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Revista Estudios del Desarrollo Social: Cuba y América Latina

versión On-line ISSN 2308-0132

Estudios del Desarrollo Social vol.6 no.1 La Habana ene.-abr. 2018

 

ARTÍCULO ORIGINAL

RESEÑA/REVIEW

La altanería comunista: V. I. Lenin en sus y "nuestros laberintos"

The Communist Arrogance: V. I. Lenin in his and "our Labyrinths"

 

Dolores Vilá Blanco
Facultad de Filosofía e Historia, Universidad de la Habana, Cuba

 


RESUMEN

El ensayo examina los problemas aún existentes en Cuba para el análisis del pensamiento de
V. I. Lenin sobre la revolución socialista, en especial los últimos cuatro años de su vida. Distingue una problemática poco desarrollada en el país a la que Lenin dedica especial interés al final de su vida: la "altanería comunista", así como las consecuencias de su práctica en un proceso socialista. En particular, sus efectos para la dirección política en lo que se ha dado en llamar su teoría del partido en el contexto de la experiencia soviética.

Palabras clave: altanería comunista, dirección política, revolución socialista.


ABSTRACT

This essay is about the problems that exist in Cuba, for study the think of V. I. Lenin on the socialist revolution, in special during your last four years of life. This paper speaks of a them that Lenin worked: the "communist haughtiness" and the effects that your practices in the socialist's process. In particular, your effects for the politic direction or the theory of Party, according with the words used in the soviet experience.

Keywords: communist haughtiness, politic leadership, socialist revolution.


"A mi juicio, hoy se alzan ante el hombre, independientemente de las funciones que ejerza y de las tareas que tenga planteadas como instructor político, si es comunista, y la mayoría lo son, tres enemigos principales, y son los siguientes: la altanería comunista, segundo, el analfabetismo, y tercero, el soborno".

Lenin, V.I., 1977a, p.190-191

 

Proponer hoy en el centenario de la Revolución de Octubre volver sobre las huellas de Lenin en sus laberintos y conectarlo con los nuestros, en especial, su contribución al recurrente problema de la altanería comunista solo es explicable desde aquello de: "Solo lo difícil es estimulante; solo la resistencia que nos reta, es capaz de enarcar, suscitar y mantener nuestra potencia de conocimiento, pero en realidad ¿qué es lo difícil?" (Lima, 2010, p. 5) ¿Cuáles, entre una infinidad de "difíciles" rondan la intelección de estos empeños aún, aquí y ahora? ¿Por qué siguen encontrándose ausentes las reflexiones de Lenin sobre la altanería comunista resultado de su experiencia histórica revolucionaria, incluso para someter a examen lo que se ha dado en llamar Teoría del partido? ¿Cuán "completa" puede ser la misma si quedan fuera de sus análisis los controvertidos procesos de transición socialista soviética?

Ha sido y es escabroso adentrarse en temas como los propuestos desde una tradición o modelos mentales imperantes que ya en la práctica revolucionaria, enseñanza, divulgación y/o "masificación" de Lenin y su obra ha discurrido y discurre puntualmente de manera lineal, fragmentadas por áreas de "saberes", optimista, triunfalista, y desde el reino de las certidumbres absolutas con pocas o casi ninguna conflictuabilidad que no se pudiese "solventar" en ese polarizar amigos - enemigos; por sobre todas las convulsas dinámicas, incertidumbres y correlaciones de fuerzas y figuras que caracterizaron esos procesos históricos (Gómez, 2017, p. 11).

Plantearse estos asuntos fuera de las dinámicas usuales en que se han tratado, suele suscitar muchas interferencias incómodas -en el "mejor" de los casos-. Afirmar por ejemplo: Lenin se equivocó, ya alerta a una buena parte del auditorio o lectores; adicionar no una sino en muchas ocasiones, genera alarma; y cuando se alegan cuestiones de ese tipo en palabras del propio Lenin -en obras publicadas en el país-, el comentario es "siempre está en lo mismo" o "a que viene esto" o "vistes lo que dice" acompañado de algún gesto de complicidad criolla… Esto, entre una infinidad de variables comportamentales sucede, desde la perspectiva de la autora, porque ya no es incorporable a la vida cotidiana, a sus existencias aquí y ahora fuera de una convocatoria más sobre el asunto. Sin descontar, por cierto, el asombro -con risa incluida- dentro de los propios ámbitos académicos o institucionales o del tipo que sean de que a alguien le siga importando tales asuntos en serio -aunque todos seamos "muy serios o preocupados"-.

Todo ello ha sido y es consecuencia, -entre un sinfín interconectado de ellas- de que el resultado depurado del legado de aquella experiencia histórica a la posteridad narrada desde el poder soviético y sus sucedáneos, transcurriera y transcurra como el de un Lenin por un Lenin, como si todo él constituyese un mundo abstracto al que dio forma, organizó y guío a modo de varita mágica u omnipotente, que no roza ni por asomo la realidad o las realidades circundantes, y que son imaginarios que se nutren de los énfasis que se le han dado de acuerdo a las conveniencias y a las connivencias "revolucionarias". Dejando así, entre otros abandonos inexcusables, campo abierto a sus detractores que a veces conocían mejor lo que había escrito, cómo y por qué. Todo lo cual, era y es, como un dar la espalda a la propia tradición marxista de la que partían, dado que una pluralidad de voces importantes que estuvieron presentes fueron ahogadas, ignoradas y borradas del mapa de la historia.

Urge entonces la necesidad de desprenderse de los "difíciles" usuales y de revitalizar y recuperar lo esencial de esos procesos históricos, a saber: la polémica viva en que fueron discurriendo los mismos, los errores reconocidos y los por reconocer, las experiencias socialistas evaluadas en muchas partes del mundo hasta por sus propios protagonistas que no pueden desecharse, las dinámicas discursivas que dieron giros totales a las posturas con relación a los problemas tratados o en los que empecinadamente se mantuvieron por sobre lo declarado, lo debatido, lo reconocido. Hablamos, pues, de que para conocer el legado de un pensador hay que leerlo en su totalidad -sabiendo que pueden existir muchos documentos aun no revelados-, además de estar al tanto de la diversidad de criterios que dieron textura y vitalidad a una, u otra obra y/o intervención en sus contextos específicos y a la vez cambiantes. No es simplemente una cuestión de historia de las ideas, es de valoración en términos de conexiones de las mismas, de memoria histórica activa que dialoga -interdialoga- ya concomitantemente, ya con el pasado desde el presente, pero desde un conocer también el diapasón de apreciaciones a las que dio y le dieron origen; así como las implicaciones, porque de eso también se trata, en particular en la actualidad, donde todo parece "muy sabido" sobre esa experiencia histórica socialista o de la que ni se habla, ya que todo se "infiere" automáticamente y ni siquiera importa…

Y es que esa historia y las meditaciones propias de esas épocas son tratadas como escritos muertos cuando están más vivos que nunca, en especial, en la recurrencia de errores de las supuestas reconstrucciones sociales que han acontecido y acontecen inspiradas -declarada y constitucionalmente- en su legado. Desnudar las obras de Lenin de las polémicas contextuales, de las/y sus críticas y autocríticas es privarlas de sus enjundias dentro de una tradición marxista vinculante y crítica por excelencia, es convertirlas, como a la larga ha sucedido, en un simplista y peligroso ABC para la "construcción del futuro".

Por lo que, el Lenin que necesitamos es el de esencias interrogables y no el de comparecencias o fechas memorables del que nos olvidamos al regresar a casa; o incluso, en ese estar y no estar en las espaciadas convocatorias a rememorarlo que descerebra las "presencias", hasta de quienes dicen que "apoyan" estas actividades y apenas se presentan para una gris y rápida bienvenida a los participantes al evento y luego ni se les vuelve a ver… El Lenin que promueve la crítica al sistema global imperante pasando por la propia historia transicional socialista, o de esta como su eje principal. Un Lenin con el que se pueda y sobre el que se logre discutir libre y con argumentos, sin los afeites acostumbrados, ni "extremos cuidados" que "aconsejan" -porque se sobreentienden- o nos "autoaconsejamos" renegando así de nuestra propia tradición polémica de pensamiento.

Posicionarnos, al menos, ante el Lenin de la diversidad en la acción, transformación, error y no el de la exclusividad de liderazgo; aquel que se revitaliza en sus fuentes originarias no de forma enmohecida, sino vital, contribuyendo con ello no solo a legitimidad de su herencia, sino a las urgencias de la humanidad (Vilá, 2017, p. 113). Recuperarlo, a fin de cuentas, como hombre en sus interacciones conflictuales, en toda su positividad y negatividad fecundante. Tal perspectiva de análisis es realmente difícil hoy, aquí y ahora por el propio agotamiento que ha generado la asfixia comprimidora de lo que se ha querido ver, "indagar" y suscribir, vaciando de sentidos la memoria histórica que no alcanza asideros propios en su reconstrucción; y en consecuencia, en su "eficacia o desuso, su fuerza ordenancista o su apagado eco, que es su visión histórica (…) Visión histórica, que es ese contrapunto o tejido encargado por la imago, por la imagen participando en la historia" (Lima, 2010, p. 5). Las imágenes se desvanecen, traslucen o encandilan en las eternas lides entre "imaginario y realidad" (Vilá, 2009, pp. 5-7).

A partir de tales urgencias se debe recalcar que no son los fragmentos dispersos en áreas "especializadas", los que definen la internalización de un legado actuante y retroactuante en la praxis social, por el contrario son procesos de aprehensión y creación de mayor calado los que precisarían un proceder en consecuencia con lo que decimos que somos, para que el hacer no quede vacío de significados(1). Entonces, para contribuir al Lenin sobre el que se necesita meditar rompiendo con la "racionalidad" imperante, desafiándola argumentada y críticamente debemos comenzar por la probable "herejía" que sostiene este ensayo, como en otros anteriormente publicados: el Lenin desconocido, porque solo se consulta por libros de textos o porque ya la vista se ha acostumbrado a la selección natural - de lo conveniente o lo usual… al igual que con los convertidos en espectros que polemizaron -y polemizan- con él hoy.

Téngase en cuenta que para el líder bolchevique comprender, asimilar, criticar, transformar con el conocimiento de todos los hechos examinados desde diferentes perspectivas es lo que indica "ser hombre culto en la época en que vivimos". Esos verbos repetidos hasta la saciedad en nuestra y otras praxis "leninistas" se han diluido o desdibujado en frases o construcciones no siempre apegadas a la cientificidad, a la credibilidad. De ahí lo difícil de conversar y conectar a destiempo ante la ausencia de interlocutores válidos. Todo lo cual demanda en la exposición de los asuntos a tratar para hacerse entender de largas notas al pie, para alcanzar puntualizaciones ilustrativas en la historia de la diversidad de cualquier proceso que se examine hoy. Esa herencia conductual que propende a discriminar, ignorar, subvalorar, afín de cuentas liquidar al definir encasillando según esquemas conocidos y más cómodos en ese masificar lo inmasificable, es una a la que se debe renunciar. Pues la herencia, no es un manjar que se come recalentado según los vaivenes de la moda, o de las disposiciones de aquellos que se consideran "depositarios" -casi propietarios- de lo que es patrimonio de todos en el despliegue de una opción propia, porque es pensada por cada uno (Vilá, 2014, p.12).

En tal sentido, alertaba Lenin:

Esas declaraciones y proclamas, esos manifiestos y decretos fueron necesarios en su día. De eso ha habido bastante. Antes todo eso era necesario para mostrar al pueblo qué queríamos construir y cómo, que cosas nuevas e inauditas queríamos hacer. Pero, ¿acaso se puede seguir mostrando al pueblo qué se quiere construir? ¡No se puede! En ese caso, el obrero más sencillo se burlará de nosotros y dirá: "¿Qué me vienes mostrando sin cesar cómo quieres construir? Muestra con hechos cómo sabes construir. Y si no sabes, ¡vete a la porra!, que yo llevo otro camino". Y tendrá razón. (Lenin, 1977a, p.186)

 

En Cuba, como en otras partes, incluyendo la patria de Lenin, su legado atravesó por avatares propios de su conversión en símbolo absoluto para la emancipación humana. Desde este proceder acuñado a su muerte incidieron:

  • La publicación tardía u ocultamiento de muchos de sus escritos(2), la tendencia a que se divulgase el Lenin de antes y de los primeros años de acceder al poder, haciendo más hincapié en la fragmentación, que en la propensión integral de sus intelecciones de los procesos que sometía a examen.
  • La desaparición en sus esencias mismas, de las polémicas que acontecieron -y acontecían- y que marcaban hitos en las posiciones asumidas. Todo ello, mediante el terrorífico método de escamoteo o simplificación burda de sus diversos interlocutores, y de conformidad con el edicto con que fuese/n bautizado/s -no analizados-: revisionismo, oportunismo, reformismo y sus variantes derecha, centro, izquierda, o los tildados de "enemigos del pueblo" en la época de Stalin y sus acólitos en los que se incluyeron a países enteros dentro de sus enclaves; ya que lo que debía quedar era solo el aporte o genialidad de Lenin -"su Lenin"-, que era, a fin de cuentas, lo único importante para esa pléyade de "comunistas" encerrados en sus "purificaciones", con lo cual, omitían hasta las propias indicaciones de su líder, o en el nombre de quién construían el porvenir movilizando las masas, sus esfuerzos, sacrificios, sueños.
  • A lo que se añade, con especial énfasis, las opacidades que han acompañado a toda la autocrítica y crítica desplegada por Lenin en las que evalúa el desempeño del primer Estado de Obreros y Campesinos de la historia de la humanidad y en la que trabajó hasta su muerte, esas, inconcebiblemente perviven hasta hoy marcando intenciones, prejuicios y sentidos de sus ejecutores. Conviene más "explicar" los momentos históricos por el acoso de los enemigos exteriores que por los que están en nosotros mismos.

 

La altanería comunista: sus inter/ retro/acciones contextuales globales/locales

La problemática de la altanería comunista es desarrollada por Lenin, con puntual insistencia, en ese arduo proceso de encontrar explicaciones, criticar hasta su propia gestión de gobierno y dar curso a alternativas que salvaran la revolución socialista durante su propuesta de reformas de los años 20; se refiere a ellas con anterioridad como alerta, pero la incluye con carácter esencial dentro del cuadro sociopolítico a reformar precisamente en esos momentos y abarcando todas las esferas de interacciones humanas. Las ubica, en particular, dentro de lo que da en llamar errores de la vanguardia -en su tiempo- o dirección política hoy. Es preciso comprender que Lenin entra a proponer un estudio de las reformas, a adentrarse en su aplicación bajo las circunstancias extremas en que su experiencia histórica derivó, no solo por el acoso imperialista, sino por los propios errores cometidos por su dirección política. En él, como en una buena parte de la membresía de su partido hay resistencia a la implementación de muchas de ellas, se "justifican" a sí mismos como que son circunstanciales.

Un inventario primordial conectivo para comprender la problemática de la altanería comunista como eje de los errores de la dirección política, es el que incide esencialmente en impulsar como modo de construcción alternativa al capitalismo al socialismo adelantado (Lenin, 1977b, p. 331), fruto de un "socialismo de sentimiento" (Lenin, 1977a, pp. 182-183) que se despliega inspirado en "el socialismo de entusiasmo (Lenin, 1977d), pp. 170-171) y que directamente conlleva al descontento justo (Lenin, 1977b, p. 333) -denominaciones todas de Lenin-. Observemos el criterio leninista al respecto:

"No hay clase capaz de derribarnos…nadie puede perdernos, como no sean nuestros propios errores" (Lenin, 1984a, p.49).

¿De qué naturaleza podían ser los errores de la dirección política? ¿Cuáles podrían ser sus enemigos fundamentales para actuar verdaderamente a lo socialista?:

A mi juicio, hoy se alzan ante el hombre, independientemente de las funciones que ejerza y de las tareas que tenga planteadas como instructor político, si es comunista, y la mayoría lo son, tres enemigos principales, y son los siguientes: la altanería comunista, segundo, el analfabetismo, y tercero, el soborno. (Lenin, 1977a, pp.190-191)

 

La cadena antes enunciada por Lenin, posee un ensamblaje total de articulaciones por lo que, el examen de la altanería comunista por separado solo se realiza en aras de ganar profundidad en este aspecto invisibilizado u olvidado, pero de suyo permanecen orgánicamente imbricados en el seguimiento de las propias obras de Lenin junto al socialismo adelantado, de sentimiento y entusiasmo como los nombró y argumentó. La altanería comunista es entendida por Lenin como:

La altanería comunista significa que una persona perteneciente al Partido Comunista, y no depurada todavía de él, se imagina que puede cumplir todas sus tareas mediante disposiciones comunistas. Mientras es miembro del partido gobernante y ejerce en tales organismos públicos, se cree que eso le da pie para hablar de los resultados de la instrucción política. ¡Nada más lejos de la realidad! Eso es solamente altanería comunista. Aprender a instruir en el aspecto político: ahí está el quid de la cuestión. Pero nosotros no lo hemos aprendido y aún no enfocamos el problema con acierto. (Lenin, 1977a, p.191)

 

Por tanto, comprende toda la labor del partido y el Estado para con la sociedad, y el proceso de atracción y conexión de las mismas a los objetivos socialistas. En esto es importante, de conformidad con Lenin, entre otros:

  1. No intentar gobernar mediante disposiciones frías inexplicables e irracionales, sino bajo el control popular real sobre la gestión de gobierno a todos los niveles, la persuasión y el ejemplo(3).
  2. Asimilar que la política no es solo propaganda, sino aprender a hacer balances realistas que impliquen resultados prácticos(4).
  3. Tener en cuenta la experiencia acumulada en el país e internacionalmente no obviarlas, negarlas, invisibilizarlas hay "digerir la experiencia política que puede y debe ser llevada a la práctica" (Lenin, 1977a, pp.186-187), porque es un imperativo cultural de mayor calado, entre otras razones, para romper con la cadena de repeticiones infundadas o con las censuras sin fundamento que limitan la crítica venga de donde venga y la capacidad de respuestas ante las acomodaticias "restricciones" de criterios(5).
  4. No creer que porque se es comunista se tienen todos los dones para resolver y entender los múltiples acontecimientos mundiales cotidianos; hay que saber coexistir con otras fuerzas y corrientes, cooperar y no negar consciente o inconscientemente, la capacidad de pensar y actuar de otros hombres y pueblos(6), algo así como razonar las razones, debatirlas y no pasarse la vida construyendo "realidades" televisivas.

Desde tales reflexiones subrayamos en el presente, que no es el número de cursos y títulos los que garantizan un aprendizaje de calidad, la cualidad de conocimiento. En este punto concurre dejar sentado, que el accionario individual y social que debe ir resultando de una praxis histórica que ha potenciado el pensamiento -y con él, y como inherente a él a la crítica- debe ir abriendo caminos a otras resultantes conductuales ya individuales, ya colectivas, por sobre la cultura hegemónica repetitiva y aceptativa por excelencia que se enseñorea de los procesos sociales. Ya que para el marxismo revolucionario esos presupuestos le eran inherentes, puesto que nació y se desarrolló precisamente en la polémica viva, libre, en oposición al seguimiento acrítico de trompetas tocando a degüello internalizado por generaciones y generaciones que han compartido diferentes experiencias históricas. Dado que, cuando este pensar y ejercer el criterio se disocia resulta todo lo contrario.

Sentenciaba Rosa Luxemburgo "Concretamente, lo que podrá sacar a luz los tesoros de las experiencias y las enseñanzas no será la apología acrítica sino la crítica penetrante y reflexiva" (Luxemburgo, 2008, p.378). O, en palabras de Marx, "me refiero a la crítica despiadada de todo lo existente, despiadada tanto en el sentido de no temer las consecuencias de la misma y de no temerle al conflicto con aquellos que detentan el poder" (Marx, 2008, p.2).

En tal sentido, es preciso no solo desplegar una crítica contundente al sistema global imperante expoliador de lo mejor del género humano, sino conjuntamente con ello a las propias formas en que se lucha contra él, en que se gestan y adelantan alternativas emancipadoras, muchas de las cuales en sus ingentes búsquedas reproducen las formas de interacción que se proponen eliminar, originando de esta manera profundas exclusiones que a la postre pueden hipotecar el futuro. No basta pues, la crítica por la crítica, es preciso que la misma se ejerza desde un abrir caminos a la reconstrucción de los tejidos sociales tan palmariamente dañados, es decir, a partir de una posición propositiva activa que destierre entelequia y enciclopedismo de toda laya. Pensar, acostumbrarse a la reflexividad como atributo inherente a cada individuo es un ejercicio fundacional histórico no decretado cuando viene al caso de quién o quienes lo decreten y desde los estrechos marcos que lo conciben. Ya que entre otros, la invitación a ello puede producirse en tiempos en que a los convocados ya no les interesen porque han encontrado otras maneras de sobrevivir con estrategias personales, familiares y ni siquiera son conscientes del auto-atentado que se infringen, a que se exponen (Vilá, 2015, p.82).

Los hábitos y las costumbres asentadas e internalizadas cronísticamente pueden más que los argumentos, que las precarias condiciones en que se vive; y es que la mentalidad de colonia pervive -al decir martiano- aquella que se afinca en la inercia, que no sacude la modorra y crea, pues la comprensión y soluciones quedan siempre fuera del entramado social y de cada individuo de donde surgen. Tales posturas se reproducen por doquier como mala hierba, cuando la práctica ha discurrido desde un deslumbramiento por las figuras, y como corolario, la peregrina idea que se socializa en los ambientes más subdesarrollados, de que solo los liderazgos podían ocuparse de los asuntos políticos o sociales que nos son propios a todos(7). Ese fenómeno de irreflexión y seguimiento acrítico en el contexto de los años 20 lleva a Lenin a insistir en que:

Para poder salir de la terrible escasez y miseria hace falta ser reflexivos, cultos, probos y de esto es de lo que no son capaces (…) Simplemente se trata de una falta de capacidad para hacer las cosas prácticas, una falta habitual en la intelectualidad rusa: desorden, confusión. Primero se comprometen, hacen, luego piensan, y cuando no les resulta nada, corren a Kámenev a quejarse, (…)

Pero no hay ni el menor asomo de reflexión, ni la mínima preparación, hay el ajetreo de costumbre, varias comisiones, todos están cansados, agotados, enfermos y las cosas suelen marchar cuando se reúne a Kámenev con Krasin. (…) No nos damos cuenta de esto, aquí pervive la altanería comunista, la comaltanería, (…) no solamente desconocen, sino que hasta ignoran que lo desconocen (…) si nosotros corrigiéramos, aunque solo fuera este primer desconocimiento, ya sería un grandísimo triunfo. (Lenin, 1977e, pp. 308-309 y 288 en orden de aparición)

La altanería comunista, por tanto, se identifica con los comunistas todos, resaltando aquellos ya funcionarios políticos o administrativos para los cuales el conocimiento, la modestia, el ejemplo y la tolerancia en la diversidad son verdades de palabras y no de hechos(8). Es por añadidura el tipo de "cuadro" que se mide a sí mismo y a los demás por el rango que ocupan en la sociedad, que inculcan en sus subordinados ese sentimiento de manera inconsciente o consciente según el caso, aunque nadie se lo crea avanzado el proceso. Que pretende dirigir mediante disposiciones frías y verticalistas presuponiendo que el papel de las masas en el socialismo es el de ejecución simplemente, aun y cuando citen y exhorten al pueblo a discutir -una y otra vez- lo que todos saben ya está decidido. Es aquel que solo vincula a la política con la propaganda, sin realizar balances realistas y objetivos de los procesos en que participa(9), con lo cual la acumulación de problemas y precariedades cierran caminos posibles, vivibles. Que absolutiza la cantidad y no la cualidad, los informes planchaditos en lugar de los análisis. Es el que se preocupa porque todo resulte aparentemente bien en su mandato, sin resolver nada, utilizando comúnmente medidas coactivas para que las cosas se cumplan formalmente. Es el que identifica a la democracia con la falsa unanimidad y la fanfarria por consenso, desarrollando una crítica y autocrítica acomodaticia a sus funciones. Es el que educa en la discusión de lo superfluo. Es el que incurre en la común y vulgar identificación de revolucionario con la de exterminador total de la vieja sociedad o con los modos que supone revolucionarios: "Quien se imagine tal cosa sucumbirá, pues se habrá "imaginado" una estupidez en la cuestión fundamental; (…) el castigo por la estupidez suele consistir en la derrota" (Lenin, 1977, p. 195)(10). Es el que, a fin de cuentas, estandariza y minimiza la vida de los hombres a un cuadrilátero infernal.

La altanería comunista, en su práctica continuada, puede y de hecho ha penetrado a toda la sociedad en su convivencia consuetudinaria. La superioridad, arrogancia e inmodestia aún desde la mediocridad o marginalidad -y no solo se evidencia ahí- se hace eco y engrandece los espacios que extrañan al ser humano de su existencia, entremezclando opciones de enajenación concomitantes en ambientes humanos virtualmente diferentes. Todo lo cual robustece relaciones de poder insospechadas en la armazón social, que como cadena se entrelazan a todos los niveles autocomplementándose en sentido inverso a lo declarado como opción transicional; aumentando asimismo, brechas entre la delegación de poder inconsciente y el desmantelamiento objetivo del mismo fuera de lo constitucionalmente establecido, desde lo que se vive, y cómo se vive cual normas aceptadas de coexistencia y supervivencia necesarias, que se orquestan y actúan a despecho de lo propuesto y desde el modo en que se ha dado cauce al mismo.

Este aspecto medular referido a la condición de vanguardia -tal y como la entendía Lenin en su tiempo- es atendido muy de cerca por él, dado que su condición se define esencialmente por la capacidad para encaminar eficazmente la transición al socialismo, para dar curso a lo que Antonio Gramsci denominara democracia expansiva que conduce a una hegemonía legítima desde la perspectiva de un auténtico progreso. En tal sentido alertaba:

(...) Uno de los mayores y más terribles peligros para un Partido Comunista numéricamente modesto, y que, a título de vanguardia de la clase obrera, dirige a un enorme país que efectúa (por el momento sin gozar todavía del apoyo directo de los países más adelantados) la transición al socialismo, es el peligro de quedarse apartado de las masas, el peligro de que la vanguardia avance demasiado lejos sin "estar alineado el frente", sin conservar una estrecha ligazón estrecha con todo el ejercito del trabajo, es decir, con la inmensa mayoría de la masa obrera y campesina. (Lenin, 1961d, p. 677)

 

El peligro del avance "sin alinear el frente" se produjo con el socialismo anticipado, la dirección política no sopesó suficientemente sus posibilidades, confió y luego creyó, que la política del Comunismo de Guerra en Rusia -amén de las condiciones objetivas que la precipitaron- era el modo de aproximarse al comunismo. Esta fue una de las causas fundamentales que originaron la gran crisis de 1921, así como una cadena de crisis en todos los enclaves de las transiciones socialistas hasta el momento que no se desembarazan de sus variopintas altanerías congénitas(11). Ello condujo a Lenin a afirmar, que esto se produjo porque "las altas esferas de nuestra política económica perdieron el contacto con la base y que no lograron elevar las fuerzas productivas, lo que se tenía por tarea fundamental e impostergable en el programa de nuestro Partido" (Lenin, 1977a, p.177).

El distanciamiento de la dirección política es fruto de la altanería comunista tanto por la cosmovisión como por la práctica a que conlleva; tiene que ver además, con la subestimación tácita de la consulta con los actores directos, o del tipo de intercambio formal que propende a no escucharse más que a sí mismos, producto de una ausencia de cultura del diálogo, de flexibilidad y comprensión; todo lo cual origina una rigidez doctrinal y de funcionamiento que opaca todo avance o retroceso objetivo, pues las personas inmersas en la actividad actúan bajo una inercia de cumplimiento, no de debate y toma de decisiones conjuntas; cuestión esta, que una vez que se asienta operando ya al nivel de modelo mental social, origina descalabros mayúsculos en el sentido socializador cualitativamente nuevo que implica la transición socialista, pues la interacción social deja de ser una premisa para el análisis de las cosas que urgen ser resueltas ya que las soluciones descansan fuera de su dinámica tradicional de reproducción de las relaciones humanas.

La cultura burocrática, como modo de conducir la transición al socialismo es también fuertemente criticada por Lenin hacia 1921, dadas las nefastas consecuencias que resultaba de su accionar para la joven experiencia soviética(12). La alerta leninista es significativa, su temor y lucha contra esta escara para el socialismo se ponen de manifiesto en su proyecto de reformas políticas, enderezado a curar y disminuir las secuelas de este mal para el naciente poder proletario, pero, a no dudar, le resultaba difícil desembarazarse de sus convicciones en el cómo hacer más profundo. En tal sentido, sentenciaba:

Nuestro comité se constituyó como grupo estrictamente centralizado y de sumo prestigio, pero su labor no se ha colocado en las condiciones que corresponden a su prestigio. A ello debe coadyuvar la reforma que propongo, y los miembros de la Comisión Central de Control que deben asistir, en determinado número, a todas las reuniones del Buró Político, tienen que formar un grupo cohesionado, el cual deberá cuidar de que ninguna autoridad, trátese de quien se trate, tanto del Secretario General como de cualquier miembro del Comité Central, pueda impedirle interpretar, controlar documentos y, en general, ponerse absolutamente al corriente de todos los asuntos y lograr que sus trámites lleven al curso más normal. (Lenin, 1977f, p. 393)

 

¿Qué estaba fallando -qué ha fallado hasta hoy- por sobre todo lo declarado y hasta legislado en la práctica democrática socialista, que Lenin se vio obligado a subrayar que los miembros de la Comisión Central de Control deben "cuidar de que ninguna autoridad, trátese de quien se trate, (…) pueda impedirle"…desarrollar en esencia su trabajo?

 

¿Teoría del partido?: Conectando e interrogando tiempos y procesos

Sin lugar a equívocos, y por lo que hemos ido examinando, en el Lenin de los años 20 se produce un giro en la cuestión referida a la dirección política y administrativa en el orden cultural del asunto, conectada a su vez, con toda la actividad que era de su competencia. Dicho vuelco, además, por su propio esbozo es conflictual con el diseño anterior y perspectivo, conflictuabilidad que de paso, nunca llega a dirimir argumentativamente ni en el ámbito cultural, ni político; y en consecuencia, ni en el resto de las interrelaciones sociales.

Expliquémonos. Si bien el planteo general de la necesidad del desarrollo de la cultura siempre había sido dirigida al pueblo, a las masas, a la sociedad para lograr avances en las transiciones necesarias a una nueva sociedad, en 1922, la miseria cultural -en sus propias palabras- que apunta se encuentra en la dirigencia de la administración del Estado y del Partido. Ahora, el llamado en el orden cultural general abarca a los que en el diseño inicial serían los portadores de la nueva cultura en gestación, los trasmisores a esa masa humana de lo nuevo, los que removerían a Rusia de ese estado de inopia y la llevarían a uno superior. Cuestión esta, que después de su muerte, y por sobre los balances que realizó en los años 20, y las reformas que propuso para revertir esta postura anterior no se le da curso -y sigue sin incorporarse a las dinámicas revolucionarias hasta hoy-. Precisemos, se desatiende o se ignora a perpetuidad; ya que, los supuestos hacedores o guías de la nueva sociedad, pasaron después de la muerte de Lenin a ser aupados por "las concepciones estalinistas de construcción socialista", entre ellas, las referidas a los cuadros de mando y eso no ha variado mucho...

Cómo resolver, de conformidad con una continuidad razonada contextual en lo global/local, las tesis esenciales que resultan de su célebre ¿Qué hacer?, donde lo que derivaba del mismo no era "el antiguo apotegma (…) -de- ¡Dadnos una organización de revolucionarios y removeremos a Rusia de sus cimientos!"(13), sino ¡Permítanme -o permítannos- crear una organización única de revolucionarios profesionales y removeremos a Rusia de sus cimientos! Continuada, a su vez, con más implicaciones comprometedoras -tal y como la historia confirmó-, con las desarrolladas en "Las tareas inmediatas del Poder Soviético"(14), entre otras obras e intervenciones desplegadas entre los años el 18 y 19, donde las vueltas dadas a los muy llevados y traídos contenidos de la Dictadura del Proletariado culminan justificando la dictadura unipersonal y unipartidista como vía -por muy circunstancial que se alegara (Lenin, 1977e, p.280) -, para "despertar precisamente a esas masas y elevarlas a una histórica obra creadora"… en palabras repetidas hasta la saciedad a lo largo de los tiempos y bajo condicionantes diferentes. Esas tesis textuales inscriben:

La experiencia irrefutable de la historia muestra que la dictadura personal ha sido con mucha frecuencia, en el curso de los movimientos revolucionarios, la expresión de la dictadura de las clases revolucionarias, su portadora y su vehículo. (…) Así, pues, no existe absolutamente ninguna contradicción de principio entre la democracia soviética (es decir, socialista) y el ejercicio del poder dictatorial por determinadas personas. La dictadura proletaria se diferencia de la dictadura burguesa en que la primera dirige sus golpes a contra la minoría explotadora, a favor de la mayoría explotada; además, en que la primera es ejercida -también a través de determinadas personas- no solo por las masas trabajadoras y explotadas, sino así mismo por organizaciones estructuradas de tal modo, que puedan despertar precisamente a esas masas y elevarlas a una histórica obra creadora (…) Pero hoy, esa misma revolución, en interés precisamente de su desarrollo y robustecimiento, en interés del socialismo, exige la subordinación incondicional de las masas a la voluntad única de los dirigentes del proceso de trabajo. (Lenin, 1961c, pp. 703-704)

 

Posición esta extremadamente homogenizante e hípercentralizante que fue creciendo, justificándose a lo largo de las épocas y que ha persistido hasta este momento como modelo de construcción del socialismo y modelo mental actuante por sobre todo lo que constitucionalmente garantice el "acceso" al ejercicio democrático. Por lo que, el viraje de los años 20 es medular y cuestiona toda la teoría habida anterior y posterior en Lenin y los variados "leninismos" hasta hoy existentes. Toda polémica acaecida sobre el partido, incluso antes del triunfo del 1917, contiene, por sus propias implicaciones a las relacionadas con el Estado futuro de la transición al socialismo, a la naturaleza de la autoridad política que debía gestarse, y por tanto, a dar o no respuesta a como se legitima la toma de decisiones de una manera nueva a la tradicional, evidenciando paulatinamente su cualidad alternativa o de no alternativa(15).

Por lo que, es posible o imperioso el volvernos a cuestionar los modos anteriores y posteriores de organizar y dirigir el proceso de transición socialista en esa experiencia; más allá del éxito del asalto al poder del Octubre de 1917, y las circunstancias que rodearon al hecho y a la experiencia histórica misma. Acotemos, la cuestión referida a la homogenización y/o extensión a otros partidos comunistas y a sus asociaciones internacionales de la llamada "teoría" del partido bolchevique o de Lenin, y los modos recurrentemente repetidos y errados de construcción de la sociedad socialista soviética, pueden albergar otros constructos conflictuales en términos de posibilidades reales para el despliegue de una alternativa diferente al capitalismo y de sus secuelas excluyentes opresivas hasta hoy no abordados por sobre lo que se ha aceptado del asunto, es decir: la copia, absolutización, exportación, e imposición, entre otras variantes manejadas.

Sé es del criterio, de que las complejidades intrínsecas valorativas hasta el presente, han corrido más por esas evaluaciones apuntadas antes -por sobre sus reales aplicaciones uniformantes- que por una reflexión que colocara sobre el tapete con argumentos la propia imposibilidad de que se transitara al socialismo, desde esos presupuestos organizativos y de dirección política sostenidos a lo largo de las diferentes experiencias. Hay que reinvertir y reconstruir los análisis. Hay que replanteárselos de nuevo, desde dentro de esas praxis históricas.

Esos aspectos se imbrican con otras dificultades, y es que, los engarces y articulaciones procesuales necesarios y graduales se pierden, y entonces, se ceden espacios a impaciencias y automatismos en materia política para "resolver problemas" acumulados, donde no faltan empecinamientos centralizantes como única, o mejor vía para transitar al socialismo antes y después del acceso al poder. En tal itinerario de estudio que oscila entre el ideal y las formas concretas de alcanzarlo, recordemos a Engels cuando sentenciara: "¡Qué ingenuidad pueril el presentar la impaciencia de uno mismo -o de muchos, apunta esta autora- como argumento teórico!"(16), que nos pudieran servir para explicarnos al Lenin que sostiene -en coincidencia con una buena parte de la tradición marxista-, que "al socialismo solo podría llegarse por la senda de la república democrática"(17) y que la emancipación era obra de los obreros mismos, por sobre lo ya conocido en su ¿Qué hacer?(18), con las aceleradas hipercentralizaciones que dan corporeidad al Estado de la futura revolución triunfante(19), lo cual condujo a los extremos radicalismos ya analizados en "Las tareas inmediatas del Poder Soviético", de 1918. Sin olvidar por cierto, que ya en el VII Congreso (Conferencia de abril de toda Rusia del POSDR (b) 1917), existe una reflexión muy precisa que contiene exactamente el sentido de lo que sucedió después(20):

En este punto de implicaciones es medular comprender que la polémica en torno al partido sobrepasa los constructos históricos contextuales en que puntualmente se desplegó y despliega, no nos podemos detener en ellos -hay que conocerlos para conectar- ya que sus implicaciones abarcan todo el diapasón de lo que se hizo y se hace en todas las esferas de las relaciones sociales, en particular en un modelo político centralizador por excelencia y subordinador del resto de interacciones sociales. Concurre en este punto, reflexionar también dónde quedó aquello de: "El carácter de la estructura de cualquier organización está determinado, natural e inevitablemente, por el contenido de la actividad de dicha institución" (Lenin, 1961a, p. 200). ¿Cuánto cambió el partido bolchevique posterior al triunfo o en el transcurso de toda la experiencia soviética de conformidad con la actividad de construcción socialista?(21), ¿Cuánto de nuevo instrumentó en el orden cualitativo estructural y de funcionamiento?, por sobre las condiciones extremas en que transcurrieron esos primeros años; porque el nivel de deformación que Lenin asume durante su propuesta de reforma de los años 20, es para evitar la pérdida de la opción socialista, y es un proceso desconocido en sus expansividades al cuerpo social, que de pronto le sorprende por su magnitud, como ha seguido sorprendiendo a los liderazgos que se autotitulan sus herederos. Todo lo cual nos lleva a preguntar/nos: se han estudiado profundamente esas experiencias socialistas y sus lecciones históricas que están ahí a la mano, hasta en las obras de Lenin, una y otra vez publicadas.

Por tanto, lo que no podemos perder de ese planteo en Qué hacer y en otros escritos, acerca de las conexiones orgánicas estructura-actividad para una comprensión activa de lo que venimos tratando, es que el contenido de la actividad partidista, de toda la dirección política y social penetra, y al mismo tiempo determina a la estructura que poseen las mismas, las cuales una vez que se accede al poder han de modificar su ordenamiento y disposición sobre la base de las nuevas funciones que demanda una actividad verdaderamente civilizadora y emancipadora. El cambio y la construcción múltiple a perpetuidad es su nota distintiva(22).

En coincidencia, y desde otro contexto histórico, Gramsci reflexionaba en cuanto a los necesarios cambios que se precisaban instrumentar en el orden cualitativo estructural de las organizaciones revolucionarias una vez tomado el poder(23), el cual crease, de manera natural y por la acción directa de las masas, un modo de accionar político dirigido y bajo el propio control social, el cual fuese haciendo evolucionar a la política, la economía, la cultura, la sociedad toda a interacciones nuevas propias de lo que se erigía, evitando con ello, lo más cercanamente posible a las ineludibles tendencias burocráticas que acompañarían al proceso, entre otras perversiones posibles. De no prestarse atención a estos presupuestos medulares de interconexiones humanas que precisan ser reorganizados en su esencia, y desde los comienzos mismos de la experiencia transicional, toda la tinta que se gaste -y cuánta no se ha gastado- en argumentar acerca de la necesidad de la participación de las masas en el Estado socialista, todas las exhortaciones y llamados para que esto ocurra verazmente quedarán en letra muerta, en buena intención, pero no darán curso al objetivo transformador que les asiste.

Las medidas políticas propuestas por Lenin aparecen en sus últimos artículos y cartas, escritos entre el 23 de diciembre de 1922 - al 2 de marzo de 1923, muchas de las cuales se esbozan de manera nítida en su "Carta al Congreso" y son "olvidadas", invisibilizadas por sus valoraciones, en especial sobre las figuras con quienes compartía el poder... es más, se tendía a observar el periodo entre 1921 y la muerte de Lenin, como un período donde se destacaba solamente la N. E. P. y está sin la suficiente profundidad en lo que significó en cuanto a conexiones con todo lo que había que empezar a hacer de nuevo o "comenzar a estudiar desde el principio". La absoluta resistencia a ese desafío insoslayable fue matizada por Lenin cuando afirmaba: "(…) tenemos todo lo que queráis, menos capacitación. (…) superaremos también esta dificultad a pesar de que es mucho mayor que la anterior, porque la llevamos dentro de nosotros mismos. Esto no es lo mismo que un enemigo exterior cualquiera" (Lenin, 1977e, p. 289).

La primera propuesta va dirigida a una ampliación del Comité Central a varias decenas e incluso un centenar de nuevos miembros, con el objetivo de alcanzar una estabilidad en su seno, y de romper con los lazos y relaciones tradicionales que se habían gestado en esos primeros años las cuales expandían el autoritarismo ruso, la altanería comunista y los fortísimos lazos de la burocracia estatal y partidista(24). Con relación al aspecto de la estabilidad, de gran preocupación para Lenin, ya que en su consideración esto lo encarnaban las facciones en pugna que amenazaban con la escisión, consecuencia directa de las discrepancias internas, fundamentalmente concentradas entre Stalin y Trotsky, aunque se caracterizan otras figuras sin indicar alineamientos(25).

El secretariado del Buró Político fue creado el 2 de abril de 1922, designándose a Stalin para ocuparlo. Inicialmente era un órgano sin otras funciones que las de coordinación técnica y administrativa, entre los diversos órganos de dirección. La designación de Stalin era el producto lógico de la división del trabajo existente dentro del Buró Político: Lenin era el dirigente reconocido del Partido y el Estado; Kamenev era su ayudante y representante en diversas funciones; Bujarin había estado a cargo de la guerra civil, y Stalin a cargo de los asuntos corrientes del Partido y el Buró Político. No obstante en muy breve plazo Stalin convirtió este puesto en uno de los de mayor peso y relevancia, acumulando un inmenso poder, de acuerdo al propio criterio de Lenin(26). Volver sobre estas huellas, coloca sobre el tapete una vez más la idoneidad de las visiones de Lenin con relación al partido, y su condición para conducir a la sociedad soviética al socialismo. Ello asociado, con las cuestiones analizadas y con la caracterización que brinda al final de su vida de los más significativos compañeros de viaje o del ejército de revolucionarios profesionales, como:

  • Stalin ("intolerable en el cargo de secretario general", por intransigente, no tan leal, correcto y atento con los camaradas, y caprichoso por excelencia y con el que se corría el riesgo de: "(…) llegado a secretario general, ha concentrado en sus manos un poder inmenso, y no estoy seguro que siempre sepa utilizarlo");
  • Trotsky (aunque fuese el "hombre más capaz del actual CC, está demasiado ensoberbecido y se deja llevar por el aspecto puramente administrativo de los asuntos");
  • Zinóviev y Kamenev (por el episodio de octubre del 17, que se matiza por Lenin como: "no sentir el bolchevismo");
  • Bujarin, porque ("sus concepciones teóricas pueden calificarse de enteramente marxistas con muchas dudas, pues hay en él algo escolástico", "jamás ha estudiado y creo que jamás ha comprendido por completo la dialéctica");
  • Piatakov ("se deja llevar demasiado por el ejercicio de la administración y el aspecto administrativo de los asuntos para que se pueda confiar en él en un problema político serio") (Lenin, 1977h, pp. 360-361).
  • Y para terminar específica, que sus observaciones serían "valederas solo para el presente, suponiendo -en el caso de Bujarin y Piatakov- que estos dos destacados y fieles militantes no encuentren ocasión de completar sus conocimientos y corregir su formación unilateral".

Si en el caso al menos de Bujarin y Piatakov, hay que esperar porque se formen como marxistas, hay algo de esperanza… aunque con Bujarin es lapidario: "jamás ha estudiado y creo que jamás ha comprendido la dialéctica". Con el resto de los hacedores de dicho proyecto de transición socialista caracterizados por Lenin, y donde, puntualmente se concentra el riesgo de la escisión, que "no es una pequeñez o se trata de una pequeñez que puede adquirir importancia decisiva"; por peligrosos por "caprichoso", "ensoberbecido", o por dudas acerca de "no sentir el bolchevismo", administrativistas en más de uno de los examinados… Cómo era posible remover a Rusia de sus cimientos o reorganizarla de una manera nueva a partir de tales concepciones instrumentalistas por antonomasia, de las que parte y sostiene todo el tiempo.

Tal interrogante es inevitable ante las recurrentes implicaciones históricas acontecidas. Dado que en su cosmovisión, y en sus prácticas continuada propendía -y ha propendido- a más centralización y exclusión en la toma de decisiones según avanza el proceso. Rememorando atributos de la estructura organizativa y funcional para Lenin: (…) Por "hombres inteligentes" en materia de organización hay que entender tan solo, como lo he indicado en varias ocasiones, los revolucionarios profesionales, lo mismo da que sean estudiantes u obreros quienes se forjen como tales. "Pues bien yo afirmo: 1) que no puede haber un movimiento revolucionario sólido sin una organización de dirigentes estable y que asegure continuidad". Y, en una nota en esa misma obra amplía: "la sociedad promueve un número extremadamente reducido de personas aptas para el trabajo revolucionario" (Lenin, 1961a, pp. 220-221)(27).

La especialización o profesionalización del trabajo revolucionario fue desembocando en exclusiones mayúsculas para los destinos de un socialismo, que en palabras de Gramsci, o de Rosa Luxemburgo necesitaba una democracia expansiva, contentiva de lo plural, de la construcción abierta e inclusiva para no derivar en "carrerismo, en cuanto que se transforma en casta y cree ser eterna" y que por sus méritos históricos se le debe dar confianza ilimitada, votos de confianza o un cheque en blanco para que lo llenen por los tiempos de los tiempos amén. La famosa palabra de orden del período estalinista: "Los cuadros deciden todo"(28), caracterizaba mucho más francamente a la sociedad soviética de lo que se hubiese propuesto Stalin.

La eternización de tales convicciones y procedimientos políticos son acunados por las convicciones de impaciencias, certidumbres y automaticismos que presuponen que de algo que se piensa - o piensa uno o varios o "los más capaces", que pueden avanzado el proceso ser presentados como que no han "estudiado nunca", o son altaneros, poco confiables y una variedad infinitas de epítetos-, si se hace como se piensa - o piensan-, se alcanza… como si las identidades humanas no fuesen diferentes, en tanto son diferentes también las circunstancias en que existen, y toda la carga de incertidumbre que ha de acompañar a la vida en sociedad. Razón por la cual nadie se puede erigir sobre ella, como "defensor" de ella cual inmaculados, ya que todos resultan de ella, del sistema de relaciones, de imaginarios, de hábitos y costumbres heredados.

La cadena de exclusiones conceptuales y prácticas que acompañan a tales planteos, conducen a un acrecentamiento de la centralización del poder, o del unicentrismo civilizatorio en materia de conducción a la liberación de la humanidad por los elegidos o autoproclamados como tales. Esas soldaduras conductuales conllevaron al exterminio de toda posibilidad de democratización de nuevo tipo cuando la Dictadura del Proletariado fue "nutrida" con el imperativo del poder dictatorial de "determinadas personas"…(29) A lo que se añaden, las deformaciones en los sistemas de relaciones humanas que se han ido verificando en las praxis, asociadas en palabras del líder bolchevique a sus propios errores, marcados por sus propias convicciones en los modos de hacer, que es en sí misma, una dificultad mayor, porque "la llevamos dentro de nosotros mismos" (Lenin, 1977e, p.289).

Errores que en su momento, casi habían llevado a la perdida de la opción del Octubre de 1917, y que intentaron resolver con la "ampliación del CC hasta 50 o incluso 100 miembros", es decir numéricamente no cualitativamente, y además "(…) no de los que han actuado largo tiempo en las organizaciones soviéticas" en el período de 5 años, "porque en ellos han arraigado ya ciertas tradiciones y ciertos prejuicios que es deseable precisamente combatir"; es decir serían nuevos, empaquetadamente nuevos, en medio de un proceso aún no revertido en que "se ha desclasado, es decir, se ha descastado y ha dejado de existir como proletariado"(30).

Se puede hablar entonces, de una teoría del partido coherente hasta para las condiciones rusas o soviéticas en Lenin, o insinuar que hay una teoría propiamente dicha, en lugar de giros de conformidad con las circunstancias que no abandonan la cosmovisión centralizante o unicéntrica, o lo que es lo mismo, dirigir desde un centro único y delinear el deber ser desde ese centro a imagen y semejanza de lo que designen sus peritos. Se deja abierto el paréntesis… probablemente necesitaremos que pasen muchos más años para alcanzar el "momento del agua". Porque los molinos en materia social nunca han sido de vientos, sino de tiempos.

 

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Enviado: 07/09/2017
Aprobado: 20/11/2017

 

 

Dra. Dolores Vilá Blanco, Profesora Titular, Facultad de Filosofía e Historia, Universidad de la Habana, Cuba, ORCID 0000-0003-2911-8136, Correo electrónico: dvila@ffh.uh.cu

 

NOTAS ACLARATORIAS

1 "(…) el comunismo sería una vaciedad, quedaría reducido a una fachada vacía, el comunista no sería más que un fanfarrón, si no comprendiese y asimilase todos los conocimientos adquiridos. No solo deben ustedes asimilarlos, sino asimilarlos en forma crítica, (…) enriquecerlo con el conocimiento de todos los hechos, sin los cuales no es posible ser hombre culto en la época en que vivimos. El comunista que se vanagloriase de serlo, simplemente por haber recibido conclusiones ya establecidas, sin haber realizado un trabajo muy serio, difícil y grande, sin analizar los hechos frente a los que está obligado a adoptar una actitud crítica, sería un comunista lamentable. Nada podría ser tan funesto como una actitud tan superficial" (Lenin, 1977i, p.209). Véanse además idénticas coincidencias en Marx y Engels, "me permito rogarle que estudie usted esta teoría en las fuentes originales y no en obras de segunda mano; es, verdaderamente, mucho más fácil" (Engels, 1974a, p. 515); y también en (Engels, 1974b, p. 511).

2 Los documentos que conforman el llamado Testamento Político de Lenin, entre ellos, la Carta al Congreso son publicados en 1956, 34 años después de haberla elaborado Lenin. En este sentido, el manejo dado por Stalin, en especial a la Carta al Congreso se hace ostensible cuando argumenta: "(…) fue leída en el Congreso, el cual decidió por unanimidad no publicarla, porque, entre otras cosas, el propio Lenin no lo quiso ni lo pidió así" (Stalin, 1954, p. 182)

3 "No te envanezcas, no presumas de ser comunista, porque puede haber allí cualquier empleado sin partido, quizás algún guardia blanco, y seguramente un guardia blanco que sabe hacer las cosas que necesariamente deben hacerse en el orden económico, en tanto tú no la sabes. Si tú comunista que ocupas puesto de responsabilidad, con centenares de categorías y títulos, incluso con el de "caballero" comunista y soviético, llegas a comprender eso, habrás conseguido tu objetivo, pues eso se puede aprender" (Lenin, 1977e, p.288).

4 "(…) instrucción política significa hacer el balance de todo (…) implica enseñar al pueblo a conseguir eso y dar a los demás ejemplos de ese tipo, no como miembros de un comité ejecutivo, sino como simples ciudadanos que, por tener mayor instrucción política que otros, saben no solo regañar por toda manifestación de burocracia -eso está muy extendido entre nosotros-, sino cómo se vence ese mal en la práctica" (Lenin, 1977a, pp. 190-191).

5 "Conviene mucho fijarse en cosas como esta, que se escriben no porque el Estado comunista se suela escribir así o porque esté prohibido escribir de otra manera (…) La historia conoce conversiones de toda clase; en política no es cosa seria, ni mucho menos, confiar en la convicción, en la lealtad y otras magníficas cualidades morales. Cualidades morales magníficas las posee solo un contado número de personas, pero las que deciden el desenlace histórico son las grandes masas, las cuales, si este pequeño número de personas no se adapta a ellas, a veces no se paran en pelillos. (…) El enemigo dice la verdad de clase, señalándonos el peligro que se alza ante nosotros" (Lenin, 1977e, pp.299-300).

6 "¿Qué es, pues, lo que nos falta? Está claro qué es lo que nos falta: falta cultura en el sector de los comunistas que están dirigiendo. Si nos fijamos en Moscú -4700 comunistas ocupan cargos de responsabilidad- y observamos esta mole burocrática, este montón, nos preguntamos: ¿Quién conduce a quién? Aquí se podría tener, por cierto, la impresión de que los vencidos tienen una cultura elevada. Nada de eso. Su cultura es mísera, insignificante, pero sin embargo, superior a la nuestra. Por deplorable y mísera que sea, es mayor que la de nuestros militantes comunistas que ocupan cargos de responsabilidad, porque ellos no poseen la suficiente capacitación para dirigir. (…) para eso hay que estudiar, y aquí no estudian. Lanzan a diestro y siniestro órdenes y decretos, y no se consigue en absoluto lo que se quiere" (Lenin, 1977e, pp. 301-302).

7 "En política, utopía es un deseo que en modo alguno puede convertirse en realidad, ni en nuestros días, ni en lo por venir, es un deseo que no se apoya en las fuerzas sociales reales, ni está respaldada por el crecimiento y desarrollo de las fuerzas políticas de las fuerzas de clase... Cuanto menos libertad hay en el país, cuanto más parcas son las manifestaciones de la potente lucha de clases, cuanto más bajo es el nivel de instrucción de las masas, con tanta mayor facilidad suelen surgir las utopías políticas y tanto más tiempo se mantienen" (Lenin, 1977g, p. 448).

8 "Más si el comunista se imagina: "Yo lo sé todo, porque soy un comunista que ocupo un cargo de responsabilidad, he vencido a gente mucho más importante que un empleadillo cualquiera. ¿Acaso era como esta la que derroté en el frente?, precisamente esta moral predominante nos mata" (Lenin, 1977e, p. 303).

9 "Sin negar el valor de tal información, ni la utilidad de las conferencias sobre problemas de toda índole, creo, a pesar de todo, que el principal defecto existente en la mayoría de nuestros congresos es la falta de relación directa e inmediata con los problemas prácticos planteados en ellos. (Lenin, 1977a, p.173). En la pág. 183 de la misma obra recalca: "Por desgracia, aún no hemos aprendido a hacerlo, y la mayoría de los congresos transcurre en un ambiente que dista mucho de ser práctico. Superamos a todos los países del mundo en abundancia de congresos. Ninguna república democrática celebra tantos congresos como nosotros, ni se lo puede permitir".

10 A lo que se adiciona: Es ahí donde los auténticos revolucionarios se estrellaban con la mayor frecuencia al comenzar a escribir "revolución" con mayúscula, colocar la "revolución" a la altura de algo casi divino, perder la cabeza, perder la capacidad de comprender, sopesar y comprobar con la mayor serenidad y sensatez en qué momento, en qué circunstancias y en qué terreno hay que saber actuar a lo revolucionario y en qué momento, en qué circunstancias y en qué terreno hay que saber pasar a la acción reformista. (…) ¿De qué se deduce que la revolución "grande, victoriosa y mundial", puede y debe emplear únicamente métodos revolucionarios? De nada. Eso es absoluta y totalmente falso. La falsedad de eso es evidente de por sí sobre el fondo de tesis puramente teóricas, si no se aparta uno del terreno del marxismo. La falsedad de eso es confirmada también por la experiencia de nuestra revolución" (Lenin, 1977c, p. 195).

11 "Hasta cierto punto, presuponía -podemos decir que presuponía, sin hacer cálculos- que se produciría una transición directa de la vieja economía rusa a la producción y a la distribución estatales, basadas en los principios comunistas (...) cometimos el error, por estas y otras circunstancias, de decidirnos a pasar directamente a la producción y a la distribución comunistas. (…) El sistema de contingentación en el campo, esta manera comunista de abordar directamente la economía en la ciudad, entorpecía el ascenso de las fuerzas productivas y fue la causa principal de la profunda crisis económica y política que sufrimos en la primavera de 1921" (Lenin, 1977a, pp. 174, 175, 177 en orden de aparición).

12 "Las leyes soviéticas son muy buenas porque ofrecen a todos la posibilidad de luchar contra la burocracia y el papeleo, (…) ¿Qué es lo que impide la lucha contra este fenómeno? ¿Por qué no tiene éxito esa lucha? Porque no puede sostenerse con propaganda escueta, porque únicamente se puede llevar a término si ayudan a las masas populares. No menos de la mitad de nuestros comunista no saben llevar esa lucha, sin hablar ya de los que impiden hacerla. (…) Es imprescindible que los instructores políticos comprendan sus tareas de manera no burocrática (…) Cuando formáis parte de un organismo, os burocratizáis; (…) Está muy bien que enseñéis al pueblo a leer, escribir y hacer campaña económica; pero eso no es instrucción política, porque instrucción política significa hacer balance de todo. (…) la instrucción política no se agota con esa propaganda, implica resultados prácticos, implica enseñar al pueblo a conseguir eso y a dar a los demás ejemplos de ese tipo, no como miembros de un comité ejecutivo, sino como simples ciudadanos" (Lenin, 1977a, pp. 188-190).

13 Lenin, 1961a, p. 223. Véanse, en especial las págs.: 175-183-200-205-208-209-210-211-220-221-260-263-265-266-267. Vale recordar como valoraban Marx y Engels, desde otros contextos históricos tendencias similares y aleccionaban sobre sus inevitables decursos: Véase Engels, 1973a, p. 197. O, cuando afirmaba: "De la idea blanquista de que toda revolución es obra de una pequeña minoría revolucionaria se desprende automáticamente la necesidad de una dictadura inmediatamente después del éxito de la insurrección, de una dictadura no de toda la clase revolucionaria del proletariado, como es lógico, sino del contado número de personas que han llevado a cabo el golpe y que, a su vez, se hallan ya de antemano sometidas a la dictadura de una o de varias personas" (Engels, 1973b, pp. 402-403). Mayores implicaciones puntualiza Engels, cuando sentencia "(…) A realizar desde arriba experiencias de socialismo de Estado. Algo debía pasar. Y pasó lo que era posible en semejantes condiciones; lo mismo que siempre y en todas partes en los países de producción mercantil, los hombres actuaron, en la mayoría de los casos, solo de modo semiconsciente o mecánicamente, sin darse cuenta de lo que hacían" (Engels, 1973c, p.431), en la misma obra en la pág. 423 se especifica el término de "Comunismo de Cuartel", refiriéndose a la necesidad de una fuerza militar adicional que sostenga al Socialismo de Estado. Véanse además, (Marx, 1965, pp. 103-120; Marx, 1973; Trotski, 1995). A no dudar, Rosa Luxemburgo, asimiló esas enseñanzas y supo apuntar meridianamente la inevitable deformación a que el proyecto bolchevique conduciría de no corregirse posterior al triunfo revolucionario el excesivo centralismo, entre otros aspectos a modificar.

14 "Pero la palabra dictadura es una gran palabra. Y las grandes palabras no deben ser lanzadas a voleo. La dictadura es un poder férreo, de audacia y rapidez revolucionarias, implacable en la represión tanto de los explotadores como de los malhechores. (…) Cuanto mayor sea la decisión con que debamos defender hoy la necesidad de un poder firme e implacable, de la dictadura unipersonal para determinados proceso de trabajo, en determinados momentos del ejercicio de funciones puramente ejecutivas, tanto más variadas habrán de ser las formas y los métodos de control desde abajo, a fin de paralizar toda sombra de posible deformación del poder soviético, a fin de arrancar repetida e infatigablemente la hierba burocrática" (Lenin, 1961c, pp. 701 y 709, en orden de aparición). Véanse además, de la 700 a la 709.

15 Una ilustración detallada de la situación en que se producía la transición socialista en Europa oriental y central, es descrita por Raúl Roa, en su artículo, "Aliados por Conveniencia": Millones de hombres y mujeres están "viviendo" sometidos, por una parte, a un sistema depauperante de subconsumo, y a merced, por otra parte, de autócratas, camarillas u oligarquías, que, habiéndose adueñado del poder por la violencia, el soborno o el fraude, detentan sus destinos mediante expedientes y métodos que muy poco difieren de los empleados por los fascistas, los nazis y los falangistas y se asemejan bastante a los usados por los comunistas en Rusia, China, Polonia, Checoslovaquia, Bulgaria, Albania, y Hungría, teatro esta última de atrocidades que mantiene aún conturbada la conciencia civilizada" (Roa, 1959, pp. 231-232). De igual manera, en su artículo "El Padrecito Rojo", apuntaba: "No cabe llamarse engaño. Stalin ha muerto; pero su política está viva, el Estado Soviético en pie, los países satélites en un puño, los Partidos Comunistas a la orden y firmes y enraizados en la conciencia de millones de gentes los dogmas fluidos en que se sustenta la dominación del Kremlin y su proceso de desplazamiento geográfico y económico. Stalin puso en marcha el imperio soviético hacia su apocalíptico destino. Desde entonces, no fue posible en la U.R.S.S. el disentimiento sin riesgo de vida. Cuantos se han atrevido a controvertir "la línea" han pagado la osadía con la horca o con el campo de concentración. Las periódicas purgas no han tenido otra finalidad que limpiar el camino de herejes" (Roa, 1953, p.78).

16 (Engels, 1973b, p.406). En esa misma obra en su pág. 407, afirma: "En toda revolución se cometen inevitablemente multitud de necedades, lo mismo que en otras épocas; (…) He aquí los infantilismos a que se llega cuando personas, en esencia de espíritu muy pacífico dejan rienda suelta a su afán de parecer muy terribles".

17 "(…) solo los optimistas más cándidos pueden olvidar cuan poco conocen aún las masas obreras los fines del socialismo y los procedimientos para realizarlos. Pero todos estamos persuadidos de que la emancipación de los obreros puede ser obra solo de los obreros mismos; (…) Quien quiera ir al socialismo por otro camino que no sea el de la democracia política, llegará infaliblemente a conclusiones absurdas y reaccionarias, tanto en el sentido económico como en lo político" (Lenin, 1961e, pp. 489-490).

18 "La conciencia política de clase no se le puede aportar al obrero más que desde el exterior, esto es, desde fuera de la lucha económica, desde fuera de las relaciones entre obreros y patronos. La única esfera en que se puede encontrar estos conocimientos es en la de las relaciones de todas las clases y capas con el Estado y el Gobierno, la esfera de las relaciones de todas las clases entre sí. Por eso, la pregunta: ¿qué hacer para aportar a los obreros conocimientos políticos?" (Lenin, 1961a, p.183)

19 El Estado y la democracia se encuentran avalados en el proyecto Leninista como: "El Estado, es decir el proletariado organizado como clase dominante" (Lenin, 1961f, p.314). Pero ni la gran industria, ni el proletariado son dominante en la realidad rusa, es más -de conformidad con Lenin- su desarrollo político se le debe inculcar desde fuera, ahí estaba la tarea de los revolucionarios profesionales. ¿Dónde recaía la voluntad política?, sí entendemos que la voluntad como deseo de lucha está determinada: "1) por el precio de la lucha; 2) por el sentido de la fuerza; 3) por la fuerza verdadera" (Lenin, 1984a, p.101). La voluntad política recaía, sin lugar a dudas, en el grupo de revolucionarios profesionales. La violencia, inevitablemente, tendría que desempeñar su papel en una magnitud impredecible por lo complejo del escenario histórico, "(...) un poder no compartido con nadie y apoyado directamente en la fuerza armada de las masas" (Lenin, 1961f, p. 313). Lo que puntualizaba con: "El proletariado necesita el poder estatal, organización centralizada de la fuerza, organización de la violencia, tanto para aplastar la resistencia de los explotadores como para dirigir a la enorme masa de la población, a los campesinos, a la pequeña burguesía, a los semiproletarios en la obra de poner en marcha la economía socialista" (Lenin, 1961f, p. 313). La violencia aplastaría a los explotadores, pero también serviría para implantar la nueva disciplina a falta de la base material que pudiese resolver los conflictos sin ella. Por tanto, el Estado centralizado aplicaría la fuerza en mayor o menor medida. Lógicamente, el mediatizador de la intensidad de la violencia seria el Partido Comunista: "Educando al partido obrero, el marxismo educa a la vanguardia del proletariado, vanguardia capaz de tomar el poder y conducir a todo el pueblo al socialismo, de dirigir y organizar el nuevo régimen, de ser el maestro, el dirigente, y el jefe de todos los trabajadores explotados en la obra de organizar su propia vida social" (Lenin, 1961f, p. 313). La aspiración de poder político declarada era la Comuna: Este poder es una dictadura, es decir, no se apoya en la ley, ni en la voluntad formal de la mayoría, sino de modo inmediato en la violencia. La violencia es un instrumento de poder" (Lenin, 1961b, p. 93).

20 "Todos estamos de acuerdo en que el poder deben tenerlo los Soviets de diputados obreros y soldados. Pero, ¿qué pueden y deben hacer estos cuando el poder pase a sus manos, es decir, cuando pase a manos de los proletarios y semiproletarios? Es una situación complicada y difícil. Y al hablar de la toma del Poder, surge un peligro que ya en revoluciones anteriores desempeño un gran papel: el peligro de que la clase revolucionaria se haga cargo del Poder y no sepa qué hacer con él. En la historia de las revoluciones existen ejemplos de revoluciones que fracasaron precisamente por eso. Los Soviets de diputados obreros y soldados, que envuelven hoy como una red a toda Rusia, son actualmente, el eje de toda la revolución; sin embrago, me parece que no lo hemos comprendido y estudiado suficientemente" (Lenin, 1961b, p. 93)

21 "Las instituciones culturales son casi apéndices de partidos totalitarios, o del régimen imperante, y laboran generalmente, bajo su directiva y consignas, (...) en los gobiernos dictatoriales, las actividades que denominan culturales son dirigidas, controladas y usufructuadas al estilo nazi, falangista o soviético. Cuando los canales de la expresión de la cultura no están siempre abiertos a la libertad, pueden fácilmente pervertirse y transformarse en medios de dominación psicológica, política y social. En Rusia, fuera del Politburó, todo el mundo es diente de rueda y, en Estados Unidos, no puede trabajarse en física nuclear, a menos que se preste absoluta adhesión a la política del gobierno" (Roa, 1959, pp. 194-195).

22 "(…) El socialismo es un desarrollo, una evolución de momentos sociales cada vez más ricos en valores colectivos. La dictadura es la institución fundamental que garantiza esa libertad, que impide los golpes de mano de las minorías facciosas. Es garantía de libertad porque no es un método que haya que perpetuar, sino que permite crear y consolidar los organismos permanentes en los cuales se disolverá la dictadura después de haber cumplido su misión" (Gramsci, 1973, p.49). Véanse además, las págs., 93-97; 77-82; 66, 71.

23 "Hemos insistido frecuentemente en esta tesis general que, en el período histórico dominado por la clase burguesa, todas las formas de asociación (incluso las que ha formado la clase obrera para sostener la lucha), en cuanto nacen y se desarrollan en el terreno de la democracia liberal (o autocrática), no pueden menos que ser inherentes al sistema burgués y a la estructura capitalista; por lo tanto, tal como han nacido y se han desarrollado con el nacimiento y desarrollo del capitalismo, así también decaen y se corrompen al decaer y corromperse el sistema en que se encuentran incorporados. Se hace posible prever la transformación del partido socialista de asociación nacida y desarrollada en el terreno de la democracia liberal en un nuevo tipo de organización exclusivo de la civilización proletaria" (Gramsci, 1973, p.49). Véanse además, 66-71, 77-82, 93-97. A lo que se añade, por la importancia de sus explicaciones: "El proletariado ha asumido la dirección de la vida política y económica y realiza su orden. (…) El problema consistía en suscitar una jerarquía, pero abierta, que no pudiera cristalizar en un orden de casta y de clase" (Gramsci, 1973, pp. 44-51).

24 "Los obreros que pasen a formar parte del CC deben ser principalmente, a juicio mío, no de los que han actuado largo tiempo en las organizaciones soviéticas (en esta parte de la carta, cuando digo obreros siempre me refiero también a los campesinos), porque en ellos han arraigado ya ciertas tradiciones y ciertos prejuicios que es deseable precisamente combatir" (Lenin, 1977h, p. 363).

25 "Yo creo que lo fundamental en el problema de la estabilidad, desde este punto de vista, son tales miembros del Comité Central como Stalin y Trotsky. (…) a cuyo objeto debe servir, entre otras cosas según mi criterio, la ampliación del Comité Central hasta 50 o 100 miembros. El camarada Stalin llegado a secretario general ha concentrado en sus manos un poder inmenso y no estoy seguro de que siempre sepa utilizarlo con la suficiente prudencia" (Lenin, 1977h, pp. 360-361).

26 "Por eso propongo a las camaradas que piensen la forma de pasar a Stalin a otro puesto y de nombrar para este cargo a otro hombre que se diferencie del camarada Stalin en todos los demás aspectos solo por una ventaja, a saber: que sea más tolerante, más leal, más correcto y más atento con los camaradas, menos caprichoso, etc. Esta circunstancia puede parecer una pequeñez insignificante. Pero creo que, desde el punto de vista de prevenir la escisión y de lo que he escrito antes de las relaciones entre Stalin y Trotsky, no es una pequeñez o se trata de una pequeñez que puede adquirir importancia decisiva" (Lenin, 1977h, p. 362).

27 Ampliando enfoques sobre el asunto, estaba convencido además: "Por el contrario la organización de los revolucionarios debe englobar ante todo y sobre todo a gentes cuya profesión sea la actividad revolucionaria, (…) la sociedad promueve un número extremadamente reducido de personas aptas para el trabajo revolucionario; que la clase obrera, destacando revolucionarios obreros, completa en parte las filas de las organizaciones clandestinas, pero el número de estos revolucionarios no responde a las exigencias de la época. Tanto más, cuanto que el obrero, que está ocupado en la fábrica once horas y media por día, no puede, por su situación desempeñar principalmente más que funciones de agitador; en cambio, la propaganda y la organización, la reproducción y distribución de literatura clandestina, la publicación de proclamas, etc., corren sobre todo, quiérase o no, a cargo de un grupo extremadamente reducido de intelectuales" (Lenin, 1961a, pp. 211, 220-221 y 223-224, en orden de aparición).

28 Stalin, 1954, "Discurso en la XVI Asamblea del Partido", (Julio de 1930), Obras Completas, Tomo 11, Editorial Progreso, Moscú. La idea acerca de los cuadros de mando y sus funciones preponderantes aparecen en otras intervenciones como "Informe de presentación de cuentas ante la asamblea del partido" marzo de 1939; "Discurso sobre los problemas de la política agraria" (diciembre de 1929) entre otros. Si revisamos las estadísticas necrológicas del bolchevismo militante, podemos observar cómo del Buró Político integrado por siete miembros, después de la muerte de Lenin, solo Stalin muere de muerte natural, el resto fueron acusados de enemigos del pueblo y procesados como espías del capitalismo mundial. Entre 1918-1923 hubo 31 miembros del Comité Central, 18 de ellos fueron acusados, procesados y ultimados.

29 "Así, pues, no existe absolutamente ninguna contradicción de principio entre la democracia soviética (es decir socialista) y el ejercicio del poder dictatorial por determinadas personas. (…) Y toda nuestra misión, la misión del Partido Comunista (bolchevique), interprete consciente del afán de emancipación de los explotados, es tener consciencia de este viaje, comprender su necesidad, ponerse a la cabeza de las masas cansadas, que buscan fatigosamente una salida, guiarlas por el buen camino, por el camino de la disciplina del trabajo, enseñarles a compaginar las discusiones publicas acerca de las condiciones de trabajo con la subordinación incondicional a la voluntad del dirigente soviético, del dictador, durante el trabajo" (Lenin, 1961c, p. 703-705, véase 700-709).

30 Lenin, 1977a, p. 179. En el mismo trabajo puntualiza: "Creíamos que la producción y la distribución en un país que tenía un proletariado desclasado se llevaría a cabo por orden de los comunistas", pág. 183.

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