SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.10 número4Clustering ecológico de la ostra del Pacífico del Ecuador¿Es la comunicación una pieza clave para el desarrollo del turismo receptivo? índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Articulo

Indicadores

  • No hay articulos citadosCitado por SciELO

Links relacionados

  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Revista Universidad y Sociedad

versión On-line ISSN 2218-3620

Universidad y Sociedad vol.10 no.4 Cienfuegos jul.-set. 2018  Epub 02-Sep-2018

 

Artículo original

Una isla en medio del océano: así debe ser representada la relación de lo consciente y lo inconsciente

An island in the middle of the ocean: therefore must be represented the relationship of the conscious and the unconscious

Dr. C. Rogelio Bermúdez Sarguera1  *  , Dra. C. Marisela Rodríguez Rebustillo2  , Dra. C. Alina Rodríguez Morales3 

1 Universidad Metropolitana. República del Ecuador

2 Full. Texas. Estados Unidos E-mail: rebustillo.marisela@gmail.com

3 Universidad de Guayaquil. República del Ecuador. E-mail: rbsarguera@gmail.com

RESUMEN

El psicoanálisis, como tendencia psicológica que estudia el inconsciente, consideró compatible la figura del iceberg para representar la relación de lo consciente y lo inconsciente. Focalizando lo uno y lo otro como líneas nodales de relación de medida de nuestro análisis, argumentamos la vulnerabilidad psicológica de aquella concepción, dada la improbabilidad teórica de que lo consciente pase a formar parte de lo inconsciente y viceversa. Asimismo, subrayamos la relación dialéctica subyacente entre lo inconsciente y lo consciente, a diferencia de la relación subordinativa defendida por el psicoanálisis. Defendemos igualmente la idea con arreglo a la cual no es posible comprender el objeto de estudio psíquico sin el examen riguroso de lo lógico y loontológico, aplicado en el análisis de este objeto de estudio psicológico. Demostramos el carácter inapelable de aquellos dos parámetros en calidad de criterios relacionales como exigencia metodológica investigativa en esta área del saber.

Palabras-clave: Aprendizajes inconscientes; lo psíquico; lo consciente; lo inconsciente

ABSTRACT

Psychoanalysis, as a psychological tendency that studies the unconscious, considered the figure of the iceberg compatible to represent the relation of the conscious and the unconscious. Focusing the one and the other as nodal points of relation of measurement of our analysis, we argue the psychological vulnerability of that conception, given in the admission of the probability that the conscious becomes part of the unconscious. On the other hand, we underline the underlying coordination relationship between the unconscious and the conscious, as opposed to the subordinate relationship advocated by psychoanalysis.Likewise, we defend the idea, according to which it is not possible to understand the psychic object without the rigorous examination of the differentiation of the ontological and the logical. We demonstrate the unappeasable nature of these last two parameters as relational criteria as a methodological requirement in this context.

Key words: Unconscious learning; the psychic; the conscious; the unconscious

Introducción

El problema de la relación de lo consciente y lo inconsciente es una cuestión que subyace en todo estudio que sobre la naturaleza psíquica humana se realice. De alguna u otra manera, en las investigaciones de sesgo psicológico necesariamente aflora dicha relación, advirtiéndonos de la relevancia conceptual y, sobre todo, humana que tras ella se encubre.

Para todos los tratadistas en materia de psicología y, especialmente, para los estudiosos de la psicología profunda, no resulta sorprendente el hecho de aceptar que la relación adjudicada a lo consciente y lo inconsciente es, por antonomasia, subordinativa. De ahí que la concepción metafórica del iceberg tomó auténtica fuerza, amparada en los postulados de Sigmund Freud y sus epígonos.

Defendiendo la idea injusta de la subordinación y la oscuridad en la que yacía lo inconsciente, la psicología se escapó del terreno humano -y lógico-- para contentarse con los constructos personales del investigador. A la luz de la realidad psíquica humana, somos tan conscientes como inconscientes en cada momento de nuestra actuación concreta. No deja lugar a dudas el hecho de poder realizar múltiples ejecuciones simultáneamente, en las que unas solo pueden realizarse secuencial y separadamente de las restantes, en tanto otras, son susceptibles de acompañarse en el tiempo por segundas y terceras, sin ser perturbadas.

De ahí la necesidad de demostrar que lo consciente y lo inconsciente son las “dos caras de la misma moneda”: lo psíquico.

Desarrollo

Para la psicología científica, no basta con presuponer que se ha descubierto la esencia que tras lo fenoménico de los múltiples objetos de estudio psíquicos se esconden, si la investigación no recurre en todo instante a la valoración de dicha realidad desde la dualidad inevitablemente intrínseca a ella, en la que la negación de la coexistencia de los polos es poco probable.

La aproximación científica al estudio de la psiquis humana ha de dictar que ni a la conciencia, ni a lo consciente, ni a lo inconsciente, le puede ser atribuida connotación de categoría. Tal condición solo le puede ser otorgada a lo psíquico, cuya característica distintiva, como objeto de estudio de la ciencia, se halla en la posibilidad de regular tanto a nivel consciente como inconsciente. De manera que lo consciente y lo inconsciente son solo formas diferentes y expresas de una de las funciones fundamentales del psiquismo: la regulación del comportamiento.

Para ello, tomemos como pivote del razonamiento los siguientes postulados a defender.

  1. Lo psíquico es regulado tanto por lo consciente como por lo inconsciente.

  2. La regulación consciente es social, mientras que la regulación inconsciente es natural.

  3. Lo inconsciente no se subordina a lo consciente, ni viceversa.

  4. Lo inconsciente no puede devenir consciente, ni viceversa.

  5. El carácter motriz de una instrumentación psíquica traduce su naturaleza inconsciente.

  6. El carácter intelectual de una instrumentación psíquica traduce su naturaleza consciente.

Asimismo, la contradicción cardinal que nos impele a nuestros razonamientos posteriores en este artículo, podría ser formulada como sigue: ¿por qué considerar falso el hecho de que lo consciente pueda “pasar” a lo inconsciente, si el pleno dominio de lo consciente, en los sistemas teóricos hasta ahora concebidos, dicta esa posibilidad en la dinámica del psiquismo humano? En otras palabras, si a lo inconsciente y a lo consciente le son inherentes orígenes, dinámica, contenido y períodos de desarrollo ontogénicos bien diferenciados, lo que sostiene sus connotadas independencias, ¿cómo demostrar, dentro del mismo sistema de relaciones, que uno sea gobernado por el otro o que el contenido de uno pase a formar parte del otro, tal cual se infiere de la representación figurativa del iceberg?

En trabajos anteriores, hemos abordado esta temática, pues nos resulta el alfa y el omega de toda la psicología científica. Focalizar cualquier problemática concerniente al psiquismo es tomar en cuenta inevitablemente la relación de lo consciente y lo inconsciente, pues ella denota la dinámica primera del movimiento de la materia altamente organizada. No solo los psicólogos han entregado su tiempo a este análisis, sino también biólogos, fisiólogos y otros tantos tratadistas, con la intención explícita de esclarecer la vida psíquica, desde que el fisiólogo ruso I. P. Pavlov y el psiquiatra vienés S. Freud, preponderantemente, esbozó la unidad de la conciencia y la inconsciencia, el primero, y descubrió la vida psíquica inconsciente, el segundo, adjudicándole jerarquía a los niveles de regulación psíquica.

Ya para 1901, Pavlov destacaba que, en síntesis, el fisiólogo que estudiaba al cerebro sólo le interesaba una cosa: el contenido de lo psíquico. Y este contenido, al examinar la conducta de los animales y del hombre, él lo revelaba a través del sistema nervioso superior en la actividad: los reflejos incondicionados y el primero y segundo sistemas de señales de la realidad. A este problema, Pavlov (1978), se aproximó bajo los mismos cánones investigativos que lo guiaron en el estudio del problema fisiológico. "En la Psicología, --expresó en 1910--, todos los problemas giran alrededor de los fenómenos conscientes y nosotros sabemos excelentemente hasta qué punto la vida psíquica está conformada por lo consciente y lo inconsciente" (p.74). Y huelga hablar de Sigmund Freud, quien nos legó la existencia de una vida psíquica nada menos importante que la consciente: la vida psíquica inconsciente.

El Psicoanálisis y la regulación de lo inconsciente

Desde que por primera vez, en 1896, empleara el término psicoanálisis, este hombre de ciencias revolucionó la comprensión del funcionamiento de lo psíquico en el ser humano y los métodos de investigación consignados a atenuar sus perturbaciones. Amparado tras sus exigentes principios en la investigación, arremetió contra la visión antropocéntrica de las ideologías dominantes en el mundo y, sin apartarse un ápice de la búsqueda de la verdad, fue pródigo en el análisis de la otra vida, diametralmente opuesta a la conciencia: el inconsciente. Para Freud, había quedado claro el hecho de que en el inconsciente no existe la posibilidad de diferenciar la verdad de la ficción afectiva, de modo que la realidad psíquica resultaba en extremo más importante que la realidad objetiva. De ahí que el análisis del contenido manifiesto, digamos, el de los sueños, condicionaría la identificación de las ideas latentes y ocultas a la conciencia, pero que están irremediable y congruentemente ligadas a las circunstancias de la vida psíquica de la persona que los ha tenido. Por eso, compartimos con Mateo (2002), que “el objetivo de sus investigaciones -se refiere a S.Freud-- y de su obra es siempre el mismo: demostrar que todos los fenómenos de la vida psíquica tienen un sentido gobernado por una instancia organizadora que opera con independencia de la intencionalidad consciente del sujeto: el inconsciente”. (p.62)

En 1923, se publica la obra de S. Freud El yo y el ello, en el que diáfanamente pone en claro que la estructura de la personalidad debe responder a una organización de jerarquía entre sus elementos constituyentes. Así, sostiene que “un individuo es ahora, para nosotros, un ello psíquico desconocido e inconsciente, en cuya superficie aparece el yo, que se ha desarrollado partiendo del sistema perceptivo, su nódulo. El yo no vuelve por completo al ello, sino que se limita a ocupar una parte de su superficie; esto es la constituida por el sistema perceptivo, y tampoco se halla precisamente separado de él, pues confluye con él en su parte inferior”. (Freud, citado en Mateo, 2002, p.123)

A esta estructuración primera del psiquismo, añade el superyó o ideal del yo, que comenzó a describir en su obra Psicología de las masas y el análisis del yo. No es difícil advertir que la configuración adjudicada por el genial pensador vienés al aparato psíquico apunte al carácter jerárquico que de él sostiene, pulsando a la comunidad científica a la representación metafórica de su sistema teórico en forma de iceberg. Es así como los términos de lo consciente, lo subconsciente y lo inconsciente se hallan en relación de subordinación, condicionando con ello las relaciones de supraordinación y subordinación entre los elementos de aquel sistema. Así nacía, en el horizonte de las ciencias psicológicas, el iceberg del psicoanálisis.

Sin considerarnos en lo absoluto detractores de sus genuinas posiciones teóricas, creemos advertir que aquella disposición adjudicada a lo psíquico podría vulnerar la trascendencia misma de sus ideas, en el sentido ontológico. Ontológicamente pensando, lo superior regula lo inferior, lo controla y, con ello, condiciona que lo inferior no se exprese, o lo haga tenuemente bajo la coerción rectora de lo superior. Que no es el caso de lo que sucede en la relación de lo consciente y lo inconsciente. Al decir del propio Freud, lo inconsciente es rencoroso, al considerarlo material psíquico incompletamente reprimido y rechazado por la conciencia. De manera que su latencia es evidente y, por lo tanto, no solo se expresa a pesar del control de la conciencia, sino también en todo momento, solo que en un lenguaje y tiempo distintos. Y eso no sucede más que cuando de contrarios se trata, en la que incuestionable y recíprocamente se oponen y presuponen, en el juego sempiterno de los polos de la unidad dialéctica que inextricablemente conforman. Sobre el particular volveremos más adelante.

La teoría de la actividad y la regulación de lo consciente

Una de las obras que en el universo psicológico trascendió, a nuestro juicio, obviamente, por su carácter teórico y metodológico sobre la relación de las categorías actividad, conciencia y personalidad, fue la redactada por el tratadista ruso A. N. Leontiev (1975), quien no tardó en aplicar, confluyendo en un acto de síntesis teórica y metodológica, las ideas iniciales de sus antecesores coterráneos Vigotsky y Rubinshtein, acerca de la teoría general de la actividad y de los procesos del pensamiento, respectivamente, que, como modos de ejecución, permiten al hombre conocer y transformar su realidad y a sí mismo, así como las ideas del connotado y archiconocido investigador de lo inconsciente: Sigmund Freud. ¿De qué argumentos nos valemos para aproximarnos a tan atrevida conclusión?

En la referida obra, Leontiev, como nadie hasta el presente, se había dedicado al estudio del funcionamiento y estructura de la actividad humana, por lo que, obligado a someter a análisis dicha categoría, la desmembró en sus partes constituyentes y estableció las relaciones necesarias entre ellas. Así nació, para bien de los psicólogos y pedagogos de todas las tendencias, la estructura psicológica de la actividad.

En un arrojo teórico sin precedentes, el investigador ruso adjudicó plena vida a este concepto y admitió, como su predecesor Vigotsky, que la personalidad se formaba, se desarrollaba y se expresaba en su actividad. De modo tal que, en el sentido práctico, resultaban suficientes las preguntas de rigor: dime ¿qué haces? y ¿cómo lo haces?, ¿qué comunicas? y ¿cómo te comunicas?, no solo para ubicar a la persona en un determinado período psicológico durante su desarrollo ontogénico, sino también para elaborar una caracterización lo más objetiva posible, dentro de su subjetividad ineludible, sobre su persona. En otras palabras, Leontiev sentaba las bases de una psicología epistemológica y metodológica de la actividad humana sobre las cuales habría de sostenerse la praxis empírica, en general, y la profesional, en particular.

Definida la categoría actividad, desde la psicología, como proceso mediante el cual el sujeto satisface sus necesidades, Leontiev abordó su estructura general desde las acciones y las operaciones, como partes constitutivas de ella, en su enfoque instrumental. En términos generales, el pensador afirmaba que la actividad, constituida por acciones y operaciones, debía responder a un motivo-objetivo, en tanto sus acciones y operaciones, a objetivos conscientes y tareas, respectivamente, en su enfoque motivacional (figura 1). Estas últimas -las operaciones- habrán de convertirse, más tarde o más temprano, en operaciones mecánicas, según su propia expresión.

Fuente: Leontiev (1981).

Fig. 1 - Estructura psicológica de la actividad. 

Aludiendo a la unidad de lo motivacional e instrumental, quedaba explícito -en Leontiev- que toda acción ha de responder a un objetivo, en tanto toda operación, a una tarea. En eso podríamos estar plenamente de acuerdo. Lo que no es admisible en la arena teórica y psicológica es que las acciones subsuman operaciones. Y, en ello, Leontiev vulneró peligrosamente, pensamos, toda lógica con relación al enfoque sistémico-estructural aplicado consecuente y coherentemente a su teoría de la actividad humana. Detengámonos sobre el particular. (Bermúdez, Rodríguez & Bermúdez, 2014)

En primer lugar, hacer depender las operaciones de las acciones, como objetos de estudios psicológicos, es implicar a las primeras como parte consustancial de las segundas, en las que por su naturaleza primigenia, son una y la misma cosa. No hay que estar muy atento para advertir que cualquiera de las partes en las que el todo pueda dividirse, refleja íntegramente las propiedades de aquel, solo que a menor escala. Eso es un hecho lógico. Y es eso precisamente lo que hace que podamos estudiar al hombre como entidad psicológica. No sería ocioso traer a colación las palabras del pensador norteamericano del siglo pasado, H. Murray, cuando afirmaba que todo hombre es idéntico a todo hombre en el plano general, considerando con ello que las leyes psicológicas adjudicables a uno, son válidas para cualquier otro, sin lo cual no tendría razón de ser la ciencia psicológica. En consecuencia, si las operaciones configuran las acciones, entonces, ¿no es lógico que las primeras respondan a un objetivo, al igual que las segundas? Y otra consecuencia de tal proceder intelectual, nefasto desde su médula, es que si las acciones son de naturaleza consciente, como enfáticamente aseveró, debido a que responden a un objetivo consciente, entonces las operaciones, por antonomasia, también lo son. ¡Tamaño desvarío lógico!, al presuponer que “hijo de gato, cace ratón”.

En segundo lugar, y lo que resulta aún más vulnerable, es que si las operaciones son derivaciones metodológicas de las acciones, como él las concibe en su sistema epistemológico, entonces ellas quedarán reguladas y plenamente controladas por las segundas. Y no es para nadie un secreto que el pináculo de todo sistema, traducido en su concepto más general o categoría, gobierna los conceptos subordinados. En última instancia, ¡por eso son subordinados!

Volviendo a la estructura del aparato psíquico en la psicología profunda. Si bien a lo consciente se le subordina lo subconsciente, lo cual es lógicamente lícito, lo inconsciente se subordina a lo subconsciente; pero eso ya no es ni lógicamente consecuente ni psicológicamente admisible. Permítanos demostrar la inconsecuencia.

Primero. No hay otro modo de analizar el prefijo sub que no sea el de adjudicarle significado de subordinación a la palabra que lo honra. De esta forma, lo subconsciente se subordina a lo consciente y lo inconsciente también. Al menos este sistema teórico elaborado, hace frágil el iceberg que lo esquematiza y tampoco promete revelar con toda probidad las ideas del genial pensador de Freiberg: Freud. Ahí está la llama inicial que podría hacer derretir al imponente iceberg del psicoanálisis y hacer arder en el infierno la endeble lógica que lo sostiene.

Segundo. Si hablamos de la fragilidad del iceberg, ante todo, es porque contradictoriamente el propio Freud de manera brillante lo sentencia, al decir, que “los fenómenos de la vida psíquica tienen un sentido gobernado por una instancia organizadora que opera con independencia de la intencionalidad consciente del sujeto: el inconsciente”, tal y como lo habíamos citado más arriba. Queda claro que lo inconsciente gobierna -regula, controla- y, por ende, no tiene que hallarse necesaria y definitivamente bajo el imperio estentóreo de lo consciente. Esta es una idea en extremo importante con arreglo a la cual tenemos que concientizar de una vez y por todas que a lo inconsciente, como a lo consciente, le son inherentes la misma función reguladora. Ya no cabe duda. El hecho tan simple de admitir que ambos están implicados en la regulación de todo fenómeno psíquico, no significa que cada cual lo haga bajo los mismos cánones de regulación o con los mismos recursos psíquicos, o con el mismo lenguaje o con la misma intensidad de la fuerza reguladora. Excelente idea: ¡ambos regulan nuestro comportamiento y ambos, indudablemente, participan de dicha regulación con independencia! Todo contrario que se opone, al mismo tiempo, al otro se presupone: no hay aseveración dialéctica más axiomática.

Ahora, bajo una mirada distinta a este problema, surgen irremediablemente otros y los cuestionamientos podrían tomar derroteros divergentes, empujándonos a un callejón sin salida. Resulta que si el inconsciente se subordina a lo consciente, tal cual a viva luz lo destella el iceberg del psicoanálisis, entonces lo inconsciente no escapa del control psíquico que sobre él ejerce lo consciente. Y si eso fuese así, entonces ¿a qué independencia estamos aludiendo cuando del inconsciente se trata? A la luz de las ideas de Freud, como a las de Pavlov, no queda otra salida que no sea la de pensar que la vida psíquica humana jamás se fragmenta, ora para que funcione lo inconsciente ora para que funcione lo consciente. La conclusión que ante nosotros se erige, como esperándonos pacientemente cuando no hay otra opción, es la de que lo consciente y lo inconsciente funcionan simultáneamente, dando al traste con la dialéctica de la naturaleza. Lo consciente y lo inconsciente se acompañan en franca oposición y se contraponen en franca presuposición recíproca; son contrarios dialécticos, polaridades de una misma contradicción, que se excluyen y se complementan al mismo tiempo. Una tercera idea queda excluida por este camino del razonamiento. Querámoslo o no, lo cierto es que lo inconsciente y lo consciente se hacen idénticos por su naturaleza psíquica, pero se alejan para siempre por sus funciones, dinámica y contenido específicos de su existencia. Resistámonos, parafraseando a Engels, a seguir dejándonos amputar en el viejo lecho metafísico de Procusto. “Todas las contraposiciones polares, asevera el gran pensador (1982), se hallan siempre condicionadas por el juego cambiante de los dos polos opuestos el uno sobre el otro”. (p.50).

Lo psíquico es igualmente regulado por lo consciente y lo inconsciente. Enfoque histórico- cultural y Psicoanálisis: ¿es posible conciliarlos?

Hagamos confluir, en síntesis, la teoría psicoanalítica con la teoría de la actividad, bajo la espada filosa de la comparación. El hecho de considerar el método histórico-lógico en el abordaje de la temática, trae razonablemente a colación determinadas conclusiones en la palestra teórica. Abstrayéndonos de algún modo del enfoque histórico-cultural en el que las posiciones de Leontiev se sostienen, bien podría considerarse el parangón entre aquellas y las posiciones ortodoxas del psicoanálisis, al hacer depender hechos psíquicos de naturaleza inconsciente -como las operaciones-- de hechos psíquicos de naturaleza consciente -como las acciones. Desde su óptica, cada actividad humana está compuesta por acciones, de la misma manera que cada acción se desglosa -o se ejecuta-- en operaciones (figura 2). Por supuesto, esto es de esperar, dada la fuente de la que se nutre Leontiev. Este autor emerge de un enfoque histórico-cultural que prioriza el reflejo psíquico consciente por encima de los procesos psíquicos restantes.

Fuente: Leontiev (1981).

Fig. 2 Estructura de lo psíquico, en función de las posiciones. 

Pero, ¿no sería esto desatar el baile de San Vito, en el que tan divertidamente las operaciones danzan al ritmo de las acciones, o sea, en el que el inconsciente se mueve por obra y gracia de lo que lo consciente definitivamente impone?

En efecto, de lo que se trata es de dar ¡al César lo que del César es, y a Dios lo que es de Dios! De manera que si la acción es un constructo empleado para designar lo que posee carácter consciente, y la operación para señalizar su contrario, lo inconsciente, entonces es poco probable que lo uno y lo otro puedan yuxtaponerse, aun cuando susceptibles de ello sean al resultar confluyentes por su naturaleza psíquica. Si por esta vía del razonamiento solo nos encontramos con un desmedido escollo conceptual, no queda otro argumento que considerar la posibilidad de que las acciones se realicen justo a través de otras acciones que las configuran, en tanto las operaciones han de hacerlo mediante otras operaciones. Así, toda forma de ejecución instrumental consciente seguirá realizándose solo por otras formas de naturaleza instrumental también conscientes, denominadas acciones. En última instancia, a toda acción se le denomina acción justo porque ha de ejecutarse en el plano consciente; así que dentro de un sistema de relaciones de generalidad, la acción solo puede desplegarse a través de su sistema de acciones correspondientes, solo que a menor grado de supraordinación o de jerarquía. En otras palabras, cada acción se manifiesta -o se realiza-- en sus acciones constituyentes, en tanto cada operación lo hace a favor de las restantes operaciones que le otorgan vida instrumental. Dicho de un tercer modo, es poco probable que Ud. acepte lícita la idea de que una acción como la clasificación -y por lo tanto, de carácter consciente-- se realice mediante las operaciones de colocar un objeto sobre la mesa de un determinado color, primero, y, luego, colocar a su lado otro del mismo color, digamos, y luego, colocar un tercero de igual color, y así sucesivamente, con el objetivo de formar una determinada clase de objetos bajo el criterio color. Estas últimas instrumentaciones, quiéralo Ud. o no, son de carácter perceptual-motor y, por ende, inconscientes. Sin embargo, la clasificación tiene que desplegarse a través de sus acciones constituyentes, a saber, analizar los objetos del conjunto a clasificar, identificar el criterio de clasificación y contrastar los objetos del conjunto con el criterio de clasificación identificado. Ello podría representarse de la forma que sigue. (Figura 3)

Fig. 3 - Estructura de lo psíquico, en función del contenido de sus niveles de regulación. 

Todo esto trae inexcusablemente a colación múltiples problemáticas aún no resueltas en las ciencias psicológicas sobre el particular y que permanecen latentes en el tintero de la historia de estas ciencias.

Conclusiones

El iceberg no debe ser la figura más atinada para representar los fundamentos teóricos del psicoanálisis como fuerza primera de la psicología como ciencia. En su lugar, debiera recurrirse a la representación esquemática de una isla en el océano.

La relación entre lo consciente y lo inconsciente debe ser dialéctica, no subordinativa, al menos desde el punto de vista lógico.

Bajo los dictados de la dialéctica, lo consciente y lo inconsciente, dentro del sistema relacional explicativo que nos ocupa, no podrán sustituirse ni convertirse el uno en lo otro, sino oponerse y presuponerse en el juego sempiterno de su dinámica y coexistencia.

Referencias bibliográficas

Bermúdez Sarguera, R., Rodríguez Rebustillo, M., & Bermúdez Rodríguez, R. (2014). Inteligencia dual contra inteligencias múltiples. Revista Cubana de Educación Superior, 1, 94-110. [ Links ]

Leontiev, A.N. (1981). Actividad, Conciencia, Personalidad. La Habana: Pueblo y Educación. [ Links ]

Mateo, F. (2002). Freud. Un arqueólogo del alma. Buenos Aires: Longseller. [ Links ]

Pavlov, I. P. (1978). Veinte años de experiencia en el estudio objetivo de la actividad nerviosa superior (conducta) de los animales. Moscú: Progreso [ Links ]

Recibido: 04 de Febrero de 2018; Aprobado: 27 de Mayo de 2018

*Autor para correspondencia. E-mail: aliromoecu@gmail.com

Creative Commons License