Introducción
A nivel mundial el envejecimiento demográfico cobra cada vez mayor importancia en las agendas y políticas públicas gubernamentales. Ello es el resultado del reconocimiento del impacto social que el aumento de la población de adultos mayores supone y la necesidad de atender sus variados requerimientos. Se ha podido constatar que existe consenso en torno a la necesidad de implementar medidas y políticas desde una perspectiva multidisciplinaria e intersectorial. Nuestro país no es ajeno a una situación que paulatinamente se va tornando global.
De acuerdo a cifras preliminares publicadas por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), al cierre del 2018, el porcentaje de cubanos cuyas edades son de 60 años y más asciende a 20,4%. El envejecimiento se manifiesta en mayor o menor medida en todas las provincias, con algunas oscilaciones, que no pueden calificarse de relevantes, ya que, a finales del 2017, sus porcentajes de población envejecida superan el 17,5%. A lo interno de las mismas, es decir a nivel municipal, estos valores sobrepasan el 13%. De acuerdo a la tipología desarrollada por el Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (CELADE), todos los municipios cubanos exhiben un nivel de envejecimiento medio y en algunos casos avanzado.
Dentro de la población envejecida, se aprecia una mayor cantidad de mujeres (50,2%) que de hombres (49,8%), resultado de una mayor esperanza de vida femenina y una sobremortalidad masculina (ONEI, 2017). Por otro lado, los valores de la esperanza de vida ascienden a 76,50 años para los varones y 80,45 años para las mujeres, con una diferencia de 3,95 años entre ambos sexos (ONEI, 2014).
La Habana, capital del país, es la segunda provincia más envejecida, con un 21,3% de sus habitantes que clasifican como adultos mayores. Entre sus municipios se encuentra Plaza de la Revolución que es el más envejecido del país, 26,7%. Otro de los municipios capitalinos con envejecimiento avanzado es La Habana Vieja, sede del Programa Social de Atención al Adulto Mayor. Al cierre del 2017 residían 82 882 habitantes, con un porcentaje de adultos mayores ascendente a 20,4%. El antes mencionado valor resulta muy superior a la población con edades comprendidas entre 0 a 14 años (13,8%). Dentro del grupo poblacional de 60 años y más, las mujeres representan el 59,5% y los hombres el 40,5% (ONEI, 2017).
El país ha desarrollado, a diferentes escalas, programas y acciones focalizados en la atención al adulto mayor. El presente artículo dará una mirada desde la demografía a la labor desarrollada por la Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana (OHcH) con relación a las propuestas de verano para este segmento poblacional. Se seleccionó como objeto de estudio las personas que asistieron a las tres últimas ediciones de la modalidad Andares Virtuales. Para ello se elaboró una encuesta que recogió características demográficas como el sexo, la edad, el color de la piel, municipio de residencia, provincia, escolaridad, estado conyugal, categoría ocupacional, nivel de actividad y sector de trabajo actual o anterior. Se incluyeron, además, otros indicadores importantes en la valoración del éxito de una acción cultural. La interrelación entre las características mencionadas será un elemento pivote del análisis de los datos.
El levantamiento de la información se llevaba a cabo una vez que concluían las actividades. Debido a la limitación de recursos y el tiempo disponible para la aplicación, se utilizó como método de recogida de datos una muestra intencional o por conveniencia en función del acceso a las personas. Sin tener las pretensiones de una muestra estadística representativa, para la cual se carecía de un adecuado marco muestral, este método permitió, en poco tiempo, recopilar datos de incuestionable valor para el monitoreo e investigación de los servicios culturales ofrecidos por la OHcH. Cabe destacar que esta labor se realiza periódicamente a fin de perfeccionar la labor cultural.
Desarrollo
Como se apuntó al inicio, la respuesta a las necesidades de los adultos mayores tiene por fuerza que tener un carácter multidisciplinario e intersectorial. No basta con poseer indicadores relevantes de salud, que de por sí son muy importantes. La Organización Mundial de la Salud (OMS) en su definición, reafirma que la salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades (OMS, 1948). Este axioma otorga integralidad a los postulados de salud al incluir diferentes aristas que, como un todo, dan como resultado un individuo sano y pleno.
Tener una población saludable es el objetivo a alcanzar por la gran mayoría de los conglomerados humanos del planeta. Ahora bien, existe una tendencia a otorgarle un rol quizás demasiado preponderante a la salud, en detrimento de la relevancia de otras esferas de la sociedad. La anterior definición reconoce además que la salud no es solo el objetivo de vivir sino también un recurso positivo para el pleno desenvolvimiento de la vida. Más allá de la significación que representa la existencia de individuos cada vez más sanos, no se deben soslayar las diversas esferas que comprende el término pleno desenvolvimiento de la vida, una de ellas es la cultura, como derecho fundamental. En la adultez mayor el poder disfrutar de una vida cultural activa es un derecho más que ganado después de años de trabajo y dedicación.
Hoy día los estudios sobre envejecimiento en Cuba están mayormente enfocados en los temas de salud, sistemas de cuidado, seguridad social y derechos en estas direcciones. Sobre todo, a partir de las limitaciones que presenta el país para atender esta problemática. Por otra parte, en ocasiones se descuida el hecho de que los adultos mayores no son un grupo homogéneo y urge cada vez más reconocer sus necesidades individuales y colectivas. En otras palabras, los programas tienden a ser demasiado generales y no se tienen en cuenta las potencialidades locales y comunitarias.
Existe conciencia de la importancia de lograr un envejecimiento con mayor calidad de vida y se trabaja por incrementar la participación activa de ellos en todos los ámbitos de la vida social. Sin embargo, a partir de investigaciones de campo realizadas se detecta que la cultura se reduce, en no pocas ocasiones, al acompañamiento a los servicios de salud y no se le otorga el rol protagónico y constructivo que por su relevancia merece.
Es necesario potenciar espacios culturales donde los adultos mayores puedan satisfacer sus intereses, no necesariamente vinculados al alcance o mejoramiento de una determinada condición de salud. Esta es un área donde las políticas públicas resultan imprescindibles, teniendo en cuenta a la población no solo como objeto sino también como sujeto.
En consecuencia, la gestión de la cultura no puede estar alejada del comportamiento del panorama demográfico actual. La participación en el ámbito cultural es un proceso determinado por múltiples factores, en el cual las variables demográficas tienen un efecto importante. Por tanto, el análisis y comprensión del envejecimiento de la población y sus particularidades en los distintos niveles territoriales resulta determinante para la concepción y desarrollo de productos culturales que, a esta escala, incentiven una participación efectiva.
Tal y como se comentó al inicio, desde hace algún tiempo la Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana ha promovido en el territorio distintos proyectos para los ancianos. Uno de ellos es el Programa Social de Atención al Adulto Mayor, desarrollado en la red de museos y centros culturales, bajo el eslogan “Saberes compartidos”. El mismo extiende su alcance no solo a los residentes en el Centro Histórico, sino también a los de otros municipios de la capital. En sus más de dos décadas de funcionamiento esta experiencia ha mostrado el poder transformador de la cultura y su capacidad para favorecer la integración social de los ancianos, al impulsar procesos participativos y generar nuevas formas de interrelación.
Entre las más recientes opciones culturales concebidas para este público, destaca la modalidad de Andares Virtuales. Creada en el año 2012, constituye una de las alternativas de participación del proyecto de verano Rutas y Andares para Descubrir en Familia. Los resultados derivados de las investigaciones realizadas a los asistentes propiciaron el surgimiento de este espacio que favoreció la accesibilidad de las personas de la tercera edad, a las cuales se les dificultaba disfrutar de otras propuestas que suponen una mayor movilidad por el entorno. Con esta característica, los Andares Virtuales han ampliado las posibilidades de participación de este grupo etario durante las actividades del verano. A su vez, han abierto paso a novedosas formas y medios de interactuar con el patrimonio, que estimulan el protagonismo no solo de los adultos mayores, sino también de su familia. Actualmente cuenta con adeptos de disímiles grupos de edades.
Una mirada al público visitante
Una de las demandas originarias de los adultos mayores era la creación de alternativas que facilitaran continuar disfrutando del proyecto Rutas y Andares para descubrir en familia, teniendo en cuenta en algunos casos las limitaciones físicas que, producto de la edad, socaban las posibilidades de desplazamiento. Se concibieron así los Andares Virtuales como espacios interactivos que, apoyándose en las nuevas tecnologías, materiales audiovisuales, conferencias de expertos, presentación de piezas museables o juegos participativos, invitan al público a ampliar sus conocimientos sobre cuestiones culturales. El dinamismo y la variedad temática han despertado el interés de personas de distintas edades, estimulando el acompañamiento familiar. Siguiendo la impronta evolutiva del proyecto Rutas y Andares, ha ido creciendo y consolidándose (Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana, 2018).
En el año 2018 se prepararon 52 propuestas virtuales, en 20 museos y centros culturales. Los niveles de participación ascendieron a 2017 personas. El 57,6% de los asistentes fueron adultos mayores, público meta inicial de esta alternativa. Las cifras de los tres últimos años muestran una tendencia creciente en la participación de adultos medios que representaron el 24,5%, en tanto los niños constituyeron el 7,2%, los adolescentes el 5,4% y los jóvenes el 5,3%.
Procedencia geográfica de los asistentes
La participación según lugar de residencia habitual muestra la presencia de personas de los 15 municipios de la capital, aunque se perciben diferencias importantes. Resulta paradójica la considerable afluencia de los habitantes de aquellos municipios que se encuentran más distantes del Centro Histórico, comparativamente mayor a la de aquellos que residen en áreas más cercanas, a excepción del municipio Centro Habana. Según el promedio de participación de las dos últimas ediciones, los porcentajes más elevados correspondieron a Centro Habana (15,2%), Plaza de la Revolución (14,9%), Diez de Octubre (14,2%) y Playa (10,2%).
Entre los municipios con menor número de participantes destaca el caso particular de La Habana Vieja (8,8%), sobre todo si se tiene en cuenta que es el lugar donde se desarrollan la mayoría de las acciones del proyecto. Del mismo modo, llama la atención la poca representación de municipios con los cuales limita: Cerro (7,5%) y Regla (1,2%).
A juicio de las autoras, las características especiales del municipio La Habana Vieja pudieran tener su impronta en este comportamiento. A diferencia de otros municipios, los adultos mayores son beneficiarios de diferentes proyectos impulsados por la OHcH como los Centros de Día, el sistema de Viviendas Protegidas y el mencionado Programa Social de Atención al Adulto Mayor en los museos y centros culturales, de modo que cuentan con variadas alternativas para satisfacer cotidianamente sus necesidades en este sentido. En cambio, los de otros municipios, al carecer de estas posibilidades, se sienten hasta cierto punto incentivados a desplazarse y participar en espacios de indiscutible novedad para ellos.
No obstante la existencia de alternativas en el municipio, las instituciones culturales deben mirar más al territorio y visualizarse a nivel comunitario. Es preciso reconocer las identidades locales para acercar a través de diferentes vías y estrategias la cultura a los pobladores y de esta manera favorecer su desarrollo, así como garantizar la sostenibilidad futura del propio proyecto.
Asistentes según sexo y edad
Las propuestas han contado con una mayor presencia de mujeres (74,3%), representando los hombres el 25,7% del público asistente. A pesar de que la representación masculina es notablemente inferior, las cifras del año en cuestión muestran un aumento en la participación de un 12,9% respecto al año 2017, donde apenas un 12,8% visitó los Andares Virtuales (figura 1).
Al explorar la distribución por sexo en los diferentes grupos de edades, se percibe una mayor presencia de mujeres adultas mayores (48,6%) que de hombres adultos mayores (38,9%). Esta situación resulta común en todos los proyectos socioculturales para la tercera edad que promueve la Oficina del Historiador de La Habana. No obstante, cabe destacar que esta es una situación que se repite en otras latitudes del mundo, según el informe Igualdad de Género: Patrimonio y Creatividad, de la Unesco en 2015 (UNESCO, 2015).
Tales índices de participación exigen detenerse en el indisoluble vínculo entre las categorías género-envejecimiento. Las desigualdades producidas por las construcciones tradicionales de género determinan condiciones económicas, de salud, sociales y culturales de las personas desde los primeros años de vida hasta las edades más avanzadas, situando a hombres y mujeres ante riesgos particulares. Estas brechas influyen en el hecho de que las mujeres son mayores consumidoras de ofertas artísticas y culturales públicas, limitándose la participación de los hombres en actividades con fines recreativos, consideradas en muchos casos como femeninas (Ramos, 2005 en Sánchez, 2011).
Por tanto, las diferencias de género deben ser reconocidas y tenidas en cuenta, no como una variable más, sino como un elemento necesario para una mejor comprensión del envejecimiento demográfico y la gestión de una programación cultural inclusiva, orientada al desarrollo y bienestar de ambos: ancianas y ancianos (tabla 1).
Color de la piel
Aunque como se dijo al inicio, no se trata de una muestra representativa, para complementar el estudio se exploró la situación de otras variables demográficas como el color de la piel. La información referente al público visitante reveló una mayor presencia de personas blancas (61,4%), en comparación con las mestizas (20%) y negras (18,6%).
Según el Censo de Población y Viviendas (CPV) del año 2012, la población blanca representaba el 58,4%, la mestiza el 26,4% y la población con color de la piel negra el 15%. Entre municipios se perciben diferencias, La Habana Vieja es el segundo municipio del país con mayor proporción de población negra, la cual supera el 20%. De modo similar en los municipios Marianao, Centro Habana, Arroyo Naranjo y Cerro, esta población sobrepasa el 17%, encontrándose entre los diez del país con mayor cantidad de población negra (ONEI, 2012, 2016). Los datos de la estructura de esta variable en la provincia y en el conjunto de los asistentes al proyecto son bastante similares.
Aunque pareciera que el color de la piel no es un factor diferenciador, desde la demografía se aboga por la inclusión de esta variable como un elemento más de cualquier estudio de población.
Nivel educacional
Dentro del total de participantes en el estudio, se evidencia el predominio de un público con escolaridad universitaria terminada (68,8%). Con respecto a los adultos mayores, este porcentaje es 64,3%. Ello pudiera guardar relación con el tipo de producto cultural que se ofrece, orientado a la interpretación de hechos históricos, artísticos y patrimoniales, que determina en cierta medida la participación de un público con este nivel educacional.
Si se considera el apartado destinado a la localización geográfica de los participantes, entre los municipios de los cuales arriban más personas se encuentran Plaza de la Revolución y Playa. Ellos constituyen los de mayor escolaridad promedio del país, siendo este último el de más alto porcentaje de población con nivel universitario terminado (25,4%) (ONEI, 2012).
El resto de los niveles de escolaridad se distribuyó de la siguiente manera: técnico medio (17%), preuniversitario (9,2%), secundario (2,8%), obrero calificado (0,7%) y primario (0,7%).
Cuando se introdujo la variable sexo en el análisis, se detectó un porcentaje más elevado de hombres en los niveles obrero calificado, técnico medio y preuniversitario. En tanto, el porcentaje de mujeres universitarias supera al de los hombres. Numerosos estudios de género, realizados fundamentalmente a mujeres, han mostrado la correlación positiva que existe entre los años de estudio, el estado de salud y por consiguiente una mayor participación en actividades (Hibbard, 1995 y Hammond, 1995 en Freixas, 1997).
Para Freixas (1997), en la adultez mayor se produce un entrecruzamiento de roles en el cual las vivencias resultantes del proceso de socialización diferencial otorgan a las mujeres cierta ventaja de cara a la participación, en el sentido de que las mujeres se benefician y enriquecen con los valores expresivos, incluyendo la interconexión y el cuidado, como parte de su rol. Los recursos sociales e intelectuales de que disponen las mujeres en edades avanzadas, resultado de los roles desempeñados y, en décadas más recientes, de una mayor experiencia educativa y laboral, constituyen elementos importantes que explican los niveles de participación de esta población (figura 2 y tabla 2).
Categoría ocupacional
Estrechamente vinculado al alto nivel de escolaridad de los participantes, la mayoría del público participante, se desempeña o estuvo vinculado durante su vida laboral, en ocupaciones clasificadas como técnico/superior (62,3%), mientras que el 14,5% son estudiantes, el 14,5% son obreros y el 8,7% ocupa puestos administrativos. Una indagación más detallada sobre la actividad actual complementada con la declaración referente al sector actual o anterior de trabajo, permite ubicar a Rutas y Andares como una opción de verano para dos grupos fundamentales: los que trabajan, en empleos generalmente de profesionales, y los que culminaron esta etapa de la vida, laborando en perfiles similares, y actualmente se encuentran pensionados o jubilados.
Una gran proporción de los participantes trabaja en los sectores de educación (26,7%), salud (17,5%) y cultura (10,1%), por lo que es necesario extender las acciones de promoción a otros sectores o públicos importantes (figura 3 y tabla 3).
De acuerdo con investigaciones nacionales e internacionales, las ofertas culturales de esta alternativa de participación responden a las preferencias de consumo y prácticas culturales de los grupos con mayor nivel educativo y de empleo (Aguado y Palma, 2015; Katz-Gerro, 2017).
Al explorar los elementos de mayor atractivo para los visitantes emergen la dinámica de los espacios y los aprendizajes adquiridos tras participar. Inciden en esta cuestión la novedad de los temas, la forma de presentación de los contenidos, la preparación de los especialistas y la posibilidad de participar como consumidores activos, llegando a sentirse parte de todo el proceso creativo. De este modo, se manifiesta la satisfacción de los asistentes con un ambiente de diálogo que ofrece posibilidades para el intercambio de saberes entre todos los involucrados, estimulando su crecimiento cultural y profesional.
En esta cuestión, incide también una de las vías principales de promoción del proyecto Rutas y Andares: la comunicación a través de amigos y familiares. Ello influye en la prolongación de la experiencia a públicos con características similares o que tienen determinado grado de afinidad con los asistentes habituales.
Estado conyugal
El indicador apunta a una mayor presencia de personas que se encuentran casadas o unidas (46,8%), seguido de los que se encuentran divorciados o separados (24,1%), los solteros (22%) y los viudos (7,1%).
En el caso de la viudez resulta interesante que solo acudieron mujeres en esta condición. A nivel nacional las mujeres son mayoría dentro las viudas, lo cual está relacionado con la feminización del envejecimiento. De modo similar participan en mayor medida mujeres en los estados de soltería, divorcio o separación, mientras que es muy baja la participación de hombres en estos estados, ellos generalmente acuden en compañía de sus cónyuges (tabla 4).
Como se mencionó con anterioridad, las relaciones de género inciden en cómo vivencian hombres y mujeres los distintos eventos de la vida, particularmente la viudez y los estilos de afrontamiento ante el mismo. Si bien la mayoría de los estudios se circunscriben en el impacto económico que estos eventos generan, algunos enfatizan en sus efectos en las posibilidades de integración en distintos escenarios.
Los resultados obtenidos coinciden con los de estudios internacionales que identifican el estatus marital como uno de los factores que limitan la participación cultural; plantean que el no tener pareja, como sucede en los solteros, divorciados y viudos, se asocia a niveles bajos de participación (Sánchez, 2011).
Traslado
El 76,3% de los encuestados afirma que le resultó fácil el traslado desde su lugar de residencia hacia donde se realizaron los Andares Virtuales. En tanto, un 23,7% consideró que se le dificultó el trayecto.
Ómnibus, taxi, caminando, auto y moto, resultaron, en ese orden, las principales vías de transporte mencionadas por los participantes. El hecho de que esta sea la vía más utilizada, refleja la alta motivación por participar (tabla 5).
Vías de conocimiento de las propuestas
Entre las vías a través de las cuales el público conoció sobre las propuestas virtuales, el Programa Cultural de la Oficina del Historiador resultó la más efectiva, señalada por el 62,9% de la muestra. Fue reconocido principalmente por las mujeres y tiene un mayor alcance en los grupos de adultos y adultos mayores. Este tabloide mensual, nacido en noviembre del año 2000, durante los festejos por la fundación de la villa San Cristóbal de La Habana, es uno de los soportes comunicativos fundamentales que contribuye a la promoción de la vida sociocultural en los más de 60 museos y centros culturales. Su adquisición es uno de los beneficios que obtienen las personas tras participar en las Rutas y Andares, de modo que la preeminencia de esta vía indica la presencia de un público habitual que participa en cada edición.
El conocimiento a través de amigos y familiares (29,3%) deviene en otra fuente importante de comunicación. Entre todas las acciones comunicativas esta emana como la de mayor impacto en el público masculino, así como en los grupos de adolescentes y jóvenes. A partir de este resultado se puede intuir el rol que como multiplicadoras de información desempeñan las mujeres adultas mayores, tanto en sus familias como en sus comunidades. Además, se reconoce esta vía dentro de la estrategia comunicativa, en la medida que habla del valor de la oferta cultural, alcanza a los públicos menos representados y estimula la compañía familiar (tabla 6).
El 3,6% destaca la televisión, el 1,4% la radio y el 0,7% la prensa escrita como otros medios de información. Por otra parte, el 2,1% marcó en esta categoría la opción “pasé cerca y entré”. Es preciso tener en cuenta el menor rol que juegan los medios de difusión masiva y la necesidad de explorar nuevas vías, por ejemplo, las redes sociales, a fin de lograr elevar los niveles de popularidad y aceptación.
La experiencia cultural
Los adultos mayores participantes evalúan los Andares Virtuales entre muy buenos (85%) y buenos (15%), no existiendo ninguna valoración de regular o mal. Las principales recomendaciones están orientadas a continuar profundizando en cuestiones de trascendencia y novedad nacional e internacional; así como a la ampliación de nuevas opciones culturales y la mejora de cuestiones organizativas y de accesibilidad.
Los rebotes satisfactorios guardan relación con la peculiaridad del producto cultural, tanto por la novedad y variedad de temas que se abordan, siempre relacionados con contenidos históricos, artísticos, culturales, patrimoniales y científicos; como por las estrategias y dinámicas a las que se recurre para tratarlos, incluida la sensibilidad y experticia de los promotores culturales u otros especialistas invitados, sin los cuales el impacto no sería el mismo.
En estos contenidos se ven representados los intereses de un grupo que, sobre la base del conocimiento previo y la información cultural que poseen, busca ampliar sus saberes en un ambiente que a su vez es fuente de entretenimiento, reflexión, creatividad e intercambio generacional. Este último influye positivamente en el proceso de aprendizaje conjunto. Son estas las motivaciones principales que cada año los impulsan a formar parte de las actividades.
Para este público los conocimientos compartidos constituyen un momento de reencuentro con tradiciones, de identificación con la labor de la OHcH, que ha cultivado en ellos valores éticos de cuidado, de compromiso con el patrimonio y les ha motivado a “amar más a su ciudad”.
Las prácticas desarrolladas en el Centro Histórico de La Habana muestran la repercusión positiva que pueden tener en la adultez mayor los servicios culturales, si se favorece la accesibilidad, en función del conocimiento del público, de la etapa de la vida en la que se encuentra y de sus intereses, para propiciar en la tercera edad un consumo cultural activo y desarrollador.
Conclusiones
Los cambios demográficos que suceden en el país tienen un impacto en todas las esferas de la sociedad, una de ellas es la cultura. El envejecimiento de la población impone nuevos retos a las políticas y servicios culturales. La investigación y comprensión de las particularidades de este proceso a nivel local y comunitario, debe ser referente en la redefinición y proyección de nuevas políticas, programas, acciones y servicios que favorezcan en estas edades una participación cultural activa.
No se debe soslayar la importancia de considerar los temas de género, como ejes fundamentales en función de lograr mayor alcance y equidad en el acceso a los servicios culturales. Por solo citar un ejemplo, las características demográficas del público que asiste a los Andares Virtuales en los meses de verano, nos hablan de una población adulta mayor femenina, urbana, blanca, con altos niveles de educación, que ocupan u ocuparon durante su vida laboral empleos generalmente de profesionales y han desarrollado un capital cultural que direcciona sus prácticas culturales hacia la búsqueda de la ampliación de sus conocimientos.
El diseño de la oferta cultural condiciona en gran medida este tipo de participación. Dicho perfil plantea la necesidad de profundizar en la comprensión de las características y necesidades de las personas de la tercera edad. Esto incluye reconocer la amplia diversidad de este grupo, portador de identidades e historias personales, que deben ser atendidas. Se tiende a ver a los adultos mayores en bloque, por decirlo de alguna manera, y no se tienen en cuenta del todo sus individualidades.
También es vital reconocer las diferencias culturales a nivel local, en el empeño de promover la participación de los grupos menos favorecidos, para garantizar así un mayor impacto a nivel comunitario.