Introducción
La adolescencia es una época de importantes cambios proclives a conductas de riesgo.1 Nuestra sociedad se preocupa por la adolescencia. En sus preceptos le trasmite responsabilidad y la idea del derecho de nacer deseado y protegido, pues solo así se podrá mantener el concepto de familia.2,3
La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera que la adolescencia comprende el período de vida entre los 10 y 19 años y juventud desde los 15 a los 24 años, lo cual varía en cada país. En Cuba, se considera que el individuo es adulto joven a los 21 años. (4,5
Los adolescentes atraviesan por un período crítico de cambios físicos y psicológicos, que conllevan diversos riesgos, hasta que logran adquirir y desarrollar competencias cognitivo-afectivas y sociales que permiten llegar adecuadamente a la adultez.4,6
En esta etapa afloran características de rebeldía, egocentrismo, cuestionamiento, inestabilidad, inseguridad y necesidad de autonomía, con las que es preciso lidiar sabiamente.
Para reafirmar su identidad toman distancia de sus padres; etapa cuando el grupo cobra un significado gravitante, ya que la aceptación o el rechazo es un aspecto crucial en esta etapa.
Los adolescentes pueden adoptar diferentes conductas de riesgo, como: uso y abuso de alcohol, tabaco u otras drogas ilegales, inicio de relaciones sexuales precoces, violencia o la asociación con grupos violentos. Todo lo anterior pone en peligro su salud y en ocasiones su vida.
La sensación de vulnerabilidad los hacen sentirse especiales, mejores, diferentes y, a menudo, les dicen a sus padres: “… a mí no me va a pasar nada”, sobre todo en defensa del consumo de droga.7,8,9
En la familia ocurren situaciones que, dependiendo de las condiciones y posturas que encuentren los adolescentes, les facilitará superar esta etapa y los ayudará a consolidar sus recursos y habilidades psicosociales.
La familia tiene un papel importante en la aparición de problemas en las distintas esferas del desarrollo del adolescente, por lo que se ha comprobado que el uso de drogas ilegales dependen más de la calidad de las relaciones padre-adolescente que de otros factores.
Es importante señalar que la familia es el primer elemento socializador que educa y forma al individuo. Su buen funcionamiento permite que sus miembros sean personas autónomas capaces de enfrentarse e integrarse a la vida. Por el contrario, puede convertirse en una influencia gravitante en la aparición y mantenimiento de problemas de consumo en los adolescentes.
El consumo de droga suele originarse en la adolescencia y está vinculado con el experimento de nuevas conductas, la auto-afirmación, el desarrollo de relaciones íntimas y el abandono familiar.10
Para el adolescente el grupo adquiere mucho poder, lo aleja de la familia y puede aparecer en el adolescente el síntoma droga como una solución no adaptativa del funcionamiento familiar.
Según, la OMS, a través del WHOQOL Grupo, la calidad de vida es la percepción del individuo sobre su situación en la vida, dentro del contexto cultural y los valores en que vive y en relación con sus objetivos, expectativas e intereses, pero se afecta por el consumo de droga.11
La tendencia al incremento de ingresos de adolescentes en nuestra clínica y el deterioro que ocasiona el uso y abuso de sustancias tóxicas en relación con la edad de consumo, nos motivaron a profundizar en el estudio de este grupo poblacional.
Métodos
Se realizó un estudio descriptivo-retrospectivo de adolescentes y adultos jóvenes foráneos adictos que ingresaron del 2001 al 2015, en las Comunidades Terapéuticas El Cocal y El Quinqué, de Holguín, Cuba, cuyos datos se recogieron de las historias clínicas.
Las variables fueron: edad, sexo, nivel de escolaridad, estado civil, vínculo laboral, drogas consumidas, inicio del consumo y factores de riesgo. Los grupos de edades quedaron distribuidos de la siguiente forma: de 16-19 y 20-24 años.
Para la clasificación del nivel de escolaridad: Primaria: 1ro - 6to grados, bachiller elemental: 7mo - 9no grados y bachiller superior: 10mo - 12mo grados.
Estado civil: soltero, casado(a) o acompañado(a), divorciado(a) o separado(a).
Del vínculo laboral se hicieron tres grupos: nunca tuvo vínculo laboral, perdido al enfermar y mantiene vínculo laboral.
Los factores de riesgo familiares y personológicos se buscaron en cada paciente, mediante el análisis de la información recogida en las historias clínicas y estudios psicológicos individuales. En la valoración de los rasgos de personalidad se utilizaron los criterios operacionales, según Harold I. Kaplan y Sadock BJ.12
En el funcionamiento familiar se evaluaron características funcionales y disfuncionales. Se consultó el protocolo de evaluación familiar, que incluye: entrevista al familiar acompañante (madre, padre, hermano, pareja), entrevista al paciente y resultados de la dinámica familiar inicial.
Con la frecuencia y los porcentajes de cada variable se confeccionaron tablas para facilitar un mejor análisis de los resultados.
Resultados
El 93,6% de los pacientes eran masculinos, entre 20 - 24 años, el 88,6% del total de la muestra, y el 52,9%, bachilleres elementales (tabla 1).
El 66,7% de los pacientes se encontraban solteros y el 60,5% nunca tuvo vínculo laboral (tabla 2).
Los factores de riesgos personológicos y familiares estuvieron presente en los pacientes atendidos (tabla 3).
Las sustancias que más consumían eran alcohol, marihuana y cocaína (Tabla 4).
Discusión
Consideramos importante centrar este trabajo en: cómo la enfermedad adictiva perjudica la calidad de vida del adolescente y adulto joven. El consumo generalmente se inicia en la adolescencia, con un período de silencio personal y familiar, para que se realice la confrontación y la solicitud de ayuda del individuo a su familia. La población adulta se diferencia de la población escolar en el aumento del consumo continuado de casi todas las sustancias, no así la población más joven, en la cual aumenta el consumo esporádico. Pudiera estar dado también, porque al inicio del consumo no se tiene conciencia de la enfermedad; el individuo se auto-engaña y por eso no solicita atención especializada.
En algunos países latinoamericanos no se ofrece alternativas a niños y adolescentes para la utilización del tiempo libre y en la mayoría de los colegios no se enfatiza sobre las actividades, en ese período. La desocupación es un problema por la que los adolescentes provenientes de clases medias y bajas tienen un tiempo libre prolongado, como caldo de cultivo para la instauración del comportamiento adictivo que fortalecen la pobreza y la ignorancia en esos grupos sociales.
En las clases media y alta la sobreprotección y los objetivos hedónicos, favorecidos por los medios de comunicación, no permiten la utilización apropiada del tiempo libre y por tanto se favorece el consumo.
Esta mayor incidencia en este grupo de edad es debido a que el adolescente atraviesa un período crítico de cambios físicos y psicosociales, con una personalidad pobre, sin madurez suficiente para su edad cronológica, no se encuentra preparado para el medio social que le toca vivir, al carecer de verdaderos valores y principios, incluso de aspiraciones elevadas; que las condicionan al riesgo de experimentar cosas nuevas.
Esta etapa se caracteriza por rebeldía, egocentrismo, necesidad de autonomía e inseguridad. El grupo de amigos es clave en la toma de decisiones, pero no se tiene en cuenta el criterio de la familia. Dicha característica es propia de estas edades y se convierten en factores de riesgo, sin un manejo y orientación adecuados hacia los adolescentes.1,7
Estimamos que los resultados académicos en el nivel medio de enseñanza escolar se corresponden con el inicio de consumo, oculto a los familiares, pero para el paciente se efectúa con un ritmo más o menos controlado, lo cual permite que este concluya, aunque de forma irregular, la enseñanza media. A partir de esta etapa se intensifica el consumo, se hace incontrolable e impide la continuación o culminación exitosa de estudios superiores.
Es importante destacar que en los exámenes aplicados, a pesar de su nivel escolar referido, intelectualmente su rendimiento está por debajo de la media para esa etapa de la vida.
Sin embargo, puede influir en que, después de esta etapa el consumo de drogas en jóvenes provoque alteraciones cerebrales en las funciones atencionales, memorísticas, espaciales y motoras, con dificultades en el rendimiento escolar.12,13,14
Los pacientes estudiados mostraron una conducta promiscua, basada en relaciones inestables e intensas de corta duración, junto a la pérdida de valores.
Esos adolescentes o adultos jóvenes foráneos no habían tenido vínculo laboral, debido a que presentaron desorientación vocacional e insuficiente orientación en la búsqueda de un puesto de trabajo. Cuando lo conseguían, las relaciones se volvían conflictivas, no se adaptaban a las normas, por lo que no lograban mantener el vínculo laboral.
El consumo de sustancias psicoactivas exacerba rasgos anómalos de personalidad e impide el desarrollo de una conducta laboral apropiada, por lo que se dedican fundamentalmente a actividades ilegales o marginales para solventar el consumo, a pesar de encontrarse en la etapa más productiva de la vida. (1,12
Estas características facilitan comportamientos disociales, como tráfico de drogas, robo y violencia.
Coincidimos con la bibliografía revisada donde se plantea que el adicto, antes de consumir, es una persona con gran dificultad de relacionarse consigo mismo y con los demás. Es caprichoso, impulsivo, difícil de entender y presenta también componentes agresivos y autoagresivos. Estas características comienzan a ser la base de dificultades sociales que conforman los factores de riesgos personológicos que llevan al consumo de drogas.
Otras literaturas revisadas ven al adicto, antes de consumir, emocionalmente empobrecido, con dificultades en sus relaciones, mentiroso, con inestabilidad afectiva; que oscila en períodos de pasividad, angustia y agresividad. En la personalidad se observa un abanico de estructuras psicológicas, todas con un punto común: alteración en su formación y estructuración.1,13,14
La dinámica familiar representa un elemento básico en la estructura y maduración de la personalidad, por lo que cuando un eslabón de dicha dinámica se afecta, se rompe el equilibrio entre sus miembros inevitablemente.
Los factores de riesgo familiar están dados, fundamentalmente, por trastornos en la comunicación, escasos mecanismos de enfrentamientos a las crisis, progenitores adictos, familia monoparental, falta de apoyo, afectos, roles parentales cambiantes y conflictos familiares.
En estudios sobre familia y drogodependencia se plantea que la disfunción familiar no nace con la aparición de la droga, sino que la adicción se desarrolla en un contexto familiar con conflictos que afectan su clima y estructura de progresiva. Aparece entonces la disfunción, caldo de cultivo para los factores de riesgos. (8
Sin embargo, sí creemos que la familia puede actuar como variable protectora o favorecedora del consumo de drogas.4
Debemos señalar que cuando realizamos la revisión de las historias clínicas y las entrevistas a pacientes, encontramos que, en la mayoría de los casos, la droga conque iniciaron el consumo fue el alcohol. Compartimos con el Dr. Ricardo González Menéndez el criterio de que el alcohol resulta la droga portera para otras sustancias.9
La gran mayoría de estos adolescentes comenzaron con la combinación alcohol y marihuana. Su consumo aumentó evolutivamente e incursionaron en otras como la cocaína. El consumo de crack ha aumentado en los últimos años, pues es de más fácil adquisición por los sectores de menos recursos económicos y vendido por innumerables traficantes.
Es importante señalar que estos toxicómanos consumen varias sustancias, por lo que son polidrogodependientes.
Los reconocimientos oportunos de los factores de riesgo permiten perfeccionar las medidas de prevención primaria y fortalecer las de prevención primordial. Este conjunto de acciones de salud redunda en el aumento de la calidad de vida de la población comprendida en unos de los períodos más importantes del desarrollo humano.
Las afectaciones de la adicción a la calidad de vida del adolescente y del adulto joven y el sufrimiento de la familia con un miembro adicto resulta un hecho traumático, ya que los primeros llegan a depender de la droga totalmente. (1,8
En estos pacientes se observa la pérdida de los valores humanos y de la espiritualidad, daños físicos, psicológicos y biológicos, trastornos conductuales, actos delictivos y violencia, que los convierten en antisociales o disociales; ocasionan conflictos en las relaciones familiares y de los amigos, su rendimiento escolar disminuye hasta abandonan el estudio y, en ocasiones, llegan a perder la vida.