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Revista Estudios del Desarrollo Social: Cuba y América Latina

versión On-line ISSN 2308-0132

Estudios del Desarrollo Social vol.7 no.2 La Habana mayo.-ago. 2019  Epub 25-Jul-2019

 

Ensayo

Por un marxismo con vida real, más allá de la disciplina y la norma

For a Marxism with Real Life, beyond the Discipline and the Norm

Natasha Gómez Velázquez1  * 

Dolores Vilá Blanco1 

1Facultad de Filosofía e Historia, Universidad de La Habana, Cuba

RESUMEN

Este ensayo reflexiona críticamente, acerca de las formas de popularización e institucionalización del marxismo en Cuba, en particular su organización escolar, procesos que se extienden por casi 60 años. Hace una invitación a trasgredir las normas y bordes de los dogmas legitimados, e intentar un acercamiento a lo que ha sido excluido, pero que dio vida y sentido al marxismo revolucionario: sus polémicas, contradicciones, incertidumbres, diversidades estratégicas y tácticas. Estas complejidades marcan la historia real del marxismo, diversa y conflictual. Solo esta perspectiva de estudio, puede estimular el pensamiento crítico que necesita una revolución.

Palabras clave: marxismo; crítica; educación; Cuba

ABSTRACT

This essay reflects critically on the forms of popularization and institutionalization of Marxism in Cuba, particularly its school organization, processes that extend for almost 60 years. It makes an invitation to transgress the norms and edges of legitimized dogmas, and to try to approach what has been excluded, but that gave life and meaning to revolutionary Marxism: its controversies, contradictions, uncertainties, strategic and tactical diversities. These complexities mark the real history of Marxism, diverse and conflictive. Only this perspective of study can stimulate the critical thinking that a revolution needs.

Keywords: Marxism; critic; education; Cuba

“¿Somos marxistas? ¿Existen marxistas? Tú sola, estupidez, eres eterna. La vana cháchara y el bizantinismo son herencia inmarcesible de los hombres”. (Gramsci, (1973), p.37

¿Por qué un ensayo sobre marxismo? ¿Por qué hoy, aquí y ahora se nos hace apremiante repensarlo con vida real? ¿Qué ejes primordiales hermanan una búsqueda crítica de la historia polémica del marxismo, del socialismo, y sus revoluciones?... La respuesta a cada una de las preguntas formuladas puede ser sintetizada en palabras martianas como: “(…) el hábito noble de examen destruye el hábito servil de la creencia; la pregunta sigue al dogma, y el dogma que vive de autoridad, muere de crítica” (Martí, 1953, p.288).

Este es un ensayo que piensa desde y por Cuba acerca del marxismo, el socialismo, y las revoluciones, y proyecta los resultados de investigación hacia las propuestas de construcción de sociedad en que nos hemos encontrado inmersos desde hace casi 60 años. Reflexiona acerca de los modos en que el marxismo como pensamiento y praxis se abrió paso en el país y se mantiene hasta hoy, por sobre los reclamos -ya históricos- de varias generaciones de académicos, investigadores, y profesionales de diferentes áreas del saber, que han invitado con sus argumentos a repensar radical y transversalmente estos asuntos, y también a interrogar -con particular énfasis- lo que se dice de ellos y lo que resulta tal cual se profetizan.

Es una aproximación abierta, una provocación que desafía “a tensar un poco más sus facultades de pensar por su propia cuenta” (Engels, 1974, p. 534), comenzando por invitar a trasgredir las normas y los bordes de un marxismo legitimado por la fuerza del hábito; la historia en su desdichada dimensión factual; el error y el dogma; la falta de emprendimiento intelectual; la no disponibilidad oportuna de fuentes de estudio; la separación entre el curso teórico e investigativo y la praxis; las determinaciones “externas” sobre su destino, función, contenidos, e institucionalización; así como por las reducciones y manipulaciones históricamente planeadas por motivos espurios, que han sido conocidas, debatidas y analizadas por la comunidad internacional.

Es necesario romper con la idea común de que el marxismo tiene bordes nítidos, -el objetivo central de este ensayo es borrarlos-. Debemos estar listos para repensar un marxismo que se fue legitimando y consagrando, no siempre por causas revolucionarias. Esto ocurrió a veces por descuidos editoriales, de traducción, y de conservación de ciertos textos, desde la etapa en que el Partido Socialdemócrata Alemán era el albacea de los escritos de Marx y Engels. También por censuras, manipulaciones, oportunismo, e intereses miopes de Partido, Estado, y hasta personales, de la socialdemocracia alemana de entonces con sus figuras ilustres, también durante la etapa soviética, así como en otras partes del mundo hasta hoy, donde se incluye Cuba, por lo que replantearnos sus causales es un asunto pendiente primordial.

Respecto a las arbitrariedades históricas a que ha sido sometido el conocimiento del marxismo originario y que han trazado sus también arbitrarios bordes de legitimidad, el importante marxista y marxólogo latinoamericano Enrique Dussel -filósofo de la liberación, Premio Libertador al Pensamiento Crítico 2009- ha comentado:

Yo he trabajado Marx en sus cuatro redacciones de El Capital (la segunda, tercera y parte de la cuarta redacción, están inéditas, están en los archivos de Ámsterdam) y me tuve que meter en los archivos y estudiar inéditos de Marx. Ustedes dirán ¿cómo?, ¿tiene Marx inéditos? El 50% de Marx nunca se ha publicado, ni en alemán. ¿Por qué?, si todo Marx se podría editar con menos del valor de un avión a reacción. Porque la Unión Soviética no quiso publicar Marx. Porque si se leía seriamente a Marx, el estalinismo caía hecho pedazos (vean cómo son las cosas); todavía hoy está inédito el tercer tomo de El Capital. (Bautista Segales, 2018, p.131)

Uno de los testimonios más importantes que confirma ese tipo de arbitrariedad editorial, fue aportado por el reconocido traductor castellano de El capital, el español Wenceslao Roses, quien colaboró con los soviéticos en las “ediciones en lenguas españolas” durante los años 30. En una muy conocida entrevista concedida a Gabriel Vargas Lozano, comentó sobre el destino de los escritos del “joven Marx”:

(…) no fueron publicados, lo que le dará una idea de la manera rusa de proceder. Al hacer la edición grande, en cincuenta y tantos volúmenes, de la obra completa de Marx; los escritos del joven Marx, en donde todavía no es comunista, en que mantiene muchos resabios, pero muy importantes de idealismo (y que es un ejemplo de lucha por el marxismo, porque el marxismo no se cayó del cielo, fue fruto de la lucha ideológica). Pues bien, en esta edición, los escritos juveniles de Marx y de Engels que no son ortodoxos marxistas, ellos los colocan aparte y hacen una edición al margen de Obras especiales de Marx y Engels. Es decir, que ellos mismos se ponen a censurar el marxismo (…) si son capaces de censurar a Marx y Engels como no iban a censurar a un pobre y desgraciado traductor español como yo (…) (Vargas, 1986, pp. 59-60)

Sobre la labor de traducción específicamente y a partir de su experiencia en Moscú, Roses afirmó:

Es muy difícil trabajar con los rusos, son tremendamente recelosos, muy ajenos a la confianza que es necesario tener mientras no haya razones para otra cosa. Estaban siempre con los ojos cuadrados viendo lo que nosotros poníamos, rectificando, había unos consultantes allí, que eran los que llevaban el control de las ediciones. Yo tuve allí grandes discusiones con ese motivo, que nos obligaron a veces a acudir en apelación, para resolver los problemas, a la dirección de la Internacional Comunista, cosa verdaderamente ridícula, porque la misión de la Internacional Comunista era otra, que desgraciadamente no cumplió. (Vargas, 1986, p. 59)

En fin…, ni se sabe lo que falta por hacer, solo en términos de conocimiento real del marxismo. Todo aquello que no se asimiló en tiempo real o en sus mejores versiones; todo lo que ahora y de pronto está en red, y aún nos resulta inaccesible; todo eso y más ha de ser considerado crítica, individual y socialmente. Situación a la que se agrega la disposición a investigar y considerar lo antes desechado. Pero, ¿quedará aún voluntad para eso… o seguiremos remendando parches con lo que tenemos? ¿Continuaremos afirmando por ejemplo, que enseñamos marxismo en las aulas, que somos depositarios de ese legado de manera absoluta, como es usual escucharlo en cualquier enclave?

Este ensayo hace hincapié en la amplia gama de teorías y polémicas que le son inherentes al marxismo y su historia, diversa y conflictual por excelencia, atendiendo a sus conexiones orgánicas internas, y sugerentes corolarios que se nos hacen visibles y sorprendentemente cercanos hoy. Esa plenitud de desarrollos teóricos, permanecen (casi) desconocidos en nuestro contexto, en especial en sus textos originales. En su lugar, se encuentra una falacia discursiva que ya erosiona al marxismo, por décadas de simplificaciones, distorsiones, omisiones, exclusiones, y hasta descuidos.

Eso ha ocurrido, entre otras muchas razones, desde una visión que tomaba como excusa la popularización del marxismo, para la necesaria formación política de las masas que se consideraba idónea en el alcance de los fines emancipadores que se esperaban. Ese objetivo fue instrumentado a través de procedimientos escolares comunes y uniformes, lo que acusaba una ya incierta versión soviética del marxismo y su historia, conformada y sellada por el stalinismo en la década del 30 del siglo XX bajo la denominación “marxismo-leninismo”. Esta específica tendencia del marxismo, al aspirar a convertirse en la única legítima, convirtió sus tesis en dogmas, e imprimió a nivel de sentido común, los límites de lo aceptable. Asumido por demasiado tiempo ya, por una parte de los revolucionarios y las izquierdas -también en Cuba- la identificación (identifican) de esa tendencia con el marxismo en general (como si tal cosa existiera), ratificamos las palabras de Marx al ver como ajenas las posiciones políticas que invocaban su nombre como linealidad acomodaticia: “lo único que sé es que no soy marxista”1.

Se ignoraba -probablemente porque se desconocía o no interesaba conocer- lo que Antonio Gramsci, en “Nuestro Marx”, se vio urgido a esclarecer:

¿Somos marxistas? ¿Existen marxistas? Tú sola, estupidez, eres eterna. (…) La vana cháchara y el bizantinismo son herencia inmarcesible de los hombres. Marx no ha escrito un credillo, no es un Mesías que hubiera dejado una ristra de parábolas cargadas de imperativos categóricos, de normas indiscutibles, absolutas, (…) no porque haya inventado a partir de la nada, no por haber engendrado con su fantasía una original visión de la historia, sino porque con él lo fragmentario, lo irrealizado, lo inmaduro, se ha hecho madurez, sistema, consciencia. (…) Marx no es solo un científico, sino también un hombre de acción (…) es un historiador, un intérprete de los documentos del pasado, pero de todos los documentos, no sólo de una parte de ellos. (…) Este era el defecto intrínseco a las historias, a las investigaciones acerca de los acaecimientos humanos: el no examinar ni tener en cuenta más que una parte de los documentos. (Gramsci, 1973, pp. 37-38)

Existen profundas fisuras en el marxismo, que le dan textura como pensamiento y praxis, y que generaron y generan diversidad de tendencias en su interior. La tradición marxista se inició con Marx y Engels, y se ramificó por todo el mundo asumiendo su propia fisonomía, acorde a los contextos concretos en que se desenvolvía la actividad revolucionaria creadora y transformadora. En este sentido, una aprehensión del marxismo debe incluir el acercamiento a esa diversidad, pues esos discursos disímiles, constituyen la riqueza construida por la experiencia teórica y política de múltiples batallas. A diferencia de otros discursos, “el marxismo es su historia”, “cada concepto, cada praxis, cada libro, solo tiene sentido en relación con su contexto”. Por tanto, la historia diversa del marxismo no es una “simple historia” de la que “se pueda prescindir” (Gómez, 2017a, pp. 25-26), aun cuando se presenten grandes dificultades para unificar, en un mismo proceso lógico, aquello que existe (y solo de esa manera puede existir) en su expresión empírica, como heterogéneo, dispar, complejo, y hasta contradictorio. Así ha sido y es la vida de una teoría que no se redacta con vocación erudita, sino para trazar estrategias políticas que, necesariamente, han de adecuarse a la circunstancia que corresponde.

“Por un marxismo con vida real, más allá de la disciplina y la norma”, invita a meditar los procesos históricos y sus conceptualizaciones marxistas, como transcursos perpetuos de construcción y autoconstrucción múltiple en constante confrontación, y no desde linealidades, automatismos, posibilismos y determinismos supuestamente asociados a la obra de una figura y/o corriente.

Se propone, por adición, incorporar a la reflexión activa, circunstancias históricas de las revoluciones y el marxismo, que trascienden ese reduccionismo habitual al -valioso- marxismo originario; reduccionismo que, por demás, también clava su mirada, únicamente en aquello consagrado antes por las “autoridades”. Sin embargo, el propio Marx rechazó toda idolatría a su persona, pues tales actitudes le “honraban” y le “avergonzaban demasiado a su vez” (Marx, 1988, p. 391), a lo que añade en otro momento, que le producía una “(…) repugnancia todo culto a la personalidad (…) La primera afiliación, mía y de Engels, a la sociedad secreta de los comunistas se realizó sólo bajo la condición de que se eliminaría de los Estatutos todo lo que contribuía a la postración supersticiosa ante la autoridad” (Marx, 1974, p. 507).

Justamente, el académico mexicano Pablo González Casanova ha comentado las conse-cuencias del sorprendente confort encontrado por la idolatría -y sus correspondientes consecuencias-, en determinadas zonas de la tradición marxista. Refiriéndose en un inicio a El Capital, expresa:

Pero si la grandeza de las contribuciones de Marx queda fuera de toda duda, no por ello ha impedido que se le sacralice y lea su obra magna a la manera de un texto sagrado, es decir, como “fuente de la verdad”, hecho muy grave no sólo porque coloca el gran texto en el terreno de las creencias, y de las interpretaciones válidas o inválidas a cargo de sus nuevos popes, sino porque la contribución de Marx a las ciencias del hombre y a la emancipación humana da fin a un largo proceso de desacralización de todas las ciencias y acaba con sus interpretaciones religiosas, explícitas e implícitas. (González, 2018, p.42)

Y continúa comentando González Casanova, cómo esa actitud de idolatría, condujo a trazar perímetros de legitimidad, actitudes de autoritarismo, y estancamiento teórico-político, todo lo cual, es ajeno al espíritu y la letra del marxismo: “Ha llevado incluso a la sacralización o exclusión, pasajera o duradera, tácita o expresa, de grandes pensadores clásicos y contemporáneos, que se inscriben en esa inmensa corriente de pensar y luchar, y hasta de quienes, a lo largo de la historia, han sido líderes de importantes movimientos, partidos, uniones y estados. En última instancia la sacralización es una manifestación del autoritarismo, tanto en el pensar como en el actuar, pues los argumentos de quien o quienes mandan se vuelven argumentos “sagrados”, y otro tanto ocurre con sus estrategias, tácticas y políticas. Éstas se escuchan y obedecen. (Los) adherentes, lejos de someter a crítica los conocimientos científicos, prácticos y técnicos del sistema, rechazan actualizar sus propios conocimientos descuidando el paso del tiempo, y se quedan en una crítica que a menudo impide el des-cubrimiento de lo nuevo” (González, 2018, pp. 42-43).

Cuando nos acerquemos a Marx, debemos estudiarlo con realismo informado y crítico. En su obra y tradición, existen enunciados abiertos, inconclusos, no transitados más, incoherentes, contradictorios y alternativos, de intención tachada, regresiones, y tesis abandonadas. Incluso, es probable que aquellos pasajes y libros que consideramos antológicos hoy, cambien su estatus a la luz de toda la papelería de Marx y Engels -eventualmente de Lenin, y de otros marxistas- aún no publicados. No hubo un plan previo realizado, ni siquiera para el genio de Marx.

La hermenéutica debe ir acompañada de estudios históricos, a veces muy contextuales, para comprender la esencia inmanente de un texto o de una decisión política; develar su provisionalidad, potencial rectificación o abandono por parte de su autor o la tendencia que lo sustenta, o quizás su seguimiento y fundamentación consecuente.

Los debates y polémicas forman parte del desarrollo crítico del marxismo. Su heterogénea tradición se compone de innumerables polémicas, que concurrieron y concurren a su constitución y vida real. Polemizaban y discutían Marx y Engels con “socialistas verdaderos”; protocomunistas; filósofos y economistas; lasallanos; socialistas utópicos y “curanderos sociales” (Engels); anarquistas; con sus propios aprendices y sinceros (o no tan) seguidores; también con sus críticos directos. Polemizaba Engels con las censuras que sufría la obra de Marx y la suya, a manos del Partido Socialdemócrata Alemán, y con el ya a la vista revisionismo. Aparece la considerada primera “crisis del marxismo” a fines del siglo XIX con sus supuestos o reales cuestionamientos; el debate en torno al definitivo revisionismo reformista; surgen preguntas sobre la actualidad de la teoría marxiana de las crisis económicas del capitalismo; concurren diversidad de posiciones acerca de la “teoría del derrumbe”; discuten revisionistas, “ortodoxos”, y otros que no lo son.

En Rusia arden las palabras en torno a cómo organizar un Partido, infinitud de pasiones políticas y recias personalidades, ese Congreso no tiene fin…, van de Bruselas a Londres. “Bolcheviques”, “mencheviques”, y los demás. Sigue la discusión después de 1917, sobrevive incluso a sus iniciadores, pasa las fronteras en distintas épocas. Rosa Luxemburgo interpela críticamente a Lenin más de una vez. Concurren las fuerzas políticas y sus líderes con sus posiciones estratégicas a la Revolución de 1905. Revolución socialista ¿en Rusia?, o ¿Revolución burguesa?, o ¿Revolución por etapas?, o quizás ¿“Revolución Permanente”? Debates que Rosa Luxemburgo traslada a Alemania bajo la frase “huelga de masas” a la que otorga dimensión estratégica; el Partido alemán y sus Sindicatos no quieren oír hablar del asunto. Lenin y los rusos discuten sobre “Filosofía”; Rosa discute contra una solapada ideología imperialista en la socialdemocracia alemana (caso Marruecos). Ruptura entre Kautsky y Rosa; constitución definitiva del ala de izquierda en el Partido alemán. Se acerca la guerra, aparecen las preguntas, ¿imperialismo?, ¿qué hacer ante la guerra generada por intereses de clase burgueses? Aparecen las respuestas alternativas, las reuniones de debate, los no consensos, los consensos, y los consensos rotos. El tema de las nacionalidades, vuelven Rosa y Lenin a la carga.

Llega 1917, y regresan las preguntas y posiciones de la Revolución de 1905 en Rusia. La vida agrega nuevas interrogantes, ¿cómo gobernar?, ¿cuál es la institucionalidad socialista?, ¿cuál es la correlación funcional entre el Partido, el Estado y los Sindicatos?, ¿Gobierno representativo o Dictadura del Proletariado?, ¿son dos cosas distintas o excluyentes?, ¿es la Rusia soviética, socialista?, ¿se firma la paz en Brest-Litovsk?, ¿gobernarán los bolcheviques, como única fuerza hegemónica?, ¿capitalismo de Estado, en el socialismo?, ¿acumulación originaria, en el socialismo?, comunismo ¿“de guerra”?, ¿militarización y sangre para la sobrevivencia económica y política de la Revolución? Preguntas y polémicas, diversidad de posiciones.

Empieza la Revolución alemana, se evidencian comprensiones distintas, la tradición marxista ya está dividida, actúa la socialdemocracia conservadora y reformista que gana, y también actúan los izquierdistas cuyos líderes son asesinados. Obreros y soldados peleaban entre sí, los mismos que habían formado parte de Sindicatos socialdemócratas y habían estado expuestos al marxismo y su tesis de la solidaridad de clase.

Rusia y la nueva Internacional, sus “21 condiciones”, que no todos los izquierdistas y comunistas están dispuestos a aceptar, pero sí obedecen ciertos socialdemócratas disfrazados. Argumentos, dogmas estratégicos y tácticos, centralismo, divisiones, demarcación teórica y política del comunismo, y sus consecuentes exclusiones. Comienza el período de reformas de inicios de la década del 20, mercado y plan con sus improntas políticas y culturales mantienen arduos debates y desarrollos teóricos que perviven hasta hoy. Entre tanto, el fascismo nace y eventualmente se fortalece en Alemania. Muere Lenin, ¿quién será el sucesor?, correlación dinámica de fuerzas de poder, discusiones y conspiraciones internas a veces bajo la apariencia de proyectos políticos estratégicos. Definición stalinista de “leninismo” y más tarde de “marxismo-leninismo”, quedan fueran de manera sucesiva Trotsky, Bujarin, Kamenev, Zinoviev y otros que fueran cercanos a Lenin. ¿Socialismo en un solo país?, se resiste la “Revolución permanente”, ¿planes quinquenales?

Esto resulta -por siempre- infinito…, porque en cada enclave mundial y a riesgo de vida, los debates y embates de pensamiento y praxis se mantuvieron, en especial en los países donde accedieron al poder y le dieron curso a experiencias “transicionales socialistas”. Nada en el marxismo y las revoluciones supone quietud, paciencia, resignación, autoridad y obediencia, o celosa burocracia que en su empeño maquilla y simplifica una trayectoria de batallas y complejidades. Nada en el marxismo y las revoluciones supone la idolatría de una letra e historia cosificada que exija una custodia, además autodesignada, porque: “concretamente, lo que podrá sacar a luz los tesoros de las experiencias y las enseñanzas -sentenciaba Rosa Luxemburgo- no será la apología acrítica sino la crítica penetrante y reflexiva” (Luxemburgo, 2008, p. 378). O, en palabras de Marx, “me refiero a la crítica despiadada de todo lo existente, despiadada tanto en el sentido de no temer las consecuencias de la misma y de no temerle al conflicto con aquellos que detentan el poder” (Marx, 2008, p. 2).

Si bien estas páginas se han escrito con el propósito de dar visibilidad y actualidad -con proyección cubana- a lo muchas veces preterido de la teoría e historia del marxismo (sus polémicas); y contribuir a una difusión escolar más eficiente, por amplia, reflexiva, crítica, y realista; no consideramos que la reparación -si es que eso fuera posible- de los errores históricos en los procesos de conocimiento y difusión del marxismo, se encuentre estrictamente en el orden del discurso, lógico, o cognoscitivo.

La voluntad revolucionaria no es un hecho intelectual, por lo que trasciende el propio conocimiento del marxismo. Aún una especialización académica, investigativa, y profesional sobre teoría y praxis marxista, está muy lejos de calificar necesariamente el estatuto revolucionario. Es más, la historia de las izquierdas -pasadas y más recientes- han demostrado que los movimientos revolucionarios no han necesitado de integridad marxista, más bien se han realizado por sujetos revolucionarios apenas letrados. Con frecuencia, sus liderazgos políticos y organizativos no han radicado en las fuerzas comunistas entrenadas o familiarizadas con los conceptos y estrategias marxistas que han predominado o dominado. El científico social cubano Fernando Martínez Heredia no se cansó de subrayar que en la Cuba de los 60, nos hicimos marxistas por ser revolucionarios, y no a la inversa.

En otro contexto, pero con el mismo sentido de preocupación ante las lecturas inertes que otorgaban títulos marxistas, Lenin sentenciaba: “A primera vista, naturalmente, parece que aprender el comunismo es asimilar el conjunto de los conocimientos expuestos en los manuales, folletos y trabajos comunistas. Pero esta definición sería demasiado burda e insuficiente. Si el estudio del comunismo consistiera únicamente en saber lo que dicen los trabajos, libros y folletos comunistas, esto nos daría fácilmente exégetas o fanfarrones comunistas, lo que muchas veces nos causaría daño y perjuicio, porque estos hombres, después de haber leído mucho y aprendido lo que se expone en los libros y folletos comunistas, serían incapaces de coordinar todos estos conocimientos y de obrar como realmente exige el comunismo.

(…) Sin trabajo, sin lucha, el conocimiento libresco del comunismo, adquirido en folletos y obras comunistas, no tiene absolutamente ningún valor, (…) El peligro sería mucho mayor todavía, si quisiéramos aprender solamente las consignas comunistas. Si no comprendiéramos a tiempo la importancia de este peligro, si no hiciéramos toda clase de esfuerzos por evitarlo, la existencia de medio millón o de un millón de jóvenes de ambos sexos, que después de semejante estudio del comunismo se llamasen comunistas, causaría un gran perjuicio a la causa del comunismo. (Lenin, 1977, pp. 204-205)

El marxismo no se mueve solo en una dimensión de saber, probablemente, ni siquiera sea estrictamente palabra dicha o papel escrito. Es una tradición multidimensional de experiencias; conceptos; praxis; interpretaciones insólitas; discusiones pasionales y racionales de salón, de calle, de reuniones cotidianas y trascendentales; voces distintas y muchas que se pronuncian con derecho propio (felizmente, en distintos idiomas); serenos e incendiarios textos escritos en bibliotecas y también de folletos apresurados; son símbolos e imágenes que inspiran, calles llenas de gente verdaderamente activa… El ser revolucionario o el ser marxista no se aprende en las Escuelas, como bien dijo Rosa Luxemburgo a inicios del siglo XX. Ser marxista y ser revolucionarios, es existencia y vida política.

El marxismo no es algo que provenga “desde fuera”, que se inocule al individuo por vía cognoscitiva o escolar como ideología encapsulada. Este es un asunto ya debatido a través de su extenso decurso. El marxismo es praxis revolucionaria, solo se hace tangible por medio de los sujetos políticos actuantes, que en su expresión estratégica y utópica se apropian ese legado, porque lo necesitan orgánicamente para transformarse a sí mismos y al mundo. Quien no lo necesita de esa manera -porque no vive un contexto revolucionario o no se siente involucrado en él, porque existencialmente no se percibe a sí mismo como sujeto sino más bien como objeto de la política, porque se encuentra enajenado respecto a su realidad-, no es propiamente un sujeto político, y termina por percibir el marxismo como píldora horaria e incluso agresiva, o tarea escolar o curricular para obtener un título.

Ser marxista o sujeto revolucionario no son condiciones ontológicas o genéticas, no se asumen de una vez y para siempre, ni se constituyen de manera escolar. Solo se forman, realizan y existen, si se expresan y viven políticamente. Cuando eso no ocurre, la política y el nombre de Marx se convierten en pura palabra. En esa situación, el legado de Marx no tiene efectos revolucionarios. Promueve el rechazo, la saturación, la burla, y peor, la indiferencia cínica.

De manera que el marxismo no puede ser un saber teórico adicional en el currículum o en el trabajo profesional2. Ni una insignia o sello de identidad, que se adquiere de manera escolar y se lleva como pertenencia, símbolo gremial, o palabra perfecta de pase y escalada. Menos aún es una profesión u oficio, a ejercer siguiendo lo agendado.

El marxismo escolar -asumido en Cuba como marxismo-leninismo- suele quedar confinado a los registros del currículum, mientras, de forma paralela, las personas se entregan al frenesí del empirismo y el practicismo. Ni siquiera puede decirse que ese desdoblamiento se constituye en dos formas de existencia, pues la teoría se diluye en la nada, se impone el empirismo de la cotidianeidad que, aparentemente, no necesita de los conceptos aprendidos en clase. Decía Lenin, viendo comportamiento semejante en su experiencia revolucionaria: “Lo que caracteriza a este período no es el desprecio olímpico de algún admirador de “lo absoluto” por la labor práctica, sino precisamente la unión de un practicismo mezquino con la más completa despreocupación por la teoría” (Lenin, 1960, p. 282).

La insistencia en modos escolares de aprendizaje del marxismo, no es efectiva, como demuestra la experiencia histórica, desde la época de las modélicas Escuelas del Partido y Escuelas de los Sindicatos del Partido Socialdemócrata Alemán a inicios del siglo XX, en las que impartían clases los marxistas más ilustres de entonces. Sin embargo, llegado el 4 de agosto de 1914, la socialdemocracia alemana y buena parte de la europea, pasaron por sobre sus propias palabras sobre la solidaridad, el internacionalismo, la lucha de clases, la revolución, y el imperialismo.

La panorámica actual de Cuba, en cuanto a los modos usuales de proponerse masificar el marxismo en su dimensión de saber, nos coloca además, ante una compartimentación y especialización en el ámbito de las Ciencias Sociales; ámbitos “marxistas disciplinares” obligatorios para todos los estudiantes; y “profesionales del marxismo” o más bien del “marxismo-leninismo”… Incluso desde los propios títulos universitarios que se les expiden a esos “especialistas” al graduarse, aún y cuando su formación curricular sea más amplia que el apellido que les acompaña (marxista-leninista) marca un rumbo estrecho -tal y como históricamente se les ha concebido-. Las palabras de Lenin pueden hacer pensar sobre estas cuestiones y las realidades que vivimos:

(...) Quien conozca por poco que sea el estado efectivo de nuestro movimiento, verá forzosamente que la vasta difusión del marxismo ha ido acompañada de cierto menosprecio del nivel teórico. Son muchas las personas muy poco preparadas, e incluso sin preparación teórica alguna, que se han adherido al movimiento por su significación práctica y sus éxitos. (Lenin, 1960, p.143)

Así, se consagra la desmembración de la teoría unitaria de la revolución que constituyó al marxismo originario y clásico; se consagra el reduccionismo excluyente del marxismo a una sola de sus tendencias históricas; se mantiene una “profesionalización en lo político e ideológico”3 -entiéndase, oficio remunerado-, que en sus esencias mismas no es profesionalizable más que en las esclerosadas cabezas de burócratas; y un sistema extensivo de enseñanza organizado de manera institucional y centralizada. Los tránsitos históricos en nuestro país con relación al marxismo a lo largo de estas décadas, han pasado de la intención de su popularización, a su masificación directa y de ahí a una rígida institucionalización; la única tendencia capaz de ser encinchada en tales destinos uniformantes no podía ser otra que el marxismo-leninismo.

Las expansividades a la sociedad de tales tránsitos matizan no sólo la institucionalización centralizada de los destinos del marxismo en la única variante que lo permitía: el marxismo-leninismo, sino la tecnoburocratización del proceso cubano actual en su totalidad:

Lo que caracteriza a este período no es el desprecio olímpico de algún admirador de “lo absoluto” por la labor práctica, sino precisamente la unión de un practicismo mezquino con la más completa despreocupación por la teoría. (…) El socialismo científico dejó de ser una teoría revolucionaria integral, convirtiéndose en una mezcolanza a la que se añadían “libremente” potingues procedentes de cualquier manual nuevo. (Lenin, 1960, p. 282).

La mezcolanza y el practicismo mezquino siguen afectando el rumbo que correlaciona los micros espacios sociales con los macros e impacta con mayor fuerza en el modelo cognitivo lacerando toda posibilidad de pensamiento, en especial el crítico.

A pesar de la experiencia histórica, que justamente está ahí para ser asimilada críticamente, aún se batalla en Cuba contra los mismos molinos de viento, si de marxismo se trata. Molinos de viento que los propios marxistas se han impuesto a sí mismos a través del tiempo y de las circunstancias, obstáculos que ya la historia identificó y sentenció, y que, sin embargo, una y otra vez regresan fuertes ante cualquier propuesta de cambio argumentado: el perímetro de legitimidad; las exclusiones; la difusión extensiva e institucional; las acciones “desde fuera”; la separación entre el trabajo teórico y las estrategias revolucionarias de la vida real -que limita la constitución de una intelectualidad orgánica, de conformidad con Gramsci-; la reducción del marxismo a una dimensión única de saber; la división disciplinar de la teoría; etc.

La recurrencia de estas piedras, con las que tropezamos dos veces y muchas más…, perviven y se reproducen en el tiempo, quizás por ser soluciones prácticas -o practicismo parafraseando a Lenin- en medio de tantas complejidades conque lidia una revolución; pero quizás sea por desconocimiento histórico; o hasta por el instinto conservador de burócratas, negados a revolucionar o creyendo erróneamente que cumplen su función o que “saben de Marxismo” a despecho de una memoria histórica activa y actuante que pasa factura en los tiempos.

Los intelectuales, los marxistas, aún no contribuimos a la sociedad como corresponde, como debe exigir una revolución, porque no hay una integración coherente y, otra vez, “orgánica” de activismo y funciones, porque se esgrimen límites u obstáculos “procesuales o reglamentadas” a los intentos, aun y cuando se nos convoque para ser “escuchados”. También desde ese punto de vista, la sociedad está fragmentada.

Ese panorama resulta paradójico en relación con fines estratégicos. Si de marxismo y revoluciones se trata, ¿cómo entonces consagrar dogmas y seleccionar contenidos legítimos? ¿Por qué históricamente los socialismos y hasta los movimientos revolucionarios se han apresurado a establecer sus límites? ¿Qué sentido ha tenido hacer del marxismo un sumario cerrado, compactado, y artificial, además de arbitrario? Precisamente, las revoluciones son siempre hechos empíricos, porque al pretender cambiar todo -“todo lo que deba ser cambiado”, Fidel-, se quedan virtualmente sin referentes (además de las constantes innovaciones estratégicas de sobrevivencia que adoptan ante el acecho de sus enemigos).

En este sentido, puede afirmarse que las revoluciones viven al día, pero tienen una historia y experiencias a tener en cuenta; tienen teorías, polémicas que no pueden desechar o decidir privilegiar unas en lugar de otras, cuando su asimilación crítica puede significar incluso, un tema de sobrevivencia ¿Por qué, entonces, reducir, limitar, o aferrar lo arbitrario? ¿Por qué dar rienda suelta a ciclos recurrentes4 de errores ya conocidos porque han sido experimentados y teorizados en otras y nuestras experiencias revolucionarias? ¿Por qué tantos remiendos vacuos para salir del paso en lugar de continuidad analítica, reflexiva, crítica y práctica?

Fue en determinadas coyunturas históricas donde crecieron condiciones de posibilidad para la censura, las exclusiones, y omisiones. Éstas produjeron vacíos que nos alcanzan hoy, y que parecen haber estado ahí desde siempre. Pero no son vacíos, son las ausencias de quienes resultaron estar del lado “equivocado” según el relato de los “vencedores”. Siempre esos espacios tuvieron palabras, nombres, estrategias, que fueron borrados de la historia del marxismo y el socialismo. Y esa, es la búsqueda y reconstrucción que hoy proponemos recuperar hasta en los resultados de investigación alcanzados en nuestro país y no tenidos en cuenta 5. Pues consideramos que no hacemos mejor nuestro trabajo docente, investigativo, político, y teórico, simplificando en nombre de la popularización lo que debe asimilarse, tal cual dijera el Che, de manera natural y como resultado de un desarrollo de la cultura marxista.

Los intelectuales marxistas y sus académicos en particular -de varias generaciones-, solo han insistido en la necesaria rectificación de aquello que no contribuye a los propósitos revolucionarios. Aún se batalla por “desterrar…todas las creencias asentadas en los viejos dogmas del pasado reciente, donde criollas mezclas de positivismo y dogmas del extinto bloque soviético siguen marcando senderos; puesto que todavía siguen garantizando convenientemente, la vieja usanza del ejercicio de la autoridad -en cualquier espacio de convivencia humana- por quienes de otra manera no podrían hacerlo” (Vilá, 2016, p. 72).

Lo que en palabras de Martínez Heredia se asume como:

En su actitud teórica, la metafísica y el dogmatismo se combinaban curiosamente con el positivismo. Esta suma teórica presentada como concepción del mundo y ciencia de las ciencias, podía tener aspectos atractivos para lectores noveles, quizá porque la razón parecía confirmar a la fe (...) Lo más dañino fue que constituyó un método, una práctica política para muchos convencidos, ni tan siquiera vencidos, incluidos algunos muy cultos. Era un dogma intangible y, por tanto, no discutible. (…) Lo cierto es que el empobrecimiento y la dogmatización del pensamiento social se agravaron y se consolidaron (…), y los cambios positivos en el campo cultural (…), no cambiaron su situación. (Martínez, 2010, pp. 21-23)

Esos dogmas aún cumplen su función, impiden la actitud crítica, cuestionadora, y la trasgresión de la norma, propia de la autonomía intelectual incluso política, en fin… propia de ser sujeto histórico. Pensar por sí mismo es nuestro recurso. La disciplina y la norma (Foucault) no son trasformadoras. Esa actitud de ejercicio de pensamiento independiente está presente también en autores y próceres cubanos de todos los tiempos, podemos recordar por ejemplo las Cartas a Elpidio de Varela: “(…) ¿Qué quiere decir obediencia pasiva? ¿Obedecer sin pensar? ¿Y qué derecho tiene la política para manejar los pensamientos?” (Varela, 1960, p. 36). Qué estrecho horizonte le deparan a lo humano tales extendidas y absorbentes posturas. Aquellas, que se reproducen como hiedras modulando infinitas sujeciones hasta en el interior de los individuos impidiéndoles toda visión. Porque se va perdiendo el activismo promotor de lo diverso, del impulso osado, de la fiebre que renueva, del entusiasmo que hurga, de la ensoñación por lo nuevo.

Existen otros problemas, como la operatividad del análisis científico social a partir de una brújula no imantada, que genera tendencias hacia el seguimiento acrítico bien de la moda intelectual, bien de teorías secundarias de escaso vínculo con la preocupación política e histórica marxiana -legítimo objeto de estudio y de entrega intelectual, pero que no debe imponerse al auditorio como dimensión esencial- bien de la resucitación del pasado por ser pasado, por no estar de moda, y garantizar vedetismo y “novedad” en el presente. Así comienzan a encontrar espacio en los enclaves culturales, las posiciones que en nuestro contexto, significaron dogma y condujeron hasta al sacrificio de existencias profesionales y personales. Posiciones, por cierto, que aún enquistadas, conspiran hoy con toda su fuerza, para reducir el pensamiento.

Todo eso se genera en contextos propicios, marcados a veces por la individualidad caprichosa, y a veces por la masividad pasiva que en su silencio se pronuncia como una. Esto obedece a la falta de integración de las investigaciones -integración no solo institucional, sino de vida científica real-, por las significativas ausencias de formación propias del vulgo marxismo que se arrastran de muchas maneras hasta hoy, por la escasísima exigencia de integración entre la teoría y la realidad otra, o por la ausencia de una comunidad científica que opere con naturalidad y consecuencia, en foros de presentación, debate, y crítica saneadora.

Así, aparecieron nuevos iconos. Es como si la universalización cultural, en su concreción extensiva reprodujera en buena medida obsolescencia desde un deslumbramiento repetitivo, irreflexivo, en lugar de fecundar pensamiento activo, analítico, cuestionador, que active los recursos de un pensamiento que relacione, jerarquice, tenga visión y responsabilidad estratégica a la vez que circunstancial.

El ejercicio de la intelectualidad y su formación exige de instituciones universitarias -y también de centros de producción científica- que movilicen constantemente su voluntad para enfrentar profundos lances marxistas y en general de saberes, que permitan cumplir su auténtico cometido. Las resistencias institucionales, limitan su propio desempeño natural como esfera de ejercicio de pensamiento, y articuladora primordial para el desarrollo político a que conmina la actualidad. Las universidades deben ser “(…) el órgano más genuino de expresión de la conciencia nacional y su más firme baluarte”6, en palabras de Raúl Roa. El pensamiento marxista no ha de reposar en las instituciones, debe vivir en ellas, para ellas, y exponer su rostro activamente a la sociedad.

El marxismo no es un legado intelectual a consagrar, custodiar, conservar, aprender y repetir como evidencia de fidelidad, pues, al decir de Lenin: “guardar la herencia no significa, ni mucho menos, limitarse a ella”, pues los ““discípulos” no custodian la herencia como los archiveros conservan los viejos documentos” (Lenin, 1960, p. 110). El apego a la actitud de repetir, ha generado y justificado históricamente a sus propios inquisidores. Aquellos que creen tener claro los límites de legitimidad de contenidos, tendencias, verdades, éxitos, obras, y nombres, y se sienten calificados y autorizados para dictaminar lo que ni por asomo somos. Por cierto, algo sobre lo que ningún conocedor real de la historia de la tradición marxista se atrevería a emitir juicio definitivo, dada la complejidad del asunto y el carácter abierto de las investigaciones.

Sin embargo, los “guardianes” del marxismo, aquellos a los que incluso les falta hasta el conocimiento, son los que dicen firmemente saber (actitud descrita por Sócrates como ironía que delata ignorancia). Es esta actitud, mezcla de desconocimiento y burocracia, la que sanciona la norma y perímetro de lo legítimo, desterrando de la (su) demarcación lo inconveniente o incomprensible, como críticas y polémicas, también relatividades, incertidumbres, apuestas históricas, transiciones. Aún en el insuficiente plano intelectual, se elige repetir y conservar -incluso errores, ausencias, y falacias- antes que estudiar. Pues, en esa lógica, estudiar, investigar, asimilar críticamente, pensar por sí mismo, comprender e interpretar, declarar nuestras insuficiencias, eso, eso significa arriesgarse a la herejía.

Cuando el Che vive y se enfrenta a las problemáticas diarias y a la vez estratégicas de una verdadera revolución, la revolución cubana, necesita asimilar otra vez sus propias lecturas marxistas pasadas, conjugarlas con su nueva experiencia crítica del socialismo real7, y pensar por sí mismo, a partir de los trascendentales acontecimientos que se sucedían en Cuba. En su momento, intentó luchar justamente contra los determinismos y esquematismos típicos de las corrientes marxistas de entonces, y sus similares en los movimientos sociales y revolucionarios, que ya tenían raíces profundas en la naciente revolución cubana, y que a la larga dominaron los escenarios de difusión unilateral del marxismo.

Sus obligadas consideraciones teóricas, dejaron esta importante reflexión:

(…) aquí hay que introducir una postura general frente a uno de los más controvertidos términos del mundo actual: el marxismo. Nuestra posición cuando se nos pregunta: somos marxistas o no, es la que tendría un físico al que se le preguntara si es “newtoniano”, o un biólogo si es “pasteuriano”… Se debe ser “marxista” con la misma naturalidad con que se es “newtoniano” en física, o “pasteuriano” en biología considerando que si nuevos hechos determinan nuevos conceptos, no se quitará nunca su parte de verdad a aquellos otros que hayan pasado (…) Esto hizo que, sobre la base de algunos conocimientos teóricos y el profundo conocimiento de la realidad, se pudiera ir creando una teoría revolucionaria. (Guevara, 1970, pp. 91-92)

La activísima praxis teórica y viceversa, en la Cuba de los tiempos del Che, donde las polémicas se producían no sólo en prensa, televisión o en novedosas revistas de gran circulación que ampliaban el diapasón social de conocimientos, junto a una gran variedad de autores marxistas y no marxistas publicados; renegaba de declaraciones vacías e histriónicas para confirmar lo que se decía se era, y se estaba haciendo en esos originales primeros pasos. No por casualidad el Che defendía la adhesión al marxismo con “naturalidad”. Entonces, faltaba el tiempo para certificaciones a lo patente de corso típicas de la era stalinista y sus sucedáneos posteriores. Eran tiempos de creaciones y no de repeticiones. Cuestiones de esta índole se encontraban claras para el Che, al que mucho le molestaban las verdades de perogrullo. “Es por ello -decía- que reconocemos las verdades esenciales del marxismo como incorporadas al acervo científico y cultural de los pueblos y lo tomamos con la naturalidad que nos da algo que ya no necesita discusión” (Guevara, 1970, p. 94)

Para el Che, todo proceso revolucionario alternativo al capitalismo era sinónimo de interacción múltiple, cambiante, también la constitución de los sujetos políticos de la revolución: pensantes, actuantes, creativos. Esos mismos que deben asumir el marxismo con actitud de “naturalidad”, y no de reverencia. Diversos sujetos, presentes en lo que conformaba -a partir de una intervinculación constituyente- la masa. No como conglomerado amorfo, frío, que sirve de propósito a lo declarado en nombre de su suerte y decidiendo su destino desde fuera de sus esencias, sino como realidad social que actúa e interactúa por y para sus propósitos en los complejos procesos en que se encontraba inserta. La masa como sujeto revolucionario, es decir autónomo en su capacidad y ejercicio de acción histórica.

Quienes hemos seguido con inspiración y voluntad el recorrido del marxismo, hemos pasado por nuestras propias rupturas epistémicas en tiempos y espacios de soliloquio, y hemos forzado puertas. Ese momento de hallazgo y encuentro, es de felicidad, que ha quedado atrapada en ensayos ya publicado de las autoras, los cuales comienzan y siguen con referencias a ese vía crucis existencial de aprendizaje; con un hilo de dolor por la sensación de seguir estando casi solos, por la (casi) certeza de que (casi) no se lee; por la preocupación de si serán entendidos los enunciados de los ensayistas que aún se interesan por el destino del marxismo en Cuba. A veces se adivina la intención justificativa ante los que leerán -adjuntando notas referenciales de autoridades y hechos-, porque sentimos una extraña culpa e indefensión. Sentimos estar en tierra de nadie, separándonos del dogma, socializando lo que ya (casi) nadie quiere saber en el reino de la desidia o el cinismo, exponiéndonos a la vez, a la incomprensión de quienes evalúan de oficio, y de quienes evalúan para hacer carrera. Lo que se procura comunicar y proponer, puede ser (ha sido) apreciado simultáneamente, como temas ya sabidos y sentenciados por la historia -aunque se reconozca que en Cuba, aún resulten mayormente desconocidos-, y otras veces como enunciados trasgresores.

El primer juicio, tan apresurado…, tiene su argumento en el único motivo de remitirnos a asuntos de un tiempo pasado, y ya trabajados. Asuntos que permanecen ahí, por cierto, para aprender de ellos -“el problema del pasado es no pasar”, como dijo Boaventura de Sousa Santos, precisamente a propósito del centenario de la Revolución Rusa (De Sousa, 2017), en particular porque se trata de política, de experiencias políticas que jamás nos dejan indiferentes, que inquietan y conmueven hoy tanto como ayer. La motivación no es intelectual, no se trata de curiosidad, ni de selección libre de un objeto de estudio. Entendemos que es un deber, y aún más, una motivación existencial, pues vivimos en una especie de prolongación temporal y espacial de aquellas circunstancias relativas a marxismo, socialismo, y revolución.

Esos acontecimientos pasados, adquieren nuevos significados a partir de lo vivido después, y de lo que se vive hoy, especialmente en Cuba. Lo que se pueda interpretar y proponer en el presente y desde nuestro contexto, esa hermenéutica, es siempre diferente de cualquier otra conclusión anterior, también por disponer de fuentes de información nuevas. Incluso, la selección de los pasajes a investigar, ya tiene la intencionalidad de nuestra propia circunstancia. No estamos rumiando el pasado (rumiar es un modo de ser intelectual, en el que se bebe el “pasado en copa nueva”, confirma lo que fue y con mucha frecuencia lo que es), estamos esclareciéndonos el presente8. Este ensayo, amasado a cuatro manos, da continuidad a la voluntad de búsqueda constante que caracteriza la historia investigativa y publicista de sus autoras, que ratifican en sus estudios y publicaciones las palabras de Raúl Roa: “el futuro será de los que pugnen por cambiar el presente sin complicidades con el pasado” (Roa, 1959, p. 302). El pasado puede ser presente únicamente si se produce una asimilación activa y crítica del marxismo, y de su historia polémica, pues el marxismo corriente y vulgar también se encuentra grávido de un pasado, pero de un pasado infértil. Con toda razón Martí indicaba: “Cada hombre trae en sí el deber de añadir, de domar de revelar. Son culpables las vidas empleadas en la repetición cómoda de las verdades descubiertas” (Martí, 1953, p. 1006).

También el hartazgo ya instintivo y la saturación de enunciados vulgares, provoca rechazo indiscriminado hacia estos temas. El oído pierde la capacidad de distinguir las notas, el corazón pierde la capacidad de emocionarse, la razón ya no reconoce los argumentos, la voluntad no encuentra motivación e interés. Toda esa culpa histórica levanta prejuicios -siempre apriorísticos- para la lectura de un trabajo como este.

En realidad, nuestras intenciones, investigaciones e informes, presentados siempre a manera problematizadora y abierta -sin pretensiones de palabras finales-, interesándonos en temas que conmueven el hoy -y no tomando el camino fácil, con temas ajenos a las pasiones-, desde un sitio incómodo y humilde (pero muy feliz) -por encontrarse estructuralmente lejos de donde irradia lo aceptado y aceptable a priori-, y con escaso reconocimiento social, todo eso, establece diferencias absolutas respecto a toda pretensión de ortodoxia.

A veces, por el contrario, se reprocha la constante transgresión de los límites. Y sí, es una propuesta que trasgrede la norma y lo disciplinado (Foucault). Se investiga y escribe para traer a nuestro contexto las palabras y las cosas que una vez quedaron excomulgadas -creando prejuicios orgánicos, inscriptos sin capacidad de consideración y crítica a nivel de sentido común, que se reproducen casi eternamente- y formaron parte de la política de la verdad, solo para marcar -por contraste- los bordes de lo legítimo.

Este reproche que indica trasgresión, suele encausarse a través del desconocimiento y el silenciamiento de resultados de trabajo; en otras ocasiones, se siente -simplemente- el asedio de una presión. Esto ocurre cuando resulta evidente la proyección a realidades cubanas, y cuando se hacen estudios críticos de otras realidades respecto a las cuales, existe un relato histórico previo con el que suele manifestarse una sorprendente identificación orgánica, que no admite otras lecturas y hechos. Y esa convicción, por cierto, no nace de la consulta de fuentes primarias que, por lo general, se desconocen.

Es conveniente, dada la propia historia de la enseñanza, investigación y cultura marxista, comenzar indefectiblemente por:

Criticar la concepción propia del mundo (…) -lo cual significa, de conformidad con Gramsci-, (…) hacerla unitaria y coherente y elevarla hasta el punto al cual ha llegado el pensamiento mundial más adelantado. Significa, por tanto, también criticar toda filosofía habida hasta ahora, en cuanto ha dejado estratificaciones consolidadas en la filosofía popular. El comienzo de la elaboración crítica es la consciencia de lo que realmente se es, o sea, un “conócete a ti mismo” como producto del proceso histórico desarrollado hasta ahora, el cual ha dejado en ti mismo una infinidad de huellas recibidas sin beneficio de inventario. Hay que empezar por hacer ese inventario. (Gramsci, 1973, p. 365)

El inventario que permite el progreso de la cultura marxista -dentro de la pluralidad cultural existente- en Cuba, está por hacerse, urge forjarlo aunadamente. Las explicaciones dadas a los problemas y deformaciones, y las salidas optadas para “contemporizar” al marxismo no son suficientes, no alcanzan el realismo ni la certeza pertinente, porque -durante mucho tiempo- no se han generado a partir de sinceros debates científicos con un activismo que trascienda lo gremial y se integre de manera coherente y efectiva al sitio al que pertenece, la sociedad. Estos debates no deben quedar confinados a escenarios intelectuales constituidos de manera ocasional, deben ser consistentes, integrarse a las estrategias del país.

Los debates y las polémicas son, incluso, el modo general de vida de la Filosofía misma y su labor profesoral, forman parte natural y esencial de la vocación de “teñir las hipótesis de trabajo con el ejercicio indeclinable de pensar con cabeza propia”, según las palabras que nos legara Fernando Martínez Heredia en su antológico texto de 1966, a propósito de la relación marxismo y revolución. Esa esgrima soberana de pensamiento ha de ser confirmada y entrenada en los estudiantes, siempre con brújula, ética, sinceridad, y voluntad propositiva hacia la realidad social a que se debe.

Polémicas, debates, y batallas, encontró nuestro José Martí en el mundo de la Filosofía y de su enseñanza en Guatemala en 1878, y en esas circunstancias afirmaba:

(…) Con un poco de luz en la frente no se puede vivir donde mandan los tiranos. (…) Molestaban mi voz, mis principios, mi entereza, mi convicción -revelada en sencillos hechos- de que puede vivirse en un país, enseñando y pensando, sin viciar el alma y pervertir el carácter (…) ¿Qué se ha de ser en la tierra; si ser bueno, ser inteligente, ser prudente, ser infatigable y ser sincero no basta? ¡Pobre criatura¡ -por eso, haciendo política y revolución, y preocupado por aquello que atormenta a Filósofos y profesores desde la eternidad, decide- (…) “Explicar Filosofía con sentido, a par de nuevo mesurado; (…) publicar un libro en que con amor y calor, para ellos nuevos, revelo sus riquezas desconocidas… (Martí, 1953, pp. 846-847)

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Notas

Engels, Federico, 1974, “Carta a Konrad Schmidt” (Londres 5 de Agosto de 1890). Obras escogidas de Carlos Marx y Federico Engels, 3 Tomos. Moscú: Editorial Progreso, p. 510. Por las muchas traducciones, incomprensiones, o negaciones de la frase, la citamos en su totalidad: “Marx había dicho a fines de la década del 70, refiriéndose a los “marxistas” franceses, que “tout ce que je sais, c est que je ne sui spas marxiste””. En la nota al pie se traduce como “Lo único que sé es que no soy marxista”.

2 “¿Estoy propugnando acaso, al sustentar este punto de vista, -defendía, desde su tiempo al nuestro- que el profesor debe ser primero político y después profesor, o que la Universidad debe adscribirse a determinado credo y tomar posición en la política de partido? En modo alguno. Ni palenque de actividades sectarias ha de ser la universidad, ni el profesor utilizarla como trampolín de sus ideas o aspiraciones. La Universidad es, primariamente, un órgano generador de cultura, un centro de capacitación profesional y una fragua de conciencias; pero, justamente por serlo, su más alta incumbencia es <formar hombres cada vez más aptos para realizar la plena vida humana y más capaces de asegurar a su país condiciones favorables al desarrollo armónico y continuado de sus elementos de bienestar, cultura y moralidad superior; debe, ser en suma, preparar ciudadanos con la firme resolución de resistir el mal y la injusticia y el carácter templado para ese arduo empeño, con el corazón encendido en el amor a la patria y el anhelo del bien de la humanidad>. (…) El profesor ha de ser, también, evangelio vivo, y norma para la vida y guía para la acción, la educación universitaria. … La ciencia sin conciencia es la más peligrosa de las aberraciones de la civilización industrial”. Roa, Raúl, 1959. “Ciencia y conciencia”, En Pie. 1953 - 1958, Universidad Central de las Villas, pp. 72-73.

3 Otros estudios coincidentes con los análisis de las autoras, destacan que las Ciencias Sociales: “Pueden evitar la tentación de legitimar a ultranza las políticas en curso a partir de consideraciones ideológicas estrechas que asuman la discrepancia científica como símbolo de cuestionamiento político o falta de lealtad revolucionaria. Esa ha sido una pauta reiterada de las ciencias sociales que aún permanece, a pesar de que, la animen buenas intenciones y de que afortunadamente, se adviertan cambios. Son reminiscencias del dogmatismo que visiones alejadas u opuestas a la Revolución cubana, en lo fundamental formuladas desde el extranjero, califican peyorativamente como muestras de “oficialismo” y de la “complicidad del silencio”. Con razón, demeritan las realidades y potencialidades del alcance que deben tener esas disciplinas. (…) Sin embargo, a tono con el panorama general, las ciencias sociales vienen a ser, de modo paradójico, una especie de actor secundario al lado del papel protagónico de las ciencias naturales y exactas,… Más bien se comprende a las ciencias sociales por su reproducción ideológica al sistema” (cursiva de las autoras y entrecomillado del texto original). Hernández, Jorge, 2013. “Entrevista: Matar dos pájaros con un mismo tiro…o tal vez tres”, Revista Universidad de la Habana, No. 276, julio-diciembre, pág. 225.

4 Véanse, como continuidad y profundización analítica de las autoras los siguientes trabajos: Vilá Blanco, Dolores, 2015, “Revoluciones sociales: ciclos recurrentes”, Revista Estudios del Desarrollo Social: Cuba y América Latina, FLACSO, Vol. 3, No.3, http://www.revflacso.uh.cu Septiembre-Diciembre, pp. 74-96. Gómez Velázquez Natasha, El marxismo: su difusión y enseñanza darwinista. Revista Cubana de Filosofía. Instituto de Filosofía. No. 28, set-junio, 2015-16, http://Filosofía.cu Instituto de Filosofía. Gómez Velázquez Natasha, 2017, Lenin and the Party. Leninist Political Philosophy, Editorial Palgrave Mc Millan, London, 2017. Vilá Blanco, Dolores, 2018, La altanería comunista: V. I. Lenin en sus y “nuestros laberintos”, Revista Estudios del Desarrollo Social: Cuba y América Latina, Vol. 6, núm. 1, Enero-Abril 2018, pág. 186-207, http://www.revflacso.uh.cu, pp.186-207. Gómez Velázquez Natasha, 2018, La revolución rusa en su centenario: hermenéutica política y cuestiones pendientes, Revista Estudios del Desarrollo Social: Cuba y América Latina, Vol. 6, núm. 1, Enero-Abril 2018, pp.220-243

5 Véanse continuidades y coincidencias de análisis de diferentes autores: Gómez Velázquez, Natasha, (coordinadora), 2017, Palabras de Lenin. Conclusiones de hoy, Editorial Felix Varela, La Habana. Pérez Varona, Wilder, 2017, Marx: política y enajenación, Editorial Filosofi@.cu, México D.F. Espina, Mayra y Echeverría Dayma (coordinadoras), 2015, Los correlatos socioculturales del cambio económico, Editorial Ciencias Sociales, La Habana. Zabala María del Carmen, Echevarría Dayma, Muñoz Marta y Fundora Geydis (coordinadoras), 2015, Retos para la equidad social en el proceso de actualización del modelo económico cubano, Editorial Ciencias Sociales, la Habana.

6 Roa, Raúl, 1959. “Cumpleaños de la Universidad”, En Pie 1953 - 1958, Universidad Central de las Villas. Edición citada, p. 304. Ver además, las páginas 286 -287, donde destaca: “La Universidad, auténtica comunidad de hombres librevolentes, es el órgano más alto de expresión de la consciencia nacional”.

7 El marxista argentino Néstor Kohan ha comentado: “¿por qué estudiar al Che? Porque, fundamentalmente, es una alternativa frente a los socialismos que se derrumbaron…”; “ya antes que cayera la URSS, el Che había vaticinado que eso no tenía mucho futuro”. Refiriéndose a la heterogénea cultura marxista del Che, su apropiación crítica y vocación latinoamericana, dice Kohan: “…se va nutriendo, mitad por azar, mitad por sus viajes, mitad por lecturas, mitad por sus inquietudes, de una mirada marxista heterodoxa, donde se cruzan fuentes que no están en los manuales clásicos de la Unión Soviética que eran predominantes…”; “condensa muchos sueños, múltiples y heterogéneos que se sintetiza en el marxismo más rebelde. En su formación teórica se nutrió de un montón de fuentes heterodoxas que las sintetizó como pudo”; “¿qué ideas tenía el Che? Bueno, tenía una mirada convergente, no creo que haya sido una copia o un calco, sino una mirada original, heterodoxa, desde América Latina sobre el marxismo que convergía y converge con el marxismo más radical de Europa. Pero no hace la copia tropical de una versión europea, sino que hace una mirada propia, local, a partir de otras realidades y que llega a punto de conclusiones que por otras vías, otros idiomas o en otros contextos, pensadores europeos muy radicales habían llegado a las mismas conclusiones. ¿Qué pensadores europeos? Por ejemplo, Antonio Gramsci, por ejemplo Georg Lukács, y varios más. ¿Y cuáles eran esas conclusiones? Punto uno, el socialismo económico únicamente no nos interesa, luchamos contra la miseria y la explotación; pero al mismo tiempo luchamos contra la alienación y la enajenación. El socialismo y el comunismo, además de ser un proyecto de repartir bienes materiales, tiene que ser necesariamente -y socializar los medios de producción- una nueva cultura, una nueva filosofía de vida, un nuevo modo de convivir entre las personas”. Kohan, Néstor, “Marxismo y guevarismo. Lecturas desde la teoría crítica latinoamericana”, en Landa, Roger (coord.), 2018, El vuelo del fénix. El Capital: Lecturas críticas a 150 años de su publicación (1867-2017), Edición citada, págs. 436; 438; 442-443.

8 “La concepción materialista de la historia también tiene ahora muchos amigos de ésos, para los cuales no es más que un pretexto para no estudiar la historia. (…) Pero nuestra concepción de la historia es, sobre todo una guía para el estudio y no una palanca para levantar construcciones a la manera del hegelianismo. Hay que estudiar de nuevo toda la historia, investigar en detalle las condiciones de vida (…) Pero, en vez de hacerlo así, hay demasiados (…) a quienes las frases sobre el materialismo histórico (todo puede ser convertido en frase) sólo le sirven para erigir a toda prisa un sistema con sus conocimientos históricos, relativamente escasos (…) y pavonearse luego, muy ufanos de su hazaña”. Engels, Federico, 1973, “Carta a Konrad Schmidt” (Londres 5 de Agosto de 1890), Obras Escogidas de Carlos Marx y Federico Engels, en 3 Tomos, tomo 3, Editorial Progreso Moscú, pp. 510-511.

Recibido: 20 de Octubre de 2018; Aprobado: 18 de Febrero de 2019

*Autor para la correspondencia: nagove@ffh.uh.cu

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