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Revista Estudios del Desarrollo Social: Cuba y América Latina

versión On-line ISSN 2308-0132

Estudios del Desarrollo Social vol.4 no.3 La Habana sep.-dic. 2016

 


Ensayo / Essay


Ortodoxia, Movimiento 26 de julio, Socialismo
(1)

 


Orthodoxy, 26 de Julio Movement, Socialism

 

 

Dr. José Bell Lara

Universidad de La Habana, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales. Programa Cuba

 

 


RESUMEN

En el artículo se aborda la relación entre la ortodoxia y el devenir socialista de la Revolución cubana, arista poco estudiada. Este ensayo se propone una primera aproximación a las líneas de continuidad y superación del magma ideológico del populismo del Partido del pueblo cubano (ortodoxo), de cuyas bases, fundamentalmente de la juventud de ese partido salieron mucho de los combatientes del Moncada y de la lucha contra la tiranía de Batista.

PALABRAS CLAVE: Revolución, populismo, socialismo, imperialismo, insurrección cubana.


ABSTRACT

In the article the relationship between Orthodoxy and the socialist future of the Cuban Revolution, edge understudied addressed. This essay first approach is proposed to the lines of continuity and overcoming the ideological magma Populist Party of the Cuban People (Orthodox), whose bases, mainly youth that game came out a lot of fighters of Moncada and the fight against the tyranny of Batista.

KEYWORDS: Revolution, populism, socialism, imperialism, Cuban insurrection.




"Sin la prédica de Eduardo Chibás, sin lo que hizo Eduardo Chibás, sin el civismo y la rebeldía que despertó en la juventud cubana, el 26 de julio no hubiera sido posible".
Fidel Castro(2)

La Revolución cubana triunfó el Primero de enero de 1959 y el 16 de abril de 1961 declaró su carácter socialista. Para entender la compleja dinámica de la liberación nacional de Cuba y las razones para que esta solo fuera posible mediante una Revolución socialista, hay que referirse a las características de la economía y sociedad cubana y al imaginario político, prevaleciente en las fuerzas revolucionarias, acerca del cambio que el país necesitaba.

La omnipresencia imperialista constituía un hecho central de la sociedad cubana; no era meramente un agente externo que actuaba desde fuera, sino parte constitutiva del sistema de dominación de clases en el territorio. La economía del país funcionaba como una extensión de la economía norteamericana. Su papel dentro de esta puede colegirse de la visión que nos da una publicación oficial de los EE.UU. dirigida a los hombres de negocios de ese país:(3)

Las únicas inversiones extranjeras de importancia son las de Estados Unidos.

La participación (norte) americana excede el 90% de los servicios eléctricos y telefónicos, alrededor del 50% en los ferrocarriles y aproximadamente el 40% de la producción azucarera.
Las filiales cubanas de los bancos norteamericanos tienen casi la cuarta parte de los depósitos bancarios.

… Cuba estaba situada en el tercer lugar en América Latina por el valor de las inversiones directas de Estados Unidos en 1953, solamente superada por Venezuela y Brasil, sin embargo, en 1929 ocupaba el primer lugar en América Latina. (Department of Commerce, 1956, p. 10)

La economía cubana estaba estructurada en torno al azúcar. La clase dominante de la Isla, dependiente y asociada al imperio, desarrollaba sus actividades en funciones complementarias, de acuerdo con el papel que desempeñaba y el lugar que ocupaba en el esquema de dominación norteamericana. A partir de aquí se daba el vínculo neocolonial en una relación particular de asociación-subordinación que imbricaba los intereses de ambos: la oligarquía burguesa nativa y el imperialismo (Ibarra, 1995).

Debemos anotar que la burguesía cubana no era una burguesía débil en cuanto a poderío económico, controlaba el 50% de la principal producción industrial del país, y disponía de cuantiosos recursos, a tal extremo que un informe del Banco Mundial calculaba en 200 millones de dólares las inversiones cubanas en La Florida, pero su poderío era su debilidad; invertir en el azúcar la hacía más dependiente de los EE.UU. Era el principal consumidor de su producción (aproximadamente un 50%) igual-mente era el principal cuando no único suministrador de maquinaria y piezas de repuestos. Si a esto se añade el dominio de la transportación y del mercado mundial el cuadro se cierra.

Una característica de la burguesía cubana era que no existía una línea divisoria entre sus diversos sectores

la burguesía industrial azucarera lo era también agrícola… … en ocasiones tenían intereses en empresas no azucareras, construían edificios de apartamentos, dominaban bancos, etc.; la burguesía comercial hacía inversiones en otros sectores; la financiera participaba a invertir últimamente en empresas azucareras, cuando se comenzó a llevar a cabo la reforma agraria en 1959, se descubrió que algunos de sus miembros más poderosos económicamente habían hecho considerables inversiones en la adquisición de tierras, es decir que eran latifundistas. (Pino Santos, 1964, p. 276-277)

A su vez todos los grupos mantenían una asociación contradictoria con el imperio, por lo cual era imposible una revolución antiimperialista en alianza con sectores de la burguesía nacional, pues esta no existía, y los elementos que pudieran recibir tal denominación eran muy débiles. En la práctica, y como resultado de esa unión, no se podían perjudicar los intereses de uno sin perjudicar los del otro, por eso cuando la Revolución tomó el poder, las medidas antiimperialistas tuvieron a su vez un filo anticapitalista. En Cuba no era posible una revolución que no marchara hacia el socialismo si quería satisfacer los intereses nacionales. Sin embargo, no fue hasta que la Revolución fue poder que esta imbricación no se hizo plenamente visible, hasta ese entonces en las concepciones prevalecientes en la izquierda tradicional y en la izquierda revolucionaria se concebía como factible que una fracción de la burguesía podría acompañar un proceso antiimperialista.

Un elemento importante para comprender el proceso cubano, es que, paralelo al surgimiento y desarrollo de la crisis estructural de la neocolonia en la década de los años 20, apareció y se desarrolló un clima político-ideológico de la necesidad de cambios. Todas las fuerzas sociales y sus expresiones políticas se pronunciaron a favor de estos cambios, aunque, desde luego, con una visión diferente, según sus intereses de clases. El abanico de propuestas abarcaba desde las soluciones corporativo-fascistas hasta las socialistas; pero todas tenían en su vocabulario un conjunto de medidas y acciones que de una u otra forma se referían a la industrialización, la reforma agraria, el adecentamiento de la vida pública, etc. Aunque el contenido real de esos conceptos variaba según la fuerza política que los enarbolara.

Al imaginario de la necesidad de cambios se sumó la mística de un destino superior para Cuba; se puede ver, por ejemplo, en el libro de Gustavo Pitaluga "Dialogo sobre el destino", el curso de la Universidad del Aire titulado "Actualidad y destino de Cuba" o en el último discurso de Eduardo R. Chibás, que se conoce como "El último aldabonazo" y cito:

Por su posición geográfica, la riqueza de su suelo y la inteligencia natural de sus habitantes, Cuba tiene reservado en la historia un grandioso destino, pero debe realizarlo…

… La feliz conjunción de factores propicio a un gran destino, unido a la alta calidad de nuestro pueblo solo espera la gestión honrada de un equipo gobernante que este a la altura de su misión histórica. (Conte Agüero, 1955, p. 784)

El fracaso de la Revolución del 30, que se suma a la frustración de la organizada por Martí en 1895, creó un clima moral que en ciertos sectores se expresó en la concepción de que en Cuba solo se podía hacer lo que querían los norteamericanos, lo cual se justificaba con el fatalismo geográfico. También en los sectores revolucionarios y populares se expresó en un sentido de insatisfacción por la obra inacabada, porque la independencia no había sido tal, era necesario completarla (Antuña, 1952).

Un poeta cubano, Rubén Martínez Villena, que dejó los versos por la militancia política, expresó ese sentimiento sintéticamente: "Hace falta una carga para matar bribones, para acabar la obra de las revoluciones (...)" (Meza, 1976, p. 35).

La generación del centenario, ya desde el Moncada, se reconoce en las revoluciones pasadas y frustradas y en las organizaciones que trataron de llevar a realidad ese ideal trunco, de ahí que proclamara:

La Revolución declara que reconoce y se orienta en los ideales de Martí, contenidos en sus discursos, en las Bases del Partido Revolucionario Cubano, y en el Manifiesto de Montecristi, y hace suyos los Programas Revolucionarios de la Joven Cuba, el ABC Radical y el Partido del Pueblo Cubano (ortodoxo). (Bell Lara, 2007, p. 48)

La Historia me Absolverá fue actualización y síntesis de ese programa. En ella, Fidel concreta en cinco leyes el programa inmediato de la revolución, enumera el conjunto de problemas que debe enfrentar la revolución para ser tal y, además, identifica el sujeto social de esa revolución: el pueblo.

Entendemos por pueblo, cuando hablamos de lucha, la gran masa irredenta, a la que todos ofrecen y a la que todos engañan y traicionan, la que anhela una patria mejor y más digna y más justa; la que está movida por ansias ancestrales de justicia por haber padecido la injusticia y la burla generación tras generación, la que ansía grandes transformaciones en todos los órdenes y está dispuesta a dar para lograrlo, cuando crea en algo o en alguien, sobre todo cuando crea suficientemente en sí misma, hasta la última gota de sangre. La primera condición de la sinceridad y de la buena fe en un propósito, es hacer precisamente lo que nadie hace, es decir, hablar con entera claridad y sin miedo. (Bell Lara, 2007, p. 56-57)

En la definición que Fidel hace de pueblo enumera un amplio conjunto que engloba a todos los que son perjudicados y explotados por el capitalismo dependiente existente en Cuba, en su concepción se puede vislumbrar como una macroclase que se constituye en la lucha. El análisis de clase de Fidel no solo tiene validez para Cuba.

El Moncada fue el inicio de la última etapa de la lucha por la liberación del pueblo cubano y de la constitución del pueblo como sujeto decisivo de esa lucha.

Por el amplio rechazo del pueblo cubano a la dictadura de Batista y la combinación de distintas formas del accionar contra ella la lucha armada contra la dictadura fue a la vez un proceso insurreccional y un movimiento social.

Insurrección en tanto rebelión contra el poder existente mediante múltiples formas de lucha y desde este punto de vista el proceso que condujo a la derrota de la tiranía hay que enfocarlo como lo que realmente fue, un movimiento social que abarcó cada vez capas más amplias de la población, llegando a nuclear a la inmensa mayoría de la población tras reivindicaciones que respondían a la realidad social de su época y que combinó/desarrolló variedad de formas de alzamiento y lucha contra el poder existente: manifestaciones estudiantiles y populares, acciones armadas urbanas, sabotajes, acciones de propaganda, huelgas, boicot económico, guerra de guerrillas, la cual en la última fase asumió el peso fundamental de la lucha, hasta convertirse de hecho en una combinación de guerra regular-irregular que culminó con el quiebre militar de la dictadura.

Por las características de la lucha insurreccional en la que el Ejército Rebelde constituyó la fuerza principal para la derrota de la tiranía, aún antes de la victoria, los Territorios Libres fueron una especie de contraestado en los que se vivió otra legalidad y un embrión de otras relaciones sociales. En ellos se aplicó una legislación revolucionaria, se distribuyeron tierras a los campesinos, se crearon escuelas y hospitales y se establecieron fuerzas del orden que respondían a la Revolución.

La organización que llegó a alcanzar el Segundo Frente Oriental "Frank País" es la muestra más acabada de ello.

De hecho, en la carta del 14 de diciembre de 1957, en que denunciaba el Pacto de Miami, Fidel avanza, de forma concreta, las bases para destruir el Estado neocolonial, al reclamar para el Movimiento 26 de Julio la atribución de la reorganización de los institutos armados, la remoción de los gobernadores y alcaldes y de los funcionarios corruptos, la disolución del Congreso y la asunción por el futuro Consejo de Ministros de facultades ejecutivas y legislativas. En esa carta también se propone el futuro presidente. El Che calificó esa misiva como un documento a la altura del Manifiesto de Montecristi.

Toda esa conducta de la revolución está atravesada por un compromiso ético y generacional que constituye una especie de tuétano de la generación revolucionaria. Ese sentido de compromiso histórico y ético fue decisivo en los futuros derroteros de la Revolución.

El primero de enero de 1959 Fidel lo sintetizó:

Esta vez no se frustrará la revolución. Esta vez, por fortuna para Cuba, la Revolución llegará de verdad a su término; no será como en el 95, que vinieron los americanos y se hicieron dueños del país; intervinieron a ultima hora y después ni siquiera a Calixto García, que había peleado durante 30 años, lo dejaron entrar a Santiago de Cuba; no será como en 1933, que cuando el pueblo empezó a creer que la Revolución se estaba haciendo, vino el señor Batista, traicionó la revolución, se apoderó del poder e instauró una dictadura feroz; no será como en 1944, año en que las multitudes se enardecieron creyendo que al fin el pueblo había llegado al poder, y los que llegaron al poder fueron los ladrones. ¡Ni ladrones, ni traidores, ni intervencionistas, esta vez sí es una Revolución! (Bell Lara, López García & Caram León, 2006. p. 15)

Progresivamente la justicia social se hizo dueña del país y bajo la dirección de Fidel comenzaron transformaciones en todos los órdenes de la vida social, por eso puede afirmarse que a partir de 1959 comenzó realmente la independencia de Cuba, y su pueblo a reconocerse como tal en la medida en que defendía su Estado nacional y su poder, un poder que realizaba los anhelos y aspiraciones populares sin que pudieran ser coartados por la intervención norteamericana. Se rompió así el mito del fatalismo geográfico.

En la lucha contra la tiranía de Batista, la vanguardia revolucionaria no estuvo vinculada orgánicamente al movimiento comunista internacional; sin embargo, en un tiempo muy breve la Revolución Cubana asumió un carácter socialista.

La explicación de este proceso no está sólo en las condiciones objetivas de Cuba en las que todo intento de superación del subdesarrollo implicaba ruptura de la dependencia, sino también en la herencia ideológica de las luchas populares, en las que el proyecto cubano tuvo un fuerte componente ético y moral, (desde Félix Varela hasta Fidel Castro, pasando por Carlos Manuel de Céspedes, Ignacio Agramonte, José Martí, Julio Antonio Mella, Antonio Guiteras y Eduardo Chibás). En palabras de Joel James: "Dotar de empeños morales el empeño político ha sido una divisa consciente de nuestros mejores pensadores y nuestros más relevantes patriotas desde los iniciales indicadores de aparición de la nacionalidad cubana hasta los días actuales" (James, 2008, p. 15).

De ese magma ideológico formó parte el populismo, que tuvo una fuerte impronta en Cuba. Sintetizaré brevemente sus características:

Los movimientos populistas son movimientos pluriclasistas que representan las aspiraciones económicas y políticas de los sectores medios y de amplias capas populares cuya ideología espontánea no trasciende el sistema, pero demanda una mejora de su condición social específica y cuestiona la práctica política de la oligarquía.

Es una protesta contra el capitalismo desde el terreno del capitalismo en estricto sentido teórico, pero como decía Goethe: "gris amigo mío, es toda teoría y siempre verde el árbol de la vida" y en la realidad latinoamericana el populismo es un fenómeno multidimensional: económico, político, social e ideológico que expresa la conciencia de un determinado "tiempo histórico" concreto en las sociedades subdesarrolladas: el tránsito de la economía agroexportadora a la economía semi industrial urbana. Es un determinado clima social que acompaña este proceso, que mantiene vigencia más allá del mismo y no puede ser reducido a una de sus manifestaciones o encasillado como simple manifestación reformista.

Su liderazgo proviene de los sectores medios y en oportunidades de sectores de la burguesía que propugna un desarrollo nacional.

El liderazgo tiende a corporeizarse en una figura carismática.

El vínculo de unión entre líderes y masas es una amalgama ideológica con elementos de nacionalismo, antiimperialismo, rasgos socializantes que insisten en la distribución de las riquezas sin cuestionar la propiedad privada, pero se plantea darle una función social.

De ese conglomerado ideológico forman parte también exigencias sociales básicas y una reivindicación moral-social.

Es un movimiento político que goza del apoyo de los trabajadores urbanos y/o el campesinado, pero que no es resultado del poder organizacional autónomo de ninguno de esos dos sectores.

El populismo sintetiza la convergencia de intereses de fuerzas sociales heterogéneas - trabajadores urbanos, clases medias, sectores de la burguesía - que aúnan sus fuerzas contra los sectores oligárquicos para lograr un determinado desarrollo nacional. Concibe al Estado como agente del desarrollo. Dentro de esta concepción se acentúa su papel intervencionista con medidas para proteger la industria nacional, promover la inversión en ramas decisivas para el desarrollo capitalista, nacionalizar sectores que están en manos extranjeras y que poseen valor estratégico y asumir el desarrollo de sectores no rentables, pero necesarios al funcionamiento del sistema.

El populismo combina a un mismo tiempo, por su naturaleza, elementos conservadores y elementos progresistas, asume un proyecto burgués, pero lo asienta en la movilización popular
Al propugnar la industrialización y la protección a la industria nacional, simultánea-mente a la participación popular y la justicia social, logra una amalgama de intereses que lo hace viable como proyecto dentro de determinadas coyunturas nacionales e internacionales.

El éxito del proyecto populista y de sus tareas - la consolidación del mercado interno, la modernización capitalista, el impulso al crecimiento industrial - reduce su atractivo para la burguesía en tanto el populismo no puede prescindir de las masas y de su movilización, lo cual siempre constituye una posibilidad de desbordar el orden establecido.

En América Latina ha tenido un resultado contradictorio, siendo portador de un proyecto burgués, cae golpeado desde la derecha (Vilas, 1970).

En Cuba lo que puede calificarse de un populismo antiimperialista había estado presente en las guerras de independencia y se había retomado con fuerza a partir de la Revolución del 30 en diversas expresiones políticas, la más fuerte de las cuales se constituyó en el Partido Revolucionario Cubano (Auténtico), que capitalizó las realizaciones del efímero Gobierno Revolucionario de los Cien días y la acción del recio líder antiimperialista y socialista Antonio Guiteras.

Ese partido fue fundado el 8 de febrero de 1934, inspirado en el fundado por Martí, el apelativo "autentico" se añadió para ratificar que estaba formado por los auténticos continuadores del Gobierno Revolucionario de los Cien días.

En su programa se señalaba como cuestión básica la defensa de la soberanía y proclamaba que "la labor capital de la generación presente y la inmediata futura ha de ser la liberación económica del país" (Pichardo, 1980, p. 292), también señalaba el derecho del Estado de fijar límites al interés privado, así como la protección de los trabajadores, su lema era "Cuba para los cubanos". Ramón Grau San Martín, quien fuera el Presidente del Gobierno Revolucionario de los Cien días, fue situado al frente de ese Partido y pronto, por sus características personales fue apodado "El Mesías". A finales de la década del 30 del siglo pasado Eduardo Chibás ingresó al mismo y rápidamente se convirtió en su segunda figura.

Las grandes masas de la población depositaron sus esperanzas en ese partido que llegó al gobierno en las elecciones de 1944, mediante una abrumadora votación, sin embargo, a contrapelo de lo que esperaba el pueblo se constituyó "en el más escandaloso ejemplo de los vicios tradicionales de la política cubana, haciendo llegar a su cima el desgobierno, la sinecura y el peculado, la improvisación y el nepotismo, el prebendaje y el pandillerismo" (Antuña, 1952, p. 358). Resumiendo: en la vida de la República Neocolonial, el autenticismo fue la gran desilusión.

Dentro del Partido Auténtico se formó un ala encabezada por Eduardo Chibás, que tomo la denominación de ortodoxa que llamaba a rescatar el Partido de las manos de los politiqueros, arribistas y bandidos. Al no poder variar el rumbo del gobierno esta corriente se constituyó en un Partido independiente que tomó el nombre de Partido del Pueblo Cubano (ortodoxo).

En los momentos fundacionales de la ortodoxia Chibás definió en un discurso los objetivos de la lucha "Ideas y procedimientos nuevos; nacionalismo, antiimperialismo y socialismo, independencia económica, libertad política y justicia social" (Conte Agüero, 1955, p. 506). La declaración de principios del Partido del Pueblo Cubano (ortodoxo), dada a la publicidad el 15 de mayo de 1947, expresaba que el propósito de su creación era: "Rescatar el programa y la doctrina de la Revolución Cubana".

En la concepción de Chibás, el Partido Ortodoxo era el instrumento político para satisfacer los objetivos históricos de la generación del 30, una avanzada militante, bien organizada y disciplinada del pueblo de Cuba. (Cairo, 2010, p. 67-68).

Al revisar los documentos fundacionales de la ortodoxia, es obvia cierta influencia leninista(4).

El eje de la campaña política del PPC(O) fue la lucha contra la corrupción y el grueso de la predica de Chibás estuvo dirigida en ese sentido, su consigna "Vergüenza contra dinero" caló con granfuerza en el pueblo, sobre todo entre los jóvenes.

En su imaginario político la ortodoxia preveía una remodelación del conjunto social (proyecto impugnador y rupturista), uno de cuyos ejes era la justicia social con fuertes componentes moralizadores, y apelaba a la independencia económica. Este partido tenía como símbolo una escoba, en alusión a la necesidad de barrer con los depredadores del erario público, expresión gráfica de su lema "Vergüenza contra dinero".

Joel James ha hecho una evaluación de esa consigna que vale la pena citar in extenso:

Vergüenza contra dinero no era estrictamente hablando, un llamado a la revolución, pero los específicos contextos en que se levantó como un lema nacional - por lo que significaba como renovado esfuerzo de la sociedad cubana en la justa vía para la consecución de las normativas éticas y políticas establecidas desde el siglo anterior como constantes del independentismo - se equivalía con un pronunciamiento revolucionario, y por tal razón esas tres palabras pudieron convocar y aglutinar a los revolucionarios y por tal razón - aquellos que ya sabían que lo eran y aquellos otros que lo eran sin saberlo aún - y propiciar con ello, efectivamente, la revolución cuando las necesidades, que existían desde antes, y las oportunidades que la propia consigna con su capacidad movilizadora y concientizadora contribuían a crear se dieran coincidentemente. (James, 2008, p. 21)

De hecho, Chibás se convirtió en un problema para el sistema y contra él se desató una extraordinaria campaña con el fin de tratar de neutralizarlo, a la vez se le preparó una celada para desprestigiarlo; mediante terceros le prometieron determinadas pruebas de la corrupción del Ministro de Educación, Chibás hizo la denuncia y al no poder probarla el gobierno arreció la campaña, tratando de presentarlo como mentiroso. Ante esa situación Chibás opto por el suicidio que hizo realidad tras un dramático discurso que se conoce como "El ultimo aldabonazo".

Las circunstancias en que muere Chibás repercutieron profundamente en el pueblo y en el Partido Ortodoxo al que se adhirió una mayoría del pueblo, sobre todo los jóvenes y también oportunista y arribistas, lo cual lo marcó en gran medida como un partido electoral.

El Partido Ortodoxo se perfilaba como el vencedor en las elecciones programadas para junio de 1952, de ahí que puede afirmarse que el Golpe de Estado de Batista se dio para que la ortodoxia no llegara a ser gobierno, en tanto su bandera principal, el combate a la corrupción era difícil que no se intentara cumplir y esto constituía un peligro para el aparato de la política tradicional que había lucrado con los cargos públicos desde 1934. Además, por sus características, este partido, independiente de lo heterogéneo de su composición, podía desatar fuerzas que trascendieran los límites del sistema.

Anotamos de paso que, en la coyuntura electoral de 1952, en que dos partidos populistas tenían la supremacía en el espectro político nacional, permite afirmar que esa corriente fue hegemónica en la conciencia popular de la época a través de dos expresiones: el autenticismo y la ortodoxia.

El ideal socialista no era patrimonio de la organización vinculada al movimiento comunista internacional. Los revolucionarios cubanos más consecuentes lo habían proclamado o interpretado como perspectiva. Antonio Guiteras en el Programa de la Joven Cuba es categórico: "…la idea polar de nuestra orientación: para que la ordenación orgánica de Cuba en Nación alcance estabilidad, precisa que el Estado cubano se estructure conforme a los postulados del socialismo". El programa de la Juventud Ortodoxa que se expone en la tesis de la comisión organizadora, en plena época de la guerra fría, bajo el título de "El pensamiento ideológico y político de la juventud cubana", no solo denuncia la subordinación de la economía cubana al imperialismo norteamericano, sino que proclama el socialismo como ideal a alcanzar. El documento es de clara inspiración marxista, debemos señalar que asume la concepción etapista de la Revolución, primero liberación nacional y luego socialismo. En ese sentido, después de analizar el proceso histórico cubano, postula:

…Que, de acuerdo con las premisas antes expuestas, el movimiento revolucionario cubano debe orientarse en un sentido socialista, aunque no como línea política, sino como dirección ideológica… Consideramos que, dadas las condiciones objetivas prevalecientes actualmente dentro del país, el propósito político primero del movimiento revolucionario cubano debe ser la lucha por la liberación nacional. (Partido del Pueblo Cubano (ortodoxo), s.a., p. 10-11)

Asimismo, el Partido Socialista Popular (el partido comunista de la época) llegó a tener gran influencia en el movimiento obrero, y una parte de la intelectualidad cubana estaba vinculada a él. De ahí que en Cuba, antiimperialismo y socialismo fueron corrientes coexistentes en una relación de confluencia-difluencia y, por tanto, se incorporaron a la cultura popular revolucionaria, independientemente de las estructuras orgánicas que adoptaron como manifestaciones políticas.

El referente socialista no implicó necesaria-mente la adhesión a los postulados y a las estructuras de un partido político específico, ni tampoco a una concepción determinada de lo que era el sistema como tal(5).

No obstante en los años 50 la tendencia ideológica predominante era el anticomunismo incidido por la guerra fría y la feroz campaña anticomunista(6) - aunque analizada en profundidad tenía cierto carácter ramplón-, a esto hay que agregar fenómenos como el estalinismo en la Unión Soviética, el pacto Ribentrop-Molotov, el browderismo y la política que aplicaron los partidos comunistas siguiendo la línea de la Internacional Comunista, como por ejemplo, el cubano que a finales de los años 30 colaboró con Batista.

La última etapa del dominio norteamericano en Cuba ha sido designada como "la de la crisis permanente"; la razón de esto está dada por el hecho de que la industria azucarera -principal actividad económica del país- había detenido prácticamente, su crecimiento. El último central azucarero se había construido en la década del 20 y los otros sectores de la economía no generaban suficiente empleo para absorber la creciente mano de obra.

La consecuencia de este doble fenómeno: decrecimiento de las exportaciones azucareras y limitación de la producción interna de Cuba, dentro del cuadro de la población creciente, fue la progresiva caída del ingreso per capita, o sea, el descenso del nivel de vida general de la población cubana. Claro está que este descenso no impidió, sino que produjo la formación de pequeños grupos de muy altos, de altísimos ingresos, frente a la masa general de la población empobrecida. (Le Riverand, 1973, p. 344)

Esta situación entró en una etapa crítica en la década del 50, con un tercio de la fuerza laboral desocupada o parcialmente desocupada y la incorporación, cada año, de 30 o 40 mil jóvenes que no encontraban oportunidad de empleo. El informe de la Comisión Económica para la América Latina (CEPAL) sobre Cuba en 1951, es lapidario al respecto: "en Cuba los bienes de consumo per cápita disminuyen en los últimos años" (Gutiérrez, 19525, p. 133).

En 1952 a escasos 80 días de las elecciones, Batista dio un golpe de Estado el 10 de marzo, que encontró inicialmente poca resistencia popular por el desprestigio que padecía el gobierno de Prío, con ello a la crisis económico social que padecía el país se unió una crisis política.

La agitación estudiantil no se hizo esperar y el estudiantado a través de la FEU desarrolló diversas actividades, entre ella la jura de la constitución derogada por Batista, que había impuesto unos estatutos en su lugar, la Marcha de las Antorchas y otras manifestaciones de repudio al régimen. En febrero de 1953 cae el primer mártir universitario: Rubén Batista Rubio.

La instauración de la dictadura sirvió para medir la actitud y la conducta de las diversas fuerzas políticas presentes en el escenario cubano.

De los Partidos que formaban parte de la coalición que sostenía al gobierno de Carlos Prío, el Partido Republicano se afilió al Golpe el 12 de marzo y poco tiempo después los partidos Liberal y Demócrata se integraban al gobierno nacido del Golpe. El partido al que pertenecía el presidente, el Auténtico, se fracturó, parte de su membresía se integró a la dictadura, sobre todo la formada por aquellos que detentaban cargos en el gobierno, generalmente mediante el expediente de jurar unos estatutos constitucionales que impuso el dictador en sustitución de la Constitución de la República, otros se fueron al exilio, una parte comenzó a jugar el papel de oposición electoral tras la figura del ex-presidente Grau San Martín, y otra tomó el camino insurreccional, algunos sinceramente y otros como un juego para tener presencia política.

El partido comunista de la época, el Partido Socialista Popular, expuso la línea de luchar por constituir un frente único de los partidos de oposición, condenando el golpe como pro imperialista.

El Partido Ortodoxo, que se perfilaba como el seguro vencedor en la elecciones que debía celebrarse en 1952, se pronunció en un manifiesto por la lucha cívica y pronto se dividió entre los que propugnaban la unión con otras fuerzas para enfrentar la dictadura y los que mantenían una posición abstracta de indepen-dentismo político, aunque se puede decir que en general la dirigencia oficial de la ortodoxia se caracterizó por la inoperancia en esta etapa, y algunos de los que habían entrado al partido por sus evidentes perspectivas de ganar las elecciones se pasaron a las filas de la dictadura; ejemplo Ramón Vasconcelos, otros, como Carlos Márquez Sterling le hicieron el juego a la dictadura con posiciones electoralistas.

Se puede decir que los elementos más radicales del enfrentamiento a la dictadura estuvieron en el sector juvenil del Partido Ortodoxo, allí nació la vanguardia del proceso revolucionario que se inició en 1953, agrupada en un principio bajo el nombre de Generación del Centenario(7). Anoto de paso que en Cuba las generaciones han jugado un papel importante en las luchas revolucionarias, a ellas se refería Martí cuando hablaba de los Pinos Nuevos; en la lucha contra la dictadura de Machado la juventud, fundamentalmente estudiantil, se identificó como la Generación del 30.

En Cuba existía una tradición de lucha armada, a tal punto que, en la visión popular, se llegaba a identificar ser partidario de la lucha armada con ser revolucionario y en las circunstancias del golpe, algunos grupos procedentes de la oposición iniciaron trajines conspirativos. Para parte de ellos era un simple juego a la insurrección para mantener su capital político, pero también había elementos honestos que comprendían la naturaleza del régimen de Batista.

En el país comenzó a gestarse una situación de efervescencia política que no encontraba un cauce adecuado.

En medio de la atonía que dominó al Partido Ortodoxo, sus masas semejaban un ejército sin capitanes, el sector juvenil se constituyó en trinchera de las posiciones más radicales, y en el propio local de ese partido comenzaron a celebrarse las reuniones de lo que habría de constituir "el Movimiento" designación genérica que comenzó a identificar a la vanguardia en formación.

Fidel Castro percibió el potencial revolucionario que existía en medio de esa juventud y que el momento político exigía formas radicales de lucha que los partidos tradicionales no estaban en condiciones de enfrentar, por lo cual se dedica a crear la organización que fuera capaz de responder a esa exigencia.

Entre mediados de 1952 y principios de 1953 quedó organizado "El Movimiento", con células en distintos municipios de la antigua provincia de La Habana: Marianao, Santiago de las Vegas, Nueva Paz, Madruga y en algunos barrios de la capital, y en Guanajay, Artemisa y San Cristóbal en la provincia de Pinar del Río.

El Movimiento se estructuró como una organización celular, secreta, selectiva y compartimentada. Constaba de una Dirección Nacional compuesta por dos comités, uno militar y otro civil, llegando a agrupar unos mil 500 jóvenes entre los que se seleccionaron 165 para los asaltos al cuartel Moncada y al cuartel de Bayamo.

Es importante señalar que los preparativos de la acción se desarrollaron en secreto y con tal efectividad que ninguno de sus miembros fue capturado, ni conocido lo que se gestaba, a pesar de las numerosas actividades.

Se escogió la provincia de Oriente por su gran tradición de lucha, en ella se habían iniciado las guerras de independencia y se partía del propósito de que una vez tomado el cuartel se le distribuirían armas al pueblo y se iniciaría una lucha de oriente a occidente que rememoraría la invasión de la Guerra del 95. Existía en parte de las masas populares, sobre todo en los jóvenes, la convicción de que sólo mediante las armas Batista sería desplazado del poder y a partir de la percepción de esa situación había fe en la respuesta del pueblo. Durante el juicio por los sucesos del Moncada, Fidel señaló: "Si el Moncada hubiera caído en nuestras manos hasta las mujeres de Santiago de Cuba habría empuñado las armas".

Detrás de la acción armada había una concepción revolucionaria de los objetivos de la lucha, de ahí que el arsenal de los revolucionarios tenía cinco proyectos de leyes que constituían el núcleo central de un cambio radical del País.

Por factores imprevistos el asalto al Cuartel Moncada falló, los detalles de los hechos son ampliamente conocidos, constituyendo un revés militar, pero un éxito político.

En primer lugar, porque no fue un trueno en suelo despejado, respondía a un anhelo de la mayor parte de la juventud de la época mostrando que era posible organizar realmente una acción armada contra la tiranía.

Con el asalto al Cuartel Moncada el 26 de julio de 1953, se inserta en la vida política de Cuba un nuevo grupo formado fundamentalmente por jóvenes que, no sólo es capaz de organizar prácticamente los problemas de la lucha armada, sino que también se proyectaba hacia el futuro, constituyéndose en polo de atracción para todo el pueblo.

Con el Moncada hay un reencuentro con la tradición de lucha armada del pueblo cubano, que le da continuidad a las guerras de independencia y a la Revolución del 30. Es Importante señalar que en la ideología de los moncadistas están presente - como señalamos anteriormente- los proyectos de cambios radicales latentes en la ideología popular, comenzando por el martiano de República, lo que hace más sólida esa continuidad.

Un hecho importante es que Fidel no renegó de la ortodoxia, por el contrario, se identificó como el ala revolucionaria de este partido. En 1955 en mensaje dirigido al Congreso de Militantes Ortodoxos hizo una definición del Movimiento 26 de Julio que lo identifica como tal:

El Movimiento Revolucionario 26 de Julio no constituye una tendencia dentro del Partido: es el aparato revolucionario del chibasismo enraizado en las masas, de cuyo seno surgió para luchar contra la dictadura cuando la Ortodoxia yacía impotente dividida en mil pedazos. (Bell Lara, 2006, p. 77)

El 26 en su desarrollo absorbió la base social de la ortodoxia, sobre todo su juventud, de hecho, en todos los municipios del país los elementos más combativos de la ortodoxia se incorporaron al M-26.7, este en su desarrollo superó a la ortodoxia, pero nunca - como señalamos- renegó de sus orígenes. Este proceso dio lugar a que fuera la única organización insurreccional que estuviera presente en todas las localidades importantes de la nación.

Cito una vez más a Joel James "El PPC de Eduardo Chibás poseía, según creo ver, esa curiosa peculiaridad con que tropezamos con alguna frecuencia en la historia política cubana de desatar fuerzas e iniciar movimientos por encima de aquellos que se pretendían desatar y movilizar" (James, 2008, p. 22).

La victoria revolucionaria y la instrumentación práctica del programa de la Generación del Centenario y la lucha por su cumplimiento ante la oposición del imperio y sus servidores nacionales, aceleró y amplió el proceso de revolucionarizar al pueblo y a sus dirigentes, con lo que se definía hacia la opción socialista o claudicaba. Esto último no hubiera permitido rebasar los parámetros de soberanía limitada inherentes al plattismo que habían caracterizado a los gobiernos de la neocolonia.

En esa dialéctica, las ideas revolucionarias se convirtieron en patrimonio de la mayor parte del pueblo, que asumió el socialismo como su proyecto. Esto no fue un proceso pasivo, sino una fuerte lucha contra la ideología burguesa, su base económica, los elementos que la propi-ciaban en el pueblo (analfabetismo, ignorancia, perjuicios), y su ejército político: las clases reaccionarias, los elementos reformistas y aventureros y su aliado externo-interno: el imperialismo.

La amplia participación popular abarcó todos los órdenes de la vida social, y las masas hicieron suyas y realizaron las principales medidas de la Revolución:

  • La Reforma Agraria, la entrega de tierras a los campesinos y la conversión de los otrora latifundios en Granjas del Pueblo.
  • La educación y la creación de un ejército de miles de alfabetizadores.
  • La defensa del país y la creación de las Milicias Nacionales Revolucionarias, en las que se enrolaban voluntariamente miles de cubanos.
  • La nacionalización de los grandes monopolios, proceso en el que resultó decisiva la participación de los trabajadores, para que continuaran operando las empresas, y se destacaron miles de administradores surgidos del seno del pueblo.
  • El surgimiento de organizaciones populares masivas sui generis, como la federación de Mujeres Cubanas (FMC) y los Comités de Defensa de la Revolución (CDR).

Durante los años 50, producto de la guerra fría y el Macartismo, tenía gran influencia ideológica el anticomunismo, formaba parte de los instrumentos de dominación del imperio, de ahí que calificar de comunista un movimiento de liberación tenía una función divisionista y confucionista, lo que explica que la Revolución se definiera por sus hechos y por la fidelidad a lo que había prometido realizar y estaba cumpliendo.

En ese proceso la labor pedagógico-política de Fidel fue decisiva, explicando y convenciendo de la justeza de lo que la Revolución realizaba.
Un ejemplo de esa pedagogía es el fragmento del discurso del 26 de octubre de 1959 siguiente:

Qué ha hecho el Gobierno Revolucionario, como no sea para beneficio de su pueblo. Pero es que ocurre una cosa, es que ocurre una cosa: si sembramos arroz, perjudicamos intereses extranjeros; si producimos grasa, perjudicamos intereses extranjeros; si producimos algodón, perjudicamos intereses extranjeros; si rebajamos las tarifas eléctricas, perjudicamos intereses extranjeros; si rebajamos las tarifas telefónicas, perjudicamos intereses extranjeros; si hacemos una reforma agraria, perjudicamos intereses extranjeros; si hacemos una ley sobre el petróleo, como la que está próxima a decretarse, perjudicamos intereses extranjeros (APLAUSOS); si hacemos una ley de minas, como la que está próxima a decretarse, perjudicamos intereses extranjeros; si hacemos una marina mercante, perjudicamos intereses extranjeros; si queremos encontrar nuevos mercados para nuestra patria, perjudicamos intereses extranjeros; si queremos que al menos se nos compre tanto como lo que compramos nosotros, perjudicamos intereses extranjeros. Esa es la explicación; porque hemos hecho leyes revolucionarias que perjudican privilegios nacionales y extranjeros es por lo que nos atacan, es por lo que nos llaman comunistas, es por lo que nos acusan, preparando todos los pretextos posibles para agredir a nuestro país.

Otra muestra lo es su comparecencia en el juicio al traidor Hubert Matos, en la cual ante la campaña confusionista que este trataba de levantar, muestra cómo la Revolución desde sus inicios, cuando aún no era poder, manifestó en declaraciones y documentos cuales eran los propósitos del movimiento revolucionario-comenzando por La historia me absolverá- y cómo estos objetivos fueron ratificados una y otra vez en el transcurso del proceso revolucionario, y justamente, el hacerlos realidad era la real causa del enfrentamiento al imperialismo.

La lucha antiimperialista fue una escuela política práctica de afirmación de la nacionalidad y de radicalización ideológica, que llevaría a la asunción del socialismo como ideología popular masiva. Por eso no es casual que en el contexto del enfrentamiento militar a la fuerza mercenaria organizada en y por los Estados Unidos, que desembarcó por Playa Girón, Fidel proclamara la Revolución como patriótica, democrática y socialista.

Fue justamente la dialéctica de la historia la que mostró que sólo la opción socialista hacía viable el proyecto revolucionario del Moncada, con lo cual se constituía en la continuidad lógica de este y, por tanto, en su superación; de ahí que los que fueron al Moncada siendo martianos se convirtieran al marxismo sin dejar de ser martianos -como expresó la combatiente Haydee Santamaría- y los que fueron siendo marxistas comprobaran en la práctica la justeza de sus concepciones.

Fidel Castro expresó el 1ro. de diciembre de 1961: "Cuando se escriba la historia de esta etapa y quieran escribir sobre algún mérito de esta Revolución, digan que estábamos haciendo una revolución socialista sin socialistas" (Partido Unido de la Revolución Socialista,1963, p. 133).

Un mérito histórico de Fidel es que supo conjugar la tradición nacional popular y la impronta socialista del pueblo cubano, con la acertada interpretación de la realidad y de los caminos que conducían a la liberación definitiva.

Del mismo modo que en sus orígenes Marx compartió las ideas filosóficas hegelianas, Fidel en una primera etapa militó en un partido populista, la ortodoxia. Las dos corrientes, cada una en su campo, fueron conciencia de su época. El mérito de ambos es que la trascendieron para abrir una nueva era.

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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Bell Lara, J. (2007). Fase insurreccional de la revolución cubana. La Habana: Editorial Ciencias Sociales.

Bell Lara, J., López García, D. L. & Caram León. (2006). Documentos de la revolución 1959. La Habana: Editorial Ciencias Sociales.

Cairo, A. (2010). Eduardo Chibás: Imaginarios. Santiago de Cuba: Editorial Oriente.

Conte Agüero, L. (1955). Eduardo Chibás, el adalid de Cuba. México: Editorial JUS, México.

Gutiérrez, G. (1952). El desarrollo Económico de Cuba. La Habana: Publicaciones de la Junta Nacional de Economía.

Ibarra, J. (1995). Cuba: 1898-1958. Estructura y procesos sociales. La Habana: Editorial Ciencias Sociales.

James, J. (2008). Vergüenza contra dinero. Santiago de Cuba: Ediciones Caserón.

Le Riverand, J. La República. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales.

Meza, J. (1976). Rubén: antología del pensamiento político. La Habana: Editorial Arte y Literatura, La Habana.

Partido del Pueblo Cubano. (s.a.). El pensamiento ideológico y político de la juventud cubana. Tesis de la Comisión Organizadora de la Sección Juvenil del Partido del Pueblo Cubano (ortodoxo) Pp. 10-11. (Texto mecanografiado. Archivo del autor).

Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba. (1963). El Partido Marxista-Leninista. La Habana: Dirección Nacional del Partido Unido de la Revolución socialista de Cuba.

Pichardo, H. (1980). Documentos para la historia de Cuba, Tomo IV. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales.

Pino Santos, O. 1964). Historia de Cuba. Aspectos fundamentales. La Habana: Editora Universitaria.

U. S. Department of Commerce. (1956). Investment in Cuba. Washington: Department of Commerce.

Vilas, C. M. (1970). El Populismo como estrategia de acumulación. Criticas de la Economía Política- Edición latinoamericana, 20-21, 95-148.

 

 


ENVIADO: 14/06/2016

ACEPTDO: 20/06/2016

 

 


Dr. José Bell Lara. Universidad de La Habana, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales. Programa Cuba. Correo electrónico:josebell@flacso.uh.cu

 


NOTAS ACLARATORIAS

1 Este ensayo es una ampliación de la conferencia inaugural del Coloquio "Joel James in Memorian 2014" celebrado en la Casa del Caribe, Santiago de Cuba, 13-15 de enero de 2014. En tanto homenaje a este destacado intelectual santiaguero cité ampliamente su texto "Vergüenza contra dinero".
2 Fidel Castro ante la tumba de Chibás, en Bohemia, Año 51, No. 3, 18-25 de enero de 1959.
3 Una información más detallada se encuentra en el libro de Oscar Pino Santos "El imperialismo norteamericano en la economía cubana".
4 Ver por ejemplo los Estatutos del Partido del Pueblo Cubano (ortodoxo).
5 Por ejemplo, Max Lesnik, que en ese entonces era Secretario General de la Juventud Ortodoxa y uno de los redactores de su documento programático, confiesa que su ideal socialista era el de la socialdemocracia. Ver Luís Báez Los que se fueron. Casa Editora Abril, La Habana, 2008. Pág.29.
6 Interesantes enfoques sobre la cultura política de la época se encuentran en el número 46, abril-junio de 2006 de la revista Temas, sección Controversia, pp. 77-96.
7 Llamada así porque precisamente en 1953 se cumplían 100 años del nacimiento del Apóstol José Martí (1853-1895). De los asaltantes al cuartel Moncada hay 39 que comprobadamente militaban en la Juventud o el Partido Ortodoxo.

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