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Revista Novedades en Población

versión On-line ISSN 1817-4078

Rev Nov Pob vol.12 no.24 La Habana jul.-dic. 2016

 

ARTÍCULO ORIGINAL

 

Fecundidad de inmigrantes cubanas en Estados Unidos. Una comparación con la fecundidad cubana

 

Fertility of cuban immigrants in the United States. A comparison with cuban fertility

 

 

Daylín Cecilia Rodríguez Javiqué*

 

 

Recibido: 18 de octubre de 2016
Aprobado: 23 de noviembre de 2016

 

 


RESUMEN

La presente investigación se propone estudiar la fecundidad de las cubanas residentes en Estados Unidos en el período 2000-2014, a partir de las bases de datos disponibles en la American Community Survey (ACS). Con esta información se calculan indicadores que evalúan el nivel y la estructura de la fecundidad en el período, separando la muestra por lugar de residencia: residentes en la Florida y residentes en el resto del país. Así, se compara la fecundidad de las migrantes cubanas en Estados Unidos con la de las cubanas en Cuba en dicho período.

Los resultados apuntan a que, de modo general, la migración hacia Estados Unidos no modifica el nivel de la fecundidad de las cubanas pero sí su estructura. Si bien en las residentes fuera de la Florida se observan valores de fecundidad ligeramente superiores que en este Estado, en todo el país se observa un calendario de la fecundidad más envejecido que el cubano, protagonizado especialmente por las adolescentes cubanas, quienes en Estados Unidos muestran valores casi cinco veces menores que en Cuba. Siendo así, el estudio brinda una visión de la fecundidad de las cubanas fuera de Cuba no explorada con anterioridad y abre brechas para nuevas investigaciones.

Palabras clave: Fecundidad, migración, Estados Unidos, Cuba.


ABSTRACT

This research aims to study the fertility of Cuban women residing in the United States in the period 2000-2014, based on the databases available in the American Community Survey (ACS). With this information, were calculated indicators that assess the level and structure of fertility in the period, separating the sample by place of residence: residents in Florida and residents in the rest of the country. Thus, the fertility of the Cuban migrants in the United States is compared with that of the Cuban women in Cuba during this period.
The results suggest that, in general, migration to the United States does not change the level of Cuban fertility but its structure. Even though residents outside Florida have slightly higher fertility values tan in this state, a more mature calendar of fertility is
observed throughout the country, especially among Cuban adolescents, who in the United States show values almost fie times lower than in Cuba. Thus, the study provides a vision of the fecundity of Cuban women outside of Cuba that was not previously explored and opens gaps for further research.

Key words: Fertility, migration, United States, Cuba.


 

 

Introducción

Algunas décadas atrás la caída en los niveles de mortalidad y fecundidad era un fenómeno demográfico privativo de regiones del primer mundo. Esta tendencia ya no es tan evidente en la realidad demográfica actual; bajas tasas de fecundidad y mortalidad son características que pueden ser observadas en todas las regiones del mundo. El primer elemento que debe ser considerado en este trabajo es justamente el contexto demográfico mundial y sus singularidades en cada región del planeta.

La teoría de la transición demográfica ha sido el marco teórico que ha explicado los cambios de altos a bajos niveles de mortalidad y fecundidad (Davis, 1945). Independientemente de la velocidad del proceso, después de varias décadas y aparejado a los avances socioeconómicos, las regiones que experimentan este fenómeno tienden a alcanzar una estabilidad en niveles bajos de mortalidad y fecundidad, esta última con valores muy próximos o por debajo del nivel de reemplazo.

En ese contexto de relativa estabilidad surgen comportamientos demográficos, principalmente en la formación de familias, diferentes a los tradicionales (posposición del matrimonio, aumento de las uniones consensuales, aumento de los nacimientos fuera del casamiento, etcétera). Este nuevo comportamiento ha sido recogido en la llamada segunda transición demográfica (van de Kaa, 2002), proceso que fue identificado inicialmente en los países europeos con un alto grado de desarrollo y a partir del comportamiento de esas poblaciones se desarrolla este postulado teórico que describe los cambios demográficos en estas regiones.

La posposición del matrimonio y del primer hijo, el aumento de las uniones consensuales, la prevalencia de actitudes individualistas en detrimento de las redes sociales, el aumento de los nacimientos fuera del matrimonio y de las separaciones y cambios en las estructuras familiares son algunos de los comportamientos analizados como característicos de la segunda transición (CELADE, 2004).

Cuba es un país en desarrollo, con índices de mortalidad y fecundidad comparables a países europeos, pero con tasas de saldo migratorio con tendencia contraria. Según datos de la Oficina Nacional de Estadística en Cuba, en el 2014 el país mostraba una tasa de mortalidad infantil de 4.2 por cada mil nacidos vivos (junto a la del 2013 las menores cifras registradas) y una esperanza de vida al nacer en el período 2011-2013 de 78,5 años para ambos sexos. La tasa global de fecundidad, por su parte, tenía un valor en el 2014 de 1.7 hijos por mujer, cifra que se ubica por debajo del nivel de reemplazo (desde 1978 en Cuba), es decir este valor no garantiza la reposición generacional en la población. Estos dos indicadores (fecundidad y mortalidad) con valores semejantes a los de países desarrollados y que de alguna manera podrían marcar una dinámica demográfica parecida a la de países de primer mundo se unen a unas tasas de migración internacional negativas desde la tercera década del siglo pasado.

Con estos comportamientos en las tres variables demográficas (fecundidad, mortalidad y migraciones), como ya es de esperar, el crecimiento de la población adquiere un valor negativo registrado por primera vez en el 2006 y que se mantuvo oscilando alrededor de valores cercanos a cero hasta el 2013, cuando, luego de la reforma migratoria, el valor publicado para 2013 y 2014 fue de 3,3 y 2,5 respectivamente. Es importante aclarar que Cuba continúa siendo un país de emigración, con la misma tendencia en las variables demográficas, por tanto la dinámica sigue siendo la misma, sin embargo las cifras de migración internacional y crecimiento reflejan un cambio en la clasificación del migrante y no un cambio en la tendencia. De esta manera y con estos indicadores Cuba estaría ya clasificada dentro de los países que terminaron la primera transición demográfica (Rodríguez, 2013) y algunos elementos han llevado a pensar que ya está experimentando un proceso de segunda transición, con algunas peculiaridades importantes (Alfonso, 2008).

Hasta el surgimiento de la segunda transición, la migración no había sido tomada en consideración directamente por los teóricos de la misma forma que la mortalidad y la fecundidad. Una vez completada la primera transición y que las poblaciones hayan alcanzado un crecimiento natural con valores próximos a cero como consecuencia de niveles bajos sostenidos de mortalidad y fecundidad, sería entonces la migración la "válvula de escape" que podría determinar los posibles cambios en la dinámica demográfica en las poblaciones que ya experimentan procesos de segunda transición (van de Kaa, 2002).

Se identifica entonces la migración como elemento determinante en sociedades con fecundidad baja que reciben migrantes de sociedades que aún presentan niveles altos en esta variable. Cuba, entonces, siendo un país en desarrollo y con el comportamiento antes descrito de la migración internacional, presenta una tendencia contraria a los países que pudieran usar la migración como "válvula de escape". Si pensamos, por ejemplo, que la migración internacional pudiera estar acelerando un proceso de descenso en las tasas de crecimiento poblacional estaríamos en presencia de un efecto de la migración contrario al descrito en la segunda transición.

Justamente la motivación de este estudio surge cuando, en el trabajo de Alfonso (2008), donde la autora estudia cómo Cuba experimenta este proceso de segunda transición, las mujeres cubanas refieren una posposición de su fecundidad como consecuencia de un proyecto futuro de migración internacional. Surge entonces la inquietud por saber si las mujeres cubanas están dejando de tener los hijos en Cuba para tenerlos fuera o si simplemente es una posposición en la que, al final del período reproductivo, tienen la misma cantidad de hijos que están teniendo las cubanas en Cuba.

El primer destino histórico de los cubanos al salir de Cuba es Estados Unidos, donde se concentra alrededor del 80% de los cubanos en el exterior (Aja y López Callejas, 2009), país donde los cubanos tienen además ciertas facilidades de inserción que los colocan en una posición privilegiada frente al resto de los migrantes.

Es por todo lo planteado hasta aquí que este trabajo se propone analizar la fecundidad de las migrantes cubanas residentes en los Estados Unidos y compararla con la fecundidad de las cubanas en Cuba en el período 2000-2014. Para ello se utiliza la base de datos elaborada por el proyecto IPUMS de la Universidad de Minnessota, Estados Unidos, y de ella se trabaja con la American Community Survey, encuesta realizada a una parte de la población estadounidense cada año en sustitución del censo.

En la primera parte del documento se hace una revisión de algunos textos que han trabajado el comportamiento reproductivo de las migrantes para proporcionar un marco teórico que pueda explicar la relación entre fecundidad y migración. Seguidamente se describe brevemente la metodología utilizada y finalmente se muestran los resultados obtenidos y las consideraciones finales.

 

Un marco conceptual para el estudio de la relación entre fecundidad y migración

La migración puede tener un doble efecto en la dinámica demográfica: efecto en la población de origen y en la población de destino. Existe una amplia bibliografía al respecto que analiza el comportamiento de las migrantes en el destino y el impacto de este en esa población (Browning, 1969; Kahn, 1988, 1994; Carter, 2000; Abbasi-Shavazi & McDonald, 2000, Devolder & Bueno, 2011; Parrado & Morgan, 2008; Castro Martin y Rosero-Bixby, 2011). No obstante, son escasos los trabajos que analicen el posible impacto en la sociedad de origen. Es evidente la dificultad empírica a la que este tipo de estudio se enfrenta. Ciertamente es difícil imaginar el comportamiento de los migrantes en el origen en caso de no haber realizado el movimiento, habría entonces que asumir el presupuesto de que sería una conducta similar a la del resto de la población que no migró, y este supuesto no tendría mucha validez si se toma en cuenta la selectividad de la migración. Al comparar las migrantes con sus compatriotas en el origen es importante considerar que no estamos hablando de las mismas mujeres y esto puede generar grandes errores, pues es sabido el carácter selectivo en los perfiles demográficos y económicos de las migrantes (Devolder & Bueno, 2011). Sin embargo esta comparación debe ser hecha y resulta de gran interés, siempre considerando y tratando de controlar los errores a los que se podría someter el análisis.

El impacto de la migración puede ser clasificado en directo e indirecto. El primero se relaciona con la influencia directa en el crecimiento de la población, considerando el individuo que migra como efectivo de la población; y el segundo ya se refiere a los efectos de la fecundidad de ese migrante y su influencia en la reposición. Lo que parece estar claro es que los movimientos migratorios suponen cambios en la estructura y dinámica de las poblaciones, cambios que son cada vez más determinantes si recordamos que muchas sociedades ya están en estadios donde la fecundidad y la mortalidad experimentan pocas variaciones hace ya algunas décadas.

De modo general, podría contribuir al rejuvenecimiento de la población por efecto de la selectividad, considerando la edad de la población migrante y el posible aumento de la fecundidad en el destino, pues frecuentemente las poblaciones de origen tienen niveles en esta variable mayores a los de la sociedad receptora. El punto está justamente en saber cuál es el impacto en la dinámica demográfica de esos movimientos y esos comportamientos reproductivos y si es o no significativo para el destino, incluso para el origen (Arango, 2004).

El efecto de la fecundidad en el destino y las posibles explicaciones del comportamiento reproductivo de las migrantes ha generado mucha polémica y las opiniones al respecto son diversas. Con el objetivo de brindar un supuesto teórico que permita explicar y de cierta forma predecir estos comportamientos, en la literatura se recogen varias hipótesis sobre posibles tendencias de mujeres migrantes y el supuesto impacto de las sociedades de origen y destino en su comportamiento.  Muchos han sido los trabajos que estudian e intentan comprobar las hipótesis descritas en la bibliografía; sin embargo, los resultados han sido diversos, muchas veces en función de las variables tenidas en consideración, y dependiendo de los grupos se cumplen o no los supuestos.

Una primera hipótesis que podría explicar diferencias en el comportamiento de los migrantes enfatiza en el proceso de selección (Castro Martin & Rosero-Bixby, 2011). Desde las teorías clásicas, el tema de la selectividad de los migrantes ha sido preocupación de los teóricos. Los trabajos de Ravenstein (1885) y Lee (1966) pueden ser considerados pioneros entre los estudios sobre migración. Ellos comienzan a ocuparse de un asunto que será recurrente en otros abordajes teóricos: la selectividad de los migrantes. Desde sus postulados iniciales, se ha intentado especificar cuáles son los atributos esenciales que determinan la selectividad "positiva" en la migración.  

La hipótesis de la selectividad  aborda cómo la población migrante ya trae consigo características que la diferencian de la población en el origen que no experimentó movimiento y por tanto las diferencias en el comportamiento no son exactamente una consecuencia del movimiento, sino que ya estaban predeterminadas antes de migrar. Existen determinados rasgos de las poblaciones migrantes tales como sexo, edad, nivel educacional, estatus laboral y disposición a correr riesgos que las diferencian de la población en el origen (UNFPA, 2006). Son precisamente estos rasgos los que pudieran marcar posibles diferencias entre migrantes y no migrantes. En el caso de la fecundidad, según esta teoría, probablemente estas personas que realizaron el movimiento también hubieran tenido un comportamiento de la variable diferente al de sus compatriotas, aun sin haber migrado.

En opinión de Alleman-Velez (2004), los principales diferenciales entre estos dos grupos (migrantes y no migrantes) son identificados en el nivel de escolaridad y en las aspiraciones de migrar. Tanto la primera como la segunda ejercen un elevado impacto sobre la fecundidad y son elementos que pueden ser importantes diferenciales en el comportamiento reproductivo. Mayor escolaridad tiende a generar menos cantidad de hijos, por tanto esta variable es inversamente proporcional al nivel de fecundidad. Por otra parte, la idea de migrar tiene una estrecha relación con el deseo de buscar un mejor estatus de vida; disminuir el tamaño de la familia ya es un indicador de un paso dado para alcanzar esa mejoría (Alleman-Velez, 2004).

De esta forma, el migrante no necesariamente es diferente de sus similares en la sociedad de origen por causa de una mayor socialización en el destino, sino porque las características de esos migrantes ya los diferenciaban del resto antes de migrar. Por tanto, según este postulado, el comportamiento después de la migración no es simplemente una consecuencia del movimiento y el hecho de migrar sería, tal vez, una consecuencia de actitudes y comportamientos diferentes y el sentido de la relación sería diferente al que se pudiera analizar.

Kahn (1988), al analizar la fecundidad de migrantes en los Estados Unidos, confirmó que existe una incidencia de la selectividad en el comportamiento reproductivo de las migrantes en el destino. Se observan características tales como: alto nivel de escolaridad, migración en edades jóvenes que permiten una mayor exposición a las condiciones en el destino, que inciden en la tasa bruta de reproducción, y el hecho es que estas características hubieran hecho que su comportamiento fuera diferente al de la población en el origen, aun cuando no se hubiera realizado el movimiento.

Una segunda hipótesis, llamada hipótesis de asimilación o adaptación (Abbasi-Shavazi & McDonald, 2000) supone que las personas siguen patrones de fecundidad aprendidos en la infancia y la adolescencia y, por tanto, los niveles de fecundidad de la población receptora solo serán alcanzados en la segunda generación de migrantes (Goldberg, 1959; citado en Zavala, Canales y Estrella, 1999). Esta teoría sugiere que se debería esperar que los migrantes absorban gradualmente las normas y valores culturales de la sociedad de destino (Bean, Swicegood & Berg, 2000). No obstante, existen evidencias divergentes al respecto. El proceso de adaptación está negativamente relacionado con la edad en la que las mujeres migran, existe una mayor probabilidad de que una persona se adapte mejor si el movimiento se realiza en edades más jóvenes (Kahn 1988).

Esta teoría de la asimilación es la que mayor aceptación ha tenido por el amplio apoyo empírico (Castro Martin y Rosero-Bixby, 2011). Por otro lado, la formulación asume que los migrantes antes del movimiento son impactados de la misma forma por las normas y valores en la sociedad de destino (Kahn, 1988, p. 112). Evidentemente esto puede no funcionar así en la realidad, pues obvia diferencias individuales y sociales entre las personas y los grupos, por ejemplo, en el caso de Cuba, incluso con acceso universal a determinados servicios a lo largo del país, las influencias culturales tanto internas como externas no funcionan de igual forma en todos los grupos sociales. Una muestra es el papel de las redes sociales de no migrantes con migrantes que están expuestos a otros atributos culturales y sociales; una persona que no ha experimentado ningún movimiento y forma parte de una red social que incluye migrantes o personas de otros contextos está expuesta a influencias a las que el resto de sus coterráneos no se exponen.

En este sentido, existe un modelo que analiza los diferentes factores que pueden influir en ese proceso de asimilación: segmentación de la asimilación. Esta teoría se centra fundamentalmente en la adaptación de los migrantes jóvenes, principalmente de la segunda generación, y considera factores exógenos que pueden ejercer alguna influencia en el proceso. Entre ellos se incluye el capital humano de los parientes, el contexto social que recibe el migrante y la composición familiar (Portes, Aparicio y Haller, 2009). Con esto, tendríamos una perspectiva un poco más amplia de la asimilación de la cultura en el destino que llenaría de alguna manera la deficiencia de la formulación inicial de asimilación.

La tercera perspectiva teórica focaliza más en los efectos de la migración en sí misma sobre la fecundidad y ha sido llamada de hipótesis de ruptura (Ritchey & Stokes, 1972; citado en Zavala, Canales y Estrella, 1999). Esta teoría alega que el simple hecho de migrar ya hace que las personas estén expuestas a factores que van a influir en el tempo y quantum de su fecundidad (Alleman-Velez, 2004).

La ruptura está más centrada en una visión de familia. Según esta perspectiva, en la familia, si son los hombres los que migran primero, la fecundidad de la esposa cae antes de la migración, y si es el caso contrario la fecundidad tiende a disminuir después del movimiento. En esta línea es importante analizar el proceso en un contexto microsocial, por ejemplo, considerar el estado civil antes y después de migrar. El movimiento interrumpe el proceso reproductivo si se considera que este puede implicar posposición en las uniones o separación de la pareja en caso de que la persona sea casada y migre sola, y, por otro lado, suponiendo que la pareja realice el movimiento junta, pudieran aparecer dificultades económicas y/o psicológicas que impliquen posposición de la fecundidad (Kahn, 1988). 

Esta perspectiva se torna más importante en los últimos años cuando la tendencia de la migración está siendo, de modo general, a una disminución de los movimientos familiares y el predominio de movimientos individuales. Mientras históricamente los movimientos internacionales femeninos eran por motivos familiares, en la actualidad se observa un aumento de la migración laboral de este grupo, la mayoría de las veces sin compañía de otro miembro de la familia (UNFPA, 2006).

En contraposición a esta última postura teórica surge otra hipótesis que describe el efecto estimulador a corto plazo que puede tener la migración para las personas. Algunos colectivos inmigrantes tienen una elevada fecundidad poco después de llegar al país de destino, sobre todo si la migración está motivada por la formación de pareja o el reagrupamiento familiar, o si el tiempo de espera antes de la migración ha supuesto un aplazamiento deliberado de la maternidad que quiera compensarse al llegar a la sociedad de destino (Toulemon, 2004; Lindstrom y Saucedo, 2007). Aunque este fenómeno se ha documentado solo para algunos colectivos de inmigrantes, pone de relieve que el matrimonio puede constituir una variable intermedia clave entre migración y fecundidad (Hoem y Nedoluzhko, 2008; citado en Castro Martin y Rosero Bixby, 2011). 

Por último, se ha trabajado sobre una hipótesis que considera la fecundidad como una posibilidad para generar vínculos y propiciar un estatus legal en la sociedad de acogida; esta teoría ha sido llamada hipótesis de legitimación y asume que existe una relación entre contraer matrimonio y/o tener un hijo y el estatus legal y los derechos en el destino (Castro Martin y Rosero-Bixby, 2011). En el caso de las cubanas en Estados Unidos probablemente esta formulación no influiría significativamente en el comportamiento reproductivo de las migrantes pues las ventajas en términos legales de ser cubanas en ese país facilitan el estatus legal, sin necesidad de afianzar vínculos de cualquier otro tipo.

"La evidencia empírica acumulada hasta el momento sugiere que la validez de estas hipótesis depende del país que estemos estudiando. Todas ellas han surgido de la experiencia de un país concreto en el que han sido verificadas, pero no siempre se han podido generalizar a otros contextos. Por ello, es más adecuado hablar de hipótesis complementarias que de hipótesis mutuamente excluyentes, y reconocer que el efecto de la migración en la fecundidad estará condicionado por el origen nacional y étnico de la población inmigrante, por el periodo histórico en el que se produce la migración, y por el contexto socioeconómico, la legislación y los mecanismos de integración en la sociedad de acogida" (Castro Martin y Rosero-Bixby, 2011, s. p.).

En correspondencia con las teorías recogidas en la bibliografía los investigadores sobre el tema analizan variables en dependencia de los objetivos y de la disponibilidad de los datos. Los estudios realizados han hecho un amplio uso de variables tales como el tiempo de residencia en el destino, generación a la cual pertenece el migrante, así como la edad en el momento en que se realizó el movimiento (Devolder y Bueno, 2011; Castro Martin y Rosero-Bixby, 2011; Rodríguez, 2013; Parrado & Morgan, 2008; Rumbaut & Weeks, 1986). Otros se han centrado en el estatus laboral y económico de las migrantes y en el idioma como formas de explorar el nivel de socialización y asimilación (Mayer & Riphahn, 2000; Jaffe & Culler, 1976). Otras de las variables estudiadas han sido el nivel educacional y el estado civil (Parrado & Morgan, 2008; Mayer & Riphahn, 2000; Jaffe & Culler, 1975).

Abbazi-Shavazi & McDonald (2000) comparan la fecundidad de inmigrantes en Australia en presencia de multiculturalismo, con la fecundidad de las mujeres no migrantes en los países de origen y con la de las nativas en el destino. El principal resultado sugiere una fuerte evidencia de adaptación de las migrantes a la fecundidad australiana, incluso en presencia de un intenso multiculturalismo.

Incluso en presencia de este resultado, la cuestión es todavía más compleja cuando se profundiza un poco en el asunto. Fueron encontradas fuertes evidencias relacionadas con la selectividad. Por ejemplo, hubo determinados grupos que presentaron características singulares que podrían haber hecho que su fecundidad fuera menos que la de sus similares en el origen, aun sin haber migrado (mayor escolaridad, por ejemplo).

Cada una de las investigaciones realizadas utiliza las variables para probar algunas de las hipótesis recogidas en la literatura, sin embargo como ya habíamos dicho los resultados dependen del contexto y del origen de las migrantes. En primer lugar, no siempre la brecha entre los contextos de fecundidad entre el origen y el destino es la misma, esto puede influir tanto en hipótesis relacionadas con la selectividad como en la adaptación y asimilación de las normas del destino. Por otro lado no todas las oleadas migratorias tienen las mismas características y evidentemente el tipo de migrante, el objetivo de la migración y el tipo de movimiento incide tanto en la socialización como en el tiempo antes de reanudar la vida "normal" en el destino, dígase formar familia, insertarse en la vida laboral, tener cierta independencia económica, tener acceso a servicios básicos, etcétera. Es por ello que se hace necesario conocer los contextos y los rasgos del proceso en los diferentes momentos.

 

Aspectos metodológicos

Los datos utilizados provienen de la American Community Survey, una encuesta realizada anualmente en los Estados Unidos en sustitución del censo con representatividad nacional. Esta encuesta permite diferenciar a los residentes en ese país según lugar de nacimiento, además con la pregunta "hijos nacidos en los últimos 12 meses" facilita el estudio de la fecundidad de período. Por otra parte también disponibiliza varias características económicas, sociales y culturales que permiten además analizar algunos diferenciales de la fecundidad.

La unidad de análisis son las mujeres migrantes cubanas (nacidas en Cuba) en edad reproductiva (15-49) y que residen en los Estados Unidos en el período 2000-2014. Es importante aclarar que la encuesta tiene representatividad nacional pero no es elaborada específicamente para el estudio de la fecundidad, es por ello que debido al tamaño de la muestra se decidió trabajar con todo el período. Desagregar por años disminuiría mucho el tamaño de la muestra y esto afecta el resultado de los indicadores de fecundidad pues probablemente esté funcionando más un efecto aleatorio que lo que realmente está sucediendo (se hicieron pruebas calculando los indicadores por años en cada una de las variables).

A partir de los datos se calculan las tasas específicas de fecundidad y la tasa global de fecundidad para las mujeres nacidas en Cuba y residentes en Estados Unidos en el período, clasificando el lugar de residencia. Se definen dos grupos: las residentes en la Florida y las residentes en el resto del país. El criterio para la división es básicamente la concentración de la población cubana migrante en los Estados Unidos, donde más del 75% reside en el Estado de la Florida.

Sobre la base de estos criterios y de elementos considerados a partir de la revisión de la bibliografía se calculan los indicadores de fecundidad antes mencionados por lugar de residencia atendiendo a los siguientes diferenciales:

  • Nivel de escolaridad: entre 0 y 9 grados; entre 10 y 12 grados; nivel superior.
  • Estado conyugal: con vínculo y sin vínculo conyugal.
  • Idioma: No habla inglés; Solo habla inglés y habla inglés y español.
  • Ocupación: empleada; desempleada y fuera de la fuerza de trabajo.
  • Color de la piel: blanca y no blanca.
  • Años de residencia en los Estados Unidos: menos de 5 años; entre 6 y 10 años; entre 11 y 15 años; entre 16 y 20 años y más de 21 años.
  • Edad de entrada: antes de los 15 años y después de los 15 años (antes o después de entrar en el período reproductivo).

Tanto el nivel como la estructura de la fecundidad y los diferenciales estudiados (los que pueden ser comparables) se comparan con los mismos valores observados en las cubanas residentes en Cuba en el período estudiado (2000-2014). Esto permite tener una idea de cómo ha sido el comportamiento de las mujeres después de la migración e identificar algunos puntos de encuentro y desencuentro en los indicadores.

En el caso de Cuba se usaron los datos publicados por la Oficina Nacional de Estadística e Información y las bases de datos de nacimientos correspondientes a los años seleccionados.

 

Fecundidad de las migrantes cubanas residentes en Estados Unidos frente a la fecundidad de las cubanas en Cuba

Las cubanas en edad reproductiva residentes en Estados Unidos en el período estudiado ya han vivido la mayor parte de su período reproductivo en un contexto de fecundidad baja. Tanto en el origen como en el destino, los indicadores de fecundidad no muestran valores altos; en el caso de Cuba ya desde la década del 70 la fecundidad se ubica por debajo del nivel de reemplazo y en el caso de Estados Unidos, existen dos tendencias: las nativas muestran tasas de fecundidad baja, mientras que las hispanas aún tienen una fecundidad un poco más alta. En el período 2000-2010 el 50% de los nacimientos correspondía a madres inmigrantes, de ese 50%, la mitad era de madres de origen hispano (Canales, 2015). Es en este contexto en el que han estado insertas las cubanas, contexto que de alguna manera pudiera ayudar a explicar su comportamiento reproductivo. En lo adelante el trabajo se centrará en la fecundidad de las cubanas en Estados Unidos y su relación con otros grupos de mujeres, tanto en el origen como en el destino.

La tabla 1 muestra las tasas específicas de fecundidad, la tasa global de fecundidad y la edad media de la maternidad en las cubanas residentes en Estados Unidos en el período 2000-2014.

Con los resultados de la tabla, ya se pueden observar varios elementos. Comparando las tasas globales de fecundidad se observa que, dentro de Estados Unidos, existe una diferencia por lugar de residencia: mientras que el nivel de la fecundidad de las cubanas residentes en la Florida es 1,6 hijos por mujer, en el resto del país es 2,2, cifra que se encuentra por encima del nivel de reemplazo. Es válido recordar que en Cuba este indicador se ubica por debajo del reemplazo poblacional desde 1978 y los resultados de este trabajo muestran cómo, de modo general, en Estados Unidos el nivel de la fecundidad es muy semejante al de las cubanas en Cuba en el período (1,7 y 1,6 respectivamente); sin embargo, al analizar el lugar de residencia, las que residen fuera de la Florida se alejan de la cifra de las cubanas en Cuba.

Evidentemente existe un diferencial por lugar de residencia, donde las cubanas no migrantes tienen una mayor semejanza con las que viven en la Florida que con el resto. Este comportamiento en cuanto al nivel de la fecundidad puede ser un resultado de la socialización en el destino y del mantenimiento de las normas reproductivas del origen en la Florida, Estado en el que se encuentran más del 75% de los cubanos en ese país. El tamaño de la comunidad cubana en este, la cercanía y los vínculos con la Isla, así como las redes sociales que mantienen estos migrantes, podrían estar contribuyendo a que los que se quedan en la Florida muestren un comportamiento reproductivo más cercano al de las cubanas en Cuba que al de sus colegas migrantes en otros Estados. Por otro lado, también se pudiera pensar en una selectividad en la que las cubanas que se salen de la Florida a vivir en otros lugares del país muestran características diferentes a las que continúan residiendo allí.

Respecto a la estructura se observa cómo en Estados Unidos en general se muestra un patrón de cúspide tardía, es decir que el mayor peso en la fecundidad lo tienen las mujeres entre 25 y 29 años, comportamiento que no se corresponde con el de Cuba, en la que tienen una estructura de cúspide temprana con una concentración mayor de la fecundidad entre los 20 y los 24 años. Como consecuencia, la edad media de la fecundidad es mayor en el lugar de destino que en el origen, con valores de 29 y 26 respectivamente.

Considerando que en el trabajo de Alfonso (2008) las cubanas expresan una posposición de la fecundidad por planes futuros de migración internacional, es posible que, efectivamente, exista una posposición que está impactando en la estructura de las migrantes. Sin embargo, al observar el lugar de residencia en el destino, las migrantes cubanas muestran un comportamiento interesante, mientras que el patrón de la Florida es tardío (con una tendencia a la dilatación), el mayor peso de la fecundidad en las que residen en otros Estados se ubica en el grupo 20-24, esto las coloca en un patrón de cúspide temprana semejante al de las cubanas en Cuba. En este sentido hay un elemento importante que debe ser destacado: mientras que, efectivamente las migrantes residentes fuera de la Florida muestran un patrón semejante al de las no migrantes en Cuba, la fecundidad adolescente se comporta de un modo muy diferente. En tanto en Cuba la tasa es de 50,4 hijos por cada mil nacimientos en las edades entre 15 y 19 años, tasa que representa el 16% de la fecundidad total, las cubanas en Estados Unidos estaban teniendo 11,1 hijos por cada mil mujeres en estas edades (10,4 en la Florida y 14,2 en el resto del país) lo cual solo representaba el 3% de la fecundidad total (tabla 1).

Una fecundidad de las cubanas en Estados Unidos semejante a la de las cubanas en términos de nivel y más joven en términos de estructura y comportamientos diferenciales por lugar de residencia en el origen pudieran sugerir varias hipótesis. En primer lugar estaría funcionando un mecanismo de selectividad, mediante el cual las cubanas que dejan el país y deciden residir en Estados Unidos tenían proyectos de vida que, incluso en Cuba, propiciaban una posposición de su fecundidad y, por esta misma razón, no hubieran tenido altas tasas de fecundidad adolescente.

Por otro lado, al cambiar el contexto, pudieran haber cambiado los proyectos de vida, la inserción en la vida laboral, la continuidad de estudios y entrar en una sociedad donde la fecundidad adolescente es más baja que en Cuba son elementos que pudieran, de alguna manera, justificar las amplias diferencias entre las tasas de fecundidad adolescente de las migrantes y las no migrantes cubanas.

Estudiar los diferenciales y el comportamiento de la fecundidad en diferentes grupos podría ayudar a explicar algunos comportamientos observados en la población total de cubanas. El lugar de residencia ya es un diferencial importante, que marca una distancia tanto en el nivel como en la estructura. Este diferencial, como ya se expresó, puede tener detrás una socialización en el destino y un anclaje al origen que propicia estos comportamientos.

La formación de familia es un elemento clave a la hora de estudiar la fecundidad, los resultados muestran un comportamiento de la variable que concuerda con el comportamiento tradicional, donde las mujeres con vínculo matrimonial de algún tipo tienden a tener niveles de fecundidad mayor. En la tabla 2 se puede observar tanto el nivel como la estructura de la fecundidad de las cubanas residentes en Estados unidos atendiendo al lugar de residencia.

En todos los casos la fecundidad se ubica por encima del nivel de reemplazo en las mujeres con algún vínculo, siendo mayor en las cubanas que viven fuera de la Florida. Las que no tienen vínculo conyugal muestran valores semejantes, con un menor valor observado en las migrantes cubanas en la Florida. Al calcular las proporciones de mujeres con algún tipo de vínculo tanto de modo general como atendiendo al lugar de residencia, se observa que en el caso de las que viven fuera de la Florida, estas representan el 60% de la población total de mujeres en edad fértil, frente a un 54 en la Florida y un 55 en todo el país. En el caso de los nacimientos, más del 60% de ellos corresponde a mujeres casadas. Siendo así, una mayoría de mujeres con algún vínculo, las cuales aportan más del 60% de los nacimientos (60% en la Florida y 67% en el resto del país), justifican estas altas tasas de fecundidad atendiendo a dicho diferencial.

En cuanto a la estructura, el comportamiento de la variable es bien diferente en los diferentes grupos estudiados. Mientras en las que tienen algún vínculo se describe un patrón de cúspide temprana, las que no lo tienen muestran una cúspide tardía, incluso estas últimas alcanzar su mayor valor en términos relativos en el grupo 30-34. Se destaca  además que la edad media de la fecundidad es menor en el caso de las que tienen algún vínculo, con el menor valor en las de la Florida. Esto quiere decir que, en promedio, las mujeres casadas suelen tener sus hijos más jóvenes que las que no tienen vínculo conyugal. No obstante, la diferencia entre las edades de la fecundidad es marcada especialmente en la Florida, donde este indicador es 3 años mayor en las que no tienen vínculo que en las que lo tienen.

Las cubanas entre 15 y 19 años en la Florida aportan el 20% de la fecundidad de la muestra en ese Estado, valor que dobla la cifra del aporte en otros Estados. Al calcular el peso de las adolescentes casadas sobre el total de mujeres con algún vínculo obtenemos que solo el 0,3% de las casadas son adolescentes, es decir, ese 0,4% aporta el 20% de la fecundidad en la Florida. En el resto del país la proporción es muy semejante, 0,3%, y el peso de la fecundidad es la mitad. Resulta entonces interesante que, a pesar de la edad media de la fecundidad ser semejante en la Florida y en el resto del país (26,8 y 27,4 respectivamente), el peso de la fecundidad adolescente es el doble en el primero.

El hecho de que las proporciones de adolescentes con algún vínculo sean semejantes tanto en la Florida como fuera de ella y además que las edades medias de la maternidad en ambos grupos también son muy próximas podría sugerir una semejanza en las tasas de fecundidad adolescente, sin embargo el comportamiento es bien diferente. En este sentido se pudiera suponer que dentro de la Florida las adolescentes casadas colocan la fecundidad en un nivel de prioridad más bajo dentro de sus proyectos de vida comparadas con sus coetáneas residentes en el resto del país.

Este comportamiento, tanto en el nivel como en la estructura, es semejante al de las cubanas en Cuba en términos generales, es decir, las que tienen vínculo tienen mayores tasas y una fecundidad más joven que las que no lo tienen, sin embargo hay diferencias notables cuando son comparadas con las cubanas no migrantes residentes en Cuba. La tasa global de fecundidad de las cubanas en Cuba que no tienen vínculo conyugal está por debajo de 1 (0,3) y las que tienen vínculo muestran una tasa que se ubica por encima de 3 (3,1). El diferencial en Cuba es mucho mayor que en Estados Unidos, en el primer caso la diferencia es de casi 3 hijos (2,8) y en el segundo es de poco más de un hijo. Es interesante cómo en el origen la variable estado conyugal impacta de manera más notable en la fecundidad que en el destino. Pueden existir dos explicaciones que, aunque no serían las únicas, podrían tener sentido. En primer lugar, en términos culturales las cubanas suelen declararse unidas (con algún vínculo) en el momento del nacimiento del hijo, lo cual pudiera incidir en una sobreenumeración y aumentar el diferencial entre estas y las que no tienen vínculo. Por otro lado, en Estados Unidos, además de que probablemente la maternidad en soltería no tenga la misma implicación en términos culturales que en Cuba, pudiera estar funcionando un mecanismo de las migrantes en el cual declararse madre sin vínculo les proporciona una ayuda del gobierno.

Cuando se compara la estructura, las cubanas con vínculo suelen tener sus hijos a edades más tempranas, el diferencial en términos de edad media de la fecundidad es de poco más de tres años (27,3 años para las mujeres con vínculo y 23,9 años para las sin vínculo), muy similar a lo que ocurre con las cubanas en Estados Unidos. Sin embargo, es relevante que, en el caso de las cubanas en Cuba con algún vínculo, son las adolescentes las protagonistas de la fecundidad, aportando más del 30% (34%) de la fecundidad total en el país. Una vez más la fecundidad adolescente de las cubanas en Cuba supera por mucho a la de las cubanas migrantes residentes en Estados Unidos.

El nivel de escolaridad en Cuba ha mostrado una tendencia poco común a nivel internacional, donde, para los años 90, la fecundidad de las mujeres con mayor escolaridad se ubicaba ligeramente por encima de sus colegas con menos nivel (Rodríguez, 2013). Las migrantes cubanas no han sido estudiadas hasta ahora, entonces no se tiene un antecedente de su comportamiento atendiendo a este diferencial, sin embargo el presente estudio encuentra comportamientos que igualmente no siguen la relación tradicional entre escolaridad y fecundidad. La tabla 3 muestra cómo son justamente las mujeres cubanas en Estados Unidos que tienen menos de nueve grados de escolaridad las que experimentan una menor fecundidad.

Si bien en los tres grupos los niveles son muy semejantes (menos de 9 grados, entre 10 y 12 y nivel superior), las de menor tasa son las de menor nivel de escolaridad, seguidas por las de nivel superior y, por último, con una mayor tasa entre las que tienen nivel superior. Atendiendo al lugar de residencia, las que viven fuera de la Florida muestran un comportamiento donde el nivel de escolaridad es inversamente proporcional al nivel de la fecundidad; aunque las diferencias son pequeñas, las que tienen menos de noveno grado son las que mayor fecundidad experimentan.

Un análisis realizado por Rodríguez (2013) muestra cómo para el 2012 en Cuba, una vez más son las universitarias las que mayor nivel de fecundidad experimentan. Podría entonces pensarse que las cubanas migrantes salen de un contexto donde la escolaridad y la fecundidad han mantenido una relación poco común. Cabría entonces preguntarse si estos niveles son producto de una fecundidad de período, donde las que ya tienen nivel superior habían pospuesto su fecundidad y es justo en estos momentos cuando están teniendo esos hijos pospuestos. Sin embargo, hay tres resultados que muestran esta tendencia, en diferentes momentos en el tiempo. El primero es el trabajo de Rodríguez de la fecundidad en los años noventa en Cuba, el segundo es el trabajo realizado por la misma autora para las cubanas con base en el censo del 2002 y el tercero el presente trabajo de migrantes cubanas. Los resultados muestran siempre menores tasas para las de menor escolaridad.

Podríamos entonces preguntar si efectivamente es un efecto de período producto de una posposición por parte de las que tienen nivel superior o es que con nuestros niveles bajos de fecundidad y, en el caso de Cuba, acceso universal a los métodos anticonceptivos y al sistema de salud, unido a una cultura donde el aborto es ampliamente aceptado, pues el comportamiento del diferencial nivel de escolaridad se vuelve homogéneo o al menos oscila alrededor de los mismos valores.

A pesar de este comportamiento del nivel de las migrantes, la estructura sí muestra diferencias interesantes, donde las de menor escolaridad tienen un patrón de fecundidad más joven que el resto. Las mujeres cubanas residentes en Estados Unidos en el período que cursaron nivel superior, suelen tener sus hijos poco más de tres años después que las que tienen entre cero y nueve grados, diferencial que se comporta de manera muy semejante tanto en la Florida como en el resto del país.

El patrón de fecundidad para las que cursaron hasta noveno grado es de cúspide temprana, con el mayor peso de la fecundidad adolescente; las que tienen entre 10 y 12 grados muestran una estructura de cúspide tardía, con un menor peso de la fecundidad adolescente pero aún mayor que las que tienen nivel superior. En estas últimas (nivel superior), aunque también presentan un patrón de cúspide tardía, el peso de las mujeres mayores de 30 años aporta más del 50% de la fecundidad total, y no se observa fecundidad adolescente. En el caso de las que tienen menos de nueve grados y las que tienen entre 10 y 12, las mujeres mayores de 30 años aportan el 24% y el 39% de la fecundidad total, respectivamente.

Estos resultados muestran que, si bien los niveles de fecundidad son semejantes por nivel de escolaridad, la estructura es muy diferente. Las muchachas con menor escolaridad, al parecer, continúan siguiendo patrones de fecundidad baja, sin embargo el inicio del proceso es mucho más precoz que las que tienen mayor escolaridad. Sería interesante preguntarse si fecundidad temprana es una causa o una consecuencia de bajos niveles de escolaridad, pues las muchachas pueden estar manejando sus proyectos de vida en función de un embarazo en edades tempranas.

En Cuba, para el 2002, las cubanas universitarias también mostraban una fecundidad mayor que las mujeres con menos escolaridad y además su estructura era más envejecida, elementos que coinciden con el comportamiento según nivel de escolaridad en las migrantes. Otra cuestión importante es que, tanto en Cuba como en Estados Unidos, las cubanas universitarias no muestran nacimientos en las adolescentes, cuestiones que podrían estar relacionadas con sus proyectos de vida y con la posposición de una maternidad con vistas a terminar sus estudios.

En lo referente a la ocupación, son las cubanas residentes en Estados Unidos que no están dentro de la fuerza de trabajo las que mayor fecundidad muestran, ubicando su fecundidad por encima del nivel de reemplazo (tabla 4). Evidentemente la inserción en el mercado laboral marca diferencias en las cuales quienes tienen menores niveles de fecundidad se insertan mejor. Las cubanas empleadas son las de menor fecundidad con 1,3 hijos por mujer, indicador que no muestra notables diferencias atendiendo al lugar de residencia ya que el diferencial entre la Florida y el resto del país es de 0,4 hijos. En el caso de las desempleadas la fecundidad aumenta a 2,0 hijos y en esta categoría sí se registran diferencias entre las residentes en la Florida y en el resto del país, con un hijo de diferencia, y son las que viven en la Florida las que menor fecundidad muestran.

Las que se encuentran fuera de la fuerza de trabajo son las que mayor fecundidad experimentan, con 2,6 hijos por mujer y nuevamente un diferencial interesante de más de un hijo entre las que viven dentro y fuera de la Florida, siendo otra vez las que viven fuera las que experimentan mayor fecundidad con 3,3 hijos.

En términos de nivel, son las cubanas que están fuera de la fuerza laboral fuera de la Florida las que mayores tasas muestran. Pareciera que en la Florida, si bien la participación en la fuerza de trabajo marca diferencias entre las mujeres, estas no son tan notables como fuera de este Estado. Existe un elemento que pudiera de alguna manera explicar la alta tasa en las que están fuera de la fuerza de trabajo y es que, como estamos trabajando con fecundidad de período, o sea, nacimientos en el último año, las mujeres de la muestra pueden haber perdido el trabajo o estar en un momento en el que están dedicadas a la maternidad. Por otro lado, las que viven en la Florida pueden contar con mayores redes de apoyo familiares y por tanto la maternidad puede no tener la misma implicación para su vida laboral y esto pudiera explicar que los diferenciales sean menores que en el resto del país.

Al analizar la estructura se observa un comportamiento interesante, son las desempleadas las que muestran una fecundidad más joven, con una edad media de 27,5 años. Pese a que al comparar las edades medias estas resultan ser las de estructura más joven el patrón es tardío al igual que las empeladas y las que están fuera de la fuerza de trabajo, sin embargo la fecundidad adolescente es la que marca la diferencia con un peso de casi el 11% sobre la fecundidad total.

Cabría preguntarse si ser madre adolescente es una causa de desempleo entre las migrantes cubanas en Estados Unidos. Otro elemento que podría incidir es la escolaridad. Fecundidad adolescente puede ser sinónimo de no conseguir un alto grado de escolaridad, y si atendiendo al nivel de escolaridad no se encontraron diferenciales importantes en términos de nivel, la estructura más joven es la de las mujeres con menos de noveno grado, quienes además muestran un mayor peso de la fecundidad adolescente.

El color de la piel es otro de los diferenciales que se suelen estudiar en términos de fecundidad, pues recoge en sí mismo diferencias sociales importantes relacionadas con la educación, la marginación y otros fenómenos sociales que pudieran determinar conductas que diferencian los diversos grupos atendiendo al color de la piel.

Si bien en la emigración cubana en Estados Unidos, la mayoría de los residentes se clasifican como blancos, es interesante saber cómo se comporta la fecundidad en las mujeres migrantes y al mismo tiempo comparar con la variable en las no migrantes residentes en Cuba.

En la tabla 5 se muestra la fecundidad de las mujeres cubanas blancas y no blancas residentes en Estados Unidos en el período estudiado y la fecundidad de las cubanas no migrantes en Cuba en el mismo período. Resulta muy interesante el comportamiento de este diferencial en las migrantes; las mujeres no blancas muestran una fecundidad que se ubica por encima del nivel de reemplazo mientras que las blancas muestran una cifra por debajo de este nivel. Mientras que entre las cubanas en Cuba no existen diferencias importantes en el comportamiento de la fecundidad por color de la piel, en Estados Unidos el diferencial sí tiene una tendencia semejante a la que históricamente ha mostrado el indicador, donde las no blancas manifiestan valores de fecundidad mayores que las blancas.

En el caso de las residentes en Cuba, los comportamientos semejantes entre blancas y no blancas pudieran estar explicados por la igualdad de oportunidades y acceso a los servicios de anticoncepción, aborto y al sistema de salud en general, así como a las facilidades de acceso a la educación universal y gratuita de toda la población, ventajas que en términos sociales e institucionales no marcan diferencias por color de la piel.

Resulta notorio además en las migrantes que, en el caso de las residentes en la Florida, las diferencias en los niveles de fecundidad no son significativas por color de la piel, sin embargo fuera de la Florida la diferencia es de casi un hijo por mujer. Probablemente en la Florida las redes sociales, las facilidades de inserción o tal vez las características de las mujeres que se quedan viviendo en este Estado propicien una mayor semejanza entre blancas y no blancas y a su vez una mayor proximidad a las cubanas en Cuba.

Cuando se observa la estructura, en las cubanas en Cuba tanto las blancas como las no blancas muestran una fecundidad de cúspide temprana, típica de las cubanas en general en el período (tabla 5). En el caso de las residentes en Estados Unidos las blancas muestran un patrón de cúspide tardía y las no blancas un patrón de cúspide temprana, sin embargo en general las migrantes muestran comportamientos semejantes en la fecundidad adolescente por color de la piel.

Atendiendo al lugar de residencia en Estados Unidos, las cubanas blancas en la Florida muestran una fecundidad un año más envejecida pero el peso de la fecundidad adolescente es dos puntos porcentuales mayor en las no blancas que en las blancas, siendo esta la mayor diferencia en términos de fecundidad de las mujeres entre 15-19 años por color de la piel.

Evidentemente el color de la piel, si bien muestra un comportamiento bastante homogéneo respecto a la fecundidad en Cuba, sí representa un diferencial importante en las migrantes residentes en Estados Unidos. Habría que preguntarse entonces qué características tienen las migrantes no blancas residentes en ese país y cuáles son sus condiciones socioeconómicas, su grado de socialización tanto con el origen como en el destino y si tienen realmente igualdad de oportunidades y de acceso a los servicios como sucede en Cuba.

El idioma es otro elemento que, según la teoría, puede ser un diferencial importante. Analizando esta variable se podrían además levantar hipótesis que relacionen el nivel de escolaridad y la inserción en el mercado laboral pues podría pensarse que no dominar el idioma en el destino restaría posibilidades de inserción y a su vez baja escolaridad podría ser una causa de no dominar el idioma.

Atendiendo al nivel de la fecundidad por idioma, no se observan diferencias significativas de modo general. La mayor tasa se ubica en las mujeres que solo hablan inglés, con 1,9, seguida por las que no hablan inglés con 1,8 y por último las que hablan inglés en alguna medida con 1,7, todos por debajo del nivel de reemplazo. En términos de estructura las que menor edad media muestran son las que no hablan el idioma del destino; sin embargo, las que solo hablan inglés son las que tienen mayor fecundidad adolescente (tabla 6). Atendiendo a los diferenciales, tanto en el nivel como en la estructura, el idioma no parece ser un elemento que determine alguna diferencia en el comportamiento reproductivo pues las tres categorías muestran valores muy semejantes, incluso a los niveles observados en las cubanas en Cuba.

No obstante, hay un comportamiento interesante cuando se analiza por lugar de residencia. Las cubanas que solo hablan inglés muestran un comportamiento contrario a la tendencia general en cuanto al nivel, la tasa global de fecundidad de la Florida está por encima del nivel de reemplazo mientras que en el resto del país el valor se ubica por debajo del reemplazo. Teóricamente en la Florida es donde las cubanas podrían tener más nexos con el origen; sin embargo, no dominar el idioma del origen pudiera propiciar que el comportamiento reproductivo se alejara del observado en la sociedad emisora. Este supuesto podría efectivamente explicar que las que no hablan inglés en la Florida muestren una fecundidad bien diferente en términos de nivel al observado en Cuba; sin embargo, a pesar de mostrar una cúspide tardía en términos de estructura, son las adolescentes que solo hablan inglés en la Florida las que mayor tasa de fecundidad muestran.

En este sentido podría pensarse que la fecundidad adolescente, más allá de ser un comportamiento que sigue normas aprendidas en el destino como consecuencia de la socialización facilitada por el idioma, pudiera ser una conducta aprendida en el seno familiar o el seguimiento de patrones observados en la familia. No obstante, este comportamiento solo podría ser explicado con otro tipo de investigación pues con la metodología utilizada no tenemos suficientes elementos para explicar estas diferencias en el comportamiento.

Según la hipótesis de socialización, los años viviendo en el destino facilitarían una mejor absorción de las normas en la sociedad receptora, por lo que probablemente los comportamientos serían más cercanos a sus colegas en el destino y se irían alejando paulatinamente de la sociedad de origen.

Las cubanas salen de un contexto de fecundidad muy baja, por debajo del nivel de reemplazo hace ya más de tres décadas y se insertan en un contexto también de baja fecundidad pero que aún está por encima del nivel de reemplazo en el período estudiado. Si de socialización se trata se podría esperar entonces un aumento en la fecundidad de las migrantes cubanas, aumento que sería entonces más evidente en la medida que pase el tiempo.

La tabla 7 muestra cómo, a pesar de que todos los valores están por debajo del nivel de reemplazo, el valor más cercano a este nivel es el de las mujeres que tienen entre 6 y 10 años viviendo en Estados Unidos. Luego de este tiempo el nivel de la fecundidad vuelve a descender oscilando entre 1,6 y 1,1; valores que están por debajo de los observados en los diez primeros años residiendo en el destino.

Una primera interpretación pudiera relacionarse con la socialización, pues después de cinco años en el destino la fecundidad aumenta; sin embargo, hay dos elementos importantes a considerar. En primer lugar, existe un antecedente ya mencionado en el marco teórico donde hay una evidencia de que las cubanas están posponiendo su fecundidad debido a futuros planes de migración, en este sentido sería coherente que ellas estuvieran cumpliendo su fecundidad pospuesta una vez en Estados Unidos. Un segundo elemento y que tal vez podría estar pesando más en las tasas observadas, es que estas mujeres alcanzan la residencia en el destino después de los cinco años de residencia y probablemente obtener este estatus sea un plan inmediato de las migrantes y por tanto su fecundidad podría posponerse hasta llegar a este punto.

Habría que preguntarse entonces si este aumento después de los primeros cinco años de residencia en el destino estaría relacionado con una mejor socialización o con el cumplimiento de un ideal reproductivo que había sido pospuesto. Sería interesante saber de qué socialización estamos hablando porque si bien la fecundidad en Estados Unidos es mayor que en Cuba, no son todos los grupos los que muestran valores por encima del reemplazo, y cabría entonces analizar a qué normas se estarían acercando las cubanas; este análisis se verá con más detalles en el próximo capítulo.

Más allá del tiempo viviendo en el destino, un elemento de socialización en términos reproductivos que pudiera aportar resultados importantes puede ser el momento en el ciclo de vida en el que migraron las mujeres, es decir, si entraron al país antes o después de los 15 años, o sea, si su socialización en la sociedad receptora comenzó antes o después de entrar en el período reproductivo.

Tanto la fecundidad de las cubanas que entraron a Estados Unidos con menos de 15 años como las que lo hicieron después de haber cumplido esa edad, muestran tasas de fecundidad por debajo del nivel de reemplazo, con valores muy semejantes (tabla 8) en términos de nivel y de estructura. El hecho de comenzar a aprender las normas reproductivas de un contexto o de otro siendo las protagonistas de ese proceso, al parecer no influye en su comportamiento en torno a la fecundidad.

Esto pudiera estar fundamentado en que tanto el contexto de origen como el de destino presentan tasas de fecundidad baja, que, si bien en Estados Unidos es un poco más alta que en Cuba, habría que ver quiénes son las que mantienen esa fecundidad por encima del reemplazo en la sociedad receptora. Siendo así, probablemente el simple hecho de comenzar a socializarse antes o después de entrar en la vida reproductiva no es un elemento determinante y tal vez habría que analizar otros atributos alrededor de la edad de migración, como por ejemplo los proyectos de vida, el papel de la familia y los contextos de socialización de las mujeres antes y después de migrar.

 

Consideraciones finales

De los diferenciales de la fecundidad analizados en el capítulo, cuatro de ellos ha sido posible compararlos con el comportamiento de las cubanas en Cuba (estado conyugal, escolaridad, participación en la actividad económica y color de la piel).

De modo general y como ya se esperaba, la fecundidad de las cubanas en la Florida es la que más se acerca a la de las cubanas en Cuba, sin embargo esta cercanía es solo en términos de nivel pues la estructura de las migrantes es mucho más envejecida que la observada en las cubanas en Cuba. El elemento más significativo resulta ser las diferencias en el nivel y en el peso de la fecundidad adolescente sobre la fecundidad total, ya que tanto en la Florida como en el resto del país este indicador es mucho menor que en Cuba.

Al igual que en Cuba son las cubanas migrantes que declaran tener algún vínculo conyugal las que muestran mayores tasas de fecundidad. El nivel de escolaridad muestra, así como en Cuba, un comportamiento bastante homogéneo, en el cual son justo las de mayor nivel las que muestran tasas ligeramente superiores, sin embargo las que tienen menor escolaridad describen un patrón más joven. En este sentido pareciera que existe una cierta selectividad en las migrantes que tiene que ver con el hecho de que tanto las que migran como las que no lo hacen, según estado conyugal y nivel de escolaridad, suelen tener comportamientos reproductivos muy semejantes.

El empleo y el color de la piel sí parecen marcar comportamientos diferentes después de la migración. Si bien en Cuba tanto las empleadas como las desempleadas muestran una fecundidad semejante, en Estados Unidos estas últimas muestran una tasa muy cercana al nivel de reemplazo mientras que las que tienen vínculo laboral tienen una tasa aún menor que la de las cubanas en Cuba. Pareciera que en la sociedad receptora la inserción en la vida laboral impacta en el comportamiento reproductivo de las cubanas.

Además del empleo resulta bien interesante cómo en las migrantes el color de la piel deviene en diferencial importante, siendo las no blancas las que ubican su fecundidad por encima del nivel de reemplazo mientras que las blancas muestran un valor mucho más cercano al observado en Cuba.

Habría que preguntarse entonces si los mecanismos que homogenizan la fecundidad en Cuba continúan funcionando en Estados Unidos y quiénes son las protagonistas de este ligero aumento de las tasas de las migrantes con respecto a las no migrantes.

Los años residiendo en el destino, el momento del ciclo de vida en el que migraron las mujeres y el idioma que ellas hablan no parecen estar apuntando a un cambio en las normas reproductivas debido a la socialización pues los diferenciales no marcan divergencias importantes. Sin embargo, es importante analizar el comportamiento de las cubanas en Estados Unidos frente a las nativas y al resto de las hispanas y con ello develar si efectivamente los mecanismos de socialización de las cubanas son un tanto singulares o si de verdad hay un paulatino acercamiento a las normas del destino en algunos aspectos.

Este ha sido solo un acercamiento al comportamiento de las migrantes cubanas en Estados Unidos, sin embargo se hace necesario continuar trabajando el tema. Una comparación con las nativas en la sociedad de destino (Estados Unidos) y con el resto de las hispanas aportaría elementos importantes, principalmente respecto a la socialización y adaptación del comportamiento reproductivo de las cubanas a su contexto receptor. Asimismo es imprescindible buscar fuentes con una mayor representatividad y elaboradas específicamente para el estudio de la fecundidad que puedan aportar datos más profundos alrededor del fenómeno. De la misma forma se hace imprescindible además un estudio de corte cualitativo que pueda aportar explicaciones a algunos comportamientos observados, especialmente relativos a la fecundidad adolescente y a los proyectos de vida vinculados al comportamiento reproductivo.

 

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* M.Sc. en Demografía. Centro de Estudios Demográficos (CEDEM), Universidad de La Habana, Cuba. E-mail: daylin@cedem.uh.cu

 

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