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Conrado

versión impresa ISSN 2519-7320versión On-line ISSN 1990-8644

Conrado vol.16 no.76 Cienfuegos sept.-oct. 2020  Epub 02-Oct-2020

 

Artículo original

Hermenéutica analógica, didáctica y educación

Analogical hermeneutics, didactics and education

Adrián Sánchez García1  * 
http://orcid.org/0000-0002-0294-0018

1 Universidad de Valladolid. España

RESUMEN

La Hermenéutica Analógica, aplicada a la didáctica es una de las actuales líneas de investigación en lo referente a educación y Hermenéutica Analógica. Así, partimos de la base de que se puede entender el aula como un texto a interpretar. Dentro del aula se producen relaciones entre diferentes individuos, los cuales utilizan, consciente o inconscientemente, una phrónesis didáctico-interpretativa en favor del hecho educativo. Además, encontramos en el aula la figura del docente como experto hermeneuta que debe leer correctamente el aula y las relaciones que en ella se dan, por lo que las bases de la Hermenéutica Analógica deberían ser enseñadas en las aulas universitarias.

Palabras clave: Hermenéutica analógica; didáctica; educación; docente; phrónesis didáctico-interpretativa

ABSTRACT

Analogical Hermeneutics applied to didactics is one of the current lines of research regarding education and Analogical Hermeneutics. Thus, we start from the base that the classroom can be understood as a text to be interpreted. Within the classroom relationships between different individuals occur, who use consciously or unconsciously an interpretative-teaching phronesis in favor of the educational fact. In addition, we find in the classroom the figure of the teacher as a hermeneutic expert who must read the classroom correctly and the relationships that occur in it, so the foundations of Analogical Hermeneutics should be taught in university classrooms.

Keywords: Analogical hermeneutics; didactics; education; teacher; interpretative-teaching phronesis

Introducción

Este artículo nace como consecuencia de mi formación como maestro y la reflexión sobre la práctica educativa, tanto en los periodos de prácticas de los grados en Educación Primaria y Educación Infantil, como de mi experiencia docente universitaria y en el ámbito de la educación formal de adultos e informal con niños y adolescentes. Además, tuve la oportunidad de disfrutar de una beca, por parte del Consejo social de la Universidad de Valladolid, de colaboración en tareas de investigación en el Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura del Campus ‘Duques de Soria’, donde conocí en profundidad la Hermenéutica Analógica, una ciencia ya consolidada, y a su máximo exponente, el filósofo y semiota mexicano Mauricio Beuchot.

También me gustaría comenzar este texto recordando que, aunque no se considere mayoritariamente así, los profesionales dedicados a la enseñanza (docentes, maestros y profesores) somos a su vez científicos de la educación, encontrándose esta concepción implícita en los cimientos de nuestra profesión, sobre la que recae el peso del sistema educativo.

Desarrollo

Partimos de la base de que la hermenéutica es el arte y la ciencia de interpretar y de que el ser humano es un animal interpretativo puesto que podemos definirlo “como el animal que interpreta, ya que este modo de comprensión no es una actividad más entre otras muchas de que realizamos los humanos, sino una estructura básica de nuestra experiencia de la vida”. (García, 2002, p. 108)

Las ciencias sociales y humanas requieren de una hermenéutica basada en la analogía, por ello se encuentra en desarrollo la implementación de la Hermenéutica Analógica en el ámbito educativo, siendo necesario continuar investigando las herramientas más adecuadas que produzcan beneficios en los diferentes niveles, desde educación infantil hasta educación de adultos (en la que podríamos incluir hasta la estimulación cognitiva de personas mayores). Además, existen desde hace más de una década diferentes textos que estudian la relación entre Educación y Hermenéutica Analógica, entre ellos los dedicados a la historia de la educación.

De acuerdo con García (2002), si consideramos la educación como una praxis, la filosofía de la educación debe analizar lo que la distingue de otro tipo de praxis que no son acciones educativas. Trujillo (2011), defiende que la educación es “la asimilación o la inserción creativa dentro de una cultura” (p. 191), y podemos describirla como un cúmulo de actividades, normalmente planificadas, que pretenden ampliar el conocimiento y la buena disposición mediante la enseñanza. Además, podemos completar esta definición de educación añadiendo que comienza por el menester de desarrollo de “un alumno, activo, dentro del marco de una comunidad en su contexto determinado; estableciendo como tareas de la educación el preservar, transmitir, modificar su propia tradición y, además, moldear o formar la propia personalidad del estudiante” (Magadán, 2015, p. 25). Así, los maestros somos elementos indispensables para perpetuar el sistema y/o para intentar hacer del mundo, poco a poco, un lugar mejor.

No debemos olvidar que el docente “debe hacerse cargo de las necesidades de aprendizaje del alumno, y establecer una mediación con él y los aspectos de la cultura que satisfacen esas necesidades. Dicho de otra manera, educar es tender puentes” (García, 2002, p. 109), y hoy en día es más necesario que nunca tender puentes en numerosas y diversas direcciones.

Además, personalmente, considero que las sociedades modernas han perdido en las últimas décadas algo esencial, que también lo es en la educación: la humanidad. Por ello, “habría que replantearse las nociones comunes sobre educación para volver al significado que es la humanización” (Trujillo, 2011, p. 205). Volver a humanizar la sociedad del siglo XXI es una labor en la que los científicos de la educación debemos participar de manera activa y contundente.

Diversos autores defienden un criterio hermenéutico para estudiar las ciencias humanas, por ejemplo, García (2002), “así pues, es necesario librarse del prejuicio de que sólo es científico lo que se construye según las metodologías empírica, racionalista o cognitivista, y romper una lanza a favor del análisis de la intersubjetividad y de los significados que están inscritos en la realidad social”. (p. 131)

Debemos tener en cuenta que en cualquier realidad social se establecen relaciones, así que, para analizar el hecho educativo, donde se produce principalmente el contacto entre profesores y alumnos en las aulas, se pueden utilizar criterios hermenéuticos. Esta relación docente-discente, basada en la comunicación, se encuentra sustentada e interpretada por la Hermenéutica Analógica.

Primero (2013), expresa que si entendemos la educación como una ciencia que se ocupa de la formación humana, podemos plantear la Hermenéutica Analógica como una filosofía de la educación que permite “la formación humana: la formación de la persona, y sus habilidades operativas, relacionales y auto cognitivas y auto-gestivas, por lo cual desarrollada a profundidad puede ser una guía fuerte en la construcción de la sociedad requerida para una mejor vida”. (pp. 264-265)

Es necesario recordar que “toda práctica educativa está guiada por un ideal de perfección humana, por una idea particular de excelencia, incluso cuando no se sea consciente de ello de un modo reflexivo” (García, 2002, p. 100). En este sentido, estar inmerso en un proceso educativo, ser docente y hacer didáctica implica una cierta búsqueda de utopía para obtener el correcto funcionamiento del proceso de enseñanza-aprendizaje.

Sin embargo, “considerar la educación como una actividad de carácter interpretativo o hermenéutico no es, ciertamente, la manera más común de enjuiciar este fenómeno” (García, 2002, p. 150). En efecto, como defiende este texto, se hace más necesario que nunca enfocar el terreno educativo desde una óptica interpretativa y hermenéutica, que además se abrirá a otros ámbitos como la cultura, puesto que “la comprensión de la propia cultura es tarea de la educación y, como tal, es una tarea hermenéutica”. (Monzón, 2010, p. 39)

Esta visión analógica de la educación implica un dialogo intersubjetivo entre docente y alumno, y estos mismos con la tradición y los textos (Magadán, 2015). Es decir, busca la conexión entre diversos elementos, pero, de acuerdo con Beuchot (2014), la “hermenéutica analógica trae consigo un modelo o paradigma de educación. Es una educación entendida no como mera información, sino como formación de virtudes. Se forma el juicio del educando, para que sea capaz de comprender y de criticar, ya que la comprensión se establece como juicio, y el juicio es donde se deposita la crítica. Es el juzgar, el enjuiciar, que es el aprendizaje más rico”. (p. 26).

Siguiendo a Beuchot (2011), una de las virtudes que desarrollan los educandos con una educación planeada desde la Hermenéutica Analógica es la prudencia, entendida como la phrónesis griega: la proporción, el punto medio de las acciones y la búsqueda del medio que conduce al fin. De hecho, en palabras del mismo autor, “lo que más importa de una actividad interpretativa es que llegue a constituir en el hombre un hábito, una virtud, la virtus hermenéutica”. (p. 47)

Otro de los elementos educativos que se pueden observar desde una perspectiva hermenéutica es el currículo, entendido como “la concreción de una (o varias) ideas educativas; es decir, la educación (en abstracto) se concreta en el currículo, en cuanto que éste representa, de cierta manera, la narración de un determinado proyecto educativo. Si esto es así, entonces el currículo: 1) es el resultado de una interpretación de la realidad y 2) es un texto que es interpretado, a su vez, por docentes, investigadores, estudiantes y, en general, toda la sociedad desde distintas perspectivas. Ésta es la doble naturaleza textual del currículo”. (Monzón, 2010, p. 42)

Así, el currículo como mediación cultural hace reflexionar al estudiante gracias a la orientación del docente y del propio currículo. Este es el currículo analógico deseable en educación, ya que los currículos univocistas simplemente transmiten información (Monzón, 2010).

Hermenéutica Analógica aplicada a la Didáctica

Uno de los últimos avances en Hermenéutica Analógica es su aplicación a la didáctica, y su función de “inspiración pedagógica de la época tiene un gran futuro, si somos capaces de crear prácticas -económicas, morales, educativas, vitales, que generen nuevas experiencias, y de ahí, personas más sanas y buenas, que las producidas por la época de la incertidumbre”. (Primero, 2013, p. 281)

Francisco (2017), reivindica que la didáctica posee muchos aspectos afines de la Hermenéutica Analógica. Asimismo, la Hermenéutica Analógica aplicada a la didáctica ayuda a poner el foco en el enrevesado hecho del fenómeno educativo, donde se integran “los procesos, situaciones y agentes que forman el verdadero acto educativo”. (p. 15)

La didáctica es un arte y una ciencia que se mueve entre teoría y práctica, entre norma y realidad, entre la individualidad educativa de cada sujeto y la enseñanza metódica (Francisco Carrera, et al., 2016b). Precisamente es el profesor quien se encuentra constantemente acompañado de la Hermenéutica Analógica en esta lindante senda que recorre cada día en el aula.

Debemos recordar, que al igual que la ciencia didáctica “media entre la teoría y la praxis, en los constructos teoréticos educativos y los contextos de enseñanza-aprendizaje concretos” (Francisco, et al., 2016a, p. 3); la hermenéutica “no sería ciencia puramente teórica, ni ciencia puramente práctica, sino mixta de teoría y praxis, esto es, como pura y aplicada”. (Beuchot, 2011, p. 38)

Además de localizarse en los procesos de comprensión e interpretación, la didáctica y la Hermenéutica Analógica se encuentran presentes en toda situación educativa, formal e informal, donde se produce enseñanza y aprendizaje (Francisco, et al., 2016b). No podemos olvidar que todo el mundo somos maestros, aunque no se posean los estudios para ello, y también alumnos, pese a no ir a escuela, puesto que todos y cada uno de nosotros estamos aprendiendo y enseñando constantemente, haciendo verídico el refrán español “a la cama no te irás sin saber una cosa más”, e incluso aportando al refranero uno de nueva creación: “enseñar, hemos enseñado, aunque no lo hayamos planeado”.

En consecuencia, si nos centramos en qué ocurre dentro de un aula, los maestros enseñan a los alumnos y aprenden de otros maestros, los alumnos enseñan a otros alumnos y aprenden de los maestros, y los maestros también aprenden de los alumnos. Así, en los procesos de enseñanza, los roles de docente y discente pueden incluso evaporarse, emanando solo el aprendizaje (Francisco, 2017). Esta es, sin lugar a dudas, una hermosa cualidad del ser humano.

Siguiendo con la misma idea, Francisco, et al., (2016a) afirman que “el educador se educa para educar, pero nunca deja de ser primeramente un sujeto que es educado, incluso en las interacciones en las que se dedica a educar formalmente a otros, esto le convierte, en nuestra opinión, en un soñador lúcido y en un optimista vocacional”. (p. 11)

Es importante insistir en que “la didáctica es un camino intermedio entre la practicidad absoluta y la teorización extrema, que tiende a su vez un puente entre la normatividad y la realidad del aula” (Francisco, et al., 2016b, p. 6), es decir, media entre teoría y praxis, siendo analógica en su desarrollo. Así, “de alguna manera, las didácticas juegan entre dos mundos y por ellos son de carácter analógico y hermenéutico, estos dos mundos son, por un lado, la teoría y la práctica y, por otro, la sociedad y los entornos educativos” (Francisco, 2016, p. 351). Esta es una hibridación teórico-práctica entre el conocimiento de otras disciplinas y su aplicación en contextos educativos reales.

Precisamente, “la didáctica del nuevo saber, su transmisión, no es sólo la utilización de métodos pertinentes, pues el conocimiento se da en un ser complejo y contradictorio” (Trujillo, 2011, p. 192). De hecho, los procesos de enseñanza y aprendizaje son, como todo lo humano, muy simples y muy complejos a la vez Francisco (2017). Por ello, es necesario utilizar una combinación de métodos, enfoques y metodologías para llevar a cabo un correcto proceso de aprendizaje-enseñanza en el aula. Y considero importante recalcar aquí que a cada alumno le beneficia un tipo de enseñanza determinada en un determinado momento, incluso aunque la consideremos desfasada o sus beneficios sean muy limitados.

Por todo ello, acertadamente, Francisco, et al., (2016a), manifiestan que “la didáctica es ontológicamente analógica, porque a partir de marcos explicativos, directrices normativas y desarrollos metodológicos se involucra en la indagación concreta de la manifestación individual del desarrollo de los procesos educativos sostenidos entre los diversos agentes que interactúan en las unidades de sentido didáctico que acontecen en el aula”. (p. 6)

Además, Francisco, et al., (2016b), exponen que el saber didáctico es saber phronésico, saber epistemológico intercedido por una práctica que implica una metodología adecuada y una correcta lectura por parte del maestro. También, tal y como afirman estos autores:

desde las perspectivas meramente didácticas, uno ha de ser prudente y aventurero a la vez, aquí radica la dificultad de la empresa. Uno se ha de alejar del territorio conocido para así experimentar y ser capaz de intuir mejorías, evaluar problemas, pero este alejamiento ha de hacerse con un alto grado de consciencia. Dicho proceso ha de tomar puntos de referencia y anclarse, para así no perderse durante la aventura, durante la exploración (Francisco, et al., 2016b, p. 8).

Pero antes de centrarnos en la visión del docente como hermeneuta, me gustaría aportar otra extensa pero crucial cita:

La didáctica transita entre lo general (normativo y teórico) y lo particular (práctica educativa concreta) y aunque ha de conocer bien estos ámbitos, siempre estará más cerca de la realidad del aula porque su finalidad última son los procesos de enseñanza y aprendizaje concretos, algo que es todavía más acuciante en las que se conocen como didácticas específicas. Las didácticas específicas son ya el paso último de lo abstracto y normativo a lo más concreto e interpretativo. Pues bien, aquí la mediación analógica y phronésica ha de ser evidente, el sentido de proporción y la prudencia vivencial deben ayudar al experto en didáctica cuando ‘baja’ a las trincheras o cuando desarrolla instrumentos que sean usados apropiadamente y de manera particular en contextos definidos de aprendizaje (Francisco, et al., 2016b).

La Figura del Docente como un Experto Hermeneuta

El docente comienza a ser un docente consciente durante sus estudios universitarios dedicados a tal efecto. De hecho, “formarnos como profesionistas implica necesariamente identificarnos como tales; de lo contrario, solamente la haremos de docentes y no seremos docentes” (Monzón-Laurencio, 2011, p. 28). Pero, ¿Qué significa ser docente? De acuerdo con este autor, enseñar un conjunto de acontecimientos constantes y coherentes entre sí sobre los hechos que social e individualmente se consideran docentes.

Por suerte o por desgracia, en algún momento de nuestra vida, las personas con formación didáctica hemos escuchado que nos digan “hablas como un profesor”. Esto se debe a que nuestro proceso de identidad docente “nos permite incluir otros enunciados que hablan de otras cosas pero que son construidos fundamentalmente desde la perspectiva docente”. (Monzón-Laurencio, 2011, pp. 31-32)

Sin embargo, si “está claro que necesitamos revalorizar la figura del docente, también tendremos que reflexionar sobre qué es y qué no es y sobre todo qué podemos pedirle y qué no” (Francisco, & García, 2018, p. 40). Así, “hablar de un profesor competente significa que dentro de su narrativa personal es capaz de establecer algunos saberes y habilidades que se han establecido de antemano como los que cualquiera que pretenda llamarse (identificarse como) docente debe cumplir”. (Monzón-Laurencio, 2011, p. 32)

Como ya se ha esbozado con anterioridad, los seres humanos estamos interpretando constantemente, en cada momento de nuestra vida, desde que nos despertamos hasta que nos volvemos a dormir, desde que nacemos hasta que abandonamos este mundo. Precisamente, “interpretar es un rasgo esencial de toda actividad humana” (García, 2002, p. 107), siendo así todo proceso de conocimiento interpretativo, aunque no siempre seamos conscientes de ello.

De acuerdo con Guanipa (2005), los textos a interpretar pueden ser escritos, hablados o incluso actuados. En el proceso de enseñanza, el maestro debe leer la clase como un texto. De hecho, “el aula como constructo edificado a partir de una base racional narrativa deja una fundamentación clara de posible lectura y, de este modo, el especialista en didáctica no puede dejar de ser un devoto y convencido hermeneuta”. (Francisco, et al., 2016b, p. 12)

Las interpretaciones desarrolladas por el docente deben ser analizadas de manera cautelosa puesto que “no es ir a más, es ir a mejor. No es comprender cada vez más… es comprender mejor” (Francisco, 2016, p. 73). En este sentido, el docente, como experto hermeneuta, no debe enseñar más, sino enseñar mejor; ni inculcar demasiados valores, sino hacerlo mejor; no se trata de transmitir una cultura y unas normas sociales, sino de formar ciudadanos que no se olviden de ellas.

Los maestros, pese a nuestra insistencia por decir que deseamos modificar y transformar el mundo, realmente somos transmisores del statu quo predominante. Es cierto que podemos realizar transformaciones a pequeña escala que pueden provocar grandes cambios en un futuro, pero hacemos prevalecer el sistema en el que estamos inmersos. En este sentido, al igual que la Hermenéutica Analógica ‘interpreta para transformar’ puesto que se encuentra en el “entrecruce de la interpretación del mundo y su transformación” (Beuchot, 2011, p. 95), los docentes nos encontramos en el mismo punto, interpretando la sociedad y a los nuevos ciudadanos e intentando transformar el mundo en un lugar mejor, a la vez que transmitimos unos conocimientos, valores y virtudes.

Todo esto ocurre día a día en el aula. Por ello, apoyados con nuestro ejemplo, somos un referente para nuestros alumnos incluso en ocasiones mayor que el de su entorno familiar más próximo. Así, “también el maestro es un paradigma, modelo o ejemplo que los alumnos imitan y realizan en ellos mismos, con una mímesis o imitación que nunca es unívoca, por supuesto que tampoco es equívoca, sino analógica” (Beuchot, 2014, p. 27). Siguiendo con las ideas de este autor, es más importante el ejemplo que el docente proporciona para sus alumnos que los contenidos que transmite o las técnicas didácticas que usa.

Abordando el tema de los contenidos y el currículo, “cuando un docente diseña, prepara o imparte una clase, está concretando dicho texto curricular, es decir lo pone al descubierto como una realidad” (Monzón, 2010, p. 40). Por ello, en esos momentos se puede visibilizar la interpretación que el docente realiza tanto del texto, como de sus alumnos y sus técnicas didácticas. Asimismo, cada maestro hace hincapié en lo que entiende que es más importante (Guanipa, 2005).

Es necesario mencionar que “la única manera de llegar a interpretaciones válidas en nuestra época pasa por un alto grado de compromiso” (Francisco, 2016, p. 72), como es el que tiene el docente con la sociedad, la educación y sus alumnos. Además, el maestro, después de interpretar a sus alumnos y su entorno próximo, debe conocer qué les beneficiará. De esta manera, “habrá cosas que sean indispensables, sin las cuales no se puede decir que se ha cumplido el temario o programa de curso, pero habrá otras que simplemente serán convenientes, y el maestro tiene que descubrirlas, y satisfacerlas” (Beuchot, 2014, p. 26).

Los docentes somos indispensables y necesarios en el proceso educativo y, depende del prisma desde el cual observemos, somos de vital importancia.

Magadán (2015), resalta la importancia del maestro como guía y mediador entre los alumnos y el conocimiento, por lo que necesita la analogía y la prudencia para que la transacción de conocimientos sea realizada con éxito.

Del mismo modo, Francisco & García (2018), afirman que el docente posee un “carácter central en los procesos de enseñanza-aprendizaje, es el experto, el guía, el que tiene que activar unas dinámicas u otras, también el que tiene que ser capaz de guardar la armonía, es a la vez científico y artista”. (p. 44)

En este sentido, “parece necesario que el docente se sepa sediento de sabiduría y sepa a su vez transmitir esa sed a sus alumnos” (Francisco, & García, 2018, p. 41). Además, en mi opinión, el docente es un intelectual creativo que debe poseer indudablemente la capacidad de saber improvisar en cada momento. Entre otros, se trata de un requisito que todo maestro debería poseer.

Debemos concebir la clase como un estupendo laboratorio didáctico donde el docente realiza sus continuas pruebas educativas, interpretando los resultados y comprendiendo a su alumnado, metodologías usadas, etc. Es decir, los docentes realizamos un estudio del fenómeno educativo durante toda nuestra vida, desde que somos alumnos hasta que terminamos de ejercer nuestra profesión, aunque incluso entonces seguimos analizándolo. Así, en el aula, “no se pierde ‘pie’ al adentrarnos en un terreno desconocido pues se va tanteando, poco a poco, para ver dónde está el ‘próximo’ límite, y digo próximo porque a su manera se acepta la posibilidad de la superación de todo límite”. (Francisco, 2016).

De hecho, la phrónesis es esencial en la profesión educativa, por lo que el docente debe ser “phronésico en tanto en cuanto parte de sus experiencias vitales (de vivenciar la realidad del aula) y ha de ser prudente en lo que respecta a su rol de gestor del espacio físico, emocional e intelectual del aula”. (Francisco, & García, 2018, p. 44)

Por todo ello, el docente “como prudente concienciador (que conciencie) y conscienciador (que ayude al despertar consciencial) se ha de mantener alerta y combativo, pero siempre desde una actitud prudente y sabia” (Francisco & García, 2018, p. 46). El experto hermeneuta guía en todos los sentidos al alumno, hermeneuta en potencia, que empieza a dar sus pasos, inconscientemente, en el mudo de la comprensión e interpretación. Igualmente “el docente ha de ser capaz de utilizar el ecosistema que es el aula para el perfecto desarrollo y aprendizaje del alumnado y es al fin y al cabo el fundamentador epistemológico y ético-práctico de todo el proceso educativo que se tome como tal”. (Francisco, & García, 2018, p. 47)

Esta visión de la figura del docente como experto hermeneuta que aquí se defiende se puede considerar el paso previo a la concepción del docente como metahermeneuta, madurada por Francisco & García (2018).

La Phrónesis Didáctico-Interpretativa

De acuerdo con Guanipa (2005), en el hecho pedagógico se produce la interacción entre dos o más individuos que se comunican mediante el lenguaje, estableciendo un vínculo interpersonal. En consecuencia, la acción pedagógica dentro del aula viene marcada por diferentes tipos de relaciones: docente-docente, alumno-alumno y docente-alumno. Estas relaciones, y los diálogos que en ellas se producen, vienen auspiciadas por la Hermenéutica Analógica y una phrónesis específica que se mueve entre racionalidad e irracionalidad.

En el ámbito escolar también se producen otras relaciones (docente-padres, alumno-padres o docente-sistema educativo, por ejemplo) que no se han citado porque no se desarrollan en esencia en el aula.

De hecho, todas las interacciones entre personas, incluidas las que se dan dentro de un aula y el propio espacio físico, pueden interpretarse como si de un texto se tratara. Si nos centramos en las que se dan entre docentes y alumnos, en palabras de Magadán (2015), “ha de reconocerse que ambos son igualmente activos dentro del proceso de enseñanza-aprendizaje, pues ambos aparecen como interpretantes respecto al texto que el otro representa. Ya desde el mismo momento que inicia la clase, el estudiante comienza a entrever, interpretar, a la figura del docente; y viceversa, pues, aunque de modo más complejo, por la cantidad de alumnos existente, el docente nunca deja de interpretar a su grupo de educandos”. (p. 25)

Pues bien, esta phrónesis específica en la que se basa la relación entre docente y estudiante es la phrónesis didáctico-interpretativa (interpretative-teaching phrónesis en inglés). Sin ella, “no es posible la elaboración basal de un sistema educativo coherente y humanizador que no acepte de manera feliz una premisa radical: educar implica compartir conocimientos”. (Francisco, 2016, p. 264).

Este tipo de phrónesis, este acto prudencial, se encuentra en ambos elementos del proceso educativo, en el profesor y en el alumno (Francisco, 2016), por ello el maestro es un intérprete por excelencia. Sin embargo, inconscientemente, los alumnos también son prudentes y usan la Hermenéutica Analógica.

Francisco (2016), define la phrónesis didáctico-interpretativa como “aquella fundamentada en el proceso docente (phrónesis didáctica) y discente (phrónesis interpretativa), siendo a la vez consciente de su interrelación esencial: del maestro se espera cierto grado de sabiduría práctica al dar clase, pero esta sólo se actualizará de manera óptima, si ha ‘leído e interpretado’ bien el texto que es la clase y la manifestación objetiva de la conducta de cada uno de sus alumnos”. (p. 265)

En este sentido, la phrónesis didáctica y la phrónesis interpretativa se unen en la figura del profesor, pero el alumno “a la vez que interpreta, genera modos de interacción y es potencialmente un ‘maestro de otros’, por lo que no se le puede excluir de la phrónesis didáctica tampoco” (Francisco, 2016, p. 266), así que ambos tipos de phrónesis se unen también en los educandos.

La phrónesis didáctico-interpretativa que se da en el proceso educativo “no es del niño ni tampoco del maestro, pero los configura y los proyecta el uno hacia el otro en ese espacio de posibilidad que es la interacción en la clase en su día a día” (Francisco, 2016, p. 266). Es decir, la interacción diaria provoca la interpretación de ambos agentes, siendo necesaria esta phrónesis específica para una correcta relación entre ellos.

Así, la transacción educativa es un intercambio de interpretaciones (García, 2002). Siguiendo a esta autora, el profesor entiende el mundo y los contenidos a transmitir de una determinada manera, siendo una interpretación del profesor, y lo presenta de la manera que piensa que los alumnos van a entenderlo mejor, mediante la presentación pedagógica, que es a su vez otro tipo de interpretación. Además. Debemos tener en cuenta que “el alumno también tiene su propia visión del mundo -la interpretación del alumno- que no tiene por qué coincidir con la del profesor”. (García, 2002, p. 109)

De esta manera, podemos observar que el maestro reinterpreta su propia interpretación del mundo y de los contenidos curriculares para que el proceso de enseñanza-aprendizaje sea efectivo. Entonces, el alumno, que posee su propia concepción del mundo y de los contenidos curriculares, interpreta la información que el maestro le está aportando y se produce, de nuevo, una reinterpretación, generándose un nuevo conocimiento.

Además, esta interpretación y reinterpretación no es siempre igual ya que debido a los diferentes contextos históricos y sociales de los estudiantes, ante una sesión similar, los alumnos interpretan de forma diferente, por lo que nunca se va a repetir el desarrollo de la misma manera. Es decir, la explicación se habrá adecuado al nuevo contexto y las preguntas de los alumnos serán diferentes debido al distinto bagaje de nuestros educandos. Del mismo modo, “los distintos grupos, y los distintos alumnos resultan ser una diversidad de textos que nunca se leen de la misma forma”. (Magadán, 2015, p. 25)

Así, solo con la phrónesis didáctico-interpretativa “puede llevarse a cabo una transmisión adecuada de afectos y conocimientos” (Francisco, 2016, p. 284). Esta esencia de respecto y prudencia crea una atmósfera donde los estudiantes aprenden y disfrutan, un objetivo clave de la educación.

Centrándonos en la figura del niño, éste debe entender el contexto general de la clase, la actividad didáctica, el resto de alumnos y la figura del maestro (Francisco, 2016). Es decir, en la explicación por parte del maestro, “la hermenéutica tiene tres objetos de interpretación: el texto (discurso con el significado que encierra), el autor (el profesor) y el intérprete (el alumno), quien va a descifrar con un código el contenido y sentido significativo que le dio el profesor, sin perder la conciencia de lo expresivo por él hacia algún significado o matiz subjetivo a esa información”. (Guanipa, 2005, p. 137)

Este mismo esquema se puede realizar también cuando un alumno interpreta a sus compañeros. En este caso, el texto serían los comentarios o actos de un compañero, desarrollados por un autor, el propio compañero, e interpretados por el alumno en cuestión.

Además de la phrónesis didáctico-interpretativa, y en relación con ella, es necesario comentar la existencia del impulso retroprogresivo creativo-interpretativo (creative-interpretative retro-progressive impulse en inglés), desarrollado en Francisco (2016).

Finalizando este artículo, es necesario recordar que los procesos afectivos son básicos en el día a día del aula, y el profesor debe tenerlos en cuenta al leer el aula.

Leer el texto global de la clase con sumo cuidado, leer también el texto que es cada alumno atendiendo a los signos en su sintaxis que puede ser relacional interpersonal cuando trata con los otros o interpersonal en su diálogo interno. Sólo así se podrá tener cierta claridad de miras en cuanto a lo que está experimentando un niño en una clase. Sólo, también, desde estas premisas de prudencia y afecto puede el maestro actuar como un sanador social, yendo más allá de sus funciones de transmisor de conocimientos académicos (Francisco, 2016).

Conclusiones

Este artículo viene precedido de un amplio recorrido de estudio, análisis y reflexión durante mi formación como maestro de Educación Infantil y Primaria, plasmada en los TFG expuestos para la obtención de los títulos (‘The Use of Spanish Folklore to Learn English: The Aragonese Jota’ y ‘Analogical Hermeneutics Applied to Teaching of English in Pre-school Education and the Use of Tales without Gender Stereotypes’) y durante el desarrollo de la actividad docente.

Este texto reafirma que la filosofía de la educación debe estar presente en los planes de estudios con los que los científicos de la educación nos formamos, puesto que esta área de la filosofía es esencial para entender los procesos cognitivos e interpretativos que se producen durante las clases. De este modo, este ámbito de estudio no sería únicamente conocido por teóricos y profesionales interesados en la temática, sino que todo el profesorado poseería conocimiento sobre las bases filosóficas de la educación.

El proceso de enseñanza-aprendizaje, que bien podríamos denominar ‘proceso de aprendizaje-enseñanza’ por todo lo expuesto anteriormente en estas páginas, se encuentra inmerso en un proceso analógico de interpretaciones, prudencia y desarrollo de virtudes. Así, los docentes, expertos hermeneutas, usamos constantemente la Hermenéutica Analógica en nuestras aulas junto con otros métodos didácticos, creando una metodología híbrida que posibilita el acto educativo.

De este modo la phrónesis didáctico-interpretativa se encuentra presente en todas las decisiones que toma el profesor antes, durante y después de las clases, fundamentando así nuestro trabajo. Pero también el alumno, un hermeneuta en potencia, realiza sus propias interpretaciones del entorno, del maestro y de sus compañeros, usando inconscientemente su incipiente prudencia.

Referencias bibliográficas

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Recibido: 10 de Septiembre de 2020; Aprobado: 27 de Octubre de 2020

*Autor para correspondencia. E-mail: adriansanchez94@hotmail.com

Los autores declaran la no existencia de conflictos de intereses.

Los autores participaron de forma igualitaria en la concepción y elaboración del artículo.

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