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Revista Novedades en Población

versión On-line ISSN 1817-4078

Rev Nov Pob vol.12 no.23 La Habana ene.-jun. 2016

 

ARTÍCULO ORIGINAL

 

Formación de pareja y familia en los jóvenes cubanos: un análisis desde la perspectiva sociodemográfica

 

The behavior of marriage and fertility in Cuban young people: a socio-demographic analysis

 

 

Mariam Trilce Martinto Gálvez*

Centro de Estudios sobre la Juventud (CESJ), La Habana, Cuba.

 

 

Recibido: 20 de abril de 2015
Aceptado: 22 de septiembre de 2015

 

 


RESUMEN

El objetivo del presente artículo es describir el comportamiento de las variables nupcialidad y fecundidad en Cuba para el grupo de 15 a 34 años en el período 2008-2013. Para ello, se analizó la dinámica de los indicadores a nivel general y luego se comparó el comportamiento en jóvenes atendiendo a los grupos de edades quinquenales. Se utilizó una metodología esencialmente cuantitativa, realizando los cálculos en Excel a partir de datos provenientes de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI). Los resultados arrojan la existencia de tasas específicas de nupcialidad bajas para el grupo juvenil, con una tendencia a la soltería y constitución de uniones consensuales. Para el último año, se observa una postergación de los matrimonios, tendencia que se manifiesta más en las jóvenes con mayor nivel educacional. La fecundidad mostró niveles bajos en el período, con un patrón temprano, que se evidencia con más fuerza en las zonas rurales. La fecundidad en estas zonas es ligeramente inferior para todos los grupos etarios, exceptuando el caso de las menores de veinte años. La mayor parte de los nacimientos proviene de madres unidas. Al igual que lo observado al estudiar la nupcialidad, existe una tendencia a la posposición en el caso de las mujeres universitarias.

Palabras clave: fecundidad, jóvenes, nupcialidad.


ABSTRACT
The aim of this article is to synthesize the behavior of marriage and fertility variables in Cuba for the group 15-34 years in the period 2008-2013. The dynamics of the overall level indicators are analyzed, and then is compared the behavior of the different age groups of young people. An essentially qualitative methodology was used, performing calculations in Excel using data from the National Bureau of Statistics and Information (ONEI). The results show the existence of specific marriage low rates for the youth group, with a tendency to spinsterhood and formation of consensual unions. In the last year, a postposition of the marriages is visualized, this trend is more observed in the women with highest cultural levels. Fertility shows low levels in the period, with an early pattern and propensity for postponement by the single women and by those who have highest academicals levels. The majority of the births come from mothers in consensual unions. Fertility in rural youth is slightly lower for all age groups, except for those under twenty years old. The same behavior is observed in the marriage and fertility: a postposition in the case of the women with highest cultural levels.

Keywords: fertility, marriage, young people.


 

 

INTRODUCCIÓN

 La familia y la pareja son pilares de gran relevancia en el desarrollo de los individuos y de la sociedad en general; debido a esto, los procesos relacionados con estas temáticas han sido abordados internacionalmente por diversas disciplinas. La fecundidad es una variable de vital importancia a la hora de realizar un estudio de familia en cualquier población, ya que de ella depende en gran medida la evolución de muchos indicadores asociados a esta. La nupcialidad, por otra parte, se encuentra estrechamente relacionada con la fecundidad. La información acerca del estado civil o conyugal y la conformación de la familia se relacionan entre sí, ya que el estado civil o conyugal interviene, junto a otras variables, en la exposición al riesgo de tener hijos, particularmente en las mujeres en edades fértiles (Oficina Nacional de Estadísticas e Información [ONEI], 2010). Dadas las características de la etapa vital en que se encuentran, los jóvenes son protagonistas por excelencia de ambos procesos. En las edades entre 15 y 34 años se produce en mayor medida la formación de pareja y familia.

En la región latinoamericana se han realizado diversos estudios asociados a esta temática. Los mismos arrojan la presencia de un descenso de la fecundidad, situándose la mayor parte de los nacimientos entre los 20 y los 24 años. Todavía no aparecen indicios de una evolución hacia una fecundidad tardía, inherente a los países europeos de muy baja fecundidad, que presentan una elevada edad al casarse y al nacimiento del primer hijo (Rosero-Bixby, s/f). La disminución de la fecundidad está relacionada con un menor número ideal de hijos por parte de las parejas, el que además alcanza a todos los sectores sociales. La fecundidad adolescente continúa siendo un problema para América Latina, y esta se presenta con más frecuencia en la región del Caribe (Rodríguez y Perpetuo, 2011).

Al contrario de lo que sucede en otras regiones, Latinoamérica no se caracteriza por mostrar cambios en los patrones de nupcialidad que pudieran incidir en la tenencia de un menor número de hijos, como la postergación del matrimonio, el aumento de los divorcios y el incremento de las uniones consensuales. Se evidencia también una salida más tardía de la soltería por parte de las mujeres universitarias y de ingresos económicos superiores, y una tendencia por parte de las féminas a buscar parejas de mayor edad (Chackiel, 2004; Ruiz y Rodríguez, 2011).

En Cuba se han realizado numerosos estudios en el ámbito de pareja y familia. Peñate, Pérez y Semanat (2014) hicieron una síntesis de las investigaciones realizadas en esta esfera hasta el 2012, que arrojan la presencia de niveles de fecundidad muy bajos respecto al promedio de la región. Por otra parte, sus estudios muestran un incremento en los índices de separaciones, y una tendencia a la posposición de la constitución de la familia propia por parte de los jóvenes cubanos.

A pesar de todo lo que se ha estudiado concerniente a este tema, el actual contexto cubano exige profundizar el estudio de la familia cubana desde las ciencias sociales. El Lineamiento 137 del Partido Comunista de Cuba plantea que es necesario "continuar fomentando el desarrollo de investigaciones sociales y humanísticas sobre los asuntos prioritarios de la vida de la sociedad, así como perfeccionando los métodos de introducción de sus resultados en la toma de decisiones a los diferentes niveles" (Partido Comunista de Cuba [PCC], 2011, p. 23). Las razones antes enunciadas fundamentan la necesidad de conocer las características de la formación de pareja y familia en los jóvenes cubanos.

Consideraciones acerca del concepto juventud

 El término juventud ha sido conceptualizado por diferentes autores a nivel internacional y nacional. En el área de la psicología del desarrollo, L. S Vigotsky la define como un proceso psicológico, histórico y cultural, lejano a cualquier biologismo fatalista. Gómez (2013) cita en su obra un concepto abordado por el autor:

 

La juventud transcurre desde el arribo de la madurez fisiológica hasta el logro de la madurez social, es un proceso que se asume de manera particular por las personas, para quienes posee significados distintos de acuerdo con el sector social de pertenencia y el contexto en que se desarrollan. (Vigotsky, citado por Gómez, 2013, p. 23)

 

Desde la teoría de los roles, August Hollingstead, en Gómez (2013) la define desde el punto de vista sociológico como:

 

Período de la vida de una persona en el que la sociedad en que vive no lo considera ya (…) un niño, pero no le otorga el pleno status, los roles y las funciones del adulto. En cuanto al comportamiento, se define a la juventud por los roles que el joven, dado su status en la sociedad, debe y puede desempeñar, por los que se siente obligado a asumir o por los que le son prohibidos. No lo determina un momento especial, como puede ser la pubertad biológica, sino que se encuentra determinado de diferentes maneras por la forma, el contenido, la duración y etapa en las distintas culturas y sociedades. (Hollingstead, citado por Gómez, 2013, p. 25)

 

Esta teoría define a la juventud como un período intermedio de transición entre dos edades, en el que el individuo ocupa un rol establecido por su entorno social. Dicha etapa estará determinada por ciertos patrones de comportamiento, influidos por la sociedad en que este se encuentra.

Una definición más abarcadora de la juventud aparece retomada desde el punto de vista sociológico. Este concepto se asume en función de las estructuras productivas y demográficas, definiendo esta etapa como un proceso de incorporación a la sociedad. Rodríguez, citado por Gómez (2013) lo define como:

 

Período del ciclo de la vida en que las personas transitan de la niñez a la condición adulta, y durante el cual se producen importantes cambios biológicos, psicológicos, sociales y culturales, que varían según las culturas, las etnias, las clases sociales y el género. (Rodríguez, citado por Gómez, 2013, p. 29).

 

Este concepto se ajusta mejor al presente trabajo, ya que el autor considera esta etapa del ciclo de la vida de una manera integral, analizando la conformación psicológica, social, la maduración sexual, afectiva e intelectual del individuo. El proceso de precisar un rango etario para definir a la juventud ha sido causante de diversas polémicas (Gómez, 2009). Es imposible asumir una norma internacional que encuadre al grupo juvenil, debido a que la duración de la juventud varía según las condiciones socioeconómicas y culturales del país en cuestión. A pesar de ello, se hace necesario especificar un rango estadístico que acompañe a este concepto, asumiendo la edad contada como indicador capaz de resumir las diferencias entre individuos a un denominador común y universal (Gómez, 2009).

En las investigaciones que atañen a los jóvenes, convencionalmente se divide el estudio de estos en tres subtramos: de 15 a 19 años, de 20 a 24 y de 25 a 29. En algunos contextos, las edades inferiores y superiores tienden a variar, entre los 12 y los 35 años, esto se evidencia en algunas formulaciones de políticas públicas que estudian a la juventud (Gómez, 2009). En las recientes investigaciones del CESJ que atañen al tema de la familia y la pareja se ha incluido el conjunto de 30 a 34 años, ya que en los procesos (de todo tipo) que están teniendo lugar en la sociedad cubana inciden en la postergación de algunos proyectos de vida de los jóvenes en los ámbitos de familia y pareja, hecho que algunos autores han definido como postergación de autonomía (Peñate, Pérez y Semanat, 2014). Acorde con esta dinámica, en este trabajo se decidió incluir dentro del grupo joven a las personas enmarcadas entre los 15 y 34 años de edad cumplida.

 

MATERIAL Y MÉTODOS

 Se realizó un estudio de corte cuantitativo. Para ello se analizaron las estadísticas asociadas a los jóvenes entre 15 y 34 años provenientes de los Anuarios Demográficos de Cuba (2008-2013) y el Censo de Población y Viviendas 2012. Primeramente, se analizó la dinámica de la nupcialidad y la fecundidad a nivel general, y después se caracterizó a estas variables en el grupo de 15 a 34, analizándolas según nivel educacional, zona de residencia y estado civil de la mujer. Se realizaron cálculos de las diferentes tasas y se complementaron las estadísticas con análisis de documentos provenientes de autores relacionados con el tema. La información utilizada para la realización de este artículo es pública. Para el procesamiento de la misma, se tuvieron en cuenta todos los procedimientos éticos correspondientes.

 

RESULTADOS Y DISCUSIÓN

 Cuba. Indicadores generales de la nupcialidad

 Las estadísticas asociadas a los matrimonios en Cuba han tenido una tendencia variable. A finales de la década de los ochenta del pasado siglo, se efectuaba anualmente un promedio de ocho matrimonios por cada 1000 habitantes. A partir de 1990, esta magnitud comienza a elevarse aceleradamente, hasta alcanzar un valor máximo de 17,7 por cada 1000 habitantes en 1992. Según investigaciones realizadas (Alfonso, 2009), en este aumento incidió la llegada de muchas personas procedentes de la cohorte de los nacidos en la década de los 60, a la edad media de la formalización de las uniones. También influyeron las estrategias familiares destinadas a enfrentar la difícil situación económica que atravesaba el país, que motivaron a muchas parejas a casarse incentivadas por los subsidios que se les ofrecía a las personas que contraían matrimonio.

Entre 1990 y 1994 se alcanzó un promedio de 13,1 matrimonios por cada 1000 habitantes. A partir de 1995 las cifras asociadas a este factor fueron retornando a la tendencia que presentaban antes de la crisis. La conjunción de diversas variables socioeconómicas ha hecho que los índices de nupcialidad desciendan, hasta llegar a un promedio de 5,0 por cada 1000 habitantes en 2012 (ONEI, 2008-2012).

La realización del matrimonio está siendo postergada, y muchas veces sustituida por las uniones consensuales. Así, si en 1989 el 9,1% de los matrimonios provenían de una unión previa, en el período de estudio esta cifra se elevó a un 30,22%. Existen muchas causas que inciden en esta tendencia. Cuba tiene una tradición de unión consensual desde inicios del pasado siglo, fenómeno que se ha fortalecido en los últimos años. Según Benítez (2002), este hecho se asocia a diversos factores, entre los que se encuentran características socioeconómicas, una posible reproducción de patrones culturales típicos de la zona rural, experiencias matrimoniales anteriores o preferencias personales por una relación vista como ensayo de una convivencia matrimonial futura. La prevalencia de las uniones consensuales es más fuerte en las regiones central y oriental, mientras en La Habana y occidente hay una mayor tendencia al matrimonio (ONEI, 2010).

El acelerado aumento de la consensualidad no significa la desaparición del matrimonio como institución social. Este continúa vigente entre los jóvenes de hoy, aunque ha dejado de ser el espacio de iniciación sexual y procreación de familia. (ONEI, 2010). Según la opinión de especialistas en el tema, la consensualidad no es necesariamente una alternativa al matrimonio, sino que es considerada como una etapa previa a él (Alfonso, 2009).

  Indicadores generales de la nupcialidad en jóvenes para el grupo 2008-2013

 La nupcialidad en el grupo de 15 a 34 años presentó entre 2008 y 2013 la misma tendencia que se observó a nivel de país. Este indicador se mantiene oscilando en niveles bajos durante esa etapa (tabla 1).

 Para todos los años, el grupo de 20 a 24 años se encuentra encabezando la lista de matrimonios, seguido del de 25 a 29. Al analizar las tasas específicas de nupcialidad respecto al nivel educacional de la mujer para el año 2012, se observa que las féminas con niveles medio y medio superior tienden a casarse entre los 20 y 24 años, mientras que las universitarias postergan la formalización de su unión un promedio de cinco años. Este fenómeno, constatado en otras investigaciones realizadas en la región (Chackiel, 2004), podría estar indicando la importancia que le da un grupo considerable de mujeres al hecho de tener sus estudios terminados a la hora de unirse en matrimonio, ya que, en cada uno de los casos, la mayor parte de las féminas se casa en los próximos cinco años después de haber concluido su formación (tabla 2).

 

Las estadísticas provenientes del último censo muestran la composición de los jóvenes según situación conyugal. Se aprecia un predominio de personas solteras en estas edades, que se ha incrementado respecto al 2002. Entre los que se declaran solteros existen algunos que tienen pareja, mas no conviven con ella, bien porque no han alcanzado un nivel de consolidación y estabilidad en la relación o debido a que no poseen las condiciones económicas y de vivienda necesarias. En este fenómeno podría estar incidiendo también la cada vez más amplia gama de oportunidades de superación que existe actualmente en el país, que hace que los individuos pospongan las uniones o matrimonios dentro de su proyecto de vida (tabla 3).

Dentro de las personas que tienen vínculo marital, prevalecen las uniones consensuales. En el caso de las féminas, la proporción de las que tienen algún vínculo es mayor que en los varones. La edad media de la primera unión es generalmente más baja en las mujeres respecto a los hombres, debido fundamentalmente a que ellas prefieren unirse a hombres mayores (Alfonso, Rodríguez y González, 2011).

 Según recientes investigaciones (Alfonso 2009), el matrimonio es visualizado por muchas féminas como una fuente de seguridad, libertad respecto a la familia de origen y estabilidad social y económica. Además de ello, existe una presión biológica que fuerza a la mujer a establecer una relación de pareja a una edad más temprana, con el motivo de tener hijos. Producto de este fenómeno, las mujeres se casan a una edad más joven, existiendo un mayor por ciento de hombres solteros respecto a las mujeres de la misma edad.

 La fecundidad en Cuba. Comportamiento para el grupo juvenil (2008-2013)

 La fecundidad es la variable que más incide en la composición por edades de la población. En las últimas décadas, los indicadores asociados a la reproducción en Cuba han presentado valores bajos de manera sostenida, con ligeras oscilaciones. En la evolución de este indicador se destacan dos etapas fundamentales: el descenso abrupto entre 1990 y 1996, provocado por la crisis económica, y la segunda fase, a partir de 1997, en que se mostró cierta recuperación, sin que se alcanzaran los valores medios de hijos por mujer que se registraban antes de 1990 (Rodríguez, G., 2013).

Actualmente, los niveles de fecundidad en la población entre 15 y 34 años se mantienen por debajo del reemplazo, aun cuando, por razones de carácter biológico, este segmento poblacional es en mayor medida protagonista de los comportamientos reproductivos (tabla 4). Las mujeres entre 15 y 34 años en el año 2013 aportaron el 90,06% de los nacimientos. Ello significa que, aproximadamente 9 de cada 10 niños nacieron en ese año de madres comprendidas en esas edades. La edad media de la reproducción se ha mantenido oscilando alrededor de los 26 años. 

 

Al observar los datos de fecundidad correspondientes a mujeres menores de 20 años, las estadísticas muestran cómo a partir del año 2008 esta cifra ha tenido una tendencia creciente, manteniéndose oscilando en los dos últimos años. Con anterioridad al 2008, si bien prevalecían los embarazos en ese grupo etario, los nacimientos en estas edades se habían logrado controlar. En cuanto a las interrupciones de embarazo en estas edades, se observa cómo las tasas de aborto en el grupo de 15 a 19, que fueron muy elevadas en la década de los ochenta y tuvieron una tendencia al descenso a partir de 1990, han vuelto a incrementarse recientemente (Ministerio de Salud Pública [MINSAP]-Fondo de Población de las Naciones Unidas [UNFPA], 2011). La figura 1 muestra las tasas de fecundidad por edades para el año 2012 y el nivel de interrupciones para cada edad.

 

 La cantidad de interrupciones es alta para las menores de 20 años. Los embarazos en estas edades generalmente constituyen eventos no deseados. En la adolescencia los padres no poseen preparación física ni psicológica para enfrentar el reto de la llegada de un hijo. En la mayoría de los casos, carecen de las condiciones materiales básicas, es por ello que en este momento de la vida es mayor la brecha entre embarazos y nacimientos.

Según Guerrero (2008), el aumento de la fecundidad en menores de 20 años viene dado por la falta de conciencia reproductiva de estos. La autora plantea que no existe una cultura que garantice la adecuada selección de métodos anticonceptivos. También Rodríguez (2013) explica que ha habido un rejuvenecimiento en la edad de la primera relación sexual, existiendo una diferencia entre esta fecha y el inicio de la utilización de métodos anticonceptivos, lo que demuestra que hay un espacio de tiempo en el cual los jóvenes están teniendo relaciones sexuales desprotegidas.

Tal y como plantea Pérez (2014), en encuesta realizada a un grupo de estudiantes de la enseñanza media, un 51,7% de la muestra analizada utilizaba métodos anticonceptivos siempre, mientras el resto de ellos solamente hacía uso de estos en algunas ocasiones. En cuanto a las razones que aducen para no protegerse están: tener una relación estable (11,7%), la inaccesibilidad de algunos métodos anticonceptivos (1,7%), y el olvido (1,7%). Investigaciones realizadas (ONEI, 2010) plantean que existen jóvenes que se protegen solamente después de haber tenido la experiencia de un embarazo no deseado. Este hecho es preocupante, dadas las consecuencias que acarrea para la salud de la mujer el hecho de interrumpir un embarazo.

La fecundidad cubana revela tendencias variables según la provincia de residencia de la madre (tabla 5). Las provincias orientales son las que mayores valores presentan en cuanto a este indicador, mientras Villa Clara y La Habana son las que menores proporciones de nacimientos muestran. Estos valores se han comportado de esa forma por más de veinte años, lo que ha provocado que estas sean las provincias más envejecidas de la nación.


 

De manera similar a lo que se observa en el resto de los países de América Latina, en Cuba el grupo de 20 a 24 años se destaca como el mayor protagonista de los nacimientos. Cuba en el año 2012 mostró un patrón de fecundidad de tipo temprana, aunque tambiéntuvieron una significativa participación en este proceso las mujeres del grupo 25 a 29. Los nacimientos en menores de veinte años son más frecuentes en las provincias orientales y Camagüey, mientras La Habana presenta una menor incidencia de estos eventos. La mayor parte de las provincias poseen un patrón de fecundidad de tipo temprana, aunque se destaca la Isla de la Juventud con un comportamiento tardío, mientras Matanzas posee un patrón de fecundidad de tipo dilatada.

Se aprecia un comportamiento diferenciado de los nacimientos según estado civil y nivel educacional de la madre. Al analizar el promedio de nacimientos según estado civil de la progenitora, se ve cómo la mayor proporción de nacidos en el 2012 proviene de madres acompañadas, lo que reafirma el papel que están teniendo las uniones consensuales dentro de la familia joven actual (tabla 6).

 

La formalización del matrimonio no constituye una variable prioritaria a la hora de planificar la reproducción. Según G. Rodríguez (2013), la fecundidad en unión consensual es una característica de la población cubana desde finales de la década de 1960, más frecuente en zonas rurales del país, tendencia que se ha ido acentuando de manera significativa. Existe una inclinación a la posposición de la tenencia de hijos por parte de las solteras.

Al observar el comportamiento de los nacimientos respecto al nivel educacional de la madre, se evidencia que, al igual que en el caso de la fecundidad (tabla 7), estos eventos se producen mayormente en los cinco años posteriores a la terminación del nivel en cuestión. Así, mientras que las mujeres con nivel medio tienen sus hijos mayormente entre las edades entre 20 y 24 años, las madres universitarias se encuentran más frecuentemente en el grupo de 25 a 29, hecho que confirma la tendencia a la postergación de la maternidad por parte de las mujeres de mayor nivel educacional (Rodríguez, 2013).

Al comparar los niveles de fecundidad por áreas, se observa cómo estos no presentan grandes diferencias en zonas urbanas y rurales. Sin embargo, los nacimientos provenientes de madres menores de 20 años son más frecuentes en localidades rurales, donde los patrones culturales vigentes podrían estar incidiendo en que este tipo de evento esté siendo más aceptado socialmente (tabla 8).

 

 

 

 En el resto de las edades, la fecundidad de las mujeres urbanas supera ligeramente a la rural. Según Rodríguez (2013), en el período 1981-2010 la fecundidad cubana era mayor en zonas rurales, pero la diferencia rural-urbana mantenía una tendencia decreciente. Las mujeres de zonas rurales, a su vez, fueron las que más postergaron la tenencia de hijos como consecuencia de la crisis económica de los años noventa. La reducción más acentuada de la fecundidad rural podría estar respondiendo a la interacción entre los bajos niveles de ingreso, altos niveles educacionales y acceso a los métodos de control de la natalidad (tablas 8 y 9, y figura 2).

 

CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES

 Las estadísticas asociadas a nupcialidad en jóvenes muestran correspondencia con las cifras generales de la población cubana. La interacción de numerosos factores ha provocado una disminución de la cantidad de matrimonios, a la vez que aumenta el establecimiento de uniones consensuales, de modo que surgen nuevos rasgos que caracterizan la familia cubana joven del siglo XXI. Las estadísticas asociadas al año 2013 sugieren una posible postergación del matrimonio en la juventud cubana, fenómeno que no es usual en la realidad latinoamericana.

En el período 2008-2013 la fecundidad en jóvenes cubanos se mantuvo estable en niveles bajos. Los patrones culturales vigentes, condicionantes de los niveles de fecundidad cubana, y la baja proporción de féminas en edades reproductivas existentes hoy en el país evidencian que la cantidad de nacimientos no va a aumentar de manera significativa. La sociedad cubana deberá adaptarse a las consecuencias de este fenómeno, que han provocado que Cuba se encuentre entre los países más envejecidos de la región. Por otra parte, se debe profundizar en las causas de los diferenciales de la fecundidad por zonas. Es necesario focalizar en las políticas de prevención del embarazo adolescente en las zonas rurales del oriente del país, que se encuentran más afectadas por esta problemática.

 

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* Licenciada en Economía global. Aspirante a investigadora del Centro de Estudios sobre la Juventud (CESJ), La Habana, Cuba. mariamtrilce@nauta.cu; galveza@infomed.sld.cu

 

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