SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.6 número1La altanería comunista: V. I. Lenin en sus y "nuestros laberintos" índice de autoresíndice de assuntospesquisa de artigos
Home Pagelista alfabética de periódicos  

Serviços Personalizados

Journal

Artigo

Indicadores

  • Não possue artigos citadosCitado por SciELO

Links relacionados

  • Não possue artigos similaresSimilares em SciELO

Compartilhar


Revista Estudios del Desarrollo Social: Cuba y América Latina

versão On-line ISSN 2308-0132

Estudios del Desarrollo Social vol.6 no.1 La Habana jan.-abr. 2018

 

ARTÍCULO ORIGINAL

ENSAYO/ESSAY

 

La Revolución rusa en su centenario: hermenéutica política y cuestiones pendientes(1)

The Russian Revolution in its Centenary: Political Hermeneutics and Pending Issues

 

Natasha Gómez Velázquez
Facultad de Filosofía e Historia, Universidad de La Habana, Cuba

 


RESUMEN

El presente ensayo sostiene opiniones personales y críticas, acerca de la percepción vulgar (apologética) sobre la Revolución Rusa. Además, efectúa un examen también crítico de las experiencias de esa Revolución, y las cuestiones aún pendientes para los socialismos posteriores.

Palabras clave: Revolución Rusa; socialismo; marxismo; crítica; problemas pendientes; Cuba.


ABSTRACT

The present essay holds personal and critical opinions about vulgar perception (apologetics) about the Russian Revolution. In addition, it carries out a critical examination of the experiences of that Revolution, and the issues still pending for subsequent socialisms.

Keywords: Russian Revolution; socialism; Marxism; critic; pending problems; Cuba.


 

"Es muy bueno que… recuperemos la Revolución de Octubre"
Fernando Martínez Heredia,
11 de junio de 2017

 

Reflexiones existenciales a priori

¿Qué hacemos rememorando el centenario de una Revolución, de la Revolución Rusa socialista?: ¿una acción de justicia y memoria?; ¿la celebración de lo que queda o quizás de lo que pudo ser?; ¿la nostalgia de otra época?; ¿acaso nos convoca la mística de la teleología política, con su fe movilizadora, ya identificada por Gramsci (1966)? Al elegir un tema digno de esta conmemoración: ¿sería injusta, desleal, si me negara a un puro elogio o a un elogio tradicional?; ¿debo escribir un texto balanceado, como dictan las buenas costumbres, y evitar reproches? También se presentan otras interrogantes: ¿cuál es nuestra Revolución Rusa?, ¿cuál puede ser nuestra Revolución Rusa? Aún queda el deber de la reflexión y la crítica, de una analítica activa de lo que ha sido ese evento histórico para nosotros, los cubanos, de manera que podamos contribuir a establecer la diferencia entre la imagen que hemos tenido de ese acontecimiento, y otra más real, que aún podemos alcanzar.

Por otra parte, la honestidad conduce a reconocer que hace mucho tiempo -si se trata de educación política y discurso político-, no se refiere ese evento. Tampoco se habla de quiénes y qué lo acompañó, menos aún se problematiza o se interroga. Desaparecieron los símbolos que acompañaron la Revolución Rusa, y no hay evidencia de su incorporación al ser intelectual y político ciudadano.

Esa evidencia aparece hoy en nosotros, en conmemoración del centenario. ¿Seguirá estando al amanecer de mañana en nuestro lenguaje o entre nuestros argumentos?

¿Es necesario justificar el regreso a una de las Revoluciones más importantes de la civilización?, ante los ciudadanos, ante los colegas de otras ramas del saber -y también de la nuestra-, que nos escuchan o leen casi con burla. ¿Es necesario justificar el interés en el pasado? Pregunto, ¿cuándo la Historia ha tenido que justificarse? La Historia se legitima a sí misma. Pero…otra cosa es… ¿pensar en la Revolución Rusa, HOY? Para este recordatorio, quizás sí haya que buscar explicaciones: porque fracasó como evento; porque a pesar de su tamaño físico y espacio ideológico y simbólico aún mayor, siempre estuvo contenida en una masa compacta de mar infinito y belicoso; porque sus errores esenciales, quedaron prendidos con más fuerza en la memoria de todos; porque los principios que sostuvo, hoy tienen pocos seguidores; porque esos principios, hechos, utopías, palabras, símbolos, logros, han sido tan ridiculizados, que por inofensivos, no se les presta atención. Pareciera que de ahí, ya no va a germinar nada.

Un recordatorio del centenario de la Revolución Rusa, no puede ser estrictamente eso. De hecho, no será, no es, solo eso. Si quisiéramos solo confinar el pensamiento, las palabras, al acontecimiento en sí, sería imposible. Aunque se quiera evadir el discurso explícito -por diversas razones-, aquí se hablará de socialismo, o al menos de Revolución y su destino, lo que es, lo que hemos querido que fuera.

Pensaremos en los problemas inevitables, propios de una condición política que pareció antinatural en el mundo del siglo XX y también hoy; y pensaremos además en errores que el socialismo ha cometido una y otra vez, por desconocer la experiencia histórica y el valioso legado de su tradición político-intelectual. El socialismo no puede seguir partiendo de cero, atrapado en ciclos recurrentes. La historia ha establecido con dolor lo que no se debe y lo que no se puede.

Para una parte de las personas de mi generación y de las anteriores -es solo una percepción- resulta especialmente difícil. Vivimos la ilusión y la desilusión. Desilusión sí. Porque no podemos pensar -y no pienso, en absoluto-, que la destrucción del socialismo en la URSS, fue un resultado neto de la acción conflictiva de fuerzas externas. Ante todo, hay que mirar y seguir toda la autodegeneración de la Revolución, que comienza muy tempranamente. Hubo grandes logros sociales, económicos, políticos, científicos, tecnológicos, militares, y su solidaridad infinita, etc. Pero ¡me refiero a la Revolución!, como cambio de los seres humanos. En el sentido en el que el Che Guevara concebía el comunismo: "como resultado de un acto consciente", y no "como la suma mecánica de bienes de consumo" (1970ª, p. 299). O en el sentido emocionado en que se refirió Gramsci al acontecimiento ruso en abril de 1917: "la revolución ha creado en Rusia una nueva forma de ser" (2000, s/p; párr. 5). ¿A dónde fue a parar ese potencial humano? Lo cierto es que no parecía tener masa crítica entre 1989 y 1991, ni en la URSS ni en Alemania democrática, ni en el resto. Es que ya no existía, y posiblemente, se dilapidó muy rápido en los ´20.

De manera que, parte de las personas de mi generación y de las anteriores, aún estamos enfrentados a dilemas políticos y éticos, cuando se trata de revoluciones, de socialismo y marxismo (¡hay otros que lo tienen muy claro!, para bien o para mal). Sentimos ridiculez y soledad cuando aún admiramos, nos emocionamos, y afiliamos. Nos sentimos engañados, por no haber estado informados del deterioro y hasta la perversidad política de lo que realmente ocurría, no de lo supuestamente develado en el XX Congreso -pues no había nada que descubrir, todo era entonces sabido, solo se admitió públicamente por interés de sobrevivencia de la propia burocracia- sino de lo que ya se sabía, mucho…, mucho antes, con firmeza desde la década del 30. Sentimos además indignación, cuando tardíamente cayó, o más bien fue arrancada -podíamos haber seguido así un buen tiempo más-, nuestra imagen casi perfecta de la URSS y sus décadas de socialismo. Solo entonces, fuimos capaces de identificar por nosotros mismos y de manera más realista, los hechos conflictivos, errores, y problemas (relativos a las ¡esencias!) que siempre estuvieron a la vista. Todo eso era conocido internacionalmente -a espaldas de los ciudadanos del "socialismo real"-, y manejado a gusto en las confrontaciones que tenían lugar en el plano de la política, la ideología, y los medios de comunicación.

Cuando cayó el socialismo en la URSS: ¿dónde estaban entonces los análisis de las izquierdas? Lo que correspondía -ayer y siempre- era debatir las causas. Esa era la única actitud de defensa. Sin embargo, con frecuencia se prefirió la justificación; la atribución superficial y engañosa de la "culpa" a personas y a factores externos; la desinformación (no leer y no saber, para evitar que fuera real lo que estaba ocurriendo, o para que no se generalizara la decepción); y definitivamente el abandono ante tanta sensación de fracaso.

En la actualidad, no debemos pensar que las cuestiones propias de las Revoluciones, de socialismo y marxismo, no frecuentan la conciencia política ciudadana porque los intelectuales no hacemos lo suficiente, o porque no existe una motivación cultivada a través del uso de escenarios públicos y mediáticos. Todo lo cual, ciertamente, pudiéramos reprochárnoslo. Pero se trata más bien de un proceso inverso. De la paradoja de la saturación y aridez del tejido político, bien por demasiado, bien porque no hay nada, o quizás porque no hay bueno…Al oído, la conciencia, o el corazón, todo discurso político y de la intelectualidad de izquierda, parece la eterna repetición de lo mismo. Los ciudadanos no encuentran la diferencia. También por eso los intelectuales callan, tendrían que enfrentar la desidia al recordar algo como... ¿la Revolución Rusa…?

Además, la teoría revolucionaria no es la pareja de la vida revolucionaria, no van en paralelo. Más bien, la teoría, la estrategia, la crítica intelectual, solo es capaz de generar y hacer un aporte efectivo, creciendo desde el interior del movimiento político real de las revoluciones. Cuando se bifurcan, la intelectualidad revolucionaria - ¡siendo revolucionaria! - deja de ser orgánica, se refugia en la academia, en sus propios currículums, y hace discursos formales, aunque el asunto sea político. Y, si intentara hacer otra cosa (esclarecer, proponer, criticar, concientizar) estando en esa situación anómala, en la que se pronuncia desde el sitio ontológico del gremio, entonces parece extraña, "hipercrítica", "francotiradora", de "comprometimiento insuficiente". Todo esto, ya está diagnosticado en la literatura marxista desde hace como un siglo, y está contenido en la experiencia histórica del curso de los socialismos, del marxismo y su tradición.

La otra parte de esta meditación interrogativa, previa y personal, ha sido determinar cómo escribo para ser sincera; para utilizar mi propio vocabulario y no dejarme llevar por las frases prefabricadas a través de la historia; para seleccionar (algunos) temas que considero importantes, y no tomar las proposiciones sabidas, que tientan por su seguridad y disposición previa al entendimiento. Intento resistirme a ese tipo de proposiciones que -como dice el poeta cubano Silvio Rodríguez- son las "sillas peligrosas" del camino que siempre "invitan a parar", y -como él-, tomo sin pestañear la "agonía de la prisa, aunque se llene de sillas la verdad". En fin…he pensado en cómo escribir, para no obligarme a ser complaciente, y en primerísimo lugar…para decir algo que sea digno del centenario de la Revolución Rusa.

 

En el camino hermenéutico, y sin mirar las sillas…

¿De qué revolución hablamos? Esa revolución es, ante todo, lo que signifique para nosotros, para cada uno. Pero el ejercicio hermenéutico debe partir de una amplia y diversa información -muy poca disponible y que no se promueve-, sometida a la crítica de la razón histórica y teórica, personal y colectiva. Debemos ir levantando sedimentos que han enrarecido y falseado esa historia. Lo que más esfuerzo exigirá, será diluir las opacidades generadas por la propia izquierda, porque sus proposiciones dudosas han sido naturalizadas y legitimadas, y no son percibidas críticamente; o porque sus verdades son diversas y contradictorias, y nos confunden; o porque son manejadas y utilizadas por un famoso enemigo; o porque se han eternizado en la conciencia histórica y ya nadie recuerda su origen, quizás espurio. No puede ocurrir que conmemoremos lo que no fue. Además, hay que pensar en las cuestiones que están pendientes para el socialismo desde el evento de 1917. Esa actitud hermenéutica y crítica ante la política, no puede entenderse como problemática, sino como posibilidad de comprensión, apropiación, debate, y vida.

La Revolución Rusa especialmente, no puede ser explicada como un cuento infantil, no comienza un día y termina otro, con un final feliz. Es una historia real. De luchas del pueblo ruso estando ahí -y de otros pueblos, que no pueden olvidarse en esta historia-; de generaciones de elites intelectuales y políticas (anarquistas, populistas, ilustrados, reformistas, utopistas, y marxistas); de convicciones -en primerísimo lugar de Lenin, que nunca pierde la brújula-; de movimientos políticos, por la decantación de fuerzas revolucionarias; de estrategias que se reconstruyeron ante cada circunstancia; de diseños organizativos; y muchas otras luchas. Hubo que sostener y defender la utopía bolchevique de pensar a priori y actuar para lo impensable e irrealizable: la Revolución en Rusia; torcer la historia hacia lo inexplorado y mantener el rumbo, en medio de la Gran Guerra, la Guerra Civil, y el aislamiento; y asumir la responsabilidad de tomar decisiones innombrables.

Tampoco puede explicarse esa Revolución, atendiendo estrictamente a lo descrito por la teoría, pues es un evento apenas incomprensible desde la perspectiva racional. La Revolución Rusa parece ser espontánea (no planeada por la inteligencia marxista); no se sabe si está adelantada o atrasada respecto a su tiempo (solo la teoría de la Revolución Permanente, y en parte, la teoría de Lenin, tienen una respuesta aceptable); no se sabe si realmente era socialista e incluso bolchevique (cuestiones discutidas desde siempre); es una Revolución que no se encuentra en primera instancia al mando del Partido marxista; que tendría a sus líderes fuera de Rusia; que solo se bolcheviza en su última etapa; que tuvo a un Trotsky no bolchevique como Presidente del Soviet (también en la Revolución de 1905) -aunque la historia oficial stalinista logró por décadas, hacer el cuento sin mencionarlo-; que fue la urgencia popular quien inventó los soviets; que en octubre, no todos los líderes bolcheviques votaron a favor de la propuesta de insurrección de Lenin -al igual que en abril, cuando se encontró literalmente solo en sus posiciones-; que la mayoría de la vanguardia bolchevique creyó que la Revolución había terminado en febrero con la deposición del Zar (o marzo, según el calendario) y el inicio del camino hacia la Constituyente; que reparte la tierra según un programa agrario ajeno y pequeño-burgués (el de los socialrevolucionarios); que aún en la guerra, no quiere defender la Patria sino el socialismo; y que, en fin, este es un evento que resulta difícil de comprender desde la teoría marxista de la historia. Quizás esa ausencia de racionalidad, es el signo de toda Revolución.

Las peculiares condiciones rusas -su espacio, tiempo, tareas históricas a resolver- y las formas concretas, dinámicas y contradictorias, que experimenta la Revolución durante todo el año 17, unidas a la increíble hegemonía cualitativa (no cuantitativa) de los bolcheviques -hegemonía temporal y frágil-; a la radicalidad de sus líderes de ascendencia extraordinaria -lograda en breve tiempo-; a las medidas tomadas de inmediato; y a la declaración del socialismo y la Dictadura del Proletariado como objetivo, conformaron un extraño cuadro histórico, que promovió interrogantes y reflexiones marxistas acerca de la esencia de esta Revolución. Un joven Gramsci (1917), indicaba que era una Revolución contra El Capital, pues no se ajustaba a los "a los cánones del materialismo histórico", y concluía que los "bolcheviques reniegan de Carlos Marx" (2013, p. 306). Un poco antes, en abril de 1917, se veía impelido a argumentar la naturaleza de "revolución proletaria" y no jacobina (burguesa) del acontecimiento (Gramsci, 2000, s/p; párrs. 3; 4). Por su parte Lukacs, a la altura de 1924, ratificaba que la Revolución Rusa "habría de procurarse también…, una fundamentación heterogénea respecto del materialismo histórico" (2004, p. 21).

Las decisiones de la Revolución Rusa fueron sostenidas con frecuencia, solo por un pragmatismo revolucionario, que no encuentra asidero en la teoría tradicional marxista ni en el imaginario de su praxis. Por ejemplo: la disolución en el acto de la Asamblea Constituyente a inicios de 1918 -que iba en contra del anhelo histórico del pueblo ruso, y era la única encarnación de la democracia postzarista, según la visión popular-; la controvertida decisión de firmar el Tratado de Brest-Litovsk -propuesta de Lenin que no tuvo mayoría, y que solo consiguió consenso bolchevique a última hora-; la eventual idea de transformar el Soviet en Estado -en la vida real, nadie sabía cómo eso funcionaría y los marxistas de occidente (algunos) solo lo pensaban como forma de autogobierno, no como institución-; el reparto individual de la tierra y el decreto de las nacionalidades; el imperativo de un Partido que queda solo al mando, ante la retirada de los socialrevolucionarios de izquierda, que fueron los últimos en intentar seguir a los bolcheviques y también de resistirse a ellos; y la adopción de la Nueva Política Económica (NEP) con sus concesiones al capitalismo. Luxemburgo diría con toda razón que "sería una loca idea pensar que todo lo que se hizo o se dejó de hacer…, representa el pináculo mismo de la perfección (…) que solo puede despertar admiración acrítica y un fervoroso afán de imitación". Y continúa: "muchas de sus medidas no son precisamente inapreciables perlas de sabiduría" (1976a, pp. 184; 210).

Otra carpeta a abrir, debe ser el debate marxista in situ sobre la Revolución Rusa misma. Hoy puede creerse, si es que se prefiere -como cuentan las historias soviéticas oficiales, y los libros de texto vulgares-, que los sucesos de 1917 conducirían necesariamente al socialismo. Pero esa, era solo una solución posible, y con seguridad, la menos probable y creíble. La ortodoxia marxista tradicional encabezada por Kautsky -considerado, al menos hasta 1914, como sucesor teórico de Marx y Engels, por la oficialidad de la Segunda Internacional-, no estimaba a Rusia apta para el socialismo, ni consideraba la posibilidad histórica general de un gobierno formado por un Partido obrero (Kautsky, s/a., caps. VI; VIII; X). Por su parte Bernstein -cuyo prestigio provenía de haber conocido a Engels en Londres; convertirse (junto a Kautsky) en albacea de los textos suyos y de Marx; y recibir la sabiduría marxista sin intermediarios-, hacía tiempo que había despojado a la noción de Revolución de su esencia política y clasista, anunciando que algo así, sería solamente "insurrección" y "violencia ilegal" (1982, p. 86; 221).

¿Cómo era posible que el marxismo hubiera perdido el objetivo político de la Revolución, su "actualidad" y la convicción de que "había que hacerla" (no se hacía sola), como diría Lukacs a propósito de las ideas fijas de Lenin? (2004, p. 39). ¿Cómo era posible ese extravío?, si Luxemburgo decía "la Revolución es magnífica, todo lo demás es un disparate" (2012, p. 22); si teóricos marxistas como Korsch y Lukacs recordaban a inicios de los ´20 que "el materialismo histórico es la teoría de la revolución proletaria" (Lukacs, 2004, p. 15) y que el marxismo era la "teoría unitaria de la revolución social" (Korsch, 1971a, pp. 31; 33).

Al momento de los acontecimientos en Rusia, una parte de los mencheviques y principalmente Plejanov sostenía una opinión similar a la de Kautsky. Por lo que el "padre del marxismo ruso", apenas hace por incorporarse a la Revolución a la que había dedicado su vida. En una Carta abierta del año 17 publicada en Edinstvo, habla del peligro de una toma prematura del poder, de la debilidad e inferioridad del proletariado ruso, y se pronuncia por un gobierno de coalición (Barün, 1976). Algunos de los más altos líderes bolcheviques, Kamenev y Zinoviev, también se resistieron. Otros revolucionarios, como el propio Lenin, Trotsky, y Rosa Luxemburgo, que creían posible -sin dudas- la realización en la Rusia de 1917 del objetivo final, condicionaron la posibilidad de sostener el socialismo al apoyo de la Revolución en Alemania (Luxemburgo, 1997-1998).

Trotsky dejó constancia de esta diversidad de opiniones, interpretaciones, y teorías, especialmente en su Historia de la Revolución Rusa, y en Tres concepciones de la revolución (Trotsky, s/f, s/p, Resumen; Trotsky, 2000-2002, p. 109-113). En ese compendio incluye su Teoría de la Revolución Permanente, que fue presentada siempre por su autor -aunque con cierta frecuencia se refiere que la idea y el término estaban en el aire a inicios de siglo, y se asociaba a Mehring, Parvus, y Luxemburgo (además de que había entrado al marxismo con Marx y Engels en 1850)-, como una alternativa al programa de la revolución bolchevique de Lenin, y al de los mencheviques. Sin embargo, y aunque no sea una afirmación de sentido absoluto, puede interpretarse con fundamento que también esa Teoría de la Revolución Permanente llegó a Lenin. En 1905, el líder bolchevique sugería ya una cierta solución de continuidad al socialismo, aun cuando solo refirió la posibilidad de realizar el "programa mínimo". Más tarde, esta tesis se presentó de alguna manera, en sus distintos escritos fechados en 1917 y en años sucesivos(2).

Estas hipótesis sobre la Revolución Rusa, que fueron manejadas ampliamente en su momento, con el tiempo parece que nunca existieron. Por tanto, debemos formularnos las preguntas pertinentes, exponer las alternativas históricas de la Revolución Rusa, la falibilidad y provisionalidad de las decisiones, las interpretaciones alternativas que se efectuaron al momento, y mostrarlas como apuestas históricas, decididas sin respaldo trascendental alguno. Hay que comprender la Revolución Rusa en sus incertidumbres, y deconstruir esa historia en su versión racionalizada.

No se puede seguir sosteniendo esa teleología racionalizada, ni tampoco la apología. Los relatos educativos y de trabajo político de las izquierdas, no pueden seguir simplificando o ignorando los acontecimientos que forman parte de la vida de una Revolución. La esencia de las Revoluciones es violenta, y sus manifestaciones y pensamientos son erráticos, porque aparentemente van contranatura. A veces parece un impulso inercial que se comparte en comunión mística, que cuenta con la alineación perfecta de los planetas, y en otros momentos es persuasión, y también transita por la fuerza y la sangre. En ese curso, no todo tiene justificación. Pero todo debe estar bajo el Sol, también lo que quisiéramos que no hubiera ocurrido. Debemos recuperar, no solo rememorar, el evento de la Revolución Rusa en su totalidad.

 

Otras cuestiones pendientes, aunque se llene de sillas la verdad…

El repaso racional y emocionado a la Revolución Rusa, debe servir para algo. Hay que pensar en muchos…, muchos temas. Sin miedo y sin vergüenza, hay que identificar y exponer los errores como lo que fueron: errores. En especial, aquellos que en calidad de experiencia histórica, pudieron evitarse después, pero en los que el socialismo ha perseverado por copiar, por obstinación de la política, por incapacidad de los decisores, por improvisar lo conocido, por voluntarismo y arbitrariedad, y hasta por intereses personales.

Entre los asuntos que reclaman atención, puede incluirse lo relativo a la esencia misma del socialismo y la Revolución. Deben atenderse las condiciones de posibilidad para la autoconstitución de los sujetos políticos; el ejercicio de la democracia y la libertad; la información; la institucionalidad; las formas de organización política y de representación; y la constitución de una intelectualidad orgánica como conciencia crítica y propositiva. Es necesario también, pensar en el exceso de centralismo y en la burocracia socialista, que han impedido o limitado todo lo anterior desde la época de la Revolución Rusa, escaparon a la voluntad revolucionaria, y posiblemente su perpetuación en espiral haya consumido la sustancia que se potenció en 1917. Pensar en las divisiones y luchas internas de las izquierdas, de naturaleza paralizante ante el objetivo político común (que sean diversas y muchas, que discutan apasionadamente, y tengan autonomía, eso está muy bien). En lo que ha sido del marxismo, dividiéndose sectariamente; viviendo en las academias; poniendo límites a sus propios intelectuales orgánicos por "pensar con cabeza propia" (Martínez, 1967, s/p)(3); desprestigiándose ante las clases sociales que se supone que estén interesadas en su teoría; falsificando y utilizando instrumentalmente al pensamiento originario y clásico; sirviendo a la política de la peor manera posible: ¡repitiéndola!; en fin, reduciéndose a la nada, y extraviando lo esencial: la Revolución.

Para reflexionar sobre esas cuestiones, debemos fijarnos en ciertos episodios de la Revolución Rusa, cuyas consecuencias se proyectaron para los socialismos a través de la historia. Por ejemplo, la inquietante decisión de disolver las fracciones dentro del Partido en el X Congreso (1921), que (quizás) fue atinada en su momento, pero que devino con el tiempo en silencio y unanimidad. Un Partido con una tradición y cultura de discutir hasta la extenuación física y psicológica los asuntos de estrategia y organización (según sus biógrafos, Lenin caía enfermo después de cada episodio de vehemencia); un Partido con verdaderos intelectuales orgánicos que pensaban por sí mismos; un Partido que contaba con esa inteligencia militante, que tomaba posición, preguntaba, votaba en contra, disentía, y… escribía, y… escribía. Pero las energías políticas que reclamaron los sucesos de Cronstadt y la "Discusión sobre los Sindicatos", y por otra parte, la necesidad de atención urgente a la calamitosa situación política y económica del país, y al funcionamiento de la NEP en un X Congreso que ya se había postergado, condujeron a una decisión: ¡ni una Plataforma más!

Estas cuestiones no pueden ser contadas de forma lineal y adormecedora. El X Congreso fue un momento circunstancial de cierre de una de las fuentes más valiosas de la política bolchevique, sin contar que una de sus resoluciones (No. 7), sirvió de herramienta formal para iniciar la persecución stalinista de Trotsky. Como mínimo, este suceso reclama razonamiento. En los sucesivo, y durante el curso de los años 20 y 30 con celeridad, se tomaría el silencio y la unanimidad por disciplina, deber, y responsabilidad. Este tipo de actitudes, se extrapoló para los socialismos, en el tiempo y en el espacio.

Otro tema prioritario es el de la información ¿Qué política de la izquierda revolucionaria puede ser esa, que oculta y censura ante sus propios sujetos políticos y ciudadanos; o clasifica información de interés nacional, según estamentos formales de la política? ¿Acaso esa práctica se legitimó, cuando los más altos líderes bolcheviques deciden no publicar el Testamento Político de Lenin en 1924, con la excusa de que la gente no es capaz de comprender, cuando realmente se sabe que su contenido no era conveniente a Trotsky, Stalin, Bujarin, Kamenev, y Zinoviev? E inmediatamente se creó el patrón para el socialismo, repetido hasta el infinito y más allá, de que lo censurado en materia de política (e incluso, de vida privada de los dirigentes), fuera publicado por las fuerzas ajenas al socialismo. Es así como se supo de los GULAG, de las represiones, y ejecuciones (stalinismo)(4). Hubo que esperar a que cayera el socialismo y se desintegrara la URSS, para que se abrieran los archivos, que entonces se mostraban como prueba de la falsedad soviética, y de paso arrastrara la dignidad de octubre del 17, al bolchevismo, y sus líderes. En este sentido, lo que terminó con la URSS no fue la glasnost, sino ¡la acumulación de su ausencia por décadas!

Se deben rectificar apropiaciones históricas que excluyen a Stalin. A veces se hace la historia soviética, sin mencionar su nombre, para no contaminar el prestigio de la Revolución y la URSS; o para evitar valorar sus terribles episodios, porque aún se cree que derrotó al fascismo, defendió y desarrolló el socialismo soviético, y se mantuvo firme en la guerra fría. Pero todo eso, fue en realidad mérito y sacrificio del pueblo ruso y de los otros pueblos soviéticos. Hay que mencionar a Stalin, que bajo circunstancias propicias terminó por dejar a la URSS sin socialismo, sin Revolución, ejecutó a toda la generación bolchevique que hizo la Revolución con Lenin, y entregó a valiosos comunistas a las manos del fascismo alemán. ¡No se le puede otorgar el beneficio de la duda! Todo eso, no podía terminar bien. La Revolución Rusa no se perdió en 1991, se estaba desintegrando desde fines de los años 20.

La rectificación justa y sincera de la Historia, de su propia Historia, parece aún una de las cuestiones pendientes para el socialismo, que en su curso, ha seleccionado, excluido, y modificado arbitrariamente. La consagración stalinista de la Revolución Rusa, legó una Historia oficial del socialismo y del marxismo, que no menciona las alternativas teórico-políticas a las propuestas de Lenin; no menciona los debates en que se encontró; ni los marxistas que cuestionaron sus textos y estrategias. Frente a la fácil apología -siempre irreal, paralizante, descalificadora de la alteridad, sospechosa a la vista del simple sentido común, utilizada por el poder a su beneficio, movilizadora circunstancial, pero totalmente ineficiente en la formación de sujetos políticos (porque la perfección satura muy pronto)-, quedan olvidados y sepultados los demás. ¿Quién se interesa en leer, por ejemplo…, a Rosa Luxemburgo?

¿Cómo es posible que esta marxista y revolucionaria ejemplar no apareciera en las Historias oficiales soviéticas de la Segunda Internacional, del socialismo, del movimiento obrero, o de la vida teórica y política de Lenin? ¿Cómo es posible que su nombre tampoco esté en los manuales de "marxismo-leninismo", destinados a la formación de legiones de revolucionarios (y que "no hacen pensar", como diría el Che Guevara) (1997, p. 43)? ¿Hasta cuándo ciertas partes de la izquierda se seguirán privando de la teoría, la política, la militancia, y conceptos estratégicos de Luxemburgo (lo mismo de Trotsky y los otros)? Vida, libros, militancia, tesis, y la palabra "Luxemburgo", borrados definitivamente de esa Historia en 1931, a partir de una Carta de Stalin -que toma como evidencia la intervención de Luxemburgo en el V Congreso del POSDR- a la redacción de la Revista Proletárskaia Revolutsia, titulada Sobre algunas cuestiones de la historia del bolchevismo. En ese documento, Stalin iguala el "trotskismo" al "luxemburguismo", a la vez que los diferencia del "leninismo" y el "bolchevismo" (2000, s/p)(5).

Al repudiar a Luxemburgo por su alteridad y crítica, ese marxismo soviético oficial y sus seguidores, se privaron de la totalidad de su teoría y política, quedando fuera de consideración, temas muy inconvenientes a la burocracia socialista. Por ejemplo, su crítica de la fórmula organizativa "ultracentrista" del Partido, que concibiera Lenin ¡"destinada a toda Rusia"! (según palabras del propio líder bolchevique) a inicios de siglo (1960, p. 125)(6). Fórmula copiada infinitamente con posterioridad, por considerarse exitosa. Con el tiempo y la suma de los sedimentos históricos -legítimos o no- y su compactación, pareciera que ese esquema de Partido nació siendo universal y destinado al éxito, que encontró comprensión y unanimidad dada su efectividad evidente, que todo el movimiento revolucionario se rindió de inmediato ante él. Pero tanto la polémica revolucionaria -¡revolucionaria!- de los "comunistas de izquierda" alemanes y holandeses durante todo el año1920, como la "Discusión sobre los Sindicatos" en el seno bolchevique en 1921, como el conocido cuestionamiento de Luxemburgo a inicios de siglo (1904), expusieron los bordes de ese principio, especialmente respecto al proceso fundamental de autoconstitución del sujeto político de la Revolución. Estas son cuestiones que ya estuvieron a la luz del debate. ¿Se les volverá a considerar?

Ese diseño de Partido socialdemócrata (denominación de época(7), que heredaron la Segunda Internacional y sus Partidos, de la organización política alemana -primera en fundarse y paradigma, por varias razones- y de una sus premisas, el Partido Obrero Socialdemócrata de Liebknecht y Bebel) concebido por Lenin (1902), fue la primera expresión de preocupación y ocupación marxista consciente por el tema organizativo según dijera Lukacs (2004), aunque se encuentran ciertos esbozos del asunto, en Marx y Engels respecto a la Primera Internacional. Pero bien, ese diseño de Lenin, tuvo oposición marxista desde el primer día. Al copiar ¿se atendió la advertencia revolucionaria de Luxemburgo, de que ese tipo organizativo "ultracentrista": reproduce las condiciones de dominación y sometimiento burguesas, aleja la libertad, y la Revolución misma (en su sentido, esencia, y propósito); convierte al sujeto de la Revolución en su objeto; y promueve la "ambición personal" de una "elite ávida de poder", "burócrata" y "corrupta", que "actúa en nombra de la clase"? (Luxemburgo, 1976a, p. 212-214; 1976b, p. 162). Estas preocupaciones fueron advertidas en 1904 por la revolucionaria polaca, y regresaron en 1918, ante las primeras medidas bolcheviques.

Todos debíamos leer ese texto crítico, y también precursor, programático, y conmovedor, escrito en la cárcel por la excluida, olvidada, e ignorada Rosa Luxemburgo en 1918, denominado La Revolución Rusa. Lleno de palabras que esclarecen principios revolucionarios y socialistas extemporáneos, por lo que excede el acontecimiento mismo. Luxemburgo trabaja el pragmatismo, lo circunstancial, los errores, lo que no se puede, lo imperecedero, las ilusiones, los fines y los medios, lo aparente y lo esencial, de una Revolución. Es además, un texto adivinador de miles de problemas que enfrentaría el "socialismo real", respecto a la institucionalidad; la relación Estado-Partido; las condiciones de autoconstitución del sujeto revolucionario; la ley; "la democracia sin límites" -cuya limitación traería una "brutalización de la vida pública: intentos de asesinato, caza de rehenes, etcétera" (¡como si lo estuviera viendo!)-; y la libertad (siempre "instructiva", "totalizadora", y "purificante") (Luxemburgo, 1976a, pp. 209; 212). Temas convertidos en problemáticos, inconvenientes, y hasta ajenos, por el "socialismo real", que los rechazó y se los adjudicó de regreso al discurso liberal. Palabras como democracia y libertad pasaron a ser innombrables, por ese motivo. O quizás, porque se dan por asuntos resueltos en el acto mismo de la Revolución, o a través de sus acciones inmediatas y constantes de beneficios universales. O tal vez, porque se cree poder avanzar más rápido en el socialismo, sin lidiar con el "inconveniente" y el "obstáculo" que supone la palabra contraria o distinta, y se tiene la confianza de que más adelante…, cuando llegue el momento "oportuno"…, eso se podrá enmendar.

Pero ya sabemos que -paradójicamente- socialismo, libertad y democracia, no siempre han ido juntos. Sabemos también que no pueden ser decretados, que hay que realizarlos infinitamente, repetidamente, pero siempre diariamente, y con mucho esfuerzo y voluntad (por la adversidad del juego político). Sabemos, sobre todo, que esas palabras viven en el sentido y esencia de una Revolución, y no pueden lesionarse ni postergarse -como ha ocurrido históricamente-, por la preocupación de acciones enemigas, pues estas, existirán siempre. El socialismo no puede excluir temas, palabras, ni las condiciones efectivas y cotidianas de su realización. Eso, forma parte de las cuestiones pendientes.

Es necesario reflexionar en las limitaciones del proceso colectivo de construcción de la política y del control democrático real (no formal), limitados también (¡no solo!) por el "ultracentrismo" criticado por Luxemburgo. Pues, cuando en una Revolución termina el período de empatía y comunión política casi total; el de la negación de lo viejo; y el de la entrega ciudadana a la edificación de un futuro histórico que se considera posible y cercano; cuando eso termina (porque empieza a perderse el consenso que había sido generado por la experiencia de vida de una Revolución; porque aparecen nuevas generaciones que solo tienen referencias históricas de lo anterior y no han incorporado la Revolución en la dimensión biopolítica; porque se presentan de manera reiterada, reproducida, e infinita, las dificultades y obstáculos de todo tipo; porque comienzan a verse claramente los errores propios y sus implicaciones en términos de plazos históricos perdidos o de rodeos en el tiempo que parecen irrecuperables, y que cubren la vida de varias generaciones; porque se extiende la diferencia -lógica y hasta natural- entre ciudadanía y seres revolucionarios); cuando eso termina, entonces sí adquiere sentido total y verdadero la frase "construcción del socialismo". Esta etapa exige de extenuantes esfuerzos y acciones, que se consumirán constantemente en el ejercicio democrático de reconstrucción infinita de consensos, que ya debe estar enmarcado en una institucionalidad y legalidad pensadas. No se trata solo de consensos sobre asuntos circunstanciales (mucho menos pedestres), sino sobre proyecciones políticas esenciales. Y ese tipo de proposiciones, decisiones, responsabilidades, y controles, deben ser propios de la totalidad de la ciudadanía. La política socialista es asunto de todos.

Precisamente, un aspecto esencial en el que habrá que meditar, es el del vínculo de no identidad entre ciudadanos y sujetos revolucionarios. Es cierto que la política socialista debe ser cuestión de todos, pero… ¿todos estarán dispuestos a efectuar esa contribución? No se puede idealizar la comunión política, esta tiene sus límites estadísticos en relación con la ciudadanía. Como han reconocido las propias izquierdas en su momento, no ha llegado el fin de las ideologías ni de la historia (para utilizar una frase sabida). Hasta que ese momento no llegue (?) -y siguiendo a Marx-, habrá diversidades políticas (o clases sociales, asunto a considerar, pero no es mi objetivo aquí). Por tanto, no se puede sublimar políticamente a una ciudadanía, ni a sus trabajadores, campesinos, estudiantes, intelectuales, etc. El discurso, y los documentos legales y oficiales, deben reconocer, pensar, y trazar estrategias de trabajo a partir de una situación objetiva de mosaico político. Mosaico, de cuya exacta composición y proporciones internas hay que tener constatación empírica, para hacer política sincera y real.

Al interior del socialismo y en un número indefinido (quizás creciente), existen personas "apolíticas", que viven sin saber en qué mundo viven. Para empezar, no les interesa la información diaria ni la extraordinaria, nacional o extranjera (¡se acaba el mundo y no se enteran!), a no ser la información que tenga que ver con su familia, su música o su deporte. Pero esos, no son los únicos "apolíticos", se encuentran también las personas marginales (literalmente existen al margen de la sociedad, es decir, apenas están integrados a ella por un hilo muy fino y largo, personas que solo ven pasar la sociedad al sentarse en su puerta, en el banco de un parque, o al momento de ser asistenciadas) que lamentablemente existen en el socialismo como resultado de desigualdades heredadas -que se incorporan culturalmente y reproducen su en sí por tiempo indefinido- y otras que generan los mecanismos de sobrevivencia o descuidos de las propias revoluciones, sin que esa situación pueda ser aun, revertida o neutralizada. Y "apolíticos" son, aquellos que simulan muy bien estar politizados según la corriente -esos sí leen lo que tienen que leer, sí encuentran las palabras correctas, sí van a todas las "actividades"; etc.- para vivir mejor del Socialismo (han escalado y tienen prebendas, o encontraron la forma de hacer mucho dinero), porque es lo que les tocó (si les hubiera tocado Marte, anduvieran de verde y postrándose ante algún semejante de ET). Este tipo de "apolítico", llegado el momento de la sinceridad, se encontrará situado en una eventual gráfica de resultados, al interior de una porción política cualquiera, menos la revolucionaria. Otro tipo de "apolíticos" son los que se creen sinceramente sujetos políticos, pero no lo son, pues no tienen criterios propios o no pueden comprender por sí mismos la política y su situación en ella. Toman su expresión prestada, y cuando hay que contribuir con una proposición al proyecto socialista, no lo pueden hacer de manera efectiva, solo repitiendo y sumando su voto. Además, están presentes en la ciudadanía, aquellos que no se identifican con la revolución, y cuya existencia no obedece solo a una herencia del pasado. Hay que reflexionar, para no autoengañarnos, en por qué este tipo de convicción política sigue generándose dentro del socialismo. A esto puede agregarse que, aunque seamos seres políticos, no siempre nos movemos consistentemente en esa dimensión, pues estamos compuestos de muchas mezclas existenciales, y cada uno de nosotros vive una existencia múltiple.

Por otra parte, el consenso sobre proyecciones políticas esenciales, se hará siempre arduo cuando se trata de los propios sujetos de la revolución, pues ellos piensan con cabeza propia, y la diversidad y los debates, les son consustanciales. Es imposible creer que, por tener convicciones políticas revolucionarias, siempre y respecto a toda circunstancia, estamos a la orden. Hay que tener consciencia de que es imposible, además de no deseable, que las revoluciones generen un pensamiento único. Creer eso, es simple ficción, y afirmarlo, es demagogia. Siempre existen posiciones políticas diversas al interior del pensamiento revolucionario, aun cuando exista similitud o identidad en los principios. En fin: ¿cómo construir consenso y proyectos políticos en esa situación? Es difícil, pero no se puede tomar el camino más corto, hacer como el ave (no se bien su nombre), que esconde la cabeza para no reconocer lo que hay.

Trabajo, discusión, y diálogo, en la búsqueda constante de nuevos consensos. Incluso, aceptación de la imposibilidad de encontrarlos. Pero los eventuales acuerdos sobre proyecciones políticas esenciales, no serían solo o necesariamente consultas ciudadanas -sobre lo prefabricado y ya decidido por los centros de dirección-, o resultado único y necesario de argumentos discursivos de persuasión y convencimiento, que también provienen de un centro. No. Serían ante todo, acuerdos generados por las propias personas. Acuerdos que deben concertarse a través de múltiples formas de ejercicio político: autónomas; espontáneas; organizadas; micro y macro; yuxtapuestas; coherentes o contradictorias; diarias y periódicas, sobre asuntos ordinarios y extraordinarios.

Volviendo a Luxemburgo, y sus temas convenientemente ignorados por la burocracia, debemos recordar una vez más La Revolución Rusa, pues contiene una tesis filosófica primaria, también presente en el Che Guevara, relativa a que al comunismo hay que empezarlo a construir desde el primer día. Esa transformación comienza en el momento mismo de la toma del poder. Todo lo que se haga -lo primero, lo inmediato, lo obligado, lo necesario e indeseado, lo circunstancial y hasta lo casual-, debe tener un sentido coherente con los fines del socialismo, y no puede crear obstáculos incompatibles con su propio curso. Pues el socialismo "no se puede decretar" (también lo dijo Marx) a partir de determinados indicadores, o ser "introducido por úcase" en cualquier momento (el que se considere oportuno), "desde unos cuantos escritorios oficiales": "lo negativo, la destrucción, puede decretarse; lo constructivo, lo positivo no. Territorio nuevo. Miles de problemas" (Luxemburgo, 1976a, pp. 210-211)(8). O destinarlo a "regalo de navidad" para el fin de los tiempos en la "tierra prometida", "después de creados los fundamentos de la economía socialista". Hay que irlo forjando y realizando. No en el futuro, sino desde el día 1: "la democracia socialista comienza simultáneamente con la destrucción del dominio de clase y la construcción del socialismo...en el momento mismo de la toma del poder…" (Luxemburgo, 1976a, p. 213).

Luxemburgo y el Che Guevara, no se refieren precisamente, a todo el programa constructivo objetual que tiene por delante una revolución. El planteamiento es de otra naturaleza. Es una tesis filosófica primaria, esencial para el socialismo, que no ha sido suficientemente atendida: si el socialismo no es (solo) un cambio estructural, sino un cambio esencial en las personas y sus relaciones sociales, eso no puede darse de un día a otro, tampoco es susceptible de planificación, ni nos tomará felizmente por sorpresa en el amanecer de una mañana. Es todo un proceso ininterrumpido de vida y aprendizaje socialista, en el que no se puede cortar camino, ni hacer paréntesis. Ese proceso tampoco se puede detener por un tiempo, mientras pase una tempestad; ni hacer un rodeo que tome provisionalmente otro rumbo. Pues todo lo que acontezca deja una huella biopolítica en las personas, que ya no se podrá borrar. Hasta la adversidad y las derrotas, hay que asumirlas de forma revolucionaria para que no se conviertan en impedimentos insalvables.

Entre los otros y otras rechazados y olvidados por el marxismo soviético oficial o "marxismo-leninismo" y por las Historias soviéticas oficiales, se encuentra Alexandra Kolontai. Una de las líderes de la Oposición Obrera en la "Discusión sobre los Sindicatos" (1920-1921), que trató esencialmente sobre la democracia. Su nombre ya no aparece en los principales textos de Lenin sobre el asunto, pues Lenin, Trotsky y Bujarin, solo discutieron entre ellos.

Era la época en que la Revolución Rusa inventaba sobre la marcha la democracia. No la tomaba de un libro, ni sus fórmulas tenían certificados de garantía. Literalmente: ¡la inventaba! ¿Cuál debe ser la forma institucional o de dirección, superior en el socialismo: el Estado; el Partido; o acaso los Sindicatos, que reunían a la mayoría de los trabajadores? Las respuestas a esta pregunta se discutían a diario en la prensa y en los frecuentes Congresos de todo tipo. Discutían también los máximos líderes bolcheviques en sus reuniones, escribían sus pareceres en Plataformas con racionalidad y apasionamiento, y ¡todo eso era público! Con el tiempo, esa práctica abierta de cruce de ideas -de ideas de interés inmediato y estratégico para el socialismo y la ciudadanía-, transitó hacia actitudes naturalizadas de silencio, obediencia, y unanimidad, difíciles de conciliar con la esencia de las Revoluciones. Ese, es otro asunto pendiente.
Kolontai se preocupaba por la democracia lesionada, y propone el principio electivo y no el nombramiento para seleccionar a los dirigentes. ¡El nombramiento!, que arrastra manifestaciones de "intriga", "servilismo", "acomodo", "carrerismo", y "favoritismo" (Kolantai, 1975, p. 63). Manifestaciones que solo no quiere ver, la autoridad que se sirve de esa degradación. Por cierto, prevista por Luxemburgo desde 1904. Desde fechas tan lejanas, se hacía evidente que los ascensos o promociones de personas a puestos de dirección, pueden ocurrir por razones ajenas al prestigio y reconocimiento público, entrega, convicciones, y capacidades políticas reales. Pueden darse a través de mecanismos y procesos formales; deslumbramientos personales arbitrarios; por ambición de poder y prebendas; por cubrir un puesto en una escala ascendente prefabricada; porque son ¿cuadros? ¿profesionales?(9) de por vida, con disposición genética para dirigir (se supone que otros nacieron sin ella), lo que sea que haya que dirigir (a lo que siempre dicen "sí"); o porque las personas ascendidas cumplen el requisito de ser obedientes y no pensar por sí mismas (de lo cual, no siempre tienen conciencia, aunque resulta muy, muy evidente para cierta parte de quienes los observan, pues ni siquiera es necesario escuchar sus palabras para que se revele la falta de aptitud y actitud). Y todo esto, a pesar de que el socialismo no debe darse el lujo de "crear asalariados dóciles al pensamiento oficial" o "becarios" que "vivan al amparo del presupuesto, ejerciendo una libertad entre comillas…", según decía el Che Guevara (1970b, p. 380).

Un elemento neutralizador de esa situación, es el propuesto por Kolontai: el principio electivo y no el nombramiento. Algo que, por cierto, no inventó ella para el socialismo, pues está en la propia letra de Marx cuando habla de la Comuna de París, la destrucción del Estado burgués, y las características de la Dictadura del Proletariado: dirigentes elegibles y revocables, con salario medio de obrero (Marx, s.a., p. 60-61).

La líder bolchevique solicitó que se atendieran además, temas democráticos relativos al funcionamiento de la institucionalidad. Por ejemplo, la necesidad de separar al Partido del Estado, también en el plano personal. A la vez insistió en la importancia de "una gran…libertad de discusión, derecho a la crítica en el seno del Partido y entre los miembros de los sindicatos"; y en que

la condición indispensable para sanear el Partido y para expulsar al espíritu burocrático, es retornar al antiguo estado de cosas en que todas las cuestiones esenciales de la vida del Partido y de la política del Estado eran examinadas por la base antes que la síntesis de este examen fuera considerada por la cumbre. (Kolontai, 1975, pp. 62-64)

 

Sobre esta materia específica, ¡no hay que volver a pensar nada, ni hacer experimentos de prueba!, ya estos problemas estaban diagnosticados desde los inicios de la Revolución Rusa.

Ante la burocracia y las restricciones democráticas, Kolontai exige la recuperación de la irremplazable función política de las "bases", y recordaba entonces a Lenin, a Trotsky, y a Bujarin lo esencial: "los sindicatos no son solamente escuelas de comunismo, son los creadores del comunismo", pues el Comunismo es obra de las masas: "no puede decretarse. Debe ser creado por la búsqueda de los hombres vivos, a veces al precio de errores, pero siempre con el impulso de la clase obrera misma" (Kolontai, 1975, pp. 41; 52). Esa simple verdad, siempre ha ido quedando a la zaga, por el fetiche de la institucionalidad, por la enajenación de la política, por el autoengaño y el mareo del poder, y hasta de las grandes responsabilidades. Pero, justamente, para romper con todo eso, se han anhelado históricamente las Revoluciones.

La "Discusión sobre los Sindicatos" de 1921 y su Oposición Obrera, dejó otra lección no aprendida. Dijo entonces Kolontai:

…nuestro Partido atraviesa su primera crisis seria desde comienzos de la Revolución, y…no tiene derecho a deshacerse de la Oposición tratándola de "sindicalista" o con otros epítetos baratos, sino que debe reflexionar y preguntarse: ¿De dónde surge esta crisis?". "Es deber del Partido no disimular el diferendo, no tratar de menospreciar la Oposición adjudicándole epítetos que nada justifican y que nada explican, sino por el contrario preguntarse con toda sinceridad dónde o en qué reside el fondo del desacuerdo y qué quiere la clase obrera, intérprete del comunismo y su única creadora. (1975, p. 12)

 

Esta actitud criticada por Kolontai, ha sido reproducida: epítetos, etiquetas, y descalificaciones, dirigidos contra la opinión o el pensamiento revolucionario diferente. Pero sobre el derecho a existir y manifestarse de ese tipo de pensamiento, ya se pronunciaba también desde el marxismo clásico Rosa Luxemburgo -si es que hace falta referir a una autoridad, para legitimar lo que dicta el sentido común-, en un antológico pasaje a propósito de la Revolución Rusa:

La libertad es siempre y exclusivamente libertad para el que piensa de manera diferente. No a causa de ningún concepto fanático de la "justicia", sino porque todo lo que es instructivo, totalizador y purificante en la libertad política depende de esta característica esencial, y su efectividad desaparece tan pronto como la "libertad" se convierte en un privilegio especial. (1976a, pp. 209-210)

 

Pero es más fácil anular, es más fácil descalificar, es más fácil no discutir y razonar con los argumentos del otro.

Sin embargo, y como indicaba la líder de la Oposición Obrera, no aparece la misma voluntad radical -que sí se presenta siempre, cuando se trata de descalificar al otro-, para la indagación pública por las esencias y las causas de los problemas, o por el análisis también público de las proposiciones que expone el pensamiento crítico. No aparece esa voluntad para debatir a nivel ciudadano los errores y determinar las responsabilidades. No, ahí no se llega. Eso se difumina, cuando más, en palabras generales con apariencia de una autocrítica en la que no se mencionan nombres (la responsabilidad queda en el aire); palabras que se difunden en notas escuetas de prensa, o en notas extensas de prensa que repiten y repiten -con un arsenal de símiles- el dato oficial, logrando llenar bastantes líneas.

Tal y como sugerían o explicitaran Luxemburgo, Kolontai, y los "comunistas de los consejos", las Revoluciones no son una entelequia, no están en el cielo, no son entidades objetivas o físicas con las que se interactúa. Tampoco las revoluciones consisten en ponerse al día en estructuras, instituciones, funcionamiento, eficiencia, asistencia, oportunidades sociales, redistribución justa(10). Aunque todo eso hay que hacerlo. Realmente, las revoluciones residen en los sujetos mismos. Siempre en el entendido de que estos sujetos, no son personas a las que el Estado Socialista asiste, el Partido dirige, y ambos educan. No. Los sujetos políticos son el reservorio de las revoluciones, su sustancia, su ser. En fin…, qué más decir: son los SUJETOS políticos que, por definición, se autoconstituyen. Este propósito solo se alcanza si se cambian las relaciones sociales, cuya síntesis es el hombre mismo (Tesis VI de Marx sobre Feuerbach). Pero la transformación de las relaciones sociales, no es reductible a lo económico (socialización, si se quiere), sino a la neutralización (ante la imposibilidad de la supresión o desaparición) de toda relación de poder. Y esa transformación difícil no se consuma en un acto, sino en un proceso. De manera que el socialismo tiene que crear condiciones para la reproducción infinita de esa autoconstitución. Nada de lo que se haga, puede atentar contra esto.

Dentro de las cuestiones pendientes -a partir del examen de las experiencias socialistas que se han sucedido-, hay que pensar en cómo las revoluciones pueden atenuar los efectos de lo que parece ser todavía -a la inversa de lo dicho por los relatos postmodernos- una necesidad de época: un poderoso Estado. Incluso, habrá que neutralizar los efectos del Partido, que suele adquirir tanta entidad como cualquier otro leviatán, como la del propio Estado, o puede volverse EL Estado. Todo esto, en favor de introducir formas de autogobierno que den vida real a los sujetos políticos.

Desde el marxismo originario Engels y Lenin hablaban de crear condiciones en el socialismo para la "extinción" o "adormecimiento" del Estado, que se volverá "superfluo", "innecesario"; "imposible", en fin, "languidece". Será en ese momento, que los hombres se volverán "dueños por fin de su propia forma de organización,…dueños de sí mismos,… hombres libres" (Engels, 1961, pp. 341-342; Lenin: 1963, p. 31; 39). Ese increíble futuro, también es referido por Marx y Engels con la frase preferente de "asociaciones libres" (Marx, 1981, p. 143; Marx; Engels, 1979, p. 63). Sinceramente dudo mucho que la humanidad llegue a ese punto de la historia, pero de momento, tenemos que aprender a convertir "el Estado, que está por encima de la sociedad, en un órgano completamente subordinado a ella", como indicaba Marx en 1875, pues el Estado en el socialismo -al igual que el resto de las instituciones-, no puede transformarse en un poder independiente, debe ser más bien un "semiestado", haciendo uso de la palabra preferente utilizada por Lenin (Marx, 1955b, p. 24; Lenin, 1963, p. 24; 27).

Hay que entender que la institucionalidad fortificada, adquiere vida e intereses propios (recordar a Engels y a Weber, por ejemplo), que el verticalismo, la centralización, la jerarquización, la burocracia, los mandatos -disfrazados de mil maneras de consultas populares, y que generan doble moral y falsa unanimidad-, que emanan de los leviatanes socialistas, son contrarios a los fines de una Revolución porque despolitizan, enajenan de la política al sujeto, a las "bases", a las "masas". Eso está en lo escrito por el marxismo clásico, pero también, queda como experiencia negativa de los "socialismos reales".

Otro asunto histórico sobre el que cabe una reflexión, es el fenómeno de las copias en el socialismo. La Revolución Rusa exitosa, inspiró a copiar desde el primer momento. Una buena parte de los revolucionarios europeos que se separaron de la socialdemocracia, siguieron espontáneamente la estela bolchevique en muchos aspectos. Por otra parte, los bolcheviques, convencidos de sus fórmulas exitosas, las consagraron, y llamaron a sus seguidores a atenerse a ellas. En ese sentido, la Internacional Comunista desempeñó un importante papel inicialmente. Los socialismos y sus ideologías, copiaron. La URSS implosionó hace 26 años, ya pocos pueden relacionar prácticas actuales, con aquel lejano origen. Se perdió en el tiempo la diferencia entre el original -que es inspiración, punto de partida, y experiencia siempre fértil- y su copia. Se toma la copia por el original (legitimando lo espurio), y también el original por la copia (rechazando lo legítimo). Todo esto, por desconocimiento.

Entretanto, la copia homogeneizadora y por tanto estéril, de infinidad de aspectos, se reproduce de manera naturalizada, discreta y perseverante.

También debemos buscar nuestro Lenin, más allá de la apología que igualmente se copia, más allá de la momia del Kremlin (a la que Krupskaya se opuso, seguramente pensando en que "momia" y "socialismo", son palabras políticamente excluyentes), y más allá de la definición stalinista de "leninismo". ¿Qué "leninismo" puede ser ese, que se convierte en santo y seña oficial, en frase, en pura palabra, y en justificación de los intereses de la burocracia socialista? "Leninismo": palabra que se empleó para excluir; censurar; dividir; castigar; dictar; torcer promisorios caminos políticos, científicos, artísticos, y filosóficos; ignorar; desterrar; y ejecutar revolucionarios. ¿Cómo puede la izquierda haber multiplicado sus divisiones, también empleando el "leninismo"?

A la muerte de Lenin, y entre los meses de abril y mayo de 1924, fueron publicadas en Pravda dos conferencias que Stalin había impartido en la Universidad de Sverdlov, su título Fundamentos del leninismo. Aquí comienza a redefinirse la palabra "leninismo", quizás no tanto por el contenido que se le asigna inicialmente, sino por el significado que adquiere en el contexto y el juego de poder, de intereses de grupo, de individuos, y de egos (retratados por Lenin en su Testamento Político). El "leninismo" es, en palabras de Stalin, "el marxismo en la época del imperialismo y de la revolución proletaria…es la teoría y la táctica de la revolución proletaria en general, la teoría y la táctica de la dictadura del proletariado en particular" (Stalin, 1979a, p. 54). De manera que ya no habría otro marxismo posible, que aquel que reclamara para sí ese "leninismo" (repitiendo al pie de la letra) y fuera reconocido como tal (aunque no repitiera al pie de la letra) por la autoridad soviética. Se imponía entonces, un marco previo de legitimación.

Un poco más adelante, en la conocida Carta a Proletárskaia Revolutsia de 1931, Stalin dice que "protesta enérgicamente" porque la Redacción de la Revista había puesto a "discusión" con el fin de "seguir estudiando", "cuestiones que son axiomas del bolchevismo….tratando de convertir el bolchevismo de Lenin de un axioma, en un problema" (2002, s/p). Esta Carta, que contiene un auténtico ejercicio de autoridad escolástica, establecía que las verdades de Dios no necesitaban y no podían ser estudiadas. Prohibidas la hermenéutica, las hipótesis, las investigaciones, la inteligencia, la alternativa. Solo quedaba rumiar, no las tesis de Lenin, sino lo legitimado como tal. La herejía, sería censurada y castigada.

Pero esta práctica, ya se había iniciado desde el propio año 24, en la batalla contra Trotsky en torno a la Teoría de la Revolución Permanente. Esta comenzó al momento de la muerte de Lenin, en los Fundamentos del leninismo de Stalin. Si Trotsky no compartió la teoría de la revolución de Lenin, entonces no era "leninista", no era bolchevique, no era revolucionario, y quedaba fuera de territorio legítimo (Stalin, 1979a, p. 65). "Leninismo" y "trotskismo" surgen al mismo tiempo y tienen el mismo origen: la palabra de Stalin que ya empieza a recordar el -inicialmente clasificado- Punto 7 de la Resolución contra el fraccionalismo del X Congreso de 1921. El Secretario General, además, comienza a presentar como alternativa a Trotsky, y siempre a nombre del auténtico "leninismo", su propia resignificación de la tesis de Lenin de la "Revolución en un solo país"(11) (Stalin, 1979a, p. 66). Noviembre de 1924, Stalin discursa sobre ¿Trotskysmo o leninismo?, título conque aparecería en Pravda. Se consuma el propósito: "trotskismo"…"ideología peculiar, incompatible con el leninismo", y la "tarea del Partido consiste en enterrar el trotskismo como corriente ideológica" (1979b, p. 95; 105). Y más adelante ¡lo enterró!

Todo este programa de vulgaridad política y teórica, va tomando forma definitiva, fuerza, legitimidad, y oficialidad para los meses finales de 1924, y en enero de 1926 se encuentra terminado en las Cuestiones del leninismo de Stalin. A mitad de la década del 20 ha quedado constituido algo denominado "marxismo-leninismo" que ya Stalin maneja sin previa explicación, y que Bujarin confirma como oficial en el VI Congreso de la Internacional en 1928: "nosotros nos mantenemos firmemente sobre el terreno del marxismo-leninismo ortodoxo" (1978, p. 145; 148). Un monolito falso, que ha excluido la historia y política reales, las condiciones de constitución del marxismo, sus tendencias, estrategias, alternativas, polémicas, personalidades, su construcción heterogénea y temporal. Ahora habrá una destilación de tesis a aprender, que se constituyen a partir de la definición stalinista de "leninismo", a la que se agrega una summa arbitraria denominada "marxismo".

El "marxismo-leninismo" va a ser utilizado en primerísimo lugar contra el "trotskismo", el "luxemburguismo", el "marxismo occidental" -en su versión izquierdista y socialdemócrata-, y contra cualquier otra versión del marxismo. Más adelante, resultaría ridículo el empleo arbitrario y extemporáneo que se hizo desde el "marxismo-leninismo", de epítetos como: "trostskista"; "luxemburguista"; y "anarcosindicalista" (recordando a la "oposición obrera" de 1921), en primer lugar. Además de otros como: "izquierdista" (recordando a los "comunistas de izquierda"); "oportunista"; "revisionista" (término surgido a fines del XIX para referir específicamente la teoría reformista de Bernstein, y que no puede extrapolarse, y ser aplicado con ligereza a toda investigación, pues esta es, por definición, siempre una revisión, una nueva interpretación de lo establecido); y "socialdemócrata".

En 1930 ya se sabe de la "doctrina marxista-leninista" bolchevique, "fuera de la cual no hay salvación", según ironiza Karl Korsch, que describe la "lucha por la herencia leninista" y la "propaganda del leninismo" en la Tercera Internacional. Es la "nueva ortodoxia" del "marxismo soviético", continúa diciendo. Una "concepción primitiva, predialéctica, pretrascendental", "sostenida formalmente hasta hoy por los epígonos de Lenin en la Rusia soviética". Es una "dictadura ideológica" que "se ha querido extender también más allá de las fronteras de Rusia soviética a todos los Partidos Comunistas de Occidente y el resto del mundo", sentencia Korsch (1971b, p. 55; 66-69). En 1924 se preguntaba qué pueden ser los "fundamentos del leninismo" con los cuales se propone hacer "propaganda" el V Congreso de la Internacional, pues "tampoco existe hoy todavía acuerdo general alguno sobre la cuestión de la esencia del leninismo…, hoy existe menos que antes". A lo que agrega que no todos estaban dispuestos a aceptar ese "leninismo" porque eran "luxemburguistas", y otros sinceramente dispuestos a "actuar leninísticamente", no consideraban que fuera el "leninismo" la continuación de la obra de Marx (Korsch, 1971c, p. 110-111).

¿Cómo era posible que Rusia, el país que había aportado el pensamiento estratégico revolucionario más rico y efectivo desde fines del XIX e inicios del XX, quedara como un "páramo intelectual" al término de la década del 20 -en palabras ciertas de Perry Anderson-, por medio de la hegemonía del "marxismo-leninismo"? (Anderson, 1987, p. 29).

Una de las consecuencias de esa mediocridad teórica y estratégica que se instauró en los 20, fue la confinación del desarrollo del marxismo a occidente, donde habían fracasado los más recientes intentos revolucionarios. Donde empezaba la hostilidad del fascismo, y su competencia por apropiarse -especialmente a través de la palabra, los símbolos, y la decepción respecto a la guerra y a las revoluciones fracasadas- del capital político abandonado, desorientado, y desilusionado por la socialdemocracia (particularmente la alemana). Por apropiarse de ese capital político que quedó en tierra de nadie, ante las disputas y divisiones entre esa socialdemocracia aún viviente en su ideología y el naciente comunismo. El fascismo recogió todos esos beneficios, incluso, el de las estrategias orientadas erróneamente por la Komintern en los 20 y los 30. En esas condiciones de occidente, el marxismo empezó en lo fundamental, a llevar vida académica.

Estas cuestiones no son distracciones, combinaciones retóricas, discusiones escolásticas, o líneas escritas para rumiar el pasado. No. Son esenciales para comprender lo que ha llegado hasta hoy en nombre del marxismo y el leninismo. Son esenciales para restaurar verdades históricas y justicia, para acceder a lo censurado y excluido, para reafirmarnos en que eso no puede ocurrir más, para saber que la casi esterilización y paralización del marxismo y el leninismo dentro del espacio ideológico soviético (¡no solo!), privó al socialismo de alternativas de estrategias políticas, de crecimientos teóricos, de posibilidades de éxito, de la obra y hasta la vida de sus intelectuales orgánicos, y de la conquista de voluntades. Para saber que ese "marxismo-leninismo", se utilizó para dividir y debilitar la izquierda, a veces solo por motivos de interés personal.

Marxismos y socialismos todos (¡no solo! y ¡no solo!, pues no son piedras filosofales), deben ser estudiados. Para no copiar, para no repetir, para no improvisar, para no perder otra vez. También los marxistas han de ser un poco intelectuales, porque los temas de los marxismos son siempre estratégicos, políticos, históricos. Hay que ser capaces de leer la vida política en su totalidad, que se presenta hoy (más que nunca) metamorfoseada, fragmentada, o efímera. La vida que se experimenta, y también lo que se escribe, lo que tomamos por nuestro propio pensamiento (siempre heterótomo, como decía Adorno), y especialmente lo que nos cuentan. Hay que distinguir lo esencial.

El marxismo no es un ""estandarte" bajo el cual se combate" y cuyo destino es permanecer lustroso y puro, dispuesto para la inspección de autoridades (a veces: autoproclamadas, construidas artificialmente, o burocráticas que se pronuncian desde fuera de la teoría). Su "ortodoxia", tampoco consiste en ser "guardiana de tradiciones" (para lo cual también aparecen supervisores): el marxismo es "el fin y el arma" (Lukacs, 1970, p. 58; 99). La tradición de Marx, lleva consigo huellas históricas, y esas, tienen un brillo propio que no es el de superficie pulida a posteriori. Es el brillo que se multiplica en las disociaciones de la luz cuando sale de infinitas hendiduras que se cruzan de mil maneras. Son cruces de lugares, fechas, nombres, batallas. Debemos apropiarnos de esas huellas múltiples, con todas sus luces, y también con sus enriquecedoras sombras.

 

Otros asuntos pendientes

No se puede seguir repitiendo lo sabido y que es un imponderable, los desafíos que vinieron de afuera, la responsabilidad de mantener equilibrada la balanza de la bipolaridad, de ganar la Segunda Guerra Mundial, de mantener la integridad del bloque socialista, de levantarse de dos guerras, de correr en la tecnología y llegar primero al cosmos, de defenderse ante la correlación política adversa y una batalla ideológica en la que del otro lado había mucho dinero y en la que los de afuera demostraron ser más eficaces. Esos son imponderables, que determinan y condicionan, obligan a decisiones indeseables, que apartan de ideales y propósitos pensados. Pero es mucho más lo que se dejó de atender -se subestimó, postergó, consideró ajeno o inconveniente- al interior del perímetro socialista.

La belleza, la ilusión, la espontaneidad, la palabra, la participación ciudadana real y efectiva. !Seamos autocríticos! Esa sigue siendo una de las cuestiones pendientes del socialismo.

La crítica del socialismo a sí mismo, a sus errores, problemas, malas decisiones, es un instrumento de sanidad democrática, de autorectificación, y de control social. Quienes deben ejercerla con espontaneidad, responsabilidad, y derecho, son, ante todo los ciudadanos, y por supuesto, los propios dirigentes, comunicadores, e intelectuales. Ha de ser sistemática, y no debe tener zonas prohibidas. Debe percibirse como algo natural y no traumático. No debe limitarse bajo la justificación constante de que beneficia al enemigo, ni pensar que destruye el sistema. Lo que destruye, corroe, desilusiona, y enajena de la política es precisamente lo contrario.

Hasta hoy, se reproduce la actitud de justificación con la amenaza (¡muy real!) de afuera, a la vez que se aleja el horizonte. No se cómo, pero es necesario acercar la utopía a la realidad presente, que la gente, en su vida finita, alcance a vivirla. Todos debemos vivir ese pedacito de cielo. No me refiero a la situación que Marx pensó en 1875, cuando escribe la frase "manantiales de la riqueza colectiva" para referirse al comunismo (1955b, p. 17). Me refiero a la condición humana, a la realización como seres políticos, a la libertad y la democracia lo más plenas posibles. No se puede renunciar a esa plenitud (siempre) en batalla -pues se trata del socialismo y su circunstancia, o en palabras del Che Guevara: "de ese extraño y apasionante drama que es la construcción del socialismo" (1970b, p. 371)-, y también a que la gente viva mejor -para que no desgaste su existencia-, aunque no se trate precisamente de "manantiales" ni de "riqueza". Simplemente porque el socialismo, es eso. Es esa plenitud, que no puede posponerse a perpetuidad. Hay que lograrla, y no puede demorar.

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

ANDERSON, P. (1987). Consideraciones sobre el marxismo occidental. México: Editorial Siglo XXI.

BARÜM, H. (1976). Plajanov. El Padre del marxismo ruso. España: Siglo XXI Editores.

BERNSTEIN, E. (1982). Las premisas del socialismo. México: Siglo XXI. Editores.

BUJARIN, N. (1978). Informe sobre el programa de la Internacional Comunista, VI Congreso de la Internacional Comunista. Pasado y Presente, 67.

DEUTSCHER, I. (S.A.). La tragedia del comunismo polaco entre dos guerras mundiales. Retrieved from http://po.org.ar/edm/testimonios-la-tragedia-del-comunismo-polaco-entre-las-dos-guerras-mundiales/#sthash.ivUFUmGG.dpuf.  02/02/2000

DUNAYEVSKAYA, R. (2012). La liberación femenina y la filosofía marxista de la Revolución. México: Edición Digital.

ENGELS, F. (1961). Anti-Dühring. Uruguay: Pueblos Unidos.

ENGELS, F. (1963). Prefacio a sus artículos de la década del ´70. En Lenin, V., El estado y la revolución. La Habana: Editora Política.

ENGELS, F. (1979). Del Prefacio a la Edición Alemana de 1890. En Marx, C. & Engels, F., Manifiesto Comunista. La Habana: Editorial Ciencias Sociales.

GÓMEZ, N. (2014). Lenin y el marxismo de inicios del siglo XX: críticas, debates, alternativas. Estudios de desarrollo Social: Cuba y América Latina. 2 (1), 52-71. http://www.revflacso.uh.cu 02/02/2014

GÓMEZ, N. (2017). Palabras de Lenin. Conclusiones de hoy. La Habana: Editorial Félix Varela.

GRAMSCI, A. (1966). El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce. La Habana: Edición Revolucionaria.

GRAMSCI, A. (2000). Notas sobre la revolución rusa. Recuperado de http://www.marxists.org/espanol/gramsci/abr1917.htm: Edición Marxists Internet Archive02/02/2000

GRAMSCI, A. (2013). La revolución contra El Capital. En Valdés Dapena, J., Lenin. La transición en la revolución socialista. La Habana: Editorial Ciencias Sociales, Ruth Casa Editorial.

GUEVARA, E. (1970A). La banca, el crédito y el socialismo. En Guevara. E., Obras. 1957-1967. La Habana: Casa de las Américas.

GUEVARA, E. (1970B). El socialismo y el hombre en Cuba. En Guevara, E., Obras. 1957-1967. La Habana: Casa de las Américas.

GUEVARA, E. (1970C). Sobre la construcción del Partido. En Guevara, E., Obras. 1957-1967. La Habana: Casa de las Américas.

GUEVARA, E. (1997). Carta del Che a Hart (4 de diciembre de 1965). Revista Contracorriente, 9.

KAUTSKY, K. (S.A.). The dictatorship of proletariat. Recuperado de www.marxists.org/archive/kautsky/1918/ dictprole/ch03.htm. 02/02/2000

KOLONTAI, A. (1975). La Oposición obrera. Schapire Editor SRL. www.omegalfa.es Biblioteca Libre. 02/02/1975

KORSCH, K. (1971A). Marxismo y Filosofía. México: Editorial Era.

KORSCH, K. (1971B). El estado actual del problema Marxismo y Filosofía (Anticrítica). En Marxismo y filosofía. México: Editorial Era.

KORSCH, K. (1971C). Lenin y la Komintern. En Marxismo y Filosofía. México: Editorial Era.

LENIN, V. I. (1959). La revolución proletaria y el renegado Kautsky. En Lenin contra el revisionismo. Moscú: Ediciones en Lenguas Extranjeras.

LENIN, V. I. (1960). Dos tácticas de la socialdemocracia en la actual revolución democrática (I). En Obras Escogidas en 3 tomos. Moscú: Edición en Lenguas Extranjeras.

LENIN, V. I. (1963). El estado y la revolución. La Habana: Editora Política.

LENIN, V. I. (1973). Las tareas del proletariado en la presente revolución (I). En Selección de textos de Marx, Engels, y Lenin, en 3 tomos. La Habana: Editorial Ciencias Sociales.

LUKACS, G. (1970). Historia y conciencia de clase. La Habana: Editorial Ciencias Sociales.

LUKACS, G. (2004). Lenin. La coherencia de su pensamiento. Recuperado de http://www.insumisos.com/lecturasinsumisas/El%20pensamiento%20de%Lenin.pdf. 02/02/2004

LUXEMBURGO, R. (1976A). La revolución rusa (2). En Obras Escogidas en 2 tomos. Bogotá: Editorial Pluma.

LUXEMBURGO, R. (1976B). Problemas de organización de la socialdemocracia rusa (I). En Obras Escogidas en 2 tomos. Bogotá: Editorial Pluma.

LUXEMBURGO, R. (1997-1998). Carta a Mehring (24 de noviembre de 1917). Nos. 4-5. Marx ahora.

LUXEMBURGO, R. (2012). Carta a Emmanuel y Mathilde Würm (18 de julio de 1906). En Dunayevskaya, R., La liberación femenina y la filosofía de la revolución. México: Edición Digital.

MARTÍNEZ, F. (1967). El ejercicio del pensar. No. 11. El caimán barbudo.

MARX, C. (1955A). El 18 brumario de Luis Bonaparte (I). En Obras Escogidas de Carlos Marx y Federico Engels, en 2 tomos. Moscú: Ediciones en Lenguas Extranjeras.

MARX, C. (1955B). Glosas marginales al programa del partido obrero alemán. (II). En Obras Escogidas de Carlos Marx y Federico Engels, en 3 tomos. Moscú: Editorial en Lenguas Extranjeras.

MARX, C. (1981). Miseria de la filosofía. Moscú: Editorial Progreso.

MARX, C. (S.F). Manifiesto del Consejo General de la Asociación internacional de los Trabajadores sobre la guerra civil en Francia en 1871. En La guerra civil en Francia. La Habana: Biblioteca del Pueblo. Imprenta Nacional.

MARX, C. & ENGELS, F. (1979). Manifiesto Comunista. La Habana: Editorial Ciencias Sociales.

STALIN, J. (1979A). Fundamentos del leninismo. En Obras Escogidas. Tirana: Editorial Nentori. Edición Digital http://bolchetvo.blogspot.com/.02/02/1979

STALIN, J. (1979B). ¿Trotskismo o leninismo? En Obras Escogidas. Tirana: Editorial Nentori. Edición Digital http://bolchetvo.blogspot.com/.02/02/1979

STALIN, J. (2002). Sobre algunas cuestiones del leninismo. Recuperado de Edición Marxists Internet Archive, https://www.marxists.org02/02/2002

TROTSKY, L. (2000-2002). La revolución permanente. Recuperado de Marxists Internet Archive. Proyecto Espartaco: http://www.espartaco.cjb.net. 02/02/2000

TROTSKY, L. (S.F). Tres concepciones de la revolución. Retrieved from http://www.internacionalist.org//trotskytresconcepciones.html02/02/2000

ZHUKOVSKII, I. (COORD.). (2016). Estudios sobre el stalinismo. La Habana: Colección Luz Larga, Ediciones Temas

 

 

Enviado: 27/10/2017
Aprobado: 27/11/2017

 

 

Dra. Natasha Gómez Velásquez, Profesora Titular, Facultad de Filosofía e Historia, Universidad de La Habana, Cuba, ORCID 0000-0003-4379-3234, Correo electrónico: nagove@ffh.uh.cu

 

NOTAS ACLARATORIAS

1 Texto a presentar en el Taller organizado por la Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana: "Socialismo y marxismo, ayer y hoy: a propósito del centenario de la Revolución de Octubre" (11-13 de Octubre, 2017).

2 Ver: Dos tácticas de la socialdemocracia en la actual revolución democrática, 1905 (1960: 509; 606); Las tareas del proletariado en la presente revolución, 1917 (1973: 180); y La revolución proletaria y el renegado Kautsky, 1918 (Lenin, 1959: 521).

3 Frase antológica del marxista cubano Fernando Martínez Heredia, fallecido mientras escribo este ensayo, en la madrugada del 12 de Junio de 2017. Precisamente, unas pocas horas antes (11 de Junio,11.06pm) me confirmaba que impartiría una Conferencia en el Taller dedicado al centenario de la Revolución Rusa, organizado por la Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana. La obra política, editorial, docente, e intelectual de Fernando en el primer Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana durante la década del ´60, en favor del pensamiento marxista todo, y de la Historia y el pensamiento de Cuba y Latinoamérica en particular, ha sido recuperada en las últimas décadas a través de numerosas investigaciones. Estas, han contribuido a restituir el gran valor de su obra, sepultado por el pensamiento dogmático y sectario. Personalmente, el encuentro con Fernando hace años atrás, significó un cambio radical en mi interpretación de lo que ha sido la tradición marxista. Sobre la frase citada, ver: (Martínez, 1967: s/p).

4 Ver: Zhukovskii, I.F.L. (coord.) (2016). Estudios sobre el stalinismo. La Habana: Colección Luz Larga, Ediciones Temas, La Habana. El conjunto de textos (y algunos documentos) que recoge este libro, fueron elaborados a partir de la apertura de archivos, después de la caída del socialismo en la URSS.

5 Stalin consideraba que Parvus y Luxemburgo "inventaron el esquema utópico y semimenchevique de la revolución permanente (imagen deformada del esquema marxista de la revolución)", que después fuera adoptado por Trotsky. Todo esto eran "armas de lucha contra el bolchevismo" (Stalin, 2000, s/p) Por su parte, Isac Deutscher explicaba para los años ´50, que "Stalin consideraba al luxemburguismo como la versión polaca del trotskismo. De allí este "furor teológico" con el que las autoridades del Komintern apuntaron a destruir la herencia luxemburguista". (s/f: s/p; respuesta 15). He aquí las palabras de Luxemburgo en el 5º Congreso del POSDR: "la Revolución Rusa no solo es el último acto de una serie de revoluciones burguesas del siglo XIX, sino…, la precursora de una nueva serie de revoluciones proletarias". (Dunayevskaya, 2012, p. 24).

6 Ver: Gómez, 2014, Vol. (II) 1; Gómez, 2017, en imprenta.

7 Marx siempre tuvo reservas sobre el término "socialdemócrata", dijo que "nació" en la Revolución francesa de 1848, con posterioridad a sus "jornadas de junio". Se formó una "coalición de pequeñoburgueses y obreros" constituida en "Partido socialdemócrata", que implicaba la pérdida de independencia política de los proletarios y la renuncia a la revolución anticapitalista (Marx, C., 1955a, p. 256; 278-279). Engels escribió sobre la imprecisión del término: "Para Marx y para mí era, imposible emplear una expresión tan elástica para denominar nuestro punto de vista especial. En la actualidad, la cosa se presenta de otro modo y esta palabra ("socialdemócrata") puede, tal vez, pasar, aunque sigue siendo inadecuada para un Partido cuyo programa económico no es un simple programa socialista en general, sino un programa directamente comunista, y cuya meta política final es la superación total del estado y, por consiguiente, también de la democracia. Pero los nombres de los verdaderos Partidos políticos nunca son adecuados por entero, el Partido se desarrolla y el nombre queda". (Lenin, 1963, p. 97).

8 Ver Marx en La guerra civil en Francia (s/f., p. 65-66)

9 La noción de dirigentes "profesionales", nace para el marxismo con Lenin en 1902 (¿Qué hacer?). Convendría ver, en qué sentido lo maneja, en qué circunstancia, y por qué. En todo caso, se está refiriendo a una "vanguardia" real y no a una que aparece en nómina.

10 "El socialismo no es una sociedad de beneficencia, no es un régimen utópico, basado en la bondad del hombre como hombre…es un régimen al que se llega históricamente, y que tiene como base la socialización de los bienes fundamentales de producción y la distribución equitativa…, dentro de un marco en el cual, haya producción de tipo social". (Guevara, 1970c, p. 191).

11 Por ejemplo: El programa militar de la revolución proletaria (1916); Acerca del infantilismo de "izquierda" y el espíritu pequeño burgués (1918); Acerca de la fraseología revolucionaria (1918); La revolución proletaria y el renegado Kautsky (1918); La enfermedad infantil del "izquierdismo" en el comunismo (1920); Las tareas inmediatas del poder soviético (1920).

Creative Commons License Todo o conteúdo deste periódico, exceto onde está identificado, está licenciado sob uma Licença Creative Commons