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Introducción
Justo dos años atrás, el 11 de marzo de 2020, se confirmaron en Cuba los tres primeros pacientes positivos a la COVID-19. La desconocida enfermedad, que pocos meses antes había activado muchas alarmas en el mundo, llegó entonces al territorio nacional y los retos comenzaron a multiplicarse.
Era imposible predecir a finales del 2019 la magnitud de los hechos a los cuales tendríamos que hacer frente en estos 24 meses tan complejos. Se tuvo un primer año difícil, -de aciertos y desaciertos ante el desconocimiento del virus-, en el cual se perfeccionaron protocolos de prevención y atención, pensando siempre en la salud del pueblo cubano.
La voluntad política del Gobierno, junto al quehacer incansable de todo un país, posibilitaron minimizar en el 2020 los daños del SARS-CoV-2 y contener su transmisión en unos pocos meses.
No obstante, el comportamiento de la COVID-19 en el mundo y la aparición de nuevas variantes del virus ocasionaron en Cuba un repunte de casos a finales del 2020, que llevó a un ascenso acelerado de contagios en el 2021 y mantuvo en jaque al sistema sanitario cubano durante casi todo ese año.
A los cubanos les será imposible olvidar aquellas tristes jornadas, cuando la circulación de las variantes beta y delta en el país provocó el contagio y la muerte de tantas personas. Matanzas fue entonces el epicentro de la epidemia, aunque muy pronto la situación se complejizó en todo el territorio nacional.
En agosto de 2021 se registraron las peores cifras: el día 23 se reportaron 9 mil 907 nuevos contagios y el 24 ya se encontraban ingresados 50 mil 930 enfermos, tanto en instituciones hospitalarias como en sus hogares. También en ese mes se lamentó la mayor cantidad de fallecidos, 98 cubanos en una sola jornada. Fueron días muy tristes, que no dejarán de doler nunca.
Durante esos meses, se crearon nuevas capacidades de hospitalización. Ante el gran aumento de pacientes se multiplicaron los desafíos para el Sistema de Salud Pública y sus trabajadores. La avería que sufrió la principal planta productora de oxígeno del país sumó tensiones a un escenario epidemiológico ya de por sí muy complicado.
El esfuerzo y la sabiduría de muchos permitió superar esos difíciles meses y comenzar a vivir en octubre una situación epidemiológica más favorable. La entrada de la variante ómicron, poco tiempo después, conllevó nuevos esfuerzos ante el reto de su elevada transmisibilidad.
Los últimos dos años han estado, inevitablemente, marcados por el dolor de muchas pérdidas, y eso la familia cubana no podrá olvidarlo jamás. Como tampoco podrán olvidarse las jornadas de trabajo incansable en todos los rincones de la nación; el hacer de la máxima dirección del Gobierno, de los organismos, de las organizaciones de masas, de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y el Ministerio del Interior; el esfuerzo de los trabajadores de la Salud en los barrios y las instituciones médicas; el papel de nuestros científicos; el apoyo de nuestros jóvenes, del pueblo todo…
En medio del enfrentamiento a una de las más terribles epidemias vividas por la humanidad, con muchísimas limitaciones de diversa índole en el país, se logró desarrollar cinco candidatos vacunales, tres de los cuales se convirtieron en vacunas y otros dos continúan su desarrollo. Es este un gran logro de la Ciencia cubana y de la industria Biofarmacéutica.
Gigantesco ha sido el esfuerzo del sector para poner en marcha con éxito la mayor campaña de vacunación asumida por Cuba. Este 9 de marzo se habían aplicado 35 113 686 dosis, lo cual ha permitido que el 95,1 % de la población vacunable haya completado su esquema y el 73 % tenga su dosis de refuerzo.
Precisamente la inmunización de la población ha sido clave para lograr -ante el nuevo pico de la epidemia ocasionado por la variante ómicron-, que menos personas lleguen a las unidades de cuidados intensivos y fallezcan.
Esa realidad, que pone al país en mejores condiciones para enfrentar la enfermedad, no puede ser motivo para la confianza entre nuestro pueblo. Es preciso continuar trabajando juntos, para que cada vez sean menos los seres queridos que sufran a causa de esta pandemia.
A pesar del tiempo transcurrido, para los profesionales de la Salud sigue siendo todo un reto el diagnóstico, tratamiento y seguimiento de los pacientes. Aún son muchas y diversas las interrogantes que persisten acerca de la COVID-19 y sus verdaderos efectos.
Los convalecientes no son inmunes, tampoco los son los menores o abuelos. El comportamiento del virus ha demostrado que todos son sensibles a su contagio y no podemos darnos el lujo de dejar solo en manos de la ciencia el desafío de controlar la enfermedad.
Tras dos años de ser confirmados los primeros pacientes en Cuba, el SARS-CoV-2 ha ocasionado la muerte a 8 503 personas y se han diagnosticado 1 075 616 casos. Son cifras que muestran los efectos notorios del virus, aunque existen otros, no tan evidentes ni cuantificables, que también han dejado huellas profundas en el país.
En este nuevo momento que ha comenzado a transitarse en Cuba, en el cual se hace imprescindible aprender a convivir con los riesgos que implica la COVID-19, está presente el enorme desafío de hacer juntos para mantener el funcionamiento de las principales actividades económicas y de servicios.
No se debe pensar solo en el presente, es responsabilidad de cada uno pensar en el mañana, que es pensar en el futuro del país. La COVID-19 ha dejado muchas lecciones, hay que hacer uso de ellas con inteligencia.
