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Revista Universidad y Sociedad

versión On-line ISSN 2218-3620

Universidad y Sociedad vol.11 no.5 Cienfuegos sept.-oct. 2019  Epub 02-Dic-2019

 

Artículo Original

Estado y sociedad al borde del Siglo XXI: tensiones y emergencias

State and society at the edge of the 21st Century: Tensions and emergencies

Franklin Américo Canaza-Choque1  * 
http://orcid.org/0000-0002-1929-6054

1 Universidad Católica de Santa María. Perú

RESUMEN

El estudio busca analizar las configuraciones y nuevas formas que ha adoptado el Estado y la sociedad en el preámbulo del siglo XXI. Dos estructuras dentro de dos proyectos en la misma dirección: globalización y posmodernidad. Los alcances muestran que, en la escena mundial, la dilatación de fuerzas anónimas de un corpus estrictamente globalizador ha hecho de que aumenten las desigualdades, las protestas sociales, la vulneración de derechos, el cuestionamiento de tratados y la pérdida de identidades geo-culturales. La amenaza acrecienta, si a éste se añade, como último, calamidades climatológicas, guerras, terrorismo, pobreza, violencia e inseguridad planetaria, creación de armas nucleares o bioquímicas, etc. Bajo estas líneas, la desprotección de la sociedad ante el Dios-Mercado, ha hecho que la gran mayoría asuma comportamientos de consumo irresponsable, y que la vida misma, se mercantilice y tenga su precio de oferta. A la par, la fragilidad de los Estados e instituciones gubernamentales los ha conducido a que sus tierras sean profanadas por colosales maquinarias asociadas al capitalismo extractivo y demás derivados. El abanico es amplio, y detectar el problema y la respuesta compromete a todos.

Palabras clave: Capitalismo global; Estado-nación; extractivismo; globalización; posmodernidad

ABSTRACT

The study seeks to analyze the configurations and new forms adopted by the state and society in the preamble of 21st century. Two structures within two projects in the same direction: globalization and postmodernity. The scope shows that on the world scene, the expansion of anonymous forces from a strictly globalize corpus has made that increase inequalities, social protests, the harming of rights, questioning of treaties and loss of geo-cultural identities. The threat increases, if to the latter is added, climatic calamities, wars, terrorism, poverty, violence and planetary insecurity, creation of nuclear weapons or biochemistry, etc. Under these lines, the vulnerability of society before the God-Market, it has made the vast majority assume behaviors of irresponsible consumption, and that life itself, mercantile and have an offer price. Furthermore, the fragility of government States and institutions has led them to their lands being desecrated by colossal machineries associated with extractive capitalism and other derivatives. The range is wide, and detect the problem and the response commits everybody.

Keywords: Global capitalism; Nation-state; extractivism; globalization; postmodernity

Introducción

En lo que va del tiempo, aunque la discusión parezca tan arcaica, esta seguirá estando en medio de lo que podría denominarse: (des)orden global. La doble imagen desigual creada detrás y por debajo de la globalización, representa uno de los debates de mayor presión e intensidad en los últimos tiempos. La primera figura imaginativa que se tiene, es de domino y control. Son grupos y élites de poder económico y político -Davos, G8, OCDE, OMC, BM y el FMI- que se desplazan en la lógica antiestatista del mercado -laissez faire-, y que en su accionar, despliegan desastrosas tendencias de intervención política en el que la sociedad sea fuertemente globalizada y capitalizada por completo, así como la masiva irradiación de dispositivos ideológicos y una serie de acuerdos transversales hacia las economías de régimen nacional. De tal manera, que son actores globales sin compromiso alguno de los efectos, fallas y de los aciertos que la globalización pueda provocar en los dominados o abandonados por el sistema capitalista.

Por el contrario, la segunda imagen, mutada claro, es de contracorriente a la profundización y a las representaciones neoliberales. Una que, por cierto, conforma múltiples figuras imaginativas antiglobalizadoras: agrupaciones, colectivos, sindicatos y grupos rurales e indígenas que se movilizan con la alegoría de detener los avances irregulares del capitalismo global desde una clara perspicacia llamada: indignación. Ambas imágenes del momento, de quien gestiona, y de los que resisten a los imperfectos de la globalización. Son y siguen siendo, el altercado del presente.

En este trabajo se busca analizar las configuraciones y nuevas formas que ha adoptado el Estado y la sociedad en el preámbulo del III milenio en base a las secuelas multidimensionales de dos proyectos que se direccionan en un mismo camino: globalización y posmodernidad. Ambos horizontes, oscuros para una gran mayoría, presuponen entender al Estado y la sociedad de otras variadas que no sean las mismas.

Con todo, el simbolismo del Estado, en su trayectoria, frente a un soberano global de razón económica termina por colapsarlo. Pese a esto, se cree que el Estado, sigue siendo el problema y a la vez la solución para canalizar y alcanzar imaginarios compartidos de democracia, libertad, paz, protección y garantizar los derechos del ciudadano, en particular, de quienes son más sensitivos a amenazas de gravitación mundial. Construir un Estado moderno y sólido con contenidos sociales, es uno de los desafíos que puede suspender el avance irregular y anómalo de las derivadas globalizadoras y posmodernas.

Desarrollo

Cuando el mundo viaja en la era posmoderna. Una “nueva economía-mundo, un nuevo paradigma científico y una nueva tecnología abren paso a cambios culturales vertiginosos que generan sus propias tensiones” (Hernández, 2000, p. 145). Es un nuevo mundo con contenidos viejos, en donde la geografía física parece haberse contraído y exprimido al máximo, “de manera que la tesis de los espacios cerrados es ficticia” (Beck, 2008, p. 33). Por lo pronto, ya nada queda aislado. Aunque la red los una, de Este a Oeste, de Norte a Sur, los conjuntos espaciales son marcados por disparidades, diferenciase irregularidades dentro y fuera del sistema, que lo único que han hecho durante estas últimas décadas, es aumentar su tendencia. La larga data, no es de ahora, más bien, es como sugiere Dussel (1998), es un sistema mundo que comenzó a gestarse hace más de 5000 años. Y el hecho, es que tiene mucha historia debajo de su imagen, que hoy, por cierto, es catastrófica para los incontables. Hay quienes aceptan y se adaptan para continuar el camino y seguir ante las extrañezas del futuro, aunque estas, supongan ser amenazantes para la vida. Pero hay quienes resisten a ser aplastados por las enormes fuerzas que brotan de un poder-mundo para sucumbirlos, o en un caso, de expulsarlos eternamente de un paradisiaco régimen capitalista. Son movimientos sociales que encuentran su punto de partida en la indignación, reuniendo sentimientos y subjetividades para resistir ante las irregularidades que se vienen formando en la biósfera.

Esta anomalía, tiene nombre: globalización. Un diseño arquitectónico que se configuró en la década de los 90´ después del “desmembramiento de la Unión Soviética y con ella el fin definitivo de la guerra fría, la caída del muro de Berlín” (Scatolini, 2011, p. 342), sucesos al que Fukuyama, caracterizó como el fin de la historia. Fue un final que significó para las gentes de izquierda de la Europa del Este y del mundo entero, en una catástrofe, que más tarde, traería síntomas de desmoralización y perplejidad en la vida de muchos políticos y colectividades (Quijano, 2014). Este colapso de la izquierda internacional y las resonancias dadas a partir de este acontecimiento, darán pasó a la consolidación y gobernanza del neoliberalismo en un mundo globalizado. Es decir, el carácter devastador, es ese, un capitalismo convertido globalmente en muerte.

Por los años de 1979 y 1990, el eslogan de la Dama de Hierro -Margaret Thatcher- era: There is no alternative, “no hay ninguna alternativa a la globalización, a cuyas exigencias todos los gobiernos deben someterse” (Wallerstein, 2005, p. 9). Se ha dejado atrás al viejo Marx, la nostalgia invade las vidas, se renuncia al pasado y el ascenso del populismo de derechas solo tiene una explicación: los enormes torbellinos provocados por la globalización (Žižek, 2012).

En este ciclón de hegemonización mundial del neoliberalismo, la superficie social, asiste a una creciente desestructuración de los vínculos sociales; al agotamiento del Estado-Nación; a la erosión de los pilares del bienestar; a un retroceso de las políticas a favor de las grandes mayorías; y por último, aunque interminable, a una desconcentración del poder global y del desplazamiento de poderes locales, es en toda magnitud, para gran parte de los teóricos, una era con explicaciones difíciles de asociar y articular, es como si se perdiera todo referente unificador en las sociedades y de legitimidad del Estado en garantizar lo que resta de los derechos humanos (Žižek, 2003; Fair, 2008).

En la escena mundial, sin que esto enjuicie ser muy absoluto, ni los Estados, ni mucho menos las sociedades escapan a las fuerzas ignotas extendidas por la misma naturalidad de un planeta global. Bajo su sombra, la confianza termina por convertirse en sospecha, el miedo se mercantiliza, el sufrimiento se consume y el temor a no dejar huella alguna se apodera de la vida (Bauman & Leonidas, 2015),y como remarca Žižek (2012), de las palabras de Stalin, nuestros tiempos no están hechos “para aquellos con nervios débiles”, un globalismo sistémico que por su misma condición, ha desatado miedo y terror en indistinta manera en miles de habitantes del globo. En una crisis civilizatoria y estructural del sistema, la interrogante aún queda suelta, ¿Qué sucederá con aquellos que no puedan afrontar la crisis planetaria? No basta con solo darles y prometerles esperanza a que todo esto cambiará y que el futuro será prometedor, ni mucho menos de tan sólo implementar políticas nacionales e internacionales en defensa de los más débiles, sino, de hacer que estas se apliquen y se respeten como marcos definitorios de sociedades más justas y seguras.

Retornando a la cuestión originaria, la profesora de la Universidad de Columbia, Sassen (2001), comprende que en la era y la soberanía de la globalización, la desterritorialización de la producción, la centralización espacial y la internacionalización económica de las ciudades globales (Londres, Nueva York, Tokio, Frankfurt y Hong Kong) han provocado que los viejos Estado-Nación, quienes eran garantes de los derechos del ciudadano hayan sido desplazados por el moderno, aquel Estado anclado al capital, y que ante la magnitud alcanzada por la globalización, los esquemas estatales se hayan alterado por una mano invisible del Todopoderoso-Mercado, y que en su soberanía absoluta de divinidad incompartida, se haya desnaturalizado la gobernabilidad estatal a puntos ciegos, que quizás sean inservibles a poderosos engranajes capitalizadores.

Frente a esta situación, la representación jurídica estatal, la estructura del contrato social y el poder del soberano entran en cuestión, y a lo mejor, este último, no sea una novedad en el presente. La articulación y combinación de conceptos como la inseguridad, incertidumbre y desprotección se hacen presentes (Bauman, 2004). Y es con estos contenidos que, la propuesta del Estado-Nación como actor principal en los asuntos mundiales de Huntington (2001), se desploman y entran al vacío, son las propias leyes naturales y de creación de los mercados quienes se encargan de consumirlo en su totalidad. Como argumenta Beck (2004), el Estado nacional, se ha ido, ha perdido cualquier capacidad regulatoria y configuradora sobre la nueva agenda. Es la propia globalización de marcas económicas, la que ha despertado hace años, y la que ahora, define y transforma las arenas de la actuación colectiva y de gobernanza mundial. Y ante este fenómeno, la falta de preparación de la gente y de los gobiernos ha incitado a la desestabilización de sus países, a fuertes oleadas de discriminación, desigualdad e injusticia socio-económica en diferentes regiones del planeta (Giddens, 2007).

A raíz de ello, en la Aldea Global, probablemente las sociedades menos desarrolladas, serán las menos preparadas para los desafíos de este poder anónimo ajustado al capital y centrado en la productividad (Mateus & Brasset, 2002), así que, una vez canalizado y al ser atrapado por el sistema-mundo-capitalista, el contacto no excluye a nadie, pero sin duda, el fuerte impacto en los modos sociales es desgarrador, o en último caso, de sobrevivencia, sin contar de los que no están aptos se deba, en parte, a las herramientas que estas dispongan en un tránsito totalmente estrecho. Como alude el sociólogo Castells (2009), en la sociedad red global “por primera vez en la historia todo el planeta es capitalista” (p. 544), en ese trance, “el capital ha logrado escapar del marco ético-legal…, para refugiarse en una nueva ‘tierra de nadie… El nuevo espacio en el que se mueven los nuevos negocios [globales] es, para los parámetros de los dos últimos siglos, completa y verdaderamente extraterritorial”. (Bauman, 2008, p. 103)

Para Castells y Bauman, las barreras de poder local se hacen inservibles, y no es novedad. Por el contrario, detener el avance, tiene sus dificultades, y salirse, amerita un precio no muy justo que hay que pagar.

En lo referente a un capitalismo depredador extractivista como modelo, la voracidad con la se apodera de espacios territoriales, explotando materia prima, criminalizando los códigos jurídicos, vulnerando los derechos de los pueblos indígenas, así como también, generando una serie de impactos y degradaciones medioambientales. Ha ocasionado que todo este malestar congregado, se transcriba al final en protestas masivas, movilizaciones, violencias y muertes. Para quienes son afectados por gigantescos proyectos mineros, más allá de estar desprovistos de herramientas para su defensa y de las bajas que se hayan tenido en el camino, aún resisten en la búsqueda de conseguir el reconocimiento de sus derechos y de sus tierras. A pesar de que el Estado les haya dado la espalda, no cesan en su lucha, porque entienden que, si lo hacen, la amenaza de un proyecto globalizador no se detendrá hasta aplastarlos.

En el presente, el Leviatán de Hobbes, ha adoptado nuevas formas para su existir, en algunos casos, tales mutaciones o malformaciones lo han consumido en algo que no es, y en otros, su pesar en la transición ha posibilitado su desvanecimiento en el tiempo; pero esta vez, no es el Behemoth o su propia naturaleza quien pronuncia su muerte. En lo próximo, aparece una bestia de mayor tamaño, uno que estaba ya escrito en la historia: Globalization, y que en su dilatación ha inventado a que aumenten las desigualdades, las protestas sociales, los desplazamientos del poder local, la vulneración de derechos, el cuestionamiento de tratados y la pérdida de identidades culturales. La amenaza acrecienta, si a éste, se añade, calamidades climatológicas, guerras, terrorismo, pobreza, violencia e inseguridad, creación de armas nucleares o bioquímicas, etc. El abanico es amplio, y detectar el problema y la respuesta compromete, de manera muy segura, a todos.

Reorientando la pregunta que una vez se hizo Bauman (2008), ¿Cómo leer y entender la política de Aristóteles en una sociedad tan diferente? En la contemporaneidad, la política local ya no solo se concentra en Grecia, al filósofo del griego antiguo, quizás le hubiese costado aclararnos este detalle. Lo cierto es que, lo global ha terminado por encapsular a todos, lo discutible queda, en que este, no haya llegado a las zonas invisibles del planeta, es decir, a pueblos que existen pero que están fuera de un avance científico-tecnológico e informativo. Y, sin embargo, por muy alejados que estén de todo aquello que implique modernidad, son afectados por la enorme complejidad por la cual atraviesa el mundo.

Para Bauman (2008), la modernidad líquida ha derrumbado en su totalidad al ser social de Aristóteles, de ahí que, esta metáfora de la liquidez da cuenta de la precariedad de los vínculos humanos en una sociedad individualizada y privatizada, marcada por el carácter transitorio y volátil de sus relaciones (Vásquez, 2008). Y como bien dice Lyotard, citado por Vásquez (2011), la posmodernidad es “la muerte anunciada de la idea de progreso” (p.65) la aniquilación de la homogenización universal y a una completa destrucción de las utopías. En este atardecer de sueños a pesadillas, ambos constructos representan imágenes de un mundo en el que el horizonte desaparece como ideal o en un caso más agradable, este sea poco claro, las promesas del mañana son olvidados, la unidad se fragmenta, los vínculos sociales se quiebran y la fragilidad humana se rompe.

Bajo estas líneas, la desprotección de la sociedad ante el Dios-Mercado, ha hecho que la gran mayoría asuma comportamientos de consumo insostenibles, y que la vida misma, se mercantilice y tenga un precio de oferta y demanda. Los patrones de volatilidad por parte de los mercados, la inseguridad alimentaria, la sobreexplotación de recursos, los desastres naturales y el mismo crecimiento poblacional han motivado a que la sociedad civil pierda la confianza no solo en el sistema económico internacional, sino entre ellos mismos. A la par, la fragilidad de los Estados e instituciones estatales los ha conducido a que sus tierras sean profanadas por colosales maquinarias asociadas al capitalismo extractivo. Es una constatación actual que: la naturaleza se resquebraja; los pueblos oriundos y comunidades periféricas son amenazadas por un poder extraterritorial; se asiste a una vulneración de los derechos humanos y la seguridad planetaria; ya una desigualdad entre ricos y pobres, que, hasta cierto punto, la diferencia es cada vez aún más visible. En consecuencia, la actual economía mundo y el modelo imperante, sin dudas, prometen daños irreparables al mundo que los hospeda y a quienes lo habitan.

Frente a escenarios siniestros y un destino marcado, los indignados e invisibles no pierden la esperanza de que aún, no es tarde para recomponer la vida, la naturaleza y el mundo que los aloja. En ese sentido, aceptar e incluir las múltiples miradas de los afectados en esta situación crítica del planeta, es uno de los retos y desafíos más grandes y a la vez de tópicos complejos que compromete a la política nacional e internacional, a organismos de renombre y a la población en su conjunto en resguardar y garantizar, algo muy básico y propio, la vida.

Conclusiones

En el intervalo, las mutaciones del Estado y la sociedad asumen una variada expresión y matiz al avance desproporcionado de la globalización. El primero de estos, ha adoptado nuevas formas para su supervivencia, en algunos casos, tales cambios lo han consumido en algo que no es, y en otros, el tiempo se ha encargado de desvanecerlo; pero esta vez, no es el Behemoth o su propia naturaleza quien pronuncia su muerte inmediata. Sino más bien, el estar anclado a acuerdos y a una red de flujos económicos lo ha dejado sin la posibilidad de estar fuera, migrar o esconderse a los retos y desafíos que amerita la imagen detrás de un capitalismo global.

En tal proceso, la inconsistencia del Estado, ha desprovisto a la población de ser el garante de sus derechos frente a un amenazante dominio global del sistema. A esta desprotección estatal se añade una segunda fuerza, el espíritu de la posmodernidad. Un orden social demoledor y consumidor de sueños universales, que, en consecuencia, fractura el contrato entre Estado-sociedad-empresa y que en el vertiginoso avance de las nuevas tecnologías de la información y comunicación dan origen a múltiples formas de vidas disociantes y superficiales. La velocidad, continuidad y la incertidumbre son agregados, piezas claves e infaltables en este estadio en el cual gira la sociedad.

Con todo, el simbolismo del Estado, en su trayectoria, frente a un soberano global termina por colapsarlo. Pese a esto, se cree que el Estado, sigue siendo el desencanto y a la vez la gracia para alcanzar imaginarios de democracia, libertad, paz, protección y garantizar los derechos del ciudadano y de los más vulnerables. Construir un Estado moderno y sólido con contenidos sociales, es uno de los tantos desafíos que puede suspender el avance irregular y anómalo de la globalización y la posmodernidad.

Finalmente, la fragilidad y las nuevas formas que vienen adoptando el Estado y la sociedad en los parámetros de proyectos globalizantes, no sólo implica reconocer los enormes desafíos y retos que prometen estos, sino que, además, es necesario deliberar sobre la crisis civilizatoria, del sistema, de la democracia, la libertad, los derechos, entre otros. Lo que significa, que hay que prestar mayor atención a un mundo lleno de desequilibrios, como se escribió en un inicio.

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Recibido: 03 de Septiembre de 2019; Aprobado: 19 de Octubre de 2019

*Autor para correspondencia. E-mail: franklin.canaza@ucsm.edu.pe

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