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Revista Cubana de Higiene y Epidemiología

versión impresa ISSN 0253-1751versión On-line ISSN 1561-3003

Rev Cubana Hig Epidemiol v.39 n.1 Ciudad de la Habana ene.-abr. 2001

 

Sección de Historia

"Oración Finlay"

Dr. Pedro Más Bermejo1

Distinguidos académicos:

Invitados:

Compañeras y compañeros:

Se nos ha concedido el honor inmerecido de pronunciar la "Oración Finlay" en ocasión de conmemorarse un aniversario más del natalicio del Dr. Carlos Juan Finlay y Barrés.

No es ocioso expresar la inmesa alegría y satisfacción que siente el colectivo de trabajadores del INHEM por esta designación y lo que representa para mí en el orden personal.

Acceder a esta tribuna, ante tan selecto auditorio, en este Museo Histórico de las Ciencias Médicas, que con justicia lleva el nombre de tan ilustre científico hace aún más compleja y difícil nuestra misión.

Asumo este riesgo, consciente de mis propias limitaciones, pero apoyado no sólo en vuestra benevolencia sino también en el íntimo sentimiento de respeto y admiración ilimitada hacia la paradigmática figura del ilustre hombre de ciencia que hoy homenajeamos.

No me corresponde el recuento biográfico de la vida y obra de este sabio cubano; ello estaría fuera del alcance de mis deseos y por demás ya ha sido realizado hace más de una década con justicia, acertada valoración y belleza literaria por el Profesor Doctor en Ciencias, José López Sánchez en su libro: "Finlay, el hombre y la verdad científica", lo que no me exime de recurrir en más de una ocasión a esta obra.

De igual forma, es imposible acercarse al conocimiento de la vida personal y científica de Finlay sin adentrarnos en la lectura de sus Obras Completas, publicadas por la Academia de Ciencias y este Museo Histórico. A ellas es preciso referirnos y así haré, tomando algunos fragmentos que nos ayuden a comprender mejor la interminable batalla que este hombre de ciencia tuvo que librar en medio de las más adversas condiciones, controvertido, objeto de burlas en ocasiones, ignorado muchas veces y víctima de sutiles maniobras para despojarlo de la gloria, más que merecida, por su descubrimiento y aportes importantes a la teoría científica que sólo perseguía el bien de la humanidad.

En la biografía de Finlay, entre sus características personales se señala la seriedad, su espíritu inquieto, tenacidad, modestia y sencillez. Poseedor de una fina y perspicaz capacidad de observación, lo que se pone de manifiesto en sus estudios epidemiológicos. De carácter fuerte, recto en sus principios, bondadoso y amante de la verdad conjuntamente con profundos sentimientos patrióticos. He tratado muchas veces de imaginarme el medio en que desenvolvió sus actividades este genial hombre de ciencia.

Sin dudas, era un ambiente pleno de adversidades y difíciles condiciones sanitarias, descritas en varias publicaciones de la época y que caracterizaban a la Isla en general y La Habana en particular, a pesar de su importancia, con adjetivos tales como: lamentable estado sanitario, atmósfera insoportable, riesgos para los recién llegados susceptibles de contraer el vómito negro, barrancas llenas de agua sucia y corrompida y que exhalan un hedor insoportable y otros de carácter similar.

No fue Finlay un descubridor por casualidad sino un científico que concibió una hipótesis y la convirtió en teoría científica mediante un trabajo experimental de más de 30 años, abriendo un nuevo capítulo en la Medicina Tropical.

Sus primeras exposiciones públicas y sus posteriores trabajos tienen lugar cuando el país vive en un ambiente de decepción general, el final de la Guerra de los 10 años, la Paz del Zanjón, la rebeldía mantenida, la Guerra Chiquita y la Guerra Necesaria fueron acontecimientos trascendentes de los últimos 30 años del siglo 19, en que precisamente desenvolvió gran parte de su actividad creadora en la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana y en la Sociedad de Estudios Clínicos.

Transcurren los meses finales de 1867 y el cólera se presenta en La Habana como consecuencia de la expansión por el Atlántico, EE.UU., las Antillas y Santo Domingo.

Estudia un brote epidémico que ocurre en la barriada del Cerro que ocasiona 130 casos con 91 fallecidos, entre el 10 de noviembre de 1867 y el 29 de enero de 1868.

Los resultados de su investigación los recoge en una carta que envía al Diario de la Marina el 27 de junio de 1868, la que fue censurada y nunca se publicó.

En esta carta se pone de manifiesto sagacidad, capacidad de observación y manejo del método epidemiológico haciendo una descripción minuciosa de las características del brote epidémico y su origen en las aguas contaminadas de la Zanja Real. Expresa sus preocupaciones y observaciones y hace las recomendaciones correspondientes para prohibir el uso del agua de la Zanja. Años más tarde, hará un informe a la Academia de Ciencias que es realmente un documento que aún en la actualidad es digno de estudiar.

En la Demajagua, Carlos Manuel de Céspedes, el 10 de Octubre de 1868 convoca a la lucha por la independencia.

Como consecuencia de las persecuciones y represiones desatadas por el Gobierno Español, la familia Finlay-Barrés, sale del país, se reúne con sus padres en Puerto España y regresa a inicios de 1870.

Deseo acotar un párrafo del Prólogo del Dr. Sergio del Valle al libro del Profesor López Sánchez que dice: "Aquellos que hubieran deseado un Finlay combatiente en la manigua, o en las tareas de la conspiración o del exilio, encontrarán en el libro del Profesor López Sánchez una respuesta cabal a sus preocupaciones. El arma que hubo de esgrimir fue tan poderosa como cualquier otra que se pudiera empuñar para salvar la vida de millares de seres humanos, para elevar el prestigio de su país, desde la lóbrega etapa colonial hasta el concerto de naciones con personalidad propia..."

Colaboró con la Comisión Médica, que designada por el Consejo de Sanidad de los EE.UU. llega a La Habana a mediados de 1879, para el estudio de la Fiebre Amarilla. Esta comisión rindió su informe en noviembre de ese propio año sin ofrecer conclusiones sobre los principales objetivos que debía resolver.

En la Conferencia Internacional de Washington, el 18 de febrero de 1881, como Delegado de Cuba y Puerto Rico, expone los fundamentos de su teoría científica para explicar la transmisión de la enfermedad y las 3 condiciones necesarias para su propagación.

Esto representa un punto de ruptura con lo que había mantenido durante 20 años creyéndolo una verdad científica. Tenía que dejar de creer en todo lo que había creído. Renuncia definitivamente a su viejo modo de pensar en torno a la fiebre amarilla. El nuevo camino que habrá de tomar lo avizora como más duro y escabroso, más árido y difícil, porque deberá partir de ideas que contradicen todo el andamiaje histórico de la medicina respecto del contagio y la transmisión de las enfermedades. Tendrá que enfrentar el rechazo y la oposición. Necesitará hacer cada vez más firme la confianza en sí mismo y armarse de comprensión, paciencia y razones para encarar los obstáculos que surgirán en los medios académicos, por aquellos, que por ignorancia, temor o conservadurismo sigan aferrados a teorías arcaicas y obsoletas.

La fiebre amarilla sigue batiendo diferentes sitios de EE.UU. y el Caribe. En La Habana el saldo de muertes entre 1885 y 1889 alcanza casi los 7 000 fallecidos, sin que se registre ningún avance significativo en el estudio de la enfermedad.

En agosto 1881 en la Sesión Ordinaria de la Academia de Ciencias presentará su trabajo "El mosquito hipotéticamente considerado como agente transmisor de la fiebre amarilla".

Remito a quienes puedan estar interesados a la lectura y análisis del mismo por la riqueza de su contenido, su carácter histórico y por lo mucho que tiene de enseñanza metodológica en la realización del proceso investigativo.

Sólo quisiera me permitieran citar textualmente un párrafo que hace referencia a sus anteriores investigaciones sobre la excesiva alcalinidad de la atmósfera de La Habana y las conjeturas que hacía entre ese hecho y el desarrollo de la fiebre amarilla.

El párrafo dice: Pero de entonces acá mucho se ha trabajado, se han reunido datos más exactos y la etiología de la fiebre amarilla ha podido ser estudiada más metódicamente que en épocas anteriores. De aquí que yo me haya convencido de que precisamente ha de ser insostenible cualquier teoría que atribuya el origen o la propagación de esa enfermedad a influencias atmosféricas, miasmáticas, meteorológicas, ni tampoco al descuido de medidas higiénicas generales. He debido, pues, abandonar mis primitivas creencias, y al manifestarlo aquí, he querido en cierto modo justificar ese cambio en mis opiniones sometiendo a la apreciación de mis distinguidos colegas una nueva serie de estudios experimentales que he emprendido con el fin de descubrir el modo de propagarse la fiebre amarilla.

Era necesario para poder asumir tal postura, al presentar este trabajo una gran valentía explicando por qué abandona lo que antes creía firmemente, una gran seguridad en lo que exponía basándose en sus meticulosas observaciones y una disposición total a someterse a enjuiciamientos que de antemano suponía no favorables.

Al finalizar su exposición, como relata el biógrafo, permanece de pie en el podio esperando alguna intervención de los presentes. Se ha hecho un silencio profundo y solemne quedando el trabajo a disposición de quienes quieran examinarlo. No se sintió frustrado ni decepcionado. Estaba convencido plenamente de que no iba a ser comprendido, ni su teoría aceptada de inmediato. La situación en Cuba desde el punto de vista socio-sicológico era poco propicia. El clamor por lo científico era todavía impreciso. La vida cultural de la isla languidece. Mentes bien dotadas se extravían en la componenda política del autonomismo. España mantiene la esclavitud, mixtifica la libertad y explota despiadamente el trabajo humano.

Cuba está más aislada que nunca del mundo exterior. El país permanece ignorado en el concierto general de las naciones y esto hará que no se preste atención o sea acogida favorablemente una teoría que implicaba una revolución en el campo de la Medicina y la Higiene.

Caracterizar el período transcurrido entre 1895 y 1902 equivale a situar al genio científico en medio de la coyuntura política y revolucionaria que vive el país.

Finlay se siente desgarrado esperitualmente por la conducta condenable de los que habían acudido a él para recibir de sus manos y su mente los instrumentos que le permitieran realizar los experimentos que aseveraran la esencia de su teoría genial.

Se vió traicionado en su bondad humana y su fe científica y no pudo comprender que la causa de sus vicisitudes eran consecuencia premeditada e inevitable de los propósitos, acciones y fines del Gobierno de los EE.UU. para despojar y frustar la independencia de Cuba conquistada tras la derrota de España. Se pensó que al fin se reconocería el derecho inalienable, ganado a fuerza de sacrificio e inteligencia por más de 30 años: la soberanía irrestricta de Cuba. Pero no fue así.

Con rigor histórico se puede afirmar que los intentos de la Comisión Médica Militar de los EE.UU. de escamotear las concepciones científicas, la gloria del descubrimiento e ignorar a su descubridor eran una de los resultantes del propósito logrado por el imperialismo de convertir a Cuba en una neocolonia yanqui. El 1ro. de enero de 1899 comenzó la intervención de la isla por los EE.UU.

Se comenzó un trabajo de saneamiento, que unido a la depuración de las aguas de la Zanja Real y a las condiciones climatológicas desfavorables para la procreación de los mosquitos, entre otras, condicionaron que no hubieran brotes epidémicos de fiebre amarilla aunque Finlay advirtió que el problema no estaba resuelto.

En octubre de 1900 se registraron 338 casos con 70 muertos. El cuerpo médico estaba desconcertado y molesto con la conducta de la Comisión Americana. Finlay estaba marginado de los trabajos de esta comisión.

El Gobernador Wood captó que se estaba creando una situación compleja y para mitigar los recelos y sospechas decide como solución paliativa homenajear a Finlay.

No fue por altruismo sino por las circunstancias políticas que le propone al Dr. Guiteras organizar un banquete en honor a Finlay que se efectuó el 22 de diciembre de ese año.

Cuando leía esto me parecía revivir en mi mente ese acto solemne celabrado en este mismo lugar.

Me tomo la libertad de detenerme en la descripción del mismo. Se develó un cuadro de Finlay y el Ministro de Francia lo condecora con la Cruz de la Legión de Honor.

El Mayor Jefferson R. Kean lee una alocución y un decreto del Gobernador Provisional otorgándole el título de Presidente de Honor de la Junta Nacional de Sanidad y asignándole una pensión vitalicia.

Según los autores de las obras completas donde se recoge este hecho se expresa lo siguiente: "La emoción del momento vibra en el silencio profundo de aquel selecto auditorio reunido en el amplio salón de la Academia de Ciencias. Todos observaron a aquel anciano de barvas blancas que con su sencillez proverbial recibía tan altas pruebas de admiración, de cariño y de gratitud tanto nacionales como de otros grandes pueblos extranjeros. No había luchado esterilmente. Su obra era una hermosa realidad, no buscaba la gloria sino el beneficio permanente de la humanidad, las ciencias y el progreso y todo ello fue alcanzado. Finlay se levanta para agradecer el homenaje. La multitud que colmaba los salones de la Academia de Ciencias, puesta de pie durante varios minutos estuvo aplaudiendo con fervor, emoción y gratitud al médico de los mosquitos, al gran sabio que tan alto ha llevado el pabellón de la Patria en el orden científico. Ocupa la tribuna desde donde hace 31 años leyó su trabajo sobre la teoría de la transmisión de la Fiebre Amarilla. En sus emocionadas palabras de agradecimiento hace un merecido reconocimiento a la labor del infatigable colaborador, el Dr. Claudio Delgado."

Continúa trabajando algunos años, se retira a la vida privada a los 76 años y muere el 20 de agosto de 1915, a los 82 años.

Durante los años siguientes de esta primera mitad del siglo xx tiene lugar un tormentoso período de desarrollo de la república mediatizada, convertida ahora en una neocolonia yanqui. Sin independencia real, sometidos los gobiernos de turno a los dictados del imperialismo, la corrupción, politiquería, dictaduras, represión, abandono y olvido de las necesidades básicas de la población son características generales del panorama en que vivía nuestro pueblo.

Si bien había desaparecido la fiebre amarilla, otras enfermedades vinculadas a la miseria, hambre y desatención de la población, hacían estragos y diezmaban en particular la infancia y la niñez.

El parasitismo intestinal, la tuberculosis, el paludismo las enfermedades de la infancia, la desnutrición, entre otras, caracterizaban el cuadro epidemiológico a más de la falta de instituciones de atención médica adecuadas y el predominio de la práctica privada de la medicina. Altos índices de mortalidad infantil y materna, muertes prematuras, condiciones higiénicas deplorables y sobre todo ausencia de preocupación oficial y voluntad para solucionar estos graves problemas.

Al producirse la alborada del 1ro. de Enero de 1959 comienza esta etapa en la que nos encontramos, siendo actores, participantes, beneficiarios o colaboradores de un inacabable proceso de realizaciones y transformaciones con la mirada siempre dirigida al motivo central de todas las acciones: la felicidad y el bienestar del pueblo.

Hoy cuando recordamos la insigne figura de Finlay, analizamos sus trabajos, su trayectoria y aportes, lo hacemos con la satisfacción no sólo de cumplir con el ineludible deber de reconocer y admirar su obra siendo conscientes de que somos depositarios confiables de sus aspiraciones y esperanzas y las de tantos hombres de ciencia que a través de nuestra historia han hecho posible las realidades de hoy. Surgen, por tanto para nosotros, los trabajadores científicos de hoy las siguientes interrogantes:

¿Qué nos ha legado Finlay? ¿Cuáles son sus enseñanzas? ¿Cómo trabajar para acercarnos a lo que él fue, hombres y mujeres de nuestro tiempo?

Tenemos mucho que aprender de la firmeza, seriedad, paciencia y solidez de principios que adornaban la figura de Finlay, de su incansable voluntad en la búsqueda de la verdad, de su apego a la lucha por el bienestar colectivo, de su desinterés. A él lo abrumaba no sólo la situación del medio en que tuvo que desarrollar sus investigaciones, además como hemos expresado también lo hacían las incomprensiones y falta de apoyo oficial.

Actividades como las de hoy a más de representar un merecido homenaje son una convocatoria a la reflexión sobre nuestro quehacer cotidiano, el desarrollo de nuestras capacidades intelectuales, nuestra ética y moral de trabajo, nuestra fortaleza para enfrentar los retos actuales y futuros que nos presenta este mundo complejo de hoy.

El fantasma de la globalización neoliberal, el mundo unipolar de hoy, impone a los países, en particular a los subdesarrollados la necesidad de enfrentarse a nuevos, complejos y difíciles problemas. El deterioro del medio ambiente, consecuencia de muchos años de agresiones y explotación indiscriminada de los recursos naturales no renovables, la desforestación, la escasez de agua potable y alimentos, la creciente contaminación atmosférica, entre otros problemas ambientales ponen en riesgo, como nunca antes, la supervivencia misma de la especie humana. Al lado del crecimiento de la población mundial, las migraciones, catástrofes naturales y las agresiones militares producto de la inestabilidad política y social y las llamadas intervenciones humanitarias, condicionan el éxodo incontrolable hasta de poblaciones enteras con la consiguiente carga social y el incremento de los sufrimientos en particular de niños, mujeres y ancianos.

La creciente e impagable deuda externa de los países pobres, la entrega a las leyes ciegas del mercado, el chantaje económico por los organismos financieros internacionales, y el injusto orden económico internacional incrementan cada vez más la brecha entre ricos y pobres. Los gobiernos de espaldas a las necesidades de los pueblos toman la senda de los ajustes económicos y las medidas de choque, acuden a la privatización como panacea y condición indispensable para acceder a fuentes de financiamiento externo y mayor endeudamiento con el deterioro o abandono de las políticas sociales y en detrimento de esferas fundamentales como la salud, educación y seguridad social.

El planeta, la aldea global donde hoy vivimos, se hace ingobernable, y para muchos países la amenza de estallidos sociales y la pérdida de su soberanía e identidad nacional son ya una realidad incuestionable.

No es posible comprender cómo a las puertas de un nuevo milenio, en que ya la humanidad ha logrado desarrollar avances científico-técnicos y tecnológicos impensables hace 40-50 años existan todavía hoy en el mundo, cientos de miles de niños que mueran de hambre, desnutrición y enfermedades para las que se conocen efectivas medidas de prevención.

La respuesta neoliberal a las necesidades insatisfechas, de atención a la salud, ha sido la privatización de la práctica e instituciones médicas, alegando la supuesta incapacidad de los Estados para resolver este problema y la no rentabilidad de las inversiones en los programas sanitarios y de asistencia social. En el mejor de los casos se ha introducido el concepto de reforma del sistema de salud para justificar lo injustificable.

Se busca en el marco de esta reforma vincular el trabajo médico a formas de pago que por supuesto no conllevan la solución a las necesidades de atención de los pobres y más necesitados. Se ofrecen paquetes de atención primaria, bajo el supuesto de mayor eficiencia económica, que en el mejor de los casos representan ofertas de atención médica limitada y de baja calidad.

Se desconocen los verdaderos problemas de salud de las grandes mayorías de pobres y necesitados mientras por otro lado hay un derroche de tecnologías de punta y atenciones sofisticadas sólo accesibles para las minorías privilegiadas, con un concepto puramente mercantil de la práctica médica. Hay un verdadero retroceso y abandono de lo que fue, hasta hace algunos años la filosofía de la salud pública en beneficio de todos y el objetivo de lograr salud para todos.

Es imposible sustraernos a la idea que mientras unos pocos juegan en el casino económico de las bolsas de valores y el mercado mundial, donde en minutos vuelan como golondrinas de un país a otro miles de millones de dólares; haya también millones de niños y ancianos que no han recibido siquiera una mínima ración de alimentos para sobrevivir; otros están muriendo por causas evitables y sin la debida asistencia médica, otros abandonados a su suerte deambulando por las calles, prostituyéndose o cayendo en las garras de la delincuencia y las drogas. Que mientras unos pocos deciden el destino económico de los países pobres, en ellos se recrudecen las epidemias por enfermedades otrora controlables como la malaria, el dengue, la difteria entre otras, o que enfermedades como la tuberculosis reemerjan a niveles hace mucho tiempo superados pero ahora acompañándose de resistencia del bacilo a las drogas de elección.

Al analizar estas realidades, en ocasiones como la de hoy, nos sentimos tentados de hacer una comparación con la situación sanitaria en que Finlay se veía obligado a desarrollar sus trabajos de investigación.

¿Es mucha la diferencia, salvando la distancia en el tiempo, entre las epidemias de dengue en Centroamérica y su lucha contra el mosquito en La Habana de entonces? ¿Hay condiciones nuevas que permiten y favorecen la endemia de cólera en algunos países de América Latina y que difieren de la batalla de Finlay contra la Zanja Real y la falta de higiene y saneamiento de La Habana colonial? ¿Qué otras situaciones nuevas presenta la malaria en regiones de endemicidad crónica que difieran de las teorías esbozadas y demostradas por Finlay, a no ser la resistencia que ha ido adquiriendo el Plasmodium a las drogas y el vector a los insecticidas?

Entre tanto, se recrudece la carrera armamentista, se habla de escudos antimisiles y sistemas más modernos y terribles de cohetes intercontinentales como un gran negocio para los consorcios militares industriales, cuando con una ínfima proporción de estos presupuestos se pudieran no sólo aliviar muchos sufrimientos, hambre y miseria sino permitir y financiar el desarrollo de nuestros países. La labor de los científicos de hoy no puede desconocer estas realidades, el investigador actual, nosotros en particular, no podemos poner nuestro pensamiento y capacidad sólo en función de una hipótesis, un descubrimiento o una innovación tecnológica; debemos tener también un alto grado de sensibilidad y comprensión de estos problemas del mundo actual, de identificación con los humildes y pobres de la tierra, con los olvidados de siempre, con los que sufren y padecen y que esperan de nosotros no sólo compasión sino ayuda para la solución de sus actuales problemas.

La vida, el pensamiento y la acción de Finlay debe ser para todos nosotros un recurso permanente para apoyarnos en el cumplimiento de la noble tarea en que estamos comprometidos y a la que debemos entregarnos, como él hizo en su tiempo, con modestia, humildad, desinterés y perseverancia.

Mucho más pudiera decirse sobre la vida de este gran hombre de ciencia, cómo interpretarla desde la óptica de los actuales y complejos problemas que caracterizan al mundo unipolar de hoy, pero considero que excede con mucho el marco de esta actividad.

Dedicaré unos minutos, con la benevolencia de ustedes, a pensar en voz alta, situándome en el marco del INHEM.

Nuestro Instituto ha rebasado ya el medio siglo de existencia, exactamente 55 años y 8 meses; ha recorrido un largo camino y ha desarrollado una actividad que incluye desde producción de vacunas, antígenos y medicamentos en sus primeros años hasta las actuales funciones de docencia, servicios e investigación. Mantenemos relaciones de colaboración e intercambio científico con 47 Instituciones afines en 19 países. Sus trabajadores científicos y técnicos han estado presentes, trabajando activamente, en todos los momentos que el país así lo ha solicitado, como han sido las epidemias de dengue, conjuntivitis hemorrágica, meningitis meningocóccica y neuropatía epidémica y también en la solidaridad internacional. Como parte integral de su desarrollo ha estado la colaboración intersectorial, la transferencia de tecnologías, la vinculación con las instancias provinciales de salud y además la proyección hacia la comunidad. Progresivamente sus laboratorios han asimilado nuevas y complejas técnicas en correspondencia con las necesidades del sistema de salud y han ido logrando su acreditación y reconocimiento científico. La actividad docente ha mantenido un ritmo ascendente con el desarrollo de cursos, seminarios y talleres internacionales, diplomados y maestrías, incorporando nuevas formas como los cursos a distancia y el desarrollo de materiales docentes en soporte electrónico como los hipertextos. Se ha nutrido de un grupo numeroso de profesionales y técnicos jóvenes que unidos al colectivo de profesores e investigadores de mayor edad y experiencia conforman una pirámide que aspira a garantizar el desarrollo futuro de la institución.

Las responsabilidades específicas asignadas por la Dirección de nuestro Ministerio en el área de la Salud Ambiental, la Vigilancia Epidemiológica, el Programa de Control de Enfermedades Crónicas se desarrollan con eficiencia y son parte esencial del Plan de Trabajo a corto, mediano y largo plazo. Múltiples proyectos de investigación han obtenido, por su calidad, financiamiento de organismos y organizaciones internacionales con el consiguiente incremento del intercambio científico-técnico y el flujo económico que ha permitido que en la actualidad el Instituto se autofinancie en un 70 % y la ayuda en equipos, materiales e información al INHEM y a las provincias y municipios donde se ejecutan estos proyectos. La OMS le concedió en 1995 la categoría de Centro Colaborador en el área de la Salud y la Vivienda y el colectivo laboral ostenta la condición de Vanguardia Nacional.

Tomando como punto de partida la etapa actual de desarrollo de nuestro Instituto, los recursos humanos con que cuenta, y la proyección futura de su trabajo quisiera reflexionar sobre cómo interpreto el legado de Carlos J. Finlay en correspondencia con las realidades de hoy.

La vida de Finlay nos enseña que en el logro de un objetivo científico, en la confirmación de una teoría correctamente elaborada y sustentada y en la ejecución de una actividad a la que uno se entrega con pasión y dedicación no hay obstáculo material ni de ninguna otra índole que no pueda ser superado, aun a expensas de cuestionamientos, incomprensiones y actitudes mediocres.

Finlay demostró con su seriedad, solidez científica y desinterés que un verdadero hombre de ciencia permanece enhiesto, seguro y confiado de que su verdad se abrirá paso y no hay cabida para el desaliento y la frustración cuando uno se sabe poseedor de esa verdad.

La vida de este hombre nos enseña que la fidelidad, la colaboración desinteresada, y la escala de valores éticos y morales son un valladar infranqueable para los oportunistas, mediocres, timoratos y seudocientíficos.

Su trayectoria nos está convocando a una enérgica posición de lucha, a enfrentarnos con la solidez de nuestra formación profesional y política a cualquier obstáculo que se nos presente, a tener como aval principal el resultado del trabajo cotidiano con modestia y humildad, a no detenernos en la inútil contemplación de los problemas sino a formar filas frente a ellos y no dejar grietas por donde puedan introducirse falsos valores emanados del egoísmo, la vanidad y la superficialidad.

Es cierto que las características de los momentos actuales y del futuro más o menos inmediato, en que desarrollamos nuestra actividad científica está plagada de carencias y escasez pero también es cierto que contamos con una reserva incalculable de experiencias, calidad humana, espíritu de entrega y sacrificio, dedicación y energías que van mucho más allá de lo que en ocasiones nosotros mismos imaginamos.

Finlay nos enseña que no puede haber cabida para el desaliento y el abandono de la lucha por difícil que ésta sea.

Nos está convocando a seguir en nuestra trinchera de combate, aferrados a nuestras convicciones y principios, nutridos de una identificación total con la responsabilidad que se nos ha entregado, comprometidos y apoyados, por tantos hombres de ciencia, que como el, a lo largo de nuestra historia y hasta nuestros días son fuente permanente de inspiración, avocación y llamado continuo a la batalla por la salud, la felicidad y el bienestar de nuestro pueblo.

Nuestro más sincero agradecimiento a la Academia de Ciencias de Cuba por este inmenso honor, al permitirnos pronunciar esta Oración Finlay que quedará en la mente de todos los trabajadores del INHEM como parte integrante de su historia laboral.

No defraudaremos nunca la confianza que se ha depositado en nosotros. Mucho nos queda por andar y hacer, pero lo haremos. Un compromiso eterno ante su memoria como expresión de gratitud de los trabajadores del INHEM por su generosidad, su vida, sus enseñanzas y su obra.

Muchas gracias.

 

1 Director del Instituto Nacional de Higiene, Epidemiología y Microbiología.

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