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Revista Novedades en Población

On-line version ISSN 1817-4078

Rev Nov Pob vol.12 no.24 La Habana July-Dec. 2016

 

ARTÍCULO ORIGINAL

Los recursos laborales jóvenes en América Latina y el caso de Cuba

 

The Young labor resources in Latin America and the case of Cuba

 

 

Daylin Ortega Carulo*

 

 

Recibido: 14 de agosto de 2016
Aceptado: 9 de septiembre 2016

 


RESUMEN

El presente artículo propone una descripción de la situación de los recursos laborales jóvenes en América Latina y hace una breve referencia al caso de Cuba en particular. Inicialmente se analizan las dimensiones y complejidades del empleo para este segmento de la población a través de estadísticas que muestran su representatividad en la población económicamente activa, sus tasas de participación en la actividad económica, los niveles de desempleo, la situación ocupacional y las actividades económicas donde se desempeñan. Los resultados de este análisis evidencian que la mitad de los desempleados y subempleados de la región son jóvenes, que su participación en la economía manifiesta un descenso anual progresivo y que las brechas de género son más notables por la sobrerrepresentación de mujeres entre los desempleados, los de mayor nivel educativo y los dedicados a quehaceres domésticos. Como conclusiones se revela que la permanencia en el sistema educativo no ha logrado un avance sustancial en la inserción laboral de los jóvenes, son los últimos en beneficiarse del aumento de la demanda de empleo y los primeros que sufren las consecuencias negativas cuando esta se contrae, a ello se suma la pérdida de sentido del valor trabajo y su centralidad para estructurar la vida de las nuevas generaciones.

Palabras clave: recursos laborales, jóvenes, empleo.


ABSTRACT

This article proposes a description of the situation of young labor resources in Latin America and makes a brief reference to the case of Cuba in particular. Initially are analyzed the size and complexity of employment for this segment of the population through statistics showing their representation in the economically active population, their rates of participation in economic activity, unemployment, occupational status and economic activities where they work. The results of this analysis show that half of the unemployed and underemployed in the region are young, their participation in the economy shows a gradual annual decline and that gender gaps are most notable for the over-representation of women among the unemployed, more educated and dedicated to household chores. As findings revealed that staying in the education system has not made substantial progress in the employment of the young, they are the last to benefit from increased demand for labor and the first to suffer the negative consequences when it contracts, to this sense of loss of work and its centrality value it adds to structure the lives of future generations.

Keywords: employment, labor resources, young.


 

 

A modo de introducción

La problemática de la inserción de los jóvenes en el mercado de trabajo ha ocupado a expertos, organismos internacionales y gobiernos, abocados al diseño de diversos programas focalizados a los que se han destinado ingentes cantidades de recursos. No obstante, pese a que las respuestas brindadas desde las políticas públicas han ido cambiando, siguen sin encontrarse soluciones satisfactorias. A menudo los programas tuvieron mayores efectos sobre los jóvenes ya «integrados» que sobre los excluidos, y no lograron superar el debilitamiento de la escuela y el trabajo como factores de integración y cohesión social. "Si antes el trabajo aparecía como alternativa al «sinsentido de la escuela», ahora surgen alternativas al «sinsentido del trabajo»". (Rodríguez, 2012, p. 2)

Algunos especialistas han insistido en las evidentes consecuencias de la exclusión laboral y social de las nuevas generaciones en el ejercicio de la ciudadanía y en el crecimiento de la inseguridad pública (es claro que ahora las y los jóvenes cuentan con otras alternativas, incluyendo las prácticas al margen de la ley [narcotráfico, etcétera] y su participación destacada en la compleja dinámica migratoria). Otros especialistas, por su parte, han llamado la atención sobre la pérdida de la centralidad del trabajo en la vida de las y los jóvenes, sustituida en gran medida por la centralidad del consumo, que pasa a ser más relevante en las nuevas generaciones en relación con las anteriores, para las cuales la vida entera se estructuraba en torno del trabajo (lo que ya no sucede entre los jóvenes) (Rodríguez, 2012).

En este contexto el trabajo, el empleo y las formas de inserción laboral reconfiguran periódicamente la situación de los recursos laborales[1] en América Latina, particularmente la de aquellos que entran a la edad laboral por primera vez. El presente artículo propone una descripción de la situación de estos recursos laborales jóvenes en la región latinoamericana y hace una breve referencia al caso de Cuba en particular. Se analizan las dimensiones y complejidades del empleo para este segmento de la población a través de cifras que denotan su significación en la población económicamente activa, sus tasas de participación en la actividad económica, los niveles de desempleo, la situación ocupacional y las actividades económicas donde se desempeñan. Seguidamente se ofrecen unas breves conclusiones sobre los aspectos más relevantes de la situación de los recursos laborales jóvenes y las tendencias a que pueden obedecer.

 

Dimensiones y complejidades del empleo juvenil

Desde hace al menos medio siglo las estadísticas disponibles se encargan de destacar reiteradamente que la inserción laboral de las y los jóvenes en América Latina enfrenta notorias dificultades. Seguramente los mejores indicadores al respecto son aquellos que muestran que la mitad de los desempleados y subempleados en nuestra región son jóvenes entre 15 y 24 años, a pesar de que estos constituyen apenas la quinta parte (18%) de la población económicamente activa (PEA), según cifras oficiales de la Organización Internacional del Trabajo (OIT, 2013).

Estudios recientes indican que el segmento juvenil de la población en edad de trabajar (PET) está conformado actualmente por 108 millones de personas entre 15 y 24 años, de los cuales cerca de 50 millones se encuentran trabajando o están buscando activamente empleo, es decir, conforman la PEA (tabla 1).

Al dividir la PEA por la PET se obtiene la tasa de participación en la actividad económica o tasa de ocupación, que en el caso de los jóvenes de la región muestra un descenso anual progresivo. En el período 2005-2011 la participación laboral de los jóvenes en el agregado de países disminuyó de 55% a 52%, a diferencia de los adultos que se mantuvo alrededor del 69% (figura 1).

Cifras más recientes de la CEPAL muestran de 2011 a la actualidad una reducción en 4 puntos porcentuales de las tasas de participación del grupo de 15 a 24 años. Mientras que el grupo de 25 años y más sostiene una participación alrededor del 69% (tabla 2).

La tasa de participación de los jóvenes no solo es notoriamente distinta respecto a los adultos, sino entre los diversos grupos y categorías juveniles:

  • Al analizar la brecha de género en la participación laboral de jóvenes con edades comprendidas entre los 15 y 24 años, es mayor entre los varones (59,8%) que entre las mujeres (36,6%). Según países destacan El Salvador y Honduras como los casos más agudos, donde la participación de los hombres supera en 30 puntos porcentuales a la de las mujeres; los países con menor brecha son Bolivia y Perú, donde la diferencia de participación llega hasta 13 puntos porcentuales.
  • La tasa de participación para ambos sexos es mayor en el subgrupo de 20-24 que en el de 15-19, lo cual refleja la mayor permanencia de los jóvenes en el sistema educativo. Aunque en el subgrupo de 15-19 las tasas de participación femeninas son muy inferiores, como resultado de su primacía entre los que permanecen en el sistema educativo.

Se debe destacar que, a nivel regional, la tendencia de la reducción de la tasa de participación juvenil se debe a mayor permanencia en el sistema educativo, no fue interrumpida ni por situaciones de reactivación, que podrían estimular una mayor inserción laboral; ni por situaciones de crisis, que podrían obligar a los jóvenes a dejar sus estudios para contribuir a los ingresos del hogar. Este fenómeno tendría un doble efecto en la oferta laboral juvenil: además del cuantitativo, de reducir la participación laboral, tendría uno cualitativo, pues los jóvenes ingresan al mercado de trabajo con mejores niveles educativos. Como resultado, habría una menor presión en la oferta laboral juvenil y una mayor calidad de la mano de obra de los jóvenes entrantes a los mercados de trabajo (OIT, 2013, p. 25).

Cuando se relacionan educación y trabajo (dos actividades centrales en la etapa juvenil) las cifras tampoco dejan de ser preocupantes. La tasa de alfabetización de jóvenes entre 15 y 24 años de edad es del 97,7% en la región latinoamericana. Las más bajas son Haití 82%, Belice 87%, Nicaragua 91% y Guatemala 93%, el resto de los países está por encima del 98%. A pesar de ellos y de la permanencia en el sistema educativo, las tasas de desempleo juvenil dan muestra de una brecha entre la formación educacional y las posibilidades reales de inserción laboral. El desempleo de los jóvenes de 15 a 24 años aumentó de 13,9% a 15,1% entre 2011 y 2014. Sosteniendo desde entonces una tasa que duplica a la tasa general de desempleo igual a 6,4% y triplica la de adultos que es de 4,6%. Los jóvenes desempleados representan más de 40% del total de los desempleados de la región (CEPAL, 2015) (figura 2).

Las tasas de desempleo también son notoriamente distintas entre los diversos grupos y categorías juveniles en el conjunto de 18 países de América Latina (OIT, 2013, p. 26)

  • La diferencia entre el desempleo juvenil y adulto se amplía en los países del Cono Sur (16% y 5%, respectivamente), mientras que ocurre lo contrario en Centroamérica, donde se reduce a 7% y 3% respectivamente.
  • De acuerdo a las cifras de la OIT, 6 de cada 10 jóvenes que sí logran conseguir un empleo, están en condiciones de informalidad.  Lo que prima en el sur es el desempleo, mientras que en Centroamérica prima el subempleo, muy alto en general y aún mayor entre las y los jóvenes.
  • Mientras que el desempleo afecta a 11% de los varones jóvenes, da cuenta de 17% de las mujeres jóvenes (y esto también es más notorio en el Cono Sur y menos evidente en Centroamérica, mientras que los países andinos se ubican en una situación intermedia).

 

Situación ocupacional

De nuevo según la OIT, en un promedio de 18 países latinoamericanos, mientras 34,5% de las y los jóvenes solo estudia y 33% solo trabaja, 12,4% estudia y trabaja a la vez y un 20,3% ni trabaja ni estudia. De los totales por sexo, es destacable que los varones jóvenes que no estudian ni trabajan solo representan el 12%, mientras que las mujeres jóvenes en esta condición son el 28,6% del total de mujeres (muchas de ellas recluidas en sus hogares), lo que evidencia un panorama particularmente preocupante en este campo (figura 3).

Entre los jóvenes que trabajan, un elevado porcentaje lo hace en condiciones precarias, solo el 37% cotiza a un seguro de salud y el 30% a un sistema de pensiones. Por último, más de la mitad (55,6%) tiene un empleo informal, lo que por lo general significa bajos ingresos, inestabilidad laboral, desprotección y violación de derechos laborales  (OIT, 2013, p. 27).

Los porcentajes de los que solo estudian son más altos entre las mujeres jóvenes que entre sus coetáneos masculinos, lo que coincide con su mayor porcentaje de asistencia al sistema educativo en general. Se podría suponer que la causa radica en que las mujeres son conscientes de las menores oportunidades de empleo que tienen en comparación con los hombres, por lo que hacen un esfuerzo mayor por calificarse, a fin de mejorar sus posibilidades de acceso a empleos de buena calidad. Pero esto también puede responder a opciones familiares y personales, así como a patrones culturales que determinan una más temprana incorporación masculina al mercado laboral y la permanencia de las mujeres en las tareas del hogar (OIT, 2013, p. 42).

Se estima que cerca de 21,8 millones de jóvenes no estudian ni trabajan, esto representa el 20,3% de jóvenes en edad de trabajar, conformado por un 30% de hombres y un 70% de mujeres. De ese total el 24% busca empleo, cerca de 4,6 millones de jóvenes, que representa el 69% de total de desempleados jóvenes. La gran mayoría que busca empleo han tenido experiencia laboral (66,3%) y la diferencia busca empleo por primera vez. Un 55% del total no buscan empleo, 11,9 millones de jóvenes que se dedicaba a quehaceres domésticos, en su gran mayoría mujeres (91,8%). El otro 21% restante, 4,6 millones de jóvenes (63,5% de hombres y 36,5% de mujeres), no trabajan, no estudian, no se dedican a los quehaceres del hogar y tampoco buscan empleo, estos representan un "núcleo duro" de jóvenes excluidos y de alto riesgo social (OIT, 2013, p. 43) (figura 4).

Ramas de actividad económica

En términos de composición de la ocupación, tanto juvenil como adulta, por ramas de actividad, se confirma la tendencia de la caída de la participación en la agricultura y, en menor medida, en la industria manufacturera. La caída de la participación en este último sector, siguiendo las tendencias mundiales, responde a los importantes cambios tecnológicos y su impacto en la productividad laboral. Muy por el contrario, creció la participación en los sectores de construcción y sobre todo de comercio. En servicios, solo en los financieros y sociales el aumento fue mayor para los adultos, mientras descendió para los jóvenes (OIT, 2013, p. 55).

A nivel regional el empleo de los jóvenes se concentra en tres ramas de actividad: comercio (29,1%), servicios (20,9%) e industria (14,3%), en ese orden, en 2011. Desde 2005, los mayores aumentos del empleo juvenil se registran en comercio (1,9 puntos porcentuales) debido a la mayor participación de las mujeres (1,4 puntos porcentuales), también registra un incremento la construcción (1,6 puntos porcentuales) en este caso por la mayor absorción de ese sector de los hombres (2,3 puntos porcentuales). Las ramas de actividad (comercio y servicios), donde mayoritariamente se desempeñan los jóvenes, ponen en evidencia sus pocas garantías laborales, pues por lo general son sectores muy volátiles caracterizados por bajos ingresos, condiciones de trabajo desfavorables y escasa cobertura de protección social.

Categorías ocupacionales

Al igual que con las ramas de actividad el análisis de la PEA ocupada juvenil por categoría ocupacional permite evaluar la forma en que procede la inserción laboral de los jóvenes, desde el punto de vista de la demanda de trabajo.

La mayoría de los jóvenes trabajan como asalariados, principalmente en la microempresa. El porcentaje de asalariados jóvenes subió de 65,7% en 2005 a casi 69% en 2012, sumando el sector público y el privado. Por contraste el empleo asalariado de los adultos bordea el 60%. En el caso de los hombres jóvenes la proporción de asalariados alcanzó al 72,6% en 2012. Las mujeres jóvenes vieron aumentar esta proporción de 57,5% en 2005 a 63,7% en 2012.

En segundo término se encuentran los trabajadores independientes: el 14,4% de los varones jóvenes y 12,3% de las jóvenes. En su caso, la categoría servicio doméstico absorbe un parte importante del empleo, aunque se redujo de 15,1% en 2005 a 10,4% en 2012 (OIT, 2013) (tabla 3).

En todos los países se verifica que la proporción de asalariados es mayor entre los jóvenes que en la población total. Si se desagrega los jóvenes por grupo de edad se observa que en casi todos los países el porcentaje de asalariados es mayor entre los jóvenes de 20 a 24 años que entre los de 15 a 19 años. Existen, sin embargo, marcadas diferencias en la estructura de los mercados laborales, mientras que en algunos de ellos el trabajo asalariado es claramente la principal fuente de empleo para los jóvenes, con más del 70% de los ocupados trabajando como asalariados (en Argentina, Brasil, Chile, Costa Rica, México, Panamá y Uruguay), en otros países el empleo por cuenta propia representa una porción importante de las fuentes de trabajo, con más de 30% de los ocupados trabajando en este tipo de relación laboral (como en Colombia, República Dominicana y Venezuela).

El empleo no remunerado representa una pequeña proporción del empleo total de los jóvenes en la mayoría de los países, sin embargo en algunos países supera el 20% del total de ocupados (Bolivia, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Perú). A medida que aumenta la edad de los jóvenes disminuye el porcentaje de jóvenes en trabajos no remunerados.

 

El contexto cubano

La población joven entre 15 y 29 años de edad en Cuba representa el 24% de la PEA (ONEI, 2012, p. 344) a pesar de que una buena parte de ella todavía no se ha incorporado a la actividad laboral de forma definitiva (estudian y trabajan). En lo que a ocupación se refiere, el 50,2% de los jóvenes trabajan —una parte de ellos también estudia: el 7,7%—, mientras que un 32,5% solo estudia. De acuerdo con esas cifras, el 82,7% de los jóvenes en edad laboral se encuentran vinculados al estudio, al trabajo o a ambas actividades a la vez (figura 5).

Entre los trabajadores predominan los hombres; entre quienes simultáneamente estudian y trabajan las mujeres son mayoría. De acuerdo con los grupos de edades los resultados se manifestaron en consonancia con cada etapa en que se encuentran los jóvenes: el 77,4% de adolescentes entre 15 y 19 años solo estudia, cerca del 70% de quienes tienen entre 20 y 24 años se encuentran trabajando (50%) o estudiando (19%) y la mayoría de los jóvenes de 25 a 29 años solo trabaja (67,1 por ciento).

El 17,3% restante del total de jóvenes del país en edad laboral, ni estudia ni trabaja. Al interior de este grupo están los que buscan trabajo por haberlo perdido o por primera vez, que representan el 27%, predominantemente hombres. Del total que ni estudia ni trabaja un 41% se dedica a las tareas del hogar, representado casi en su totalidad por mujeres. Más de la tercera parte (37%) de los jóvenes que ni estudia ni trabaja, tampoco busca trabajo. Su peso en el total de la población joven en edad laboral es del 6,5%, un total de 78 778 jóvenes, desvinculados de las principales actividades que realizan sus coetáneos en esta etapa de la vida (ONEI, 2012) (figura 6).

Del total de jóvenes trabajadores en 2012 cerca del 79% estaban vinculados al sector estatal, mientras que el 21% se desempeñaba en el no estatal. En el trabajo por cuenta propia se ocupaba alrededor de un 9% y como usufructuarios de tierras un 5%. El número de ocupados entre los otros sectores de la economía no presentaba diferencias significativas (ONEI, 2012).

Estas cifras del trabajo por cuenta propia pueden ser superiores en la actualidad como resultado de la restructuración del modelo económico cubano. Las nuevas formas de empleo en el sector no estatal que hoy existen pueden haber propiciado una redistribución de la fuerza de trabajo joven a otros sectores económicos. Desde 2011 más de la mitad (53%) de los jóvenes ocupados en el sector estatal aspiraban a ocupaciones en otros sectores reanimados de la economía, como el cuentapropismo, el turismo, las empresas mixtas, firmas y corporaciones (CESJ/ONEI, 2011). Según la rama de la actividad económica el empleo de los jóvenes entre 15 y 29 años se concentra en cuatro sectores: agricultura (20%), educación (16%), salud y asistencia social (11%) y administración pública, defensa y seguridad social (11%). Las mujeres prevalecen en los sectores de la salud y la educación. El sector de la agricultura tiene mayor proporción de hombres.

Esta distribución por sectores se relaciona con las diferencias por sexo a nivel educacional y según categoría ocupacional. En las categorías profesionales y técnicos de nivel medio se registra una elevada concentración de mujeres. Para los hombres una categoría importante es la de oficios y operarios, donde hay alrededor de cinco hombres por cada mujer y la categoría ocupaciones elementales no calificadas donde triplican el número de mujeres. La distribución según el sexo dentro de cada categoría ocupacional evidencia que las mujeres se concentran en aquellas plazas que requieren mayor calificación. Con los jóvenes ocurre igual que con el total de la población cubana: existe una marcada feminización de la fuerza de trabajo calificada (figura 7).

 

Conclusiones

En América Latina se manifiestan importantes diferencias de uno a otro país en cuanto a la situación ocupacional y las posibilidades de inserción real de los jóvenes. El desempleo, el subempleo, la precariedad del trabajo y muchas de las transformaciones que acontecen en el mundo laboral no son particularidades de estos como grupo social, pero evidencian su rezago respecto a otros segmentos de la población.

Como resultado el empleo juvenil puede obedecer a diferentes tendencias en el largo y corto plazo. En el largo plazo los jóvenes pueden aumentar su participación laboral dada la situación demográfica (aumentan los subgrupos jóvenes de mayor edad), el elevado nivel educativo de las nuevas generaciones y los cambios socioculturales que favorecen la incorporación de las mujeres al mercado de trabajo. Entre los factores que pueden reducir la participación laboral está la extensión de la permanencia de los jóvenes en los sistemas educativos y la expansión de los sistemas de pensiones. A corto plazo afectan la oferta laboral las necesidades económicas de los hogares y su reacción a la evolución de la actividad económica y a las oportunidades percibidas en el mercado de trabajo. Tanto una crisis como una mejoría de la situación económica pueden generar reacciones opuestas, reduciendo o aumentando la tasa de participación juvenil (OIT, 2013, p. 21).

En Cuba, a pesar de que el trabajo se encauza bajo la regulación y protección estatal como un derecho y deber protegido constitucionalmente, la voluntad política no ha sido condición suficiente para lograr una inserción satisfactoria para muchos jóvenes, similar a la región latinoamericana. Entre las problemáticas juveniles de nuestros tiempos hay cuestionamientos en cuanto a la socialización laboral, al valor trabajo, el interés por el mismo, la productividad y la laboriosidad (Luis, 2009, p. 43). En la población joven se manifiestan con mayor fuerza las contradicciones propias del empleo en Cuba, entre ellas: las expectativas individuales y las posibilidades de satisfacción real mediante el salario en el sector estatal, la discrepancia entre el nivel educativo y la ocupación desempeñada, la movilidad de profesionales a sectores reanimados de la economía que requieren de menor calificación (como los servicios), la emigración al exterior de fuerza de trabajo calificada en edad laboral activa, por solo citar las más importantes.

Hay cuatro aspectos que describen de forma resumida las dimensiones y complejidades de los recursos laborales jóvenes:

  • Educación. La postergación de los derechos laborales de los jóvenes y su permanencia en el sistema educativo no ha logrado un avance sustantivo en su inserción laboral: disminuir significativamente el desempleo, subempleo, informalidad, precariedad, etcétera.
  • Empleo. El crecimiento económico muestra un "sesgo antijoven": los jóvenes son los últimos en beneficiarse del aumento de la demanda de empleo y los primeros que sufren las consecuencias negativas cuando esta se contrae.
  • Políticas públicas. Los programas de empleo no siempre toman en cuenta el componente de juventud en el diseño de las intervenciones públicas generales a nivel transversal, y menos aún las especificidades de los colectivos juveniles particulares.
  • Valor trabajo. El trabajo significaba para los jóvenes la única alternativa ante la escuela para su inserción social e independencia económica, ahora surgen otras alternativas ante el trabajo: la migración, la evasión o la informalidad del mercado.

En la región latinoamericana y en Cuba en particular estos aspectos adquieren diferentes dimensiones, esencialmente por las particularidades del contexto cubano. Aún así, son comunes a los jóvenes de estos tiempos: la pérdida de sentido del valor trabajo por la insatisfacción de expectativas y necesidades, que no siempre son básicas, sino propias de esta etapa de la vida, dígase ocio, vivienda propia, entre otras que tal vez ya suplieron las generaciones mayores. En este sentido las iniciativas orientadas a este grupo poblacional para aumentar su participación económica y disminuir el desempleo deben buscar nuevos atractivos que suplan las nuevas necesidades de las nuevas generaciones. 

En los últimos años muchas organizaciones en la región latinoamericana han implementado programas que ayudan a cantidades de jóvenes a obtener trabajos o empleos por cuenta propia. En el caso de Cuba desde 2011 el Gobierno dio una apertura al cuentapropismo que ha captado un número importante de jóvenes, fundamentalmente para el sector servicios. No hay duda de que esta modalidad de empleo, sin estar dirigida específicamente a la juventud, ha mejorado las condiciones de vida de algunos jóvenes; sin embargo, estas iniciativas individuales no son suficientemente amplias para lograr transformaciones. Este tipo de programas e iniciativas deben tener una mayor comprensión de la demanda particular de los diferentes segmentos juveniles, de las habilidades y obligaciones de los empleadores; del rol de la tecnología en la configuración de los mercados laborales y la fuerza de trabajo, y las maneras efectivas de promover el espíritu emprendedor, el trabajo independiente y los empleos de buena calidad.

 

Referencias bibliográficas

Cetro de Estudios sobre la Juventud (CESJ)/Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI). (2011). IV Encuesta Nacional de Juventud, 2011.

Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). (2015). Anuario Estadístico de America Latina y el Caribe, 2015. Santiago: (LC/G.2656-P).

Luis, M. J. (2009). Análisis de la desvinculación laboral de los jóvenes en Cuba durante el período del 2000 al 2008. Tesis de Maestría. Facultad de Filosofía e Historia de La Universidad de La Habana, Departamento de Sociología.

Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI). (2012). Censo Nacional de Población y Viviendas Cuba, 2012. La Habana: ONEI.

Organización Internacional del Trabajo (OIT). (2013). Trabajo Decente y Juventud en América Latina. Políticas para la acción. Lima: OIT / Oficina Regional para América Latina y el Caribe.

Rodríguez, E. (2012). Empleo y juventud: muchas iniciativas, pocos avances. Una mirada sobre América Latina. Nueva Sociedad.

 

 



* M.Sc. en Recursos Humanos y Relaciones Laborales. Centro de Estudios Demográficos (CEDEM), Universidad de La Habana. E-mail: daylinortega@cedem.uh.cu

[1] Recursos laborales: población apta para trabajar (física y legalmente) más la población que está fuera de la edad laboral, pero que trabaja.

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