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Revista Universidad y Sociedad

versión On-line ISSN 2218-3620

Universidad y Sociedad vol.12 no.5 Cienfuegos sept.-oct. 2020  Epub 02-Oct-2020

 

Artículo Original

Vision de la realidad y mediaciones en el periodismo audiovisual cubano

Vision of reality and mediations in the cuban audiovisual journalism

1Telecentro Provincial Perlavisión. Cienfuegos. Cuba

RESUMEN

El trabajo propone reflexionar sobre un tema que impacta al periodismo en cualquier parte del mundo en que se ejerza: los factores que median su interpretación de la realidad. Tal problemática tiene en el contexto cubano tantas maneras peculiares de manifestarse como propuestas para que la agenda mediática se reconozca cada vez más en la agenda pública. La praxis del periodismo audiovisual, determinada por la naturaleza del signo que soporta la imagen televisiva, introduce una complejidad adicional a la problemática abordada. El autor otorga a la ética y a la honestidad profesional la misma importancia que al dominio de los códigos lingüísticos del medio, a fin de conformar mensajes claros y trascendentes que permitan al ciudadano orientarse en medio de los retos que plantea la vida en una sociedad moderna.

Palabras clave: Periodismo; audiovisual; televisión; mediaciones

ABSTRACT

The paper proposes reflection on an issue that impacts journalism anywhere in the world to be exercised: the factors that mediate their interpretation of reality. Such problems in the Cuban context has many peculiar ways to manifest as proposals for the media agenda is increasingly recognized on the public agenda. The practice of audiovisual journalism, determined by the nature of the sign that supports the TV image, introduces additional complexity to the problem addressed. The author grants ethics and professional honesty as important as the domain of linguistic codes of the medium, in order to form clear and important messages that enable citizens to orient themselves amidst the challenges of life in a modern society.

Keywords: Journalism; audiovisual; televisión; mediations

Introducción

Si un hombre muere violentamente en un claro del bosque tras la violación de su esposa a manos de un delincuente y cuatro personas lo han visto y lo han oído todo, pero sus cuatro testimonios se contradicen a pesar de algunos puntos en común, ¿Qué es lo que ha sucedido realmente?

En su ya antológica cinta Rashomon (Caviaro, 2016), que recrea ese episodio, al maestro japonés Akira Kurosawa (1910 - 1998) no le interesaba explicarnos lo ocurrido. Se limitaba a exponer las diferentes versiones del hecho y dejaba al espectador la decisión de qué creer.

Técnica y conceptualmente, el director japonés legó al séptimo arte una clave que todavía nos intriga: cómo aun siendo nosotros mismos los propios testigos de los hechos, lo único que sacaríamos en claro es otra versión, la nuestra, que en principio sólo a nosotros convencería.

La verdad - parece decirnos Kurosawa - es relativa al punto de vista del intérprete de la realidad. Y desde el mismo momento en que éste puede engañarse a sí mismo, nadie puede tener la certeza de estar en posesión de una verdad absoluta, sino solamente de su propia verdad.

Se trata de una tesis ya sustentada por el original literario en que se basó el filme: dos cuentos de Ryunosuke Akutagawa (1892-1927), un prolífico narrador japonés que proponía en su obra, aunque en un ambiente feudal, un tema que mantiene plena vigencia: la imposibilidad de encontrar la verdad entre un cúmulo de versiones subjetivas y contradictorias de los mismos hechos.

Las preocupaciones filosóficas de ambos creadores nipones - el escritor y el cineasta - plasmadas en un ejercicio literario y en un relato cinematográfico, respectivamente, sirvieron incluso a la sicología para definir como Efecto Rashomon (Delgado, 2016) al producido por la subjetividad y la percepción personal a la hora de contar la misma historia o situación, cuando los individuos que cuentan éstas lo hacen de forma diferente, pero de tal manera que cualquiera de las versiones es plausible, sin tener que ser por ello ninguna de estas, falsas. Simplemente están influidas por la propia variabilidad y percepción individuales.

Sin llegar a una interpretación relativista del asunto, las referencias citadas llevarían a definir la realidad como una convención asentada en múltiples intercambios de información. De esa realidad, el periodista sólo puede trazar una de sus tantas versiones posibles: la periodística.

La actitud científica del reportero ante la realidad y su reflejo constituye uno de los problemas esenciales del periodismo moderno, particularmente complejizado en el ámbito audiovisual por la especificidad de su lenguaje y las mediaciones técnicas y humanas que incorpora, además de “una estética del impacto, de la comprensión inmediata, a priori…” (González, 1997, p.137).

Y es que según la manera en que se manejen los recursos propios del lenguaje televisivo, como son los sonidos, las voces, los efectos visuales, encuadres, angulaciones y movimientos de cámara, e incluso de acuerdo con la forma en que articulemos esos códigos en el montaje, contemplaremos la acción sin comprometernos o nos adentraremos en ella participativamente; esclareceremos la relación entre lo esencial y lo accidental; entre el objeto y lo que se dice de él; ofreceremos connotaciones secundarias que matizarán cualquier juicio que se haga de una situación o de un personaje, o promoveremos acentuadores emocionales que ayuden a la mejor asimilación y retención de los mensajes.

Las consideraciones expuestas a continuación son el resultado de más de treinta años de experiencia del autor en el ejercicio del periodismo en la Televisión Cubana.

Se basan además en innumerables discusiones de carácter profesional sostenidas a lo largo de esas más de tres décadas en plenos y congresos de la Unión de Periodistas de Cuba (Marrero, 2006).

Igual de aportadores han sido los debates promovidos con profesionales de la prensa en talleres, seminarios, diplomados y cursos de posgrado auspiciados por el Instituto Internacional de Periodismo José Martí de La Habana.

Toda opinión expresada aquí, avalada además por investigaciones en la literatura especializada, se basa también en el día a día de las principales propuestas informativas de la Televisión Cubana.

Los criterios trascendidos de los mencionados espacios de intercambio toman como referente principal a la emisión estelar del Noticiero Nacional de la Televisión Cubana, que se transmite de lunes a viernes, a partir de las ocho de la noche.

Se deduce también del resto de las emisiones del Sistema Informativo de la Televisión Cubana: la del Mediodía (lunes a sábado, 1PM); la nocturna de fin de semana (sábados y domingo, 8PM) y el Noticiero Dominical (domingos, 1PM). Se tiene en cuenta además el magazín matutino Buenos Días (lunes a viernes, 6:30 AM; sábado, 7:00 AM).

En menor medida, aunque no ajeno a la problemática aquí abordada, figura la manera en que se aborda la información audiovisual en el noticiero de la televisión local, Notisur (Perlavisión, de lunes a viernes, 5:30 PM).

Desarrollo

Elegir aquellos aspectos esenciales que desde la mejor perspectiva faciliten la mejor comprensión e interpretación de un suceso desde la óptica del periodismo audiovisual, es sólo una parte - la primera - de un proceso mucho más complejo de mediación de la realidad en el que intervienen, además de la técnica, otras muchas instancias: la organización interna y la ideología del medio; las fuentes, los canales de información, el proceso de producción y el receptor, incluido el hecho no menos importante de que el periodismo profesional -que sólo puede considerarse así cuando es ético y responsable- pasa necesariamente también por la autorregulación.

“La construcción de la realidad que hacen los medios de comunicación está transversalizada por diversas mediaciones que condicionan el proceso de producción de mensajes periodísticos, lo que a su vez influye en la forma en que es tratada y presentada esa realidad”. (Hernández & González, 2019, p.2)

El relato de los hechos dependerá en primera instancia del punto de vista y la actitud que el emisor - en primera instancia el periodista - adopte frente a ellos. Él es quien crea, en parte, esa realidad. En la ciencia, el problema se soluciona con la verificación y la repetición. En el periodismo, la verificación es también un acto político y profesional.

Cabe aquí establecer entonces una diferencia entre cómo se asume una determinada realidad desde la mediación y desde la manipulación.

En términos de estrategias comunicativas, manipular es alterar la estructura y el significado de una información para supeditarla a los intereses y a la intervención de un poder (político, económico, religioso). Se trata de un acto deliberado y consciente.

La mediación, en cambio, es un proceso inconsciente, vinculado a las prácticas profesionales como consecuencia del proceso de elaboración de un producto comunicativo de carácter informativo y de las peculiaridades del medio de comunicación que lo procesa y emite.

La dicotomía mediación - manipulación parece aclararse - o complejizarse - todavía más con el desarrollo de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC). La interactividad que promueven los medios digitales proyecta un nuevo modelo de comunicación en el que la tradicional mediación del periodista queda, si no relegada, también mediada.

En tiempos del llamado “periodismo ciudadano” nos hallamos ante “un tipo de comunicación -también en lo estrictamente periodístico- más directa y participativa, menos mediada o jerarquizada. En cualquier caso, parece claro que las nuevas herramientas digitales, en especial a través de las redes sociales, propician un tipo de comunicación directa entre fuentes y ciudadanos (Mayoral, Parratt & Morata, 2019).

Pero la posibilidad de que los prosumidores - un nuevo concepto que expresa la disolución del tradicional canal de la comunicación emisor-mensaje- receptor - puedan dialogar y opinar continuamente sobre un tema de interés público y que esa proyección les proporcione la suficiente autonomía para también generar contenidos, le resta peso a la manipulación institucional, aunque amplía también el horizonte de las mediaciones, tanto técnicas como humanas, que eran antes facultades casi exclusivas de los periodistas o de los medios.

“El periodista hoy debe comprender que una historia se puede narrar en diversas plataformas. La red posibilita el acceso directo del público a las fuentes informativas sin la mediación de los comunicadores y sin la presencia de los editores tradicionales”.(Badía, Costales & Del Valle, 2017, p. 5)

No pocos periodistas enarbolan los valores de objetividad e imparcialidad como un acto de fe profesional. Pero esa pretendida imparcialidad solo funcionaría si se pudieran eliminar las distintas influencias que sesgan la interpretación de un suceso, incluidas aquellas que las atan a los medios. Visto así, la imparcialidad y la objetividad son una utopía.

Verosimilitud y comprobabilidad pueden garantizarse con recursos de los que históricamente la profesión se ha valido para acreditar la información, entre ellos la disponibilidad de documentos o registros grabados, la existencia de un informante debidamente identificado y la presencia del periodista en el lugar de los hechos.

Si la información careciera de uno de dichos soportes, un periodista responsable y con tiempo suficiente consultaría a más fuentes para ajustar su propuesta a un criterio de comprobabilidad.

No poco ejercicio de acercamiento a la realidad se resiente precisamente por el manejo que se hace de las fuentes, y no siempre el tiempo es el gran culpable.

Para un reportero, la cualidad de “lo verdadero” aplicada a la interpretación de esa realidad, pasa por la información comprobable, entendida ésta como un planteamiento que se acerca a la “verdad”, y es por ello verosímil e inimpugnable. Es la manera que tiene un profesional de la prensa de compensar una inevitable mediación: la selección de los hechos, que ya supone una valoración.

En el periodismo audiovisual, la acción selectiva de los ítems del suceso que se convertirá en noticia comienza a concretarse mucho antes de que el reportero se siente a visionar lo grabado para ordenar, jerarquizar y fundir imagen y sonido en un discurso coherente.

La subjetividad implícita en esos pasos ha tenido antes un antecedente en la personal interpretación de la realidad, a partir de lo que el periodista ya ha decidido registrar con la cámara en el terreno del suceso, porque la manera de conocer la realidad en la información audiovisual pasa inevitablemente por la técnica, que segmenta esa realidad en determinados espacios temporales, en detrimento de otros.

Ya esta selección implica captar la realidad desde un punto, en el que además los encuadres, las angulaciones y los movimientos de cámara que se decidan, introducen sus propias connotaciones.

Y cuando vaya a integrar todo ese patrimonio en un discurso audiovisual, el orden en que se coloquen los planos obtenidos por la cámara, la sucesión entre ellos en una misma secuencia y las transiciones de una parte de la historia a otra diferente, amén del elemento sonoro - que permite enfatizar, crear atmósferas, subrayar, ironizar y dramatizar con más intensidad - introducirán nuevas mediaciones.

Pero en ese proceso de creación, hay un paso más que también influye en la perspectiva con que se asume el hecho abordado: la determinación del género. Esta categoría responde a estructuras narrativas convencionales que organizan las competencias comunicativas entre emisores y destinatarios y que se hallan previamente establecidas y reconocidas por una comunidad cultural dada.

La determinación del género en que se estructurará el producto comunicativo audiovisual es el momento en que el periodista transforma el conocimiento de los sucesos en noticia, crónica o reportaje. Es un acto de codificación que exige del informador un dominio técnico y expresivo del lenguaje audiovisual. La incompatibilidad entre el género escogido y los hechos que ocurrieron en la realidad puede también conspirar contra la veracidad de la propuesta.

Esta mediación puede complejizarse aún más si asumimos que “como parte de la cultura contemporánea, la televisión vive tiempos de hibridación de géneros y formatos, con la prevalencia del diseño de formato por encima del género”. (Acosta, 2015, p. 6).

Estos formatos pueden expresarse en múltiples combinaciones de ficción y realidad, entretenimiento-información y así cuantas fórmulas puedan responder a un hecho creativo particularizado.

A todo ello hay que añadir que la información en un medio como la televisión, está a veces demasiado determinada por las rutinas de producción. Las normas de cultura profesional del medio y los instrumentos de que éste dispone para concretar determinados objetivos editoriales, no dan a veces mucho margen al periodista para cotejar fuentes ni buscar los matices que ofrezcan al receptor una perspectiva múltiple de su entorno.

En aras de la presunta eficacia con que debe funcionar todo ese andamiaje que constituye su esencia, vehículos, cámaras y cubículos de edición cambian constantemente de usuarios, con los minutos contados para su entrega y relevo.

Tal diseño de producción tiene su impacto en la verosimilitud con que se aborda un suceso. Los requerimientos de la producción llevan en ocasiones a limitar o a reducir las posibles fuentes, a preferir aquellas que den la noticia prácticamente lista para emitir y a elegir las supuestamente más fiables, con preferencia las oficiales, para ahorrarse la comprobación.

Y como de buenas intenciones está empedrado el camino mediático, tal ruta suele conducir ocasionalmente a las oficinas de los directivos o a determinadas liturgias, sin reparar en atajos o vericuetos que atraviesan el bosque de otros contextos, a veces colindantes, susceptibles de explorar si queremos ser consecuentes con la realidad que abordamos.

La sobrevaloración de las fuentes oficiales y el exclusivo crédito que se les atribuye, conllevan a la homogenización del discurso periodístico, al abuso de cifras y datos y a la orfandad de valoraciones.

Lo que ya de por sí constituye un factor de mediación introducido por la organización del trabajo en el sistema informativo de la televisión, se refuerza además con otras prácticas de regulación ajenas al medio.

Las propias fuentes deciden a veces sobre su desempeño e incluso fijan sus propias políticas de información. Son más las solicitudes que se hacen al medio para que éste refleje resultados, reconocimientos y expectativas, que las peticiones para evaluar la repercusión social de la gestión de la fuente, no siempre negativa pero sí muchas veces controvertible.

Esa es la razón de tanta cobertura de actividades de carácter protocolar y actos que como hechos en sí interesan al televidente en muy contadas ocasiones. Al ritualizarlos, se les suele despojar de lo más importante: aquello que los sustenta y los vincula a la vida, con sus matices y contradicciones.

La divulgación de intereses empresariales nada tiene que ver con el periodismo. Si ambas funciones se confunden, la credibilidad se resiente y se acentúa el divorcio entre los medios y la vida.

Cuando la fuente asimila de tal suerte al periodista y al medio, los convierte en dóciles instrumentos, a los que trasmite la información como quiere y arreglada a lo que más le conviene. El resultado es un periodismo pasivo, reciclado, que no da a conocer el hecho, sino la interpretación interesada que alguien ha hecho de éste, en un flagrante delito de lesa credibilidad.

Para cumplir su misión social, el periodista debe no sólo cotejar las fuentes. Requiere también contrastarlas y brindar así al receptor herramientas que le permitan acercarse lo más posible a la realidad.

La reiteración y el destaque arbitrario, el exacerbado énfasis en una de las múltiples aristas de la realidad puede enajenar la interpretación semiológica que de nuestro entorno hace la televisión a partir de sus propios recursos expresivos, donde la imagen es dominante.

Para algunos de nuestros espacios informativos en el ámbito audiovisual, la medida de la noticiabilidad es una reiterativa y monótona sucesión de lugares comunes. En ocasiones tal parece que la dinámica social de la nación, y su representación gráfica, se dirime en actos de distinto tipo, importancia y prioridad, pero actos al fin: gente reunida, presidencia, intervenciones, aplausos y big close ups de caritas circunstanciales, equivalente todo ello al tedio del televidente y, peor aún, a la pérdida de su interés.

No olvidemos que, en el perfil amplio, policromo, exuberante, y a veces contradictorio en su diversidad de la nación cubana, lo protocolar tiene su espacio, como también lo tiene lo espontáneo, lo imprevisible y lo desenfadado.

Algunas de las inconsecuencias entre discurso periodístico y realidad - o como se define desde la teoría: entre la agenda mediática y la agenda pública - tienen su asiento en la sobrevaloración de la función de propaganda en detrimento de la función informativa de nuestro ejercicio profesional.

Nadie discute a la propaganda su condición de recurso de probada eficacia político-ideológica. Sólo que el periodismo es un tipo especial de propaganda, donde la apelación a lo emotivo se conjuga con la argumentación y la ejemplificación, para llevarnos a un entendimiento de la realidad predeterminado por una intención, pero nunca impuesto.

La utilización de la propaganda en la prensa es legítima, pero tiene sus géneros por donde encausarse con mayor efectividad, sin menoscabo de la factura periodística de los mensajes. La ideología no debe erigirse en un discurso en particular. Más bien le corresponde trascender en toda manifestación cultural de la sociedad, periodismo incluido.

Es cierto que el caso de Cuba carece de similar en el mundo: es una realidad que a veces aconseja discreción y hasta secreto en su tratamiento. La experiencia de más de medio siglo de bloqueo y agresiones lo confirma con creces.

Pero el oportunismo de algunos se ha aprovechado de esa circunstancia. Hay a quienes les conviene sobredimensionar la prudencia y escamotear así problemas y manquedades que lastran nuestro proyecto social.

A veces ni siquiera se trata de aspectos polémicos o presuntamente sensibles. Sin llegar quizás a tales extremos, otros sólo abren la puerta a la información de interés público cuando media el consentimiento de “la instancia superior”.

Esta suerte de inmovilismo lleva a veces a la fuente a no comprometerse ni siquiera con el suministro de datos que son de su absoluta competencia. En este “espera a que otro diga para que yo lo haga” hay una dilación y a veces un ocultamiento que también enajena la realidad.

Hay urgencias, necesidades, reclamos cotidianos de la población que no tienen una dimensión política. En no pocas de esas actitudes censoras y secretistas que coartan el legítimo derecho de la prensa a promover la información, el debate y el diálogo sobre determinadas cuestiones de sensibilidad pública, se amparan burócratas y corruptos para garantizar su impunidad.

Aunque afortunadamente muchos enfoques en el orden mediático y comunicacional ya se han ido transformando, durante mucho tiempo la influencia de tales actitudes, por mediaciones de la producción o por la desnaturalización de la relación fuente - periodista, e incluso por comodidad, en algunos de nuestros espacios televisivos se extrañaban aquellos géneros que promovían la interpretación y la opinión. Y en ese panorama, el reportaje llevó las de perder.

Nada extraño si tenemos en cuenta que se trata del género que más tiempo, más investigación y más reflexión requiere, en el que deben potenciarse creativamente todos los recursos expresivos del medio en aras de una reconstrucción minuciosa y verosímil del hecho noticioso. ¡Qué dejarle entonces al periodismo de investigación, que como modalidad proyecta a su máxima expresión todos aquellos requerimientos!

Mención aparte merece la entrevista, que sigue siendo el recurso más usual en el medio para procurarse de información.

La entrevista más recurrida en nuestros informativos es aquella empleada como subgénero de apoyo a otras informaciones mediante un montaje periodístico. Hay ocasiones en que ese formidable instrumento para adentrarse en los problemas del hombre y de su entorno, se desaprovecha.

Muchas veces la pretensión del entrevistador no va más allá de la simple búsqueda de datos, por demás justificada en ocasiones por el nivel de información del entrevistado, que se convierte así en una fuente informativa de primera mano.

Lo censurable es la marcada ausencia de valoraciones críticas de hechos o sucesos por parte de los entrevistados, a instancias de preguntas carentes de una sana agresividad profesional.

En no pocas ocasiones, las entrevistas incluidas en trabajos periodísticos concebidos para espacios informativos de la televisión, impiden apreciar al televidente los argumentos, criterios, juicios y valoraciones en los que el entrevistado pueda revelar sus más recónditos puntos de vista, matizando con ellos una realidad compartida. Al decir de Eco (1995, hay ocasiones en que "entrevista quiere decir regalar el propio espacio para hacerle decir lo que él quiere aun cuando el entrevistado no tenga nada que decir". (p.3)

Hay todavía mucha entrevista frívola, muchas preguntas que no necesitan respuestas y mucha consigna disfrazada de respuestas en nuestros informativos de televisión. No olvidemos que reproducir las frases más importantes, expresivas y espontáneas del protagonista de la noticia, nos acerca a personajes y a hechos mucho más creíbles.

Solo que a esa verdad le hace falta a veces más matices y más balance en la interpretación de los hechos de nuestra cotidianeidad, para mostrar lo que la gente piensa y siente, más allá de las coyunturas en que la opinión pública suele pulsarse para evaluar sucesos de alta trascendencia política. También hay mucho de realidad resentida en los informativos de televisión por una cuestión de tono.

La inculcación de valores - otro de los objetivos del ejercicio mediático - es incompatible con el sermón, al menos en un medio como la televisión, donde el énfasis exacerbado en el tratamiento de cualquier tema puede provocar, por vía de la saturación, una reacción opuesta a la buscada.

El sentido cabal de una propuesta comunicativa solo se consuma mediante la activa participación del receptor del mensaje.

Trasmitir ideas positivas, importantes, conmovedoras, reflexivas; utilizar los recursos propios del medio para enriquecer el mensaje desde el punto de vista emocional, con imágenes y sonidos atractivos y novedosos, sorpresivos y sustanciales, puede ser una receta de donde la gente extraiga una buena dosis de meditación y enseñanza.

Saber distinguir entre el componente emocional y racional del contenido de los mensajes, entre la frivolidad que nada aporta y la densa ideología que tanto aburre, es un saludable ejercicio profesional.

Crear incentivos e intereses en los televidentes a partir del compromiso social, constituye un reto a la competencia y a la profesionalidad de todo periodista en un medio audiovisual. Su éxito como tal dependerá de cuán correctamente sepa utilizar los códigos televisivos para conformar mensajes claros y trascendentes, de los que el público pueda aprender algo nuevo, con los que pueda resolver un problema cotidiano, emocionarse, divertirse, sentirse socialmente prestigiado o reafirmar valores que considere positivos e indiscutibles.

La información y la promoción de valores necesitan articularse con nuestros referentes cotidianos en los escenarios de la familia, el barrio, la escuela o el centro de trabajo, la comunidad, la sociedad, el país o el mundo.

Conclusiones

La televisión, igual que los otros medios de comunicación de masas, realiza una mediación cognitiva operando sobre los relatos y ofreciendo a las audiencias modelos de comunicación, aunque sus peculiaridades técnicas y de producción, complejizan esa intervención en la elaboración del conocimiento de la realidad y en su valoración. El espacio y el tiempo cotidianos son remodelados de una manera diferente por la presentación que de ellos hace la pequeña pantalla.

La representación subjetiva del acontecer parte de los datos que cada persona posee a propósito de ese referente, de acuerdo con sus necesidades, intereses, expectativas y motivos más o menos conscientes. Todos esos aspectos deben ser cuidadosamente dosificados en los productos televisivos, entre ellos los informativos.

A pesar de la democratización inducida por las tecnologías de la información y la comunicación en el medio, este aún conserva su poder y monopólica posición como referente mediático, lo que implica la obligación de ser socialmente responsable, de ver que todas las voces son fielmente presentadas y que el público tenga suficiente información para decidir a partir de sus propuestas informativas.

En ese aspecto, la efectividad del discurso de los medios será directamente proporcional a la honestidad y al compromiso con que los periodistas sepan enfrentar los problemas y las situaciones que se promuevan en un espacio público compartido, aún con la conciencia de que toda interpretación periodística de la realidad siempre estará mediada.

Referencias bibliográficas

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Recibido: 02 de Mayo de 2020; Aprobado: 21 de Julio de 2020

*Autor para correspondencia. E-mail: omar.george@nauta.cu

Los autores declaran no tener conflictos de intereses.

Los autores han participado en la redacción del trabajo y análisis de los documentos.

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