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Revista Archivo Médico de Camagüey

versión On-line ISSN 1025-0255

AMC vol.19 no.6 Camagüey nov.-dic. 2015

 

ARTÍCULOS HISTÓRICOS

 

Oración en conmemoración al natalicio de Carlos J. Finlay

 

Prayer in commemoration of the anniversary of the birth of Carlos J. Finlay

 

 

Dr. Miguel Emilio García Rodríguez

Universidad de Ciencias Médicas de Camagüey. Camagüey, Cuba.

 

 


RESUMEN

Fundamento: Carlos J. Finlay Barrés fue un científico cubano que incursionó en varias ramas de la medicina. Uno de sus aportes a la ciencia fue el descubrimiento del agente transmisor de la fiebre amarilla.
Objetivo: realizar un homenaje a la vida y obra de Carlos J. Finlay Barrés y exponerlo en la sesión solemne del Consejo Científico Provincial de Salud de Camagüey.
Métodos: se realizó una revisión de documentos históricos en formato digital que se obtuvieron a través de Infomed y de artículos publicados en las bases de datos Pubmed, Medline y Scielo.
Conclusiones: se honra a un hombre de ciencias que prestó un gran servicio a la humanidad al contribuir a la erradicación del vómito negro. Honramos también al personal de salud que se encuentra en la lucha contra la enfermedad por el virus del Ébola.

DeCS: AEDES; FIEBRE AMARILLA; HISTORIA DE LA MEDICINA; CULICIDAE; ARTÍCULO HISTÓRICO.

 


ABSTRACT

Background: Carlos J. Finlay Barrés was a Cuban scientist who made incursions into many fields of medicine. The discovery of the transmitting agent of yellow fever was one his contributions to science.
Objective: to pay homage to the life and work of Carlos J. Finlay Barrés and present it in the solemn session of the Provincial Health Scientific Board of Camagüey.
Methods: a review of digital historical documents obtained through Infomed and of articles published in the data bases of Pubmed, Medline and Scielo was made.
Conclusions: a great man of science, who served the mankind with the eradication of yellow fever, is honored. The medical staff that is fighting Ebola virus disease is also honored.

DeCS: AEDES; YELLOW FEVER; HISTORY OF MEDICINE; CULICIDAE; HISTORICAL ARTICLE.


 

 

INTRODUCCIÓN

En febrero de 1926, durante el primer período de la presidencia de Gerardo Machado en Cuba, tuvo lugar en los salones de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de la Habana, una sesión para homenajear a destacados científicos. Con la asistencia del Secretario de Estado, Carlos M. de Céspedes y otros funcionarios y representaciones de Uruguay, Argentina, Panamá y República Dominicana, fueron develados los bustos del presidente fundador de la institución, Nicolás José Gutiérrez y las prestigiosas figuras cubanas de Felipe Poey Aloy y Carlos J. Finlay Barrés. 1

La ocasión fue propicia para colocar una placa ofrecida por el Consejo Nacional de Higiene de Uruguay a este último. Por la parte cubana, Mario García Lebredo tuvo a su cargo, debido a la muerte del Dr. Juan Guiteras Gener, amigo y compañero inseparable de Finlay, el homenaje al inmortal científico, en el que hizo constar que era un deber de los pocos que quedaban vivos y colaboraron con aquel gran hombre, fijar los aspectos positivos de su admirable teoría del mosquito como agente trasmisor. 1, 2

También en la sesión pública ordinaria del 4 de febrero de 1927 de la Academia, según se recoge en su acta y al seguir el orden del día, el Dr. Jorge Le Roy da lectura a su trabajo titulado Reivindicación de la Gloria de Finlay, en la que expone la necesidad de defender los valores. Hace referencia a las consideraciones de Reed y Gorgas, además cita al Gral. Leonard Wood que había aceptado la teoría expresada por Finlay. Le Roy terminó diciendo: Se ha pecado por una crasa ignorancia o por una manifiesta determinación de usurpar la gloria del hombre más grande que ha producido la América en el terreno de la medicina en el siglo pasado. 3

En enero de 1933 la Academia de Ciencias de la Habana quiso celebrar la fecha gloriosa del centenario del natalicio de Finlay e hizo suya la idea de fijar un día para recordar la grandeza de su medicina, así como festejar la gloria de su descubrimiento y se acuerda para su celebración el 3 de diciembre. 3-4

Bajo la presidencia del Dr. José A. Presno y la asistencia de múltiples profesores, se celebraron dos sesiones ordinarias de ese día de 1933. El Dr. Presno Bastioni abrió la primera sesión en la que se había designado los lugares de honor a los Sres. Carlos y Francisco Finlay, hijos del Dr. Carlos J. Finlay, a Mario y Luis Felipe Le Roy, hijos del Dr. Jorge Le Roy. En esta memoria se tomaron varios acuerdos, dentro de los cuales y a propuesta del Dr. Horacio Abascal académico y miembro de la junta directiva, el número siete menciona textualmente: que esta academia acuerde que todos los días 3 de diciembre de cada año se celebre una sesión solemne en honor al día de la Medicina Americana con la Oración Finlay y el recuerdo a los pasados benefactores, a los nuevos que vayan apareciendo en esta obra de medicina americana. 3

La otra sesión de la noche del 3 de diciembre de 1933 estuvo presidida por el presidente en aquellos momentos, Dr. Ramón Grau San Martín, académico a su vez de número en esta corporación. El Dr. Presno leyó, abierta la sesión, un magistral discurso en el que pintó con mano maestra toda la labor de Finlay y principalmente su obra cumbre, el modo de transmisión de la Fiebre Amarilla y que resultó a la vez, el descubrimiento de la transmisión de enfermedades indirectamente de hombre a hombre, por insectos que se alimentan de la sangre. Esta parece ser la primera Oración a Finlay. 4, 5

En el acta de la sesión pública ordinaria del 13 de abril de 1934 de la Academia de Ciencias de La Habana aparece la memoria de los actos realizados en el mundo durante 1933, en homenaje a Finlay y por el Día de la Medicina Americana. 2

De aquí en adelante se repitió anualmente dicha oración por académicos y personalidades de prestigio, no siempre médicos y en presencia siempre del correspondiente presidente de la República, sus memorias se recogen en los anales hasta el 1956. 2, 6

El mundo entero ha proclamado a Finlay como el descubridor del agente trasmisor de la fiebre amarilla, por tanto es su obra el basamento sobre el que descansa todo el edificio de la medicina preventiva moderna. Cuba se siente orgullosa de su sabio y al conmemorar el 3 de diciembre su natalicio, ha visto con profunda y religiosa devoción como se rendía tributo en todos los ámbitos del orbe al humilde y sencillo luchador que logró una verdadera hazaña científica que sirvió de base para librar estas tierras de una cruenta enfermedad transmisible.

 

DESARROLLO

Al tomar como apoyo la formación religiosa durante la primera década de mi vida, oraré por un científico que, si bien no fue beatificado canónicamente, para los cubanos y el mundo, su descubrimiento marcó el inicio de la medicina preventiva, al impedir que la humanidad fuera atacada por el vómito negro; por lo que se considera la existencia de Finlay un milagro de Dios y su descubrimiento del mosquito como agente trasmisor una real hazaña científica.

Al cumplir la honrosa misión que me ha confiado el Consejo Científico Provincial de la Salud de la provincia de Camagüey , quiero declarar que la considero una obligación ineludible, un deber y una muestra de la disciplina que debe caracterizar a todos los que sienten el amor al progreso de la ciencia. Como lo fue el caso del doctor Carlos J. Finlay, a quien pertenecen todos los honores, como el más grande de todos los cubanos, no solamente por el brillo excelso de su producción científica inigualable, al que no sin razón se le llama el Pasteur de América, sino porque las aplicaciones prácticas de su descubrimiento han hecho posible que las regiones tropicales de nuestra América recibieran los beneficios del intercambio económico, con cuyas energías se ha visto nacer la relativa prosperidad que hoy disfrutan pueblos y naciones; mientras la humanidad libre ya del temor al fantasma del vómito negro realiza provechosamente sus intercambios naturales, sin un peligro evidente para las vidas de aquellos que arriban a nuestras playas hospitalarias. Pero no quiero dejar de significar que al cumplir tamaña obligación no he dejado de compenetrarme con la inmensa responsabilidad que significa este acto; fecha del natalicio de este gran prócer de Cuba, a quien brindó cuna por su ventura, la ciudad de Camagüey.

Juan Carlos Finlay Barrés nació el 3 de diciembre del año 1833. Sus padres, Eduardo Finlay, natural de Escocia y Elisa de Barrés, de Francia, fomentaron su formación, pero la influencia materna fue decisiva en su educación al crear en él la amable viveza de los franceses y el amor a la gloria que dominaron sus inclinaciones, sin despreciar la tenacidad y la corrección británica. Recibió las primeras lecciones de su tía Ana. A los once años viaja a Francia donde continuó sus estudios en el Havre hasta el año de 1846 en que adquiere una corea, que probablemente fue el inicio de esa dificultad de palabra que se le notara más tarde, tuvo necesidad de regresar a La Habana donde recibió tratamiento apropiado y residió en esta ciudad el tiempo necesario para reponerse y continuar los estudios que había suspendido en la nación francesa, completándolos desde el año de 1848 hasta 1850, en que con motivo de otra nueva enfermedad, la fiebre tifoidea, tuvo necesidad de volver otra vez a Cuba.

Como su deseo era estudiar Medicina intento gestionar su ingreso en la Universidad de La Habana, pero como se requería para ello el título de Bachiller, que no poseía, decidió hacer su ingreso en el Jefferson Medical College de Filadelfia que exigía tales requisitos y donde finalmente se diplomó en el año de 1855. 5, 7-9 Allí recibió las enseñanzas del doctor John Kearsley Mitchell, el primero que sostuvo la teoría parasitaria de las enfermedades en los Estados Unidos y del profesor Silas Weir Mitchell, hijo del anterior, que acababa de regresar de París donde había trabajado con Claude Bernard, quien resultó su preceptor y el que seguramente ejerció una gran influencia en el desarrollo de su inteligencia y de su genio, según el doctor Francisco Domínguez Roldán. El doctor Mitchell hijo profesó una gran amistad hacia el doctor Finlay e insistió en que se quedará en los Estados Unidos a ejercer su carrera, ya que la ciudad de Nueva York, esencialmente cosmopolita, le ofrecía amplio campo para ejercerla entre españoles, cubanos y sudamericanos. Pero Finlay rehusó y volvió a la ciudad de La Habana, donde pasó la revalidación de su título en el año 1857 en la universidad de esta propia ciudad. Posteriormente viaja a Perú en busca de fortuna y se establece en la ciudad de Lima desde donde se dirigió a París en los años de 1860 a 1861 para realizar estudios complementarios. Allí frecuentó las principales clínicas y se puso en contacto con los grandes maestros de la Medicina de esa época. Vuelve a La Habana definitivamente en octubre 16 de 1865 para casarse con la Srta. Adelaida Shine, originaria de la Isla de Trinidad, esposa ejemplar que compartió con él sus trabajos, sus sufrimientos y sus éxitos, que sostuvo su espíritu, de por sí tenaz, en todos los momentos, y lo apoyó con su bondad exquisita, su ternura sin límites y su gran cultura, además creó un hogar ejemplar del que nacieron tres hijos. 7

Finlay era un hombre de carácter polifacético que no sólo dedicó su tiempo al estudio de la fiebre amarilla, sino también a la Higiene Pública en relación con otras enfermedades como la lepra, el cólera, el tétanos, a problemas terapéuticos y de Parasitología, como sus estudios sobre Triquinosis, así como sobre la Filaria y la Taenia. Se especializó en Oftalmología, la cual practicó durante una serie de años, hasta su orientación definitiva en los problemas sanitarios que desarrolla desde el advenimiento de la república. Desempeñó la jefatura de sanidad, al sustituir al Dr. Gorgas que marchó hacia Panamá, donde se hizo cargo del problema sanitario y aplicó las doctrinas de Finlay, contribuyó de esta manera a la posibilidad de la construcción del gran canal que ha hecho factible el eterno abrazo de los mares que bañan el continente americano, lo que le valió a las Américas mayores posibilidades en sus intercambios de orden comercial.

La generación de médicos en cuyo seno emitió Finlay sus ideas y que despectivamente consideraron la magna teoría y los radiantes hechos de la práctica de esta liberación sanitaria de Cuba quedaron ridiculizados años después, dando fe lo escrito por Charles Richeten en su libro El Sabio: Burlaos de los sabios; algunas veces es justo. Pero tras ellos existe la verdad, la Diosa soberana y todo poderosa que hiela de terror a los burlones. 7

La historia de la fiebre amarilla puede ser dividida en tres épocas comprendidas entre dos descubrimientos, consecuencia el segundo del primero: época antigua, desde la conquista hasta el 14 de agosto de 1881, fecha en que Finlay dio lectura en la Academia de Ciencias Médicas, Naturales y Físicas de La Habana a su monumental trabajo ya mencionado; época moderna, desde esa memorable fecha hasta la del descubrimiento de la fiebre amarilla selvática en la América del Sur en 1932; y época contemporánea, desde que fueron iniciadas las investigaciones en torno a esa modalidad epidemiológica de la fiebre amarilla hasta la fecha presente. 10-12

Es curioso que en un período de más de 400 años en que la fiebre amarilla constituyó un obstáculo a la colonización, no pudiera ser determinado su origen americano o africano; si ya existía en tierras de las Américas antes del arribo de Colón o si fue importada más tarde del África con motivo de las expediciones de esclavos de las que no se conoce la fecha exacta, aunque algunos opinan que en los años de 1511 o 1512, fecha de la expedición de Diego Velásquez, fueron traídos esclavos negros a Cuba como resultado de la proposición que la Orden de Predicadores había dictado como medida para aliviar el martirio de los indios, que como dice Grande Rossi, seguramente que lo que hizo fue duplicar la desgracia. 1, 2 Ya desde 1511 fue reglamentada la inmigración esclava negra, pues de los datos obtenidos en este aspecto ya se impedía la inmigración de esclavos moros y se favorecía la de esclavos negros siempre que fueran nacidos en país no católico. 2, 11 Además, en Cuba ya en 1518 existían esclavos, porque de aquí los llevó consigo Hernán Cortés a la conquista de México.

Finlay supuso que la fiebre amarilla era originaria de América, lo cual dedujo de los estudios realizados desde los trabajos de Pons que demuestran que desde 1495 ya aparecieron datos de plagas epidémicas no conocidas hasta entonces, que diezmaban a cuantos el deber, la ambición o el estudio obligaban a cruzar el Atlántico; sin que nadie encontrase similitud entre ellas y otras afecciones previamente conocidas.

Durante la permanencia de Colón en las Antillas, desde el 10 de octubre de 1492 hasta enero de 1493, no ocurrieron enfermedades ni defunciones en los 90 hombres que le acompañaban; pero ya en los años de 1495 y 1496 se cita una epidemia americana que llenó de espanto por su mortalidad exagerada, que arrasó con la tercera parte de la población de españoles e indios en la Isla Española y que probablemente motivó que se facilitara a los penados de los presidios y cárceles de España la libertad con la obligación de trasladarse a Cuba. Es probable que esta enfermedad fuera conocida por los caribes que habitaban las costas de Colombia y Venezuela, cuyos instintos guerreros les hacían realizar excursiones por el Mar Caribe a las islas Dominica, Guadalupe, Puerto Rico y la parte este de la Española, y en las costas de Yucatán.

El Dr. Crescencio Carrillo y Ancona, Obispo de Yucatán, en carta que remite al doctor Carlos J. Finlay, refiere que antes de la epidemia sufrida por los españoles a raíz del descubrimiento de Yucatán en 1517, habían existido tres epidemias anteriores entre los colonizadores que las conocieron con los nombres de modorra, peste, pestilencia y contagio, que conservaron hasta el Siglo XVII. La primera obra sobre el vómito negro aparece en el Siglo XVIII y fue escrita por el Dr. José Galbuondo, médico de la Marina Española. Parece que la primera aparición en Cuba de esta terrible dolencia fue en la primavera de 1649, lo que trajo como resultado un gran número de colonos muertos. Berenguer Ferreaut atribuye también a la América el origen de la fiebre amarilla, aunque otros como Pyrre tienden a probar su origen africano. La comprobación de focos epidémicos de punto de partida en los endémicos de Sierra Leona y Gambia hace suponer la probabilidad de un origen africano. 5, 13-15

Uno de los argumentos más interesantes para reforzar la idea de Finlay en este aspecto es que antes de la conquista de América los europeos frecuentaban las tres grandes costas africanas sin que, sin embargo, se mencionen de aquellas épocas ninguna enfermedad que pueda ser referida a la fiebre amarilla. 16, 17 Sin embargo, en la actualidad se afirma y ha quedado demostrado por métodos de investigación histológica sobre muestras de hígado procedentes de regiones africanas, que la fiebre amarilla existe en forma endémica en ese continente, lo mismo que ha sido también comprobado por el mismo método en distintos lugares selváticos de la América del Sur. 18

Cuando Finlay leyó su extraordinario trabajo ante el pleno de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, 5 ya hacía un año y nueve meses que había comenzado sus investigaciones para comprobar el agente de transmisión de la fiebre amarilla y justamente seis meses después de su primera exposición en la Conferencia Sanitaria Internacional de Washington. 15 Obra científica de inestimable valor y en la que quedan fácilmente expuestos el conocimiento profundo que poseía de cuanto se refería al mosquito y a la epidemiología de la fiebre amarilla. 17 Su doctrina enunciada en ese día puede ser repetida en este instante como la verdad, que sólo tuvo la Comisión Americana que comprobar con sus experimentos facilitados por el clima científico que prevalecía en Cuba en el año de 1900 a 1901, cuando se instaló en el campamento que recibió el nombre de Lazear. 18-20 También en esa misma comunicación quedaba demostrado que se trataba de una variedad especial de mosquito que en esos momentos se designaba con el nombre de culex, mosquito que fue después designado con el nombre de Stegomyiacalopus o Stegomyiafasciata y posteriormente con el de aedes aegypti, con el que actualmente le conocemos. 18

A pesar de todo lo que significaba ese trabajo, no hubo acogida en el seno de la comunidad científica para esta gran idea y se tomó el acuerdo de que ese trabajo quedara sobre la mesa, sin ni siquiera haberse discutido, acuerdo que significaba la condenación al olvido. Así fue como Finlay, creyente de los principios por él emitidos, presionado por la indiferencia y la crítica de los que le rodeaban, continuó sus pesquisas con fe inquebrantable, con entusiasmo cada vez más redoblado, con energía indomable y autorizado por las experiencias por él realizadas de transmisión de la enfermedad y que practicara en varios voluntarios en la Casa de Salud de Garcini, para lo que utilizó mosquitos previamente alimentados con sangre de enfermos y haciéndose él mismo picar por un Culex infectado. 4

Estos estudios se plasmaron en su escrito La Patogenia de la Fiebre Amarilla y las comunicaciones de los años 1882, 1883 y 1884, hechas a la Sociedad de Estudios Clínicos de La Habana, en los que queda terminantemente establecido que el mejor medio de profilaxis de la enfermedad era preservar a los enfermos atacados de ella contra las picadas de los mosquitos, pues de esta manera se evitaba la propagación de la misma. 3, 5

Después de estos trabajos y los realizados en el orden bacteriológico le hicieron primero suponer y después abandonar la idea de un germen productor de la enfermedad que denominaron él y Claudio Delgado, 17 su colaborador, Tetrágenos febris flavus. Ideas coincidentes con las doctrinas bacteriológicas que desarrollara después el Profesor Sanarelli, con su Bacilus-icteroides, concepción aprobada por la primera Comisión Americana de Fiebre Amarilla designada por el doctor Wyman y que prevaleció durante unos cuantos años hasta que otra comisión que designara el Dr. Sternberg, en sustitución de la anterior, diera al traste con todo el edificio del germen aislado por Sanarelli, cuya teoría quedó en completa derrota un mes después de haber sido proclamada como definitiva. 20

La segunda comisión americana, compuesta por los doctores Walter Reed, James Carroll, Jesse W. Lazear y Arístides Agramonte, se decidió a estudiar la teoría de Finlay dormida durante más de 19 años y es entonces que se realizan las experiencias en el campamento Lazear que vinieron a culminar en la comprobación de los trabajos del Dr. Finlay y a la realización por el doctor Gorgas, entonces Jefe de Sanidad Militar de Cuba, de la erradicación de la fiebre amarilla de la ciudad de La Habana y más tarde de toda la isla de Cuba por la aplicación de estos principios. Quedaron así cimentadas todas aquellas ideas expuestas por Finlay el 14 de agosto de 1881. 19, 20 A la comisión americana pertenece la comprobación de que el germen de la fiebre amarilla era seguramente un virus filtrable, como hoy se estima después de las brillantes comprobaciones de orden experimental obtenidas por la transmisión al mono, por las pruebas de protección al ratón, como de los hechos mismos de la vacunación con material atenuado procedente de emulsiones viscerales, así como la comprobación en 1930 por Thyler del virus neurotropo que permitió las importantísimas adquisiciones de un nuevo tipo de vacunación intentada en 1931. 2, 13

No obstante, tuvo que sufrir el sabio Finlay los embates de hombres que olvidaban en un momento dado, el culto que debían a la verdad y en sus informes, esa misma comisión a quien Finlay le entregara a su llegada el mosquito como propagador de la enfermedad, así como sus huevos fecundados para producir los que fueron utilizados en sus pruebas experimentales, ni siquiera citaron en sus informes su nombre, más tarde realizan una campaña que solo la envidia podría estimular basada en hechos de falsedad científica perfectamente demostrada, ansiosos, de quitarle lustre a quien tanto mereciera y deseosos en último término de apropiarse de lo que jamás le perteneciera y que solo a falta de justicia y de noble reconocimiento a que estaban obligados por la modestia y sinceridad que Finlay les demostrara, hicieron relucir los nombres de Beauperty y Notch como sostenedores con antelación de ideas similares a las del ilustre cubano e intentar carcomer el pedestal en que ya por propio mérito se hubiera colocado el nombre de Carlos J. Finlay. 19, 20

Ante tal ignominia resalta la protesta y gestiones extraordinarias, memorables siempre, de su gran amigo, el doctor Francisco Domínguez Roldán, que en el día solemne del cumplimiento del centenario del nacimiento del científico y ante la Academia de Medicina de París presenta en su obra todos los datos comprobatorios de esa falsedad y hace reconocer en un bello homenaje, el papel representado ante la Ciencia y como Benefactor de la Humanidad del médico modesto que se firmaba Carlos J. Finlay. 2, 15

Aquel día se pronunció un discurso de uno de los miembros de la Comisión Francesa de la Fiebre Amarilla que realizó sus trabajos en Suramérica, el doctor Marchoux, quien al reconocer toda la justicia que cabía para Finlay en la resolución del problema de la fiebre amarilla, proclama también el efecto saludable que le causa la actuación del doctor Domínguez y el valor que tiene en la vida de un hombre el haber adquirido una de esas amistades que en forma tesonera mantuviese cuanto de verdad pretendían arrebatársele. Con una intensidad y bríos nunca igualados, fraguase para Finlay el pedestal de su gloria, que desde ese instante, por sus propagandas y sus gestiones ha culminado en el reconocimiento del error que encierra una inscripción que apareciera bajo el busto de uno de los consagrados en la investigación del problema amarillo y que según se dice ha sido noblemente rectificada para estímulo de los que ofrendan su vida y sus esfuerzos a librar al género humano de esos azotes; como el de la fiebre amarilla, que tantos hijos arrebató a las madres europeas y americanas y que tanto dolor causara en el seno de hogares cubanos, cuya verdad científica arrancada por nuestro ilustre compatriota ha hecho posible la entrada más amplia de la civilización en el trópico y ha permitido el desenvolvimiento de más de un pueblo por la desaparición de tan terrible enfermedad.

Todo este esfuerzo ha servido para poner a Cuba en los albores de la medicina preventiva y de pionera en el combate de muchas enfermedades a lo largo de la historia, sin escatimar recursos, materializado en la actualidad en la lucha contra el Ébola, donde 254 Finlays cubanos, desplegados en Sierra Leona, Liberia y Guinea Conakry, intentan frenar la progresión de este virus, que mató hasta el 26 de noviembre pasado a 5 689 personas entre los 15 935 casos de contagios registrados, en su mayoría en África del Oeste, según el último balance de la Organización Mundial de la Salud. 2

 

CONCLUSIONES

Por todo lo anterior expuesto, oro en esta espléndida mañana frente a ustedes y pido ponerse de pie, para oír el final y aunque laicos evocar al gran científico:
Honor señores demando para tan grande hombre de ciencias, probado como nadie en el infortunio de la incomprensión, hombre de constancia y laboriosidad insuperables, de fe firmemente arraigada, amante de la verdad que proclamara sin ambages y dotado de condiciones morales y de carácter que parecían creados para su noble propósito. Bendito sea su excelso nombre.
Oro además por la salud de los cubanos que a riesgo de sus vidas se encuentran enfrascados en la lucha por detener la epidemia del Ébola.

 

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Recibido: 31 de mayo de 2015

Aprobado: 7 de octubre de 2015

 

 

Dr. Miguel Emilio García Rodríguez. Doctor en Ciencias Médicas. Especialista de II Grado en Cirugía General. Máster en Urgencias Médicas. Profesor Titular. Investigador Auxiliar. Email: grmiguel@finlay.cmw.sld.cu

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