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Conrado

versión impresa ISSN 2519-7320versión On-line ISSN 1990-8644

Conrado vol.18 no.85 Cienfuegos mar.-abr. 2022  Epub 02-Abr-2022

 

Artículo original

Las prácticas de paz, pedagogía para la resolución de conflicto en jóvenes rurales

Peace practices, pedagogy for conflict resolution in rural youth

Darwin Alexis Cruz García1  * 
http://orcid.org/0000-0002-1858-1945

Catherine Ardmirola Mendoza1 
http://orcid.org/0000-0002-4067-7994

1Corporación Universitaria Minuto de Dios. Colombia

RESUMEN

Este artículo plantea una descripción de las prácticas de paz que emplean los jóvenes rurales para afrontar los conflictos, desarrollado bajo un enfoque crítico social, resultado de una investigación multimodal fundamentada en un enfoque cualitativo con modalidad de estudio de caso. La muestra la constituyeron 18 jóvenes de zona rural y 12 funcionarios públicos del municipio de Soacha, en donde se ordenó y clasificó la información de 18 encuestas, 4 entrevistas semiestructuradas, 6 guías de observación y 1 grupo focal. Los resultados indican que solo el 45% de los jóvenes promueve una práctica de paz a partir del respeto por el otro, donde la familia y las instituciones educativas son los espacios reconocidos para la construcción de una cultura de paz. Las prácticas de paz implementadas por jóvenes de zona rural son basadas en el respeto y tolerancia e influyen en las dinámicas del territorio.

Palabras clave: Práctica de paz; resolución de conflictos; ruralidad; juventud

ABSTRACT

This article presents a description of the peace practices used by rural youth to deal with conflicts, developed under a critical social approach, the result of a multimodal investigation based on a qualitative approach with a case study modality. The sample was made up of 18 young people from rural areas and 12 public officials from the municipality of Soacha, where the information from 18 surveys, 4 semi-structured interviews, 6 observation guides and 1 focus group were ordered and classified. The results indicate that only 45% of young people promote a practice of peace based on respect for the other, where the family and educational institutions are the recognized spaces for the construction of a culture of peace. Peace practices implemented by young people in rural areas are based on respect and tolerance and influence the dynamics of the territory.

Keywords: Peace practice; conflict resolution; rurality; young people

Introducción

Las prácticas de paz, comprendidas como respuesta para la construcción de lazos y vínculos que ayuda a la solución de diferentes situaciones individuales y grupales de jóvenes, plantean un desafío para reconocer, potenciar y generar habilidades para el desarrollo social (Urrea, et al., 2019). En este sentido, los jóvenes están enfrentando cambios a nuevos comportamientos articulados a riesgos sociales producidos por el conflicto armado, la pobreza y las nuevas formas de empleabilidad (Gómez, 2020).

Entonces, la paz debe considerarse como la oportunidad para la construcción de sociedades libres, con capacidad de generar reflexiones a partir del uso de la habilidad para enfrentar problemas sin emplear la violencia, de manera que se fortalezca la convivencia pacífica y la acción sin daño entre los integrantes de las comunidades. En este sentido, Rovira-Rubio & Montoya-Castaño (2021), señalan que la construcción de paz implica la participación activa de los jóvenes y las comunidades que desarrollan sus prácticas de paz a través de experiencias colaborativas, autogestionadas y de relacionamiento armónico con el territorio, de manera que el fortalecimiento de estas debe estar orientado hacia la conciencia crítica de dicho territorio y del reconocimiento de emociones comunes, con el fin de fortalecer la convivencia.

Sin embargo, algunas estructuras sociales contemporáneas legitiman el uso de la violencia, como fin legítimo, con lo cual se facilita la instrumentalización militar de un Estado-nación a través de la seguridad y la construcción social que usa la violencia de forma arraigada a las dinámicas de un territorio (Bautista, 2017). Entonces, de forma contraria al panorama descrito, se propone la generación de prácticas de paz en las relaciones personales, sociales, políticas, económicas y culturales para promover procesos de transformación social y sistemas de valoración del otro distintas a las establecidas, planteando retos en las condiciones de violencia aceptadas socialmente (Andrade, 2019).

Desde este punto de vista, las prácticas de paz están orientadas al reconocimiento de las diferentes interacciones y al conocimiento de emociones individuales para transformar las realidades sociales y modificar las conductas (Hatibovic, et al., 2022). Esto supone un escenario social diverso y complejo; pues inciden, por una parte, modelos de sociedad que buscan seguridad estatal y por otra las acciones de colectivos que plantean una conciencia social orientada hacia la responsabilidad de transmisión de valores, normas y modelos de comportamientos diferentes a los establecidos (Gómez, 2019); posturas que pueden ser contradictorias entre sí.

A partir de esta noción, es claro el papel de las prácticas de paz en las discusiones contemporáneas de construcción de sociedad, ya que pueden facilitar los medios para fortalecer la efectividad de la resolución de conflictos y la participación social del individuo, en otras palabras, reflexionar sobre una cultura para la paz implica la necesidad de transformar comportamientos para fortalecer el respeto, el reconocimiento y la confianza mutuos (Bermúdez, et al., 2018). Por tanto, cobra importancia el fortalecimiento de las prácticas de paz como herramientas para plantear estrategias de cambio que permitan procesos de orientación, educación y garantía de derechos.

En esta línea, se identifica en el ejercicio de rastreo bibliográfico el devenir argumentativo de las prácticas de paz con relación a la noción de educación y proceso de construcción participativa que relaciona cambios en las maneras en que se concibe el papel de las comunidades y la responsabilidad del Estado y la sociedad para la construcción de una cultura de paz.

En este sentido, las prácticas de paz tienen múltiples significaciones; hay corrientes que plantean las prácticas de paz desde un enfoque sociológico en la construcción de representaciones sociales basadas en códigos y estereotipos de comportamientos permeado por el papel del Estado (Fuentes, 2020) y otras establecen que las prácticas de paz son la regulación y canalización de comportamientos que confieren significado social y cultural a la seguridad estatal (Fillol, 2020). De este modo, la paz plantea una reflexión crítica que brinde herramientas para su concepción y sus implicaciones en contextos como el rural y en aporte de construcción que desarrollan las nuevas generaciones (Hernández-Holguín, 2020).

Esta reflexión de construcción de paz cobra relevancia para comprender dinámicas y realidades actuales en el contexto rural que permite describir las prácticas que usan los jóvenes para la resolución de conflictos, siendo esto una necesidad para identificar las habilidades y oportunidades del territorio rural para la construcción de una cultura de paz en los jóvenes que responda a las crisis sociales que afrontan. En esta perspectiva, surge un reto para comprender la ruralidad desde la resolución de los conflictos, planteando la importancia de formar a los jóvenes a partir de una cultura para la paz que construya nuevos vínculos y generen nuevos significados del territorio (Ospina-Alvarado, et al., 2020). Esto debe involucrar también a todos los habitantes de la comunidad, que también pueden participar en la reflexión sobre cómo construir esta cultura de la paz a partir de sus perspectivas, narrativas y significados, con el acompañamiento de las instituciones sociales.

De este modo, la condición del joven rural es clave e indispensable para la construcción de la cultura para la paz, ya que lo reconoce como actor de cambio que puede afectar el entorno y transformar con mayor eficacia las dinámicas territoriales desde la resistencia, resiliencia y la cooperación. De esta forma el Estado debe procurar las condiciones para que la ruralidad identifique y adopte en sus intervenciones el manejo de los conflictos, las crisis, los problemas y las incertidumbres como elementos que promueven bienestar acorde al nivel de adaptación y resolución. Esto plantea las relaciones de poder en la ruralidad a través de una estructura institucional que promueva la mediación y en donde todos en el territorio fortalecen vínculos por medio de normas para la resolución de conflictos. Entonces, el poder se debe convertir en un catalizador para la generación de mecanismos institucionales que implementen y consoliden estrategias para la paz desde la interculturalidad, la reconciliación y el arraigo de las comunidades que se comprometen con el desarrollo rural (Duque, 2018).

Lo anterior significa que es importante abordar la noción de prácticas de paz a partir de la comprensión del comportamiento que surge como respuesta a una necesidad o interés particular y la relación de estos comportamientos con el territorio. En este caso, al comprender las prácticas de paz, también se debe reconoce el papel de los jóvenes en la construcción de esta en el contexto rural, por medio del estudio de las nuevas estructuras sociales, las transformaciones sobre el Estado, la composición social y la construcción de vínculos sobre el territorio.

Finalmente, los jóvenes rurales tienen el reto de identificar en su propia estructura rural el significado de las interacciones y las transmisiones generacionales que no se limitan al paso de información de la forma como se asumen los conflictos sino al sistema de significados que permiten transformar comportamientos (Martínez, 2018). Es decir, la ruralidad debe construir proyectos colectivos con una mayor conciencia individual orientada a un sentido de responsabilidad social territorial, que plantea como reto la reflexión personal de los jóvenes para resignificar comportamientos a partir de experiencias vividas, para lograr transformaciones sociales en su entorno.

Materiales y métodos

El alcance del método descriptivo, permitió abordar las prácticas de paz para la resolución de conflictos que apropian las jóvenes víctimas del conflicto armado colombiano residentes en la zona rural de Soacha. Por otra parte, el enfoque crítico social permitió entender las transformaciones sociales de la ruralidad y cómo los actores sociales, en este caso, la población joven, responde o percibe determinados problemas provocados por dichas transformaciones sociales.

Por consiguiente, la modalidad seleccionada para el desarrollo fue el estudio de caso, pues permitió describir cómo los jóvenes dan respuesta a determinados fenómenos sociales, con el fin de, como mencionan Chávez & Comet (2016), generar categorías de análisis e interpretación a partir de la descripción realizada para ilustrar, defender o controvertir los postulados teóricos previos del tema en cuestión, también con la recolección de información a través de múltiples instrumentos. En esta línea, para la recolección de información para el desarrollo de las categorías se seleccionaron como técnicas la entrevista semiestructurada, la encuesta, el grupo focal y la observación no participante, los cuales permitieron tener una validación en la información obtenida.

El propósito se centró en comprender las prácticas de paz para la resolución de conflictos de dicho contexto rural, de manera que se sistematizaron 18 encuestas, 4 entrevistas semiestructuradas, 6 guías de observación y un grupo focal, con una participación de 18 jóvenes de la vereda La Chagua y 12 funcionarios públicos, la información recolectada a través de la implementación de los instrumentos se organizó, categorizó y analizó teniendo como referencia la categoría de cultura para la paz, de la que se derivaron las unidades de análisis.

Las unidades de análisis formuladas fueron prácticas de paz, resolución de conflictos, ruralidad y juventud, para promover la discusión colectiva para la apropiación de estos conceptos, y posteriormente se dio lugar a la reflexión crítica a partir de las comprensiones de las unidades de análisis surgidas. Por consiguiente, el análisis se plantea desde un enfoque crítico social, para observar las prácticas de paz como producto del entrenamiento y como herramienta de investigación, con la cual se registran las interpretaciones de los jóvenes en la construcción de territorio.

Por último, el universo corresponde a los habitantes de la zona rural del municipio Soacha, 743 jóvenes de la vereda La Chacua aproximadamente lo cual corresponde a un 1,13% de la población total, a partir de esta cifra, se trabajó con una muestra de 18 jóvenes de la vereda La Chacua y alrededores. Las fases planteadas para el proceso fueron cuatro: Revisión bibliográfica, identificación de actores, reconstrucción de trayectorias y análisis de información.

Resultados y discusión

Se logró identificar con respecto a la unidad de prácticas de paz que el 60% de los jóvenes promueven una práctica de paz a partir del respeto por el otro, un 20% de desarrolla habilidades frente a la escucha activa y finalmente un 20% de estos jóvenes orientan un ejercicio de reflexión para la resolución de conflictos a partir de tomar la iniciativa. A partir de estos datos, se evidencia la importancia de fortalecer los espacios de reflexión y práctica sobre las habilidades y actitudes frente a la paz, a parir de lo manifestado por los jóvenes participantes.

De este modo, las prácticas de paz construyen una ruta de acompañamiento social sustentado en la experiencia a partir de la reflexión en la resolución de conflictos, reconocimiento de dinámicas sociales, la formación en convivencia y la importancia de la mediación (Martínez, 2018). Es así como el 70% de los jóvenes mostraron aceptación a esta ruta de formación sustentados en el desarrollo de competencias para la paz y un 30% señaló la necesidad de fortalecer el proceso de resolución de conflictos en el territorio a partir de las realidades como desafío para la paz.

El 60% de los jóvenes relaciona que el mejor escenario para una cultura de paz es la familia y un 40% lo plantea desde los escenarios de formación escuelas, colegios y universidades, donde se plantea una orientación en el desarrollo de destrezas y habilidades para la resolución de conflictos desde diferentes perspectivas de formación y concepción de paz (Gómez, 2019). Esto plantea la importancia de impulsar procesos de formación para que permitan incidir en el 45% de jóvenes que manifiestan que la mejor posibilidad frente a los conflictos es ignorarlos y en el 10 % que toma la postura del silencio como una mejor opción para la resolución de un conflicto. Por tanto, la construcción de habilidades multidisciplinarias permite la lectura del territorio y el planteamiento de nuevas estrategias innovadoras para la resolución de conflictos, incluyendo a todos los actores territoriales involucrados (Bautista, 2017).

Entonces, la resolución de conflictos de los jóvenes en la ruralidad se centra en abordar la reflexión y el fomento de una práctica de paz en problemas identificados y relacionados en el territorio en un 35% a la ausencia de diálogo, un 30% a la debilidad en el manejo de emociones, un 24% al desconocimiento de nuevas prácticas y finalmente un 11% a la ausencia de un actor mediador para la resolución del conflicto. Esto permite visibilizar la importancia del planteamiento de estrategias y escenarios de acompañamiento para el fomento y transición de una cultura de paz en la ruralidad (Duque, 2018)

Estas estrategias de acompañamiento en la ruralidad plantean en los jóvenes un reconocimiento del 50% del respeto, un 30% de la tolerancia y un 20% lo relaciona a la empatía, estos elementos son importantes para la intervención y orientación para el fomento de prácticas de paz. Así, los jóvenes se muestran de acuerdo con el desarrollo de habilidades para la resolución de conflictos y la importancia de un modelo formativo para el desarrollo de prácticas de paz en un 60%, un 25% resalta la relevancia de elaborar un trabajo interdisciplinario cuyo eje sea un trabajo colaborativo, un 10% indica como relevante el compromiso individual para la formación en prácticas de paz y un 5% lo relaciona a la construcción de escenarios institucionales.

Esto afirma, que la percepción de los procesos de resolución de conflictos y el acompañamiento de los jóvenes en la ruralidad para la construcción de una cultura de paz, se relaciona en un 85% en acciones coercitivas o correctivas y un 15% lo relacionan en acciones promocionales o preventivas. Así mismo, un 14% de los jóvenes desarrollaron un abordaje de la paz en las discusiones contemporáneas, analizando el conflicto como un sistema vivo, que pasa por diferentes procesos evolutivos que se dan dentro del territorio, lo que significa que el conflicto se reconoce como un proceso que puede incidir en el presente y futuro de su contexto comunitario.

De este modo, los jóvenes tuvieron la posibilidad de reflexionar y reconocer las dinámicas territoriales, incluyendo los escenarios social, político e institucional, las experiencias en el manejo de los conflictos, las crisis y adaptaciones por las cuales atraviesa la ruralidad y las posibilidades de acción para generar una cultura de paz acorde con dichas dinámicas. Finalmente, las prácticas de paz planteadas por los 18 jóvenes abordan temas en educación emocional y territorial, que permite el afianzamiento de una cultura de paz desde el reconcomiendo personal (Hernández-Holguín, 2020).

El proceso de formación para una cultura de paz permite a los jóvenes reflexionar y cuestionar el territorio o ruralidad centrando su atención en los problemas de comunicación y la construcción de vínculos: los jóvenes proyectan la resolución de un conflicto en un 45% a la situación, un 35% a la emoción y un 20% a juzgar la posición del otro, estos aspectos fueron considerados como importantes para plantear la reflexión sobre la forma en la que se resuelven los conflictos en espacios rurales, y posteriormente generar otras alternativas que impulsen la convivencia.

Por otro lado, el 75% de los jóvenes percibe que las acciones que se desarrollan por las instituciones son poco eficientes para la resolución de los conflictos, esto asociado a que en un 85% el manejo de las prácticas que promueve y desarrollan las instituciones son ineficientes. Es decir, aunque se reconoce al Estado como un actor importante y garante en la responsabilidad de modificar las prácticas para la resolución de conflictos, también manifiestan, de acuerdo con sus percepciones, la ineficacia en muchas de las acciones realizadas.

En consecuencia, los retos para el desarrollo de prácticas de paz en jóvenes del ámbito rural se soportan en la construcción en el tiempo y espacio de procedimientos y estrategias previamente validados en el territorio para el fortalecimiento de los vínculos y los mecanismos de resolución de conflictos. Esto se materializa en un 75% en los estudios de caso que permitió comprender una propuesta en la formulación de prácticas para la paz centrada en el manejo de emociones como la ira, la ansiedad, la angustia y la impotencia (Andrade, 2019).

Estas emociones y la necesidad de un acompañamiento permiten a los jóvenes orientar y fortalecer sus proyectos de vida a nivel familiar, redes de apoyo, trabajo comunitario, vínculos en el territorio, resignificar imaginarios y conceptos de paz (Duque, 2018). Las prácticas de paz buscan promover la comunicación asertiva y el buen trato como factores relevantes para la construcción de una cultura para la paz, la identificación y el manejo adecuado de los límites y fortalecer los vínculos entre los integrantes del territorio (Gómez, 2020).

Así mismo, las prácticas para la paz tienen como pretensión dar a conocer la importancia del uso tecnológico en los contextos territoriales y a su vez fortalecer el manejo y la resolución de los conflictos; también tiene como propósito identificar las afectaciones de los conflictos en las relaciones al interior de lo rural y reconocer los procesos de transformación y cambios que pueden afectar la vida de los jóvenes en particular (Duque, 2018). Esta comprensión de las dinámicas de la ruralidad permite que los jóvenes desarrollen una capacidad reflexiva frente a la importancia de sanar y ordenar los vínculos personales y familiares para participar de manera activa en las dinámicas sociales rurales (Vásquez, et al., 2020).

Por tanto, las prácticas de paz generan aprendizajes significativos: los jóvenes no pueden ser considerados como un receptor pasivo, sino al contrario, pueden hacer uso de los significados internalizados con respecto a la paz, la cultura de la paz y el conflicto, para generar su propio conocimiento acerca de estos fenómenos y actuar para alcanzarlos (Ospina-Alvarado, et al., 2020). En este sentido, las prácticas de paz se centran en el aprendizaje de la experiencia del manejo del conflicto, lo que permite aprender e identificar las vivencias de los jóvenes a partir de una necesidad planteando ejercicios simbólicos de paz que permitan reflexionar frente a los mecanismos de resolución de conflictos (Cruz & Ruiz, 2010).

De acuerdo con lo anterior es importante establecer las prácticas de paz a partir de la comprensión del problema, esto significa considerar como necesaria la implementación de estrategias pedagógicas que combinen la formación tradicional con una metodología vivencial, que involucre una acción pedagógica en la que se empodere sobre un saber, y a la vez, un sentir, y un proceder responsable frente a la resolución de un conflicto (Sánchez & Escobedo, 2019), esto debido a que las nuevas dinámicas territoriales obligan a las comunidades a desarrollar nuevas alternativas a sus dificultades, a encontrar otras formas de trabajar con ellas y otras maneras de posicionarse con respecto a ellas (Gómez, 2020).

De este modo la diversidad de los problemas, la transformación de las dinámicas sociales y la diversidad cultural trazan de manera transversal la formación y la educación para la paz como un eje articulador en la construcción del ser social, en el que confluye la satisfacción de amor, seguridad emocional, protección, orden social y la transmisión de valores (Urrea, et al., 2019). Lo anterior, implica no solo la adquisición de un cuerpo epistemológico y teórico sobre el concepto de paz, sino que se debe complementar su comprensión con estrategias para el desarrollo de prácticas para la paz orientadas a la comprensión y manejo de las emociones.

Frente a las prácticas de paz, se propone una estructura de formación que parta de la investigación del contexto social y las necesidades, intereses y formas de aprendizaje de las personas, con el fin de desarrollar propuestas pedagógicas acordes con los resultados de esta investigación. Esta estructura se complementa con el acompañamiento del docente, como profesional experto en procesos de enseñanza-aprendizaje, el que debe ser capaz de contextualizar este tipo de aprendizaje en un marco vivencial y significativo concreto, a partir de su propio proceso de capacitación y aprendizaje sobre la educación para la paz (Pérez, et al., 2017)

En este sentido, el desafío de los procesos de construcción de paz debe dar respuesta a las expectativas que los contextos esperan en un proceso de formación integral enfocado en el trabajo con las comunidades, las familias y las escuelas (Perdomo, et al., 2019), de manera que el diseño de estrategias para la convivencia e interacción entre los sujetos promuevan nuevas formas para la resolución de conflictos y la generación de prácticas de paz a partir de la integración de todos los actores sociales, en aras de alcanzar prácticas relacionadas con su contexto particular.

Por otra parte, se establece que otra de las estrategias necesarias e importantes en la formación de una cultura para la paz es la introducción de la inteligencia emocional en los procesos formativos; la tendencia de la educación actual se inclina hacia el desarrollo de la habilidad de percibir, valorar y expresar emociones y la capacidad de regularlas (Hernández-Holguín, 2020).

Además de lo anterior, las prácticas educativas deben formar con el objetivo de develar la realidad social y construir sociedades libres de estereotipos y etiquetas, lo que obliga a la implementación de estrategias de convivencia que favorezcan las prácticas de paz en la ruralidad (Fuentes, 2020). De este modo, al rastrear y fortalecer los escenarios de prácticas de paz en el territorio a partir del papel de la familia y las instituciones educativas, se producen formas nuevas de convivencia que involucran a diversos actores sociales y estatales para la comprensión e intervención de procesos de socialización, interacción, transmisión de capital humano y cultural (Martínez, 2018).

De acuerdo con lo anterior, los sujetos que se forman para el desarrollo de prácticas de paz, en especial los que se ubican en las ciencias sociales y humanas, deben ser conscientes de la importancia que tiene para la construcción de una cultura de paz la reproducción social y cultural, en este proceso de formación, la familia, además del escenario educativo, también desempeña un papel protagónico en la enseñanza y aplicación de prácticas de paz en sus dinámicas cotidianas y en su relación con el resto de la sociedad (Andrade, 2019).

El cambio y transformación en la resolución de conflictos es fundamental en un proceso de cultura de paz, dado que a través de este se reconoce al ser humano en calidad y en relación con el otro y con el territorio, esto da como resultado interacciones y tensiones con elementos biológicos, psicológicos, sociales, culturales y espirituales que complejizan el manejo de los conflictos Duque (2018), que implica generar prácticas y propuestas pedagógicas de la paz que vinculan la investigación, la acción y la formación, a partir de prácticas concretas y situadas, cuyo fin último es la acción transformadora para la comprensión de la realidad social (Bermúdez, et al., 2018) y la construcción de acciones colectivas en este sentido.

Finalmente, las prácticas de paz tienen una fuerte incidencia y capacidad trasformadora en lo político, social y cultural, debido a que mediante su uso se asume una postura crítica de la realidad vivida en el territorio, que busca no solo describir su situación, sino tomar conciencia de esa realidad para transformarla, esto a partir de prácticas de enseñanza-aprendizaje innovadoras, flexibles y articuladas con estudios prácticos, que integran el pensar, hacer y sentir acerca de la paz en una relación con el territorio, en la que se delimitan las responsabilidades correspondientes a cada uno de los sujetos protagonistas de un conflicto (Sánchez & Escobedo, 2019).

Conclusiones

De acuerdo con los datos obtenidos, se puede identificar que la población joven de la vereda La Chacua se interesa en la posibilidad de participar en la planificación y ejecución de procesos formativos relacionados con prácticas de paz y resolución de conflictos en su territorio, que involucre no solo las acciones al respecto realizadas por el Estado, sino que incluyan también el reconocimiento y manejo de sus emociones y acciones para mejorar la calidad de sus relaciones emociores, sociales y con el territorio que habitan.

Las prácticas de paz deben ser impulsadas tanto por las disciplinas de las ciencias humanas y sociales, como las comunidades; quienes, de manera articulada, deben desarrollar las líneas de trabajo y las prácticas pedagógicas para la apropiación de los conocimientos sobre la paz de acuerdo con las creencia y costumbres de estas últimas, y su visión de presente y el futuro posible. En este escenario, la población joven puede participar de manera activa, dadas sus posibilidades de liderar procesos de transformación social con base en la comprensión de paz compartida con las comunidades, y en consonancia con los conocimientos aprendidos y los derechos humanos.

Las prácticas de paz responden a los cambios y a las adaptaciones que las comunidades realizan en sus sistemas de creencias para subsistir y relacionarse con su territorio y abordar o manejar los conflictos.

Uno de los retos evidentes está en el abordaje de la paz desde postulados teóricos y metodológicos, que faciliten experimentar la necesidad de las prácticas de paz para cambiar de manera personal el abordaje de un conflicto y transformar las dinámicas del territorio, potenciando la convivencia, el manejo de emociones y el respeto por el otro.

Las prácticas de paz en la ruralidad ofrecen alternativas en la resolución de conflictos que de manera práctica orientan y fortalecen los proyectos de vida, las redes de apoyo, los vínculos familiares, sociales y comunitarios, resignifican imaginarios y conceptos de las dinámicas del territorio, promoviendo el buen trato, la comunicación asertiva y el manejo adecuado de los límites.

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Recibido: 08 de Enero de 2022; Aprobado: 21 de Febrero de 2022

*Autor para correspondencia. E-mail: darwin.cruz@uniminuto.edu

Los autores declaran que esta investigación no presenta conflicto de intereses.

Los autores participaron en la redacción del trabajo y análisis de los documentos.

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