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Señor Editor:
La COVID-19 ha sido probablemente la infección respiratoria que ha causado más impacto y daños a nivel mundial en las últimas décadas. El estado de alerta que ha generado y sus efectos, se han constituido como un conjunto de estresores nuevos y diferentes que pueden ocasionar alteraciones psicológicas en grupos especialmente vulnerables como lo constituyen, los niños y adolescentes. 1
Esta vulnerabilidad psicológica, está dada fundamentalmente por el constante desarrollo de las estructuras y funciones del sistema nervioso, que es uno de los que aún se encuentran en desarrollo en esas etapas, la inmadurez psicológica propia de la edad y las características de personalidad en estructuración. Se deben tener en cuenta, además, los antecedentes familiares y personales de trastornos psíquicos, unidos a experiencias de estrés, maltrato, así como pérdida de uno de los progenitores. 2
En estas circunstancias de crisis epidémica, se producen respuestas que no solo afectan la salud física, sino también mental, que se acompaña de desajustes emocionales y conductuales de diferente grado de severidad que pueden tener gran repercusión durante el periodo de enfermedad y convalecencia. 3
Para los escolares y adolescentes, la enfermedad significa un peligro para su vida y la de sus familias, simboliza la posibilidad de la pérdida, vivir en una realidad de aislamiento y desestructuración de rutinas. En los más pequeños, puede existir miedos y temores, relacionados principalmente al dolor, a lo desconocido, a la separación de los padres, a quedar solos, abandonados y sin el cariño, afecto y cuidados de sus figuras de vínculo afectivo, todo lo cual, en algunos casos, tiene consecuencias psicológicas negativas. 4
Diversos han sido los estudios que han abordado los efectos psicológicos que suceden a las epidemias y se destaca que estos pueden perdurar más allá de los 6 meses y el año de ocurrido. Algunos identifican desajustes emocionales asociados al estado de tensión sostenida, especialmente, estrés, ansiedad y depresión, acompañados de un incremento de la incidencia de estrés postraumático, trastornos del sueño, dificultad para atender, hiperactividad e irritabilidad. 5
Toda esta experiencia obtenida de la epidemia de COVID-19 y otras anteriores, demuestra la necesidad de que los niños y adolescentes, adquieran formas de afrontamiento de tipo adaptativas que les permitan enfrentar, desde el punto de vista psicológico, el proceso de enfermar y ser convalecientes de una epidemia sanitaria, al ser este, un acontecimiento generador de vivencias negativas.
Para ello, se hace necesario la implementación de intervenciones efectivas que les permitan a los niños, adolescentes y sus familias, dotarse de nuevas estrategias de afrontamiento adecuadas y anticipar posibles mecanismos psicopatológicos que pudiesen aparecer.
A criterio de las autoras, los protocolos de actuación ante epidemias sanitarias más recientemente elaborados abordan de manera muy superficial el manejo de los pacientes en edad pediátrica convalecientes y sus familias. No se estandariza el proceso de evaluación del paciente teniendo en cuenta la etapa del desarrollo psicológico; no se especifican los instrumentos a utilizar para la determinación de las alteraciones que pudiesen aparecer en el psiquismo; no se declaran los criterios a tener en cuenta por parte del psicólogo para la remisión del paciente al psiquiatra infantil y tampoco los criterios de remisión al segundo nivel de atención.
Esto constituye una brecha sobre la cual se debe actuar, sobre todo, ante un contexto que vaticina la aparición de otras crisis sanitarias como consecuencia de factores como: la acción del hombre, las migraciones, la situación social imperante, la interdependencia mundial económica y social, el aumento de las enfermedades infecciosas, el cambio climático, entre otros.
