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Revista Médica Electrónica

versión On-line ISSN 1684-1824

Rev.Med.Electrón. vol.37 no.3 Matanzas Mayo.-jun. 2015

 

ARTÍCULO HISTÓRICO

 

Un acercamiento a la labor científica de Carlos de la Torre y Huerta

 

An approach to the scientific work of Carlos de la Torre y Huerta

 

 

MSc. Eneyda Secada Cárdenas,I MSc. Ciria Zulema Cárdenas González,I Lic. Luis Secada Cárdenas,II MSc. Libertad Manuela Escobar Blanco,IIILic. Leysa Buides Secada,IV MSc. Odalis Marisela Fernández AlfonsoV
 
I Facultad de Ciencias Médicas Dr. Juan Guiteras Gener. Matanzas, Cuba.
II Dirección Provincial de Salud. Matanzas, Cuba.
III Centro Provincial de Información de Ciencias Médicas Laudelino González González. Matanzas, Cuba.
IV Universidad de La Habana. La Habana, Cuba.
V Filial Tecnológica de la Salud “27 de Noviembre”. Matanzas, Cuba.

 

 


RESUMEN

El presente trabajo abordó la figura de Carlos de la Torre y Huerta, ilustre matancero que contribuyó al desarrollo científico de su ciudad natal, de Cuba y del mundo, dejando un legado a las nuevas generaciones, por su destacada labor revolucionaria, pedagógica y científica.

Palabras clave: labor científica, Carlos de la Torres y Huerta, Cuba.


ABSTRACT

The current works deals with the figure of Carlos de la Torre y Huerta, an illustrious citizen of Matanzas, who contributed to the scientific development of his natal city, Cuba and the whole world, leaving behind a legacy to the new generations. He stands out because of his revolutionary, pedagogical and scientific work.

Key words: scientific work, Carlos de la Torre y Huerta, Cuba.


 

 

INTRODUCCIÓN

Para la segunda mitad del siglo XIX, a pesar de la evidente crisis del sistema de plantación en Cuba, a Matanzas le correspondía el 37 % de las instalaciones azucareras de la región occidental y el 29,3 % de la del país, con una producción que representaba el 55,6 % de la colonia, lo que representaba un gran despegue económico.

Con respecto a la educación, en la ciudad se hallaba el colegio “La Empresa”, que ejerció una influencia decisiva en la formación de la juventud criolla matancera, no solamente con una refinada cultura, sino también por el amor patrio que inculcaba a sus educandos. Fue en este colegio donde Carlos de la Torre y de la Huerta ingresó a cursar sus primeras letras, donde su padre ejercía la docencia, hasta su clausura por parte de las autoridades españolas, al considerarla un foco independentista.

La cultura alcanza en Matanzas su máximo esplendor, siendo la ciudad cabecera el territorio fundamental. Esto es avalado por las distintas publicaciones que comienza a editarse en la ciudad, donde se destaca el periódico La aurora del Yumurí, y la impresión de libros y folletos con los más variados temas.

La constitución del Liceo artístico y literario de Matanzas, el 13 de febrero de 1859, marcaría el inicio del máximo exponente intelectual del territorio. En sus salones acogieron y promovieron no solo manifestaciones que hacían honor a su nombre, sino también la educación, la conciencia y otras ramas, siendo uno de los mayores logros los llamados Juegos Florales, organizados a partir de 1861.

El 17 de febrero de 1860, el director del Liceo, Rafael del Villar, proclamó a la ciudad de Matanzas “La Atenas de Cuba”,(1) designación que, aparte de otras consideraciones, rendía honores al sostenido desarrollo cultural de Matanzas.

Todos estos antecedentes sirvieron de marco para que Carlos de la Torre y de la Huerta comenzara su labor científica, constituyendo esto el objetivo fundamental de la realización del presente trabajo.

 

DESARROLLO

Carlos de la Torre y de la Huerta fue una de las personalidades que contribuyó a forjar la tradición científica de Cuba. En su época, la inclinación por las ciencias debía ser satisfecha por los interesados en ella mediante la realización de esfuerzos adicionales, a los que su ocupación laboral y status social les demandaba a los fines de su sostén o reconocimiento. Solo en muy contados casos disponían, por razones de nobleza o de patrimonio familiar, de la holgura económica necesaria para la utilización libremente de su tiempo para la exploración, la observación o la experimentación.

Otros pocos contaron con el apoyo de amigos o protectores solventes, que cubrieron con su generosidad la escasez de medios del investigador, como sucedió con el caso que nos ocupa, ayudado por la familia de la patriota Marta Abreu.

Como rasgo predominante de la ciencia en su etapa fue la pasión, más que una dedicación, donde la búsqueda del saber era un empeño personal, poco o nada alentado por la mayoría de sus conciudadanos. El acceso al conocimiento era un sacrificio permanente, aunque sin lugar a dudas también un disfrute.

Es preciso apuntar, además, que entre las figuras que se destacaron, hay ejemplos paradigmáticos de estudiosos cubanos con un aporte significativo a la ciencia y sus aplicaciones como cuerpo de conocimiento y expresión sumaria, acreedores de un reconocimiento a su obra que alcanza pleno relieve internacional, como lo fue en las ciencias naturales Felipe Poey y Carlos de la Torre, por citar.

Los ejemplos mencionados confirman la posibilidad y la necesidad de hacer ciencia desde un país pequeño y con recursos propios, que ratifican, además, la validez de llegar a lo universal a través de lo local, pues ciertamente este científico ganó en buena lid un lugar en la ciencia internacional, como resultado de su abordaje de temas de interés.

En la actualidad, la profesión científica se practica en Cuba bajo condiciones distintas —muy superiores— aunque no exentas de limitaciones objetivas. El conocimiento y los métodos científicos son componentes esenciales del sistema educacional, de nuestro dispositivo económico-productivo y de los procesos de organización y dirección social. Figuras como Carlos de la Torre, abonaron el camino para hacer cada día realidad las palabras de Fidel Castro, pronunciaba el 15 de enero de 1960, “[…] vislumbro que el futuro de nuestra patria había de ser necesariamente un futuro de hombres de ciencia, de hombres de pensamiento”.(2)

La vida y obra de esta personalidad de la ciencia, no constituye un repertorio de hechos aislados, es parte integrante y fundamental de la historia del movimiento científico de Cuba, que permite evaluar, en su justa dimensión, la existencia de una ciencia nacional, desde el propio período colonial, que como antecedente de singular relevancia contribuye a la compresión del papel histórico desempeñado para el movimiento científico del país.

Carlos de la Torre y de la Huerta nació en la ciudad de Matanzas, el 15 de mayo de 1858, iniciando sus estudios en el prestigioso colegio “La Empresa”; más tarde ingresa en Las Normales. A los 10 años ingresó en el Instituto de Segunda Enseñanza de Matanzas, que cierra sus puertas tras el estallido de la Guerra de los Diez Años. Posteriormente, continúa sus estudios en el Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana, donde obtuvo el título de Bachiller en Artes, en 1874.

En el propio año inicia el curso preparatorio de Medicina. Es preciso señalar que en gran medida este desempeñó un papel fundamental en el desarrollo de la ciencia en Cuba, por lo cual ciencia y medicina se identificaban frecuentemente como un concepto común en publicaciones del período. El proceso de enseñanza de esta disciplina, iniciado con la fundación de la Universidad de La Habana, donde ingresa y concluye con notas de sobresaliente en los cursos de Medicina de Farmacia y de Ciencia, y se licenció en Ciencias Naturales en 1881.

Por su exitoso desempeño gana el premio extraordinario para cursos con matrícula gratuita en la Universidad Central de Madrid, matriculando las asignaturas complementarias para el grado de doctor, título que obtuvo en 1883, al presentar la tesis “Distribución geográfica de los moluscos terrestres de la isla de Cuba, en sus relaciones con las tierras vecinas”, temática que continuó desarrollando y configurando en una extensa obra publicada en Cuba y en el extranjero, y por lo cual quedó señalado internacionalmente como uno de los malacólogos más importantes de todos los tiempos.

En diciembre de 1883, por ejercicio de oposición, se le concedió la Cátedra de Historia Natural, Fisiología e Higiene del Instituto de Segunda Enseñanza de Puerto Rico, otorgada por el Consejo de Educación español, puesto que ocupó por poco tiempo, pues enterado de la real orden que autorizaba la entrega de grados de doctor en la Facultad de Ciencias habanera, expedida el 23 de agosto de 1883, se presentó a las oposiciones, ganando con el título, el derecho a ejercer la Cátedra de Anatomía Comparada en el curso 1884-1885, y la de Molusco y Zoofito en 1898.

Además, fue profesor de Geología, Paleontología y Antropología de la Universidad de La Habana, a partir de 1900, así como decano de la Facultad de Letras y Ciencias. En 1920, fungió como rector del alto centro docente.

Alcanzó también los grados de doctor en Farmacia y de doctor en Medicina; por la propia Universidad de La Habana, en 1921 y 1922, respectivamente. En la década de los treinta fue nombrado miembro técnico del Instituto Finlay y director del Departamento de Biología, pero sin lugar a dudas su impronta como reconocido científico naturalista dentro y fuera de Cuba está en la malacología.

Como gran naturalista, cumple con la máxima martiana de “[…] merecer la confianza no es más que el deber de continuar mereciéndolos”.(3) Cuando Francisco Ximeno orienta sus primeros pasos hacia la percepción de la naturaleza, cuando ejercía de maestro en el colegio que había fundado su padre Bernabé de la Torre y Fernández y que llevaba como nombre Colegio San Carlos en su honor, le entregó una carta a Felipe Poey, que además de presentación le sirvió al joven de 15 años para matricular en La Habana su primer curso universitario. Poey, a su vez, lo puso en contacto con Rafael Arango, quien era poseedor de la colección más rica del país y quien se hallaba componiendo una obra dedicada a los moluscos. Arango incluyó en su obra “Contribución a la fauna malacológica en Cuba”, publicada en 1879, dos especies de moluscos nuevos para la ciencia, encontrados por el De la Torre en sus inicios como explorador.

Fue Felipe Poey quien lo presentó como miembro de la Real Academia de Ciencias Medicas, Físicas y Naturales de La Habana, “[…] momento que le permitió cumplir con aquello de que la ciencia está en conocer la oportunidad y aprovecharla”.(3) Otra institución prestigiosa de su época, la Real Sociedad Económica de Amigos del País de La Habana, que también aprecióo su labor científica y que le encargó en 1890 la realización de una expedición a Puerto Rico, Santo Domingo y la región oriental de Cuba, en búsqueda de piezas antropológicas y arqueológicas, como resultado de lo cual pronunció en 1891, una valiosa conferencia en la Real Academia de Ciencias Medicas, Físicas y Naturales de La Habana sobre “Cráneos deformados y objetos arqueológicos descubiertos en las cercanías de Maisí”. En esta última zona estudió, además, la enfermedad de los cocoteros, que asolaba el territorio y descubrió la causa que la padecía.

Durante 1892, reconoció la parte central de la Isla en la zona comprendida desde Cruce hasta Encrucijada, a través de los territorios de Cienfuegos, Santo Clara y Sagua la Grande. Sus observaciones geológicas le permitieron efectuar importantes consideraciones encaminadas a determinar la edad geológica de Cuba. Desde el punto de vista paleontológico, obtuvo valiosos hallazgos, como los restos fósiles del Megalocmus rodens, descubierto en los baños de Ciego Montero, lo que prueba la naturaleza continental de la Isla en el pleistoceno, y de Ammonites, en los baños de Bija, en Cruces, lo cual evidencia la existencia del período jurásico en Cuba.

De la Torre llevó fuera de Cuba su saber científico e intercambió con científicos extranjeros de renombre que se asombraron de su cultura y conocimientos. Viajó por Francia, donde entró en contacto con eminentes científicos como Hamy, Verneaw, Milng-Edward y Terrier. En Inglaterra se gana la admiración de destacadas personalidades como Bendall, Ponsomby y Futlon, quienes lo convierten en consultor del British Museun of Zoology, donde clasifica, resuelve dudas y soluciona problemas, especialmente los relacionados con las especies de caracoles cubanos.

En México mantuvo relaciones con los científicos Dujes, Herrera y Aguilera, a la vez que se desempeñó como profesor en el Liceo Francés de Chihuahua. En los Estados Unidos trabajó en su obra Familia Anmelaridae, y colaboró con el renombrado científico Paul Bartsch, curador de moluscos del Museo Nacional de los Estados Unidos de América, labor que continuaría a lo largo de los sucesivos viajes a ese país.

No solamente en el extranjero se interesaron en su obra científica, sino también extranjeros famosos, como el rey Leopoldo, de Bélgica, quien visitó a Cuba en 1948, mostró interés por su quehacer relacionado con la malacología.

Colaboró en diversas publicaciones científicas nacionales y extranjeras, tales como: la Revista Bimestre Cubano; la Revista Enciclopédica; la Revista de la Facultad de Letras y Ciencias, de la Universidad de La Habana; The Nautilus, de Boston, Proceedings of the National Museum of Natural History, de Washington, entre otras.

Participó en eventos científicos internacionales representando dignamente a Matanzas y a Cuba:

1900 - Exposición Universal de París
1906 – X y XI Congresos Geológicos Internacionales, en México
1910 - VIII Congreso Zoológico, en Austria
1936 - VI, VII y VIII Congresos de la Unión Malacológica Americana, celebrada en Saint Petersburgo, Rusia
1939 - Congreso Científico de Toronto, Canadá

Importantes instituciones científicas cubanas lo tuvo como uno de sus miembros, tales como:

  • La Sociedad Antropológica de la Isla de Cuba
  • La Sociedad Económica de Amigos del País
  • La Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana
  • La Sociedad de Historia Natural Felipe Poey, de la cual fue fundador
  • Sociedad Geográfica de Cuba

De la misma forma, debe ser recordada su cooperación con prestigiosas instituciones científicas extranjeras:

  • Voyageur del Museo de Historia Natural de Jardín de Plantas de París
  • Member de la Societé Zoologique de Francia Corresponding Member de la Academia de Ciencia de Filadelfia
  • Miembro de la Sociedad Española de Historia Natural
  • Socio Honorario de la Academia Chilena de Ciencias Naturales
  • Miembro de la Academia Leopoldina de Naturalistas de Halle, Alemania
  • Presidente de la Unión Malacológica Americana

En total se han registrado más de 14 instituciones extranjeras que contó con su colaboración científica.

Este hombre, a decir de sus contemporáneos, era persona de trato muy afable, sin pretensiones de ninguna clase, sabio naturalista, querido y respetado por todos. Demostró que “[…] confirmar es crear […] que crear es pelear, crear es vencer […].(4,5) Fue objeto de merecidos reconocimientos a sus meritos científicos:

-1901, Francia le concede el Diploma D’Honeur del Institut de Midi.
-1912, Doctor of Sciences Honoris Causa por la Universidad de Harvard.
-1913 es designado Hijo Predilecto de la ciudad de Matanzas
-1935, le otorgan la Gran Cruz de la Orden Nacional Carlos Manuel de Céspedes de la República de Cuba.
-1936, Chevalier de L’Nacionale de la Legión d’ Honeur, de La República de Francia
-1938, Profesor Emérito de la Universidad de La Habana, honor que fue conferido por primera vez a un profesor universitario.
-Doctor Honoris Causa por la Universidad Friedrich Schiller, en Jena, Alemania.
-1938, medalla de oro concebida por la Academia de Ciencias de La Habana, al cumplir 50 años como académico.
-1939, Honory y Member of the Washington Academy of Sciences.
-1946, Hijo Adoptivo de la ciudad de Santa Clara y Miembro Vitalicio del Club Rotario de La Habana.

Como figura científica destacada de su tiempo no fue ajeno a la situación política. En 1890, en la zona oriental del país, se puso en contacto con Fermín Valdés Domínguez, quien se encontraba en labores de propaganda para la guerra que José Martí preparaba para reiniciar la lucha por nuestra verdadera independencia. Se traslada a Francia, cuando inicia dicha contienda y por sus ideas separatistas el gobierno de Weyler pidió su sustitución de la Academia. Pasó a los Estados Unidos puesto a cooperar en las actividades revolucionarias.

Gozó de la amistad de Máximo Gómez y colaboró con él en la formación de un partido político llamado Partido Nacional Cubano. “[…] No se tiene derecho del aislamiento: se tiene el deber de ser útil […]”.(6) Durante la intervención norteamericana fue electo concejal, teniente alcalde y alcalde de La Habana, en cuya función tuvo a su cargo los actos oficiales por la constitución de la República, el 20 de mayo de 1902.

Otros cargos desempeñados por él esta Representante a la Cámara por la provincia de La Habana, en 1902, y presidente de ese cuerpo legislativo dos años más tarde.

Su actitud de enfrentamiento a la dictadura de Gerardo Machado, y el manifiesto que dirige a los graduados universitarios en 1930, incitándolos a enfrentarse al gobierno, le valieron la represión por parte del régimen y la necesidad de un nuevo exilio en los Estados Unidos, donde desempeñó en varias ciudades de ese país la presidencia de la Junta revolucionaria. Tras la caída de la tiranía, regresó a Cuba, y a solicitud del gobierno provisional de Carlos Mendieta ocupó el cargo de Presidente del Consejo de Estado en 1934, responsabilidad a la cual renunciaría pocos meses más tarde, difiriendo por la realidad política del país. Todo esto corrobora que fue maestro, un gran científico y hombre público, comprometido con su tiempo, su longeva vida convirtió a la ciencia es un deber como expresaran el Apóstol: “[…] el deber no es de un día, que es de todos los días, y que es el mismo en toda su vida […]”.(7)

 

CONCLUSIONES

La figura insigne de Carlos de la Torre y Huerta demostró cómo los hombres de ciencia están en el deber de hacer todos los días ciencia para retribuir el saber.

Las nuevas generaciones deben nutrirse de este legado para marcar impronta en el nuevo contexto social que le ha correspondido vivir.

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

1- Ruiz R. Matanzas surgimiento y esplendor de la plantación esclavista (1703-1867). Matanzas: Ediciones Matanzas; 2001. p. 114.

2- Discurso de resumen en el acto Conmemorativo del XX Aniversario de la Sociedad Espeleológica de Cuba, La Habana 15 de enero 1960. En: Sáenz Sánchez TW, Capote García E, Pruna PM, de Alaíza MCF. Fidel Castro: Ciencia, tecnología y sociedad, 1959-1989. La Habana: Editora Política; 1990. p. 110.

3- Martí J. Obras completas. T. I. La Habana: Editorial Nacional de Cuba; 1963.

4- Torres Cuevas E. Félix Varela: los orígenes de la ciencia y conciencia cubana. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales; 1975.

5- Sáenz Sánchez TW, García Capote E. Ciencia y tecnología en Cuba. Antecedentes y desarrollo. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales; 1975.

6- Martí J. Obras Completas. T. VI. La Habana: Editorial Nacional de Cuba; 1963.

7- Martí J. Obras Completas. T. II. Edición Crítica. La Habana: Centro de Estudios Martianos; 1985.

 

 

Recibido: 30 de enero de 2015.
Aceptado: 27 de febrero de 2015.

 

 

MSc. Eneyda Secada Cárdenas. Facultad de Ciencias Médicas Dr. Juan Guiteras Gener. Carretera Central Km 102. Matanzas, Cuba. Correo electrónico: eneyda@ucm.mtz.sld.cu

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