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Revista Estudios del Desarrollo Social: Cuba y América Latina

versión On-line ISSN 2308-0132

Estudios del Desarrollo Social vol.7 no.2 La Habana mayo.-ago. 2019  Epub 25-Jul-2019

 

Artículo Original

Cuba y Estados Unidos: autoimagen e identidad nacional

Cuba and United States: Self Image and National Identity

Carolina Díaz Bravo1  * 

Daybel Pañellas Alvarez1 

1Facultad de Psicología, Universidad de La Habana, Cuba

RESUMEN

El artículo aborda el tema de la identidad nacional de cubanos y norteamericanos, desde su autoimagen. Fue una investigación realizada con 100 estudiantes universitarios de Cuba y 100 de los Estados Unidos, en el período comprendido entre enero 2016 y julio 2017. Se emplearon como técnicas el diferencial semántico, dibujos y entrevistas, para triangular la información. El dibujo fue la técnica empleada. Los resultados muestran la coincidencia entre las autoimágenes de cada grupo nacional.

Palabras clave: identidad; autoimagen; jóvenes

ABSTRACT

The article addresses the issue of the national identity of Cubans and Americans, from their self-image. It was an investigation carried out with 100 university students from Cuba and 100 from the United States, in the period between January 2016 and July 2017. Semantic differential, drawings and interviews were used as techniques to triangulate the information. The drawing was the technique used. The results show the coincidence between the self-images of each national group.

Keywords: identity; self image; youth

INTRODUCCIÓN

La Psicología Social centra sinterés en la intersección de la conducta individual y de los procesos socioinstitucionales. El contexto socio-histórico se traslada al comportamiento interpersonal a través de modelos de socialización y aprendizaje, refuerzos sociales, esquemas mentales, sentimientos, presiones grupales, etc.

Las pertenencias, el papel del consumo y la búsqueda de sentido juegan un papel importante en la construcción de las identidades juveniles. En un contexto en que el que Cuba y los Estados Unidos reiniciaron relaciones, entorpecidas de alguna manera por la elección de Donald Trump, pero con intercambio “people to people” prácticamente imparable, al menos desde las huellas afectivas que genera, nos preguntamos cómo jóvenes universitarios procedentes de estas naciones construían imágenes de sus países de procedencia; entendiéndolas como producción del lenguaje que expresa y convoca a comportamientos.

Si se quiere averiguar qué piensa la sociedad en grande, la sociedad macro, esto es, lo colectivo y no lo social, hay que atender a las formas y no al lenguaje. La misma sintaxis del lenguaje es algo que no está hecho con lenguaje, y así como hay formas de la interacción y del lenguaje, hay también formas de las ciudades, de las modas, de las máquinas, de los mapas, de la democracia, de las pasiones, y formas del pensamiento que no piensan con palabras sino con formas. (Fernández, 2005, p. 5)

Pretendimos explicar estas imágenes desde el concepto de identidad nacional. ¿Por qué? Ofrecemos un breve encuadre.

SOBRE IDENTIDAD NACIONAL

Los conceptos nación y nacionalismo han sido dos conceptos de difícil definición. Con el propósito de esclarecer el término nación Martínez Heredia destaca tres aspectos esenciales:

Uno sería como lo más interno o subjetivo: el de las representaciones colectivas, es decir, la construcción ideológica de sentimientos de pertenencia y de exclusividad respecto a la nación que hace una comunidad extensa, no fundada en vínculos de sangre o locales. A través de esas representaciones todos se reconocen, por ejemplo, cubanos, y confirman y deciden quiénes son cubanos y quiénes no. Otro aspecto es la existencia de un Estado que afirma su soberanía y su especificidad frente a todos los demás Estados, su poder propio y su unidad, y se reclama Estado nacional… El tercer aspecto es el de la diversidad social que está contenida en toda nación, sea vista como comunidad imaginada o como Estado. La diversidad de clases sociales, de razas, de etnias, de regiones, de comunidades, de otros grupos, de culturas subalternas; es decir, la diversidad social que persiste frente a las tendencias unificantes, y es disminuida, canalizada o articulada, ocultada o reprimida, y en todo caso puesta bajo el control de la nación. (2015, p. 2)

Desde un punto de vista antropológico, se afirma que una nación es “una comunidad política imaginada", porque aun cuando en su seno exista desigualdad

los miembros de la nación más pequeña no llegarán a conocer nunca a la mayoría de sus connacionales, ni se toparán con ellos, ni oirán hablar de ellos; sin embargo, en la mente de cada uno de ellos vive la imagen de su comunión. (Anderson, 1983, p. 15)

Su trascendencia sobre la subjetividad se hace notar, aun cuando hoy se cuestione la magnitud de la misma. En opinión de Morin “… la nación se impone con toda la majestad de lo sagrado... impone sus tabúes, sus ritos y sus ceremonias (banderas, himnos, conmemoraciones). Tiene también sus héroes y sus grandes mitos” (1984, p. 174). Y es precisamente, el reconocimiento como propias de esas costumbres, ceremonias, tradiciones, historia y valores de una nación lo que lleva a los individuos a identificarse y sentirse parte de un grupo nacional.

La identidad nacional constituye una forma de identidad colectiva que ha sido conceptualizada desde diferentes disciplinas. Entre las definiciones ofrecidas por la psicología valoramos la de la latinoamericana Maritza Montero quien la reconoce como

El conjunto de significaciones y representaciones relativamente estables a través del tiempo que permiten a los miembros de un grupo social que comparten una historia y un territorio común, así como otros elementos socioculturales, tales como el lenguaje, la religión, costumbres e instituciones sociales, reconocerse como relacionados los unos con los otros biográficamente. (1984, p. 76)

Se trata de un constructo abstracto, multidimensional, cambiante, que incluye los rasgos objetivos que poseen los pueblos y las representaciones sociales compartidas de estos rasgos; que pone en juego elementos cognitivos y afectos; que provoca sentimientos de pertenencia y autoestima en quienes la asumen, e incide en la vida personal y social de los seres humanos al intervenir en la regulación y autorregulación del comportamiento. En ella confluyen y se sintetizan un conjunto de identidades individuales y colectivas.

Tal determinación socio-histórica de la identidad nacional es contemplada en la definición ofrecida por de la Torre, la cual es asumida como referente teórico de la presente investigación, que la concibe

como un espacio sociopsicológico de pertenencia, la identificación con un conjunto de rasgos, significaciones y representaciones referidas a las personas de un mismo pueblo que se relacionan las unas con las otras biográficamente. Es la conciencia (sustentada en un mayor o menor nivel de elaboración) y el sentimiento compartido de mismidad. Es, también la posibilidad del cambio sin perder la continuidad, la posibilidad de la comparación (igualdades y diferencias) con otros grupos nacionales, la expresión del ser en sus múltiples maneras de estar. (1997, p. 230)

Numerosos son los estudios sobre identidad nacional realizados en nuestro continente y otras latitudes, amparados por la psicología en sus especialidades social y política. Sus motivaciones van desde el interés por conocer la autoimagen y las heteroimágenes de los pueblos, la configuración de las supraidentidades (latinoamericana, europea), las identidades de inmigrados y exilados; hasta las relaciones de dependencia, la colonización mental y el debate sobre el neoliberalismo y la posmodernidad. Larga resulta la lista de autores pero por sus contribuciones teóricas y metodológicas consideramos que se convierten en autores de pertinente lectura: M. Montero, J. M. Salazar, I. Martín Baró, A. N Rivera, R. Díaz - Guerrero, J. A. Bustamante, C. de la Torre, entre otros.

Unas y otras propuestas pueden diferir en sus enfoques y perspectivas de análisis pero, tal y como afirma de la Torre

… una idea que está implícita o explícitamente presente en casi todas las definiciones; es la relación de la identidad tanto con la igualdad como con la diferencia y la “otredad”. Así mismo, los procesos de identidad se relacionan con otras dimensiones como continuidad y ruptura; lo objetivo y lo subjetivo; las fronteras y los límites; el pasado, el presente y el futuro; lo homogéneo y heterogéneo; lo que se recibe de otras generaciones y lo nuevo (Morin, 1994) que se construye; lo cognitivo, lo afectivo y lo conductual; lo estereotipado y lo personalmente elaborado; lo estable y lo cambiante; lo consciente y lo inconsciente, etc. (2008, pp. 4-5)

Son precisamente los atributos compartidos con los “otros” y “los que quedan fuera” los que marcan las fronteras identitarias. Se trata de límites socialmente construidos, relativos y cambiantes. En su configuración intervienen todas las instituciones implicadas en el proceso de socialización del individuo (familia, escuela, entidades religiosas, medios de comunicación social), las cuales asumen la transmisión de los valores, creencias, prejuicios, mitos, conceptos, etc., creados y compartidos por la sociedad, que entran en juego en el proceso de conformación de la identidad personal y las identidades colectivas. Son susceptibles a puntos de vistas individuales y grupales, a determinantes etarios, a dinámicas sociales de la época e, incluso, a cuestiones de geografía.

Este espacio a la diferencia y la posibilidad de variación a tono con los tiempos y los contextos, reflejo de los cambios operados en los sujetos, quienes le rodean y el medio social en el cual se insertan; sustentan el desarrollo y enriquecimiento de las identidades. Al decir del sociólogo H. Dieterich: “la identidad es lo que le confiere al cambio, como guía conductor, los parámetros del punto de partida, mientras que el cambio le permite a esos parámetros su perduración en el tiempo y el espacio” (Dieterich, 2000, p. 152). De aquí que sea la rigidez y la atemporalidad la que la haga vulnerable.

Dicho movimiento se acompaña de estabilidad. Se trata de una permanencia relativa de los atributos identitarios, que genera sensación de integridad y continuidad en el tiempo, la cual resulta necesaria para el bienestar humano. Destacando esta particularidad de la identidad M. Montero apuntó: “…Cambia, evoluciona, se transforma guardando siempre un núcleo fundamental que permite el reconocimiento del sí mismo colectivo” (Montero, 1984, p. 77).

Las identidades colectivas existen luego que las personas que la integran las identifican e incorporan como parte de su autoconcepto o identidad personal. Tanto la identidad personal como las colectivas, poseen marcado carácter social e histórico; mientras la primera descansa su definición en el reconocimiento de los elementos distintivos de los otros significativos; las segundas atienden a las semejanzas compartidas con estos.

PRECISIONES METODOLÓGICAS

El objetivo fue explorar la autoimagen de cubanos y norteamericanos en estudiantes universitarios de Cuba y Estados Unidos. La muestra estuvo conformada por 200 jóvenes (100 de cada país) cuyas edades oscilaban entre los 18 y 25 años.

Se trató de una investigación cualitativa, de corte fenomenológico, transeccional descriptiva. El dibujo fue la técnica aplicada puesto que de su análisis se deriva gran cantidad de información, con relación a la imagen del mundo que tiene el individuo; así como, acerca de las características de su personalidad y estados de ánimo. Por tratarse de una técnica proyectiva permite la operacionalización de constructos teóricos que pueden parecer intangibles. “Promueven respuestas que se caracterizan por su amplia libertad y que dan cuenta de manifestaciones del psiquismo tanto conscientes como inconscientes ya que es posible acceder a fantasías, deseos, ansiedades, conflictos y defensas” (Sneiderman, 2006, p. 299).

Los sujetos, de manera individual respondieron a la consigna: “Realice un dibujo que exprese de la manera más fiel y rica posible cómo somos los cubanos y las cubanas/ norteamericanas y norteamericanos. Usted puede apoyarse en cuadros de textos, símbolos y cualquier otro recurso que considere enriquezca su representación”.

El análisis de los mismos comenzó a partir de dividir los dibujos en humanos y simbólicos. Luego, se continuó el análisis del contenido tomando como referencia categorías propuestas por C. de la Torre y colaboradores para la caracterización de la identidad nacional (referido por Díaz, O. C., 1992). Estas fueron:

  • Motivaciones: Todo aquello que moviliza al sujeto, que lo impulsa a actuar de determinada manera y revela los propósitos y orientaciones de su conducta. Se clasifican de acuerdo a dos ejes fundamentales:

    • Referentes motivacionales: Son las esferas en que se ejecutan las intenciones, aspiraciones, intereses, deseos, necesidades, etc. Estas esferas son: laboral o estudiantil, relaciones interpersonales, actividad social y política; esparcimiento y descanso; realización o bienestar personal.

    • Indicadores funcionales: Se tendrán en cuenta cinco criterios que atraviesan las esferas mencionadas: Orientaciones sociales v/s orientaciones personales; perspectiva temporal mediata v/s perspectiva temporal inmediata; armonía v/s conflicto; bienestar v/s frustración; locus interno v/s locus externo.

    • Valores: Creencias relativamente permanentes acerca de que un modo de conducta particular o de que un estado existencial es personal y socialmente preferible a otros modos alternos de conducta o estados de existencia. Se clasificarán en las siguientes categorías:

      • Relacionados con cualidades sociomorales; cualidades asociadas al intelecto y desarrollo; cualidades asociadas a las relaciones interpersonales; cualidades instrumentales-actitudinales; cualidades relacionadas con el género.

      • Creencias: Constituyen un elemento de conocimiento. Es un conocimiento suficientemente argumentado que implica una correlación con la realidad. Es el aspecto cognitivo de la actitud.

      • Prejuicios: Predisposiciones, en favor o en contra, de determinadas personas, objetos o situaciones, que se basan en una generalización excesiva (o a veces precipitada de experiencias limitadas) y por consiguiente constituyen conocimientos incompletos acerca de determinados hechos y en especial de ciertos grupos de personas.

      • Rasgos típicos: Se refiere a otras características temperamentales, conductuales, físicas, lingüísticas y gestuales, que no quedan incluidas en las categorías anteriores.

En el análisis de los dibujos simbólicos fueron distinguidos los referentes al país, los relativos a las personas y los que contienen otros símbolos.

PRINCIPALES RESULTADOS

Entre los dibujos producidos por los jóvenes de ambos países encontramos diferencias en cuanto a la utilización de figuras humanas o simbólicas; las primeras predominan en la representación de la autoimagen del cubano; las segundas en la de los norteamericanos (figura 1).

Figura 1. Dibujos con figuras humanas y simbólicas 

Los escenarios más frecuentes en los que se colocan las cubanas y cubanos son espacios públicos cotidianos (colas, guaguas), contextos recreativos y actividades de organizaciones políticas y de masas; lo cual permite inferir que en la jerarquía de sus referentes motivacionales ocupa lugar cimero lo referido a la satisfacción de las necesidades materiales básicas (comida, transporte, vestir, vivienda), seguido del esparcimiento y descanso asociado a fiestas, música, baile, bebidas alcohólicas y prácticas de deporte callejero; en tercera posición las relaciones interpersonales, con predominio de la pareja y los amigos, y en cuarto orden la esfera político-social. Esta última con clara referencia al proceso de normalización de las relaciones con Estados Unidos que estaba en marcha en el momento de aplicación de los dibujos (figura 2).

Figura 2. Escenarios de los cubanos 

Dichas motivaciones poseen principalmente orientación personal y perspectiva temporal inmediata. Cuando son referidas a la esfera del bienestar material, se asocian al conflicto y la frustración, colocando su satisfacción en un locus externo. Por el contrario, las referidas a las esferas del esparcimiento y el descanso y a las relaciones interpersonales, suelen ser armónicas, asociadas al bienestar y dependientes de locus interno.

Los escenarios más frecuentes en los que se colocan las norteamericanas y los norteamericanos son espacios públicos, asociados al consumo; en ese sentido, la permanente presencia del dinero, el Mac Donalds, las tiendas y carritos de compra. Ello permite colocar la satisfacción de necesidades materiales en lugares cimeros de la jerarquía motivacional. Le sigue las relaciones interpersonales, centradas en la familia, constituida por padres e hijos (generalmente dos). La esfera sociopolítica se expresa en la aparición de la Estatua de la Libertad, como paradigma de una América libre; el melting pot, como una América que acoge la diversidad; al mismo tiempo, la actitud imperialista en términos del deseo de conquista territorial.

Dichas motivaciones poseen principalmente orientación personal y perspectiva temporal inmediata. En todas las esferas, parecería que se asocia la satisfacción de las necesidades a la armonía y un locus de control interno (figura 3).

Figura 3. Escenarios de los norteamericanos 

Destaca en los dibujos de los cubanos la interacción con los otros, con evidencias de comunicación verbal y extra-verbal (gestos, contacto físico) lo cual hace referencia a la sociabilidad como rasgo característico de este grupo nacional. Este intercambio puede ser de carácter neutral, afectuoso e incluso agresivo ante dificultades que generan malestar, como son las afrontadas con el transporte público. Además, está matizado por el uso de jerga, la chabacanería, la vulgaridad y el erotismo (figura 4).

Figura 4. Cualidad de las interacciones de los cubanos 

A diferencia de los cubanos, los norteamericanos apenas aparecen en interacción; no aparecen evidencias de comunicación verbal, y desde el lenguaje extra-verbal sus gestos expresan la individualización, ostentación, e incluso la violencia (figura 5).

Figura 5. Cualidad de las interacciones de los norteamericanos 

En mínima escala aparecen alusiones a prejuicios territoriales y de posición socioeconómica en la autoimagen de cubanos y cubanas. La religión sincrética aflora en la representación de la autoimagen de los cubanos (figura 6).

Figura 6. Religiosidad en los cubanos 

El patriotismo y la solidaridad son valores sobresalientes en la autoimagen del cubano, cualidades socio-morales que hacen sentir orgullo de la pertenencia a esta nación. Ello no excluye la aparición de letreros y referentes extranjeros (figura 7).

Figura 7. Valores de los cubanos 

La alegría, distintiva por excelencia, al que se suman ser compañeros, revolucionarios y luchadores; coexistiendo con otros no positivos como la chabacanería, la vulgaridad, el egoísmo y la doble moral. Todos estos rasgos aparecen en los dibujos humanos.

Entre los dibujos simbólicos que reflejan cómo somos los cubanos son mayoría los que aluden al país; apareciendo en ellos símbolos patrios como la bandera cubana y el himno nacional; el mapa de la isla de Cuba, el tabaco, el ron, la música, las playas, el beisbol, la salud y la educación (figura 8).

Figura 8. Rasgos del cubano 

En el caso de los norteamericanos, la religiosidad no aparece como rasgo. Entre los valores se coloca en primer lugar a la familia; y posteriormente, la convicción de una sociedad libre e inclusiva (expresada en los símbolos que anteriormente se comentaron).

Aparecen también como valores la tecnologización de la sociedad, que se conecta con la libertad y el consumo de productos y servicios (figura 9).

Figura 9. Valores de los norteamericanos 

Con carácter ambivalente aparece el liderazgo de Donald Trump, en términos de un reposicionamiento de los Estados Unidos. Así mismo, la presencia de las armas. Aun cuando verbalmente, reconocen sus efectos negativos; en los dibujos, no aparece conflicto en portar armas, o significar con ellas poder sobre otros; de hecho, el portar armas se coloca como rasgo distintivo. Se agrega a estos la gordura vivenciada con placer, y el consumo de comida chatarra (hamburguesas y coca cola), (figura 10).

Figura 10. Rasgos de los norteamericanos 

CONCLUSIONES

Los resultados se expusieron de manera ilustrativa de modo que acá queda más bien una categorización de estas respuestas y la invitación a la segunda parte de este artículo que da cuentas de las heteroimágenes de ambos países, es decir, cómo ven los cubanos a los norteamericanos y viceversa.

No resulta marginal, menos en tiempos de intensas manipulaciones psicológicas, la visualización del impacto de los símbolos y ceremonias “la magnitud de lo sagrado” sobre la construcción de las subjetividades en ambos países.

Se articulan en las representaciones elementos afectivos y cognitivos tributando a una autoestima positiva, que potencialmente refuerza discriminaciones intragrupales.

Rasgos que pudieran externamente calificarse como negativos, por ejemplo, violencia para los norteamericanos; vulgaridad para los cubanos; son abordados en tono de broma; sugiriendo cierta acriticidad respecto a ese tópico, y un rasgo negativo que se consolida dentro de la construcción identitaria.

El uso de lo simbólico y lo humano se estructura como organizador lógico diferenciado que sugiere un pensamiento más abstracto o más concreto en cada caso; lo interactivo e individual se sitúan como extremos opuestos motivacionales de la cultura ciudadana con lo cual se dibujan intencionalidades conductuales diferentes. De la misma manera, se perfilan valores en los cubanos más orientados a la esfera socio-moral y las relaciones interpersonales entre colegas y amigos; en los americanos a los instrumentales, los actitudinales y las relaciones con la familia nuclear.

Como fue explicitado en el capítulo metodológico, estas son pistas ofrecidas solo a través de dibujos; definitivamente queda como recomendación la posibilidad de aplicación de otras técnicas proyectivas-juego de roles, por ejemplo-y la posibilidad del dispositivo grupal, con la presencia de jóvenes de ambas naciones, como estímulo vivo para estimular la producción, la reflexión y el debate. No obstante, desde estos hallazgos, y dado que

cuando se habla de la identidad de un sujeto individual o colectivo hacemos referencia a procesos que nos permiten asumir que ese sujeto, en determinado momento y contexto, es y tiene conciencia de ser él mismo, y que esa conciencia de sí se expresa (con mayor o menor elaboración o awareness) en su capacidad para diferenciarse de otros, identificarse con determinadas categorías, desarrollar sentimientos de pertenencia, mirarse reflexivamente y establecer narrativamente su continuidad a través de transformaciones y cambios. (De la Torre, 2001, p. 82)

Cabría preguntarse ¿será posible la construcción de relaciones armónicas entre Cuba y los Estados Unidos?

REFERENCIAS

De la Torre, C.(1994). ¿Cómo somos los cubanos? La Habana. [ Links ]

De la Torre, C.(1997). La identidad nacional del cubano. Logros y encrucijadas de un proyecto. Revista Latinoamericana de Psicología, 29 (2), 223-241. [ Links ]

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De la Torre, C.(2008). Identidad, identidades y ciencias sociales contemporáneas; conceptos, debates y retos.http://www.psicologia-online.com/articulos/2008/05/identidad_identidades_y_ciencias_sociales.shtml consulta junio 2015 [ Links ]

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Fernández, P. (2005). Los dos lenguajes de las dos psicologías de lo social. Athenea Digital, 8. [ Links ]

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Morin, E. (1994). Sociologie. Paris: Fayard. [ Links ]

Recibido: 26 de Diciembre de 2018; Aprobado: 18 de Febrero de 2019

*Autor para la correspondencia: caro@infomed.sld.cu

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