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Revista Cubana de Endocrinología

versión On-line ISSN 1561-2953

Rev Cubana Endocrinol v.15 n.3 Ciudad de la Habana Sep.-dic. 2004

 

Editorial

Uso del yodo radiactivo: lo nuevo y lo viejo

Dra.CM Daysi A. Navarro Despaigne

El uso de la biopsia por aguja fina del tiroides, del ultrasonido y de la TSH recombinante introdujo importantes cambios en el diagnóstico de las enfermedades tiroideas, por lo que en los albores del siglo XXI nos preguntamos cuál será el destino del uso del yodo radiactivo.1-8

Desde el punto de vista fisiológico, el tiroides continuará siendo la única parte del cuerpo humano que utiliza el yodo estable (127I), y lo hace para sintetizar las hormonas tiroideas. De igual manera el yodo radiactivo, en particular el 131I, es captado por dicha glándula y aquella fracción que queda libre es eliminada por la orina, lo que le ofrece seguridad al empleo de esta sustancia radiactiva.

Desde hace más de 40 años, el yodo radiactivo ha sido empleado como parte del tratamiento del hipertiroidismo y del cáncer del tiroides, además de servir como trazador para estudios funcionales y anatómicos de esta glándula. Durante este tiempo no se ha confirmado que los adultos o pacientes jóvenes que hayan empleado este proceder terapéutico desarrollaran cáncer del tiroides ni de ningún otro órgano. Tampoco se demostró afectación de la fertilidad aunque, con mucho tino, se aconseja que no debe ser indicado a mujeres gestantes, ni autorizar gestación antes de 12 meses de haber recibido una dosis de 131I.

El uso terapéutico del yodo radiactivo menos controvertido y de mayor persistencia en el tiempo consiste en destruir el tejido tiroideo remanente postiroidectomía total, así como las metástasis locales y a distancia de los pacientes con carcinomas papilares o foliculares del tiroides, mientras su utilidad para el control del hipertiroidismo, en particular del Graves Basedow, ha sido confirmada por múltiples estudios. Hoy día se acepta que una dosis entre 5 y 12 mCi es capaz de controlar y erradicar el hipertiroidismo en el 90 % de los casos. Como efectos indeseables se reportan, a corto plazo, náuseas, vómitos, agrandamiento de las glándulas parótidas y sublinguales, así como tiroiditis por radiación (que empeora el cuadro clínico de hipertiroidismo) y en raras ocasiones rash cutáneo de tipo urticariano.1-3

Diez años después de recibir 131I, el 50 % de los pacientes devienen hipotiroideos, de ahí que definir la dosis ideal de 131I continúa siendo un reto para radioterapeutas y endocrinólogos; de igual manera, tampoco ha sido esclarecida hasta el presente la influencia del empleo de drogas antitiroideas en la respuesta terapéutica al 131I.

Un aspecto "con doble cara" es el empleo de esta terapéutica en niños, pues si bien está proscrito en todos los consensos sobre el tratamiento de las enfermedades del tiroides de prácticamente todas las asociaciones de tiroidólogos, lo cierto es que se empleó desde la década de los años 70 del siglo pasado, como reporta Read, en 116 niños entre los 6 y los 19 años de edad, quienes recibieron este medicamento como parte del tratamiento del bocio tóxico difuso, y es así que 36 años después ninguno presentó cáncer del tiroides, malformaciones congénitas en los hijos, ni abortos espontáneos. Lo que aún no está definido es si la dosis a emplear debe ser calculada de modo similar a la del adulto o si debe ser mayor, de manera que asegure la no persistencia de tejido residual.4-6

Como ocurrió en pacientes con bocio tóxico difuso, aquellos con bocio multinodular tóxico y con adenoma tóxico que recibieron tratamiento con 131I, muestran en general buena respuesta, tanto en el control de la hiperfunción como en la reducción del tamaño del tiroides, con menor frecuencia de hipotiroidismo residual; sin embargo, ya sea por la posibilidad de que ocurra síndrome obstructivo laríngeo secundario al uso del 131I o porque ambas afecciones no son frecuentes, o porque no siempre desaparece el nódulo, en general no son muchos los estudios ni grandes las series donde se reporte el empleo de esta terapéutica en las entidades antes mencionadas.

Desde hace más de una década comenzó a emplearse el 131I en pacientes con bocios esporádicos eufuncionantes, aspecto en que se necesita continuar trabajando, pues la respuesta clínica en general mostró que los nódulos no siempre cambiaron de tamaño. Queda por establecer la dosis a administrar, mientras existe el riesgo de desarrollar hipotiroidismo, así como la posibilidad de tener que realizar una cirugía del tiroides por crecimiento nodular después de recibir el 131I.

Como método diagnóstico, el uso del 131I también se ha visto limitado por el avance científico-técnico, pues ya no constituye el radiofármaco de elección para el centellograma (gammagrama) tiroideo, ni la prueba de elección para el estudio del nódulo del tiroides, ni se usa para calcular la dosis a administrar en pacientes con bocio tóxico difuso. Hoy día, las indicaciones diagnósticas radionucleares (131I) quedan limitadas a: 1) enfermedad nodular si se sospecha hiperfunción, cuando la punción por aguja fina muestra resultado indeterminado y en pacientes con hipertiroidismo donde la clínica no aclara la etiología, 2) bocio cuando se sospecha bocio subesternal, y 3) para el rastreo del carcinoma diferenciado del tiroides.7-8

En fin, que a pesar de tener más de 50 años de uso, el futuro del 131I resulta promisorio, no solo como medida terapéutica sino también como método diagnóstico, pues quedan por resolver múltiples interrogantes relativas a las indicaciones, los factores que influyen en la respuesta, cálculo de dosis, selección de los pacientes y ausencia de estudios aleatorios a largo plazo, que permitan definir en el tratamiento del bocio no tóxico las ventajas del uso de la levotiroxina, de la cirugía o del 131I.

Dra.CM Daysi Navarro Despaigne

 

Referencias bibliográficas

  1. Gil R. Citología: su utilidad en el diagnóstico de las afecciones del tiroides. Rev Cubana Endocrinol 2004:15(1)28-31.
  2. Ladenson PW, Singer PA, Ain KB, Bagchi N, Bigos ST, Levy EG, et al. American Thyroid Association guidelines for detection of thyroid dysfunction. Arch Inter Med 2000;160(11):1573-5.
  3. Pereiras R, Jequin E. Actualidad del ultrasonido en las enfermedades del tiroides. Rev Cubana Endocrinol 2004:15(1)32-5.
  4. Read CH, Tansey MJ, Menda Y. 36 years retrospective analysis of the efficacy and safety of radioactive iodine in treating young Graves's patients. J Clin Endocrinol Metab 2004;89(9):4337-8.
  5. Rivkees SA. The use of radioactive iodine in the management of hyperthyroidism in children. Curr Drug Targets Immune. Endocrinol Metabol Disord 2001;(3):255-64.
  6. Rodríguez JC. Pruebas hormonales e inmunológicas para la evaluación de la función tiroidea. Rev Cubana Endocrinol 2004;15(1):16-27.
  7. Sawka AM, Thephamongkhol K, Brouwers M, Thabane L, Browman HC. Clinical review 170: a systematic review and metaanalysis of effectiveness of radioactive iodine remnant ablation for well differentiated thyroid cancer. J Clin Endocrinol Metab 2004;89(8):3662-4.
  8. Velasco M, Martínez A. Diagnóstico y terapéutica con 131I en afecciones del tiroides. Rev Cubana Endocrinol 2004;15(1):36-7.

Recibido: 8 de septiembre de 2004. Aprobado: 5 de noviembre de 2004.
Dra. Daysi A. Navarro Despaigne. Instituto Nacional de Endocrinología, Zapata y D, Vedado, Ciudad de La Habana, Cuba. Email:dnavarro@inend.sld.cu

1Especialista de II Grado en Endocrinología. Investigadora Titular. Instituto Nacional de Endocrinología.

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