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Revista Estudios del Desarrollo Social: Cuba y América Latina

versión On-line ISSN 2308-0132

Estudios del Desarrollo Social vol.9 no.1 La Habana ene.-abr. 2021  Epub 01-Abr-2021

 

Artículo original

La actividad científica en Cuba desde el ideal transformador martiano

The Scientific Activity in Cuba from Marti´s Transformative Ideal

Evelio F. Machado-Ramírez, Dr.1  * 
http://orcid.org/0000-0002-1538-2887

1 Universidad de Camagüey “Ignacio Agramonte Loynaz”, Cuba

RESUMEN:

Este artículo pretende lograr un acercamiento al ideario humanista martiano y su reflejo en la actividad que desarrollan miles de científicos en Cuba, sobre todo en momentos aún presentes de la covid-19; de tal modo que los resultados que puedan obtenerse de la labor que ellos despliegan sean un reflejo de esa aspiración y trasciendan la simple solución de una necesidad material, de uso o de vida; además que, al ver la luz, originen un tributo ético de formación de la conciencia y de convicciones que se arraiguen en un contexto que ampara y enaltece. En esencia, se realiza el tratamiento de dos dimensiones presentes en su obra, la originalidad y la verdad como consecuencia del concepto trabajo, en cuya base se manifiestan un grupo de valores éticos de gran alcance para esa actividad.

Palabras clave: Martí; humanismo; ciencia; actividad científica; COVID-19

ABSTRACT:

This article seeks to achieve an approach to the humanist Marti´s thought, and how it is reflected in the activity thousands of scientists in Cuba develop, above all in the context that still subsist of covid-19, in such a way that the results obtained not only satisfy a factual need, a need of use, or of life; but also, how they bring with them an ethical tribute to consciousness foundation and of convictions that take root in a context that encourages and ennobles. In essence, there is carried out the study of two dimensions present in his work; originality and truth, as a consequence of the notion of work, concepts that manifest a group of ethical values of great importance to that activity.

Keywords: Martí; humanism; science; scientific activity; COVID-19

La ciencia es un cúmulo de fuerzas de orden, humanas y cultas, una falange de inteligencias plenas, fecundadas por el amor al ser humano. J. Martí

INTRODUCCIÓN

La ciencia cubana, en contexto, concentra hoy sus esfuerzos básicos en la superación de los retos que le ha presentado, entre muchos, la COVID-19; y lo que se logre, ciertamente, tendrá una plena correspondencia y vinculación con la satisfacción de los padecimientos y demandas de un pueblo que confía plenamente en ella. Y como los aportes que se logran fruto del quehacer científico en modo alguno son neutrales; los investigadores, en cualquier lugar, invariablemente, subsumen lo que les otorga su razón de ser y relacionarse; esto es, lograr que sus receptores, desde esos resultados, piensen, valoricen y subsuman coherentemente, la razón por las que se les otorga una calidad y perspectiva de vida que ennoblece y supera, en su más amplio sentido, para que también actúen, comprometidamente, en el contexto en que viven.

La imagen que se proyecta es una de las dimensiones de la ciencia con amplia apreciación, en el buen sentido, por los que aman el dinamismo que ella genera; y desde donde se abordan las crisis como las que ha ocasionado este flagelo universal; no desde perspectivas generales y abstractas que generalmente conducen a la repetición de verdades ya envejecidas, pero que sí necesitan de su negación dialéctica; sobre todo en coyunturas donde confluye una vasta diversidad ideológica, teórica y metodológica en la que concurren, al mismo tiempo, ideas de todo tipo, o como expresara con profunda visión nuestro Héroe Nacional en su alerta; en épocas en que existen «guantes tan bien imitados que no se diferencian de la mano natural» (Martí, 1975, t4, p. 275).

En las condiciones actuales cubanas, en tanto su ciencia se realiza desde una conciencia transformadora, y en la etapa de desarrollo en que nos hayamos −lo que aporta un valor intrínseco, añadido y particular−, donde la abnegación, el patriotismo, la entrega y el altruismo martiano se constituyen en referentes de modos de actuación; impone al científico que adopte una postura comprometida en cualquier coyuntura por la que atraviese y transite el país; y porque además él ha recibido de la sociedad y de su Estado, en vastos términos, la tarea de salvar y elevar lo humano desde lo ético-social y científico particular.

De lo anterior emana la necesidad de que la ciencia cubana vaya más allá de lo descriptivo, lo causal o lo contemplativo (Machado, 2020a); porque ella, además de socializadora y contextualizadora (como reflejo de la ciencia que represente), es un instrumento importante en manos de sus agentes de cambio y transformación, quienes han recibido el encargo social de cerrar el paso, como repetía Martí, a «las caprichosas volubilidades hermenéuticas» (1975, t7, p.100) que hoy afloran en algunos contextos; y de ese modo, tal actividad esgrima los argumentos que demuestren que, detrás de una tendencia o de un enfoque de la ciencia, subyace una concepción del mundo y de actuación ética; de modo que, desde nuestras perspectivas se defiendan las ideas que nos pertenecen. Todo ello hoy, es ponderado de manera positiva incluso por muchos países y gobiernos que no comparten nuestra ideología y nuestros modos de vivir y de pensar.

Todo eso impone el tratamiento y re-creación de la problemática que trata este artículo, debido a que el trabajo de hacer ciencia no se reduce al estudio espontáneo y fortuito de una porción focalizada del mundo, o a aportar pragmáticamente un bien material; sino, más allá, pues de sus resultados se desprenden mensajes que señalizan actitudes, y valores que den respuestas inevitables al desarrollo en una sociedad justa, que le permita al presente y futuro del ser humano, como consecuencia de sus logros, insertarse óptimamente en su contexto con desempeños éticos, lo cual no significa que sea necesariamente lo ideal.

Al respecto, el modelo de ciencia que se originó después del Renacimiento sirvió de base para el avance científico y tecnológico de los siglos por venir. Sin embargo, Martí en su clarividencia se dio cuenta que la explosión de los conocimientos, de las ciencias y de los enfoques que se dieron y habrían de darse posterior a él eran insuficientes e inhibidoras del crecimiento y del desarrollo humano al no tenerlos en cuenta, lo cual, en última instancia, le otorga integridad y perfección al conocimiento.

De tal modo, aquí se realiza el tratamiento de las diversas y profundas reflexiones vigentes en el ideario martiano y su influencia humanista en la ciencia y en la actividad que surge de ella.

DESARROLLO

El científico, como re-creador de cualidades éticas por excelencia, explícita e implícitamente, debe verse a sí mismo y a los sujetos motivos de su quehacer (que es decir al ser humano), como existencias sujetas a cambios perpetuos; y en específico, en cómo ellos son en su esencialidad reflejos de la realidad en la que interactúan y establecen desde sí, con su subjetividad, imaginarios, modos de vida y espiritualidad, y desde sus múltiples relaciones de vida, los que a su vez también enriquecen la ciencia.

En Cuba, esa rama del saber humano, ha experimentado incuestionables avances que han repercutido en todas las dimensiones del desarrollo económico y social, tratando, con propósitos estratégicos y políticos bien definidos, de acortar los espacios de obtención de resultados, y de mejorar la práctica; todo ello, con una proyección científica, sistémica y compleja, que asimile lo mejor de lo universal, en la singularidad del contexto que nos aúna; y sobre todo, como respuesta al llamado de injertar en nuestras Repúblicas el mundo (Martí, 1975, t6) desde nuestro tronco, experiencias, idiosincrasias y en fin, desde nuestra particularidad-singularidad como organismo cultural vivo.

Esa es la realidad objetiva actual de nuestra ciencia, incluso, fortalecida por las propias limitaciones del bloqueo económico de los EUA hacia nuestro país; de modo que, como cada situación contradictoria a las que nos enfrentamos −como es hoy la de la COVID-19− crea variados y múltiples problemas ideológicos y materialmente comprometidos, esa coyuntura conmina a que la actividad que la cristaliza no sea una simple reproductora de lo ya existente; ella debe marchar, con criterios propios, sin eclecticismo, a la búsqueda ético-creativa de nuevos y superiores estadios de solución y desarrollo, para lo cual no existen otras alternativas que no sean las de superar cualquier impedimento que invoca esa barrera a nuestro desarrollo (Machado, 2003).

Cualquier transformación a la que se aspire en las más disímiles disciplinas de las ciencias naturales, exactas o sociales necesita ser corroborada, caracterizada, diagnosticada y lograda con las herramientas que la propia ciencia brinda, desde preceptos y demandas universales, pero atemperada a una realidad, a un contexto, a lo peculiar, y a su especificidad como ciencia que, al margen de su especialización, es también social por excelencia, y, por tanto, responde a un contexto específico. De ese planteamiento proviene una imagen nítida del Apóstol que nos invoca a la conciencia creativa de que, a través de la ciencia, sea necesario ser un portador de lo permanente para entonces poder «cultivar lo permanente» (Martí, 1975, t5, p. 284).

De tal modo que, en su pensamiento se reitera una dialéctica de lo universal a lo singular (Machado, 2020a), que lleva a colegir, desde la dinámica científica, la gran vigencia de las ideas que piden acercar la labor real que se desempeña, al gran espíritu universal que tiene una faz particular en cada continente (Martí, 1975, t5, p. 284), y cuya faena hoy la desempeñan miles de profesionales cubanos, los que enfrentan múltiples retos (no solo desde las ciencias médicas, sino más allá) para salvaguardar la salud y la vida con una labor creadora y diversa que alimente la cultura, la vida nacional y la ciencia que nace de ella.

Es conocido que Martí, a lo largo de sus turbulentas jornadas revolucionarias y de emancipación, otorgó siempre un novedoso asidero conceptual y práctico para lograr materializar un método de compromiso ético en múltiples esferas de la acción humana; ya que esa noción es la que precisamente pone al alcance de nuestras manos las herramientas que facilitan penetrar, con los matices necesarios, en el conocimiento de la realidad, así como para evaluar en profundidad el legado histórico de las generaciones precedentes en su más amplio sentido, donde se incluye lo referido a la propia evolución de la ciencia, y para trazar la actividad transformadora con un mayor alcance práctico y comprometido.

Si bien Latinoamérica, de la que somos parte, recibió durante el siglo XIX, las influencias de las ideas positivistas que fueron, hasta cierto punto, innovadoras para su época; y, además, estimulaban y fortalecían el papel de la ciencia, con una presencia sistemática en las más diversas facetas de la vida, esa realidad no escapó a la visión crítica y humanista de Martí, ya que si bien reconocía los avances que ellas representaban y su influencia en diversos movimientos académicos y científicos del momento; argüía, sobre todo, que se pusiera énfasis en el ser humano y en sus «dolores reales e innecesarios» (Martí, 1975, t5, p. 102), lo cual signa un mensaje trascendente para la actividad científica en momentos en que nuestro país se encuentra en una cruzada de salvaguarda de su patrimonio humano, económico y político-social; en fin, cultural-nacional.

Es un hecho, desde esa perspectiva, que las necesidades de una práctica revolucionaria, antimperialista e independentista y la vena eticista que se fue engrandeciendo en el transcurso de los siglos de lucha en Latinoamérica y, específicamente, en Cuba, condicionaran que hoy, por ejemplo, la actividad científica posea una coincidencia plena con la postura humanista de Martí, alejada de la acción mecánica, despojada de compromisos excluyentes o insensible a los dolores. Con base a esas ideas, expresadas por Pupo, el propio autor señalaba atinadamente:

Al carácter contemplativo del `naturalismo` positivista, Martí opone su concepción del hombre como sujeto activo, creador, es decir, la espiritualidad humana en sus diversas determinaciones. No sólo la crítica se reduce a la contemplatividad, sino además al gnoseologísmo cientificista que profesa y propaga el positivismo. En la concepción del Maestro la subjetividad humana no implica sólo razón, conocimiento, sino además valoración, sentimientos, acción práctica, pues al hombre no sólo le interesa qué son las cosas, cómo revelar la verdad sino también para qué le sirven, en correspondencia con las necesidades e intereses que quiere satisfacer y realizar. En este sentido Martí anticipa en nuestra América la batalla antipositivista que tiene lugar en pleno siglo XX americano por eminentes representantes de la filosofía y las ciencias sociales; por supuesto, sobre la base de otras premisas y condicionamientos. (s.f., pp. 6-7)

En lo particular de nuestro contexto, la adopción de esa postura humanista en la actividad científica se descubre cuando se sustentan los principios que rigen nuestra sociedad; esto es, en la visión dialéctica que sintetiza, según Hart (1995), los cimientos marxistas y en la semilla martiana, en los cuales se halla la clave de la contemporaneidad nacional, de una identidad que no se concibe ajena a la universalidad ni a la aspiración de una civilización superior; afirmación esta que, de hecho, critica al humanismo tal y como se concibe, en algunos casos, desde la ideología occidental, la cual trata de motivar al científico para que se convierta en una existencia aislada, que fraccione el mundo, y de hecho, desintegre (Machado, 2020a).

Esa contextualización también se refleja en la dinámica científica que llevamos a cabo en un presente donde el mundo estará obligado a redefinir inevitablemente su horizonte si quiere que perdure; de manera tal que en lo particular, las ideas humanistas martianas tienen una gran influencia y es culminante en el pensamiento cubano como síntesis ética; ideas que permiten caracterizar las particularidades y singularidades donde el movimiento de la ciencia cobra vida al incorporar, además, aquellas que hacen énfasis insistentemente en la «libertad plena del ser humano» al situarlo «específico y general», pero siempre inmerso en su tejido social.

En ese entorno de reafirmaciones, es sabido que el humanismo tuvo su surgimiento, y desarrollo conceptual y práctico, a partir de los siglos XV y XVI en Europa Occidental, en el ámbito renacentista que se extendió en el tiempo e influyó también, de manera decisiva en todas las manifestaciones de la actividad humana, entre ellas, la ciencia.

Martí ineludiblemente, muchos años después, recibió, desde su formación, pero más desde su autoformación integradora de saberes y acciones (transdisciplinaria), la influencia de esas corrientes, aún con las limitaciones que sabiamente supo discernir y contextualizar revolucionariamente; y principalmente porque ese proceso le permitió asimilar las doctrinas que hacen del ser humano un sujeto ético y moral, centro de atención de todo lo que existe a su alrededor; también, sobre la imagen de aproximación a la vida plena y acerca de la importancia de la actividad como fuente de la existencia, entre muchos preceptos generacionales que se encuentran ampliamente diseminados en su vasta obra intelectual y práctica; la que, además, ha sido objeto de atención por miles de estudiosos que tratan de interpretar con mayor certeza los motivos y el arrojo de su entrega a la causa libertadora de Cuba; y a la vez, por el asombro que rezuma su decoro producto de su acción transformadora, desde donde aflora precisamente su humanismo como cualidad y huella trascendente, distintiva del pensamiento cubano.

Tales evidencias imponen la revitalización y el desarrollo de la esencia del concepto humanismo como la verdadera espiritualidad a la que aspiraba el Maestro. Por lo que el propio Hart, haciéndose eco de sus ideas, expresaba algo que es de gran vigencia en la coyuntura que vivimos: «la vida espiritual ha mostrado su existencia real y su notable incidencia práctica en los procesos revolucionarios […], y porque se necesita de una elevada conciencia universal para enfrentar el drama del ser humano sobre la tierra» (1995, pp.10-11). Tener en cuenta el papel de una espiritualidad transformadora, desde la ciencia, supone acercarnos a los preceptos de la cultura humanística martiana; y a la reafirmación, como efecto, del papel de una conciencia desarrolladora que, en nuestros días, es cada vez más necesaria como motor de despegue, e innovadora del entorno económico y social en que convivimos. Así, el propio Martí reafirmaba

Una sola cosa no ha de morir. - El Dios Conciencia, la dualidad sublime del amor y del honor, el pensamiento inspirador de todas las religiones, el germen eterno de todas las creencias, la ley irreformable, la ley fija, siempre soberana de las almas, siempre obedecida con placer, siempre noble, siempre igual; -he aquí la Idea Poderosa y fecunda que no ha de perecer, porque renace idéntica con cada alma que surge a la luz; -he aquí la única cosa verdadera porque es la única cosa por todos reconocida; -he aquí el eje del mundo moral; -he aquí a nuestro Dios omnipotente y sapientísimo […] Este Dios, y el Dios Patria, son en nuestra sociedad y en nuestra vida las únicas cosas adorables. (Martí, 1975, t21, p. 29)

Desde esa ideología permanente de su obra, es de una extrema sensibilidad reiterar que, para que se superen algunos vacíos epistémicos de la ciencia heredados del pasado, lo cual es también su reto moral en el contexto cubano y de la actividad del científico, se añade la importancia de tener en cuenta, en ella, preceptos tales como su concepción de la «cultura», como sinónimo de libertad; el «patriotismo», como comunidad de intereses, unidad de tradiciones, de fines, fusión de amores y esperanzas como fue visto; la «dignidad» en el sentido pleno, como semilla; entre otras muchas cualidades que signan hoy una visión de ciencia en el contexto cubano, como componentes sustanciales para nuestra inserción con plena identidad e inteligencia en el mundo del siglo XXI (Machado, 2003).

Precisamente, al acercarnos desde la acción que emana de la ciencia, a esas posturas y perspectivas que ennoblecen al ser humano, evitamos la filtración de ideas y símbolos que distorsionan la magnitud de su esencia; sobre todo de aquellas corrientes ambiguas del pensamiento que declaran la muerte de las ideologías y la de la historia, lo cual es ideología en sí misma, con la consecuente disolución de las diversidades, identidades y tradiciones, en nombre de un Estado único, homólogo, reideologizado, y globalizado desde una perspectiva neoliberal, que persigue como objetivo un mundo sin matices para la mayoría (Machado, 2020b).

Añadido a ello, lo cual posee una relevante aplicación en la labor del científico cubano, Martí clamaba que se pusiera al ser humano (lo cual él también es) en posesión de sí mismo, no nominalmente (1975, t9, p. 87), en una mutua e indeclinable relación entre lo objetivo y subjetivo (1975, t21, p. 54), que se formara de sí y de sus relaciones (1975, t4, p. 55), con pies, brazos, alas (1975, t7, p. 156) en la fuerza de idea y de acción (1975, t4, p. 278), capaz de expresar con hechos físicos las verdades morales (1975, t21, p. 398); para lo cual ponderaba el «trabajo» como esencia y núcleo de su humanismo, como práctica que dignifica la condición humana, como primera necesidad de vida, como fuente de riqueza social y espiritual, y como fuerza del mundo.

Sobre esto último, «el trabajo», aún hoy subsisten enfoques que, durante años, dieron lugar a la aparición de extremos e ideas arbitrarias que tratan sobre la concreción del proceso científico-investigativo, los cuales, a su vez, han sido creados sobre la base de una ilusión de la objetividad, sin reconocer también la existencia de lo subjetivo y espiritual, sobre los cuales se sitúan sus actores y receptores, con sus aspiraciones, cultura, y necesidades. Un ejemplo, como imaginario creado, ha sido la propia concepción y desarrollo del «experimento» como método esencial de la ciencia en el transcurso de su historia, el que ha contribuido a la creencia de una excesiva objetividad, ponderando una relación donde el científico, en condiciones de «laboratorio», «pureza» e «idoneidad», modifica, varía y trasmuta su «objeto», lo cual constituye un rezago propiamente ideológico que se ha enraizado en la mente de muchos. Por otra parte, otros han negado ese método y declaran lo subjetivo e interpretativo como lo primario y fundamental (Machado, 2020b).

Sin embargo, en su tratamiento y empleo se ha olvidado, muy regularmente, incluso hoy en los propios cursos de preparación de nuestro relevo científico, que la génesis del experimento se sitúa en el «trabajo», cuyos argumentos se hallan precisamente en la concepción marxista (lo general) y específicamente martiana (lo particular-singular) del término, como «actividad fecunda», y como síntesis cuantitativo-cualitativa que humanizó la naturaleza para transitar hacia un estadio superior de desarrollo social (Machado, 2003, 2020a).

De ese modo, los científicos, además de enfrentar con objetividad la nueva contradicción dada por la COVID-19 −para lo cual crean por necesidad determinadas condiciones para la evaluación y validación de sus resultados− establecen relaciones entre sí, pero también con los sujetos receptores de su labor creativa mediante la comunicación, la reflexión y la afectividad, condición de lo cubano, todo lo que va más allá de un entorno cerrado al ambiente, de modo que se focalice la atención en la «esencia humana» de la que se ha hablado; eso es, al logro de una apertura al crecimiento y al desarrollo de los sujetos de la propia actividad científica que, en última instancia, son su efecto y causa, su principio y fin. Ejemplo de ello hoy, es el de los profesionales cubanos y extranjeros egresados en nuestras universidades y centros de formación, que son también científicos portadores de cualidades humanas profesionalizantes, reconocidas por muchos en el mundo.

Al reafirmar que, en esa actividad, ellos actúan en relación con los intereses de clase y de grupo, y que tienen, como consecuencia de su interacción en la actividad laboral científico-social, la necesidad de comunicarse y colectivizar; ello se instituye en un aspecto, al cual hoy, en nuestro contexto, se le presta cada vez más atención. Esa es la clave, porque solo a partir de la comprensión de tal hecho, es que en la historia fue posible dar una explicación científica y lógica sobre cómo se pudo concretar la evolución y des arrollo de la especie humana desde sus contextos críticos de interactividad efectiva en la naturaleza.

Para ello la labor científica, en ese campo, si bien es a la vez objetiva, como fue expresada, debe también estar signada por el sistema de valores sociales (unidad) e individuales (su diversidad), como referentes de los sujetos con los que se interactúa y socializa, así como por la posición teórico-metodológica que se asuma desde la ciencia1, de la cual la cultura social, su riqueza, la teoría y la práctica, el contexto y su coherencia, le otorgan matices distintivos.

Martí, referente primordial de tal conciencia, hizo de su discurso y acción un tránsito por una multiplicidad de valores que se han hecho evidentes en ese progreso de humanización, en los que se sintetiza la necesaria condición humana. De hecho, él asume con fuerza aquellos preceptos que en su visión de futuro contribuyen más a sostenerlos, y permiten desde la virtud, otorgar vigencia social y una mayor comprensibilidad de su magnitud. En toda su obra eso está presente, todo lo que se corresponde, en el caso de la actividad científica, con una concepción muy profunda y humana de tal condición, en la que el investigador, como ser cultural, que se realiza y proyecta en tanto tal en la sociedad, legitima su misión y acción transformadora en ambientes que representan un reto a la vida y perdurabilidad de lo humano trascendente.

En síntesis, como efecto de la interacción activa y viva de los científicos con los receptores de sus contribuciones y hallazgos, mediante el trabajo, su actividad debe llegar a constituirse en un derrotero que contenga dentro de sí la propia naturaleza de dicha existencia, donde también se concretan los espacios y tiempos en que se aprehende la vida y las relaciones e interacciones de producción y reproducción de la vida en todas sus dimensiones, que es donde la actividad científica verdaderamente cobra vida; de modo que, los resultados a los que se lleguen, al tener en cuenta esos encargos, resistan la prueba de la verdad.

De ese modo, al respecto de ese último término «la verdad», él es otro referente vital que se asume desde la obra martiana, concepto que se revela y descubre en las relaciones intersubjetivas y en los espacios comunicativos, donde por supuesto, la aquiescencia desempeña un lugar especial. Una verdad, fuera de la práctica del consenso y del trabajo colectivo, con los otros, es ilegítima y estéril. Al respecto escribía:

¿Y las ciencias? las ciencias confirman lo que el espíritu posee [...]. Así, son una la verdad, que es la hermosura en el juicio; la bondad, que es la hermosura en los afectos [...]. La naturaleza se postra ante el ser humano y le da sus diferencias, para que perfeccione su juicio; sus maravillas, para que avive su voluntad a imitarlas; sus exigencias, para que eduque su espíritu en el trabajo, en las contrariedades, y en la virtud que las vence. La naturaleza da al ser humano sus objetos, que se reflejan en su mente […] Los astros son mensajeros de hermosuras, y lo sublime perpetuo. El bosque vuelve al ser humano a la razón y a la fe, y es la juventud perpetua [...]. El bosque alegra, como una buena acción. La naturaleza inspira, cura, consuela, fortalece y prepara para la virtud al hombre. Y el hombre no se halla completo, ni se revela a sí mismo, ni ve lo invisible, sino en su íntima relación con la naturaleza. El Universo va en múltiples formas a dar en el hombre, como los radios al centro del círculo, y el hombre va con los múltiples actos de su voluntad, a obrar sobre el Universo, como radios que parten del centro. [...] La aparición de la verdad ilumina súbitamente el alma, como el sol ilumina la naturaleza. (1975, t7, pp. 25-27)

El acceso a la verdad en la labor científica, derivado de ese mensaje, requiere de una conceptualización compleja y flexible, pero humana, desde cualquier ciencia que priorice un enfoque de integralidad incluyente en la aprehensión-transformación social humanística de la realidad asumida; de tal modo, que el concepto de «saber científico», al margen de su significado histórico-tradicional como conocimiento en general de un aspecto de la realidad, de algún modo garantizado en su verdad empírico-experimental, por su objetividad lógico-cognoscitiva, su identidad y adecuación, llegue a enriquecerse de esas ideas y resulte en una alternativa posible y en una integración conceptual a esa utopía nuestra de conformar el hombre nuevo.

En esencia, el acercamiento al concepto «verdad» de la actividad científica limita entre la amplia producción teórica existente y la realidad de la práctica actual; por lo que se trata, en el país, más que nunca, de ofrecer respuestas a las múltiples contradicciones, para lo cual el ideario martiano, como resultado de la reflexión sobre los hechos, como una necesaria dimensión de la existencia, sea pertinente para sustentarlas y que él se imbrique como modo de actuación y desempeños éticos.

La intelección del saber, cuya interpretación se dirija no sólo al conocimiento, sino que incluya los valores, al decir de Martí, la praxis de lo útil (1975, t7, p. 97); la reflexión, como inflexión de llegada a la certeza sobre el hecho científico real (1975, t21, p. 51) y la comunicación, como expresión del pensamiento (1975, t6, p. 361) abre perspectivas inagotables a la verdad. Propicia, ante todo, que no se absolutice la razón, entendida como un juez legitimador, y se incluyan los sentimientos y otras formas aprehensivas humanas como la reflexión en su concepción teórico-práctica.

En ese caso, el saber resulta multilateral, enriquecedor y concreto, por seguir un cauce incluyente que relativiza algunos momentos y sintetiza el sentido de totalidad en la unidad de lo específico, lo diverso y lo complejo. Con ello, la «verdad» llega a un estadio de validez que se apropia de lo concreto en sus diversas mediaciones y condicionamientos; y de ese modo, hace converger la esencia humana con la existencia y con los espacios culturales en que realmente se aprehende la realidad, lo que conlleva a que la actividad científica se moralice.

Por tanto, implica una exigencia moral superadora del científico cubano sobre todo en estos momentos, el llegar a formarse como un ser humano activo, vivo (Martí, 1975, t8, p. 89), que conviva en analogía con el universo, que esté preparado para la vida, y que pueda obtener los medios de subsistencia sin rebajar las aspiraciones de lo humano; todo ello sintetizado en una de las enunciaciones martianas más actuales, vigente en nuestra sociedad que es también, el fin de la ciencia; ello es, el de ser un sujeto que, desde su fórmula del amor triunfante, luche «Con todos y para el bien de todos» (1975, t4, p. 279).

La ciencia, signada cualitativamente por tales núcleos conceptuales del pensamiento y la acción de nuestro Héroe Nacional hace, en todo momento, pero en especial de la COVID-19, que el científico sea un sujeto constructivo para sentir las palpitaciones de su tiempo, las inquietudes del porvenir, de manera que logre transformar, en una vasta dimensión, la sociedad en la que vive, como organismo ético-científico, reflejo particular del contexto donde su acción cristaliza.

Las realizaciones científicas, cuando prestan atención a un objeto humanizado que es en realidad el sujeto, pero simultáneamente se han consagrado, desde él, a su elevación moral e intelectual, poseen un gran valor por breve que haya sido su existencia; y aunque persigan como fin la supervivencia de lo particular-singular, no niegan la posibilidad de transformar y elevar, si es necesario, a los muchos a los que esos descubrimientos y realizaciones hayan sido destinados en un lapso coyuntural; enseñanzas que también son válidas para el todo, como ley y fuente de nuestro internacionalismo. En esa afirmación se hacen presentes las ideas que compulsan a tomar en cuenta las cosas pequeñas como gérmenes de las cosas grandes (1975, t8, p. 224); la relación de lo útil y lo trascendental (1975, t8, p. 407), y la necesidad de despertar el pensamiento de lo absoluto cuando se toma como base la verdad relativa (1975, t8, p. 232).

En síntesis, al observar la magnitud de la obra martiana y de su impronta humanista, se encuentran reflexiones propias que no necesitan explicaciones más allá de lo que ellas mismas expresan y subsumen para la sociología de la ciencia −en la conciencia de los científicos que buscan incesantemente el crecimiento y mejoramiento del ser humano desde disímiles perspectivas, problemáticas y complejidades−; y de sus significados y alcances:

  • Debe dedicarse a desarrollar todo el ser humano y no parte de él (1975, t8, p. 407).

  • Hace daño a la inteligencia quien cuenta un hecho desnudo, y no lo engrana con los demás hechos (1975, t8, p. 407).

  • Lo uno es lo diverso, y lo diverso es lo uno (1975, t8, p. 250).

  • La ciencia es un cúmulo de fuerzas de orden, humanas y cultas, una falange de inteligencias plenas, fecundadas por el amor al ser humano (1975, t4, p. 275).

  • Cuando existen para un suceso causas históricas, constantes, crecientes y mayores, no hay que buscar en una pasajera causa ínfima la explicación del suceso (1975, t7, p. 22).

  • No deben aplicarse teorías ajenas, sino descubrir las propias no estorbando con abstracciones, sino inquirir la manera de hacer prácticas las útiles (1975, t7, p. 97).

  • Resolver el problema después de conocer sus elementos, es más fácil que resolver el problema sin conocerlos (1975, t6, p.18), lo cual signa una idea trascendental.

  • No debe prestarse atención a las formas, sino a la esencia y la realidad (1975, t4, p. 270).

Lo señalado hasta aquí, permite conformar idealmente la vertiente axiológica del concepto cultura científico-profesional, en lo concreto del contexto cubano y delimitar modos de actuación, vistos estos desde la concepción histórica, dialéctico-materialista (Machado, 2020a) y humanista martiana de ese profesional, el cual reconoce la existencia de una realidad fuera e independiente, pero a su vez inserto, junto a los otros, a los sujetos, en la realidad reflejada, lo que, en última instancia, caracteriza una postura ideológica consecuente; su concientización como profesional culto integralmente, en su contexto; la posición crítica que asume para transformar la realidad en crisis; y el desarrollo de competencias científicas (como cultura) que le facilitan ser creativo y re-creativo, desde las particularidades de nuestro contexto, lo que lo hace singular e irrepetible

Ello deslinda y precisa además los motivos exógenos y endógenos resultantes; esto son, en el primer caso, la conciencia de enfrentar su labor, desde la magnitud social del problema científico cuya solución tiende a mantener la vitalidad y desarrollo de este sistema; y segundo, desde lo endógeno, la conciencia y la disposición para ofrecer respuestas a las crisis actuales que afectan lo humano; todo ello induce, conscientemente, desde la perspectiva de este artículo, a que se concentre en su trabajo y a que busque soluciones efectivas a los «dolores» que, en la actualidad, aquejan nuestra convulsa realidad.

Martí no solo fue un patriota que, desde la tribuna y la pluma, motivaba y proclamaba a la lucha para la liberación de nuestro país y, con ello, del resto de los pueblos de América, como hizo patente en su carta a Manuel Mercado, desde una visión clarificadora e ineludiblemente antimperialista de su postura per omnia sæcula sæculorum; fue un héroe-gigante que no solo se pronunció por los dolores y sufrimientos más profundos del ser humano; sino también, por sus ideas y convicciones liberadoras fue, como complemento ineludible y moral, su propia práctica la que hizo válido un principio que solo alguien, con un pensamiento científico de amplia proyección social puede descubrir para lograr develar el verdadero significado de la palabra Revolución, lo cual es también un precepto de lo científico. Desde esa profunda dialéctica de su pensamiento-acción de la ciencia y la conciencia, que da pie a este artículo, afirmaba: «Los problemas que engendran cambios [...] no se resuelven sino en momentos críticos y extremos, en que accidentes [...] ponen en brusco relieve los daños que hacen necesaria la transformación» (Martí, 1975, t5, p.102).

CONCLUSIONES

La actividad científica en Cuba produce grandes milagros, porque se arraiga en lo social y se inspira en él, pero también en sus creencias y en los modos de ver y actuar en una realidad, lo que le da la razón para que sus aportes sean el resultado de un compromiso ético con su contexto; de ese modo ella se convierte en cultura perdurable del porvenir para las generaciones que continuarán en su camino, las cuales la negarán, pero para continuar engrandeciéndola en bien de una sociedad humanizada por preceptos morales.

Subestimar o ignorar el ser humano real y su espiritualidad en el proceso investigativo, sobre todo en momentos emergentes que se enmarcan en una coyuntura signada por una pandemia global; alejarse de la cultura humanística martiana, hace que exista una negación de la conciencia en todo el acontecer social, lo que puede traer para sí efectos negativos; de tal modo, las ideas aquí expresadas se distancian claramente del humanismo exclusivista y retórico presente hoy en un sinnúmero de países que, en plena crisis, abandonan la legitimación humanista de las masas para justificar un motivo de discusión ideológica como se hace con diversos países, como es el caso de Cuba.

Por tanto, en este artículo se ha tratado de poner al descubierto un aspecto esencial de la tradición histórica cubana, que enriquece la actividad que a diario lleva a cabo nuestro pueblo en la lucha contra la COVID-19, donde conviven miles de profesionales y científicos; lo que además, se articula dialécticamente, desde una de sus perspectivas fundacionales, con los proyectos de socialización estatuidos por el pensamiento humanista revolucionario y transformador cubano del siglo XIX, cuyo punto focal se encuentra en las ideas martianas que sintetizan su cultura política, ética y espiritual como testamento para la sociedad cubana.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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Machado, E. (2020b). Epistemología y metodología de la investigación educacional en contexto [manuscrito presentado para publicación]. Camagüey: Ácana. [ Links ]

Martí, J. (1975). Obras completas. La Habana: Editorial Ciencias Sociales. [ Links ]

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Notas aclaratorias:

11 Ella es argumentada desde dos dimensiones: (Teórica) como corriente del pensamiento social y filosófico del investigador que le ofrece una pauta para la compresión de las vías que facilitan los procesos de interpretación, descubrimiento, la verificación o la transformación (que esta última los dialectiza) lo cual en última instancia permite, como condición previa, delimitar la concepción del mundo predominante del investigador y la perspectiva que asume en él. Así, esta dimensión, define los argumentos gnoseológicos inherentes, dígase, epistemológicos, axiológicos, heurísticos y ontológicos; y sobre ellos concebir los modos de actuación y desempeños investigativos en su contexto. (Metodológica) porque, tomando como base la posición teórica predominante que la determina, provee de una orientación general y procedimientos donde el investigador realiza una serie de acciones que le permite, según esa orientación, interpretar y/o transformar la realidad socioeducativa a partir de la selección, organización, elaboración, aplicación y el control del “método” (vid) para el logro de los objetivos y satisfacer las necesidades cognoscitivas de la investigación en el orden teórico y práctico (Machado, 2020b).

Recibido: 25 de Julio de 2020; Aprobado: 28 de Septiembre de 2020

*Autor para correspondencia: evelio.machado@reduc.edu.cu

El autor declara que no existen conflictos de intereses

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