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Revista Cubana de Endocrinología

versión On-line ISSN 1561-2953

Rev Cubana Endocrinol v.17 n.1 Ciudad de la Habana ene.-abr. 2006

 

Trabajos originales

Instituto Nacional de Endocrinología

La infertilidad como evento de frustración personal. Reflexiones de un grupo de varones de parejas infértiles

MSc. Jorge Luis Calero1 y Dr. Felipe Santana2

Resumen

Este artículo presenta una parte de los resultados que se obtuvieron en el estudio realizado en el Instituto Nacional de Endocrinología (INEN), el cual se propuso comprender los significados y las percepciones sobre la infertilidad que tiene un grupo de varones atendidos por este padecimiento. Se realizaron 14 entrevistas en profundidad, con varones de parejas infértiles atendidos en el INEN. La información fue grabada, transcrita, codificada, triangulada e interpretada, como corresponde a la metodología cualitativa de investigación. Se encontró que la infertilidad es interpretada por los varones como elemento de pérdida y frustración personal, donde la imposibilidad para consagrarse como padre da lugar a fuertes consecuencias que ponen en riesgo su identificación como varón pleno. La negatividad en los significados que los varones construyen sobre la infertilidad está relacionada con quien presente el factor de infertilidad y con la presencia de hijos previos.

Palabras clave: Identidad masculina, género, infertilidad, significados, padecimiento, repercusión percibida.

La presencia de un hijo* en la vida de la mayoría de las personas constituye un elemento de suma importancia, fundamentalmente por los múltiples significados sociales y culturales que esta representa. Sin embargo, el logro de un embarazo o la presencia misma de los hijos no es algo que ocurre siempre de manera simple y predecible, pues existen eventos inesperados e indeseados que nos obligan a reformular nuestras expectativas en relación con la paternidad/maternidad y todo lo que esto implica. Un ejemplo de esto lo constituye la infertilidad.

La infertilidad, definida por el sistema biomédico como la incapacidad de una pareja para lograr un embarazo en un período de 12 meses de actividad sexual sin la utilización de métodos anticonceptivos,1,2 más que un problema médico, es un problema social de la salud reproductiva (SR).

Si bien la infertilidad no se considera un proceso de enfermedad, que a su vez se acompañe de signos y síntomas dolorosos o lamentables desde el punto de vista biofisiológico para quienes la vivencian, sí constituye un padecimiento que tiene importantes implicaciones en la vida social y psicológica de las personas que la padecen, pues acarrea una serie de dificultades en el seno de la familia que está en construcción, toda vez que para una pareja, tener hijos significa haber llegado a la cúspide de sus expectativas.3

En este sentido, la paternidad/maternidad, enfatizada desde la perspectiva socioantropológica, debe ser entendida no como un hecho de la naturaleza, sino como una construcción social y cultural que se encuentra al centro del debate en torno a las consecuencias socioculturales de la fuerte dicotomía que existe en muchas sociedades entre la masculinidad (asociada al rol de proveedor económico) y la feminidad (destinada al cuidado diario de los hijos).4

La presencia de un hijo tiene significados diferentes para cada uno de los miembros de la pareja. Para las mujeres es sinónimo de desarrollo de su rol materno, de protección, afecto y educación, mientras para los varones tiene un significado más dirigido a sentimientos de poder, de patriarcado, de protección, de proveedor, de arribo a la plenitud de la hombría, como ente eminentemente masculino.5

Específicamente para los varones, la paternidad es una parte fundamental de la identidad masculina, la cual opera como un elemento estructurado de deber en el ciclo de vida de los hombres, pues a este nivel el varón se enfrenta a desafíos/mandatos, entre los que se destacan: trabajar, formar una familia y tener hijos.5,6

Estudios realizados en Chile, Colombia y Perú plantean que aunque existen diferencias en las prácticas, la paternidad es un eje central de la masculinidad, la cual se vive como el momento en que se cierra el período juvenil, lo que significa un reordenamiento en la vida del varón y su inserción en un nuevo período en el que obtiene pleno reconocimiento social. Es el punto en el que el varón se convierte en adulto al adquirir una identidad pública como representante de su grupo familiar, pues completa así los requisitos para ser considerado un adulto completo.4-7

Sin embargo, aunque la experiencia de ser padre se define como una expresión de deseo profundo y como parte del proyecto de vida de la mayoría de los hombres, esta no está dejada a la libre elección, sino que existe una intensa presión social dirigida a forzar a los varones a tener hijos, ya que se tendería a dudar de la hombría de aquellos que no cumpliesen ese mandato.

La paternidad no es percibida por los varones y la sociedad en general solamente como una confirmación de la última prueba de virilidad masculina al garantizar que pueden fecundar a una mujer, sino que su interpretación también les garantiza a ellos la existencia de un espacio de patriarcado dentro del contexto familiar, pues se convierten en jefes de la familia, en la autoridad del hogar, y su trabajo permite cubrir las necesidades de la familia y de los hijos. O sea, esta condición significaría asumir una responsabilidad con la cual los varones muchas veces sueñan para formar una familia, su propia familia, y los lleva a asumir una serie de obligaciones con los hijos y la pareja, a entregarles bienes materiales, protección, cariño, enseñanza, etcétera.5 Por eso, la infertilidad, ya definida y caracterizada anteriormente, podría entrañar en los varones sentimientos de inferioridad,3,8 dado que su valor como varón se vería limitado por no poder construir la familia anhelada, y de este modo crear un sistema de jerarquía, donde él jugaría el papel principal. De manera que si estos roles de procreador, proveedor y persona capaz de construir una familia se vieran frustrados por cualquier razón, sobre todo si esa incapacidad fuera por una causa ajena a su voluntad pero como padecimiento propio o de su pareja, como podría ser el caso de la infertilidad, son muy altas las probabilidades de que la autoestima de estos “padres varones frustrados” se vea afectada, incluso, al nivel de debilitar la armonía familiar, más específicamente de pareja, que alcanza la disolución de esta relación y un potencial cuestionamiento social de las capacidades del individuo como varón pleno.

De esta manera, y atendiendo a los supuestos antes descritos, nos propusimos lograr un primer acercamiento a la comprensión de los significados y la repercusión social que le atribuye a la infertilidad un grupo de varones atendidos por este padecimiento, en la consulta de infertilidad del Instituto Nacional de Endocrinología (INEN) de Cuba.

Métodos

El estudio** tuvo un diseño descriptivo e interpretativo, para lo cual optamos por una perspectiva teórica que rescatara la dimensión del sentido subjetivo que subyace en la acción social de los individuos, toda vez que estos se relacionan con los objetos y fenómenos que los rodean, en función del significado que ellos les atribuyen, sea cual fuera su naturaleza. Por lo tanto, considerando que este tipo de dinámica puede ser mejor observada desde un punto de vista “micro”, adoptamos como técnica de investigación y de análisis la entrevista en profundidad (EP), ya que se centra en el punto de vista de los actores involucrados en sus propias explicaciones, en sus propias maneras de ver, de nombrar y atribuir sentido a la realidad que los rodea.9

De esta manera, reconstruimos los significados sobre la infertilidad a partir de los discursos narrativos de los entrevistados, toda vez que el lenguaje es el medio por el cual la actividad interpretativa de las personas puede ser observada, ya que este representa la acumulación de vastas cantidades de significados y experiencias de los individuos sobre fenómenos y procesos de sus propias realidades objetivas.10

Unidad de análisis y selección de los participantes

La unidad de análisis de esta investigación estuvo constituida por los varones de parejas infértiles que presentaban un factor de infertilidad (exclusivo o compartido con su compañera), o sin la presencia de este, cuyas edades oscilaran entre los 30 y 44 años*** y que se encontraran recibiendo atención de salud en la consulta de infertilidad del INEN.

En un primer momento, se registraron las parejas remitidas**** por los clínicos, siempre que los varones de dichas parejas reunieran los criterios de selección. El contacto se realizó a la salida de la consulta, mediante conversación con cada varón (elegible) que deseara participar en el estudio, luego de que se le leyera y explicara un modelo de consentimiento informado. Después de su aceptación, se procedió a completarle una hoja de ubicación, la que ayudó a la ubicación más exacta del domicilio del entrevistado, toda vez que se le brindó la posibilidad de realizar la entrevista en el lugar y hora que él deseara, de acuerdo con sus compromisos familiares, sociales y/o laborales.

Ya en una segunda etapa, clasificamos a todos los varones “potenciales entrevistados”, de acuerdo con 2 categorías de análisis: la presencia de un factor de infertilidad (exclusivo o compartido con la pareja), y la de hijos en alguno de los miembros de la pareja, para lo que se crearon las siguientes nomenclaturas:

VISH: Varón infértil sin hijos.
MISH: Mujer infértil sin hijos.
VICH: Varón infértil con hijo.
MICH: Mujer infértil con hijo.

Como criterio mínimo de entrevistas necesarias, se consideró entrevistar a 2 varones por cada categoría referida anteriormente. Sin embargo, a medida que progresaba el estudio y se iban analizando las EP, detectamos la necesidad de segmentar, aún más, la categoría presencia de hijos en alguno de los miembros de la pareja, ya que el proceso de construcción de significados para estos varones sobre la infertilidad, cobraba perspectivas diferentes en dependencia de la persona que ostentaba el carácter paternal. Así, a partir de esta consideración procedimos a reclasificar a los varones elegibles en otras subcategorías, lo cual implicó abrir el margen de EP de 8 a 16. Estas subcategorías se describen de la siguiente manera:

VICH-M: Varón infértil con hijos de la compañera.
VICH-V: Varón infértil con hijos propios.
VICH-Ambos: Varón infértil con hijos de la pareja en común.
MICH-M: Mujer infértil con hijos propios.
MICH-V: Mujer infértil con hijos del compañero.
MICH-Ambos: Mujer infértil con hijos de la pareja en común.

Finalmente, sólo se pudieron realizar 14 EP, pues la frecuencia real de aparición de varones de parejas infértiles que presentaban compatibilidad con las subcategorías antes descritas no resultó suficiente en algunos de los casos (MICH-M = 1, MICH-Ambos = 1, VICH-Ambos = 0 ).

Procesamiento y análisis de la información. El proceso de análisis de la información comenzó desde el mismo momento en el cual se construyó la guía semiestructurada que se utilizó para realizar las EP.

La información fue grabada en audio-casetes, con el fin de contar con los discursos verbales de los participantes durante su análisis. Estas grabaciones fueron transcriptas textualmente y enriquecidas con las anotaciones hechas por el entrevistador, de manera que se contara con una mayor cantidad de elementos que facilitaran el análisis. Luego, esas transcripciones fueron analizadas con la ayuda del software ATLAS/ti (para análisis de datos cualitativos), para lo que se establecieron categorías abiertas inicialmente, más tarde categorías empíricas y luego categorías analíticas, las cuales salieron como parte de los propios resultados. Este análisis estuvo organizado según las interrogantes de la investigación, mediatizado por los objetivos del estudio y las dimensiones y subdimensiones de análisis seleccionadas a priori, como también por los datos recogidos en una hoja de informantes: edad, presencia de factor de infertilidad (exclusivo en el varón, o compartido con su compañera, o exclusivo en su compañera), tipo de infertilidad (primaria o secundaria), lugar de nacimiento y lugar de residencia, entre otros aspectos.

El análisis de la información tuvo 2 niveles: uno descriptivo y uno interpretativo. En el primero se analizó lo expresado textualmente por los entrevistados y se representa y describe con pasajes de sus propios discursos. El nivel interpretativo partió de la reconstrucción de los significados que para los varones tiene la infertilidad, a punto de partida de sus percepciones sobre la repercusión que este padecimiento tiene para sus vidas.

Consideraciones éticas. Los participantes tuvieron la entera libertad de formar parte del estudio, con pleno conocimiento de que el anonimato y la confidencialidad eran 2 premisas importantes e inflexibles en toda la investigación.

Durante el reclutamiento de los participantes se les explicaron los objetivos del estudio, lo que requeríamos de ellos, así como la completa libertad que tenían para abandonarlo en el momento que lo desearan, sin que esa decisión pudiera tener consecuencias negativas para su atención futura. Aparejado a esta explicación se les entregó el modelo de consentimiento informado.

Por otra parte, la nomenclatura aquí utilizada sirvió, desde el punto de vista ético, como código personal para cada entrevistado, al cual se le agregaron números arábicos correlativos para diferenciar unos de otros, toda vez que así contribuíamos a garantizar la confidencialidad y el anonimato de los participantes, en los casos de intercambio con otros colegas.

Resultados y discusión

Un primer elemento del contexto subjetivo a tener en cuenta para comprender los significados y la repercusión percibida por los varones entrevistados en relación con la infertilidad, así como los eventos que se derivan de esta, tiene que ver con la identidad de género masculino, o sea, la forma en que los varones se construyen y se perciben a sí mismos.3,11-13

La identidad masculina, en oposición a lo femenino, requiere una constante autoconfirmación por parte de los varones, lo que debe contar además con la aprobación externa para casi todas las acciones que realicen en el decursar de sus vidas. Al mismo tiempo, esta aprobación adquiere valor y legitimidad en dependencia de la etapa (del ciclo vital) en la que se encuentre el individuo, toda vez que el varón debe ser, actuar y ocupar ciertos espacios y condiciones en relación con su edad, que –de no hacerlo aún en contra de su voluntad– corre un grave peligro de devaluación ante los otros, o lo que es lo mismo, su condición masculina se fragiliza ante la sociedad.

Cada etapa exige determinadas condiciones y posicionamientos, aunque existen normas que se deben mantener y consolidar durante toda la vida del varón. Específicamente en la etapa adulta, el varón debe asumir responsabilidades diferentes a las asumidas en la adolescencia o la juventud, como lo constituye el hecho de ser padre y/o ejercer la paternidad*****.

La paternidad se constituye en uno –tal vez el más importante– de los roles sociales y culturalmente esperados por los varones en la adultez, por lo que la infertilidad funcionaría como un fenómeno que obstaculiza el logro de esta condición, la cual se traduce en padecimiento.

En este sentido, el padecimiento de la infertilidad se interpreta como una dimensión afectiva sentida, pensada y vivida subjetivamente por los varones, a partir de la construcción que hacen ante la imposibilidad de embarazar a su pareja; a su vez, esta dimensión es percibida como un evento negativo y distorsionador de la armonía reproductiva en el desarrollo social del individuo como varón pleno.

Así, la negatividad que gira en torno a los significados que le atribuyen los varones entrevistados a la infertilidad se enmarca, se construye y se vivencia como “potencialidad reproductiva anulada”, no sólo en términos de la capacidad de embarazar a una mujer, sino en cuanto a la incapacidad de satisfacer una demanda construida desde el género, aspectos que hacen que la infertilidad no solo se constituya en una problemática cargada (en sí misma) de vastas cantidades de significados, sino que de ella se derivan, al mismo tiempo, múltiples y diversas consecuencias.

La infertilidad: frustración personal y/o pérdida

Casi como una norma, las personas “adultas” se unen formalmente en matrimonio o consensualmente para iniciar el proceso de conformación de una familia y, de esta manera, dar lugar a la procreación de la propia descendencia.

Es justamente este último proceso el que, en la mayoría de los casos, se percibe como el de mayor logro, tanto en el plano personal como de pareja, y sin embargo, en este sentido la infertilidad actúa como un obstáculo en la vida de las personas que la padecen, al imposibilitar el logro de este anhelo.

La infertilidad es percibida como un evento disociador entre el logro de los anhelos y las aspiraciones personales, así como de la pareja, y las demandas socioculturales del contexto en el que se insertan las vidas de las personas que la padecen, lo que genera –a su vez– un sentimiento de frustración personal y de pérdida en la medida en que la pareja no puede lograr tener los hijos que desea y en el momento en que lo cree conveniente. Asimismo, este sentimiento de frustración personal y/o pérdida se encuentra aumentado o disminuido en dependencia del miembro de la pareja que presente el factor de infertilidad, la edad del varón y el tipo de infertilidad (primaria o secundaria), con la consecuente presencia de hijos en alguno de los miembros de la pareja y el tiempo transcurrido en la búsqueda de la fertilidad.

Por la reconstrucción de los discursos de los entrevistados se pudo vislumbrar que la problemática no gana su peso solamente en la posibilidad de haber embarazado o no a una mujer alguna vez, sino que su máxima expresión está dada en la condición de tener un hijo, pues eso les permite –o al menos les da la posibilidad– de ejercer los roles y las funciones sociales esperadas de ellos por la sociedad, y así aproximarse a la “identidad anhelada” construida socioculturalmente para ellos.

El sentimiento de frustración y/o pérdida producido por la infertilidad genera una gran angustia y dolor en quienes lo vivencian. En un estudio realizado por Connolly14 se encontró –al igual que en el caso de nuestros entrevistados– que este sentimiento es percibido como un evento negativo en la vida de quienes lo padecen y que el dolor y el sufrimiento que les produce la presencia de dicho padecer es comparado con aquel que se siente ante la pérdida de un ser querido.

Vale destacar que este dolor y sufrimiento guarda una estrecha relación con el sentido “natural” que se le ha otorgado a la masculinidad, o sea, como expresan los entrevistados, los hombres son así, tienen que ser así, y que por eso están en la obligación de ser y actuar de la manera que la sociedad espera de ellos.

En este sentido, desde el punto de vista del proceso de construcción de la identidad masculina dentro del modelo de masculinidad hegemónica, la constitución de la familia y la consagración de la paternidad son consideradas por la sociedad en general como los 2 últimos peldaños a escalar por los varones para conseguir el arribo a la plenitud de la hombría.4-6

Construcción de la familia

La construcción de la familia le brinda a los varones la posibilidad de desarrollarse como proveedores del hogar y de ser reconocidos en este sentido, además de permitirles establecer una relación de jerarquía, en la que ocupan el puesto de dominio y mando sobre todos los miembros de dicho hogar.4

Sin embargo, es necesario señalar que si bien los varones alcanzan un estatus de dominio y reconocimiento social al unirse en relación formal con una mujer y encuentran de esa manera el espacio para poder realizar y ejercer los roles antes descritos, aún no se puede considerar –según el discurso de los entrevistados– que hayan logrado la constitución de una familia, su familia, pues para que esta cobre sentido y gane autenticidad como institución requiere invariablemente de la existencia de los hijos quienes, a su vez, son considerados como la razón que sella los lazos de la pareja y le da sentido a la relación para construir la familia.

Desde la perspectiva de los entrevistados, el concepto de familia solo adquiere su significado funcional cuando se ha logrado consolidar la procreación de la propia descendencia, por lo que la simple unión o relación de un varón y una mujer –sea esta una unión de tipo legal (matrimonio) o por consenso– no determina por sí misma la existencia de una familia:

“… pero es que son los hijos precisamente, ehhhh, (…) no hay familia hasta que no llegan los hijos, eso siempre ha sido así, ese es como, este, eh!, ellos son la razón de la pareja, de la familia…” (VISH. Profesor universitario, 39 años).

“Creo que llega el momento en que precisamente se pierde todo (se refiere a la relación de pareja) (…) en el caso del hijo viene como a alimentar ese matrimonio, viene a alimentar la vida en pareja” (VISH. Abogado, 33 años).

“… el hijo es el seguimiento en la familia de uno, la constancia del amor de la pareja que tiene un hijo. Una pareja sin hijo yo creo que no tiene lógica, no hace nada” (MICH-V. Tabaquero, 32 años).

La imposibilidad para concluir el proceso de consolidación de la familia por la incapacidad para tener hijos, podría considerarse como un punto de ruptura, de pérdida, de frustración para los varones ante la infertilidad; aunque hay que destacar que si bien la construcción de la familia es un evento importante para los varones, ciertamente no es la frustración de este evento el aspecto al que mayor valor le atribuyen los entrevistados, sino que es justamente la consagración de la paternidad el elemento plenamente impactado por la presencia de la infertilidad en la pareja.

Consagración de la paternidad

La consagración de la paternidad –como dijimos anteriormente– es considerada el evento cumbre que le da sentido a la vida de los varones (sin excluir a las mujeres).13 Es justamente a partir de este momento cuando todos los roles y funciones a desempeñar por los varones adultos ganan autenticidad y sentido.

Para los varones entrevistados ser padre les brinda la posibilidad de alcanzar un estatus de importancia y reconocimiento social no obtenido con anterioridad. En sus propias palabras, es considerado como “lo más importante que ocurre en la vida de un varón, lo máximo”; es algo que se debe conseguir, pues les brinda las razones que dan significado a sus vidas como personas realizadas:

“Bueno, yo creo que esto es lo máximo, es sentirse realizado en el sentido ya de tener un hijo, de buscarle lo que necesita, de atenderlo, para quién trabajamos…” (MICH-M. Trabajador por cuenta propia, 32 años).

La paternidad, al igual que la masculinidad, es una construcción cultural que se reproduce socialmente al interior de las familias, ganando sentidos de acuerdo a la época, y a las características del contexto socioeconómico, cultural e histórico en el que se construye y analiza. Además, esta construcción es considerada por los propios varones como un proceso “natural” e inherente a todos ellos.

Según Olavarría,5 el modelo hegemónico de masculinidad plantea a la condición adulta la exigencia de la paternidad, lo que hace que sea interpretada como parte de la naturaleza masculina: “ser padre es participar de la naturaleza, está preestablecido y no se cuestiona, salvo que se quiera ofender el orden natural”.

Este sentido “natural” que le atribuyen los varones a la paternidad podría responder a la jerarquía que establece la dimensión biológica de esta construcción sobre su dimensión social, como se vislumbra en los guiones discursivos de algunos de los entrevistados quienes –a su vez– son compañeros de mujeres que tienen hijos de otra relación:

“Para que un varón se sienta padre de un niño, necesariamente debe existir una relación biológica entre ambos” (VICH-M. Electricista, 37 años).

Tras esta lógica de análisis, se muestra claramente el sentido de “falta de pertenencia” que experimentan los varones en cuestión en relación con la crianza de esos niños. Nótese cómo el entrevistado alude a un profundo cariño hacia el hijo de su mujer, criado por él, pero que independientemente de ese cariño existe un fuerte temor a perderlo, pues no es su padre biológico. Esto hace que no exista una entrega total de sentimientos, como ocurre en una relación promedio entre padres e hijos:

Entrevistador: ¿Qué piensas de eso que dicen “padre no es el que hace, sino el que cría”?

Entrevistado: “Yo creo que sí, yo quiero a ese niño como mi hijo, pero yo sé que no es mío; que cualquier día puede venir su papá y llevárselo o sencillamente que él se vaya (…) Sí, sí, hay veces que yo me siento su padre (…), por eso quiero tener el mío, y no es que no lo quiera a él, pero lo tuyo es tuyo (…), ese es mío, como digo yo. Él tiene mi sangre, no s酔 (VICH-M. Electricista, 37 años) .

Además, estos varones sienten como hijos a esos niños solamente cuando han logrado ejercer algunos de los roles que los caracterizan como varones plenos en la etapa adulta. De manera que cuando los varones pueden desarrollar sus roles como proveedores, protectores, educadores, etc., es cuando vivencian las relaciones de ellos con estos niños, como una verdadera relación entre padre e hijos:

Entrevistador: ¿Y cuáles son esos momentos en los que sientes a Enriquito como un hijo tuyo?

Entrevistado: “Bueno, digo, momentos en los que como le digo, cuando la operación de él, que enseguida corrí con él para el médico, y así, momentos en la escuela en que me ha pedido que vaya para la escuela a hacer algo, para pagar alguna fiestecita de esas que les hacen, o para alguna reunión…” (VICH-M. Electricista, 37 años) .

La paternidad es un proceso que comienza a ser construido e interiorizado por los varones desde la infancia misma, donde a través de sus relaciones con la familia y la escuela comienzan a aprender el valor de este proceso y lo ponen de manifiesto en el desarrollo de sus juegos de roles, para construir así una serie de significados acerca de este.

De manera que ser padre es una condición que encierra en sí misma una vasta cantidad de significados, los que funcionan indistintamente como autoreferentes para los propios varones y como referente para la sociedad.

Un primer elemento a considerar en el análisis de los significados que le atribuyen los varones entrevistados a la procreación se circunscribe al embarazo de su pareja. Este es percibido como un símbolo para la sociedad (incluida su compañera); como un argumento incuestionable que denota su virilidad y su capacidad reproductiva, además de demostrar socialmente su orientación heterosexual activa, al haber sido capaz de penetrar a su compañera y, como resultado, embarazarla.

La necesidad constante de demostrar la heterosexualidad masculina es un elemento que reviste una gran importancia teniendo en cuenta el modelo de masculinidad hegemónica en la etapa adulta del varón. De hecho, en los discursos de los entrevistados se suele ver la existencia de estereotipos de género, que relacionan y miden la orientación sexual del varón de acuerdo con su edad, la presencia de una pareja como compañera sexual y la tenencia de hijos. De modo que se espera que un varón que sobrepase los 30 años de edad debe estar casado o divorciado (lo que –de igual manera– hace referencia a la presencia de alguna mujer en su vida) y debe tener hijos, para que así pueda quedar clara, como constancia, su orientación heterosexual activa:

“… pero los años van pasando y ya tienes treinta y pico (se refiere a la edad), y si ya eres un hombre hecho y derecho, es lógico que tengas una mujer y que tengas tus hijos, si no, qué esperas, dónde está tu papel de hombre en la vida…” (MISH. Contador, 33 años).

Pero la connotación e importancia que adquiere la presencia de un hijo en la vida de los varones no está marcada únicamente por la posibilidad de demostrar socialmente que se es capaz de mantener relaciones con mujeres, y –a su vez– que cuenta con una capacidad reproductiva incuestionable, sino que se refuerza y complementa con otros significados que aluden al valor e importancia que tienen los hijos para los padres. Esta es la visión de futuro que se construyen los varones de acuerdo con la existencia de sus hijos: como compañeros en su vejez, como la ayuda económica, moral y sentimental del futuro, el cuidado ante la enfermedad, la perpetuidad del apellido familiar (en el caso de ser hijo varón), etcétera.

“Yo quiero tener un hijo por lo que representa desde el punto de vista de la continuidad, la continuidad de mi generación (…) para ver el fruto de lo que yo soy capaz de hacer…” (VISH. Oficial de alto rango de la Policía, 40 años).

“… al final esto es una cadena, al final cuando uno va llegando a la tercera edad, como se dice, uno necesita de esa atención de los hijos…” (VISH. Abogado, 33 años).

“… de todas maneras, económicamente uno espera una ayuda de los hijos, pero no están obligados a hacerlo…” (VICH-V. Policía, 36 años).

Autores como Olavarría y Fuller,4,5 entre otros, han descrito en otros contextos latinoamericanos las expectativas futuras de los varones con sus hijos. En este sentido, muchos de los resultados del presente estudio se hacen similares a los encontrados por estos investigadores. Esta concordancia de resultados sobre el valor que los padres varones le han otorgado a la presencia de sus hijos podría ser por el hecho de que tales significados se elaboran y sustentan bajo un mismo modelo de masculinidad hegemónica.

Estos significados ganan mayor fuerza y autenticidad a medida que aumentan los años de vida de los varones, pues ser padre no tiene el mismo significado a los 30 años que a edades superiores en la vida de un varón.

La edad

La edad se constituye en una categoría de análisis que reviste un valor importante para la interpretación de los significados que le otorgan los individuos a la infertilidad, toda vez que a medida que aumenta la edad, la fuerza física y espiritual de los varones y la posibilidad de contar con más años de disfrute de los hijos, así como de los nietos, va en decadencia:

Entrevistador: A ver si entiendo. ¿Y este grado de importancia se va elevando con el tiempo?

Entrevistado: “Sí, indiscutiblemente; porque sí, porque finalmente quisiera tener mi familia. Si a mí me dijeran tú vas a vivir 200 años, a mí no me haría falta tener un hijo, te lo digo sinceramente, por lo menos pienso así, ahora al menos pienso así. Pero ante la opción de quedarme solo el día de mañana, de no tener quién me cuide, quien me ayude cuando esté jodío, prefiero tener a alguien también. Entonces, ante esa opción, prefiero tener un hijo” (MISH. Contador, 33 años).

Como se puede observar en el curso de este análisis, el sentido negativo que adquieren los significados que los varones construyen sobre la presencia de la infertilidad en sus vidas, está en estrecha relación con las potencialidades anuladas de lo que representaría para ellos el ser padre, así como el valor que le atribuyen a la presencia de un hijo en sus vidas.

Los hijos como lazo de la pareja

Como otro de los argumentos presentados por los entrevistados sobre el valor que tiene la existencia de los hijos, salió a relucir una vieja creencia popular que indica que la presencia de hijos en el matrimonio –o unión consensual– hace más duradera la relación de pareja y que la refuerza. Detrás de esta creencia, subyace el concepto de que la existencia de conflictos y diferencias en la pareja se vería minimizado si existieran los hijos, y que en el caso de existir estos conflictos, los progenitores pensarían más de una vez –antes de separarse– en las implicaciones y consecuencias que tal separación tendría para sus hijos, por lo que actuarían consecuentemente con esto y no romperían el lazo de pareja.

A punto de partida de esta creencia, los entrevistados marcan claramente 2 perspectivas paralelas, las cuales –al ser expresadas– abren un espacio de controversias y ambivalencias: por un lado los entrevistados establecen un consenso de que esta creencia es parte del ideal de muchas personas mayores en edad, por lo general y preferentemente mujeres, aunque no exclusivamente de ellas, y en el otro lado se posiciona la contraparte, la cual considera tal creencia como una gran falacia.

Llama la atención la forma en que un mismo entrevistado hace uso –por un lado– de la existencia de esta creencia con el fin de sumar razones por las que desearía tener un hijo: “…y como dice la gente mayor (las viejitas) tener un hijo hace duradero el matrimonio; por lo menos eso dice la gente…”; pero al mismo tiempo, hace una reflexión en la que establece, de manera paradojal y contrapuesta, la carencia de veracidad objetiva que apoya a este supuesto. Esta contraposición la argumenta el entrevistado, a partir de las vivencias de su niñez:

“No pienso que un hijo sea el que haga que una relación dure toda la vida, porque una pareja por determinadas cosas se pueden separar aunque haya 1, 2, 10 hijos, y además una experiencia también personal, porque en el caso del viejo mío, él tuvo 7 hijos con 5 mujeres diferentes, es decir, que en ninguno de los casos ha hecho que los hijos retengan a los padres” (MISH. Militar, 31 años).

El análisis de esta creencia –desde el discurso de los entrevistados– ha permitido vislumbrar que la durabilidad en la relación de pareja no está marcada precisamente por la existencia de los hijos, sino por una amplia serie de atributos inherentes a la propia relación; de manera que, si bien es cierto que la presencia de los hijos no determina la durabilidad en la relación de pareja de sus padres, la ausencia de los hijos sí marca la diferencia de permanecer o no dentro de esa relación.

En este sentido, los entrevistados establecen un reordenamiento de las razones que fundamentarían la pérdida del vínculo relacional de pareja, donde establecen que la no existencia de los hijos, traducido en imposibilidad para tenerlos (como ocurre con la infertilidad), se constituye en un argumento de elevada importancia para decidir sobre la continuidad o discontinuidad de la relación. Esto se encuentra fundamentado al nivel de los deseos y necesidades de los miembros de dicha pareja, por lograr su propia descendencia y así la creación de su propia familia. Así lo describen 2 entrevistados desde sus propias experiencias, quienes muestran entre ellos 2 alternativas diferentes que apuntan a la misma situación. En la primera, el entrevistado ha perdido el vínculo de pareja en varias ocasiones por abandono de sus compañeras; y en la segunda, es el propio entrevistado el que piensa en la posibilidad de romper el vínculo de pareja, sustentado en la posibilidad de lograr su hijo con otra mujer:

Entrevistado: “Mira, yo pienso que en este caso y en otras relaciones ha influido el problema ese de la infertilidad, de que no salgan embarazadas”.

Entrevistador: ¿Qué te hace pensar eso?

Entrevistado: “Mira, en estas relaciones que yo he tenido, las compañeras siempre han manifestado el deseo de salir embarazadas, de tener un hijo; por diferentes razones, por el factor natural de la vida (…). Me hace pensar en eso porque cuando se casaron nuevamente salieron embarazadas rapidísimo, así que el problema estaba ahí, no en otro lado…” (VISH. Oficial de alto rango de la Policía, 40 años).

Entrevistador: Dime una cosa: ¿Has pensado alguna vez en la posibilidad de divorciarte?

Entrevistado: “No, no, no (Curiosamente, en un breve contacto que se tuvo con la esposa del entrevistado cuando se le localizaba en su hogar, ella planteaba que su matrimonio estaba siendo objeto de una crisis, donde su esposo –el entrevistado– le estaba pidiendo el divorcio. Esta entrevista está ocurriendo una semana después del contacto con el hogar del entrevistado). Bueno, en realidad sí lo hemos conversado, pero ninguno de los dos nos lo creemos. Yo no quisiera divorciarme, porque es una excelente mujer, pero si lo hiciera sería únicamente para conseguir un útero joven, alguien que pueda parirme el hijo que tanto deseo. Eso (el divorcio), ha sido manejado como una posibilidad muy remota, eh...” (MISH. Contador, 33 años).

Lo anterior confirma que la presencia de los hijos en la vida de los varones, en la mayoría de los casos, es interpretada –tanto por ellos como por la sociedad en general– como el atributo indispensable que les permite ser reconocidos y sentirse como personas importantes, por lo que cualquier interrupción para el proceso de adscripción de estos poderes construidos y legados socioculturalmente a los varones, no solo se traducirían en frustraciones personales, sino que a partir de esta frustración causada por la imposibilidad de dar completamiento al proceso de construcción de la masculinidad, se tejen nuevas interpretaciones, por parte del individuo, que dan lugar a nuevos significados.

A modo de consideraciones finales, se ha podido constatar que la infertilidad es percibida por los varones entrevistados como un evento disociador entre el logro de los anhelos y aspiraciones personales y de pareja, y las demandas socioculturales del contexto en el que se insertan sus vidas, en la medida que la pareja no puede lograr tener los hijos que desea y en el momento que lo cree conveniente, lo que hace más agudo este evento para aquellos entrevistados que presentan una infertilidad primaria, en comparación con aquellos que ya lograron embarazar a una mujer alguna vez en sus vidas.

El embarazo constituye un importante elemento de análisis en relación con los significados sobre la infertilidad, toda vez que funciona socialmente como un símbolo y/o argumento “incuestionable” que denota la virilidad y capacidad reproductiva del varón, además de marcar su orientación heterosexual al haber penetrado sexualmente a una mujer y como resultado embarazarla. Sin embargo, el significado negativo de la infertilidad adquiere su máxima expresión en la condición de tener un hijo, lo que –a su vez– le permite ejercer roles y funciones sociales esperadas de ellos por la sociedad. La ausencia de un hijo actúa como elemento determinante en la estabilidad de la pareja, mientras la conduce hacia la ruptura y la separación, a diferencia de la presencia de un hijo, que realmente no es condicionante de dicha estabilidad.

Summary

Infertility as an event of personal frustration. Reflections of a group of males from infertile couples

This article presents a part of the results obtained in the study conducted at the National Institute of Endocrinology (NIE) aimed at understanding the meanings and perceptions of infertility of a group of males that receive medical attention due to this ailment. Fourteen males from infertile couples attended at the NIE were interviewed. The information was recorded, transcribed, coded and triangulated, according to the qualitative research methodology. It was found that infertility is interpreted by males as an element of loss and personal frustration, where the impossibility to be father gives rise to strong consequences that endanger his identification as a full male. The negativity in the meanings of infertility constructed by males is in correspondance with the person who presents the infertility factor and with the presence of previous children.

Key words: Male identity, gender, infertility, meanings, ailment, perceived repercussion.

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Recibido: 23 de mayo de 2005. Aprobado: 5 de octubre de 2005.
MSc. Jorge Luis Calero . Instituto Nacional de Endocrinología. Zapata y D, Vedado, Ciudad de La Habana, Cuba. Email: jorge.calero@infomed.sld.cu

* Se hace referencia, indistintamente, a uno u otro sexos.

**Los resultados que aquí se muestran provienen del estudio: “Significados y consecuencias sociales de la infertilidad, para varones atendidos por este padecimiento. El caso cubano”; investigación con la cual el autor defendió su tesis para obtener el título de Maestro en Género, Sexualidad y Salud Reproductiva, en la Universidad Peruana “Cayetano Heredia”, en el año 2004, gracias al apoyo financiero del Programa de Entrenamiento e Investigación en Reproducción Humana, de la OMS. Esta investigación recibió el Premio al Mejor Trabajo en Ciencias Sociales, otorgado por la Asociación Latinoamericana de Investigadores en Reproducción Humana (ALIRH), el 13 de mayo de 2005, en Cartagena, Colombia.

***Se seleccionaron varones de parejas infértiles, cuyas edades oscilaban entre los 30 y 44 años, dado que –por lo general– en este rango los proyectos de paternidad son más sólidos que en otras edades. La selección se realizó a través de diferentes etapas. Inicialmente, en la fase de protocolo se había propuesto seleccionar a los participantes a partir de la revisión de historias clínicas (HC) de las parejas infértiles tratadas en el INEN. Sin embargo, se recibieron las parejas remitidas por los clínicos, toda vez que algunas de ellas no tienen confeccionadas HC en la institución.

****A punto de partida del análisis de este estudio se describirá la infertilidad en relación con el impacto que tiene sobre la paternidad, toda vez que es a este nivel relacional donde mayormente, aunque no de manera exclusiva, se construyen los significados de la infertilidad para los varones.

***** Para las mujeres pudiera ocurrir algo similar.

1 Pedagogo. Máster en Género, Sexualidad y Salud Reproductiva. Investigador Agregado.
2 Especialista de II Grado en Endocrinología. Máster en Epidemiología de la Salud Reproductiva. Investigador y Profesor Auxiliar.

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