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ACIMED

versión impresa ISSN 1024-9435

ACIMED v.19 n.1 Ciudad de La Habana ene. 2009

 

ACTUALIDADES

 

El centenario del primer Ministerio de Salud del mundo

 

The centenary of the world first health ministry

 

 

Por José Antonio López Espinosa

 

 


José Ángel Malberti Delgado fue un cubano que vino al mundo en la ciudad de Baracoa, antigua provincia de Oriente, el 4 de julio de 1854. Luego de recibir allí la instrucción primaria, viajó a España en 1866 para cursar los estudios de bachillerato y los de la enseñanza superior. Esta última la concluyó en 1875, cuando se graduó de Doctor en Medicina en la Universidad de Barcelona. Tras obtener su título, decidió perfeccionar sus conocimientos con breves estancias en los principales establecimientos clínicos y hospitales de Europa, sobre todo los de París (figura).

 

 

De regreso a Cuba, se radicó en Baracoa para ejercer su profesión. Allí se le nombró Médico Municipal y Forense, función que desempeñó hasta 1878. Ese año, complicado en los preparativos del movimiento revolucionario conocido como «Guerra Chiquita» -en la cual iba a ser Jefe de Sanidad Militar de Oriente- fue denunciado y se vio obligado a abandonar la Isla en una goleta en la que, luego de un tempestuoso viaje de dos semanas de duración, logró llegar a la ciudad estadounidense de New York, donde permaneció hasta el fin de la contienda en 1880.

Cuando esto ocurrió, no se le permitió retornar a su ciudad natal. Confinado en La Habana, consiguió por concurso el puesto de tercer médico de la Casa de Enajenados (hospital de Mazorra), donde cobró tal firmeza su vocación por la Psiquiatría, que decidió aspirar más tarde a la plaza de segundo médico del mismo establecimiento. Para tener derecho a concurrir al concurso con ese fin, se tuvo que graduar de Doctor en Medicina también en la Universidad de La Habana. Con posterioridad a la consecución del cargo, fue ascendiendo poco a poco hasta lograr el de Director, el cual ejerció por espacio de 16 años.

Su retirada de esa función no fue voluntaria, pues se debió a un Decreto de la Reina Regente de España firmado en 1894 en San Sebastián. En él se dispuso que por conveniencia del servicio debía cesar en su desempeño como Director del hospital. Luego se supo que el verdadero móvil de esa real orden obedecía a su indudable condición de separatista.

De esto último dieron pruebas sus actividades conspirativas junto a patriotas como Juan Gualberto Gómez Ferrer (1854-1933); José María Aguirre Valdés (1843-1896); José Lacret Morlot (1848-1904); Ramón Roa Gari (1844-1912); Guillermón Moncada (1838-1895) y Jesús Rabí (1845-1915), entre otros; así como la constante correspondencia que mantenía con el Lugarteniente General Antonio Maceo Grajales (1845-1896), con quien tenía una gran afinidad desde la intentona de 1879.

Complicado también en el movimiento revolucionario de 1895, se vio forzado a emigrar a México donde, para poder ejercer su profesión, revalidó su título en la Facultad de Medicina en 1896. Desde la nación azteca manifestó también su condición de activo conspirador y de infatigable luchador por la libertad de su patria. Durante su permanencia en territorio mexicano fue miembro de todas las agrupaciones revolucionarias allí organizadas; incluso fungió durante tres años como Presidente del Club Patriótico «Bartolomé Masó».

La consideración que llegó a tener en ese país por sus méritos profesionales se pudo percibir en su elección como Secretario del Segundo Congreso Médico Panamericano, celebrado en la capital mexicana en 1897. También se le otorgó el nombramiento de Médico de la Compañía de Seguros «La Mutua», así como el de Médico Director de la Compañía «Pearson & Sons», contratistas de las obras del puerto de Veracruz, entre otros de mucha importancia.

Al término de la guerra de 1895-1898 regresó a Cuba y se radicó de nuevo en La Habana, donde se le dio el cargo de Presidente de la Junta de Patronos del Hospital de Dementes y se le designó Vocal de la Primera Junta Consultiva de Beneficencia Pública, adscrita a la Secretaría de Gobernación, y Secretario de la Junta de Salubridad, organizadas por el gobierno interventor. También fue electo Representante por la provincia de La Habana, en calidad de lo cual llegó a ocupar la Vicepresidencia de la Cámara en dos legislaturas y la Presidencia en una.

Desde estos puestos desarrolló una serie de útiles iniciativas, todas relativas a la sanidad y a la organización de los servicios salud pública. En la Cámara de Representantes puso de manifiesto sus máximas aspiraciones en este sentido. Fue allí donde planteó y fundamentó la necesidad de reorganizar los hospitales y de poner a funcionar en la Facultad de Medicina de la Universidad la Cátedra de Enfermedades Nerviosas y Mentales y fue allí donde presentó un total de 18 proyectos de Ley, entre las que sobresalen la "Reorganización de los médicos forenses en la República"; la "Ley General de Sanidad» y la «Fundación de la Secretaría de Sanidad y Beneficencia"(anexo).1-4

 

ANTECEDENTES

La primera persona de que se tiene conocimiento ejerció en Cuba el arte de curar con carácter oficial fue un valenciano, que se hacía llamar protomédico, nombrado Domingo de Alpartill (¿?-1525), de quien se ha dicho llegó en 1518 a la villa de Santiago de Cuba, dando respuesta a un llamamiento hecho por Real Cédula a poblar la Isla y a dotarla de médicos y cirujanos, con la consiguiente gratificación para los que se decidieran a dar ese paso. Luego de él fueron sólo 55 los individuos que procedentes de España y de otros países desempeñaron hasta principios del siglo XVIII funciones de médicos, cirujanos, flebotomianos y curanderos. Entre ellos se pudieran nombrar al barbero cirujano Juan Gómez, el primero en hacer esa tarea en la villa de San Cristóbal de La Habana; a Juan de Tejada de Pina (1558-¿?), malagueño que fue el primer Doctor en Medicina con que contó el país, pues antes de su llegada en 1610 se disponía sólo de cirujanos que brindaban sus servicios en La Habana y Santiago de Cuba; a la india Mariana Nava, curandera que obtuvo la autorización oficial para cumplir tal función, cuando en 1612 Santiago de Cuba, con una población aproximada de 4 000 habitantes, había quedado repentinamente sin médicos y cirujanos; al cordobés Francisco Muñoz de Rojas (159?-1637), el primer protomédico oficial en La Habana y en toda Cuba, y al sevillano Lázaro de Flores Navarro (162?-1673), autor del primer libro científico redactado en La Habana y considerado el más notable de todos los médicos que tuvo la Mayor de las Antillas durante el siglo XVII.5-7

En el contexto de la historia de la medicina cubana en el período colonial, fue el Protomedicato un elemento básico en la evolución de la salud pública en el país y su organismo supremo hasta que fue extinguido en 1833. Sus orígenes a escala internacional se remontan a la Baja Edad Media, época en la que se comenzó a manifestar preocupación por el ejercicio de la profesión. En 1140 el Rey de las dos Sicilias decretó que era necesario contar con la autorización de los oficiales reales para poder ejercer como médico. Años después Federico II, el Emperador de Alemania, estableció un período de seis años para impartir la enseñanza de la medicina -los cinco primeros consagrados al estudio de las doctrinas de Hipócrates, Galeno y Avicena y, el sexto y último, a la práctica del estudiante en compañía de un médico previamente autorizado.8

En 1422 Juan II de Castilla creó un Tribunal de Alcaldes Examinadores, a fin de que este diera el visto bueno respecto a la competencia de los aspirantes a hacerse médicos o cirujanos. Se considera que en ese tribunal están las raíces del Protomedicato en España, denominación con la que surgió oficialmente en los tiempos de los reyes católicos, en las leyes dictadas en Real de la Vega en 1491 y en Alcalá en 1498. Este tribunal extendió luego su jurisdicción a varias ciudades y provincias de sus dominios, para poder fiscalizar en ellas el ejercicio profesional de los médicos, cirujanos, boticarios y parteras. Entre sus funciones se destacaban, además de la de reconocer la suficiencia de los pretendientes a ejercer como tales, establecer estrategias para hacer frente a las epidemias y a los desastres naturales; así como garantizar la calidad de los medicamentos y regular sus precios, con independencia de su potestad de intervención en todos los asuntos relativos a la salud pública.9

En atención a las necesidades de índole sanitaria y a la creciente importancia de sus colonias en América, en enero de 1570 los Reyes de España decretaron una Ley, en la que ordenaron nombramientos de Protomédicos generales para estas. Los primeros Virreinatos favorecidos con esta Ley fueron el de México y el de Perú. Desde la década de 1520 la atención de los problemas médicos en México se les confiaba a las personas con mayor prestigio en la práctica el arte de curar. Por ello se les conocía como protomédicos (de proto, que significa primero o principal). Tiempo después se integró, en virtud de la citada real Ley de 1570, el Real Tribunal del Protomedicato, que hasta 1634 le dio valor legal al ejercicio de la profesión de los cubanos que se graduaban en la universidad mexicana.10,11 Por aquella época salieron de las aulas de ese centro de altos estudios y dieron legalidad a sus correspondientes títulos ante el mencionado Tribunal del país azteca muchos hijos de Cuba, entre ellos, Diego Vázquez de Hinostosa (1626-¿?), el primer habanero que obtuvo allí su doctorado y quien, junto con el antes citado médico español Lázaro de Flores, tuvo que compartir la atención de los enfermos en la villa de San Cristóbal de La Habana que, por algún tiempo sólo contó con ellos dos; Marcos Antonio Riaño y Gamboa (1672-1729), quien llegó a ser la más relevante personalidad científica cubana del siglo XVII; y Francisco González del Álamo y Martínez de Figueroa (1675-1729), a quien corresponde el mérito histórico de haber sido el primer cubano en impartir la enseñanza de la medicina en su país de origen.7,8,12,13

 

LA PRIMERA INSTITUCIÓN DE ADMINISTRACIÓN DE SALUD EN CUBA

Como se apuntó con anterioridad, el primer Protomédico que tuvo la villa de San Cristóbal de La Habana y toda la isla fue Francisco Muñoz de Rojas, un cordobés graduado de Bachiller en Medicina en la Universidad Hispalense de Sevilla en 1618. Nombrado como tal en Carta de Provisión Real en mayo de 1633, desempeñó ese cargo por espacio de algo más de tres años hasta su fallecimiento en 1637.5 Tras su muerte hubo que esperar un prolongado lapso de 74 años, hasta que en abril de 1711 el andaluz Francisco Teneza y Rubira (1666-1742) se presentó ante las autoridades con un título de Protomédico Real de la ciudad de La Habana y su jurisdicción, firmado por el Rey Felipe V.7

Si bien Muñoz de Rojas realizó en su tiempo todas las funciones inherentes a la responsabilidad asumida, no es menos cierto que su quehacer era individual. En realidad fue Teneza el fundador del Real Tribunal del Protomedicato de La Habana como institución de administración de salud que funcionaba basada en acciones colectivas pues, aunque entre 1711 y 1737 fungió como Protomédico único al igual que su antecesor, ya desde ese último año contó con el apoyo de un segundo Protomédico y, partir de 1751 con el concurso de un Fiscal. Con el tiempo, estos cargos tuvieron también su reserva de personal suplente.14-18

Durante su vigencia, el Real Tribunal del Protomedicato orientó las medidas de salud desde lo nacional hasta lo municipal y compartió con la iglesia católica la responsabilidad de la atención hospitalaria y la beneficencia pública. Cuando se hizo obsoleta su actividad como organismo regente de la organización de la salud pública en Cuba, que se prolongó hasta 1833, fue sustituido por la Junta Superior Gubernativa de Medicina y Cirugía, que se mantuvo hasta 1842. En lo adelante se produjo un proceso de reorganización de las instituciones de salud, afectado por las guerras de 1868-1878 y de 1895-1898.

Cuando el 20 de mayo de 1902 se produjo la independencia formal de la isla, los salubristas cubanos habían acumulado una gran experiencia en cuestiones sanitarias. Una de las consideraciones emanadas de esa experiencia, fue la de demostrar la conveniencia de incluir entre las funciones de la recién creada Secretaría (Ministerio) de Gobernación las inherentes a la organización de los servicios de salud y beneficencia.18,19

Si bien se logró poner en práctica esta medida, con la designación incluso de tres glorias de la medicina cubana como Diego Tamayo Figueredo (1853-1926) en el cargo de Secretario (Ministro) de Gobernación, el sabio Carlos J. Finlay Barrés (1833-1915) como Jefe Nacional de Sanidad y Manuel Delfín Zamora (1849-1921) como Jefe del Departamento Nacional de Beneficencia, el doctor José A. Malberti mantuvo la aspiración de lograr que se elevaran esas acciones al rango ministerial.

Así en noviembre del propio año 1902, en su condición de médico legislador, Malberti presentó junto al también doctor Gonzalo García Vieta a la Cámara de Representantes un proyecto de Ley orientada a la creación de una Secretaría (Ministerio) de Sanidad y Beneficencia (anexo).20 Aunque la iniciativa fue en principio rechazada, entre otros motivos por el hecho de la no existencia de una institución de esa índole en ningún país del mundo, la perseverancia en este empeño y la destacada ejecutoria de los higienistas cubanos de principios del siglo XX, dieron al traste con las ideas reaccionarias en este sentido y llevaron al fin a la inauguración de la Secretaría de Sanidad y Beneficencia como primer Ministerio de Salud del globo terráqueo el 28 de enero de 1909, hecho que le otorgó a la Mayor de las Antillas la condición de país precursor en conseguir un sistema nacional de salud con categoría ministerial.

 

CONSIDERACIONES FINALES

La información aquí divulgada, constituye una referencia histórica del actual Sistema Nacional de Salud y un precedente importante de sus logros, a pesar de ser Cuba una nación en desarrollo, a lo cual se añade su condición de país económicamente bloqueado desde hace casi 50 años por varios gobiernos de los Estados Unidos de América.

Si a principios del siglo XX médicos cubanos como José A. Malberti Delgado fueron capaces de materializar iniciativas tan importantes como incentivar la creación de lo que es hoy día el Ministerio de Salud Pública, los médicos y el resto de los profesionales de la salud de la actualidad le rinden merecido honor con su quehacer cotidiano, incluso fuera de las fronteras nacionales, donde se ponen de manifiesto sus sentimientos de solidaridad con otros pueblos.

La consolidación del Sistema Nacional de Salud y, como parte componente de este, del Sistema Nacional de Información en Salud, es el mejor homenaje que se le puede tributar a los pioneros de la organización de la salud pública en la isla.

Los profesionales de la información y todos aquellos que se desempeñan de algún modo vinculados al Sistema Nacional de Información en Salud, no deben ignorar que el 28 de enero de 1909 fue una fecha memorable para la medicina cubana.

De ahí que con esta modesta contribución se haya tratado que los nacidos en la isla tengan presente el centenario que ahora se cumple de tan magno hecho, de modo similar al que cada año recuerdan como cubanos el natalicio de José Martí, exactamente 56 años antes.

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

1. Dollero A. Cultura cubana. Habana: Imprenta «El Siglo XX»; 1916. p. 183, 219.

2. López Serrano E. Efemérides médicas cubanas. Cuad Hist Salud Pub 1985;(69): 22.

3. Teuma E. La Secretaría de Sanidad y Beneficencia. Su origen. El fundador. Habana: Imprenta "La Prueba"; 1917.

4. Van Praagh L. Doctor José Ángel Malberti Delgado. En: El libro azul de Cuba. Habana: The Biographical Publishing Company; 1912. p. 29-30.

5. Actas Capitulares del Ayuntamiento de La Habana. Título de Protomédico de Francisco Muñoz de Rojas. En: Libro 9 de actas trasuntadas; 1634. f. 282v.-284v.

6. Delgado García G. Desarrollo histórico de la administración de la salud pública en Cuba en su etapa colonial española. Cuad Hist Salud Pub 1987;(72):7-22.

7. López Sánchez J. Cuba. Medicina y civilización. Siglos XVII y XVIII. La Habana: Editorial Científico-Técnica; 1997. p. 236-315.

8. López Espinosa JA. López Sánchez J. Los primeros estudiantes de medicina y el primer claustro médico en la Universidad de La Habana. Rev Univ Habana 2003;(258):57-75.

9. Roldán Guerrero R. Los orígenes del Tribunal del Real Protomedicato de Castilla. Arch Iberoam Antropol Med 1960;12:249-254.

10. Arrate JMF de. Del Real Tribunal del Protomedicato, su antigüedad, jurisdicción y gobierno. En: Llave del Nuevo Mundo. México: Fondo de Cultura Económica; 1949. p. 144-147.

11. Fernández del Castillo F, Hernández Torres A. El Tribunal del Protomedicato en Nueva España. Arch Med 1965;(2):11-12.

12. López Sánchez J. El primer médico cubano Diego Vázquez de Hinostroza. Cuad Hist Hab 1960;(70):3-45.

13. __________. Marcos Antonio Riaño Gamboa (1672-1729). Quipu 1989;6(2):237-268.

14. Villaverde M. La Medicina en Cuba, hasta la República. En: Cursillo de Historia de la Medicina. La Habana: Editorial Selecta; 1944. p. 325-352.

15. Zayas-Bazán Perdomo H. Contribución al estudio de las ciencias médicas en la época del Protomedicato. Rev Med Cub 1959;70(3):103-126.

16. Artiles J. Notas para la historia de la Medicina en Cuba hasta el establecimiento del Real Protomedicato. Rev Med Cub 1959;70(11):533-538.

17. Delgado García G. Conferencias de historia de la administración de salud pública en Cuba. Cuad Hist Salud Pub 1996(81):7-109.

18. Arocha Mariño C, Castillo Guzmán A. Experiencia cubana en la organización de los servicios de salud, una alternativa ante la privatización. Rev Cubana Salud Pub 2007; 33(1). Disponible en:
Arocha Mariño Carmen, Castillo Guzmán Antonio. Experiencia cubana en la organización de los servicios de salud, una alternativa ante la privatización. Rev Cubana Salud Pública [periódico en la Internet]. 2007 Mar [citado 2009 Feb 03] ; 33(1): . Disponible en: http://scielo.sld.cu/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0864-34662007000100016&lng=es&nrm=iso.

19. Delgado García G. En el 90 aniversario de la fundación en Cuba del primer Ministerio de Salud del mundo. ACIMED 2000;8(1):60-63.

20. Malberti JA. Discurso pronunciado ante la Cámara de Representantes en pro de una Secretaría de Sanidad. Rev Asoc Med Farm 1903;3(11):360-465.

 

Anexo

Proyecto creando la Secretaría de Sanidad y Beneficencia. Enmienda a la Ley de Secretarías de Despacho.

A LA CÁMARA

Los Representantes que suscriben someten a la consideración de la Cámara la siguiente enmienda al Proyecto de Ley adoptado por el Senado, para la organización de las Secretarías de Despacho:

1. Que del artículo primero, además de las Secretarías que se proponen, se aumente con una que se denominará «Secretaría de Sanidad y Beneficencia».

2. Que esta Secretaría tendrá a su cargo el despacho de los asuntos siguientes: Sanidad y Beneficencia, Departamentos de Inmigración y Establecimientos Penales y Carcelarios.

3. Que de los asuntos que en el referido proyecto se les señalan a la Secretaría de Gobernación, se exceptúan los que por esta enmienda se les señalan a la Secretaría de Sanidad y Beneficencia.

4. Que el artículo II se redactará en esta forma: «Para cada una de dichas Secretarías se nombrará un Secretario de Despacho con la misma categoría, que disfrutará de un sueldo de $6,000.00 al año, pagaderos por mensualidades vencidas».

Habana, noviembre 5 de 1902.

Dr. José A Malberti
Dr. Gonzalo García Vieta