SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.24 issue3Microbiological diagnosis in a patient with chromomycosisRole of health workers in the prevention of COVID-19 author indexsubject indexarticles search
Home Pagealphabetic serial listing  

My SciELO

Services on Demand

Journal

Article

Indicators

  • Have no cited articlesCited by SciELO

Related links

  • Have no similar articlesSimilars in SciELO

Share


Medicentro Electrónica

On-line version ISSN 1029-3043

Medicentro Electrónica vol.24 no.3 Santa Clara July.-Sept. 2020  Epub July 01, 2020

 

Carta al Editor

Maestros de la clínica

Teachers in Clinical Medicine

Gerardo Álvarez Álvarez1  * 
http://orcid.org/0000-0003-3066-8223

Serafín Palmas Mora2 
http://orcid.org/0000-0002-9295-6610

1Universidad de Ciencias Médicas de Villa Clara. Cuba.

2Hospital Universitario Ginecobstétrico Mariana Grajales. Santa Clara, Villa Clara. Cuba.

Señor Editor:

Se ponen a su consideración estas reflexiones sobre aquellos médicos, profesores de una brillantez excelsa que nos antecedieron y, a quienes debemos, en gran medida, nuestra formación profesional.

«Quien ignore las cosas del pasado, nada podrá descubrir del futuro.» (Anónimo)

Corría el año 1966 cuando se inició la docencia médica en la región central de Cuba, específicamente en la ciudad de Santa Clara, con sede principal en el Hospital Provincial Docente Clínico Quirúrgico, antiguo Hospital «San Juan de Dios» (ahora Hospital Universitario «Dr. Celestino Hernández Robau»). Se trataba de una experiencia novedosa, dado que la carrera de Medicina (desde principios del siglo XX) solo se ofrecía en la capital del país en el antiguo Hospital General «Calixto García». Con el triunfo de la Revolución las autoridades gubernamentales decidieron expandir la docencia médica a otras regiones, por ello, a principios de la década del 60 se inauguró la escuela de Medicina en Santiago de Cuba. De manera que la provincia de Las Villas (actual Villa Clara) fue la tercera plaza nacional para la implementación de las actividades docentes médicas.

Un reducido grupo de profesionales, sin experiencia en las labores docentes, asumieron el desafío y se dispusieron a su instrumentación; contaban con la valiosa cooperación de otro grupo de médicos prestigiosos, con entrenamiento en la docencia médica, procedentes de la capital del país: San Martín Marishall, Ignacio Macías Castro, José Fernández Mirabal, Enrique Elezgaray, Fidel Ilizastigui Dupuy, Alejandro Fernández, Armando Pena, y Adolfo Rodríguez de la Vega, entre otros.

Inicialmente, se aceptó la docencia que no incluía las Ciencias Básicas, exclusivamente el área clínica, que se correspondía con alumnos de Medicina de tercer año en adelante, con gran peso en las asignaturas de Propedéutica Clínica y Medicina Interna. En los planes de estudio de la época estas dos asignaturas se ofrecían durante todo un año: la Propedéutica en tercer año y la Medicina Interna en el cuarto. También comenzó la formación de médicos internos (estudiantes que cursaban el sexto año de la carrera) verticalizados a la especialidad que posteriormente debían estudiar; en el caso de la Medicina Interna fue el momento de figuras tan prominentes como: Luis Manuel Martín García, José Fernández Estrada, José Arteaga, un poco después Ricardo García Puentes, María Elena Batule y muchos más que nutrieron y prestigiaron la especialidad con el paso de los años.

Es muy cierto que se trataba de un momento con marcado rigor académico, exquisitez en la ejecución y desempeño de las actividades docentes asistenciales, a lo cual sin lugar a dudas contribuyeron en gran medida la calidad de aquellos que se encargaban de la enseñanza médica que, si bien carecían de métodos docentes formales, académicos y experiencia, esto era suficientemente balanceado por: el interés, la calidad como profesionales competentes y la exigencia.

Profesores de la talla de: Rafael González Rubio, José Francisco Martínez Delgado, Ángel Medel Díaz Alba, Rolando Cuadrado Machado, Ricardo Jorge Oropesa y Antonio Artiles, fueron los artífices responsables de la formación de los educandos médicos y de los que abrazaron la especialidad de Medicina Interna. Es por ello que, en esta publicación se pretende ofrecer algunos de los rasgos característicos de dichas personalidades, como justo reconocimiento a tan meritoria labor.

González Rubio, como habitualmente era reconocido, fue un médico santaclareño que su sola imagen impresionaba, de lenguaje y andar pausado, y organizado en extremo para su trabajo docente asistencial; sus magistrales pases de visita todavía son recordados por los que laboran en el Hospital Universitario Clínico Quirúrgico Cmdte. Manuel Fajardo Rivero. Su presencia en las salas de clínica se agigantaba en forma imponente, rodeado de sus alumnos y colaboradores, con un trato exquisito, respetuoso, y distanciado de enfermos y educandos. En su presencia no había margen para la indisciplina o la falta de respeto; el dominio de una ironía fina y bien dirigida, era una de sus características más temidas y preocupantes. La brillantez en la conducción de la visita médica, el grado de profundidad con que analizaba cada uno de sus pacientes, la majestuosidad de su oratoria, el rico anecdotario que siempre lo acompañaba, hacían que sus disertaciones siempre fueran bien aprovechadas y recordadas.

Otra personalidad importante fue Martínez Delgado, natural de Alquizar, grande entre los grandes, profesor de profesores. Su excelente porte y aspecto personal, caballerosidad, elegancia, y su lenguaje refinado con un amplio bagaje cultural lo distinguían. Su estancia parisina influyó notablemente en su comportamiento y afinidad a las más disímiles manifestaciones artísticas y culturales. Fue respetuoso y respetado por todos, afable, de carácter intransigente en ocasiones, cumplidor y cuidadoso, mesurado en el trato, disciplinado y disciplinante, excelente en la aplicación del método clínico, verdadero artífice en la obtención de beneficios del interrogatorio médico. Su oratoria de alto vuelo, y un discurso ameno y profundo, son algunos de los más descollantes atributos que le permitieron gozar de tan elevado prestigio y actual recordación. Permanece en el recuerdo y accionar de sus discípulos que ostentan con orgullo el haberse formado bajo su pupila observadora.

El Dr. Díaz Alba, guajiro del poblado de Antón Díaz en las afueras de Santa Clara, resaltó por su mente preclara e inteligencia notable, su lenguaje y discurso atropellado, pero de una profundidad extraordinaria. Fue uno de los profesionales médicos de mayor celeridad en el pensamiento y en el juicio clínico que se haya conocido; sus comentarios y disertaciones en los pases de visita de la antigua sala 13 del llamado Hospital Provincial Docente Clínico Quirúrgico son aún muy bien recordados por quienes tuvieron el inmenso orgullo de ser sus discípulos. Su perfecto dominio de la profesión de internista, sustentado en la base del mejor método clínico, le posibilitó realizar diagnósticos precisos, donde el amplio dominio del diagnóstico diferencial no daba margen para las dudas a sus razonamientos. Su peculiaridad de lograr ubicarse realmente en las necesidades del enfermo, le permitían imponer tratamientos acertados.

Otro distinguido médico santaclareño fue el Dr. Cuadrado, de elevada estatura y prominente volumen corporal, rasgos físicos que contrastaban con sus ademanes finos y exquisitos, su hablar pausado y delicado, ajeno totalmente a la grosería o a la prepotencia. Era poseedor de un alto nivel intelectual, una memoria prodigiosa, la palabra oportuna y clara, y un acervo cultural envidiable. Sus pases de visita tenían la peculiaridad de extenderse notablemente, era capaz de en cada caso, en cada cama de paciente, después de las opiniones y exposiciones de sus médicos o alumnos acompañantes, establecer una dilatada, profunda y memorable disertación sobre las enfermedades que lo aquejaban. Es justo reconocer su amplio nivel de conocimientos y dominio de las afecciones, cualquiera de ellas, pero con predilección sobre las enfermedades renales, no por gusto fue uno de los pioneros de la Nefrología en la provincia en compañía de González Rubio.

Otra figura relevante fue Oropesa, oriundo de Cabaiguán, localidad donde ejerció su profesión de médico general. Aunque mayor de edad, en comparación con sus compañeros de equipo, este galeno se destacó sobremanera por sus dotes organizativos. Fue el artífice de la implementación de los planes de estudios en aquella incipiente época de docencia médica, y específicamente de los planes de formación de Enfermería. Sus dotes de orador eran notables; se desempeñó como profesor de Propedéutica clínica en la antigua sala 11 del Hospital Provincial Docente Clínico Quirúrgico. Era de carácter jovial, pero recto para mantener la disciplina, pues no había un ápice para el desorden o los incumplimientos. Era un revisor exquisito del orden, completamiento, calidad y veracidad de los expedientes clínicos, todos enmarcados en los principios y aplicación del método clínico.

Otra importante personalidad fue el viejo Artiles, como todos le decían; era santaclareño aunque residió por muchos años en el poblado de Mataguá, hasta que regresó a Santa Clara con avanzada edad. Nació en una familia humilde, y con gran esfuerzo, logró concluir sus estudios de Medicina en la capital del país. Primero ejerció como médico general, después (por más de 10 años) actuó como cirujano en la antigua Policlínica, clínica mutualista ubicada al lado del Hospital Provincial donde hoy radica el prestigioso Hospital Universitario Cardiocentro Ernesto Guevara, de Santa Clara. Era poseedor de una vasta experiencia médica; gracias a sus muchos años de entrega a la profesión, sus aciertos diagnósticos eran relevantes y de ahí provine el seudónimo del «brujo de Mataguá». Eran llamativas las extensas y agotadoras consultas externas que ofrecía, aunque se exigía, como es lo usual, el turno médico, nunca dejó a nadie sin atender, pues su nobleza personal, dedicación y entrega a la profesión se lo impedían. Resultaba curioso en extremo, cómo sin una anamnesis de profundidad o un examen físico riguroso, era capaz de conformarse, conocer y emitir un diagnóstico acertado; dan fe de ello su brillantez en tal sentido, no solo en las salas hospitalarias sino en las reuniones de pieza fresca o en las sesiones clínico patológicas hospitalarias. Eran tan reconocidos sus aciertos diagnósticos, que todo el mundo exclamaba: «cuando hallas ido al médico y no sepan lo que tienes, no dejes de ir a visitar a Artiles».

Es prudente que nunca se olviden a los maestros formadores. Estos comentarios llevan una enseñanza para las nuevas generaciones, donde lo fundamental, como se refleja en los Consejos de Esculapios, es no dejar de reconocer a quienes nos introdujeron y nos mostraron, por camino limpio, lo bello, curioso, dedicado, noble, desinteresado y altruista de esta profesión. Los de hoy, no somos más que: « enanos que cabalgamos sobre los hombros de aquellos gigantes».

Recibido: 03 de Marzo de 2020; Aprobado: 20 de Mayo de 2020

*Autor para la correspondencia: Correo electrónico: gerardoaa@nauta.cu

Conflicto de intereses

Los autores declaran no tener conflictos de intereses

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons