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Revista Estudios del Desarrollo Social: Cuba y América Latina

versión On-line ISSN 2308-0132

Estudios del Desarrollo Social vol.8 no.1 La Habana ene.-abr. 2020  Epub 14-Abr-2020

 

Artículo Original

Imagen y percepción de inseguridad socioespacial en barrios de Puerto Vallarta, México

Image and Perception of Socio-Spatial Insecurity in Settlements in Puerto Vallarta, Mexico

Natasha Theresa Molina Lange1  * 
http://orcid.org/0000-0003-3186-3207

José Carlos Cervantes Ríos1 
http://orcid.org/0000-0002-0222-5524

1Universidad de Guadalajara, México.

RESUMEN

Este artículo se basa en una investigación denominada «Identidades colectivas en colonias de origen informal en Puerto Vallarta». En esta ocasión, solo se aborda la percepción espacial de inseguridad y miedo en tres barrios de esta ciudad. El trabajo de campo se realizó en zonas barriales, donde la estigmatización de los habitantes es influenciada por su estado de infraestructura urbana y por las vivencias que ellos han tenido a lo largo del tiempo. Se llevó a cabo una comparación entre los diferentes grados de consolidación urbana y se analizaron los factores y condiciones que influyen en las percepciones. Si bien cada experiencia dentro del espacio viene cargada de imaginarios, las narraciones de las vivencias y acontecimientos determinan en gran medida el miedo y la tensión colectiva y crean incertidumbre social. Finalmente, se reflexiona acerca de cómo el espacio urbano favorece los estereotipos que perjudican la imagen y significación de estos lugares.

Palabras clave: desarrollo local; estigmatización; inseguridad socioespacial; percepción socioespacial

ABSTRACT

This paper is based on a study entitled «Collective Identities in Informal Settlements in Puerto Vallarta», but it only deals with spatial perception of insecurity and fear in three settlements in this city. The fieldwork was done in settlements whose inhabitants are marked with stigmata due to poor housing conditions and their experiences over time. Levels of urban consolidation were compared, and factors and conditions influencing perceptions were examined. Although each experience within the space is permeated by the imaginary, ways in which experiences and events are told determine fear and social tension to a large extent, and cause social uncertainty. Finally, it is discussed how urban space causes stereotypes to form, which damage the image and significance of these places.

Keywords: local development; stigmatization; socio-spatial insecurity; socio-spatial perception

INTRODUCCIÓN

Puerto Vallarta (Figura 1) es una ciudad turística de playa ubicada en el litoral del Pacífico mexicano. Junto con Bahía de Banderas, destaca como lugar geográfico óptimo para esta actividad, lo cual ha ampliado su conurbación hasta el municipio de Cabo Corrientes, de acuerdo al Consejo Estatal de Población (2011), contando con diez distritos en su totalidad con diferentes grados de desarrollo y consolidación urbana en el territorio.

Fuente: adaptado de Consejo Estatal de Población (2011).

Figura 1. Ubicación geográfica de Puerto Vallarta. 

Se seleccionaron tres barrios como áreas de estudio. Para ello, se consideraron los perímetros de contención urbana del CONAVI (2015), los cuales corresponden a diferente grado de consolidación urbana que se clasifican con base al contorno en:

  1. U1: central, con altas concentraciones de empleo, infraestructura y servicios.

  2. U2: intermedio, zonas con niveles de cobertura de servicios hasta de 75 %.

  3. U3: de expansión y crecimiento urbano, adyacente a la mancha urbana consolidada -cinturón periférico.

Se realizó la verificación de los factores y condiciones de acuerdo con la metodología clasificatoria de barrios con diferente grado de consolidación urbana de Jan Bazant (2004): consolidada; en proceso de consolidación y de asentamiento inicial.

En un primer momento el artículo reflexiona sobre los conceptos e ideas de varios autores respecto a la estigmatización espacial producto de la imagen urbana, la experiencia social en los espacios y sus percepciones. Luego se presentan los estudios de caso barrial respecto a los componentes antes señalados, comparando la visión de los habitantes en sus orígenes y en la actualidad mediante entrevistas en profundidad a informantes clave. Se identifican los lugares de inseguridad y los factores que influyen en el proceso de percepción. Por último, se hace una conclusión sobre la inseguridad socioespacial dentro de los barrios.

1. IMAGEN DE LA CIUDAD, ESPACIOS TANGIBLES Y SIGNIFICACIÓN SOCIAL

Dentro de los vínculos que el individuo va construyendo con su entorno inmediato, en este caso a nivel barrial, Lynch (2008) menciona que el ciudadano forma vínculos con una parte de su entorno y su ciudad, recreando a nivel personal la imagen mental, plasmada de recuerdos y significados.

Según Lynch (2008), para crear la imagen de la ciudad tiene que contar con tres variables clave: la percepción, la significación y el sentido de pertenencia. De acuerdo con la metodología que plantea el autor en relación con la imagen urbana, para la búsqueda de las cualidades físicas que se relacionan con los atributos de la identidad y estructura en la imagen mental, previamente se deberá tener un reconocimiento sistemático del área, localizar la presencia de elementos de imagen, sus conexiones y juicios subjetivos basados en la apariencia inmediata del espacio, y por último realizar prolongadas entrevistas a residentes de la zona, con el objetivo de conocer sus propias subjetividades del medio físico.

Para determinar las situaciones de inseguridad y tensión dentro de los espacios tangibles Sciolla (2005) propone tres dimensiones relevantes de la experiencia psicológica individual. La primera es la locativa, que se sitúa dentro de un espacio tangible, delimitado por medio de fronteras físicas y simbólicas. También está la integrativa, donde la persona interpreta y entrelaza experiencias pasadas, presentes y futuras, ayudadas por su memoria colectiva. Por último está la dimensión selectiva, en la que el sujeto fija límites ordenando preferencias y es personal al optar entre varias alternativas.

Valera (1996), González y Moreno (2014) hacen hincapié en que la identidad está relacionada con el espacio público a través de tres variables: identidad del lugar, apego a este y sentido de comunidad. La primera hace referencia al espacio donde se realizan actividades de la población, esta le otorga un significado consciente e inconscientemente. Según Gehl (2013) el usuario las cataloga, les impregna un sentido y un propósito. Al ejercer una acción al espacio, este se modifica dejando una marca personal, incorpora el entorno en sus procesos de conciencia, creando un efecto psicológico de manera activa (Vidal Moranta y Pol Urrútia, 2005).

El apego al lugar es el afecto, la carga emocional que se genera en un sitio, las acciones que se realizan en él conllevan a los sentimientos. Todo este cúmulo que el usuario experimenta genera de manera inconsciente un interés simbólico, un estado de sensaciones y emociones que lo gratifican (Cubero, 2014). El sentido de comunidad surge a partir de la participación activa de los usuarios en asuntos locales que les atañen; la realización de actividades grupales crean y fortalecen lazos o redes de apoyo entre la población. Si bien el tiempo de residencia en un lugar es uno de los factores determinantes para crear un vínculo con la comunidad, la participación e incorporación en las actividades colectivas es la clave para la creación de lazos en un espacio o barrio determinado (Ramos Vidal y Maya Jariego, 2014).

La dimensión de la memoria desempeña un papel importante como integradora hacia la colectividad. El territorio queda impregnado de tensiones positivas y negativas, restructuradas constantemente de acuerdo con las vivencias pasadas y presentes en los usuarios. La construcción del recuerdo es fundamental para determinar el significado y la realidad común que se ha impregnado en los lugares de encuentro y los espacios públicos (Mora, 2013).

La pertenencia social es necesaria para crear la imagen de la ciudad (Lynch, 2008), y clave fundamental para construir la realidad común (Giménez, 1997). Esta hace referencia a las representaciones que la sociedad comparte, genera conocimientos y puntos de interés para el grupo. Sin embargo, como mencionan ambos autores, no siempre la realidad común o su representación es compartida por todos los individuos dentro de un mismo territorio, sino que existen realidades distintas del espacio para diferentes sectores sociales.

Siguiendo con el espacio, el escenario físico representa un papel importante en la formación de la identidad del lugar (Proshansky, 1976). Es el sitio para la convivencia social entre los individuos, capaz de crear espacios comunitarios significativos e incluyentes. Para Cisneros (2008) este foro desempeña un rol crucial en el imaginario social, pues crea límites que repercuten en la sociedad y construyen representaciones de terror y tensión, producto de la inseguridad que se vive en las ciudades.

2. CARACTERIZACIÓN DEL ÁREA DE TRABAJO

En la Figura 2 se observan las zonas barriales seleccionadas por etapas: consolidada es el barrio Bobadilla correspondiente a la letra A, con área delimitada en color verde; la intermedia representada por el barrio Volcanes, a la que se le asigna la letra B, con área delimitada en color rojo; y la de proceso inicial de asentamiento es el barrio Getsemaní, identificada con la letra C y delimitada en color azul.

Fuente: elaboración propia, en base a herramienta SIG, con recursos de esri, GEBCO, USGS, FAO, NPS, NRCAN GeoBase, IGN, Kadaster NL.

Figura 2. Localización geográfica de las tres áreas de estudio barrial. 

La barriada A, que corresponde a la Bobadilla, está consolidada urbanamente, se encuentra en el centro de la ciudad, establecida de manera legal. El barrio Volcanes se ubica dentro del área periurbana, asentada de manera ejidal y algunos casos sin papeles legítimos; el tercer estudio de caso barrial es Getsemaní, asentamiento de reciente creación localizado en la periferia urbana con una incertidumbre legal de su población. Datos generales se muestran en la Tabla 1.

Tabla 1 Datos generales de las barriadas 

Fuente: adaptado de Consejo Estatal de Población (2011), CONEVAL (2017) y trabajo in situ.

En el trabajo de campo se constataron las disposiciones generales de ingeniería urbana. El barrio consolidado de la Bobadilla cuenta con mayor cobertura, cumpliendo con un 90 % de calidad e infraestructura urbana, carece de concreto hidráulico y empedrado solamente en cuatro calles terciarias. En Volcanes, la infraestructura se ve desigual a lo largo del territorio, pues tienen zonas que no cuentan con drenaje, agua potable ni demás condiciones necesarias para una calidad de vida óptima. Getsemaní carece de condiciones favorables y cuenta únicamente con red de electrificación y fosas sépticas hechas rudimentariamente.

2.1. Imagen y percepción de inseguridad socioespacial en el barrio Bobadilla

La percepción del barrio Bobadilla viene fragmentada por dos momentos. El primero se remonta a los inicios de la barriada, en 1969, cuando los habitantes hacen referencias como «un ranchito allá en las orillas». Conforme al tiempo, la expansión y crecimiento de la zona y sus alrededores, la dinámica de la población fue cambiando hasta generar la segunda percepción, en 2017.

Para conocer la percepción e imagen de la barriada en sus inicios se seleccionaron informantes clave por conveniencia, siendo estos de los primeros habitantes en asentarse en el barrio, con un rango de 40 a 50 años de permanencia. Para la percepción actual, los informantes clave por conveniencia fueron habitantes con un tiempo de residencia mayor a 20 años, quienes son capaces de reconocer los cambios que han existido a lo largo del tiempo.

Según los informantes, esta era la percepción y la imagen de la barriada en los inicios:

Un lugar tranquilo, sin peligro, donde en las higueras se reunían las personas. Antes era a la ordeña y hoteles a trabajar, puro monte aquí; que a gusto los tiempos de antes, que no se preocupaban de nada, todo bien seguro; el corral antes abierto y no pasaba nada, antes las mamás se reunían para tejer y demás, ahora ya no. Los hombres trabajaban todo el día, llegaban y cenaban. Las actividades ya no se hacen en grupos porque ahora todo se compra, antes hacían conservas y tortillas; ahora todo lo compran y ya y ahora no; mucha inseguridad. (Delia, asentada hace más de 40 años)

Se establece en la cita anterior una comparación que adelanta la percepción e imagen actual:

Ya no es igual, muchas casas se vendieron, nuevos vecinos, ahora con las calles pavimentadas, va muy rápido el tráfico y está feo, no podemos salir, ni los niños jugar; antes jugaban los niños fútbol cuando no estaba pavimentada, ahora ya no juegan, no se puede, es un peligro ahora. (Jesús, asentado hace más de 30 años)

Los espacios de tensión son perfectamente identificados en un área específica del barrio, reconocida por diversos habitantes. Estos hacen énfasis en los altos índices delictivos y falta de seguridad, refieren miedo a consumidores de narcóticos y a los asaltos a transeúntes, situación que no les agrada y, por lo tanto, no se acercan a esos sitios. Algunas personas y viviendas de esa zona están exentas de estigmatización, pero ellas no tienen fuerza para cambiar positivamente la situación.

La zona tiene más de una década con esa estigmatización y percepción de inseguridad, ya que por las noches no dejan de ser constantes los disturbios, las disputas, las fiestas, constante ajetreo de motociclistas no residentes del barrio y la venta de narcóticos. Esta última ocurre incluso durante el día, tanto para adultos como para menores de edad -se constató el hecho en trabajo de campo-. A menudo interviene la policía para controlar la situación. Son espacios referidos como bordes,1 productores de miedo ocasionado por la falta de seguridad pública y la delincuencia. Si bien el temor e imagen podrían ser en este caso infundido, la mayoría de los entrevistados han presenciado o tenido algún percance en esa zona que ocasionó esa percepción y estigmatización.

En la Figura 3 se muestra que dentro de la zona, según las características presentadas -urbana y arquitectónicamente-, sus situaciones son las más vulnerables dentro de la barriada, pues son víctimas de la exclusión de infraestructura urbana, con un recubrimiento de calles de terracería, así como en descuido y falta de banquetas; principalmente en la calle Miramar, con mayor percepción de tensión entre los cruces de las calles Jalisco y Tampico, área caracterizada arquitectónicamente por vecindades y viviendas populares habitadas y sin habitar de bajos recursos.

Fuente: adaptado a partir de planos catastrales, imágenes satelitales de Google Earth e informantes clave.

Figura 3. Espacios de inseguridad en Bobadilla. 

Ante esta situación, el espacio de tensión en el barrio Bobadilla responde a una división socioespacial, donde la condición urbana se ve fragmentada por dos contrastes diferentes, teniendo espacio con buena infraestructura urbana, mientras que en el espacio de tensión sus condiciones son vulnerables. Los habitantes reconocen la diferencia de circunstancias en la que se encuentra el grupo social que ahí reside. Esta zona no cuenta con un flujo constante de circulación vehicular, está aislada moderadamente y posee baja actividad humana, lo que ocasiona mayor incertidumbre de seguridad.

Como se pudo apreciar, la percepción y estigmatización dentro de la Bobadilla conlleva a segregar y agrupar socialmente un territorio. Los residentes hablan con un grado de distinción valorativa sobre los habitantes de esa zona y los que no viven ni se desenvuelven en ella, que se refleja en una tendencia marcada por las tipologías arquitectónicas presentes.

2.2. Imagen y percepción de inseguridad socioespacial en el barrio Volcanes

Los Volcanes es un barrio en etapa intermedia de consolidación. Se puede apreciar que al igual que en la Bobadilla, la percepción de la barriada se ha ido modificando con el tiempo. Sus habitantes mencionan que se inició en el año 1994, como un lugar de brechas producidas por vehículos motorizados, donde el suelo era de tepetate2 hasta llegar al arroyo. Los hombres trabajaban en la crianza de ganado, conducción de taxis y en el sector hotelero.

Un informante clave describe la percepción actual de su barrio de la siguiente manera: «No muy bonita; por esta zona somos unidos y tranquilos, todos nos conocemos y hablamos; del otro lado del arroyo (Volcanes II y Volcanes III) hay desunión. El barrio en general ya no es como al principio».3

El cambio que se ha generado ha sido por la alta migración hacia Volcanes, tendencia que inició en el año 2000 y que transformó la dinámica del territorio. Las actividades se han visto limitadas en el rango de acción de los niños y adolescentes, ya que el barrio ha crecido por este fenómeno social. Algunos informantes manifiestan que se «pone grueso» refiriéndose que han tenido al ejército en las calles, vigilando e interviniendo en algunas situaciones de violencia y episodios delictivos.

En la Figura 4 se muestran los espacios de tensión e inseguridad, que resultan ser el arroyo intermitente La Virgen, que responde a los límites -legal y natural- del barrio. En el caso de la legalidad, el barrio oficialmente se divide en tres secciones: el primer manchón urbano obtuvo la legalidad de la tenencia de la tierra, recibiendo el nombre oficial de Volcanes. Conforme al tiempo, se fue ampliando el barrio llamándose Volcanes I, hasta obtener la tercera y última etapa, denominada Volcanes II.

Fuente: elaboración propia a partir de planos catastrales, imágenes propias e informantes clave.

Figura 4 Espacios de inseguridad en Volcanes. 

La razón por la que identifican el arroyo como un espacio de inseguridad y de peligro es debido a la modificación de las actividades que se realizan en esa zona. Hace más de veinte años, el arroyo La Virgen se utilizaba como lugar de encuentro entre las familias para recolectar agua en carretillas (ya que carecían de agua potable), lavar ropa -incluso se construyeron lavaderos-, para bañarse, convivir y disfrutar tanto los niños como los adultos. Dichas prácticas eran cotidianas entre dos y tres veces por semana. Era un espacio propio de todas las familias donde existía la seguridad y la confianza de estar en el espacio.

Para 2004 -conforme la llegada de nuevas familias y personas al barrio-, las prácticas fueron cambiando, lo que hizo que el gobierno impulsara la dotación de infraestructura urbana por igual. Primero se obtuvo el servicio básico de agua potable para la mayoría de las viviendas, motivo por el cual dejaron de utilizarla con fines de limpieza y necesidades del hogar. El segundo motivo fue el cambio en las actividades que se realizaban en el arroyo. Pasó de ser un lugar donde los niños jugaban y se bañaban a un espacio donde la gente recién llegada consumía bebidas alcohólicas y narcóticos.

En ocasiones personas que asistían al arroyo cometieron actos ilícitos y delictivos contra los habitantes del barrio. Los infantes y las mujeres dejaron de ir debido al peligro al que se veían expuestos. Fue así como el cambio en las actividades se fue modificando, y con ello, las primeras viviendas y habitantes perdieron la apropiación del espacio, que perteneció a las nuevas personas asentadas.

Las percepciones actuales de algunos entrevistados hacen hincapié en que desde hace cinco años ha aumentado considerablemente la migración en el barrio. Llegan personas provenientes de diferentes estados de la república, habitantes «maleados»; expresión que se remite a que las personas que han practicado (y practican) actividades de vandalismo y drogadicción. «Mucha gente así del arroyo para arriba».4

Algo que cabe resaltar es que se distingue y percibe que en Volcanes -la parte baja del barrio y primera en asentarse-, las viviendas acogen familias numerosas, con hijos que crecieron en este lugar: «Tenemos muchachitos aquí que están más unidos a la familia».5 En la segunda y tercera sección habitan jóvenes sin familias, arrendatarios con menos de un año de residencia. Según informantes, hay personas sin trabajo fijo que se dedican a delinquir, por lo que se infiere que sus valores de apoyo están menguados. Se pueden apreciar incluso niños y jóvenes tomando alcohol junto a sus padres afuera de sus casas. Manifiesta una entrevistada: «Se siente la vibra pesada cuando caminas por esas zonas».6 Como menciona Cisneros (2008) «el miedo debilita a las colectividades» (p. 60). En el caso de Volcanes, el miedo es una sensación constante, sujeta de tensiones que marcan diferencias y pautas entre las secciones del barrio.

Los entrevistados recalcan que en la zona «del arroyo hacia arriba» no cuentan con la infraestructura urbana necesaria, afirman que se encuentra con mayor rezago y la percepción de esa zona viene condicionada por este factor. Se puede apreciar y corroborar que en dicha sección del barrio los habitantes son adolescentes y jóvenes adultos, mediante recorrido in situ por un lapso de tiempo de dos meses, dos veces por semana, con duración aproximada de una hora.

2.3. Imagen y percepción de inseguridad socioespacial en el barrio Getsemaní

La imagen y percepción socioespacial del barrio Getsemaní -con asentamiento inicial- vienen dadas por los habitantes de dos maneras. Por un lado, el disfrute del lugar es descrito por diversos informantes como tranquilo para vivir, donde se puede deleitar del exterior y tener libertad para realizar diversas actividades, ya que el barrio no está sujeto a la mira del orden público. Por el otro lado, se percibe el espacio como abandonado, rezagado por el gobierno, con habitantes que necesitan ayuda. Sin embargo, reconocen que dentro del caos en el que se encuentran inmersos, existe tranquilidad y la sensación de estar en casa es gratificante y cómoda.

La percepción a nivel general de los habitantes sobre el barrio suele ser positiva, indicando que existe una red de apoyo incondicional ante percances o situaciones devastadoras que pueden ocurrir tanto a nivel de vivienda, como de todo el barrio en general. Incluye desde percances de inundaciones en casas, ayuda funeraria a habitantes sin recurso económico, compartir agua en pozos, transporte -adaptando camionetas comunitarias para el traslado de niños y jóvenes a las zonas escolares-, entre otros. Los habitantes han respondido a estas situaciones de manera colectiva, tanto física, emocional como económicamente. A pesar de la situación desfavorable que suele estar permeada en la zona, realizan un esfuerzo en mantener la colaboración en la medida de sus posibilidades.

Según informantes clave, la delincuencia en el barrio actúa esporádicamente por personas que no residen en este, donde el punto de partida para observar las viviendas y las actividades nocturnas se encuentra en el parque principal. Sin embargo, las casas no cuentan con objetos de valor, por lo tanto, este tipo de actividades no son frecuentes. Existe el hurto de materiales de construcción entre los habitantes, que reconocen que es una medida desesperada para terminar o mejorar sus propias viviendas. De una manera cómica recuerdan casos recientes donde las mismas puertas robadas se observan en otra vivienda cerca de ella, un vecino lo expresa sintéticamente: «no son rateros, sino solo hacen dañerías inocentes».6

Esta minimización de las acciones vandálicas cometidas en el barrio viene del entendimiento de la situación en la que viven esas personas, ya que todos se encuentran en menor o mayor medida en la misma precariedad económica.

Dentro de los espacios de inseguridad y de tensión que se identifican en Getsemaní se encuentra el parque del barrio (Figura 5), donde los delincuentes foráneos en algunas ocasiones han venido a delinquir. Por las noches se encuentran a bordo de un vehículo estacionado, observando las viviendas y las actividades de sus habitantes.

Ante estas situaciones, diversos habitantes se han organizado para que los delincuentes no regresen -aún bajo amenazas de ellos- con ayuda de la seguridad pública. Sin embargo, la precaución por parte de las familias hace que los niños y jóvenes no asistan al parque por las noches dada la inseguridad, situación que cambia drásticamente de percepción durante el día, convirtiéndose en un lugar de gozo y encuentro por las mañanas y fines de semana, ya que realizan actividades recreativas y deportivas que incluyen a niños y adultos.

Fuente: elaboración propia a partir de planos catastrales, imágenes propias e informantes clave.

Figura 5. Espacios de inseguridad en Getsemaní. 

Sin embargo los habitantes reconocen que el espacio de inseguridad estuvo activo solo una época -año 2015- en la que este tipo de actos delictivos se manifestaron. Por tanto, no se encuentra rígido el estigma como un espacio de terror, ya que reconocen que el parque es un lugar abierto, tranquilo, donde se puede disfrutar y jugar. La dinámica cambia por precaución para los niños y jóvenes en horario nocturno.

Incluso cuando la sensación de peligro por las noches se establece en el parque, manifiestan que les pertenece ese espacio y que, como ha sucedido, han sabido defenderlo frente a personas foráneas que quieren infundir el miedo. Ante esta situación, se puede apreciar que el sentido de arraigo de los habitantes hacia el barrio es sólido, haciendo que todos los espacios y áreas sean apropiados por sus residentes. Los vecinos del barrio viven de una manera calmada y relajada pese a las dificultades en las que se encuentran, creando redes de apoyo invaluables que hacen que la convivencia sea amena y solidaria.

CONCLUSIONES

Podemos observar que la imagen y percepción al inicio de los asentamientos de los tres estudios barriales tienden a ser mayormente positivas, al contrario de cuando hay mayor establecimiento. Esto pudiera deberse a que los primeros asentamientos se conformaban por un grupo pequeño de familias con mismas costumbres y actividades humanas. Conforme a la expansión y crecimiento del espacio la inmigración aumentó, por lo que se forma una población que no contaba con apego e identificación con el barrio, subgrupos independientes con costumbres y tradiciones distintos a los primeros habitantes con mayor tiempo de radicación.

Hablando sobre los espacios de inseguridad y de tensión en las tres áreas de estudio, resulta ser que son dinámicos, cambian con el tiempo y con las actividades que en ellos se realizan, se encuentran cargados de significado y de simbolismo, lo que responde de diferente manera a cada agrupación del barrio, ya que cada grupo le atribuye valores y características de acuerdo con las vivencias y sentimientos que ellos han impregnado a los sitios.

En las áreas de estudio la percepción de los espacios de inseguridad responde ante situaciones desagradables pasadas, así como al miedo colectivo que se ha generado y en algunas ocasiones se ha transmitido y apropiado entre habitantes. Suelen ser dudosos estos lugares sobre la seguridad e integridad de los habitantes. Los espacios de inseguridad, en el caso del barrio con asentamiento inicial Getsemaní, cambian de percepción dependiendo del horario y días establecidos. Esto se debe a las diferentes actividades que se realizan en el lugar, que ocasionan que existan inconscientemente horarios establecidos entre los grupos sociales, lo que genera una distribución de las actividades humanas positivas y negativas, acompañadas además de diferente valor y percepción.

En entrevistas a profundidad y encuestas realizadas se constató que en los tres barrios la percepción de inseguridad ha sido dada por eventos y conflictos vandálicos presentes en el lugar, perjudicando con la misma percepción y estigmatización negativa a las familias y viviendas que radican en la zona.

Uno de los factores imprescindibles para la identificación de los habitantes con la barriada y los espacios (que se pudo constatar con informantes clave con antigüedad de residencia de más de 50 años en el asentamiento consolidado Bobadilla), es el tiempo de residencia, ya que da oportunidad a tener mayores posibilidades de convivencia y sociabilización. Con los años se atribuyen valores de acuerdo con el nivel de interacción que han tenido en un período de tiempo, tomándole afecto al lugar y al grupo con el cual ha tenido una interacción social continua y positiva.

La memoria colectiva que mantienen los residentes es un factor crucial para la formación de una percepción positiva del barrio. El tiempo de residencia prolongada ha permitido obtener vivencias tanto individuales como colectivas, formando lazos sociales entre los partícipes de las experiencias, ya que en ellos se comparten emociones y sentimientos que son transmitidos en la interacción social dada.

Las estigmatizaciones y percepciones que se tienen en diferentes partes del barrio, -dadas sus condiciones urbanas y donde hay mayor distinción en las áreas que no cuentan con la misma calidad que en otras zonas-, suelen ser los lugares de inseguridad y de tensión, mismos que se pudieron constatar con mayor auge en el barrio consolidado y en el barrio intermedio de consolidación. El analizar si los espacios físicos simbólicos de miedo e inseguridad responden en su totalidad a actos delictivos o es una construcción infundada por las condiciones de infraestructura o memoria colectiva, podría determinar el motivo de la percepción, además de dar una solución concreta, implementando programas de mejora urbana, operativos de seguridad pública o programas que fomenten la cohesión social e identificación con su barrio.

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Notas aclaratorias

22Suelo endurecido, alto contenido de arcilla de poca fertilidad.

33Informante clave, más de 20 años de residencia.

44Residente por más de 15 años.

55Señora Vitalicia, entrevistada, asentada hace más de 15 años, perteneciente a Volcanes.

66Señora Ana, asentada en Volcanes I, con 12 años de residencia.

Notas aclaratorias

11Límites entre dos fases o rupturas lineales, según Lynch (2008).

*Autor para correspondencia. tash_lange@hotmail.com

Los autores declaran que no existen conflictos de intereses

Natasha Theresa Molina Lange: originó la idea central de la investigación, participó en el trabajo de campo, realizó la recolección de datos, aportó en el marco teórico y en el análisis de los barrios la cuestión arquitectónica y urbana.

José Carlos Cervantes Ríos: estableció la metodología a implementar, aportó en el marco teórico y en el análisis de los barrios la dimensión social y psicológica.

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