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Revista Novedades en Población

versión On-line ISSN 1817-4078

Rev Nov Pob vol.14 no.28 La Habana jul.-dic. 2018  Epub 24-Mayo-2019

 

Artículo Original

Estudios del trabajo en Cuba. Una mirada retrospectiva

Studies on work in Cuba. A look back

José Luis Martín Romero1 

1 Centro de Estudios Demográficos (CEDEM) de la Universidad de La Habana. Cuba

RESUMEN

El artículo da una mirada en retroceso, como expresa el título, a los estudios que han tenido como centro al trabajo, entendido como categoría de las ciencias sociales. Se recorren temáticas, instituciones, autores, influencias teórico-metodológicas y destinatarios. Se concluye que, sin olvidar destinatarios tradicionales como los empresarios y los decisores políticos, hoy se escribe para un público mucho más extenso: el pueblo y su conciencia pública.

Palabras clave: estudios del trabajo; etapas de la investigación social del trabajo; multiespacialidad económica

ABSTRACT

This paper presents a backward overview over Labor Studies in Cuba since the sixties up to now, always considering researches that pointed out the work as central category of Social Sciences. Issues, authors, theoretical and methodological influences and other addresses are considered. As a conclusion the paper argues that, aside politic and entrepreneurial managers, the Cuban people and its public consciousness are the goal public of the Labor Studies current contributions.

Keywords: studies on work; stages of social research on work; economic multi-spatiality

De los propósitos y sus limitaciones

Cuando el autor aceptó la encomienda de escribir este artículo, lo hizo persuadido de su absoluta necesidad para el desarrollo de las ideas en nuestro país y, además, por reconocer que es un absoluto derecho de la Academia exigirlo. Pero debe entenderse que esto implica la asunción de algunos riesgos inevitables, a saber, probables e injustas omisiones, consideraciones discutibles y todo lo que resulta de tratar de examinar un proceso con objetividad cuando el analista es alguien altamente implicado en los hechos y procesos que examina.

Es necesario decir, desde ya, que no está en las posibilidades distinguibles para esta entrega hacer la historia que merece y reclama un área tan activa y de algún modo consistente por más de cuarenta años en nuestra Academia, como los estudios del trabajo. Por fortuna, entre los recursos autorales se encuentra la meritoria aportación de la hoy MSc. Dianné Griñán Bergara (2012), cuya tesis de licenciatura acopió una buena parte de lo realizado junto a testimonios de varios protagonistas.

Se va a intentar aquí examinar temas tratados, instituciones y autores(as), salidas distinguibles e hipotéticos impactos de la ya considerable trayectoria de los estudios del trabajo para que todos y todas podamos distinguir mejor lo que debemos hacer hoy y en el futuro inmediato. Por esa razón el autor se arriesgará a dar alguna idea de los contextos históricos y de los condicionamientos teórico-metodológicos que acompañaron cada etapa analizada, de modo que podamos colegir las demandas y posibilidades de los contextos actuales y del futuro inmediato.

Para ese fin se están entendiendo como estudios del trabajo, solo aquellas aproximaciones que han tenido al trabajo como categoría central, que no a los centrados en la dirección, ni a la consultoría de empresas con sus múltiples aristas, ni tampoco a la tradición apreciable de contribuciones desde la psicología organizacional. Cierto es que cualesquiera de estas áreas podrían, con todo derecho, reclamar su espacio dentro de los estudios del trabajo; pero también es cierto que las relaciones de trabajo vistas de conjunto y como proceso social determinante de resultados económicos, sociales e ideológicos concretos no fueron ni tuvieron por qué ser consideradas como elementos centrales en los aportes provenientes de aquellas. También se añade la virtual imposibilidad de examinar -en una sola contribución y con la imprescindible exhaustividad que esto exige- tan amplio terreno por un solo analista, cuya experticia, además, no abarca ni mucho menos semejante espacio.

Aquí se intentará seguir una lógica marcada por la historia, porque es la mejor manera de seguir una trayectoria intelectual como la de los estudios del trabajo, caracterizada por saltos iterativos que, de un modo u otro, han tenido reflejo tanto en la producción misma de investigaciones y estudios de diverso tipo, como en su impacto en la vida social y en el pensamiento cubanos.

Imaginemos entonces que recorremos una ruta con breves paradas en su decurso, a saber: en la etapa CAME (Consejo de Ayuda Mutua Económica) de socialismo real, en el Reajuste de los años 90, en los comienzos del actual siglo o desde comienzos de este siglo hasta la actualidad. No será posible hacer un trazado estricto de cada período, de hecho, el último parece muy largo; pero digamos que son momentos diferenciados con apreciable claridad, como se intentará demostrar, y de los cuales se pueden tomar puntos de referencia concretos respaldados con productos y/o eventos científicos concretos y reconocidos.

En fin, se va a emprender un recorrido que seguramente no pasará de ser exploratorio, pero que intentará dar cuenta de la experiencia cubana en los estudios del trabajo, desde el punto de vista del autor (que no es más que la vista desde un punto, como sabemos), en tanto recurso para entender por qué estamos donde estamos y hacia dónde podemos y debemos seguir. Por lo demás, habrá que confiarle al futuro y a otras miradas más claras y menos culpables el estudio cabal y el examen juicioso que hoy no es posible ofrecer.

Algunos antecedentes de los años 60

Sin instituciones que tuvieran en su objeto el estudio del trabajo, los antecedentes documentados que se han podido localizar en los años anteriores a los 70II llevan la impronta del trabajo fundacional del Che Guevara en el Ministerio de Industrias y de la actividad universitaria que recuperó y de algún modo continuó aquel impulso.

El libro Transitando por la Psicología, del inolvidable Dr. Aníbal Rodríguez, fundador de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana en 1962, da cuenta de investigaciones sobre los procesos de comunicación interna al interior de las industrias y sobre “moral de trabajo” en la propia sede ministerial, esta última una categoría en boga desde finales de los años 40 del pasado siglo en la psicología industrial norteamericana, de donde provenían, lógicamente, las mayores influencias.

Los estudios sobre comunicación interna -de corte más bien organizacional- incluían la curiosa categoría conciencia de la producción, que consistía en el conocimiento que se tenía de los procesos productivos que se atendían. Los de moral de trabajo sí venían centrados en temas de calificación, participación, percepción de condiciones de trabajo, de participación y de relaciones con los superiores, así como otras categorías de ese corte (Rodríguez, 1990, p. 110).

Las conclusiones, según Rodríguez, resultaron ser una “radiografía del Ministerio”, refiriéndose al colectivo de la sede central de esa institución, no a otras dependencias fabriles, etcétera. Esta sola afirmación refleja una visión que predominó durante muchos años respecto al papel de las investigaciones sobre temas del mundo laboral: sacar a la luz problemas insuficientemente percibidos, dar fundamento a planes de reforma o a procesos de cambio (rara vez llevados a cabo por completo) y hacer reportes que pocas veces llegaron más allá de las facultades o institutos y que quedaban en su exposición ante los usuarios. Las contribuciones más afortunadas tuvieron alguna salida pública años después.

Pero de estos antecedentes siempre quedó el recuerdo por varias razones: fueron picas primigenias clavadas en el Flandes de la conciencia pública por las ciencias sociales al servicio de la Revolución; funcionaron con un ideal de compromiso e implicación con el trabajo de nuevo tipo del que se esperaba fuera portador el socialismo, aunque sin usar esas categorías y conceptos que son más recientes. Además, sirvieron para establecer un ejemplo muy poco seguido: discutir los resultados de las investigaciones, verlas como una herramienta de dirección, aplicar sus recomendaciones. Como elemento de inédito simbolismo se añade el ejemplo del Che, quien por cierto se sometió a ser objeto de evaluación por los trabajadores.III

Después de estos primeros trabajos vinieron otros de corte comunitario en bateyes de los centrales azucareros -con un aliento más proclive a la demografía y la sociología- que incluían algunos rasgos característicos de los recursos laborales dentro de caracterizaciones más amplias de la población y el área construida (Rodríguez, 1990, pp. 115-126). Otros estudios realizados en Nuevitas, Bayamo, Guantánamo y Santiago de Cuba también consideraron elementos vinculados a la ocupación (Rodríguez, 1990, pp. 126-144). Lo más curioso está en los registros sobre la aceptación de la incorporación de la mujer al trabajo, que, como podremos suponer, fueron reflejo del cierto nivel de reticencia al respecto que se observaba en aquellos primeros años revolucionarios.

Estos estudios no se caracterizaron por su riqueza teórica ni metodológica, tampoco por su amplitud ni complejidad, no partieron ni nutrieron ninguna discusión científica en curso dentro ni fuera del país; pero existieron y se hicieron útiles como una actividad de apoyo sobre aspectos importantes para la conducción revolucionaria de los procesos sociales, justo aquellos en los que empezaba a tomar cuerpo la revolución, como experiencia vital de los cubanos.

Los años 70 y el Instituto de Investigaciones del Trabajo

Uno de los decanos de la investigación social del trabajo en Cuba, el croata-cubano Rafael Alhama Belamaric nos da cuenta de este momento: “En Cuba los estudios sobre el trabajo, de forma sistemática y con respaldo institucional, comenzaron en los tempranos años de la década del 70 del siglo pasado, a la par de los estudios sobre los procesos de trabajo iniciados en esa época en América Latina, pero sobre todo, en el marco de la integración de Cuba a los países del Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME) y al Grupo de Trabajo para la Organización Científica del Trabajo (OCT)” (Alhama, citado por Griñán, 2012, p. 89). Fue en ese período 1970-1973 que se decidió reiniciar las tareas de organización y formación del trabajo, a partir de cierto desajuste en cuanto a la normación y medición del trabajo que siguió a la Zafra de los Diez Millones en el año 1970 (Ver Ministerio del Trabajo, 1974).

“La constitución de un centro de investigación y de apoyo a tareas prácticas surge en un momento histórico peculiar, como fue 1973, sin grandes pretensiones ni escarceos teóricos o conceptuales, pero con grandes e importantes tareas a cumplir, para dar respuestas prácticas a lo que pudiéramos llamar el ordenamiento laboral del país, de manera más o menos inmediata. De cualquier modo, esto también se llevó a cabo con la visión y como parte de la estrategia de ir preparando el personal especializado necesario para sentar las bases de la investigación científica del trabajo en el país”. (Griñán, 2012, p. 89).

Fue, es sabido, un período intenso, de enorme trabajo para aquellos pioneros que tuvieron que formarse y formar a otros al mismo tiempo, intervenir en empresas y redactar instrumentos metodológicos esenciales.IV Inicialmente la institución se llamó Centro de Normación Técnica (1973-76) para adquirir posteriormente el nombre de Instituto Nacional de Investigaciones Científicas del Trabajo.

Según Alhama (2013), se conocía de los estudios que comenzaban a desarrollarse en América Latina con la fuerte influencia de Alain Touraine y de los textos de Friedman y Neville y su Primer tratado de sociología del trabajo; también de experiencias italianas de participación obrera y otros ejemplos de “democracia obrera” en Alemania, Italia, Holanda y Suecia; pero lo que predominó en el quehacer del Instituto fue la visión entonces predominante de la llamada Organización Científica Socialista del Trabajo (OCT) que no rebasaba los estrechos moldes del taylorismo-fordismo, por más que se presentara como socialista (Odelín y Gutsens, 1979).

En realidad, como apunta Griñán (2012, p. 90):

“Como resultado de los intercambios con los países socialistas, de las frecuentes investigaciones desarrolladas y de la conformación de un pensamiento [que ya contaba] con una base teórica y metodológica, se elaboraron manuales para implementar la OCT y se llevaron a cabo un número considerable de estudios para evaluar su ejecución. A la par, se indagó en otros temas relacionados con los procesos de trabajo, tales como la disciplina laboral, el impacto de determinadas políticas socioeconómicas, las condiciones de trabajo, la rotación del personal, la satisfacción laboral y el liderazgo.V Esto significó una nueva incorporación de temas a las agendas de debate, lo que estuvo estrechamente vinculado a la existencia de un grupo de estudio multidisciplinario"(CNICT, 1975; 1976).

Esa observación de Griñán es medular, pues un mérito de aquel Instituto fue la incorporación de profesionales de diversas disciplinas y perspectivas de análisis que dieron lugar a las aportaciones que protagonizarían la investigación social del trabajo en Cuba en los 15 años siguientes a su creación, en 1973.

Un ejemplo poco recordado y no citado por Alhama ni por Griñán es una investigación de la que se conserva su Proyecto General, como una suerte de “incunable” de la investigación social del trabajo. Se trata del folleto (verdaderamente un libro mecanuscrito) “Aspectos sociales de la formación de los recursos laborales y de la utilización racional” (sic), emitido en 1975 por un denominado Departamento de Sociología del Ministerio del Trabajo que realmente era parte del Instituto (Dept. de Sociología, Mintrab, 1975).

La autora principal declarada en el texto fue la desaparecida colega Sara Gómez que, aunque tenía una formación universitaria anterior, estudió Sociología junto al autor entre los años 1973-1977, período en medio del cual dirigió este proyecto. De sus autores solo podemos localizar hoy al actual Dr. Ovidio D`Ángelo.VI Sin embargo, todos conocimos aquel documento por la referencia a su asesor general, el Dr. Vladimir Ilich Chuprov, sociólogo del Instituto de Ciencias Sociales de la Academia de Ciencias de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

Se trataba de un proyecto de gran formato y pretensiones, que es hoy todo un testimonio de las posibilidades y limitaciones de la investigación social del trabajo en aquellos tiempos. Estamos hablando de un texto de 234 páginas, que incluye un fundamentado ensayo sobre la situación prerrevolucionaria de los recursos laborales en Cuba y de su evolución en magnitud, estructura ramal, sectorial, territorial, calificacional y sexo-etaria. Todo esto se acompaña de una serie de datos demográficos (en realidad manejaron una categoría central más demográfica que sociológica) para dar cuenta de las contradicciones entre las demandas del desarrollo y las posibilidades de darle respuesta, tanto desde el punto de vista objetivo como subjetivo.

Las tareas de investigación dan cuenta de estos propósitos: una primera tarea era de corte demográfico: examinar la estructura y dinámica de los recursos laborales entre los años 70 y 74. La segunda se proponía describir las percepciones sobre el trabajo en diferentes aspectos: como valor, como medio de vida, como medio de crecimiento personal y de posicionamiento social. Una tercera tarea se proponía tipologizar las condiciones de trabajo en diferentes sectores y ramas de la economía y según los contenidos de trabajo concretos de los diferentes grupos sociales identificados. Por último, una cuarta tarea iba enfocada hacia la motivación laboral desde una mirada amplia -y muy completa- desde cualquier percepción a tomar en cuenta, incluso hoy.

La investigación se llevó a cabo, pero sus resultados nunca tuvieron la divulgación que merecían ni, obviamente, el impacto que debieron tener en las decisiones, pues ninguna política laboral apareció o evidenció cambios en la práctica de esos años, sobre todo en lo referente a las condiciones de trabajo o a la motivación. De cualquier modo, los que se iniciaron en los estudios del trabajo casi diez años después, como es el caso del autor, tendrían como referente -virtualmente como un libro de texto- el “proyecto de Chuprov”, como se acostumbraba a nombrarle. Tanto fue así que en la segunda mitad de los 80 volvió este buen hombre a Cuba, esta vez como asesor del Grupo de Estudios del Trabajo del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS), que se sabe dirigía el autor, pero entonces la historia tuvo otro curso, el cual se verá más adelante.

Hay que decir que en ese período existía toda una referencia, cuya voluminosa traducción (solo disponible en la excelente biblioteca del Instituto del Trabajo; en lo adelante solo el Instituto) mucho influyó en nosotros: la investigación desarrollada por A. G. Zdravomislov y P. I. Iadov, junto a un colectivo de investigadores soviéticos titulada “El hombre y su trabajo”, a la que se le debe reconocer otro alto vuelo científico, pues indagaba por los niveles de enajenación de los trabajadores y los comparaba con los norteamericanos. Esto fue posible porque un levantamiento semejante se desarrollaba paralelamente en EE.UU. Los resultados -y no se pierda de vista su mensaje implícito- no mostraron diferencias significativas en los temas fundamentales entre soviéticos y norteamericanos, más allá de algunas de carácter cultural. Puede añadirse que ese texto tampoco fue traducido al español, ni era localizable en ruso en nuestro país, pero, a la luz del tiempo, es inevitable pensar que debió tener más impacto y alertar sobre los resultados humanos del sistema socialista.

La referencia se hace porque, de cierta manera, el “proyecto de Chuprov” era lo que se podía hacer en el espíritu de “El hombre y su trabajo”, al nivel de desarrollo y a la escala de las contradicciones que podríamos encontrar en Cuba. Y, al decir esto, aparece entonces otro fenómeno común de aquellos años, cual era la colocación en el imaginario colectivo y en el movimiento real y cotidiano de las ideas (no así, tal vez, en el liderato revolucionario cubano) de dos elementos básicos que significaban lo mismo: Allá está el socialismo, no aquí; y si queremos llegar a ser socialistas debemos recorrer su ruta y hasta copiarlos si es posible, porque también allá está el saber.VII

No puede olvidarse el contexto: entrada de Cuba en el CAME; comienzo de una época de real crecimiento económico, de gran expansión industrial, de producciones agrícolas sin precedentes; un intenso plan de construcción de viviendas, hospitales y centros de salud de respetable nivel, escuelas de gran formato en la ciudad, en sus periferias y en el campo; ofertas recreativas y turísticas de amplio acceso popular; modesta, pero sustantiva recuperación del consumo personal y familiar y, en fin, niveles de prosperidad ostensibles acompañados de una filosofía distributiva que incluso pecaba de generosidad, homogeneidad y amplitud.

Era difícil ver, con la formación y la completitud intelectual que prevalecía entonces, que el crecimiento productivo era poco sustentable y casi nada competitivo, que las viviendas hubieran agradecido mejor calidad y variedad en su diseño, que se habían omitido los adecuados planes de mantenimiento para todo aquel enorme movimiento constructivo y que los niveles de consumo se sostenían en una relación de comercio muy ventajosa ―aunque de base justa― con aquel II Mundo que ya vivía los prolegómenos de su agonía. En lo fundamental, solo la recuperación del pensamiento revolucionario cubanoVIII y la propia madurez intelectual que se iría alcanzando devolvió a los cubanos un pensamiento crítico que, por otra parte, había sido aislado conscientemente, en aquellos años y junto a quienes lo producían, de cualquier espacio mínimamente público.

Los estudios del trabajo nacieron pues como herramienta de los decisores para hacer al trabajador cada vez más productivo. Pero, paralelamente, el trabajo voluntario, las jornadas interminables en cualquier quehacer resonando con el tono de heroísmo cotidiano que se le asignó al trabajo, se tradujeron siempre en suplir con intensidad lo que faltaba en tecnología, condiciones indispensables y en capacidad y cultura gerenciales. Todo derivó en un virtual desconocimiento y una real subvaloración del rol del sujeto popular en la construcción de la nueva sociedad, pues fue reducido a ejecutor de un pensamiento centralizado y de difusión gravitacional que provocaba una suerte de contradictio in subjecto respecto al papel de los estudios del trabajo en los procesos vitales de la sociedad, en tanto y cuanto herramienta, finalmente desentendida de su supuesta utilidad. Una y otra vez el contexto marcando la historia.IX

Los 80, el Grupo de Estudios del Trabajo, los encuentros de investigadores

Los 80 cubren una etapa de consolidación del Instituto de Investigaciones Científicas del Trabajo: “La década del 80 abre nuevas líneas y temas de investigación, más allá de la empresa,X del trabajo, y con el intento de introducir y desarrollar un sistema de dirección y planificación de la economía. A finales de la década (…) se acometen (…) múltiples experimentos de campo en un grupo de empresas seleccionadas, con el objetivo de revolucionar los conceptos de la empresa, del trabajo, del trabajador como decisor y regulador de los procesos. Esta experiencia, junto a otras llevadas a cabo por el Centro de Estudios de la Economía Cubana y la Facultad de Ingeniería Industrial, fueron pioneras de los cambios necesarios en la empresa. En una palabra, se privilegia la empresa y los modelos productivos. [Pero] termina sin continuidad, con el agravante de la desaparición del llamado ‘campo socialista’ y la URSS”. (Alhama, 2013)

Sin embargo, desde la primera mitad de los 80, tras la creación del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS)XI las investigaciones en el área laboral comenzaron a recibir la atención de los estudiosos. Muy tempranamente se realizó una investigación sobre la fluctuación laboral en varias empresas por un grupo encabezado por Mayra Espina, Lilian Núñez y otras compañeras, la que se continuó poco después con la creación del Grupo de Esfera Laboral que dirigió este autor durante veinte años. Eran los tiempos en que comenzaba a organizarse la ciencia a través de Programas (Juventud) y Problemas Principales (Estructura Social y Modo de Vida). En ellos tomó cuerpo la investigación social del trabajo con valiosas aproximaciones para la época, en torno al Joven Obrero por un numeroso grupo dirigido por la Dra. Ángela Casañas y a la Esfera Laboral del Modo de Vida Socialista en Cuba, esta última bajo la responsabilidad del autor.

Los años que siguieron dieron paso a la creación de un Departamento de Estudios Laborales, donde se desarrollaron investigaciones de corte organizacional, otras más focalizadas en los procesos de dirección, estudios dedicados a la creatividad y lo que pudiéramos llamar estudios propiamente del trabajo, que es el tema que estamos intentando referir en esta entrega y que recayó en el Grupo de Esfera Laboral o Grupo de Estudios del Trabajo como se autodenominó más adelante.

Desde las áreas de la dirección, las organizaciones y la creatividad, conducidas generalmente por psicólogos(as) se obtuvieron importantes resultados que merecen por sí solos su propio estudio, como se aclaró desde el comienzo. Desde los estudios que tuvieron al trabajo y sus relaciones como categoría central se logró en la época el estudio denominado “Rasgos y contradicciones de la esfera laboral del modo de vida socialista en Cuba”, un título obviamente influido por la literatura soviética y este-europea de aquellos años.

Pero solo el título tenía este influjo. Estancias de entrenamiento en la URSS y en la también extinta República Democrática Alemana (RDA) acercaron a los cubanos a la realidad de aquellos países, nos pusieron en contacto con el pensamiento no muy divulgado de los investigadores que conocíamos de referencia ―y después personalmente― y nos alentaron a aplicar la fórmula fidelista tradicional y siempre eficaz de pensar con cabeza propia. En paralelo corrían los años de la Perestroika, con una copiosa literatura crítica, muchas veces hasta el exceso, y volvimos al pensamiento cubano que la historia nos había legado, sin que le prestáramos hasta entonces la atención que siempre ha merecido.

En paralelo a lecturas y recuperaciones, el Grupo de Estudios del Trabajo del CIPS (GEST) organizó reuniones sistemáticas de investigadores en diferentes sedes y con gran participación para discutir resultados y proyectos y unir esfuerzos; también la Universidad de La Habana (UH) hizo algo parecido, pero más orientado a diseminar las discusiones y categorías en uso en la sociología del trabajo a escala mundial. Esta labor de movilización alcanzó su cenit en los Encuentros de Estudios del Trabajo que organizó la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) en los 90 con el apoyo de la Academia y en la creación del Consejo Científico a Asesor de la CTC.

Toda esa realidad y esos aprendizajes aconsejaron ―después de algunas investigaciones de corte empresarial, al estilo de aquellos años, marcados por el Instituto― el desarrollo de un esquema propio que se basaba y se mantiene hasta hoy, consistente en una aplicación del enfoque sistémico al estudio de las relaciones de trabajo. Ese esquema se denominó Sistema de Relaciones Sociales de Trabajo (SRST) que llevó a un cuadro de interrelaciones biunívocas las nociones de todo un conjunto de hallazgos de la literatura soviética, alemana y de otros países. También se incorporaban concepciones propias sobre la estimulación y la participación, sin desdoro a las aportaciones del Instituto y de la propia literatura occidental, que ya consumíamos con voracidad. Dentro de ella nos impactó Jean Daniel Reynaud, uno de los colaboradores del Primer Tratado de Friedman y Neville, y de quien aprendimos que una locación de trabajo podía y debía ser considerada una sociedad en pequeño.

De aquel esquema salieron todas las investigaciones siguientes. Hoy es una categoría citada y usada por diferentes investigadores y centros, quizá porque demostró ser útil también en trabajos de intervención empresarial y posteriormente en los estudios sobre cultura del trabajo que se realizan hoy por el autor y en el Instituto de Antropología. Pero aquel estudio de “Rasgos y contradicciones…” proporcionó hallazgos inéditos y entrelazados sobre el funcionamiento de la emulación socialista, la estimulación al trabajo y la participación de los trabajadores en la dirección. Demostró la infuncionalidad del sistema en marcha de relaciones laborales, el carácter superfluo de la emulación y su ausencia de vínculo con relaciones objetivas, el carácter estático, poco diferenciador y virtualmente agotado de los mecanismos y formas de estimulación, así como el desaprovechamiento imperdonable que se hacía de la participación; pero, además, distinguió el programa de cambios que se debía emprender y que después sería eficaz en otras intervenciones empresariales.XII

La idea básica del SRST es que el trabajo funciona en sistema y lo hace a diferentes escalas, desde una fábrica, taller o Unidad Básica de Producción Cooperativa (UBPC) hasta la escala de la sociedad. En todos los casos va formando pequeñas y mayores sociedades, pero analizables en particular. El sistema lo forman tres subsistemas básicos (nunca se ha dicho que tienen que ser solo tres): uno de estructuración que hoy llamamos de competencias, que describe la correspondencia entre las demandas de los contenidos de trabajo y las competencias de los trabajadores; otro llamado de estimulación, que describe la correspondencia entre las motivaciones de los trabajadores y las formas y mecanismos de estimulación y/o sanción y, finalmente, el mecanismo de participación que habla del grado de correspondencia, como en los anteriores, entre las potencialidades decisorias de los trabajadores y su materialización en la vida laboral, en el curso de las relaciones de trabajo. Este subsistema tiene cuatro dimensiones: la ejecutiva (referida a la dirección como función especializada), la directiva (relativa al ejercicio de la democracia laboral en cualesquiera formas y alcances… puede ser nula), la emulativa (que habla de la confrontación cooperativa de las capacidades humanas, de la competencia más o menos sana por hacerlo mejor) y la creativa, que tiene que ver con el despliegue de la iniciativa y la creatividad.

Explicado así, parece tema entre y para socialistas ―que, a decir verdad, fue como se pensó originalmente―, pero puede aplicarse a cualquier sistema social, con los ajustes y los acomodos que la realidad aconseje. Llegar a este esquema, demostrar la infuncionalidad de las relaciones de trabajo predominantes en Cuba al final de la época más próspera que se vivió en el siglo pasado, dar con los elementos que permitían “virar el problema al revés”, como aconsejaba Mañach, para buscar las soluciones de todo y servir de base a los primeros intentos de construcción teórica que fundamentaron las carreras académicas de todos los integrantes de aquel equipo inolvidable fueron, a juicio del autor, uno de los hitos que marcaron esta época y buena parte de la que vendría. El retorno de Chuprov se produjo en esta etapa, cuando solo pudo escuchar con curiosidad ―y quién sabe si con cierto escepticismo― las explicaciones sobre el naciente modelo teórico del GEST. Ciertas observaciones y consejos fueron siempre de ayuda; pero era obvio que estaba ante algo que ya no podía asesorar.

Los 90 y el Reajuste que marcó esa época

En los 90 se dan dos cambios trascendentales que impactaron toda la vida nacional y por supuesto su reflejo sociocientífico: la crisis provocada por el desmoronamiento del campo socialista y de la URSS y las medidas que tomó la dirección del país para enfrentar la crisis. La conjunción de ambos elementos fue denominada por este autor y su equipo de trabajo como el Reajuste de los 90.

Muchas veces se ha descrito lo que sucedió, lo cual se apoya en cifras, como la reducción de un 70% de la capacidad exportadora, la reducción en casi un 38% del PIB y un largo etcétera. Pero difícilmente se puedan describir las condiciones terribles con que se expresaba la vida cotidiana y la pauperización generalizada de todo lo relativo al nivel y calidad de la vida. La crisis vino también acompañada de tristeza propia y de la vergüenza ajena de observar cómo amigos de décadas transitaron súbitamente de la solidaridad al activismo contrarrevolucionario.

A la altura de 1993 se tomaron una serie de medidas para enfrentar la crisis que han continuado a lo largo de las primeras décadas de los 2000. De aquellos cambios resultó la multiespacialidad económica que este autor ha descrito en varios textos (Martín, 2013, pp. 54-59)XIII; han resultado la emergencia primero y la conquista sucesiva después y por parte del mercado, de espacios crecientes de regulación del movimiento social, no como necesario y funcional complemento, sino en desmedro, en contra y a pesar de la planificación; así como la expresión dual del patrón monetario de cambio que ha provocado, al prolongar su existencia, una bifurcación análoga de las conductas humanas, tanto personales como sociales: una diferente para cada moneda, una para el mercado, otra para la planificación. Tampoco podrá olvidarse jamás que todo eso sucedió en medio del bloqueo económico, comercial y financiero de los EE.UU., que ha sobrevivido incluso al restablecimiento de relaciones diplomáticas.

Esta es la lectura actual; a la altura de los 90 los cambios esenciales impresionaban ser aquellos que se dieron en la diversificación de las formas de propiedad, o a partir de la despenalización de la tenencia de divisas, o en la concentración del esfuerzo inversionista en el sector emergente y/o en actividades ineludibles, más el que debió ser protagónico: el comienzo de un proceso de transformación de la empresa socialista, al que se le supuso entonces mucha mayor agilidad y tentativa eficacia. También es necesario decir que esos cambios, al margen de su continuidad, lograron un aparente imposible: la supervivencia, aún en precariedad, del proyecto socialista de la nación cubana. Sobre las plataformas de cambio volveremos al final de este trabajo, pero ahora lo que cabe decir es que los 90 fueron los años más fructíferos para la investigación social del trabajo. Y fue así por varios factores.

El trauma de la caída del socialismo este-europeo, unido a la voluntad de resistir, abrió la puerta a la búsqueda de buenas caracterizaciones, de alternativas de actuación ante la debacle, de rutas para convertir la dificultad en oportunidad. Muchos empresarios llamaban a los investigadores, también los políticos, los sindicalistas incluso vivieron un período de reasunción de su protagonismo, en la inteligencia de que, si alguien debía buscar soluciones y alternativas, eran los trabajadores.

Por último, la adopción del Perfeccionamiento Empresarial, a fines de la década, de cuya concepción y puesta en práctica este autor fue muy crítico (Martín, 2002), no dejó de ser una plataforma promisoria y abrió un espacio en el que algunos, y no pocos, presagiaron la necesidad del apoyo de las ciencias sociales.

En el CIPS se realizaron intervenciones empresariales antológicas y felizmente exitosas, armados del emblemático SRSTXIV; los sindicatos (Martín, 1997) fueron estudiados en formas emergentes de trabajo como las UBPC,XV varios estudios sobre el empleo (Nicolau, 1996a, 1996b; Martín y otros, 1996) en las nuevas realidades y, al final de la década, fue alcanzado un resultado cuyo impacto llega hasta hoy, para orgullo de sus autores: “Reajuste y Trabajo en los 90”, con la introducción, en un estudio de gran formato, de los conceptos de multiespacialidad económica y de espacios económicos, unido al estudio de la subjetividad con expresión en el trabajo.

De esos mismos años provienen un total de trece tesis de licenciatura, solo de los estudiantes y profesores del Departamento de Sociología de la Universidad de La Habana (Griñán, 2012). No tenemos datos de otras universidades, pero al menos en la Universidad Central de Las Villas (UCLV) se conocieron varios trabajos del recordado Víctor Figueroa en diversos eventos y reuniones científicas sobre el tema de las UBPC y las cooperativas, área donde no se pueden obviar las investigaciones de un grupo de profesores sobre el tema de las nuevas formas de propiedad en el agro (Deere, Pérez, Torres, García y González, 1998). Es oportuno aclarar que fue un tiempo de mucho trabajo, muchos resultados, pero pocas publicaciones, al tiempo que eran los momentos en que comenzaba un tímido proceso de informatización en nuestros centros, de modo que una parte de toda esa producción está solo en la memoria de sus autores, colegas y, con suerte, de sus usuarios.

En el Instituto se desarrolló un trabajo de gran importancia que tuvo mucha menos trascendencia que la que mereció. Alhama, con mucha modestia y mayor tristeza lo refiere así: “[Se llevaron a cabo…] investigaciones de gran importancia, pero también [afectadas por una] gran incomprensión y reticencias, como las realizadas acerca del Proceso de Perfeccionamiento Empresarial. Sus resultados son de peso para hacer ajustes, desde sus enfoques y concepciones hasta la forma de implementación, pero sin efecto ni repercusión real, sin debate ni socialización de los resultados; en una palabra, sin visibilidad de los resultados”XVI (Alhama, 2013, p. 8).

Así el país, cuyos dirigentes sufrían también tensiones muy fuertes, perdió una gran oportunidad de introducir los cambios que hoy siguen siendo imprescindibles, pero cuya puesta en práctica chocaría ahora con nuevas complejidades que entonces no estaban presentes.

Este autor reseñó esa experiencia colectiva que se expresó en la celebración de los Encuentros de Estudios del trabajo y en la creación del Consejo Científico Asesor de la CTC en un capítulo del libro Estudios del Trabajo en el Caribe, publicado por la Universidad de Puerto Rico (Martín, 1998). La fecha de referencia de estos encuentros anuales (fueron tres en total) es 1995, cuando se celebró el primero de ellos, con 110 trabajos discutidos en cinco comisiones. Todos los centros que podían presentar contribuciones lo hicieron y también muchos activistas sindicales. El carácter académico se compartía con el debate sindical en lo que pareció ser el comienzo de una plataforma de amplio espectro para los estudios del trabajo; pero se entiende entonces que todas esas contribuciones no formaran parte de proyectos establecidos ni científicamente evaluados.

No obstante, la amplitud temática y la sinceridad y llaneza de los debates colocaron esta iniciativa en un lugar prominente para la categoría trabajo. Los temas fueron: las medidas que se venían tomando en el marco del Reajuste, la estimulación y las nuevas formas de organización del trabajo; la creación de las UBPC y sus resultados; el cuentapropismo y su desarrollo entonces incipiente, así como su vínculo con los sindicatos; la participación de los trabajadores en la dirección. Además, se discutieron temas de seguridad e higiene del trabajo, de empleo y relativos a la actividad sindical, propiamente dicha.

Los análisis concluían con la satisfacción de darle cuerpo y organicidad a los estudios del trabajo en Cuba, de haber logrado sensibilizar a un actor fundamental para la diseminación y mejor aplicación del conocimiento, cual era la CTC y sus sindicatos. Salían como resultados más generales, la notable especificidad de los estudios del trabajo en Cuba, bien diferenciados de los debates a escala internacional, el predominio de aportaciones empíricas con diferente grado de rigor ―como era de esperar― y el nivel de compromiso de los estudiosos con el proyecto socialista, tanto para preservarlo, como para enfrentar tendencias burocráticas, ya bien identificadas desde entonces.

La creación del Consejo Científico Asesor de la CTC, en particular, fue otro éxito esperanzador. Pero la realidad fue que los siguientes encuentros fueron languideciendo en calidad hasta desaparecer; el Consejo Científico Asesor no logró ser una plataforma de intercambio, más bien fue un espacio de debate con posiciones encontradas. Su existencia, realmente efímera, queda como ensayo general de un componente de lo que debe ser la nueva institucionalidad revolucionaria de nuestro país. La CTC no estaba preparada para ese paso, que pudo ser trascendental, por su apego a la obsoleta imagen de “polea trasmisora” que aún mantiene, sin asumir la dirección de los procesos como un área esencial de su quehacer para comunicar y consensuar con las administraciones la visión de los trabajadores, haciendo valer el principio de realización de la propiedad social sobre los medios de producción. Tampoco la Academia demostró estar preparada para trasmitir adecuada y constructivamente sus pareceres, ni para traducir en formas concretas de aplicación las nociones extraídas de la investigación. En fin, se puso en evidencia que una cosa es llegar al conocimiento y otra socializarlo; también, ya pensando en la sociedad en su conjunto y en el rango civilizatorio que promueva, que una cosa es crear condiciones para producir ciencia y generar innovación y otra es saberlo aprovechar.

Los “locos 90” terminaron, comenzó el nuevo milenio y la realidad presentó nuevos retos y demandas. En su transcurso, aun cuando la madurez intelectual ―y quizá política― estaba por alcanzarse, las carreras académicas de los investigadores, los productos científicos y las acciones concretas crecieron notablemente, demostraron vitalidad, pujanza, energía y también, por qué no decirlo, un talento en acción que se reconocía creado por la Revolución y enfática y ferozmente identificado con su futuro. También, como nunca antes, se hizo palpable un problema que aún nos acompaña, a pesar de que otras oportunidades surgieron para superarlo bien entrados los 2000: el diálogo incompleto y la comunicación ineficaz con los decisores que ha convertido absurdamente en letra muerta un saber que ya tiene un lugar en el patrimonio ideático de la nación cubana y que salió, como porcelana viva, del horno de los 90 que identificara el eterno e insustituible Fernando Martínez Heredia.

Los años 2000 y la inmediatez como protagonista de la agenda

Ya en la segunda mitad de la segunda década de los 2000 se hace más difícil el análisis por la impronta de la inmediatez. Para los estudios del trabajo estos años comenzaron con un claro retroceso en cuanto a la consolidación de un espacio académico que parecía destinado a fortalecerse.

Además del debilitamiento de la alianza con la CTC, ya referido; el protagonismo del Perfeccionamiento Empresarial durante buena parte de la primera década no demandó, como parecía, estudios del trabajo, pues las empresas prefirieron consultorías económicas especializadas en ayudar a cumplir con los requisitos para ser consideradas en Perfeccionamiento y estos no exigían diagnósticos ni soluciones a los problemas de trabajo, solo aspectos económicos, contables y técnicos.

Un análisis de este autor sobre ese proceso puso en claro sus dudas sobre una plataforma de cambio que confiaba en el hombre y sus capacidades, pero que adolecía de la falta de una dimensión verdaderamente socialXVII (Martín, 2002) entre otras limitaciones. También fue un período muy limitado en cuanto a los recursos para investigar.XVIII Sin embargo, a pesar de todo, se produjo un momento eclosivo de la investigación social del trabajo a la altura de 2003, con la celebración en Cuba del IV Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología del Trabajo (ALAST), una sede que se le concedió a Cuba, en la persona del autor, a la sazón ―y todavía― miembro del Consejo Directivo de ALAST.

Allí renació el interés por los estudios del trabajo y muchos autores trajeron sus contribuciones, a partir de indagaciones que venían realizando desde años atrás; se presentaron casi treinta trabajos, con cierta calidad en la mayoría de los casos y desde muchas aristas: la dirección, el cambio organizacional, las competencias laborales y su medición y aproximaciones relativamente más completas que provenían de otras tantas tesis de Maestría y doctorado de sus autores (CIPS, 2003). El balance de aquella experiencia, muy ambivalente en varios sentidos, lo dio este autor en entrevista concedida a Dianné Griñán en la tesis que hemos citado varias veces:

“… esa experiencia me dio la medida del sentido político que estaba rodeando todo aquello, idea que no supe captar en su real dimensión desde la propia etapa preparatoria del evento, del cual fui el Presidente del Comité Organizador. Por una parte, significaba un espacio abierto de diálogo y crítica desde nuestros representantes ante los visitantes, lo cual resultaba incómodo para los de aquí. Por otra parte, la inasistencia de muchos “colegas” de otras regiones significaba un descompromiso con el sentido claramente de izquierda que tendría el Congreso en Cuba y desde los cubanos (…). En fin, fue un gran logro que no dio sus mejores frutos por desencuentros ideológicos con “amigos” de solidaridad limitada, por la impreparación histórica de la burocracia para la confrontación de ideas y por impericias y desajustes de concepción y organización que fueron totalmente de mi responsabilidad” (Griñán, 2012, p. 137).

Con posterioridad a este Congreso, exitoso y fallido al mismo tiempo, el impacto esperado no se logró realmente; aunque en ese período 2001-2010, la MSc. GriñánXIX lista unos cincuenta trabajos entregados desde el Instituto sobre todo, que vivió los últimos años de su existencia, desde la Universidad de La Habana (la mayoría tesis de diploma), también algunos del INIE (Instituto Nacional de Investigaciones Económicas) y muy pocos del CIPS, pues entre 2003 y 2005 se desmanteló el Grupo de Estudios del Trabajo, aunque resurgió felizmente poco tiempo después.

Los temas tuvieron algunas transformaciones por la lógica de los nuevos procesos que comenzamos a vivir y entonces las UBPC, el trabajo por cuenta propia (TCP), las tecnologías de gestión empresarial y el empleo les ganaron el espacio a los temas que hasta entonces, incluyendo el IV Congreso de ALAST, se habían tratado.

Otro importante cambio se comenzó a distinguir en paralelo a este aparente declive: los 2000 fueron la etapa ―sobre todo en los momentos más recientes, pero con clara expresiones desde antes― de la madurez intelectual de una buena parte de los estudiosos del trabajo, varios de los cuales acumulaban más de un cuarto de siglo en esas temáticas. Se graduaron los primeros doctores y doctoras en Ciencias, otros y otras alcanzaron títulos de Maestría y las publicaciones más importantes del país comenzaron a recibir contribuciones donde estaba presente el trabajo. Nunca antes los resultados de los estudios del trabajo tuvieron tanto espacio editorial, lo cual también es fruto de la participación de varios estudiosos en proyectos internacionales.

Una importante institución se incorporó a la categoría con aportes sustanciales, el Instituto Cubano de Antropología del CITMA, sobre todo enfocados hacia la cultura del trabajo. Algunos estudiosos del trabajo recibieron premios internacionales con becas que les permitieron ofrecer aportes sustantivos.XX Es un período, este que vivimos, en que nuevas categorías como cultura del trabajo y otras no tan nuevas como multiespacialidad económica y espacios económicos se hacen términos comunes para muchos cientistas sociales. Temas nuevos como el cuidado y los cuidadores ―casi siempre cuidadoras―, la economía solidaria, los perfiles sociopsicológicos de los TCP o el trabajo doméstico y los recursos laborales, como área particular de esta categoría, así como los estudios de género enfocados al trabajo, o el olvidado espacio de la negociación colectiva e incluso el papel del salario ―tema muy bien abordado por jóvenes economistas― en las nuevas condiciones, han comenzado a tomar cuerpo y a colocar en el debate temas cruciales para las ciencias sociales y para la sociedad.

Debe añadirse que, al calor de los Lineamientos Económicos y Sociales del VI y VII Congresos del PCC se creó un Consejo Asesor, con un conjunto de instituciones convocadas, para ese fin. En ese sentido, algunas propuestas provenientes de los estudios de población (que incluyen los recursos laborales) han tenido mayor acogida, no así otras referidas a la participación y a los colectivos laborales.

En 2016, con el apoyo de la Fundación Frederich Ebert, se celebran en La Habana dos talleres, con el nombre de Reunión Nacional (I y II) de Estudios del Trabajo, con la participación de más de treinta estudiosos de todo el país y la colocación a debate de los temas que comentamos antes. Del primero de ellos ―el segundo se dedicó a identificar acciones prácticas y a actualizar contenidos teóricos― salió un libro que ya ha visto la luz a comienzos del año en curso.XXI En fin, otro renacer, ahora con nuevos rostros, mucho más alto nivel académico y un enorme compromiso con el pueblo y su proyecto de nación. En 2017 y 2018 ha seguido esta saga de eventos, cada vez con nuevos aportes, incorporaciones y más intensos y calificados debates.

Para concluir…

Se han ido adelantando ideas conclusivas en cada acápite. Ahora, solo concurre agregar que es visible la evolución, positiva a juicio autoral, de los estudios del trabajo: otra y mejor apoyatura técnica, otras salidas divulgativas, pero sobre todo otros destinos se distinguen. No hay olvido de los empresarios ni de los decisores; pero ahora se está trabajando para la conciencia pública, el destinatario es el pueblo, la nación y sus instituciones; el mundo de las ideas y el país que será.

Sucede que vivimos una etapa, donde a juicio de los especialistas se hace imprescindible “un esfuerzo normativo (…) que dé trasparencia a los procesos y al control social”; una definición más amplia y clara de los “motores y agentes del crecimiento económico” (Triana, 2012, p. 24); donde “se considera que el futuro funcionamiento de las diversas formas de propiedad y las regulaciones por elaborar permitan a los entes productivos (…) formar los encadenamientos productivos necesarios” (Díaz y Torres, 2012, p. 38); y donde “(…) se requiere de políticas dirigidas a mitigar los obstáculos que restringen el acceso de las mujeres a los beneficios económicos (…) [pues] (…) tendrán que esperar por mejoras en las políticas sobre el trabajo, el cuidado infantil y de adultos mayores, los servicios de apoyo al hogar (…) por solo citar algunas de las mejoras más acuciantes” (Echevarría y Lara, 2012, p. 136). En fin, el debate del desarrollo tiene que ver ahora, no con un grupo pequeño de personas preparadas o habilitadas para conducirlo. Ahora el pueblo interviene y construye su agenda científica con la voz de su Academia, la misma que ese pueblo formó con gran sacrificio y la que lo identifica como su real destinatario.

Mucho hay que discutir, grandes son los desafíos. Muchas cosas deben aclararse y debatirse con un pueblo que entiende y sabe hacerlo porque preparó a su intelectualidad para pensar con él, que no por él. Por eso la mejor noticia es que los estudios del trabajo y sus realizadores existen, como pueblo y junto al pueblo, y que continúan y continuarán, de seguro, ocupando su lugar en la conquista de “toda la justicia”, como dijera Martí.

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2II En 1985 en el Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS), que había sido fundado solo dos años antes, se llevó a efecto una revisión de los estudios del trabajo que antecedían la formación del Grupo de Estudios del Trabajo (entonces solo Equipo de Esfera Laboral) que el autor dirigió durante veinte años. Aquel estudio, de gran calidad para su momento y del cual solo existían copias mecanuscritas, sencillamente desapareció en alguna de los múltiples traslados de sede que sufrió esa institución. Ese solo hecho es una lamentable evidencia de los contextos que acompañaron esta historia.

3III Según Rodríguez (1990, p. 115) un 76% escogió solo enunciados positivos para describir al Che, un 17% incluyó enunciados neutros y un 7% añadió enunciados negativos. El autor no conoce otro ejemplo semejante de sencillez y valentía política.

4IV Como: “Metodología para la introducción de los principios de la OCT en Cuba”; “Recomendaciones metodológicas para la evaluación de los resultados de la implantación experimental de la Formación Técnica”; “Recomendaciones metodológicas para la elaboración de las normativas de tiempo”, todos de 1975.

5V Véase: González, Ariel (197?) Evaluación de las condiciones y el diseño del puesto de trabajo de aplicación de la laca final en la empresa del calzado Nguyen Van-Troi. CNICT-CETSS. La Habana; MTSS (1974); Recomendaciones para la elaboración de planes de OCT en las labores de carga y descarga. La Habana; CNICT (1975); Recomendaciones metodológicas fundamentales para la normación del trabajo de los obreros de la industria textil. La Habana, CNICT (1976); Metodología para la elaboración de los estudios de organización científica del trabajo en las empresas. T.I. La Habana; CNICT (1976); Metodología para la elaboración de los estudios de organización científica del trabajo en las empresas. T.II. La Habana, Odelín, Ramiro; Gutsens, Roberto (1979) Problemas teórico-metodológicos y prácticos en el desarrollo de la elaboración de los catálogos. MTSS, La Habana.

6VI En la relación de la primera hoja aparecen, además de los mencionados, Armando García Ramos, Pedro Gil Vázquez, Mayda Donate Armada, Alejandro Armengol, Miguel Sánchez León, María Caridad Cañive González, María Elena González Pico y Ana María de la Cruz.

7VII No se cuenta con referencia escrita de algunos esfuerzos valiosos realizados por el Centro de Estudios de la Juventud, lo cual evidencia la falta de exhaustividad declarada al inicio. Pero le consta al autor la existencia de un estudio sobre la mujer joven profesional que merece mucho más que ser mencionado.

8VIII No se cuenta con referencia escrita de algunos esfuerzos valiosos realizados por el Centro de Estudios de la Juventud, lo cual evidencia la falta de exhaustividad declarada al inicio. Pero le consta al autor la existencia de un estudio sobre la mujer joven profesional que merece mucho más que ser mencionado.

9IX No se cuenta con referencia escrita de algunos esfuerzos valiosos realizados por el Centro de Estudios de la Juventud, lo cual evidencia la falta de exhaustividad declarada al inicio. Pero le consta al autor la existencia de un estudio sobre la mujer joven profesional que merece mucho más que ser mencionado.

10X Fueron documentos elaborados de la época: “Diferentes aspectos relacionados al estudio de los recursos laborales”, 1981; “Diagnóstico nacional del trabajo por turnos”, 1981; “Estudio integral de la Zafra Azucarera”, 1981; “Estudio Integral del Tabaco”, 1983; “Recomendaciones metodológicas para el mejor aprovechamiento de las capacidades”, 1985; “Metodología para el análisis de la utilización de la fuerza de trabajo”, 1988 (Alhama, 2012).

11XI Se creó oficialmente el 10 de octubre de 1983.

12XII Un resumen de los hallazgos de esta investigación se puede consultar en Martín (2013, pp. 44-46).

13XIII Que hubiera sido totalmente normal y perfectamente aceptable si no viniera acompañada de asimetrías tan injustas e irracionales como ajenas a todo proyecto posible o aceptable para la nación.

14XIV De no todas quedó una memoria escrita (eran servicios científico-técnicos no siempre divulgables); aunque puede consultarse “La experiencia transformativa del CAI Camilo Cienfuegos”, pero hubo otras muy exitosas en la Hilatex del Wajay y en la fábrica de gomas Nelson Fernández de San José de Las Lajas.

15XV Unidades Básicas de Producción Cooperativa, siempre agrícolas o agropecuarias, que tomaron en usufructo las tierras que antes poseyó y administró el Estado.

16XVI En realidad Alhama no está hablando solo de la década del 90, sino también del comienzo de los 2000.

17XVII En cierta ocasión fueron movilizados el Grupo de Estudios del Trabajo y algunos otros especialistas para estudiar el Perfeccionamiento por demanda de sus principales promotores y gestores; pero al presentársele el diseño de lo que se haría para responder a su demanda ―y después de considerarlo “muy bueno y exactamente lo que deseaban”―, sencillamente olvidaron la demanda y no volvieron.

18XVIII La investigación de Reajuste y Trabajo fue financiada con los propios fondos del CIPS que habíamos ingresado de nuestras intervenciones empresariales desarrolladas como servicios científico-técnicos. Disposiciones de entonces impidieron el cobro en moneda convertible y por concertación. Eso imposibilitó hasta el servicio mismo por los insumos que demandaba, solo accesibles en CUC.

19XIX Realmente más, solo que el autor estimó que muchos de los incluidos por Griñán no eran strictu sensu sobre trabajo, a partir de los criterios adelantados en la Introducción.

20XX El autor y el MSc. Boris Nerey obtuvieron, por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) becas Asdi de categorías senior y semisenior respectivamente en 2005 y 2010, un hecho hasta entonces inédito.

21XXI En el libro aparecen artículos referidos al sistema de pensiones, a la movilidad laboral de maestros y profesores; a la negociación colectiva, la economía solidaria, el empleo juvenil y los desplazamientos ocupacionales de los jóvenes; al diagnóstico de las brechas salariales, además de artículos más generales sobre la actualidad y escenarios del trabajo en Cuba y al lugar del género en las contradicciones que atraviesan al trabajo en Cuba. Se incorpora igualmente una contribución de carácter teórico sobre el momento de los estudios del trabajo a escala mundial. Todos los autores poseen grado científico o sus contribuciones forman parte o salen de proyectos con esa salida.

1I Poesía. Juan Ramón Jiménez. Editorial Arte y Literatura. La Habana, 1982, p. 104.

Recibido: 30 de Julio de 2018; Aprobado: 18 de Septiembre de 2018

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