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Conrado

versión impresa ISSN 2519-7320versión On-line ISSN 1990-8644

Conrado vol.15 no.69 Cienfuegos oct.-dic. 2019  Epub 02-Sep-2019

 

Artículo original

Juventud universitaria: preludio para comprender su especificidad

University youth: prelude to understand its specificity

Eduardo Hernández de la Rosa1  * 
http://orcid.org/0000-0002-6333-0846

Hugo César Moreno Hernández1 
http://orcid.org/0000-0003-1709-3955

1 Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. México. E-mail: hcmor@hotmail.com

RESUMEN

RESUMEN La producción de subjetividad moderna exigió dispositivo especializados para la producción de cuerpos dóciles, como el dispositivo escolar, donde aparecen dos construcciones, él joven y la juventud una como sujeto, la otra como subjetividad conjunta. El objetivo de este estudio es generar apuntes necesarios para iniciar la discusión en torno a la juventud universitaria, sus tensiones, desafíos y experiencias dentro de lo institucional, desde un enfoque sociocultural, donde los jóvenes no son considerados el producto de un fenómeno puramente biológico, como proceso por terminar, sino como sujetos agentes de creaciones y cambios en todas las dimensiones humanas. La universidad es también un espacio que permite a ciertos sectores sociales, la emergencia de la juventud como condición, sobre todo en el mundo indígena y, de manera muy particular, en el caso de la aparición de mujeres jóvenes indígenas, donde la interseccionalidad por sí misma invita a pensar más profundamente cómo sucede la experiencia juvenil en la universidad

Palabras clave: Jóvenes universitarios; experiencia juvenil; socialidad

ABSTRACT

The production of modern subjectivity demanded specialized devices for the production of docile bodies, such as the school device, where two constructions appear, the young and the youth one as subject, the other one as joint subjectivity. The objective of this study is to generate necessary notes to start the discussion about university youth, their tensions, challenges and experiences within the institutional, from a sociocultural approach, where young people are not considered the product of a purely biological phenomenon, as a process to be completed, but as subject’s agents of creations and changes in all human dimensions. The university is also a space that allows certain social sectors, the emergence of youth as a condition, especially in the indigenous world and, in a very particular way, in the case of the appearance of indigenous young women, where intersectionality invites to think more deeply about how the youth experience in university happens.

Keywords: Young university students; youth experience; sociality

Introducción

La juventud es una condición deseada, desdeñada, anhelada y criticada, su papel está presente en los relatos de textos salvíficos, en la ciencia ficción, en las novelas y, por supuesto, en los estudios que buscan comprender cómo opera esta dialéctica, tanto en los imaginarios como en las experiencias juveniles. La juventud o juventudes, son resultado de fenómenos modernos (Feixa, 1998, 2013; Urteaga, 2011; Pérez-Islas, 2004). Es decir, algo relativamente nuevo. No obstante, la juventud tuvo cabida especialmente en el medievo, aunque con alusiones a épocas previas, regularmente vista como una condición social otorgada por el evolucionismo lineal de “inmaduro”, un agente que es provisto de las más ridículas acciones, lascivas descontroladas e inclusive torpes, es un sujeto libertino, que es necesario reformar para evitar su perdición. Más allá de esta categoría moralista, su papel no era cerrado, sino creativo, disruptivo, capaz de generar nuevas brechas de comprensión, de lucha, de justicia, resaltando la desigualdad frente al mundo adulto, por lo cual, también eran considerados agentes rebeldes.

Frente al papel de los jóvenes hoy, surgen preguntas como ¿Cuál es el origen del joven y de aquello que llamamos juventud? ¿Cómo es que se crean registros de comprensión e interpretación por parte de ellos?, sin embargo, en este documento, nos preocupa ofrecer indicios para responder ¿Qué experiencias generan dentro de la institución, particularmente la universitaria? Podemos comprender, de primera mano, que el papel del joven está situado en un proceso liminal entre la adolescencia y la adultez, la una desprovista de mucha atención y justificada por su crecimiento, la otra vista como cúspide de lo ideal dentro del campo de atención de lo social. Pero no es la perspectiva que aquí utilizamos, porque el texto busca generar apuntes necesarios para iniciar la discusión en torno a la juventud universitaria, sus tensiones, desafíos y experiencias dentro de lo institucional, desde un enfoque sociocultural, donde los jóvenes no son considerados el producto de un fenómeno puramente biológico, como proceso por terminar, sino como sujetos agentes de creaciones y cambios en todas las dimensiones humanas.

Desarrollo

Aludir a la juventud nos lleva por escenarios románticos, que pueden estar estructurados bajo tres distinciones: una metalógica melancólica de aquellos que perdieron la juventud en la superfluidad de la necesidad social; una metalógica de la impulsividad y, por tanto, del rose con los excesos dionisiacos; una la metalógica de la adolescencia de las facultades cognitivas, emotivas o volitivas.

En estas tres metalógicas la expresión de juventud se construye desde lo simbólico-imaginado que reitera, de forma constante, un momento del hombre no acabado, con añoranza por el vigor de la belleza, siempre finito, con voluntad, pero no con experiencia, impreciso, con muchas ideas, pero todas ingenuas.

La alusión del joven, ha tenido un tránsito desde los púberes, en las sociedades primitivas sin estado; los efebos, de los estados antiguos; los mozos, de las sociedades campesinas; los muchachos, de la primera industrialización; los jóvenes, de las modernas sociedades posindustriales (Feixa, 1998, p. 19). Sin embargo, esta alusión ha visto al joven desde una perspectiva de “objeto”, reificando su praxis. Esta idea ha traído consigo el anclaje de las metalógicas simbólicas-imaginadas dejando de lado la subjetividad específica de los sujetos jóvenes.

Este ejercicio de comprensión reduce de manera ontológica el papel del joven dentro de las sociedades, al punto de la objetivación dentro de lo simbólico-imaginado, haciendo de lo juvenil una etapa puramente transitoria de la vida para cualquier sujeto, algo tan pasajero que no logra hilvanar líneas de subjetividad capaces de producir social, cultural, económica y políticamente. Es con la institucionalización de la educación donde, como efecto no deseado, surge el fenómeno de la juventud. El reconocimiento sobre las potencialidades de los sujetos, tiene su lado oscuro en la necesidad de formarlos según las exigencias funcionales del sistema de sociedad moderno-capitalista, tanto en sentido técnico como cívico. Esta necesidad de modelar las subjetividades es ampliamente presentada por Michel Foucault en varios momentos (Vigilar y castigar, El nacimiento de la Biopolítica, Los Anormales) donde observa procesos de doble estrategia, uno donde el modelamiento busca reducir lo colectivo a lo individual a partir de la disciplina, la vigilancia y el castigo en clave humanitaria, la anatomopolítica dirigida a la producción de cuerpos dóciles, esto es, lo que llamamos aquí formación cívica-técnica: sanos para el trabajo y débiles para la resistencia política. La segunda estrategia o tecnología del poder va en sentido opuesto, es decir, a la homogeneización de la individualidad hacia lo colectivo, siendo lo colectivo la población, se trata de la biopolítica, donde el cuerpo es considerado objeto del ejercicio del poder en cuanto cosa viva, modelando la subjetividad mediante un conjunto de ciencias y técnicas, así como de los dispositivos que sean necesarios.

La producción de subjetividad moderna exigió dispositivo especializados para la producción de cuerpos dóciles, como el dispositivo escolar, donde aparecen dos construcciones, él joven y la juventud una como sujeto, la otra como subjetividad conjunta. Abordar a la(s) juventud(es) y al joven, exige reconocer su presencia en la distribución de los agentes en campos sociales y con sus respectivos capitales. Dicha distribución, remite a la producción y reproducción de un “orden” respecto de los límites y alcances que tienen agentes dentro de lo social.

Estas distribuciones siguen procesos lineales respecto de los “momentos” que tiene la vida del ser humano sobre su participación en lo social. Quizá debido a la aceptación del evolucionismo lineal. La movilidad en los campos sociales, etapas de formación y/o crecimiento, se vuelve hermética en tanto han existido procesos, rituales y condiciones de cambio de un estatus a otro. Dosificando las formas de modelar y de ingresar la voz y voto de los agentes en estos campos. Así, emerge la niñez, la juventud y la edad adulta, cada una con cualidades específicas de agenciamiento.

Un joven, como todas las demás condiciones humanas, como el bebé, como los niños, como un adulto o un anciano, no está afuera, sino dentro del tejido social general de una era determinada. No es algo aparte, algo que cede lo menos posible a fuerzas e influencias que son más o menos nuevas, más o menos urgentes o efímeras. Al contrario, es una expresión de la época, así como una influencia que opera sobre el presente y el futuro, que deja huella y ésta se vuelve pasado. Hasta aquí, ser joven aparece como una condición social, que pulsa en la subjetividad de su ejercicio creador.

En este sentido, la juventud se convierte en producto histórico, en una institución en tanto lo integran agentes y genera un agenciamiento mediante las tensiones de las que nos refiere Urteaga (2011), en el recorrido histórico que ejecuta en su revisión sobre representaciones sociales de la juventud, no obstante, esta última ha intentado ser constreñida por una delimitación conceptual, al respecto, dice Taguenca (2009), que “no hay que olvidar que cualquier definición sustantiva de lo juvenil es algo parcial, ya que el concepto es difícil de anclar en realidades concretas que le den identidad desde categorías bien definidas que no caigan en estereotipos caducos de antemano”. (p.11)

La juventud, aparece como un proceso liminal, en el que la delimitación de las posibilidades de agenciamiento no es clara y se remite a la construcción cultural de cada sociedad, así la expresión de Feixa (1998), sobre los tipos ideales de la juventud se vuelve un referente sobre estas lógicas. Sin embargo, siguiendo el argumento de Feixa, el papel de los jóvenes, tal como sería la noción acuñada, no solo está vinculado con un tipo de sociedad, sino también con sus instituciones.

Urteaga (2011), hace un recorrido sobre las representaciones del joven, su trabajo nos permite recapitular y comprender que la condición de joven, ha estado presente en su comportamiento por parte de quienes ya han tomado posiciones dentro del campo social, la tipificación del joven responde, entonces, a las tensiones del campo, sobre lo que le es necesario, y es en razón a ello que se tensionan las prácticas de los jóvenes, desdeñándolas como irreflexivas, fuertes, pero no inteligentes, así como movidas por las pasiones dionisiacas no aceptadas dentro de lo apolíneo del campo adulto.

Es hasta este punto que el análisis de la juventud es una categoría que ha estado presente en distintos textos, aludida o interpretada, su principal momento según Suárez Zozaya (2018), fue en el medievo donde el establecimiento de la universidad durante el siglo XII promovió la escolarización de los mozos, teniendo como efecto la construcción de cofradías, fraternidades y gremios que podrían aglomerase por su condición, su lugar de origen o afinidad ideológica, esto es, producir relaciones horizontales de socialidad, impulsadas por las necesidades de formación-socialización, siempre en sentido vertical en cuanto relación jerárquica. Durante este periodo, el papel del joven tenía una construcción mucho menos clara, pues eran referidos como hombres no acabados, que por su falta de expertis deberían participar de un proceso de instrucción regularmente otorgada por la imitación, el papel del joven era, en estricto sentido, el de un agente en proceso de modelación, no terminado.

La escolarización aparece como un proceso de socialización de la juventud y por tanto de la subjetividad. A partir del establecimiento de la escolarización, se promovió que la juventud tuviera una participación específica, en tanto fue productora de subjetividades mediante su socialidad, entendida a esta como el repertorio de gestos, los cuales pueden ser miradas, palabras, movimientos y otros medios incluso simbólicos que hacen que los agentes puedan tener un marco de interpretación común respecto de otros. En suma, los jóvenes construyeron un campo dentro del campo de la adultez, para ser más claros, dentro del ejercicio del poder disciplinar de lo escolar, campo de lo adulto, los jóvenes crearon sus propios registros de comunicación dando lugar a un campo en sí mismo, donde ellos, aludían a capitales específicos dentro de su mismo campo, es decir, saberes propios, creados gracias al estar juntos, como resultado no esperado de la escolarización masiva.

Al respecto de la socialidad, Aguilar (2016), nos apoya con este argumento “la sociabilidad no se trata, entonces, de un qué, sino de un cómo, capaz de dotar de sentido a la interacción en el despliegue de recursos expresivos evidentes para los participantes de la situación”. (p.25)

Por lo tanto, la socialidad permite acércanos a comprender ¿Cómo se lleva a cabo la construcción de una experiencia juvenil y su subjetividad?, pues mediante ella se pueden comprender los registros construidos de forma creativa en los campos de las juventudes, fuera de la mirada vertical de la socialización, es decir, fuera de la mirada adulta.

Especialmente, la Universidad desde su origen en el siglo XII ha contribuido a un proceso de formación respecto del agente. La Universidad es una de las instituciones que más ha perdurado, en cuanto a sus procesos de modelamiento, es por ello que la Universidad, como institución, no debe pasar desapercibida.

La juventud, en los escenarios institucionalizados, está medida por límites imaginados respeto de lo que se cualifica como juventud. Su expresión se cataloga, estereotipa o estigmatiza de tal manera que se generan protocolos de acción, no dichos, sí imaginados, representados, creídos, percibidos o referenciados sobre los comportamientos, prácticas y discursos que los jóvenes deben desarrollar, al respecto Urteaga (2011), comenta que “a este mini modelo, se le impregna de un conjunto de atributos que se ensencializan-naturalizan como aspectos de la identidad juvenil, a los cuales se califica y clasifica como positivos o negativos”. (p. 45)

Si bien ellos pueden compartir una misma experiencia social, sus intensidades, niveles y orientaciones pueden ser infinitas. Siguiendo a Urteaga (2011), en “México una nación dirigida por un proyecto liberal, el cual considera educar al pueblo, y sobre todo a su juventud, como elemento fundamental (Barceló, 2004), para el desarrollo, esto es según una orientación lineal, que hace de la movilidad social un asunto de “maduración”, en la que los jóvenes deben llegar “ser” parte la sociedad adulta, para confiarles la dirección de las instituciones sociales y, por tanto, su pervivencia” (p. 55). En este sentido, las necesidades del joven son tensionadas por la exigencia de convertirse en adultos para ser considerados elementos legítimos de su constitución. Por eso, su forma de trasgredir la normatividad deviene en ejercicio de diferenciación creativa de la condición moral requerida por el mundo adulto.

La proyección cultural de los jóvenes es minimizada por la proyección institucional de la juventud, dejando de lado la diversidad y heterogeneidad, puesto que aparece una visión polarizada de las experiencias juveniles, ya como esperanza para el futuro, ya como problema irresoluble en el presente, definiendo la praxis de los jóvenes como un asunto de objetividad adulta, donde ellos sólo participan como fenómeno y no como agentes. en ese sentido, los jóvenes se convierten en estudiantes, en “ninis”, violentos, delincuentes, siendo unidimensionados. Un enfoque de juventud no minimiza la experiencia de los seres humanos a la etapa biológica de la edad, sino que comprende en dicha etapa la consolidación de sujetos sociales capaces de participar, gestionar y crear en lo político, lo cultural, económico, social y en todas las dimensiones humanas, más allá de delimitaciones etarias.

Por ello, la pregunta ¿Existen o no los jóvenes en la universidad?, no es ociosa, en tanto la juventud es un efecto de la causa de escolarización, los jóvenes existen, pues ellos son construidos y comprendidos como agentes en modelación dentro de los espacios universitarios. El espacio Universitario, señala Suárez Zozaya (2018), otorgaba además de un proceso de modelación, una construcción identitaria, que trajo consigo diferencias de clase, con una distinción de quienes estaban en la Universidad y de los jóvenes que no. Sin embargo, en la actualidad es necesario, según una perspectiva que permita comprender la diversidad a través del entrecruzamiento de la edad, la etnia, la clase y el género, cómo opera la educación universitaria en la vivencia de experiencias particulares que van más allá de una pura experiencia escolar.

¿Cómo quieren que sean los jóvenes?, el joven será un agente en proceso de formación, así lo refiere Taguenca (2009), cuando tipifica en segmentación lineal (libre-fijado), circular (abierto-cerrado) y binaria (rebeldía-sumisión). En cada una de estas segmentaciones, la tipificación se refiere a ciertas cualidades que son transitorias desde la perspectiva del adulto y donde el joven es tensionado por la caracterización de los contextos donde se encuentra, los entrecruzamientos ya citados.

Si se dan estas tensiones en el joven, ¿Cómo es que dentro de los procesos institucionales se da la construcción de la experiencia juvenil? En este punto es necesario situar que no hay una sola juventud, en tanto sus expresiones varían dependiendo el contexto y el periodo socio-histórico, en este sentido, las experiencias juveniles se dan per se sin la mediación de la institución, sino que los espacios pedagógicos son reconfigurados en los momentos, espacios y herramientas que les son dotados para lograr crear experiencias y expresar sus sentires. Por lo tanto, podremos tener experiencias a través del espacio físico (pasillos, estacionamientos, cafeterías, sanitarios, áreas verdes) pero también estarán aquellos espacios simbólicos (momentos muertos en clase, redes sociales y demás registros) creados por los jóvenes en sus respectivos campos, así como la experiencia de juventudes emergentes, como las producidas por la escolarización de los grupos indígenas, quienes viven experiencias muy distintas a sus pares etarios no escolarizados.

Al aludir a los aspectos de la socialidad de los jóvenes y su heterogeneidad ¿Cuáles son las diferencias entre el escenario socio-institucional público y privado que impregnan la subjetividad de los jóvenes? Tal como se ha argumentado, abordar a las juventudes, nos permite comprender distintas posiciones de interpretación de la juventud que estará situado, principalmente, por el contexto y el espacio socio-histórico al que representen, por lo que si habrá diferencias entre ambos contextos, especialmente podrán ubicarse sobre su consumo cultural y económico, en tanto el acceso a la universidad será para algunos una oportunidad de modelarse y acercarse a encontrar alguna posibilidad de movilidad social, mientras que pueden encontrarse por el contrario en una institución, una orientación hacia la clausura de clase con relación al origen social.

Aun así, las experiencias juveniles podrán mantener ciertas características de homogeneidad, en tanto en ambos casos son agentes desprovistos del capital necesario para tomar otras posiciones dentro de campo estructurado adulto céntricamente ¿Qué pasa en la universidad en términos de la experiencia juvenil, sobre la experiencia escolar, que promueven la construcción de una subjetividad que se enfrenta al mercado laboral? Dentro del proceso de formación de las competencias específicas y profesionales, dentro del contexto universitario se buscará lograr mantener ciertas características preparatorias para el cambio de posición dentro del campo, no obstante, no es desconocido que la efectividad de la formación escolar dista del aseguramiento del éxito laboral. En ese sentido, la universidad, más que una institución que posibilita el acceso a la adultez, se invierte en territorio juvenilizado, es decir, un lugar donde se puede seguir siendo joven gracias a la ampliación del campo de posibilidad de la experiencia juvenil: el ser universitario. Entonces ¿Cómo se despliega la experiencia juvenil en tensión con la autoridad pedagógica universitaria? En el contexto de formación universitaria, los papeles de trabajo son distintos sobre los que usualmente conocía el estudiante, ciudades como Ciudad de México, Estado de México, Puebla y Veracruz son entidades que hacen que el papel de universitario tenga características particulares al mantener una población constante de estudiantes de otros contextos, por lo que el papel de estudiante universitario aún mantendría cierto aire de emancipación, no obstante, las condiciones son variantes, el papel de la autoridad pedagógica puede ser relativizada, en tanto los docentes no mantienen, en la mayoría de los casos, un distanciamiento de los estudiantes, sino que son conocidas las historias de comunión entre docentes y universitarios. Pareciera que el docente es un agente más en la modelación. Si bien su papel es fundamental para la institución, la experiencia juvenil va más allá del mismo, pues puede ser partícipe de la construcción de registros de resistencia por parte de los estudiantes sobre contenidos desprovistos de una utilidad pragmática para su cotidianidad y ubicarse más en un adulto formador.

Hasta este punto, es necesario visualizar el papel de la juventud y la universidad, es decir, la experiencia de la juventud universitaria, en este sentido, podemos ubicarnos dentro de la escena teórica a partir de los estudios de Suárez Zozaya (2018); Fernández Poncela (2012); Urteaga (2011); Fernández Plastino (2010); Murcia Peña (2008); Bourdieu (1989); Krotsch (2002); y Balardini (2000), y tomar las expresiones empíricas de los jóvenes para explicar a la juventud dentro de los espacios universitarios y la construcción de su experiencia. Sin embargo, a efectos de no reducir la edad a una expresión lineal del desarrollo humano y ceñirlo a algo más amplio que eso, se plasma a la juventud como una condición social.

Conclusiones

La juventud es una condición social liminal, consecuencia de la institucionalización de la formación de sujetos, ello tuvo el efecto de la segregación de aquellos que iniciaban una formación disciplinaria de su corporeidad y subjetividad de aquellos que no lo hacían metódicamente, sino empíricamente a partir del devenir de la vida misma. En ambos casos, la delimitación de juventud mantiene una heterogeneidad importante. Ello refiere que esta segregación no es condición de especialización, sino expresión del ejercicio del poder para la construcción de la subjetividad del “joven”, aquella que sea ad hoc al Estado.

Hasta este momento, la distinción entre joven y juventud es fundamental, si bien ambos son efecto del proceso de escolarización, la juventud no es una institución homogénea, sino heterogénea, las juventudes son tan variantes como experiencias de jóvenes existan y ellas dependerán de las expresiones y tensiones del contexto socio-histórico, tal como lo son los punks o los pachucos.

El agenciamiento de los jóvenes se da a partir de la institucionalización de sus prácticas en lo escolar, mientras que su ejercicio de construcción y consumo cultural, se da mediante la socialidad, la cual garantiza la construcción de un habitus que ayuda a comprender sus prácticas, relaciones y discursos en el campo y en las expresiones y alcances de este campo sean físicas o virtuales, en una serie de relaciones horizontales, donde la verticalidad jerárquica, si sucede, tendrá que ver con los saberes producidos por una forma específica de estar juntos, siempre entre pares, siempre horizontal.

El ser joven universitario es una condición social, diferenciada respecto de la juventud en general, en tanto hay jóvenes no universitarios, la categorización de joven universitario inclusive expresa tensiones de clase y de consumos culturales, que dan cuenta de su identidad y su propia experiencia, por lo que un contexto universitario privado o un público influyen en las experiencias juveniles, así como el contexto político-social donde se manifieste. Además, la universidad es también un espacio que permite a ciertos sectores sociales, la emergencia de la juventud como condición, sobre todo en el mundo indígena y, de manera muy particular, en el caso de la aparición de mujeres jóvenes indígenas, donde la interseccionalidad por sí misma invita a pensar más profundamente cómo sucede la experiencia juvenil en la universidad.

Por lo tanto, no puede dejarse de lado el papel que tiene la juventud sobre su construcción identitaria y sus formas de expresar su condición de ser joven universitario, sean estas expresiones constreñidas en su autoidentidad o de las expectativas de los adultos sobre ellos.

Referencias bibliográficas

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Recibido: 17 de Enero de 2019; Aprobado: 29 de Mayo de 2019

*Autor para correspondencia. E-mail:hernandezdelarosae@gmail.com

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