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Revista Habanera de Ciencias Médicas

versión On-line ISSN 1729-519X

Rev haban cienc méd v.6 n.1 Ciudad de La Habana ene.-mar. 2007

 

Museo de las Ciencias Dr. Carlos J. Finlay de Barrés

 

PRESENTACION DEL LIBRO

APORTES CUBANOS AL ESTUDIO DEL ANGIOSTRONGYLUS CANTONENSIS

(Colectivo de Autores. La Habana: Editorial Academia; 2006. Viernes 8 de diciembre del 2006).

 

Estimados compañeros y compañeras:

Debo confesar que la invitación que se me hizo para la presentación de este libro ha significado todo un reto para mí. Aunque como profesora de salud pública no podía dejar de interesarme la lectura de un tema relacionado con el agente causal de la Meningoencefalitis eosinofílica en Cuba. En tanto que estudiosa de la Historia de la Medicina, el texto atrajo mi atención aún más porque constituye también un interesante aporte a la Historia de las Ciencias Médicas Cubanas. Por todo ello, no pude sustraerme a la tentación de hacer la presentación del libro, precisamente desde esta última perspectiva.

La ciencia histórica tiene como objeto de estudio los hechos y figuras que marcan hitos en su contexto témporo-espacial. La investigación histórica, por su parte, tiene como fuentes del conocimiento a los testimonios (historia oral) y a los documentos escritos (primarios y secundarios). De ambos nos hemos servido para vincularlos a los hechos y figuras históricas, en el campo de las Ciencias Médicas, que aparecen en esta obra.

El primer capítulo tiene dos testimonios. El primero, es del médico pediatra, Roberto Plana, quien relata cómo, en noviembre de 1973, había asistido a un curso de Neurología Pediátrica, en el Hospital William Soler, dirigido por el Profesor Joaquín Pascual Gispert, fallecido no hace mucho, y que tanto contribuyera, con su vida y obra, al enriquecimiento del desarrollo de la Medicina, la Neurología pediátrica, la salud pública y la educación médica cubanas. El Dr. Plana explica el contacto con un niño ingresado, a quien se le hizo un diagnóstico presuntivo de meningoencefalitis aguda de posible etiología viral. Al realizar el examen del LCR, se encontró un aumento celular a predominio de células eosinófilas. Al consultar el caso con el Profesor Pascual, éste indicó repetir el examen del LCR, pensando en una posible equivocación; pero el resultado fue el mismo, por lo que el Profesor decidió que profundizaran en el estudio, realizó una entrevista al padre del niño, logró información acerca de la vivienda y la presencia de aves, perros y gatos y, en los últimos tiempos, numerosas ratas grises con zonas del cuerpo sin pelos, que corrían excitadas, de forma muy torpe. En esa oportunidad no se logró estudiar las ratas ni encontrar literatura referente al tema.

El Dr. Plana refiere que, pasados tres años, atendió a otros nueve niños, con el mismo cuadro clínico, en el Hospital Pediátrico de San Miguel del Padrón. En esta oportunidad se estudió el LCR de los niños, se observó a las ratas vivas y se realizó también el estudio anatomopatológico de las ratas sacrificadas; se observó la presencia de parásitos adultos jóvenes en pulmones y de larvas en el tercer estadio en alvéolos pulmonares, cavidades cardíacas y grandes vasos, todo lo cual permitió argumentar la hipótesis de que los pacientes eran portadores de Meningoencefalitis eosinófila, que las ratas desempeñaban una función importante en la transmisión de la enfermedad y que los parásitos encontrados eran los responsables. A pesar de la escasa bibliografía sobre el tema existente en el país, pudo conocer que en 1935, en Cantón, China, Chen había descrito el parásito Angiostrongylus cantonensis al realizar estudios en roedores; que diez años más tarde, Nombre y Lin reportaban el parásito en humanos, en Formosa, Taiwán; y que casi veinte años después, en 1962, Rosen y colaboradores descubrieron el parásito en el cerebro de un paciente con trastornos mentales, que murió con una meningoencefalitis eosinófila en Hawai.

Esta revisión bibliográfica les permitió plantear que los pacientes estudiados eran portadores de Meningoencefalitis eosinofílica por Angiostrongylus cantonensis. El resultado de este trabajo fue presentado en la XIX Jornada Nacional de Pediatría, celebrada en La Habana, en 1977 y publicado en su libro de resúmenes, y constituyó el primer reporte en el país.

El segundo testimonio está dedicado a la confirmación de la presencia del parásito en Cuba, cuyo autor, el epidemiólogo cubano, Pablo Héctor Aguiar , aporta los datos históricos acerca del trabajo realizado para la identificación del parásito hallado en las arterias de las ratas, a solicitud del Profesor Pascual, quien comunicó al Profesor Gustavo Kourí los resultados de los casos estudiados, de 1973 hasta 1980, en colaboración con el Dr. Plana. Es digna de elogio la conducta ética del Dr. Aguiar, al reconocer la valiosa contribución de muchas personas en esa labor, entre quienes destaca especialmente al técnico Domingo Gálvez Oviedo, con gran experiencia en parasitología y a la magnífica malacóloga Gloria Perera, cuya ayuda fue muy importante para la identificación de los hospederos intermediarios del parásito.

Explica el Dr. Aguiar que, al concluir el estudio surgía un nuevo problema: la credibilidad del hallazgo obtenido. Por lo que el Prof. Kourí solicitó la cooperación de un experto en Parasitología, el Profesor Pedro Morera, de la Universidad de Costa Rica, descubridor del parásito Angiostrongylus costarricenses, quien repitió todos los estudios durante un mes con el equipo cubano, y pudo demostrar que se trataba efectivamente de Angiostrongylus cantonensis, por lo que se realizaron sendas publicaciones en el American Journal of Tropical Medicine and Hygiene y la Revista Cubana de Medicina Tropical, ambas en 1981.

En el segundo capítulo, dedicado a los aspectos parasitológicos de la infección, el médico especialista en Parasitología, Fidel Núñez Fernández , hace también alusión, en la introducción, a los antecedentes históricos de la enfermedad.

El siguiente capítulo, escrito por los médicos Oliver Pérez, inmunólogo, y Miriam Lastre, parasitóloga, ambos del Instituto Finlay, está dedicado a la presentación del humano como huésped accidental del parásito.

En el capítulo cuatro, titulado Neuroinmunología de la meningoencefalitis eosinofílica producida por Angiostrongylus cantonensis , el doctor Alberto Dorta y colaboradores hacen mención también a algunos hechos históricos importantes, tales como el surgimiento de la fórmula de Reiber y Felgenhauer, en 1987, que revolucionó la Neuroinmunología, y permitió que en 1998 se reportaran, por primera vez en el mundo, los patrones de síntesis intratecal de inmunoglobulinas para una enfermedad parasitaria que afectaba el sistema nervioso central, precisamente la enfermedad producida por el Angiostrongylus cantonensis.

En el capítulo cinco, dedicado a la Meningoencefalitis por Angiostrongylus cantonensis en niños cubanos, la pediatra María Esther Magraner y colaboradores ofrecen los resultados de un trabajo que tiene también características históricas, al revisar las Historias Clínicas de 58 niños diagnosticados con la enfermedad, entre los años 1977 y 2005.

Por su parte, el médico internista Eduardo Sánchez Zulueta y los colegas que le acompañaron en la elaboración del capítulo seis, hacen una reseña histórica en la que, además de retomar algunos de los datos ya aportados por los precedentes autores, añaden --como dato verdaderamente interesante-- que el parásito se diseminó desde el Sudeste asiático hasta el Pacífico Sur, Africa, India, el Caribe, América del Norte y Australia. Señalan, además, que en 1986 fue aislado el parásito en Puerto Rico y en 1990 en Bahamas y Nueva Orleans. Más tarde, se encontró en República Dominicana en 1992 y más recientemente en Jamaica en el 2002 y Haití en el 2003, lo que hace clasificar al parásito como endémico en esta zona.

El capítulo siete, último del libro, a cargo del licenciado en Enfermería y Maestro en Ciencias Informáticas, José Enrique Alfonso, constituye un documento de gran valor histórico, por cuanto ha elaborado un índice de artículos y otros trabajos publicados por autores cubanos sobre el tema, organizados por títulos de las revistas, por año de publicación, por países participantes, por idiomas español, inglés y otros, y por autores.

El hecho de que el Dr. Alberto Dorta Contreras sea un bioquímico formado en Inmunología hace ya casi una treintena de años, que ha recibido varios cursos postgrado de la especialidad en Amsterdam y México, así como dos Diplomados en Epidemiología en este último país, y que ha desarrollado su labor como investigador y profesor en el ISCM-H, en la Universidad de La Habana y en la Universidad Autónoma de Guerrero, México; que ha logrado la condición de Profesor e Investigador invitado en 13 universidades de México, Jamaica, España, Alemania, Italia y Estados Unidos, constituyen avales suficientes para encabezar dignamente la lista de autores de este libro. No en balde ha recibido diversas distinciones y premios a lo largo de estos años. Precisamente, en el 2006, el doctor Dorta obtuvo Premio Nacional de Inmunología en la categoría de Investigación Básica y el Premio Nacional de la Academia de Ciencias de Cuba.

Este pequeño libro de 76 cuartillas demuestra cómo en pocas páginas se puede condensar la obra colectiva de 17 autores, que no olvidan agradecer a quienes les antecedieron o ayudaron, capaces de integrar los conocimientos de biólogos, bioquímicos, médicos pediatras, internistas, epidemiólogos, parasitólogos e inmunólogos, un enfermero especializado en Informática y técnicos en Parasitología e Inmunología, todos cubanos, y la participación del Doctor en Bioquímica y Doctor en Ciencias Naturales, Hansotto Reiber, de la Universidad de Göttingen, Alemania, Profesor Invitado de nuestro ISCM-H.

Pero, sobre todo, muestra cómo en pocas cuartillas se puede condensar el desarrollo histórico del pensamiento lógico-científico que comenzó con la observación inteligente de un joven pediatra que aplicó rigurosamente el método clínico, realizó una revisión de la literatura especializada y, con sus resultados, fue de inmediato a la búsqueda de la colaboración de especialistas en Parasitología para corroborar su hipótesis diagnóstica. A partir de ese momento, el enfoque multi e interdisciplinario de un equipo de profesionales cubanos de las Ciencias Biomédicas, bajo la inteligente, capaz y experimentada orientación del Profesor Pascual Gispert y la colaboración del IPK y el Profesor costarricense, Pedro Morera, logró los resultados que hoy se tienen en este campo.

Quisiera terminar esta presentación con algunas de las palabras que aparecen en el Prólogo escrito por el Profesor Gustavo Kourí. Pienso como él que una de las virtudes que engrandece esta obra colectiva es la unión de varios investigadores procedentes de diversas instituciones científicas y de salud pública que trabajan todas por el fin común de consolidar la obra de la Revolución.

Agradezco pues, encarecidamente, a los autores de este libro por el bien que nos hacen con la socialización de su saber, que incluye el testimonio fiel del reconocimiento de la autoría de cada uno de los contribuyentes de este importante aporte a la Historia de la Medicina cubana. Como dijera el Maestro, Honrar, honra .

Muchas gracias

 

María del Carmen Amaro Cano.

Profesora Consultante y Directora

Centro de Estudios Humanísticos

para las Ciencias Médicas del ISCM-H,

Secretaria de la Sociedad Cubana de

Historia de la Medicina

 

 

 

 

 

 

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