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Humanidades Médicas

versión On-line ISSN 1727-8120

Rev Hum Med v.2 n.3 Ciudad de Camaguey oct.-dic. 2002

 

 

Ensayo

 

Replanteamiento de la teoría de la virtud desde un enfoque axiológico

The theory of virtue from an axiological approach.

 

Autor

 

Arturo Sánchez Hernández . Especialista de primer grado en medicina general integral. Residente de primer año en Psiquiatría. Editor de la Revista Humanidades Médicas. Hospital Psiquiátrico René Vallejo Ortiz. E.mail: asanchez@finlay.cmw.sld.cu Carretera central este, km. 7 y medio. Camagüey. Teléfonos: 271567, 271324, 271302

 

Resumen

El autor comienza hablando de la trayectoria histórica de la teoría de la virtud haciendo un recorrido por los pensadores y corrientes de pensamiento de la antigüedad y el Medioevo. Con posterioridad define posiciones metodológicas con relación a términos como autonomía y actitud, y deja planteada la problemática central de la investigación: “¿qué características deben tener la conducta humana y los procesos psíquicos que la anteceden para que sean valiosos desde el punto de vista ético-moral? Para intentar dar respuesta a esta interrogante retoma la teoría de la virtud y la divide en  un sistema de principios agrupados en cuatro niveles. En el primer nivel son agrupados principios que, según el autor, permiten definir la extensión y los límites del dominio de los valores ético-morales, y el objeto de valoración desde la perspectiva analizada. En el segundo nivel se agrupan principios cuya observación garantizan  la efectividad de la conducta, y se insiste en la importancia de esta. En el tercer nivel, con el principio de justicia se aborda el problema de la responsabilidad del agente social tanto con los demás como con el mismo, y se proponen las bases para evaluar la correlación entre diferentes agentes sociales. En el cuarto nivel, el principio de adherencia a las exigencias de autorregulación ético-moral, permite evaluar el grado de compromiso afectivo con los conocimientos sobre lo justo o debido. Se plantea que cierto grado de compromiso afectivo resulta indispensable para que el individuo sea realmente portador de valores ético morales. Más adelante se aborda la relación entre los principios y niveles de principios argumentando que entre ellos existe una estrecha unidad e interrelación.  Por último hace referencia a la relación existente entre los principios propuestos con las denominadas "virtudes cardinales": fortaleza, templanza, justicia y prudencia.

Palabras Clave: FILOSOFÍA; VALORES SOCIALES

Desarrollo

ANTECEDENTES  HISTÓRICOS NECESARIOS

Las interrogantes: ¿Cómo debo actuar? Y ¿cómo debo pensar o estar preparado para actuar correctamente?, aunque elaboradas de muy diferentes  formas, han sido planteadas y respondidas desde tiempos inmemorables, y todo luce indicar que continuarán planteándose en el futuro. Tales cuestionamientos constituyen problemáticas capitales dentro de la ética. De la solución que se les dé a los mismos se deriva el modelo del ser humano que se aspira formar; por lo que tendrá una decisiva repercusión en la  elaboración de proyectos formativos y reformativos de valores. De ahí su enorme importancia.

La teoría de la virtud o aretología (1) constituye una de las numerosas respuestas a las interrogantes antes enunciadas.  “Virtud” proviene del latín “virtus”, y al igual que su equivalente griego: “areté”, significa cualidad excelente de las cosas o personas para realizar sus funciones. El areté de un cuchillo radica en que tenga un buen filo, que sea maniobrable, liviano, etc. Cuando se habla de virtud o areté en el hombre  se hace referencia a cualidades que lo capacitan para realizar excelentemente las múltiples funciones que puede desempeñar. En este sentido se habla de virtuosismo en el arte, el deporte, la ciencia, etc.  La virtud moral: “êthiké areté”, no es otra cosa que cualidades excelentes de una persona en el ámbito moral. (2) Los antecedentes de esta teoría se remontan a la antigüedad:

Sócrates (470-399  a.n.e) identifica la virtud con el conocimiento, (3) las  personas serán  virtuosas si conocen que es la virtud. Para este pensador todo maldad o pecado es resultado de la ignorancia. El recto conocimiento de las cosas lleva al  hombre a obrar moralmente.  Quien sabe lo que  es bueno también  lo practica;  ningún sabio  yerra. Puesto  que la virtud reposa en el saber, puede  enseñarse. (3, 4) Esta concepción ha sido denominada intelectualismo o racionalismo ético. (5) Para Sócrates las virtudes están intervinculadas, nadie puede ser moderado sin ser valiente y prudente. Para este pensador el más elevado bien es la felicidad.

Los seguidores de  la tendencia filosófica fundada por Euclides  de Megara  (Aprox. 450-380  a.n.e), llamados  megarios, afirmaron que  aunque la virtud puede  llamarse sabiduría, bien o razón, puede ser  revelada solo a través de  una búsqueda lógica. Para los  megarios la virtud única  y una es el  conocimiento del bien, y de ella son solo variedades las demás virtudes.

Para  Aristipo de  Cirene (435-354  a.n.e) y  sus seguidores, los llamados cirenaicos,  la finalidad y bien  supremo de la conducta humana   es  alcanzar   el  mayor   placer  posible  (hedonismo). Consideraban   a  los   placeres  sensuales   preferibles  a  los intelectuales,  mas   el  hombre,  según   Aristipo,  no  ha   de convertirse en esclavo del goce, sino  que ha de tender al placer prudente.  Según  ellos  los  conceptos  de  moralmente  bueno  y moralmente  malo carecen  de sentido,  y la  obligación moral  no existe.

Los  cínicos,  dentro  de  los  que  tenemos a Antístenes (444-369 a.n.e) y  Diógenes de Sínope  (414-324 a.n.e), contrariamente  al hedonismo  de los  cirenaicos, mantuvieron  que la  esencia de la virtud es autocontrol, y el desprecio del placer como un mal. Los cínicos entendían que  la base de la felicidad y  de la virtud se encontraba en el desdén por las normas sociales, en la renuncia a la  riqueza, a  la gloria,  a toda  satisfacción de los sentidos. Llevaron  su  desprecio  por  las  normas  de  conducta  hasta la infracción del decoro.

Para los cínicos, el fin de la vida virtuosa solo puede ser la tranquilidad basada en la renuncia a todo lo que convierte al hombre en un ser dependiente: los bienes, los placeres y los conceptos ratifícales y convencionales. De ahí que la moral de los cínicos sea el ascetismo, el ideal de la sencillez que limita con el estado de precultura, el desprecio por la satisfacción de la mayoría de las necesidades, a excepción de las fundamentales, y la burla de todos los convencionalismos, de los prejuicios religiosos, con la prédica de la naturalidad absoluta y de la libertad personal también absoluta. (3)

Platón (427-347  a.n.e) difiere de  Sócrates en que  no consideró que la  virtud consistía solamente en  sabiduría, sino también en justicia, temperancia y fortaleza,  las cuales constituyen, según  él, la justa armonía de la  actividad humana. Para  Platón el alma humana está  compuesta por tres  partes: la racional, la voluntad, y los  apetitos. Para  él, una  persona justa  es aquella  en la que el elemento racional apoyado por la voluntad controla los apetitos. Consideró al bien como un elemento esencial de la realidad, y que el mal no  existe en sí mismo, sino que  es un reflejo imperfecto de  bien. Planteó  que el  bien supremo  consiste en una perfecta imitación  de  Dios.  La  virtud  facilita  al  hombre ordenar su conducta de  acuerdo con los dictados  de la razón y  la conducta deviene una imitación de Dios.

Aristóteles (384-322  a.n.e), discípulo de Platón,  es el primero que hace una sistematización  de conocimientos relacionados con la ética, y  es además el  que le da  el nombre a  esta ciencia. La orientación  fundamental de su sistema  ético-filosófico es la felicidad  (eudemonismo). Crítica el racionalismo ético de Sócrates. Plantea  que las  virtudes morales  son hábitos de  elección o preferencias volitivas  que hacen bueno al hombre  y buena  la obra  que realiza,  (i) y constituyen  posiciones intermedias entre  extremos viciosos, uno  por exceso y  otro por defecto. Al igual  que Platón considera que la  virtud no es sólo sabiduría,   sino  también   justicia,  templanza   y  fortaleza. Consideró  a  la  justicia  como  "compendio"  de  las  de  demás virtudes, las  cuales se encuentran  contenidas en ella.  Planteó además  que  las  virtudes  morales  sólo  pueden  adquirirse por repetición  y corrección  de acciones,  y se  dan siempre  en una relación entre  seres humanos. Para  este pensador la  evaluación moral de  un acto presupone  la atribución de  responsabilidad al agente moral, y la responsabilidad implica voluntariedad. (9) Insiste además  en el  carácter circunstancial  de la  virtud cuando  las explica  señalando  que  son  una  forma  de actuar como, cuando, donde, y en la forma en que es preciso hacerlo. (6)

La ética estoica se funda en su determinismo cósmico ya que, para los estoicos, la ley que rige el universo es el mismo fuego inteligente o logos divino que toca nuestra alma. Ante el determinismo cósmico, la actitud del sabio solamente puede ser la de aceptar el destino, (7) ya que todo está regido por la providencia del logos. La máxima moral de los estoicos se resume con la sentencia: «vive de acuerdo con la naturaleza» o, lo que es lo mismo, siguiendo el logos divino. (7) La virtud consiste en la eliminación de todas las pasiones y en la aceptación del orden de la naturaleza, la cual es ordenada y racional, y solo una vida en armonía con la naturaleza puede  ser  buena. Para ellos a  virtud  es  única  e  indivisible.  No  se la tiene parcialmente,  sino  que  o  se  es  virtuoso  o  no. Abogaban  por  la independencia de las circunstancias materiales, y sostenían que  las pasiones y  afecciones son malas, por lo que el hombre sabio es independiente  de ellas.

En la Edad Media a San Ambrosio (339-397) se le atribuye la introducción de la noción de virtudes cardinales. (8)

Tomás de  Aquino (1225-1274) reconcilió el aristotelismo con la autoridad de la Iglesia. Aceptó el tratamiento dado a las virtudes por   Platón  y  representantes del  estoicismo,  por  considerar  que la prudencia, la  justicia, la fortaleza y  la templanza constituyen el   fundamento   de   todas   las   demás. Según este pensador en estas “virtudes-tipos”  se realizan a la perfección los cuatro modos generales de virtud: determinación racional del bien (prudencia),  establecimiento del  bien (justicia),  firmeza para adherirse  al  bien  (fortaleza),  y  moderación  para no dejarse arrastrar al mal (templanza).(9) Hizo hincapié en las denominadas virtudes teologales:  fe, esperanza y caridad, las cuales  define como  hábitos infusos  por Dios.  La orientación fundamental  de su doctrina es Dios.

A partir del renacimiento la teoría de la virtud dejó de ser la concepción ética predominante, pero a pesar de haber dejado de ser la teoría ética normativa dominante hace más de cinco siglos, en la actualidad, utilizando la terminología más reciente de la ética y la axiología, se presentan bajo el rótulo de “nuevo” construcciones teóricas y conceptos que han sido tratados, y  con profundidad, desde la antigüedad. Se utiliza el calificativo de valor moral o ético moral para designar lo que antiguamente se denominaba virtud moral.

Cabe hacernos la siguiente pregunta: ¿Constituye la teoría de la virtud, con sus diferentes variantes, una construcción teórica totalmente obsoleta o existen elementos de ella que pueden y deben ser aprovechadas?.

ALGUNAS PRECISIONES METODOLÓGICAS

Luego de estos elementos históricos y de enunciar el problema al que estará dedicada la presente obra, se hace necesario realizar algunas  precisiones conceptuales y metodológicas.

Para evitar repeticiones innecesarias con relación a términos como: agente social,  ser humano”, dignidad, valor, valor ético-moral y  valor fundamental, remitimos al lector al artículo: “Algunas reflexiones en torno al concepto de valor ético moral”, en donde se conceptualizan los términos citados, se  justifica la elección del ser humano como bien supremo y a la dignidad humana como valor fundamental, y se especifica qué elementos de la realidad pueden ser portadores de los valores ético morales y a través de que forma.

Aunque en el artículo especificado se definen con claridad posiciones con relación al problema de la elección del valor fundamental y bien supremo; por la enorme importancia del tema resulta necesario retomarlo. (iii) La orientación fundamental va a determinar el universo de valores o virtudes y antivalores o vicios, y la posición jerárquica de los mismos, ya que constituye el núcleo alrededor del cual se elabora todo el cuerpo teórico. Uno de los elementos que conforman el criterio valorativo de excelencia de carácter y buen obrar lo constituye precisamente la orientación fundamental, como se verá con más detalle en el principio de autonomía y orientación a valor fundamental: “dignidad humana”. El simple hecho de asumir a la dignidad humana como la  orientación fundamental trae como consecuencia todo un replanteamiento de la teoría de la virtud desde las posiciones del humanismo.

Debido a que el tema de la autonomía resulta capital en el problema de la responsabilidad moral, es necesario realizar precisiones metodológicas. Como posiciones extremas sobre la solución a las posibilidades del ser humano para autodeterminarse sobre la base de un ideal tenemos al voluntarismo y el fatalismo.

Para el voluntarismo el ser humano es responsable ante todo lo que ocurre en su vida, tal es la posición del existencialismo. Para el fatalismo el ser humano no es responsable ante nada.

Existen elementos de la realidad que nos son dados sin que hayamos podido elegirlos: el lugar y la época de nacimiento, nuestros padres, nuestra herencia genética, etc. Ante estos elementos un ser humano no tiene ninguna responsabilidad. Otros elementos de la realidad sí son manejables o modificables total o parcialmente por el ser humano o por un ser humano en particular, y ante esos elementos de la realidad que son modificables, el ser humano es responsable tanto en el sentido de modificar lo que puede y debe como en el de no modificar lo que puede pero no debe.

En la presente obra, aunque el enfoque axiológico es el fundamental, también se enfoca a la teoría de la virtud desde el ángulo de otras disciplinas como: teoría del derecho. psicología,  cibernética y teoría de los sistemas.

La axiología, como ciencia joven que es, todavía “pide prestado” métodos de otras ciencias. Además, por la complejidad del fenómeno analizado, este requiere de un enfoque multidisciplinario para su adecuada comprensión como un todo. Si la enfocamos solamente desde el ángulo de una sola disciplina, sólo pudiéramos analizar algunos de sus componentes, y no ella en su conjunto, por lo que, al igual que en la parábola de los ciegos y el elefante, tendríamos una imagen reducida de la misma.

El presente estudio se ha dividido en niveles de principios porque con cada uno de ellos se aborda un nivel de análisis diferente de la problemática de los valores ético-morales. Estos niveles se encuentran estrechamente interrelacionados formando una unidad y cada uno de ellos prepara el camino a los que le siguen, como se verá con más detalles en un acápite dedicado a la relación entre los principios y niveles de principios.

A través de un replanteamiento de la teoría de la virtud, desde posiciones humanistas y un enfoque axiológico, se intentará dar respuesta a las interrogantes iniciales planteadas de la siguiente forma: ¿Qué características deben tener la conducta humana y los procesos psíquicos que lo anteceden para que pueda ser considerada valiosa desde el punto de vista ético moral?.

PRIMER NIVEL DE PRINCIPIOS

AUTONOMIA DE LA CONDUCTA Y SIGNIFICACION POSITIVA  DE LA MISMA PARA EL VALOR FUNDAMENTAL "DIGNIDAD HUMANA".

Este principio, al precisar que características debe tener la actividad humana para que tenga implicación ético-moral, nos permite conocer la extensión y los límites del dominio axiológico analizado. Una de estas características  es que  la conducta haya sido el  fruto de la  libre elección del agente social. Donde no hay autonomía, (iv) donde no es posible la elección  libre, sea cual sea la causa, no hay responsabilidad moral y por lo tanto la conducta no le es imputable  al agente social  que la realizó, ya  que en ese caso no podía exigírsele que hubiera elegido actuar de otra manera. (v) Es  evaluable  desde  el  punto  de  vista  axiológico de valor o antivalor  por su  significación  para  el valor fundamental "dignidad  humana", pero  desde el punto de  vista ético-moral no tipificará valores ni antivalores, (10) los cuales no se dan sin elección libre.

Si un  individuo  se siente  muy mal,  pierde el  conocimiento y   al caer  produce lesiones  graves a un recién nacido; desde el punto de vista axiológico el suceso es un antivalor,  porque  se  produjo  un  daño  en  un  bien que es la integridad  del niño,  pero no  lo  es  desde el  punto de  vista ético-moral,  ya  que  al  no  haber  sido  el  fruto de su libre elección no le es imputable  desde el punto de vista ético-moral. Podemos citar también el ejemplo de un individuo que enfrenta  un gran peligro desconociéndolo o bajo los efectos de alguna droga, ¿será  acaso valiente?

Pero la autonomía de la conducta no es suficiente para que esta tenga implicación ético-moral, ya que  constantemente estamos  realizando  elecciones  libres  sin  trascendencia  para nuestra existencia  y la de otros  agentes sociales, como lo es  el simple hecho de escoger el sabor de helado que consumiremos.

Otro requisito  importante que debe cumplir  la conducta para que tenga   implicación  ético-moral   es  que   afecte  positiva   o negativamente al valor fundamental  "dignidad humana". La conducta con significado  neutro, aunque  sea autónoma,  carece de implicación ético-moral.

Pero  la significación  positiva para  la dignidad humana  tampoco es suficiente por  sí sola para determinar que la conducta sea éticamente correcta. Un  acto u omisión puede tener consecuencias muy positivas para el valor fundamental propuesto y no haber sido el fruto de  la libre elección del agente moral. En estos casos  los motivos que inspiraron  la conducta pueden haber sido  completamente opuestos  a  las  consecuencias. Por otro lado, la conducta puede ser  autónoma  y   sus  resultados   inmediatos  tener   un significado  muy positivo  para el  ser humano y su dignidad,  pero si es  solamente un  medio para el logro  de objetivos con consecuencias muy negativas  para el valor  fundamental, como sería  el caso de alguien que salve  a un niño de un grave  peligro para ganarse la confianza de sus familiares con el objetivo de robarles con mayor facilidad, no puede decirse que la proyección global de esta conducta sea valiosa desde es punto de vista ético-moral. En el cine y la literatura se pueden encontrar numerosas sátiras  a personas que han sido elevados a la condición de héroes, cuando el verdadero móvil de sus acciones fue la  ambición o la  debilidad. Un acto  en apariencia valiente puede haberse realizado por equivocación o por cobardía.

Un  acto  u  omisión  tiene  implicación  moral,  no sólo por sus consecuencias para el valor fundamental  sino también por el vínculo psicológico del agente moral con los resultados de su  conducta, por  la calidad  ética de  los motivos  morales que participaron en la elección libre.

La  autonomía, la  calidad ética   de los  motivos morales,  y la significación positiva para el  valor fundamental "dignidad humana" se han de concebir en estrecha  relación.  La absolutización  de  uno  u  otro  elemento  conduce  a posiciones extremistas.

NO CORRESPONDENCIA ABSOLUTA ENTRE EL VALOR ÉTICO-MORAL PORTADO Y LA CONDUCTA DEL INDIVIDUO QUE LO PORTA.

No puedo valorar a un individuo  de portador de un determinado valor si no efectúa actos u omisiones que lo tipifiquen. No puedo valorar a un individuo de valiente si no ejecuta actos u omisiones valientes, pero el hecho de que un individuo sea portador de algún valor ético-moral no significa que sus actos u omisiones vayan a corresponderse siempre con él. En ocasiones se actúa de forma contraria a las convicciones, y aunque no hubo una actividad externa que coincidiera con un determinado valor, este se expresa en la actividad interna por medio de estados emocionales y pensamientos de autocensura y arrepentimiento.

En otras ocasiones  el individuo actúa como si fuera portador de un determinado valor ético moral  del cual no es depositario, y esta no correspondencia se expresa en estados emocionales de asombro ante sus actos.

Los valores ético-morales son, en esencia, actitudes o predisposiciones a la reacción, de las cuales se derivan, con un alto grado de probabilidad, actos u omisiones que garantizan la adaptación social de agentes sociales. Pero el hecho de que las actitudes sean predisposiciones a la reacción  no significa que las reacciones vayan a ser idéntica a ellas, ya que las actitudes son sólo uno de los factores en la determinación del comportamiento, de ahí que en ocasiones la conducta no se corresponda con ellas. (11)

Debido a esta no correspondencia en todo momento entre el valor ético-moral portado y las reacciones del individuo, para  tener una idea acertada de  la calidad humana de una persona   debemos no dejarnos llevar por  la apariencia, y  valorarlo en reiteradas ocasiones.

RELATIVA INDEPENDENCIA  ENTRE VALORES ÉTICO-MORALES RELACIONADOS CON ESFERAS DIFERENTES DE LA VIDA.

Este  principio permite  evaluar de  forma diferenciada  formas de pensar, sentir y actuar ante aspectos diferentes de la vida.

Los seres  humanos somos portadores  de valores y  antivalores al mismo tiempo.  No existe el  individuo absolutamente bueno  ni el absolutamente malo,  y sería un  grave error la  tendencia a esta forma de valoración maniqueista que en la práctica trae tan malas consecuencias.

Existe relativa  independencia entre las  actitudes de un  individuo ante esferas diferentes de la  vida, ante elementos diferentes de la realidad  externa e interna  a él. Se  puede ser un  buen trabajador y un  buen padre, y al mismo tiempo  ser un mal amigo.

Así  como  existe  relativa  independencia  entre actitudes hacia esferas   diferentes  de   la  vida,   también  existe   relativa independencia entre  los valores ético-morales  que se expresan mediante esas actitudes.

Es necesario señalar  que no se trata de  actitudes hacia objetos aislados e  indeterminados en el tiempo  y en el espacio,  ya que estos  se  encontrarán  dentro  de  un  determinado  contexto que matizará  la  relación de agente social con  ellos. Se ha de  hablar más bien  de situaciones  como sistemas  de elementos  dentro de  los cuales se  encuentra el propio  agente social, el cual  tendrá actitudes hacia  elementos  externos  a  él,  hacia  él  mismo,  y hacia la situación de forma general.

RELATIVA ESTABILIDADDEL VALOR ÉTICO-MORAL PORTADO.

Este  principio permite  evaluar  de forma diferenciada actos aislados, y actos que  son el resultado de características estables  de la  personalidad y  se expresan  reiteradamente. Con esto permite evaluar  si una persona  es portadora  o no de un determinado valor o antivalor ético-moral.

Puedo valorar a un acto  aislado como valioso o no desde el punto de vista ético-moral si fue fruto de la libre elección de un individuo y afecta positiva o negativamente al valor fundamental dignidad humana, pero para catalogar a una persona como portadora de un determinado valor o antivalor, la forma de decidir que lo tipifica tiene que constituir un rasgo permanente del carácter y no la manifestación de un acto aislado (12). Debe  existir una  preferencia  volitiva  a un  actuar moralmente valioso. Ya Aristóteles planteó que las virtudes morales son hábitos de elección. (10)

El hecho de que un individuo se embriague una vez no significa que sea  un alcohólico.   Se puede  hacer con  justeza una valoración ético-moral del hecho en  tanto hubo elección, pero no puede catalogarse de alcohólico  si no existen las condicionantes psicológicas,  biológicas y  sociales, que  le den  estabilidad a esta  orientación.  Un  individuo  airado  no  tiene  por que ser iracundo,  ni un  individuo muy  enamorado que  despliega todo su ingenio para conquistar el amor de  otra persona  tiene por que ser un lujurioso o débil ante el amor.

Un ejemplo muy claro lo encontramos en el antivalor avaricia: El individuo es portador de la misma cuando    su   orientación   a obtener riquezas con el fin de atesorarlas  tiene  carácter permanente. De  hecho, hay quienes  durante un tiempo  priorizan el  ganar y almacenar dinero, porque las  condiciones económicas así lo exigen , pero no puede decirse que alguien sea  portador de avaricia si esta  orientación  es transitoria,  y de forma global es considerada, no como un fin en si misma, sino como un  medio para satisfacer, de manera más efectiva,  futuras necesidades. Aunque la persona corre el riesgo de que esa actitud se haga permanente.

En la medida en que un determinado  valor o antivalor ético-moral se consolida en un individuo va aumentando la probabilidad de que este actúe en correspondencia con ellos.

Este  principio  es  de  vital  importancia  para  los  proyectos formativos  de valores,  ya sean pedagógicos o  terapéuticos. Al valor ético-moral no solo hay que formarlo, sino también  reforzarlo.

ANÁLISIS DIFERENCIADO ENTRE LA PROYECCIÓN GLOBAL DE UNA CONDUCTA Y SUS COMPONENTES  ESTRUCTURALES.

Para realizar una evaluación global  de una conducta o proyección existencial,  tanto  los  fines  como   los  medios  han  de  ser   legítimos desde el punto de vista ético-moral. Un  fin noble  logrado a  través de medios inmorales es inmoral, como lo es también un fin inmoral logrado a través  de  medios  nobles (13) .  Pero  desde  el punto de vista formativo  se  ha  de  diferenciar  la  proyección  global de una conducta  y  la  proyección  existencial  de  un  agente social  de  sus componentes estructurales.

Los fines sin los medios son inalcanzables, y los medios sin finalidad carecen de sentido, y desde el punto de vista ético, ni el fin justifica los medios ni los medios el fin. Ambos son inseparables en la práctica, pero si puedo separarlos mentalmente para una mejor comprensión de los mismos, y hacer un análisis diferenciado de cada uno de ellos. Puedo intentar obtener buenos fines, en el sentido de que contribuyen al bien común, a través de medios reprobables. También puedo intentar alcanzar fines reprobables utilizando algún que otro medio con beneficio para el bien común.

Así como todo ser humano  es  portador de valores y antivalores, y es valorable  de forma general, también  su conducta   puede  tipificar  al mismo tiempo valores  y antivalores  ético-morales, y  puede ser  evaluable de forma global.

La orientación global de un  acto puede tipificar antivalor, pero alguno de sus componentes estructurales  pueden tipificar valores. Al igual que la orientación existencial de un individuo  puede ser  valorable de  antivalor, y  sin embargo  el individuo será portador de algunos valores ético-morales. Así mismo,  el hecho  de que la  orientación existencial de  un individuo sea socialmente valiosa  no significa que todas  sus actividades, que toda su  proyección hacia el mundo  y a sí mismo  sean moralmente valiosas.

Tomemos  como  ejemplo  un  individuo  que  actúa  con paciencia, perseverancia  y laboriosidad  con fines  egoístas.

En  este  caso  la  conducta  analizada  de forma global tipifica egoísmo, el cual es un  antivalor, pero la  paciencia, perseverancia y laboriosidad, que también tipifica, son valores por el  hecho de que  sin ellos los  motivos más nobles,  los que tengan  la mayor  significación positiva  para la dignidad humana  no podrán realizarse. No dejan de ser valores por el hecho de que se utilicen  para finalidades  egoístas de  la misma  manera que  un puñal con un cabo hermosamente labrado  no pierde su valor de uso ni  su valor  estético por  el hecho  de que  sea utilizado  para quitar la vida  a una persona. 

Este  principio es  muy importante  en el  trabajo formativo.  Si vamos  a trabajar  formativamente  sobre  un niño  laborioso pero egoísta, debemos  intentar modificar su egoísmo,  pero mantener y reforzar su  laboriosidad. Lo contrario sería  desechar al fruto junto con las hojas.

SEGUNDO NIVEL DE PRINCIPIOS.EL TÉRMINO MEDIO O JUSTO MEDIO

Una de las características básicas de los valores es su polaridad, la cual consiste en que a cada valor le corresponde un  antivalor formando entre ellos una unidad de contrarios. Pero los valores ético-morales tienen una peculiaridad,  y es que ellos ocupan una posición intermedia entre extremos viciosos, o antivalores, uno por exceso, y otro por defecto; (14, 15) Por lo que a diferencia de valores de otros dominios axiológicos, a cada valor le corresponden dos antivalores. Ellos tienen dos posible líneas de desviación, por ejemplo: la valentía se encuentra entre la cobardía y la temeridad.

De  los extremos uno se encuentra más cerca de la posición intermedia que ocupa el valor  que el otro y es más semejante a él, por lo que comúnmente no oponemos al medio este extremo,  sino más bien el contrario, el cual, en la mayoría de los casos induce, más al error. (15) Si retomamos el ejemplo de la valentía, vemos que  la temeridad como imprudente arrojo se le asemeja más que la cobardía, la cual parece ser totalmente contraria a ella, por lo que este último extremo es el que comúnmente le oponemos. (15)

Existen ciertos trazos de  este principio en varios sistemas éticos  filosóficos de la antigüedad, pero  es Aristóteles el que  lo sistematiza  en sus tratados de ética en los que constituye uno de los axiomas fundamentales. (15)

¿Cuál es el criterio que me permite definir la posición intermedia y los excesos en las predisposiciones a la reacción? (vi)

Se encontrarán en una posición intermedia, y por lo tanto serán valiosas desde el punto de vista ético-moral, si favorecen a la adaptación  a nivel social tanto del individuo que porta el valor como de otros, y de esta forma tributan a la dignidad humana. Presentan exceso cuando  desadaptan  u obstaculizan la adaptación a nivel social de individuos y grupos.

Es importante señalar que aunque los valores ético-morales ocupan una posición intermedia entre extremos viciosos, ellos no son en ningún momento una prudente transacción entre las virtudes y los vicios como plantea José Ingenieros, (16) ni una tendencia a la mediocridad. Desde el punto de vista de la perfección y del bien ellos  constituyen  siempre un "pináculo", "un extremo".

El término medio no constituye un punto fijo que exige una  y sólo una forma de pensar,   sentir y   actuar ante el mundo circundante, ante los demás y ante uno mismo, sino  que representa todo  un rango más o menos amplio  de posibles predisposiciones a la reacción, de las cuales se derivan, con un alto grado de probabilidades, conductas que garantizan la adaptación  social.  Más  allá  de  ese  rango  se encuentran las posibles predisposiciones  desadaptadoras, las cuales existen también en un rango que va del antivalor que produce o impide compensar un desequilibrio ligero, hasta el antivalor típico que produce gran desadaptación y sufrimiento.

Este principio es sumamente importante; los que le siguen no hacen otra cosa que explicar que características debe tener la conducta para que se encuentre en el medio entre extremos viciosos, y sea, por lo tanto, valiosa desde el punto de vista ético-moral.

EXCEPCIONES DE ESTE PRINCIPIO

De las denominadas virtudes cardinales: fortaleza, moderación, justicia y  prudencia, sólo la primera es susceptible de ser abordada a través de este principio.

En el caso de la moderación, se es solamente moderado o inmoderado, no existe el extremo vicioso por exceso. Este valor existe y es evaluable su existencia sólo a través de otros valores ético-morales, exceptuando la justicia y la prudencia. Esto ocurre porque la esencia de la moderación radica precisamente en la observación de  este principio: mantenerse en el término medio y evitar los extremos, y un principio no puede ser aplicado a si mismo.

En el caso de la prudencia, también se es solamente prudente o imprudente, incluso, el filosofismo inoportuno, la reflexión estéril que no se traduce en una actividad efectiva y justa, califican como imprudencia.

La justicia, por ser un “valor compendio”, existe con la confluencia de los múltiples valores ético-morales que las circunstancias y el contexto sociohistótico exijan. Se es solamente justo o injusto, aunque la injusticia aparece por la desviación hacia cualquiera de los extremos polares de cualquiera de los valores que en ese determinado contexto de la actividad sean necesarios.

Esta excepción de la norma está dada por el grado de generalización de estos conceptos. La justicia, prudencia y moderación son supravalores, y la fortaleza y demás valores ético-morales, que si son enfocables a través de este principio, se conforman sobre la base de ellos.

FLEXIBILIDAD O AJUSTE DE LAS ACCIONES A LAS CIRCUNSTANCIAS

Si el  término medio representara  de forma invariable y rígida, una y sólo una forma de pensar, sentir y actuar ante el mundo, ante los demás y ante uno mismo, la conducta y toda la actividad psíquica que la precede  garantizarían   la  adaptación   a escala   social  mientras   las circunstancias   fueran   convenientes,   pero   en   cuanto  las variaciones  que se  producen  en  ésta, alcanzaran  cierto punto crítico, las predisposiciones  a la reacción se tornarán  desadaptadoras.

Una característica importante de los valores ético-morales es que las predisposiciones a la reacción y las conductas que se derivan de ellas deben adecuarse a las exigencias de las circunstancias y de la época para que sean efectivas. Y esto ha sido observado desde la antigüedad. Encontramos   insinuaciones  de   este  principio   en  el  viejo testamento cuando se expresa  que: "En este mundo todo tiene su hora; hay un momento  para todo cuanto ocurre..."(Eclesiastés 3, 1-8) (17).  Aristóteles  al  explicar  las  virtudes  morales  las condiciona al:  "cuando", "como", "donde",  "con quien" y  "en la forma" en que es preciso  actuar (15) .  En el Renacimiento Maquiavelo insiste en sus obras  políticas   en  la  adecuación  de   la  actividad  a  las circunstancias  para  que sea efectiva  y  pueda garantizar  el éxito político y en la vida. (vii)

¿Cómo se logra  la adecuación de la conducta  a las exigencias de las circunstancias?. A través  del mecanismo de retroalimentación negativa  o   feed  back,  el   cual  es  el   fundamento  de  la autorregulación. (18) Mediante él se compara el estado actual con el estado deseado y sobre la base de esta comparación se evalúan y corrigen los medios y procedimientos empleados.

Es importante tener en cuenta que este principio concebido de manera absoluta conduce a la llamada ética de circunstancias, la cual promueve un individuo sumamente voluble. Para no caer en posiciones teóricas extremistas hay que tener en cuenta a otros elementos sumamente importantes para la autorregulación: el objetivo y la orientación al mismo, los cuales serán analizados en los siguientes principios.

ADECUACION A FINES

El   principio   del   término   medio   y   el   de  epocalidad  y circunstancialidad  de la  actividad tanto  interna como  externa, sólo  tienen sentido  en función  de objetivos,  ideales morales, propósitos o cualquier categoría  que exprese proyección hacia el futuro, cumpliendo así la función  de  patrón  de  autorregulación.  Adecuo  mi conducta  a las  circunstancias y  logro así  el término  medio en función de objetivos e ideales.

El patrón  de autorregulación y la orientación y adecuación a él, es el criterio de efectividad  de la actividad (4) , el cual constituye un elemento importantísimo de los valores ético-morales. Si este falta no puede haber autorregulación moral, y por lo tanto tampoco podrá haber una actividad que tipifique valores de este dominio axiológico. - Si no  sabes a donde vas no habrá  ningún camino que te lleve allí. - nos dice el Corán. (19)

La voluntad que es  el eje de  la toma de  decisiones, no funciona  de manera independiente, ella tiene que apoyarse en algún motivo, tiene que estar orientada a  alguna meta o ideal (12)   Cuando ser portador de un determinado  valor moral se convierte en  un objetivo en sí mismo, al margen de un objetivo  que lo sustente, la actitud será poco  sólida  y  no  resistirá  presiones fuertes. Esta postura pudiera considerarse como narcisismo ético o virtudmanía (20) .

Un individuo  sin objetivos ni  ideales se encuentra  perdido con relación  a determinada  actividad, y  si falta  el sentido de la vida  como orientación  de máximo grado de generalización se  encontrará  perdido  con relación a  su existencia.

Pero a pesar de la importancia de la existencia del patrón de autorregulación, la mera existencia de metas u objetivos no es suficiente para que la autorregulación sea efectiva, lo cual será analizado en el siguiente principio.

FACTIBILIDAD DE LA META

El  patrón  de autorregulación debe ser alcanzable, de lo contrario se producirán trastornos graves en la autorregulación. De hecho la infactibilidad de la meta constituye una forma bastante grave de desorientación.

Es  necesario  que  individuos   y  grupos  sociales  tengan  una expectativa  realista del  modelo de  realidad al  que aspiran. No existen medios ni conductas  efectivas para lograr  metas inalcanzables, y  es que resultan irrealizables porque los  medios conque cuentan o pueden contar   individuos  o  grupos son insuficientes. 

Este  principio se  refiere también   a las  metas e  ideales que proponen  los sistemas  ético-filosóficos, los  cuales deben  ser humanamente alcanzables. Las normas y principios morales no deben obstaculizar  la   satisfacción  de  las   múltiples  necesidades normales de  nuestra especie sino  canalizarlas para su  adecuada satisfacción  en   el  ámbito  socio-ambiental   en  el  que   se desenvuelve el  agente social. De no  ser así traerán  como consecuencia alteraciones  en  la  autorregulación  y  desadaptación social en mayor o menor medida.

Los valores  ético-morales existen por  y para el  ser humano, para  el logro de la  adaptación social de los distintos  agentes sociales  a través de sus funciones de regulación  y autorregulación de la conducta. La adaptación es equilibrio y el sistema ético no nos conducirá  a ella  si no  se fundamenta  en el  conocimiento de  la naturaleza humana, en el conocimiento de las necesidades de nuestra especie, las cuales  constituyen el motor  impulsor de la  actividad tanto interna psíquica como externa.

El hombre es  la medida de todas las  cosas. - planteó Protágoras (481-411  a.n.e). (4)   ¿Y cuál   es la  medida del  hombre?. El propio hombre.  Uno de los  requisitos para que  la moralidad sea éticamente correcta es  que no se salga en  sus planteamientos de los límites de la naturaleza humana, y proponga metas humanamente alcanzables.

Este principio y  como ha sido tratado presupone  que se parta de la  concepción de  que el  ser  humano  no es  bueno ni  malo por naturaleza, sino educable. (viii)

Con los principios hasta aquí planteados podemos hablar  de valores con un carácter instrumental u operativo  desde el  punto de  vista ético-moral como son: (ix)   la paciencia,  la  valentía,  la  constancia,  etc.,  los  cuales son valores a pesar de estar orientados a fines con una significación negativa para el ser humano y su dignidad,  porque sin ellos, los objetivos más nobles no podrán realizarse. Puedo  ser valiente y constante para robar el dinero  del pago de los trabajadores  de una empresa. En tal caso  la valentía y la  constancia son valores a  pesar de su orientación  a semejante  fin, porque  sin ellas  el que tiene la obligación de impedir que se  cometa el delito, sería incapaz de cumplir sus funciones a cabalidad.

La importancia de la existencia de objetivos es realmente grande, pero un individuo puede orientarse eficazmente hacia objetivos no edificantes para  él mismo o para  la sociedad, y en  tal caso su actividad  será  evaluable  de  forma  global de  antivalor ético-moral. Por lo anterior podemos  decir que este principio  tampoco es suficiente para  explicar acertadamente  a los  valores ético-morales.  Sin los  que siguen es insuficiente desde el punto de vista teórico.

TERCER NIVEL DE PRINCIPIOS. PRINCIPIO DE JUSTICIA.

Si el criterio de legitimidad ético-moral de la actividad humana fuera su efectividad estarían justificados el robo, el asesinato, el fraude, o cualquier acto u omisión que perjudique al prójimo o a uno mismo, con la única condición de que se realicen eficientemente. Estaríamos en presencia de una ética de exclusión de los débiles y de los que no pueden ser eficientes.

El principio de justicia aborda el problema de la responsabilidad  moral  del agente social no solo con los  demás  sino también con él mismo. En su expresión positiva plantea que la actividad humana debe aportar beneficio a la sociedad y al equilibrio y perfeccionamiento personal. En su expresión negativa o prohibitiva plantea que la actividad de un individuo o agente social no debe producir de manera injustificada desequilibrio en su propia persona u obstaculizar su perfeccionamiento individual, así como tampoco producir injustificadamente desequilibrio u obstáculos al perfeccionamiento personal de otros.

También la proyección existencial de individuos y grupos, será  legítima desde el punto de vista ético-moral si contribuyen a la realización digna tanto  del propio agente social que la porta como de otros.

El fundamento de este principio radica en la esencia social de nuestra especie humana. El ser humano no  debe ser  analizado al  margen  de  sus relaciones sociales. Nuestro "yo" se construye con los lazos que tejemos con los demás. Sólo  a través de las relaciones  que establecemos con los demás podemos realizar nuestros objetivos e ideales, y lograr una tendencia a la satisfacción armónica de nuestras necesidades. Si un  individuo intentara vivir  única y exclusivamente  para él mismo  se  aísla  socialmente  y  se  desadapta.  Y es que "...la esencia humana  no es algo abstracto  inherente a cada individuo. Es,  en su  realidad, el  conjunto de  las relaciones  sociales". (21)

No existe el ser humano tan suficiente que él mismo elabore todos los medios necesarios para satisfacer todas sus necesidades. Esto es  imposible dada  la especialización  del trabajo.  Tendría que dominar todos los  oficios y profesiones y ser  capaz de elaborar todos los instrumentos y  herramientas que ellas utilizan, además existen necesidades específicamente humanas  que se satisfacen de manera  esencial en  las relaciones   con los  demás, por  lo que nuestro  individuo suficiente  también tendría que fabricar seres humanos.

El principio de justicia  propone una correlación  legítima desde el punto de vista ético-moral,  entre  los  diferentes agentes  sociales,  correlación  que  es  históricamente determinada. 

El individuo se  debe a la sociedad, pero no  siempre en la misma medida.  La  legitimidad ético-moral de la correlación  entre  individuos,  grupos  sociales  y sociedad  está determinada  por el  grado de  exigencia al cuerpo social.  En  tiempos  de  grandes  exigencias  como  son: guerras, epidemias,  catástrofes  naturales,  etc.,  la  individualidad  debe disolverse en la colectividad,  porque esas grandes exigencias sólo podrán  ser  superadas  con  el  esfuerzo  coordinado de  todos, dirigidos   por   una    voluntad   central.   La   desobediencia injustificada pone en peligro la integridad del todo, y con esto, la del propio individuo que forma parte de él.

En  tiempos en  los que  no exista  la emergencia, la correlación debe  ser diferente  y el  individuo debe  recobrar su autonomía. Esto  es aplicable  no sólo  a la  relación individuo-estado sino también  a   cualquier  relación  del  tipo   parte-todo  que  se establezca entre agentes sociales con diferentes grados de generalización.

Así como  no es concebible un  ser humano sin sus  relaciones con otros seres  humanos, tampoco es  concebible la vida  en sociedad sin justicia, la cual tiene  como función garantizar cierto orden al  regular la  autonomía de  los diferentes  agentes sociales en relación. Sin  ella prevalecerían los  factores que tienden  a la destrucción de nuestra especie y desapareceríamos.

La justicia  no puede ser  analizada al margen  de las categorías "deber" y  "derecho", y hablando en  tales términos podemos decir que  una acción  justa constituye  una posición  intermedia entre exigir nuestros derechos y respetar  los derechos del prójimo, lo cual  no  es  otra  cosa  que  el  término  medio  entre  cometer  y sufrir injusticia. (15)

La  justicia, como  cualquier otro   valor se  da siempre  en una relación no  sólo con el prójimo,  sino también con uno  mismo, e incluso las relaciones  de una persona  con elementos  no humanos de la realidad  se valoran éticamente  en función de  como afecten a otros agentes sociales o  a ella misma. La calidad  ética de esas relaciones estará  determinada por la justicia que en ella exista.

No  sólo  podemos  ser  injustos  con  los  demás sino también con nuestra propia persona, y esto ocurre  cuando no nos damos lo que de nosotros mismos merecemos, cuando no cumplimos con los deberes que tenemos con nuestra propia persona.

La  justicia  con  uno  mismo  implica  el  deber de desplegar una actividad  vital  encaminada  a   alcanzar  una  tendencia  a  la satisfacción armónica  de nuestras necesidades,  de forma tal  que las que se dejen parcial o totalmente insatisfechas no afecten de manera considerable  nuestro  equilibrio total. Este  deber del  ser  humano  consigo  mismo  se  encuentra respaldado por el derecho que tiene todo individuo  a  recibir de la sociedad lo mínimo indispensable para que pueda cumplirlo. La proyección existencial de un individuo debe aportar beneficio a la sociedad, y esta debe retribuirlo  permitiéndole  satisfacer  las  necesidades para las cuales  no  pudo  producir  los  bienes  de  consumo, debido a su especialización laboral.

La justicia analizada en su totalidad sólo admite a la injusticia como extremo vicioso, (x) sin embargo este valor  existe por la concurrencia de todos los demás valores ético-morales, los cuales si tienen  extremos viciosos, y pueden  ser analizados como formas parciales de  este valor. Por  ejemplo, si tomamos  como punto de partida a  la flexibilidad se puede  ser injusto por volubilidad, lo cual es  blandenguería, y se puede también  ser injusto por inflexibilidad.

Cada valor ético-moral contribuye al mantenimiento del equilibrio general que  es la existencia humana,  aportando al mantenimiento de algún equilibrio parcial. La  justicia es el valor que expresa la  concurrencia de  todos los   demás valores,  de manera  que se garantice ese equilibrio total o general.

CUARTO NIVEL DE PRINCIPIOS. ADHERENCIA A LAS  EXIGENCIAS DE AUTORREGULACIÓN MORAL.

Los   principios   de   los   niveles   anteriores   permiten  conocer las exigencias de autorregulación ético-moral, lo cual es  sumamente   importante,  pero no basta con determinar correctamente lo que debe hacerse, muchas veces se sabe lo que es debido o justo y se actúa de una manera diferente y a veces totalmente contraria.  Para que la  conducta sea  valiosa desde el punto de vista ético-moral debe   realizarse  realmente  sobre  la   base  de  las exigencias  de  autorregulación  moral  correctamente apreciadas, sobreponiéndonos  a inclinaciones  o aversiones que nos presionan a actuar de forma  contraria a ellas.

La virtud moral  no sólo es conocimiento, como  plantearon Sócrates y seguidores, (22) sino  también  afectividad y actividad.   El  simple conocimiento de lo que debemos hacer no garantiza que actuemos  correctamente.  Para  que  lo considerado como justo o debido se exprese eficazmente en la actividad externa a través de actos u omisiones  debe tener el carácter de  una convicción y no de  un simple  concepto, ya  que este  último por  el poco o nulo compromiso afectivo  del individuo  con  él, tendrá poco o ningún potencial inductor de la actividad del individuo. Claro que no existe un límite preciso entre la convicción y el simple concepto, sino que existe una  gradación de compromiso  afectivo con los  diferentes contenidos   cognitivos.

Es importante señalar que "exigencia de autorregulación ético-moral" no  es lo mismo que lo  que alguien considera que  debe  hacer.  Aunque  la  firmeza  o  adherencia  a  lo  que consideramos  justo  o  debido  es  importante,  no  garantiza la existencia  de valores  ético-morales en  la persona,  ya que  sus principios, patrones  de conducta, y  estrategias de solución  de problemas  pueden  ser  incorrectas  y  el  adherirse  a ellos le producirá desadaptación. Este principio  sin los anteriores resulta perjudicial. No  se trata  sólo de  la adhesión  a normas  o imperativos con implicación ético-moral, ya que estas pueden haber sido deficientemente  determinadas o  definidas,  y  ser por  lo tanto ilegitimas desde el punto de vista que venimos analizando. La adhesión ciega e inflexible a determinadas normas o principios de espalda a los cambios  que se producen en la propia persona y en  el medio circundante, es autotiranía.  Por otro lado tenemos al que  conoce lo que debe hacer pero  no tiene la fuerza de carácter necesaria para actuar  en correspondencia, lo cual es debilidad.

RELACION ENTRE PRINCIPIOS Y NIVELES DE PRINCIPIOS

En el primer nivel se plantean principios  generales para el estudio de los  valores ético-morales.  Con el principio de  autonomía y  significación positiva para el valor fundamental "dignidad humana", se definen la extensión y los límites del dominio  de los  valores ético-morales.  Los principios de relativa   estabilidad   de   las   actitudes,   el  de  relativa independencia  de las  actitudes hacia  esferas diferentes  de la vida y el  de análisis diferenciado entre la proyección global de una conducta  y los elementos morales que la integran, permiten definir que es lo que se va a  evaluar: La  proyección existencial  de individuos  y grupos, la  proyección por separado hacia  las diferentes esferas de la vida,  la proyección global de una  conducta aislada, y las formaciones morales que la integran.

En  el segundo  nivel tenemos  en primer  lugar al  principio del término medio, el cual es  un planteamiento fundamental. Los que le siguen no hacen  otra cosa que permitirnos comprender como lograr la posición intermedia entre extremos viciosos.

Con los elementos abordados en este nivel podemos hablar de valores que tienen un carácter  instrumental u operativo, sin los cuales la conducta será inefectiva y los fines más  elevados desde el punto  de vista ético no  podrán ser alcanzados, por lo cual ellos  son valores, independientemente de la calidad ética del fin al que se orienten. Sin los valores que funcionan en  este  nivel, habrá   insuficiencia de individuos  y grupos ante las circunstancias y de forma global ante su existencia.

La efectividad es importantísima, pero ella no es criterio último de moralidad, ya  que el fin al que  se orienta eficientemente la actividad  puede  ser  éticamente  incorrecta,  y  ya con esto la conducta de forma global también lo será.

En el principio de justicia, tratado en el tercer nivel,  se aborda el problema de la responsabilidad del agente social tanto con los demás como con él mismo. Con este principio se proponen las bases para evaluar la  correlación  entre  los diferentes  agentes sociales  y define  la sanidad  y legitimidad moral  de  la  proyección  existencial  de  estos,  así como de la proyección general  de actos aislados.

El cuarto nivel  se refiere a la fidelidad de  la conducta con la las exigencias de autorregulación moral  y expresa la necesidad de cierto grado de compromiso  afectivo con ellas  para que realmente se puedan expresar  conductualmente. Conocer lo que  debe hacerse no es  suficiente, es  necesario actuar  en correspondencia  con ese conocimiento, y  esto sólo es posible  cuando existe un nivel de compromiso afectivo con  ese contenido  cognitivo, que  haga posible  la adherencia a este.

¿Qué relación existe entre estos niveles de principios?

Los elementos planteados en los  principios del  segundo y  tercer nivel  están estrechamente relacionados  y se  complementan unos  a otros.  El término medio está determinado por  el ajuste  a los  cambios del medio tanto interno como externo.  El ajuste a las circunstancias se realiza en función de  objetivos e ideales, y esta orientación a objetivos e ideales será   correcta desde el punto de vista ético-moral si representan una causa  justa,  si  garantizan  la  tendencia  a  la  satisfacción armónica de las necesidades de individuos y grupos.

Sin justicia la  conducta   pudiera  ser  muy  efectiva  pero moralmente ilegítima. Por otro lado la justicia es un valor sumamente frágil, por lo que degenerará en injusticia  si  en la conducta del individuo no se observan los principios del segundo nivel. 

Sin la adherencia a las exigencias de autorregulación ético-moral no pueden  existir  los valores del  dominio axiológico analizado, ya que sin cierto grado de compromiso afectivo,  lo que un individuo entiende como justo o debido  no pasaría  de ser un formalismo.

La observación de este último principio sin tener en cuenta a los principios de niveles anteriores,  es ceguera  ética. La adherencia a lo que se considera justo o debido sin una correcta apreciación de lo éticamente legítimo trae como consecuencia desadaptación en cuanto los cambios de circunstancias tanto internas como externas al agente social precisen de un cambio de actitud, que este no realiza por su adherencia ciega a lo que considera justo o debido.

Podemos  resumir  planteando  que  la  predisposición a la reacción será   legitima desde el punto de vista ético-moral si guarda  el medio entre el exceso y  el defecto, y para esto debe adecuarse a las circunstancias en función de objetivos que  han  de ser realizables y  deben ser justos en  el sentido de garantizar  una  tendencia  a  la  satisfacción  armónica  de las necesidades y  guardar una relación entre  los deberes y derechos de  los  diferentes  agentes sociales.  Por  último  el  individuo debe estar emocionalmente comprometido con sus metas o ideales.

RELACION DE ESTOS PRINCIPIOS CON LAS VIRTUDES CARDINALES

Estos  principios se  encuentran formando  parte esencial  de las llamadas  virtudes cardinales:  prudencia, justicia,  fortaleza y templanza o moderación. 

La prudencia contiene al principio de adecuación a objetivos, y al  valor flexibilidad que  contiene  el principio  de epocalidad  y circunstancialidad  de la actividad; la moderación  contiene el  principio del  término medio,  la justicia contiene  el  principio  que  lleva  su  nombre. Estos principios contenidos  en  estos  valores tienen    una   función   autocorrectora, autorreguladora. La fortaleza que es el otro valor pilar contiene al principio  de adherencia a  las exigencias de  autorregulación moral,  el cual  expresa una  cualidad importante  de la conducta moralmente valiosa que es la firmeza  en el bien definido por los otros principios, a pesar de las presiones del medio tanto interno como  externo  al  individuo  que  lo  induzcan  a  actuar  de manera contraria.  La  fortaleza  representa  actitudes  hacia  el mundo circundante, hacia los demás y hacia  uno mismo,  corregidas por  los principios anteriores. Retomando  palabras de Tomás de  Aquino, ella permite adherirnos  al  bien.  El  antivalor  más  diferente a ella es la debilidad, la cual es falta de  adherencia al sentido de lo justo o debido,   falta  de   adherencia  a   los  propios  principios, independientemente   de  la   causa  que   lleva  a   ceder  ante inclinaciones o  aversiones que se oponen  a nuestros principios.  Dicho  en otros  términos, el  individuo decide  atendiendo no  a la norma internalizada, sino  a necesidades urgentemente actualizada por  las  circunstancias,  en  detrimento  de  la  norma. El otro antivalor relacionado con ellas  es la autotiranía, la cual es una adherencia rígida  a determinadas normas. Este extremo vicioso está  más relacionado con fallos en las virtudes o valores reguladores: prudencia, templanza y justicia.

Toda conducta valiosa desde el punto de vista ético-moral tipifica las virtudes o valores cardinales, además  de   tipificar  otras  virtudes o valores    específicos  según  las singularidades de  las circunstancias que  rodean al acto.  Estas virtudes específicas  hacen referencia a  la relación del  agente social  con  elementos  específicos  de  la  realidad  tanto interna como externa a él.

Summary

The author begins mentioning the historical trajectory of the theory of virtue making a journey through the thinkers and currents of thought of antiquity and the Middle Ages. Later on, he defines methodological positions in relation to terms like autonomy and attitude, and outlines the main problem of the investigation: “What characteristics should human behavior and psychocological processes that precede it have, so that these characteristics are valuable from the ethical-moral point of view? In order to answer this query he calls to mind the theory of virtue and divides it into a system of principles gathered into four levels. The first level encloses the principles that, according to the author, allow to define the extension and the limits of the ethical-moral values domain, and the object of valuation from the perspective analyzed. In the second level are grouped the principles whose observation guarantees the effectiveness of behavior. The importance of this factor is stressed. In the third level, regarding the principle of justice, the problem of the social agent's responsibility to himself and to other people is considered, and the bases to evaluate the correlation among different social agents are proposed. In the fourth level, the principle of adherence to the demands of ethical-moral self-regulation, allows to evaluate the grade of affective commitment with the notion of what is fair or necessary. It is pointed out that a certain grade of affective commitment is indispensable so that the individual becomes a true bearer of moral and ethical values. After that, the relationship between the principles and levels of principles is approached arguing that among them there is a close unity and interrelation. Lastly the author makes reference to the existent relationship among the principles proposed with those denominated "cardinal virtues": strength, temperance, justice and wisdom.

Key words: PHILOSOPHY; SOCIAL VALUES

Recibido: 20/10/02 Aprobado: 14/12/02

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22. Enciclopedia® Microsoft® Encarta 2001. © 1993-2000 Microsoft Corporation. Ética.

Notas

(i) Este pensador planteó lo siguiente: "La  virtud del hombre será   entonces aquel hábito por  el cual el hombre se hace  bueno y gracias al cual realizar  bien la obra que le es propia".  (Aristóteles. Op. Cit. p.  22.) 

(ii) Aristóteles insiste en casi todos los  libros de su "Ética  Nicomaquea", fundamentalmente en el III y el  V, en la importancia de la  voluntariedad del acto para que sea moralmente evaluable. (Aristóteles: "Etica Nicomaquea * Política". México: Editorial Porrúa, S.A., 1992,. p.  22.)

(iii) La propia prudencia que es considerada una de las virtudes principales o cardinales no es otra cosa que el conjunto de cualidades que permiten la elección de buenos fines, así como de buenos medios para alcanzarlos.

(iv) Los sistemas autónomos no  tienen posibilidades infinitas  para la  autodeterminación, sino  que siempre  tendrán límites  que  circunscriben  las   posibilidades  para  la  libre elección. El conocimiento de  estos es de vital importancia, ya que sólo podremos conocer  la extensión de nuestras posibilidades para  ser  autónomos  a   través  del  conocimiento  de  nuestras limitaciones y restricciones. Existe un límite  de máxima extensión que es  el impuesto por las leyes  objetivas. Ellas  van a  marcar los  límites dentro de los cuales es posible  la actividad del individuo, van  a determinar las posibilidades  reales para  actuar, ya  sea de  forma autónoma  o heterónoma. Otro tipo de límite es el de las regulaciones sociales.  Dentro de las posiciones extremistas con relación a las posibilidades del ser humano para su libre autodeterminación tenemos en un extremo al fatalismo que niega toda posibilidad de autodeterminación, de lo cual se deriva que el ser humano no es responsable ante nada. En el otro extremo tenemos al voluntarismo el cual niega  que   la  voluntad   humana  esté condicionada por el medio  circundante. Esta corriente filosófica plantea  que  la  toma  de  decisiones  y la autodeterminación se efectúa basada  solamente en la voluntad,  al margen de cualquier estímulo  tanto interno  como externo,  por lo  tanto propone  un hombre  abstracto al  margen de  sus múltiples  relaciones con el mundo circundante,  natural y social, así  como también al margen de su propia naturaleza.

(v) >Facultad  de  Derecho  de  la  Universidad  de  la Habana: "Derecho  Penal" t  I, Editorial pueblo y  Educación, La Habana, 1987. pp. 282-457.  Aunque legalidad y moralidad no  son la misma cosa, las ciencias jurídicas son muy precisas en la determinación de  la responsabilidad  del  agente social ante  su  conducta.   Los procedimientos  utilizados en esa esfera  para el enjuiciamiento legal pudieran ser utilizados para  el enjuiciamiento moral en lo que a determinación de responsabilidad se refiere.

(vi) Este pensador planteó lo siguiente: "La  virtud del hombre será   entonces aquel hábito por  el cual el hombre se hace  bueno y gracias al cual realizar  bien la obra que le es propia" 

(vii) Existe un criterio axiológico general que a mi juicio es la dignidad humana como valor fundamental. Existen además criterios axiológicos particulares para cada zona o dominio axiológico. El aquí definido es el particular del dominio axiológico de los ético-morales.

(viii) Aunque Maquiavelo desarrolla  este principio con gran agudeza,  no lo utilizó como lo  hizo Aristóteles como criterio  para definir  los límites  entre la  virtud y el vicio, sino  solamente  como  criterio  de  efectividad.  Maquiavelo  no concibe  a  las  virtudes  morales  como  situadas  entre  vicios opuestos,  lo cual  podemos apreciar  cuando expresa:  "Está bien mostrarse piadoso,  fiel, humano, recto y  religioso, y así mismo serlo efectivamente, pero se debe  estar dispuesto a irse al otro extremo si ello fuera  necesario". (Maquiavelo, N. "El Príncipe", Méjico, Editorial Selección, 1951, p. 84)

(ix) Básicamente existen  tres concepciones  con relación  a la bondad  o  la  maldad  intrínseca  del  ser  humano. Dentro de la filosofía antigua  oriental tenemos a Mencio,  el cual plantea que el hombre es  bueno por naturaleza (Lin Yutang. Op. Cit.  253).  Para  el  budismo   los  deseos  son  la  causa  del sufrimiento humano, por lo que es necesario anonadar esa potencia de  desear  que  naturalmente  poseemos  si  queremos eliminar el sufrimiento (Foucher,  A. Op. Cit.  p.226). Para Confucio  el ser humano  no  es  bueno  ni  malo  por  naturaleza,  sino que puede desarrollarse hacia la  bondad o hacia la maldad  según el camino que elija (Lin Yutan: "La sabiduría de Confucio", Ediciones Siglo Veinte,  Buenos  Aires,  p.  187).  En  occidente  tenemos que el cristianismo plantea  que con la desobediencia  de Adán pecó toda la  humanidad,  y  por  lo  tanto  somos pecadores (Romanos 5,12; 5,19). Para  Tomas Hobbes (1588-1679)  el ser humano  es motivado solamente por  intereses egoístas y sólo  por egoísmo los hombres prefieren vivir en un mundo con  reglas morales, ya que sin ellas estaríamos  a merced  de los  intereses egoístas  de los demás, y nuestra  propiedad,  nuestra  familia,  e  incluso  nuestra  vida estaría   en   constante   riesgo.   (Internet   Enciclopedia  of Philosophy.:   "Social   Contrat",   Internet,   1996).  Rousseau(1712-1778) consideraba,  que en el  "estado natural" no  sólo no había guerra de  todos contra todos, sino que  entre las personas predominaban la amistad y la  armonía. Para Rousseau el hombre es esencialmente bueno, y la sociedad,  con todo su artificio, tiene que corromperlo forzosamente. (Rev. El Correo de la UNESCO, Marzo de 1963, p. 5). Para Sigmund Freud (1856-1939) los hombres tienen una tendencia constitucional a agredirse mutuamente, y esto constituye, según él, el mayor obstáculo con que tropieza la cultura.( Freud  Sigmund .: “El malestar en la cultura”, Alianza, Madrid 1970, p. 84-85)  El humanismo  ha de partir del presupuesto de que el ser humano no es ni bueno,  pacifista y altruista ni  malo, belicista y egoísta de manera innata,  sino  educable. (Lamont,  Corliss. : "El humanismo como  una filosofía" Editorial  Claridad, Buenos Aires, 1956.)

(x) Para Frondizi los  valores instrumentales son aquellos con utilidad para  una determinada función.  Para él la  altura en la escala  jerárquica  de  estos  valores  está  determinada  por su eficacia en  el cumplimiento de una  función asignada. (Frondizi  R.. ¿Qué  son  los  valores?, Introducción a la axiología, Fondo de Cultura Económica, México, 1995, p. 231).

(xi) Pensadores  como  Hugo  Grotius  (1585-1645)  critican  en Aristóteles  el  plantear  que  la justicia  se  encuentra entre extremos  viciosos  (The  Internet  Encyclopedia  of Philosophy.: "Virtue  Theory", Internet,  1996), sin  embargo se  trata de una incorrecta interpretación de su  doctrina, ya que él plantea que  existe una justicia total con  respecto a la cual la  injuticia es  el único  vicio, y  existe además  una justicia particular que  se da por  la existencia de  algún vicio especial para el  cual si existen extremos.  (Aristóteles.: Op. Cit, Libro V, Cap II, p. 60)