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Estimado Editor:
Cada año, diciembre marca una etapa de júbilo para todas las naciones del mundo; pero el del año 2019 fue totalmente diferente. Iniciaba una de las crisis sanitarias más devastadoras que la humanidad hubiese atravesado hasta la fecha. Primero en China y luego se esparciría de forma brutal hacia otras latitudes. Surgía la pandemia causada por el inicialmente coronavirus nCoV-2, posteriormente catalogado como el SARS-CoV-2, responsable de la COVID-19.1 Una pandemia que desde sus inicios logró modificar con su efecto negativo todos los sistemas sociales en todo el planeta y conllevó a una parálisis férrea y potencialmente restrictiva que cambió los modos y estilos de vida de prácticamente la totalidad de todas las comunidades internacionales. Sí, una detención en el tiempo que desestabilizó y aún resquebraja la economía, la cultura, la vida social y el desarrollo en general de todas las esferas involucradas incluyendo el colapso de los sistemas de salud y los mecanismos adaptativos de la población ante la crisis generada. Muchos han sido los episodios de trastornos emocionales, afectivos e inclusive depresivos experimentados por individuos y asentamientos poblacionales.
Definitivamente, la historia en términos literales se detuvo; pero no por primera vez, no es excepcional su suspenso. Otras crisis en la humanidad se han generado con anterioridad,2 sin embargo, en cada época se han creado las condiciones para afrontar la adversidad, la vicisitud, el miedo, la desesperanza. Quien no recuerda la gripe española,3 primera gran pandemia del siglo xx provocada por la influenza A H1N1, cuántas personas fallecieron, cuánto se aprendió de los errores y cuánto se .y cuánto se proyectó para preparar a los organismos sanitarios ante esa situación epidemiológica que se asemeja a la actual crisis que enfrentamos.
La raza humana destruye deliberadamente el ambiente natural, sacrifica la naturaleza y la lastima con sus ansias de desarrollo sin fronteras, con sus discriminadas guerras y su proyecto mercantilista. Sin embargo, agentes biológicos microscópicos, imperceptibles al ojo humano y provenientes del medio ambiente logran con su virulencia y transmisibilidad detener a un mundo entero, a una sociedad globalizada sin importar raza, sexo, posición social y región donde habiten. Cuánta furia se cierne en la Tierra, cuánto amor se deja de brindar, cuánta tristeza se esparce, cuánta diferencia y guerra se siembra; y ¿para qué? Simplemente, esto no nos hace fuertes sino débiles. La naturaleza autodestruye lo que la hiere. La COVID-19 ha llegado para mostrarnos cuán susceptibles somos y cómo fortalecernos ante la negatividad imperante.
La historia no puede detenerse, no puede resquebrajarse, la sociedad debe seguir adelante, limar asperezas, crear condiciones para derrocar la pandemia que nos afronta cada día y que continúa despiadadamente causando miles de decesos por jornada. No importan las restricciones, tenemos el poder inmenso e indetenible de buscar alternativas, idear soluciones. Tenemos un mundo digital que nos acompaña, que, si se usa cabalmente y para el bienestar de todos podemos cambiar estilos negativos de vida, cambiar formas de pensar y llevar a cabo las acciones de prevención y promoción de salud. Y eso, ya está dando sus frutos, por ejemplo, en Cuba, el control epidemiológico se ejecuta diariamente, se llevan a cabo un accionar estratégico, fortuito y muy productivo y se exhibe una tasa de letalidad muy baja en relación con otros países desarrollados. En Cuba, no ha muerto un niño, no ha muerto una embarazada y la recuperación es de 89,5 % hasta la información del 7 de diciembre de 2020 según cifras estadísticas del Minsap.4 La difusión masiva por radio, televisión y las nuevas tecnologías de la información de los tópicos relacionados con el SARS-CoV-2 preparan a la población, le brindan instrucción, promoción y cultura general al respecto.
En Cuba, la historia no ha retrocedido, no hay quietud, no hay suspenso; pero sí existe dinámica, progreso, revolución, solidaridad, humanidad y sobre todo, amor hacia el prójimo. En Cuba, la vida y el bienestar de sus pobladores es tarea imprescindible de su sistema socialista. Que no quepa duda alguna que juntos lograremos cambiar el curso de esta oleada pandémica; juntos derrocaremos las fronteras y saldremos adelante, sin detenernos preservando nuestra identidad y nuestras raíces histórico-culturales.
