto que algunas personas lo consideran excesivo….20

Según Carnovsky, de 1870 a 1900 los bibliotecarios norteamericanos fueron organizadores y clasificadores del saber humano; artesanos de catálogos de fichas y de sus métodos técnicos, que se hicieron uniformes; compiladores de libros de referencia y materiales bibliográficos, así como promotores de los fondos bajo su tutela.16 Shera, sin embargo, los caracteriza como menos doctos y más bien capacitados en el negocio de controlar una biblioteca.17

La capacitación, hasta el momento, era adquirida en el ejercicio diario de la profesión y transmitida de generación a generación. Melvin Dewey dirigió la enseñanza hacia la correcta preparación en el negocio de controlar una biblioteca en 1887.

El carácter de la educación que se impuso desde ese momento en Estados Unidos estuvo fundamentado en la evolución de la biblioteca pública y su bibliotecario. El personal asignado fue responsable en este tipo de institución de elegir, comprar, organizar, procesar, ordenar, exponer, promocionar, encuadernar, reparar, limpiar y remplazar libros; así como atender el edificio que conservaba el fondo y responder a las leyes y reglamentos administrativos.

Sobre el asunto, Melvin Dewey expresó:

los médicos, los abogados y otros tienen escuelas especiales; pero los bibliotecarios, cuya profesión se había exaltado tanto, debían aprender mediante sus propios experimentos y experiencias.22

La formación empírica de Dewey como bibliotecario en el Amherst College, Boston, en el Columbia College y en la Biblioteca del Congreso lo llevó a mantener esa misma filosofía educacional en su nueva escuela.

Para Shera:

En la mente de Dewey, una escuela bibliotecaria significaba apenas algo más que un lugar eficiente donde pudiera enseñarse materias técnicas, y un centro desde el cual las personas entrenadas en técnicas normalizadas, especialmente en la clasificación Dewey, pudieran llegar a posiciones en las que diseminaran la práctica uniforme.17

Dewey comprendió la práctica como fuente de expresiones o manifestaciones que condujeran a la verdad. Su enfoque fue unilateral, enfatizó en la acción y desechó el pensamiento teórico racional. Para él la acción fue el camino hacia el reconocimiento de todo lo que mostrara su utilidad. Su objetivo principal fue:

darle el mejor consejo obtenible y sugerencias específicas sobre cada uno de los cientos de asuntos que se suscitan desde el momento en que se decide que una biblioteca sería deseable, hasta que se esta trabajando en perfecto orden, incluyendo la parte administrativa.17

Pragmáticamente, se dirigió a brindar una guía para la práctica, de modo que el estudiante futuro bibliotecario enfrentara cada problema nuevo, como se le presentara, e improvisara soluciones de la forma que pudiera. Enfatizó en el perfeccionamiento de habilidades prácticas que supiera desplegar de forma armoniosa en cada situación. Los medios empleados para alcanzar el fin deseado serían seleccionados de acuerdo únicamente con los efectos mostrados. Llamó a la aceptación por todos de procedimientos avalados en la práctica y estos fueron parte de los contenidos a impartir. El ejemplo fue seguido por las demás escuelas que surgieron. Sobre el asunto, Shera hizo algunas referencias:

Columbia insistía en que su propósito era totalmente práctico y que su meta era la enseñanza objetiva. El Anual Report de la escuela expresaba, independientemente de lo excelentes que pueden ser los resultados debidos a conferencias, instrucción, seminarios, problemas y visitas, la confianza principal debe ser en la experiencia. Los institutos Pratt y Amour le adjudican gran importancia al aprendizaje;Drexel a sus tareas; y se decía que Amour, incluso, sobrepasa a la Columbia en el énfasis puesto en los aspectos prácticos de la vida bibliotecaria.17

Los cursos impartidos por: Justin Winsor en Harvard, Otis Hall Rovinson en la Universidad de Rochester, Raymond C. Davis en la Universidad de Michigan, Asaría Smith Root en el Colegio Oberlin, Koopman HL en la Universidad de Brown, George T. Little en el Colegio Bowdoin y Joseph Shneider en Georgetown y diversas universidades católicas, ofrecieron materias prácticas, como confección de bibliografías, selección, búsqueda o consulta, clasificación y catalogación de libros, entre otros.

En el Pratt Institute Free Library, Drexel y Amour enseñaban:

el proceso bibliotecario en un orden sistemático, empezando con el departamento de pedidos y siguiendo el libro a través de su curso hasta las manos del cliente y de vuelta a su estante.17

Carnosvky señaló un elemento interesante:

Como el uso de la máquina de escribir no se había generalizado todavía, se enseñaba a usar un tipo de letra redondo y claro para escribir las tarjetas, conocido como escritura bibliotecaria.16

Leigh caracterizó a todas estas manifestaciones como:

mezcolanza de problemas principales y rutinas menores complementada con clases sobre ordenación de catálogos, catálogo topográfico, indización, inventario, rutinas de préstamo, encuadernación y reparación de libros, a los cuales frecuentemente se añadían caligrafía, contabilidad, rutinas de oficinas y a veces mecanografía.17

La repetición continua y cíclica de rutinas hasta el cansancio fue un modo de expresión del pensamiento pragmático que trataba los fenómenos inmutables, inmóviles y donde su desarrollo es la simple repetición de lo que ha ocurrido anteriormente. Esto aclara el porqué de la insistencia en la uniformidad de los procesos técnicos. Afortunadamente, la coincidencia permitió a los bibliotecarios de distintos tipos de bibliotecas moverse de unas a otras y establecer relaciones de cooperación técnica entre las instituciones.

Sólo algunas escuelas brindaron, esporádica y superficialmente, conferencias o cursos de literatura, lenguas extranjeras o sobre hechos actuales. A los programas se le añadía Historia del libro y las bibliotecas, como una de las únicas materias no prácticas vinculadas con la profesión.

Según Shera:

El período de estudio también se establece pragmáticamente, pues se basa principalmente en el tiempo que los candidatos estuvieran dispuestos a dedicarle.17

En líneas generales, el aprendizaje consistió en el entrenamiento y desarrollo de habilidades técnicas, algunas preestablecidas a lo largo de la milenaria historia bibliotecaria. La descripción y enumeración de acciones consecutivas omitió el porqué de su formulación. Se negó y repudió la teoría y su relación dialéctica con la práctica por medio de su sustitución por lo útil. La improvisación, la prueba y el error fueron los métodos seguidos ante la ausencia de la teoría, el planeamiento y la proyección. Partieron de los principios del empirismo filosófico y desembocaron en el pragmatismo.

La acción era el camino hacia el reconocimiento de todo lo que mostrara utilidad. Mediante ella, los procedimientos y hechos se hacían verdaderos si demostraban consecuencias benéficas. Aquellos que desde una perspectiva ventajosa permitían la consecución de los fines relativos al quehacer bibliotecario eran los certeros. Fue la aplicación sintética del instrumentalismo de John Dewey, que concebía los conceptos, ideas y leyes como instrumentos a elegir y emplear según su utilidad. Es por eso que el Sistema de clasificación decimal de Melvin Dewey constituyó una materia a ofrecer. Nadie refutaba su existencia, avalada por el mérito de componer una de las formas más ingeniosas de organizar el saber humano. La educación bibliotecaria se centró en la satisfacción de fines eminentemente prácticos y en desarrollar la vocación bibliotecaria.

En el año 1923, se publicó el Informe Williamson, un estudio crítico de las escuelas existentes para la capacitación bibliotecaria que evidencia la influencia de los postulados de John Dewey. Charles C. Williamson dirigió su formulación con el objetivo de normalizar y acreditar la educación bibliotecaria en el ámbito universitario.

El informe centró su argumento en:

Cada uno de los dos tipos generales de trabajo bibliotecario, que puede denominarse profesional o de oficina, exige educación general de diferentes grados y entrenamiento vocacional muy distinto en carácter y método. El entrenamiento profesional demanda una educación amplia y general, representada en su mínimo por un concienzudo curso universitario de cuatro años, más cuando menos un año de estudio de posgrado en una escuela de bibliotecarios adecuadamente organizada. Para el trabajo de oficina de las bibliotecas, el entrenamiento podía consistir en una educación general secundaria seguida de un período comparativamente corto de instrucción en métodos bibliotecarios, combinado con una práctica suficiente que asegurara destreza y eficiencia en los trabajos de oficina y rutinarios… Las escuelas de bibliotecarios deberían confinarse al entrenamiento de tipo profesional. El entrenamiento del otro tipo se suministraría mediante cursos de capacitación o entrenamiento, que se efectúan en las bibliotecas.17

Según Carnosvky:

Los bibliotecarios tenían que ser técnicamente efectivos, pero para conseguir su nuevo fin el servicio para todos debían de tener además un gran conocimiento sobre los libros en general y saber las relaciones existentes entre las ciencias psicológicas, sociológicas y políticas y el proceso educativo y recreativo por medio de la imprenta. La preparación vocacional nada más no podía esperar conseguir estos resultados.16

Para Shera la época exigió que:

Su bibliotecario tendría que ser, sobre todo, un versado y profundo teólogo; pero a esta clasificación, que llamaré fundamental, debe unirse una vasta adquisición literaria, un conocimiento exacto y preciso sobre las artes y ciencias, gran facilidad de expresión y, finalmente, esa exquisita cortesía que concilia el afecto de sus visitantes mientras que su mérito le asegura también la estima.17

La enseñanza bibliotecaria mantuvo su formación práctica y añadió la teoría con una fuerte carga en materias humanísticas. Estos componentes provinieron básicamente de las ciencias sociales, que bajo la égida positivista mantuvieron su desarrollo en la nueva centuria e imprimieron este nuevo carácter a dicha formación.

La aparición en 1928 de la Graduate Library School de la Universidad de Chicago fijó el modelo a seguir. Esta escuela fue la única en conceder el grado de Doctor de Filosofía en Biblioteconomía. El nombre de la titulación evidenció las relaciones entre la filosofía y otros campos del conocimiento.

En este recinto académico se impartieron cursos como: La profesión bibliotecaria como campo de investigación. Los temas a investigar fueron: Relaciones entre la biblioteca y las condiciones sociales, políticas y económicas, Métodos de diseminación de ideas entre los libros, Administración de bibliotecas, Métodos y técnicas de investigación, Cambio de las costumbres sociales por la influencia de las llamadas novelas sociales y Estudios de la personalidad de figuras históricas en relación con los libros por ellos leídos. Estas temáticas evidenciaron la influencia de la "Escuela de Chicago" y como máxima el instrumentalismo de Jhon Dewey.

Bajo el decanato de Louis Round Wilsal y Carlenton B. Joechill, se enfocó el programa de enseñanza hacia la administración bibliotecaria. Durante este tiempo, la Universidad fue fuerte en ciencias sociales, principalmente las áreas de administración pública y gubernamental. El paso decisivo lo dio el economista y bibliotecario Douglas Waplan, al medir estadísticamente la efectividad social de la biblioteca pública. En ellas se encontraron los medios para medir y poder valorar los efectos prácticos del trabajo bibliotecario.

La enseñanza de la bibliotecología, reconocida como ciencia, concedió un valor significativo a las materias prácticas. Se mantuvo la Catalogación, Clasificación, Bibliografía y Referencia, Selección de libros y Administración de bibliotecas. Para Dewey, el filósofo, faltaban en la educación norteamericana el taller, el laboratorio, los materiales y los instrumentos para crear e investigar activamente. Dewey, el bibliotecario, concibió la biblioteca como laboratorio; pero fue en esta etapa en que esta concepción tomo mayor cuerpo.

La Universidad de Denver volcó a los estudiantes de biblioteconomía sobre las bibliotecas de todo el estado de Colorado. Persiguieron como objetivo que estos experimentaran, compararan los problemas que se les presentaban con los obstáculos reales que rodea a toda biblioteca en particular, su público real y potencial y métodos administrativos empleados. Por su parte, la Escuela de Biblioteconomía del Instituto Pratt y la de la Universidad de Evory alternaron los estudios de Clasificación y Catalogación con la preparación de colecciones para diferentes bibliotecas.16

La Historia del libro y las bibliotecas en los programas estuvo orientada a enseñar la evolución del libro y la biblioteca como medios de difusión o censura del conocimiento en los diferentes estadios sociales. El curso de dos años para el título de Maestro en Ciencia en Biblioteconomía se fundamentó en los principios educacionales de John Dewey. El bibliotecario, al igual que el maestro, fungió como adivinador de instintos y proveedor de materiales, guía en la actividad lectiva y de aprendizaje del usuario. La idea justificó la inclusión de asignaturas como: Intereses y costumbres de los lectores, Trabajo con niños, Educación de adultos, Ajustes psicológicos, Métodos de enseñanza de Biblioteconomía, entre otras. Chicago preparó a bibliotecarios y maestros en Métodos superiores de investigación, para que en cooperación realizaran proyectos investigativos.

Fue importante para el bibliotecario conocer el nivel de desarrollo intelectual de cada uno de sus lectores para introducir, indistintamente, los temas necesarios en su formación. Esta tesis deweyiana del establecimiento de períodos de desarrollo en la educación fue utilizada por la enseñanza bibliotecaria hacia su interior y esto se demuestra por el constante debate en la distribución o colocación de las materias en cada año escolar y la programación de cursos básicos con uno o dos años de duración, de forma que contribuyeran adecuadamente a la formación profesional del estudiante.

Los postulados pragmáticos fueron empleados por los bibliotecarios en su trabajo diario y en su propia formación. Muchas de estas aplicaciones todavía hoy fungen en la enseñanza bibliotecológica actual.



EL PENSAMIENTO PRAGMÁTICO Y LA BIBLIOTECOLOGÍA CUBANA EN EL PERÍODO REPUBLICANO

CONTEXTO SOCIOECONÓMICO, POLÍTICO Y CULTURAL EN LA CUBA REPUBLICANA

Todos los razonamientos sobre la incidencia del pragmatismo en Cuba parten de su asociación con el surgimiento de la República, el establecimiento de las relaciones neocolonia-imperio y la acentuación en el país de una economía dependiente.

Mientras Estados Unidos surgía como una poderosa nación capitalista industrial a fines del siglo XIX, Cuba se debatía en la culminación de una devastadora guerra independentista contra la metrópoli española. La intervención norteamericana en la contienda en 1898 desvió el curso de los acontecimientos que hasta entonces vaticinaban la eminente independencia cubana. El Tratado de París y la ocupación del territorio nacional por las tropas estadounidenses durante el año 1899 sentaron las bases para el dominio de la isla por un nuevo dueño. El país dejó de ser colonia de España para convertirse en neocolonia norteamericana.

Víctima del nuevo orden imperialista, la República cubana nació, en el nuevo siglo, subordinada económica y políticamente a los intereses estadounidenses. Este fue un elemento contextual invariable y determinante durante las cinco primeras décadas republicanas. La economía cubana consolidó un modelo monoproductor, monoexportador y plurimportador,23 propios de un capitalismo subdesarrollado. La agricultura, actividad económica fundamental, se mantuvo sobre la base de la tracción animal y la fuerza humana. El azúcar constituyó el principal renglón productivo y exportable. Su destino principal fue el mercado estadounidense. Las oscilaciones de su precio a nivel internacional marcaron los períodos de crisis económica o de bonanza en el país.

La apertura del mercado cubano a productos extranjeros, esencialmente norteamericanos, impidió el desarrollo manufacturero o industrial de índole nacional. La penetración paulatina del capital estadounidense en la industria azucarera, la fabricación de tabacos y cigarros, la minería, el transporte, la energía eléctrica y la banca fue acrecentó la dependencia económica de Cuba a la poderosa potencia industrial.

El aparato político-administrativo-militar se organizó de acuerdo con mecanismos democrático-burgueses. Paradójicamente, respondió a intereses minoritarios internos y externos. Sus proyecciones no concibieron planes de desarrollo nacional, y de hacerlo en sus inicios, el presupuesto destinado para estos fines fue malgastado en propósitos totalmente ajenos y en beneficio de los que ostentaban el poder. Los gobiernos republicanos se caracterizaron por la corrupción, los fraudes electorales y la represión de los movimientos políticos. El servilismo a los Estados Unidos favoreció el robo de las riquezas del país y la acentuación de un capitalismo subdesarrollado.

La población cubana creció paulatinamente producto, en gran medida, de la inmigración española, haitiana, jamaicana y china.23 El mayor número se concentró en las zonas rurales en busca de trabajos agrícolas. En los campos aparecieron bohíos con condiciones insalubres. Su expresión en los poblados y ciudades fue la proliferación de barrios marginales. En contraste, la minoría aristocrática y pudiente alzó confortables casas y majestuosos palacetes.

La Habana, con el más alto índice demográfico del país, fue testigo de un florecimiento urbanístico motivado por los intereses oligárquicos. Se construyeron nuevas zonas residenciales, clubes, centros recreativos y comerciales, teatros, hoteles y avenidas. La capital encabezó el hilo de carreteras, vías férreas y aéreas que se extendió por la isla. Fue centro de las emisiones radiales y televisivas, de los vicios, el juego y la prostitución. Constituyó el eje de la vida económica, política y cultural de un país que se modernizaba.

La estructura clasista de la República mostró las marcadas diferencias entre ricos y pobres. Los más adinerados y de clase media tuvieron acceso a la instrucción y remunerados trabajos. Los pobres, la mayoría desempleados, se consumieron en la miseria y la ignorancia. El proletariado y los campesinos, preocupados por el sustento familiar, no dispusieron de tiempo y recursos para la instrucción.

El auge de la educación, movido por los intereses norteamericanos a principios de siglo y las propuestas educativas de la Constitución de 1940, no concedió progresos significativos. De 1907 a 1921 aumentó el analfabetismo entre adolescentes blancos en 15 % y entre los de color en 22 %.24 En 1924, el 53 % de la población no sabía leer ni escribir.25 El índice de analfabetismo se mantuvo casi estacionario hasta 1958 con oscilaciones proporcionales a la de las cuentas bancarias de los representantes del poder público.

Las ofertas bibliográficas de calidad escasearon en las librerías y bibliotecas republicanas. El insuficiente desarrollo de la ciencia cubana frenó la presencia de una producción científico-informativa (Pedroso Izquierdo E. La Ciencia de la Información: peculiaridades de su desarrollo en Cuba [Tesis de Licenciatura]. La Habana: Universidad de La Habana. Facultad de Comunicación; 2003). La exigua producción de libros cubanos se encontró en desventaja para convivir con el libro extranjero que inundaba nuestro mercado.26 La remodelación de la tecnología editorial con algunos equipos importados de los Estados Unidos no impidió que la mayoría de las imprentas mantuvieran la exclusiva confección de tarjetas de invitación para fiestas, sobres, papel rayado, libretas y libros de notas para oficinas.

Pamela M. Smorkaloff resumió el panorama literario y editorial de la época cuando expuso:

Entre el ocaso del siglo XIX y la década del 40 de nuestro siglo media un largo trecho en la historia de la literatura cubana y los medios para producirla y apropiársela. Los obstáculos que hemos delineado imperan sin alterarse durante cinco largas décadas: la falta de respaldo oficial, la ausencia de editoriales, el analfabetismo masivo, el subdesarrollo de todos los recursos del país a cambio del azúcar que lo devora todo a su paso hacia los mercados de Estados Unidos. Si sumamos a esto la persecución y encarcelamiento de las agrupaciones más activas de escritores y pensadores cubanos en distintas épocas, tenemos a simple vista el cuadro de la vida literaria en la República….27

Mientras la clase pudiente reproducía el modo de vida europeo y norteamericano, la intelectualidad, desde posiciones diferentes, estuvo avocada a rescatar nuestra idiosincrasia.

Para López Civeira:

buscaba nuevas formas estéticas e ideológicas. Aparecieron obras que hurgaban en las causas de los problemas del país, asumían los elementos identificadores de la cultura nacional y buscaban soluciones para toda la sociedad.17

Alrededor de los años 30 se reveló una floreciente circulación de publicaciones seriadas: Social, Carteles, Revista Bimestre Cubana, Cuba Contemporánea, Revista de Avance, entre otras. Su presencia se mantuvo por el esfuerzo de notables intelectuales que se aglutinaron a su alrededor. Estos grupos dieron la medida del potencial literario existente. Por medio de ellas, se difundieron y establecieron debates ideológicos que manifestaron el sentir y la necesidad de desarrollo que ameritaba el país.

El alto índice de analfabetismo en una población en edad escolar obstaculizó el desarrollo de hábitos de lectura y la asidua asistencia a bibliotecas. El déficit de estas instituciones impidió, a su vez, el acceso al conocimiento como complemento del proceso educativo o de la cultura general del posible universo de usuarios.

 

DE CÓMO INFLUYÓ EL PRAGMATISMO EN CUBA

El análisis del pensamiento filosófico en la República neocolonial no puede verse divorciado de las condiciones socioeconómicas y políticas que sobrevinieron en el país con la instauración de un capitalismo dependiente. La frustración nacional de lograr una República soberana apagó las posturas progresistas que se registraron en sus inicios. Pablo Guadarrama caracterizó el pensamiento filosófico cubano de los comienzos del siglo XX de la forma siguiente:

Durante las dos primeras décadas de la República, el pensamiento filosófico cubano no experimentó cambios esenciales en cuanto a sus tendencias y temas predominantes. El positivismo que había sido la filosofía prevaleciente en las últimas décadas del siglo XIX mantuvo su primacía y obtuvo nuevos adeptos a través de las expresiones del materialismo científico-natural, a la par que se iniciaba la entrada del intuicionismo y el incremento del fideísmo.28

A partir de la década de los años 20, la filosofía burguesa se caracterizó por el agnostismo, el pesimismo, la inseguridad y el irracionalismo. Coincidieron corrientes contra la escolástica, el espiritualismo, el naturalismo y el positivismo junto a tendencias de corte reformistas, anarquistas y socialistas.

Según la periodización del pensamiento filosófico cubano que establece Guadarrama,28 es la etapa republicana el período en el que aparecieron manifestaciones de pensamiento pragmático en el territorio nacional. En un primer momento, el pragmatismo se asoció a los intereses yanquis. Con la intervención, los norteamericanos se dieron a la tarea de asegurar su estabilidad en la isla, no sólo desde el punto de vista económico, administrativo y jurídico, sino también en el plano ideológico y cultural.

Según Armas Vázquez, se exaltaron formas, métodos y concepciones para la administración de los problemas económicos y sociales que respondieron a la ideología pragmática:

Para el país, la I Guerra Mundial significaría una prosperidad general por los ascensos del precio del azúcar y su demanda en el mercado internacional, con beneficios para la clase dominante.29

El mismo autor señala que la combatividad de la clase obrera que no triunfa y la falta de organización partidista y sindical constituyeron indicadores de la penetración de la ideología imperialista.

Para Silvio de la Torre y Rivas Rivas, el pragmatismo en Cuba consistió en la asimilación por la burguesía criolla de las ideas, tesis, postulados y normas de la metrópoli norteamericana. Sobre el tema el primero comentó:

Nuestra alta burguesía americanizaba sus nombres y apodos; se vestía, comía, se divertía y amaba, a la moda americana. La propia lengua española se barbarizaba en sus labios con el uso desmedido de los modismos yankis. La copia del patrón difundido por el cine, la TV y los viajes a Miami o a New York se extendía hasta fumar Camel o Chesterfield, a mascar chiclet y a beber wiskey, y a enviar a los hijos a estudiar a los colleges, como signo de evidente superioridad económica y como seguro de vida definitivo para el triunfo en el mundo de la libre empresa y de la competencia abierta de todos contra todos. Todo esto no podía por menos que reflejarse en nuestras teorías y en nuestra práctica educacional. Y se importó el pragmatismo educacional.30

Armas Vázquez fue partidario de que esta corriente penetró la mentalidad del cubano por medio de las costumbres, hábitos, formas de vida y pensamiento con el fin de fomentar el individualismo burgués; sin embargo, estuvo sujeta a la resistencia de americanización del modo de vida y la ideología nacional. A diferencia de otras corrientes no se dio a través de figuras, sino de la recepción de esquemas de solución en la praxis social.

La mayoría de los estudios al respecto sustentan que el sistema educacional se convirtió en el principal medio canalizador de los modelos y los métodos de instrucción norteamericanos. Desde el período de ocupación, se prestó atención a la introducción de la lengua inglesa en la enseñanza, los planes de estudio y las prácticas educacionales se importaron de este país. Se enfatizó en el estudio de la historia de los Estados Unidos y de una versión norteamericana de la historia de Cuba. Muchos libros de texto utilizados fueron traducciones al español de sus variantes anglosajonas. La Orden norteamericana #38 de Frye y Hanna, de 1899, convertida posteriormente en Ley escolar en 1909, es considerada una de las incipientes manifestaciones pragmáticas en el sector educacional cubano. El fortalecimiento de la enseñanza privada con planes y programas de estudio de estilo pragmático respondió a la asimilación de los preceptos ideológicos anglosajones. El instrumentalismo de John Dewey fue el modelo a seguir por el magisterio cubano.

Diego González, Ana Echegoyen, Luciano Martínez, Calixto Suárez, Piedad Maza y Alfredo M. Aguayo se identificaron con estas ideas (Rivas Rivas OM. La filosofía pragmatista norteamericana en la educación escolar y en la pedagogía: influencia que ejerció el instrumentalismo pedagógico de John Dewey en la escuela pública cubana [Tesis de Licenciatura]. La Habana: Instituto Superior Pedagógico «Enrique José Varona». Facultad de Superación de Profesores; 1986). La personalidad de Aguayo es concebida como el máximo representante de la filosofía norteamericana en el país. Según el mismo Diego González, el pedagogo cubano superó el positivismo para llegar, por medio James y Dewey, al pragmatismo filosófico.

La irrupción en Cuba de los postulados del llamado Movimiento de la escuela nueva es otro de los argumentos que los estudiosos del tema presentan para validar el influjo pragmático en nuestra educación. Se acudió a corrientes europeas y estadounidenses adaptadas a la realidad nacional. Albert Gutiérrez certifica que esta tendencia es descendiente y continuadora de la estadounidense. Para Chávez Rodríguez "…fue una respuesta decorosa a la necesidad de cambio educativo, encaminada a sacar la educación del lastre que la caracterizaba".31

La formación de profesionales cubanos en reconocidas universidades estadounidenses constituyó una de las formas de penetración ideológica concebida en el programa cultural de la política exterior de los Estados Unidos.32 Mediante la concesión de becas, varios intelectuales cubanos estuvieron al tanto y se apropiaron de conceptos, modelos, movimientos, corrientes y costumbres norteamericanas.

El estudio integral que Armas Vázquez hace del pragmatismo subraya su presencia en la política, la pedagogía, la sociología, la psicología, la historia, la antropología, la geografía, la mercadotecnia y la publicidad en la primera mitad del siglo XX cubano. Afirma la influencia de la Escuela de Chicago y la introducción de métodos experimentales en la psicología social y la sociología. Sus representantes con aciertos y desaciertos, pretendieron integrar al pensamiento cubano ideas modernas pragmáticas desde posiciones que defendían nuestra identidad.

Las contribuciones a esta corriente filosófica en el ámbito nacional se encuentran en la obra de Roberto Agramonte, Jorge Manach y José Luis Baralt en filosofía; Alfredo Miguel Aguayo, Diego González y Rafael Fiterri en pedagogía; Schvaeyer Lamar, José Nodarse y Antonio García Mendoza en sociología; Salvador Massip en geografía; Raúl Roa en ciencias políticas; Raúl Gutiérrez en mercadotecnia y publicidad y Antonio Sánchez Bustamante en derecho.

Los principios del pensamiento pragmático de los clásicos norteamericanos tuvieron una significativa influencia en el contexto social del período republicano. En el ámbito de las ciencias sociales su repercusión fue notoria.

 

EL PRAGMATISMO EN LA BIBLIOTECOLOGÍA CUBANA

El pragmatismo en la esfera bibliotecológica cubana se manifestó en el modelo de biblioteca que se instauró en el país, copia del patrón de biblioteca pública norteamericana. Su influencia fue decisiva en otros dos aspectos: la organización y representación de la información y la formación del personal capaz de realizar esta tarea en las bibliotecas.

Una visión de lo que se entendía por bibliotecología en la comunidad bibliotecaria cubana la ofreció Berta Becerra. La autora señaló que la ciencia del bibliotecario se subdividía en dos disciplinas científicas dedicadas al estudio del libro y las bibliotecas: la bibliología y la bibliotecología.33

La bibliología comprendía cuestiones generales, bibliotécnicas y bibliográficas. La composición de las distintas partes del libro, las técnicas de su reproducción, fabricación, ornamentación y descripción física fueron materias de su interés. Su aceptación entre personas ilustradas y con un estatus económico elevado se confinó a la recolección y conservación de obras con alto valor patrimonial. La bibliofilia permitió el surgimiento de algunas bibliotecas en la posteridad. Uno de sus principales exponentes fue Domingo Figuerola Caneda.

Las obras de Antonio Bachiller y Morales, Carlos Manuel Trelles y Govín y Fermín Peraza y Sarauza, entre otros, son muestras representativas del desarrollo bibliográfico cubano. Las compilaciones bibliográficas se ajustaron a los principios europeos y estadounidenses de organización de la información en busca de la utilidad de cada una.

La bibliotecología incluyó a la biblioteconomía, la clasificación de bibliotecas, la bibliotecografía, la bibliogeografía, la historia, la extensión bibliotecaria, la acción bibliotecaria y las misceláneas. Esta disciplina y sus subdivisiones comprendían los métodos y técnicas administrativas, de aprovechamiento, selección y organización de los recursos materiales y humanos, así como la estructuración y distribución funcional de las bibliotecas.

En el Manual de Biblioeconomía, de José Antonio Ramos, se encuentran referencias sobre la importancia social de una buena administración. El autor expuso las condiciones necesarias para las salas de lectura y los almacenes. Subrayó la utilidad de un conjunto de instrumentos para el trabajo bibliotecario, entre los que consideró al mobiliario y su lógica disposición, el instrumental mecánico (ficheros, máquinas de escribir, relojes…), el instrumental simple (sellos y guías de metal, cajas-libros, etc.) y los instrumentos de limpieza y el material consumible (modelos impresos, marbetes, papel oficial y sobres, etc.). Llamó la atención sobre la actualización de los inventarios y registros, la contabilidad del personal, del material, de la correspondencia y los archivos, así como sobre la necesidad de un reglamento y el cuidado de la imagen del servicio bibliotecario (Silva Crespo A. Los hombres en la bibliotecología cubana en el período de la República [Tesis de Licenciatura]. La Habana: Universidad de La Habana. Facultad de Comunicación; 2005). La escasez de recursos materiales y humanos impidió la aplicación de la totalidad de principios que abarcaron estas materias.

De la colonia habíamos ganado pocas bibliotecas por obra del estado. La Biblioteca de la Sociedad Económica de Amigos del País y la Biblioteca General de la Universidad de La Habana, creada por los dominicos, fueron las más renombradas. La caracterización general nos sitúa ante inmuebles con condiciones precarias, mobiliarios inapropiados y pobres fondos producto de la escasa producción editorial. Carecieron de catálogos y presupuesto para comprar libros e incluso para pagar a sus empleados. La Biblioteca Nacional fue el ejemplo más ilustrativo. Desde su creación en 1901, no poseyó local hasta 1958.

En condición de país subdesarrollado, los gobernantes de turno y algunos sectores de las clases adineradas no veían en las bibliotecas un fructífero negocio, a diferencia de los burgueses de los países industrializados, donde el obrero debía ser una persona instruida. Esta fue una razón por la cual las primeras décadas republicanas no fueron prósperas en la creación de bibliotecas.

Sólo en las capas intelectuales y grupos de la pequeña y mediana burguesía cubana se concebía la utilidad de un buen número de bibliotecas en el país. Las cifras de bibliotecas varían de una a otra fuente en forma diversa y hasta contradictoria. Las estadísticas fluyen a la conclusión de que a partir de la década de los años 30 hubo un aumento, aunque nunca en correspondencia con la necesidad de instrucción, como se muestra a continuación:34,35,36

Bibliotecas cubanas 1935-1950

1935
1943
1950
La Habana
63
173
221
Provincias del interior de la isla
54
281
358
Total
117
454
579

La proliferación fue producto de las transformaciones ocurridas en los convulsos años de la década del 30. En la vida cultural aparecieron instituciones, asociaciones, logias, sociedades privadas con recursos materiales, monetarios y magníficas colecciones de libros. Muchos de sus miembros dispusieron sus colecciones personales a favor de la erudición.

El quehacer bibliotecario nacional e internacional y las tendencias mundiales de la ciencia de la biblioteca tuvieron una mayor difusión a partir de la publicación del Boletín Bibliotécnico (1938-1941), el Boletín de la Asociación Cubana de Bibliotecarios (1949-1959) y la revista Cuba Bibliotecológica (1953-1960). A ellas se unió Mensajes, órgano de la Corporación de Bibliotecarios, Archiveros y Conservadores del Caribe, organización creada en 1941, con sede en La Habana. Estas revistas revelaron la producción intelectual de la comunidad bibliotecaria cubana y de algunas figuras extranjeras. La creación de la Asociación Cubana de Bibliotecarios en 1949 y de la Asociación Nacional de Profesionales de Bibliotecas (1952-1955) aglutinó y encauzó el desarrollo del incipiente movimiento bibliotecológico.

El concepto de bibliotecario que la visión de biblioteca pública y el progreso científico-técnico había impuesto en el mundo prendió en los círculos intelectuales. Sobre el asunto, Homero Serís comentó:

El antiguo bibliotecario, guardador celoso de los libros, está llamado a desaparecer para dar paso al nuevo que ha de emplear su celo precisamente en poner los libros en manos del mayor número de lectores….37

La ciencia del bibliotecario o de la biblioteca tuvo un carácter empírico y pragmático en la etapa republicana. El saber hacer con los medios e instrumentos que garantizaran el buen funcionamiento de la biblioteca fue la premisa esencial.

El pensamiento pragmático en las figuras de la bibliotecología cubana

Sobre las primeras cinco décadas del siglo XX cubano, existen noticias de la existencia de una importante comunidad intelectual bibliotecaria. Muchos constituyeron figuras reconocidas en la vida cultural. Su labor y formación estuvo en constante vínculo con el desarrollo bibliotecológico de varios países del continente americano. El origen pequeño y medio burgués de la mayoría les permitió efectuar estudios en universidades extranjeras o asistir a cursos, eventos y asesorías en el exterior. Fueron ellos canalizadores de las tendencias y modelos foráneos relativos a la teoría y la práctica bibliotecaria de entonces.

Hipólito Escolar, en su Historia de las bibliotecas,38 sostiene que las prácticas bibliotecarias en Hispanoamérica se asumieron de Norteamérica a partir de la formación de intelectuales de la rama en este país. El texto ejemplifica con dos cubanos, de escala internacional: Jorge Aguayo y Carmen Rovira. La referencia no va más allá de este apunte.

Si bien es cierto que en Cuba no se puede reducir el fenómeno, si existió más de un favorecido por este concepto. José Antonio Ramos fue profesor de la Universidad de Pensylvania y tomó clases de técnicas biblioteconómicas en ella; Isabel Pruna Lamadrid, graduada de Bachelor of Science en la Universidad de Kentucky y Bibliotecaria Consejera Técnica de la UNESCO en Cuba; María Teresa Freyre de Andrade, becaria de la American Library Association (ALA) en la Biblioteca Pública de New York; Raquel Robés, delegada y ponente en varios congresos profesionales, invitada por el gobierno de los Estados Unidos en 1948 a la convención anual de la ALA, y Carmen Rovira, especialista en el Programa de Fomento de Bibliotecas y Bibliografía de la Organización de Estados Americanos (OEA).

Fermín Peraza fue Consultante de Bibliografía Cubana en la Biblioteca del Congreso de Washington. Sus viajes a países americanos le permitieron captar disímiles experiencias. Su folleto Las bibliotecas de Washington, Miami, Alexandria, Baltimore y Annapolis: notas de viajes es una muestra del contacto con el mundo bibliotecario norteamericano.

La formación de Jorge Miguel Aguayo estuvo estrechamente relacionada con las cátedras y bibliotecas norteamericanas. Según él, le permitieron "…aquilatar personalmente los sistemas y prácticas de clasificación y catalogación de libros seguidos en más de cincuenta y cinco bibliotecas de los Estados Unidos".39

Estudió en la Universidad de Columbia al serle concedida una beca por la Fundación Rockefeller. Por su desempeño le propusieron participar en los cursos que brindaba la Columbia University School of Library Service. En los informes de viaje presentó los progresos de las bibliotecas norteamericanas y sus criterios de aplicación en Cuba. Fue invitado en 1944 por la ALA a colaborar en la Escuela Nacional de Bibliotecarios en Lima. Asistió como Consultor de Ciencia Bibliotecaria, en 1945, a la Biblioteca del Congreso de Washington. Su padre fue el eminente pedagogo, representante del pragmatismo en Cuba, Alfredo Miguel Aguayo.

En el estudio que Dania Montes de Oca Sánchez hace sobre Freyre de Andrade alega que esta figura incorporó métodos activos de trabajo bibliotecario sobre la base de experiencias norteamericanas. Graduada de la Ecole de Chartes con el Diplome Technique de Bibliothecaire, la formación de María Teresa permitió la introducción de concepciones europeas fusionadas con las aprendidas durante su estancia en los Estados Unidos.

Para Martha Rodríguez, la idea de María Villar Buceta de expansión bibliotecaria o biblioteca sin paredes, como ella la denominaba, surgió del estereotipo estadounidense (Rodríguez Cruz M. María Villar Buceta: la primera profesora de Biblioteconomía en Cuba [Tesis de Licenciatura]. La Habana: Universidad de La Habana. Facultad de Comunicación; 2004). En el pensamiento intelectual de esta generación se percibe la asimilación de los preceptos pragmáticos y su aplicación a los fundamentos y la praxis de la bibliotecología cubana.

La concepción democrática pregonada por el pragmatismo se manifestó por medio de los juicios sobre la importancia y el nuevo papel de la biblioteca en la sociedad. En la Constitución de la Republica vigente en la década de los años 40, reconocida como una de las más progresistas en la historia del país, se estableció en el artículo 214, inciso d:

El gobierno de cada municipio está obligado a satisfacer las siguientes medidas locales... el funcionamiento, por lo menos en la cabecera, de una escuela, una biblioteca....40

El incumplimiento de la cláusula legal fue una constante en el período; pero la persistencia sobre la idea se percibió en más de una reflexión. Peraza insistió en la necesidad de fomentarlas, en su artículo Bibliotecas populares: necesidad nacional.

Sobre el tema, Jorge Aguayo comentó:

La biblioteca es un producto de la humanidad civilizada; pero es sólo en tiempos recientes (siglos después de la invención de la imprenta), cuando deja de ser patrimonio de unos pocos. Sólo en el florecimiento de las democracias, en que empieza a concebirse la idea de la instrucción universal indispensable, a la participación del pueblo en el gobierno del país y en las actividades de la vida social y económica de la nación, es que el Estado vuelve, por primera vez, los ojos a la biblioteca para incorporarla de alguna manera al proceso de la educación.40

José Antonio Ramos señaló:

La biblioteca, como ciencia, descansa en el orden, en el método. Y la biblioteca al servicio del pueblo es una idea moderna y revolucionaria que no puede pensar quien no sienta el ideal democrático de una sociedad sin privilegios.32

Según Montes de Oca, Freyre de Andrade resaltó la importancia de utilizar a la biblioteca para educar a todas las personas con el fin de que participaran por igual en la construcción de una sociedad democrática (Montes de Oca Sánchez D. María Teresa Freyre de Andrade: precursora de la bibliotecología moderna en Cuba [Tesis de Licenciatura]. La Habana: Universidad de La Habana. Facultad de Comunicación; 2005).

La visión norteamericana de insertar a las bibliotecas como parte del sistema de educación con el objetivo de completar y perfeccionar la enseñanza se incorporó en nuestros círculos intelectuales. Jorge Aguayo concibió la biblioteca como medio que permitía el acceso libre al saber. Exhortó a la búsqueda de conocimientos mediante la consulta de fuentes documentales y al respeto de la libertad individual de seleccionar los libros que se crean convenientes. Al respecto planteó:

…Sin el hábito de leer, que es el hábito más valioso en la adquisición de la información y del saber, hubiera sido imposible el tránsito de la biblioteca como depósito del pasado a la biblioteca como parte del sistema educativo de una nación o contrario, el hábito de leer, supuesto que sea el producto de una educación primaria, no serviría de nada sin un sistema oficial de bibliotecas públicas bien servidas que permitiese al ciudadano común continuar su educación a lo largo de la vida y a los hombres dirigentes de la sociedad, políticos, educadores, profesionales, etc., mantenerse informados de la marcha universal del progreso y penetrados del pasado histórico de su país.39

El movimiento de bibliotecas públicas en el mundo anglosajón pensó estos recintos, llámense públicos o populares, como establecimientos indispensables para la educación y la difusión de la cultura del pueblo. La corriente norteamericana prendió en Cuba; pero factores de índole económicos, políticos, sociales y culturales impidieron su manifestación práctica. En la reflexiones de Aguayo se hizo notoria la aceptación de la idea. La definición que ofreció lo hizo promotor de esta concepción:

En sentido amplio, bibliotecas públicas son aquellas que abren sus puertas sin restricciones a todo el que desea consultar sus obras.39

Silva Crespo subrayó que para Ramos la biblioteca pública no era solo una fuente indispensable de conocimientos, sino también eslabón de la labor educativa. La definió como … parte integrante, indispensable, de la escuela pública y única en todos sus grados.32

En este sentido, Freyre de Andrade concibió la biblioteca escolar como parte integrante y no sección anexa a la vida escolar. La bibliotecaria cubana enfatizó en adaptar el arquetipo de bibliotecas escolares norteamericanas a nuestras necesidades y posibilidades nacionales.40

Fermín Peraza hizo una distinción entre las funciones de la biblioteca pública y la biblioteca universitaria. Para él, la primera respondía a la necesidad de superación continuada del ciudadano común, idea difundida por el movimiento de Educación de adultos anglosajón. La segunda se circunscribía a las necesidades específicas de los dominios académicos: la biblioteca pública en nuestros días hace al ciudadano, y la biblioteca universitaria forma y auxilia a la vida superior de la cultura.32

Aguayo, desde el predio universitario, particularizó también en sus diferencias. Fue partidario del establecimiento de un sistema bibliotecario con una adecuada delimitación de funciones:

la responsabilidad de la obra educativa de la biblioteca es más evidente en la función de los centros superiores de la cultura y el saber… La biblioteca universitaria es un instrumento de enseñanza y, en no menor importancia, acicate hacia el desarrollo intelectual independiente.41

Hizo énfasis en la relación con el componente investigativo. Esta premisa surgió de la influencia de la Escuela de Chicago: "considerar la biblioteca no como un simple complemento utilitario de la enseñanza, sino como fuerza espiritual capaz de formar estudiantes con vocación científica y facilitar también la investigación entre los profesores".41

El modelo de biblioteca norteamericana con sus variantes estuvo presente en el pensamiento bibliotecario republicano. Las reflexiones relativas a su importancia la colocan como medio indispensable de la educación y la construcción de la sociedad democrática. Su asimilación fue consecuencia de los contactos de la comunidad bibliotecaria cubana con las concepciones y prácticas anglosajonas durante su estancia en este país.

El pensamiento pragmático y la formación de bibliotecarios en Cuba

La educación bibliotecológica de algunos cubanos en el extranjero permitió la introducción en Cuba de las prácticas y concepciones referidas a este campo del saber. La actualización sobre nuevos acontecimientos estuvo propiciada por la activa participación de figuras nacionales en el movimiento bibliotecológico americano.

Jorge Aguayo y de Castro, María Teresa Freyre de Andrade, Fermín Peraza y Sarauza, Berta Becerra, Carmen Rovira, Isabel Pruna Lamadrid y Raquel Robés fueron fieles representantes de la generación de bibliotecarios cubanos con estrechos vínculos con la corriente bibliotecológica norteamericana. La asociación de energías y conocimiento permitió emprender la tarea educativa en nuestro contexto.

El bibliotecario norteamericano Jerrold Orne, en su trabajo "El futuro de la biblioteca en Cuba", corroboró el hecho con un ejemplo. Aludió a la estancia de Berta Becerra en Washington. La cubana visitó a una de las más modernas escuelas de bibliotecarios del Estado con el objetivo de estudiar detalladamente cada programa que pudiera ser adaptado en Cuba.42 Sobre la visión y aceptación de tomar elementos del modelo estadounidense, la bibliotecaria expresó:

Quien sostiene cerca de cuarenta escuelas de bibliotecarios, sin contar numerosos cursos elementales sobre la materia, y ha producido una copiosa literatura sobre nuestra ciencia de las bibliotecas, tiene todas las experiencias para ofrecerlas al mundo como ejemplo y estímulo….43

Desde los primeros intentos fallidos de establecer un plantel para la preparación de bibliotecarios se evidencia la reproducción de los modelos norteamericanos. Los cursos iniciales fueron organizados en instituciones culturales o académicas e impartían asignaturas técnicas como la de sus homólogos norteamericanos. Una muestra preliminar la constituyó la Diplomatura de Bibliotecario, a cursar en el Instituto de Técnicas de Bibliotecas, adjunto a la Escuela de Filosofía y Letras de la Facultad de Letras y Ciencias de la Universidad de La Habana. Las asignaturas fueron:44

- Filología.

- Historia de la literatura española.

- Historia de la literatura cubana.

- Historia de la literatura hispano-americana.

- Historia de las literaturas modernas extranjeras.

- Historia de la filosofía.

- Historia antigua y media.

- Historia de América.

- Historia moderna del resto del mundo.

- Historia de Cuba.

- Historia del arte.

- Técnicas de bibliotecas (conferencias).

- Dos lenguas extranjeras modernas.

El mayor peso recayó en 11 disciplinas humanísticas. Las lenguas extranjeras completaron el acervo ideal que debía tener el bibliotecario de entonces. El componente de la especialidad se redujo a una sola asignatura técnica. No se tiene noticia de que el curso se haya llegado a realizar. Su referencia lo enmarcó en un período convulso (1925-1930) de la vida universitaria.

En el prestigioso centro cultural, que fue el Lyceum Lawn Tennis Club, comenzó el primer curso de estudios bibliotecológicos de junio a agosto de 1936. El Curso de iniciación biblioteconómica hizo referencia, por primera vez en Cuba, al enunciado que Melvin Dewey utilizó para nombrar su escuela. Los orígenes del término se debieron al francés Constantin, pero constituyó la expresión más utilizada en los Estados Unidos para referirse a la ciencia de la biblioteca.

A cargo de María Villar Buceta se impartieron las siguientes asignaturas:45

- Lenguaje.

- Escritura.

- Burocracia bibliotécnica.

- Encuadernación.

- Clasificación.

- Psicología del lector.

- El libro y la imprenta.

- Catalogación.

- Musicalía y mapoteca.

La inserción del lenguaje y la escritura expresó la aceptación del papel de ambos en los procesos comunicativos que tienen lugar en las bibliotecas y otorgan el acceso a los conocimientos. Le concedió importancia como medios de adquirir sabiduría vinculada a las prácticas específicas. Su estudio permitió comprender las relaciones que en la lengua se establecen entre signos, significados y significantes.

La burocracia bibliotécnica, la encuadernación, la clasificación y la catalogación conformaron el conjunto de materias para adiestrar a los estudiantes en el cómo hacer correctamente cada una de las rutinas administrativas y técnicas. La asignatura psicología del lector mostró un acercamiento elemental a la visión de colocar al usuario en el lugar que ostentaba el libro. Se le atribuyó atención a los procedimientos que tributaban a satisfacer sus necesidades, no a la comprensión de los procesos psíquicos. Musicalía y mapoteca patentizaron la reflexión en los medios y métodos efectivos para el procesamiento de mapas, partituras u otras fuentes documentales sonoras. El análisis de los procesos tipográficos del libro también subrayó el carácter práctico de esta formación.

Según Villar Buceta, la pretensión del curso era:

tendente a ganar la atención pública, tanto sobre la biblioteca como hecho social de relevante significado, como sobre la mera técnica de su manejo como instituto agente de una sana política educacional.38

El programa incluyó la comprobación de los conocimientos teóricos en la práctica. Sobre el tema, Rodríguez Cruz comentó:

fueron organizadas visitas a la Biblioteca Nacional, la Municipal, la de la Sociedad Económica Amigos de País, la General de la Universidad de La Habana (que aún no tenía su edificio modelo), así como a las de Medicina y a las de las Escuelas de Derecho, de Ingeniería y de Arquitectura. El divorcio entre lo expuesto en las clases y el estado de abandono y desorganización reinante en estas instituciones era impresionante….38

El arte de manejar los libros fue el título de la conferencia que ofreció el Dr. Homero Serís, el 31 de enero de 1937, en los salones de la Institución Hispanocubana de Cultura.46 Su rótulo estableció un llamado al desarrollo de habilidades y actitudes en el procesamiento de los libros. Este mismo año, Genaro Artíles brindó un curso: Manejo y clasificación teórico-práctica de libros y bibliotecas, en el Colegio de Zapata de la Sociedad Económica de Amigos del País. El programa incluyó prácticas durante las visitas a bibliotecas y tipografías para complementar los temas que se listan:46

- El libro, la escritura, la imprenta.

- Organización de bibliotecas, la ruta del libro, registro, catálogo topográfico.

- Nomenclatura bibliográfica, literatura técnica del libro, la ficha.

- Clasificación de libros y sus fichas, clasificación de las bibliotecas.

- Diversos tipos de catálogo, el catálogo de autores.

- Catálogo de materias, clasificación científica y práctica, catálogo clasificado.

- La clasificación bibliográfica decimal.

- El catálogo diccionario.

- Otros sistemas de clasificación.

- Catálogos especiales.

Los detalles de cada una de las materias de este curso demuestran su carácter eminentemente empírico. Se enfatizó en la variada tipología de catálogos establecidos por el modelo norteamericano y en el dominio de sistemas de clasificación y normas bibliográficas para la confección de fichas y registros.

La Escuela de Servicio de Biblioteca en 1938 se celebró la Asamblea Nacional Pro Bibliotecas en la que se señaló la necesidad de preparar a los bibliotecarios. Fruto de ella surgió la Asociación Bibliotecaria Cubana, cuyos miembros aunaron sus esfuerzos para fundar la Escuela de Servicio de Biblioteca también insistió en perfeccionar habilidades en los alumnos para realizar las tareas habituales de clasificación, catalogación y compendio de libros. Propuso el adiestramiento para el uso y distinción de libros raros y obras de consulta.

De 1940 a 1943 las materias indistintamente fueron:43

- Clasificación y catalogación

- Obras de consulta y bibliografía

- Organización de bibliotecas

- Bibliología

María Teresa Freyre de Andrade y Fermín Peraza proyectaron dos cursos de manera similar, auspiciados por la Oficina del Historiador de la Ciudad, Dr. Emilio Roig de Leuchesering. El primero: Manejo y apreciación del libro y el uso de bibliotecas; el segundo: Prácticas de clasificación y catalogación de bibliotecas.43

De 1942 a 1960, en sus seminarios de bibliografía cubana, Fermín Peraza brindó adiestramiento sobre cómo organizar la producción nacional.43 En 1943, Peraza, Artíles y Ramos compartieron un nuevo programa en la Oficina del Historiador de la Ciudad. Las temáticas fueron asignadas de la forma siguiente:43

Genaro Artíles: Historia del libro y de la escritura- Introducción a la clasificación- Generalidades de catalogación.

Fermín Peraza: Sistema decimal de clasificación- Prácticas de clasificación elemental- Bibliografía aplicada a la catalogación.

José A. Ramos: Aplicación de las tablas del sistema decimal y prácticas de clasificación superior- El catálogo metodológico-analítico- Administración de bibliotecas.

En su diseño se aprecia la imbricación de componentes teóricos y prácticos. Ramos contribuyó a ambos. Las asignaturas de Artíles enseñaron los métodos; las de Peraza los medios.

Entre octubre de 1943 y junio de 1944, María Villar Buceta impartió un curso en la Academia "Bravo". El programa mostró varios temas que versaron finalmente alrededor del procesamiento de fuentes documentales:38

- La lección 44: Importancia de la ficha catalográfica movible y sus ventajas, las abreviaturas y signos catalográficos.

- La lección 68: Musicalía en general. Prácticas catalográficas.

- La lección 69: Catalogación de la discoteca o fonoteca.

- Las lecciones de la 70 a la 75: Catalogación de la mapoteca.

- Las lecciones de la 80 a la 90: Nuevas prácticas catalográficas. Cuadros, estampas y monedas. El adecuado sitio de estas piezas: pinacoteca, museos generales y especiales en las bibliotecas. Su archivo: La Diplomática: necesidad de la enseñanza de la paleografía en Cuba y sus dificultades

Nuevamente los procesos técnicos van a ocupar la atención. Las visitas a bibliotecas públicas, talleres de impresión, encuadernación y editoriales completaron la base práctica de la formación.

Para el análisis de los cursos impartidos en la Escuela de verano de la Universidad de La Habana, en el intervalo de 1940 a 1943, no se puede obviar que estos se incluyeron como parte de los Cursos especiales de educación. Las asignaturas se proyectaron a partir del lugar que adquieren las bibliotecas en el proceso educativo. Su papel como instrumento que complementa el aprendizaje del niño constituyó el eje central. Bibliografía y referencia en las bibliotecas escolares y Catalogación y organización de bibliotecas escolares fueron impartidas por María Teresa Freyre de Andrade y Jorge Aguayo, respectivamente. La particularización de los procedimientos y técnicas a seguir mostró la asimilación de la concepción norteamericana en el sector de las bibliotecas escolares.

Según Maria Villar Buceta se hicieron "...un poco a tenor de cómo se enseña en la Columbia University New York, aunque naturalmente sin el formidable atuendo en equipo, obras de trabajo o referencia y tradición del hecho bibliotecario de la gran ciudad norteamericana".38

Los cursos primeramente se crearon con el nombre de ciencia bibliotecaria; después tomaron el nombre de técnica bibliotecaria. El cambio promovió la tendencia a insistir en las pericias aprendidas y comprobadas en la praxis. Las clases propiciaron visitas a bibliotecas y la resolución de ejercicios prácticos. En este intento se brindaron:47

- Catalogación y clasificación, con Jorge Aguayo y Carmen Rovira.

- Bibliografía cubana, con Fermín Peraza.

- Obras de referencia, con María Teresa Freyre de Andrade, Isabel Pruna Lamadrid y Rosina Urquiza.

- Organización y administración, con Raquel Robés.

El aprendizaje de las reglas angloamericanas de catalogación, del sistema de clasificación de Melvin Dewey, y la organización de un catálogo diccionario fueron los objetos del primer curso. La historia de la bibliografía cubana en la etapa colonial y republicana alternó con lecciones y ejercicios prácticos centrados en la confección de repertorios bibliográficos. El adiestramiento en los métodos e instrumentos de trabajo a manejar por el bibliotecario en los procesos de investigación, adquisición, preparación, circulación y administración de los fondos cubrieron los contenidos del cuarto curso. Estas especificidades para el servicio de referencia se ofrecieron en el tercero.47

En 1951 y 1952 se impartieron en la misma escuela, con alguna variación de sus nombres, los siguientes cursos de especialización:48

- Catalogación y clasificación de materiales especiales y de los archivos de diarios (Jorge Aguayo).

- Introducción a la teoría y práctica de la investigación bibliográfica y principios de documentación (María Teresa Freyre de Andrade).

- Técnicas bibliotecarias modernas para fomentar en los niños y adolescentes el amor a la lectura (María Teresa Freyre de Andrade).

- Teoría y práctica de los epígrafes (Carmen Rovira).

La introducción de las nociones de catalogación y clasificación de archivos de diarios, fotografías, afiches, recortes de diarios, mapas, revistas y volantes abrió el espectro de fuentes a organizar en las colecciones de las bibliotecas acorde con las tendencias mundiales. En este aspecto la noción anglosajona fue bastante conservadora al centrar su atención en el microfilm. Es la primera referencia a la documentación en un programa de estudio cubano. Esta tendencia tuvo sus manifestaciones en algunos planes de estudio norteamericanos. La cita a la teoría y práctica de la investigación bibliográfica subraya la influencia del modelo establecido por la Graduate Library School, de Chicago. El curso trabajó, en su mayor parte, en el aspecto práctico de la preparación y organización de bibliografías sobre diferentes temas.

Las técnicas bibliotecarias modernas para fomentar el amor por la lectura en los niños y adolescentes se ilustraron a partir de ejemplos estadounidenses, ingleses, franceses y suecos.48 El ejercicio de asignar epígrafes o encabezamientos de materias y su uso en el catálogo diccionario, mediante la crítica y explicación de los códigos de reglas y listas existentes en español,48 evidenció el carácter práctico de los cursos y la incipiente preocupación por la indización y recuperación de la información. El informe que Williamson rindió a la Carnegie Corporation en la década de los años 40 fue reconocido en Cuba. Sobre el nuevo cambio enfocado a estudios bibliotecológicos académicos, más organizados y a nivel superior, Aguayo comentó:

Vivimos en pleno siglo de profesionalización. Adquieren jerarquía de estudios universitarios actividades como la asistencia social al necesitado, el oficio de contador público, las funciones de la administración del Estado, las actividades del periodista, del profesor de idiomas, etc. ¿Podría esperarse otra cosa del custodio secular del libro…?.49

Las iniciativas de asociaciones e instituciones culturales de renombre propiciaron en 1950 la creación de la Escuela de Bibliotecarios de la Universidad de La Habana.

Según Rovira, esto obedeció a:

la elevación constante del nivel y prestigio de la profesión, el reconocimiento de valor que tienen los estudios superiores de bibliotecología y la superación definitiva de una etapa en que la instrucción de los bibliotecarios se hacía (en forma de aprendizaje, como si se tratara de un oficio) en la propia biblioteca.50

La intelectual cubana ofreció una síntesis de las modificaciones de los planes de estudio estadounidenses a partir de la década del ´40, que se ajustaron con las concepciones asumidas en nuestra enseñanza bibliotecológica. Entre estas estuvieron:

"...tendencia a demandar mayor base cultural, especialmente en las humanidades, ciencias sociales y ciencias naturales...".

"...afán de cambiar los nombres a las asignaturas tradicionales, de reagruparlas de acuerdo con algún tipo de especialización".

"...tendencia a reducir a un mínimo las horas de práctica en las materias de rutina..., mientras se da mucho mayor énfasis a los principios generales, fundamentales de la profesión, teniendo en cuenta que la práctica y aún las mismas reglas pueden cambiar de una biblioteca a otra o de una década a la siguiente, pero las bases fundamentales no varían".50

La presencia del idioma inglés constituyó una expresión del influjo norteamericano. Sobre el hecho, Rovira comentó:

...es indiscutible la necesidad de conocimiento de idiomas extranjeros, especialmente el inglés, por la influencia de los métodos norteamericanos en la mayor parte de nuestras bibliotecas y por la gran cantidad de libros de texto y de consulta que aparecen escritos en este idioma.48

Las materias bibliotecológicas de este programa académico se insertaron en el último año a cursar:51 Clasificación y catalogación de libros.

    1. Bibliografía y referencia.

    2. Organización y administración de bibliotecas.

    3. Bibliografía cubana.

    4. Bibliología.

Coincidieron con las que se consideraron esenciales para la formación del bibliotecario. Fueron sugeridas en dos importantes reuniones de la profesión alrededor de 1950: la Primera Asamblea de Bibliotecarios de las Américas, celebrada en Washington en 1947, y la Conferencia sobre el Desarrollo de Servicios de Bibliotecas Públicas de América Latina, convocada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación (UNESCO) y la Organización de Estados Americanos (OEA), que tuvo lugar en Brasil en 1951. En la primera, Cuba estuvo representada por Fermín Peraza y Jorge Aguayo. Esta perspectiva, que tiende a formar un bibliotecario erudito, derivó de la influencia europea. En las palabras de Cotton des Houssays a la Asamblea General de la Sorbona en 1780, citadas por Aguayo, se plasma esta ascendencia:

Ser sobre todo un sabio y un profundo teólogo; pero estas cualidades, que considero fundamentales, deberán estar unidas a una vasta cultura literaria, un exacto y preciso conocimiento de todas las artes y las ciencias, gran facilidad de expresión, y, por último, hallarse dotado de una cortesía exquisita….48

La influencia pragmática se hizo más evidente por el peso que se le concedió al desarrollo de habilidades y el aprendizaje de métodos, medios y técnicas bibliotecarias más eficientes para lograr los objetivos propuestos.

El pensamiento pragmático en la praxis bibliotecaria

La práctica bibliotecaria durante la República estuvo restringida por la carencia de recursos. Algunos de estos recintos descollaron como ejemplos a seguir a partir de la labor desarrollada por algunas de las personalidades antes mencionadas. Según Peraza, no fueron pocas las bibliotecas particulares y populares que adoptaron prácticas modernas.34 La selección y adquisición de libros se efectuó según los criterios generales de bibliotecarios y directores responsables. La atención a las necesidades de los usuarios no fueron indicadores para determinar el completamiento de los fondos.

Aguayo fue partidario del sentido pragmático que lleva implícito el desarrollo de colecciones. Para él, el criterio de selección y adquisición lo determinaba la utilidad que para el usuario tenía un determinado documento y su valor de acuerdo con su rigor científico, actualidad o novedad. Sobre el tema expresó:

la biblioteca debe adquirir los libros y revistas en atención a su importancia y valor intrínseco y no al capricho de una demanda pasajera que pueda imponer la crisis cultural de una época, de un país o de una universidad.32

Según Silva Crespo, Aguayo ensalzó la espiritualidad del contenido del documento por encima de su valor como objeto físico.32 El bibliotecario recabó, además, en el beneficio que tributa el uso del catálogo colectivo como instrumento para la selección y adquisición de documentos en la actividad cotidiana. Estos principios fueron aplicados por el eminente bibliotecario en sus funciones como director de la Biblioteca General de la Universidad de La Habana. La institución obtuvo reconocimiento en la época producto de su organización, servicios, personal encargado y el valor de su colección. La Biblioteca General llegó a ser referenciada por la Encyclopedia of Library and Information Science.32

Peraza llamó la atención a la actividad mancomunada entre bibliotecario y profesor para el establecimiento de la colección. Insistió en la consulta de programas de enseñanza, libros de investigación y obras de cultura general. Para el bibliógrafo cubano, la selección de los ejemplares debía estar fundamentada en un criterio de valor.

Como Director de la Biblioteca Municipal de La Habana, elaboró un decreto-ley para beneficiar la actividad de adquisición de documentos en bibliotecas, archivos y museos. Asimismo, determinó que las publicaciones generadas por esta institución se emplearan para el canje.32 La mayor atención en el trabajo bibliotecario recayó en la organización de las colecciones. Sobre el asunto, Ramos comentó:

la memoria humana como el acervo de una biblioteca de nada sirve a la comunidad social que la posee, sin una clasificación u ordenación lógica del tesoro de sus experiencias".32 Para Aguayo, los procedimientos de catalogación y clasificación constituían las actividades básicas de las bibliotecas.

La definición de José Antonio Ramos sobre catalogación contiene intrínsecamente el principio pragmático de la Teoría de los signos de Pierce. Para Ramos, catalogar implicó establecer los signos lingüísticos que describían y representaban del mejor modo un documento, de manera que el catálogo construido ofreciera la idea exacta del fondo total:

Catalogar, en biblioeconomía, es la técnica de representar, por medio del lenguaje escrito, con cabal exactitud, con la máxima economía de palabras y siguiendo un orden riguroso en la expresión de sus características esenciales, todo impreso portante de cierta unidad propia […], al fin de hacerlo perfecta y fácilmente identificable en un catalogo o serie ordenada de fichas.32

Ramos concibió al catálogo como instrumento que agilizaba la ejecución de diversas funciones bibliotecarias; Aguayo subrayó en el criterio de utilidad lo que debía ostentar el catálogo:32

a) Representar qué obras de determinado autor posee la biblioteca (se incluyen traducciones, colaboraciones, etc.).

b) Representar los libros que posee la biblioteca sobre determinado tema.

c) Si está una obra que solo se recuerda por el título.

d) Qué información se encuentra en la ficha que corresponde a cada obra.

El proceso de clasificación para Aguayo también tuvo implícito el proceso semiótico pierciano.

un acto mental, un proceso psíquico, que nos permite agrupar en el pensamiento los objetos que nos presentan como semejantes entre sí. Por lo tanto, no se agrupan primero las cosas que son objeto de clasificación, sino las ideas que tenemos de ellas; pero para poder agrupar estas ideas se requiere la previa operación de abstraerlas de las cosas que representan.32

Es en el proceso psíquico de abstracción en el que asignamos una categoría temática general para representar todo el contenido de un documento, objeto que bajo esa clase va a tener una disposición en el fondo, identificarse y recuperarse a partir de ella. El procesamiento de los documentos tuvo sus particularidades en cada biblioteca. A finales de la década de los años 30, emergieron un conjunto de iniciativas interesadas en normalizar los procesos técnicos. En 1938, José Antonio Ramos, sobre la base de su experiencia en el procesamiento de libros en la Biblioteca Nacional, elaboró su Manual de Biblioeconomía en colaboración con Aguayo, Peraza y Freyre de Andrade. En él ofreció una adaptación del Sistema de Clasificación de Melvin Dewey y la Clasificación Decimal Universal en una nueva versión original. Adoptó los principios de las reglas de catalogación de la American Library Association (ALA) en lo relativo a la catalogación. El Manual se convirtió en instrumento de consulta reiterada para la región latinoamericana.

Según Ramos:

El sistema decimal se ha extendido por todo el mundo civilizado sin propaganda de ningún género. Y ver en él derivación alguna del imperialismo financiero de Wall Street es diplomarse de mentecato honoris causa. [… ] El sistema decimal no es americano ni europeo, sino sencillamente universal.32

El escritor y bibliotecario cubano exaltó la utilidad del sistema como instrumento con doble finalidad. Primero, asignarle al documento un único lugar en la colección, de forma que su recuperación fuera precisa y rápida. Por otra parte, permitir la observación del conjunto de temáticas que componen el fondo general.

Para Aguayo, el modelo estadounidense fue el más significativo. En el prefacio de su Manual práctico de clasificación y catalogación de bibliotecas expresó categóricamente:

los métodos norteamericanos en materia de organización y administración de biblioteca son superiores a cuantos han sido usados en otros países.37

El Manual es una muestra fehaciente de su devoción a este estereotipo. Los ejemplos y la bibliografía de la obra fueron netamente norteamericanos. Su practicidad lo hizo incluir un capítulo dedicado a las Normas para componer en la máquina de escribir. En su segunda edición expuso una lista de obras a considerar por el catalogador y algunos métodos para organizar el departamento de catalogación.32

Montes de Oca aseveró que María Teresa Freyre de Andrade veló por el reconocimiento del sistema de Melvin Dewey en el país. Para Rodríguez Cruz, María Villar Buceta fue pionera en su aplicación en las bibliotecas cubanas. Lo estudio y criticó con el fin de ajustarlo a la realidad cubana. Todas estas personalidades coincidieron en la necesidad de adaptación de las reglas y el sistema de clasificación al contexto de las bibliotecas cubanas.

Ramos concibió el sistema de catálogos en dependencia de su finalidad y a semejanza del modelo norteamericano. Buceta insistió en las ventajas de las fichas catalográficas movibles. La disposición al alcance del usuario, la capacidad de reflejar fielmente los fondos existentes y su flexibilidad para incluir las nuevas adquisiciones de la biblioteca fueron los beneficios que justificaron su práctica.38 Silva Crespo apuntó que Aguayo en sus informes propuso la adaptación del sistema de catálogos norteamericano al cubano. Al respecto expresó:

Ninguna biblioteca estadounidense considera que su funcionamiento es eficaz hasta tanto logra fichar por lo menos la parte más importante de la colección de libros… cosa que nosotros, después de esfuerzos extraordinarios para suplir la falta de empleados técnicos preparados estamos a punto de dejar realizado.32

La Biblioteca General de la Universidad de La Habana fue centro de aplicación de sus conocimientos en este sentido. La normalización de los procesos de acuerdo con las reglas y los sistemas norteamericanos permitió la actualización del catálogo mediante la compra de fichas a la Biblioteca del Congreso. El Departamento de Catalogación y Clasificación de la biblioteca universitaria reprodujo fichas con destino a la Universidad de Oriente en un intento de sistematizar los procesos.

Otro ejemplo meritorio fue la investigación publicada por Carmen Rovira: Los epígrafes en el catálogo diccionario. La preocupación por la sistematización de la indización y la recuperación de la información prendió en los círculos bibliotecarios. Rodríguez Cruz apuntó que María Villar Buceta fue otra de las cubanas avocada al estudio y aplicación de esta temática. A partir de la década de los años 40, la Biblioteca Nacional, la Sociedad Económica de Amigos del País, la Municipal de La Habana, la del Lyceum Lawn Tennis Club y otras muchas comenzaron a utilizar estas normativas en el procesamiento de sus colecciones.

El ámbito de los servicios de información se estructuró de acuerdo con el patrón americano en la mayoría de los casos. El espíritu democrático y práctico de extender los servicios en la realidad comunitaria fue concebido por más de una biblioteca. Según Zoia Rivera, la Biblioteca del Lycem Lawn Tennis Club fue paradigma a seguir. El intercambio entre socias y la comunidad asentada alrededor del Lyceum generó diversas iniciativas bibliotecarias. Es en esta institución donde se instauró por primera vez en el país el servicio de préstamo circulante.52 Peraza, en la Biblioteca Municipal de La Habana, comentó su experiencia:

Dimos a la misma [la biblioteca] un amplio sentido popular, iniciando un plan para establecer pequeñas sucursales en cada uno de los barrios de la ciudad, a fin de facilitar el acceso a todos los vecinos a sus salas de lectura y hacer posible a todos el utilizar la totalidad de los fondos de la biblioteca mediante el envío constante de obras de las sucursales entre sí y la central.32

A Ramos le fue difícil crear en la Biblioteca Nacional el préstamo circulante. En su Manual presentó toda la metodología y modelos a considerar en la organización de este servicio. Sobre el asunto expresó:

Salvo las oficiales, de tipo nacional y responsables documentales de su época, todas las bibliotecas públicas debieran organizar una sección especial de sus fondos, a fin de ofrecer libros a préstamo, para llevar y leer a domicilio.32

Silva Crespo apuntó que Aguayo adaptó en la Biblioteca General de la Universidad de La Habana el método de biblioteca circulante, utilizado por el Woman's College de la Universidad de Carolina del Norte en Estados Unidos, para el préstamo a los profesores.32

La proliferación de salas infantiles y juveniles en las bibliotecas evidenció la jerarquía concedida al niño en sus etapas de desarrollo de acuerdo con los postulados de Jhon Dewey. Freyre de Andrade fue una de las principales promotoras de la idea de atender las necesidades de información infantiles en relación con la edad. Exhortó a la creación de un espacio dedicado a las narraciones de cuentos para la educación de este sector. Las experiencias sobre el servicio de referencia provinieron de los países europeos y los Estados Unidos. Al respecto, Freyre de Andrade expuso:

Es evidente que hoy en Cuba no existe la demanda del servicio de referencia; pero no ha aparecido porque no se conoce; algunas personas saben que existe en los Estados Unidos, pero son una exigua minoría los que lo han visto funcionar y han tenido el privilegio de disfrutar de sus beneficios. Esa demanda que no existe, hay que crearla y la única manera de hacerlo es creando la función; teorizando no se convence a nadie.53

Silva Crespo se refirió a la comparación de Aguayo entre las potencialidades norteamericanas y cubanas para el desarrollo de este servicio. Las referencias que poseía el bibliotecario sobre el asunto provinieron de los Estados Unidos.32 El contacto con este país le permitió a Aguayo reflexionar sobre el carácter trascendental del uso del microfilm para el servicio bibliotecario. En el año 1951, cuando Aguayo expuso sus ideas al respecto, Calvin Moores introdujo el término information retrieval, para crear así una disciplina que utilizaría el instrumental de las tecnologías más avanzadas ante la creciente avalancha de información. Aparecieron, en este sentido, los sistemas de recuperación de la información. Aguayo no hizo mención alguna a estos últimos sucesos pero supo percatarse de las transformaciones que se gestaban con el empleo de las nuevas invenciones en el campo bibliotecario. El siguiente planteamiento lo demuestra:

es posible que el concepto de la producción de los libros y su distribución a través de los canales usuales; la teoría de la arquitectura de las bibliotecas; la de la organización de estas y, en definitiva, el concepto nuestro del servicio que prestan a la colectividad, cambiarán totalmente todo el cuadro de las relaciones entre la escuela, el libro y el ciudadano.48

Las concepciones relativas a la organización, recuperación y diseminación de la información con sus adaptaciones al contexto cubano evidenció la influencia del espíritu pragmático.


CONCLUSIONES

El pragmatismo fue la corriente filosófica surgida en los Estados Unidos durante la década de los años setenta del siglo XIX. Su génesis estuvo determinada por factores socioeconómicos, científico-técnicos, culturales e intelectuales del contexto norteamericano. Representó la visión del mundo y el modo de pensar de la burguesía en la fase del capitalismo monopolista. El pragmatismo clásico, representado por Charles Pierce, William James y Jhon Dewey, situó a la acción y la experiencia como fuentes de conocimiento. Su carácter empírico consideró los efectos prácticos de una teoría o idea como criterio de la verdad. Definió las ideas útiles como los instrumentos válidos que guían la acción para alcanzar los fines propuestos. La producción científica sobre el pragmatismo evidencia la presencia de los fundamentos pragmáticos en múltiples disciplinas científicas. El tema ha sido tratado principalmente en el ámbito de las ciencias sociales. Desde el espacio de conocimiento relativo a la bibliotecología y la ciencia de la información se han generado escasas investigaciones al respecto.

En los Estados Unidos, la perspectiva pragmática le concedió existencia incuestionable a la biblioteca pública. Estas instituciones fueron concebidas como instrumentos eficaces para el desarrollo de la cultura, la educación y el progreso de la sociedad democrática. La estructuración de un sistema de bibliotecas delimitado funcionalmente evitó la repetición de tareas y colecciones. Permitió, además, la extensión de los servicios bibliotecarios a disímiles sectores. La funcionalidad del edificio bibliotecario, la atención al aprendizaje práctico de las rutinas y los procedimientos técnicos evidenció la presencia de los preceptos pragmáticos en la práctica bibliotecaria estadounidense. La tendencia norteamericana a normalizar y perfeccionar los procesos de catalogación y clasificación permitió el diseño eficaz de instrumentos, reglas y sistemas sobre la base del principio de la utilidad. Los servicios bibliotecarios estadounidenses se concibieron para solucionar prácticamente a los diferentes sectores poblacionales y en los lugares más distantes. La atención y orientación de las necesidades, intereses y hábitos del niño a partir de los espacios bibliotecarios mostró la asimilación de la teoría filosófica de Jhon Dewey. El carácter eminentemente práctico de los programas de enseñanza bibliotecaria estadounidenses y la preocupación por elevar al nivel académico los estudios bibliotecológicos evidenciaron la influencia del pensamiento pragmático.

La influencia del pragmatismo en Cuba se asoció con el surgimiento de la República y el establecimiento de nexos económicos, políticos y culturales entre el país y los Estados Unidos. Esta corriente filosófica penetró la mentalidad del cubano por medio de las costumbres, hábitos, formas de vida y pensamiento. La recepción de esquemas de solución en la praxis social cubana favoreció la asimilación de los postulados pragmáticos en las ciencias sociales. Las contribuciones a esta corriente filosófica en el ámbito nacional se destacaron principalmente en disciplinas como la filosofía, la pedagogía, la sociología, la geografía, las ciencias políticas, la mercadotecnia, la publicidad y el derecho. La ciencia del bibliotecario tuvo un carácter empírico y pragmático en la etapa republicana. El saber hacer con los medios e instrumentos que garantizaran el buen funcionamiento de la biblioteca fue la premisa esencial. Este modelo de biblioteca norteamericana con sus variantes estuvo presente en el pensamiento bibliotecario republicano. Las reflexiones relativas a su importancia la colocan como medio indispensable de la educación y la construcción de la sociedad democrática. Su asimilación fue consecuencia de los contactos de la comunidad bibliotecaria cubana con las concepciones y prácticas anglosajonas durante su estancia en este país.

En la enseñanza bibliotecológica cubana la influencia pragmática se hizo evidente por el peso que se le concedió al desarrollo de habilidades y el aprendizaje de métodos, medios y técnicas bibliotecarias. Los programas de asignaturas incluyeron materias y tendencias similares a las que desarrollaba y asumía la bibliotecología estadounidense. Las concepciones relativas a la organización, recuperación y diseminación de la información con sus adaptaciones al contexto cubano evidenció la influencia del espíritu pragmático. La introducción del Sistema de clasificación decimal de Melvin Dewey y las Reglas angloamericanas de catalogación en la clasificación de los fondos de las bibliotecas fueron muestras evidentes de esto.



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Recibido: 7 de febrero de 2008.
Aprobado: 21 de febrero de 2008.

 

Lic. Maylín Frías Guzmán. Departamento de Ciencias de la Información. Facultad de Ciencias de la Información y la Educación. Universidad Central "Marta Abreu", de Las Villas. Carretera de Camajuaní km. 5,5 / Santa Clara: Villa Clara. Cuba. CP: 54830. Correo electrónico: maylinfg@uclv.edu.cu

 

Ficha de procesamiento

Clasificación: Artículo histórico.

Términos sugeridos para la indización


Según DeCS1


BIBLIOTECAS; FILOSOFÍA; CUBA.
LIBRARIES; PHILOSOPHY; CUBA.


Según DeCI2

BIBLIOTECAS; CUBA.
LIBRARIES; CUBA.


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Díaz del Campo S. Propuesta de términos para la indización en Ciencias de la Información. Descriptores en Ciencias de la Información (DeCI). Disponible en: http://cis.sld.cu/E/tesauro.pdf



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Cita (Vancouver): Frías Guzmán M. El pragmatismo en la bibliotecología cubana de la República. Acimed. 2008;17(6). Disponible en: Dirección electrónica de la contribución.