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Revista Novedades en Población

versión On-line ISSN 1817-4078

Rev Nov Pob vol.11 no.22 La Habana jul.-dic. 2015

 

ENSAYO

 

La vigencia del modelo neoliberal en México frente a la liberación de América Latina: algunas ideas para destacar el papel del Estado en la rectoría de la economía y el bienestar de la población

 

The validity of the neoliberal model in Mexico against the liberation of Latin America: some ideas to highlight the role of the state in stewardship of the economy and welfare of the population

 

 

Rubén Ibarra Escobedo[1]

 Unidad Académica de Ciencias Sociales

 

-¿Qué te parece Lázaro? Lo que te enfermó te sana y da salud- y otros donaires que a mi gusto no lo eran.
La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades

 

 


Resumen

El presente trabajo pretende enumerar algunos de los resultados observados en la realidad mexicana a partir de la puesta en práctica de las políticas neoliberales, haciendo énfasis en el retorno del gobierno priista a partir del año 2012. En una segunda parte se pretende refutar la idea de que los Estados de bienestar atentan contra la acumulación capitalista y afectan el crecimiento y la competitividad económica. Dada la realidad que se vive en algunos de los países de América Latina, en donde los gobiernos han puesto en práctica políticas distantes del neoliberalismo, es conveniente realizar una comparación, en términos de los resultados que afectan a la población, con lo que sucede en México, país en que únicamente a partir de la ceguera de los líderes políticos se mantiene el mismo modelo económico que tan graves consecuencias está causando a la mayoría de la población. Teniendo en cuenta que ningún acuerdo puede estar por encima de las necesidades de la gente, la conclusión no puede ser otra que constatar que en México los gobernantes que han dirigido y dirigen al país durante largo tiempo, cuya preocupación es contraria a la nación, a su población, su interés radica en preservar los intereses de las grandes corporaciones y seguir los preceptos del gobierno norteamericano y sus distintos organismos,  en contraste con lo que está sucediendo en países de América Latina, donde se han construido los cimientos sobre los que puede edificarse un país verdaderamente independiente.

Palabras clave: modelo neoliberal,  papel del Estado,  bienestar de la población.


Abstract

This paper aims to list some of the results observed from the implementation of neoliberal policies in the Mexican reality, emphasizing the return of the PRI government since 2012. In the second part is intended to refute the idea that welfare states undermine capitalist accumulation and affect economic growth and competitiveness. Given the reality that exists in some countries of Latin America, where governments have distant neoliberal policies, it should make a comparison in terms of the results that affect the population, with what happens in Mexico, a country that only from the blindness of political leaders the same economic model that is causing such serious consequences for the majority of the population remains.
Given that no agreement can be above the needs of the people the conclusion can’t be other than to note that in Mexico the rulers who have led and lead the country for a long time, whose concern is contrary to the nation, to its population, its interest lies in preserving the interests of large corporations and follow the precepts of the American government and its various agencies, in contrast to what is happening in Latin America, where they have built the foundation on which it can build an truly independent country.

Keywords: neoliberal model, role of government, welfare.


 

 

INTRODUCCIÓN

Sin contratiempos, la puesta en práctica del ideario neoliberal avanza en México. Los gobiernos tecnócratas del Partido Revolucionario Institucional (PRI) han hecho del país el mejor escenario para la puesta en práctica de la versión más salvaje, hasta el momento, del capitalismo. Esto viene sucediendo desde 1982 y, pese a que este partido se ausentó de la presidencia de la República durante dos sexenios al iniciar el presente siglo, su ausencia no significó necesariamente alejamiento del poder. Ni su regreso significa nuevos actores o nuevos rostros, son viejos conocidos, acomodaticios y mimetizados durante doce años (Rodríguez, 2015). Los dos gobiernos panistas, al arrancar el siglo, mantuvieron las mismas políticas de los priistas. La vigencia de las políticas neoliberales inauguradas por el PRI-gobierno se explican por dos razones fundamentales: el Partido Acción Nacional no tiene un ideario diferente, el autodenominado "gobierno del cambio" también se definió como el gobierno de "empresarios para los empresarios"; es decir, no hubo tal "transición" (concepto que los panistas confundían con "transmisión") en términos de política económica. En segundo lugar, la permanencia de esas políticas se da, de manera natural, porque la autonomía del Banco Central (Banco de México) y la Secretaría de Hacienda funcionan con "autodeterminación", lo cual garantiza de hecho las medidas de ajuste y control monetario, incluso en el caso que el gobierno dictara políticas en sentido inverso. Lo que tampoco se hace. El gobierno se ha privado a sí mismo de los medios que permitieron en el pasado influir en el curso de la economía.[2] Esta decisión, sustraer la autoridad monetaria a la autoridad política, significa, como dice Jacques Sapir (2004:240) "(...) un acto de tiranía, y el Banco Central independiente es un ejemplo de Tyrannus absque titulo". Dicho de otro modo, otorgar independencia a la Banca Central es una decisión ilegítima.

Hace tiempo que las decisiones se toman fuera de los parlamentos, y durante la época neoliberal ese proceso se viene acentuado (Canfora, 2003). Si los llamados representantes del pueblo no pueden intervenir en la marcha de la economía, menos pueden intervenir los ciudadanos, la promesa de democracia deviene en vacua ilusión; la población tampoco considera que los gobiernos los representen, éstos no sólo no tienen poder alguno para cambiar la situación, por el contrario, se convierten en gobiernos vicarios de los intereses de las grandes empresas (De Rivero, 2003). La globalización y el neoliberalismo hacen imposible la democracia, más aún, la organización social resultante es profundamente antidemocrática. La población decide únicamente sobre cuestiones que carecen de relevancia para su calidad de vida, mientras se ve sometida no solamente al autoritarismo de un Estado nacional sino, principalmente, a los intereses de las corporaciones que éste defiende.

Mientras esto pasaba en México, en algunos países de América Latina accedían a los gobiernos líderes con un ideario contrario al neoliberalismo. Hugo Chávez asumía la presidencia de Venezuela en febrero de 1999, Néstor Kirchner, en Argentina, en mayo de 2003; también en este año Lula da Silva llegaba a la presidencia de Brasil, Tabaré Vázquez, en 2005, en Uruguay, como Evo Morales, en Bolivia, a partir de 2006 y, al año siguiente, Rafael Correa en Ecuador. Manuel Zelaya se mantuvo en el gobierno  de Honduras entre 2006 y 2009, luego vino la asonada militar que lo desalojó del gobierno. Su delito: intentar hacer cambios estructurales en favor del desarrollo y el recorte de las ganancias a las compañías petroleras; éstas, junto con Bush, se le vinieron encima. "Las quité y me eché encima a Bush, a Europa, y entonces me agarraron a balazos y me sacaron de la presidencia. Esa es la verdad práctica", dijo en entrevista el ex presidente (La Jornada, 11 de marzo de 2011). Para algunos países de la América Latina, la primera década del siglo presenta, con optimismo, la asunción de distintos gobiernos progresistas mientras, coincidentemente, en México y Estados Unidos, ocupan la presidencia personajes de extrema derecha: Vicente Fox Quezada y Felipe Calderón, del Partido Acción Nacional y George Bush, del Partido Republicano.

En el documento, se pretende enumerar algunos de los resultados observados en la realidad mexicana a partir de la puesta en práctica de las políticas neoliberales, haciendo énfasis en el retorno del gobierno priista a partir del año 2012.

En una segunda parte se pretende refutar la idea de que los Estados de bienestar atentan contra la acumulación capitalista y afectan el crecimiento y la competitividad económica.

Dada la realidad que se vive en algunos de los países de América Latina, en donde los gobiernos han puesto en práctica políticas distantes del neoliberalismo, es conveniente hacer un comparativo, en términos de los resultados que afectan a la población, con lo que sucede en México, país en que únicamente a partir de la ceguera de los líderes políticos se mantiene el mismo modelo económico que tan graves consecuencias está causando a la mayoría de la población.

 

DESARROLLO

1-En México, más de lo mismo

Con el regreso del PRI a la presidencia de la República se tornaba indispensable, como  en cada sexenio después de 1982, la reorientación del modelo económico y la necesidad de retomar el papel activo del Estado en la política económica y, aunque en menor medida, en la política social característica desde los años treinta y hasta inicios de los ochenta del siglo previo. Es decir, frente a la nueva realidad, con un estancamiento de la economía durante más de tres décadas y, en contraparte,  con un crecimiento continuo de la pobreza y la marginación,  se antojaba la conducción de un Estado que no debía  seguir existiendo como un mero "espectador del acontecer económico" como calificó Jesús Silva Herzog la situación de los años ochenta.[3]

El papel activo que venía desempeñando el Estado durante medio siglo se perdió en los años ochenta, defección acentuada en los noventa del siglo pasado. Para México, lo que ha sucedido en ese largo período se manifiesta, entre otros aspectos en:

·         La parálisis productiva (por ejemplo, el crecimiento de la economía en el primer sexenio neoliberal, 1982-1988, fue de 0%).

·         La venta a remate de las principales empresas públicas: entre 1982 y 1993 se desincorporaron 977 de las 1,155 empresas paraestatales. Empresas que pasaron a particulares coludidos con el poder, lo que ha significado un gran atraco contra los bienes públicos de la nación. "Cuando el Estado privatiza ferrocarriles, una línea aérea o la sanidad; cuando intenta privatizar el servicio de agua potable o la universidad, está expropiando a la comunidad –a cada uno de sus miembros pro quota- de sus bienes comunes, de su propiedad común" (Mattei, 2013:09). No hay responsables de este robo, nadie está en la cárcel como consecuencia de esta rapiña a los bienes de los mexicanos. Tenía razón Catón: los ladrones de bienes privados viven en la cárcel y con cadenas, los ladrones de lo público viven en medio del oro y de la púrpura.[4]

·         El fin del apoyo al campo (desmantelamiento de lo que habían sido los principales instrumentos de política agrícola: precios de garantía, inversión pública, subsidios, crédito, extensionismo, organización económica de los productores y sanidad).

·         La desindustrialización y consecuente desempleo (los empleos formales creados durante el primer sexenio neoliberal, el de Miguel de la Madrid Hurtado, ascendieron a 433 000 plazas, frente a casi 6 millones en el sexenio previo, de José López Portillo).

·         El pago de la deuda externa [según datos del FMI, entre 1980 y 1997, México pago casi 150 000 millones de dólares por concepto de intereses de la deuda externa. En este último año, 1997, pagó, 10,800 millones de dólares. Este monto alcanzaba 287 veces el dinero destinado al conjunto de programas sociales  (37 000 000 de dólares); más de 3 000 veces lo que se gastó en combate a la pobreza (3 000 600)]. Si estas cantidades son incomprensibles, desde el punto de vista moral, cómo entender que entre 2000 y 2015 se han destinado más de 516 000 millones de dólares para cubrir amortizaciones e intereses de la deuda externa del sector público y, sin embargo, a pesar de que en el lapso se ha pagado siete veces el saldo de la deuda del año 2000, el endeudamiento es más del doble en este 2015 (González, 2015).[5]

·         Disminución del gasto social: si en 1980 el  gasto social representaba 20% del gasto del gobierno, en 2008, se ubicaba en 12%.

 

En este largo periodo de más de tres décadas (1982-2014), la economía creció a un ritmo promedio apenas de 2,2% del PIB, mientras la población aumentó 2,1%. Con una tasa promedio de crecimiento de la productividad de 0,6% entre 1990 y 2014. En los cincuenta años previos, caracterizados por la rectoría económica del Estado y sus "malas políticas" el crecimiento promedio del PIB superó los seis puntos porcentuales. Adicionalmente, en esta nueva etapa, se especializó a la economía nacional acorde al mercado estadounidense, a éste se destina el 80% de las exportaciones. Esta situación explica la atadura y destino de México respecto de lo que suceda a la economía de Estados Unidos. Pero, además, esta lógica comercial se sustenta en la premisa de exportar materias primas, maquila y productos de bajo valor agregado nacional e importar bienes y servicios de alto valor agregado. Una lógica que terminó, si se acepta lo que dice Cristine Lagarde, la directora gerente del Fondo Monetario Internacional. El consejo de Lagarde, en su prédica habitual, es el impulso de un programa de reformas para crecer más en América Latina, porque, según dice, "se acabaron los tiempos de las vacas gordas para las materias primas". En México esa época de bonanza, si la hubo, pasó desapercibida, según constata el propio Banco Mundial.

Los costos sociales generados por esta ausencia del Estado en la rectoría de la economía han sido muy grandes.

·                     Existe un creciente desempleo que alcanza más del 7% de la población activa. Mientras que 29 millones de personas, 60,1% de la población, laboran en actividades informales (La Jornada, 12 de diciembre de 2012).

·                     La participación de los salarios en el producto interno bruto, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), ubica a México en el penúltimo lugar de 15 países de América Latina. México está por encima solamente de Perú, pero es superado incluso por Guatemala y Honduras.[6] No puede ser de otro modo cuando los salarios, medidos en función de su poder adquisitivo, se ubican actualmente en apenas un 25% de lo que compraban a mediados de los años setenta. Es decir, el salario es inferior en 75% respecto del salario de hace cuatro décadas.[7]

·                     Incremento de la pobreza: según el Banco Mundial, 61.4 millones de mexicanos son pobres, de los cuales 23.1 millones son extremadamente pobres. Versiones más serías, como es el caso de Julio Boltvinik, mencionan que la pobreza alcanza los 70 millones. México se ha convertido en uno de los países con mayor porcentaje de pobreza en el continente. El mismo organismo, en su reporte Prosperidad compartida y erradicación de la pobreza en América Latina y el Caribe (La Jornada 23 de abril de 2015), mientras la mayoría de los países de Sudamérica lograron mejorar sus ingresos entre 2004 y 2012, eso no ocurrió en México que se ubica en el lugar 16 de 17 países. El propio Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) acepta que, entre 2012 y 2014, el número de pobres se incrementó en 2 millones más

Sin embargo, lo más grave que ha producido el neoliberalismo y las políticas que le acompañan, por lo menos en los políticos que gobiernan el país, consiste en la destrucción de la capacidad de pensar y con ello de una mentalidad creadora. Es decir, cuanto más compleja y versátil es la realidad, cuando el pensamiento y el modo de representarla y entenderla debieran evolucionar en el mismo sentido, lo que elige e intenta imponer la ortodoxia neoliberal es un pensamiento limitado. Esto, desde luego, a tono con la fábula del "fin de la historia" y la irrisoria creencia de que "no hay alternativa". 

También, en la era neoliberal, se ha perdido toda posibilidad de dar a la democracia una oportunidad. A pesar de que México gaste más en elecciones que en combate a la pobreza,[8] distintas evidencias hacen de los gobiernos de Carlos Salinas, de Felipe Calderón y de Enrique Peña presidencias logradas a través del fraude. Los mecanismos han sido distintos pero los resultados los mismos.

2-Falacias contra el Estado de bienestar

En el mundo globalizado, ahí donde campea la hegemonía del pensamiento neoliberal, se afirma que los problemas que enfrentan las economías tienen su origen, precisamente, en algún tipo de intervención estatal; intervención que genera distorsiones en la asignación de recursos y obstaculiza el crecimiento productivo de la economía. En tal sentido, para los neoliberales el Estado no es la solución, el Estado es el problema.

El proyecto neoliberal resurge con la crisis del capitalismo de la década de 1960. Sus fundamentos son, entre otros, el anticomunismo de la Guerra Fría y el repudio de las políticas públicas keynesianas, que otorgan un papel decisivo al Estado en el desarrollo económico. Si para Keynes el desarrollo dependía de políticas sociales dirigidas a asegurar el pleno empleo y la redistribución de la riqueza por medio del control estatal de precios, de la inflación y de los salarios, para los neoliberales fue la oposición y la crítica a dichos principios lo que hizo revivir su doctrina.

Hay, por lo menos, dos argumentos elaborados por los teóricos del neoliberalismo en contra del Estado de bienestar que carecen de fundamento: a) una supuesta  afectación al proceso de acumulación y una pretendida sustitución del capitalismo por una sociedad diferente, b)  la pretendida incompetencia de la economía por la existencia del Estado de bienestar.

 En el primer caso, sobre la afectación al proceso de acumulación:

·                     La aparición del Estado de bienestar no se propuso nunca sustituir el régimen capitalista por una organización social más avanzada, al contrario, su presencia asegura la continuidad del sistema.

·                     En realidad, fue la intervención del Estado el mecanismo para el relanzamiento de unas economías derrotadas; el Estado fue el medio para preservar y consolidar el capitalismo frente al riesgo de su hundimiento (Gill, 2002),

·                      Todavía más, como señala Noam Chomsky (2006), la existencia del Estado de bienestar ha sido el medio adecuado para socavar tanto las incipientes estructuras democráticas y populares, impedir el bienestar empujado por la presión colectiva, como para generar la idea de la "imposibilidad de un bienestar social al margen del Estado" (Cabo, 2004: 242), al tiempo que  permite "apoyar la dependencia de la fuerza de trabajo respecto al capital" (Meiksins, 2003: 32).

Bajo estas circunstancias, lo que sí ha logrado la acalorada crítica por parte de la ideología neoliberal es mantener las políticas sociales en límites convenientes a los intereses del sistema capitalista.

 En relación a la incompetencia internacional. La creencia más extendida entre la ortodoxia neoliberal establece que los países con Estados de bienestar más pequeños son más competitivos, porque destinan menos recursos a usos improductivos (Ha-Joon Chang, 2012), crítico de la ideología del libre comercio, pero ferviente simpatizante del capitalismo al que considera "el mejor sistema económico inventado por la humanidad", demuestra que los datos no abonan este punto de vista.

·                     Hasta los años ochenta, Estados Unidos creció mucho más despacio que Europa, pese a tener un Estado de bienestar mucho menor. En 1980, por ejemplo, el gasto social público solo representaba el 13,3% del PIB de Estados Unidos, frente al 19,9% del de los quince países de la Unión Europea. El porcentaje llegaba a situarse en el 28,6 en Suecia, el 24,1 en los Países Bajos y el 23% en Alemania (occidental). A pesar de ello, entre 1950 y 1987 Estados Unidos creció más despacio que cualquier país europeo. Durante este período, la renta per cápita aumentó el 3,8% en Alemania, el 2,7% en Suecia, el 2,5% en los Países Bajos y el 1,9% en Estado Unidos.

Obviamente, el tamaño del Estado de bienestar es uno de los factores que condicionan los resultados económicos de un país pero, conforme a los datos elaborados por Ha-Joon (2012), es posible demostrar que no es incompatible la existencia del Estado de bienestar con el crecimiento económico.

Incluso después de 1990, etapa en la que Estados Unidos mejoró en crecimiento relativo, algunos países con mucho Estado de bienestar crecieron a niveles más altos.

Lo interesante –dice Ha-Joon (2012)- es que las economías que crecieron a mayor velocidad dentro del núcleo de la OCDE durante el período posterior a 1990 fueron:

·                      Finlandia (un 2,6%) y Noruega (2,5%), ambas con un gran Estado del bienestar en el período. En 2003, el porcentaje del gasto social público en relación con el PIB fue del 22,5% en Finlandia y del 25,1%  en Noruega, frente al 20,7% de media de la OCDE y el 16,2% de Estados Unidos. Suecia, que tiene literalmente el mayor Estado del bienestar del mundo (31,3%, es decir, el doble que Estados Unidos), presentó una tasa de crecimiento del 1,8% igual a la de Estados Unidos.

·                     Si nos centramos en la década de 2000 (2000-2008), las tasas de crecimiento de Suecia (2,4%) y Finlandia (2,8%) fueron muy superiores a la de Estados Unidos (1,8%).

¿Qué pasó en el mundo, particularmente en los países subdesarrollados, en la etapa previa y durante la primera década de las "nuevas" y "buenas" políticas neoliberales? La tabla 1 muestra las cifras de crecimiento económico (la media anual del crecimiento del PIB para los países de renta baja y media durante las épocas del Estado desarrollista, la época de "malas políticas" de acuerdo con la ortodoxia neoliberal y las tasas ya en el período de "buenas políticas".

Los datos son claros: se ha producido una drástica reducción del crecimiento del PIB en los países con Estado desarrollista de 5,5 a 2,6%, menos de la mitad. En términos per cápita, el crecimiento del PIB con respecto al aumento de la población, la caída ha sido todavía más grave. Si la pregunta es por qué China presenta estos resultados, la respuesta es simple: por la fuerte presencia del sector público sin que se descuide la propagación de un dinámico sector de propietarios privados. Estos fenómenos no cuadran con el pensamiento económico neoliberal, no deberían ocurrir si los economistas que apoyan el libre mercado y la reducción del Estado y sus "malas políticas" tuvieran razón particularmente sobre los efectos de lo que consideran perniciosas políticas de bienestar. Pero suceden, precisamente porque esos economistas y políticos, que no ven ni escuchan, no tienen razón. Su actitud se queda al nivel de una "cerrazón mental dogmática" que ha sido equiparada, equivocadamente con el autismo. Equivocadamente porque "los pobres niños afectados de autismo son víctimas de una enfermedad que los supera. En cambio en nuestros economistas bien pensantes esa cerrazón al mundo real es voluntaria y, por lo tanto, reprobable" (Sapir, 2004: 120). El daño auto infligido o la afectación a los demás por aquellos que padecen esta condición ni es intencional y nunca provocará la catástrofe, consecuencia del fundamentalismo económico, que se vive en el mundo. Nunca esos economistas podrán dar el mundo de generosas destrezas, de amor y felicidad que inspira el niño autista. En cambio, las políticas de ajuste (así llamadas por los neoliberales) provocan la muerte de millones de personas al arrancar de los programas sociales los recursos que dan a los bancos y a las grandes corporaciones. Alguna vez, Hitler manifestó con gran satisfacción: ¡Es una suerte para los dirigentes que los pueblos no piensen! Pero, qué podrá hacerse ahora, cuando son los dirigentes los que no piensan y, no obstante, con sus acciones, producen las aberraciones.

3-El contexto de América Latina frente a la irracionalidad de las políticas en México

México es una "estrella para América Latina", "tal vez llegue a sorprendernos". Así lo expresa el economista en jefe del Banco Mundial para América Latina y el Caribe, Augusto de la Torre, lo dice con la seriedad característica de quien puede predecir el futuro. No obstante, pontifica, hay que esperar, no hay que ser impacientes. Alguien le ha respondido con alguna antelación: hasta que lleguemos al 2050 se verán lo frutos de las reformas, ha dicho José Ángel Gurría, ese mexicano preocupado por la suerte de sus compatriotas que no quiere matar la esperanza y que dirige actualmente la OCDE.

Augusto de la Torre ha olvidado decir que el país también es líder en desigualdad, que el crecimiento económico no logra detonar en un país que ha asumido el "libre comercio" como dogma de desarrollo, que tiene 44 tratados comerciales, pero que no alcanza, en ningún sexenio neoliberal, las tasas de crecimiento económico de la era del Estado interventor. El funcionario no quiere percatarse de que se está refiriendo a una estrella muerta de la que se percibe todavía la luz, aunque esté apagada desde hace mucho tiempo y para siempre (Rist, 2002: 10). Por lo demás, el destino de las naciones no está en las estrellas sino en las manos de quien quiera hacer algo por ellas: "el hombre es dueño de su suerte, el destino no está en las estrellas sino en nosotros mismos" hace decir William Shakespeare a través de Julio César a Bruto, ¡pura coincidencia! El funcionario del Banco Mundial tampoco advierte que los tratados de libre comercio sirven solamente al interés de los países desarrollados, que mediante ellos lo que se busca es conseguir clientes y nada tienen que ver con lograr el desarrollo de los países atrasados.[9]

Entonces: ¿Qué puede enseñar México, un país con más de tres décadas de neoliberalismo, a la América Latina? ¿Qué puede enseñar el énfasis puesto en la reformas estructurales (reformas neoliberales)?, con las que se ha pretendido un "ábrete sésamo", reformas que están entregando la riqueza de los mexicanos a unos cuantos rapaces.[10] Es cierto, hacer el ridículo no mata, pero, por qué abusar.

Las llamadas reformas estructurales (laboral, educativa, en telecomunicaciones, de transparencia, financiera, hacendaria, política y energética), al gusto de la empresa privada,  están modificando el conjunto de relaciones políticas, económicas y sociales del país (Monreal, 2014).

La reforma laboral fue aprobada bajo el supuesto de conseguir un crecimiento de la productividad y competitividad del país, crear 400 mil empleos adicionales por año y un aumento de los ingresos de los trabajadores e incentivo al empleo formal; en la práctica lo que ha generado es trabajadores mal pagados, sin prestaciones y sin garantías de ley en sus relaciones laborales. La reforma educativa, que modificó los artículos 3º, y 73 constitucionales, en los hechos se convirtió en una reforma laboral para mantener el control político del sindicato más poderoso del país y facilitar el despido de los profesores sin responsabilidad para el gobierno. La reforma energética, que modificó el artículo 27 constitucional eliminó la facultad exclusiva que tenía la nación para generar y abastecer de energía eléctrica; también alteró el espíritu del artículo 28 arrebatando al Estado la exclusividad en áreas estratégicas de petroquímica básica, refinación, transporte y ductos (Monreal, 2014).[11]

Al tiempo que México se ha convertido en un país recolonizado, Estados Unidos de Norteamérica mira a la América Latina con la habitual codicia sabiendo que la escasez de recursos, producto de su agotamiento y del efecto del cambio climático, modificaran la geopolítica para el siglo XXI. Como señala Mark Aguirre (2014: 18), América Latina es:

 (...) el mayor productor y exportador de alimentos del mundo. Hay siete países latinoamericanos: Perú, Chile, Brasil, México, Argentina, Bolivia y Venezuela entre los primeros países mineros mundiales. América Latina es el principal productor mundial de oro, plata, cobre y zinc. Tiene reservas probadas de minerales estratégicos como el antimonio, bismuto, litio, niobio, torio, oro, zinc y uranio, entre otros. Venezuela es la primera reserva mundial de petróleo, tercera de bauxita, cuarta de oro, sexta en gas y décima en hierro en el mundo. América Latina es la mayor reserva mundial de energía.

A diferencia de México, un país postrado y en el que aumenta la pobreza, la América Latina se encamina decisivamente a su independencia como ha dicho Noam Chomsky. Implementado políticas contrarias a la ortodoxia neoliberal, estos países están logrando que la economía y la gente progresen.

Los países de América Latina parten de una consideración elemental: el papel del Estado como actor económico y el uso de los recursos obtenidos, caso de la venta de las materias primas, en beneficio de la mayoría de la población. La derrota del ALCA (Acuerdo de Libre Comercio de las Américas), sueño de George Bush para convertir el sur del continente en un mercado subordinado al poder de las multinacionales estadounidenses es una manifestación de esas independencia. El nacimiento de un organismo, UNASUR en 2004, para resolver pacíficamente los conflictos entre los países sudamericanos, muestra el rechazo a la injerencia de Estados Unidos: en 2007, Venezuela, Bolivia, Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Guyana, Paraguay, Surinam y Uruguay firmaron su adhesión (Aguirre, 2014).

En 2004, nació la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), organismo al que se asociaron como miembros formales, en 2012 nueve países: Venezuela, Cuba, Bolivia y Ecuador, entre otros. La base de esta Alianza radica "…en compartir la enorme riqueza petrolera venezolana con los más necesitados. Un proyecto solidario para impulsar el desarrollo de la región" (Aguirre, 2014: 107).

En 2010, se constituyó en Caracas la comunidad de Estados de América Latina que incluye a todos los países de la región (Cuba incluido) pero no a Estados Unidos y Canadá. Al respeto, Noam Chomsky ha escrito: "Es muy posible que este nuevo organismo reemplace a la Organización de los Estados Americanos, que está regida por Estados Unidos" (citado en Aguirre, 2014: 115).

El caso de Argentina es clave para entender la otra vía hacia el desarrollo y bienestar de la población. Argentina inició en 1991 un programa económico bajo los preceptos rigurosos establecidos por el neoliberalismo, la receta contenía los elementos conocidos: venta de empresas públicas y apertura del país a la inversión e importaciones extranjeras. Desde su puesta en práctica el programa argentino fue aclamado por los organismos internacionales, era: la envidia de otros gobiernos latinoamericanos.

La euforia pronto se convirtió en tragedia para los argentinos: el desempleo y la desigualdad comenzaron a incrementarse  en cuanto entraron en vigor las políticas neoliberales, llegó la depresión en 1997. Entre protestas y masivos saqueos, una huelga general, un estado militarizado, veintisiete muertos en las calles, la huida del presidente Fernando de la Rúa y del ministro de economía y principal arquitecto del plan, Domingo Carvallo, el modelo se desinfló totalmente (Pollin, 2005). Era el antecedente de lo que sucedería en Seattle pocos años después, dice Tariq Ali (2008).

Entre el año 1976 y el 2002, el PIB por habitante había caído 12 puntos, la deuda pública como porcentaje del PIB pasó de 28,7 a 166, el porcentaje de la participación de la industria en el PIB cayó de 33 a 15, la proporción de población pobre pasó de 4.7 a 54,3, los desocupados (porcentaje de la población económicamente activa) se incrementó de 4,5 a 17,8.

Desde 2003, lo característico de Argentina, su gobierno, economía y población radica, entre otros muchos aspectos, en lo siguiente:

·                     En Argentina no es el FMI quien dice lo que hay que hacer en la economía, tampoco el Consenso de Washington y su teoría del "derrame", la "confianza" de los inversores no es una pauta decisiva. En 2005, Argentina (como Brasil) pagaron la deuda que tenían con el FMI.

·                     El gobierno nacionalizó más de la mitad de las acciones de Repsol, casi tres de cada cuatro argentinos apoyaron esta acción del gobierno[12].

·                     Apenas el 16 de abril de este 2015, con 53 votos de 55, el senado acaba de sancionar la devolución de los ferrocarriles a la administración.[13]

·                     Mientras en otros países el Banco Central se ocupa solamente del combate a la inflación, en Argentina, el Banco Central tiene como objetivos la reindustrialización, el empleo y la distribución del ingreso.

·                     En diciembre de 2008 se estatizó el sistema jubilatorio y se volvió al sistema solidario de reparto. El sistema de previsión social en 2013 cubría al 94% de la población.

Lo ha dicho el senador argentino Juan Manuel Abal Medina, lo que hoy se hace en Argentina es "parte de un proceso político que comenzó en 2003… es porque tenemos Estado". Argentina es ejemplo que "muestra que cuando la política conduce a la economía es posible afirmar la soberanía nacional y la inclusión social, con la prevalencia del sector productivo por sobre el financiero" (Calcagno y Calcagno, 2015: 299).

 

CONCLUSIONES: UN PANORAMA GLOBAL

Edmund Burke, uno de los mejores representantes del pensamiento liberal-conservador inglés, tenía razón al afirmar que: "La magnanimidad en política no pocas veces es la mayor sabiduría y un gran imperio va mal con espíritus mediocres". En la época actual, caracterizada por un acentuado individualismo, la magnanimidad que tendría que ser la virtud mejor representada por el líder político, el gobernante de un país, está ausente. Esto quiere decir que pocos gobernantes en el mundo, como es el caso de México, merecen calificarse con tal distinción; seguramente muchos se juzgan de tal modo pero, como decía Aristóteles en su Ética a Nicomaco, los que así se consideran son grandes necios.

Vistos los funestos resultados en la población de las políticas implementadas en México luego de más de tres décadas, tendría que haberse revisado el modelo económico y los distintos tratados comerciales, especialmente el Tratado de Libre Comercio con América del Norte pero, se tendría que aceptar que ningún acuerdo puede estar por encima de las necesidades de la gente. Ello exigiría, desde luego, la presencia de espíritus magnánimos como era la esperanza expresa de Edmund Burke, "pero políticamente, la nuestra es una época de pigmeos" (Judt, 2010: 159).

 En México no cabrían los gobernantes que han dirigido y dirigen al país durante este largo tiempo, cuya preocupación es contraria a la nación, a su población, su interés radica en preservar los intereses de las grandes corporaciones y seguir los preceptos del gobierno norteamericano y sus distintos organismos. Estos gobiernos serviles, gobiernos tecnócratas como se les conoce comúnmente en el país, han permitido y promovido esta situación de subordinación. Bien dice Horacio Flores de la Peña, quien conoció muy bien las entrañas del poder, cuando escribe que con la tecnocracia llegó al poder la "primera generación de norteamericanos nacidos en México", tecnócratas que se han convertido en fieles defensores de los intereses norteamericanos, sus corporaciones y organismos neoliberales. En el pasado, vilipendiados, han quedado aquellos dirigentes y gobernantes que se atrevían a desafiar al imperio. Un ejemplo, el de aquel embajador mexicano en 1961, durante el gobierno de Adolfo López Mateos,  que ante la fijación psicópata del gobierno de John F. Kennedy para considerar que Cuba era un peligro para la seguridad de Estados Unidos y la región declaró: "Si declaramos públicamente que Cuba es una amenaza a nuestra seguridad, cuarenta millones de mexicanos se morirán de risa".[14]  

En México, como en muchos otros Estados, los gobernantes hacen reverencia al poder norteamericano y a sus empresas. Como escribió el que fue un extraordinario pensador latinoamericano, Eduardo Galeano: "Han vendido su alma al diablo a un precio que hubiera avergonzado a Fausto" (Galeano, 1971).[15]

Hoy eso no pasa, como ha pretendido demostrarse en todos los países de América Latina, donde se han construido los cimientos sobre los que puede edificarse un país. Donde se pone en práctica, con éxito, la idea de que "sólo tienen éxito los países capaces de poner en ejecución una concepción propia y endógena del desarrollo y, sobre esta base, integrarse en el sistema mundial" (Mojica y López, 2015: 158). Aquí, su gente bien puede repetir lo que dijera Hugo Chávez en uno de sus últimos discursos: "Hoy tenemos patria. Hoy tenemos pueblo". Tiene razón Mark Aguirre cuando escribe que Chávez ha dejado "a los pobres convertidos en sujeto político, con objetivos claros socialistas,  habiendo construido un espacio político dentro y fuera de Venezuela en donde es posible hacer política independiente" (Aguirre, 2014: 102).

Contrario a lo que sucede en esta parte de América Latina, el mundo ha abandonado las instituciones del New Deal y la teoría económica keynesiana que, no obstante sus limitaciones, dio algunos buenos resultados. La "guerra contra la pobreza", del mundo posbélico ha sido sustituida hoy por la llamada "guerra al terrorismo". La propuesta de luchar contra la pobreza ha sido enterrada y suplantada por doctrinas arcaicas e inverosímiles que avalan las decisiones no de gobiernos electos sino de corporaciones que nadie ha elegido (Canfora, 2003), y que sustentan como dogma el "libre comercio", la "desregulación", la "libre movilidad de capitales",  la "reducción de impuestos a los que más tienen", para concentrar la riqueza en la cima y, con ello, el engaño teórico del laissez-faire. Una propuesta que fracasa constantemente, pero que se mantiene bajo la trampa del tricke down, el "derrame" o "goteo". Se trata como lo dijo John Kenneth Galbraith, con la más absoluta claridad en el Harvard Club de Toronto, en 1994: "Si permitimos que los caballos se coman toda la avena, no dejarán de cagar alguna semilla para los gorriones".

Por otra parte, si bien es cierto que el neoliberalismo es la versión extrema del capitalismo en la época actual, sobre todo cuando se le compara con el período del Estado de bienestar, también es indispensable recordar que el sistema vino al mundo "chorreando sangre". Lo que sucede, como asienta Harald Welzer (2010), es que la humanidad ha entrado en una era de amnesia democrática que evita hacer alusión a:

La despiadada brutalidad con la que los países de industrialización temprana buscaron por entonces saciar su hambre de materias primas, tierras y poder, una brutalidad que dejó su marca en los continentes, ya no puede leerse a partir de las condiciones actuales de los países occidentales. El recuerdo de la explotación, la esclavitud y el exterminio cayó víctima de una amnesia democrática, como si los estados occidentales hubiesen sido siempre como lo son ahora, a pesar de que tanto su riqueza como la superioridad de su poder se construyeron sobre la base de una historia sangrienta (Welzer, 2010:09).

Son los países ricos, surgidos de estas prácticas, los que ahora exigen al mundo que se respeten los derechos humanos, la "libertad", el "libre comercio"; los mismos que realizan intervenciones en nombre de la "democracia". Olvidando que se forjaron y siguen apoyándose en una "historia de exclusión, limpieza étnica y genocidio", procesos, que al decir de Michael Mann (2009) forman parte de las tareas del proceso modernizador capitalista. Bien lo advierte Carl Amery al afirmar que la existencia del Tercer Reich no ha sido un momento excepcional de la historia ni un tumor crecido en el corazón de la civilización occidental, algo irrepetible. Por el contrario, según escribe este autor:

(...) Drácula sigue escondido en algún rincón del sótano más profundo, bajo una gruesa capa de escombros, pero sin la estaca en el corazón que garantizaría su muerte y que impedirá definitivamente su regreso…sería una ingenuidad imperdonable presuponer que las próximas décadas y generaciones no pudieran revivir dicho programa, purgado de su craso diletantismo y revestido de un brillo y vocabulario científicos (Amery, 2002: 12,15).

Así, entonces, el enemigo de los pueblos sigue siendo el hecho de que prevalece un injusto sistema. Podrán existir múltiples de sus manifestaciones que muestran el desprecio por las personas y su bienestar, al final el origen de todos los males está en el capitalismo. Parodiando lo que decía Bertolt Brecht respecto del fascismo; habrá que preguntarse ¿De qué sirve estar contra el neoliberalismo –que se condena- si no se dice nada contra el capitalismo que lo origina?[16]

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Aguirre, M. (2014). Una América Latina inconveniente. Cómo los peones se están apoderando de la finca. España: El Viejo Topo.

Amery, C. (2002). Auschwitz, ¿comienza el siglo XXI? Hitler como precursor. España: Fondo de Cultura Económica.

Ali, T. (2008). Piratas del caribe. El eje de la esperanza. España: Ediciones Foca.

Cabo, J.M. (2004). La economía como ideología. Mitos, fantasías y creencias de la "ciencia" económica. Hondarribia: Editorial Hiru.

Calcagno, A. y Calcagno, A.F. (2015). El universo neoliberal. Recuento de sus lugares comunes. España: Ediciones Akal.

Canfora, L. (2003). Crítica de la retórica democrática. España: Ediciones Crítica.

Chang Ha-Joon (2012). 23 cosas que no te cuentan sobre el capitalismo. España: Ediciones Debate.

Chomsky, N. (2006). El bien común. México: Siglo XXI Editores.

Galeano, E. (1971). Las venas abiertas de América Latina. México: Siglo XXI Editores.

Gill, L. (2002). Fundamentos y límites del capitalismo. España: Editorial Trotta.

Guillén, A. (2000). México hacia el siglo XXI. Crisis y modelo económico alternativo. México: Plaza y Valdez Editores.

Harvey, D. (2007). Breve historia del neoliberalismo. España: Ediciones Akal.

Judt, T (2010). Algo va mal. México: Taurus.

López, A.M. (2010). La mafia que se adueño de México…y el 2012. México: Editorial Grijalbo.

--------------------------(2012).  No decir adiós a la esperanza. México: Editorial Grijalbo.  

Mann, M. (2009). El lado oscuro de la democracia. España: Publicacions de la Universitat de València.

Meiksins, E. (2003). El imperio del capital. España: El Viejo Topo.

Mojica, F.J. y López, F. (2015). ¿Hacia dónde va el mundo? Prospectiva, megatendencias y escenarios latinoamericanos. España: El Viejo Topo.

Monreal, R (2014). Reformas estructurales. Mitos y realidades. México: Miguel Ángel Porrúa, Librero-editor.

Pollin, R. (2005). Los contornos del declive. Las fracturas económicas de la economía estadounidense y las políticas de austeridad global. España: Ediciones Akal.

Rist, G. (2002). El desarrollo: historia de una creencia occidental.  España: Los libros de la catarata.

Rodríguez, A. (2015). El regreso autoritario del PRI. Inventario de una nación en crisis. México: Editorial Grijalbo.

Sapir, J. (2004). Economistas contra la democracia. Los intereses inconfesables de los falsos expertos de la economía. Argentina: Ediciones B.

Welzer, H. (2010). Guerras climáticas. Por qué mataremos (y nos matarán) en el siglo XXI. España: Ediciones Katz.

 

 

Recibido: 7 de septiembre de 2015
Aprobado: 23 de noviembre de 2015

 



[1] Doctor en Ciencias. Profesor Investigador de la Unidad Académica de Ciencias Sociales.

Universidad Autónoma de Zacatecas, México. ribarrae@yahoo.com.mx

[2] "Durante la administración de Salinas de Gortari, el Secretario de Hacienda, Pedro Aspe, llegó a afirmar en una entrevista periodística, que la mejor política industrial es aquélla que no existe. Un empresario privado me comentó que Jaime Serra Puche, nada menos que el responsable de la política de fomento industrial en ese sexenio, en un junta donde diversos industriales le expusieron sus quejas sobre los efectos negativos de la apertura comercial, en lugar de atenderlas se concretó a sacar de su librero un manual de Economics para ‘demostrarles’ a los empresarios que nada se podía hacer frente a la inexorable fuerza de la mano invisible" (Guillén, 2000: 216).

[3] No obstante esta caracterización del Estado, por parte del que fuera Secretario de Hacienda en el gobierno de Miguel de la Madrid Hurtado, bien vale la pena dejar establecido que el neoliberalismo no busca acabar con el Estado, busca su reconfiguración para dejarle como única tarea la defensa de los intereses del capital, desdeñando el bienestar de la población. Se trata de construir un aparato que tiene como principal propósito lograr "una provechosa acumulación de capital tanto por parte del capital extranjero como del doméstico" (Harvey, 2007: 14).

[4] Fures privatorum in nervo atque in compendibus aetatem agunt, fures publici in auro atque in purpura (Catón refiriéndose a Acilio Glabrio, su oponente durante la campaña electoral a censor en 189 a. C.)

[5] "En 15 años se ha pagado 7 veces el monto de la deuda externa". Ver González, R. (2015). Diario La Jornada,  5 de septiembre, p. 25

 

[6] "…la masa salarial de otras naciones latinoamericanas es mayor a la de México de 10 a 25 puntos. Costa Rica ocupa el primer lugar de la lista pues su masa salarial es de 56,7% del PIB y en seguida se ubican Brasil (51,4% del PIB), Honduras (47,4), Paraguay (47,2), Uruguay (45,8), Chile (45,4) y Argentina (42,9)… México representó 32,3% del PIB en 1990, subió a 34,5% en 2000 y se redujo a 32,2% en 2009. Nada comparable con la participación de hasta 40,2% que registraron los salarios de los trabajadores mexicanos antes de los setenta…" (La Jornada, 26 de diciembre de 2014).

[7] Ver  lo que señala en Centro de Análisis Multidisciplinario,  CAM-UNAM, en agosto de 2014.  http://cam.economia.unam.mx/el-salario-minimo-en-mexico-de-la-pobreza-la-miseria-perdida-del-78-66-del-poder-adquisitivo-del-salario-reporte-de-investigacion-117/.

[8] Por ejemplo, en 2006, el presupuesto del Instituto Federal Electoral (IFE), que incluyó el gasto para la organización de los comicios federales y los recursos a los partidos políticos, de 12 908 millones de pesos, superó en casi 10% al total de recursos que ese año la administración del presidente Vicente Fox destinó al combate a la pobreza en su programa insignia, Oportunidades. El presupuesto de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) fue de 11 870 millones (La Jornada, 15 de agosto de 2005).

[9] El comercio –dice Ambrose Bierce en El diccionario del diablo- es un "Tipo de transacción en la que A birla a B los bienes de C y, como compensación, B roba del bolsillo de D dinero que le pertenece a E".

[10] Aunque aquí, ni siquiera se distribuye entre cuarenta ladrones. Sostengo –dice Andrés Manuel López Obrador- "…que son alrededor de 30 los que conforman el comité central de la oligarquía de México" (López, 2012: 44). En 1994, "México llegó a ocupar el cuarto lugar entre los países del mundo con más multimillonarios, un dudoso honor sólo superado por Estados Unidos, Japón y Alemania" (López, 2012: 18). También se logró el encumbramiento de Carlos Slim en 2012 como el hombre más rico del mundo.

[11] Bajo el cobijo de la figura de "servidumbre legal de hidrocarburos" se permitirá la ocupación de tierras a favor de extranjeros o nacionales… las empresas transnacionales podrán apropiarse de la renta petrolera y de terrenos pagando 1,150 pesos mensuales por km2 los primeros cinco años de la fase exploratoria. (Monreal, 2014).

[12]¿Por qué no hay que temer a las nacionalizaciones? "En 1977, el alcalde de Cleveland (Ohio) se negó a privatizar la compañía eléctrica municipal a pesar de las insistentes demandas de los bancos. Éstos buscaron vengarse de Dennis Kucinih, a quien llamaban despectivamente "el chaval" y que, con 31 años, era ciertamente uno de los alcaldes más jóvenes del país; y, en efecto, consiguieron provocar un impago de la deuda municipal de Cleveland. Pero la alcaldía no cedió, y se ha calculado que, en un período de diez años, la no privatización de la electricidad ha permitido al ciudadano de Cleveland un ahorro de 195 millones de dólares. En cuanto a Kucinih, su carrera política, que se creía acabada después del escandalo del impago, despegó de nuevo cuando pudieron percibirse mejor los efectos de su política. Fue elegido para la Cámara de Representantes en 1996, y reelegido en 1998 y 2000 con, respectivamente, el 67 y 75% e los votos de su circunscripción" (Sapir, 2004: 74-5). Lo que hay que hacer es, tener gobiernos dignos que expliquen a la población por qué no debe privatizarse; no convertirse en voceros de los intereses económicos que buscan ganar con los bienes públicos.

[13] Juan Domingo Perón había nacionalizado el sistema ferroviario en 1948, Carlos Saúl Menem los privatizó en la década de los años noventa.

[14] La cita se tomó de Chomsky, Noam (2006). Ambiciones imperiales. Ediciones Península, España, p. 36.

[15] Tariq Ali  que dedicó a Eduardo Galeano en 2008 su interesantísimo libro, Los piratas del Caribe. El eje de la esperanza,  se refiere a él como el hombre: "cuya pluma, como la espada de Bolívar, busca desplazar un imperio y unir un continente".

[16] Bertolt Brecht escribió: "¿De qué sirve estar contra el fascismo–que se condena- si no se dice nada contra el capitalismo que lo origina?"

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