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Revista Estudios del Desarrollo Social: Cuba y América Latina

versión On-line ISSN 2308-0132

Estudios del Desarrollo Social vol.7 no.1 La Habana ene.-abr. 2019  Epub 01-Sep-2019

 

Artículo Original

El laberinto de la escritura científica. Redacción y publicación de ciencias sociales en Cuba

The Labyrinth of Scientific Writing. Writing and Publication of Social Sciences in Cuba

Anette María Jiménez Marata1  * 

1Instituto Cubano de Investigación Cultural “Juan Marinello”, Cuba

Resumen

El artículo analiza las condiciones y desafíos actuales para la escritura de ciencias sociales en Cuba. A partir de las entrevistas a 20 cientistas sociales de Cuba y del desarrollo de un curso de postgrado sobre el tema, se explica los vicios y errores más comunes en los textos de ciencias sociales cubanos y profundiza en los retos externos e internos que marcan la experiencia individual y colectiva de los cientistas sociales de la Isla.

Palabras clave: escritura científica; redacción; ciencias sociales; Cuba

Abstract

The article analyzes the current conditions and challenges for the writing of social sciences in Cuba. Based on the interviews with 20 Cuban social scientists and the development of a postgraduate course on the subject, explains the most common vices and errors in Cuban social science texts and delves into the external and internal challenges that mark the individual and collective experience of the social scientists of the Island.

Keywords: scientific writing; writing; social sciences; Cuba

La lectura y escritura constituyen habilidades imprescindibles en el ámbito profesional de los cientistas sociales, tanto en el nivel de pregrado como de postgrado.

Sin embargo ambas son competencias que en el escenario universitario se dan por sentadas: se deben haber logrado en niveles educacionales anteriores (desde la primaria hasta el preuniversitario) y a las cuales se les dedican escasas o nulas horas en el proceso de enseñanza-aprendizaje.

Los estudiantes e investigadores se enfrentan a su tema de estudio y a su tesis de licenciatura, maestría y doctorado sin saber escribir, y lo que es aún peor: sin saber comunicar sus resultados científicos, por más novedosos y originales que sean.

Existen insuficientes espacios formativos y de discusión sobre este tema en el terreno de las ciencias sociales en Cuba. De ahí que sea pertinente problematizar diferentes aristas del asunto y ejercitar, con un enfoque práctico, algunos de los contenidos fundamentales en los que se observan los mayores errores en la redacción de artículos científicos.

La autora ha coordinado y participado en diferentes espacios académicos y docentes sobre el tema, en los cuales los investigadores sociales, profesores y profesionales del sector editorial han discutido en torno a la carencia de procesos formativos que orienten las habilidades escriturales de los cientistas sociales y los guíen en el muchas veces, tortuoso camino de las publicaciones científicas.

El propósito de este texto es visibilizar los principales núcleos temáticos en torno a los cuales gira el debate y reflexionar acerca de los desafíos esenciales a la hora de escribir y publicar un artículo de ciencias sociales.

Del trabajo de campo al artículo científico

El artículo científico es el medio de comunicación, por antonomasia, para difundir los resultados de una investigación. Llevar a la escritura los resultados originales y novedosos de un estudio constituye la vía para validar nuestros conocimientos como cientistas sociales, y someterlos a la evaluación de los pares profesionales y de un público más general.

La publicación representa el colofón de todo estudio científico. En este sentido son los artículos publicados en libros y revistas los que, en los tribunales de categorización científica a nivel nacional e internacional, “miden” y legitiman los conocimientos y aportes relevantes de un investigador.

La comunicabilidad de los textos científicos constituye un eje de debate en la actualidad. En el gremio editorial especializado existe hoy una gran preocupación sobre hasta qué punto el cientista social logra comunicar sus resultados, no solo para un reducido grupo de pares sino dirigido a otros sectores más amplios de la sociedad relacionados también con esos hallazgos.

En opinión de López (2018):

La verdadera dificultad de la escritura científica está en cómo organizar la información para que el lector de ese material factual la comprenda, la metabolice como parte de los procesos autoorganizativos del sistema adaptativo complejo (sociedad) al que pertenece y refleje creativamente ese conocimiento de forma efectiva. La ciencia, cuando comienza a ser para el que la hace y se distancia del sujeto en el que se producen los cambios descubiertos por los científicos, deja de ser ciencia y se convierte en conocimiento vacío e inútil.

La premisa fundamental de la escritura científica es, por consiguiente, la exposición -en un lenguaje que el receptor pueda comprender- de un conocimiento adquirido mediante una investigación, la que ha sido desarrollada, por una o más personas, en un periodo de tiempo ((t). Aunque en el mundo contemporáneo, sobre todo en ciencias sociales y humanidades, se discuten las estructuras de los artículos académicos, existen convergencias en cuanto a ciertas formalidades, algunas aceptadas, otras, inclusive “canonizadas”, dentro del mundo intelectual. (p. 2)

En este sentido, la ciencia no es exclusivamente para sí misma. Por el contrario, tiene una responsabilidad pública y su impacto debe trascender los estrechos círculos académicos para lograr un verdadero debate y participación del resto de los actores sociales. Sin embargo, los artículos científicos en Cuba adolecen de referentes de experiencia, a saber, los autores de artículos científicos se detienen muy poco en el cómo, y priorizan más el qué. Es decir, el proceso de construcción y validación de instrumentos, técnicas, metodologías y perspectivas (proceso que se construye sobre la propia marcha de la investigación y cuyos errores son tan importantes y válidos como los aciertos) queda casi anulado a la hora de publicar un resultado científico.

Según este modelo bastante generalizado, los lectores tienen acceso a la explicación del producto final del estudio, pero pueden conocer muy poco sobre el propio proceso reflexivo, íntimo del sujeto investigador.

En este eje, en los textos de ciencias sociales cubanas falta mucho el cómo. O sea, la explicación profunda de los métodos empleados, de las condiciones objetivas y subjetivas en las cuales se realizó el estudio, de los desafíos que enfrentó el autor y de qué modo se le fueron dando respuestas sobre la marcha de la investigación. Esto muchas veces constituye un sendero no siempre ascendente sino marcado por incertidumbres, regresiones y replanteos del propio estudio.

La investigación social no constituye un resultado concreto, exento de tropiezos. En ella los procesos intermedios son tan relevantes como el producto final. De ahí el valor que posee, para el cientista social (en tanto emisor y receptor de un discurso científico) el diario de campo. Este es un medio sumamente útil en la construcción de un aprendizaje y la reconstrucción de los procesos del propio conocimiento. El diario de campo, contrario a lo que muchos piensan, no es un borrador sino un valioso instrumento para la estructuración escritural de nuestro estudio.

De acuerdo con Deulofeu: “La ciencia empieza allí donde el sujeto que se enfrenta al objeto, antes de pensar en el objeto, se piensa él, reflexiona acerca de las estructuras que están condicionando su reflexión sobre el objeto” (Deulofeu, 2008, p. 10). Ello sitúa el centro del debate en las diferentes y complejas etapas que existen antes de publicar un artículo, e incluso mucho antes también de que el investigador envíe su texto a alguna revista científica, nacional o extranjera.

Luego de escrito el texto, el investigador o profesor se encuentra en la disyuntiva de dónde publicar sus resultados, lo cual pasa muchas veces por un gran desconocimiento de las revistas nacionales y foráneas en las cuales puede caber su tema, y también la ignorancia de sus normas.

Un gran número de disciplinas de las ciencias sociales en Cuba posee su propia revista científica, generalmente de carácter nacional. No obstante, existen diversos obstáculos que entorpecen el ciclo de creación-edición-publicación y consumo de los artículos científicos. Estos van desde el propio desconocimiento de cómo funciona la revista (¿es impresa o digital?, ¿cómo está conformado su colchón editorial?, ¿con qué frecuencia se publican los trabajos?, ¿cómo se organiza el proceso de arbitraje?, ¿qué tiempo transcurre desde que los autores envían sus textos hasta que realmente los pueden ver publicados?) hasta la deficiente y a veces nula difusión de esa publicación científica, hecho que incide negativamente en su impacto y reconocimiento social.

Una de las fortalezas de las ciencias sociales es su marcada heterogeneidad, marco en el cual se destacan temas de investigación más aceptados, y otros más difíciles, más sensibles y más incómodos a la hora de publicarlos.

Los dilemas de la publicación pasan también por determinadas exigencias que reciben los autores, y que no necesariamente tienen que ver con las normas bibliográficas de las revistas. Entre ellas se destacan, por ejemplo, los prejuicios existentes en torno a determinados temas “sensibles” o polémicos vinculados muchas veces con la política, la ideología y la economía, tabúes que puede poseer el autor (quien en este caso suaviza o edulcora su texto para evitar que sea rechazado), el editor, el director de la revista o del consejo científico y el compilador del libro, entre otras figuras clave de esta área.

Otro de los tropiezos con los cuales choca quien escribe un texto de ciencias sociales en Cuba es el poco acceso a estadísticas actualizadas y la carencia de mecanismos institucionales expeditos que viabilicen la retroalimentación de datos e información entre la comunidad científica y las distintas instancias gubernamentales.

Para los autores cubanos se suma el reto de publicar fuera de la Isla. Lograr posicionar un resultado en una revista internacional de alto impacto muchas veces cuesta dinero (lo cual se resuelve en ocasiones con el financiamiento de algún proyecto). Por otra parte la publicación en el exterior es sinónimo, a veces, de determinadas exigencias para los autores cubanos, como ser más críticos, más irreverentes, más cuestionadores en sus enfoques.

Diversos estudios desarrollados por la Cátedra de Ciencia, Tecnología y Sociedad de la Universidad de La Habana han destacado que la historia y la política absorben entre el 50-62% de todo lo publicado en ciencias sociales en Cuba. A estos temas le siguen la economía y la sociología.

¿Por qué hay tan poca representación de otras temáticas importantes en el escenario de las ciencias sociales cubanas? ¿Qué factores inciden en la aprobación y difusión de un tema? ¿Cómo actúan los criterios personales de un investigador en la elección de su tema de estudio? ¿En qué medida está representados las temáticas sensibles y las miradas problematizadoras en las publicaciones cubanas?

Un asunto sobre el que muchos investigadores llaman la atención es el hecho de no prever, desde el inicio del estudio, una publicación, lo cual conduce a que, una vez concluida la investigación, los datos y resultados no están listos para publicar.

Escribir ciencia no es producir un grupo de páginas pensando solamente en el gremio de pares. Escribir constituye un acto comunicativo y la ciencia tiene un alcance multifactorial en toda la sociedad, por lo que es imprescindible comunicar sus hallazgos y debates de un modo dialógico y comprensible para la diversidad de actores sociales vinculados con ella.

Redacción científica: ¿hermetismo o claridad?

La comunicación científica constituye un proceso en dos sentidos, en el que tiene tanta prioridad el emisor como el receptor.

De nada vale trasladar a la página en blanco un resultado de investigación original, novedoso, relevante, si no sabemos cómo comunicar las ideas. El cientista social no produce ciencia solo para sí, por tanto, debe saber elegir el lenguaje apropiado para lograr llegar al público (especializado o no) interesado en su tema.

A juicio de Day, profesor de redacción científica y técnica en la universidad de Delaware:

la escritura de la ciencia debe ser tan clara, sencilla y ordenada como sea posible. La ciencia es demasiado importante para ser comunicada de cualquier otra forma que no sea con palabras de significado indudable. Y ese significado indudable y claro debe serlo no solo para los colegas del autor, sino también para los estudiantes que acaban de iniciar su carrera, para los científicos de otras disciplinas y, especialmente, para los lectores cuya lengua nativa no es la misma del autor. (Day, 2005, p. 2)

Por esta razón debe evitarse el uso de metáforas, símiles, adornos literarios y expresiones idiomáticas que puedan generar confusión o ambigüedad.

En este sentido uno de los rasgos de la escritura que más entorpecen la comprensión del lector es el empleo de una palabrería hueca, ampulosa y vacía, que falsamente se cree que aporta más cientificidad y legitimidad al texto.

Ejemplos de este vicio hay muchos. A continuación aparecen tres refranes populares muy conocidos, pero escritos en su versión pomposa y enrevesada:

Refrán 1: “Estamos esencialmente de acuerdo con la idea de que es más seguro tener un ave firmemente sujeta por nuestra propia mano que ver cómo un centenar de ellas se ciernen en el aire a muchos metros de altitud”.

Refrán 2: “No es razonable esperar que de un árbol ulmáceo maderable broten los dulces frutos que normalmente produce ese árbol rosáceo llamado peral (Pirus communis)”.

Refrán 3: “Existe todo un cúmulo de datos experimentales que demuestran con claridad que el globo ocular de un legítimo propietario produce en el equino objeto de la relación de dominio un proceso de espesamiento del panículo adiposo” (Day, p. 209).

Más allá de la vis cómica que pueden tener estos fragmentos, ilustran muy bien la deformación innecesaria del lenguaje que sufren muchos textos, en su aspiración de ser considerados científicos.

Rafael Acosta, investigador del ICIC Juan Marinello, ha denominado este efecto del lenguaje como “caminar descalzo sobre arrecifes”.

El también docente y crítico de arte hace alusión a cómo antes este tipo de escritura era considerada legítima y altamente profesional: tanto en la ensayística como en los textos de crítica quien no escribiera así sufría la pena de no ser atendido por el gremio.

Esto tiene mucho que ver con el propio proceso formativo de los investigadores. La carencia e insuficiencia de espacios docentes en los cuales se imparta y ejercite la escritura para las ciencias sociales hace que muchas veces el estudiante no tenga referentes por los cuales guiarse.

A juicio de Fernández et al (2018), muchos son los desafíos que enfrentan los jóvenes historiadores a la hora de llevar a la escritura los resultados de sus investigaciones:

Cuando llega la temida hora de comenzar a plasmar en papel el resultado de la búsqueda, de la clasificación y fichaje de fuentes, los principiantes se ven inmersos en un conflicto entre los criterios que han ido construyendo ellos mismos y las conclusiones ya establecidas por otros especialistas, tiempo atrás. El estudiante se enfrenta al dilema de dejarse llevar por los consejos del tutor y escribir otra de esas tesis trilladas o formular ideas propias, corriendo el riesgo de ser desaprobado ante un tribunal.

Porque para ser francos, la capacidad innovadora o el “thinking out of the box” 1 no es algo que se suela motivar en las aulas de todas las universidades. Esto puede deberse a la propia naturaleza de la disciplina histórica. Pues estamos frente a la ciencia que se ocupa de preservar el pasado y desempolvarlo de vuelta al presente. Y durante ese complejo proceso, algunos estudiosos de renombre devienen guardianes feroces de la historia ¿O deberíamos decir: guardianes de su historia? (p. 3)

Muchas veces esta limitación conduce a pensar que lo que está publicado constituye el modelo a seguir, y no necesariamente es así. Desde el punto de vista formal un texto de ciencias sociales debe poseer estilo, elegancia, amenidad en sus párrafos y, sobre todo, originalidad y novedad en sus contenidos.

Muchos aspirantes a máster y doctor llegan a la culminación de su ejercicio académico sin saber escribir y se “salvan” porque acuden a amigos que les reescriban sus documentos, o contratan los servicios de un editor.

El otro extremo son los textos que, en vez de emplear un lenguaje demasiado críptico, abusan del vocabulario cotidiano. En ellos los autores escriben casi igual que como hablan, no se apropian de la terminología de la ciencia y hacen un uso excesivo de repeticiones, verbos fáciles, comodines y muletillas que le restan eficacia y coherencia al discurso escrito.

Es importante lograr un equilibrio en el discurso, en el que no debe primar un tono hiperculto que entorpezca la recepción del texto, y tampoco se debe abusar del lenguaje coloquial y las frases populares, las cuales cargan al artículo de un carácter demasiado local y común.

Editores: profesionales clave de las publicaciones científicas

Los editores representan un eslabón de gran importancia en la cadena de procesos que van desde la elección de un tema, la escritura del texto y su posterior publicación. Desde su labor profesional deben garantizar la óptima calidad formal y de contenido del texto que será publicado y fungir como puente creador y comunicador entre el autor, el diseñador, la editorial y los receptores. Ellos, aunque en Cuba actualmente se explota muy poco esta faceta, son también gestores de publicaciones y su profundo conocimiento del tema que trabajan los convierte en figuras clave en la formación de redes personales e institucionales en torno a la difusión de un tema específico.

La relación editor-autor no es abstracta sino que está mediada por una serie de factores, entre los que sobresalen la experiencia y profesionalidad del editor, la humildad del autor y su capacidad para recepcionar las críticas y sugerencias del editor, el tema del texto (su relevancia, impacto y posibles consecuencias de su publicación), la propia dinámica editorial (muchas veces el apremiante proceso productivo atenta contra la calidad de la edición o las comunes exigencias de tener listos una serie de libros en saludo a una fecha o a un importante evento cultural, como puede ser la Feria Internacional del Libro) y la carencia de correctores (en muchas editoriales no existe la figura del corrector), lo cual niega esta contraparte del editor, tan necesaria y útil para la calidad de los textos.

El desconocimiento existente en torno al contenido de trabajo de un editor conduce a evaluar una buena edición solo con la inexistencia de erratas: “¡qué buena edición tiene este libro, no posee ni una errata!”.

Criterios como este evidencian cuánto se ignora del trabajo editorial y de los múltiples roles que puede asumir un editor, desde la producción de antologías y compilaciones, la presentación de libros, el acompañamiento de la publicación por diversos escenarios locales y nacionales, la gestación de productos editoriales, el intercambio de experiencias y saberes con otras editoriales y la propuesta de espacios de aprendizaje y debate entre editores, autores y públicos.

¿Dónde se forma un editor? ¿Qué espacios reales existen para su entrenamiento antes de caer (muchas veces de modo abrupto y no planificado) en la redacción de una editorial? ¿Se estimula en Cuba la investigación sobre temas y desafíos editoriales?

Un gran número de editores emergen de las graduaciones de Letras de las universidades del país. Otros han estudiado Sociología, Filosofía, Historia y Lenguas Extranjeras, entre otras carreras, y vinculan su trabajo profesional con la edición de libros y revistas.

La editorial UH de la Facultad de Artes y Letras abrió hace un tiempo una maestría en edición. En la Universidad Central Marta Abreu, de Villa Clara, existe también hace años un espacio de formación en este tema.

Sin embargo, ¿qué se está haciendo en este sentido en la región oriental? ¿Qué nivel de participación tienen los dirigentes del Instituto Cubano del Libro en estos procesos? ¿Hasta qué punto la oferta satisface la demanda de estudios y cursos de postgrado sobre la temática?

En muchas ocasiones el perfil temático y disciplinar de las editoriales se convierte en una camisa de fuerza que obliga a los autores a ceñirse a determinadas normas y límites disciplinares, en detrimento de un abordaje más completo e integrador.

Cada vez con mayor fuerza las problemáticas actuales demandan miradas más complejas, más multi y transdisciplinares que conducen a la lectura crítica y el diálogo entre diversas fuentes, materias y enfoques.

En este proceso activo y cambiante el editor se convierte en una figura orientadora en aspectos tan cruciales como la decisión de para qué público escribo, dónde lo publico y en función de esto qué lenguaje voy a emplear.

Ni el editor ni el autor “se las saben todas” en un texto. En el diálogo crítico, sistemático y de retroalimentación mutua entre ambos radica una clave esencial para el logro de un texto con mayor calidad y, sobre todo, con mayores posibilidades de comunicación con los lectores.

Subjetividad y sensibilidades en las ciencias sociales

La ciencia (y por consiguiente los textos que ella produce) han sido concebidos por el paradigma positivista y tradicional como infalible, neutral, imparcial, objetiva y siempre en un camino con forma de espiral ascendente. No obstante, desde los años 60 del siglo XX numerosos autores y escuelas de pensamiento colocaron su mirada en la ciencia como producto social, condicionada por los mismos valores, ideologías y prejuicios de la sociedad donde se enmarca.

Las conductas y modelos científicos que aspiraban a una absoluta objetividad en el trabajo y los textos científicos han ido quedando atrás, y hoy se reconoce el alto valor de la subjetividad en los resultados de una investigación.

A juicio de Ferrer (2016):

Algunas normas y guías de escritura científica de artículos establecen que el discurso debe ser objetivo, transparente, neutro, directo, conciso, preciso. Ello condiciona, por un lado, que los autores se sientan constreñidos a afirmar o aseverar con total certeza sus resultados científicos, y por otro lado, que empleen determinados mecanismos lingüísticos para lograr un discurso impersonal. (p. 6)

Visto así no cabría esperar marcas o “huellas” de la presencia del autor (investigador o científico) sino construcciones lingüísticas impersonales. Tampoco cabría esperar el empleo de construcciones lingüísticas indirectas (“matices”, “curvas” o “rodeos”) ni de otros rasgos semánticos modales que revelen la posición subjetiva o psicológica de los autores.

¿Se puede hablar entonces de la afectividad en las ciencias sociales? ¿Qué lugar ocupa, en el diseño e implementación de un estudio, el mundo interior del investigador? ¿Qué consecuencias ha tenido para la ciencia la extrema división entre lo objetivo y lo subjetivo?

Tanto en el trabajo de mesa como en el de campo (que luego quedará trasladado a la escritura) resulta muy importante la subjetividad del investigador, en tanto sujeto que elige, prioriza, discrimina determinados enfoques y métodos y luego hace públicos sus hallazgos a través de un texto escrito, el cual pasa inobjetablemente por el tamiz de su motivación y los múltiples factores subjetivos que lo acercan o lo alejan del tema y de los agentes vinculados a este.

Deulofeu nombra este fenómeno como “la cuestión de la objetividad”, la cual:

“siempre ha sido central en los debates metodológicos de las ciencias sociales desde su iniciación. Describir nunca es un ejercicio inocente, siempre implica poner un orden dentro de aquello que se describe, privilegiar una cosa sobre otras. Cuando la teoría se define en términos de todo absoluto se hace imposible. Los lugares comunes quedan problematizados y nuestra propia verdad resulta siempre incompleta, como incompleta es la realidad misma (…) (p. 8)

Tal y como expresa la autora, la objetividad constituye una construcción. Desde la elección de un tema de estudio hasta la manera de construirlo y organizarlo discursivamente, un texto está marcado por nuestra subjetividad, nuestro modo de concebir el mundo, de entenderlo y explicarlo según nuestro modelo cultural.

Deulofeu apuesta por una construcción y difusión del conocimiento más plural y universal y realiza un llamado a reestructurar, en este sentido, las ciencias sociales que a su juicio deben revalorizar el rol de la subjetividad, tradicionalmente desplazada por el anhelo de la objetividad.

Errores más frecuentes

Los principales errores que se cometen en la redacción de un artículo científico pertenecen tanto al nivel gramatical, lexical como sintáctico. A continuación se citan algunos de los más frecuentes que se cometen al escribir un artículo científico:

  • Selección inadecuada de la información (es decir, se le otorga prioridad a informaciones de escasa relevancia y pertinencia para el tema abordado).

  • Pobre diálogo con la bibliografía (aquí es común la carencia de una lectura crítica de los textos citados y las incoherencias entre las citas en el cuerpo del texto y las referencias aparecidas al final de este).

  • Transgresión del carácter lógico del texto científico (es decir, violación de la estructura textual recomendada: introducción, métodos, resultados y discusión).

  • Construcción lexical y sintáctica demasiado críptica y extremadamente difícil de comprender (abuso de términos hipercultos, invención de conceptos enrevesados cuando ya existe un vocablo para el fenómeno descrito o confusa articulación entre oraciones y párrafos).

  • Mal uso de los signos de puntuación (sobre todo de las comas y del empleo de los conectores).

  • Deficiente arquitectura de la información que aporta el texto (no se respeta el orden lógico del artículo científico, se repiten en varios momentos oraciones que pertenecen a una misma idea o se da por sentado una aseveración compleja, sin explicar detalladamente a qué se refiere).

  • Conversión innecesaria de sustantivos en verbos (por ejemplo, de “pasto” inventar “pasturizado”, cuando en la lengua española existen los vocablos “pastar” y “pasturar”).

  • Empleo incorrecto de determinadas palabras (como “principiante experimentado”, “réplicas auténticas”, “jóvenes adolescentes” o “una opción viable”).

  • Mal uso del pronombre personal “lo” (por ejemplo: “Folleto gratuito sobre el SIDA. Para adquirirlo llame al 766-66-66).

  • Abuso de la voz pasiva (muy común en las traducciones literales del inglés) que hace innecesariamente extensa la oración y entorpece la comprensión del mensaje (por ejemplo: “ha sido observado que…”, “ha sido conocido que…”).

  • Empleo de abreviaturas en el título y en el resumen, lo cual entorpece los servicios de búsqueda y localización del artículo en Internet.

  • Falta de correspondencia entre el título, los objetivos y las conclusiones del texto.

  • Abuso de las mayúsculas.

  • Empleo de diferentes sistemas de citación en el mismo trabajo.

  • Omisión de los pies de gráficos y tablas.

  • Empleo excesivo de verbos comodines (por ejemplo: hacer, tener, ser, saber, entre otros)

  • Redundancia (repetición innecesaria en los párrafos de la información que el lector recibe en los gráficos y tablas).

  • Uso incorrecto del gerundio (por ejemplo: “en el año 2006 el país presentaba saldos migratorios negativos y un crecimiento medio de la fecundidad también negativo, alcanzando un valor de -0,1 en 2008”, “el comportamiento reproductivo de nativas y cubanas sigue un patrón muy semejante, concentrando la fecundidad en el grupo 25-29, destacándose que el aporte de las cubanas del grupo 30-34 también es significativo”).

  • Repetición innecesaria de una misma palabra (por ejemplo: “el desarrollo del turismo a escala mundial ha favorecido el desarrollo de otras actividades relacionadas con este sector, lo que repercute en el desarrollo general de los países, expresado en el desarrollo del PIB”).

  • Excesivo parafraseo, el cual predomina sobre los juicios propios del autor.

Estas son solo algunos de las incorrecciones más comunes al escribir un artículo científico. Como se señaló anteriormente, comprenden defectos de tipo gramatical, lexical y sintáctico, los cuales quedan casi siempre resueltos en la fase de edición del texto. La reincidencia de estos errores apunta a que, muchas veces, los autores ya tienen incorporadas estas maneras erróneas de escribir, y resulta muy difícil que lo hagan de otro modo. De ahí la necesidad de crear talleres de redacción científica que funcionen sistemáticamente en el nivel de pregrado y postgrado.

¿Qué piensan los investigadores encuestados?

La autora realizó una encuesta a 20 investigadores de ciencias sociales, de diferentes edades, disciplinas y diversos centros de investigación. El objetivo de las preguntas fue indagar en los principales obstáculos identificados por los encuestados a la hora de escribir y publicar, y conocer “por su propia boca” qué criterios tienen acerca del estado de las publicaciones de ciencias sociales cubanas.

Entre los dilemas fundamentales que enfrentan y reconocen los cientistas encuestados se encuentran: el escaso número de publicaciones de ciencias sociales en Cuba, el poco número de ellas que se encuentran indexadas en repositorios regionales o de mayor alcance; el pobre hábito para escribir artículos empíricos rigurosos, con procesos de validación explícitamente expuestos; el difícil acceso a estadísticas y a bibliografía actualizada; el poco dominio del estado del arte a nivel internacional que posibilite saber qué se sabe de un tema y qué no y, por tanto, qué es necesario investigar; y la no existencia de un mecanismo expedito para publicar en tiempo breve los resultados de las investigaciones (el más inmediato es la presentación en eventos científicos, pero las publicaciones derivadas de ellos suelen tener una circulación limitada).

Otros problemas mencionados fueron: la escasa conectividad de los investigadores, que les impide ingresar sus artículos en las plataformas on line y revisar en ellas el estado de aceptación/rechazo de sus textos; la desigual competencia entre disciplinas como la lingüística con respecto a la sociología, la política y la historia; la carencia de sellos editoriales propios de los centros de investigación, los cuales bien pudieran canalizar y difundir los resultados de sus investigadores; y la escasa enseñanza de habilidades de escritura en los niveles de pregrado y postgrado, lo cual conduce a que los autores no sepan comunicar adecuadamente, a diferentes públicos, sus resultados científicos.

Como otros obstáculos señalaron la conciencia de que existen temas mejor aceptados por la comunidad científica y los decisores, y otros sobre los cuales resulta complejo poder publicar; la existencia de una mala gestión editorial (los consejos asesores muchas veces no funcionan, no realizan una adecuada labor de selección y designan “a dedo” las obras para publicar); y el desconocimiento de los parámetros o normas de aceptación o rechazo de los artículos en las revistas impresas y digitales.

Los desafíos identificados por los investigadores encuestados giraron en torno a diversas aristas, como por ejemplo: demora y poca transparencia en los mecanismos de aceptación y rechazo de los artículos; pocos recursos para desarrollar estudios empíricos que proporcionen datos validados y de calidad; inconformidades con las exigencias exageradas de los editores en inglés; insuficientes canales de difusión de los resultados científicos; la escritura demasiado enrevesada y críptica que obstaculiza la comprensión del lector o la existencia de textos con demasiado peso teórico y muy reducidos resultados concretos; dificultades para la inclusión de imágenes de épocas pasadas (en los estudios históricos, por ejemplo); y a las investigaciones con énfasis en las subjetividades sociales les resulta difícil su publicación en revistas de impacto, entre otros muchos.

A modo de conclusiones

La lectura y la escritura constituyen prácticas omnipresentes en las asignaturas de ciencias sociales, pero en el proceso de enseñanza-aprendizaje tienden a pasar inadvertidas y tanto los tutores como los profesores las dan por sentadas.

El artículo científico representa la principal forma de comunicación de la ciencia y la vía más expedita para difundir los resultados de una investigación, antes de que pierdan vigencia.

Los veinte investigadores encuestados y los participantes del curso Hacer y escribir ciencia. Problemáticas y desafíos en la escritura de ciencias sociales coinciden en la estrecha relación existente entre el desarrollo de un país y la producción de textos científicos, siempre que estos aborden temas cruciales para el desarrollo (entendido no solo como crecimiento económico sino también como auge en la esfera social y cultural).

El horizonte a alcanzar, para investigadores, consejos asesores y editoriales, no puede ser únicamente escribir más sobre ciencias sociales, sino sobre todo escribir bien, so pena de que los hallazgos científicos no trasciendan adecuadamente a los grupos de pares y a la sociedad en general.

En este proceso se observa un grupo de vicios comunes a la hora de producir un texto escrito, que muchas veces se plaga de una palabrería pomposa y redundante que nada aporta en la construcción del sentido del discurso.

Lamentablemente para muchos autores, tanto en el plano nacional como foráneo, esta deformación del lenguaje obedece a una intención de parecer “culto” y de demostrar que “sabe” mucho, lo cual la mayoría de las veces entorpece la comprensión del objeto de estudio.

La numerosa participación nacional que tuvo el espacio docente coordinado por la autora en el ICIC Juan Marinello evidencia la alta demanda que posee este tema y la utilidad de los talleres de escritura en ciencias sociales.

Es urgente que la sociedad cubana ponga más énfasis en la formación de habilidades de escritura, desde el nivel primario hasta el preuniversitario (muchos especialistas reconocen que las pruebas de ingreso de Español a la universidad miden conocimientos de noveno grado).

Es necesario también que estos espacios formativos se mantengan y profundicen en el ámbito universitario y se estimule el debate y el ejercicio práctico de estas estrategias. Solo así se logrará que los presentes y futuros cientistas sociales no demeriten sus resultados originales con un deficiente o poco comunicativo estilo de redacción.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Day, R. (2005). Cómo escribir y publicar trabajos científicos. Washington: Organización Panamericana de la Salud. [ Links ]

Deulofeu, E. (2008). Acerca del conocimiento. Una aproximación a la epistemología. En Introducción a los debates filosóficos actuales. Selección de lecturas. La Habana: Universidad de La Habana. [ Links ]

Fernández, L., et al (2018).Trampas y secretos al excavar el pasado. La crónica de los aprendices. Perfiles de la cultura cubana, 23. [ Links ]

Ferrer, M. E. (2016). Las macrocategorías semánticas modales de valoración y certidumbre en el discurso científico. Tesis de Maestría. Facultad de Lenguas Extranjeras, Universidad de La Habana, Cuba. [ Links ]

López, A. (2018). El dilema de escribir ciencia. Un acercamiento al texto académico que se publica en la revista Universidad de La Habana. Perfiles de la cultura cubana, 23. [ Links ]

Notas aclaratorias

1 . Frase idiomática que podría traducirse textualmente como: “pensar fuera de la caja”. Es una metáfora que significa pensar diferente, de manera no convencional o desde una nueva perspectiva.

Recibido: 26 de Diciembre de 2018; Aprobado: 18 de Febrero de 2019

*Autor para correspondencia: auladeletra2015@gmail.com

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