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Revista Cubana de Higiene y Epidemiología

versión impresa ISSN 0253-1751versión On-line ISSN 1561-3003

Rev Cubana Hig Epidemiol v.43 n.1 Ciudad de la Habana ene.-abr. 2005

 

Historia

Facultad de Ciencias Médicas "10 de Octubre"

El pensamiento preventivista en José Martí

Dr. Gabriel José Toledo Curbelo1

Resumen

Con el empleo de los métodos de la investigación histórica se realizó una búsqueda en las Obras Completas de José Julián Martí y Pérez acerca de su pensamiento relacionado con la salud, y se encontraron suficientes citas textuales que permitieron enmarcarlo como uno de los más grandes pensadores sanitaristas de su tiempo, pues incursionó en todos los campos de la higiene, la epidemiología y, en sentido general, de la salud pública, la cual comprende, entre sus partes integrantes, todas las ciencias de la salud. Su aporte se hizo más brillante cuando analizó cuál era la verdadera medicina, a la que denominó Higiene. Se demuestra, mediante el análisis de toda la producción literaria de Martí relacionada con el campo de la salud, la profundidad con que él analizó los problemas de la pobreza y la miseria de los pueblos latinoamericanos y cómo, de una manera brillante, los relacionó con la enfermedad y con la muerte. También se demuestra que Martí fue un precursor en Latinoamérica del planteamiento de la responsabilidad del Estado en la preocupación y en la solución de los problemas de salud-enfermedad de sus pueblos. Terminamos esta búsqueda con unos de sus versos donde, haciendo gala de su fervoroso patriotismo, comparó a los médicos españoles que él conoció con los médicos cubanos.

Martí, uno de los más grandes pensadores del siglo XIX

Si le preguntamos a cualquier cubano, independientemente de su nivel cultural, qué conoce acerca de la vida de José Julián Martí y Pérez, tal vez nos mire extrañado, porque para él no sería comprensible que alguien desconociera a la figura más grande de Cuba en el siglo XIX. Seguramente nos manifestaría que fue un gran poeta, que escribió magníficos versos sencillos, poemas muy llenos de inspiración y de patriotismo, y tal vez nos pondría como ejemplo "Los zapaticos de Rosa", "La niña de Guatemala" o "La rosa blanca".

Cualquier cubano nos diría que fue un gran prosista u orador, y nos explicaría que pronunció maravillosos discursos como "Prado para los pinos nuevos" o "Con todos y para el bien de todos", dirigidos a los cubanos que tuvieron que emigrar a los Estados Unidos para tratar de subsistir.

Sin dudas, todos conocen que fue un gran maestro y un eminente pedagogo, un traductor talentoso, un políglota, un literato de altura, quien dejó obras imperecederas para adultos y niños. Baste recordar su célebre obra "La edad de oro", que escribiera para los niños de América; fue novelista. Recordemos "Abdala" y "La niña de la flecha de oro; también periodista, que inundó con sus enjundiosos artículos los rotativos de los Estados Unidos y de muchos países latinoamericanos, como México y Argentina. Fue un gran estadista, un político audaz y visionario, quien legó para la posteridad las bases de su Partido Revolucionario Cubano y el Manifiesto de Montecristi. En resumen fue, ante todo, un revolucionario cabal en su tiempo y para todos los tiempos.

Martí fue uno de los más grandes pensadores del siglo XIX y de los más profundos filósofos humanistas que dio nuestro país en su momento histórico. Cultivó el panamericanismo, y junto a Francisco de Miranda y a Simón Bolívar soñó siempre con la unión latinoamericana como un solo país, desde el Río Bravo hasta la Patagonia, por su origen, su lengua y su historia.

Fue además un gran patriota cubano que desde su más temprana edad supo poner su alma justiciera frente a cualquier sentimiento opuesto. Recordamos la anécdota de sus años de estudiante (tenía entonces solo 16 años) cuando le envió una carta a un compañero de estudios quien, a pesar de haber nacido cubano como él, se había enrolado con los españoles como voluntario, cuya conducta Martí acusó de apostasía. La misiva llegó a las manos de ellos, lo que le valió una condena por los tribunales peninsulares por motivo de infidencia. De este modo, conoció los rigores del presidio político en Cuba en la finca "El Abra", en Isla de Pinos, y luego los del destierro, en España.

Cuánta grandeza hubo en Martí, hombre capaz de todos los sacrificios frente a su familia querida (madre amantísima, padre recto y justo y hermanas a quienes idolatraba), su matrimonio, su hijo a quien quería entrañablemente, su posición, su carrera brillantísima. Todo lo supo dar por la libertad de su patria quien, al decir del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, fue el autor intelectual del asalto al Cuartel Moncada, al referirse a él en su célebre alegato "La Historia me Absolverá", como el máximo impulsor de la Generación del Centenario aquel 26 de Julio del año 1953.

Martí significó para nuestra patria el hombre-faro que iluminó con luces seguras el camino hacia la libertad, la independencia absoluta sin otros amos ni banderas, la soberanía indiscutible, la dignidad plena, el decoro y todo lo que truncó el imperialismo norteamericano al intervenir en Cuba a finales del siglo XIX, cuando ya estaba prácticamente derrotado el régimen colonialista español que nos explotó durante casi 400 años, hasta que la Revolución triunfante se hizo realidad en la alborada del primero de enero del año 1959.

Pero hay una arista del más grande pensador latinoamericano del siglo XIX que no es muy conocida por la mayoría de los cubanos, incluyendo a los médicos de la actualidad. Se trata del pensamiento preventivista de Martí, de su proyección en el campo de la salud pública, de su visión sobre los problemas de salud que aquejaban a los pobres de los países de nuestra América india, española, mestiza y africana; a los trabajadores humildes de los hambreados pueblos latinoamericanos, donde él también incursionó con su pensamiento ágil y fecundo, que supo sembrar en casi todos los terrenos de la política, la administración, el Estado, las artes y las ciencias, sobre todo las ciencias médicas, donde se proyectó con palabras que son válidas tanto para aquellos tiempos en que las escribió hace casi 130 años, como para la actualidad.

En cuanto a la responsabilidad del Estado en la solución de los problemas de salud y de miseria de nuestros pueblos, Martí representa uno de los pioneros en el continente americano que relacionaron la miseria y la pobreza con la salud y la enfermedad. En este sentido afirmó lo siguiente:

"No es bueno que el ayuntamiento desdiga a los que le recuerdan su deber. Es que en los barrios pobres, en que la muerte vestida de miseria está siempre sentada en los umbrales de las casas, la muerte toma ahora una forma nueva; se exhalan miasmas mortíferas de la capa que cubre cenagosas extensiones de agua; respirase como cuando el aire pesa mucho, o cuando falta mucho aire, y este pobre pueblo nuestro, tan débil ya por su hambre, su pereza y sus vicios, sufre más con los estragos de esa muerte vagabunda, que vive errante y amenazadora en todas las pesadas ondulaciones de la atmósfera. No es que la prensa se querella por hábito o manía; es que mueren más los pobres por el descuido incomprensible del Ayuntamiento. No es esta la cuestión fácil que pueda desentender el municipio: es cuestión de vida, gravísima, inmediata, urgente".

Martí se hallaba entonces en Ciudad de México, y allí se encontró con los problemas de la higiene de la ciudad. Identificó perfectamente la miseria, la pobreza que abatía a los pueblos de Latinoamérica y las gravísimas situaciones que tenían que enfrentar y que él veía en los miasmas mortíferos que exhalaban las capas que cubrían grandes extensiones de agua (se refería al lago de Texcoco) y en la calidad del aire, que era materialmente irrespirable, y relacionaba estos problemas con la muerte vagabunda que se enseñoreaba "en este pueblo nuestro" (Martí consideraba al pueblo mexicano como nuestro al sentirse él parte de la gran patria latinoamericana). Véase como Martí, al igual que lo hiciera el médico alemán Wolfgang Thomas Rau, quien escribió un libro titulado "Consideraciones acerca de la utilidad y necesidad de un reglamento para la policía médica de un estado", publicado en 1764, Villerme en Francia, Max von Pettenkofer, Johan Peter Frank, quien publicó una monumental obra en 8 tomos, titulada "Un sistema completo de policía médica", de 1779 a 1821 (Delgado García G. Trabajo inédito, presentado en el acto por el 90 aniversario de la fundación del Ministerio de Salud Pública, celebrado en el salón "Camilo Cienfuegos", del MINSAP, el 18 de octubre de 1999), Virchow y Neubauer, quienes preconizaron el papel del Estado en la solución de los problemas de salud del pueblo, en el siglo XIX en Alemania, y más tarde Henry Sigerist y Milton Terris en los Estados Unidos de Norteamérica, en pleno siglo XX, consideraba al Ayuntamiento (representante del Estado) como responsable por todos los padecimientos existentes, pero se anticipó a muchos pensadores de Latinoamérica al responsabilizar al Estado en el cuidado y preservación de la salud de nuestros pueblos, y aludía a quienes estimaba responsables de este panorama de muerte y de miseria que contemplaban sus ojos, lo que se pone de manifiesto en el siguiente párrafo:

"¿Por qué en el centro de la ciudad (se refería a Ciudad de México), donde los aires puros no corren fácilmente, repugnan a los ojos y estorban a la respiración y se aspiran elementos dañosos en los miasmas que se desprenden de las extensiones de aguas estancadas, cubiertas por una capa verde de sustancias corrompidas? Daña tener que ocuparse con esto, como daña a la reputación del Ayuntamiento no haberse ocupado en ello ya".

Identificó las condiciones de miseria, como la causa de la mortalidad, y las condiciones del medio ambiente como condicionantes, tal y como lo señaló Hipócrates en el año 460 a. n. e. y su participación fue decisiva en el proceso salud-enfermedad, mientras indicó el deber de los funcionarios públicos y de las instituciones representativas de ocuparse y dar atención a estos problemas graves que afectaban a la comunidad.

En el año 1882, Martí esbozó su idea principal, genial, que encerró la más acabada concepción sobre su pensamiento indiscutiblemente preventivista:

"El arte de curar consiste más en evitar la enfermedad y precaverse de ella por medios naturales, que en combatirla por medios violentos e inevitablemente dañosos para el resto del sistema, cuyo equilibrio es puesto a contribuir en beneficio del órgano enfermo. La higiene va siendo la verdadera medicina, y con un tanto de atención, cada cual puede ser un poco médico de sí mismo. Debía hacerse obligatoria la enseñanza de la higiene en las escuelas públicas".

Martí no fue el primero en destacar que era mejor prevenir que curar. Hay referencias de que en la medicina china de la más remota antigüedad ya se hablaba en estos términos y también existen referencias de que en el mismo sentido se pronunciaron los primeros médico filósofos de la Grecia antigua; se desconoce si él tuvo acceso a estos escritos, pero de todas formas se cree que la profundidad de su pensamiento preventivista, expresado en el año 1882, lo acerca incuestionablemente a los pensadores contemporáneos más avanzados, y con su frase "cada cual puede ser un poco médico de sí mismo", se acerca a algunos investigadores de los temas avanzados de salud latinoamericana, que insisten en abogar en contra de la extrema medicación que está teniendo la atención médica en estos últimos tiempos, al incorporar las nuevas técnicas que proliferan en las sociedades de consumo y el crecimiento desenfrenado del arsenal de drogas prodigiosas, que a veces se ponen a la venta sin las consiguientes pruebas previas de inocuidad.

En agosto de 1883, mientras se encontraba en New York, Martí publicó de nuevo en el diario "La América" un artículo titulado "Abono: La sangre es un buen abono" donde abordó de nuevo el concepto expresado en 1882:

"La verdadera medicina no es la que cura, sino la que precave: la higiene es la verdadera medicina. Más que recomponer los miembros desechos del que cae rebotando por un despeñadero, vale indicar el modo de apartarse de él".

En este artículo él volvió a insistir en su concepción de que la verdadera medicina es la higiene (en ese entonces desconocía la existencia de la epidemiología, la cual había emergido como ciencia en 1854 con los trabajos del Dr. Jhon Snow, en Londres, y se consolidó como tal solo a finales del siglo XX) y destacó la importancia que tiene la enseñanza de reglas y normas de higiene en las escuelas públicas de nuestras naciones, cuando el niño está en plena formación de sus hábitos y de su carácter. En relación con esto, expresó:

"Se dan clases de geografía antigua, de reglas de retórica y de antañerías semejantes en los colegios: pues en su lugar deberían darse cátedras de salud, consejos de higiene, consejos prácticos, enseñanza clara y sencilla del cuerpo humano, sus elementos, sus funciones, los modos de ajustar aquellos a estos, y ceñir estas a aquellos, y economizar las fuerzas, y dirigirlas bien, para que no haya después que repararlas".

En septiembre de 1883 escribió un artículo para el diario "La América" titulado "Congreso Forestal", mientras se encontraba en Nueva York, Estados Unidos de Norteamérica, donde reafirmó sus concepciones ya expresadas en sus artículos de 1882 y agosto de 1883: "mejor es evitar la enfermedad que curarla. La verdadera medicina es la que precave".

Al reiterar en 3 ocasiones distintas y en diferentes momentos del tiempo las mismas concepciones, nos parece que Martí tenía una concepción muy clara sobre la medicina y quiso dejarla bien explicitada como para que no fuesen tergiversadas sus ideas.

Pero su genio, visionario como ningún otro, le permitió en 1883 acercarse a la demostración que realizaron en Londres, en la década de los años 50 del siglo pasado, Richard Doll y Austin Bradford Hill sobre el papel de fumar cigarrillos (taquismo) en la etiología del cáncer del pulmón. Él se expresó en el diario "La América", en un artículo titulado "Observaciones sobre el hábito de fumar cigarrillos de papel", en septiembre de 1883, como sigue:

"La costumbre que se va haciendo cada vez más generalizada de fumar incesantemente cigarrillos de papel es muy poco menos dañina, aunque de una manera sutil y poco sensible, que el hábito de tomar tragos de alcohol entre las comidas. Quizás no sea muy grande la cantidad de tabaco consumido, pero no hay dudas de que el volumen de humo a que están expuestos los órganos respiratorios del fumador y las propiedades de ese humo respecto a la proporción de nicotina introducida en el sistema, se combinan para poner el sistema completamente bajo la incidencia del tabaco. Hemos tenido conocimiento en estos últimos meses de un número considerable de casos, que en muchachos jóvenes que no habían alcanzado aún su completo desarrollo físico, han visto su salud seriamente alterada por el hábito de fumar incesantemente cigarrillos de papel. Conveniente es que estos hechos se sepan, pues es evidente que prevalece la idea de que, cualquiera que sea su número, estas bocanadas de humo no pueden ser dañinas en lo más mínimo, cuando al contrario, producen con frecuencia mucho daño".

Él no sabía de los más de 400 compuestos químicos diferentes que hay en el humo del cigarro, ni del poder cancerígeno, demostrado sólo años después, de muchos de estos compuestos, pero intuyó magistralmente su poder dañino, sobre todo para la juventud, al señalar que este actuaba de forma sutil y menos sensible que el mal hábito de ingerir bebidas alcohólicas, al cual también se refirió en el mencionado artículo.

En el año 1883, preocupado por los problemas del cólera que azotaba en ese entonces al continente americano, escribió una crónica para el diario "La Nación", de Bueno Aires, Argentina, donde describió los efectos del cólera, sobre todo en la población infantil, a la vez que fustigó de nuevo al Estado, a quien hizo responsable de los grandes males que afectaban a los pueblos de América, y el deber de éste en su solución.

El problema del cólera y el drama social fueron retomados de nuevo por Martí en 1884, cuando los mencionó en los siguientes términos:

"Allí, como en los maizales jóvenes al paso de la langosta, mueren los niños pobres en centenas al paso del verano. Como los ogros a los niños de los cuentos, así el choliera infantum les chupa la vida; una boa no los dejará como el verano de Nueva York deja a los niños pobres, como roídos, como mondados, como vaciados y enjutos. Sus ojitos parecen cavernas, sus cráneos o cabezas calvas de hombres viejos; sus manos, manojos de hierbas secas. ¡y digo que este es un crimen público, y que el deber de remediar la miseria innecesaria es un deber del Estado!".

En relación con los elementos que caracterizan a la epidemiología contemporánea, hay uno que era muy debatido en esos momentos y coincide con lo expresado por el Dr. Carlos J. Finlay y de Barré en 1881 en su ya célebre trabajo titulado "El mosquito hipotéticamente considerado como agente transmisor de la fiebre amarilla", presentado en la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, donde plantea la teoría metaxénica de la transmisión de las enfermedades a través de insectos chupópteros (hematófagos). Pues bien, Martí incursionó también en este campo, con su artículo "Insectos", publicado en el periódico "La América", en New York, Estados Unidos de Norteamérica, en enero de 1884, donde dijo:

"Sábese que los insectos son portaepidemias. Es corriente entre los médicos la creencia de que los mosquitos y otros animalillos de su especie transmiten y diseminan las enfermedades contagiosas. Un buen médico de Georgia publica ahora hechos que estima pruebas de la agencia activa de los mosquitos e insectos semejantes en el desarrollo de la fiebre amarilla. Él aboga porque los actuales cordones sanitarios imperfectos, por entre cuyas filas y sobre cuyas zonas vuelan ahora los diminutos y poderosos agentes de la fiebre, se completen con la creación de cordones de fuego que detengan el paso a los funestos mensajeros".

Es decir, que al parecer Martí ignoraba los planteamientos del Dr.Finlay en 1881, y todos los trabajos investigativos realizados por este para demostrar su teoría, y publicó un artículo en el que trataba de un médico de Georgia (se desconoce a quién se refería), y abogaba por sus indicaciones en relación con los cordones sanitarios, que él estimaba debían ser cordones de fuego en vez de simples cordones sanitarios que detenían el paso de las gentes, pero no el de los minúsculos mosquitos y otros animalillos de su especie. Estamos seguros de que de haber conocido los trabajos del Dr. Finlay, habría hecho referencia a los trabajos del ilustre sanitarista cubano.

La higiene del trabajo, hoy denominada salud de los trabajadores, no escapó a la mente inquisitiva de Martí, y así vemos como este, en su artículo "La exhibición sanitaria", aparecido en el año 1884 en el diario "La América", de Nueva York, Estados Unidos de Norteamérica, escribía lo siguiente:

"No se puede ver a un obrero de estas grandes ciudades sin sentir lástima, respeto y cariño. ¡padecen tanto!, ¡gastan tanta fuerza!, ¡la reparan tan mal!, ¡gozan tan poco! Para comenzar no tenemos tiempo, sino apenas para aunciar cuánto hay de nocivo a la salud y a la inteligencia en ciertos oficios, y el modo en que se puede remediarlo; cuánto es necesario tenerlo en cuenta para evitar catástrofes en las fábricas y en las minas, y para hacer menos ingrato el trabajo en unos y en otras (…) cómo puede ventilarse, sacando de él el aire viciado o destruyendo sus elementos nocivos (...) cómo librarse de unos y otros daños, y cómo proteger los ojos, que tanto sufren en estas labores, y aliviar el calor excesivo".

En este artículo él se refirió a las condiciones infrahumanas en que trabajaban los obreros newyorkinos de las fábricas y de las minas, con calor, soportando el aire viciado que respiraban. También hizo referencia a la necesidad de proteger los ojos; en una palabra, Martí se nos reveló en esta cita como un gran conocedor de la higiene del trabajo.

Con respecto a la nutrición y la higiene de los alimentos y su relación con la salud de las personas, expresó en el mismo artículo:

"Comer bien, que no es comer ricamente, sino comer cosas sanas, bien condimentadas, es necesidad primera para el buen mantenimiento de la salud del cuerpo y de la mente".

Como puede verse, él también se adentró en el difícil camino de la nutrición humana y la higiene de los alimentos, al recomendar que no se debía comer ricamente, es decir, no se debería comer mucho, sino comer cosas sanas, y recalcó que esto constituía la primera necesidad del cuerpo y de la mente para el buen mantenimiento de la salud.

En relación con la higiene escolar, también dejó escrito en el mismo artículo para el diario "La América" la siguiente frase, donde se nos revela como un profundo conocedor de los males que aquejaban a la escuela primaria en ese momento en Nueva York:

"(…) en la cual se ve cómo ha de ser esta en espacio, ventanas y muebles, para que no empobrezca con su aire viciado y con la larga sesión en bancos incómodos la naturaleza física de los niños que en la escuela se instruyen y necesitan tanto de buen aire como de buenos libros".

Es de destacarse que él analizó cuidadosamente cómo ha de ser la escuela para que a los niños no se les dañen sus tiernos órganos, la ventilación, el espacio para cada uno de ellos, la comodidad de los pupitres o bancos para sentarse, y señaló la necesidad de que haya tanto buena ventilación como buenos libros.

Respecto a la práctica del ejercicio físico como condición plena del disfrute de una buena salud, escribió:

"En estos tiempos de ansiedad de espíritu, urge fortalecer el cuerpo que ha de mantenerlo en las ciudades, sobre todo donde el aire es pesado y miasmático, el trabajo excesivo, el placer violento y las causas de fatiga grandes. Se necesita asegurar a los órganos del cuerpo, que todas estas causas empobrecen y lastiman, habitación holgada en un sistema muscular bien desenvuelto, nivelar el ejercicio de todas las facultades para que no ponga en riesgo la vida el ejercicio de una sola, y templar con un sistema saludable la circulación de la sangre, y con la distribución de la fuerza en el empleo de todos los órganos del cuerpo, el peligro de que toda ella se acumule, con el mucho pensar, en el cerebro, y con el mucho sentir, en el corazón y den la muerte".

"A los niños, sobre todo, es preciso robustecer el cuerpo, a medida que se robustece el espíritu. Bien se sabe lo que dijo el latino: ha de tenerse alma robusta en cuerpo robusto (mens sana in corpore sano)".

Creo que no merece otro comentario su alusión a la práctica del ejercicio físico como mecanismo para poseer una mente sana en un cuerpo sano. En cuanto a esto, nada es más verdadero que estas palabras de Martí.

Hubo una época, a principios de nuestra Revolución, en que en los centros de trabajo, escuelas, fábricas e industrias se detenía el trabajo que se estaba realizando para hacer fisminutos o sea hacer ejercicios físicos ligeros, para cambiar de trabajo brevemente y para poner en circulación la sangre, con lo cual se obtenía lo que él nos planteaba, con su visión de futuro, en 1883.

En relación con la práctica de la medicina, o sea, la atención médica que se brinda a quienes demandan un servicio, Martí escribió los siguientes versos:

Vino el médico amarillo
a darme su medicina,
con una mano cetrina
y la otra en el bolsillo...

Yo tengo allá en el rincón
a un médico que no manca
con una mano muy blanca
y otra mano al corazón…

Creo que nada más elocuente que esta concepción de Martí en relación a como debía ser un médico. En ella él nos habla, con todo su fervor patriótico, de las diferencias entre el médico español, que con una mano verdeamarillenta, melancólica, venía a dar su medicina, teniendo la otra extendida para pedir el dinero (la mano en el bolsillo) y por otro lado el tenía al médico cubano, que no hacía daño (no mancaba), con una mano blanca (encarnaba la pureza) y se llevaba la otra al corazón, indicando la nobleza de espíritu y el desinterés con que brindaba sus servicios.

En conclusión, hemos realizado un breve recorrido por la obra de José Martí Pérez, gestor de la epopeya independentista de 1895, apóstol de nuestra independencia y Héroe Nacional de la República de Cuba, tratando de encontrar la esencia de su pensamiento preventivista, y la hemos hallado. Hemos visto cómo Martí incursionó en la higiene en todas sus manifestaciones (urbana y rural, del trabajo, escolar, de la nutrición y de los alimentos), en la epidemiología, en su concepción sobre el Estado como máximo responsable por la salud de sus pueblos y en su brillante concepción de lo que, según él, debía ser la verdadera medicina, es decir, la que precave: la higiene.

Summary

José Martí's preventive thinking

A search of José Julián Martí Pérez's thinking related to health was made in his Obras Completas by using methods of historical research. Enough textual quotations were found allowing to consider him as one of the greatest health thinkers of his time, since he explored all the fields of hygiene, epidemiology and, in general sense, of public health, which comprises among its component parts all the health sciences. His contribution became brighter when he analyzed what real medicine was, which he called Hygiene. By analyzing all the literary production of Martí concerning the health field, it is proved the deepness with which he studied the problems of poverty and misery of the Latin American countries and how, in a brilliant way, he related them to disease and death. It is also showed that Martí was a precursor in Latin America on stressing the responsibility of the State as regards the preoccupation and solution of the health-disease problems of its peoples.We conclude this search with one of his verses, where showing his fervent patriotism, he compared the Spanish doctors he met with the Cuban doctors.

 

Bibliografía consultada perteneciente a las Obras Completas de José Martí:

  1. Artículo publicado en la revista "Universal de México" el 4 de septiembre de 1875. t 6. La Habana: Editorial Ciencias Sociales;1991:332.
  2. Artículo publicado en el diario "La América", de Nueva York, en mayo de 1882. t 23. La Habana: Editorial Ciencias Sociales;1991:286.
  3. Abono. La sangre es un buen abono. Artículo publicado en el diario "La América". t 8. La Habana: Editorial Ciencias Sociales;1991:298.
  4. Congreso Forestal. Artículo publicado en el diario "La América" en septiembre de 1883. t 8. La Habana: Editorial Ciencias Sociales;1991:302.
  5. Artículo publicado en el diario "La Nación", de Buenos Aires, Argentina, en 1883. t 9. La Habana Editorial Ciencias Sociales;1991:458-9.
  6. Artículo publicado en el diario "La América". t 13. La Habana: Editorial Ciencias Sociales;1991:488-9.
  7. La exhibición sanitaria. Artículo publicado en el diario "La América" en 1884. t 8. La Habana: Editorial Ciencias Sociales;1991:437-8.
  8. Artículo publicado en el diario "La América" en 1883. t 8. La Habana: Editorial Ciencias Sociales;1991:389.
  9. Reflexiones sobre la práctica de ejercicios físicos. La Habana: Editorial Lex. 1953;2:1356.

Recibido: 2 de julio de 2004. Aprobado: 19 de diciembre de 2004.
Dr. Gabriel José Toledo Curbelo. Facultad de Ciencias Médicas 10 de Octubre. Ciudad de La Habana, Cuba.

1 Profesor De Mérito. Profesor Consultante. Doctor en Ciencias Médicas.

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