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Revista Estudios del Desarrollo Social: Cuba y América Latina

versión On-line ISSN 2308-0132

Estudios del Desarrollo Social vol.8 no.3 La Habana sept.-dic. 2020  Epub 10-Dic-2020

 

Artículo Original

Otra mirada para la otra economía: cuando el lente nos llega desde los otros feminismos

A Different View for the Other Economy ‒ When the Lens Comes to Us from Other Feminisms

María de los Ángeles Arias Guevara1  * 
http://orcid.org/0000-0001-6260-8861

1Universidad Federal de Lavras-MG, Brasil.

RESUMEN

El objetivo del presente artículo es comprender las maneras en que se articulan las expresiones de economía solidaria, las prácticas agroecológicas y el cuidado de la naturaleza en las experiencias de vida de las mujeres del asentamiento Contestado, en el estado de Paraná, Brasil. Se toman como apoyo epistémico aportes de la economía feminista, los estudios sobre el cuidado, el ecofeminismo y los feminismos del sur. En la metodología se hace uso de entrevistas narrativas para mostrar cómo desde los márgenes y silencios del sistema emergen otras formas de hacer economía protagonizadas por mujeres. Estas prácticas disidentes tienen como centro la reproducción social de la vida y una relación amistosa con la naturaleza, un proceso que resignifica trayectorias a la vez que encara las condiciones discriminatorias de género.

Palabras clave: economía solidaria; experiencia-agencia; prácticas agroecológicas

ABSTRACT

The objective of this article is to understand the ways in which expressions of solidarity economy, agro-ecological practices and care for nature are articulated in the life experiences of the women of the Contestado settlement in the state of Paraná, Brazil. Epistemic support is provided by contributions from feminist economics, care studies, ecofeminism and southern feminisms. The methodology makes use of narrative interviews to show how other forms of economy led by women emerge from the margins and silences of the system. These dissident practices have at their core the social reproduction of life and a friendly relationship with nature, a process that resignifies trajectories while addressing gender discriminatory conditions.

Keywords: solidarity economy; experience-agency; agro-ecological practices

INTRODUCCIÓN

Desde los años noventa en América Latina comienzan a surgir experiencias de trabajo asociado, por iniciativa de trabajadores como respuestas a la situación de desempleo, la precarización del trabajo y de la vida. A partir del año 2000 estas organizaciones crecieron por estímulo de políticas públicas dirigidas a generar trabajo y renta. Esas iniciativas comprenden variadas formas de auto-organización que van desde asociaciones solidarias y clubes de trueque, hasta cooperativas. En la literatura académica ese conjunto de experiencias que proponen formas autogestionadas de organización del trabajo, de la propiedad y de la división de los recursos definidos por los propios trabajadores pasan a ser denominadas, según Singer (2002), de «economía solidaria».

Autores como França-Filho y Laville (2004) colocan la economía solidaria como forma complementaria en el capitalismo, como un elemento más en coexistencia con otras economías. No es presentada como experiencias que se enfrentan y combaten al capitalismo, sino que surgen para combatir la pobreza y garantizar algunos derechos sociales. Singer (2002) visualiza esas experiencias como pequeñas islas dentro del capitalismo, hasta que de forma gradual ganen el potencial para ser el modo de organización hegemónico y superen las relaciones de explotación capitalistas. Para Razeto (1999) resultan de la conjunción de los cambios en el mundo del trabajo y de transformaciones en el Estado, en que las crisis fiscal y administrativa reducen su capacidad de captar recursos para promover las tradicionales políticas sociales. El autor caracteriza la economía solidaria como formulación teórica en la que están presentes la solidaridad, la autogestión y la cooperación, que la diferencian de la lógica económica capitalista.

Dichas experiencias son consideradas también como un importante espacio de formación, que potencia la lucha de trabajadores organizados en movimientos sociales en permanente tensión con la lógica del capital. Si bien su fuerza no es la suficiente como para transformar las estructuras que sostienen al capital, son espacios en los que se produce una cultura del trabajo inspirada en la autogestión y en la producción asociada contrapuesta a la lógica del capital (Tiriba, 2008).

Se debe reconocer que, aun cuando las mujeres son las protagonistas de muchas iniciativas de esta naturaleza, los autores más reconocidos en la economía solidaria en América Latina no prestaron ni prestan atención a esta temática. Sin embrago, el vínculo de la economía solidaria con las experiencias de las mujeres tiene ya una tradición en la perspectiva de la economía feminista y en los estudios sobre mujeres en la lucha por la tierra y los relacionados a género y agroecología.

A nivel internacional se puede destacar a la economista Francesa Isabelle Guérin (2005), quien estudió organizaciones de mujeres en Francia y Senegal, haciendo énfasis en el acceso a los derechos. Esta autora considera las acciones altruistas desarrolladas por las mujeres de manera colectiva como espacios intermediarios entre lo público y lo privado, lo monetario-no monetario, entre Estado y la sociedad civil, en los que cumplen el papel de garantizar el acceso a derechos formales de manera real, elementos a los que atribuye el nombre de «justicia de proximidad».

Estudios realizados por Hirata y Kergoat (2007) muestran que los hombres están concentrados en establecimientos mayores de la economía solidaria, es decir, en aquellos que muestran mayor estabilidad. Por otra parte, las mujeres se concentran en asociaciones pequeñas, más vulnerables e inestables, con menos posibilidades de obtener una renta mayor, lo que reproduce los trazos de la división sexual del trabajo en el mercado formal.

Cuando se enfoca el análisis desde perspectivas que articulan elementos teóricos de los feminismos del sur, la economía feminista, los aportes de las éticas del cuidado o del ecofeminismo tercermundista, se disloca de los márgenes al centro sujetos/as, prácticas económicas y maneras de relacionarse con la naturaleza no relevantes para el discurso racional occidental, como, por ejemplo, la plusvalía «invisible» aportada por las mujeres en la reproducción social de la fuerza de trabajo y de la vida.1

Este artículo tiene como objetivo proponer una reflexión sobre prácticas de economía solidaria desde la economía feminista, los estudios sobre el cuidado y el ecofeminismo, con algunos ejemplos de trabajo de campo.

1. PROPUESTA METODOLÓGICA

Desde la perspectiva epistémica del feminismo se consideran los estudios sobre las mujeres en la economía solidaria nada «inocentes», en tanto la mirada de quien lo realiza no está exenta de un posicionamiento ético y político de «visualización» (Haraway, 1995). Se pretende el alejamiento de la falsa neutralidad del pensamiento científico occidental, que busca la objetividad y universalidad del conocimiento producido a través de hipótesis anticipadas. El empeño en comprender las prácticas de economía solidaria desde la perspectiva feminista implica «la ciencia y la política de la interpretación, de la traducción, del tartamudeo y de lo parcialmente comprendido» (p. 31). Ha sido un reto etnográfico traducir al texto escrito aquellas vivencias, sensaciones y afectos nacidos de las relaciones que como investigadora se establecieron durante el trabajo de campo. En este sentido, la metodología que se propone busca expresar las posibilidades que brinda una mirada posicionada que pretende encontrar la amplitud de traducciones, a través de un «conocimiento situado» en el campo teórico de los estudios feministas del sur, el ecofemismo crítico, la economía feminista y los estudios sobre el cuidado.

El concepto de «situación», utilizado por Simone de Beauvoir, reconoce el marco objetivo diferencial desde el cual mujeres y varones se proyectan como sujetos libres. Los «saberes situados» en Donna Haraway constituyen un concepto indicativo sobre la naturaleza corporizada de toda mirada y las localizaciones circunscriptas que permiten «aprender a ver», en vinculación a un lugar, a un posicionamiento (Femenías y Soza Rossi, 2011), ya que «desde dónde se enuncia es tan importante como qué se dice». Las trayectorias narradas por mujeres reivindican su posición desde redes y prácticas productivas solidarias. Lo mismo hacen los feminismos del sur con estudios situados desde el «lugar de enunciación» y el «lugar de habla» de las mujeres.

Escuchar narrativas siempre permite reflexionar sobre las interacciones y conflictos que relacionan a las mujeres con la realidad más amplia en la que se insertan. Es posible así, desde el punto de vista metodológico, construir una especie de cartografía de las experiencias protagonizadas por las mujeres, tejer las narrativas individuales con las colectivas y mirar a través de las ventanas que estas abren al entramado que relaciona lo aparentemente invisible con la estructura socioeconómica más amplia, condicionada por el modelo económico y su concreción rural.

El método cartográfico permite centrar la reflexión en aspectos considerados marginales desde la racionalidad occidental,2 como lo es el ocuparnos de la experiencia y la agencia de mujeres rurales en economía solidaria, mirada desde la intercepcionalidad de género y capturada a través de narrativas que las resignifican y reposicionan desde el punto de vista político, que expresan vidas construidas por cuerpos en resistencia. El sentido usado sigue el descrito por Gilles Deleuze (2005) para caracterizar el movimiento del diagrama analítico de Foucault, mapas que se superponen, que construyen articulaciones desde temas marginales en la modernidad occidental, que conectan

puntos relativamente libres o separados, puntos de creatividad, de cambio, de resistencia; y es de ellos, tal vez, que será preciso partir para comprender el conjunto. Es a partir de las «luchas» de cada época, del estilo de las luchas, que se puede comprender la sucesión de diagramas o su re-encadenamiento por sobre las discontinuidades. (p. 53)

Es el método cartográfico el que hace relevante la escritura fluida de Foucault para entender el funcionamiento de la sociedad moderna y sus instituciones. Es así como podemos cuestionar por qué el trabajo de cuidado que reproduce la vida no es considerado trabajo, siendo una condición de la existencia del sistema económico, o por qué la mayoría de las mujeres rurales no son consideradas como fuerza productiva; por qué sus aportes no entran en las cuentas nacionales del producto nacional bruto agropecuario;3 por qué el pensamiento económico no dignifica aquellas formas que valoran más la solidaridad que el lucro; por qué los estudios de género, entre ellos los que tienen que ver con las experiencias de las mujeres rurales, quedan en los márgenes discursivos del pensamiento sociológico y de otras disciplinas, concentradas más en los grandes acontecimientos y estructuras del presente, sin dar visibilidad a aquellos mapas que tejen las relaciones de poder y que esconden otras subordinaciones marcadas por el género, la edad, el color de la piel, la orientación sexual, entre otros.

Para poder reflexionar sobre prácticas económicas solidarias desde una perspectiva de género, sobre cómo se construyen ruralidades contrahegemónicas, otras maneras de relacionarse entre los seres humanos y de estos con la naturaleza no humana desde el cuidado y la ecodependencia y sobre la construcción de nuevas subjetividades se precisa un posicionamiento y una práctica de investigación capaz de producir conocimientos con y no sobre perspectivas epistémicas nacidas en los márgenes de la racionalidad occidental que nos sustentan e implican. La subjetividad de las investigadoras entra en el juego de los saberes y las relaciones de poder, es decir, son también escogidas «por lo que para nosotros adquirió sentido y que también nos significó, nos subjetivizó, nos hizo sujetos/as» (Corazza, 2002, p. 124).

En la investigación se privilegiaron entrevistas narrativas como forma artesanal de comunicar experiencias subjetivas, teniendo en cuenta que su carácter desestructurado es una herramienta que permite comprender las experiencias y los contextos en que fueron construidas, así como los factores que producen los cambios y motivan las acciones. Las narrativas sobre las prácticas de economía describen las experiencias personales desde el ámbito sentimental de las relaciones e interdependencias, incluyendo las que se establecen con la naturaleza. Constituyen, siguiendo a Warren (2003), una manera de reconocerse subjetivamente implicado por los otros, esto es «estar en relación con» otros, incluyendo humanos y no humanos. Para la autora la narración en primera persona contiene actitudes y comportamientos éticos, marginados en la tradición ética occidental.

Asumir las entrevistas narrativas para comprender la experiencia desde la mirada interseccional que brindan los feminismos del sur permite entender cómo problematizan las subordinaciones de género, también las maneras en que resisten y expresan sus agendas, en un movimiento en que lo que se narra va del presente al pasado o viceversa, en tiempos no lineales, con la carga emocional que implica verse protagonista de una historia que se resignifica a través de gestos y palabras que dan sentidos a las configuraciones del presente. En tanto, según Caetano (2016), las narrativas pueden ser comprendidas como «resultado de las prácticas cotidianas que, a su vez, pueden considerarse históricas y denunciar las reglas que las gobernaron y produjeron» (p. 33). Las entrevistas fueron realizadas en el asentamiento Contestado, en el estado brasileño de Paraná. En ese mismo espacio eran realizadas observaciones sobre las prácticas en las organizaciones solidarias.

2. EJES TEÓRICOS PARA DIALOGAR CON LA ECONOMÍA SOLIDARIA DESDE OPCIONES FEMINISTAS

2.1. Entender el trabajo en claves feministas

Reflexionar críticamente sobre lo que emerge del campo de investigación llevó a dialogar con posturas teóricas que colocan su foco en aquel trabajo realizado en espacios no mercantiles. Como labor que reproduce fuerza de trabajo tiene también incluida una plusvalía «invisible». Indica Federici (2017) que «nuestra subordinación a los hombres en el capitalismo fue causada por nuestra falta de remuneración y no por la naturaleza “improductiva” del trabajo doméstico, y en que la dominación masculina se basa en el poder que el salario le otorga a los hombres» (p. 12), reivindicando así su papel en la organización capitalista del trabajo y en la acumulación capitalista.

Uno de los aportes fundamentales de la economía feminista es recuperar el lugar de las mujeres en el sistema económico, en tanto el pensamiento económico tradicional relaciona la economía solo con actividades monetizadas, desarrolladas fundamentalmente en espacios públicos por hombres. Los estudios feministas muestran los sesgos androcéntricos de este enfoque, cuestión importante si tratamos de visibilizar desde las experiencias situadas de las mujeres rurales su papel en la producción agroecológica y en las actividades de cuidado, al aprehender «la interrelación de las relaciones de género con la economía, entendiendo el género como esa marca de subordinación calificada por otras variables» (Pérez Orozco, 2006, p. 21). Téngase en cuenta que por los patrones de género los censos agropecuarios ubicaron a las mujeres como ayudantes familiares no remuneradas, excluidas de la propiedad y de las políticas de desarrollo hasta fecha muy reciente.

La economía feminista problematiza todo el conjunto de la economía, la esfera del mercado y del no-mercado, el trabajo remunerado y no remunerado, la producción y la reproducción social del cuidado, la división sexual del trabajo y la distinción entre trabajo y empleo. La ampliación del concepto de trabajo es condición para el reconocimiento del aporte de las mujeres a la economía, en tanto el trabajo realizado en los hogares es una condición de la existencia del sistema económico. Esto exige responsabilidad, tanto del capital como del Estado. Al hacer visible la articulación fundamental entre el trabajo no remunerado, realizado mayoritariamente por las mujeres, y la economía productiva formal, se introducen nuevos elementos que colocan el trabajo no remunerado y sus aportes al bienestar social en el centro de la agenda política. La visibilidad del trabajo doméstico como reivindicación política no solo se propone hacer explícita la relación entre trabajo de reproducción y el producto social, sino también abrir un debate sobre las normas de la distribución, los modos de producción y la calidad de la relación entre producción y reproducción (Giosa y Rodríguez, 2010).

Las economistas feministas han mostrado cómo el trabajo gratuito realizado en el ámbito reproductivo por las mujeres, al no entrar en las cuentas nacionales, se convierte en un subsidio, una sombra del crecimiento económico, en tanto solo tiene valor aquello que se intercambia en el mercado y que contiene expresión monetaria. Ello quiere decir que el trabajo que reproduce la vida no es considerado como riqueza producida en el PIB. Sin embargo, estadísticas de género (Bravo, 1998) indican que en América Latina «el trabajo no remunerado representa una proporción no inferior al 20 % del producto interno bruto» (p. 63). Por tanto, esta cuestión requeriría una redefinición conceptual de lo que se entiende por trabajo y por economía, así como redefinir el valor de la reproducción social de la vida, que en lo esencial es realizado por mujeres.

Avanzar hacia la desmercantilización de los principales bienes y servicios que garantizan la vida humana, recuperar la soberanía sobre el propio trabajo y el reto de encontrar y extender nuevas formas de organización del trabajo orientadas por la autogestión son visiones compartidas por la economía feminista y las propuestas de la economía solidaria (Quiroga, 2009), propuesta que lleva implícito superar los binarismos modernos entre lo productivo/reproductivo, lo público y lo privado.

2.2. El cuidado y la «sostenibilidad de la vida»

Uno de los enfoques más importantes para interpelar el campo de investigación desde la economía feminista es el de «sostenibilidad de la vida», que permite encontrar vínculos con propuestas teóricas que vienen de ecofeminismos críticos y de los estudios sobre la ética del cuidado. Este enfoque, defendido por Picchio (2005), Carrasco (2009) y Pérez Orozco (2015) trasciende las jerarquías, los binarismos y la centralidad que el pensamiento económico moderno dio a lo productivo, extendiendo el valor de la economía más allá del encuadramiento público que produce bienes o servicios que luego se concretan en mercancías y salarios. Al omitir la interrelación entre las esferas del cuidado y la producción de bienes con valor de cambio, la economía clásica desconoció una parte de la riqueza social producida: aquella aportada por las mujeres en la esfera doméstica.

Los aportes del ecofeminismo4 y los estudios sobre la ética del cuidado contribuyen a trascender el encuadramiento en lo reproductivo del concepto «reproducción social» para ampliarlo a la naturaleza no humana. Las prácticas productivas agroecológicas son en sí mismas sostenedoras de la vida humana y del ambiente natural como patrimonio colectivo, lo que rompe una de las principales dicotomías de la racionalidad moderna que separa la cultura de la naturaleza, la producción de la reproducción y sus jerarquías constitutivas.

El marco conceptual de estas propuestas (trabajo, cuidados, interdependencia, vulnerabilidad, responsabilidad, ecodependencia, entre otros elementos) es clave para entender la economía solidaria. Muchos de estos conceptos están incorporados en las narrativas de las mujeres protagonistas de las prácticas agroecológicas. Dichas corrientes teóricas desplazan su lectura de género a la sostenibilidad de la vida, para deconstruir los sesgos androcéntricos patriarcales del sistema como un todo y romper con las separaciones en estancos de esferas y lugares asignados por el pensamiento moderno a hombres y mujeres. «Sostener la vida», según Pérez Orozco (2015), va mucho más allá de lo que hacen las mujeres en sus casas.

Un aspecto que articula las posiciones asumidas es la reflexión crítica sobre lo cotidiano, que se politiza y relaciona con el sistema como un todo. Mirar desde estos enfoques es sumamente útil para reflexionar sobre experiencias agroecológicas situadas que, en la misma medida que son disidentes del sistema, dan respuestas a otros modos de producir y vivir la ruralidad. Estos enfoques reconocen los límites en que el sistema coloca la vida misma, situando como criterios éticos la responsabilidad social del cuidado, incluido el cuidado de la naturaleza, lo que nos involucra a todos y por supuesto al Estado. Por tanto, aquí se incluye tanto la interdependencia como la ecodependencia. Los estudios sobre el cuidado colocan en el centro de sus análisis la idea de que todos precisamos de cuidados a lo largo de nuestra vida, que somos vulnerables e interdependientes. Tronto (2007) entiende el cuidado como:

Una actividad de la propia especie que incluye todo lo que podemos hacer para mantener, continuar y reparar nuestro «mundo» para que podamos vivir en él de la mejor manera posible. Este mundo incluye nuestros cuerpos, a nosotros mismos y nuestro entorno, y todo en lo que buscamos intervenir de una manera compleja y autosuficiente. (p. 287)

El ecofeminismo muestra, desde una perspectiva crítica, aquellos entramados socioculturales que tejen las relaciones de nuestros cuerpos con los ecosistemas que habitamos, brindando así las claves para deconstruir los esencialismos que identificaron a las mujeres con la naturaleza, justificando sus roles de cuidadoras por el hecho de ser mujeres. Visualizar la relación que existe entre la explotación y mercantilización de la tierra con la explotación sexual femenina y la mercantilización de nuestros cuerpos ha sido fundamental en este enfoque. Una economía basada en valores del patriarcado y del mercado capitalista con énfasis en el crecimiento del producto interno bruto omite y destruye las fuentes de vida de las mujeres que la reproducen a través de prácticas agroecológicas. Shiva y Mies (2013) apuntan que este sistema «pasa por alto el valor económico de las economías vitales que son necesarias para la supervivencia humana y ecológica: la economía de la naturaleza y la economía del sustento» (p. 19).

El ecofeminismo revela los nexos existentes entre patriarcado y capitalismo, y en diálogo con los estudios sobre el cuidado muestra la devaluación sufrida por aquellas actividades que sostienen la vida, históricamente realizada por las mujeres. Las mujeres con las que se dialogó se sienten orgullosas de que la totalidad de sus vidas no esté mercantilizada. Las prácticas agroecológicas organizadas en principios de la economía solidaria son contrahegemónicas a la acumulación como lógica del sistema. Por tanto, desde una mirada ecofeminista, según Alicia Puleo (2011), la reproducción social debería estar orientada al sostenimiento y cuidado de la vida como cuestiones fundamentales.

Las confluencias existentes entre los enfoques seguidos permiten deconstruir lo que en la literatura feminista se llama identidad alrededor del cuidado y del bienestar colectivo. También es definida, según Lagarde (2000), como la constitución de las mujeres como «seres para los otros, estructuradas por la sexualidad, el trabajo y la subjetividad enajenadas, para dar vida, sentido y cuidado a otros» (p. 45).

2.3. Experiencia y agencia en las claves de los feminismos del sur

Desde el punto de vista epistémico, reflexionar sobre este tema trajo a colación la comprensión conceptual realizada por los feminismos del sur sobre la agencia que es entendida en occidente como sinónimo de resistencia, de autonomía y subversión frente a las relaciones de dominación desde la influencia ejercida por autores como Foucault. Tanto Chandra Mohanty (2008) como Saba Mahmood (2006) realizan una crítica al entendimiento del feminismo occidental sobre las mujeres del tercer mundo como «otras» homogéneas, necesitadas de ser liberadas. En el caso de la segunda autora, quien estudió otras modalidades de agencia que se configuran en tradiciones no liberales como el movimiento femenino de las mezquitas en Egipto, comprende la agencia como «capacidad para la acción creada y propiciada por relaciones concretas de subordinación históricamente configuradas» (p. 123). Trata así de superar los binarismos propios del feminismo occidental, aun cuando reconoce y se ve influenciada por los importantes aportes realizados por autoras como Judith Butler. A partir del entendimiento del poder reconceptualiza la agencia «no solo como un sinónimo de resistencia a las relaciones de dominación, más también como una capacidad para la acción propiciada por relaciones de subordinación específicas» (p. 133).

En este artículo se abandona la comprensión de agencia usado por las tradiciones del feminismo y del pensamiento sociológico occidental para asumir la que emerge del feminismo decolonial, donde la agencia es analizada más en términos de intersubjetividad e interdependencia, permitiendo entender las variaciones en sus posicionalidades mediadas por la intercepcionalidad que imprimen factores como lo clasista, el género, lo racial, lo étnico, lo generacional. La agencia aquí es entendida como capacidad para la acción, para la movilización y construcción de un movimiento social organizado con expresividad nacional, que crea modos efectivos y diversos de resistencia contenidas en sus prácticas sociales y en su mundo simbólico. Por otra parte, el concepto de experiencia ha sido central para el feminismo al dar significación política a lo personal, a la cotidianeidad específica de las relaciones sociales que marca la vida vivida por las mujeres en lo individual y lo colectivo.

Según Teresa de Lauretis (1984) la experiencia «es el proceso por el cual la subjetividad es constituida» (p. 159). Si consideramos la diferencia como marca que imprime la vida de mujeres en contextos de extrema vulnerabilidad entonces, como afirma Avtar Brah (2011), la experiencia es el proceso de significación, una práctica de dar sentido, tanto simbólica como narrativamente. «La experiencia no refleja una “realidad” ya dada, sino el efecto discursivo de los procesos que construyen lo que llamamos realidad» (p. 34).

2.4. Compresión de la agroecología en claves feministas

Tanto en la propuesta que nace desde los feminismos del sur como desde la agroecología se valoran los saberes localmente situados y eso justifica la perspectiva que sigue este artículo. La agroecología tiene carácter polisémico. Su desarrollo teórico conforma un área interdisciplinar, definida por Altieri (2009) como «ciencia que aplica conceptos y principios ecológicos en el proceso de creación y viabilización de ecosistemas agrícolas sustentables» (p. 103). Sin embargo, el aparato conceptual usado en los estudios sobre agroecología no condujo a la problematización de las estructuras patriarcales existentes en sus propias unidades de análisis: espacios de vida campesinos, utilizando con frecuencia conceptos asexuados, sin visibilizar las desigualdades de género existentes hacia el interior de las unidades domésticas.

La aproximación construida entre feminismo y agroecología y, más recientemente, entre ecofeminismo y agroecología no ha sido casual. Nace de la presión del movimiento de las mujeres campesinas, que se enfrentan doblemente al capital y al machismo dentro y fuera de los movimientos sociales. Los estudios sobre género, ruralidades y medioambiente ‒a partir de la crítica del desigual acceso de las mujeres a la tierra y a otros bienes, así como el análisis sobre su papel en la reproducción social de la vida‒ comenzaron a develar que, históricamente, las mujeres han practicado la agroecología. Además, que sus prácticas están vinculadas al cuidado, a la reproducción social de la vida y a una economía cuya importancia quedó invisibilizada en la reproducción del capital. La visibilización del papel de las mujeres es considerada como una de las principales innovaciones epistemológicas en los estudios sobre agroecología (Siliprandi, 2013).

3. AGROECOLOGÍA Y ECONOMÍA SOLIDARIA

3.1. Prácticas agroecológicas y resistencia colectiva

El estudio de campo referido en este artículo fue realizado en un asentamiento del MST5 en la microrregión de La Lapa, en el Estado de Paraná, Brasil. Allí las mujeres viven la experiencia de emprendimientos solidarios articulados con la agroecología y es frecuente escuchar la expresión «quien salvó el asentamiento fue la iniciativa de las mujeres» (asentado D, 52 años, julio de 2018). ¿De qué se trata?

As famílias do assentamento foram vindo numa crise econômica [...] a gente não conseguia perceber uma alternativa de produção para o assentamento de viabilizar. Quem salvou o assentamento naquele período foram as iniciativas das mulheres. ¿Quem que tinha produção para vender? Eram as mulheres que tinham uma pequena horta [...] a gente foi percebendo que aquele tipo de coisa que as mulheres estavam cultivando na casa, são as coisas que a gente foi conseguindo comercializar e fazer uma pequena renda para a família. (Asentado D, 52 años, julio de 2018)

Las mujeres conseguían coordinar las ferias de comercialización, estaban al frente de las agroindustrias domésticas. El grupo de mujeres consiguió impulsar la discusión en los núcleos de base sobre la agroecología. Algunas de ellas coordinaban esos núcleos.

Contribui muito porque as mulheres ter que assumir a coordenação ali dos grupos. Então cada grupo dos nossos aqui no assentamento é um homem e uma mulher, no setor é a mesma coisa. E aí na produção muito mais ainda, porque se tu for olhar, na produção de verdura, de frutas de gestão é as mulher... porque os homens não queriam fazer essa produção, os homens queriam fazer produção de soja, maquinário, essas coisas. Então as mulheres elas assumiram isso já lá no início, e aí é tanto que hoje [...] é da horta que sai muito mais recurso do que dos 4 ó 5 alqueires de soja e de milho que eles plantavam. (Asentado A, 61 años, noviembre de 2018)

Comprender las búsquedas asociativas de las mujeres para realizar las producciones agroecológicas es poder cuestionar patrones establecidos en la división sexual del trabajo. Durante los primeros años del asentamiento, motivadas por la necesidad y luego por la búsqueda de autonomía, encontraron en el asociativismo una alternativa para reivindicar su derecho a la tierra y a la participación en las posibilidades que abrían las políticas, elevando así su autoestima como productoras rurales. Esas mujeres forman parte de una red de relaciones que envuelve múltiples conflictos y tensiones derivados de relaciones asimétricas de poder y de representaciones sobre lo femenino. A partir de su auto-organización, ellas se construyen a sí mismas, reflexivamente, a partir de la experiencia y agencia desarrolladas en el contexto de las relaciones en torno a prácticas agroecológicas y de las redes de solidaridad tejidas en resistencia al patriarcado. Por relaciones de proximidad y confianza, estas mujeres encontraron en el grupo un espacio para compartir sus problemas.

Daí a gente começou a conversar com as mulheres: vamos organizar um grupo de mulheres para fazer [...] para a gente ter um dia por mês ou dois dias por mês para a gente se encontrar, para estudar, para poder se encontrar e conversar entre as mulheres [...] Aí começou a aprender sobre as discussões desde o início, temos que produzir, para ter nosso dinheiro, todo mundo começando a vida, porque antes não tinham nada, né. (Asentada A, 60 años, noviembre de 2018).

Actividades que podrían ser consideradas una extensión del trabajo doméstico, como procesar los alimentos, organizar la «guardería», realizar actividades educativas y de los cuidados con el medio ambiente, producir para garantizar lo cotidiano y participar en los núcleos de certificación agroecológica fueron premisas sobre la que se organizó la Cooperativa Terra Livre. El grupo fue desde el inicio un espacio para reflexionar sobre su condición como mujeres y sobre todo diseñar estrategias que les permitieran cambiar su posición. Es un espacio de diálogo y solidaridad con quienes sufren violencia doméstica, problematización sobre la participación en diversos espacios del asentamiento, sobre el trabajo de las mujeres:

Porque a mulher faz bem assim, ela volta, ela replanta a rama, ela traz rama embora, ela limpa a flor quando vai tirar a folhinha, ela já tira as florzinha e replanta aquela flor [...] Esse trabalho é invisibilizado, é muito trabalho. Porque é tido que o trabalho é só aquele que você sai de casa, vai pra horta, planta dia inteiro e volta [...] Então isso tudo é visto como não trabalho. (Lideranza S, 38 años, septiembre de 2018)

Asimismo, las narrativas de nuestras interlocutoras dan cuenta de la importancia del accionar colectivo. La resistencia al sistema patriarcal solo es posible en y desde lo colectivo. «Não se resiste sozinha à colonialidade do gênero. Resiste-se a ela desde dentro, de uma forma de compreender o mundo e de viver nele que é compartilhada e que pode compreender os atos de alguém, permitindo assim o reconhecimento» (Lugones, 2014, p. 949). Esta cuestión está presente en muchas de las narrativas, pues ellas piensan la agroecología no solo como producción, sino también como acción, como aprendizaje colectivo. «E outra coisa, só descobri que as mulheres se libertam juntas, então sozinha, no nosso caso, é impossível. Entendendo que sem discutir o feminismo, sem discutir gênero, sem discutir violência é impossível nós avançar» (Lideranza S, 38 años, septiembre de 2018). Fue esa comprensión la que condujo a organizar la certificación sobre bases agroecológicas y también la cooperativa. En el proceso de certificación una y otra vez aparecen las tensiones, cuando el poder masculino se apropia y castra el trabajo femenino:

Até nas nossas reuniões [do grupo agroecológico], que a gente faz lá, a gente percebe isso, que a mulher às vezes está ali, mas naquele momento de ir mostrar a horta tudo, é ele que vai mostrar 'olha o que eu fiz, olha o que eu fiz, olha o que eu fiz'. Mas às vezes a gente sabe que o dedo maior está da mulher lá. (Asentada J, junio de 2018).

3.2. Cooperativa Terra Livre. Protagonismo de las mujeres

En el asentamiento las familias que producen con bases agroecológicas están asociadas en grupos de cooperación agroecológica, coordinados siempre por un hombre y una mujer. Dentro de sus funciones está la certificación de carácter participativo. El grupo tiene importancia política, es un espacio para la formación técnica y política. Tiene momentos de debate, pero también momentos de actividades prácticas: «O grupo de agroecologia foi muito importante naquele tempo, pra poder capacitar as famílias, para poder fazer esse processo, digamos, de conversão para agroecologia. Intercâmbios, a gente foi visitar várias outras experiências, outros assentamentos» (asentada A, 60 años, noviembre de 2018).

Los grupos tienen reunión cada mes. Las experiencias son visitadas una vez al año como exigencia legal para ser certificadas. La reflexión política sobre el fracaso de cooperativas condujo a superar la matriz tecnológica ligada al agronegocio e incorporar la matriz ambiental, matriz educativa y matriz de género.

Havía uma comprensão do fazer coletivo como sonho [...] A cooperativa exige desapego [...] é um caminho difícil de deconstrução cultural do capitalismo [...] era uma discusão sobre a propuesta em que havia que construir o sentido de nossa terra, nosso assentamento, nossa comunidade [...] Tinhamos os grupos agroecológicos, tínhamos a Asociação Contestado [...] Se fue construindo assí em nossas cabezas a necesidade de organizar uma cooperativa. Cómo fazer uma cooperativa que no fora capitalista, que no explotara a os consumidores urbanos. (Asentado N, 59 años, diciembre de 2018)

La cooperativa Terra Livre fue organizada en 2008 y nació de la necesidad de viabilizar la producción agroecológica frente al monopolio ejercido por las grandes empresas del agronegocio y cadenas de supermercados. Es una institución legal para exigir y concretar políticas públicas en beneficio colectivo, inserción en redes solidarias de comercialización agroecológica como Eco Vida, generar espacios de confianza entre consumidores urbanos, así como activar la solidaridad con habitantes de las periferias urbanas creando una red de comercio justo. Es un proceso influenciado por el trabajo de las mujeres, quienes desde el inicio supieron administrar la biodiversidad con sus huertas y frutales al participar directamente en el proceso de certificación agroecológica, proceso que tensiona las relaciones de género.

A mulher produzia na horta, produzia verdura, então os homens não se envolviam muito, porque isso era coisinha né, coisinha para mulher [...] Depois começou né, começou a aumentar a horta e começou a ter renda, a ter os projetos e a gente conseguir vender melhor as verduras, começou a entrar uma renda melhor e os homens começaram a se envolver, porque isso dá dinheiro. (Asentada A, 60 años, noviembre de 2018)

Un 45 % de los miembros de la cooperativa son mujeres y cuatro de ellas forman parte de la dirección (una tesorera y tres en el consejo fiscal). En la comercialización participan más las mujeres, quienes aprovechan mejor las políticas a través de la presentación de proyectos. La concreción de la cooperativa se dio no sin pocas dificultades, dado que la ideología patriarcal emerge una y otra vez obstaculizando el protagonismo de las mujeres. Como se exigían proyectos:

Por exemplo, se tivesse mais nomes de mulher no projeto a cooperativa ganhava um ponto. Sabe e assim por ali vai. Então quando a cooperativa quis fazer isso de dizer assim para os companheiros: «Para a cooperativa tem um ponto a mais sobre isso, vamos colocar no nome das mulher». Aí teve resistência. Teve resistência, teve resistência, que os companheiros não concordaram e falaram: «Não, se colocar no nome da minha esposa lá, então eu saio do projeto e eu não produzo mais». E aí... (Asentada J, 43 años, septiembre de 2018)

En las voces de las mujeres encontramos la necesidad cotidiana de resignificar su papel en la construcción de la cooperativa. Su protagonismo siempre es disputado:

Essa cooperativa que nós temos aqui, foi através de nós começarmos a ir a feira e vender em universidade, em Curitiba e vender de porta em porta [...] Não tem nada que impede de as mulheres do grupo ajudarem na agroecologia. Acho que sempre as mulheres estão participando [...] Tem duas mulheres que fazem parte do conselho fiscal, e eu faço parte da coordenação também. Nós temos uma porcentagem boa, assim também na cooperativa. (Asentada J, 45 años, octubre de 2018)

La cooperativa toma el conocimiento de las mujeres sobre producción agroecológica y agregación de valor a productos primarios como idea fundante, junto a su noción del hacer juntas, del poder y la fuerza que da capacidad de decidir y gestionar bienes comunes. Las prácticas agroecológicas se fundan en el nosotras de la organización colectiva de las mujeres, colocando en el centro a la agroecología como ente que proporciona el cuidado de sí, de los otros y de la naturaleza. Actividades colectivas a partir de las cuales problematizaron su situación como mujeres, politizando lo cotidiano desde sus cuerpos como lugares de enunciación.

CONCLUSIONES

A partir de claves feministas se ha tratado de comprender la experiencia y agencia de mujeres en el tejido social del asentamiento Contestado, como un espacio en que se reterritorializan modos diferentes de sentir y vivir lo común. Las expresiones de la economía solidaria están presentes en el cuidado y gestión de las más de 700 hectáreas de reserva ambiental, en el mantenimiento de los espacios y otros patrimonios colectivos, en los procesos de certificación participativa, en las redes y en la cooperativa Terra Livre. Todas ellas colocan en el centro, como modelo, utopía y deber ser, a la agroecología.

En los márgenes del sistema se está construyendo una huella ecológica diferente, paradigma emancipatorio, a partir del diálogo entre tradiciones que vienen del saber campesino y de una suerte de demanda ecofeminista. Estas experiencias en resistencia emergen como otra economía de lo que puede ser posible en las fronteras del estercolero neoliberal/patriarcal. Una reflexión crítica sobre la experiencia estudiada no puede llevarnos a idealizar estas formas de organización productiva. Ellas son solo un punto luminoso en la opacidad que genera el sistema en su entorno, desde la economía y la política, al retrotraer políticas públicas que impactaron de manera positiva en la producción de alimentos y visibilización de las mujeres como productoras agroecológicas.

El camino recorrido, contenido en las narrativas, tiene sus premisas en las acciones colectivas, en redes de apoyo, en las búsquedas de respuestas a las emergencias de la vida cotidiana desde los momentos cruciales de la lucha por la tierra. La solidaridad entre las mujeres respondería a las necesidades del cuidado para la sostenibilidad de la vida en la que aprenderían a reivindicar un cambio en sus posiciones sociales, en la misma medida que la agroecología las conducía a reivindicaciones ambientales y feministas.

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Notas aclaratorias

11Uno de los aportes contemporáneos a esta reflexión es el repensar todo el proceso de formación del capitalismo desde la reproducción de la vida y de la fuerza de trabajo realizado por Silvia Federici (2017) en Calibãn e a bruxa. Mulheres Corpo y Acumulación primitiva.

22Autores como Albuquerque, de Veiga Neto y de Souza Filho (2008) valorizan la perspectiva de análisis seguida por Foucault que disloca al centro de su elaboración teórica aquello que los discursos de una sociedad colocan en sus márgenes y que también la definen como sociedad: la des-razón, la locura, la anormalidad, la monstruosidad, la sexualidad, el cuerpo, la literatura, las ilegalidades, los infames, aquello que la racionalidad moderna excluyó, o definió plausible de castigo, de normalización, o de tratamiento médico.

33Estudios realizados en América Latina en los años noventa han mostrado la participación de las mujeres en labores estratégicas de producción de alimentos, en la preparación de la tierra, en los trabajos de cosecha y poscosecha, en la huerta, en la cría de animales domésticos o en la producción artesanal. Su aporte al Producto Interno Bruto Agropecuario fue valorado entre un 27 y un 33 %, según refiere Fauné (1997), teniendo en cuenta unas seis horas diarias de trabajo.

44Se están asumiendo aquí posturas que superan el esencialismo de algunas corrientes ecofeministas, o sea, aquellas asumidas por el ecofeminismo tercermundista, el ecofeminismo constructivista y el ecofeminismo crítico.

55Se trata del Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra, que data de la década de los ochenta en Brasil. El asentamiento referido fue fundado en 1999, luego de tres años de lucha por la tierra viviendo en campamentos.

Recibido: 02 de Marzo de 2020; Aprobado: 05 de Abril de 2020

*Autor para la correspondencia. ariasguevara2011@gmail.com

La autora declara que no existen conflictos de intereses

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