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Humanidades Médicas

versión On-line ISSN 1727-8120

Rev Hum Med vol.24 no.1 Ciudad de Camaguey ene.-abr. 2024  Epub 20-Feb-2024

 

Editorial

Oración Finlay, la salud como un deber

Finlay oration, heatlth as a duty

0000-0002-5301-4057Miriela Betancourt Valladares1  * 

1.Facultad de Estomatología, Universidad de Ciencias Médicas de Camagüey. Cuba.

Buenos días

Comienzo por pedir disculpas a todos los que se han sentido, merecedores del privilegio de hacer lo que hoy me ha sido encomendado. A los que piensan que otros se han ganado este honor; sin haberles sido concedido. Yo misma lo considero inmerecido.

Más que privilegio y honor, es la del día de hoy, una asignación única, una monumental responsabilidad, un alto compromiso. Su cumplimiento, con la mayor dignidad de la que soy capaz, me ha llevado a investigar en estos últimos días en dos vertientes: la vida de Finlay y la historia de la Oración a él dedicada. La tarea se ha visto adornada por ideas que han revoloteado en mi mente acerca de cómo hacerlo diferente, pertinente, vigente.

No por la mera aspiración a la originalidad o a no repetir lo conocido o expresado por ilustres oradores, que me han antecedido aquí y en otros podios desde el día 3 de diciembre de 1933, fecha en que el Dr. José A. Presno, Rector de la Universidad de La Habana pronunciara la que se considera la primera Oración Finlay; más bien con el ánimo de aprovechar la genialidad de un coterráneo sin par, en pos de la salud, en el día más oportuno.

Uno de los acuerdos tomados en sesión ordinaria de la Academia de ciencias de La Habana en el año 1933, fue que todos los días 3 de diciembre de cada año, se celebrara una sesión solemne en honor al Día de la Medicina Americana con la Oración Finlay y el recuerdo de los pasados benefactores y los nuevos que fuesen apareciendo en esta obra de medicina americana.1

En la profunda, detallada y emotiva Oración Finlay, que pronunciara recientemente nuestro profesor Dr. C. Arturo Menéndez Cabezas, quien nos enseñó mucho pero nos dejó demasiado pronto, el mismo expresaba que según el Diccionario de la lengua española de la Real Academia, la oración es “Obra de elocuencia, razonamiento pronunciado en público a fin de persuadir a los oyentes o mover su ánimo”.2 Y esa línea de pensamiento condujo su magistral entrega, que ha quedado entre muchos como su último legado. En otra de sus acepciones, Oración es ¨Dirigirse mentalmente o de palabra a una divinidad o a una persona sagrada, frecuentemente para hacerles una súplica¨.

Para el propósito de esta mañana, combino ambas acepciones y aprovecho la creencia de no pocos, de que aquellos que nos acompañaron físicamente siguen junto a nosotros, nos protegen e iluminan. Así fusiono ambos significados alrededor de la figura que bautizó nuestra escuela camagüeyana de ciencias médicas, sus valores y aportes para sustentar la idea central de esta sesión; la salud como un deber. Hoy no será solo una veneración a la excelsa figura de Finlay, también será una petición de tutoría científica para vislumbrar la salud como un deber, no solo como un derecho.

Carlos J. Finlay Barrés: la más alta personalidad de la medicina cubana, el sabio camagüeyano, Pasteur de América, benefactor de la humanidad, hombre perseverante, acucioso observador, infatigable e ilustre investigador con riguroso método y ética científica, tenacidad, perseverancia, visión, audacia, sencillez, modestia, sentido de la humanidad y el patriotismo. Confluencia de cualidades, virtudes y aptitudes que resultan en genialidad venerable, cuyos pasos debemos seguir, sin la utópica pretensión de igualar.

Constan pruebas de que los camagüeyanos han honrado a Finlay, con su actuar, más allá de la Oración. Evidencia reciente fue la Orden Carlos J. Finlay publicada en Gaceta Oficial con fecha 9 de enero de 2023, concedida a nuestro Hospital Militar Octavio de la Concepción y la Pedraja y a nuestra casa de altos estudios Universidad de Ciencias Médicas de Camagüey.3

En homenaje a nuestro sabio, la Orden “Carlos J. Finlay”, se otorga a ciudadanos cubanos y extranjeros en reconocimiento a extraordinarios méritos y valiosos aportes al desarrollo de las ciencias naturales o sociales, a actividades científicas o de investigación, que hayan contribuido de forma excepcional al progreso de las ciencias y en beneficio de la humanidad y, en especial, a la preservación y mejoramiento de la salud y bienestar del pueblo.3

El Ministro de Salud Pública propuso otorgar dicha condecoración en reconocimiento a los resultados obtenidos en la actividad docente e investigativa, de un alto valor científico e impacto para la medicina, con lo cual han contribuido al prestigio y desarrollo de las ciencias en nuestro país.

Nació Finlay el 3 de diciembre de 1833 en nuestra Villa de Santa María del Puerto del Príncipe, hecho, que sin dudas, contribuye al ¨orgullo que nos define¨, como profesionales de la salud camagüeyanos; pero también representa un compromiso histórico, nos impone un reto, nos eleva los límites, nos exige estudio, dedicación y grandeza de pensamiento y espíritu.

Realizó sus primeros estudios en Francia y cursó la carrera de medicina en los Estados Unidos, al verse imposibilitado de estudiarla en La Habana, por exigirse el título de Bachiller que no poseía. Se diplomó en 1855, en el Jefferson Medical College de Filadelfia, institución de reconocida reputación y prestigiosos profesores; entre ellos, el doctor John Kearsly Mitchell, quien años después propondría al médico camagüeyano como miembro de honor del Colegio Médico de Filadelfia, Institución que lo nombró después Doctor Honoris Causa.4,5

De Kearsley Mitchel y de su hijo el profesor Silas Weir Mitchel, Finlay recibió no solo sus enseñanzas. Kearsley, el primero que sostuvo la teoría parasitaria de las enfermedades en los Estados Unidos y Weir, cuyo preceptor fue Claude Bernard el fundador de la medicina experimental, quien modernizó la enseñanza de la medicina introduciendo las ciencias básicas en el curriculum, influyeron en el desarrollo de la inteligencia y el genio de Finlay. El doctor Mitchel, hijo, le profesó a Finlay una gran amistad, e insistió en que se quedase en Nueva York a ejercer su carrera pero él se rehusó y volvió a la patria, habiendo logrado la reválida del título en la Universidad de la Habana, en su segundo intento.5

Hoy muchos colegas prefieren tomar el camino rechazado por Finlay, dejan la patria para vivir y ejercer sus carreras en otras tierras, o para emprender ocupaciones o profesiones distantes de la salud. Apartan el deber y se encaminan en otros proyectos, dejan atrás colegas, equipos, pacientes, madres, padres, abuelos e hijos, tristezas, decepciones, trabajo multiplicado, responsabilidades sumadas; contextos complejos, servicios anémicos, consultorios vacíos, poblaciones desatendidas; dejan de mirar la salud como un deber.

Toca a los que están aquí y a los que no están porque ahora mismo se encuentran en un laboratorio, en un salón de operaciones, en un terreno, en un cuerpo de guardia, asumir la tarea acostumbrada que ahora es más ardua, más compleja, más difícil, más agotadora; pero más digna, más importante, más necesaria. Ayúdame Finlay a encontrar la palabra que reúna aprecio, admiración y agradecimiento a estos benefactores, científicos, estudiantes y graduados que hoy prestan los servicios de salud y garantizan la formación del relevo imprescindible.

Luego de graduado, Finlay se especializó en oftalmología, pero se interesó por las enfermedades infecciosas. Ejerció como oftalmólogo y clínico en estudios sobre la parálisis infantil, el tétanos del recién nacido, la tuberculosis, la fiebre tifoidea, la lepra, la malaria y otros males del siglo XIX, que azotaban a la población cubana. Publicó varios artículos en revistas científicas médicas de la época, en Cuba y en el extranjero.4,5

Después de años de investigaciones sobre la fiebre amarilla, presentó sus experiencias a las autoridades sanitarias españolas, que la desestimaron. En 1881 fue delegado a la Conferencia Sanitaria Internacional en Washington, donde expuso su teoría sobre el mosquito Aedes aegypti como ente trasmisor de la enfermedad y el modo de trasmisión. Aunque tuvo poca acogida, su propuesta fue divulgada por la revista médica de New Orleans, ciudad que sufría los embates de la enfermedad.4

El trascendental descubrimiento fue expuesto en La Habana el 14 de agosto de 1881, en la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales, con el trabajo que debía inmortalizarlo y que tituló con humildad "El mosquito hipotéticamente considerado como agente de transmisión de la fiebre amarilla." El auditorio escuchó atento, sin impugnar ni tampoco aceptar la teoría de Finlay.5

Finlay ignoró los reveses y gracias a su perseverancia fue autorizado a realizar los experimentos que le permitieron reunir evidencias para probar su hipótesis. Estos estudios culminaron en su escrito "La Patogenia de la Fiebre Amarilla».

La visión y pensamiento preclaro de Finlay se había evidenciado antes en sus investigaciones sobre el cólera. Su trabajo “Transmisión del cólera por aguas corrientes cargadas de principios específicos” data de 1868 y no fue hasta 1892 que, se estableció la forma de transmisión y prevención del cólera, tal y como había propuesto Finlay, unos 20 años antes.6

Todo su trabajo lo ejerció en medio de carencias e incomprensiones, pero nunca permitió que la escasez de recursos de sus pacientes les privase de su atención y nunca abandonó su quehacer científico.1

Hoy las consecuencias de la pandemia de la COVID-19, el recrudecimiento del bloqueo, las medidas del gobierno norteamericano acatadas por sus aliados, los conflictos bélicos desatados por el hombre que parece envidiar el poder de un organismo microscópico que sacudió los sistemas de salud del globo, desestabilizando la vida socioeconómica y provocando muertes que aterrorizaron el planeta, han generado un contexto de restricciones para prestar los servicios de salud en nuestro país.

No solo sufrimos limitaciones materiales, a estas se han sumado las carencias de recursos humanos, aunque prefiero llamarlos colegas, compañeros, amigos, profesores, alumnos; que han colgado sus batas blancas, verdes, azules; han puesto a descansar sus conocimientos y han recesado sus habilidades para curar enfermos y salvar vidas.

Hoy necesitamos multiplicar Finlays, recordar el pedazo de sabio y benefactor que llevamos dentro y hacerlo prevalecer. Te ruego Finlay, nos ayudes en ese empeño, no creo que sea tan difícil; los profesionales, técnicos, personal de servicio y apoyo de nuestro Sistema de Salud siempre han sentido la salud como un deber; para ellos no es adoptar un nuevo paradigma, es retomarlo, priorizarlo, enarbolarlo, por el bien de todos.

Hoy es crucial sensibilizar a los que siempre han visto la salud como un derecho, a los que ajenos al sacrificio y entrega del ejército de batas blancas minimizan el impacto de las carencias, desconocen los sacrificios, desestiman los esfuerzos y desmotivan a adolescentes y jóvenes que soñaban integrar el destacamento Carlos J. Finlay. ¿Quiénes serán los relevos? ¿A quiénes formarán nuestros maestros que ya peinan canas? ¿A quiénes trasmitirán las acumuladas experiencias que no constan en los libros? ¿Quiénes seguirán garantizando que la salud siga siendo un derecho?

Te imploro Finlay, nos ayudes a inculcar en nuestra población que la salud no es solo un derecho, es también un deber.

Hoy es imprescindible mantener y potenciar el quehacer científico. En medio de incomprensiones, silencios, miserias; lo logró nuestro Finlay. No lo hizo solo. Tuvo apoyo de amigos y colaboradores. En la Oración pronunciada en 1941 ¨Colaboradores de Finlay¨, se aborda detalladamente la vida de Ramón C. Delgado, cirujano y médico de familia, colaborador de Finlay. A su gran amigo Francisco Domínguez Roldán, sus protestas y defensa de los méritos de Finlay, se le debe en gran medida que la verdad finalmente prevaleciera. (1, 4) Sigamos por el pasaje de la investigación y la ciencia andado por Finlay.

Solo la ciencia nos conducirá hasta la solución pertinente y sostenible de los problemas que enfrentamos, generemos hipótesis y proyectemos acciones. Contamos con nuevos Doctores en Ciencias, nuevos especialistas de Segundo Grado, nuevos profesores e investigadores titulares y auxiliares; ellos pueden ser los Finlays de hoy, de este escenario, junto a ellos que se sumen los recién graduados, investigadores noveles, alumnos ayudantes, premios al mérito científico, miembros del movimiento Mario Muñoz, juntos como colaboradores; en equipos integrados; porque hoy el desarrollo científico-tecnológico nos convoca a enfoques sociales de investigaciones transdisciplinarias, que borran los límites entre la asistencia y la docencia, entre las ciencias básicas y las clínico-quirúrgicas, porque la aspiración y el camino al éxito se sustenta en la integración de los saberes.

Sin dudas lograrán obtener resultados científicos que resuelvan los problemas prácticos que hoy atenúan el brillo que siempre nos ha caracterizado y enorgullecido.

En siete ocasiones fue Finlay propuesto al Premio Nobel de medicina, pero nunca le fue otorgado, sin embargo, recibió otros importantes reconocimientos internacionales.

Medalla “Mary Kingsley”, condecoración destinada a científicos con aportes relevantes en el campo de las enfermedades infecciosas, del Instituto de Medicina Tropical de Liverpool en Inglaterra en 1907, el Premio Bréant concedido por la Academia de Ciencias de Francia y en 1908 la Orden de la Legión de Honor, trascendental condecoración que otorga el gobierno francés a hombres y mujeres, franceses o extranjeros, por méritos extraordinarios en el ámbito civil o militar.1

Fue Presidente de Honor de la Junta Nacional de Sanidad y Beneficencia, hasta su muerte el 19 de agosto de 1915. 1 Hoy lo honramos como al más honorable, visionario y universal de los científicos cubanos.

No podría concluir sin antes agradecer:

al Consejo Científico Provincial por darme esta oportunidad.

a los colegas gineco-obstetras que han venido a trabajar mano a mano en nuestra provincia.

a todos los que siguen formando parte del gran equipo de salud camagüeyano.

Te ruego, Finlay, nos mantengas unidos.

A todos, feliz vida de entrega a la medicina cubana.

Feliz día de la medicina latinoamericana.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

1.  Álvarez-Sandoval O. La Oración Finlay. Apuntes sobre su historia. Anales de la Academia de Ciencias de Cuba [Internet]. 2013 [citado 20/12/2023]; 3(1) :[aprox. 10 p.]. Disponible en: Disponible en: https://revistaccuba.sld.cu/index.php/revacc/article/view/65/65 1.  [ Links ]

2.  Menéndez-Cabezas A. Oración Finlay. Humanidades Médicas [Internet]. 2021 [citado 20/12/2023]; 21(1) :[aprox. 10 p.]. Disponible en: Disponible en: https://humanidadesmedicas.sld.cu/index.php/hm/article/view/1962 2.  [ Links ]

3.  Ministerio de Justicia. Decreto presidencial 550 [Internet]. La Habana: Gaceta Oficial de la República de Cuba; No. 1 Ext. Especial de 9 de enero de 2023 [citado 23/11/2023]. Disponible en: Disponible en: https://www.gacetaoficial.gob.cu/es/gaceta-oficial-no-7-extraordinaria-de-1997 3.  [ Links ]

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5.  Abreu Ugarte JE. El Finlay de Albaijés. Rev Cub Med Mil [Internet]. 2021 [citado 23/12/2023]; 50(1): e535. Disponible en: Disponible en: http://scielo.sld.cu/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0138-65572021000100030 5.  [ Links ]

6.  Crombet Ramos T. Oración Finlay 2021. Academia de Ciencias de Cuba. La Habana; Cuba. Disponible en: http://www.academiaciencias.cu/sites/default/files/adjuntonoticias/crombetoracionfinlay09dic2021.pdf6.  [ Links ]

* Autor para la correspondencia: mbetan.cmw@infomed.sld.cu

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