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Revista Universidad y Sociedad

versión On-line ISSN 2218-3620

Universidad y Sociedad vol.14 no.1 Cienfuegos ene.-feb. 2022  Epub 10-Feb-2022

 

Articulo original

Significación de los estudios socioculturales para el cumplimiento de los objetivos para el desarrollo sostenible

Significance of sociocultural studies for the fulfillment of the goals for sustainable development

0000-0002-4441-2280Manuel Martínez Casanova1  * 

1 Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas. Santa Clara. Cuba

RESUMEN

Se aborda la significación de los Estudios Socioculturales como recurso en la realización de los Objetivos para el Desarrollo Sostenible, especialmente en las condiciones actuales donde se evidencian serias limitaciones para su cumplimiento. En la reflexión que se realiza sobre las posibles soluciones que permitan superar los problemas y aspectos que dificultan la realización de dichos objetivos, se subrayan aspectos de carácter conceptual y metodológico que solo podrían ser atendidos con un adecuado acercamiento sociocultural a los mismos, especialmente en lo referente a la significación de lo local y comunitario, la pertinencia de realización de diagnósticos y caracterizaciones de las situaciones concretas que se manifiestan en cada territorio, especialmente en aquellos con mayores desventajas e incidencia de factores adversos, así como la pertinente atención a los recursos locales, con el capital humano disponible, desde los saberes tradicionales y sobre todo propiciándolas tradiciones y prácticas culturales cotidianas y su incidencia en las transformaciones a realizar, y especialmente favoreciendo el protagonismo de las personas y comunidades implicadas, lo que encierra inevitablemente respuestas precisas en el orden sociocultural, fundamentándose con ello la necesidad de tener en cuenta a los estudios socioculturales para buscar las respuestas pertinentes.

Palabras-clave: Estudios socioculturales; desarrollo sostenible; significación de lo local; protagonismo comunitario; intervención sociocultural

ABSTRACT

The significance of Sociocultural Studies as a resource in the realization of the Sustainable Development Goals is addressed, especially in current conditions where there are serious limitations for their fulfillment. In the reflection that is carried out on the possible solutions that allow to overcome the problems and aspects that make it difficult to achieve these objectives, aspects of a conceptual and methodological nature are highlighted that could only be addressed with an adequate sociocultural approach to them, especially in terms of referring to the significance of the local and community, the relevance of carrying out diagnoses and characterizations of the specific situations that are manifested in each territory, especially in those with greater disadvantages and incidence of adverse factors, as well as the pertinent attention to local resources, with the available human capital, from traditional knowledge and above all by promoting the traditions and daily cultural practices and their incidence in the transformations to be carried out, and especially favoring the protagonism of the people and communities involved, which inevitably contains precise answers in the sociocultural order, based on this the need to take into account sociocultural studies to find the relevant answers.

Key words: Sociocultural studies; sustainable development; significance of the local; community leadership; sociocultural intervention

Introducción

El mundo en que vivimos esta, cada vez más evidentemente, inmerso en un proceso de desequilibro económico, sociocultural y medioambiental que toma dimensiones considerables y con ello a la incapacidad de satisfacer las perspectivas y las esperanzas, así como la realización de la vida misma de los habitantes de nuestro planeta.

Los síntomas son claros y los pueblos del mundo, y cada vez más líderes y decisores, se convencen de la necesidad de, no solo cuestionar, sino actuar para cambiar la manera que fue concebido el desarrollo de la sociedad humana hasta hoy.

En 2015 los representantes de países y regiones asumieron la necesidad de actuar para poner fin a los grandes problemas que nos afectan y para ello se decidió establecer la Agenda para el Desarrollo Sostenible y para lo cual se propusieron y aprobaron, para el período de 15 años hasta 2030, un grupo de Objetivos para el Desarrollo Sostenible (ODS), un total de diez y siete, todos urgentes e impostergables, que podrían empezar a cambiar estas pésimas expectativas y así dar los primeros pasos para avanzar en la dirección adecuada.

Tal compromiso no solo depende, aunque esto es significativo para lograrlo, de la voluntad política de los gobiernos, del compromiso de los organismos e instituciones públicas y privados, sino también y especialmente, de la participación de todos los pueblos y naciones del mundo.

Sin pretender aquí dedicarle toda la atención que este tema merece, si nos proponemos acercarnos en nuestra reflexión valorativa a los contenidos generales de estos objetivos y especialmente a los factores que inciden en las limitaciones para lograrlos.

Debemos partir en nuestro análisis que, al respecto, desde entonces, se ha logrado avanzar muy poco, no garantizándose la realización de las acciones pertinentes y mucho menos acercarnos al cumplimiento de las metas propuestas. En ello influyen todo un grupo de problemas y factores neurales que están incidiendo en la gestión de la Agenda programada, y que pudiéramos sintetizar en los siguientes:

  • Intensos niveles de desigualdad económica y cultural e intensa y sostenidas asimetrías no solo entre regiones, sino también entre sectores, grupos y localidades de países que evidencian incapacidad para enfrentar, incluso los más ricos, los problemas que nos afectan.

  • Desajustes provocados por la manera anárquica y depredadora, resultante del capitalismo general y especialmente de su expresión neoliberal (Márquez, 2010) caracterizada por sobreexplotar los recursos y contaminar el planeta, incluso sus rincones más apartados y menos antropizados, con lo que se generan desastres naturales cada vez más frecuentes y más cruentos, solo superables en sus resultados por la continuidad de políticas guerreristas que desencadenan conflictos bélicos continuamente que se hacen cada vez más injustificables.

  • Insuficiente capacidad e intención institucional a nivel mundial, regional, nacional y local para contribuir, coordinar acciones, utilizar adecuadamente los recursos disponibles, así como fortalecer los mecanismos humanitarios y de solidaridad necesarios (Fossi, et al., 2013)

Pero a pesar de la dimensión global que tales aspectos pudieran tener, no se puede negar la condicionalidad diferente que los mismos pueden asumir en regiones y territorios determinados. Al respecto la incidencia agudizada de tales males se evidencia más en África, una parte considerable de Asia y en América Latina que, en Norteamérica y Europa, pero en cada uno de estos territorios, y los países que los componen, la incidencia de cada factor de los antes señalados asume expresiones muy diferentes, pero igualmente alarmantes.

Si esto es así resulta evidente que no pueden ser abordados los ODS con miradas que desconozcan tales particularidades, lo que lamentablemente no se asume acertadamente por parte de todos los implicados, lo que contribuye seriamente a no alcanzar global ni localmente los resultados necesarios.

Desarrollo

En las incidencias que entorpecen muy frecuentemente y de forma significativa el desarrollo, se sitúa la ausencia de acciones que posibiliten y estimulen la participación de las comunidades y localidades (Michelini, 2012) entendiendo por ello no solo la información y movilización de las mismas, sino su involucramiento en el diseño, gestión, realización y evaluación de acciones y resultados. Lo anterior va acompañado generalmente de altos niveles de indiferencia manifiesta por parte de los ejecutivos de organismos globales y regionales ante los problemas y criterios de los sectores más humildes y mayoritarios, los más afectados por la insostenibilidad del desarrollo social, con lo que se propician pérdidas significativas, no solo de capacidades y motivaciones de acción por parte de estas fuerzas, sino que se bloquean las necesarias manifestaciones de solidaridad colectiva, se propicia la incidencia entorpecedora de prácticas culturales impuestas que tienden a mantener las situaciones a transformar, e incluso incrementar la indiferencia marcada de amplios sectores de las poblaciones implicadas, todo ello en detrimento de la contribución y actuación decisivas de estas a favor de cambiar todo lo que debe ser cambiado.

En esta reflexión se hace necesario destacar la existencia de factores distorsionantes del proceso de avance en el cumplimiento de los objetivos del desarrollo, e incluso en la perspectiva de su no cumplimiento (Comisión Económica para América Latina y el Caribe-Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura, 2021), en lo que se implican aspectos y factores que deben ser tratados adecuadamente, con un efectivo enfoque sociocultural, y que aquí solo nos limitaremos a mencionar pues su consideración se iría de las posibilidades de este artículo.

  1. El primero de los factores que afectan el posible cumplimiento de la Agenda 2030 está dado por el reto de la visión global que se da a tales objetivos y la incapacidad de algunos de no comprender la importancia que puede tener en ellos la atención a lo local y comunitario.

A muchos les parecería imposible pensar que, en objetivos y metas visibilizados a nivel global, donde se pide a gobiernos e instituciones poderosas que actúen y no han sido capaces de hacerlo, pueda tenerse alguna posibilidad de transformación, frente a los problemas, mediante la actuación a nivel de grupos, comunidades y localidades. Pero están equivocados quienes piensan así, pues la realidad y la práctica social evidencian que tal consideración resulta indispensable si de desarrollo social se trata (Rodríguez, 2013).

Al pasarse de la intencionalidad de los objetivos globales a la proyección de acciones efectivas para cumplir cada uno de ellos, se hace evidente que no sería posible lograrlo si no se atienden las manifestaciones diferentes y complejas con que, un mismo problema o necesidades, se manifiesta en cada lugar o situación concretos.

No se trata de dejar de atender globalmente un problema sino de hacerlo también con los requerimientos y las posibilidades, favorables o no, de cada lugar y momento, para realizarlo.

Cada vez se hace más claro que no es posible desentenderse de la significación que en el desarrollo puede tener la pertinente atención a los recursos locales, con el capital humano disponible en estas poblaciones, desde los saberes tradicionales y sobre todo propiciando la incidencia positiva de tradiciones y prácticas culturales cotidianas, saberes acumulados, ni veles de compromiso con el proceso de obtener los resultados que se necesitan y en pos de lograr su incidencia favorable en las transformaciones a realizar, cuyos impactos no solo implicarían a tales sujetos específicos sino al proceso global en su totalidad.

  1. No menos importante resulta la indiferencia que muchos líderes y hacedores de políticas tienen, a pesar que se esté hablando de desarrollo, sobre los problemas y factores que afectan y limitan potencialidades y proyecciones de las comunidades y de las situaciones locales. Estas visiones y actitudes impiden y bloquean no solo la solución de los mismos sino el desarrollo a escala local, convirtiéndose así en un segundo elemento que actúa como entorpecedor del desarrollo que necesitamos.

Los intentos de invisibilizar estas problemáticas y necesidades de las mayorías evadiendo su consideración a los efectos de asumir la pertinencia social del desarrollo, pueden tener cierto éxito, solo aparentemente, cuando se habla de objetivos y problemas a escala global pero resultaría imposible hacer esto cuando el acercamiento se hace desde lo local y comunitario donde es inevitable tener a estos grupos interactuando directamente y evidenciando la necesidad de tener en cuenta sus problemas y exigencias, que se encuentran en los entornos que merecen la atención de cualquier visión que pretenda resolver realmente los retos que el desarrollo y, especialmente, la sustentabilidad del mismo que nos hemos planteado.

  1. Pero esta atención puede estar frecuente e injustificadamente acompañada de la invalidante subvaloración con la que, muchos aún, juzgan el papel activo que necesita ser logrado en la participación de tales grupos y comunidades presentes en cada caso, evitando así asumirlos como agentes decisivos y protagonistas indispensables en las acciones necesarias para la gestión pertinente del desarrollo, lo que se convierte en un tercer factor que impide lograr los objetivos desarrollistas que necesitamos cumplir.

Al respecto pudiéramos remitir a la presencia en muchas autoridades y decisores de una marcada y explícita resistencia a estimular la participación y el protagonismo de las masas (Tarapuez, Guzmán & Parra, 2018) Lo anterior pudiera tener como fuente las visiones intencionadas durante siglos de dominio y explotación, por parte de las clases hegemónicas y grupos de poder, de lo que son o fueron colonias, regiones periféricas y sectores numerosos de las poblaciones existentes en ellas que han sido y son administradas con la intención única de satisfacer necesidades de tales sectores dominantes. Pero dichas prácticas no desaparecieron con los regímenes coloniales ni de los gobernadores autoritarios que representaban a sus respectivas metrópolis.

Como consecuencia de lo anterior se han generado prejuicios significativos acerca de la capacidad de convocar y propiciarla participación y protagonismo de los sectores más humildes y numerosos de la sociedad, frecuentemente vinculado ello a los temores que las elites dominadoras siempre tienen a desencadenar las acciones sociales y colectivas de los dominados. Los que así piensan, independiente de sus motivaciones, no pueden favorecer que tales sectores se conviertan en agentes activos, negando el rol que los mismos han jugado desde siempre como agentes decisivos de la construcción de la historia misma, contribuyendo al mismo tiempo con tales posiciones a perpetuar asimetrías, desigualdades y enajenación social. En este caso se trata de una problemática significativamente sociocultural que requiere ser atendida adecuadamente a partir de los recursos y experiencias que los estudios de este tipo son capaces de ofrecernos.

  1. No menos importante resulta la existencia de prácticas culturales cotidianas y concepciones, muchas de ellas consolidadas y avaladas como componentes de identidades sociales y culturales tradicionales de nuestros pueblos y países, que pueden, en ciertas condiciones, convertirse en factor de conservación de situaciones y en obstáculos significativos para que se produzcan los cambios y se transformen las actitudes equivocadas. La repercusión de ello se evidencia hoy lamentablemente en el marco de no pocos movimientos y proyectos sociales, incluso en algunos que se proponen lograr transformaciones a favor de las mayorías, y satisfacer necesidades colectivas a escala local y nacional.

Esto sucede cuando se coapta la participación de minorías, se clasifica a las personas y grupos sociales por factores externos o decisiones que se derivan de la necesaria diversidad que está presente en cualquier conglomerado humano que necesita, a pesar de ello, de una unidad y cohesión importantes para estar en condiciones de enfrentar los retos colectivos de las situaciones en que viven, la correspondiente solución de los problemas que afectan a todos y sobre las cuales es necesario actuar para lograr los cambios que se necesita realizar (Salazar, 2019).

A lo anterior debe añadirse la visión sobre los grandes problemas globales que siempre tienen causas y expresiones encada lugar concreto, y por ello mismo se hace necesario atender cada caso y sus manifestaciones específicas, por pequeñas que estas sean, como parte de cualquier proyección desarrollista que pretenda ser realizable y sostenible.

Esta visión se convierte, junto a la necesaria participación y protagonismo de los sectores diversos de la población, en otro de los algoritmos fundamentales del desarrollo: Una problemática general, por extendida y frecuente que sea, está tan alejada de su solución, como lo esté el área, localidad o comunidad más atrasada comprendida en la realidad de nuestro interés.

Pensar así contribuye a redimensionar la significación de lo local no solo como referente en el conflicto globalización-desarrollo sino como estrategia del desarrollo social.

Se logra entonces hacer frecuente hablar de lo local como objeto central de atención de las visiones e intenciones desarrollistas. En este caso se hace necesario también la concepción de una agenda desde lo local e incluso se evidencia su significación para el cumplimiento de los objetivos globales del desarrollo sostenible (Álvarez-Jaramillo, et al., 2020).

A este nivel local y comunitario se hace evidente que, cuando hablamos de determinados problemas y dificultades, hay que hacerlo asumiendo las mismas y sus soluciones desde una mirada compleja (Chairo, et al., 2016) y sin negar la incidencia de las demás mediaciones que en cada caso intervienen, y para ello resulta inevitable asumir a lo cultural como un factor transversal a cualquiera de los análisis y proyecciones que debamos realizar.

Cuando se hace referencia a la cultura en cualquier enfoque desarrollista y, especialmente, cuando se está actuando a nivel local y comunitario, la misma debe ser entendida en su sentido más amplio, asumiéndola no solo como equivalente a la cultura artística y literaria propiamente dicha, sino como el “conjunto de rasgos distintivos espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o a un grupo social que abarca, además de las artes y las letras, los modos de vida, las maneras de vivir juntos, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias” (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, 2001), de diferentes grupos humanos.

Sin pretender asumir este concepto como acabado, su uso nos permite identificar cuan amplia puede ser la cultura y, al mismo tiempo, poder apreciar la significación de la misma para la vida individual y colectiva y por tanto su inevitable incidencia los problemas globales y locales.

Esto nos permite confirmar la presencia y mediación de factores diversos que inciden en la problemática de la gestión del desarrollo social, la mayoría de los cuales tienen o son en sí mismos elementos de significación cultural, en la medida que no pocos de ellos se caracterizan por su espiritualidad, emocionalidad, su capacidad valorativa y la potenciación sobre las acciones que deben ser emprendidas, componentes todos de la cosmovisión de colectivos humanos, no solo en lo que individualmente puede considerarse, sino especialmente en la incidencia misma de estos en la percepción colectiva que se tiene de lo local, lo comunitario y los problemas que se ponen de manifiesto en estos contextos.

Tales factores, una vez consolidados, se transforman ya en representaciones sociales colectivas, prejuicios, criterios para valorar lo que nos rodea y clasificar las acciones nuestras y de los otros, transformados en criterios de juicio y condicionantes de prácticas sociales, formas de hacer y consumir, criterios relativos al sentido de la vida, etc., dejan de ser solo aspectos aislados para pasar a ser componentes significativos de los hechos sociales.

Tales factores, socioculturales por su naturaleza, pueden ser contentivos de visiones rutinizadas, habituales, que, al no ser cuestionadas por su aceptación general, no contribuyen al enfrentamiento de los males que nos afectan ni a comprender los retos que plantea del desarrollo social. Cuando esto ocurre se convierten, frecuentemente, en reproductores de los males que nos afectan, los perpetúan mediante la reproducción de la tradición y la cultura y por ello mismo requieren de enfoques socioculturales complejos para entenderlos y enfrentarlos adecuadamente.

Cuando estas visiones se incorporan a la identidad de los grupos y comunidades, al sentido de pertenencia de unos y de otros, se consolidan lamentablemente por el sentido común y se valorizan positivamente a pesar de su negatividad, lo que los convierte en obstáculos muy poderosos para la gestión que nos proponemos realizar y, para enfrentarlos, requieren de procesos de interacción y reconstrucción con enfoque social riguroso, incluso verdaderas intervenciones, complejas y difíciles de realizar, todo lo que los convierten en un cuarto factor, quizás el más difícil de afrontar, entre los que entorpecen el desarrollo que necesitamos encauzar.

Pasar por alto estos aspectos, que inciden consciente o inconscientemente en las posibilidades de hablar de desarrollo y sostenibilidad, condenaría inevitablemente al fracaso nuestras acciones y haría inviable cualquier agenda que pretenda producir las transformaciones que requieren ser realizadas con toda urgencia y prioridad.

Tales concepciones y sus resultados, no solo apuntan a cometer errores cosmovisivos cuestionables, sino que contribuyen a reproducir tendencias predominantes hasta ahora, cuando de desarrollo regional o nacional se trata, intereses hegemónicos por medio, que conducen a la realización de acciones “desarrollistas” que no traen consigo beneficios significativos en el orden local, e incluso, frecuentemente, en detrimento de las comunidades y poblaciones de los lugares inmediatos.

De una forma o de otra, la presencia de ello ha contribuido frecuentemente a conformar una indiferencia marcada de amplios sectores de la población que no tiene confianza en sus capacidades para actuar, que se subestiman a sí mismos como sujetos sociales colectivos importantes y que asumen actitudes contemplativas o solo emocionales ante las necesidades de transformar el mundo. Lo anterior tiende a desencadenar actitudes que rechazan lo que se les propone desde lo institucional o administrativo, asumiendo como dogma que nunca será hecho para beneficio de los habitantes del territorio y las comunidades implicadas, e incluso, favoreciendo una hostilidad que funciona en la práctica social como un anti-desarrollismo reactivo hacia los proyectos llegados desde el exterior (Prieto & Brancaleone, 2019).

A lo anterior habría que añadir, como otro factor importante en la gestión para lograr el cumplimiento de los objetivos que nos proponemos, la necesidad de asumir una concepción sustentada en que no es posible producir ningún cambio social importante si no se considera la atención y la participación en ello de los factores culturales en su sentido más amplio que inciden sobre la problemática de nuestro interés (Martinell, 2016).

De una forma o de otra resulta evidente que la tendencia a comprender el papel de las mediaciones culturales en los procesos desarrollistas, aunque lentamente, viene siendo cada vez más frecuentemente asumida.

Algunos, incluso, ya proponen y exigen la presencia de normas legales que exijan, como condición para la aprobación de proyectos o acciones determinadas, que los mismos asuman de hecho estas mediaciones y la atención pertinente a los cambios culturales que toda acción desarrollista provoca para evitar dañar más que desarrollar (Marún-Uparela, 2020).

De cualquier forma se fortalecen las posiciones que apuntan a la significación de estos aspectos vinculados a la atención a la espiritualidad colectiva e incluso se habla de un necesario enfoque cultural del desarrollo(Espinosa, 2017) así como se hace frecuente el reconocimiento explícito al respecto de organismos e instituciones de gobierno y proyección global, como cuando se afirma que “La cultura contribuye en todo el espectro de las políticas públicas, y el reconocimiento de este aporte la convierte en un poderoso facilitador para dar forma a las diversas vías para lograr el desarrollo sostenible”. (Comisión Económica para América Latina y el Caribe-Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura, 2021)

Pero estos análisis y las recomendaciones que se vienen acumulando al respecto no resultan aún suficientes.

Los análisis realizados hasta aquí pueden ayudarnos a comprender las dimensiones y dificultades del tratamiento de la gestión del desarrollo, pero dejarlo aquí sería solo mirar los problemas desde lejos, desde una ventana ajena a la solución de los mismos.

Lo verdaderamente difícil y necesario resulta intentar actuar y hacerlo con pertinencia y efectividad desde las posibilidades de cada cual.

Tanto para la atención del proceso de cumplimiento general de los ODS como de parte de las propias acciones vinculadas a proyectos locales y comunitarios en cualquier lugar, se impone la realización de estudios e investigaciones asumidas con nuevas perspectivas (López, 2020), atendiendo a la singularidad que caracteriza a los problemas a abordar, la forma concreta de expresión de los mismos en cada caso y la manera que estos condicionan los comportamientos humanos.

Hacerlo trae consigo la necesidad de acercarse a estas situaciones de una manera diferente, con el uso riguroso de la ciencia pero con enfoques epistemológicos adecuados al tratamiento de los nuevos problemas, y por ello mismo, la concepción y puesta a punto de recursos metodológicos diversificados (Ortiz & Arias, 2019), con necesidad de triangulación y encuadre de resultados, que garanticen evitar errores de interpretación o incluso sostener falsas verdades al respecto, lo que sería catastrófico por sus consecuencias sociales.

Como consecuencia hoy puede apreciarse cada vez más a los ojos de no pocos decisores, y sobre todo de los sujetos sociales individuales y colectivos implicados hasta ahora, la importancia de apropiarse de estas visiones para ponerse en condiciones de avanzar en el cumplimiento de los objetivos de referencia, pero, al mismo tiempo estos mismos sujetos, a los que ha correspondido jugar papeles importantes en la gestión misma del desarrollo, suelen descubrir su insuficiente preparación efectiva para enfrentar los nuevos retos y carecer de la orientación adecuada para poder establecer las acciones, concertaciones y cooperaciones pertinentes.

Como puede verse, no basta con saber cuál es la problemática que nos afecta sino también estar en condiciones de diseñar las acciones interventivas dirigidas a cambiar las situaciones que pueden estar obstaculizando la gestión desarrollista.

Por supuesto que la respuesta hay que buscarla en las oportunidades que nos brinda el sistema de ciencias que tributan a comprender y actuar en relación con el cumplimento de los ODS y, especialmente, aquellas más específicamente vinculadas a la problemática concreta que aborda cada uno de ellos.

Pero los saberes de estas ciencias no son suficientes para resolver el problema por cuanto el desarrollo, además de ser objeto de atención paro cada una de las ciencias naturales, económicas, las ingenierías y las no pocas contribuciones que al mismo hacen las ciencias básicas que puedan utilizarse en ello, requiere de la mirada y la participación significativa de las ciencias sociales.

Estas ciencias, no pocas veces subestimadas por la propia academia y la sociedad misma, serían las encargadas de brindar las explicaciones y recomendar las soluciones desde sus componentes humanos, sociales y culturales inevitables, aunque ello se dificulta mucho, no solo por las visiones sesgadas sobre las mismas, sino por las debilidades reales que estas tienen para garantizar resultados certeros y previsiones confirmables como parte de los indicadores del desarrollo generalmente tenidos en cuenta.

Son muchos los factores que contribuyen a ello y escapan a las posibilidades del análisis que estamos realizando, pero valdría la pena llamar la atención sobre algunos factores importantes que deben resolverse por el camino.

El primero de ellos es la rígida disciplinariedad que estas ciencias suelen conservar como recurso de distinción entre ellas, a pesar de tener cada una, por diferentes que parezcan, un mismo macro-objeto principal de estudio: el hombre y la complejidad del mundo social.

No pretendemos afirmar que cada ciencia social específica no esté cumpliendo un rol significativo para estudiar, disciplinarmente, una parte determinada del todo complejo que le sirve al conocimiento riguroso del objeto compartido. Pero a la hora de necesitar aplicar dichos conocimientos, para transformar la realidad que nos ocupa, no resulta suficiente proyectar nuestras acciones exclusivamente desde tales acercamientos disciplinares, especialmente en problemas tan complejos como los del desarrollo social.

Lo anterior se hace más crítico cuando nos acercamos al desarrollo en contextos locales y grupales concretos, donde resulta imprescindible atender a las innumerables cuestiones específicas que allí afloran, disponiéndose de recursos diversos, pero siempre insuficientes, a lo que se añaden los conflictos emergentes que en lo material y lo espiritual condicionan la situación que tendríamos que ayudar a resolver.

Es entonces cuando no es posible depender de las visiones y acciones gubernamentales o globales, sino propiciar la realización de caracterizaciones lo más completas posibles, ya no solamente disciplinares sino auténticamente multidisciplinares a la hora de buscar los razonamientos y las soluciones necesarias, cada vez menos generadas por grupos de expertos sino resultado de la participación de todos los implicados, de cada uno de los territorios afectados.

Solo este enfoque permitiría identificar las dificultades concretas en cada caso, así como las percepciones que se tienen de estas y lograr encontrar las soluciones más pertinentes.

Al indagar las situaciones que nos interesan tendríamos que lograr, sobre todo, identificar las limitaciones o las fortalezas que están presentes, o incluso dificultan estos propósitos, las tradiciones, los factores culturales de la vida cotidiana, las representaciones sociales y los prejuicios que en un sentido u otro dificultan, entorpecen y no pocas veces inmovilizan a los sectores populares para que asuman roles y protagonismos que generalmente no han asumido porque les han enseñado a subestimarse ellos mismos, y al mismo tiempo como aprovechar las tradiciones de participación cultural, los mecanismos de solidaridad y comprometimiento colectivos, las experiencias más importantes acumuladas, los miles de agentes gestores de base que conviven en nuestras localidades y comunidades, y que se convierten en aliados naturales de cualquier proceso que se proponga resolver los problemas que afectas a todos los implicados.

El análisis a realizar se hace más complejo si a lo anterior le añadimos el tener en cuenta, inevitablemente, no solo la presencia de elementos materiales y concretos que pueden ser fácilmente medibles generalmente en sus características, sino un sinnúmero de factores espirituales, intangibles, subjetivos, aunque compartidos grupalmente, y de gran significación en las visiones y comportamiento de los individuos, grupos y comunidades presentes en el contexto estudiado.

A todo lo anterior se añade la necesidad de capacitar, transferir saberes, evaluar procesos, propiciar y participar en concertaciones y mediaciones de conflictos, acompañar a líderes y actores principales en las gestiones pertinentes y en ello también la visión y compromiso multidisciplinarios se impone como único recurso de eficacia para el cumplimiento de los objetivos trazados.

Es cierto que hoy se produce en las ciencias sociales y humanísticas, como en el resto de las ciencias, una considerable tendencia a dejar a un lado muchas fronteras disciplinares (Uribe, 2012) que tanto pueden entorpecer la labor transformadora e innovadora que la ciencia debe cumplir, pero en el caso de las ciencias de la sociedad esta “transdisciplinariedad” ocurre más lentamente.

Se producen entonces alternativas que tienen que ver con funciones ocupacionales y de empleo específico para atender determinadas problemáticas en el hacer social y aparecen visiones de profesiones que para satisfacer una demanda social determinada, deba preparar a las personas implicadas en una serie de saberes pertinentes, con visión inter y multidisciplinar, que permite disponer selectivamente, de recursos teóricos, metodológicos y de experiencias transformadoras procedentes de diversas disciplinas científicas.

En esta búsqueda de la necesaria pertinencia y eficacia de la ciencia como recurso de gestión para el desarrollo, es evidente que no existe un solo camino, incluso, en este caso, habría que construirlo pues nadie había incursionado en la búsqueda de estas formas de hacer y actuar hasta hace relativamente muy poco tiempo.

Ello conduce además a acercarnos desde la ciencia no solo como portadores de saberes sino con la capacidad de convertirnos en aprendices de la sabiduría acumulada, popular sí, pero cargada de capacidades de enfrentamiento, de resistencia, adaptación y de movilización de los sectores más amplios, para así poder asumir los nuevos retos.

No vale la pena detenernos aquí en señalar los retos de ello, la incursión innovadora para la búsqueda de soluciones, el trabajar no con teorías y concepciones de procedimientos validados anteriormente, sino caminar un poco “a ciegas” y solo guiarse por la necesidad de actuar y comprender, dejar a un lado las proyecciones deductivas que permiten utilizar lo general conocido en la teoría y la metodología que se viene utilizando, para asumir el reto del camino “que se hace al andar”, los numerosos desaciertos que tal proceder del hacer-errar-rectificar nos hace cometer, pero también validando lo que resulta acertado y acumulando experiencias en una práctica social que necesita y agradece que esto se haga en pro de enfrentar los problemas y facilitar los cambios necesarios.

Esta obra es científica por su propia naturaleza, y contribuye al conocimiento que aún no se tiene recurriendo al recurso de la inducción del saber, construido por suerte entre muchos y reconocido no solo por sus intenciones positivas sino por los resultados que va acumulando y esto le da otra dimensión valiosa: se hace para saber y para actuar, no es especulación vana, sino innovación “tecnológica”, por poco que a los científicos sociales nos guste esta palabra en nuestro medio.

Se trata entonces de la construcción no solo de un nuevo saber sino de una forma de hacer también nueva, que inaugura campos profesionales complejos de actuación para poder dar solución a problemas que hasta ahora no habían tenido la solución necesaria.

En los últimos años se han venido imponiendo alternativas para formar especialistas y profesionales y se han creado estructuras académicas y científicas que pretenden favorecer esta visión totalizadora del desarrollo.

En este sentido se han venido consolidando los estudios socioculturales que vienen demostrando que resultan no solo viable teórica y metodológicamente, sino pertinentes para enfrentar este reto, como lo muestran los resultados favorables de su utilización, que le han permitido ganar reconocimiento a escala internacional.

Si exploramos de forma general el término sociocultural quedaríamos sorprendidos de ver no solo la creciente utilización del mismo sino la intencionalidad que ello encierra cuando se califica de esta manera, como recurso distintivo y de mayor capacidad para comprender y actuar, a instituciones (por ejemplo como sucede con el Departamento de Estudios Socioculturales de la Universidad Jesuita de Guadalajara, ITESO), programas académicos de pregrado (como ocurre en Cuba con la carrera de Estudios Socioculturales, o en España con el Grado en estudios socioculturales de género de la Universidad Autónoma de Barcelona) o de postgrado grupos o redes de investigadores sociales, o se identifica como sociocultural a una forma compleja y significativa de cambio o a un proyecto de transformación social determinado, por solo mencionar los más frecuentes.

Aquí, a riesgo de parecer reiterativos, valdría la pena mencionar como referentes destacados y de amplio reconocimiento los casos del Doctorado en Estudios Socioculturales de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, México, que se encuentra acreditado con certificación internacional por la Asociación Universitaria Iberoamericana de Postgrado (AUIP) o las Maestrías en Estudios Socioculturales de la Universidad de Rosario, Argentina, en el caso del postgrado, Grupo de Estudios Socioculturales (GES) Universidad de La Laguna. Tenerife. Islas Canarias. España o la Asociación de Jóvenes Investigadores en Estudios Socioculturales (AJIES). Departamento de Historia Contemporánea, Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Oviedo en Asturias, ambos en España como grupos o redes de investigaciones, o los referentes al “Cambio sociocultural” o al proyecto sociocultural Quisicuaba, de la comunidad Los Sitios, Centro Habana, Cuba, que no son los únicos pero si los más conocidos y localizables a través de las redes sociales y que sirven de ejemplo de la extensión y aceptación y extensión del uso del calificativo.

El enfoque pertinente de los estudios socioculturales ha mostrado en la práctica la capacidad de contribuir al perfeccionamiento de la comprensión de los factores incidentes y los componentes que podrían ser de mayor significación en el tratamiento de cualquiera de estas problemáticas que impactan negativamente en el desarrollo y, al mismo tiempo, ha permitido utilizar dichos conocimientos y saberes para conformar acciones concretas que se presentan en la gestión del desarrollo social.

Especialmente en el tratamiento del desarrollo social, en el caso de Cuba, se hace muy claro, sin negar la significación que en ello tienen otros niveles de complejidad y estructuras sociales, la relación del desarrollo con lo local (Rodríguez, 2013) y desde hace ya varios años se viene trabajando en esta dirección.

Esta experiencia se ha encargado de evidenciar como en cada uno de los aspectos a tratar, se generan interrogantes que requieren de respuestas en el orden sociocultural.

Por ello podríamos entender no solo que tal visión permite asumir la realidad de nuestro interés en toda su complejidad y evidenciar como la misma está marcada por la cultura en su sentido amplio o general. Continuamente se descubren, en la práctica transformadora, significantes culturales que interactúan y enriquecen las visiones de los sujetos sociales presentes en la realidad estudiada, y con ello se hace indispensable tenerlos en cuenta a la hora de concebir las acciones a realizar.

Hacerlo conduce a propiciar proyecciones de trabajo portadoras de un sentido dinámico y holístico, que toda realidad social posee, logrando no dejar fuera de nuestra atención, al actuar, a los factores que condicionan y resultan de las transformaciones que se propician en el proceso de transformación.

Solo así estaríamos en condiciones de acercarnos a la complejidad del tratamiento del desarrollo social, y hacerlo disponiendo multidisciplinarmente de los recursos teóricos y metodológicos que nos facilitarían no unos sino todos los saberes acumulados en relación con el estudio de la realidad social (Sánchez-Antonio, 2019). Hacerlo de esta manera propicia no perder de vista, al hacerlo, a ninguno de los factores importantes que inciden y se provocan con cualquier cambio social y que, sin lugar a dudas, estarían determinando los resultados que generarían el actuar desarrollista que se pretende realizar.

Lo anterior se evidencia aún más cuando constatamos la necesidad, en este proceso, de dar respuestas no a interrogantes aisladas, sino diversas e interdependientes entre sí, como sucede con las preguntas básicas de qué hacer, cuándo, cómo, dónde y con quiénes hacerlo, sino también encontrar la soluciones que se deriven de los múltiples cuestionamientos que aparecerán en nuestro camino para lograr los objetivos del desarrollo y entre estas podrían estar otras muy diversas preguntas como cuáles podrían ser las consecuencias de acciones que pretendamos realizar, cómo aprovechar mejor las oportunidades y fortalezas, cómo enfrentar las debilidades y amenazas, etc.

Se va imponiendo entonces la necesidad de disponer de actitudes y visiones integradoras que permitan una mejor capacidad de comprensión y de actuación y hacen posible un actuar profesional más efectivo y pertinente sin negar la necesidad de la especialización disciplinar para atender otras determinadas cuestiones y muy diversos aspectos de la vida social que así lo requieren.

Pero no se trata solo de interpretar y comprender, sino capacitarnos para actuar, asesorar, acompañar, compartir en el proceso de gestión para el desarrollo, haciéndolo de forma que propicie en los participantes de dicho proceso las visiones integradoras y comprometidas necesariamente con la solución de los problemas, permitiendo intervenir con mayor eficacia individual y colectiva, no favoreciendo que dicha intervención solo se haga excluyendo en su concepción y ejecución a los más interesados e implicados en los cambios necesarios, como una acción generada externamente a la comunidad o localidad de nuestro interés, sino considerando la necesaria participación, en todo el sentido que tal concepto asume, de las personas, grupos, comunidades, instituciones y todos los demás actuantes, lo que haría posible convertir a estos en sujetos sociales individuales y colectivos, que solo así dejarían de ser considerados objetos o referentes para la transformación sino en verdaderos factores activos y protagónicos del desarrollo. De esta forma la intervención se convierte en un proceso de investigación-acción-participativa y protagónica, aspecto este que privilegia el análisis sociocultural que debe caracterizar la gestión del desarrollo y su continuo perfeccionamiento.

Hacerlo así permitiría lograr que las transformaciones a realizar tengan en cuenta no solo un activismo individual y colectivo extraordinario, sino estaría contribuyendo al fortalecimiento y crecimiento de la vida social, la interacción, la solidaridad, el sentido de pertenecía y la identidad colectiva resultantes del protagonismo de todos, haciendo del desarrollo mucho más que un crecer ordenado o un incremento de recursos materiales disponibles y posibilidades concretas de utilizarlos, sino en un verdadero enriquecimiento espiritual para todos, lo que ya encierra fortalezas para dar inicio a los cambios necesarios de los propios individuos, grupos, instituciones y organismos sociales que van a participar y a tomar decisiones, cada uno según su rol y misión en los procesos desarrollistas.

Pero esto no puede ser espontaneo sino que requiere de diseño, organización y acciones derivadas de los aportes que, los estudios socioculturales concretos y sistemáticos, deben hacer al conocimiento de los implicados sobre las formas más adecuadas y efectivas de la realización de los diagnósticos, caracterizaciones y valoraciones de sus resultados, y propicien en cada momento la capacidad para asumir pertinentemente las acciones grupales, transferencia de saberes, acompañamiento de líderes, inclusión de los excluidos o marginados, apreciación amplia de la importancia del otro, la formación eficiente del consenso colectivo que contribuya a diseñar, ejecutar, valorar, evaluar y rectificar las acciones que se van realizando y apreciar con efectividad los impactos que se van produciendo.

Visto así, el desarrollo y los enfoques de su atención y gestión se enriquecen de forma significativa, permitiendo tener en cuenta, además de los posibles recursos y fuerzas externas disponibles, la concepción misma de la intervención sociocultural en una determinada localidad o comunidad, teniendo en cuenta no solo a las personas y grupos presentes, sino descubriendo, convocando, movilizando y gestionando con efectividad a las formas de hacer, aprovechar, redimensionar y utilizar los recursos locales, con el capital humano disponible, desde los saberes tradicionales frecuentemente, aprovechando la identidad, las prácticas culturales dela vida cotidiana enfocadas críticamente (Chávez & Ibarra, 2016).

Ello no solo nos permitirá disponer de más recursos que los distribuidos y destinados desde fuera sino, lo que resulta un factor muy deseable si de desarrollo social se trata, y hacerlo estimulando la movilización, aprovechamiento del talento y la sabiduría acumulada en cada lugar determinado (Casasa, et al., 2017), con lo que contribuye no solo al empoderamiento social de los menos favorecidos sino a su transformación de objetos de la transformación en sujetos de la misma. Con ello, además, se dispondrían de las visiones pertinentes de las fortalezas y oportunidades, debilidades y amenazas que mediaran en el propósito desarrollista que asumimos, en las prioridades y en el orden de realización de cada acción y se lograría estar en mejores condiciones para dar solución a los problemas que nos afectan.

El enfoque del trabajo a realizar requiere de otro componente de gran significación en los estudios socioculturales: la facilitación y realización del trabajo con grupos, apoyar a los líderes comunitarios y a los gestores socioculturales naturales de los territorios, propiciar consensos, fortalecer la convivencia, la colaboración, y sobre todo desencadenar la participación individual y colectiva de todos, concertadamente, a favor de transformar y enfrentar los problemas de la realidad que necesita ser cambiada y hacerlo requiere también de la conciencia crítica necesaria por parte de esas comunidades y grupos sociales implicados (De Izarra, et al., 2020), recuso indispensable si de sostenibilidad del desarrollo se trata.

No puede dejarse de señalar la importancia de propiciar con efectividad de las mediaciones y concertaciones pertinentes que favorezcan la solución de los conflictos presentes, la interacción solidaria y cooperada de las diversas instituciones, fuerzas y mecanismos de acción participantes, locales o no, lo que requiere no solo tener en cuenta los elementos característicos de cada componente del proceso sino saber cómo abordar cada acción y en ello, una vez más, los estudios socioculturales con su enfoque holístico, integrador y su sentido de innovación profesional, vienen jugando un papel destacado.

No se puede perder de vista que entre los aspectos que necesitamos transformar existen no pocos que se sustentan en factores culturales y formas de hacer y pensar tradicionales lo que requiere cambios significativos (Bajoit, 2011), y que exigen por tanto de una previa proyección de actuación concebida desde estudios científica y metodológicamente sustentados, como ocurre con: los prejuicios raciales; la violencia social en general y la utilizada contra los grupos más vulnerables, como las mujeres y niñas, las minorías étnicas, etc.; las tendencias que menosprecian determinadas formas tradicionales de producir o de aprovechar los recursos naturales accesibles en el medio, que podrían estar contribuyendo a la sostenibilidad y a la solución en el marco de favorecer una vida más sana y promover el bienestar para mayor cantidad de personas; la intención de empoderar a los excluidos del poder; la necesidad de asumir modalidades de consumo y producción compatibles con la sostenibilidad; la adopción de modos de vida que contribuyan a combatir el cambio climático y sus efectos; hacer posible que las ciudades sean más inclusivas, seguras, resilientes y sostenibles; lograr interactuar pertinentemente con los océanos, los mares y los recursos marinos; propiciar una interacción con el medio que permita gestionar adecuadamente los bosques, enfrentar los procesos de desertificación, detener e invertir la degradación de las tierras y detener la pérdida de biodiversidad; promover sociedades más justas, pacíficas e inclusivas; favorecer alianzas entre todos los que necesitamos que participen para lograr el desarrollo sostenible, etc.

Como podemos ver, estos aspectos nos están remitiendo a los referentes principales que identifican a cada uno de los objetivos propuestos del desarrollo sostenible y mirados así resulta inevitable subrayar el carácter sociocultural que pasa inadvertido no pocas veces, con intención o no, entre no pocos implicados en la ejecución y el trabajo para el cumplimiento de los mismos.

Desde este acercamiento general, no es posible abordar como hacer cada una de estas acciones adecuadamente.

Solo con la ciencia y la utilización pertinente de los saberes es posible, y ello implica descargar a esta de las visiones fragmentadas que tradicionalmente puede arrastrar, su vinculación al servicio del bien común y no a intereses particulares y ser asumida aquella como necesidad y patrimonio de todos.

Es, en esa dirección que los estudios socioculturales, y las acciones que los mismos llevan implícito, poseen una significación primordial, no solo investigando o estudiando estas realidades, sino incidiendo favorablemente en: la más amplia transferencia de saberes que pongan en manos de todos las formas más efectivas de comprender y transformar los problemas; la capacitación sistemática, adecuada a las necesidades de cada agente o participante de la gestión, como la vía más efectiva para que todos reciban la preparación indispensable para cumplir sus respectivos roles; la asesoría continua a los decisores y agentes de la aplicación de las políticas sociales dirigidas a garantizar ese desarrollo; el acompañamiento comprometido a las comunidades, grupos y demás sujetos del desarrollo, e incluso, usando nuestras voces para que puedan hablar por medio de nosotros los verdaderos protagonistas de los procesos socioculturales.

La no consideración pertinente de tales aspectos, subrayados desde los estudios y prácticas socioculturales, no solo conduciría a desaciertos y fracasos, si no que nos llevaría a fracasar en el cumplimiento de los objetivos propuestos.

O se hace así o no podremos resolver lo que nos afecta, ni hacer creíble y efectivo el discurso que plantea el logro del desarrollo a cualquier nivel y en cualquier dimensión u objetivo que la sociedad se proponga.

En eso, como en muchas cosas más, los estudios socioculturales también tienen la palabra.

Conclusiones

La intención y las acciones globales, regionales o nacionales a realizar para lograr el desarrollo sostenible que necesitamos, no pueden hacerse efectivas si no se asume una comprensión pertinente sobre la actuación a nivel local y comunitario. No hacerlo así conduciría a dejar invisibles y sin atención numerosos problemas y potencialidades y, lo que es peor, a fracasar en nuestras intenciones transformadoras, que en el caso que nos ocupa son no solo una meta consensuada sino un paso indispensable para evitar el desastre total.

No menos importante resulta tener en cuenta la presencia de los factores culturales que, en su sentido amplio y con las especificidades que pueden ser propias de cada proceso, median inevitablemente en los problemas a atender, en las acciones a realizar y las consecuencias de las mismas, lo que permitiría incrementar significativamente la pertinencia y los impactos que puedan lograrse y evitar más consecuentemente la presencia de insuficiencias y fracasos.

La ciencia, especialmente la social, está llamada a proveernos de las visiones, conocimientos y proyecciones de los modos de actuar para lograr la gestión adecuada del desarrollo que se necesita en estos momentos y, a pesar de las limitaciones que pueden afectar el estado actual de las mismas, contribuyen, si permite, desde enfoques profesionales multidisciplinares y comprometidos con las transformaciones desarrollistas mismas, avanzar en el camino que se ha asumido contribuyendo al nuevo conocimiento en la medida que se va transformando la realidad.

En esta gestión para el del desarrollo resulta indispensable especialmente la participación de todos, sin exclusión, en las proyección, ejecución y evaluación continua de las acciones, y ello no resulta solo una meta de ejercicio democrático sino la única manera de lograr la sostenibilidad.

Es precisamente en este marco que cobran importancia los estudios socioculturales, no solo por darnos la visión dinámica y holística que se necesita para la comprensión de los problemas que debemos enfrentar, sino por la contribución de estos para saber qué hacer y cómo hacerlo y, especialmente, por ofrecernos las alternativas para hacer del desarrollo no el proceso traumático demoledor de las prácticas culturales y la espiritualidad que nos identifica como naciones, pueblos, comunidades e individuos, sino un camino de crecimiento material y espiritual difícil pero posible y con ello garantizar su obtención. Hoy, más que una propuesta académica para perfeccionar la filosofía de acción de instituciones, gobiernos y organismos, es una necesidad para que podamos lograr el desarrollo y la sostenibilidad que necesitamos.

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Recibido: 13 de Octubre de 2021; Aprobado: 29 de Diciembre de 2021

*Autor para correspondencia. E-mail: mmcasanova@uclv.edu.cu

El autor declara que esta investigación no presenta conflicto de intereses.

El autor participó en la redacción del trabajo y análisis de los documentos.

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