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Conrado

versión impresa ISSN 2519-7320versión On-line ISSN 1990-8644

Conrado vol.16 no.76 Cienfuegos sept.-oct. 2020  Epub 02-Oct-2020

 

Artículo original

Patrimonio cultural e imaginario campesino: una mirada desde el encuentro literatura y educación

Heritage cultural and imaginary campesino: a look from the meeting literature and education

Wilfredo José Rafael Illas Ramírez1  * 
http://orcid.org/0000-0002-6550-3368

Elizabeth de la Trinidad Montilla Valero2 
http://orcid.org/0000-0003-0664-3368

1 Universidad de Carabobo. Venezuela

2 Universidad Politécnica Territorial “José Félix Ribas”. Venezuela

RESUMEN

Contrarrestar la hegemonía que intenta instaurar por múltiples vías la globalización, arrasando culturas, debilitando la identidad y fragmentado la pertenencia, parece ser un desafío fundamental de la educación actual. El diálogo cultural respetuoso, la reivindicación de los saberes populares y la valoración del patrimonio cultural podrían encontrar su tratamiento y enriquecimiento en la mirada educativa de la literatura local. Sin embargo, resulta a propósito construir un cuerpo teórico de dimensión didáctica que permita identificar obras, ubicar cultores y reconocer propuestas estéticas a los fines de comprender el patrimonio cultural de la comunidad, reconocer el imaginario popular que fluye en la creación y resignificar en el producto artístico el valor de lo autóctono como instancia fundamental de un mundo de relaciones cotidianas que nos dan cuenta de la condición humana, de las espiritualidades que se tejen en el espacio convivido y de las racionalidades que definen tanto al entorno como a los sujetos que en él cohabitan. Acercarnos a la vida de los creadores para entender la cultura de nuestros pueblos y, desde ese lugar, leer sus obras para reconocernos en sus páginas es definitivamente una tarea pendiente de la educación, para la cual, el aporte de la literatura siempre será sustantivo.

Palabras clave: Patrimonio; cultura; imaginario; literatura; educación

ABSTRACT

Counteracting the hegemony that attempts to establish globalization in multiple ways, devastating cultures, weakening identity and fragmented belonging seems to be a fundamental challenge of current education. The respectful cultural dialogue, the vindication of popular knowledge and the valuation of cultural heritage could find its treatment and enrichment in the educational look of local literature. However, it is on purpose to build a theoretical body of didactic dimension that allows to identify works, locate farmers and recognize aesthetic proposals in order to understand the cultural heritage of the community, recognize the popular imagination that flows in creation and resignify in the product artistic the value of the native as a fundamental instance of a world of everyday relationships that give us an account of the human condition, of the spiritualities that are woven in the living space and of the imaginary that defines both the environment and the subjects that cohabit there . Approaching the lives of the creators to understand the culture of our peoples and, from that place, reading their works to recognize us in their pages is definitely a pending task of education, for which, the contribution of literature will always be substantive.

Keywords: Heritage; culture; imaginary; literature; education

Introducción

Con insistencia se ha afirmado que uno de los desafíos sustantivos de la escuela consiste en la formación de un sujeto lector autónomo, capaz de desarrollar su pensamiento crítico y reflexivo en torno a los textos, versátil para ubicarse en los múltiples lugares de lectura que la época provee y competente en el uso de la lengua para los desafíos que demanda la recepción y la producción de textos.

Para materializar estos intereses, se demanda la posibilidad educativa que puede desprenderse como valor agregado, del encuentro entre literatura y educación; es decir, se asume que potenciando el poder creativo del lenguaje, el encuentro entre el texto literario y el lector; y, valorando la amplia visión de mundo que deviene del goce estético, podemos fortalecer la formación de un lector competente que además sea sensible ante los múltiples espectáculos de la vida en tanto receptor de discursos que apuntan a develar los múltiples contornos de la condición humana.

Al pensar en la importancia de la literatura para la concretud de desafíos que apuntan al dominio del lenguaje, al desarrollo del pensamiento y a la posibilidad comprensiva de lo humano recreado en el discurso literario, se han asumido diversas estrategias que van desde: a) articular la formación de lectores en todo el sistema educativo a través de las posibilidades que derivan de la literatura infantil, juvenil y para adultos, b) fortalecer un canon formativo que plantee viajes de lectura a la inversa, que fortalezcan una competencia literaria para leer textos vecinos a las realidades circundantes y desde allí, adquirir un equipaje que permita aproximarse a la lectura de textos literarios pertenecientes a otras épocas y latitudes, los cuales encuentran su articulación en un solo aliento de expresión y proyección humana ; hasta llegar a la propuesta de, c) reivindicar la literatura local y regional como instancia que posibilita ese viaje a la inversa, reconociendo a los cultores y al imaginario popular cercano a las prácticas, vivencias, intereses y conocimientos de ese lector en formación, en fin, forjando una valoración de lo autóctono como espacio formativo, de identidad, diálogo y pertenencia.

Para el logro de este cometido, están implicados tres requerimientos perentorios. En primer lugar, la comprensión amplia del imaginario cultural que define a las comunidades a través de una investigación intensiva de las prácticas socioculturales, de los cultores, de las geografías culturales y de las arcas artísticas que han sido depositarias de las necesidades expresivas de lo humano traducidas en las diversas manifestaciones que conviven en la cotidianidad, mantienen vivo el acervo y renuevan el espíritu de (re) conocimiento. Lo otro sería, promover las múltiples instancias culturales de lectura, tanto del patrimonio, como de la vivencia, del encuentro con el territorio y de lo humano reconstruido en un ejercicio identitario que viene a vivificar en las comunidades ese poder creativo, recreativo y comprensivo de la literatura. Por último, reivindicar el lugar del ser en una lectura del imaginario popular que, por una parte, permita reconocerse como productor y receptor de discursos artísticos y literarios; y, por la otra, como gestor cultural capaz de valorar su acervo, identificarse con las prácticas que vivifican su cultura y dialogar, desde su empoderamiento cultural, con otras prácticas, creencias, formas de vida, tradiciones, costumbres y manifestaciones.

Desarrollo

En los actuales momentos, la educación juega un papel fundamental en este mundo globalizado, donde el dominio de la tecnología sobre la vida social y cultural se agudiza progresivamente y un escenario complejo de transformaciones sociales y culturales, desafían la creatividad e imaginación de todos los seres humanos, desde el nivel de educación inicial hasta el nivel superior.

Inherente a la globalización, tenemos la circulación indiscriminada e irreflexiva de valores culturales foráneos que afectan y anulan la tradición cultural. Es decir, la penetración cultural, al imponer otros modelos, deforma la identidad de los pueblos y por ende de su población; de ahí que resulte un imperativo su preservación, y es justamente frente a este desafío que la educación constituye la piedra angular.

Ante el escenario planteado, la transformación de los procesos económicos, sociales, políticos y culturales, que inevitablemente todos vamos a experimentar en este mundo globalizado, trae consigo consecuencias que podrían ser nefastas si no se toman las medidas pertinentes, por lo que se hace necesario, desde instancias educativas, retomar las bases sociales y culturales de cada región para la preservación de su idiosincrasia, que es lo que hace diferente a cada una de ellas y de allí su magia y belleza.

Fundamentalmente, esta es la importancia que tiene para el individuo de hoy día reconocerse como parte de un sistema social y cultural específico, perteneciente a una zona determinada, a una localidad, y no por ello sentirse desligado del mundo. Y es aquí, donde la educación constituye una vía eficaz para conservar y desarrollar esa identidad, pues ubica como centro del proceso educativo al sujeto histórico-cultural.

En medio de un contexto tan complejo, lleno de incertidumbres y asediado por la innovación, se debe proyectar, para hacer frente a la pérdida de identidad, una política cultural consecuente, la cual descanse en presupuestos objetivos y se encamine a la defensa de los valores culturales más auténticos. La cultura regional, y con ella la composición familiar, portadora de los anhelos y valores de su gente, de su ser, parte inseparable de la identidad, desempeña un importante papel en la vida de los pueblos.

El sistema educativo en todos sus niveles, contempla contenidos curriculares vinculados directamente con estudios de la cultura así como también con proyectos y programas vinculados con la vida socio-comunitaria, los cuales coadyuvan, de cierta manera, con el desarrollo de valores vinculados a la identidad nacional, regional y local. Estos contenidos constituyen uno de los principios sistematizados y formalizados, más importantes del saber cultural. Los estudiantes adquieren mediante ellos conocimientos en torno a los valores culturales del país, aprenden a apreciar la producción artística, y también, a profundizar en aspectos del panorama social, histórico y cultural. Debe tenerse presente que, profundizar en la cultura de la nación, de la región o de la localidad, es una vía eficaz para lograr la identificación con las raíces, con las tradiciones.

Sin embargo, hay que señalar que no siempre estos programas de estudio, dentro de sus contenidos generadores, conceden espacio u orientación para el tratamiento de autores, obras y otras manifestaciones artísticas de carácter regional y local. Debido a ello se ha de desarrollar un trabajo metodológico y educativo que permita afianzar en los estudiantes un mejor conocimiento de sus raíces culturales, de su tradición regional y, sobre todo, de la dinámica artístico-cultural de su presente.

En consecuencia, adquiere verdadero significado la realización de estudios teóricos-metodológicos que puedan cimentar los fundamentos que coadyuven con las acciones necesarias para reivindicar, visibilizar y rescatar el patrimonio histórico, natural y cultural, el cual expresa la riqueza de ese imaginario popular que rodean al hombre contemporáneo. Interesa entonces, hacerlo perceptible como elemento significante de lo que somos y de lo que nos define, para ello es fundamental que desde la escuela se edifiquen como objetivos sustantivos: la valoración, el estudio y promoción del acervo cultural más auténtico y autóctono de la localidad, el fomento del respeto hacia los mismos por parte de las nuevas generaciones, a fin de procurar la preservación de la memoria histórica, artística y social; y el reconocimiento de ese rango axiológico expresado a través del espíritu de pertenencia a la comunidad y de un genuino interés por reconocerse dentro de un necesario arraigo nacional y regional. Esta tarea resulta perentoria ante los nuevos requerimientos que las comunidades y los desafíos epocales vienen planteando a la tarea educativa.

En este sentido, las instituciones educativas y dentro de ellas, las comunidades de aprendizaje como centros de formación integral, están llamadas a advertir el sustento cultural que en forma general garantiza la vida y existencia de las comunidades humanas; y en particular, están comprometidas con la necesidad de hacerse cargo del examen tanto de la cultura literaria como del imaginario popular de cada región o localidad. Este prerrequisito en la formación integral del sujeto, se constituye en un ámbito de valoración de la identidad cultural caracterizado por la creación de espacios cotidianos de enriquecimiento intelectual y reflexivo, por el reconocimiento de una relación dialógica que debe fraguarse entre el binomio de los saberes: académicos-vivenciales, teóricos-prácticos, científicos-humanísticos, sistemáticos-simultáneos, universales-locales y formales-experienciales.

La cultura literaria puede entenderse desde una doble articulación: a) como competencia, b) como patrimonio. En el primer caso, el desarrollo de una competencia literaria implica necesariamente tanto el conocimiento de criterios estéticos que permitan valorar y seleccionar textos literarios, como la emergencia de un amplio mapa de autores y creaciones que revelan el devenir de la obra literaria en diversas épocas, latitudes, perspectivas temáticas y propuestas estéticas. Por su parte, entender la cultura literaria desde la perspectiva patrimonial, requiere asumir dos instancias de comprensión y reflexión: por una parte, la valoración del patrimonio literario como la suma de productos artísticos que vienen a dar cuenta del hombre y de sus circunstancias contextuales desde una interrelación mediada por la condición humana y las dimensiones socioculturales que bordean al individuo productor y receptor del texto, por la otra, desarrollar una conciencia identitaria expresada por los textos literarios que refieren la inmediatez circundante del sujeto creador y lector; es decir, acercarse, valorar y reconocer la producción estética verbal vecina a su realidad cotidiana, identificar los cultores de su comunidad, reconocerse en la tradición letrada u oral que se recoge en las venas culturales de su entorno vivencial y humano, tanto local como universal. Bien nos dice Sánchez (2006): “Cabe afirmar ya, por tanto, que el discurso literario es un discurso necesario para la construcción de la identidad… suele estar más cerca de la vida… porque la literatura genera lenguaje… El hombre interpreta el mundo, y se interpreta a sí mismo, por medio del lenguaje, que le proporciona las primeras nociones inmediatas de su posición y su significación en el universo… (ello) alude a las posibilidades que ofrece la práctica de la literatura como representación y aprehensión de la realidad y de la identidad del sujeto”. (pp. 302-303)

En relación al patrimonio cultural, este no se limitaría al (re) conocimiento de obras y creadores cercanos al lector, sino: a) todo el tejido literario, en tanto producto cultural (referencia, enriquecimiento, expresión), que conforma el estatuto patrimonial, b) obras y creadores, indistintamente del momento sociohistórico, del contexto sociocultural y del espacio humano que refieran, condiciones o recreen; y c) el imaginario que cimenta y se enriquece de la producción estética-verbal. De esta forma, todo aquello que el lector hace suyo, que amplía su visión del mundo y que le enriquece su gusto lector, vendría a formar parte de una instancia cultural que circula por el torrente sanguíneo de toda la cultura humana y se hace patrimonial porque se corresponde con las arcas de la creación estética, se apropia de un lenguaje artístico para re-crear la experiencia humana en el mundo y, porque el lenguaje, producto transformado y transformador de realidades sociales y de imaginarios culturales, se constituye en elemento material de composición de discursos que nos dan cuenta de manifestaciones y espiritualidades humanas, del pasado o del presente, cercanas o distantes, que hacen posible la identificación, reproducción y valoración de un imaginario heredado que se actualiza permanentemente en la práctica, lectura, representaciones, expresiones y conocimientos que refieren y enriquecen la cultura como espacio de conocimiento, valoración e identificación. Al respecto, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (1982), define al patrimonio cultural desde una perspectiva hereditaria, y así plantea: “El patrimonio cultural de un pueblo comprende las obras de sus artistas, arquitectos, músicos, escritores y sabios, así como las creaciones anónimas, surgidas del alma popular, y el conjunto de valores que dan sentido a la vida, es decir, las obras materiales y no materiales que expresan la creatividad de ese pueblo, la lengua, los ritos, las creencias, los lugares y monumentos históricos, la literatura, las obras de arte y los archivos y bibliotecas”.

La mención patrimonio cultural remite por extensión a un imaginario espacial; es decir, la cultura como experiencia, expresión y práctica humana, asumiendo los contornos estéticos que le provea el espacio físico. Visto así, podemos hablar de un imaginario popular, campesino o urbano, por ejemplo. En otras palabras, el patrimonio cultural cohesiona sus vasos comunicantes entre hombre y mundo a través de un lenguaje estético, que es recreado y recreador de un imaginario colectivo que adquiere las dimensiones culturales del contexto en el cual emerge y se expresa.

Si nos referimos, es la especificidad de este interés escritural, al imaginario campesino, nos estaremos refiriendo a tres instancias conceptuales: lo natural, lo geográfico y la concepción en ese espacio de la espiritualidad humana. No se trataría solo de la relación del hombre con el entorno campesino y los marcos que definen y expresan dicha relación, sino, básicamente, al encuentro del individuo con las prácticas culturales de ese territorio y con la pertinencia, identificación y reconocimiento de lo humano en ese margen de experiencias, diálogos y construcciones simbólicas de realidades socio culturales. Afirma García (2012): “Entendemos por patrimonio natural todos los elementos de la naturaleza… así como el resultado del trabajo del hombre en el ambiente natural; es decir, el paisaje humanizado… El territorio es el punto de encuentro del hombre con su patrimonio. Sin una valoración cultural del territorio que ponga de manifiesto la singularidad de sus recursos [y prácticas] y estimule la confianza de la comunidad en sí misma y en su capacidad creativa, es difícil que un lugar despegue en su desarrollo… Por tanto, el patrimonio es el resultado de la dialéctica entre el hombre y el medio, entre la comunidad y el territorio… todo aquello que nos remite a nuestra identidad. El concepto integral de patrimonio tiene como dimensión la globalidad del territorio y sus habitantes”. (p.18)

Esta referencia nos provee de una triada relacional territorio-hombre-patrimonio transversalizada por el rango axiológico de lo identitario. De esta forma, entender la cultura literaria (herencia y competencia) como patrimonio cultural (acervo y tradición) de un imaginario campesino, implicaría: a) aproximarnos al amplio mapa de autores y obras locales (en equilibrio con las universales) que permitan valorar la riqueza cultural del mundo inmediato, de las diversas expresiones de aquella realidad circundante y del tejido de relaciones que se fraguan entre lo humano, la manifestaciones artísticas populares y el entorno; b) comprender las arcas culturales depositarias de las diversas tradiciones y espiritualidades que adquieren sentido, significado y valoración en un espacio de geografía sociocultural vecino en tanto experiencia, vivencia o re-creación; y c) reflexionar en torno a las construcciones simbólicas que irrumpen, por impacto o emergencia, en un espacio físico determinado por las relaciones: hombre-territorio (quién es), hombre-paisaje (cómo vive), prácticas-recursos (qué hace) y patrimonio-identidad (qué valora, cómo se representa, dónde hereda, cuándo se apropia y por qué pertenece) (Figura 1):

Fig. 1 Tríada relacional de categorías conceptuales implicadas 

La mediación de procesos educativos en literatura, advierte en su perspectiva teleológica, tres desafíos perentorios: desarrollo de la competencia literaria, valoración del patrimonio cultural que se atesora en las arcas de la producción literaria y reconocimiento axiológico de la identidad como valor agregado que emerge de la comprensión de los imaginarios recreados en el texto literario, ámbito pertinente ante los riesgos de la globalización, las urgencias ecológicas y el necesario clima de paz y tolerancia cimentado en el respetuoso y siempre abierto diálogo cultural.

Ahora bien, estos desafíos se articulan con una tríada conceptual de carácter epistémica, axiológica y ontológica que deslinda los marcos teóricos, las racionalidades y las transiciones metodológicas que vehiculan el interés por reconocer la literatura local y articularla con el amplio horizonte del patrimonio cultural como depositario de un imaginario que nos convoca a identificar obras, autores, temas, intereses y propuestas estéticas surgidas de las venas culturales que definen el acervo de nuestros pueblos y comunidades. De esta forma, y en un ejercicio fenomenológico y hermenéutico, interesaría comprender, interpretar y explicar el siguiente tejido teórico:

  • Ámbito epistémico

En este espacio, interesa comprender los conocimientos que emergen de la inmediatez cultural, estos serían prácticas de vida, espiritualidades humanas y costumbres o tradiciones que encuentran su manifestación en el texto literario. Es decir, entender cómo la vivencia que se articula con la practica cultural, encuentra lugar en la producción artística - verbal y, con estos insumos, redimensionar el estatuto de cultura literaria que contemple: a) el reconocimiento de la literatura local en el torrente cultural de pueblos y regiones, b) ampliar el mapa de autores y obras cuya cercanía devele intereses vinculados con la pertenencia de afectividades, pertinencia contextual, identidad cultural, riqueza cotidiana y reivindicación de aquellos cultores de la palabra que han forjado con su aporte el imaginario popular. Resultan a propósito las observaciones de Moreno (2002), para advertir este complejo sistema de comprensión y expresión cultural: “Puesto que la cultura, en su acepción más amplia es el modo de habérselas con la realidad que tiene una comunidad humana, la base existencial de una cultura está, pues, en una praxis propia de una determinada comunidad o, para nosotros, lo que hemos llamado una `practicación` vivida. El modo de habérselas con la realidad se diversifica en multitud de practicaciones, una de las cuales es la `practicación primera` que constituye el sentido originario del mundo-de-vida y que sentidiza a su vez a las otras prácticas,´practicaciones segundas´, que constituyen, en cuanto comunes a todos y por todos compartidas -en cuyo marco de sentido se ejercen las prácticas singulares de cada persona y que forman su personalidad que siempre ya estará `culturizada`- la base de sentido para lo que conforma el acervo de conocimientos, símbolos, valores, memoria histórica, etc. De una comunidad, esto es su sistema cultural”. (p.27)

Efectivamente, para acceder a la vivencia y de ella obtener los hilos culturales con los cuales se teje el discurso literario local que se expresa a través de obras y autores cercanos a un imaginario popular compartido, es necesario desarrollar un ejercicio investigativo que nos dé cuenta de un mapa literario más amplio en el cual se reivindique lo local y se generen las bases para refundar el estatuto mismo de la educación literaria en tanto ampliación de la visión de mundo desde la cercanía con lo vivido.

  • Ámbito ontológico

Si bien, el anterior espacio tendría una dimensión teórica-metodológica, este espacio es eminentemente filosófico dado que se plantea desentrañar: el diálogo humano-espacial que se plantea en la creación estética literaria, la posibilidad de una narrativa cultural compartida, de encuentro y reconocimiento; y, el valor identitario que se advierte como prerrequisito del diálogo cultural, del respeto a lo autóctono y de la reivindicación de aquellos valores y tesoros culturales que definen nuestro imaginario y nos caracterizan como pueblo. En otras palabras, reconocer el lugar del ser en la lectura de lo vivido que se recoge en las arcas literarias y que forma parte del acervo que corre por las venas culturales de nuestras comunidades. Bien afirma Galíndez (2000): “Las obras literarias aportan al lenguaje una experiencia. Las significaciones que los textos aportan a nuestra situacionalidad, del simple entorno hacen un mundo… Reconocer esta función postula una hermenéutica que no busca establecer la intención del autor, sino el movimiento por el que el texto despliega un mundo.. La narratividad aprehende el mundo desde la praxis humana”. (pp. 47-48)

Es evidente la necesaria comprensión de una narrativa que permita (re) conocer y (re) interpretar el lugar de creadores y lectores en un texto que, ante todo es la construcción simbólica de las relaciones culturales que se establecen con las cosas, con el espacio y con los seres y sus afectividades. Con estos insumos, podemos reinterpretar las dimensiones simbólicas y sígnicas que se fraguan en el imaginario cultural de pueblos y regiones. Válidas son las consideraciones de Galíndez (2000), al señalar lo siguiente: “Para Cassirer, las formas simbólicas son procesos culturales que articulan toda la experiencia. Por “mediación simbólica” se entiende los símbolos de naturaleza cultural, que están a la base de la acción… los símbolos son “interpretantes” internos de la acción; el simbolismo confiere legibilidad a la acción”. (p.39)

Todo el tejido de creación literaria, patrimonio cultural e imaginario popular estaría cohesionado a través de un hilo artístico que se manifiesta como la necesaria reconstrucción de unas dimensiones espaciales expresión de diálogos profundos que se funden entre el ser y la tierra como mapa de relaciones, prácticas, sensibilidades y vivencias de orden cultural que remiten a la condición humana en su dimensión depositaria de lo comunitario, cuya simbología cultural también es singularizada en el ser.

  • Ámbito axiológico

Este ámbito de carácter propositivo, tiene como intencionalidad, tejer desde el vínculo con la literatura local, un espacio de revalorización de la identidad como actitud inherente a la condición humana. De esta forma, se replantea, por una parte, el valor de lo literario en el patrimonio cultural; y, por la otra, se generarían espacios para examinar en la creación artística, un imaginario popular que enriquece nuestro conocimiento y posicionamiento ante el mundo, posibilita encuentros tolerantes y respetuosos con otras culturas y expresa esa sensibilidad de pertenencia a un acervo que define nuestras acciones y visiones del mundo; pero sobre todo, nuestra personalidad, espiritualidad e identidad. Para Illas (2010): “La literatura se constituye en una genuina… forma de comunicación creada por los hombres y contextualizada por el mundo circundante, las relaciones humanas y el imaginario que provee el contexto socio cultural… remite a sistemas de valores que se entrecruzan en diversos tipos de… relaciones dialógicas entre los discursos literarios y los tejidos sociales y culturales a los cuales remite”. (p.110)

Destaca pues, la necesidad de promover desde el texto literario, ese acervo cultural que se vivifica en las prácticas cotidianas de nuestras comunidades (crear, recrear, comprender) con el cual se atribuye sentido y significado a la actividad lectora, no solo en su dimensión decodificadora, sino en su posibilidad comprensiva del mundo y, dentro de él, de lo humano es decir, una lectura que trasciende la escena educativa para instalarse, en rigor, como posibilidad real en el interés trascendental de replantear el ejercicio re-creativo de lo humano que se expresa en las manifestaciones estéticas - verbales (reconocimiento, valoración e intercambio). Concluye Illas (2010), afirmando que “los escenarios cognitivos, experienciales, estéticos, educativos, sensibles y axiológicos en los que se sustenta la competencia literaria, pueden ser perfectamente alcanzables desde los dominios de la literatura local y regional, esa que forja las raíces más autóctonas de la literatura canónica de todos los tiempos, esa misma que teje hilos indisolubles entre el hombre y la posibilidad re-creacional e imaginífica de la cotidianidad”. (p.285)

Evidentemente, la nitidez de estas observaciones, nos remiten a tres desafíos ulteriores: a) identificar las obras y los cultures, b) reconocer la reconstrucción del imaginario popular que proyectan en sus propuestas creativas, c) destacar el valor de sus producciones dentro del conocimiento patrimonial, el posicionamiento cultural y el rescate de la identidad como posibilidad de respuesta ante la hegemonía que imperceptiblemente instaura la globalización.

Narrativa extensiva

Para comprender el imaginario popular que vehicula la manifestación cultural surgida y vivida en el ámbito más profundo y autóctono de nuestras comunidades, es importante reconocer lo que Moreno (2002), denomina un modo de vivirse relacional, donde “es el afecto -no el interés, ni la utilidad racional, ni la ‘naturaleza’ humana, etc.- la cualidad específica de esta relacionalidad” (p. 347). Así, pues, la relación afectiva es el soporte sobre el que se sostiene el mundo-de-vida popular. La relación y el afecto, entonces, son significados que constituyen la estructura del mundo popular. Mundo que resuena y se recrea en el texto literario.

En este sentido, la obra literaria y en general toda la expresión artística y cultural viene a ilustrar un modo de construcción en el cual, la persona implicada se posiciona ante el mundo a partir de la trama de relaciones que la definen y contextualizan; así se produce su yo, su identidad, pero no como un yo individual sino como un yo relacional.

De modo que, para el sujeto popular de esa trama, lo sustantivo viene dado por la relación, así él por sí sólo, no tiene sentido pues su sentido es la convivencia. De tal suerte que, en la trama popular “lo significativo son las personas” (p. 340). Todo significado se ubica en una trama relacional humana. El popular convive en el mundo y allí construye su identidad, posicionamiento, formas de vida y valores. Nada puede hacer fuera de la estructura de la convivencia. Por eso es definido a través de la relación convival. Por el contrario, lo económico y la producción, aparecen subordinados a lo afectivo-relacional.

Este mundo de relaciones fraguadas en la convivencia del hombre con los otros, con el espacio y con las cosas, es el elemento que vehicula el afecto, la espiritualidad y lo sensible que sustenta la creación literaria, lo cual se expresa a través de la obra en una dinámica bidireccional; así la condición humana se manifiesta desde una trama relacional; y precisamente son las relaciones, las instancias que transversalizan el imaginario popular y el ser mismo de la praxis cultural.

Una de las manifestaciones culturales que más conocimiento e información aportan sobre una comunidad o región a través de su historia, es la cultura literaria. Esta es considerada como fundamento de reflexión ante las diversas temáticas abordadas por los autores de la literatura que la componen. El estudio de las obras literarias, en sus infinitos matices, puede convertirse en materia prima para trabajos de investigación, programas de desarrollo y de contenidos programáticos, en tanto forman parte de un espacio y tiempo determinados, por lo que posibilitan el estudio de una etapa o lugar a partir de los elementos, temáticas, asuntos, enfoques y personajes que se visualizan.

Por consiguiente, el estudio de la producción cultural a partir de manifestaciones, géneros, épocas, figuras, generaciones, estilos y territorios resulta fundamental no sólo para reconstruir la visión de la historia artística y literaria, sino como expresión de la vida social en un período, lugar y circunstancia específica, pues entre las múltiples funciones del arte literario está la capacidad de recrear la realidad mediante la vivencia personal, resultado de la experiencia o memoria colectiva de los grupos con los cuales el artista comparte su existencia e imaginario.

A través de la literatura se expresan emociones, sentimientos, vivencias que representan, en sí misma, además de las ideas y los afectos del autor, el espíritu de una época. La literatura, tanto oral como escrita, es reflejo de una sociedad en un tiempo y espacio determinado. Desde diversas concepciones filosóficas, artísticas, espirituales, ideológicas, históricas, sociales, culturales; la manifestación artística evidencia al hombre en su tránsito cultural, mostrando al sujeto desde múltiples maneras de expresividad, diferentes géneros literarios, variadas propuestas estéticas e interminables angustias e inquietudes propias de la condición humana. Son estos elementos, los que se hacen palpables a través de la apreciación literaria, la cual, por extensión, se constituye en elemento sustantivo para apropiarse de la cultura.

En consecuencia, se hace perentorio desde los desafíos educativos, el desarrollo de una cultura literaria, a través de acciones formativas, investigaciones especializadas y del intercambio en grupos, escenarios y contextos diversos formados por las llamadas comunidades de aprendizaje, que son consideradas como centros de formación, abiertos, participativos y flexibles, los cuales resultan ser los más idóneos para investigar la cultura, examinar los productos literarios, socializar las prácticas escriturales y transferir, en sentido amplio, la reflexión artística a la definición del imaginario popular, del patrimonio y de las manifestaciones culturales como un todo que define, contextualiza e identifica al ser.

En este sentido, se interpela la necesidad de instaurar comunidades de aprendizaje para el desarrollo de la cultura literaria basadas en los conceptos de comunicación formal-informal entre personas tanto del ámbito académico como fuera de él, lo cual permitiría establecer una red de información y comunicación sobre los valores culturales de la región, así como la identificación del recurso humano con talento artístico presente en toda el área circundante al espacio convivido de relaciones. De esta manera, realizar trabajos investigativos que se acerquen al patrimonio cultural, con énfasis en los productos literarios presentes en la localidad, incorporar los hallazgos humanos y artísticos al ejercicio formativo y realizar actividades de intercambio cultural a nivel regional, serían válidas estrategias para alcanzar el rango operativo y axiológico que exige la urgencia de estos requerimientos educativos.

La organización de estas estrategias y de otras tareas implicadas, pasaría por una fase de planeación, organización, estructuración, ejecución y evaluación. En cada una de ellas se propone tanto el intercambio realimentativo entre escuela y comunidad, como la interpelación constante de los valores, del patrimonio y de las prácticas culturales generadas y generadoras de un imaginario popular que es ocasión de creación y reflexión para examinar la valoración de lo propio, el posicionamiento ante la multiplicidad cultural y la riqueza de los saberes autóctonos que, en balance con los universales, dan cuenta de la condición humana convivida, de la relación con el territorio geográfico y espiritual, del conocimiento que emerge de esa riqueza cultural propia de la cotidianidad y de los individuos que en ella viven y (re)construyen su experiencia.

En consecuencia, una educación literaria sustentada en el patrimonio cultural y referenciada en el imaginario popular, sería la tarea cardinal de las comunidades de aprendizaje, las cuales contribuirían enormemente con la ampliación de un conocimiento cultural y con la comprensión de las diversas manifestaciones que pueden generar múltiples lecturas y significados alrededor de las formas de ser y vivir, cuyas formas convocan el gentilicio de las relaciones tejidas en diversas comunidades y regiones. Todo ello se traducirá en la emergencia de una perspectiva intercultural que deriva de ese aprendizaje consustanciado con las exigencias epocales y con los vínculos espaciales, lo cual permite reconocernos y no dispersarnos, valorarnos en la otredad y aprender desde la riqueza de la mismidad que rodea nuestro diario vivir, contrarrestando los riesgos de una globalización generadora de consumismo, alienación y perniciosamente de una actitud irrespetuosa hacia el ambiente, intolerante ante el otro y poco ética frente a los requerimientos de una realidad cada vez más compleja, incierta, convulsa, exigente y desafiante.

Conclusiones

Surgen del trabajo tres ideas fundamentales: a) construir una mirada teórica y didáctica que permita indagar en el patrimonio cultural el lugar de la producción literaria local (temas, motivos, sensibilidad, autores, propuesta), b) acercarse mediante estudios etnográficos y metodologías biográficas a los cultores y a los lectores para comprender el vínculo cultural, vivencial e imaginífico que se fragua entre ellos a través de las obras, de las manifestaciones artísticas y del cuerpo compartido de la expresión cultural, c) generar una educación en cultura literaria que tenga como norte la formación de la identidad y el reconocimiento de la persona en las realidades circundantes que conforman su vivencia y cotidianidad, la posibilidad de encuentro con otras culturas y de posicionamiento ante el avasallante mundo de la globalización y la valoración de su espacio cultural como un ámbito humano de relaciones, manifestaciones y sensibilidades que enriquecen su acervo, su marco de experiencias y su horizonte de saberes.

Para identificar, reconocer y abordar todos estos desafíos, es necesario el estudio y el conocimiento de la propia cultura, es decir de los rasgos distintivos espirituales, materiales, intelectuales y emocionales que la caracterizan. Es la cultura la que nos hace específicamente seres humanos, racionales, dotados de un juicio crítico y un sentido de compromiso moral. Es a través de ella que discernimos los valores y tomamos decisiones, a través de ella el hombre se expresa, se da cuenta de sí mismo, reconoce su incompletitud, cuestiona sus propios logros, busca incansablemente nuevos significados y crea obras a través de las cuales trasciende sus limitaciones.

Referencias bibliográficas

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Recibido: 05 de Septiembre de 2020; Aprobado: 17 de Octubre de 2020

*Autor para correspondencia. E-mail: illasw@hotmail.co

Los autores declaran la no existencia de conflictos de intereses.

Los autores participaron de forma igualitaria en la concepción y elaboración del artículo.

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