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Revista Estudios del Desarrollo Social: Cuba y América Latina

versión On-line ISSN 2308-0132

Estudios del Desarrollo Social vol.8 no.1 La Habana ene.-abr. 2020  Epub 14-Abr-2020

 

Artículo Original

El Carmelo y El Vedado: los 160 años de dos barriadas hermanas patrimoniales

El Carmelo and El Vedado: the 160 years of two patrimonial sister districts

0000-0002-9742-0698Avelino Víctor Couceiro Rodríguez1  * 

1Universidad de La Habana, Cuba.

RESUMEN

El presente artículo valora el patrimonio de dos barriadas de la capital cubana: El Carmelo y El Vedado, cada una con sus distinciones propias. Ambas son indisolubles entre sí y de alta significación para La Habana, la cual celebra su 500 aniversario de establecimiento en la costa norte. Estos espacios cumplen, en 2019 y 2020 respectivamente, sus 160 aniversarios. Para la realización del estudio se combinan varios métodos, sobre todo el histórico-lógico y el comparativo, con los cuales se resaltan las identidades de estas barriadas y la necesidad de promover su relevancia para Cuba y el mundo.

Palabras-clave: comunidad; identidad; La Habana; patrimonio; valores

ABSTRACT

This paper assesses the heritage of two neighborhoods in the Cuban capital -El Carmelo and El Vedado-, each with its own distinctions. Both are indissoluble and highly significant for Havana, which is celebrating its 500th anniversary of establishment on the northern coast. These spaces celebrate their160th anniversary in 2019 and 2020 respectively. The study combines several research methods, especially historical-logical and comparative, which highlight the identities of these neighborhoods and the need to promote their relevance to Cuba and the world.

Key words: community; identity; Havana; heritage; values

INTRODUCCIÓN

El 5 de mayo de 1859 fue aprobada oficialmente la parcelación del Carmelo, en la costa de aquella Habana extramuros hacia el río Almendares, del que la villa se abastecía de agua potable en la bahía. Su éxito fue tal que al año siguiente comenzó a extenderse hacia el este. El 11 de abril de 1860 los Frías Jacott, familia del Conde de Pozos Dulces, propusieron al Ayuntamiento de La Habana parcelar el reparto Vedado. Esta solicitud no fue aceptada entonces, por no haber incluido terreno alguno para la iglesia (el conde era masón), pero triunfa el 18 de mayo de 1860, aprobada por el Cabildo. Estas fechas, que cumplen 160 años en 2019 y 2020 respectivamente, son significativas desde antaño. Ambas comunidades conforman la costa norte centro-occidental del emblemático municipio Plaza de la Revolución (no en balde valorado «capital de capital»), desde que nació el 31 de octubre de 1976 con la nueva división político-administrativa (D. P. A.), producto del I Congreso del Partido Comunista de Cuba en 1975.

El 5 de agosto de 1858 el Ayuntamiento de La Habana valoraba la aprobación de los repartos Carmelo y Medina (este último en El Vedado), de los que en 1885 se aprobó otro plano. El 26 de enero de 1859 José Domingo Trigo y Juan Espino plantearon definitivamente la fundación del Carmelo (cuya estancia original ya se extendía entre las calles denominadas desde entonces 11 y 13, y 2 y 8), concebido como se aprobaría el 5 de mayo de ese mismo año, con 105 manzanas entre el río Almendares y la calle del Prado (hoy avenida Paseo) y entre la Línea de la costa (calle Línea) y la actual calle 21. Sus primeros solares se vendieron a censo redimible en 500 y 1 000 pesos, y obligaron al comprador a levantar y concluir en seis meses una fábrica de mampostería o de madera en cada uno (Colección Facticia no. 14, en Llerena Rosell, 2006, p. 3).

En su evolución, e incluso desde sus antecedentes en La Chorrera (1637), proliferan en este territorio diversas comunidades: Trotcha, Rebollo, 12 y 23, Canteras, Fanguito… para una identidad barrial no más que relativa (como toda identidad, que siempre vive en el tiempo). Hoy se podría entender entre la calle Paseo y el río (algo más de 1,1 km por la costa, 1,3 km por el cementerio Colón y 1,5 km por 23) y desde la costa hasta la calle Zapata, incluida la necrópolis Cristóbal Colón, hasta 26 y 23 con el puente como su límite sureño; cerca de 1,5 km por Paseo, casi 2 km por el cementerio y 0,8 km bordeando el río. En esta área la división política administrativa en consejos populares, vigente desde 1990 y con variantes en el tiempo, llama Carmelo al consejo entre calle 6 y 8 hacia el río, y desde la costa hasta 19 y 21, cuyo sur queda para el consejo Colón-Nuevo Vedado, su norte occidental en el consejo Vedado-Malecón hasta calles 19 y 21, y el sur-occidental en el consejo Vedado (Couceiro Rodríguez, 2006).

En cuanto al reparto Vedado, su raíz era la «Quinta del Vedado», entre las calles desde entonces conocidas como 11 y 13, y C y D. Entre sus restos, el edificio que hoy se ubica en 11 y C conserva el nombre Pozos Dulces, al igual que un edificio en Línea y 4 (El Carmelo), una logia masónica y una calle al sur, en La Pera, una granja en Aldecoa, y su estatua (de 1916-1917, obra del italiano Domenico Boni) nombra al parque de Línea y K, donde da la bienvenida a quien llegue del este. Desde aquella quinta los Frías Jacott solicitaron parcelar el Prado, donde radicaban al este de su precedente inmediato y contiguo El Carmelo, en una finca con 29 manzanas entre las actuales calle Paseo y G, y entre la costa y la calle 15. Esto aportó, entre otras identidades, la denominación por letras para las calles perpendiculares al mar, pues El Carmelo las había numerado pares desde Paseo hacia el río, mientras las calles paralelas al mar numeradas nones simplemente se extenderían al este; visión más científica, moderna y hospitalaria por más fácil orientación para cualquier visitante (Couceiro Rodríguez, 2003).

Desde sus antecedentes (en su extremo sur: reparto Príncipe, 1775) proliferaron de inmediato nuevas comunidades tales como Medina (1863) y Baños del Vedado (1864), que se extienden al este hasta L (y Medina además al sur con El Príncipe), y luego originaron tres nuevas barriadas: Miramar allende El Carmelo y el río al oeste, y desde 1947 Nuevo Vedado, al noroeste hacia el río, y La Rampa, al este desde L hasta alcanzar la costa. Queda un reparto Vedado de relativa homogeneidad entre la costa y la avenida Universidad y Zapata: 1,2 km por calle L, 1,6 km por calle G, 1,5 km por Paseo; y más de 1,2 km entre Paseo y L (Palacio Rodríguez et al., 1987).

Los repartos donde proliferan y se entretejen múltiples comunidades, desde sus génesis, marcan pauta para otras comunidades inmediatas por las que se extienden en nuevos valores de todo tipo e implican tradiciones y patrimonio de sumo interés para toda Cuba y de impacto y representatividad internacional. Lo anterior no se puede obviar al referir los 500 años de La Habana en la costa norte, cuyos orígenes se entremezclan con los del Carmelo y El Vedado, por lo que en sus 160 aniversarios merecen miradas más profundas, detenidas, reflexivas y críticas frente al imaginario y los localismos regionalistas que los han amenazado. Ese es el objetivo general de estas cuartillas, que no aspiran a sustituir los libros monográficos que cada uno requiere.

1. ANTECEDENTES RELATIVAMENTE COMUNES PARA AMBOS REPARTOS

Las áreas geológicas sobre las que se asientan ambas comunidades de acuerdo al relieve, litografía, suelos, precipitaciones, salinidad y biota reliquia o fósil, son las franjas costeras, terrazas marinas y en El Carmelo, cañón del río y colinas y llanuras altas. Por tanto, los especialistas han recomendado medidas prácticas para utilizar sus recursos ecológicos en paisajes considerados desde el punto de vista escénico y áreas verdes en su trascendencia higiénico-ambiental (Muñiz Gutiérrez, 1991). Sus pendientes escalonadas corresponden a antiguas terrazas marinas, en el siguiente orden de altura y antigüedad: en la superficie de la Loma de Aróstegui (Castillo del Príncipe), seguida por las actuales calles 27, 21, 15 y Línea hacia el litoral, que es la más reciente y baja que aún sufre las inundaciones por los terrenos robados al mar a lo largo del siglo xx. Estas yacen sobre rocas calizas de las formaciones geológicas llamadas Jaimanitas, Vedado y Güines. En la medida en que emergían se iniciaban sobre ellas los procesos de disolución cársica, de la que luego se formarían los dientes de perro, suelos rojos y depresiones tipo dolina, como en El Carmelo: en 21 y 22 (el Hueco) y las Canteras hacia el río (calle 28); y en El Vedado, en 19 y F (Arcos), 21 y G (Instituto de Periodismo) y las Canteras de Aulet en 23-25 y J-L, donde hoy se proyecta un nuevo hotel. Estas depresiones contrastan con elevaciones como en El Vedado, la Loma de Aróstegui o del Príncipe hacia la Universidad.

Tan magnánimas condiciones naturales explican la diversidad que se ha podido detectar en el bosque (con sus aves canoras aún en vísperas del siglo xx), y en el río y la costa (especies de cactus, uno de los cinco yacimientos de monos araña descubiertos en Cuba donde hoy está El Fanguito, restos de almiquí y de foca tropical por la costa al este y al oeste). Fue esta costa norte-occidental la que recibió a los primeros seres humanos en Cuba, los protoarcaicos que venían desde la Florida tras la foca tropical. Ya desde el sur y América Central nos llegarían los pre-agroalfareros, incluidas las incidencias mayas que se refieren en Cuba. Los restos evidenciados son de los agroalfareros que venían del Oriente huyendo de la colonización española, entre ellos Casiguaguas, probablemente la primera mártir en nuestro país, que prefirió ahogarse en el río con sus hijos (en el territorio del Carmelo) antes de ser esclavizada por los colonialistas. Es ese el nombre más antiguo que se le conoce al río y que desde investigaciones y proyectos culturales al iniciar los años noventa en la Dirección Municipal de Cultura Plaza de la Revolución, revitalizan, como hoy se aprecia, con notable éxito (Couceiro Rodríguez, 2006).

Los españoles nombraron al río Chorrera, pues servía de regadíos locales y por los chorros que le distinguían. Tras 1610, cuando el obispo Enrique de Armendáriz se curó de gota, cobró fama de salubridad e higiene y se impuso entre la gente su actual nombre: Almendares. Chorrera quedó popularmente para el torreón de 1638-1646, eco del Renacimiento italiano en Cuba con el resto del sistema militar defensivo a la boca de la bahía y la costa a ambos lados, hoy Patrimonio de la Humanidad. También se conoce por ese nombre la comunidad en torno a la soldadesca, así como las artes navieras y pesca, herencias indoamericanas. Es la comunidad más antigua vigente para El Carmelo, conocida desde sus primeros momentos como el caserío de La Chorrera.

Pero incluso desde el bojeo, detectado ya el río de agua potable, los colonizadores habían dejado a sus orillas una atalaya para avistar los buques que se dirigían hacia la bahía. Así surgió una primera comunidad anterior a la fundación de La Habana en la costa sur en 1514. Cuando aquella Habana sureña ya se había instalado al norte, en la bahía de Puerto Carenas en 1519, en busca de las riquezas de la que más adelante sería Nueva España (hoy México y La Florida), comenzó a llamar Pueblo Viejo a esta comunidad a orillas del río que ya se reconocía en 1517, aunque sin este nombre, y que aún existía como Pueblo Viejo, al menos, en 1565. Estos, por su parte, se referían a la recién creada comunidad de la bahía como Pueblo Nuevo. Se dice que en los primeros meses de 1519 de la desembocadura zarpó el extremeño Hernán Cortés en la penúltima de las cuatro expediciones que envió Diego Velázquez a México por las riquezas mesoamericanas y la legendaria Fuente de la Juventud en la Florida, con 11 navíos, 500 soldados, 100 marineros, 16 caballos y 15 piezas de artillería (Palacio Rodríguez et al., 1987).

La villa se abastecía desde el río de agua potable, transportada por chalupas, por lo que era una importante fuente de subsistencia hasta 1592, cuando comenzó a funcionar la Zanja Real desde el mismo río, pero mucho más al sur (Puentes Grandes, del hoy municipio Cerro). Esto explica también las raíces de la comunicación por tierra con la bahía, que siglos después la tradición oral definiría como calle Línea, de las más trascendentes vías rápidas de comunicación que delimita barrios al sur del norte costero más afectado por la salinidad e inundaciones, entre los más antiguos caminos extramuros trazado con El Carmelo en 1857-1859.1 Su transporte inicial, hasta 1883, dependía de la tracción animal desde la calle 18. Impactó en sus inmediatas paralelas: la calle 11 y sobre todo Calzada (del Arcabuco o vía del abasto, extensión de la Calzada de San Lázaro desde el este; aquí los arcabuceros contribuían a la defensa en los siglos previos), también llamado Camino de La Playa por otra comunidad homónima que surgía hacia La Chorrera, más a la costa.

Línea y estos otros caminos incipientes (Línea se genera desde el río al este, Calzada desde el este hacia el río) atravesarían el ulterior Carmelo y el reparto que ya definimos como Vedado, pero cuyo nombre se remonta al 10 de diciembre de 1565, cuando por Real Ordenanza del Cabildo de La Habana se prohíbe talar el bosque extramuros, pues abriría camino a los piratas2 por lo que toda esa área (aunque la muralla no pasaba todavía de ser una inteligente recomendación de los renacentistas italianos) sería llamada popularmente monte prohibido (vedado) de ser talado ni estancia de ganado vacuno, e incluía no solo todo el actual municipio Plaza de la Revolución, Centro Habana, Cerro y el perímetro inmediato de la hoy Habana Vieja, sino incluso, según algunos expertos, más allá del río por el actual municipio Playa hasta Jaimanitas.

Así de antiguo y tradicional es el topónimo Vedado, que implica desde época tan temprana la diversidad cultural que identifica al país y sobre todo a estas comunidades (hispanos, franceses, portugueses… el contexto ambiental, el bélico, el económico… la indisoluble relación cultura popular-cultura oficial o de Estado). Esta tradición de siglos ha definido el topónimo como el más reconocido e impuesto por los extracomunitarios que tanto impactan en estas áreas. Desde fines del siglo xix se mantienen como principal lugar de atracción migratoria nacional, sobre otras comunidades locales previas al reparto Vedado. Ejemplo de esto es el mismo Carmelo que, precisamente por las bondades del río y el bosque, lograría mayor esplendor que el reparto Vedado en lo que restó del siglo xix tras fundarse ambos, y que luego se mantuvo hasta la Revolución con todo su sistema de identidad local, pese a la avalancha de inmigrantes que desconocían estas particularidades. La memoria histórica local desde sus más antiguas familias ha contribuido a su feliz revitalización desde 1993 (Couceiro Rodríguez, 2006).

Según Llerena Rosell (2006) se prohibía «el paso de personas y animales al oeste del torreón de San Lázaro hasta el río Almendares y el llamado Pueblo Viejo» (p. 2, cita la Colección Facticia sobre arquitectura cubana, 1964; téngase en cuenta que tal torreón es del siglo xvii) y era

una vasta y solitaria playa […] cubierta de uveros, aromas, hicacos, cactus […] ruido seco y típico de los barrenos que al explotar desmoronaban para emplear las piedras en las construcciones de La Habana […] la primera construcción […] fue un bohío de treinta pies levantado por Ginés de Horta […] primer vecino que tuvo ese lugar.

Ya «hacia la Chorrera» (mucho antes del torreón, pero así llamaban ya al río y sus áreas) se otorgaban mercedes para ganado menor: cabras, hatos, «conucos e aves», puercos, frutales; por ejemplo, las concedidas a Alonso Rojas (1559) y a Velázquez (1561). La prohibición de 1565 no pudo evitar que continuaran otorgándolas y enriqueciendo la diversidad étnica y racial local desde estas raíces: a Mani Congo, al negro horro Juan Gallego (1571), al moreno horro Hernando Salazar (1578), y otras, hasta una salina en la costa «hacia la Chorrera» para ir redefiniendo desde aquí el paladar y una nueva cultura culinaria a la futura nacionalidad.3 El río ha motivado leyendas y manifestaciones de las más diversas artes en la cultura cubana, sobre todo desde el siglo xix. Incluso llevó su nombre una publicación semanal entre 1852 y 1853 (resurgió en 1881), El Almendares, enriquecida por varios de los más eminentes intelectuales de antaño (Couceiro Rodríguez, 2006).

La importancia del río y de la Zanja Real no pasó inadvertida a los ingleses al tomar La Habana en 1762, en lo que se señalan héroes locales como Luis de Aguiar y un ancestro del luego mártir abolicionista José Antonio Aponte. El torreón quedó plasmado en los grabados del francés Dominique Serres que venía con los ingleses, y un siglo después inspiró la pintura romántica del matancero Esteban Chartrand. En aquel verano de 1762 los ingleses destruyeron más al sur, en el reparto San Antonio Chiquito, la Quinta de Recreo del Marqués de Jústiz de Santa Ana (de ahí la calle Santa Ana) que había ocupado durante muchos años (Palacio Rodríguez et al., 1987).

Las consecuencias llegaron también al que estamos estudiando como reparto Vedado y su comunidad vigente más antigua, cuando bajo la experiencia francesa deciden una nueva arquitectura militar defensiva buscando alturas e instalan en la Loma de Aróstegui el Castillo del Príncipe (1767-1779).4 Esto implicará también, y hasta la actualidad, una comunidad propia variable con el tiempo. En principio miraba al más opulento sur,5 pero desde que se parcela El Vedado y luego su descendiente directo Medina, zonas mucho más prometedoras, cambia su mirada a estas nuevas comunidades norteñas y enlaza a ellas su destino. Por lo tanto, podemos considerar esta área como el extremo sur del reparto Vedado, sobre todo cuando tras 1871, con la inauguración de la necrópolis Cristóbal Colón hacia el Carmelo por el noroeste, la vigorosa calle Zapata, que comunica el cementerio con la ciudad en la bahía, se impone como límite.

El Castillo del Príncipe cambiaría también el nombre heredado de «camino de San Antonio» (por el ingenio previo al este) por el de «camino militar», principal comunicación de la ciudad con lo que entonces aún era campo. Ya a mediados del siglo xix finalizaba en el Paso de la Madama (hoy Nuevo Vedado) y allende el río, luego paseo, alameda o avenida de Tacón, de Carlos III y recientemente, Salvador Allende (Couceiro Rodríguez, 2006).

Otro antecedente al reparto Vedado sería en esta costa abandonada (y justo por el abandono) el cementerio popularmente improvisado que llamaron «el Pudridero». Al detener los enterramientos en las iglesias por motivos higiénicos e inaugurarse en 1803 el Cementerio de Espada, casi paralelamente, los cadáveres de aquellos a quienes se vetaba el derecho de «cristiana sepultura» (por no ser católicos papales o ser rechazados según los cánones de aquella sociedad) fueron abandonados en esta costa como carroña para los animales. La mayoría eran negros esclavos bozales, sobre todo los que morían sin ser bautizados (por las protestas humanitarias del vecindario que ya existía se nombró un capellán para bautizarlos in artículo mortis), y se reportó el entierro de chinos, presumiblemente filipinos o quizás yucatecos, pues aún no había llegado el primer barco de Cantón a Cuba el 3 de junio de 1847. Así se originó esta suerte de cementerio para marginados étnicos y religiosos, hacia las actuales calles G, H, 5ta y 7ma (desde 1952 Instituto Nacional de Educación Física; desde 1961 parque deportivo José Martí). El 13 de noviembre de 1832 se reporta oficialmente inaugurado como Cementerio de los Ingleses, muchos de los cuales tampoco eran católicos papales, y luego se nombrará Cementerio de los Americanos, lo cual demuestra los cambios en la correlación de fuerzas en el país y de sus respectivas influencias en nuestra cultura (Couceiro Rodríguez, 2003). Estos eran terrenos que en 1832 había cedido el propietario de la hacienda en la localidad, D. Antonio de Frías, antepasado del Conde de Pozos Dulces, a lo que ya entonces era una triste tradición popular. Se dedicó la mejor parte del cementerio a los extranjeros protestantes, de ahí su nombre «de los ingleses» y luego «de los americanos». Fue clausurado en 1847, para dar fin a lo que propiciaba un espectáculo dantesco y el deterioro ambiental y moral de la comunidad (Couceiro Rodríguez, 2003).

Según Jacobo de la Pezuela, en 1858 (vísperas de parcelarse El Carmelo y El Vedado), las comunidades donde estaban germinando ambos repartos eran Bongo y Gavilán, estancia de casitas al sur y a la derecha del caserío La Chorrera en su asentamiento inicial, esto es, hacia donde hoy está el barrio del Fanguito. El caserío de Gavilán (en nuestro norte costero para el actual barrio de extensión del Carmelo en Las Canteras) no pasaba de 248 personas. Una segunda comunidad más antigua era La Chorrera, entonces un pequeño pueblo o aldea marítima a la derecha de la desembocadura del río, con unas 30 viviendas, la mayoría de embarrado y guano y las restantes de tabla, entre ellas algunos barracones para colonos asiáticos, que por la fecha, ya pudieran ser chinos.6 El nombre de este pequeño pueblo o aldea, La Chorrera, se impone al caserío La Chorrera, donde incluso había tres viviendas de mampostería, al unirse con su población perteneciente a la jurisdicción de La Habana. Una tercera comunidad también en el ulterior Carmelo era el caserío de La Playa (al norte de La Chorrera y distintiva de esta última que la absorbería con el tiempo), donde ya al avanzar el siglo xx estaría el Balneario Municipal (por donde hoy está el Centro Deportivo Recreativo Camilo Cienfuegos); sumaban unos 239 habitantes «de toda clase y sexo», sin incluir el destacamento que guarnecía el Torreón (Palacio Rodríguez et al., 1987).

Hasta entonces continuaba poco poblado El Vedado, como llamaban al caserío sobre la costa acantilada antes de la arena de La Playa. Sin vecindario fijo, escaso, compuesto de chozas donde los peones de las canteras guardaban sus instrumentos y descansaban, no llegaba todavía a 100 habitantes e igual que su vecino El Carmelo, al norte costero «a medio camino entre San Antonio Chiquito y La Chorrera», pertenecía al Distrito de segunda clase Puentes Grandes. Como parte del barrio del Príncipe, aquella división urbana incluía a su antecesor, el reparto San Antonio Chiquito, que hoy podemos vincular más con la barriada de La Plaza al sur-occidental del Cementerio de Colón y al que antecedió con su célebre cementerio local (1850). Sumaban 110 viviendas sin calles regulares, pero entre ellas destacaban casas de excelente construcción, como la Quinta de Recreo de los Capitanes Generales, que también se incluía aquí. Un centenar de viviendas agrupadas en las laderas del Castillo del Príncipe formaban el referido poblado de San Antonio Chiquito, hoy reconformado en la barriada de La Plaza, al sur inmediato. Se le vinculaban, aún confuso en ocasiones, referencias del Reparto del Príncipe en formación, que luego se proyectaría hacia el norte costero, solo tras el apogeo de este último.

Las viviendas y barracones aquí establecidos abrían un abanico arquitectónico para la gran variedad de clases y sectores sociales, con sus diversas concepciones de estos pobladores primitivos y primeros «criollos» de aquellas comunidades previas a los repartos Carmelo y Vedado. Dadas las funciones que hemos visto y la navegación por el río y la costa, proliferaban esclavos, vegueros, calafates, constructores de barcos y otros afines, buscadores de metales preciosos y aventureros, pescadores, leñadores, ganaderos, zapateros, albañiles, plateros, curtidores, escribanos, soldados, músicos, todos ellos de muy variada procedencia étnica y génesis indiscutible de tradiciones (Palacio Rodríguez et al., 1987), algunas retomadas y transculturadas desde los precolombinos en su adaptación al entorno ecológico y en el desarrollo gradual de artes y oficios en el territorio. Pasajeros y tripulantes de cuanta navegación llegara a márgenes de La Chorrera recibía el avituallamiento necesario, e incluso opciones de hospedaje. Había canarios, andaluces, criptojudíos y moriscos, castellanos, gallegos, asturianos, negros africanos y el propio «curro peninsular», entre otros, y por supuesto sus descendientes criollos. Todos ellos constituyen la base sobre la cual, durante siglos, estas comunidades forjaron sus propias etnogénesis y otras identidades en el vasto y complejo proceso de transculturación hacia la nacionalidad cubana.

2. IMPACTO INMEDIATO DE LA PARCELACIÓN DE LOS REPARTOS CARMELO Y VEDADO

La ermita de la Virgen del Carmen, de la que era devota Carmen Espino, señora de la estancia y hacienda homónima, se ha señalado en la actual calle 16 entre 13 y 15, donde se levanta aún la primitiva iglesia. Sin embargo, el periódico semanal El porvenir del Carmelo, revitalizado a fines del siglo xx, la situaba en 18, cerca de la esquina con Línea, donde en 1860 estaba la capilla provisional de las Canteras para sus primeros constructores y pobladores. Por la antigua cantera hacia el río estaba un farallón rocoso, donde se construyeron las primeras viviendas, sobre todo para recreo o veraneo, y las más definitivas proporcionalmente a las condiciones.

En torno a esta virgen como santa patrona local se estableció el mencionado caserío del Carmelo, que pretendía construir una capilla de madera provisional donde había estado la pequeña ermita hasta entonces. El 15 de enero de 1860 se ofreció la primera misa para la comunidad, por el párroco interino de Montserrate (de los catalanes en Cuba) Francisco de Paula Gispert en la antes ermita. En ese espacio ya se proyectaba la actual iglesia de 16 entre 13 y 15, popular y erróneamente llamada «Iglesia del Derrumbe» por su aspecto ruinoso. En realidad, nunca quedaría concluida su construcción, pese a los esfuerzos ulteriores del fraile dominico español Padre Reginaldo Sánchez Pastor y Herrera (1889-1952, en Cuba desde 1907), quien fallece en el convento de San Juan de Letrán.7 Desde el convento los dominicos dirigían sus instalaciones en estas comunidades y ya la Iglesia del Derrumbe no era de los carmelitas (tenían en El Carmelo el convento en 13 y 24 y la iglesia de Línea y 16) sino de los dominicos, hoy con la parroquia del Rosario. Los más humildes del barrio, a quienes se consagró Reginaldo, le conservan un busto en el parque frente a la iglesia, centro histórico local, por cuya preservación tanto luchó frente a intereses comercialistas (Couceiro Rodríguez, 2006).

Hasta la Revolución se mantuvo la fiesta popular más concurrida y relevante de El Carmelo, la tradicional Procesión del Santo Entierro los Viernes Santos. Desde los más diversos y remotos rincones de la ciudad acudían los fieles a ser testigos del descendimiento de Jesús de la cruz y su colocación en una urna, que hacía las veces de féretro (de ahí el nombre de Santo entierro) y en la procesión, desde la iglesia por 17 hasta E (calle Baños) y G, Vedado, a regresar por Línea con una banda de música, desfilaban en una carroza figuras que representaban la Pasión de Jesús, famosas por la belleza de sus imágenes de tamaño natural y su orden y recogimiento.

Esta Iglesia del Derrumbe, entre otros valores patrimoniales, aún atesora el recinto, un altar neoclásico de 1859, vidrieras alemanas con motivos dominicos de gran belleza y calidad y las imágenes de san Blas y santa Lucía, que atraían, en sus respectivas fechas, a devotos de toda la ciudad y de otras regiones del país, con sus rogativas por la garganta y la vista. Fue por todo ello y más que desde las investigaciones en la Dirección Municipal de Cultura, el 5 de mayo de 1993 (aniversario 134 del Carmelo), para el III Simposio Territorial de Estudios Culturales, se reabrió como sede esta iglesia entonces en desuso (salvo para filmar algunas películas) y el parque como centro histórico local. Recuperó también el topónimo Carmelo cuando se pretendía llamar Chullima a toda esta comunidad, e incluso al Nuevo Vedado, por los astilleros homónimos en la desembocadura del río desde 1961.

Hijo legítimo del Cerro (primer barrio extramuros en el que los sectores pudientes criollos se apartaban de la hacinada Habana y su poder colonial, blandiendo el distintivo neoclásico de los revolucionarios franceses), El Carmelo fue urbanizado desde Paseo hacia el río por Luis Yboleón Bosquet, quien introdujo en Cuba el mejor ejemplo de sistema urbano de cuadrícula regular perfecta (cien metros por cada lado) que nos distanciaba cada vez más de esa hispanidad colonial, a la par que afamaba a tales comunidades por su modernidad racionalista científica francesa e inglesa y su higiene medio ambiental. En una ciudad que germinaba del mismo bosque, medía el ángulo de 45º de los vientos alisios sobre las nuevas barriadas mediante el tipo de árboles que las identificaría. La brisa costera corría a la par de las calles barriendo la suciedad. Mientras París, Londres y las grandes ciudades de entonces huían de la contaminación a sus forestas cercanas, estas aportaban la jardinería, el arbolado urbanos y los parterres, lo que explica el impacto del nuevo urbanismo del Carmelo y El Vedado para el resto del mundo, y su sumo interés como antecedente al ambientalismo actual.

La virgen del Carmen,8 festejada desde el año 1251, está muy vinculada con los mares, que no por azar identifican al Carmelo. Aquí desde el siglo xix y primeras décadas del xx se celebraba su procesión de septiembre en embarcaciones a través de las olas costeras entre La Chorrera y la actual Paseo y Malecón. Era la fiesta patronal local por excelencia, a la que se agregaría casi de inmediato la Fiesta del Niño Jesús de Praga, de raíz checo-española. Además, el río y la costa (esta última también del Vedado) reciben tradicionalmente ofrendas de los devotos de Oshún (Virgen de la Caridad del Cobre, santa patrona de Cuba oficialmente desde 1916) y de Yemayá (Virgen de Regla) sobre todo en la desembocadura, donde convergen «las dos aguas», cultos para los que también se adecua lo que resta del bosque (propicio tanto para actos ambientalistas, deportivos, sexuales, artísticos u otros recreativos, que delictivos; incluso se ha citado como refugio de cimarrones en su momento), al igual que cualquier parque, esquina, etcétera (Couceiro Rodríguez, 2006).

Fue en esta localidad donde los carmelitas colaboraron con Finlay en sus experimentos contra el Aedes aegypt (Couceiro Rodríguez, 2006); aunque no es hasta décadas después que la orden de los carmelitas se establece en Cuba, precedidos por su virgen y sus fieles en esta comunidad. En 1927 abre sus puertas en Infanta la iglesia del Carmen, caracterizada por la alta escultura, del italiano Guido da Michel, que recibe a los devotos en la entrada y abre sus brazos a esta parte de El Carmelo allende Rampa y Vedado. El 2 de noviembre de 1910 se erige canónicamente la Comunidad de Padres Carmelitas Descalzos en calle Línea, esquina 16 y número 146 (antiguamente), con la categoría de Vicariato. También servía para descanso de los padres residentes en el convento de San Felipe Neri, cuya festividad introducen en el territorio.

Desde la década de 1860 se aprecian señales de vida social en el área, sobre todo hacia El Carmelo, por su primacía y la mayor proximidad del río y el bosque. Sus fundadores iniciaron y promovieron una serie de actividades en los salones de una instalación llamada El Carmelo, donde se ofrecían bailes y juegos, en áreas abiertas realizaban carreras de caballos y se alquilaban botes para pasear por el entonces cristalino río. Los hermosos alrededores boscosos eran escenario de la caza de diferentes aves que poblaban el lugar, algunas de ellas de precioso canto, que fueron exterminadas, por lo que destruirían así uno de sus más valiosos atractivos. Disfrutaban además excelentes comidas y frescos baños de mar, y en un lugar cercano al tranvía, en la iglesia de 16 entre 13 y 15,9 se celebraban misas dominicales.

Del 8 de enero de 1860 hasta 1861 sale a la luz el periódico semanal El Porvenir del Carmelo «solicitada la Redacción del Correo del Barrio […] para promover los intereses del Carmelo y del Ferrocarril Urbano» (Instituto de Literatura y Lingüística, 1984, t. 1, p. 819). Este contaba con una variada temática circundante a lo «industrial, económico, de literatura y bellas artes». Como director y único redactor se reconoce a José de Frías, pero como corresponsales en Europa al mismo conde de Pozos Dulces y Domingo G. de Arozarena, además de colaboradores como Anselmo Suárez y Romero, Carlos Moisant, Felipe López de Briñas, Antonio Sellén, Juan Clemente Zenea, F. Pié y Faura, Rafael María de Mendive, José Güell y Renté, Antonio Enrique de Zafra, Carlos Estrada y Zenea, Enrique Piñeiro y Ricardo Zenoz (algunos nombres ya en el antes citado periódico El Almendares, y en general muchos de gran prestigio y trascendencia para toda la cultura cubana); todo lo cual habla del porvenir que en realidad, en tan pronta época, ya se le reconocía al Carmelo (Couceiro Rodríguez, 2006).

Llerena Rosell (2006) cita el paradero del ferrocarril urbano como «la primera edificación de cierta importancia […] en […] El Carmelo […] cuyos trabajos se realizaron antes de ser aprobado ese reparto por el ayuntamiento…» (p. 3). En 1883 los caballos y mulos que tiraban de los tranvías por la calle Línea fueron sustituidos por el primer vehículo de tracción no animal que tuvo La Habana: la máquina de vapor, llamada por Roig de Leuchsenring «la cucarachita». Las líneas metálicas que debía seguir solidificaron el nombre de la avenida. El 27 de enero de 1901 comienza a trabajar el tranvía eléctrico cubano con la ruta Vedado-San Juan de Dios (actual Habana Vieja), primer ejemplo territorial de este tipo de «ferrocarril urbano», por la inaugural central eléctrica beneficiada por la cercanía del río Almendares, de lo que nos llega la manisería (fábrica de aceites vegetales) El Cocinero, desde 2013, Fábrica de Arte Cubano (Palacio Rodríguez et al., 1987).

De La Punta a La Puntilla, Línea fue la pionera de lo que sería toda una red de «caminos de hierro» urbanos en La Habana. Entre el Castillo de la Punta por San Lázaro, la costa, Línea y la actual Puntilla, atravesaba el río por el Puente de Ibáñez (o de Pote), que desde 1883 cruzaba el río a la altura de la calle Línea, el actual Puente de Hierro, que se trasladaría hacia 11 a inicios del siglo xx y quedaría con su huella directa para el Túnel de Línea en 1957, paralelo al de Calzada (1955). Ambos túneles fueron construidos por la misma compañía francesa responsable del túnel de La Habana, una de las siete maravillas de la ingeniería cubana.

En aquellos primeros momentos el Dr. Luis Montané y Dardé descubrió «en la zona de La Chorrera» un hacha de piedra pulida del paleolítico, que presentó a la Sociedad Antropológica el 3 de febrero de 1884. Mientras, era famoso en las costas del Vedado el Rancho de Mariscos, sostenido por sus pescadores y que como plato originario, aportó una especie de caldosa de mariscos, y en el hotel (del español) Arana, al lado del torreón de la Chorrera, el «arroz con pollo a la chorrera» (Palacio Rodríguez et al., 1987).

Aún en Línea, entre 16 y 18, un edificio conserva el nombre Carmelo, ya deteriorado. También la barriada mantuvo su cine Carmelo, en 18 entre 11 y casi esquina a Línea, al lado de una cafetería homónima. El mismo dueño del cine aportó al Vedado la cafetería El Carmelo de 23, al lado del cine Riviera, y El Carmelo de Calzada, frente al Teatro Auditorium, ambos con múltiples aportes a la culinaria cubana. También tuvo el cine El Renacimiento, en 15 y 14 (precedido desde los años 1930 por el Hollywood, al aire libre en 15 entre 14 y 16, en el parque al frente) luego cine Ámbar, con matinées dominicales para la grey infantil, hasta casi iniciar los años 1970, cuando fue abandonado hasta el deterioro como almacén y rescatado hasta hoy como Comisión de Desarrollo de la Escultura Monumental y Ambiental (CODEMA), fundada por Rita Longa. Otras instituciones fueron la cafetería El Paradero, al lado de los tranvías en Línea y 18, antes del cine desde 1925; cruzando Línea la fonda El Niágara (vigente); la Sociedad del Carmelo con su academia de bailes (sobre todo del folklore español) y una barra española. De 1939 a mediados de 1958 el más importante centro gastronómico del Carmelo, frente al Torreón de la Chorrera al cruzar Calzada, era Las Culebrinas. En su estancia original, de 1919, estuvo la mansión de Julio Lobo y la de Ernesto Sarrá (desde 1976 Ministerio de Cultura). Además son notables la catedral Episcopal en 13 y 6, de 1946, antecedida por el consulado británico en Paseo y 15 (1918, residencia de Pablo González de Mendoza y Pedroso), y en Paseo entre 17 y 19 la de Catalina Lasa y Juan Pedro Baró (1927, precursora del art decó) y las villas renacentistas italianas como Villa Lita (Paseo y 13) (Couceiro Rodríguez, 2006).

Fue el mismo urbanismo y sistema que Francisco (conde de Pozos Dulces, eminente intelectual reformista habanero que aun antes del vocablo «ecología» analizaba las relaciones entre flora y fauna) y sus hermanos José Jacobo, Dolores y Ana Frías Jacott extendieron desde su quinta, que llamaban «del Vedado» por encontrarse en aquella área por tres siglos prohibida. No obstante, por el trazado previo de esa «línea» a partir de la calle D, por el de Zapata al extremo sur y la loma de Aróstegui y por la costa, hay cuñas por inflexiones de las «vías férreas» o «caminos de hierro», contra la regularidad de sus cuadrículas.

En los censos de 1861 y 1865 se llamaba El Carmelo a un moderno caserío entonces perteneciente al Partido de Puentes Grandes, con un escaso vecindario de «toda edad, sexo y color». Hacía apenas dos años se había parcelado la Estancia del Carmelo como proyecto urbanístico, «situado en la orilla derecha del río hacia el sur y no lejos del caserío La Chorrera». Sus primeras construcciones hacia el este fueron creciendo y se levantaron en la zona «casas de segunda clase» prefabricadas para el campo o alrededores de las poblaciones con cubiertas de hierro corrugado y el interior de planchas o tablas fibrosas sin cimientos de piedras o ladrillos, que más tarde serían sustituidas por otras más duraderas, algunas de las cuales aún se conservan (Izquierdo y Quevedo, 1972).

El Vedado había sido «un caserío de algunas viviendas sobre la costa acantilada antes de la arena de La Playa, a 2 000 varas al oeste de la batería de Santa Clara» (actual Hotel Nacional). A la sazón se desprendió un ramal de la vía de abasto que era la Calzada del Arcabuco y que llevaría hacia 13 y C, a un lateral de la quinta de los Frías Jacott, que así demostraba antaño su relevancia.

Primero por la crisis económica de los años 1850 y 1860, y por las campañas bélicas después (1868-1878 y 1895-1898), se retarda su poblamiento masivo, pero aún restan casas de los años 1870, 1880 y 1890 de aquel esplendor sobre todo en calle Línea (del Carmelo y del Vedado) y sus alrededores, sistema urbanizado trazado y organizado antes de pavimentarse ya a inicios del siglo xx. Las calles debían tener la amplitud necesaria de al menos 16 m de ancho, y en las avenidas entre 36 y 56 m, con aceras amplias plantadas de césped y preparadas para el arbolado, que delinearon parques y plazas para lograr la sensación de amplitud y belleza. Cada solar destinado a la fabricación debía tener al menos 13,06 m de frente y 50 m de fondo, y en cada una de esas parcelas solo debía fabricarse una casa, la cual debía tener jardines al frente, costados y al fondo, o sea, «pulmones», primer barrio habanero con las condiciones higiénicas y sanitarias entre las más modernas ciudades del mundo. Tenían los materiales de construcción entre sus propias y múltiples canteras, caleras y yeseras, y se planeó atravesada por los tranvías de antaño, sin el éxito inmigratorio deseado inicialmente por la crisis y las guerras, y el proyecto de venta de lotes quebró. Si La Habana se había desarrollado urbanísticamente a través de las plazas, El Carmelo y El Vedado combinaban plazas y parques con las arterias. Durante su ausencia por la guerra, a los Frías Jacott (no afines al gobierno colonial) en 1873 se les embargan sus inmuebles: 300 solares en El Vedado y otros 1 139 en El Carmelo, además de fábricas, hornos, pozos... (Izquierdo y Quevedo, 1972).

Su poblamiento intensivo tuvo lugar al finalizar la guerra en febrero de 1878, cuando algunos oficiales del Ejército mambí recientemente disuelto comenzaron a levantar aquí sus residencias familiares, a partir de las propias condiciones de compra-venta de ideales que proponía la aún metrópoli española. El Vedado logró una arquitectura históricamente identificativa desde sus primeras casas, casi todas por la calle Línea por ser la más antigua y casi única vía previa de comunicación con La Habana, con ecos entonces en sus paralelas inmediatas Calzada y 11. Entre estas primeras casas de fines del siglo xix está la del farmacéutico González Turquita, en Línea y B, aún con mucha influencia del lenguaje neoclásico del Cerro (portal corrido, columnas, elementos jerarquizados). Luego el mismo dueño realizó otra construcción muy similar hacia Calzada y B, repitiendo los componentes del cierre: reja que limita el jardín y el portal, elementos ya generalizados en El Cerro a los que El Carmelo y El Vedado aportarían el jardín como novedad que se reitera en toda la República, digno elemento distintivo, en particular por sus rejas y verjas, que volvemos a encontrar en Calzada y G.

El centro histórico del reparto Vedado, con sus tantos valores patrimoniales, se extiende desde los restos de aquella quinta de Pozos Dulces en 11 y C y su parroquia inmediata (en calle 11 a Línea y su parque entre C y D), con su fiesta patronal o parroquial del Corpus Christie desde 1892 y tradicional aún durante la Revolución dentro del templo; hasta la Sociedad Anónima de Instrucción y Recreo del Vedado en Línea entre A y B. Esta última fue fundada el 26 de julio de 1890 y desde el 1.o de junio de 1904 fue la Asociación de Propietarios, Industriales y Vecinos del Vedado, en declive hacia 1909. Luego se mantuvo en arrendamiento hasta su demolición; se convertiría en el cine Rody y desde el 15 de septiembre de 1961, en el teatro Mella, con su galería Tina Modotti. Aquella sociedad había aportado una publicación mensual, la Academia de Música, dirigida por Ignacio Cervantes, las primeras comparsas de estas comunidades («De señoritas» y «Las naciones»), el Día del Árbol en Cuba desde 1904 (revitalizado aquí desde 1999), y múltiples otros valores.

Más allá, este centro histórico inicial se extiende a la calle E, que conducía a los baños al norte desde 1864 y hasta Paseo cruzando la calle Línea con sus primeros cines: Vedado, en Paseo entre Calzada y Línea, el actual Trianón y el Olimpic. Entre Paseo y E y de Línea hacia 15 este centro histórico del Vedado (luego llegará a G y 17) se pavimentó con adoquines belgas que aún conservan sus calles A, B, C… sobre todo de 13 a Línea y luego en 17 y E, para la mansión de la condesa de Revilla Camargo (1927, Museo de Artes Decorativas desde 1961), entre otras suntuosas residencias sobre todo en esta calle 17, cuyo apogeo data de la planificación del 18 de febrero de 1914 de calle 15 a 29 y de Infanta y Malecón al río, con lo que 17 desplaza a Línea y llega a tener su tranvía. Frente al Museo de Artes Decorativas aún vivían descendientes del célebre ajedrecista José Raúl Capablanca, nacido en el Castillo del Príncipe, al sur, en 1888 y uno de los grandes nombres para el Vedado Tennis Club (Couceiro Rodríguez, 2006).

3. NUEVAS COMUNIDADES EN LOS REPARTOS CARMELO Y VEDADO

A poco de haber nacido tanto el reparto Carmelo como El Vedado, comenzaron a perfilarse otras identidades delimitadas en localidades concretas, que definirían comunidades diferenciadas unas de otras en el territorio de cada uno de los repartos. Ejemplo típico es Medina. Desde el recién nacido Vedado, Javier Bossi y la familia de D. Cayetano, doña Carmen y don Lázaro Medina parcelaron hacia el sur, en 1863, el reparto Medina, entre D y G y de 19 a 23 como su propio centro histórico. Entre sus tantos aportes trascendentales está precisamente la avenida 23, que un siglo después se extenderá al este como el corazón de La Rampa, hoy una de las más importantes arterias capitalinas y de toda Cuba. Nacida entonces como la avenida Medina, se concebía de este a oeste, hacia el río, como todas las restantes. Solo desde 1947, con La Rampa y sus antecedentes en los años 1930, se definirá de oeste a este.

Los Medina eran propietarios del Hoyo de los Medina (luego Canteras de Aulet), que aún restan en 23 y K, hacia 25, donde hoy se proyecta un nuevo hotel. Además eran parte de su patrimonio las Canteras y Hornos de Cal de los Medina, donde luego la familia Arcos rentó apartamentos en la furnia ubicada en F entre 19 y 21, con otros negocios en los alrededores. En 23 y G permanece la casona de los Medina, del arquitecto Francisco Centurión, y fueron célebres sus Bailes (de salón) de Medina, con la Sociedad Cultural de Medina en otra casona en 21 y D, así como la sinagoga en 21 y G, la iglesia Siervas de María en 23 y F, frente al hoy parque Martin Luther King y el Ministerio de Educación Superior. Su parcelación definitiva se acompañó de su extensión al este (más allá de su límite original en calle G) hasta la calle L en 1883. Llerena Rosell (2006, p. 3) cita en 1877 la estancia de los herederos del Dr. Francisco Medina (al sureste de la propiedad del conde), que en 1894 se extendía de calle 15 a 29 y del río al litoral.

Otros repartos colindantes que apuntaban al atomismo local contra la simplista imagen de homogeneidad que se pretende del Vedado eran La Azotea, (el del Sr.) Bosnio, (el del Sr.) Rodríguez y (el del Dr. Gregorio y Sra.) Vega; incluye a Cavelon Medina y al Sr. Sañudo al este en El Vedado, cuyo urbanismo continuaban y sus nombres se diluían. El censo de 1919 reconoce Medina y El Vedado como dos barrios distintos (cada uno con 14 000 habitantes), y aún en la D. P. A. hasta 1963, durante más de un siglo oficialmente, ambos eran de los «43 barrios de La Habana», que sin embargo, en función de sus intereses electorales, ignoraban tanta otra riqueza comunitaria. Actualmente queda la memoria histórica local de muchos de sus moradores, no solamente nativos tradicionales y sus descendientes, sino inmigrantes que con orgullo se reconocen de Medina. A pesar de la avalancha de extracomunitarios, algunos con disímiles poderes, pocos se interesan por estos patrimonios locales, así amenazados al desdibujarlos globalizándolo todo como Vedado. El Carmelo, al oeste, fue oficialmente ignorado y silenciado hasta 1993, aunque ha sido de fácil revitalización por la persistencia de su memoria histórica local (Couceiro Rodríguez, 2003).

De sus límites originales desbordados a 17 y Paseo, Medina pronto se extendió por 23 al este. Algunas fuentes citan el 8 de febrero de 1868 la apertura del hospital de Nuestra Señora de las Mercedes,10 en 23 entre J y K, fondo hacia 21. En 1954 se trasladó al sur del propio Vedado, donde actualmente se conoce como Fajardo. También se fundía Medina con el precedente reparto Príncipe, sobre todo tras la iglesia y convento de Santa Catalina de Siena, en 23 y Paseo a 25 y A, 1925-1926. Desde 1937 data el Instituto de Segunda Enseñanza del Vedado, donde a inicios de siglo estuvo la escuela pública # 51 para los niños pobres del Vedado, con profesores de prestigio como el mulato intelectual Salvador García Agüero y donde estudió el poeta mulato Marcelino Arozarena, que vivía en el solar La Finquita en 23 entre E y D. Lo anterior cuestiona esa imagen de exclusión y elitismo que el regionalismo extracomunitario ha (de)generado sobre este territorio. El parque Medina, al frente, se llamará Mariana Grajales desde que aquí se coloca, entre 1931 y 1933, la estatua homónima, construida en Roma en 1928 por el mulato Teodoro Ramos Blanco, a partir de la célebre obra «El beso», de nuestra tradición occidental.

Medina se extendía al este y al sur, donde se mezclaba con el reparto Príncipe, que ya a la sazón apostaba por este norte pujante e incluso compartían sus sociedades culturales. Iniciativa del médico Emilio Núñez Villavicencio, Reina Mercedes era un hospital con capital nacional y 300 camas para la atención a cubanos. En tan difícil época (aún plena colonia) de confrontaciones con «la Madre Patria», se reconcentrarían las víctimas de Valeriano Weyler (1896) en 21 e I. Donde había estado el hospital Reina Mercedes se inaugura, en 1966, la emblemática heladería Coppelia, nombre derivado de la fuerte incidencia del nacimiento y desarrollo del ballet en Cuba a partir de 1931, con antecedentes en la Sociedad Pro-Arte Musical (1918) y el Teatro Auditorium (1928). Tuvo un gran impacto en el norte vedadeño y su comunidad, cuna de los hermanos Alonso. Esta «extensión de Medina» de G a L y entre 17 y 23 se reconoce en Las Delicias de Medina, como se llamaba la que sería más adelante la pizzería Vita Nuova, en L y 21 (Couceiro Rodríguez, 2003).

Bien distintiva es otra comunidad dentro del mismo reparto Vedado, pero en su norte costero desde 1864. Surge a partir de los baños El Progreso del Vedado, en la costa de la calle E, a la que se le atribuyó el popular nombre de calle Baños por conducir a ellos. En E y 17, por donde venía el tranvía, estuvo el cine Gris y hubo un cine Baños en C y la costa. Pronto estos baños se extienden a calle D Las Delicias, para otros La Playita, de donde pulularán por toda la costa pocetas privadas y playitas hasta avanzado el siglo xx. En este nuevo barrio de Baños del Vedado, entre G y Paseo y Línea hacia la costa, se levantan casas de veraneo como la de Villalón en Calzada y D (familia tradicional aquí hasta muy reciente). Esta dio nombre a su parque central de C a D y de Calzada a 5.ta, concebido como centro histórico local, o parque de Neptuno o Gonzalo de Quesada (1915), con precedentes como la casa donde murió el Generalísimo Máximo Gómez (1905), que databa de fines del siglo xix y luego sería de la legislación alemana en Cuba (Couceiro Rodríguez, 2003).

Del otro lado de G, también en 1864, Emilio Sabourín del Villar genera el primer terreno de pelota en Cuba (incluso con gradas) y el Club Habana, donde en 1905 se celebra la primera competencia nacional de atletismo. Los exiliados cubanos importaban de Estados Unidos, entre otros elementos de gran valor cultural, la pelota (y otros deportes como el tenis, por solo citar su presencia en El Vedado y El Carmelo). Sabourín y su sobrino Louis Vasseur serían desterrados por su intento de liberar a Julio Sanguily y esconder aquí armas para la independencia durante la guerra de 1895, mientras cerca en Calzada e I, Dolores Luz fue detenida por enviar armas de la Pirotecnia Militar al sur (hoy Universidad de La Habana) al Ejército Libertador.

Esta barriada, a pesar del imaginario peyorativo, alimentó la tradición de luchas políticas revolucionarias durante todo el siglo xx (contra Machado, contra Batista, etcétera) hasta la actualidad. Una muestra de su genuina cultura popular es encontrada en el siglo xx, a través de la comparsa Los Cocineros del Vedado. Desde 1930 está en esta área el hospital de maternidad América Arias (primera mujer en postularse a la presidencia en Cuba, 1912) o de Línea, ejemplo del art decó cubano, con obras del ya referido Teodoro Ramos Blanco.

Al sudeste, el 25 de enero de 1896, se genera otro centro histórico local al comenzar la edificación del hospital Alfonso XIII (durante la Intervención Norteamericana Hospital Militar # 1, y desde 1914, Calixto García). En vano se intentó disputarle a los catalanes su ermita en la hoy Plaza de la Revolución. Fue sitio clave para atender hasta 2 000 bajas españolas antindependentistas y por la fiebre amarilla. Su sistema de pabellones impondrá su peculiar urbanismo y a su alrededor inmediato su propia comunidad. Luego, por Zapata al oeste y en torno al Castillo del Príncipe y Zapata, se creó desde 1930 la más importante cadena hospitalaria del país en este reparto Príncipe allende G, con el Hospital Municipal Infantil (luego Pedro Borrás Astorga), el Instituto Curie (hoy Oncológico, 1947) y el Centro Médico Quirúrgico (hoy Neurológico, 1948) cerrando el sur del Vedado. Su Sociedad Cultural del Príncipe haría sede en el reparto San Antonio allende Paseo y llegó a 1990 en el antiguo prostíbulo de lujo del reparto (hasta 1933) en calle 37 entre Paseo y 2, cerca del cine Príncipe, ya entonces Casa de Cultura Comunal Roberto Branly o Patio de María por su histórica peña de rock de los años 1980, ya ubicada en la barriada de La Plaza al sur. Esta sociedad cultural El Príncipe, ya desde fines del siglo xix, miraba al norte en progreso y se hermanaba con la de Medina y ambas, más tarde, con la del Vedado.

Mientras tanto, también El Carmelo diversificaba su identidad en comunidades internas. Al sur, el 30 de octubre de 1871 se coloca la primera piedra de la necrópolis Cristóbal Colón, sobre su precedente cementerio de San Antonio Chiquito desde 1854 y 1868. Se anuncia ya la calle Zapata para los carros mortuorios desde la bahía y su principal vía directa en pleno siglo xx con este cementerio, heredero del mismo sistema urbano del Carmelo, que aún no llegaba aquí por lo que su trazado no es paralelo e impone una inflexión local a la calle 23, que en 1909 logra el primer puente de hormigón armado en Cuba para comunicar allende el río al prometedor Miramar. En 1904 tan importante cementerio, Monumento Nacional desde 1968 y tercero mundial de su tipo, potencia de leyendas y valores de toda clase, con el portón que José Vilalta y Saavedra construyó en Roma, se abre a la calle 12. Esta calle, a pesar de su brevedad (menos de 1,5 Km), contaba con tranvía eléctrico, que subía la pendiente por lugares entonces tan importantes: 12 y 23 (por donde se venía del oeste allende el río, del cabaret La Verbena y tras 1939, Tropicana); 12 y 17 desde el este (El Vedado y más; en calle 2 entre 17 y 19 desde 1915 estaba el cine Mascota); el cementerio al sur quedaba así comunicado con el norte a otro hito nacional e internacional, no solo en los diversos deportes que introdujo e impulsó en Cuba: el Vedado Yatch Tennis Club (VTC).

El VTC empezó a construirse aquí el 11 de enero de 1912, con antecedentes en la hoy barriada de La Plaza (1889-1890, por el cónsul alemán). En 1902 ya existía en la hoy Habana Vieja, pero con ubicaciones en distintos puntos de estas costas, desde 13 y H hasta Paseo y 3ra. Eran representativos su revista VTC, sus comparsas y espectáculos, su ética vedadista y sus féminas entusiastas desde el Lyceum del Vedado, que fundaron en 1928 en Calzada entre A y B (donde en 1925 se había fundado el Partido Comunista de Cuba y se instalaría el Conservatorio Hubert de Blanck y luego el teatro homónimo). Desde 1942 el Lyceum pasó a Calzada y 8 (hoy Casa de Cultura Municipal) dotado de una revista Lyceum y una biblioteca riquísima en arte, donada por los Henríquez Ureña, entre otros valores. La nueva sede del VTC, de Calzada y 12 a 16 y 3.ra, robaba terrenos al mar y así comparte el barrio de La Chorrera por su otro extremo. Para los comunitarios, por tanto, 12 ha sido una calle más importante que 23, y por eso la comunidad era 12 y 23 y no 23 y 12, como impondrían los extracomunitarios para quienes 23 era la más importante, sobre todo tras 1947 con el auge de La Rampa (Couceiro Rodríguez, 2006).

Desde que se abrió el cementerio a 12, a su entrada y sus inmediaciones habían emigrado los hispanos y sus descendientes (y luego los chinos) desplazados del reparto San Antonio Chiquito entre el cementerio y Paseo. Estos perdían allí su relativa elite por los vecinos de La Timba (allende Paseo) y de la antigua Pelusa (entre el Castillo del Príncipe y la actual Plaza de la Revolución) desde los años 1930-1940 para luego construir la Plaza Cívica. Según Bianchi (2017, p. 11), una sociedad obrera llamada Crecherie quiso comprar parcelas para construir viviendas para sus asociados en 1908. En un principio fueron negadas, pero luego concedidas para convertirse en el pasaje homónimo de calle 21 a 23 entre 10 y 8. En la memoria histórica local había familias de ascendencia haitiana y anglocaribeñas y se cuidaban niños, labor cuyo nombre provenía, en efecto, del francés créche. Al oeste, la fábrica de tabacos Partagás buscará casas inmediatas a sus trabajadores y el Jalisco Park hará el recreo infantil más relevante y tradicional.

Proliferó 12 y 23 con florerías, marmolerías y otros negocios fúnebres y su consecuente vida comercial y de servicios, incluido el restaurante Pekín, donde de los bajos de la oficina de los Sañudo se había fomentado un fuerte negocio de alquiler de carros para bodas, bautizos y entierros. Al instalarse el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (24 de marzo de 1959) en el edificio Atlantic (calle 23 # 1155 entre 10 y 12, 1955), su óptica Atlantic fue reubicada hasta hoy en la fonda china en diagonal (23 # 1206 entre 12 y 14), al lado del cine nacido Astor en 1941, pero desde 1953, 23 y 12. La óptica hasta entonces había compartido el edificio homónimo con oficinas y con el cine Atlantic (500 asientos) en competencia a su predecesor en la comunidad, el 23 y 12. Otros hitos de esta comunidad fueron el hotel de Juan Fonellar, luego edificio de apartamentos Sarrá, y la galería 23 y 12, que inauguró el 17 de abril de 1981 el entonces Ministro de Cultura Dr. Armando Hart Dávalos. Esta última también se proyectaba en función del cine (aunque no exclusivamente) para exponer los afiches durante los festivales y otras necesidades cinematográficas.

Ya 12 y 23 era, por tanto, un punto tradicional de población flotante y comunicación, popularmente llamado «esquina caliente». No hay un consenso en cuanto a si el singular apodo se debe a su célebre chocolate con churro,11 a los ulteriores debates públicos televisados sobre pelota o los encuentros para amores y relaciones sexuales prohibidos, sobre todo en las oscuridades cercanas de la calle Zapata y otras en los tantos establecimientos de la comunidad que se expandía desde esta esquina.

La impronta del neorrealismo italiano con que nació el ICAIC propició que El Chalet deviniera desde 1961 en la pizzería Cinecittà (como los estudios fílmicos en Roma, 1937). El cine Atlantic sería luego la Cinemateca, con una programación especializada de alto interés. Hoy es el Charles Chaplin, que cuenta con la sala Charlot y más recientemente la sala 3D. En su esquina a 10 permanece otra galería, la Servando Cabrera. El ICAIC se expande por sus inmediaciones, sobre todo desde 1978 con los Festivales Internacionales del Nuevo Cine Latinoamericano. Este dirige los cines, su política en toda Cuba y el cine cubano al exterior, que atrae tradicionalmente más público de toda Cuba y numerosas personalidades de la cultura mundial (Couceiro Rodríguez, 2006).

Mientras tanto, al oeste inmediato un plano de 1881 ya reconoce el reparto (Herederos de Josefina) Rebollo de calle 11 a 21 y de 16 a 24, con la iglesia de calle 16 entre sus pocas edificaciones. Como otros, eran propietarios de canteras en explotación, bateyes e instalaciones periféricas de la ciudad. En 1902 otro plano lo reconoce, además del Carmelo, Vedado, Medina, La Azotea, San Antonio (al sureste) y otros, como los planos de 1920 y 1958. Los planos de 1915 y 1929 se dirigen a turistas y otros extracomunitarios, por lo que ya relegan sus nombres. Carmelo, Vedado, Medina y Rebollo son los más identificados como barrios. Un plano del 25 de enero de 1915 ubica al reparto Rebollo de calle 4 a 32 y de 17 a 29 (centro-sur del Carmelo) y aprueba el proyecto de la finca La Campana como reparto Rebollo. Dicha finca luego se fue parcelando y comenzó el negocio de ventas de solares, pagando los terrenos a plazos por 15 pesos el metro que cobraba Junco del Pandar en calle 30 entre 15 y 17, y el Sr. Martí en calle 32. Los únicos propietarios negros entonces eran Francisco Pedroso de Jovellanos y su familia (Llerena Rosell, 2006).

Ya desde los años veinte sería este el barrio de Las Canteras (de Rebollo), compuesto principalmente por trabajadores para las construcciones en Rebollo con sus romerías, donde desde el siglo xix los hortelanos, areneros y canteros que poblaban el caserío Pijirigua trabajaban en las canteras y hornos de cal de calle 23 entre 28 y 30 (Bay Sevilla, en Llerena Rosell, 2006, p. 4), furnias rellenadas para el puente de 23. A la misma orilla del río (calle 32 entre 19 y 21) ya en 1935 se comienza a poblar lo que desde el 16 de diciembre de 1956 se reconocería como El Fanguito.12 A esta comunidad antes marginada se accedía a través de una escalera de madera en calle 17, sustituida por la actual en 1952 (Rensoli Medina, 2002). Al iniciar el siglo xx, según Méndez Capote (1990), «anidaban las iguanas, los hurones y las ratas. Los gatos jíbaros salían de noche y todavía al amanecer y poco antes de llegar la noche, atravesaban por el cielo bandadas de palomas rabiches y por el norte aparecían en invierno bandos de patos de La Florida» (p. 22).

Otro reparto patrimonial se originó desde 1886 con el salón (hotel) teatro (del catalán) Trotcha, en Calzada entre Paseo y 2. Fue el primero en Cuba con la concepción moderna de hotel y confort, con agua corriente y electricidad en sus habitaciones, con su Sociedad Cultural «Círculo del Vedado», sus jardines y animales, su famoso restaurante, su mural de Miguel Arias (1889). Otros elementos que lo hacían destacar eran la cercanía a las playas, los espectáculos de las orquestas más afamadas, zarzuelas, bailes, actividades literarias, la proyección por primera vez de películas al aire libre. Este «hotel de los novios» acogió a muchísimas personalidades cubanas y de otros países hasta su declive en la crisis económica de 1930. Luego fue casa de inquilinato como otras tantas, sobre todo en El Vedado: 17 y H (de los Chibás), El Hormiguero en E y 21, la de F y 11, la que llamaron «de los Muchos» en J entre 17 y 19, etc. Más allá del hotel, Trotcha construyó valiosos edificios en calle 2 y trajo a esta comunidad inmediata consecuente (de Línea a la costa y de Paseo allende el río hasta La Puntilla, y al Vedado en general) las aguas del Canal de Albear, entre otros servicios con los que benefició notablemente no solo a su comunidad concreta, sino a las aledañas.

A las casas de inquilinato se suman edificios deteriorados como el Tavel y solares del Vedado, pero sobre todo en El Carmelo: el edificio Govea (13 y 18) se derrumbó antes de 1990, y solares tan tradicionales como el del Bifté (10 entre 5.ta y 7.ma), o en 15 entre 22 y 24 el de los Sopeña (1899) y el del Blumer Caliente (1901), vecinos de otros dos en 24 entre 15 y 17 muy distintivos. Hacia 1913 se conciben la Avenida de los Alcaldes y la de los Presidentes (Paseo y G) para conducir a la gran plaza proyectada al sur en homenaje a Martí. Sobre todo se definen hacia 1930, con el urbanista francés Forestier y sus áreas verdes y monumentos como los del italiano Giovanni Nicolini: el del primer alcalde (Alejandro Rodríguez Velazco, 1919, en Paseo de Línea a Calzada) y el del presidente José Miguel Gómez (1936, G y 29). Ya entre milenios, G se dedicaría a los presidentes progresistas latinoamericanos. En 1927 el hotel Presidente en Calzada y G, entre otros aportes, anuncia hacia el este ulterior rampero el llamado rascacielos cubano que en los años 1950 retorna al oeste y otras direcciones por las vías rápidas de comunicación. Algunos ejemplos más al Vedado son por 23 el Capri en I, el Hermanas Giralt en E, por Línea el Retiro Radial y el Ireluc en F, por Malecón el de A, y aún en 1967 el de F, y más reciente Galerías Paseo.

Estos edificios en altura llegan menos al Carmelo. Es el caso del que descuella en Malecón y 12 (más adelante para becados), en Paseo el hotel Habana Riviera (1957) y el Cohíba (años 1990) y luego las llamadas microbrigadas, con ejemplos que atentan contra la identidad tradicional previa del Carmelo que no suele trascender los tres pisos, como es notable en los altos edificios construidos a fines de siglo en 17 y 24 y en 15 y 26 (Couceiro Rodríguez, 2006).

En el sistema escolar destacan el colegio de idiomas y comercio San Juan Bautista de La Salle del Vedado;13 el Instituto Cubano Americano, hoy Casa de las Américas; la Abraham Lincoln, la más emblemática, completa y tradicional escuela de idiomas para la Cuba actual; el Colegio Baldor; el Trelles; el del Apostolado; el Teresiano, luego primaria Arenado y secundaria Guiteras; la Alianza Francesa; la Méricy Academy en la actual escuela Fructuoso Rodríguez, en Línea y 6.

Otros referentes son la Comunidad Hebrea de Cuba (sinagoga asquenazi, 1953) en 13 e I, y la sefardí en 17 y E desde 1957; clínicas como Asclepio y Antonetti (hoy Cardiología) en 17 y A o la privada mutualista Cardona en 19 y 8 (hoy Clodomira Acosta) y la funeraria Rivero (Calzada y K). Entre las familias emblemáticas de estas comunidades destacan los Loynaz, hito del arte y de la cultura ambientalista, germen inspirador de tantas leyendas, historia y otros valores desde su Casa Jardín del Carmelo,14 en Línea y 16 y desde mediados del siglo xx, la de 19 y D en El Vedado, hoy Centro Literario Dulce María Loynaz.

Desde el 8 de diciembre de 2000 el parque Menocal (con su escultura al ajefismo cubano) pasa a ser John Lennon, y el inmediato antes club Atelier, El Submarino Amarillo. También en el 2000, el Centro de Prevención contra las ITS y VIH/SIDA, en calle 27 entre A y B (Vedado), con la influencia de La Rampa oriental y sus centros de vida nocturna, bohemia, artística y cultural en general, población flotante y demás, comienza con el proyecto Hombre-Sexo-Hombre y sus «carritos por la vida», primer ciclo de cine de educación sexual contra la homofobia, que pronto se extiende triunfal por todo el país. En El Carmelo, en 21 y 10, se establece el Centro Nacional de Educación Sexual, en 19 y 18 un Taller de Creación con personas con diversas discapacidades y más al norte estaba la escuela de educación especial Cheché Alfonso.

Había brillado el Museo Histórico Municipal desde el 13 de noviembre de 1982, en 13 y 8. Este generó cultura museística en El Carmelo, para todo el municipio, Cuba y sus visitantes extranjeros. Ello les compete por ser comunidades metropolitanas y cosmopolitas por tradición. Actualmente, con la compra-venta de casas, se han atomizado más aún en focos comunitarios y negocios cuentapropistas, entre otras tantas instituciones que multiplicarían al infinito este breve bosquejo que introduce (no más) el complejo entramado de comunidades de alto valor patrimonial con que nos enriquecen los repartos estudiados.

CONCLUSIONES

El Carmelo y El Vedado están cumpliendo 160 años desde su parcelación, sin incluir sus antecedentes, como mínimo La Chorrera al Carmelo, El Príncipe al Vedado. El topónimo Vedado llega a 455 años de tradición, además de sus incidencias indisolubles previas con aquellos inicios de la villa de San Cristóbal de La Habana en la bahía de esta costa norte, cuyos 500 años festejamos. Son dos barriadas adyacentes y muy relacionadas entre sí, cada una con sus propias identidades que heredan comunidades previas pero en las que también se conforman múltiples comunidades internamente distintivas (barrios, zonas, focos comunitarios) y de las que emanan otras herederas, como Miramar allende el río al oeste, y luego desde 1947 La Rampa al este y Nuevo Vedado al suroeste. Tanta diversidad comunitaria es una riqueza que no se puede perder por el desconocimiento, ni subvalorar por un imaginario reduccionista y prejuiciado de regionalismos y localismos de extracomunitarios y comunitarios empíricos, al carecer de un programa de educación científica en los valores de estas comunidades, tan vulnerables por ser máximo punto de atracción nacional y para los extranjeros, lo que sería garantía para el urgente turismo comunitario y sobre todo, el patrimonio nacional.

Sus valores comienzan por su identidad ambiental milenaria, arqueología fluvial, antecedentes indoamericanos e hitos coloniales que hallan en aquellas parcelaciones de 1859 y 1860 un punto de giro del sur al norte costero en este territorio con gran impacto en toda Cuba y el mundo, hasta generar entre sus tradiciones el sueño de «vivir en El Vedado» desde fines del siglo xix. El auge inicial fue el del Carmelo por sus condiciones y aportes ambientales y urbanísticos racionalistas que nos distanciaban de la colonia española, y que mantuvo todo el siglo xx con legítimo orgullo de pertenencia, silenciado por los extracomunitarios pero pasto fértil a su revitalización desde 1993. El siglo xx trae consigo el auge del Vedado, pero entonces ya ambas barriadas eran un mosaico de múltiples y muy ricas comunidades que acunaron. En El Vedado se citan Medina, su extensión al este y al sur a entroncar con El Príncipe, Baños del Vedado, el barrio del Calixto, con sus mansiones de las elites pero también múltiples casas de inquilinato y solares, aumentando la altura de sus edificios al este. En El Carmelo se mencionan Rebollo, Trotcha, 12 y 23 a partir del cementerio, Las Canteras, Fanguito… con algunas mansiones pero predominando las construcciones para las clases medias y los más humildes, algunas casas de inquilinato y sobre todo solares. La altura promedio de las edificaciones no sobrepasa de dos o tres pisos, salvo excepciones. Una vez definida cada barriada, estas construyeron sus propias identidades y tradiciones, lo cual impactó en todos los renglones de la cultura. Lo anterior desmiente el imaginario simplista que pretende homogenizar El Vedado como un barrio elitista burgués. Además, se tiende a ignorar y subvalorar al Carmelo, así como al reparto Medina y a otras de las comunidades aquí referidas, lo cual amenaza el patrimonio comunitario.

Es recomendable por tanto, más allá de este artículo, publicar libros que profundicen mucho más en cada una de ellas, imposible de agotar aquí; y rescatar el Museo Histórico Municipal, única institución capaz de incentivar, preservar, promover y educar en tan rica diversidad comunitaria y en sus altísimos valores patrimoniales de relieve nacional e internacional, que por lo pronto estamos valorando en su 160 aniversario como algunos de sus aportes esenciales a los 500 años de La Habana en la bahía norteña, para toda Cuba y la Humanidad. Urge educar científicamente por todos los medios a cada comunidad, a sus inmigrantes y visitantes y a sus nuevas generaciones, sobre sus identidades y patrimonio para que la propia comunidad lo preserve, sobre todo en barriadas que como estas, destacan por tanto alcance nacional e internacional y sin embargo, quedan tan vulnerables y amenazadas.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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Notas aclaratorias

11Se polemiza esta primicia con la Calzada del Cerro y Carlos III, e incluso antes, con Jesús del Monte, hoy Diez de Octubre.

22El francés Jacques de Sores, guiado por un portugués, había sido desastroso para la villa en la bahía.

33En Puentes Grandes al sur, sobre todo tras 1590, iniciaba la caña de azúcar de la India por vía árabe con los portugueses.

44Aprovecharon las aguas de la Zanja Real que le bordeaban, y al igual que La Chorrera, la triste tradición de centro represivo, torturas y crímenes.

55Puentes Grandes, distrito de segunda clase al que pertenecía en definitiva toda esta área en estudio, luego El Cerro 1809-1850 y más cercana, la Quinta de Recreo de los Capitanes Generales, hoy Quinta de los Molinos, 1834.

66Ese territorio es relativamente cercano al puerto de La Habana por donde entraban, aunque de todas formas se expandieron por todo el país. Ya no se confundirían necesariamente estos chinos con los filipinos y yucatecos que les precedieron en Cuba.

77Data de 1927 y se ubica en 19 entre I y J, Vedado. Diagonal el parque de H a I y de 19 a 21, que desde 1937 se dedica al eminente escritor francés Víctor Hugo, y casi a la par y después, a otros emblemas de progreso y cultura de otros países.

88Nombre español de origen árabe que significa «jardín». Para la Virgen se recomienda leer sobre el profeta Elías en el Monte Carmelo, Libro Primero de los Reyes, 8;19-46; Libro Segundo de los Reyes: 2;12, 25.

99Su primera piedra se coloca el domingo 4 de agosto de 1872 (con la ayuda económica de sus vecinos Frías Jacott) tras un plano del 29 de abril de 1871 por José de Ocampo con esta manzana para iglesia del Carmelo.

1010Popularmente Reina Mercedes. Un plano lo ubica el 7 de octubre de 1880.

1111También en sus inmediaciones se señala una de las raíces hacia 1951 al sándwich «medianoche» con cerveza Cabeza de Lobo, en 23 y 18.

1212Mientras esperaban el 17 de diciembre, fecha que celebra a San Lázaro, un aguacero les hizo reconocer el fango en el que vivían, a lo que se debe el nombre de El Fanguito.

1313Pedagogos franceses, en La Habana desde septiembre de 1905, primero en Línea # 60 esquina D, hasta 1910 y entonces en calle 13 entre B y C, donde floreció con el padre León en las ciencias, los deportes y mucho más. Hoy es el politécnico José Ramón Rodríguez López (Molina Fernández, 2006).

1414Devota de la Virgen del Carmen, la madre Mercedes Muñoz cedió los terrenos para la iglesia que hoy la distingue.

Recibido: 22 de Julio de 2019; Aprobado: 03 de Octubre de 2019

*Autor para la correspondencia. vely175@cubarte.cult.cu

El autor declara que no existen conflictos de intereses

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