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Revista Estudios del Desarrollo Social: Cuba y América Latina

versión On-line ISSN 2308-0132

Estudios del Desarrollo Social vol.6 no.2 La Habana may.-ago. 2018

 

ARTÍCULO ORIGINAL

 

El papel de los líderes en la historia: una mirada desde el pensamiento de Fidel Castro Ruz

The Role of Leaders in History: a Look from the Thought of Fidel Castro Ruz

 

Juan Manuel Montero Peña
Instituto Superior Minero Metalúrgico de Moa, Cuba

 


RESUMEN

El artículo presenta un análisis del papel de los líderes en la historia y del concepto culto a la personalidad a partir de la interpretación que realiza el autor del pensamiento del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, utilizando algunos textos muy importantes sobre este tema. Se presenta el problema del culto a la personalidad, en el socialismo, como una deformación del ideal socialista y se reflexiona sobre el rol del partido, las masas populares y el líder en la materialización de este fenómeno. Se ofrece un análisis de las cualidades que deben poseer los líderes revolucionarios, del problema de la institucionalización de los procesos de dirección en las revoluciones sociales y se ofrece un concepto del culto a la personalidad a través de una vinculación de la relación entre esta práctica y la autoridad. Se presenta una perspectiva de rol del Fidel en la conducción de la revolución.

Palabras clave: líderes, culto a la personalidad, autoridad, Fidel Castro.


ABSTRACT

The article presents an analysis of the role of leaders in history and of the concept of cult of personality based on the interpretation of the author of the thought of Fidel Castro Ruz, using some very important texts on this subject. It presents the problem of the cult of personality in socialism as a deformation of the socialist ideal and reflects on the role of the party, the popular masses and the leader in the materialization of this phenomenon. It offers an analysis of the qualities that must be possessed by revolutionary leaders, the problem of the institutionalization of the processes of leadership in social revolutions and offers a concept of the cult of personality through a linkage of the relationship between this practice and the authority. It presents a perspective of role of the Fidel in the conduction of the revolution.

Keywords: leaders, cult of personality, authority, Fidel Castro.


 

INTRODUCCIÓN

En el pensamiento marxista es muy difícil encontrarse alguna obra que aborde el problema del papel de los líderes en la historia en las condiciones reales del ejercicio del poder revolucionario, a pesar de que los clásicos del marxismo sentaron las bases para el análisis de este fenómeno. Sin embargo, desde la concepción materialista de la historia hasta las obras que abordan el papel del partido comunista en la conducción de las revoluciones sociales, es posible encontrar las herramientas teórico-metodológicas para este análisis. De ahí surge la necesidad de la búsqueda de referentes marxistas, en pensadores posteriores que facilite ofrecer una interpretación crítica desde esta teoría revolucionaria.

En esta investigación se presenta un acercamiento a la problemática del culto a la personalidad considerado por su autor, como una deformación del papel de los líderes revolucionarios en la historia.

Este problema constituyó, por mucho tiempo, una barrera infranqueable para el análisis de los cientistas sociales, especialmente en los países del mal llamado socialismo real y muy singularmente en la desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). En las búsquedas realizadas no aparecieron trabajos que pudieran constituir referencias sobre el tema, la gran mayoría de los materiales que aparecen publicados no constituyen fuentes confiables, aparecieron en los años posteriores a la desaparición URSS y del campo socialista. Estas publicaciones, básicamente están en la línea de las campañas dirigidas a desacreditar al socialismo.

El Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en varias ocasiones se refirió al problema del papel de los líderes en la historia, a las cualidades de un cuadro revolucionario, al papel de la institucionalidad, el partido comunista y el gobierno en la concreción del culto a la personalidad como un fenómeno de graves consecuencias para el pueblo.

Sin ser propiamente un teórico sobre este tema, en sus reflexiones ofrece importantes referentes sobre el papel de los líderes en la historia y cómo se puede deformar este en las condiciones de la construcción socialista. En el análisis de su papel en la conducción de la revolución cubana, especialmente respondiendo a las preguntas de periodistas sobre su rol en la historia de Cuba, y sobre las consecuencias de su desaparición física, ofrece valiosas ideas de cómo enfrentar la posibilidad de la aparición del culto a la personalidad.

No se trata de una teoría elaborada, se trata de valoraciones realizadas, en diferentes circunstancias históricas, sobre situaciones muy concretas en las cuales tuvo la necesidad de dejar muy claro su papel como conductor de una revolución, en un país donde predominaba el analfabetismo, al frente de un ejército de bases muy humildes. De ahí que esas ideas, de inestimable valor para la elaboración de una teoría sobre el liderazgo revolucionario, tienen que ser asumidas como eso: herramientas para el análisis marxista de la realidad y referentes para la práctica revolucionaria.

Sin embargo, para este investigador estas ideas constituyen valiosas referencias sobre las cuales se puede construir, desde la propia herencia marxista de las reflexiones que realiza el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, una teoría sobre el papel de los líderes en la historia, particularmente de la forma en que puede contribuir a organizar el desarrollo social de un país. Obviamente, la base de esa interpretación es marxista, y encuentra su expresión más clara en todo el análisis del papel de la personalidad y las masas en la historia, uno de los fundamentos que permite al marxismo la superación de las limitaciones pre marxistas en el análisis de los acontecimientos históricos.

En tal sentido el objetivo fundamental de este artículo es ofrecer una visión del papel de los líderes en la historia y el culto a la personalidad, tomando como referentes las ideas que sobre este problema ha expresado en diferentes momentos el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz. La pertinencia social de estas ideas, en las condiciones actuales de globalización de la economía mundial, en medio de un mundo totalmente construido sobre las bases de nuevos saberes, donde la ciencia y la tecnología constituyen mediadores de las relaciones entre grupos sociales, estas ideas representan un aporte valioso a la lucha por un mundo alternativo al del capitalismo neoliberal.

 

Las deformaciones históricas en la interpretación del papel de los líderes en los procesos políticos

El problema del análisis filosófico del culto a la personalidad es un fenómeno poco estudiado, aparece fundamentalmente en la URSS después de la muerte de José Stalin, cuando los dirigentes políticos que le sucedieron se encontraron con la sombra de un líder de profunda ascendencia popular, con un papel innegable en la dirección del país y que había dejado una huella imborrable en la historia de la nación euroasiática. Especialmente la discusión sobre este fenómeno se inicia en el año 1956 por Nikita Jrushchov, Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), cuando en el XX Congreso del Partido pronunció un discurso en el cual intentó valorar las consecuencias del culto a la personalidad de J. Stalin, su papel al frente del PCUS y de la nación(1).

El enfrentamiento a esta situación, que amenazaba las bases del partido y del sistema político del estado insignia del socialismo mundial, era inevitable. No hacerlo significaba una pérdida de credibilidad en aquel proyecto, el cual sustentaba la idea de lo colectivo como premisa de la dirección de la sociedad, pero especialmente se precisaba de una crítica a una práctica que marcaba la vida de la nación. Pero especialmente, su mayor importancia estaba en la necesidad de recuperar la esencia marxista de la dirección colectiva, al menos eso estaba latente en el discurso post stalinista.

Pero hacerlo requería de rigor científico y no una carrera política por superar una barrera que le impedía a los recién llegados al Kremlin gobernar, sin la sombra de un hombre que había marcado para siempre su generación y sin un análisis histórico de las causas que provocaron este problema.

A pesar de la poca información sobre el tema, de la ausencia de evidencias que sirvieran a los interesados sobre este problema conocer lo sucedido realmente en la URSS en los años del stalinismo, mucho se ha hablado desde la muerte de J. Stalin. Sobre el lugar de este en la historia de la construcción del socialismo en este inmenso país, vanguardia del socialismo mundial, sobre sus méritos y sus errores, sobre su papel en la dirección de ese proceso, el líder de la revolución cubana afirma:

Stalin tuvo también grandes méritos, extraordinarios méritos, sin duda, en la época de la industrialización de la URSS, en la dirección del estado soviético, en los días difíciles de los ataques nazistas y esos méritos hay que reconocérselos porque son ciertos. Pero no hay duda de que en la época de Stalin se desarrolló el culto a la personalidad y se cometieron abusos de poder. (Castro, 1977, p. 62)

 

El enfrentamiento al fantasma del stalinismo es prácticamente inexistente en la literatura post- stalinista, se convirtió en un tabú para las futuras generaciones de científicos sociales soviéticos y de todo el mundo, aun cuando sus consecuencias marcarían para siempre al país. Este fue un mal que minó las bases políticas de la sociedad soviética hasta el momento de su desaparición como nación.

El tema, sin pretensiones académicas, ha sido tratado en más de una ocasión por el Fidel Castro Ruz, especialmente en las numerosas entrevistas concedidas por él en Cuba y en el extranjero. En una Conferencia de prensa en Quito en el año 1988 reflexionaba:

Creo que la palabra culto a la personalidad es una palabra que acuñaron los soviéticos, y fue a raíz de no sé qué congreso, allá en los tiempos de Nikita Jruschov, cuando analizó los problemas de la URSS con Stalin y analizó los fenómenos del stalinismo, utilizó la palabra culto a la personalidad. Pero no se sabe si el culto a la personalidad será porque una personalidad política tenga una estatua. Si eso es culto a la personalidad, yo no tengo ninguna estatua en Cuba, y algo más todavía: ni siquiera retratos en las oficinas del Estado, ni calles que se llamen Fidel Castro. (Castro, 1988, p. 5)

 

En el fragmento anterior es posible advertir la conciencia que sobre este fenómeno tenía el líder de la Revolución cubana, tanto que una vez en el poder, de forma inmediata, desde los primeros momentos comienza a sentar las bases morales, e institucionales para enfrentar un fenómeno totalmente ajeno a la esencia del proyecto socialista cubano y al espíritu martiano y marxista de la dirección de la nación.

 

La política sobre el tratamiento de la imagen de los líderes en Cuba

Sería oportuno llamar la atención sobre las premisas esenciales que desde el triunfo del 1ro. de enero de 1959 constituyen principios de la dirección del país. Primeramente, en Cuba no se pueden erigir estatuas a dirigentes vivos, ni nombrar calles, centros o cualquier tipo de institución con nombres de personalidades históricas aún vivas. Y el ejemplo más preclaro de esta política es la propia decisión del Comandante en Jefe, al solicitar que después de su muerte no se nombraran con su nombre, ni calles, ni escuelas, ni ninguna institución pública, voluntad convertida en ley por la Asamblea Nacional del Poder Popular. En segundo lugar, el hecho histórico de que la revolución, desde los primeros momentos, privilegió la toma decisiones sobre la base del colectivismo, sobre el particular afirma Fidel:

Si se entiende por culto a la personalidad el gobierno unipersonal, entonces no se puede hablar de culto a la personalidad en nuestro país, puesto que cuando triunfó la revolución, yo era Comandante en Jefe de un ejército victorioso, pero desde mucho antes me había preocupado por establecer ciertos principios de dirección colectiva. (…) en plena clandestinidad, teníamos un grupo de dirección que analizaba y decidía los problemas. (Castro, 1988, p. 6)

 

El líder histórico de la Revolución cubana ha tenido siempre plena conciencia de la necesidad de desarrollar en el pueblo el valor de la colectividad como principio de la dirección revolucionaria, algo que se fue forjando desde los días iniciales del triunfo cuando se fundaron las primeras organizaciones revolucionarias para enfrentar las agresiones contrarrevolucionarias. Velar permanentemente por el estilo de trabajo colectivo constituye otra premisa importante que ha contribuido a que en Cuba no se den manifestaciones de culto a la personalidad.

Sin embargo, hay un momento especial en el análisis del valor de la colectividad en la dirección de los procesos revolucionarios que se convierte, además, en una herramienta metodológica para el análisis dialéctico de la relación entre los líderes, el partido y las masas populares que constituye una referencia obligada para las presentes y futuras generaciones. Sobre este tema afirma Fidel en 1976:

(…) los fundadores de un proceso revolucionario socialista adquieren ante sus conciudadanos tal autoridad y ascendencia, tales y tan poderosos medios, que el uso irrestricto de esa autoridad, ese prestigio y esos medios puede llevar a graves errores e increíbles abusos de poder. (…) cualquier hombre, no importa que actitudes se le puedan atribuir, nunca será superior a la capacidad colectiva, que la dirección colegiada, el respeto irrestricto a la práctica de la crítica y la autocrítica, la legalidad socialista, la democracia y disciplina partidista y estatal y la inviolabilidad de las normas y las ideas básicas del marxismo - leninismo y el socialismo son los únicos valores sobre los cuales puede sostenerse una verdadera dirección revolucionaria. (Castro, 1976, p. 56)

 

Estas ideas merecen ser estudiadas por encima de cualquier intento de transferir hacia el país los principios teóricos de sistemas de dirección ajenos a la cultura nacional, desconociendo el contexto histórico donde surgieron, especialmente como una manifestación de intereses clasistas muy diferentes a los de la sociedad cubana. Sin embargo, su práctica se convierte en un estilo que no llegó a los resultados esperados porque quienes los transfirieron desconocieron el carácter cultural de los procesos implicados.

Si se analizan los primeros años después del triunfo del 1ro. de enero de 1959 sería verdaderamente difícil asumir que fuera posible dirigir la Revolución de una forma diferente, téngase en cuenta que la llegada al poder del gobierno revolucionario se produce en un país con un elevadísimo nivel de analfabetismo, sin recursos humanos para dirigir los procesos económicos, políticos y sociales de la nación. Y en medio de esta realidad el gobierno de los Estados Unidos se convierte en el principal enemigo del pueblo, tanto que desde febrero de 1962 impone a la joven Revolución un férreo bloqueo económico que hacía más difícil la toma de decisiones de cualquier índole por parte de la dirección revolucionaria. Fidel muy claro de su papel decía:

(…) estoy consciente de cuál ha sido mi papel, y ha sido un papel - estoy consciente -, en un momento determinado, muy importante, porque cuando no hay nadie y empiezan unos pocos, la idea de algunos o de una persona puede tener un gran valor. (Castro, 1985a, p. 114)

 

Para la gran mayoría de los estudiosos de los movimientos sociales que tienen lugar en América latina, las ideas sobre el papel de los líderes en procesos revolucionarios iniciados en países subdesarrollados poseen una gran importancia. Especialmente, si se tiene en cuenta que el ascenso al poder de gobiernos populares en Venezuela, Ecuador, Bolivia, Argentina, Chile y Nicaragua se produce con las mismas reglas de las elecciones burguesas que utilizan toda la experiencia y el poder económico que poseen para manipular la opinión pública a favor de sus candidatos.

Indudablemente en un nuevo escenario socioeconómico, como de los primeros años del siglo XXI, marcado por los increíbles adelantos de las tecnologías de la información y las comunicaciones, dirigir con apego a normas de dirección fundamentadas en el respeto a los principios de la democracia socialista es de mucha importancia para la izquierda y sus seguidores.

 

La autoridad, los líderes y las instituciones

La idea que se expone a continuación debe constituir un llamado de atención para quienes dirigen procesos políticos. El punto de partida para evitar cualquier abuso de autoridad parte del mismo líder, de su personalidad, de sus valores que se expresan en un modo de actuación que encuentra sus síntesis en estas palabras: "(…) los que fundan revoluciones, en todas las épocas, adquieren una gran autoridad (…) Yo he tenido siempre mucha conciencia de ese problema, aunque he tenido una gran autoridad" (Castro, 1987, p. 166).

Para las generaciones actuales y futuras de cubanos, los que nacieron después de 1959, es de gran trascendencia estudiar las ideas de Fidel sobre este problema y su relación con la dirección de la Revolución. Hoy cuando nuevas condiciones imperan en la realidad latino-americana y mundial, ideas como las que a continuación se analizan tienen una gran importancia práctica. Dice Fidel

(…) algunos de ustedes se dolían cuando nosotros hacíamos un análisis de nuestros errores: sé que particularmente (…) cuando nosotros decíamos y hablábamos de los gérmenes del espíritu pequeñoburgués y de chovinismo que solíamos padecer los que por vías puramente intelectuales habíamos llegado a los caminos de la revolución (…) (Castro, 1976a, p. 41)

 

Esta es una idea que cobra especial vigencia en los períodos revolucionarios cuando en la organización y desarrollo de las revoluciones participan representantes de la mediana y pequeña burguesía, que en determinados momentos ven algunos de sus intereses en los objetivos que defiende el proceso o sencillamente se interesan por ganar espacios en los gobiernos que se formen al triunfar. Estas ideas cobran una vigencia extraordinaria en las condiciones actuales de la lucha de los pueblos de América Latina, cuando ha cambiado radicalmente la composición de las fuerzas de la izquierda de la región.

Con la aparición de nuevos actores, nuevos escenarios y una forma diferente de organización social del trabajo vendrán a las revoluciones, representantes de los más disímiles grupos sociales. Pero especialmente con la aparición de un nuevo escenario tecnológico y de relaciones entre grupos sociales en un espacio absolutamente virtual, aparecerán nuevas formas de concebir la dirección social, de hecho, ya existen los llamados gobiernos online, incluso, en países subdesarrollados. La sabiduría estará en poder orientar a los nuevos actores aparecidos en estos escenarios por los caminos de la radicalización de los objetivos preliminares de sus movimientos sociales.

Esta manera de ver la dialéctica de la revolución se corresponde plenamente con el enfoque marxista del problema y se adelanta previsoramente a lo que sucedería a finales del pasado siglo e inicio del presente en América Latina con la llegada en poder de líderes considerados por la ortodoxia de la teoría revolucionaria, no adecuados para dirigir movimientos populares. Por ello resulta un importante llamado a la reflexión las palabras que continúan la cita anterior:

No podríamos decir que el mundo está lleno de revolucionarios y, en cambio, si podríamos decir que el mundo está lleno de pequeños burgueses. (…) el mundo está plagado de mucha gente que por vías puramente intelectuales llegan a posiciones revolucionarias, pero traen el lastre de su clase y traen esos gérmenes; hay mucha gente en América Latina, en Europa, en todas partes (…) Y con ese espíritu nos encontramos constantemente. (Castro, 1976a, p. 41)

 

Es una realidad la expresada por Fidel y lo confirman los numerosos movimientos sociales que en el mundo de hoy son dirigidos por líderes que no surgieron en el seno de la clase obrera; por personalidades que pertenecen a sectores de la pequeña y mediana burguesías, con el lastre de su clase, pero que en el momento de dirigir a las masas se apropiaron de sus consignas, de sus aspiraciones y se lanzaron a la revolución.

Y el mejor ejemplo de cómo vencer estos gérmenes lo da el propio Fidel cuando dice: "¿Qué menos podemos hacer, que reconocer esa verdad? ¿Y qué mejor prueba, incluso, puede darse de que se empieza a dejar o a vencer o a derrotar esos gérmenes, que cuando comprendemos que lo tenemos?" (Castro, 1976a, p.41).

En verdad, la comprensión y el reconocimiento de esos gérmenes y la capacidad de hacer un verdadero análisis autocrítico de su actividad es uno de los principios que debe acompañar a un revolucionario, a un intelectual, a un científico, a un obrero comprometido con su clase, a cualquier hombre que en el mundo dedique su vida a defender los intereses de los demás. Por ello este trabajo, sin más pretensiones que contribuir a rescatar algunas ideas de la ética del dirigente revolucionario, desde la práctica del líder histórico de la Revolución Cubana, busca promover la reflexión sobre la relación entre los líderes y las masas.

Para la mayoría de los dirigentes de las naciones latinoamericanas donde llegaron al poder gobiernos populares, con hombres salidos de la intelectualidad y de la pequeña burguesía, estas ideas deben ser estudiadas y contextualizadas a la realidad de cada proceso. El gran desafío de un revolucionario, está claro en el pensamiento del líder de la Revolución cubana, es cómo se apropia de los retos de su época, de qué forma se convierte en representante de las mayorías, cómo encamina los procesos que encabeza sin caer en culto a la personalidad, en el abuso de autoridad. Para ello, en primer lugar; debe tener conciencia de que este fenómeno es totalmente posible, que un revolucionario es primero que todo un ser humano, pero si se tiene conciencia de ello es totalmente posible superar las limitaciones que puedan aparecer; la verdadera grandeza de un revolucionario está en reconocer que "El hombre en las distintas etapas se puede sentir asaltado (…) por la arrogancia, la vanidad (…) siempre he estado muy alerta contra todo eso, o por lo menos consciente cuando me dejaba llevar por algunos de esos sentimientos" (Castro, 1977, p. 51).

En el mundo de hoy no se puede pretender, únicamente, que las revoluciones sean dirigidas desde abajo por representantes de la clase obrera, el gran problema consiste en la aparición de líderes con la sensibilidad humanista y la suficiente vocación y capacidad para encarnar los intereses de las multitudes enroladas en las revoluciones, que concreten los factores subjetivos y dirijan a las masas por los caminos de la revolución, sin los clásicos arreglos con las oligarquías dominantes y los centros de poder del capitalismo mundial. Estas ideas están bien definidas en el pensamiento del líder de la Revolución cubana, quien trata el problema de la siguiente forma

(…) nosotros no éramos proletarios, mucho de nosotros; (…) no éramos campesinos explotados; si nuestra condición de clase no nos hacía objetivamente revolucionarios; ¿Por qué camino podíamos llegar a la revolución, sino por los caminos del pensamiento, de la vocación, de la sensibilidad humana? (Castro, 1976a, p. 41)

 

En este sentido se impone una valoración crítica de la realidad que exige de un pensamiento dialéctico, sin caer en chovinismo, ni nacionalismo exacerbado, de los que tanto daño causaron al movimiento revolucionario mundial en el pasado siglo.

 

La autoridad moral y la formal en la dirección de los procesos históricos

Por ello sería útil estudiar los planteamientos del líder de la Revolución cubana refiriéndose al tema de la autoridad. Para Fidel

(…) la autoridad que nosotros tenemos un poco es histórica, la que tengan las demás se la deben otorgar las instituciones. Claro, tendrán su autoridad, sus méritos, su prestigio, pero cuando se diga: este compañero es elegido para tal y tal tarea, es el partido fundamentalmente el que lo reviste de autoridad. (Castro, 1985b, p. 115)

 

Existen claras diferencias entre los tipos de autoridad a las que se refiere el compañero Fidel, la adquirida por sus méritos personales, por su ejemplo, por su dedicación a una obra a partir de su sacrificio y por su capacidad de interpretar y transformar las condiciones históricas en que viven en el momento que les tocó dirigir un proceso y la otorgada por las instituciones, la formal, la que reciben los dirigentes que van surgiendo como consecuencia de la institucionalización de los procesos y del surgimiento de nuevas tareas.

Estos dirigentes reciben, de acuerdo con su cargo, autoridad formal para ejercer sus funciones; es lógico en cualquier organización, pero las diferencias con los que poseen autoridad adquirida, histórica; es significativa. Por ello el papel de los partidos es particularmente importante para evitar las desviaciones y manifestaciones de populismo que frecuentemente se asocian a los que sin ser líderes dirigen actividades en cualquier organización. Lamentablemente es una práctica humana asociar los errores cometidos por estos tipos de dirigentes con las instituciones a las que pertenecen, sin tener en cuenta las condiciones en las cuales llegan estos a sus puestos.

La conciencia del líder cubano sobre estos problemas convierte en propósitos tangibles la dirección participativa, para lo cual comienza a crear un poderoso sistema de educación en el que se formarían miles de profesionales capaces de participar de manera real en la conducción del país. Este problema, por su importancia, merece ser investigado en toda su amplitud, para ello se continuará profundizando en el pensamiento de Fidel, tratando de que sus reflexiones sobre este tema lleguen con la necesaria lectura académica. Por ello se propone continuar con el análisis de las cualidades de un líder revolucionario con el objetivo de exponer la vía práctica en que estos evitan cualquier manifestación de culto a la personalidad.

 

Las cualidades de un líder revolucionario

Es necesario, como resumen de este epígrafe realizar un comentario sobre lo que define el Comandante en Jefe como líder. Para él las cualidades de un líder revolucionario son las siguientes:

(…) hace falta una gran dosis de convicción, de pasión en lo que se está haciendo; (…) una gran confianza en el pueblo; (…) tenacidad; (…) serenidad (…) un sentido de la responsabilidad, identificación con lo que se está haciendo y con el pueblo (…) se necesita (…) preparación, (…) ideas claras. (Castro, 1985b, p. 48-49)

 

En el caso del presente trabajo estas ideas constituyen referentes teóricos y metodológicos para la comprensión del problema de la actuación de los líderes en la historia. Especialmente la segunda parte de esta definición, sin caer en academicismos innecesarios, aporta ideas importantes para su introducción en el análisis de elementos conceptuales de esta problemática.

Continúa más adelante el líder de la Revolución cubana añadiendo nuevos elementos a su concepto de líder revolucionario, el cual asume el autor como válido para las tesis que se defienden. Dice textualmente

(…) hay que tener un sentido de la solidaridad humana grande, (…) gran respeto por el pueblo, no ver al pueblo como un instrumento, sino (…) como un actor, verdaderamente como el protagonista, el objetivo y el héroe de esa lucha. (Castro, 1985a, p. 48-49)

 

Es evidente que quien se apropie de estas cualidades jamás cometería los lamentables abusos de poder que en el pasado tuvieron lugar en varias naciones de Europa del Este. Estas cualidades deben ser entendidas, en su sentido práctico, como valores para tener en cuenta en el momento de elegir a un cuadro de dirección en cualquier nivel de un país. Por tal motivo se considera muy útil que estos valores se tomen no solo como referentes del análisis que propone el trabajo, sino como indicadores de evaluación de los líderes de procesos en los cuales toman parte amplios sectores de la clase obrera y especialmente cuando los que dirigen no proceden de las filas del proletariado.

Dentro de lo que el compañero Fidel considera como cualidades de un líder revolucionario se insiste de forma permanente en la relación de estos con el pueblo, es un tema sobre el cual es muy oportuno reflexionar; especialmente porque la sociedad socialista, en general; promueve sus dirigentes por sus méritos ante el colectivo, por su trayectoria y su capacidad de aglutinar a las masas y encaminarlas hacia la consecución de sus objetivos colectivos. En las sociedades que basan sus principios de dirección en los valores individuales de los hombres para ser promovidos a cargos de dirección, la colectividad es un espacio para realizar la individualidad a partir a de asumir los intereses colectivos como objetivos propios.

La cita que a continuación se expone constituye un ejemplo de cómo debe articularse la relación entre los líderes y el pueblo, además, constituye otro momento significativo de los principios sobre los cuales se sustenta el ideal revolucionario cubano, de bases marxistas y martianas. Para Fidel:

(…) la revolución la puede hacer solo el pueblo, todo el pueblo, y lo primero que tienen que hacer los revolucionarios para que todo el pueblo los acompañe es convencer al pueblo de que debe acompañarlos, convencer al pueblo de que la revolución es lo más justo y es la etapa más elevada a la que puede llegar una sociedad (…) (Castro, 1989, p. 180)

 

Estas ideas constituyen, en opinión del autor, la síntesis de la ética que debe presidir el modo de actuación de un líder revolucionario. Es la expresión de un pensamiento que sintetiza las aspiraciones más humanistas de la tradición revolucionaria cubana que debe estudiarse detenidamente si se aspira a encontrar una explicación científica a la deformación del ideal socialista en los países que iniciaron procesos de orientación socialista.

La idea sobre la necesidad de convencer al pueblo sobre la justicia de la revolución es vital para la construcción del socialismo, de proyectos de orientación revolucionaria, de vocación popular. La revolución se concreta en la actuación de hombres conscientes de su papel como actores de un proceso de cambio, con valores diferentes a los de las sociedades explotadoras del hombre por el hombre. Pero ello solo puede lograrse cuando los líderes de los partidos u organizaciones populares dirigentes de movimientos revolucionarios, como dice Fidel, convencen al pueblo de que debe acompañarlos.

Esta lógica de pensamiento y de praxis revolucionaria, constituye un valor permanente en la obra del líder histórico de la Revolución cubana que llama la atención, en su discurso político, por la coherencia que posee a pesar de producirse en espacios históricos diferentes. Sobre el tema de cómo los líderes deben convencer al pueblo de la necesidad de acompañarlos ofrece la siguiente perspectiva, síntesis de una teoría convertida en modo de actuación: "(…) hablamos de inculcar espíritu proletario, crear conciencia. (…) Estamos en una situación hoy día en que (…) tenemos que ir a las fábricas a tomar conciencia de los obreros, no a llevarles conciencia" (Castro, 1970, p. 63).

Las palabras anteriores para nada niegan la necesidad del trabajo teórico que deben desarrollar los dirigentes revolucionarios de la clase obrera para introducir las ideas del socialismo, como fundamento de revolución, entre sus filas. El problema cardinal de esta perspectiva consiste en la necesidad de vincular a los líderes políticos con los obreros, en la práctica cotidiana de hacer la revolución desde la base para que puedan pulsar el espíritu revolucionario de la clase que representan.

Todos estos elementos constituyen referentes teóricos y metodológicos para el análisis del problema del papel de los líderes en la historia, desde la perspectiva del pensamiento del compañero Fidel. Es muy oportuno reiterar la idea sobre la necesidad de asumir todo este pensamiento como resultado de la actividad de alguien que ejerció el poder durante muchos años, sin comprometer los objetivos de su dirección por ambiciones personales, ni deformaciones del rol de un dirigente revolucionario marxista.

Los análisis sobre el tratamiento del papel de los líderes políticos en Europa del Este deben ser retomados a partir de la necesidad de esclarecer las causas que provocan las distorsiones del ideal socialista referidas al papel de los líderes en la conducción de los procesos revolucionarios y de recibir como herencia los resultados de discusiones que no poseían un enfoque serio, pues estaban limitados por el escaso nivel de conocimiento que las ciencias sociales poseían entonces sobre este problema y las limitaciones existentes, en estos países, para abordarlos.

C. Marx, F. Engels y V. I. Lenin no dedicaron suficiente atención a esta problemática en una época donde la práctica social les impuso otras urgencias, principalmente las relacionadas con los estudios de los fundamentos del capitalismo para los alemanes y de la revolución social y la construcción del socialismo para el ruso.

Esta situación deja, a los teóricos del socialismo posteriores, sin una referencia obligada para enfocar un problema de vital importancia para las fuerzas revolucionarias y progresistas de hoy, donde a partir de la Revolución cubana el papel del factor subjetivo ha cobrado una especial importancia, en un mundo donde los mecanismos más poderosos de la globalización neoliberal están produciendo una homogeneización de las culturas, donde se satanizan líderes políticos y se derrocan sistemas bajo el escudo de la civilización como una consecuencia de complejos manejos publicitarios.

Esta visión tergiversada del papel de los líderes en los procesos sociales conduce a que se desarrollen campañas publicitarias que, apoyadas por las poderosas maquinarias de la globalización de la cultura, crean imágenes totalmente falsas de las personalidades políticas que se oponen a sus intereses, utilizando para ello los aporte de ciencias como la Semiótica, la Psicología, la Sociología y otras que sirven de soporte para la manipulación de la opinión pública.

Estos mecanismos publicitarios se apoyan en un tratamiento teórico que distorsiona la realidad y provoca el rechazo de las multitudes hacia las personalidades que pretenden eliminar del escenario político. Manipulan desde un enfoque malintencionado la opinión pública de sus países y crean nichos de rechazo en diferentes sectores de la población que finalmente terminan por apoyar cualquier acto de barbarie con la finalidad de eliminar físicamente la figura de un líder político.

Las cuestiones más importantes en este intento de explicación filosófica del culto a la personalidad parten de la elaboración de un concepto sobre este fenómeno que permita establecer diferencias entre esta forma de ver a los líderes y el auténtico reconocimiento de los méritos de una determinada personalidad histórica en la conducción de un proceso social como manifestación acabada de intenciones políticas elaboradas en los niveles más especializados de la conciencia social.

Esta problemática en la actualidad tiene una relación directa con la continuidad política de los procesos sociales que reclama de la existencia de instituciones democráticas abiertas al control ciudadano, donde cada comunidad pueda decidir sus destinos a partir de una cultura que le permita ser un decisor real.

Existe una relación estrecha entre la nociva manifestación del culto a la personalidad y la cultura de las diferentes comunidades y, algo muy importante en el mundo de hoy, entre este fenómeno y las tecnologías de la información y las comunicaciones. Los medios de los que disponen las potencias centrales son capaces de difundir en cuestión de segundos informaciones falsas y tergiversadas de los países y líderes que no les convengan a sus intereses y lo más negativo de todo esto es que con las tecnologías de que disponen se le da a todo esto un viso de credibilidad que es muy difícil de combatir.

 

Concepto de culto a la personalidad

Para la construcción de sociedades alternativas al capitalismo neoliberal es imprescindible explicar la existencia del culto a la personalidad como una práctica que modifica totalmente el ideal socialista sobre el papel de los líderes en la historia. El culto a la personalidad, para tener lugar, necesita de la aceptación de cada uno de sus factores: las masas populares, el líder y el partido político al que este pertenece. Es decir; se produce cuando se ha logrado, utilizando métodos muy diversos, que van desde la manipulación de la opinión pública hasta el terror, que las masas vean en el dirigente de una actividad la representación de sus intereses, que este por sus características individuales lo acepte y el partido lo valide como una práctica normal de dirección.

Obviamente esta es una manifestación que puede tener lugar en cualquier sociedad, no es privativa de la sociedad socialista, indepen-dientemente de ser esta la idea que se ha querido oficializar a lo largo de la historia. Sin embargo, estas manifestaciones se pueden encontrar tanto en diferentes países, grupos sociales, organizaciones religiosas, etc.

El culto a la personalidad se vincula con la solución de acciones de interés colectivo, donde se presenta al líder como el único capaz de lograr los objetivos grupales. En los países donde triunfaron revoluciones sociales de orientación popular o marxistas, estas prácticas constituyen distorsiones del ideal socialista.

El culto a la personalidad en los países socialistas, para ser más preciso, en vías al socialismo; durante el período de construcción de la dirección revolucionaria, cuando el proletariado de clase desposeída se convierte en dominante ha constituido una práctica de consecuencias nefastas para los movimientos socialistas, utilizado con punta de lanza para atacar a estos procesos(2).

El triunfo de una revolución auténticamente socialista, téngase en cuenta que el período de transición del capitalismo al socialismo es una etapa de la Formación Económico Social comunista, obliga a los que dirigen estos procesos a promover cambios en la vida socioeconómica del país que van desde la socialización formal de los medios de producción, por las vías históricas conocidas, hasta la creación de una superestructura revolucionaria para asimilar los cambios. Ello requiere la participación de miles de dirigentes y profesionales con determinadas condiciones para administrar el país, los cuales, en algunos casos, vienen de los sectores más privilegiados de la sociedad, otros son de los sectores más humildes, sin grandes conocimientos.

Así en medio de las tareas inmediatas de los procesos revolucionarios, comienzan a dirigir el país hombres que rápidamente concentran en sus manos un gran poder, especialmente, cuando el nivel de institucionalización es muy bajo, no existen mecanismos de poder amparados por la ley y faltan las instituciones para regular ese ejercicio. Estas prácticas nocivas para las revoluciones van desde la aparición de las burocracias de la clase obrera hasta el culto a la personalidad. Sobre esta temática, el compañero Fidel ha dicho:

¿Qué demuestra la historia? Que los hombres han tenido poder y han abusado de ese poder. Incluso en los procesos revolucionarios, determinados hombres adquieren un poder extraordinario, sobre todo en esta fase (…) en los primeros años. Cuando ya se institucionalizan los procesos, cuando ya existe un Partido, cuando ya existen las normas establecidas, cuando esas normas se convierten en una cultura de la comunidad, entonces no hay peligros. (Castro, 1976a, p. 41)

 

Por todo ello es importante que los procesos de institucionalización de los gobiernos revolucionarios se apoyen en la formación de una cultura del ejercicio del poder que en el socialismo es la única garantía de la participación consciente de los trabajadores en la toma de decisiones. Ello se logra, únicamente, a partir de la creación de una cultura apoyada en sólidos conocimientos, con probados mecanismos de control. La historia ha demostrado que en los primeros momentos de las revoluciones socialistas estos riegos existen, que hay causas para la aparición de deformaciones en el ejercicio del poder, que puede aparecer el culto a la personalidad. Existen premisas objetivas, entre estas están, el arribo al poder de amplios sectores de la clase obrera sin ninguna experiencia para gobernar, con bajos índices de escolaridad.

Ello obliga, en virtud de cerrar el camino a la posibilidad de cometer errores, a fortalecer la centralización en la distribución de los recursos y como consecuencia existe poca posibilidad de descentralizar el poder hacia las estructuras subalternas. De tal forma que en muchos casos se toman decisiones en los niveles superiores que conciernen a la base de las comunidades y las empresas. En la mayoría de los casos es una estrategia que garantiza utilizar adecuadamente los recursos en función de un desarrollo más equilibrado de las regiones del país.

En muchos países donde triunfaron revoluciones sociales existen condiciones objetivas para la existencia del culto a la personalidad, por eso es imprescindible que se continúe demostrando su carácter contrario a la naturaleza del socialismo, con ello surge la necesidad de una definición sobre este fenómeno. En primer lugar; la manifestación del ejercicio del poder como la imposición de la autoridad de un dirigente sobre la colectividad es contraria al principio de la dirección colegiada y el centralismo democrático y se produce cuando se violan estos principios, cuando un grupo de individuos logra socavar la autoridad del partido gobernante.

Ante esta problemática surgen otras interrogantes: ¿en una sociedad totalmente institucionalizada, basada en pilares firmes de dirección científica, un individuo aisladamente puede pasar por encima de las organizaciones del sistema político y erigirse en "representante" de los intereses de la colectividad? ¿Cómo trata el Comandante en Jefe esta posibilidad en una de sus intervenciones trascendentales? Dice:

Todo (…) puede ocurrir cuando una camarilla corrompida y endiosada puede hacerse dueña del partido, destruir, humillar y aplastar a los mejores militantes e imponer su voluntad a toda la nación apoyada en la fuerza y el prestigio que emana de una profunda revolución social (Castro, 1976b, p. 56)

 

Para el tratamiento del papel de los líderes en la historia, estas palabras cobran especial importancia, por ello se llama la atención sobre los errores que jamás debe cometer un partido en materia de dirección y ello constituye otro momento de la defensa de los valores de la dirección socialista.

  • Crear las bases institucionales para que jamás grupos especiales se puedan adueñar del poder y pasar por encima de los intereses colectivos.
  • Eliminar cualquier posibilidad, de la existencia de personas y grupos que amenacen a los militantes del partido que se enfrenten a los que deslegitimen el poder revolucionario.
  • No permitir, bajo ningún concepto que nadie utilice la autoridad del partido comunista en detrimento de la colectividad y a favor de intereses individuales o sectoriales, fortaleciendo para ello los mecanismos de participación y control.

¿Qué entender, entonces, por culto a la personalidad? El culto a la personalidad es la imposición consciente de la voluntad de un líder sobre un grupo social, partido político, organizaciones gubernamentales o un espacio sociopolítico, sobre la base de la identificación previa por parte de las masas populares de los logros alcanzados con la figura principal de la organización que los dirige en ese momento.

Es un acto de abuso del poder al cual se llega por diferentes vías a partir de la utilización de la autoridad de un líder como mecanismo de ejercicio de poder. Emplea métodos de presión ideológica convirtiendo a las organizaciones que lideran en un órgano formal donde las decisiones individuales se legitiman como voluntad colectiva.

Por culto a la personalidad se entiende el proceso consciente de orientación hacia la sociedad de la figura de un líder político exagerando sus méritos y sobreestimando, de forma planificada, su capacidad de dirección. Es un fenómeno que tiene lugar como consecuencia de una relación disfuncional de la interacción de los factores líder-partido-masas populares.

Para las revoluciones sociales auténticas esta idea está bien definida en el pensamiento del líder histórico de la Revolución cubana, una expresión más de su pensamiento marxista. Refiriéndose a la última etapa de la revolución afirma:

El pueblo necesitaba líderes. Los líderes estaban en el pueblo. El pueblo siempre produjo sus líderes en cada etapa de nuestras luchas revolucionarias. No son los líderes los que forjan a los pueblos; son los pueblos los que forjan a sus líderes. (Castro, 1979, p. 52)

 

En otro momento, el líder histórico de la revolución, pronuncia unas palabras que deben servir de eje transversal para el análisis de esta problemática en cualquier escenario, especia-mente en las difíciles condiciones de la lucha revolucionaria de hoy. Estas son sus reflexiones:

Los hombres no hacen ni pueden hacer la historia a su capricho. Tales parecerían los acontecimientos de Cuba si prescindimos de la interpretación científica. Pero el curso revolucionario de las sociedades humanas tampoco es independiente de la acción del hombre; se estanca, se atrasa, o avanza en la medida en que las clases revolucionarias y sus dirigentes se ajustan a las leyes que rigen sus destinos. Marx, al descubrir las leyes científicas de ese desarrollo, elevó el factor consciente de los revolucionarios a un primer plano en los acontecimientos históricos. (Castro, 1973, p. 61)

 

Para finalizar con el tema del concepto de culto a la personalidad resulta muy oportuno, siguiendo el pensamiento del líder de la Revolución cubana, establecer algunos puntos de vista sobre las diferencias existentes entre autoridad y culto a la personalidad. Para el análisis de esta manifestación en el socialismo, esta es una idea muy importante.

 

Autoridad y culto a la personalidad

Para poder explicar con mayor precisión la relación líder-masas populares-partido es muy valioso conocer qué entender por autoridad, esta es una idea presente en el pensamiento marxista y que contribuye a esclarecer la relación que existe entre la autoridad adquirida y la otorgada.

Autoridad en el sentido que se trata, quiere decir: imposición de la voluntad de otro a la nuestra; autoridad supone, por otra parte subordinación. Ahora bien; por muy mal que suenen estas dos palabras y por muy desagradable que sea para la parte subordinada la relación que representan, la cuestión está en saber si hay medio de prescindir de ella, sí - dada las condiciones actuales de la sociedad - podemos crear otro régimen social en el cual esta autoridad no tenga ya objeto y en el que, por consiguiente pueda desaparecer. (Engels, 1973, p. 397)

 

Sobre este concepto se requiere realizar algunas consideraciones para el análisis del papel de los líderes y de las organizaciones. En una sociedad dividida en clases donde la necesidad del poder es la manifestación de la existencia de contradicciones entre estas, la autoridad no desaparecerá en la misma medida que constituye la expresión del dominio de una clase sobre otras.

Entonces, ¿qué diferencias existen entre el culto a la personalidad y la autoridad? En primer lugar; el culto a la personalidad es manifestación de la exageración intencionada de los méritos, las cualidades y la capacidad de dirección de un dirigente. Por su parte, la autoridad es el reconocimiento de la capacidad legítima de un líder en la conducción de un proceso y se ejerce en los marcos de la más estricta colectividad institucionalizada.

En segundo lugar; en el culto a la personalidad existe la manipulación de la opinión pública a partir del hecho consciente de que el líder acepte la idea de ser promocionado y el partido al que pertenece acepte esa práctica. En el caso de la autoridad la ascendencia adquirida por el líder es de forma espontánea, como resultado de su papel en el desarrollo social del país, excluye toda forma de manipulación.

En tercer lugar; en el culto a la personalidad la voluntad del individuo que se promociona es impuesta de cualquier forma, se emplean hasta métodos coercitivos. Estas prácticas violan la disciplina partidista, las decisiones colectivas y desacreditan a los partidos. La autoridad se basa en educar haciendo, transformando los procesos en unidad permanente con el pueblo, en la dedicación a una obra participando directamente en su realización y se basa en el principio de ver a la colectividad como el medio de realización de la individualidad.

En cuarto lugar, el culto a la personalidad es manifestación de exageradas apetencias de poder y de necesidad de reconocimiento individual basados en intereses ajenos a los de la revolución. En el caso de la autoridad ejercida por un líder en procesos revolucionarios, su fin último se encuentra en el interés supremo de salvaguardar los intereses colectivos. En esta sentido Fidel es concluyente cuando dice:

La fuerza de la revolución está en esa proximidad, en esa identificación entre las masas y el Estado, entre las masas y la autoridad. Eso es lo que le da una invencible fuerza a la revolución […] Y ninguno de nosotros podemos ver los cargos, las funciones, la autoridad, como algo propio. (Castro, 1974, p. 62)

 

Esta es la única forma legítima en la cual un líder debe utilizar la autoridad, ello es la garantía de no distorsionar las cualidades que lo deben caracterizar como vanguardia de la clase trabajadora, principalmente por la conciencia que tenga de cuál es la forma de utilizar la autoridad, en tal sentido estas palabras son muy aleccionadoras:

Siento que creció cada día mí admiración por lo que es capaz el hombre, su enorme potencialidad para el sacrificio, la solidaridad y la nobleza, y mayor comprensión también de sus humanas limitaciones. Creo que largos años en el ejercicio de una importante responsabilidad, pueden corromper a un hombre, pero creo también que pueden hacerlo mejor. (Castro, 1985b, p. 44)

 

Definitivamente estas ideas expresan la esencia del pensamiento de un hombre que dedicó toda su vida al servicio de su pueblo y de la humanidad, con plena conciencia del papel del líder en la historia, de su responsabilidad y de su influencia en los colectivos donde trabaja y en los procesos que lidera.

 

A MODO DE CONCLUSIONES

El culto a la personalidad es una expresión deformada del papel de los líderes en la historia, que tiene lugar como consecuencia de una práctica enajenada de los principios de la dirección colectiva y de la violación de todas las normas de la democracia, en cualquiera de sus manifestaciones. De ahí que en un factor determinante en su materialización lo constituye el líder, sus valores, sus principios morales y la conciencia de que su papel en la historia es un factor determinante para el enfrentamiento de cualquier manifestación alejada de su rol como intérprete y conductor de los intereses de las masas a las cuales dirige.

El fortalecimiento de la cultura política de las masas populares constituye un factor esencial para que estas comprendan su verdadero papel como el centro de los cambios que se producen en cualquier sociedad, de ahí la necesidad de educarlas para que su participación en los procesos políticos sea cada día más consciente y transformadora.

La institucionalización de los procesos políticos, la existencia de instituciones democráticas, de vías para llegar a ellas y de ciudadanos con todas las capacidades y herramientas políticas para decidir sobre su destino, constituyen premisas esenciales para enfrentar cualquier manifestación del culto a la personalidad.

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

CASTRO, F. (1970). Discurso pronunciado en la plenaria provincial de la CTC celebrada los días 2 y 3 de septiembre de 1970. Bohemia, (38), 51-65.

CASTRO, F. (1973). Discurso pronunciado en el acto central en conmemoración del XX Aniversario del ataque al cuartel Moncada el 26 de Julio de 1973. La Habana: Editora Política.

CASTRO, F. (1974). Discurso pronunciado en la clausura del II Congreso de la FMC. Bohemia, (49), 51-64.

CASTRO, F. (1976 A). Discurso pronunciado en la clausura del primer congreso del P.C.C. Bohemia, (1), 38-46

CASTRO, F. (1976B).Discurso pronunciado en la Sesión solemne de Constitución de la Asamblea Nacional del Poder Popular. Bohemia, (68), 54-61.

CASTRO, F. (1977). Entrevista con la periodista norteamericana Bárbara Walters. Bohemia, (26), 44-67.

CASTRO, F. (1979). Discurso pronunciado en la Sesión Solemne de la Asamblea Nacional del Poder Popular por el XX aniversario de la victoria de la revolución. Bohemia, (1), 54-65.

CASTRO, F. (1985 A). Sobre la deuda impagable de América Latina, sus consecuencias imprevisibles y otros temas de interés político e histórico. Entrevista concedida a la agencia EFE. La Habana: Editora Política.

CASTRO, F. (1985 B).Nada podrá detener la marcha de la historia. Entrevista concedida a J. Elliot y M. Dumally sobre múltiples temas económicos, políticos e históricos. La Habana: Editora Política.

CASTRO, F. (1987) Un encuentro con Fidel. Entrevista realizada por Gianni Miná. La Habana: Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado.

CASTRO, F. (1988). Una América latina más unida. Conferencia de prensa en Quito. La Habana: Editora Política.

CASTRO, F. (1989).Discurso pronunciado por el segundo aniversario de la fundación del Contingente "Blas Roca Calderío". La Habana: Editora Política.

ENGELS, F. (1973). Obras escogidas (tomo II). De la autoridad. Moscú: Editorial Progreso.

 

 

Enviado: 17/01/2018
Aprobado: 27/02/2018

 

 

Dr. Juan Manuel Montero Peña, Profesor Titular, Instituto Superior Minero Metalúrgico de Moa, Cuba, ORCID 0000-0002-0869-117, Correo electrónico: jmpena@ismm.edu.cu

 

NOTAS ACLARATORIAS

1 El discurso de N. Khrushchev conocido como Informe Secreto al XX Congreso del PCUS del 25 de febrero de 1956 no analizó las verdaderas causas del culto a la personalidad de J. Stalin. Su crítica se centra en la valoración del carácter y la personalidad autoritaria de este líder y de las razones de V. I. Lenin para sugerir la conveniencia de que no ocupara el cargo de Secretario General. Es un análisis frío de la relación de J. Stalin con V. I. Lenin y otras personalidades de la época, sin valorar los elementos del contexto histórico, especialmente de la actuación del partido, que favorecieron el surgimiento de este fenómeno.

2 Haciendo un análisis histórico de la experiencia conocida hasta el momento, las revoluciones socialistas, en su mayoría, han tenido lugar en países subdesarrollados, de bajo nivel de desarrollo de las fuerzas productivas y con niveles de exclusión social con impacto directo en la formación de recursos humanos dentro de las masas proletarias.

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