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Revista Novedades en Población

versión On-line ISSN 1817-4078

Rev Nov Pob vol.11 no.21 La Habana ene.-jun. 2015

 

ARTÍCULO ORIGINAL

 

Latinos en los Estados Unidos: Demografía, transnacionalismo, culturas e identidades

 

Latinos in the United States: Demography, transnationalism, cultures and identities

 

 

María Ofelia Rodríguez SorianoI

I Centro de Estudios Demográficos (CEDEM). Universidad de La Habana.

 

 


Resumen

 

El fenómeno del crecimiento acelerado de la población latina en los Estados Unidos, ha suscitado el creciente interés en su abordaje por parte de científicos de diversas disciplinas. Entre los temas menos estudiados desde las sociedades emisoras, se encuentra la problemática sociocultural  de los latinos en la sociedad estadounidense, los procesos de asimilación y/o inserción sociocultural a la misma y la (re)configuración de sus identidades. En Cuba, sólo en los últimos años se han desarrollado algunas investigaciones que los abordan bajo un lente cualitativo. El estudio presentado realiza un acercamiento a esa problemática, a partir de la sistematización de obras de autores latinos, estadounidenses, y algunos resultados de investigaciones realizadas en nuestro país, aportando la sistematización de la autora con base en las experiencias acumuladas en el estudio del tema desde hace varios años, para la cual se propuso una breve caracterización de la heterogénea población latina de los Estados Unidos a partir de algunos rasgos sociodemográficos e indicadores socioeconómicos; describió el clima de intolerancia y racismo de que son objeto los latinos en ella, contexto en el cual estos desarrollan sus identidades; y analizó las pautas de las interacciones culturales entre las diferentes culturas latinas, la anglosajona y otras en la sociedad norteamericana- y las identidades múltiples resultantes de esos procesos de hibridación interculturales en los que intervienen diversos factores diferenciadores como el origen étnico, la clase social, el género, las generaciones etarias y migratorias, el color de la piel, y sus vínculos transnacionales.   

 

Palabras claves: latinos, migración, intolerancia, transnacionalismo, asimilación, hibridación intercultural, identidades.

 


 

Abstract

 

The phenomenon of the Latino population accelerated growth in the U.S. has caught the attention of scientists of a variety of disciplines so arousing an increasing interest on it. The socio-cultural issues of the Latinos in the American society, socio-cultural assimilation and/or insertion and identity (re)configuration are some of the less studied issues from the emitting societies. In Cuba, in the last years, some investigations from a quality point of view have been conducted. An approaching to this was made through this essay based on works of American and Latino authors and the results of research carried out in our country, providing the author´s vision with the acquired experiences with the study of the subject for some years. By means of a characterization of the heterogeneous Latino population in the US concerning some socio-demographic features and socioeconomic indicators, a climate of intolerance and racism suffered by Latinos that is the context in which they develop their identities, and analyzes the cultural interactions between the different Latino cultures, the Anglo-Saxon culture, and others in American society and the multiple identities resulting of these cross-cultural hybridization processes in which several distinctive factors like ethnic origin, social class, gender, migratory and age generations, race, and transnational links take part.

 

Key words: Latinos, migration, intolerance, transnationalism, assimilation, cross-cultural hybridization, identities.

 


   

 

INTRODUCCIÓN

Las últimas décadas del siglo XX y los años transcurridos de la actual centuria, han traído aparejados un crecimiento vertiginoso de la población de origen latinoamericano y caribeño en los Estados Unidos, causado por dos factores fundamentales: las altas tasas de natalidad de ese grupo poblacional y el constante arribo de inmigrantes procedentes de la región. Desde el año 2000, los latinos se convirtieron en la primera mal llamada "minoría"1 en ese país, sobrepasando a los negros "afroamericanos" en número.

Ello ha despertado el interés de políticos y científicos de diversas ramas, empeñados en analizar el impacto que esa inmigración ha tenido para la sociedad estadounidense –que va más allá de la dinámica demográfica, pues tiene implicaciones también para la economía, la política y la cultura- así como para esa población de origen latinoamericano y caribeño que reside en los Estados Unidos, sus procesos de inserción y adaptación a la sociedad receptora, e incluso para sus identidades.

El potencial de los latinos2 en la sociedad estadounidense, su participación socioeconómica y los espacios que han ganado en algunas estructuras de poder político –aún cuando la mayoría de esa población se ubica en los estratos más bajos de la sociedad-, provoca disímiles reacciones que van desde el entusiasmo exacerbado de aquellos que consideran que el "gigante dormido" echará a andar y se impondrá con toda su fuerza provocando cambios importantes a nivel político y social, hasta un rechazo connotado y temor por parte de los sectores conservadores de la nación –lo cual representa la tendencia predominante- que considera a la población de origen latinoamericano como un desafío al poder de los blancos anglosajones y protestantes (WASP, según sus siglas en inglés) -grupo dominante desde la fundación de la nación-, una amenaza a la identidad nacional "americana" y a la seguridad nacional de los Estados Unidos. Ello condiciona el clima antiinmigrante, de racismo, intolerancia y xenofobia que prevalece en esa sociedad y la marginación y exclusión de que son objeto los latinos en ella.

Sin embargo, los latinos tienen un impacto cultural creciente en los Estados Unidos –no hay una esfera de la vida cultural norteamericana que no esté marcada por una presencia latina significativa-, al mismo tiempo que muchos de ellos mantienen vínculos trasnacionales importantes con sus naciones de procedencia, conservando rasgos y costumbres propias de sus culturas originarias, a la vez que intentan insertarse en la sociedad estadounidense, interactuando de diversas formas  con la cultura dominante y con otras presentes en ella como la afroamericana, lo que también se expresa en los procesos de (re)configuración de sus identidades. 

En correspondencia con lo antes expuesto, la presente investigación persigue como objetivos: en primer lugar, caracterizar socio-demográficamente y a partir de algunos indicadores socioeconómicos a la población de origen latinoamericano en los Estados Unidos; en un segundo momento, describir la reacción antiinmigrante y la intolerancia que se manifiesta contra la creciente presencia latina en la sociedad estadounidense y que se convierten en obstáculos para su asimilación; y por último, analizar la problemática sociocultural e identitaria de los latinos en ese contexto, lo cual no implica una caracterización de esas identidades, sino hacer referencia a algunas pautas que dictan las formaciones de las múltiples configuraciones identitarias de latinos y latinas en la sociedad estadounidense.

 

DESARROLLO

La población latina de los Estados Unidos: breve caracterización socio-demográfica y socioeconómica

La población latina de los Estados Unidos ha sido una de las de  más rápido crecimiento en las últimas décadas. Desde 1970, la misma ha crecido 592% -crecimiento muy superior al de la población estadounidense en general, que ha sido de apenas  un 56% durante el mismo período. Entre 2000 y 2010 solamente, los latinos constituían más de la mitad del crecimiento de la población de Estados Unidos (Brown, 2014a). Por otra parte, mientras la población total del país creció solo 12% entre 2000 y 2012, la población de origen latino aportó más de la mitad del crecimiento de la nacional en ese período (Brown, 2014a).

La población de origen latinoamericano, reportada el primero de julio de 2013, era de aproximadamente 54 millones (lo que representa el 17% de la población total de la nación) (US Census Bureau, 2014a), ratificando a este grupo como la mayor "minoría" etno-racial en ese país, condición que mantienen desde el año 2000, cuando superaron por primera vez en número a la población "afroamericana". Ello sitúa a los Estados Unidos en el segundo lugar a nivel mundial en cuanto a su cantidad de población de origen latino, únicamente superado por México, que ha alcanzado la cifra de 120 millones.

Entre el primero de julio de 2012 e igual fecha del 2013, los latinos crecieron en 1.1 millones, lo que representa un incremento del 2,1% en ese período. En términos absolutos, ese valor es muy cercano a la mitad del crecimiento de la población total del país en ese año, que fue de aproximadamente 2,3 millones (US Census Bureau, 2014a). Sin embargo, desde el año 2010 el ritmo de crecimiento de la población asiática ha sido mayor –aún cuando en valores absolutos es mucho menor que la de origen latinoamericano-, pues creció a 19,4 millones, pero con una tasa de crecimiento del 2,9% con respecto a 2012 (Brown, 2014b). No obstante, las causas que determinan en la actualidad el crecimiento de latinos y asiáticos, respectivamente, son diferentes: mientras que para la población de origen latinoamericano el factor determinante es la natalidad, los asiáticos crecen fundamentalmente por la inmigración, como ocurriera con los latinos en las décadas anteriores. La Oficina del Censo calcula que el incremento natural (nacimientos menos defunciones) representó el 78% de la variación total de la población latina de Estados Unidos entre 2012 y 2013, mientras que para la población de origen asiático, la inmigración significó cerca del 61% del crecimiento de su población (Brown, 2014b). Entre 2000 y 2010, hubo 9.6 millones de nacimientos de latinos en Estados Unidos, mientras el número de inmigrantes que arribaron ese mismo año fue 6.5 millones (Brown, 2014b).

En cuanto a la  composición por orígenes nacionales de la población latina, los grupos más significativos en número que se reportaban en el año 2012 eran, en ese orden: el que tenía su origen vinculado a México, equivalente al 64%, en segundo lugar los de origen puertorriqueño, representando un 9,4%; seguidos por 3.8% de salvadoreños; 3,7% de origen cubano; 3,1% dominicano y 2,3% de origen guatemalteco. Los restantes grupos que integran esa población proceden de otros países de Centro y Suramérica (US Census Bureau, 2014a).

Entre el total de estados de la nación, en el año 2012, los cinco que tenían el  mayor número de población latina eran, en ese orden: California (14.5 millones), Texas (10 millones), Florida (4.5 millones), New York (3.6 millones) e Illinois (2.1 millones) (Cifuentes, 2014). Según datos de 2013, 8 estados tienen poblaciones de un millón o más de residentes de origen latino, ellos son: Arizona, California, Colorado, Florida, Illinois, New Jersey, New York y Texas. Pero el 55% de la población latina continúa viviendo solo en 3: California, Florida y Texas (la más numerosa era la de California, aproximadamente 14.7 millones; y en particular el condado de Los Ángeles es el de mayor población latina -4.8 millones- entre todos los del país, mientras que fue el de Miami-Dade el que experimentó un mayor incremento de su población de origen latinoamericano entre 2012 y 2013). Por otra parte, el 47,3% de la población de Nuevo México es de origen latino, lo que representa el porcentaje mayor a nivel de estado (Cifuentes, 2014).

Sin embargo, entre los años 2000 y 2012, los cinco estados con más rápido crecimiento de sus poblaciones latinas eran diferentes a los de sus asentamientos tradicionales: Tennessee (donde creció 163%), South Carolina (161%), Alabama (157%), Kentucky (135%) y South Dakota (132%). Por su parte, los cinco estados donde los latinos representaban en 2012 la mayor proporción de la población total, eran: Nuevo México (47%), California (38%), Texas (38%), Arizona (30%) y Nevada (27%) (Civita, 2014). Ya suman 22 estados, aquellos en los que la mayor parte de su población de "minorías" es de origen latinoamericano (Baumann, s,f.). Es evidente que la población latina se ha esparcido por casi todo el país. No obstante, un análisis del Pew Research Center arrojó como resultado que los 10 condados mayores de población latina aportaron el 22% del crecimiento de esa población a nivel nacional, y la mitad de esos condados están localizados en el estado de California (Cifuentes, 2014).

Aunque las personas de origen mexicano constituyen el mayor grupo latino, la composición de los grupos de origen varía por áreas geográficas. Así, mientras los de origen mexicano representan la mayoría de la población latina en 39 estados, los puertorriqueños son el grupo mayor en New York y New Jersey, y los cubanos son mayoría en Florida (Brown, 2014a).

Las características demográficas varían también por grupos de orígenes, lo cual es otra evidencia de la heterogeneidad de esa población. Por ejemplo, mientras los latinos de origen mexicano son los más jóvenes entre todos los grupos –con una edad promedio de 25 años-, los cubanos son los de más edad -con una media de 40 años (Brown, 2014a).

Según reporte del Buró del Censo del año 2012, entre los hogares encabezados por latinos, 46% estaban ocupados por el dueño o propietario de la vivienda, dato que ascendía al 72% de los hogares encabezados por blancos, mientras que para los hogares de negros y asiáticos, las cifras de los que estaban ocupados por sus dueños eran de 43% y 58% respectivamente (Brown, 2014a). Entre los inmigrantes latinos jefes de familia, la tasa de propiedad de las viviendas es más alta entre aquellos que han residido más tiempo en Estados Unidos, por ejemplo: para quienes arribaron antes de 1990 es de 59%, mientras que es del 14% para quienes llegaron a ese país de 2006 hasta 2012 (Brown y Patten, 2014).  

El número de hogares de familias latinas en 2013 en Estados Unidos era 11.9 millones. El porcentaje de ellos que estaban constituidos por una pareja casada era de 62,4%, cifra menor, comparada con la de la población total de Estados Unidos, que era de 73,2%. De los hogares latinos constituidos por una pareja casada, 58,5% también conviven con hijos menores de 18 años, mientras que en los hogares de la población total del país esta condición se cumple solo en el 40,3%. El 65,1% de los niños latinos convivía con ambos padres en el año antes mencionado, mientras en el caso del total de los niños en Estados Unidos lo hacía el 68,5%. En cambio, el porcentaje de parejas casadas con niños menores de 18 años, donde ambos esposos estaban empleados, era en 2013 de 43,1%, mientras para la población total era de 58,0% (US Census Bureau, 2014a). Entre los años 2000 y 2012, el porcentaje de hogares familiares encabezados por latinos, en los que convivían cinco o más personas, disminuyó de 31% a 26%; en tanto se constató un incremento en los constituidos por dos personas, de 24% a 28% en el período mencionado (US Census Bureau, 2014a). No obstante, el 26% de los latinos recién casados en el año 2010 lo hizo con una persona que no tenía ese origen (Krogstad y López, 2014), lo que coincide con una tendencia reciente al incremento de los matrimonios interétnicos e interraciales. Ello puede tener un impacto para la identidad de sus hijos y los descendientes de estos últimos, sobre todo en términos de su autoidentificación como latinos o no.

Se prevé que la población latina pueda llegar a unos 106 millones de dólares en 2050 (Krogstad, 2014), casi el doble de lo que es hoy, de acuerdo con las nuevas proyecciones de población de la Oficina del Censo de los Estados Unidos. Asimismo, se proyecta que a mediados del presente siglo, la población mal llamada "minoritaria" en ese país supere en su conjunto a la población blanca anglosajona, convirtiendo definitivamente los términos "minorías" y "mayoría" en anacronismos, incluso desde el punto de vista demográfico.

Sin embargo, la nueva proyección de población latina para el 2050 es menor -por casi 30 millones- de las anteriores publicadas por la Oficina, debido a la disminución del ritmo de crecimiento de la inmigración procedente de la región desde fines de la primera década del presente siglo, en particular la de México. La población de origen latino foreign born o nacida en el exterior –o sea, en algún país diferente de los Estados Unidos- está declinando. La misma, según datos de 2012, representaba apenas un 35,5% del total de población latina en los Estados Unidos (Krogstad y López, 2014).

No obstante, aún se proyecta un crecimiento del 86% de la población latina entre 2015 y 2050; y en particular de un 57% de la inmigración de origen latinoamericano en igual período, lo que acentuará el impacto de esa población en la sociedad estadounidense en las próximas décadas (Krogstad, 2014).

A pesar del peso demográfico que han adquirido los latinos en varios estados y a nivel nacional en Estados Unidos, enfrentan retos enormes, sobre todo en cuanto a la educación, la representación política y también en términos socioeconómicos.

El ingreso medio de los hogares latinos en 2012 era 39,005 dólares estadounidenses (US Census Bureau, 2014b). La tasa de pobreza entre los latinos se mantiene alta en un 23,5% en el 2013, casi el doble del nivel nacional de 14,5%, equivalente a 45.3 millones en todo el país.   Para lograr una mejor comprensión de esas estadísticas, debe tenerse en cuenta que en el 2013, una familia de cuatro personas era considerada en nivel de pobreza si su ingreso total sumaba menos de $23,624 (US Census Bureau, 2014b).

La mediana real de ingreso de los hogares latinos aumentó en un 3,5% entre 2012 y 2013, aunque continúan muy por debajo de otros grupos etnoraciales, solo cercanos en valores a los negros no latinos. Sin embargo, una comparación de la mediana real de ingreso de los hogares en los últimos seis años muestra que el ingreso es 8,0% más bajo que en el 2007, el año antes de que el país entrara en la recesión económica (US Census Bureau, 2014b).

En el 2013, 24,3% de los latinos no tenían cobertura de seguro médico, comparado con 9,8% de personas de raza blanca no hispanos y 15,9% de los de raza negra no latinos.  Casi la mitad de los latinos nacidos en el exterior (49%) no disponía de seguro de salud, comparado con el 18% de los latinos nacidos en Estados Unidos. Para los inmigrantes latinos que no han adquirido la ciudadanía, la cifra asciende al 61% (US Census Bureau, 2014b).

En cuanto a las ocupaciones, en el año 2013 los latinos que estaban empleados, se distribuían de la siguiente forma: 27% en las de servicios, 21% en operaciones de ventas o trabajos de oficina, 15% en aquellas relacionadas con recursos naturales, construcción y mantenimiento; 17% en el sector productivo y del transporte; mientras que solo un 20% del total desarrollaba actividades profesionales o de management (US Bureau of Labor Statistics, 2014).  Por su parte, la tasa de desempleo entre los latinos en 2013 fue de 9,1%, superior en casi dos puntos porcentuales a la tasa de desempleo de 7,4% registrada como promedio a nivel nacional (US Bureau of Labor Statistics, 2014).                                                      

En términos educacionales, el 64,0% de los latinos de 25 años y más tenía al menos un diploma de high school, cifra que desciende al 13,8% para los que poseen un bachillerato o nivel superior a ese en el 2012 (Pew Research Center, 2013).

Mientras el 23,3% de los estudiantes de nivel elemental y high school en 2012 eran latinos, el porcentaje de latinos entre todos los alumnos (graduados o no) del nivel de College era apenas del 6,8% (Pew Research Center, 2013). Sus relativamente bajos niveles educativos en comparación con otros grupos etnoraciales en la sociedad estadounidense, constituyen un obstáculo para su inserción laboral y su movilidad ascendente.

No obstante, el poder adquisitivo de los latinos ha crecido significativamente en las últimas dos décadas, al mismo tiempo que se ha incrementado el número de compañías y firmas que son propiedad de latinos, así como las ganancias que estas generan. Por ejemplo, en el año 2007 se registraban 2.3 millones de negocios que eran propiedad  de latinos, lo que equivalía a un 43,6% más que en 2002. Ellos generaban ingresos por valor de $350.7 millones de millones en 2007, representando un incremento de 58,0% con respecto a 2002 (El Latino, s,f).

Entre los estados, el que mayor porcentaje de negocios propiedad de latinos tenía en 2007 era Nuevo México (23,7%), seguido por Florida (22,4%) y Texas (20,7%) (El Latino, s,f).

Por ello resulta indispensable el análisis clasista para comprender mejor las diferencias existentes también a lo interno de los latinos, las cuales se expresan en cada uno de los indicadores socioeconómicos y educacionales. 

Intolerancia y reacción antiinmigrante contra los latinos en la sociedad estadounidense

Si bien es cierto que la mayoría de la población de origen latinoamericano se ocupa entre los más bajos estratos de la estructura social norteamericana, también lo es que un sector –aunque minoritario- de ella, ha alcanzado poder económico y es también creciente el número de latinos que ocupan cargos en las diferentes estructuras del sistema político, a niveles estaduales y federal, aunque aún se encuentran subrepresentados con respecto a su tasa poblacional. Eso refuerza el sentimiento antiinmigrante y las preocupaciones de los sectores conservadores de la nación que argumentan el peligro que representan los latinos ya que consideran que los mismos "han ganado mucho poder". El debate sobre el poder latino, y en particular sobre un posible empoderamiento de ese sector poblacional en la sociedad estadounidense, ha suscitado posiciones disímiles e incluso divergentes.

En mi tesis de Maestría (Rodríguez, 2007) realicé un acercamiento a esa problemática, concluyendo que a pesar de los espacios ganados por un sector minoritario de esa población, e incluso del incremento de un sector de clase media y de su creciente importancia electoral, la mayoría de los latinos mantienen un status bajo en la sociedad estadounidense, a lo que se suma la ausencia de un movimiento político fuerte y aglutinador que les permita conquistar posiciones de mayor poder; por lo que en cualquier caso sería un proceso en ciernes, para nada lineal ni armonioso, sino que se desenvuelve en medio de contradicciones, enfrentando obstáculos. Sin embargo, eso no niega su creciente impacto en la sociedad norteamericana, sobre todo desde el punto de vista sociocultural. La música, la literatura, las diferentes manifestaciones artísticas, la cultura culinaria, las modas, están marcadas por una presencia latina enfática.

A pesar de las contribuciones realizadas por las personas de origen latinoamericano a los Estados Unidos, generalmente se aprecia en el ciudadano medio norteamericano una tendencia a responsabilizar a los latinos con los principales males que aquejan a esa sociedad. Como resultado de la manipulación política e ideológica -a la cual contribuyen en una considerable magnitud los principales medios de difusión-, se les responsabiliza por la pérdida de empleos, por los problemas medioambientales, por las insuficiencias del sistema educativo, el uso desmedido de los servicios públicos, la posibilidad de transmisión de enfermedades, la delincuencia, la droga, y en los últimos tiempos, el terrorismo internacional.

Sin dudas, lo anterior responde a una estrategia diseñada para desviar la atención de los posibles cuestionamientos a la esencia del sistema que fomenta esas conductas y se relaciona ideológicamente con el tema de las "amenazas", las que para los Estados Unidos siempre son de carácter exógeno. Precisamente amparado en esta concepción, el tema migratorio reviste una importancia crucial en las agendas de política interna y exterior, e incluso se ha llegado a considerar a la inmigración como una amenaza a la seguridad nacional de ese país.

En términos de obstáculos, los principales han sido impuestos por el grupo dominante, que ante el continuo incremento de la población latina en los Estados Unidos, manifiesta también un creciente rechazo, propio de una actitud xenófoba, antiinmigrante, fundamentada en su visión de que la inmigración desde América Latina se está convirtiendo cada vez con mayor fuerza en una amenaza a la identidad nacional "americana", a la par de un desafío para el poder de los WASP3.

"El terror latino"4 se basa, sobre todo, en el temor a la pérdida de la superioridad anglófona, de la raza blanca y la religión protestante; de la cultura hasta el momento "mayoritaria" en Estados Unidos; y en la existencia de una serie de prejuicios contra las personas de origen latinoamericano, en general, que han decidido establecerse en ese país y fundar sus comunidades; pero muy especialmente contra los de origen mexicano en particular, que representan el grupo más numeroso dentro del total de los latinos en territorio estadounidense, y a la vez son –en términos generales- los de menores niveles educacionales y socioeconómicos, y los de mayor ritmo de crecimiento demográfico.

La cultura de la violencia, como rasgo ya prácticamente inherente al sistema social norteamericano, con sus múltiples expresiones de racismo e intolerancia5, han convertido en víctimas principales a los miembros de grupos "minoritarios", fundamentalmente a los "negros" y latinos.

El idioma español, la religión católica y otras expresiones de religiosidad populares, vínculo más estrecho con sus países de origen –favorecido por la cercanía de los mismos-, y las diferencias de los rasgos predominantes de las culturas latinoamericanas en los patrones y valores culturales fundamentales de la cultura anglo, constituyen los principales elementos que, desde esa posición, atentan contra la asimilación de los inmigrantes latinos y sus descendientes de la cultura dominante, y contra la preponderancia y subsistencia de esta última en el futuro. Entre los que sustentan esas posturas, algunos han llegado a manifestar, incluso, una visión apocalíptica de la división de Estados Unidos en "dos Américas": una anglo-parlante y otra hispano-hablante. El politólogo Samuel Huntington, en su libro Quiénes somos: Los desafíos a la identidad nacional estadounidense expresa al respecto: "La división cultural entre hispanos y anglos sustituirá la división racial entre negros y blancos como la hendidura más seria de la sociedad estadounidense. Un Estados Unidos bifurcado con dos lenguas y dos culturas será fundamentalmente distinto del Estados Unidos con una lengua y una cultura central anglo-protestante que ha existido durante más de tres siglos" (Huntington, 2004: 37).

El profundo sentimiento antiinmigrante se materializa en la adopción de políticas que socavan los derechos de muchas de esas personas, mientras no se logra la aprobación de una Reforma Migratoria -a pesar de ser una promesa de campaña de Barack Obama y del intenso debate que tiene lugar en el Congreso de los Estados Unidos- debido a las presiones de la extrema derecha y a la securitización del tema migratorio.

Entre tanto, las recientes medidas ejecutivas dictadas por el presidente estadounidense, aún cuando pudieran considerarse un paliativo, dejan fuera a varios millones de inmigrantes de origen latinoamericano que no serán favorecidos por ellas, además de que se mantiene el reforzamiento de las fronteras, las deportaciones –que han alcanzado una cifra récord en esta Administración en comparación con las que le han precedido- y otras políticas antiinmigrantes. 

Latinos en los Estados Unidos: transnacionalismo, culturas e identidades

En ese contexto antiinmigrante, los latinos han desarrollado su cultura y han (re)configurado sus identidades para ubicarse culturalmente en la sociedad estadounidense. Incluso, en ocasiones, la identidad cultural se ha convertido en una vía para mitigar la segregación, el racismo y los restantes males que enfrentan.

En las ciencias sociales norteamericanas han surgido diferentes propuestas teóricas que han intentado explicar el proceso de incorporación de los inmigrantes a la sociedad estadounidense6, entre los que sobresalen el paradigma asimilacionista7,8 la teoría del melting pot o metáfora del crisol americano9 y las del pluralismo cultural –esta última con dos modalidades fundamentales: el multiculturalismo, que fue el modelo predominante en los años sesenta y setenta, y el interculturalismo, de elaboración más reciente10.

Casi siempre las respuestas de los grupos dominantes a la no asimilación de determinadas "minorías étnicas" a la cultura anglo giran alrededor de la falacia de que  estas últimas se resisten a ser asimiladas; sin embargo, la realidad ha demostrado que otros factores de índole racial, religiosa y política son los determinantes, lo que explica la mejor asimilación de las llamadas "etnias blancas" en la historia de esa nación (González, 1996: 234).

Acercarse a la problemática sociocultural e identitaria de los latinos implica, en primer lugar, analizarlo desde dos posiciones no necesariamente coincidentes: una de ellas es la autopercepción de esa población, es decir, cómo se perciben a sí mismos; y la otra es cómo son percibidos por el resto de la sociedad. Precisamente, lo que define la identidad es la autoadscripción y la adscripción por otros. Esta idea pone el eje en lo relacional e incorpora como elementos indispensables para la comprensión de la identidad a un otro a través del cual uno se identifica (Cocimano, 2007: 222).

Un tema de intenso y largo debate en relación con esta temática ha sido encontrar una respuesta a la interrogante de lo que significa ser latino en los Estados Unidos y si se puede hablar de una verdadera identidad latina.

Igualmente, ha sido ampliamente debatido cuál de los términos "hispano" o "latino" es más apropiado para denominar a esa población, lo que en no pocas ocasiones ha sido estimulado de manera exógena por fuerzas y condicionamientos políticos11. El término hispano ha sido el más rechazado por las personas a que intenta definir, derivado del vocablo inglés hispanics. El mismo fue creado por el gobierno federal a inicios de los años setenta con propósitos de manipulación política y con un marcado carácter asimilacionista. Todavía en la actualidad se utiliza con fines políticos y censales, tomando en cuenta a esa población en términos numéricos y ocultando la diversidad que caracteriza a ese conjunto y las diferencias culturales y de diversa índole que existen en su interior, al presentarlos como un bloque homogéneo. El recién mencionado término se  utilizó durante mucho tiempo para designar genéricamente a "personas hispanohablantes"; sin embargo, muchas de esas personas no hablan español o no lo hacen de modo fluido, pues estos grupos étnicos incluyen no solo a los inmigrantes, sino también a sus descendientes hasta las terceras y cuartas generaciones.

En cuanto al vocablo "latino", también ha sido objeto de cuestionamientos, dado su carácter homogeneizante, al funcionar como un término sombrilla bajo el cual se ocultan otras identificaciones étnicas más específicas, pero también diferencias de raza, clases sociales, género, status migratorio, tiempo de residencia en Estados Unidos, generaciones etarias y migratorias, entre otras, las cuales contribuyen a moldear las identidades de esos grupos.

Sin embargo, no siempre ha funcionado como una etiqueta impuesta desde afuera, fue también resultado del reclamo de los propios latinos de ser denominados de una manera diferente a "hispanos". Además, desde los propios años setenta hubo una intención de construir un nuevo lenguaje o una nueva interpretación de la identidad latina por parte de los movimientos políticos y sociales organizados por chicanos y puertorriqueños fundamentalmente, aunque con el propósito de incluir a todos los latinoamericanos, impregnando el término "latino" de una connotación radical que apenas conserva en la actualidad para unos pocos.

Durante buen tiempo los latinos han sido considerados a nivel de la sociedad solo como mercado de consumidores y bloques de votantes. De hecho, los latinos representan el segmento del electorado de más rápido crecimiento, con frecuencia se les caracteriza como un "voto oscilante" que puede ser decisivo en contiendas apretadas, por lo que tanto demócratas como republicanos los contemplan como un componente crucial en las estrategias electorales estatales y nacionales (Beltrán, 2012: 14). "Desde este ángulo, los latinos aparecen como una masa homogénea, pasiva, como un público ‘objetivo de mercado‘, por lo que cualquier consideración de las diferencias internas o de posible carácter de agencia social mismo puede ser engranada hacia esas metas pragmáticas de utilidad electoral o comercial (Flores, 2009: 226). Sin embargo, los latinos también son agentes sociales y no sólo objetos pasivos como se intenta hacer ver, aunque su actividad política ha variado en diferentes etapas o momentos históricos.

La heterogeneidad de la población latina se manifiesta en diversos aspectos: los latinos proceden de alrededor de una veintena de países de América Latina y el Caribe –por lo que tienen múltiples orígenes nacionales-; comprenden a inmigrantes indocumentados, pero también a inmigrantes documentados, a ciudadanos naturalizados y a nacidos en territorio estadounidense; pertenecen a todas las clases sociales, aunque la mayoría de ellos ocupan los estratos más bajos, pero los hay de clase media y algunos incluso poseen fortunas importantes –en tanto hay un relativo crecimiento de los negocios étnicos-; se ubican en diferentes categorías etarias, raciales y de género, orientación sexual, entre otras. Es, por ende, una población a la cual son inherentes contradicciones de diversa índole: étnicas, clasistas, raciales, socioeconómicas, políticas.

Las identidades suponen al mismo tiempo un proceso de identificación y otro de diferenciación. La identidad latina, en tanto identidad colectiva, se encuentra en  construcción, está caracterizada por una constante negociación de elementos heterogéneos, por lo que resulta difícil su definición. En ese sentido, la diversidad de configuraciones identitarias que caracterizan a la heterogénea población de origen latinoamericano es resultado de los múltiples procesos de negociación de intercambios psicosociales y culturales entre el centro hegemónico en el cual se debe integrar (el mainstream norteamericano) y sus comunidades latinas (Aja y Albo, 2014a: 74).

La condición de otredad ha definido siempre a las "minorías". Entre ellas, los latinos, a pesar de su larga presencia en la sociedad estadounidense, continúan siendo considerados como "el otro", dada su diferencia del modelo cultural dominante de los blancos anglosajones y protestantes. Se les atribuye un sinfín de estereotipos que ofrecen una imagen negativa de los latinos. Entre ellos, se les discrimina por considerarlos "no blancos", a pesar de que las estadísticas censales ya reconocen que los latinos pueden ser de cualquier raza, lo que se ha reflejado en el número de latinos que, entre un censo y otro, han variado su autoclasificación racial hacia la de "blancos". No obstante, la sociedad receptora ha racializado históricamente a la población de origen latinoamericano, al mismo tiempo que los latinos han promovido patrones estéticos diferentes de los tradicionales en la sociedad estadounidense, incluida una imagen del cuerpo y un fenotipo peculiares.12

Una de las tendencias que se refleja en buena parte de esa población, sobre todo en los inmigrantes de primera generación, es un predominio de las identidades etnoculturales, en relación con el país y la cultura específica de origen, por encima de la emergente o supuesta identidad "latina" común en referencia a la experiencia de vida compartida en los Estados Unidos. Al respecto, Juan Flores, en su libro Bugalú y otros guisos, plantea que: "De manera consciente e intuitiva, personalmente y colectivamente, los puertorriqueños, los mexicanos, los cubanos, los dominicanos y cada unos de los grupos proyectan más a menudo sus propios trasfondos nacionales como un primer y principal eje de identidad. Y basado en eso, plenamente conscientes de las diferencias y las distancias, negocian su relación con la composición "latina" más abarcadora" (Flores, 2009: 231).

Los latinos desarrollan un conjunto de prácticas y valores culturales propios –lo que Flores (2009) llama un "ethos alternativo", al referirse a la existencia de un imaginario latino. Ello se refleja en la música, en el mantenimiento de costumbres culinarias, en sus prácticas religiosas, en sus expresiones artísticas y literarias, lo que no necesariamente es una reacción ante la opresión, sino también una expresión de autonomía. En ese sentido, el mencionado autor afirma: "La identidad latina es imaginada no como negación de lo no latino, sino como la afirmación de realidades  culturales y sociales, mitos y posibilidades, según se inscriben en su propia trayectoria humana" (Flores, 2009: 236).

En el contexto regional y global actual, los nuevos inmigrantes latinos se caracterizan, además, por su accionar transnacional13. La transportación en masa y las tecnologías de punta en la comunicación favorecen no solo el traslado hacia los Estados Unidos, sino también el vínculo con el país de origen, el que alcanza una fuerza e intensidad nunca antes vista con otros grupos de inmigrantes. Las fronteras geográficas se vuelven cada vez más porosas para permitir ese constante flujo de dinero, mercancías, personas, productos culturales, información y símbolos, no solo desde América Latina hacia Estados Unidos, sino también desde la diáspora al país natal.

Ese transnacionalismo migrante14 se expresa en diferentes dimensiones, por lo que en correspondencia con ello se puede hablar de diversos tipos de transnacionalismo15: económico, político, religioso y cultural, por solo mencionar algunos ejemplos.

El auge de los medios de difusión en español, las nuevas tecnologías que facilitan la comunicación entre las personas de origen latinoamericano que viven en los Estados Unidos y sus países de origen, los viajes frecuentes entre ese país norteño y América Latina de las personas con posibilidades para ello, los continuos arribos de nuevos inmigrantes a tierra norteamericana, a la par de los cambiantes modelos culturales y prácticas sociales relativas a la etnicidad, moldean las adaptaciones culturales e identidades de los latinos en Estados Unidos (Suárez-Orozco y Summer, 2000: 11).

Desde el punto de vista sociocultural, los inmigrantes contribuyen no solo a transformar el sistema de valores, actitudes y demás rasgos culturales, incluidas las prácticas sociales de las comunidades en las que se insertan, sino también en muchos casos las de sus países de origen. En otras palabras, no menos importantes que las remesas económicas, son las remesas sociales y culturales. La socióloga Peggy Levitt define las remesas sociales como "las ideas, comportamientos e identidades, además del capital social que va de las comunidades del país receptor a las comunidades del país emisor" (Levitt, 2006: 5).

El término de comunidades trasnacionales o diásporas ha surgido para dar cuenta de esas poblaciones asentadas en Estados Unidos, cuya inserción en la sociedad norteamericana está mediada por su transnacionalidad, ya que participan en dos economías y dos políticas, en dos sociedades (la receptora y la emisora), y cuyo universo representacional e identitario se conforma por elementos de ambos contextos. Las fronteras identitarias se emancipan de las fronteras geográficas. Precisamente uno de los elementos que define a nivel identitario a esas comunidades en Estados Unidos, es el vínculo que mantienen con el país de origen, el cual repercute en la conservación de determinados rasgos culturales, costumbres, normas, tradiciones, valores, estilos de vida, sentimientos nacionalistas, entre otros; los que a la vez contribuyen a distinguir esos grupos entre sí.  Ello ha conducido a algunos autores a hablar de "identidades trasnacionales", ya que esas representaciones identitarias son construidas con referencia a más de un estado nación.

En ese sentido cobra importancia, incluso, cómo se redefine la nación de origen (cualquiera de ellas) desde la perspectiva del nuevo sujeto latino, lo que puede ser considerado hasta cierto punto una producción transnacional (Sifuentes-Jáuregui, 2006: 151).

Sin embargo, el apego a la nación y a la cultura de origen varía a medida que avanzan las generaciones, por lo que el transnacionalismo no se expresa de la misma forma para los hijos de inmigrantes y sus descendientes, aunque en ello intervienen otros factores.

En coincidencia con varios autores, mis investigaciones sobre esta temática en los últimos años me han permitido sostener la tesis de que, dada la heterogeneidad de esa población que se pretende englobar bajo el término de latina, no se puede hablar de la existencia de una identidad latina única, aglutinadora, sino que más bien existen una multiplicidad de expresiones identitarias determinadas por la acción de un conjunto de factores y variables: la etnicidad, la clase social o posición socioeconómica, el género, las generaciones etarias y migratorias, entre otros. Al mismo tiempo, que esas identidades son híbridas, como resultado de la interacción entre elementos de las diferentes culturas de origen latinoamericano, con la cultura anglosajona dominante y otras presentes en la sociedad estadounidense -como la afroamericana. En tanto categoría relacional, la identidad latina se ha formado en relación con la de otros grupos en la sociedad estadounidense. En ese contexto relacional, lo latino deviene en configuración bi o multicultural. Como resultado de esa interacción, surgen nuevas cualidades culturales que tienen a su vez un impacto sobre la cultura dominante.

Al utilizar como recurso explicativo el concepto de hibridez cultural16, pretendo dar cuenta de la existencia de una amplia gama de influencias interculturales entre las culturas latinas y la hegemónica en la sociedad estadounidense, que más que reflejar una asimilación a la cultura anglo o una tendencia opuesta referida a la desaparición de la misma por la creciente imposición de las culturas latinoamericanas, supone un proceso de hibridación entre ellas, e incluso con otras que existen en esa sociedad -esas influencias interculturales recíprocas tienen diversos grados y manifestaciones en correspondencia, también, con la diversidad existente entre las comunidades de origen latinoamericano en ese país-, y que cuenta con evidentes y múltiples expresiones que van desde las transformaciones del idioma –algunos expertos en lingüística utilizan términos como spanglish, entre otros, para designar esos fenómenos-, en la música y variadas manifestaciones del arte, la proliferación de imágenes difundidas por los medios de difusión, los deportes, la moda, las costumbres culinarias, entre otras.

Néstor García Canclini (2003) hace referencia a la noción de hibridación vinculada a la interculturalidad, dado que esos procesos de hibridación son mezclas interculturales en contextos estructurales específicos. Llama la atención, además, sobre el hecho de que esas mezclas interculturales tienen carácter contradictorio, suponen la existencia de conflictos debido a lo que permanece incompatible o inconciliable en las prácticas reunidas, ya que la hibridación no implica que todos los elementos se mezclen, algunos no pueden o se resisten a ser hibridados. Como expresa el propio autor "así se puede trabajar los procesos de hibridación en relación con la desigualdad entre las culturas, con las posibilidades de apropiarse de varias a la vez en clases y grupos diferentes, y por tanto respecto de las asimetrías del poder y el prestigio" (Canclini, 2003: 6); lo cual es básicamente aplicable a los procesos a que hago referencia.

En ese mismo sentido, Canclini afirma que en las condiciones actuales de globalización, la interculturalidad migratoria, económica y mediática, muestran que no solo existe fusión y cohesión, sino también la confrontación, el diálogo; contexto en el cual las prácticas mestizas e híbridas son recursos para reconocer lo distinto y las tensiones de las diferencias (Canclini, 2003: 7). "La hibridación, como proceso de intersección y transacciones, es lo que hace posible que la multiculturalidad evite lo que tiene de segregación y pueda convertirse en interculturalidad" (Canclini, 2003: 7).

En el caso de la relación entre las culturas latinas y la anglosajona, estas pueden analizarse a partir de un continuum de asimilación vs confrontación, donde la cercanía a cada uno de los polos está determinada por la acción de un conjunto de variables -tales como la etnicidad, la clase social, el género, la edad, el status migratorio, entre otras- y es resultado de los procesos de negociación psicosociales y culturales antes aludidos entre la cultura hegemónica y las culturas latinas.

Los procesos de hibridación intercultural son múltiples, con mayores o menores grados de dinamismo, con cursos irregulares, dialécticos; se trata de un proceso muy complejo en despliegue y cuyo desenvolvimiento futuro puede expresarse con una aún mayor riqueza de matices, contradicciones, esfuerzos, reacomodos.

El idioma es un elemento determinante en cualquier configuración identitaria, el cual posee gran valor simbólico. En cuanto a las habilidades lingüísticas, en el año 2012, 12.3 millones de latinos de 5 años y más (26%) hablaba solamente inglés en casa, lo que comprende un 39% de los nacidos en Estados Unidos y 4% de los nacidos en el exterior. Ese mismo año se reportaba que 35.5 millones de latinos comprendidos en esas mismas edades (74%)  declaraban hablar otro idioma diferente del inglés en sus hogares; entre los cuales la mayoría (35.3 millones) el idioma al que se refería era el español; aunque 56% aseguraba hablar también muy bien inglés.  Un tercio (33%) de todos los latinos reconocen que no hablan inglés muy bien. En el caso particular de los inmigrantes de origen latinoamericano, existe una brecha lingüística entre niños y adultos: mientras un 70% de los niños inmigrantes entre 5 y 17 años declara hablar solo inglés o hacerlo muy bien; apenas 32% de los inmigrantes adultos coincide con esa característica (Canclini, 2003: 7). Para el caso de las segundas generaciones,  el uso de ambos idiomas en la mayoría de los casos está relacionado con los espacios de socialización: el español es el lenguaje de la casa, del ámbito de lo privado, mientras que el inglés es el del mundo público (Aja y Albo, 2014a: 73).

Existen múltiples denominaciones que son utilizadas por las personas de origen latinoamericano para autodefinirse: en muchos casos se identifican por su origen nacional (como mexicanos, salvadoreños, colombianos, entre otros); algunos prefieren utilizar términos como cubano-americanos, méxico-americanos, lo que se asocia a las llamadas "identidades con guión"; y los hay que se reconocen simplemente como estadounidenses, lo que es más frecuente entre los nacidos en Estados Unidos y que han crecido y estudiado en instituciones estadounidenses, hablan solo o predominantemente el inglés y se han asimilado más a la cultura y la sociedad estadounidense. La autodefinición como latinos –para aquellos que la asumen- es casi siempre de segundo orden, o sea, está antecedida por otras denominaciones más específicas de las antes mencionadas o referida a un contexto particular.

Estudios realizados con estudiantes universitarios de origen latinoamericano en Estados Unidos, de segundas y terceras generaciones, reflejan la complejidad de sus autopercepciones. No pocos, a partir de insertarse en una institución universitaria estadounidense donde son percibidos como diferentes, como "los otros", es que han comenzado a reflexionar sobre el significado del ser latino.

Un estudio de casos realizado por la socióloga Ana Niria Albo Díaz sobre la identidad de jóvenes estudiantes universitarios de origen latino en Estados Unidos, arrojó como resultado que "la identidad como latinos comporta una tensión, un conflicto irresuelto, entre la definición que estos jóvenes ofrecen de su adhesión a la misma, y el reconocimiento otorgado a ellos por el resto de la sociedad" (Albo, 2014: 98).  Además, expresan rupturas con los estereotipos existentes de lo que es ser latino o latina, y reconocen la identidad latina solo como una resultante de la interacción con el mainstream norteamericano (Albo, 2014: 98). Aunque predomina la hibridez cultural en los jóvenes de la muestra, los de segunda generación muestran también un alto grado de asimilacionismo. En sentido general, aceptan y asumen la identidad latina solo bajo la convivencia de las culturas nacionales diferentes de América Latina y el Caribe (Albo, 2014: 100).

Las músicas híbridas y estilos de baile como el bugalú latino, resultante de  la fusión de sonidos del son y el mambo de cubanos y puertorriqueños con estilos vernáculos afroamericanos como el Rhythm and Blues y la música soul, el rock chicano, la salsa, e incluso el hip hop, son ejemplos de esa hibridez cultural en el ámbito de la música en diferentes épocas (Flores, 2009: 110). Sin embargo, muchas de esas fusiones y sus ritmos resultantes se originan en la diáspora, como por ejemplo la salsa, acerca de la cual señala Juan Flores que no es la extensión directa o imitación de estilos nativos de Cuba o Puerto Rico, sino que consiste en una nueva adaptación, un híbrido criollizado de esos estilos, mezclado y en interacción con otras maneras de hacer música y de crear identidades (Flores, 2006a).

Las identidades étnicas, nacionales y culturales no son inamovibles ni definitivas, se van modificando paulatinamente, en lo cual ejerce gran influencia el contexto (o los contextos sociales) en que estas se desarrollan.

La literatura también se convierte en expresión de esa hibridez, asumiendo un carácter heterogéneo e incorporando la traducción cultural y lingüística como uno de sus elementos constitutivos. La misma deviene espacio de experimentación que revela la anatomía y los mecanismos de la identificación como un tanteo interminable de autofiguración (Sifuentes-Jáuregui, 2006: 152);  como espacio de representación de las identidades latinas a partir de historias recogidas desde el imaginario social.

Resulta de importancia crucial analizar la visión que sobre el fenómeno identitario se refleja en la producción cultural de los propios latinos en Estados Unidos.

Una investigación llevada a cabo por los investigadores Antonio Aja Díaz y Ana Niria Albo sobre las representaciones identitarias en la literatura de escritores de origen latino de segunda generación (Aja y Albo, 2014a), refleja un cuestionamiento del criterio sostenido durante mucho tiempo por la sociología norteamericana acerca de la total asimilación a la sociedad receptora y un rechazo connotado a los patrones originales de los padres entre los latinos de segunda generación –como estipulaba la clásica teoría del melting pot. A partir de los autores y obras analizados, se refleja "la búsqueda de una identidad propia que se hibrida entre las prácticas culturales de los padres y las del mainstream, ocasionando en la mayoría de los casos expuestos la presencia de las subculturas de la droga y las bandas como respuesta a la no asimilación" . (Aja y Albo, 2014a: 84) Este resultado de investigación cuestiona la creencia en un proceso inevitable, lineal y armonioso de asimilación para la llamada segunda generación, y en última instancia, opta por referirse a la posibilidad de una asimilación segmentada, dadas las disímiles trayectorias que pueden seguir los hijos de inmigrantes en una sociedad con profundas desigualdades de clase que obstaculizan la movilidad ascendente17.

Otro asunto de importancia crucial en la comprensión de las identidades étnicas es la interconexión entre posiciones o status socioeconómico  e identificaciones culturales, lo que reivindica la importancia del análisis clasista en torno a esta problemática. Las diferencias clasistas que existen hacia lo interno de cada una de esas comunidades latinas se reflejan, por ejemplo, en que los sectores de mayor poder económico tienden a rechazar esa supuesta identidad latina que consideran demerita su status, lo que a su vez afecta la consolidación de un movimiento político latino. Estudios del Pew Hispanic Center han indicado que la asimilación es más frecuente entre personas de mayor poder adquisitivo y nivel sociocultural.

En el caso de las ciudades ubicadas en las zonas de la frontera entre Estados Unidos y México, se desarrollan identidades particulares –con frecuencia denominadas transfronterizas- que son expresión de la dinámica sociocultural que se genera entre las llamadas ciudades gemelas (como El Paso y Ciudad Juárez; o San Diego y Tijuana).18

En otro sentido, la identidad implica no solo percepción e identificación en un contexto relacional, sino además la creación de una conciencia colectiva y su materialización en acciones también de carácter colectivo. Supone un programa político común, identidad de objetivos y de acción colectiva en función de ellos.

Sin embargo, a pesar de que los medios de comunicación y algunas élites políticas suelen presentar con frecuencia  a los latinos como un cuerpo colectivo con intereses comunes, la existencia real de la unidad latina –de una conciencia y una voluntad políticas colectivas entre los latinos- es aún incierta, y guarda relación con la latinidad como práctica histórica constituida a través de los efectos homogeneizadores del racismo –o sea, de la "otredad" racializada aplicada a las diversas comunidades de origen latinoamericano en Estados Unidos- y el fomento de la "panetnicidad" latina en un clima de xenofobia. No obstante, el compromiso hacia la latinidad ha servido también a los intereses de los líderes políticos latinos para impulsar determinadas acciones y ganar proyección a nivel nacional.19

Desde el punto de vista de la relación dialéctica entre asimilación y resistencia cultural, la tendencia actual se traduce en un corolario o derivación lógica de otras ideas antes expuestas. Se trata de un fenómeno que más bien se presenta cual moneda, con dos caras, cuya manifestación futura dependerá de un conjunto de factores, entre ellos, la fuerza política que adquiera la población de origen latinoamericano -si bien debe mantenerse la pujante  y creciente presencia de los "latinos" en el tejido cultural y social de Estados Unidos- y la reacción conservadora y el espíritu antiinmigrante del grupo dominante, que se materializa en políticas discriminatorias y restrictivas contra ese sector.

 

CONCLUSIONES

Como se ha reflejado a través de la presente investigación  –lo cual es coincidente con buena parte de la bibliografía consultada sobre el tema-, la realidad de los latinos en Estados Unidos es sumamente contradictoria: si bien por una parte han promovido una significativa transformación demográfica en ese país, a la vez que se han convertido en un importante público, mercado y su voto resulta decisivo en contiendas electorales en un número cada vez mayor de estados; por otro lado eso no ha impedido que continúen siendo objeto de discriminación, racismo e intolerancia en la sociedad estadounidense. En ese contexto, cobra sentido la afirmación de Gabriel Cocimano de que los latinos conciben su identidad en los Estados Unidos "entre esperanzas y desencantos del sueño americano" (Cocimano, 2007: 222).

La alteridad cultural, étnica e histórica, ha moldeado las representaciones identitarias de los latinos en la sociedad estadounidense. Algunos especialistas en el tema hablan de una identidad latina en formación -apelando a elementos culturales propios de sus orígenes y en particular al rol del idioma como factor identitario clave-, pero por el momento parece más apropiado hablar de la existencia de múltiples identidades latinas resultantes de los procesos de hibridación interculturales entre elementos propios de las culturas de origen y la anglosajona, así como con otras con las que coexisten los latinos en la sociedad estadounidense, pero que reflejan además diferencias a  partir de factores como el origen étnico, la clase social, el género, las generaciones etarias y migratorias, el grupo racial al que pertenecen, los vínculos transnacionales que establecen, entre otros. 

El "gigante dormido", como han denominado algunos expertos al fenómeno demográfico y cultural derivado de la avalancha latina en los Estados Unidos, muestra indicios de su potencial comercial, económico, cultural y político; lo que debe ser seguido bien de cerca en las próximas décadas, en las que pueden producirse cambios y sucesos de interés.

 

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Recibido: Marzo de 2015
Aprobado: Mayo de 2015

 

 

María Ofelia Rodríguez Soriano. Máster en Sociología. Centro de Estudios Demográficos (CEDEM). Universidad de La Habana. Cuba. Correo electrónico: ofelia@cedem.uh.cu

 

 

Notas

1 Mi cuestionamiento a los términos de "minorías" y "mayoría" se basan fundamentalmente en la connotación peyorativa que se atribuye al primero, ya que pertenecer a una "minoría" en Estados Unidos implica ser un ciudadano de bajo status, discriminado, a quien se le niegan determinados beneficios y privilegios de los que sí goza "la mayoría" blanca anglosajona y protestante (WASP, según sus siglas en inglés), grupo dominante desde la fundación de la nación; pero también, porque los pronósticos del propio Buró del Censo de los Estados Unidos indican que para mediados del presente siglo, los WASP dejarán de ser mayoría, incluso demográficamente hablando.

2 El término "latinos" hace referencia a aquellas personas cuyos orígenes están vinculados a los países de América Latina y el Caribe de habla hispana, que es la población  de la que hablamos en este trabajo.

3 Como un ejemplo bastante ilustrativo de esa perspectiva, planteada desde una óptica teórica, puedeconsultarse el artículo de Samuel P. Huntington,  Hispanic Challenge, publicado en la revista Foreign Affairs (Huntington, 2004). También se recomienda ver los comentarios a su libro ¿Quiénes somos? Los desafíos a la identidad nacional estadounidense,  que aparecen en el artículo de Fernando Escalante Gonzalbo, El enemigo en casa. Huntington y la "invasión latina" (Escalante, 2006).

4 Debe aclararse, no obstante, que esa actitud discriminatoria contra los inmigrantes no es nueva entre los grupos dominantes en Estados Unidos, pues los fundadores de la nación se opusieron en un inicio a  la presencia cada vez mayor de personas procedentes de otros países de Europa diferentes de los británicos -fundamentalmente de alemanes, así como de otras regiones de Europa (Meridional y Oriental)-, pero poco a poco aquellos terminaron asimilándose a la sociedad y a la cultura anglo (Drezner, 2004).

5 Para profundizar en el tema de la cultura de la violencia se recomienda consultar el trabajo de Jorge Hernández Martínez, Intolerancia y Cultura Política de la Violencia en Estados Unidos (Hernández, 2002).

6 Sobre este tema se recomienda consultar, de Nicolás Bajo Santos: Conceptos y teorías sobre la inmigración (Bajo, 2007).

7 Sobre el planteamiento asimilacionista se recomienda remitirse a M. Gordon: Assimilation in American Life, capítulo 3 (Gordon, 1964). La asimilación a la cultura y el modo de vida americano –que recibió también el nombre de anglo-conformity- fue la ideología predominante sobre la inmigración en la historia de los Estados Unidos, desde la época colonial hasta la segunda mitad del siglo XX. La misma implica un despojo por parte de determinados grupos étnicos o de inmigrantes de los valores y la cultura de origen a favor de una aceptación completa de los valores de la sociedad anglosajona. 

8 En términos generales, se habla de asimilación social para definir el proceso a través del cual personas o grupos de diversos orígenes llegan a constituir un todo homogéneo. Según J. Zubryscki, la asimilación se refiere a la "condición a la que se llega cuando el grupo inmigrante se incorpora de una forma tan completa a la sociedad donde vive, que su identidad se pierde. Un grupo inmigrante asimilado deja de verse como un grupo distinto, y se integra en la vida cultural común de la sociedad autóctona" (Zubryscki, 2001).

9 Esta suponía una especie de caldero de fundición donde confluían diversos grupos étnicos, los cuales se irían mezclando y fundiendo hasta perder cada uno su identidad propia y dar lugar a una raza -cultura, nacionalidad- nueva, cualitativamente superior. Esta teoría fue sometida a fuertes críticas, dado que funcionó como una fachada que pretendía encubrir la naturaleza étnica y cultural sumamente diversa de la sociedad estadounidense.

10 El multiculturalismo sitúa el énfasis en la cultura e historia propias, en la identidad de cada cual subrayando las diferencias, en la diversidad; mientras que el interculturalismo pone el acento en la relación entre las diversas culturas, identidades e historias, así como el aprendizaje mutuo, la cooperación y el intercambio culturales, buscando las convergencias, los vínculos y puntos en común, en otras palabras, intenta construir la unidad en la diversidad  a partir del principio de interacción entre los sujetos e identidades culturalmente diferentes (Bajo, 2007: 832).

11 La autora del presente trabajo ha abordado este debate en anteriores publicaciones, como por ejemplo, en el artículo Latinos en los Estados Unidos: una aproximación global a los procesos demográficos, socioeconómicos y políticos, (Rodríguez, 2006); aunque se incorporan en la presente posteriores análisis de autores como Antonio Aja, Juan Flores, Cristina Beltrán, entre otros. 

12 Para ampliar sobre este tema, se recomienda ver, de Frances Negrón Muntaner: El trasero de Jennifer López (Negrón, 2006).

13 Sobre el concepto de transnacionalismo, se recomienda ver de Alejandro Portes: La sociología en el hemisferio. Hacia una nueva agenda conceptual (Portes, 2002).

14 Se recomienda consultar el número especial de la Revista International Migration  Review, Transnational Migration: International Perspectives, editado por Peggy Levitt, Josh De Wind y Steven Bertovec. (Levitt et al, 2003).

15 Véase el cuadro titulado "Tipos y consecuencias del transnacionalismo inmigrante", que aparece en la pág. 140 del artículo de Alejandro Portes antes citado; aunque en la actualidad existen muchas otras expresiones de esas prácticas transnacionales de los migrantes.

16 Sobre este concepto se recomienda consultar de Néstor García Canclini: Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la Modernidad (1990) y del propio autor Notas recientes sobre la hibridación (2003).

17 Este concepto de asimilación segmentada es desarrollado también por Alejandro Portes en su artículo: La nueva nación latina: inmigración y la población hispana de los Estados Unidos. (Portes, 2006).

18 En el año 2012 realicé un estudio de casos en la ciudad fronteriza de El Paso, Texas, que limita con Ciudad Juárez en México, en el que pude constatar la existencia de la identidad particular que caracteriza a la población de origen latino de esa localidad, dada la influencia de la frontera y la dinámica sociocultural que en ella se genera. Los resultados aparecen recogidos en una ponencia titulada: "Migración, frontera, cultura e identidad: una aproximación a la temática en la ciudad de El Paso, Texas"; presentada en febrero de ese mismo año en un Taller organizado en la ciudad de Nueva York por el Social Science Research Council.

19 Las ideas expuestas en el presente párrafo son recreadas a partir del análisis efectuado por la autora Cristina Beltrán en su obra antes citada, con las cuales manifiesto total acuerdo.

 


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