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Revista Cubana de Endocrinología

versión On-line ISSN 1561-2953

Rev Cubana Endocrinol v.15 n.1 Ciudad de la Habana ene.-abr. 2004

 

Epidemiología de las enfermedades del tiroides en Cuba

DraC. Daysi Navarro Despaigne
Investigadora Titular. Profesora Auxiliar.

El término Epidemiología, según el Diccionario de Ciencias Médicas Stedman 1993, se refiere al estudio de las relaciones entre los diversos factores que determinan la frecuencia y distribución de las enfermedades en la población humana o animal. Pensando en esta definición y teniendo en cuenta el contexto de este Taller, consideré que sería de mayor utilidad ofrecer una rápida panorámica histórica (mundial y nacional) acerca de los aportes científicos más importantes para el diagnóstico y tratamiento de las afecciones del tiroides.

Antecedentes históricos

La glándula tiroides, del griego thyreos y eidos, significa forma de escudo. Su nombre fue dado por Wharton en 1656. Aunque su descubridor fue Vesalius en 1534 es de señalar que desde 1500 se conocía la existencia del bocio. Pasarían casi 2 siglos antes de que se precisara su importancia fisiológica.

Entre 1825 y 1845, Parry, Graves y Basedow describieron el bocio tóxico difuso. En 1884 se realizó por Rehn la primera tiroidectomía subtotal como tratamiento del hipertiroidismo, y en 1888 Ord describió el cuadro clínico ya reportado por Gull, el cual se corresponde con el hipotiroidismo primario; pero desde siglos atrás, en China se conocía el beneficio del consumo de algas marinas y esponjas, aunque para la literatura occidental es en 1891 que se emplea el extracto del tiroides para el tratamiento del hipotiroidismo.

En 1895 Baumann descubrió la presencia de yodo en el tiroides unido a la globulina, y llamó a esa sustancia yodotirina; Oswald, años después, aisló una proteína yodada a la que llamó tiroglobulina.

En 1811 se describió el carcinoma primario del tiroides; en 1896 Riedel la tiroiditis crónica que hoy lleva su nombre; en 1912 Hashimoto describió la tiroiditis crónica; en 1914 Kendall aisló la tiroxina, aunque no fue hasta 1926 que Harrington determinó que es un derivado de la tirosina con 4 átomos de yodo; años más tarde Pitt Rivers y Gross identificaron la T3.

Entre 1917 y 1975 se reportó:

  • El efecto bociógeno del yodo y otras sustancias (desde un siglo antes ya se asociaba el yodo con el bocio).
  • Hipertiroidismo por yodo.
  • El efecto de las tioureas y las sulfonamidas sobre la función tiroidea y se inició el empleo del metiltiouracilo, el propiltiouracilo y el metimazol, como parte del tratamiento del hipertiroidismo.
  • Defectos en las hormonosíntesis del tiroides.
  • Los anticuerpos antitiroglobulina y el LATS.
  • Se inició el uso del 131I.

Importancia de la radiación externa en el desarrollo del cáncer del tiroides

En Cuba, Carlos J Finlay describió en 1864 el primer caso de hipertiroidismo, así como la respuesta terapéutica al yodo, mientras el Dr. González Echevarría sugirió, tan temprano como en 1894, el origen tiroideo de la enfermedad, y en 1879 se presentó un caso de bocio exoftálmico ante los miembros de la Academia de Ciencias. García Rojo reportó en 1912 el primer caso de hipotiroidismo juvenil. Ya desde 1919 se realizaron estudios sobre metabolismo basal (Montoro), y desde la segunda mitad del siglo XX se emplean las tioureas (Canosa 1954) y el 131I (Marinello 1952) como tratamiento del hipertiroidismo.

Con posterioridad a 1964, a partir de núcleos de desarrollo formados en el Instituto Nacional de Endocrinología, el Instituto Nacional de Oncología y el Hospital "Manuel Fajardo",se proyectaron y desarrollaron investigaciones sobre las enfermedades del tiroides. Una revisión de los resultados de estas investigaciones, de las publicaciones a nuestro alcance, del Anuario de Salud Pública y por comunicaciones personales de los investigadores de dichas instituciones, me permitió señalar:

1. La frecuencia de las afecciones del tiroides en Cuba

  • En Cuba existen posibles zonas con bocio endémico, localizadas en San Andrés, Pinar del Río, así como en el Escambray, mientras en Baracoa (Imías, Maisí, La Sabrosa) existe bocio con criterio de endemia. Se identificaron algunas de sus consecuencias (baja talla) y se estableció el déficit de yodo como su causa (Dres. Alavez E, Perich P, Ochoa F, 1967), lo que motivó un cambio en la presentación de la isla grande en el mapa de la OMS, pues hasta esos momentos el país se consideraba como libre de BE. En otras regiones, como en Ciudad de La Habana, no existe endemia; se demostró una frecuencia de bocio esporádico del 28,2 % en población infantil y adolescente, la que podría estar en relación con el consumo de aguas duras (Navarro D, Alavez E, 1975).
  • Las enfermedades del tiroides están entre las 5 primera causas de asistencia a las consultas de Endocrinología, tanto en el Instituto Nacional de Endocrinología (Series cronologías INE) como en otros centros, y hasta la década de los años 90 del pasado siglo las afecciones del tiroides, en particular el nódulo, estaban entre las 10 primeras causas de Cirugía.
  • En población mayor de 50 años con residencia permanente en el municipio Plaza de la Revolución, el 9-10 % de las personas tienen bocio. Los anticuerpos antimicrosomales (TPO) positivos se reportaron en el 23,6 y los anticuerpos antitiroglobulina en el 6 %. La prevalencia de hipertiroidismo fue de 4 x 1 000 mujeres cada año y la de hipotiroidismo de 39 x 1 000 (Ripoll F, Navarro D, 1989).
  • En mujeres jóvenes con bocios difusos, pertenecientes al municipio Plaza de la Revolución, la frecuencia de enfermedad autoinmune del tiroides fue de 35 % (Mateo de Acosta C, Navarro D, Gárciga F).
  • 10 años después del tratamiento del bocio tóxico difuso, de cada 10 pacientes, 7-8 devienen hipotiroideos (Cáceres H, Navarro D).
  • El cáncer del tiroides NO se encuentra registrado entre las 60 causas de egresos hospitalarios del año 2002, aunque sus tasas en población femenina entre 15 y 44 años lo sitúa entre la segunda y la cuarta causa de cáncer (Anuario estadístico de Salud Pública 2002).
  • Si bien no se conoce la frecuencia de disfunción tiroidea en la mujer embarazada, existe un programa de atención en este sentido y se conoce el impacto de los trastornos de función tiroidea sobre el embarazo, el parto, el producto de la concepción y las dosis de hormonas tiroideas permisibles para garantizar la lactancia materna (Alavez E).
  • Se conoce la frecuencia del hipotiroidismo congénito menor en 1 x 4 500 (Guell R, Álvarez MA, Carvajal F. Ver conferencia del Dr. Carvajal).

2. Factores relacionados con las enfermedades del tiroides. Investigaciones realizadas fundamentalmente en el INE han permitido comprobar :

  • El efecto del estrés sobre los niveles plasmáticos de hormonas tiroideas (Álvarez MA).
  • El impacto de la disfunción tiroidea sobre las subpoblaciones de linfocitos T (Uriarte A).
  • El impacto de la hiperfunción tiroidea sobre los niveles de ansiedad y depresión (Alvisa R, Alvarez MA, Díaz L) y de la hipofunción tiroidea sobre la depresión (Lay, Álvarez, Navarro, Triguero).

3. Medios diagnósticos

  • Evaluar, introducir y desarrollar diferentes técnicas destinadas a mejorar el diagnóstico y el tratamiento de las enfermedades del tiroides.

4. Recursos humanos

El estudio de las enfermedades del tiroides permitió formar profesionales dedicados al tratamiento de estas afecciones, lo que se expresa según datos obtenidos en INFOMED y en el INE, en el número de trabajos de terminación de residencia (n = 40), artículos en revistas médicas nacionales e internacionales (n = 140) y producción de textos, entre otros.

Los resultados antes expuestos muestran: 1) la importancia para la práctica clínica cotidiana de las afecciones del tiroides, las que si bien no son causa de mortalidad, su morbilidad y la complejidad de su manejo terapéutico justifican la necesidad de su estudio, 2) la necesaria interrelación entre endocrinólogos y endocrinólogas, cirujanos y cirujanas, oncólogos y oncólogas, imagenólogos e imagenólogas, patólogos y patólogas, psicólogos y psicólogas, bioquímicos y bioquímicas, químicos y químicas, farmacólogos y farmacólogas, entre otros, para el abordaje multi e interdisciplinario en el diagnóstico y el tratamiento de los pacientes con afecciones del tiroides. Mantener esa unidad, analizando los resultados del trabajo realizado hasta hoy, permitirá la uniformidad de nuestra labor, extenderla, y reevaluarla; en fin, mejorar la calidad de la atención a los pacientes con afecciones del tiroides.

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