Introducción
A José Martí, Apóstol de la independencia cubana, es sin lugar a dudas a quien más se recurre en la escena nacional para asegurar la validez de cualquier proyecto socio-político que se intente desarrollar. Su impronta es tal que pocos son los intelectuales cubanos y latinoamericanos que no se consideran sus deudores. Su vida y obra han sido y son referentes obligatorios.
Fue José Martí la razón suprema para que Manuel Martínez Méndez (Asturias 1895-Cienfuegos 1976), creara la Fundación Cultural Oasis Teosófico Martiano (con el objetivo de divulgar su pensamiento y obra en estrecho vínculo con los ideales de la Teosofía), y el epicentro ético y patriótico en torno al cual giraran sus escritos teosóficos.
Explicar la relevancia que Martínez Méndez confiriera a la figura imprescindible de José Martí y a su ideario político y ético en dos de sus trabajos: El sentido de América y su mejor vehículo: José Martí del 13 de julio de 1951 y El Gran creador José Martí del 19 de mayo de 1952, constituye el objetivo de este estudio.
Sabemos que el análisis se complejiza si se tiene en cuenta que “emprender un recorrido por los escabrosos senderos de las tendencias intelectuales e ideológicas no marxistas más significativas para el desarrollo de la cultura y la conciencia nacionales, en los años de vida de la República mediatizada, entraña siempre el riesgo de hacer valoraciones absolutas o esquemáticas sobre el papel desempeñado por los portadores materiales de esas tendencias: los pensadores”.(Santana, 2001, p. 98)
No obstantes se asume el reto, porque no se trata, como aseguran Guadarrama & Rojas (1998), de “forzar las ideas de algún que otro pensador aislado… sino de descubrir aquellas ideas germinales y anticipatorias y aquellos puntos de confluencia que testifican la racionalidad y justeza de sus ideas que fueron y siguen siendo válidas”. (p. 33)
Se trata, por tanto, de revelar la profunda tradición humanista, el optimismo ético y la confianza en el progreso social de Martínez Méndez, cualidades de un pensamiento sui generis que hacen necesario cuestionarse: ¿qué aporta?, ¿es auténtico?, ¿se corresponden sus ideas con las concepciones epistemológicas, éticas y sociopolíticas de su época? (Guadarrama & Rojas, 1998). Porque, de no hacerlo, contribuiríamos a que “existan sensibles ausencias en la historia del pensamiento en Cuba”.(Santana, 2001, p. 101); ausencias que “se hacen más evidentes al incursionar en el devenir de las ideas y la filosofía durante la República mediatizada”. (p. 101)
Las tesis apuntadas por Vitier (2006), se convierten en puntos de partida para este estudio, pues en su fundamentación sobre la relación moralidad-eticidad señala la necesidad de contribuir al desarrollo de estos temas porque “faltan aquí, es evidente, innumerables nombres y sucesos, e incluso aspectos específicos del tema (…) que espera por autores especializados”. La obra de Martínez Méndez, todavía inédita, reafirma lo expresado por Vitier en relación a la existencia de una conciencia social que se desarrolla en cada país con formas, argumentos y modulaciones propias que permiten conocer lo que puede llamarse una “ética en vivo o en acto y entender por dentro la motivación espiritual de sus manifestaciones históricas”. (p. 6)
La Fundación Cultural Oasis Teosófico Martiano: espacio de reflexión y debate
Manuel Martínez Méndez creó la Fundación Cultural Oasis Teosófico Martiano el 19 de mayo de 1950, en conmemoración por el 55 aniversario de la caída en combate de José Martí en Dos Ríos. Instituida al amparo de lo dispuesto en el artículo 35 del Código Civil vigente en la época, la institución fue nombrada oficialmente como tal el 30 de noviembre de 1953, según consta en el acta de constitución, que se encuentra en las páginas 412 a la 421 de los Protocolos Notariales del abogado Osvaldo Dorticós Torrado, localizados en los Archivos Históricos Provinciales de Cienfuegos (Sampedro, 2011).
En dicho documento queda claro que los fines de la misma son “un centro de divulgación y formación cultural en la más amplia acepción del vocablo y propenderá, mediante la realización de las actividades apropiadas, al estudio y práctica de los ideales espirituales propugnados por la Teosofía y los contenidos en el Ideario del Apóstol Cubano José Martí. Por eso las actividades que dicha Fundación verifique han de estar encaminadas a la propagación de sus ideales y a incitar la fe en los mismos”.(Dorticós, 1950, p. 61)
Constituye esta institución el epicentro de desarrollo del pensamiento de Manuel Martínez Méndez, es aquí donde profundiza en sus estudios sobre la Teosofía y la vida y el ideario martiano , y donde desarrolla una profusa obra analítica sobre temas diversos, que tienen en la eticidad el hilo conductor de todos sus razonamientos. La tarja que preside el ala martiana de la institución, con el pensamiento del Apóstol de la independencia de Cuba sobre Annie Besant, es en opinión de los fundadores, la piedra angular de ese edificio. En ella puede leerse: “Edúquese lo superior del hombre, para que pueda, con ojos de más luz, entrar en el consuelo, adelantar en el misterio, explorar en la excelsitud del orbe espiritual”.(Sampedro, 2011, p. 65)
La labor desarrollada por la institución, fundamentalmente en el período comprendido entre 1950 y 1976 en que Martínez Méndez fue su Presidente, apunta a la confluencia entre Teosofía, ética e ideario martiano, toda vez que en ella confluye un grupo de intelectuales que engranan los postulados de la Teosofía con el ideario martiano en sus análisis. Otro aspecto para nada despreciable en este sentido lo constituye la creación en la institución de una surtida y muy variada biblioteca que potencia el estudio y divulgación de los ideales humanistas, lo que valida la capacidad de indagación humana en la búsqueda de la confluencia de las verdades espirituales y terrenales, según criterio del fundador, y que convierte a esta institución en un centro educativo que potencia en los individuos la necesidad (y la posibilidad) de la virtud y la utilidad sociales, toda vez que fortalece el conocimiento y el autoconocimiento como elementos consustanciales de la moral.
Las actividades patrióticas conmemorativas , las cenas martianas, las charlas, las veladas culturales, los recitales de música y poesía, las conferencias, los cursillos académicos, etc., tienen como eje central resaltar los elevados valores morales que promulgan la tradición martiana y la teoría teosófica, fomentar el amor a la patria y condenar las injusticias. En sus salas disertan algunas de las principales figuras de la intelectualidad cubana y extranjera del momento, baste señalar a modo de muestra a Agustín Acosta, Medardo Vitier, Bienvenido Rumbaut Yanes, Heriberto Palenque, el historiador Isidro Méndez y el Dr. Walter Blomquist (Sampedro, 2011).
La Fundación, que en muy poco tiempo ganó merecido prestigio y reconocimiento en la localidad y dentro de la Sociedad Teosófica del país , abrió además sus puertas a diversos y polémicos temas. Fueron sus salas testigos de un incipiente proceso de institucionalización de la ciencia y disertaron en ellas algunos de los más reconocidos divulgadores científicos de la época como son los casos de los Drs. Fiterre y Walter Blomquist. Fue también la institución el lugar donde se debatió sobre la energía eléctrica, los avances más significativos de la medicina, la física y la química de la época, los estudios sobre la energía atómica, las teorías sobre la relatividad y el campo unificado y donde se sometieron a reflexión y crítica las principales corrientes filosóficas en boga en la época.
Sin lugar a dudas es la Fundación Cultural Oasis Teosófico Martiano el lugar propicio para el desarrollo en Manuel Martínez Méndez de un pensamiento sui generis, crítico y reflexivo en torno a las realidades de su tiempo. Pensamiento que articula de manera creadora las fuentes teóricas que le sirven de base, los debates que en la institución se desarrollan y los ideales éticos de José Martí y de la doctrina teosófica en la eticidad que lo distingue.
Una muestra de lo antes expuesto lo constituyen dos conferencias que Manuel Martínez dictara en el Oasis en las conmemoraciones por las efemérides martianas: El sentido de América y su mejor vehículo: José Martí (13 de julio de 1951) y José Martí: el gran creador (19 de mayo de 1952). En la primera diserta sobre como en José Martí se expresa el sentido americano, que el autor considera el del nuevo humanismo. En la segunda, dictada a solo poco más de un mes del golpe de estado que cercenó lo poco que de democracia había en Cuba, trata sobre la necesidad de estudiar a Martí para comprenderlo en su total magnitud e integralidad.
El sentido americano como expresión del nuevo humanismo
Este es un tema esencial desarrollado en ambas conferencias. Martínez Méndez considera necesario, en las condiciones latinoamericanas y cubanas de la década de 1950, desarrollar un nuevo humanismo, que desborde el individualismo y el egoísmo burgués, y que, mediante la educación de la moral de los hombres, convierta sus acciones en verdaderos evangelios del trabajo creador y de las virtudes humanas. José Martí encarna como ningún otro, según Manuel, ese nuevo evangelio.
Al respecto asegura en la primera conferencia que “los hombres símbolos que, en una época determinada, encarnan el sentido de esa época pueden ser varios, pero existe uno que, como ningún otro, expresa ese sentido. Así América cuenta con hombres representativos del sentido americano, más el Apóstol de la libertad cubana encarna mejor que ningún otro ese sentido americano, que yo designo con el nombre de; SENTIDO DEL NUEVO HUMANISMO”. (Martínez, 1951, p. 1)
Sentido que tiene en Martí, asegura en la segunda conferencia, al hombre creador, pensador original y excepcional, visionario, humano que supera lo humano para ser divino; cuya sabiduría puede ser comparada con el brazo libertador de Agramonte y Maceo y la sagacidad militar de Gómez, pero que es “más que eso; -asegura Martínez Méndez (1952, porque- es el alma nacional que mejor encarnó el ideal de la Patria”. (p. 1). Soslaya entonces la visión abstracta y metafísica del ser humano que supera lo humano para ser divino, estas palabras plantean imperativos ineludibles para los cubanos en todas las épocas. Primero, la necesidad de comprender a Martí mediante sus propias palabras; segundo, el reto de asumirlo como la expresión más elevada del alma de la Patria, porque “su vida fue un continuo hacer y un continuo pensar original y único, se le ha considerado como un hombre creador y excepcional”. (Martínez, 1952, p. 1)
En este sentido asegura que Martí, por su excepcional capacidad de análisis y entendimiento fue capaz de pensar no solo el presente que vivió, sino el futuro de la patria, concepción que sustenta cuando asegura que Martí supo conocer el alma humana y ascender en ella hasta su cúspide. Al respecto Martínez (1952), asevera: “Cubanos hubo que sintieron el amor patrio con su misma intensidad y que todo lo pusieron al servicio de la Patria, desde su hacienda hasta su persona; más ninguno vió el problema de Cuba como lo hizo Martí que pudo leer en el presente lo que habría de ocurrir en el futuro”. (p. 2)
Al adentrarse en el tema del nuevo humanismo considera que este se expresa en la conjunción de obra e ideales que se da entre Martí, Jesús y Buda. Conjunción que se manifiesta, siguiendo a Manuel, porque Buda representa el amor a todo lo vivo, Jesús el amor a Dios y Martí el nuevo y superior humanismo, ese imprescindible en los tiempos presentes, pues “en el presente, necesitamos de evangelios más activos, más humanos, es decir, que encarnen mejor el sentido de la época que estamos viviendo o que comenzamos a vivir ahora, muy especialmente en América”. (Martínez, 1951, p. 2)
Este nuevo evangelio, según Martínez Méndez (1951), tiene su punto de partida en José Martí por el hecho de que él no necesitó seguir dogmas, porque se siguió a sí mismo, y por tanto como no los siguió, tampoco los impuso a otros hombres, solo “pidió a los hombres que dieran de sí mismos lo mejor que tuvieran, porque las virtudes tienen que ser vividas en el taller de la vida práctica, donde el hombre ha de ser cultivado, que es querer decir: educado e instruido en forma armónica, a fin de que sea tan perfecto en la práctica tal cual se concibe en el mundo de las puras ideas”. (p. 2)
Amén de los deslices idealistas, el análisis de estas ideas nos conduce a resaltar en él la preocupación ética por encima de cualquier consideración, el hombre debe dar lo mejor de sí: sus virtudes, al servicio de la sociedad. Cualidades morales que deben ser educadas en armonía con las circunstancias en que vive el hombre para que pueda ser útil a sí mismo y a sus semejantes.
La educación moral y el cultivo de la virtud
Considera según Martínez Méndez (1951), que este nuevo humanismo precisa de hombres nuevos que antepongan los intereses sociales a los individuales. Para ello urge crear una escuela nueva capaz de educar la moral y las virtudes humanas. Tiene claridad en cuál será el resultado más importante al que debe conducir el cultivo de las virtudes humanas, y del cual José Martí es el más vivo ejemplo: el amor.
Al respecto, razona: “de los versos de la Rosa Blanca podemos deducir el evangelio de la nueva era, porque en ellos se nos muestra el amor en acción, el amor en el trabajo, el amor que se hace y se cultiva; porque todo hombre lo ha de cultivar, si es que desea alcanzar la realización de aquello que considera bueno, necesario y salvador”. (p. 2)
Asegura que en estos versos Martí dejó “el contenido del más puro sentido americano, del evangelio cuya ley es el trabajo creador, del cultivo de todo lo que es susceptible de ser cultivado” (p. 3), que entiende como la educación moral de los seres humanos como sujetos productores, creadores de riquezas, transformadores autoconscientes de su realidad y conscientes del plan divino, que conducirá a la fraternidad humana.
Comprende que en José Martí el concepto de educar va unido al de cultivar, hacer, preparar para la vida, por lo que desde esta perspectiva lo asume como el proceso que trasciende las acciones externas de la conducta personal y alcanza los más íntimos valores que definen al ser humano: una ética que se manifieste en la conducta moral del hombre en sus relaciones con todo cuanto lo rodea. Ética que lo compulsa a actuar en consonancia con las necesidades que impone el momento, aun cuando ello exija los más grandes sacrificios. La siguiente reflexión arroja luces sobre lo antes expuesto: “La necesidad del momento lo llevó a predicar la guerra contra el gobierno colonial, porque era necesario quitar los obstáculos que oprimían a la Patria irredenta, y nada hay más santo y ni más grande que sacrificar la vida en defensa de una causa noble y buena para todos”. (Martínez, 1951, p. 4)
Manuel no solo comprende la necesidad que tuvo Martí de convocar a los cubanos a una guerra que le resultaba repugnante, pero ineludible; sino, que, como el Apóstol, está también convencido de que esta constituye el único camino de que dispone la Patria para realizarse en el pleno goce de los derechos de todos sus hijos.
La eticidad que emana de la obra de Martínez Méndez le permite vislumbrar que no hay sacrificio moral y humano más elevado que sacrificar la vida en defensa de una causa noble y buena para todos. Es la misma eticidad que le permite también asumir que “Cuba y las Antillas, están en condiciones para iniciar un ensayo de nuevo orden de vida, en que la cooperación entre los hombres ocupe el lugar que hoy tienen la competencia y la explotación del hombre por el hombre”.(Martínez, 1948, p. 5). Es decir, la construcción de una nueva sociedad que propicie la hermandad entre los seres humanos, la cooperación y suprima las condiciones oprobiosas de la sociedad cubana de entonces.
Advierte, sin embargo, que este esfuerzo solo arrojará los frutos esperados si esta educación moral y cívica es llevada a todos los ciudadanos por igual. Al respecto aclara: “Y aunque siempre el acento de la instrucción y de la educación se pone... sobre el niño y sobre la juventud, es preciso dirigir la actuación sobre los mayores, es decir, los que ya son conscientes y responsables, pues, muchas veces la labor de la Escuela se opaca por la indiferencia del hogar o por la forma torcida de pensar de los que deben ser guía y ejemplo… la juventud toma su orientación de lo que ve en la práctica, que es mucho más eficaz que las enseñanzas que puedan ofrecerle los libros”. (Martínez, 1952, p. 4).
De la última frase se infiere además que Martínez (1952), otorga especial importancia a la moralidad emanada de la conducta práctica que se manifiesta en la vida cotidiana, en el hacer y crear.
Asegura que ningún profesor o instructor podrá lograr más en el campo de la educación moral, si no es un vivo ejemplo de lo que predica, porque nadie puede dar ni inculcar lo que no está dado antes en uno mismo. Por ello, señala, es necesario educar a los ciudadanos en los preceptos martianos de fraternidad y de cooperación para lograr el bienestar común, porque “como el odio separa, el amor une con fuertes lazos”. (Martínez, 1952, p. 4)
Política y religión
En el artículo fechado el 19 de mayo de 1952 analiza el estado real de Cuba y hace una crítica profunda y valiente a la realidad nacional posterior al 10 de marzo. Considera al gobierno de facto, instituido como consecuencia, una negación del ideal democrático martiano y reclama la necesidad de retomar su pensamiento. Al respecto asegura: “y hacia Martí tendremos que volver la mirada, si es que deseamos buscar la orientación para resolver el problema que hoy confrontamos en el aspecto económico, político y espiritual, si es que queremos trascender la actual época de confusión y desconcierto que hoy vivimos”. (Martínez, 1952, p. 3)
Obsérvese que, sin menospreciar la situación objetiva del país, otorga singular importancia a los problemas espirituales que, como consecuencia del golpe militar, aquejan a la nación, pues considera que la gran problemática de la sociedad cubana es el problema ético, es decir, la falta de moral de quienes dirigen.
Razona sobre este aspecto de singular importancia porque asume a Cuba como el corazón de América, el sitio donde se resolverá la problemática esencial de nuestra América, y con sobrado optimismo asegura: “no importa el actual estado de cosas, pues si bien es de confusión, por la desorientación de los que dirigen la cosa pública, hay que pensar, con razón poderosa, que otras fuerzas potentísimas están construyendo los cimientos de una nueva Cuba, la Cuba del futuro”. (Martínez, 1952, p. 3).
Desde una visión teosófica como la de Manuel, es innegable que estas fuerzas potentísimas son de carácter espiritual y divino, pues él estaba convencido de que Cuba, y muy especialmente Cienfuegos, deberían, por mandato celestial, desempeñar un papel decisivo para el futuro de la humanidad.
Más allá de su visión metafísica, estas reflexiones constituyen un llamado a lo mejor de la sociedad cubana a rebelarse contra el statu quo imperante, para superarlo en bien de todos. Constituye un llamado ético a los cubanos de moralidad probada y patriotismo demostrado. Y muy especialmente a los martianos porque “los martianos… son los que siguen la doctrina del Apóstol, y es competencia de los martianos, luchar en todas las formas posibles para que Cuba logre realizar su alto destino… dar al mundo una orientación tomando como norma el Ideario Martiano, que (se) puede sintetizar con estos dos magníficos pensamientos: SERVIR ES MEJOR QUE SER SERVIDO. LA PATRIA ES ARA Y NO PEDESTAL”. (Martínez, 1952, p. 4)
Servir a los demás y servir a la Patria será el imperativo moral que Manuel reclame de los cubanos, para lograr trascender la compleja situación que impone la dictadura batistiana. El servicio desinteresado, el servicio responsable, el servicio comprometido con un ideal patriótico que encuentra en Martí su expresión mayor.
La solución que encuentra Martínez Méndez (1952) es antes que todo moral, y tiene como base la moralidad de los cubanos (los martianos). Y lo es en tal medida que, aunque sabe que no será una tarea sencilla, “Y no es que yo crea que la tarea a realizar por los martianos vaya a obrar el milagro de la transformación del pueblo cubano de la noche a la mañana” (p. 4), deberá ser una labor concienzuda “que se habrá de realizar día a día, momento a momento, venciendo los obstáculos que han de presentar los descreídos, los vencidos, los pícaros” (p. 4), para lograr despertar a “todo el que sienta la inquietud del momento” (p. 4)para que se dé “a la tarea de engrandecer esta Cuba qua Martí amó tanto, y, de tal modo, que la obra realizada sirva de modelo para toda la América, y, aún más; para el mundo entero”. (p. 4), porque Cuba libre, será primero que todo, un modelo moral para todos los hombres y mujeres del mundo.
Ya antes, en la conferencia El sentido de América y su mejor vehículo: José Martí, del 13 de julio de 1951, había arremetido contra la actitud pasiva de la Iglesia Católica ante la realidad cubana. Reclamaba entonces una evangelización más activa y comprometida con el hombre, como considera que se manifiesta en Martí, a quien cataloga como Santo Laico de América, Santo Demócrata (Martínez, 1951).
Una evangelización que haga posible que el ciclo humano de la virtud, que en la ética y la virtud de Martí se personifican traiga el cielo a la tierra “porque es aquí en este mundo nuestro, donde habrán de realizarse los designios de lo divino. El hombre de América, el hombre preconizado por Martí, es el llamado a completar la obra de Dios”. (Martínez, 1952, p. 5)
Está claro en el pensamiento de Martínez Méndez, la diferencia entre la idea de Dios, encarnada en la religiosidad ciudadana y la función social que desempeña la iglesia. Contra esto último arremete, contra el papel pasivo y cómplice de la jerarquía de la Iglesia católica, que no se revela contra la situación imperante y condena la insubordinación de sus súbditos. La misma iglesia que justifica, en nombre de Dios, un régimen antihumano. De ahí que reclame, como anteriormente se menciona, nuevos evangelios, “más activos, más humanos, es decir, que encarnen mejor el sentido de la época que estamos viviendo o que comenzamos a vivir ahora, muy especialmente en América”. (Martínez, 1952, p. 2)
Conclusiones
En las conferencias El sentido de América y su mejor vehículo: José Martí y José Martí: el gran creador, destaca el hecho indiscutible de que Manuel Martínez Méndez asumió el ideario martiano desde su más absoluta integridad y plenitud, en estrecha concordancia con sus concepciones teosóficas. En ambas la eticidad que caracteriza sus escritos se patentiza como el hilo conductor que guía las reflexiones.
Reclama a los martianos y cubanos el máximo compromiso con la ética y el ideario del Apóstol, basamento de la crítica profunda que hace al estado de cosas que impera en la Cuba de la década de 1950 y de la contienda cívica a la que nos convoca. José Martí constituye el paradigma insuperable para alcanzar la sociedad moral, justa, soberana y libre que la patria necesita. Porque en su ideario están contenidas las enseñanzas morales que forjarán la responsabilidad ciudadana, el humano y la utilidad de la virtud, necesarias para que el servicio a la patria y a los demás sea una prioridad para cada ciudadano.
Ambas conferencias reafirman la pertinencia y actualidad de un pensamiento esencial en la batalla cívica y patriótica que, en Cuba, antes como hoy, se libra en defensa de nuestros valores patrios.