INTRODUCCIÓN
“Aquel nombre tan bello que el pie de los versos tristes y joyantes parecía invención romántica más que realidad, no es ya en nombre de un vivo. Aquel fino espíritu, aquel cariño medroso y tierno, aquella ideal peregrinación, aquel melancólico amor a la hermosura ausente de su tierra nativa, porque las letras sólo pueden ser enlutadas o hetairas en un país sin libertad, ya no son hoy más que un puñado de versos, impresos en papel infeliz, como dicen que fue la vida del poeta” (Patria, 31 de octubre de 1893).
Así presenta José Martí a Julián del Casal, una de las figuras modernistas más importantes de la lírica del siglo XIX y uno de los principales autores seguidos por la generación que inició el siglo XX cubano. Para Martí Casal vivía prendida su alma en la beldad. Lector inquieto de literatura extranjera, por temperamento y formación seleccionó parcelas de lo que sería un movimiento común en Hispanoamérica, un preludio de un modernismo creativo y polémico, donde el clima, el estado de las cosas, no se reducen a la literatura. Es resultado de una época de crisis, de cambios, de contradicciones de todo tipo.
Según Arias en el prólogo al libro Un loto blanco de pistilos de oro:
“[…] sus autores aman la poesía más o menos elitista, pero escriben prosa comprometida política y socialmente. Se enlaza lo científico, pero como contrapartida se busca lo irracional. Se requiere ser universal, pero se termina siendo nacionalista. Un mundo cambiante a un ritmo que hasta entonces no se había conocido obliga a una literatura que se transforma, que va hacia nuevas perspectivas. Pero aquí siguen las contradicciones: el modernismo resulta ser raigalmente una consecuencia y continuación del romanticismo” (Del Casal, 2012: 2).
El desencanto, la melancolía recóndita, la nostalgia infinita y la tristeza fueron compañeros inseparables para Julián del Casal. Poeta sufrido, de salud crítica, la vida solo le deparó sufrimientos y penas.
Casal no logra el título universitario anhelado, además, su padre falleció después de haberse quedado en la ruina. En su obra literaria Casal demuestra todo el tiempo la afectación psicológica que su vida en desgracia le produce, por lo que evidencia una identidad fatalista al modo de Baudelaire. Se evidencia en su obra una actitud evasiva, un desencanto y melancolía, su exotismo y su obsesión por la muerte.
Es importante tener en cuenta que para el estudio de este poeta no se puede dejar de mencionar las influencias que recibió, además de Baudelaire, de Rimbaud y Velaine. La marca del simbolismo y el parnasianismo, unido a los elementos nativos, lograron una fórmula de unión poética de trascendente importancia.
Casal fue capaz de sustituir voces frecuentes en el romanticismo, de idealización, por otros menos hiperbólicos, más realistas, donde se aprecia un lenguaje menos exaltado. La poesía de Casal es de una marcada bipolaridad: el bien y el mal, lo puro y lo impuro, la materia y el espíritu, elemento que se sustenta en la voz de Fina García Marruz y de su inseparable esposo Cintio Vitier, tres son las dimensiones de importancia de la poesía de Casal: el pictorismo, la voz confesional y la antítesis vida-arte (Borrero, 1966: 21).
Ahora ¿será Julián del Casal un poeta realmente evasivo, al que no le interesa lo que pasa a su alrededor? ¿Cuál será la identidad que se puede inferir mediante su producción poética?
Por estas razones de dar respuestas a estas interrogantes se declara como objetivo identificar la identidad poética de Julián del Casal a partir de su producción literaria.
DESARROLLO
Julián del Casal fue un poeta que gestó su obra como rechazo indoblegable al empobrecimiento de los espíritus. Él creó el ambiente opresivo de la última etapa colonial, caracterizado por aspiraciones irrealizadas, fuerzas reprimidas y frustraciones que culminarían con la Guerra del 95.
Aunque se piense que Casal, como se ha manifestado indistintamente, era un poeta evasivo, no se puede ser absoluto en ese sentido, pues siente y crea en su poesía elementos significativos que respiran un sentimiento de cubano muy bien marcado; esto se demuestra en el comienzo de su poema “Autobiografía” (Del Casal, 2012: 30):
Nací en Cuba. El sendero de la vida
firme atravieso, con ligero paso,
sin que encorve mi espalda vigorosa
la carga abrumadora de los años
La alusión a Cuba como su patria, aunque la califique de infeliz, de tierra sufrida, asfixiante, de la cual quiere escapar, pero ya no lo logra, se hace presente a lo largo de sus versos, como sucede en su poema “En el mar” (Del Casal, 2012: 43), que recuerda mucho su lectura al soneto “Al partir” de la Avellaneda:
Qué me importa vivir en tierra extraña
o en la patria infeliz en que he nacido
si en cualquier parte he de encontrarme solo?
La alusión a su patria sufrida a manos de un tirano y el sentimiento de rechazo y odio hacia el tirano que la invade; por eso en “El adiós al polaco” (Del Casal, 2012: 35) se puede encontrar:
¿No ves a los tiranos
desgarrar de la patria inmaculada,
con infames manos,
la veste azul de perlas recamadas?
Frente a líneas como estas existe la seguridad de la identificación que siente Casal con su patria y el apego a ella, aunque en ocasiones se pronuncie por el deseo de partir a un lugar lejano o a otra “patria” que para él se pudiera pensar en Francia; esto se justifica si se recuerdan la líneas versales finales del poema “Nostalgias” (Del Casal, 2012: 88), su poema paradigmático:
Lo más interesante, cuando de Cuba se trata, en su poema “La perla” (Del Casal, 2012: 50), un poema, que desde lo simbolista (la perla = Cuba) está siendo asediada por dos “aves de rapiña”: España y Estados Unidos. Y qué mejor explicación de lo epocal, en el período de preparación de la guerra necesaria, que la imagen que da Casal de esta situación en el poema:
Alrededor de una perla
que el mundo ostenta en su seno
[…]
Hay dos aves de rapiña
contemplando sus destellos:
[…]
Viendo la perla romperse
[…]
Ya afilan los corvos picos,
para alcanzar sus fragmentos
La singular personalidad de Casal y los acontecimientos que marcaron su vida tempranamente: la muerte de su madre y más tarde de su padre, la pérdida del añorado sueño universitario y su “fiel compañero, el descontento” como diría en “Nihilismo”, lo van a convertir en lo que va a ser su verdadera identidad como poeta: la fatalidad.
No se trata de un poeta, a modo de reiteración, evasivo, sino fatalista, por lo que se asume y se declara que Casal se identifica como un poeta fatalista, al modo de quien fue para él modelo en la escritura y en el tema simbolista de la poesía: Charles Baudelaire.
Esta identidad fatalista de Casal se descubre dentro de su propia poesía, dentro de “Autobiografía” (Del Casal, 2012:32):
Indiferente a todo lo visible,
Ni el mal me atrae, ni ante el bien me extasío,
Como si dentro de mi ser llevara
El cadáver de un Dios, ¡de mi entusiasmo!
El hablante lírio se muestra en esta estrofa como un ser al que el mundo le es indiferente, al punto de pensar en su interior como un “cadáver”, en el que se pinta la fatalidad y la primera de ellas fue el fallecimiento de su madre cuando apenas contaba con cinco años. El sufrimiento por la muerte de su madre se inmortalizó en el soneto “A mi madre” (Del Casal, 2012:72), que pertenece a su libro Nieve, de 1892:
No fuiste una mujer, sino una santa
que murió de dar vida a un desdichado,
pues salí de tuse no delicado
como sale una espina de una planta.
Hoy, que tu dulce imagen se levanta
del fondo de mi lóbrego pasado,
el llanto está a mis ojos asomado,
los sollozos comprimen mi garganta,
y aunque yazgas trocada en polvo yerto,
sin ofrecerme bienhechor arrimo,
como quiera que estés siempre te adoro,
porque me dice el corazón que has muerto
por no oírme gemir, como ahora gimo,
por no verme llorar, como ahora lloro.
En este soneto, Casal presenta la imagen que tiene de su madre: “una santa”.
Estas características de las representaciones de imágenes son muy marcadas dentro del estilo poético de Casal como se aprecia en este caso.
Continúa en “Nihilismo” (Del Casal, 2012:100) esa visión fulminante contra sí mismo que genera esa melancolía, esa tristeza y ese sufrimiento, como si hubiese venido al mundo solo a sufrir y ese sentimiento de fatalidad lo condenara a una muerte deseada:
Ansias de aniquilarme sólo siento,
O de vivir en mi eternal pobreza
con mi fiel compañero, el descontento
y mi pálida novia, la tristeza
sí, versos de “Rondeles” (Del Casal, 2012:104) dan fe de esa visión que el poeta tiene de su vida:
Una vida, en la cual se respira muerte, fatalidad y mucha tristeza, en “Día de fiesta” (Del Casal, 2012:113), el último terceto lo demuestra claramente:
Circula por mi ser frío de muerte
y en lo interior del alma solo siento
ansia infinita de llorar a solas
En “Páginas de vida” (Del Casal, 2012:114), se reitera la idea anteriormente explicada:
Doblegando en la tierra, luego de hinojos,
Miro cuanto a mi lado gozoso existe;
Y pregunto, con lágrimas en los ojos,
¿Por qué has hecho ¡oh, Dios mío!, mi alma tan triste?
Se coincide con el criterio de Virgilio López Lemus cuando dice de Casal que “Una de las ganancias más notables que la poesía cubana obtiene con su obra, consiste en la elaboración intelectiva, artística, de la palabra, no exenta de emociones, de tragicidad, de visión de la muerte” (López, 1999:137), lo que justifica el carácter y la identidad fatalista de Julián del Casal.
CONCLUSIONES
Julián del Casal es un ejemplo de autor que presenta su vida, sus pensamientos, sus frustraciones y, sobre todo, su sufrimiento, en su producción lírica de un gusto muy refinado y novedoso desde una posición modernista.
El estudio de la obra de Julián del Casal constituye un paso importante para descubrir a este autor, que fue uno de los más importantes de la literatura modernista de Hispanoamérica. Los valores literarios de su lírica muestran un creador de una marcada esencia nacionalista, aunque en sus poemas se perciba el aliento de evasión. Sus poemas dejan ver una vertiente importante de su lírica que es el tono confesional e intimista, que revelan un Casal sufrido, con una identidad fatalista, que no fue solo de Cuba sino que, con su obra, se abrió al mundo.