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Humanidades Médicas

versión On-line ISSN 1727-8120

Rev Hum Med v.4 n.2 Ciudad de Camaguey Mayo-ago. 2004

 

 

Artículo

 

El humanismo del Che.

Che's Humanism.

 

Autores

 

Avelino Fernández Espert. Profesor Auxiliar de Historia. Instituto Superior Pedagógico "José Martí". Carretera Circunvalación Norte Km. cinco y medio. Camaguey. Cuba. Telef.: 261410

Cristina Fernández Rivero. Estudiante de 6to año de la carrera de Medicina.

 

Resumen

Los autores, estudiosos de la raigal influencia del pensamiento y la obra del Comandante Dr. Ernesto Guevara de la Serna (Che) en Cuba y América, proyectan la estampa humanista de este revolucionario médico, con el empleo de las más trascendentes pinceladas históricas de un amplia hoja de vida en distintas latitudes del mundo. El Che, joven estudiante, médico graduado con prometedoras dotes que sabe ubicar al ser humano y sus valores por encima de un promisorio futuro como científico y profesional de la medicina. El artículo dedica atención especial a sus conceptos sobre el hombre, su vida e historia y a su proverbial apego a una ética revolucionaria de elevado calibre. El artículo contribuye al enriquecimiento de los conocimientos sobre el desarrollo histórico del humanismo médico cubano, al proyectarlo en la figura de uno de sus más míticos modelos. 

Palabras clave : HUMANISMO; MORAL

Introducción

La clara inteligencia, la férrea voluntad, la valentía sin límites, el desinterés personal, la fidelidad absoluta a sus ideas, fueron atributos que adornaron la personalidad multifacética de Ernesto “Che” Guevara y lo hicieron descollar en su corta pero intensa y fructífera vida.

La grandeza de su pensamiento y de su actuación lo convierten en una figura de carácter universal y en un paradigma para todos los latinoamericanos honestos.

De ahí que el estudio de su vida constituya una fuente inagotable e inapreciable en la formación y consolidación de valores éticos, antiimperialistas e internacionalistas para la presente y futuras generaciones del Continente y se inserte en la gran batalla de ideas en la que todo nuestro pueblo está enfrascado. En tal sentido se han editado – y reeditado en algunos casos- sus escritos y han visto la luz diversas publicaciones en las que se han tratado aspectos importantes de su obra y vida revolucionaria.

No obstante, uno de los rasgos de su personalidad en el que no se ha profundizado todo lo necesario es el referido a su humanismo. Y es sumamente necesario y de vital importancia insistir en ello porque es la base de todo su accionar político.

Ciertamente, los que tuvieron la suerte de conocerlo personalmente se percataron de la exquisita sensibilidad que siempre lo acompañó, por lo que existen coincidencias al respecto. En tal sentido resulta altamente elocuente lo expresado por quien siendo su jefe y amigo entrañable, supo aquilatar en toda su magnitud las virtudes que adornaron su vida ejemplar: el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, quien en sentidas y memorables palabras, que hacen vibrar de emoción a todos los revolucionarios, expresó:

“Pero, además, añadía otra cualidad, que no era una cualidad del intelecto, que no es una cualidad de la voluntad, que no es una cualidad derivada de la experiencia, de la lucha, sino una cualidad del corazón, ¡porque era un hombre extraordinariamente humano, extraordinariamente sensible! ”(1) .

Es por ello que, partiendo de la recopilación y análisis de la bibliografía existente, el presente trabajo tiene por objetivo demostrar que el humanismo existente en Che, fue un rasgo característico de su personalidad que guió toda su actuación revolucionaria.

Desarrollo

Fue el propio Che, quién en un trascendental artículo publicado en el semanario “Marcha”, poco antes de partir hacia el territorio congoleño, que también fue testigo de su ayuda internacionalista. Escribió:

“ Déjeme decirle, a riesgo de parecer ridículo, que el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimiento de amor. Es imposible pensar en un revolucionario auténtico sin esta cualidad.”(2)  

Precisamente, quién haya penetrado en el estudio de su vida, se percata de que esa cualidad él la poesía en grado sumo. Ello se observa en su accionar cotidiano, en los diarios confeccionados en distintos momentos de su vida, en sus cartas (fundamentalmente las dirigidas a sus padres e hijos), en sus escritos e incluso en su poesía. Y, obviamente, es esa cualidad la que lo hace tomar importantes decisiones.

Así, por ejemplo, un golpe sentimental: la pérdida de su abuela paterna en 1947, a la que el cuidó en su lecho de muerte durante diecisiete días, hace que abandone la idea de estudiar ingeniería en la Ciudad de Córdova, donde trabajaba en la Dirección de Vialidad, y matricule en la Facultad de Medicina de Buenos Aires. Posteriormente es esa cualidad la que lo impulsa a darle un trato humano y digno a los enfermos de los leprosorios de Lima y San Paulo, este último en plena selva peruana, durante el recorrido que junto a su amigo Alberto Granado realizara por Suramérica siendo aún estudiante. Gesto extraordinariamente humano y valiente que, por sus posibles implicaciones, muy pocos se atreven a realizar (i); pero, además, de un valor incalculable para los pacientes, tal como manifiesta el Che en una de las cartas que dirigiera a sus padres, demostrativa de sus sentimientos humanitarios:

“[ ...] Es que despedida como la que nos hicieron los enfermos de la Leprosoría de Lima es de las que invitan a seguir adelante [...] Todo el cariño depende de que fuéramos sin guardapolvo ni guantes, les diéramos la mano como cualquier hijo de vecino y nos sentáramos entre ellos a charlar de cualquier cosa o jugáramos al Fútbol con ellos. Tal vez te parecerá una compadrada sin objeto, pero el beneficio psíquico que es para uno de estos enfermos tratados como animal salvaje, el hecho de que la gente los trate como seres normales es incalculable y el riesgo que se corre es extraordinariamente remoto [...]''(3)              

Llama la atención el peso que el Che otorga al aumento de la autoestima que encierra su gesto, para los pacientes, cuestión que el sintetiza como “beneficio psíquico” , que es, indudablemente, el objeto de su atención. Ello es, por supuesto, un factor muy importante, imposible de soslayar para la compresión de su actitud con dichos enfermos, independientemente del valor personal necesario para ello, que fue una de las características de su personalidad.

El contacto directo con la miseria y la explotación en que estaban sumidas, la mayor parte de la población latinoamericana, lo condujo a su decisión más trascendental: la entrega absoluta a la causa de los humildes. Primero como un joven profesional, que de forma personal y un tanto aislada trataba de atenuar en lo posible el dolor de las masas oprimidas; después como el legendario guerrillero y estadista de talla continental, que escribió páginas cargadas de heroísmo en la historia de Cuba, de América y de África y siempre, como el revolucionario consecuente con sus ideas y principios.

Hubiera podido asumir una posición indiferente o simplemente conformista, aceptando los padecimientos de los desposeídos como una realidad dolorosa pero inevitable. Esa en definitiva no era su situación. Aunque la economía familiar no siempre fue halagüeña y esto motivó que durante breves períodos de tiempo realizara distintos empleos. El futuro se vislumbraba altamente prometedor para él, cuando a los veinticuatro años de edad recibió el título de Doctor en Medicina. Nada lo obligaba a no pensar en su bienestar personal en un momento en que había alcanzado una meta en su vida y tenía ante sí la posibilidad de ejercer la profesión en una clínica bonaerense, al lado de uno de los mejores especialistas de alergia de su país natal. Pero contrario a lo que esperaban sus familiares y amigos, el ya Dr. Guevara decidió emprender un segundo viaje por Latinoamérica que concluyó en Guatemala, país del que él ya conocía que se iniciaba un proceso nacionalista encabezado por el coronel Jacobo Arbenz y en el que, para ganarse el sustento, tuvo que desempeñarse como enfermero.

Su comportamiento, aparentemente tan extraño, causó incertidumbre entre sus allegados, constituyendo para ellos un enigma. Era llana y sencillamente inexplicable. Como inexplicable fue el grito con el que se despidió, ya en marcha el tren, de todos ellos: ‘¡ Aquí va un soldado de América! (3). Corría el mes de julio de 1953 y el joven doctor, el futuro Che, caminaba a encontrarse con la historia.

Años después, siendo ya Presidente del Banco Nacional de Cuba, en el discurso que pronunciara el 19 de agosto de 1960 en La Habana, al iniciarse un curso de adoctrinamiento en el Ministerio de Salud Pública, el propio Che explicaría el móvil que lo condujo a ello:

“Después de recibido, por circunstancias especiales y quizá también por mi carácter, empecé a viajar por América y la conocí entera [....] Y por las condiciones en que viajé, primero como estudiante y después como médico, empecé a entrar en estrecho contacto con la miseria, con el hambre, con las enfermedades, con la incapacidad de curar a un hijo por falta de medios, con el embrutecimiento que provocan el hambre y el castigo continuo, hasta hacer que para un padre perder a un hijo sea un accidente sin importancia, como sucede muchas veces en las clases golpeadas de nuestra patria americana; y empecé a ver que había cosas que, en aquel momento me parecieron casi tan importantes como ser un investigador famoso o como hacer un aporte sustancial a la ciencia médica; y era ayudar a esa gente” (4).

Permanece poco tiempo en Guatemala, que coincide con la duración del gobierno de Arbenz, derrocado por la agresión orquestada por el imperialismo norteamericano con el auxilio de la reacción interna, pero la estancia en dicho país fue muy importante en su formación revolucionaria. Allí se sintió comprometido con el abortado proyecto progresista, al extremo de ser uno de los que pidieron armas para enfrentar el golpe contrarrevolucionario y, además, maduró sus ideas en lo concerniente al papel del individuo en la sociedad, comenzando a comprender, según sus propias palabras en el discurso citado, que de poco sirve el esfuerzo altruista pero aislado de una persona y que lo primero que se necesita para ser médico revolucionario- y ese era su propósito- es tener una revolución (4).

Y esa posibilidad la vio ante él en México, al sostener su primera conversación con Fidel Castro, que trajo como resultado su inmediata incorporación al movimiento revolucionario cubano. Conociendo de su afán por ser médico revolucionario, aún sin vivir la experiencia de una revolución, ¿podría alguien extrañarse de su rápida determinación? Las palabras pronunciadas por nuestro máximo líder al respecto, son de una claridad extraordinaria:

“Para un hombre como él no eran necesarios muchos argumentos, le bastaba saber que Cuba vivía en una situación similar, [se refiere a Guatemala] le bastaba saber que había hombres decididos a combatir con las armas en la mano esa situación, le bastaba saber que aquellos hombres estaban inspirados en sentimientos genuinamente revolucionarios y patrióticos. Y eso era más que suficiente”. (1).

En el país azteca trabaja como médico al mismo tiempo que se entrena como futuro combatiente. Del contacto directo, al parecer con uno de sus pacientes, escribe unos versos, que por su relación con el tema objeto de estudio, considero de mucha importancia el análisis de algunas de sus partes:

“ Vieja María, vas a morir

quiero hablarte en serio:

Tu vida fue un rosario completo de agonías,

No hubo hombre amado, ni salud, ni dinero,

Apenas el hambre para ser compartida;

Quiero hablar de tu esperanza,

De las tres distintas esperanzas

Que tu hija fabricó sin saber cómo.

..........

Escucha, abuela proletaria:

Cree en el hombre que llega,

Cree en el futuro que nunca verás.

........

Pero quiero anunciarte,

En voz baja y viril de las esperanzas,

La más roja y viril de las venganzas,

Quiero jurarlo por la exacta

Dimensión de mis ideales.

 

Toma esta mano de hombre que parece de niño

Entre las tuyas pulidas por el jabón amarillo,

Restriega los callos duros y los nudillos puros

En la suave vergüenza de mis manos de médico.

 

Descansa en paz, vieja María,

Descansa en paz, vieja luchadora,

Tus nietos todos vivirán la aurora,

LO JURO ”(5)

 

Ellos reflejan los sentimientos humanitarios del Che, que lo llevan a compenetrarse con la paciente, de procedencia muy humilde, y a sentir verdadero pesar por su situación, como correspondía a su concepción de médico revolucionario y, además, -pienso que esto es lo más importante- su compromiso. El compromiso de quién vislumbra que muy pronto sus manos de médico, endurecidas por la convicción de sus ideas, empuñarían el fusil en otras tierras para cambiar la suerte de otras viejas Marías. Lejos de observarse una contemplación pasiva de la realidad, hay en ellos una implícita determinación de luchar para trasformarla y en este sentido su compromiso con la “abuela proletaria,” que tiene como destinatarios a sus tres nietos, constituye un canto a la vida, a la esperanza de que, mediante “ la más roja y viril de las venganzas”, es decir, mediante la lucha enérgica por el Socialismo, un futuro mejor es posible.

Ya como guerrillero, tanto en Cuba como en Bolivia, el humanismo del Che se manifestó innumerables veces, lo que indudablemente tuvo una influencia educativa entre sus subordinados. No dejó escapar el momento preciso para consolidar en ellos los valores que el profesaba. Fue en este aspecto un formador en el contexto de la lucha armada, mediante el ejemplo de su actuación personal.

Che siempre se sintió muy comprometido con los combatientes bajo su mando. Es más, sin dejar de ser exigente, sintió por ellos la más genuina hermandad, observada en distintos momentos de su quehacer revolucionario y que en determinadas ocasiones lo condujo a realizar actos de verdadero heroísmo.

Uno de ellos fue en la Sierra Maestra, en el combate sostenido contra las fuerzas del sanguinario Sánchez Mosquera, a las que trato de copar y aniquilar en la zona del Mar Verde, el 29 de Noviembre de 1957. Che consideraba que debían hacerse todos los esfuerzos por impedir que un compañero quedara a merced del enemigo y allí, fiel a este principio que refleja su compañerismo, no vaciló en arriesgar su vida para rescatar el cuerpo herido de Joel Iglesias, ante las miradas atónitas de tres soldados enemigos, que sorprendidos ante su audacia no atinaron a dispararle.

Otro fue en su último combate, en la Quebrada del Yuro, Bolivia, el 8 de Octubre de 1967, en el que se mantuvo combatiendo, para facilitar que los enfermos e imposibilitados de combatir de su pequeño núcleo guerrillero pudieran eludir el cerco.

Sus escritos traslucen el profundo dolor que le causaba la muerte de sus compañeros, como sucedió cuando cayó Roberto Rodríguez “ El Vaquerito”, durante la Batalla de Santa Clara o Eliseo Reyes (“San Luis, Rolando”) y Carlos Coello “ Tuma”, en la selva boliviana, por solo citar tres casos. Pero, además, quien lea las páginas de su diario en Bolivia, se percata que la solidaridad del Che con sus hermanos de lucha no conoció límites, lo que se aprecia con nitidez en sus apuntes del 25 y 26 de septiembre, cuando se encaminaba hacia una zona de operaciones más propicia. Fue su ansia de aliviar la difícil situación por la que atravesaba el combatiente Octavio de la Concepción y de la Pedraja (“Moro”, “Médico”), enfermo de lumbago, la que lo impulsa a no desviarse del camino más fácil y por el que venía transitando desde hacia varios días, para que este pudiese ir montado en mula, aún con plena conciencia de la peligrosidad que ello entrañaba por las grandes posibilidades de caer en una emboscada, como en efecto ocurrió.

El respeto que siempre sintió por la vida de un ser humano fue proverbial y eso lo manifestó fehacientemente, en el tratamiento humanitario que dio, no solo a los prisioneros, sino incluso a los espías enemigos. El 26 de Junio de 1967, comenzó las anotaciones de su diario especificando “Día negro para mí” (6), con lo que resumía el gran dolor que lo afligía por la muerte de Carlos Coello “ Tuma”, a quién lo unía un cariño especial, un cariño casi como de padre a hijo, consolidado con los años. Coincidentemente fueron apresados dos espías, que una vez advertidos fueron dejados en libertad ese mismo día. No hubo ajusticiamiento (lo que no hubiera sido criticable dado a las normas de la guerra), ni maltratos, ni una ofensa- por insignificante que fuera- que denotará venganza por el compañero caído, que había sido uno de los más familiares y queridos en la guerrilla. Es más, cuando debido a una mala interpretación de su orden consistente en que se le quitaran todo lo que fuera de utilidad, ambos detenidos fueron liberados en calzoncillos, la reacción del Che fue de indignación. Según narra Inti Peredo, uno de los sobrevivientes de la guerrilla quién posteriormente cayera combatiendo dos años después, el Che criticó a los compañeros que confundieron su orden “[ ...]” y les dijo que a los seres humanos había que tratarlos con dignidad ,que no se les debía ocasionar humillaciones ni vejaciones gratuitas. A su lado estaba el cadáver de “Tuma” (7).

La actividad del Che, con toda su carga ética y emocional, tiene un valor formativo extraordinario, si se toma en cuenta el substrato humano que debe guiar la actuación de todo revolucionario, incluso con el adversario. No fue la única vez que se proyectó en esa dirección. Veinte y tres días antes, estando al frente de una emboscada en la que debía iniciar el fuego, fue incapaz de dispararle a dos soldados que tapados con una frazada venían en la cama de un camión, exclamando posteriormente que “era un crimen dispararles a esos soldaditos” (7). Es muy probable que ellos desconozcan aún hoy, lo cerca que estuvieron de la muerte aquel día y que viven gracias a la generosidad de un hombre, cuyos sentimientos no estaban endurecidos a pesar de las condiciones extremadamente difíciles de la guerra que desarrollaba.

En el escrito del Che sobre el combate del “ El Uvero”, hay un fragmento en el que narra el dolor que sintió al dejar a dos combatientes heridos de suma gravedad en poder del enemigo, que por la ternura que en el se observa, bien pudiera considerarse una síntesis del humanismo que se escondía tras su carácter adusto: 

“ Cuando se lo comuniqué a Cilleros [que llegó muerto a Santiago de Cuba] diciéndole las palabras reconfortantes de rigor, me saludó con una sonrisa triste que podía decir más que todas las palabras en ese momento y que expresaba su convicción de que todo había acabado. Lo sabía también y estuve tentado en aquel momento de depositar en su frente un beso de despedida pero, en mí más que en nadie, significaba la sentencia de muerte para el compañero y el deber me indicaba que no debía amargar más sus últimos momentos con la confirmación de algo de lo que él ya tenía casi absoluta certeza. Me despedí, lo más cariñosamente que pude y con enorme dolor, de los dos combatientes que quedaban en manos del enemigo. Ellos clamaban que preferían morir en nuestras tropas, pero teníamos nosotros también el deber de luchar hasta el último momento por sus vidas [...] ”(8).           

Conclusiones

El humanismo fue un rasgo inherente a la personalidad de Ernesto Che Guevara. Y ello se observa, fundamentalmente, en su decisión de estudiar la carrera de Medicina, en el trato que tanto él como Alberto Granados, dieron a los enfermos de los leprosorios de Lima y San Paulo, en la disposición, como médico revolucionario, de poner todos sus conocimientos al servicio de los más necesitados y en su vida como guerrillero.

Específicamente en esto último, sus sentimientos humanitarios los expresa desde dos ángulos distintos: en los lazos de hermandad que estableció con sus compañeros, por los que en ocasiones arriesgó su vida, y en el respeto a la dignidad y a la vida del ser humano, manifestado en el tratamiento a los prisioneros e incluso a los espías y, además, en su actuación en la emboscada del 3 de Junio de 1967, gracias a la cual dos soldados enemigos pudieron conservar sus vidas.

A través de su obra escrita y del ejemplo que emanaba de accionar cotidiano, fue un verdadero educador no solo para los hombres que combatieron bajo su mando, sino para todos aquellos que se decidan a profundizar en su vida, en sus escritos y en sus discursos.

Che es un paradigma para las actuales y futuras generaciones, que nos impulsa al mejoramiento humano de que hablara Martí, para ser cada día mejores revolucionarios. 

Summary

The authors, studious of the extraordinary influence of Commandant and Dr. Ernesto Guevara de la Serna 's thought in Cuba and America, unveil the humanist perspective of this revolutionary doctor, through the most transcendental historical events in this man's life in different latitudes of the world. Che, young student, medicine doctor with promising gifts that knew how to place the human being and his values above his promissory future as scientific and medicine professional. The article dedicates special attention to his concepts about men, as well as his life and history and to his proverbial attachment to valuable revolutionary ethics. The article contributes to the enrichment of knowledge on the historical development of Cuban medical humanism, by reflecting this in the figure of one of its most mythical models.

Key Words : HUMANISM, MORAL.

Recibido: 20/6/04 Aprobado: 15/7/04

Referencias Bibliográficas

(1) Castro Ruz F. Discurso pronunciado en la velada solemne en memoria del Comandante Ernesto Che Guevara. En Guevara de la Serna E. Obras 1957-1967. Tomo 1. La Habana, Casa de las Américas; 1970. p 19.

(2) Guevara de la Serna Ernesto.: El socialismo y el hombre en Cuba. En Obras 1957-67. Tomo 2. La Habana, Casa de las Américas; 1970. p. 382.

(3) Guevara Lynch E. Mi hijo el Che. Ciudad de la Habana, Editorial Arte y Literatura; 1988. p.405, 406, 427

(4) Guevara de la Serna E. Fragmentos del discurso que pronunciara al iniciarse un curso de adoctrinamiento del Ministerio de Salud Pública, el 19 de agosto de 1960 en La Habana. Revista Tricontinental (falta año); 83: 5- 82

(5) Guevara de la Serna E. Sobre Literatura y Arte. Ciudad de la Habana, Editorial Arte y Literatura; 1997. p 21-23.

(6) Guevara de la Serna E. El Diario del Che en Bolivia. Ilustrado. La Habana, Editora Política; 2000. p 261.

(7) Peredo I. Mi Campaña con el Che. Pensamiento Crítico 1971; 52 Mayo: 31-35.

(8) Guevara de la Serna E. Pasajes de la Guerra revolucionaria. Cuba 1956-1959. La Habana, Editora Política; 2000. p 100.

Bibliografía

González F. De Nacahuasú a la Higuera. La Habana, Editora Política; 1989.

Guevara Lynch E. Mi hijo el Che. La Habana, Cuba: Editorial Arte y Literatura; 1988.

Guevara de la Serna E. Obras: 1957-57. La Habana, Cuba: Casa de las Américas;1970

Guevara de la Serna E. Pasajes de la Guerra Revolucionaria. Cuba 1956-1959. La Habana, Cuba: Editora Política; 2000.

Guevara de la Serna E. El Diario del Che en Bolivia. La Habana, Cuba: Editora Política; 2000.

Guevara de la Serna E .Sobre Literatura y Arte. La Habana, Cuba: Editorial Arte y Literatura; 1997.

Peredo I. Mi Campaña con el Che. Pensamiento Crítico 1971 Mayo; (52): 2-67.

Nota

(i)Ernesto Guevara Lynch, en un formidable estudio biográfico sobre su hijo, comenta la conversación sostenida con un fraile amigo de una de sus hermanas en la que este , al conocer la compenetración lograda por el Che y su acompañante con los enfermos de dichos leprosorios, le confesó que sentía mucha admiración por lo que ellos habían realizado, cosa que el hubiera sido incapaz de hacer, no obstante su condición de eclesiástico.  Véase Guevara lynch E. Mi hijo el Che. Ciudad de la  Habana,  Editorial Arte y Literatura; 1988. p. 344 y 406.